jueves, 30 de junio de 2022

 

Cruceros y Cruces de Término de Trujillo

 

El sustantivo “cruz” es definido por la Real Academia Española como “cruce de dos caminos” [1]; en el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico[2], consta que se trata de una derivación semiculta del latín /CRÛCEM/, de /CRUX, -CIS/ con el significado de “cruz, horca, picota”.  Sebastián de Covarrubias, por su parte,  ofrece para “encrucijada” la definición de “…dos caminos encontrados que hacen cruz[3].

 

A pesar de no quedar referida en los diccionarios, la acepción de “cruz” como elemento

de deslinde territorial se puede rastrear ya en los siglos XI y XII[4]. La cruz, en ocasiones, era una forma de amojonar… Otras veces es la guía del Vía Crucis o el hito de bienvenida a un lugar; pero muy frecuentemente hace referencia a una encrucijada de caminos”; documentando que, en determinados casos, ésta se cristianizó o santificó, adoptando la forma de “santa cruz”, atestiguando desde el siglo XI ya la existencia de este topónimo[5].

Es importante el entorno en que están construidos. En ocasiones están en solitario, otras formando parte de un Vía Crucis como el que existió en la calle Cruces. El crucero es un monumento religioso constituido por una cruz generalmente de piedra sobre un pilar, situado en un lugar público, principalmente siguen correspondiendo con los límites de los términos municipales como ocurre con la cruz existente en el camino a Belén o Huertas de la Magdalena.  Por otra parte, cuando las mismas quedan en el interior de los términos municipales, corresponden a hitos religiosos cercanos a ermitas.

 

Ya existió en la época romana una preocupación por señalar los límites con mojones inscritos o epígrafes. Piedras de límite que estaban bajo la protección de Iuppiter Terminus[6] y su alteración o desplazamiento suponía para el responsable la condena a muerte. Una estrecha relación entre el límite y la religión, lo que los agrimensores llaman termini o pali sacrificales, y que consignan la costumbre, en algunos lugares, de realizar sacrificios a Júpiter antes de instalar un cipo[7].  Incluso, las cruces ya eran usadas por los romanos al inicio de las calzadas. Las distancias entre ciudades estaban marcadas por los miliarios, elementos posteriormente cristianizados, por lo que esta red viaria se convierte en un importante medio de difusión de los cruceros, tanto por la conversión de antiguos miliarios como por la posibilidad de comunicación entre distintos puntos de la geografía. Más tarde, a partir de la Edad Media estas marcas de los camino se situaban en las entradas de los pueblos como símbolo de fe cristiana, y de reconquista a los musulmanes, avisando a los foráneos que entraban en una población leal a la cristiandad.  En la segunda mitad del siglo XVI, y sobre todo, en el siglo XVII, se da prioridad a la creación o reparación de nuevos caminos situando en las entradas de los municipios cruces de término. En España, se contaba con una red viaria tradicional, legada por los hispanorromanos y algunos nuevos caminos medievales, que si bien eran deficientes. Por estas razones, los caminos nuevos fueron escasos casi todos ellos, y surgieron por las necesidades políticas o económicas. Es preciso mencionar la frecuente presencia de los mojones en el campo trujillano. Es una señal de piedra para delimitar propiedades o territorios y las distancias; es, por tanto, una señal permanente que se pone para fijar los linderos de heredades, términos y fronteras. Solamente pondremos algunos ejemplos de los mojones que existieron en el berrocal de Trujillo. Para poner un claro ejemplo de la presencia de mojones en los antiguos caminos, tendremos en cuenta la Carta plomada del rey don Alfonso confirmando el amojonamiento realizado entre los términos de Trujillo, Toledo y Talavera por el Alcalde del rey y Martín Muñoz de Medellín ante los representantes de Trujillo y Toledo, según traslado en 20 de mayo de 1405: “E como va en su derecho al mojon que esta en la Nava alcornocosa, çerca del puerto de Cañamero. E como va en su derecho al puerto de Cañamero, en medio de la carrera e del puerto de Cañamero como va en su derecho al mojon beça de la brama. E como va en su derecho a la cabeça de la brama al monton de los robres que están en somo de la cabeça sobredicha, …”[8]. También, la Visita que se hizo al Berrocal de Trujillo y su término por el señor corregidor, don Diego de Guzmán y Velasco, don Blas de Alarcón Pacheco y don Diego Calderón Arias, regidores comisarios, y por el apeador don Tomás de Bonilla. Testimonio de don Francisco González Soldado. Archivo Municipal de Trujillo. En Trujillo a 10 de enero del año 1657.

“En la ciudad de Trujillo, a diez de enero año de mil y seiscientos y cincuenta y siete. Los señores don Diego de Guzmán y Velasco, caballero de la orden de Santiago, corregidor (....) En el dicho día, mes y año dichos se llegó al acirate de la mojonera del Berrocal que llega al camino que de dicha ciudad va a la villa de la Madroñera y tomando mano izquierda a dar al Palacio de don Juan de Chaves Sotomayor, caballero de la orden de Alcántara y desde el dicho camino hasta dicho Palacio se reconocieron cuatro mojones que se aclararon poniéndoles piedras y cavando los alrededor con un majado que para dicho objeto se llevaba. Pasado dicho Palacio se reconoció un mojón en una fuente que está cerca del, el cual se aclaró con tierra y piedras y consiguientemente siguiendo el acirate que deslinda dicho Berrocal hasta la huerta del Palacio de don Álvaro de Hinojosa se reconocieron y aclararon treinta y dos mojones, los nueve empeñas que tenían por señal diferentes cruces y los veinte y tres de tierra y piedras que se recovaron cavando las alrededor. En la esquina de la cerca del Palacio dicho de don Álvaro de Hinojosa, por la parte de abajo, lindé el camino que cerca de ella pasa se reconoció un mojón de piedra grande con una señal de cruz el cual se aclaró y consiguientemente siguiendo el acirate se reconocieron cuatro mojones de piedra con señales de erres hasta el Palacio del señor don Pedro de Orellana los cuales se aclararon y cavaron alrededor (.....)”. Perteneciente al patrimonio de Trujillo destacamos la existencia del Humilladero, próximo a la ermita de Santa Ana, en el antiguo camino de Santa Cruz, que según Antonio Ponz: “Camino de Santa Cruz desde Truxillo se llega á corta distancia al Humilladero, es un templecito redondo sobre tres gradas con ocho columnas, y cúpula encima, que parece muy bien, y se hizo, según un letrero, en 1596. En medio hay un Crucifixo sobre una columna de orden corintio[9].

 

I.- Cruz de San Lázaro

En Trujillo aún se conserva la calle de las Cruces, nombre que recibía por la existencia de un Calvario del que tenemos noticias documentales y que se alzaba y se extendía por la citada calle y terminaba en la Cruz casualmente se encuentra junto a la ermita de San Lázaro: “Por el diputado don Manuel Díaz se hizo presente el despotismo que andaba en el Vía Crucis o Calvario con motivo de ir a aquel sitio a tirar la barra, de forma que iban arruinando las cruces, por lo que el señor Corregidor mandó se publicase un bando con multa para que no se volviese a tirar a la barra de jugar en dicho sitio, comisionándose por el Ayuntamiento a dos diputados para que lo celen, y que precedido reconocimiento se compongan las  Cruces que lo necesiten a costa del fondo de Propios”[10]. Es importante destacar que la calle paralela a la de las Cruces recibió el nombre del Mayor Dolor, porque se realizaban en los días de la Semana Santa actos religiosos de flagelantes el Viernes Santo, ante la imagen del Crucificado el procesionaba desde la iglesia de la Vera Cruz hasta la Encarnación, próxima a la calle del Mayor Dolor. Este Calvario era un lugar de oración y penitencia. Las cruces estaban talladas en piedra. Hoy solamente queda la cruz existente en el Paseo de San Lázaro y, lugar conocido otras épocas como  Campo de San Juan, y que se ejecutó en el año 1774 según un Acuerdo del Ayuntamiento: “Se hizo presente por el señor don José de Orozco haberse obligado los maestros que están componiendo las calles de esta ciudad a poner una efigie de Nuestro Redentor Crucificado en la Cruz que se halla en el Campo de San Juan[11]. Consiste en una cruz elevada sobre triple graderío circular. Aún se conserva el ábaco de una columna poligonal prismática, en mal estado de conservación se encuentra la imagen de Cristo yacente en los brazos de su Madre o V Angustia, del que resta tan solo la figura del yacente en la cruz de brazos cilíndricos, sobre un hermoso capitel de hojas de acanto y volutas.



II.- Cruz de los Ángeles

En el antiguo camino que conducía al arrabal de Belén se encontraba la Cruz de los Ángeles, nombre que recibió la calle. Tenemos datos documentales de la existencia de esta Cruz en la segunda mitad del siglo XVI, concretamente el 6 octubre del año 1564, pues a la reparación de la calzada o empedrado donde se levantaba, se refiere un Acuerdo municipal de aquella fecha[12]. Actualmente no existe la Cruz.

III.- Cruz de la Pólvora

Tampoco existe esta Cruz, de la cual tenemos noticias documentales por un Acuerdo del Concejo con fecha 30 mayo del año 1575. En que se mandaron liberar a Pedro González 3.000 maravedíes a  cuenta para la Cruz que se hace en el camino de Plasencia a la Pólvora. Volvemos a encontrar datos documentales en el año 1592, concretamente en un pleito, una ejecutoria a favor de la ciudad de Trujillo contra Juan Fernández Estirado, que debía a la misma 61.120 maravedíes por escritura y recaudos. Mandando dar a esta ciudad la posesión de un asiento, casa, cerca y horno en las huertas de Valfermoso, a la Cruz de la Pólvora[13]. En el año 1819 aún existía esta Cruz, pues en una sesión municipal de este año se vio un memorial de don Felipe Fernández obligándose a componer el camino Real desde el Arco del Mercadillo hasta donde lo dejó la Real Hacienda con tal que se le concedía ese licencia para murar un pedazo de terreno al sitio de la Cruz de la Pólvora, por encima de la Caridad, lindando con la Huerta del Malnombre, camino de Madroñera[14].

IV.- Cruz Dorada

Se encuentra actualmente en el barrio de la Piedad. Debe su nombre a una inscripción que con letras unciales en altorrelieve especifica que estuvo dorada: “Inhoc signo vinces” (Bajo esta enseña vencerás). Tiene columna salomónica y un bello capitel de volutas y hojas de acanto; y remata en una Cruz de hierro que fue colocada por la Escuela Taller en los años 90 del siglo XX, en sustitución de otra cruz que había sido colocada tras la terminación de la Guerra Civil (1939), ya que la primitiva cruz había desaparecido.

 



V.- Cruz (Dehesa de los Caballos)

Frente a la fachada de la Dehesa de los Caballos, en la antigua carretera de Madrid, se alza una cruz sobre un capitel toscano, tiene un varal de piedra o columna cilíndrica asentada sobre graderío circular escalonado, cubierta de líquenes. En el año 1637 el Concejo ordenó a don Pedro Enríquez que aderezase la Cruz que está junto a la Dehesa de los Caballos[15]. Consiste en una cruz de término elevada sobre un podio con seis escalinatas, tiene columna granítica de base circular sobre basamento cuadrangular y remata en un capitel toscano y una cruz lisa, sin motivos decorativos ni representaciones figurativas.



VI.- Cruz del Humilladero

Diferentes elementos han sido colocados o retirados en distintos momentos, produciéndose los diferentes cambios en la imagen de la Ciudad. En el cerro de Santa Ana, nombre que recibe por su ermita construida en el siglo XVIII  a expensas y por voluntad del Obispo de Plasencia don fray Francisco Lasso de la Vega y Córdoba[16], existió la cruz del Humilladero de San Lázaro, que se encontraba entre el Pósito[17] y la Ermita de Santa Ana, era el camino de Sevilla. El 15 de diciembre del año 1589 le estaba construyendo el cantero Francisco Martín, según recogemos en un documento del Archivo Municipal, la obra finalizó en octubre de 1592, ocupándose ya de su ornamentación: “Que se dore la Cruz del Humilladero, e cometiose a Don Francisco de Sotomayor faga dorar la Cruz que se tiene de poner encima del Humilladero de los Mártires”. Se trasladó a la Plaza a finales del siglo XIX como templete de la música, luego se sustituyó por una farola y ésta, a su vez, por una fuente o pilar en el año 1900. Las piedras del Humilladero fueron parte del solar en que se edificó el Colegio Preparatorio Militar, a excepción de los fustes de dos columnas que se colocaron en una portada interior de la casa que construyó en la calle del Pavo don Antonio Bonilla, y que es hoy día propiedad de doña Elisa Navarro[18].

También, existieron otras cruces callejeras en Trujillo, tal es el caso de la Cruz del Estudio. Estaba próxima a las casas del Estudio, en la calle que recibió el mismo nombre, propiedad del Ayuntamiento. Ya no se conserva. Como tampoco se conserva la denominada Cruz de Juan Pizarro de la que se tienen referencias del 17 octubre del año 1817, por un Acuerdo municipal: “Gregorio Benitet y Pablo Martínez, de esta vecindad, en sus memoriales de este día, solicitan licencia para murar primero un poco de terreno en la cerca derrotada del forero del lado de allá de la Cruz de Juan Pizarro, camino adelante el viejo de la Sierra, linda con cerca del Angel y el segundo al sitio más acá del criadero contiguo a una cerca llamada de la Corralada, de cabida de un celemín y el otro de dos fanegas[19].

 



[1] Real Academia Española: Diccionario de la Lengua Castellana,  Imp. Hernando y Compañía, Madrid,  1899, p. 285

[2] COROMINES, J y PASCUAL, J. A: Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Gredos, Madrid, 1980.

[3] COVARRUBIAS OROZCO, S. de: Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid, 1674,  f. 171v.

[4] MENÉNDEZ PIDAL, R: La España del Cid. Plutarco, Madrid, 1929; MOLERO GARCÍA, J. M: “Deslindes y amojonamientos: aportaciones desde la arqueología territorial”. Actas del V Congreso de Arqueología Medieval Española. Valladolid,  2000, pp. 707-715.

[5] SANZ, 1997: 128 y ss;  Vid. RIPOLL VIVANCOS, P y  MONESCILLO DÍAZ, A:  “Cruces y mojones, cuando la cruz delimitaba territorios en el Alto Guadalquivir”.  II Jornadas Histórico-Culturales “Augusta Gemella Tuccitana”.  La Orden de Calatrava en el Alto Guadalquivir. Jamilena (Jaén), 29 de noviembre 2009.

[6] Antigua divinidad romana bajo cuya protección estaban las piedras termini que marcaban las líneas fronterizas y los lindes de las tierras de propiedad pública o privada. Dios protector de los límites y fronteras.

[7] Vid. ARIÑO GIL, E; GURT I ESPARRAGUERA, J. M y PALET MARTINEZ, J: El pasado presente arqueología de los paisajes en la Hispania Romana. Ediciones Universidad de Salamanca. Salamanca, 2004, p. 23.

[8] Archivo Municipal de Trujillo, leg. 1.1. número 32, fols. 121r-121vº.

[9] PONZ, A: Viage de España en que se da noticia de las cosas más apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella. Tomo VIII, 2ª ed. Madrid, 1784 (Viajar por Extremadura, Biblioteca Popular Extremeña. Salamanca, 1983, pp. 177-178).

[10] Acta del Concejo con fecha 4 abril del año 1800. Archivo Municipal de Trujillo. Cit. TENA FERNÁNDEZ, J.: Trujillo, histórico y monumental. Graficas Alicante, 1967, pp. 130 y 131.

[11] Acuerdo del Ayuntamiento con fecha 15 julio del año 1774. Archivo Municipal de Trujillo.

[12] TENA FERNÁNDEZ, op. cit., p. 132.

[13] Despachada en Granada, a 21 diciembre del año 1592, refrendada de Luis de Meneses. Legajo 61, carpeta 17, 14 fols. Archivo Municipal de Trujillo.

[14] TENA FERNÁNDEZ, J: Trujillo, histórico y monumental, Alicante, 1967, 132.

[15] El 31 agosto del año 1637. Cit. TENA FERNÁNDEZ, op. cit., p. 133.

[16] Véase nuestro trabajo RAMOS RUBIO, J. A: “El obispo fray Francisco Lasso de la Vega y Córdoba”, Revista Comarca de Trujillo, agosto-septiembre de 2013, número 328, pp. 50-53.

[17] Ordenanzas y cuentas del Pósito del Ayuntamiento de Trujillo. En Trujillo a 14 de agosto. Ante el escribano Cristóbal Hidalgo del Campo. 18 folios. Año 1.556. 1-2-72-14. Ordenanzas del Pósito de Trujillo confirmadas por Felipe II en Madrid a 20 de septiembre y refrendada de Juan Gallo. 4 folios. Año 1.571. 1-2-72-15. Archivo Municipal de Trujillo.

[18] TENA FERNÁNDEZ, op. cit., p. 498.

[19] Acuerdo del Ayuntamiento con fecha 17 octubre 1817. Archivo Municipal de Trujillo.

jueves, 9 de junio de 2022

 

 

El paraje arqueológico de El Cercal, Andarromero (Trujillo, Cáceres)

 

  

Al sur de Trujillo,  a 4.500 metros de su Plaza Mayor, flanqueado al levante a 3 km por la cañada real del puerto de Miravete y al poniente por el cordel de Montánchez, que cruza el río Magasca por el llamado puente del camino la Cumbre se encuentra el paraje de El Cercal, Andarromero (39º 25,24' 51'' latitud norte y a 5º 54,04' 32'' de longitud oeste y a 492 m de altitud).

 

El sur de este paraje está delimitado por este río Magasca, y el norte por el arroyo del cercal, en la ribera norte de este arroyo, nos encontramos con una interesante resbaladera, que cuenta con un pequeño abrigo decorado con cazoletas, y a escasos 20 m el Convento franciscano de los Arcabuces. Relacionamos la peña resbaladera con los ritos de fecundidad. Se trata de una peña que ofrece una superficie lisa e inclinada, entre los 25º y los 40º. En esa superficie se observa una acanaladura, que mide 30 cm de ancho, que es la huella del desgaste por roce producida al haberse resbalado miles de veces por esa superficie de la peña. Esta acanaladura es el elemento que caracteriza las “peñas resbaladeras”, pues permite identificar el rito practicado en ellas, para el que se aprovecha la altura y la inclinación de la pared, cuyo uso prolongado ha producido esa acanaladura. Este tipo de peñas está relacionado con un rito de fecundidad que antiguamente practicaban las mujeres para casarse o para tener hijos.

 

En un afloramiento granítico hemos encontrado una epigrafía de Toncatius, en el lado oriental del paraje y en el centro de la misma, junto a una pared de piedra que delimita un pequeño camino de norte a sur desde el río hasta unirse pasado el arroyo Cercal con un cordel secundario denominado de Solanilla, y que nace del de Montánchez una vez cruzado el puente de La Cumbre, finca que colinda al oeste con la que versa nuestro estudio[1]. En algunas paredes de la cerca, próxima al cancho que presenta en epígrafe romano hay embutidos ortostatos, presumiblemente de un dolmen destruido y que se encontraba en la zona. El antropónimo Tongatius o Toncatius es muy raro en la

epigrafía peninsular. Con sorda solo se conoce un testimonio más, procedente de la localidad de La Encina (Salamanca)4; y, con sonora, tenemos dos casos, localizados en las freguesías portuguesas de Idanha-a-Velha (Idanha-a-Nova, Castelo Branco)y Moncorvo (Bragança)[2]. Nosotros localizamos otro epígrafe con este antropónimo Tongatius depositado en la Fundación "Xavier de Salas" de Trujillo[3], nombre que se repite en la regio Turgaliensis. Por la fórmula funeraria completa se fecharía en el siglo I o en el II d. C.

 

En la misma cerca encontramos numerosos restos de habitabilidad, como tégulas y otras piezas; así como en el afloramiento cuarcítico junto a la inscripción, unas rocas que presentan numerosas cazoletas. Además de estos restos y de la resbaladera, un  convento franciscano en la cercana finca de los Arcabuces y también restos de columnas y un ara empotrada en una de las construcciones de la finca norteña a esta de El Cercal.

 

Este territorio perteneció a la provincia de Roma conocida como Lusitania, desde que finalizaron las guerras lusitanas, cuya capital era Emérita Augusta (Mérida), que se fundó en el año 25 a.C, sobre el río AnasDesde aquí partían calzadas importantes, por ejemplo la que iba hacia Toletum (Toledo) pasando por Turgalium. Según manifestaciones del padre Fidel Fita y estando de acuerdo con él, es probable que los antiguos habitantes de Turgalium pactasen con los romanos, no llegando de esta forma a luchar contra ellos. Los romanos respetarían la primitiva población indígena, romanizándola después, y gozando de esta forma de los favores del pueblo invasor, por tanto si esto sucedió así Turgalium sería una de las ciudades federadas de la Hispania.

 

Trujillo y su territorio es el antiguo Turgalium romano, nombre de raíz celta. Es la denominación latina del topónimo correspondiente al primitivo castro indígena. Los diferentes testimonios epigráficos y funerarios son prueba fehaciente que la Turgalium prerromana se convirtió, durante la ocupación romana, en una prefectura de cierta importancia,  al igual que lo fue Montánchez como cabeza de la prefectura Mullicense que junto a la de Mérida formaban los tres grupos del municipio romano. Augusto integra Turgalium en la nueva capital de Lusitania como prefectura.

 

En los escritos del agrimensor Higinio[4], se cita a la regio turgaliensis, juntamente con la regio Mullicensis, como prefecturas de Emérita. El territorio de Turgalium estuvo muy densamente poblado, sobre todo en la porción meridional, donde se han reconocido un total de veintidós asentamientos, con restos constructivos y epigráficos que parecen  confirmar la existencia de villas, agrupadas en la zona de mejor calidad de tierras. La ocupación  del terreno parece realizarse en fechas tardía, no anterior al siglo III de Era, y el patrón de asentamiento romano está basado, en toda la lógica, a partir de las tierras de mejores recursos agrícolas y comunicaciones fáciles, dado que el campo era la base vital y económica, los romanos introdujeron métodos muy perfeccionados de cultivo. La prosperidad que trajo la romanización se tradujo en ricas villas, como la asentada en Casillas, una importante explotación agrícola y ganadera que se autoabastecía. La presencia romana queda atestiguada por numerosos epígrafes localizados en el término municipal de Trujillo. A partir del año 69, Vespasiano dio un gran paso en el proceso de romanización al conceder el derecho de ciudadanía latina a todos los habitantes de la Península Ibérica, facilitando de este modo el que los hispanos pudieran acceder a un cargo público. En el siglo III d. C. los germánicos saquearon la provincia a su paso, algunas ciudades fueron fortificadas con murallas. La fortaleza turgaliense como podemos observar por su cimentación ciclópea ya existía en épocas prerromanas, con la Pax de Augusto se restaura el viejo oppidum. En el siglo IV el Anónimo de Ravena[5] cita a Trujillo como Turcalion; en el Itinerario de Antonino de Mérida a Zaragoza por Toledo: Mérida, Lacipea, Rodacis, Turcalion, Lomundo, Augustobriga, Lebuna y Toletum. Esta vía no pasaba por Jaraicejo al puerto de Miravete (camino creado por los árabes para unir Trujillo con Albalat en el Tajo).

 

En el siglo V, los romanos abandonaron las ciudades y villas, con la invasión de los alanos y suevos.

 

El paraje objeto de nuestro estudio ha sido habitado desde el Calcolítico hasta la construcción del convento de los Arcabuces en los primeros años del siglo XVI, donde los frailes del Capucho eligieron este territorio para construir y asentarse en un convento construido cerca de un cordel. Entre los frailes extremeños más importantes que llevaron a cabo la Reforma, el mas representativo de todos es sin duda fray Juan de Guadalupe (nació en Guadalupe en 1450), que profesó en el Real Monasterio de Guadalupe como religioso jerónimo y a los pocos años pasó a la Orden Franciscana, donde se distinguió como reformador, lo que le llevó a Roma para proponer al Papa una profunda transformación de su orden[6]. El no quería estar sujeto al Provincial de Castilla. Tal dependencia,  a su modo de ver, los llevaba fatalmente de la mano al más absoluto anquilosamiento. Mientras permanezca sometidos a un Provincial, todo les será supervisado y fácilmente con criterios opuestos, cualquier Superior  poco amigo de novedades puede impedirles  aquellos rigores y estrecheces  y, los Conventos de Castilla a los frailes reformistas, mezclándolos con los otros y deshaciendo de un golpe la naciente obra.

 

Desde el convento de Ntra. Sra. de los Ángeles en Robledillo de Gata emprendió camino a Roma. El 25 de Septiembre de 1496, se presentó ante el Santo Padre. Mediante  la Bula Sacrosanctae Militantis Ecclesiae[7], por la que Alejandro VI accedía a casi todas sus peticiones, podía  edificar una casa en absoluta pobreza, vivir en ella con seis compañeros, y admitir novicios con tal que prometieran observar la Regla de San Francisco en su mayor rigor y aspereza, pudiendo usar hábito vil y despreciable, con capucho acuminado, tal  como lo llevo el Serafín de la Verna. Y sobre todo –esto era lo más importantes – quedaban exentos de los Prelados de la Orden, tanto Conventuales como Observantes, sujetos tan solo al Ministro General de Roma.

 

El 27 de Febrero de 1497 consiguen los Prelados de la Orden un decreto del Pontífice[8], prohibiendo bajo pena de excomunión a los frailes de la Observancia al paso al movimiento secesionista del religioso extremeño. Equivalía esto a cegar de un golpe el manantial de donde iba a brotar la corriente mas abundante de frailes  con que nutrir la reforma. Pero, no se paró fray Juan de Guadalupe y conseguido el permiso pontificio se trasladó al reino de Granada, donde fundaría varios eremitorios regulados por una regla estricta que le enfrentaría con los frailes observantes de su propia orden. En 1497, el Arzobispo de Granada, fray Hernando de Talavera, también franciscano, viendo en peligro la unidad interna de la orden, prohibió a fray Juan de Guadalupe fundar más conventos, por lo que éste se marcharía a Guadalupe para seguir su obra reformadora con nuevas fundaciones franciscanas.

 

Pero, no se paró ahí, tras muchos esfuerzos y tentativas, logra por su mediación la Bula Super familiam domus ([9]), fechada en Roma  a 25 de Julio de 1499, en virtud de la cual queda facultado para recibir, no ya seis, sino cuantos religiosos  precise -tanto de la Conventualidad como  de la Observancia – los cuales deben pedir  licencia  a sus Superiores  en señal  de respeto, pero podrán  pasarse a los Guadalupenses  aunque les negaran dicho permiso (petita licentia, licet  non obtenta ). Se le concede , además, el título de Custodio  a Fray Juan de Guadalupe, confirmándolo en la sola sujeción al Ministro General, y quedando la reforma  perpetuamente garantizada por el derecho que se otorga a sus frailes  de elegir sucesor, con idénticos privilegios, al fallecimiento de aquel. Aquel  era, sin duda, el más importante documento dado por el Papa en muchos años a  la Orden Franciscana. En la Bula no se menciona  ningún lugar determinado al que deba adscribirse la fundación, sino que deja  libertad para escoger sitio y ocasión  propicios.

 

Fray Juan de Guadalupe deseoso de abrir conventos en Extremadura, se pone en contacto con el prelado diocesano en Plasencia, este le informa que otro franciscano natural de Valencia de Alcántara –llamado fray Pedro de Melgar y Bobadilla- quiere fundar un convento en Trujillo, y fray Juan de Guadalupe se pone en contacto con él[10]. Fray Pedro de Melgar estuvo primero algún tiempo en la Provincia  franciscana de Santiago, pero añorando su  patria chica, marcho a  Plasencia  donde  contaba  con buenos amigos  que le ayudaría  a realizar  su intento. En efecto,  Don  Gómez  Fernández  de Solís,  Don   Juan  de Chaves  y Don Álvaro de Hinojosa, sus  valedores , se dirigen   en Febrero  de 1498 al Romano  Pontífice  suplicando  facultad  para edificar  un convento  franciscano  en las proximidades de Trujillo, que se deseaba   poner en manos  de religiosos  dispuestos a vivir  la Regla  de San Francisco  con toda  su pureza , sin usar  de privilegios  y mitigaciones[11].

 

Conseguida  la licencia de Roma  pusieron  mano a la obra  y en poco menos de un año quedaba  rematada la edificación. Pero, surge  un  problema  espinoso y molesto. El Concejo  trujillano  estaba  resentido  con los nobles placentinos  por no haberle  dado cuenta  de nada, además los frailes  de la Provincia  de Santiago  trataran  de impedir  que  Fray  Pedro  de Melgar  y se  pusiera al habla con  las autoridades  de Trujillo, el caso  es que  éstas acuden  al Romano  Pontífice  con una  súplica: pretenden  que el Santo  Padre  autorice  la creación  de un Convento  de franciscanos  Observantes  en la villa, y faculte  al Obispo  de Plasencia  para que,  mientras  se construye , proporcione  a dichos  frailes  alguna  casa con  iglesia , cementerio, claustro, dormitorios, refectorio y huerta, que  pueda haber  deshabitada  en el recinto o en sus contornos . La  jugada  era magnifica: el nuevo  Convento estaba  ciertamente  sin habitar  como recién  terminado, pero  no se hace ninguna mención  de él; conseguido el permiso, el Concejo, Gobernador  y el pueblo en pleno  pedirían  que fuesen  Observantes los frailes  que llegaran , y  de este modo  la tentativa  de los nobles placentinos  y de Fray  Pedro  quedaría sin efecto.

 

La Provincia, sin embargo, los  protege, pendiente  el asunto de Roma, es cuando llega  Fray Juan de Guadalupe a Trujillo y se instala con  la reducida comunidad en dicho Convento el día 24 de Marzo  de 1500, festividad de la Anunciación y le dieron por titulo el de Nuestra  Señora  de la Luz[12]. Los primeros religiosos que acuden son Fray Juan Pascal, el celebre  predicador  Fray Ángel de Valladolid , Fray  Sebastián  de Paris , Fray Miguel  de Córdoba  y Fray  Francisco  de Fregenal, de los primeros  como columnas  fundamentales  de la Descalcez. Fray Juan  Pascual será  el hábil  diplomático, valedor de San  Pedro de Alcántara. De momento no creen  oportuno  redactar  unas Constituciones  minuciosas. En todos  alientan  una misma  idea  y es su  espíritu el que  conviene  vivir , condicionado a experiencias  subsiguientes  la redacción  definitiva  de  Estatutos . Eso  si ,  por unaminidad  se comprometen  a guardar  la regla  franciscana  en su mas  estricta  interpretación . Vestirán , como autentico  pobres , un simple  saco  con remiendos  por todo  habito , Irán  totalmente  descalzos , y  resucitaran  el capucho  angulado  que llevo San Francisco  y que abandono  la Orden  en tiempos  ya de  San  Buenaventura[13]. Y así nacieron en la Alta  Extremadura  estos frailes del Capucho  a quienes  podemos admirar  como propulsores  de las cuatro  grandes  reformas  en que se  asienta  el Renacimiento  franciscano  del siglo XVI.

 

El 24 de Marzo  de 1500 quedó  instalada la Comunidad  en el Convento  de Nuestra  Señora  de la  Luz  junto a  Trujillo, autoridades  y pueblo  habían  acudido  al Romano  Pontífice  con una  petición  engañosa  para atentar  contra ellos,  movidos  sin duda  por la fuerte presión  de la Provincia  de Observantes  de Santiago. La Bula  “Piis fidelium votis”[14], fechada  en Roma  a 31 de Octubre  del mismo año, accedía  generosamente  a las peticiones  cursadas  y , aunque  el Papa  estaba bien  ajeno  de que  con ella  pudiera  perjudicar  a la naciente  reforma , lo cierto es  que los Observantes  de Santiago  tomaran  pie  de la misma  para  gestionar  la expulsión  de los frailes  del Capucho  y adueñarse del Convento.

 

Se inicia un duro enfrentamiento  entre ambas partes, Fray Juan de Guadalupe  y los suyos  disponen  resistir en el  Convento  trujillano  cuanto sea posible , pero  es  preciso  ver la manera  de erigir  otros Conventos  para  el caso  de que fuesen  arrojados  de la casa madre[15], tales como los conventos de Villanueva  del Fresno, al que llamó  Convento  del Santo  Evangelio , otro  en Salvaleon; el de  Nuestra Señora de la Luz  de Moncarche  junto  a Alconchel , y el de Arroyo de Mérida  con titulo  de la Madre de Dios . El propio fray Francisco Jiménez de Cisneros, confesor entonces de la reina católica, y la misma Isabel de Castilla vieron con desconfianza la división entre los franciscanos provocada por el frailes extremeño, escribiendo al Cardenal de Santa Cruz, el también extremeño natural de Plasencia Bernardino de Carvajal, para que instara al Papa que revocara los permisos de fundación y reforma de la Orden de Fray Juan, que llegó a ser procesado por Cisneros en el año 1505 por su contumacia. En septiembre de dicho año moría en Roma cuando esperaba obtener de nuevo el beneplácito papal[16].

 

La descalcez franciscana se inició en Extremadura en 1500. Pretendía –tal y como hemos estudiado- el retorno al espíritu y la letra de la Regla de la Orden tal como la escribió el Seráfico padre San Francisco y mandó observarla en su Testamento, sin dispensas pontificias. La orden franciscana, desde su aparición en Extremadura hasta el siglo XVI, dependía de la Provincia de Santiago de Compostela. Sólo a finales del siglo XV se empiezan a levantar algunos conventos de la Custodia de los Ángeles, fundada en 1489 y elevada a provincia en 1517, en tierras extremeñas que dan su obediencia al provincial de Castilla y después al ministro de la Provincia de los Ángeles.

 

Los franciscanos proyectaran las dos tendencias de concebir la espiritualidad que marcarían en la Orden: la conventualidad y la observancia, que en 1517, por disposición del papa León X, solicitada por la Orden, quedaron admitidas como dos órdenes distintas: de los frailes menores conventuales y Orden de los frailes menores de la observancia de San Francisco. Dentro de la Observancia surge la reforma más importante de la orden: la descalcez franciscana promovida por fray Juan de Guadalupe en 1500 y que será continuada por San Pedro de Alcántara en 1557. Surgiendo eremitorios en los descampados (viene de eremus, desierto). Extremadura será el centro de la descalcez, siendo sus principales conventos el de Ntra. Sra. de la Luz en Trujillo, Ntra. Sra. de la Luz en Moncarche –Alconchel- y Montesión en Salvaleón. Considero que el convento que vamos a describir situado en la finca de los  Arcaduces de Trujillo es un convento franciscano descalzo por sus características arquitectónicas, elementos constructivos, ubicación, período de construcción y porque su estructura cumple con las disposiciones de las ordenanzas provinciales para los descalzos[17]. Además, un dato importante, en los mojanos cercanos se conservan restos de molduras con el típico cordón franciscano.

 

Los frailes edifican el conventito en la misma tierra de Trujillo a escasos kilómetros del de Ntra. Sra. de la Luz, en la finca pública de los Arcabuces, próximo a un riachuelo y en la encrucijada de dos cañadas. He estudiado las investigaciones llevadas a cabo por Juan Bautista Moles, fraile que nació en Nápoles en 1542 y vino a España en 1557, llegó a Coria con la familia del Duque de Alba, que fue su gran valedor. En los conventos de San Miguel de Plasencia, Coria y Belvis, tuvo acceso a la documentación franciscana de los siglos XV y XVI, dejándonos su Memorial de la Provincia de San Gabriel que editó en 1592[18].

 

En Trujillo se había fundado el convento de descalzos en 1500 aprovechando una ermita existente como capilla conventual bajo la advocación de Nuestra Señora de la Luz (en la iglesia de San Francisco se conserva la talla románica de la Virgen con el Niño), cuando la provincia de San Gabriel era solo la custodia del Santo Evangelio. Pero este convento fue destruido por los padres de la familia de la Observancia durante las luchas contra los Descalzos y no se había intentado reedificar después ([19]). Los descalzos sí intentarían hacer una nueva fundación dentro del casco urbano. Para conseguir más fácilmente la autorización se intentaba disfrazar la fundación de simple traslado del convento cercano de San Juan Bautista de la Viciosa a Trujillo, pero tropezó con la negativa del Ayuntamiento, según las Actas Capitulares ([20]), hecho que no se consiguió hasta 1603. Cuando doce principales de la ciudad de Trujillo se dirigieron al padre General provincial reunidos en Capítulo Provincial de Las Brozas, ofreciéndoles su apoyo y con beneplácito del obispo de Plasencia D. Pedro González de Acevedo, que les cedió la ermita de Santa María Magdalena, extramuros, pero junto a al ciudad para la fundación del convento. El día 26 de enero de 1603 tomaban los frailes posesión de la dicha ermita de manos del obispo y en nombre de la Provincia Fr. Andrés de Plasencia, antiguo Provincial y actual Definidor, los moradores de esta casa fueron los frailes del convento de la Viciosa que vinieron, clausurándose entonces el otro convento([21]). Pero, qué lugar ocupa el convento de nuestro estudio situado en la finca de los Arcabuces. Si en 1506 abandonan el convento de la Luz. En el capítulo 2, pp. 16 vº nos refiere lo siguiente tras la visita que realizó fray Pedro de Melgar a Roma ante el Papa para solicitarle licencia para construir conventos: “El Papa concibió en su ánimo deseo de favorecerlos, teniendolos como verdaderos hijos del glorioso padre nuestro san Francisco, de quiera era devotisimo, y asi mismo de toda la orden, les dio nuevas letras y Breve para que de nuevo edificasen casas y fuese custodia como de antes, haciendo della prelado al religioso varon fray Pedro de Melgar, autorizando todo lo que el ministro general avia hecho y confirmando en custodio al sobredicho. El qual contentisimo se volvio con sus compañeros a España y llegados a sus casas (conventos) hallaron que los padres observantes les avian derribado las casas de junto a Truxillo, Villanueva y Salvaleon. Por lo qual se recogieron en nuestra Señora de la Luz, y la de Trujillo no osaron reedificarla por aver en la dicha ciudad convento de la orden (se refiere al de la Luz)”.

 

Este dato es crucial, dado que el convento de la Luz se funda en 1500 y se destruye en 1506, que el convento de la Magdalena no se funda hasta 1603 –tal y como hemos estudiado-. ¿Dónde habían vivido fray Juan de Guadalupe y fray Pedro de Melgar con los otros frailes descalzos en los años finales del siglo XV.

 

El único convento franciscano descalzo que existía masculino en Trujillo podría haber sido el de la finca de los Arcabuces, y sería el que encontró fray Pedro de Melgar destruido por los Observantes cuando llegó a Trujillo y tuvo que refugiarse en el de la Luz, que había sido fundado en 1500-, tal y como nos refiere Juan Bautista Moles. Hemos de tener en cuenta que son los frailes Observantes y no los Descalzos los que vivían en el Hospital de la Caridad y se trasladaron al convento de San Francisco en Trujillo en el solar de la mezquita extramuros, según la Crónica de la Provincia de San Miguel de la Orden Franciscana escrita por fray José de Santa Cruz en 1671 y según las provisiones reales en los primeros años del siglo XVI y Facultad de Fernando el Católico para que el Concejo de Trujillo pueda dar al guardián del convento de San Francisco 50.000 marvedíes para comprar el solar de la Iglesia y Huerta de dicho convento. En Segovia a 21 de agosto de 1505[22].

 

El convento está situado en la vertiente de un pequeño cerro que rebaja en su descenso hacia un riachuelo, lugar agreste. El convento no tiene grandes dimensiones, está construido con gruesas paredes de mampostería, utilizando escasamente la piedra sillar en los dinteles y jambas de las puertas de acceso al mismo y a la huerta, las columnas del claustro y las escasas ventanas y rosetón que aún se conservan.

 

Se accedía por una puerta en el lado Sur que aún conserva el hueco de la tranca, se encontraba en el interior la portería, seguidamente en el lado Oeste estaban las celdas que aún conservan las ventanas pequeñas, estrechas hacia el exterior –son en forma de aspillera, sin rejas ni puertas y su estrechamiento servía para evitar que penetraran las distintas alimañas del campo- , y al otro lado, el de profundis y el refectorio. De frente al pasillo de la entrada principal (porque existió otra entrada Norte) estaba el claustro formando un cuadrado que tenía –a disposición de las basas que aún se conservan como testigos- tres columnas por cada lado, los arcos debían ser de medio punto. Próxima al claustro en dirección Oeste estaba la sacristía pequeña y la capilla, conservando aún un sencillo rosetón, de magnífica factura. En dirección Este al claustro estaba la cocina –existe un pozo cegado- y otras dependencias. En el huerto existen dos piezas de granito que pudieran haber sido fregaderos primitivos con su desagüe. Frente al convento se encontraba el huerto del convento, que aún conserva su magnífica entrada. Todo con la máxima sencillez y materiales pobres para que “en nuestros edificios resplandezca toda pobreza, aspereza y vileza[23]. En estos conventos franciscanos el arte grandioso brilla por su ausencia, la grandiosidad hay que buscarla en la sencillez. La legislación de Villacreces y de los Descalzos era clara a ese respecto “ninguna pared de las casas, aunque sean fuertes, sean de cantería labradas, y toda madera de la casa sea tosca y no labrada a cepillo”[24]. Otras de las ordenanzas hacían referencia a las medidas que debían tener las dependencias, que en este convento trujillano se cumplen totalmente, recogemos de fray Martín de San José las siguientes ordenanzas para los descalzos del siglo XVI: “Ordenamos que las casas que de aquí en adelante se tomasen, sean pobres y pequeñas, queremos que las iglesias sean pequeñas, que no tengan de ancho más de ocho pies y de largo tres tantos, y no se tenga respecto a los que puedan venir a ellas para que por eso se hagan mayores, salvo si sus moradores tuviesen cerca nuestras casas y no tuvieran iglesia… El cuarto a donde ha de estar el refectorio y los demás de la casa, tenga ocho pies a lo menos de ancho y nueve a lo más. Y en ellos se reparta la sacristía, portería y una enfermería…Los tránsitos de toda la casa, bajos y altos de las celdas, tengan tres pies y medio de ancho. ..En los altos de estos cuartos se hagan celdas y sean de siete palmos de vara y las camas de siete pies…, los atajos y tabiques sean de ladrillo o adobes (aún se conservan entre las piezas de mampostería múltiples ladrillos). Tengan todas las piezas alacenas con puertas (en los muros existen los vanos de las alacenas, concretamente en la dependencia que hemos considerado como cocina y en las celdas).. Ninguna casa tenga más de ocho celdas y las puertas tengan dos pies de hueco y seis de alto y los cuartos desde el suelo hasta el maderamen pies y medio, y siete a lo más. La iglesia tenga de alto lo mismo que la casa, porque sea toda cuadrada y de un alto[25].

 

 



[1] Agradecimiento a don Francisco Pérez Solís y a don Manuel Martín Avís.

[2] Almeida, Justino Mendes de e Ferreira, Fernando Bandeira, «Varia epigraphica», Revista de Guimarães 76, 1966, 339-358, nº 17.

[3] Véase nuestro trabajo en Esteban Ortega, Julio  y Ramos  Rubio, José Antonio: "Un Tongativs en Trujillo (Cáceres)". Ficheiro Epigráfico, suplemento de Conimbriga, 163, inscripción 637, Coimbra, 2018.

[4] Véase la obra de Salvador Oyonate (ed), Higinio el Agrimensor. El establecimiento de los límites, ed. Aceab, 2015, 38. El establecimiento de ciertas regiones de Mérida puede derivar de la división provincial realizada por Augusto entre el 16 y el 13 antes de nuestra era. La frontera entre las nuevas provincias de laBaetica  y laLusitania estaban fijadas por el ríoAnas el Guadiana (Plinio.Natural Historia., 3, 1, 6; 4, 22, 11), lo que hubiera podido significar perder paraEmeritaAugusta  la parte meridional de su territorio; situación que hubiera podido ser resuelta por laconcesión de prefecturas en este sector. Otras prefecturas han podidoexistir desde el primer periodo de organización del territorio emeritense, como la prefecturaTurgaliensis (Trujillo), donde se asentaron veteranos con la primeradeductiorealizada por P. Carisius, paralelamente a la fundación de la colonia, alrededor del 25 a. C.

[5] Conocido también popularmente como Ravennate, es un texto compilado por un cosmógrafo cristiano,  manejando documentación de siglos anteriores. Añade al Itinerario de Antonino nuevos nombres de ciudades o "mansiones" (lugares con posada) nacidas posteriormente y seguramente tuvo la misma fuente de inspiración que la Tabula Peutingeriana, aunque a veces el Anónimo de Rávena incluye datos más completos que la Tabula. Vid. Sagredo San Eustaquio, 2006.

 

[6] Hipólito Amez Prieto: Los Descalzos de San Francisco en Extremadura desde fray Juan de Guadalupe a San Pedro de Alcántara, en “San Pedro de Alcántara, hombre universal”. Congreso de Guadalupe, 1997, pp. 113-222.

[7] Bullarium Fratrum Ordinis Minorum Sancti Francisci strictioris Observantiae Discalceatorum (Madrid, 1744), tomo I, part. I, pág. 13-15.

[8] Op. Cit., p. 15-18.

[9] Ibídem, tomo I, part. I, págs. 20-25.

[10] Fr. Juan Baptista Moles: Memorial de la Provincia de San Gabriel (Madrid, 1592), cap. X, fol. 42 v.

[11] Waddingo: Annales Minorum. Tomo XV, año 1498, pá. 167.

[12] Fundado en 1500 y destruido en 1503. Ramos Rubio, José A: "Aportaciones documentales del convento de Ntra. Sra. de la Luz de Trujillo". XXI Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo entre los días 22 al 27 de septiembre de 1992.

   Ramos Rubio, José A: "Ntra. Sra. de la Luz en Trujillo. Orígenes y proyección del franciscanismo en Extremadura". Revista Guadalupe, 1991, núm. 709, pp. 24-27.

[13] Zacharias Boverio: Annales Fratrum Minorum Capuccinorum (Lugduni, 1632), tomo I, p. 34. Waddingo, op. Cit, tomo I, pág. 47 y tomo VII, pág. 95.

[14] Bullarium Discalceatorum, op. Cit., tomo I, part. I, pp. 26 ss.

[15] Fray Juan de Santa María en su Chronica de la Provincia de San Joseph (Madrid, 1615) y a Fray Juan de San Bernardo: Chronica de la vida admirable del s. Padre Pedro de Alcántara (Nápoles, 1667).

[16] Gonzaga: Crónica General Latina. Part. I. pág. 62. y Waddingo, op. cit., tomo V, pág. 257.

[17] Véase Francisco de Madrid: Bullarium Fratrum Minorum Sancti Francisci strictioris Observantiae Discalceatorum. Madrid, 1744, t. I, p. 7. Juan de Trinidad: Crónica de la provincia de San Gabriel de frailes descalzos de la apostólica orden de los menores y Regular Observancia, de nuestro Seráfico padre San Francisco. Sevilla, 1652, cap. XLIX, lib. 2, p. 450. Angel Uribe: “Espiritualidad de la descalcez franciscana”, en Archivo Iberoamericano, 85-86, 1962, p. 148. Martín de San José: Primera parte de la historia de los padres descalzos franciscanos, Arévalo, 1644, libr. I, cap. 6, pp. 36-39.

[18] Juan Bautista Moles: Memorial de la Provincia de San Gabriel, 1592. Reproducción facsimilar por Publicaciones de Archivo Ibero-Americano, colección Crónicas Franciscanas de España. Madrid, editorial Cisneros, 1984.

[19] Trinidad, en su Crónica de la Provincia de San Gabriel, op. cit., I. c. 735.

[20] Barrado Manzano, A: "Algunas Actas Capitulares", A.I.A., 79 (1960), pp. 350-354.

[21] J. Trinidad, op. cit.,tomo I, c. 737.

[22] Archivo Municipal de Trujillo. 1-2-70-1.

[23] Uribe, Ángel: Espiritualidad de la descalcez.., op. cit., p. 148.

[24] Uribe, op. cit., p. 148. Juan de Santa María: Crónica de la provincia de San José. I parte, libr. I, cap. VIII, fol. 45.

[25] Martín de San José: Primera parte de la Historia de los padres descalzos franciscanos. Arévalo, 1644, libro I, cap. 6, pp. 36-39.