domingo, 28 de agosto de 2022

 

La casa de la Matilla de los Almendros se sitúa cerca de la carretera que une Plasenzuela con la general que va desde Trujillo a Cáceres. En el camino que conduce a la vivienda nos encontramos con múltiples mojones. El complejo se compone de una casa de planta rectangular y tejado a cuatro aguas a la que se accede desde el patio, donde se conserva una inscripción romana y dos mojoes. El patio articula distintas dependencias agropecuarias y, a la derecha, una capilla que remata en una soberbia espadaña y pináculos decimonónicos en sendas esquinas. Viene mencionada por Tomás López en 1798 junto a otras casas de campo de la tierra de Trujillo:

 Su jurisdición, con dezmatorio, se esttiende en todo un circuito en unas parttes a dos leguas y en otras a tres y quattro, dentro de la que se hallan diferenttes casas de campo que son la de la Luz, Gaette, Ynfantas, Torreherroza, Tozuelo, Carrascal, Burdallo, Torre de la Coraja, Casa de Doña Catthalina, Casillas, Galocha, Pascual Ybáñez, Casa del Rollar, de la Mattilla, Rongil, Martín Rubio, Casa de Casco, Magasquilla y Solamilla, todas las quales anttiguamente eran casas de lavor, donde vivían en tiempo las principales casas de estta ciudad para promoberla y para la esquila de sus ganados lanares y oy esttán las más desierttas y reducidas a panaderías de serranos, de lo que probiene la decadencia y ruina de esta ciudad.”







sábado, 20 de agosto de 2022

 

NTRA. SRA. DEL CARRASCAL, La imaginería logrosana entre el románico tardío y el gótico.



En la iglesia parroquial de San Mateo, en un retablo barroco del lado del Evangelio, se conserva una imagen en madera policromada de Ntra. Sra. (109 x 39 x 27 cms.) con el Niño (39 cms.) , bajo la advocación de Ntra. Sra. del Carrascal.
Hacia el año 1980, sufrió una lamentable restauración que le hizo perder todo el sabor antiguo . La imagen de Ntra. Sra. está desbastada por la espalda, lo que pregona su arcaísmo, con motivo de esta penosa restauración se la tapó el hueco con un tablero .
Se nos ofrece María sentada sobre un elemental trono de madera. No lleva nada Ntra. Sra. en su mano derecha, sería normal que portase una fruta esférica, pero su mano diestra en muy moderna (añadida en la restauración). El Niño está sentado sobre la pierna izquierda de su Madre, en actitud de bendecir con la mano derecha y, con la izquierda, sostiene un libro abierto. El Niño está vuelto hacia el centro de la composición, en un giro típico del naturalismo gótico .
La Virgen se tapa la cabeza con un velo de color marfil y con una corona mayestática. Viste túnica de color jacinto con adornos dorados de leones y flores cuatripétalas, muy ajustada al cuello, con una pequeña abertura en el centro . Sobre ésta, va un manto de color azul con flores y cardinas del mismo color en los ribetes. Los ropajes de las vestiduras se pliegan de forma naturalista, dando lugar a las angulaciones típicas del gótico, dejándonos ver los zapatos puntiagudos que calza la Virgen. El Niño viste túnica de color azul claro, con adornos dorados de tipo vegetal; y manto de color jacinto, adornado con estrellas doradas. Sus pies van descalzos.
Podemos fechar esta imagen en el tercer cuarto del siglo XIII.
El estudio de la imaginería en la Diócesis placentina es muy limitado. No existen retablos de imaginería, y sí algunos ejemplos de retablos de pintura, pero éstos son de primer orden, como es el caso del retablo de la parroquia de Santa María de Trujillo. Diversas causas pudieron influir en esta decisión. Por un lado, se da la circunstancia de que los retablos de pintura eran menos costosos, en cuanto a trabajo y material, por lo tanto, exigían menos esfuerzo monetario. Además, es probable que los fieles se sintieran más atraídos por las pinturas en las cuales el volumen y la profundidad se podían fingir mejor y, además, los artistas ofrecían las escenas de la vida de la Virgen María o la Pasión y Muerte del Señor en fondos dorados que resaltaban mucho.
No es muy elevado el número de obras conservadas en la Diócesis placentina y los tipos iconográficos son muy limitados . La devoción popular conserva los modelos que se repiten invariablemente año tras año. Las noticias medievales que nos llegan referentes a estas imágenes tienen un origen legendario. Es difícil fundamentar su cronología. No obstante, podemos decir que el momento de mayor actividad escultórica corresponde al último cuarto del siglo XIII y primera mitad del siguiente.
Si bien, es cierto, que la gran apoteosis mariana procede del siglo XII. Los cistercienses y con ellos San Bernardo, con su amor a la Virgen, se constituyeron en espiritual milicia con propósito de propagar y defender su culto . Estos, tuvieron unos grandes continuadores en los inicios de la Baja Edad Media, con San Norberto y los premonstratenses, alcanzando entonces el proceso mariológico su máxima expresión. La mayor parte de los rasgos arcaicos de las imágenes marianas fueron difundidos en España por las diversas ramas del Císter ; una de ellas, la Orden de Santiago, tuvo encomienda en Extremadura.
Es curioso el origen legendario al que nos referiamos anteriormente. Casi todas estas «mariofanías» (manifestaciones de María) obedecen siempre a este esquema tipificado: origen de la imagen en Tierra Santa; traída de allí por algún varón apostólico; ocultamiento de la misma ante la invasión árabe; aparición a un pastor o a una persona de baja categoría social e intelectual; voluntad expresa de la Virgen de querer quedarse en ese lugar elegido por ella; expreso deseo de la Virgen de que en ese citado lugar se levante un templo; inamovilidad de la imagen al intentar ser trasladada a otro lugar distinto, etc.
Al difundirse estos relatos, según un modelo establecido, los monjes o el pueblo sencillo no buscaban la verosimilitud. Su objetivo era el de incorporar al culto de una imagen el «medio ambiente» legendario que entrase más entrañablemente en el corazón del pueblo . Pero, cada época tiene su idiosincrasia y no se puede aplicar a una época pasada criterios que hoy estimamos insustituibles. Es difícil entrar en la piel de unos hombres medievales que creían en un mundo en el que casi todo era simbólico.
La leyenda va más allá de la historia porque expresa todo aquello que está en el alma de un pueblo o de una comunidad, pero que la historia no ha podido captar. La ley que debe aplicarse a estas leyendas no puede ser más que ésta: El hombre capta la realidad no sólo por el entendimiento, sino también con el sentimiento, y la expresa no con palabras frías, sino a base de alegorías, símbolos, leyendas y mitos. Así, el misterio de María no sólo se explica con la historia, más bien escasa, sino también con la teología y el lenguaje indirecto del símbolo y de la metáfora, como encarnación de lo indecible.
El fondo espiritual de las leyendas medievales es la presencia de María protegiendo a los pueblos cristianos en el momento en que se encontraban a sí mismos, a medida que avanzaba la Reconquista. Los cristianos al lado de la Madre protectora se sentían fuertes, gracias a las imágenes que iban llenando los santuarios de las tierras conquistadas a los árabes. Este convencimiento se vivía comunitariamente y fue concretándose en el momento en el que un poeta -expresión del alma popular- fingió, que no inventó, la historia de la imagen venerada. La narración, con el correr del tiempo, fue creciendo con detalles que corrían de boca en boca, hasta pasar al acerbo común y transformarse en leyenda .
Las manifestaciones marianas muestran como tipificados, unos esquemas devocionales e históricos, que proyectan a su vez manifiestas analogías para la comprensión del fenómeno religioso. Ejemplo de ellos son las relaciones que acabamos de comentar, existentes entre las imágenes de María y las Ordenes Militares, la principal fuerza cristiana .
El concepto de la realeza de la Madre de Jesús, fue captado por los tallistas medievales en toda su profundidad teológica y grandeza litúrgica, existiendo una gran correlación entre la plástica y la corriente ideológica que la informa, de esta forma, aquélla se produce en función directa de ésta. Pocas veces en la historia del arte se ha producido un fenómeno así.
No sabemos mucho acerca de los centros de producción. No hay duda de que la mayor parte de las esculturas fueron importadas, llegaron a nuestra región acompañando a los ejércitos en las campañas militares de reconquista o fueron parte importante del equipaje de nobles o prelados cuando se instalaron en alguna localidad de la Diócesis de Plasencia, procedentes de otros lugares. Hemos de destacar la actividad de los escultores o entalladores locales que según la General Estoria se dedicaban a esculpir imágenes y venderlas. Generalmente, imágenes con la representación del Crucificado , la Virgen o formando un Calvario con la Virgen y San Juan, el discípulo amado. Las Cantigas y la mayor parte de la literatura de la época, como ya hemos visto, confirman que estas reducidas representaciones debían de constituir la única imaginería de las iglesias. También, de forma esporádica, el tema de la Anunciación o Santa Ana Triple, relacionadas iconográficamente con las representaciones marianas; y algunos santos que suelen ostentar la titularidad de un templo parroquial. Por tanto, estudiaremos imágenes, sin grandes exigencias estéticas como correspondía a la mentalidad de sus devotos, realizadas por imagineros poco cualificados; y, a su vez, magníficas tallas monumentales, ejecutadas por artistas reconocidos.

Las tres medidas que ofrecemos en nuestro estudio, corresponden a la altura, envergadura y base de las obras.
En cuanto a las imágenes de Crucificados, aquí también entra en juego el papel devocional como justificante de la religiosidad medieval dominada por el temor y acrecentada por el dolor de Cristo en su Pasión y Muerte, exaltada por San Francisco en sus Sermones, Tauler en sus Ejercicios sobre la Pasión del Señor o San Buenaventura con las Meditaciones . Las representaciones de Cristo doliente en la cruz tienen su punto álgido en la Diócesis placentina en los siglos XIV y XV. Nos encontraremos con Crucifijos góticos de la llamada «área castellana», por ser donde se ubican la mayoría de ellos, respondiendo a semejantes características artísticas. Las medidas que ofrecemos que los Crucificados corresponden, como es habitual, a su altura y anchura.
Como ya hemos explicado en la introducción, es muy escasa la escultura funeraria, pues se conservan muy pocos enterramientos con la presencia del finado representado en bulto completo. Los existentes son de modesta factura y se encuentran en lamentable estado de conservación, podemos citar el sepulcro del obispo don Nicolás en el claustro de la Catedral placentina y los enterramientos de los Condes de Nieva en la iglesia parroquial de Valverde de la Vera .
A medida que avanza el gótico, el artista interpreta cada vez más intensamente el natural, como ocurre en imágenes del siglo XV, arrancándole su expresividad.
En los primeros años del siglo XVI, podemos comprobar la pervivencia de fórmulas goticistas, relacionadas más o menos directamente con lo flamenco, lo francés y lo germánico; es todavía, el naturalismo finimedieval, que se resiste a desaparecer, por su arraigo en las tierras hispánicas a las que tardíamente llegó la reconquista, y debido en parte a indudables analogías en conceptos y morfologías, singularmente en el aspecto artístico, que tan certeramente ha sido clasificado como hispano-flamenco.
Al propio tiempo, el humanismo renacentista itálico, se imponía con fuerza arrolladora, imantando escuelas, talleres y artistas, que se adscribían a la estética de la belleza, de que era portador . La Reforma religiosa, significó una enorme convulsión europea, que trastocó ideas y modos de expresión social.

Anuncios

miércoles, 10 de agosto de 2022

 

 

 

 

 

LOS PUENTES DE LA CARRETERA A PLASENCIA DESDE LA CIUDAD DE TRUJILLO

 

 

I.- EL PUENTE DE LA BARQUILLA

 

Sobre la carretera y cordel a Plasencia, en el límite del término municipal de Jaraicejo con el de Torrejón el Rubio, salvando el río Almonte, se alza este magnífico puente de perfil recto, en mampostería de pizarra, con sillares de granito en los arcos y óculos en la cara de aguas arriba, para aguantar el empuje de la corriente. Se compone de dieciséis arcos de medio punto y bóvedas de cañón, distribuidos en dos tramos de cinco, mayores los seis centrales, entre los que aparecen cinco óculos de buenas dimensiones de aligeramiento en las enjutas de los arcos centrales. El aparejo utilizado fue mampostería de pizarra y medio punto, excepto la rosca, formada por dovelas de granito. La cornisa de granito queda tapada por el ensanchamiento realizado en el último arreglo de la carretera. No tiene tajamar ni contratajamar, siendo las pilas de corte piramidal las que distribuyen el agua hacia el centro de los arcos. La antigua calzada ha quedado sepultada bajo el asfalto (carretera). Fue construido entre los años 1766 y 1803 por obra de don José González Laso, autor de importantes obras en la diócesis de Plasencia: “….por eso, cuando en 1784 decide solicitar permiso para construir a su cargo un puente sobre el río Almonte, se le dan todo tipo de facilidades, y se hace constar el agradecimiento de todos, que consideran esta obra agradable a Dios, que ha merecido también bendiciones de los que ahora pasan por aquel paraje[1]. El paso por el puente no estuvo exento del impuesto un tributo de portazgo.

 

 



II.- PUENTE DEL CARDENAL

 

Recibe el mismo nombre que el puente situado en el antiguo camino de Madrid a Trujillo, sobre el río Tajo. En el año 1627 nos refiere fray Alonso Fernández: “Este puente se sitúa en el camino real de Plasencia a Trujillo, sobre el río Tajo. Es de fortísima y grandiosa fábrica, que puede competir con las más lúcidas y fuertes fábricas de los romanos, de planta recta y perfil horizontal; y fue el gasto y coste inmenso, porque está construido con sillería de granito, que se trajo de más de 6 leguas de allí, del robledo y dehesa de arriba de Malpartida, no lejos del lugar de Gargüera, porque la cantería y piedras de las sierras junto a Tajo no fragua en el edificio, ni es a propósito para obra que ha de permanecer. Y para traer la piedra fue necesario romper unas asperísimas sierras, que hay en el camino, cerca de la portilla del arroyo de Calzones, para abrir camino, por donde pudiesen pasar carros con la piedra[2]. Fue mandado construir en 1450, por don Juan de Carvajal, Cardenal de Sant-Angelo, Obispo de Plasencia, construido por el maestro cantero Pedro González (una placa cerca del puente indica la fecha de construcción). Se levanta sobre el río Tajo, en la ruta de Plasencia a Trujillo, para facilitar el tránsito de personas y ganados entre Plasencia y Jaraicejo, con grandes bloques de granito, 3000 piedras, pagándose por cada una 9 reales y 14 maravedíes, e importaron 282, 352 reales y 32 maravedies[3]. Es de trazado horizontal, cinco arcos y grandes aliviaderos. La piedra se trajo de los lugares denominados “El Robledo”, “Dehesa de Malpartida” y “Cinco Hermanos”, a siete leguas de distancia, tal y como hemos mencionado con anterioridad.


En este puente se imita la disposición de los romanos y sus cinco arcos son de medio punto, con una tendencia al apuntamiento que se nota en el central. Bóvedas construidas con sillería de granito de una sola rosca, con aparejo trabado. Las pilas también son de sillería de granito, con tajamares que tienen forma de arco ojival en planta y un sombrerete esférico, realizados en las obras de remodelación del siglo XIX.

Según Antonio Ponz: “En consideración al suntuoso puente, llamado del “Cardenal”, que costeó, y mandó fabricar sobre el Tajo en el camino desde Plasencia a Truxillo, y otro en el río Almonte, desde Xaraycejo, hasta la misma ciudad de Truxillo, obras una y otra, que compiten con las del mejor tiempo de Roma[4]. En nota al pie, Antonio Ponz especifica: “El actual señor Obispo de Plasencia D. Joseph Gonzalez Laso ha costeado la compostura de este famoso puente, después que se publicó la primera vez este libro, haciéndole poner al mismo tiempo buenos antepecho: costeó también el zelosísimo Prelado la compostura de siete leguas de camino, que ahí desde Plasencia á Torrejón el Rubio, cuya obra de verdadera, y permanente caridad, le hacen dignísimo de la gratitud de los presentes, y de la memoria de la posteridad. En el pilar entre el primero, y segundo ojo del puente se ha descubierto últimamente por el citado señor don Joseph Alfonso de Roa, autor de esta carta, el fragmento de una inscripción, y es: SERVILO../ CORCOR.../ F. AN. XXX…/H,.S.E../ AMOEN…/ A. F. F. C.  El mismo señor Roa ha visto poco hace en Truxillo una copia del testamento de D. Juan de Rodas (llamado así por ser Caballero de Rodas, que perdida la isla, y establecidos en la de Malta, se llaman ahora de S. Juan de Malta) pariente muy cercano del cardenal D. Juan de Carvajal, que le dio la dirección de dicha obra. Se expresa en una cláusula, que aunque manejó las rentas de su pariente el cardenal, no les en cargo un maravedí; pues en el puente se gastaron treinta mil piedras, y cada una se ajustó por poner la en una dobla de oro. Ello es que un obispo de Plasencia costeó esta importante obra, y otro la conserva, habiéndose citado para siempre la servidumbre del portazgo”[5].

A finales del siglo XV, cobraba el derecho de portazgo la villa de Plasencia, siendo paso de comerciantes entre esta población y la vecina de Trujillo, lo que facilitó la aparición de partidas de bandidos en una zona tan abrupta. La solución al problema llegó de la mano del rey Carlos III, quien manda construir en las proximidades del puente la aldea de Villareal de San Carlos, instalándose en ellas las tropas que desde entonces protegerían la ruta. Población que se fundó en 1781, entre los pasos del puente del Cardenal y el Puerto de la Serrana, en el mismo Camino Real, aprovechando una explanada de la dehesa boyal de Serradilla, otorgándose a los colonos que se afincaran los privilegios de la exención de hacer el servicio militar y de pagar impuestos.

Sin duda las crecidas del río Tajo, incrementadas con las de su afluente el Tiétar, debieron dejar múltiples huellas en la integridad del puente del Cardenal. Afortunadamente, siendo obispo en Plasencia don José González Laso, entre 1766 y su muerte en 1803, dedicó gran parte de su vida y patrimonio a la reparación de puentes y caminos, llevando a cabo la reparación del puente del Cardenal, entre otros, y construyó un puente sobre el río Almonte y otro sobre el arroyo de la Vid.
En el mes de diciembre de 1808, durante la Guerra de la Independencia, el Coronel Prieto manda volar el puente del Cardenal con el fin de entorpecer el avance de las tropas francesas.

El primer plano del puente lo encontramos en la Revista de Obras Públicas del 15 de diciembre de 1926. Muestra un “alzado y planta del puente del Cardenal en el año 1856”. En el podemos ver que imita la disposición de los puentes romanos y tiene cinco arcos: un arco central algo apuntado de 21,10 m y dos más de medio punto, a cada lado, de 12,30 m. Las pilas del arco central tienen 7,60 m de ancho y 7,10 m las otras dos. Tenía los tajamares más altos que el comienzo de los arcos y sus sombreretes llegaban hasta la altura de sus claves. En el texto se dice que “El arco principal volado se habilitó con un tramo de madera, que, mal conservado, se hundió a mediados del siglo XIX con el peso de una vacada”.


En 1859 se redactó un proyecto definitivo de reconstrucción por el Ingeniero de Caminos don Baldomero Cobo. El proyecto tuvo en cuenta que en algunas crecidas se inundaba el puente, destruyendo los pretiles. Para solventarlo se aligeraron los tímpanos con cuatro ojos de buey de 4,60 m de diámetro, que aumentaban en 66,46 m2 la superficie de desagüe. Se demolieron los sombreretes de los tajamares, una parte de los tímpanos y mampostería de relleno. También se levantó el pavimento de losas hasta un plano superior a la clave del arco central, el más elevado. Finalmente se coronó la obra con una imposta o cornisa general y antepechos de sillería[6].


Entre  los años 1966 y 1968, se construye un nuevo puente a unos 800 m aguas abajo del puente del Cardenal,
por el que discurre la actual carretera EX-208. Es un puente isostático de hormigón postesado, formado por 4 tramos cantilever de 41,12 metros y 5 tramos apoyados de 31,60 metros, una longitud total de 324 metros y una altura máxima de pila de 35 metros.

 

 



III.- PUENTE DE LA LAVADERA (Río Tozo)

 

 

Puente por el que la Cañada Real trujillana atraviesa el río Tozo, a la izquierda de la carretera a Plasencia, en los límites territoriales de Trujillo y Aldea del Obispo, en la Dehesa “Palazuelo del Marqués” y cerca de la Dehesa “Tozuelos de Miramontes” al norte, el puente salva de manera hábil el encajado cauce del río Tozo y fue utilizado durante siglos en las largas rutas de la trashumancia castellana.  En el puente de la Lavadera termina el cordel e inicia la cañada de la Puente Mocha.

El puente es popularmente  conocido como el Puente de “La Vaera”. El origen se le atribuye a los moradores de una finca vecina, debido un refrán popular. Se caracteriza por tener perfil alomado. La obra, de mampostería de pizarra y con un rejuntado de mortero y cal, asienta directamente en el cauce del río sobre pizarras. Tiene 70 metros de longitud y cuatro de anchura. Está compuesto por nueve arcos de medio punto, algunos ligeramente apuntados. Tiene cinco tajamares y un solo contratajamar. La calzada está compuesta por rollos del río, apoyados sobre grandes lajas de pizarra.
Fue restaurado en el año 2012 que será cuando comiencen los trabajos de recuperación de tres puentes extremeños, que presentaban "serias deficiencias", entre los que se encontraba el Puente de la Lavadera, con un presupuesto de 45.128,59 euros.  Los tres puentes presentaban "serias deficiencias en cuanto a la pavimentación del tablero, pérdidas de juntas en la mampostería de pizarra y pérdidas y deterioro de pretiles”. Además, Este puente presenta numerosas patologías provocadas por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento, además de las crecidas puntuales del río que hacen que el agua supere su altura, arrastrando materiales del tablero, el relleno y los pretiles.  El objetivo de estos proyectos fue el de acondicionar estos tres puentes de forma que estas infraestructuras faciliten el desarrollo de actividades relacionadas con el turismo de naturaleza, como el senderismo, las rutas a caballo o el cicloturismo, además de otros usos. Actualmente sigue siendo utilizado en las largas rutas de la trashumancia castellana, continúan pasando por él rebaños de ovejas y vacas procedentes de la Sierra de Gredos en Ávila a las dehesas de Cornalvo en Mérida, aprovechando la Red de Vías Pecuarias de Extremadura. Las vías pecuarias son bienes de dominio público que constituyen un patrimonio histórico, cultural, social y natural de gran interés. Durante siglos, han canalizado los desplazamientos periódicos del ganado para cubrir las distancias entre las zonas con pastos de verano de las áreas montañosas septentrionales y las zonas con pastos de invierno de las llanuras del Sur.

 




IV.- PUENTE SOBRE EL RÍO TOZO

 

Sobre el río Tozo se levanta este magnífico puente de tres arcos de medio punto que apoyan sobre sólidas pilas y dos tajamares semicirculares de cantería rematando en un pequeño sombrerete gallonado que alcanzan la cota correspondiente a la mitad de los arcos. Destaca la articulación de paramentos y tajamares. El puente está construido a base de sillería de granito bien escuadrado y mampostería, bóvedas de cañón de sillería, perfil recto en la horizontal. Las recientes obras de restauración que ha sufrido tan hermoso puente han hecho posible un mejor conocimiento de su fábrica. El autor del puente ha confiado toda la belleza de la obra a la perfección de las trazas de cantería y a la conjugación mixta del aparejo.

 



[1] LÓPEZ-EGEA, R.C: “Los viejos caminos de Extremadura”. Revista de Extremadura Alcandora, número cuatro, 1985, p. 32.

[2] ALONSO FERNÁNDEZ: Historia y Anales de la ciudad y obispado de Plasencia, 1627. Ed. Cáceres, 1952,  p. 176.

[3] Destruido en parte durante la Guerra de la Independencia  y se empezó a reconstruir en el año 1844 hasta abril de 1845 por el P. Manuel Ibáñez de la Compañía de Jesús. BENAVIDES CHECA,J: Prelados placentinos. Notas para sus biografías y para la historia documental de la Santa Iglesia Catedral y Ciudad de Plasencia. op. cit. p. 36.

[4] PONZ, A: Viage de España en que se da noticia de las cosas más apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella, op. cit., p. 129).

[5] PONZ, op. cit., pp. 143-156).

[6] MACHIMBARRENA GOGORZA, V: “Puentes sobre el río Tajo”. Revista de Obras Públicas. Número 2467, 1926, pp. 521-524.