domingo, 7 de febrero de 2021

 




EL ARCO DE LA ESTRELLA DE CACERES

 

 

En el siglo XV se construyó la llamada “Puerta Nueva” en el lugar que hoy ocupa el Arco de la Estrella (en la entrada principal a la zona monumental). En este lugar, la reina Isabel la Católica juró respetar y defender los Fueros de Cáceres en 1477. Dos años después, haría lo mismo el rey Fernando el Católico.

En el nicho de dicho Arco, Lucas Holguín fue el autor de pintar en la capilla que había en la Puerta Nueva un cuadro de Nuestra Señora de la Antigua que tenía devoción popular en aquella época en España y en América. La escritura para la realización de la pintura de Nuestra Señora de la Antigua ejecutada por Lucas Holguín tuvo lugar en Cáceres ante Diego Pacheco el 23 octubre de 1547, el mecenas de dicha obra fue el corregidor Vázquez de Cepeda. La obra realizada por Lucas Holguín consistió en pintar al fresco en la capilla de la Puerta Nueva un cielo estrellado de color azul y en los cruceros cabezas de dragones, en el centro, una imagen de Nuestra Señora con dos ángeles que la están coronando, a los dos lados de dicha capilla, dos lienzos en uno representando a San Jorge (Patrono de la Ciudad) con el dragón y una doncella y al otro lado, a Santiago matamoros. Por la parte exterior de la Puerta, en el frontispicio, pintó el escudo de armas de la entonces Villa de Cáceres y el escudo del mecenas de la obra, el Corregidor don Antonio Vázquez de Cepeda, cobró por su trabajo 4.500 maravedíes y dos fanegas de trigo. Colaboró con Lucas Holguín otro pintor, vecino de Cáceres, Lesmes.

En el siglo XVIII, para facilitar el paso de los carruajes al Adarve y de allí al palacio de los Toledo-Moctezuma, se derribó y sustituyó por el arco actual, obras realizadas en 1726 por Manuel de Larra Churriguera, que diseñó un arco escarzano en esviaje, a expensas del Conde de la Quinta de la Enjarada, don Bernardino de Carvajal, como se hizo constar en la lápida que monta sobre la clave del arco por la parte exterior.

En el interior destaca en su centro un templete neoclásico con una efigie de Nuestra Señora de la Estrella realizada en piedra de Salamanca, talladas sus vestiduras que nos recuerdan al barroco con airosos movimientos, en cuya peana resalta el escudo de Carvajal, por ser éste el apellido del Conde de la Quinta de la Enjarada que costeó la obra. Esta imagen sustituyó a la estampa de Nuestra Señora de la Antigua (aunque en algunos documentos del siglo XVIII aparece mencionada la pintura como Nuestra Señora de la Estrella.

 

 


 

 

LA ERMITA DE SAN JORGE DE CACERES

 

 

 

  

       Está situada en la dehesa "Los Mogollones", a unos 12 km. de la capital. De reducidas dimensiones, viene a ser un curioso caso arquitectónico, tal vez único en la región, por la notable manera de cubrir el edificio: cuatro grandes arcos apoyados en fuertes muros, empotrados éstos en el terreno, dan a esta ermita el aspecto raro de estar constituida aprovechando una hondonada cubierta de agua, por la cual, a juicio de Martin Gil se hizo posible usar, para techarla, grandes piedras graníticas apoyadas juntas sobre los mencionados arcos transversales.

       Su originalidad ha contribuido a que llegue a identificar como posible lugar de recreo.

       De las cuatro partes en que queda dividida por sus arcos, tres de ellas están cubiertas por el agua, mientras que la cuarta, formada por el supuesto coro, tiene su superficie frontal ocupada por frescos que representan escenas bíblicas, por encima de las cuales se hallan inscripciones de letra gótica, de tres renglones, que contienen los versículos correspondientes a las escenas representadas, y que analizaremos al descubrir las pinturas.

       Al lado derecho de la ermita se encuentra la antecapilla, destechada hoy, y con restos de pinturas en los muros, y a su lado la capilla, lo mejor conservado, formada por una minúscula celda con bóveda de arista totalmente decorada al fresco.

       A pesar de las indagaciones efectuadas en los diferentes archivos de Cáceres, no he podido comprobar nada documentalmente sobre esta ermita, aunque sabemos que existió una cofradía de San Jorge que estuvo agregada a la iglesia de Santa María de Cáceres, en cuyo archivo figura el libro de cuentas y sus primeras ordenanzas son del 16-abril-1548.

       La existencia de documentos acerca de la ermita y de las pinturas que contiene, unido al estar junto a la casa y torre de los mogollones, nos inclina a pensar en la hipótesis de que fuese construida a expensas de la citada familia y se utilizase con carácter particular.

       La fecha de su construcción la podemos deducir por estar firmadas y fechadas sus pinturas: sobre una columna pequeña y tosca que separa la antecapilla del coro se encuentra escrito:"Juan de Ribera pinto MDLXV", por lo que le consideramos autor de todos los murales que recubren la ermita. En la Antecapilla se encuentra la única entrada de la ermita, cuya puerta debió estar coronada por un arco de medio punto, hoy truncado, pero que en su parte conservada pueden observarse aún restos de angelotes que, acomodados al arco, debieron cubrir todas sus dovelas, lo que nos llevaría a un paralelismo evidente con la puerta decorada de la ermita de Nuestra Señora del Salor.

      




   Los cuatro compartimentos de la Antecapilla estaban decorados con los cuatro evangelistas, dado que el único trozo de techumbre conservado representa a San Lucas Evangelista en actitud de escribir el Evangelio, acompañado de su atributo característico, el buey, y de las palabras con que comienza su obra escrita sobre un libro que sirve de ilustración al tema: MISSUS / EST/ANGELUS/GABRIEL...A la izquierda de San Lucas Evangelista aparece una cabeza de león, símbolo de San Marcos, que sin duda cubriría otra cuarta parte de techumbre hoy inexistente.

   Es impresionante la escena de la Agonía de Cristo en el Monte de los Olivos, donde destaca lo cuidado del rostro y manos de Cristo arrodillado ante el ángel que le aparece con el cáliz, mientras los tres apóstoles, Santiago, Pedro y Juan, aparecen dormidos en la parte inferior.

   Otra representación destacable es la Anunciación representando al ángel con alas desplegadas exigiendo más espacio que la Virgen arrodillada sobre su reclinatorio.

   Existiendo un paralelismo evidente con las pinturas del Palacio de Carvajal de la capital cacereña.

En la capilla principal, se representa a Dios-Padre, que ocupa todo el centro de la bóveda de la capilla y las cuatro pechinas que lo circundan están decoradas por cuatro figuras que deben representar a los cuatro padres de la Iglesia Latina. Es lo mejor conservado y más perfecto técnicamente de la ermita: rostro y manos de gran valor, el resto se vale del recurso del ropaje para rellenar. Representa a Dios como anciano, centrado sobre la concepción del Dios Justiciero (mano diestra levantada en actitud amenazante, con los dedos índices y corazón dispuestos a señalar), en su  mano izquierda sostiene una esfera, símbolo de la totalidad y alegoría del mundo, que, como atributo de Dios- Padre, viene a resaltar su poder y su dignidad imperial.

            Otra escena que aún se conserva es el Descendimiento, con una disposición simétrica inscrita en un semicírculo con eje central en la Virgen y concentración de las miradas sobre el cuerpo rígido y ensangrentado del Cristo ya muerto. Cierran la composición, en los extremos, José de Arimatea, que es quien sostiene el cuerpo de Cristo en sus brazos, y Juan, que llora inmóvil, con su pañuelo en las manos para enjugarse las lágrimas. La Virgen, con las manos entrecruzadas sobre el pecho, contempla el cadáver con cierta avidez, expresando su dolor maternal.

            El Bautismo de Jesús que recoge a Jesús recibiendo el sacramento bautismal, ya que el cuerpo del bautista, de tamaño muy superior que el del bautizado, se halla en malas condiciones. Existen algunas escenas bíblicas en el Coro, pero en muy mal estado de conservación: la Bendición de Isaac a Jacob, la aparición de Yahvéh a Abraham en el encinar de Manbré, escenas que aparecen junto a párrafos de la Bíblia pertenecientes al Génesis

           

Es una lástima que estas pinturas manieristas terminen por desaparecer, ya que desde el punto de vista iconográfico representan una rara excepción ya que dentro de un conjunto homogéneo de escenas religiosas se han introducido párrafos bíblicos y un rico colorido en todas las escenas.

 

 

 

APORTACIONES HISTÓRICAS Y ARTÍSTICAS DE LA ESCULTURA DE LA VIRGEN DE LA ESTRELLA

 

En el siglo XVIII, para facilitar el paso de los carruajes al Adarve y de allí al palacio de los Toledo-Moctezuma, se derribó y sustituyó el arco de la Estrella que permite el acceso a la zona monumental por el actual, obras realizadas en 1726 por Manuel de Larra Churriguera, que diseñó un arco escarzano en esviaje, a expensas del Conde de la Quinta de la Enjarada, don Bernardino de Carvajal, como se hizo constar en la lápida que monta sobre la clave del arco por la parte exterior.

En el interior destaca en su centro un templete neoclásico con una efigie de Nuestra Señora de la Estrella realizada en piedra de Salamanca, talladas sus vestiduras que nos recuerdan al barroco con airosos movimientos, en cuya peana resalta el escudo de Carvajal, por ser éste el apellido del Conde de la Quinta de la Enjarada que costeó la obra. Esta imagen sustituyó a la estampa de Nuestra Señora de la Antigua (aunque en algunos documentos del siglo XVIII aparece mencionada la pintura como Nuestra Señora de la Estrella.



Aunque, la imagen que iba a ocupar este Nicho era otra. El Obispo don Sancho II Antonio de Velunza de Corcuera (que dirigió el episcopado entre los años 1716-1731) encargó a un taller de Badajoz una magnífica escultura de Nuestra Señora de la Estrella con el Niño, de mármol, y que no llegó  a ocupar el lugar para el que había sido destinada. Parece ser que no hubo entendimiento entre el Sr. Obispo don Sancho II Antonio de Velunza de Corcuera y los hijos de don Bernardino de Carvajal – mecenas de la obra del Arco de la Estrella- y el prelado la donó a los frailes franciscanos del Convento de San Francisco de Cáceres, estuvo colocada en la hornacina que está sobre la puerta principal del convento. Actualmente, esta imagen se encuentra ubicada en el ábside de la capilla del Cementerio de Cáceres, trasladada allí cuando se produjo la desamortización de Mendizábal de 1836 que obligó a los frailes a marcharse. Se trata de una imagen barroca de Nuestra Señora de la Estrella, de mármol, tallada en Badajoz para ocupar el nicho de la Puerta o Arco de la Estrella. En la peana de la imagen se lee: ““Nª. Sª. DE LA ESTRELLA”. El Arco de la Estrella  sustituyó a la Puerta Nueva -de cuyo único recuerdo es la palomilla-candelabro gótico de hierro que está en la zona interior, al pie del templete y de la que pende un farol moderno, es amplio, de arco rebajado y trazado en esviaje, coronado con almenas y ornamentado con el escudo de Cáceres. Mélida afirmó que este arco es admirado del vulgo y de ciertos escritores más de lo que merece. Y, pero la realidad es que la construcción tiene una agradable perspectiva, es sobria de trazado, y al interior, sobre todo, no está exenta de cierta belleza y originalidad. El Conde de la Enjarada solicitó y obtuvo licencia del Concejo para ampliar el altarcito donde estaba la imagen de Nuestra Señora de la Antigua, por resultar pequeño, y poder colocar en su lugar la imagen de Nuestra Señora de la Estrella. Considerando el Obispo que el hueco donde estaba la efigie de Nuestra Señora era lugar sagrado y exento de toda jurisdicción, menos de la eclesiástica, sin solicitar permiso de autoridad alguna decidió realizar la obra, derribando la bóveda de la Puerta Nueva y parte de la muralla a ambos lados de la puerta, enviando memorial al Concejo de las intervenciones realizadas. Después de litigar pleitos en los que intervino el Sr. Obispo, el propio Conde de la Enjarada con el Corregidor y Regidores de la Villa de Cáceres, Manuel de Larra y Churriguera y los maestros de obra y alarifes Juan del Valle y Francisco Encinales ejecutaron las obras del Arco de la Estrella.

La escultura de la Virgen de la Estrella, encargo del Sr. Obispo don Sancho II Antonio de Velunza de Corcuera, en el año 1726 a un taller escultórico de Badajoz, es de mármol blanco. La imagen descansa sobre una elaborada peana de mármol de planta cuadrada con salientes semicirculares en cada uno de sus lados, presentando una inscripción: “Nª. Sª. DE LA ESTRELLA”, en  una cartela rodeada de motivos vegetales y con un querubín que sirve de base a la imagen de María. En la base de dicha peana se “CON VNA AVE MARIA 40 DIAS DE INDVLGENCIA”.

Estamos ante una escultura de mármol limpia de pigmentos, que transparenta belleza material y conceptual por todos sus costados. El artista no ha hecho concesiones al misticismo sin carne ni ha menospreciado la hermosura intrínseca al candor de lo profano, sobre todo cuando sus formas pretenden configurar un cuerpo limpio y que se trasluce a pesar de los ampulosos ropajes de la Virgen. Aparece con un rostro de doncella, terso y limpio de arrugas, se nos muestra con facciones finas y juveniles. Tiene la frente amplia y el semblante glorioso, triunfal, sosteniendo con su mano derecha un cetro que termina en una Estrella. Su luminosidad queda reforzada por la blancura del mármol. Su estado de conservación es bastante bueno a pesar de estar expuesta a la intemperie. La imagen está ligeramente ladeada e inclinada hacia delante. Su cabello largo y ondulado, la corona sobre su cabeza y el espléndido manto  que viste sobre la túnica; replegando su manto encima del brazo izquierdo para sostener al Niño Jesús, desnudo, y que deja caer luego en grandes y holgados pliegues hasta el ribeteado inferior donde asoman los zapatos. Al efectismo de esta imagen contribuye el grácil movimiento de la figura y los paños del vestido y manto en movimiento. La expresión serena del rostro de la Virgen trasluce paz y purea. Su ademán de recogimiento, con la mirada dirigida hacia el Hijo, nos remite a las imágenes barrocas de los grandes autores españoles.

Hemos de destacar la Hornacina monumental arquitectónica de sillería que alberga la imagen de la Virgen de la Estrella, abriéndose en arco de medio punto con pilastras cajeadas, articulado entre dos columnas con fuste estriado elevadas sobre estereóbatos. Rematando el conjunto en un frontón partido, destacando la geometría de lo recto y lo curvo. En definitiva, una obra arquitectónica elegante y proporcionada enmarcada entre pilastras cajeadas y un entablamento en cuyo remate destaca un airoso frontón.