lunes, 29 de abril de 2019

La iglesia de Santo Domingo de Trujillo y las Huertas de Ánimas

Huertas de Ánimas es una aldea o arrabal de Trujillo situada a dos kilómetros de dicha ciudad. Los únicos restos medievales que quedan en la zona son tumbas antropomorfas fechables en el siglo VII d.C. En 1466, en los prados de Santa Catalina los frailes dominicos construyeron un convento. Estos frailes enseñaron a los campesinos a rezar el santo rosario, y con gratitud de venerado recuerdo por los muertos. El amor de estos vecinos a la Virgen del Rosario y su interés por las almas del Purgatorio, fueron alto exponente de la fe católica de estos hombres, prevaleciendo la piedad del sufragio y dando al arrabal el nombre de Huertas de Animas. Es indudable que entre ellos había gran estimulo a la devoción de las Animas, por esa devoción como agradecimiento a quienes les proporcionaba trabajo y sustento. Por esto y por la razón antes apuntada, al erigirse una ermita en el ruedo de las Huertas para servicio espiritual de los colonos, se dedico a las Animas Benditas del Purgatorio, tal y como denota el cuadro de Animas del siglo XIX colocado frente a la puerta de entrada de la iglesia. Ese cuadro conmemora el suceso, pero lo curioso en el cuadro, es que la Virgen no tiene en sus manos el escapulario como es propio en los cuadros de animas, sino que aparece en el purgatorio con su divino niño en los brazos y teniendo en las manos el Santo Rosario, y este es otro dato importantísimo para conocer bien la nota religiosa del pueblo.
En la Iglesia de Santo Domingo, cuyas ruinas se ven junto al castillo, sirvió bastante tiempo de parroquia a los huertanos, entre ellos estuvo muy arraigada la devoción del rosario, y sin duda al erigir el altar de animas para la ermita, quisieron reunir las dos devociones en una, y poner a los difuntos bajo la protección de la Virgen del Rosario. Y está el principio de la Cofradía que tanto renombre a dado al pueblo y que tan extendida está entre sus vecinos; porque la cofradía no es otra cosa que una hermandad de sufragios mutuos bajo la tutela de la Santísima Virgen Del Rosario. Asistían al culto litúrgico en la iglesia parroquial de Santo Domingo, hasta que en 1803, se erigió en Parroquia. El 26 de junio de 1803 se celebró la fiesta del reservado del Santísimo Sacramento en la iglesia, quedando erigida en parroquia, siendo su primer ecónomo Fray Francisco de Garrovillas, predicador religioso descalzo y morador del convento de la Magdalena, en la ciudad de Trujillo. El Sr. Obispo de Plasencia la agregó como dotación de su fábrica, los diezmos que, la derruida iglesia de la Vera Cruz de Trujillo, percibía de la Cillas de Trujillo, Abertura, La Cumbre, Ibahernando, Ruanes, Torrecillas, Sierra de Madroñera y del Pago; sumaron éstos el primer año de la adjudicación, que fue en 1817, sesenta fanegas de trigo, nueve de cebada, doce de centeno y cuatro de avena, que se vendieron, el trigo a cuarenta reales, cebada y centeno veinticuatro y la avena a once. La iglesia de Huertas de Animas empezó a adquirir lo necesario para los actos litúrgicos, de hecho, en la Visita Pastoral realizada en 1817 se menciona la pila bautismal así como dos cálices y caja portaviático de plata, seguramente, procedentes de la iglesia de la Vera Cruz – aunque hay que hacer constancia que los bienes muebles de la clausurada iglesia se habían trasladado a la cercana parroquia de San Andrés –según la existencia de un inventario- en el mismo no se cita la pila bautismal, en dicha Visita ordena el Sr. Obispo que se construya el coro alto de la iglesia. Por entonces se empezaron a construirse los cementerios dejando de enterrar los cadáveres en la iglesia y en sus atrios, como venia haciéndose desde los primeros tiempos; aquí se enterraba desde la fundación de la parroquia, en el trozo de atrio de la ermita, comprendido entre la huerta y el ábside o sea lo que fue la sacristía hasta hace dos años y hoy corresponde a la capilla de la virgen y dependencias; antes de 1803 los cadáveres se llevaban a Trujillo, pero al fundarse la parroquia se levantó un muro en aquella parte del atrio quedando un pequeño cementerio adosado a la pared de la iglesia, y otro entre dos estribos, para el osario en el lado opuesto; durante 20 años, estos fueron los cementerios de pueblo, hasta que en 1822, con la prohibición, de enterrar en las iglesias se construyó el cementerio actual en terrenos que eran, una parte de la propiedad de la iglesia (cerca del pajar) y otra adquirida por el municipio: en el reparto que este hizo para el cementerio de la ciudad, correspondió a esta iglesia 12 reales y 5 maravedíes. El 9 de agosto de 1822 la población consiguió su autonomía respecto a Trujillo.
La iglesia parroquial de San José es un edificio de comienzos del siglo XIX, construido en el solar de la primitiva ermita que ya existía en Huertas, que ha experimentado diversidad de reformas y adiciones, buena parte de las cuales corresponden al siglo XX. La fábrica es de mampostería, parcialmente enlucida y blanqueada. Consta de una nave con transepto y cuatro capillas adosadas al lado del Evangelio. Las cubiertas de la nave y brazos del crucero son de cañón con lunetos, sustentada sobre arcos de medio punto que arrancan de pequeñas pilastras prismáticas; el crucero se cierra con cúpulas sobre pechinas, y las capillas laterales y bautismal mediante bóvedas de medio cañón. En este espacio litúrgico se conserva la pila bautismal, aún conserva los enjarjes de hierro para colocar el tape o cobertor. La rudeza o el deterioro de muchas de las pilas bautismales estudiadas han dificultado la interpretación de sus decoraciones, generalizándose la idea de la carencia de significaciones o del cripticismo de las mismas. Curiosamente, en la pila de Huertas se le ha sido esculpido a cincel un número, el 6. No existe una fecha completa que pueda datarnos esta pila, por tanto, el número es independiente. Los números son la clave de las leyes armónicas del cosmos, por lo tanto, símbolos de orden cósmico divino. El número Seis es la suma de los tres primeros números: 1 + 2 + 3. Representa la cualidad amorosa en la creación, la armonía y el equilibrio. Simbólicamente, aparece como la estrella de seis puntas del sello de Salomón, o escudo de David, constituido por la fusión armónica de dos triángulos, uno con el vértice hacia arriba y el otro hacia abajo: lo masculino y lo femenino, el fuego y el agua. Curiosamente, la pareja humana fue creada por Dios, según el Génesis, en el día seis. El Seis es la vibración de Venus, amor y belleza; en música, la nota La, en geometría, el hexágono. Es también la atracción y oposición del mundo humano versus el divino, guiado por el amor, como en el antiguo emblema hermético: «como es arriba es abajo».

domingo, 14 de abril de 2019


JACINTO RUIZ DE MENDOZA

Jacinto Ruiz nació en Ceuta el día 16 de agosto de 1779. La niñez la pasa en Ceuta, que en el campo militar es plaza fuerte y en lo eclesiástico es sede episcopal. El 17 de agosto de 1795 ingresa a sus dieciséis años de edad como cadete de cuerpo en el Regimiento de Ceuta, en donde había servido su abuelo paterno, don Antonio Nicolás Ruiz. Por Real Orden de 10 de julio de 1800 fue ascendido a 2º subteniente y tras seis meses de prácticas como oficial en el mismo Regimiento, pasó a servir de subteniente al de "Voluntarios del Estado" de guarnición en la Villa y Corte de Madrid, donde es nombrado primer teniente por antigüedad el 12 de marzo de 1807.
            La defensa del cuartel deMonteleón inmortalizó a Ruiz de Mendoza, junto a Daoiz y Velarde, quedando testimonio las principales pinturas del asalto al cuartel de Joaquín Sorolla, Manuel Castellano y Leonardo Alenza.
            A lo largo de su vida militar, el mayor cargo militar efectivo alcanzado por Jacinto Ruiz, fue el de primer teniente o teniente de infantería. El grado de teniente coronel de la Guardia Walona con el que aparece en algunos documentos e incluso en su partida de defunción, como hemos comprobado, le fue otorgado por su heroica actuación y a título personal, con carácter honorario.
            El testamento ológrafo del teniente de infantería y teniente coronel de los Reales Ejércitos Jacinto Ruiz de Mendoza, fue otorgado en Trujillo el día 11 de marzo de 1809, dos días antes de su fallecimiento por heridas de batalla, ante el presbítero don Manuel Salvador Carmona, y en presencia del teniente coronel don Juan Cebollino y del licenciado don Francisco Ortiz y Flores. Fue enterrado en la iglesia parroquial de San Martín de la citada ciudad extremeña en el lugar que existe frente a la capilla de la Victoria, entre las dos cancelas de la derecha en acceso a la sacristía, según consta en el libro de defunciones, fol. 171:

            "En catorce días del mes de marzo de mil ochocientos nueve, se dio sepultura eclesiástica en esta parroquia de San Martín de Truxillo, al cuerpo de don Jacinto Ruiz, de estado soltero, Teniente Coronel de Walona, el que para morir recibió el Santo Sacramento de la Extrema unción; se le digeron por su alma las misas de cuerpo presente, novena y cavo de año; y para que conste lo firmo.- Regueros(rúbrica)"[1].

            Un siglo exacto estuvo el teniente Ruiz enterrado en esta parroquia, hasta que el 14 de marzo de 1908, fueron exhumados sus restos para ser trasladados solemnemente a Madrid. Le rindió honores una Compañía con bandera del Regimiento de Infantería "Castilla", núm. 16, que a tal efecto se trasladó hasta Trujillo desde Badajoz. La corporación municipal del Ayuntamiento de Trujillo, en agradecimiento, entregó al coronel
jefe de este Regimiento una arqueta de tierra extraída de la sepultura del teniente Ruiz de Mendoza. Sus restos fueron trasladados a Madrid, al monumento que se había erigido en honor a los Caídos en el 2 de mayo de 1808, donde yacían Daoiz y Velarde.
            No hace falta volver a reseñar aquel heroico suceso, porque sublimes plumas lo han descrito en la medida de su nunca bastante admirada grandiosidad y, porque aquel hecho, sin ejemplo en la historia de los pueblos, vive aún perenne en el alma de todo buen patriota, incluso sirviendo como ejemplo de hasta qué extremo conduce el alma de un patriota -como era el de Jacinto Ruiz- cuando llega la hora en que peligra su integridad. No obstante, y en honor a la verdad, el nombre del teniente Ruiz siempre ha brillado por su ausencia, ensombrecido por los nombres de Daoiz y Velarde. Debiendo merecer el mismo testimonio de alto aprecio y consideración por su participación en tan heroica epopeya.
            El testamento ológrafo de Ruiz de Mendoza es muy explícito: "En el nombre de Dios todopoderoso, amén. Sepan quantos esta carta de testamento vieren, como yo don Jacinto Ruiz, teniente coronel de los Reales Ejércitos y primer teniente de Reales Guardias Walonas, hallándome emfermo del cuerpo, pero en mi entero juicio, memoria, entendimiento y voluntad; creyendo como firmemente creo el misterio de la Santísima Trinidad, y todos los demás que cree y confiesa nuestra Santa Madre la Yglesia, como católico fiel cristiano que soy, en cuya fee y creencia he vivido y protesto vivir y morir, temiéndome de la muerte, que es natural a toda criatura humana, he determinado hacer esta mi disposición testamentaria con arreglo al fuero militar que me dispensan las Reales Ordenanzas del Ejército en la forma siguiente:
Primeramente, mando mi alma a Dios, nuestro Señor que la crio, y quiero que mi cuerpo siendo cadáber sea sepultado en la Yglesia Parroquial donde muera haciéndose el entierro en la forma y modo que dispongan mis albaceas.
Yttem, quiero que se digan por mi alma veinte misas rezadas, que se celebrarán, si no hubiere impedimento, por el presbítero don Manuel Salvador Carmona, dándole de limosna cinco rreales por cada una Declaro que el maestro de sastre Ramón Albior que vive en Madrid, calle de la Montera, me es en deber cierta cantidad de dinero, que por no acordarme de quanto es, y fiando en su hombría de bien, quiero que se cobre y se esté a lo que él diga.
Declaro que José Montalvo, sargento de las Milicias Probinciales de Trujillo, me debe también trescientos veinte rreales, que se cobrarán a la mayor brebedad posible.
Declaro que el padre cappellán del Regimiento de Jaén don Nicolás Herrera me debe igualmente seiscientos quarenta rreales que se cobrarán en la misma forma.
Declaro que en la actualidad poseo los vienes siguientes: doce mil rreales en dinero efectibo; un relox de plata; dos cubiertos del mismo metal; unas espuelas de lo mismo; dos sortijas de oro, la una con unvrillante; una maleta; seis camisas; quatro pares de calzetas; dos pares de calzetines; nuebe pañuelos; un mantel; tres serbilletas; un retazito de cotonía; una thoalla; tres chalecos, el uno elástico; tres pares de
pantalones; una lebita; dos capotes; tres pistolas; dos almoadas; sombrero y chaqueta; y un cavallo con sus arreos de montar.
Declaro que al maestro de sastre Agustín Gioter, vecino de Cádiz, le debo cierta cantidad de rreales que consta de un recibo que le tengo hecho y se le pagara de lo más efectibo de mis vienes.
Declaro que también debo cierta cantidad de dinero a otro maestro de sastre nombrado Chacón, vecino de Zeuta, de que igualmente le tengo hecho recibo, y se le pagara con la brebedad posible. Quiero que si se presentase algún documento mío por donde se acredite que deba alguna cosa, que se pague no dudándose de su certeza.
Declaro también que dejé en Madrid en casa de mi señora, doña María Paula Vaviano, algunas ropas, las que en caso de haberse salvado del enemigo, y si se rescatan, se unirán al cuerpo de mi caudal, y se imbertirán como lo demás; pero quiero que se esté en un todo a lo que dicha señora manifieste luego que se restituya a la Corte.
Quiero que el cavallo y los demás efectos que dispongan mis albaceas se vendan a los sujetos que los quieran, y por el precio en que se combengan.
Lego a la señora doña María de los Dolores Comba, vecina en Cádiz, mil rreales de vellón. Lego igualmente a José Cavarini, mi asistente, dos camisas, dos chalecos, dos pares de calzetas, dos pañuelos, unos pantalones de paño negro y unas votas a adbitrio de mis albaceas, y un doblón en efectibo. Lego también a don Manuel Rodríguez y Valle la sortija de oro del vrillante en memoria de la amistad y cariño que le profeso.
 Lego ygualmente al teniente coronel don Juan Cevollino, mi tío,la otra sortija de oro.
Lego las espuelas de plata a mi hermano don Ygnacio Ruiz; un cubierto de plata a don Antonio Ruiz, también mi hermano; y el otro cubiertoa doña Salvadora Ruiz, igualmente mi hermana; y quiero que se reparta también por iguales partes entre dichos mis tres hermanos lo que deducidos los legados quedare líquido del tercio íntegro de mis vienes.
Ynstituyo por mi único y unibersal heredero del remanente de todos mis vienes, dineros y acciones a don Antonio Ruiz, mi padre, para que los haya y herede con la vendición de Dios, entre cuyos vienes se incluirá el relox.
Nombro por mis albaceas testamentarios a los referidos señores don Manuel Rodríguez y Valle, y don Juan Cevollino teniente coronel del Regimiento de Badajoz, a quienes doy poder absoluto, y a cada uno insolidun, para que cumplan este mi testamento en la forma que dejo dispuesto, y sin ninguna ulterior diligencia judicial, pues quiero que todo se haga amigablemente sin estrépito ni figura en juicio. Y por este mi testamento reboco y anulo qualesquiera otro que antes de ahora haya hecho por escrito o de palabra, y quiero que ninguno otro sirba, sin embargo en qualesquiera cláusula que contenga, sino es el presente, el que solamente quiero que valga, y en la vía y forma que mejor combenga.
Así lo otorgo siendo testigos el presbítero don Manuel Salvador Carmona, el teniente coronel don Juan Cevollino y el licenciado don Francisco Ortiz y Flores. Y con los referidos testigos lo firmo en Truxilloà once de marzo de mil ochocientos nuebe.
Jacinto Ruiz (rúbrica). Juan Zebollino (rúbrica). Manuel Salvador Carmona (rúbrica). Francisco Ortiz y Flores (rúbrica).[2]

Jacinto Ruiz de Mendoza falleció en Trujillo el 13 de marzo de 1809 y fue enterrado en la iglesia parroquial de San Martín.
La Gaceta de Madrid siete años después del fallecimiento de Ruiz de Mendoza reconoció bajo la firma del rey su mérito y sacrificio en la jornada del 2 de mayo, a petición de su padre.«Señor: D. Antonio Ruiz Linares, Subteniente de Infantería, avecindado en esta plaza, a los reales pies de V. M., con el mayor respeto hace presente: que por el documento que acompaña, señalado con el núm. 1.°, se justifica ser padre de don Jacinto, Teniente que fue del Regimiento Infantería del Estado, y después primer Teniente del Regimiento de Reales Guardia de Valonas. Así mismo se demuestra por el del núm. 0." que este Oficial, mortalmente herido en el día 2 de Mayo de 1808 en la brillante defensa del Parque de Artillería de Madrid, a la inmediación de los héroes Daoiz y Velarde, perseguido después por el infame Murat, quien mandó se le pasase por las armas, se vio en el lastimoso caso de huir a Extremadura, terminando sus días en Truxillo de resultas de sus heridas, desatendidas en todo el  tiempo de su viaje. Esta fue la suerte, señor, de aquel militar honrado, que perdió su vida en la defensa de los sagrados derechos do V. M., dejando envuelta en amarguras a su desgraciada e indigente familia.—V. M. se ha dignado perpetuar la memoria de los que perecieron en aquel día aciago, concediendo a los parientes más inmediatos de aquellas victimas una medalla de honor pendiente de una cinta negra, signo que simboliza el augusto reconocimiento de V. M.; y hallándose el suplicante comprendido en esta Real gracia, como lo manifiesta por los antecedentes expuestos, suplica á V. M. se digne agraciarle con la expresada medalla.— Así lo espera de la piedad de V. M.—Ceuta 30 de Agosto de 1817.

—Señor: a L. R. P- de V. M.—ANTONIO RUIZ LINARES.» Si el lucir la cruz de oro y brillantes concedida sin méritos por amistad y favor es vanidad y pueril satisfacción, la medalla que el padre de Ruiz llevaba sobre su uniforme, ¡cuánto respeto y consideración merecía! Pobre viejo nacido en suelo africano, en Ceuta, viviendo entre el rumor de las olas y la hostil compañía de los habitantes del Magreb, deseó, seguramente, que su hijo Jacinto, buscando otros horizontes, viniese á la Península
por ver si la fortuna le concedía sus favores, ya que para el acuitado padre siempre se
había mostrado desdeñosa; pero los arcanos del destino son insondables, y donde hijo y padre fundaron sus esperanzas, encontraron el uno la muerte, el otro el mayor de los sufrimientos.
La gracia que había solicitado D. Antonio Ruiz en su memorial le fue concedida por Real orden de 1 de Diciembre de 1817, y consta que en 22 de Enero del año siguiente recogió la medalla un tal D. Mariano Quirós para remitirla al interesado. Quiso el Monarca enaltecer el recuerdo que, defendiendo los intereses de España, perdió la vida y dejó por ello a su familia sumida en doloroso luto.


La contestación fue muy explícita: «Enterado el Rey nuestro señor del acreditado valor, entusiasmo y particular mérito que contrajo en la defensa del Parque de Artillería de esta heroica villa contra las fuerzas francesas el memorable día 2 de mayo de 1898 al lado de los inmortales Daoiz y Velarde, Jacinto Ruiz de Mendoza, siendo Teniente del regimiento infantería voluntarios del Estado, de cuya acción salió gravemente herido, muriendo de resultas posteriormente en Trujillo, según se acredita de documentos oficiales; se ha servido S. M. recompensar sus servicios en su hermano D. Antonio, Cadete del regimiento infantería fijo de Ceuta, ascendiéndole a Subteniente del mismo cuerpo, y mandando se tenga presente a su hermana doña Salvadora para la viudedad correspondiente a su difunta madre, cuando lo permitan las circunstancias del Erario, publicándolo en la Gaceta para satisfacción de esta familia.»
La idea de erigir un monumento nacional á la memoria del teniente capitán de Voluntarios de Estado, Jacinto Ruiz y Mendoza, fue sugerida en 1888 por don Antonio Berenguer y don José Ibáñez Marín. El ministro de la Guerra, don Manuel Cassola, la acogió inmediatamente con entusiasmo, y habiéndose formado una Comisión gestora bajo la presidencia del capitán general de los Ejércitos Martínez Campos, y de que formaban parte el general don Carlos Ibáñez, como Presidente del Centro Militar, y el antiguo capitán de Artillería don Luis Vidart, a título de secretario, tuvo como primer resultado de su iniciativa obtener una Real orden para que el nombre del teniente capitán don Jacinto Ruiz y Mendoza, muerto á consecuencia de sus heridas en la defensa del Parque de Madrid el 2 de Mayo de 1808, figurase a la cabeza de los tenientes de Infantería en el escalafón general del Arma, y en igual forma que los de los capitanes de  artillería don Luis Daoiz y don Pedro Velarde.

El Centro Militar se puso á la cabeza de la suscripción, y entre los oficiales del Ejército la idea fue recibida con cariño y entusiasmo. En poco más de tres años la suscripción realizada entre todas las clases del Ejército produjo lo suficiente para cubrir todos los gastos del monumento, en que sólo la estatua, sin el valor del bronce en que fue fundida, ascendió a 80.000 pesetas. La estatua con todos sus adherentes, fue confiada a Mariano Benlliure, que en la Exposición Nacional de 1890 presentó el modelo en yeso. Se fundió en Roma y se construyó el basamento con mármol gris de Italia, negro veteado de blanco de Bilbao y rojo de Sigüenza. Además del bajorrelieve y de los demás adornos que el basamento lleva fundidos en bronce, en la parte del frente contiene sobre mármol blanco la inscripción: «A JACINTO RUIZ», rodeada de adornos de laurel, en bronce también, y en la opuesta: «EL EJÉRCITO ESPAÑOL A UNO DE SUS HÉROES». La figura de Ruiz y Mendoza se halla de pie, con el cuerpo echado hacia delante, levantando el brazo izquierdo en actitud de excitar y animar y a los combatientes y blandiendo en la mano derecha la espada. La cabeza la modeló el artista con arreglo á un retrato en lienzo que la familia de Ruiz posee en Ceuta. Este retrato también sirvió a Benlliure para el dibujo del que, en gran tamaño, ha sido grabado también magistralmente por Bartolomé Maura, y que, distribuido a todos los cuerpos del Ejército, adorna los cuartos de banderas.
El Ayuntamiento de Madrid designó la plaza del Rey para el emplazamiento de esta estatua. Esta plaza del Rey era la que en 1808 llevaba el nombre de plaza del Almirante por hallarse frontera al Palacio que en la calle del Barquillo habitaba el Príncipe de la Paz, generalísimo-almirante, y que pertenecía á su mujer como Condesa de Chinchón. La inauguración del monumento de Jacinto Ruiz se tuvo lugar con gran solemnidad el 5 de mayo de 1891.
            La reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena dispuso, por real decreto
del 29 de abril, que su nombre figuraría desde entonces en el cuadro de oficiales de la 1ª Compañía del I Batallón del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey, por Real Decreto de 29 de abril de 1891, disponía en su artículo 3º: "Fijado el día de la inauguración del monumento erigido en esta Corte al Teniente Ruiz de Mendoza, así como el ceremonial que en dicha solemnidad habrá de observarse de acuerdo con el Presidente de la Comisión Organizadora de aquél, se darán las oportunas órdenes para que las tropas que formen con tal motivo, al descubrirse la estatua presenten armas, batiendo marcha las bandas y música, y para que desfilen después en "Columna de honor" por delante del monumento".

            También, Ceuta se unió a honrar a su hijo ilustre, levantando en 1892 un busto esculpido en mármol de Carrara, colocándolo en la Plaza que lleva el nombre de Ruiz de Mendoza.
            Al cumplirse el centenario de la muerte del teniente Ruiz se le tributó un merecido homenaje por el estilo del que se profesó a los héroes de la independencia española Daoiz y Velarde[3]. El Presidente de la Comisión nombrada de Real orden para trasladar desde Trujillo a Madrid los restos de Ruiz de Mendoza fue el militar nacido también en Ceuta Don Federico Páez Jaramillo, coronel del ejército, acompañado por el capitán del regimiento de infantería de Castilla, número 16, don Celestino Naharro.
            En el Libro de Actas del Ayuntamiento de Trujillo hay un particular perteneciente a la sesión del día 1 de marzo de 1908, en que se da cuenta de una carta del Centro Hispano-Marroquí de Ceuta excitando el entusiasmo de la Corporación Municipal para honrar al teniente Ruiz de Mendoza. Trujillo se adhirió a este merecido homenaje nacional que se proyectaba, y en sesión del 10 del mismo mes y año acordó designar al teniente de infantería de Guarnición en Ceuta y natural de Trujillo don Juan Mediavilla Elías para que en representación de esta ciudad ocupase puesto en la tribuna que se iba a levantar para solemnizar el centenario.
            El 28 de abril de 1908 y atendiendo a sendas proposiciones de don Joaquín Ramos Sanguino se celebró en el Teatro Principal de Trujillo una velada conmemorativa del Centenario de la Independencia y una novillada en la Plaza de Toros en la tarde del mismo día.
            Al siguiente año, el día 12 de febrero de 1909, S.M. el rey don Alfonso XIII firmaba una Real Orden por la que se nombraba una comisión que estudiara y sometiera a la aprobación del entonces Ministerio de la Guerra la forma en que habían de trasladarse los restos del teniente Ruiz de Mendoza desde Trujillo al Monumento en el que se hallan en Madrid los de Daoiz y Velarde.
            Esta comisión estaba compuesta por el Alcalde de Trujillo don José Grande de Vargas, el coronel don Federico Páez Jaramillo, el capitán don Celestino Naharro y los comandantes don José Capapé, don Luis Bermúdez así como don Enrique Martínez Majaello, capitán don Leopoldo Caro y el teniente de la Guardia Civil don Enrique Miguel Gistao. Concedida tal propuesta, el día 14 de marzo de 1909 fueron exhumados sus restos para ser trasladados solemnemente desde Trujillo a Madrid, con todos los honores que merece un héroe del dos de mayo[4]. El discurso que pronunció el coronel ceutí don Federico Páez estuvo plagado de elogios a Ruiz de Mendoza, finalizando con estas palabras: “Por un azar de la vida fue Jacinto Ruiz a morir en la bizarra cuna de Pizarro.Africano era Ruiz, africano soy yo y dispuesto como mi heroico paisano a morir por España idolatrada. Ruiz murió entre vosotros, entre los hidalgos y generosos hijos de Trujillo. Yo, en su venerada memoria, os prometo solemnemente hoy, empeñando en ello mi palabra de soldado, considerarme trujillano a mucha honra. Por las cenizas sagradas de Ruiz os juro, que cuanto pueda y cuanto valga lo pondré a vuestra disposición y mi modesta pluma, mi espada y los alientos de mi corazón los consagraré para pedir se haga justicia al pueblo sencillo, noble, hospitalario y digo que sabe amar a la patria en silencio, que sabe sufrir lo mismo y que no pide nada. Me llevo, trujillanos, los restos de Jacinto Ruiz, pero ahí entre vosotros queda empeñada mi conciencia. Consideradme uno más, el que quiere ir entre los de delante, entre los que peleen, por conseguir todo aquello que os meceréis por vuestra historia, por vuestras virtudes y por vuestro patriotismo”[5].
            El Sr. don José María Grande de Vargas, Alcalde de Trujillo, celoso siempre de que el distrito que representa en Cortes quede en el lugar que le corresponde en todos aquellos actos en que intervenga, formó parte de la Comisión que en Madrid se creó para trasladar los restos de Ruiz de Mendoza. El programa de actos fue el siguiente: el día 11 por la mañana llegó a Trujillo la Comisión de Madrid, en tren con llegada a la estación de Cáceres. Se exhumaron los restos por la mañana, obsequiando a los asistentes con un almuerzo en la Gran Cervecería, sita en la Plaza Mayor de Trujillo. El día 12, se celebraron los funerales y el traslado de los restos a Madrid al Campo de la Lealtad, asistiendo como representantes de Trujillo, el Sr. Alcalde Grande de Vargas y el cura párroco de San Martín don José Díaz Pulido, que regalaron una corona con la leyenda: “El pueblo de Trujillo a Ruiz y Mendoza[6].

José Antonio Ramos Rubio
Cronista Oficial de Trujillo


[1]Publicada esta partida de defunción por el autor de esta novela en RAMOS RUBIO, J.A.: "El Teniente Ruiz de Mendoza". Comarca de Trujillo, núm. 56. Septiembre, 1987; "El Testamento del Teniente Coronel Ruiz de Mendoza. Vida y hechos". Actas delos XXII Coloquios Históricos de Extremadura, Cáceres, 1996, Consejería de Medio Ambiente, Urbanismo y Turismo de la Junta de Extremadura; Caja de Extremadura; Centro de Iniciativas Turísticas de Trujillo, pp. 427-433; “El teniente coronel de los reales ejércitos, Jacinto Ruiz de Mendoza, vida y hechos de un héroe”. Anales de la Real Academia de Doctores de España, vol. 8, núm. 2, diciembre de 2004, pp. 39-44.


[2]La transcripción del testamento es de carácter paleográfico, es decir, literal, conservando su grafía original, pero desarrollando con todas sus letras los vocablos abreviados. Asimismo, tanto la segmentación de las palabras como el uso de mayúsculas y minúsculas se realizará siguiendo las normas vigentes de la gramática. Para una mejor interpretación, en lo relativo a la acentuación de palabras y puntuación del texto se aplicará la praxis actual en su forma indispensable.

[3] Las Cortes soberanas, por Decreto de 21 de marzo de 1814, dictaron la exhumación de los restos de las víctimas del Dos de Mayo de 1808 y su traslado al Campo de la Lealtad.
[4] Apareció desecho un esqueleto con restos de cuero –correa-, una vaina. Un notario y un juez legalizaron con sus firmas y sellos el acta de la identificación de los restos.
[5] El Adarve, publicación los jueves semanales. Cáceres, 18 de marzo de 1909, núm. 327, p.2.
[6] Datos recogidos del periódico La Opinión, de Trujillo y El Adarve, de Cáceres (marzo de 1909).

sábado, 13 de abril de 2019


RUTA ARQUEOLOGICA POR EL BERROCAL DE TRUJILLO


Trujillo es un municipio de la provincia de Cáceres. Es la capital administrativa y de servicios de la comarca histórica Tierra de Trujillo. En el término municipal se encuentran las pedanías de Belén, Huertas de Ánimas, Huertas de la Magdalena y Pago de San Clemente. El término municipal tiene una extensión de 655 km2.

Trujillo ha desempeñado un papel importante en la historia de Extremadura. Juan II de Castilla le concedió el título de ciudad en 1430, y de 1528 a 1804 fue la única capital provincial de Extremadura, al ser la Provincia de Trujillo la única provincia de la actual región.
Dada su importancia histórica, Trujillo es uno de los más importantes centros turísticos de toda Extremadura. En la localidad hay, entre otros lugares destacables, varias iglesias, castillos, palacios y casas fuertes que conforman un destacable conjunto monumental. En 1962 (Decreto 2223), Trujillo recibió el título de "Ciudad Monumental Histórico-Artística".

Trujillo se encuentra situado en la penillanura cacereño-trujillana, a 43 km. del río Tajo que le ha servido de frontera natural, y a 90 km. del río Guadiana. Por lo que hidrográficamente pertenece a esas dos grandes cuencas fluviales de España. Tiene una altitud de 517 m y sus coordenadas de situación son: 39°27′55″N 5°52′44″O. La ciudad se asienta sobre el centro de un monte-isla o batolito, constituyendo su entorno un paisaje muy peculiar, donde aflora el granito en el conjunto “El Berrocal”. Son manchones graníticos de singular belleza que rodean a Trujillo en un perímetro de 5 km. Por lo demás, es un relieve llano.

En el suelo aflora la roca: granitos y pizarras. Está cubierto por una capa poco profunda de sedimentos y es pobre para la agricultura. Son las tierras pardas, por su color. Los pastos son muy finos, de gran calidad, pero se agotan en el verano. Además de los pastos, predominan las encinas. Los cultivos son de secano: trigo, cebada, centeno y avena, que junto con la ganadería, constituyen la base de la economía trujillana. Otros cultivos leñosos son olivos, vides e higueras, propios del bosque mediterráneo. Predomina el ganado vacuno, concretamente, el retinto extremeño. En el ovino, los rebaños lanares de ovejas merinas, estantes y trashumantes. En el porcino, el cerdo ibérico, con sus dos variedades: negro y colorado. Desde la Edad Media pasaba por el término municipal de Trujillo un ramal de la Mesta, que llegaba hasta Medellín, utilizada por los ganados trashumantes. En nuestros días todavía se practica la trashumancia. Los serranos, en el otoño, bajan con sus rebaños desde León y Castilla en busca de los templados inviernos y de los buenos pastizales de Extremadura.
De las especies avícolas destacan los negros grajos ( de la familia de los córvidos ) y las elegantes cigüeñas blancas que surcan los azules cielos trujillanos y anidan en sus vetustas torres. 

Si hay una circunstancia que destaca en Trujillo es su ubicación, sobre un batolito granítico en medio de una llanura que domina la comarca, situación que fue aprovechada por los primeros pueblos que la ocuparon, apareciendo en las edades del Cobre y Bronce los primeros castros en este rocoso enclave, donde los pobladores consiguieron material de primera mano para la construcción de sus viviendas y sus útiles, incluso aprovechando las oquedades que la misma naturaleza les ofrecía.

Esta ciudad se remonta a un pequeño castro (Turaca) integrado en el espacio vetton, que evolucionaría con la romanización hasta constituirse en cabeza de prefectura dependiente de Augusta Emérita. El núcleo urbano se erige como lugar central respecto a su territorio y ubicado dentro de la penillanura dominada por los terrenos pizarrosos sobre un batolito granítico, lo que le confiere una posición preeminente y estratégica con respecto al resto de su territorio. Roma supo ver el potencial estratégico del enclave trujillano. Cercana a Norba Caesarina, colonia germen de la actual Cáceres, en la zona se crearía una ciudad tributaria de ésta. Turgalium, nombre de raíz celta que nos recordaría su origen previo como castro indígena, se llamaría también y más tarde Castra Juliae, de la que prácticamente no quedan restos urbanos pero sí numerosas estelas funerarias y restos de villas y minas por la periferia, que dan a entender la importancia económica que llegó a alcanzar la urbe, convertida en una zona de paso entre Emérita Augusta y Caesar Augusta, y parada de importancia en el camino Iter ab Emerita Caesaraugusta, que enlazaba Mérida con Zaragoza, a través de Toledo, ciudades de capital importancia en la Hispania de comienzos de nuestra era.
Cuando en el siglo VIII invaden la villa los árabes, la llamaron Torgielo y ya, en enero de 1233, las tropas cristianas la reconquistan y hasta nuestros días su nombre, Troxiello, Trujillo.
Durante la Reconquista se otorgaron privilegios a los caballeros que participaron en las campañas militares confirmando el derecho sobre sus propiedades con un Fuero otorgado por Alfonso X en 1256. Por él, Trujillo se convirtió en una villa libre. En 1430, el rey Juan II, le concedió el título de "Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Trujillo". En lo que fueron los arrabales de la ciudad, se asentó la minoría judía, que fue importante desde el punto de vista mercantil, ubicada en las calles Gurria, Tiendas y Carnicerías,
    En el siglo XV se divide en bandos y se radicalizan la tensión entre los linajes que desde la reconquista dominaban la ciudad: Altamirano, Bejarano y Añasco. Basta recordar los enfrentamientos habidos entre el clavero de Alcántara D. Alonso de Monroy y el maestre D. Gómez de Solís en la "Farsa de Avila". Para acabar con estas luchas nobiliarias o someter a esta clase belicosa, adinerada y orgullosa, los Reyes Católicos ordenan, por el Edicto de 1476, desmochar las torres de sus casas-fuertes, procurando de su que su altura no sobrepase la del resto de las casas, inutilizar matacanes y cerrar saeteras (ejemplo representativo es la Torre del Alfiler).
            Fue importante la judería establecida en Trujillo a finales del siglo XIII (la segunda en importancia tras  Plasencia), contaba con una importante aljama en el entonces arrabal de San Martín (más tarde Plaza Mayor) ubicada en torno a las calles Gurría, Tiendas y Carnicerías; incluso existen restos de una importante sinagoga.   
El pueblo no sólo los odiaba por sus convicciones religiosas y por recaudar impuestos, sino que los sometió a toda clase de vejaciones: a vivir en lugares aislados, a veces muy alejados del resto de la población, y a desempeñar los trabajos más humillantes (limpiar los establos de estiércol y lavar sus tinajas, incluso hospedar en sus casas a malhechores y prostitutas). Esto motivó la protesta de los judíos a la reina Isabel para que suprimiera estas prácticas. Junto a la nobleza, influyente y poderosa existía una creciente población pechera ocupada en la agricultura, comercio y artesanía; los topónimos de sus calles recuerdan las distintas actividades de los gremios: zurradores, herreros, cambrones, sillería, tintoreros, romanos, olleros, etc. La misma condición de Trujillo de ciudad mercado, otorgado por privilegio de Enrique IV en 1465, exige una elevada población productiva.
El desarrollo urbanístico de Trujillo viene definido por dos núcleos  de población:  El recinto amurallado, que abarca la ciudadela medieval, y la ciudad moderna, entorno a la plaza. La ciudadela intramuros responde a un emplazamiento medieval:  asentado sobre un accidentado promontorio, circundada por una fuerte muralla  y potenciadas sus defensas por torres de edificios señoriales; calle angostas, de trazados irregular, pequeñas plazuelas en torno a los edificios religiosos...  Dentro de ella se sitúan el castillo y las primitivas iglesias: Santa María,  Santiago, San  Andrés y la  Vera Cruz (cuyas ruinas se integran hoy en el cementerio).
Hasta mediados del siglo XIV el desarrollo arquitectónico  se producen dentro de la ciudadela.  En este momento surgen los primeros núcleos  extramuros con los  arrabales de San Martín y de San Clemente, pero  no será hasta el siglo XV cuando estos arrabales, sobre todo el de San Martín,  adquieran su protagonismo y expansión.
En el siglo XV se construyen los primeros conventos trujillanos (San Miguel, Encarnación, San Francisco) y queda configurada la plaza. Se edifican las primeras casas  Consistoriales en la Plaza Mayor (hasta hora  reunido el concejo en la plaza de Santa María).  Junto a estos edificios se levantan edificios privados de dos o tres pisos, presentando el bajo un cuerpo de soportales constituidos por arcos de medio punto sobre pilares.  Estos soportales, denominados Portales de Pan, de la Verdura...,  indica las actividades comerciales que aquí se celebraban, actividades incrementada en  1465 merced privilegio de " Mercado Franco" otorgado por Enrique  IV, a celebrar los jueces de cada semana. Entre estas construcciones populares se intercalan edificios nobiliarios hasta configurar, definitivamente, la llamada Plaza  publica o del arrabal de San Martín. En el centro de la misma se levanta el Rollo o Picota, hoy situado en  el cruce de las carreteras a Madrid, Cáceres y Mérida. Es gótico-Isabelina y remata en pináculo con la Cruz de Alcántara. Los escudos de los Reyes Católicos da la fecha y confirma el estilo. En el siglo XVI momento de esplendor constructivo e histórico. Son sus hijos mas insignes, Francisco Pizarro conquistador de Perú, Francisco de Orellana, descubridor del Amazonas y Diego García de Paredes, el Sansón extremeño, y miles de conquistadores, colonizadores y evangelizadores que marcharon al Nuevo Mundo entre los siglos XVI y XVIII. Trujillo está en 22 poblaciones de Perú, México, Nicaragua, Venezuela, Colombia, EE.UU, Cuba, Honduras, Guatemala, Puerto Rico, R. Dominicana, Chile, Argentina y Ecuador, en los que adquirió fama y renombre por algunos de sus hijos.
En el Renacimiento, Trujillo se extiende fuera de la muralla. El incremento demográfico y nobiliario son las circunstancias que impulsa este desarrollo, poblándose la ciudad de nueva construcciones nobiliarias, sobre entorno a la plaza, lugar preferido por la nobleza para levantar sus grandes mansiones, cuyas perspectiva permite la contemplación de sus grandes falladas y escudos: Casa de la Cadena, Palacio de la conquista o de Hernando Pizarro. Palacio de los duques de San Carlos, Palacio de Piedras Albas. A partir de este siglo evolución arquitectónica de la ciudadela y de la ciudad será diferente. Frente a casa-fuerte, poblada de torres, aspilleras y otros elementos defensivos y góticos de la ciudadela, surgirá casa-palacio abiertas con logias y patios, al tiempo de algunas casas señoriales, intramuros, renueva sus aspectos de casas-fuertes a casas palaciegas y renacentistas.
En el siglo XVII inicia su decadencia, que continúa en los siglos XVIII y XIX. Situada en ruta militar, sufre las consecuencias de tres guerras: la de separación de Portugal (1640-68) de Sucesión (1700) y la de la Independencia (1808). Cada una de ellas provoca la despoblación de la ciudad, arruinado sus edificios y economía.
Durante el Sexenio Democrático se constituyó la Junta Revolucionaria, que desapareció tras la orden de disolución decretada el 21 de octubre de 1868. La figura de mayor protagonismo fue la de Malo de Molina, diputado por Trujillo en 1873 y miembro destacado del Partido Republicano. Tanto durante la etapa Isabelina, como en el Sexenio Democrático y la Restauración, Trujillo vio acrecentado su protagonismo comarcal al ser designada cabeza de distrito para las elecciones de diputados a Cortes.
            El 30 de noviembre de 1892, la Reina Regente María Cristina decretó lo siguiente: “Queriendo honrar la memoria de Don Francisco Pizarro, natural de Trujillo y conquistador del Perú, con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América, en nombre de mi Augusto hijo el Rey Don Alfonso XIII (q.D.g) y como Reina Regente del Reino; vengo en conceder al Ayuntamiento de Trujillo el tratamiento de Excelencia”
En el siglo XX, la ciudad entera se erige en testimonio vivo de su pasado esplendor. En Trujillo se respira historia, arte y, en definitiva, cultura. Esta se apoya sobre los pilares de nuestros artistas pretéritos o contemporáneos, sus trabajos, sus sueños, unos hechos realidad, otros anónimos. Se guardan muchos de ellos en los museos de las ciudades y pueblos extremeños, o bien en colecciones particulares que, junto a las muestras recogidas por instituciones religiosas y privadas, forman el amplio y diverso Patrimonio Artístico de Trujillo.


LAS MURALLAS DE LA VILLA

Las murallas que engloban la Villa se disponen de forma irregular para adaptarse a las diferentes cotas de nivel, aunque muestran una ligera tendencia a la forma rectangular, abarcan un área amesetada amplia. Su origen musulmán parece incontestable, sin embargo, de este período no se conservan más que el trazado original, quizás con ciertas reformas, y parte de su basamento. La historiografía local ubica temporalmente su realización en el siglo XI, hecho que puede venir avalado por las descripciones recogidas en las fuentes árabes y por la disposición típica de medina, estructura urbana habitualmente fortificada.
Con bastante seguridad podemos afirmar que existió un recinto fortificado más antiguo, cuya traza se asentaría próximo a la alcazaba, a ella responderían los muros situados al Este (con dos torres semicirculares macizas, muy reformadas) y al Sur de aquella: en la torre de planta trapezoidal que en la actualidad avanza como balcón sobre la Plaza Mayor. Este antemural continuaría su recorrido hacia el suroeste, espacio en el que su presencia se pierde.
Podríamos datar esta primera muralla en el periodo Taifa (años centrales del siglo XI), pues es en este momento cuando todos estos elementos defensivos alcanzan su madurez funcional y estética. Sea como fuere, esta primera cerca obliga a acometer la entrada principal a la fortaleza no de un modo frontal, sino lateralmente, hecho que redunda en la mejora de su defensa.

Si los primeros paños de la muralla podemos situarlos cronológicamente entre los fines del califato de Cordoba e inicios de los Reinos de Taifa, época marcada por la inestabilidad ante la ausencia de un poder suficientemente fuerte como para aglutinar todo el territorio andalusí bajo un mismo mando, el resto de sus lienzos pueden ser datados entre fines del periodo Taifa e inicios del dominio almorávide, es decir, en torno a la segunda mitad del siglo XI.

La muralla está jalonada por 17 torres dispuestas a tramos irregulares a lo largo de todo el perímetro, su altura es superior a la de los lienzos de los que parten, las plantas más frecuentes son la cuadrada y la rectangular, a ellas habría que añadir las dos semicirculares, ya mencionadas. De entre estas torres podemos destacar la albarrana que se une al muro mediante una coracha alargada en el sector oeste. Los paños de la zona norte sorprenden por la ausencia de torres; en este espacio apreciamos la existencia de un edificio adosado, convertido en convento franciscano en el siglo XV, que por su solidez pudiera reforzar la denominada Puerta de Coria.

La muralla conservada actualmente –en una gran parte de su trazado- es legado no islámico, sino herencia cristiana de los siglos XII-XV. Su estructura arquitectónica y sistema constructivo nos confirman diferencias obvias con las realizaciones musulmanas de la Alcazaba y del Albacar. El material constructivo sigue siendo el mismo, el granito, no obstante su tratamiento difiere del de fases anteriores. La fábrica es de mampostería, aunque en zonas bajas de los paramentos y en las esquinas de las torres se emplean sillares, la piedra es unida con abundante cal y arena gruesa tanto en las caras externas como en su interior. En ocasiones se observa la presencia del ladrillo y pizarra como niveladores de las sucesivas hiladas pétreas. Muros y torres se coronan con un remate cuadrado piramidalmente.

Si en la muralla reconocemos la huella de las obras realizadas tras la definitiva conquista castellana (año 1233), serán las puertas de ingreso al recinto las que marquen claramente la periodización del mismo. De este modo, todas ellas, al menos todas las conservadas, responden a unas tipologías propias de las tres últimas centurias del Medievo.
Actualmente son apreciables cuatro de las siete que poseía el recinto; posiblemente no todas serian medievales y, quizás habría que añadir alguna poterna hoy desaparecida tras las modificaciones sustanciales a que el conjunto murario ha sido sometido (derribo de algunos lienzos, variadas estructuras adosadas a los mismos, etc.)
La Puerta de Coria comunicaba directamente con el campo, su traza es de arco ligeramente apuntado de medianas proporciones, en ella no se observan inscripciones ni escudos.

El arco o Puerta de Triunfo muestra un vano apuntado de claros resabios góticos, en él capean los escudos de Altamirano, Añasco y Bejarano. Tradicionalmente se asocia este acceso con el lugar por el que penetraron los cristianos en la conquista del lugar.

De conformación similar a la anterior es la Puerta de San Andrés, debajo de cuyas almenas se situaron una inscripción de la dificultosa interpretación, tal es su deterioro, y un escudo de los Reyes Católicos.

La Puerta de Santiago, por su parte, presenta un vano de medio punto que pudiera corresponderse con las primeras realizaciones del recinto amurallado cristiano, y dos  torres de flanqueo, una integrada en el alcázar de  Luis de Caves y otra perteneciente a la Iglesia de Santiago.

También de traza muy antigua parece ser la de la Veracruz. Sus motivos románicos así lo confirman, puerta de reducidas dimensiones que apenas permitia el paso de un hombre a caballo, actualmente se halla tapiada.

Desconocemos las puertas del Norte  y las de las Palomitas, de esta última (situada en el lado sur), se conservaban algunos restos y recientemente se ha procedido a su restauración, ya que había sido demolida a fines del siglo XIX. La original hubo de ser similar a  la que muestra en Cáceres el Arco de la Estrella: un arco escarzado esviado que permitiera el tránsito de carruajes en una zona caracterizada por la reducción de espacios y la notable pendiente.

El complejo sistema de fortificaciones se completaría en época bajo medieval con la edificación de numerosas casas-fuertes. Son éstas construcciones recias, sólidas, en las que su uso residencial se combinaría con el de defensa de un determinado espacio urbano tanto  frente al enemigo exterior, como ante los convecinos en la múltiples disputas internobiliarias (luchas de bandos) que asolaron las ciudades castellanas de la Baja Edad Media.

Alcazaba, Albacar y Murallas han sufrido innumerables reformas desde época histórica, capaces de enmascarar los elementos originales de la obra. El propio devenir de los tiempos ha despojado los distintos recintos defensivos de toda funcionalidad militar, dotándola de otra bien distinta como estética; entre uno y otro momento existen diez siglos en los que las transformaciones y añadidos, propios de una obra vivía y funcional han primado sobre el estatismo purista.

La fortaleza y la muralla sufrieron reformas evidentes con la llegada de nuevos pueblos norteafricanos (almorávides, almohades), que adaptaron las construcciones existentes a sus necesidades militares  y a los nuevos gustos de la época: Tras 1165, fecha de la primera toma de la ciudad, nuevas reformas perciben sobre el conjunto de los lienzos modificaciones que se repetirán en la última parte del siglo XII y en los inicios del XIII con el apresamiento de Trujillo por los almohades. Transformaciones notables se produjeron tra la definitiva conquista cristiana (1232), periodo en el que se levantan buena parte de los lienzos de la muralla actualmente conservada.

Añadidos y recrecidos desde este momento hasta fines del medievo son realizados en un intento de mejorar las defensas de la ciudad, imbuida en las múltiples disputas por el poder, tanto a nivel local (luchas urbanas internobiliarias), como en un plano general del reino, inserto en una dinámica de frecuentes conflictos civiles.

Entre finales del XV y a lo largo del siglo XVI se sumarán nuevos elementos, de este periodo data la estructura abaluartada sita en la zona suroeste del Albacar.

Demolición de algunos paños y pérdida de funcionalidad militar son las notas más destacadas de las defensas trujillanas a partir del siglo XVI, numerosa viviendas  se adosan a las murallas y estas comienzan un proceso de fosilización y  ruina  al carácter de reparaciones frecuentes, la ciudad se extienden extramuros desplazándose con ella los centros más importantes de la vida pública.

Los conflictos del siglo XIX, especialmente, especialmente la Guerra de la Independencia, provocarán graves desperfectos en unas construcciones no adaptadas a la artillería pirobalística.

La alcazaba pasa a manos particulares en el siglo XIX, hecho que redunda aún más en su deterior. A comienzos del XX es declarada Monumento Histórico-Artístico y poco después adquirida por el Ayuntamiento de la localidad, que es su propietario.

CASTROS

Trujillo posee un denso y variado conjunto de yacimientos arqueológicos, unos con restos aún de estructuras arquitectónicas y otros con vestigios apenas perceptibles pero que han sido excavados (Aguas Viejas).
Concretamente, en la Cerca de la Encina y en el lugar del Pradillo, se conservan partes de la muralla de un recinto protegido, un conjunto residencial de viviendas, pertenecientes a la Edad del Bronce. En ambos conjuntos, la parte más señalada es la pequeña muralla que integra en su recorrido, gran parte de los bolos graníticos que coronan el cerro donde se encuentra; esta se dispone con paramentos a hilada con relleno y a veces en el zócalo utiliza grandes bloques monolíticos de piedra. Sin llegar a resultar excepcional, constituye un claro exponente de pobladores que aprovechan las ventajas que proporcionan los rebordes montañosos y la alternancia de litologías distintas para vivir a expensas una economía que combina la agricultura, la explotación ganadera y la caza.

El Berrocal está lleno de asentamientos humanos que podemos situar en la Edad del Bronce con tradiciones megalíticas, en la Cerca de los Toros, la Molineta, el Pradillo, cueva del Fraile... En el Pradillo, próximo a la Cueva Larga donde aún subsiste un grupo esquemático de pinturas, encontramos restos de un asentamiento. El mismo abrigo formado por la naturaleza y adaptado por el hombre debió ser un enorme dolmen natural convertido en mausoleo; frente a la entrada notamos restos de otro monumento funerario arruinado y vereda adelante hasta alcanzar la solana de la machorra siguiente está el poblado con un ara de sacrificios presidiendo una gran explanada.

En la Cerca de los Toros, donde se conserva un altar impresionante desde donde se dirigían al pueblo los notables del momento, están las tribunas perfectamente talladas en una gran roca sobre cuya cúspide se sacrificaban animales a las divinidades. Las viviendas son como las del Pradillo, con dos enormes jambas para sujetar el dintel de sus puertas, las plantas eran variadas predominando las formas circulares, con corrales familiares; majadas que a lo largo de los Tiempos poco evolucionaron siendo paralelas a la cultura de los zahurdones en falsa cúpula que hasta hace nada seguían construyendo nuestros padres.

El zahurdón de las Ánimas está asilvestrado en medio del camino a la Sierra de los Lagares, entre la Molineta y el Molino de Viento; personalmente lo he conocido con gallinas, ovejas y cerdos que atendía una familia ubicada en el zahurdón, con la lumbre en medio y los camastros alrededor. Es un magnífico ejemplar de chozo, que tiene adosadas dos zahúrdas rectangulares. En su interior remata con un techo de falsa cúpula, por aproximación de hiladas; en el exterior está cubierto por tierra y vegetal que resguarda y sirve de aislante a las inclemencias del tiempo. Las coordenadas son:  39º  26´ 59´´  N   y   005º  51´ 38´´  O.
Encontramos estructuras circulares de posibles cabañas de un asentamiento encerrado tras una muralla que conserva prácticamente completa la mitad de su recorrido. Cada vivienda posee un muro de cierre con una pequeña entrada, un hogar delimitado por piedras.


     Como en el caso de los poblados anteriores el lugar elegido es una pequeña elevación flanqueada por pequeñas formaciones de granito con amplia visión hacia el S, las partes N, E y W no presentan un panorama despejado dada la escasa altura del terreno. En la mayoría están presentes los grandes bolos de granito de formas caprichosas que suelen encerrar volúmenes propicios para fijar hábitat primitivos.
       El poblado de Aguas Viejas está enterrado; la mayoría de su superficie queda bajo varios metros de rocas y tierra producto de las necesarias nivelaciones; un pequeño espacio, cerca de donde estaba la excavación soportaba únicamente unos decímetros de escombros, localizándose en superficie restos de cerámica,  los fragmentos más toscos procedentes de las paredes y otras dos pequeñas guardan diversos materiales de mayor personalidad.
Encontrando piezas de cerámica sin decorar pertenecientes a paredes; su color es pardo, sólo tres fragmentos son grises; tienen factura manual, la mayoría con desgrasantes de pequeño tamaño, así como varias piezas semejantes; su color predominante es el pardo, hay algunas pardo rojizo y una minoría son grises; tienen factura manual con numerosos y gruesos desgrasantes, a veces de muy grueso tamaño; su grosor oscila entre 22 y 5 mm  hay un claro predominio de cerámicas gruesas; su acabado es con mal alisado. En lo referente a objetos líticos se localizaron varias lascas  de silex pardo translúcido, y láminas de cuarzo blanco de sección trapezoidal, y puntas de flecha de silex de color gris rosado de base ligeramente convexa, anverso y ambas aristas de los extremos laterales bien retocados. Claramente, un poblado de finales del Bronce aunque observamos en los restos cerámicos la técnica evidente utilizada en poblados calcolíticos importantes como La Pijotilla, Zambujal, Valencina, Los Millares etc.

   En resumen, el poblamiento de Aguas Viejas, en sus momentos finales, ha ofrecido unos materiales pertenecientes a una pequeña población de economía diversificada -agrícolas, caza y actividades diversas-, cuyas cerámicas ofrecen variaciones formales, decorativas y técnicas con respecto a las cerámicas del Calcolítico y son propias de la Edad del Bronce aunque faltan elementos claros definitorios de las particulares de esta época. A su vez presenta un marcado continuismo con respecto a los materiales líticos e incluso metálicos, esta cuestión hace que por el momento me decante más bien por el Bronce inicial como la época de vida de este poblamiento.

     Con respecto al predominio de los recipientes de almacén, la ausencia de defensas y su ubicación cerca de la mejor fuente natural del entorno hay que intuir en ello una mayor sequedad en el ambiente natural con mayor dificultad en el acarreo cotidiano de provisiones que desde luego necesitaban ser conservadas durante bastante tiempo. Igualmente denota una ausencia de peligros exteriores quizás debido a un claro despoblamiento de la zona y sobre todo a la pérdida de  importancia de la ruta N-S que une la cuenca media del Guadiana con la del Tajo medio y en la que desde finales del Neolítico nuestros poblamientos habrían sido un punto de referencia de cierta importancia.

PINTURAS RUPESTRES DEL PRADILLO Y BELÉN

Las pinturas rupestres esquemáticas halladas y conservadas en la región extremeña han sido datadas, sin alcanzar un acuerdo entre autores, entre el Mesolítico y la Edad del Bronce, decantándose la mayoría de los estudiosos por ubicar temporalmente la creación del mayor número de estos ejemplos entre el Neolítico y el Calcolítico o Edad del Cobre. Coincidiría así la creación de muchas de estas obras con la llamada cultura megalítica. Respondiendo a unas características comunes que en gran medida se repiten a lo largo y ancho de la comunidad, y que podrían ampliarse a toda esa región artística prehistórica encajonada en el suroeste peninsular, donde la esquematización alcanzó su mayor abstracción artística. Destacaría entre sus propiedades más habituales la elaboración de las obras pictóricas en un color rojizo, obtenido presuntamente gracias al uso de pigmentos minerales que, tras haber sido extraídos de la piedra, se mezclarían con agua, sustancias grasas o resinas que actuarían como aglutinante. El uso de pigmentos negros o blancos es escaso en comparación con los trabajos en ocre, ejecutados mayoritariamente en líneas gruesas que bien pudieran haber sido trazadas con la ayuda del propio dedo del autor. Combinarían éstas con otros trazos más finos, presuntamente pintados con algún tipo de brocha elaborada manualmente, o inclusive alguna pluma o rama tomada como pincel.
Las pinturas del Pradillo se localizan al NE, en una latitud de 39º 28´ 02´´ y longitud de 5º 52´ 45´´ . Concretamente, partiendo de la Plaza Mayor de Trujillo, tomamos la avenida de la Coronación en dirección a Huertas de Ánimas; antes de nuestra izquierda entre las edificaciones y tras de ellas, unas bellas formas de granito, hacia la mitad de la citada Avenida encontraremos la cueva. Las pinturas fueron descubiertas en el mes de marzo de 1973 por un grupo de la Organización Juvenil Española, dirigido por Alfonso Naharro, meses después el  Dr. Jordá de la Universidad de Salamanca y el Dr. Rivero de la Higuera visitaron el covacho y certificaron las pinturas.
La cueva se abre al Este. Sus formas son redondeadas aunque de tendencia prismática rectangular e irregular, desgastadas con más intensidad están las caras y aristas superiores. Su entrada mide 2 m de ancho y 1, 95 m de alto, la longitud total, ligeramente ascendente, está en torno a los 11 m. Interiomente, tiene una longitud de 6 m. Se conservan escasas pinturas de color rojo vinoso, se trata de un antropomorfo, tendente a la posición vertical, claramente esquemático, a la derecha del mismo, otro resto de pintura de forma lineal curva, de tendencia vertical y ligeramente arqueada; al lado, cinco trazos ligeramente inclinados hacia la parte inferior izquierda, es decir, un antropomorfo sin terminar o erosionado. Otra de las figuras definidas es un ancoriforme de cabeza ligeramente apuntada, cuya extremidad superior derecha acaba con bastante rectitud siendo más curvada la izquierda
Posiblemente, nos encontremos ante una escena de caza, un cazador, portaría en su mano derecha un venado, exhibiendo su cabeza y sus puntas en posición horizontal, de la misma época que las existentes en un abrigo cercano a la localidad de Belén, próximas al Cancho Gordo, enmarcándolas en  el tema cinegético y dentro de la cronología del resto de lugares localizados de la pintura esquemática en el ámbito provincial (postpaleolítico, concretamente su ejecución más antigua podría haber sido en el Neolítico Medio que es cuando se sitúa la introducción del arco y la flecha en nuestra cultura peninsular).


ALTAR DE SACRIFICIOS DE LAS CALDERONAS





En la cerca de las Calderonas, a 3.777 metros de la ciudad de Trujillo por la carretera de Madroñera, una zona muy rica en yacimientos arqueológicos, nos encontramos con un
altar de sacrificios, un monumento donde se ha trabajado la piedra
a conciencia para tallar unas escaleras y cercana a ellas una cubeta donde posiblemente
tenían lugar los rituales de sangre. Esta zona de las Calderonas constituye
un paraje de gran belleza donde el granito y el encinar mezclados producen
un paisaje representativo de la tierra trujillana. El granito se presenta en forma
de multitud de grandes y pintorescas rocas, desgajadas de otras mayores con cortes
rectilíneos en la mayoría de los casos, montadas unas sobre otras, formando
promontorios con frecuentes abrigos. Como ocurre en la Ciudad Encantada de
Cuenca, el recorrido de todo su paisaje con detenimiento constituye un cúmulo de sensaciones curiosas acercándonos más a la antigüedad y a sus enigmas, en la
mayoría de los casos producidos por la imaginación. Tanto los vettones como los pueblos celtas en general, rendían culto a los dioses en altares de sacrificio de piedra en lugares al aire libre.

El altar de los sacrificios era un edificio público, un recinto de 13 por 4 metros
excavado parcialmente en la propia roca que aquí se compone de una gran peña
granítica. Aparece tallada una doble escalera (por el sureste y el oeste), escalones
excavados que comunican con casi la base de la gran roca. En una roca cercana
y de inferior tamaño, situada unos 10 m al norte, se observa superiormente, una
oquedad con un canalillo que facilita el vaciado, estas dos últimas cuestiones son
de apariencia más natural.
Son muy escasos los monumentos similares a éste, concretamente en Cáceres
don Tomás Martín Gil localizó en los años 30 del siglo XX otro similar. Donde
más abundan es en Ávila, concretamente, podemos citar el altar del castro de
Ulaca en Solosancho (Ávila)5 y el portugués de Panoias (Vila Real)6. Es conocido
por las fuentes de la época que estos sacrificios de animales e, incluso, humanos estaban relacionados con prácticas rituales y se celebraron entre las poblaciones
vettonas7. El sacrificio humano tendría lugar en la zona superior de la roca, mientras
las entrañas de las víctimas se quemaban en unas cubetas y la sangre vertía
en otros similares, al tiempo que se rendía culto a las divinidades indígenas.
Las tierras que actualmente forman las provincias de Ávila, Salamanca, Toledo
y Cáceres, compartieron entre el año 500 a. C. y el cambio de era una serie
de rasgos culturales, sociales y económicos, lengua y creencias religiosas1. Esa
identidad fue reconocida en los textos de los escritores griegos y romanos con el
nombre de Vetona, región de los pueblos vettones. A este período se le conoce
como la Segunda Edad del Hierro, época en la que la población comenzó a protegerse
por los continuos enfrentamientos bélicos, construyendo murallas, torres
y fosos, conocidos como castros o fortificaciones situados en cerros altos y en la
confluencia de varios ríos2. Podemos citar, los castros-ciudadela de la Villeta del
Azuquén, Villasviejas del Tamuja (excavado por doña Francisca Hernández en el
año 1989)3; el castro de la Coraja en Aldeacentenera (excavado por los profesores don José A. Redondo, don Julio Esteban y don José Salas entre 1984 y 1991)4; y otros como el Cerro del Castrejón, la Burra y el Pardal.Ya lo dijo Estrabón en el siglo I a. C.: «Dicen que algunos viven como espartanos, ungiéndose dos veces con grasas y bañándose de sudor obtenido con piedras candentes, bañándose en agua fría y tomando una vez al día alimentos puros y simples». Estrabón (3, 3, 6).
Por su parte, Plinio en el siglo I d. C. especificó: «Lusitania comienza a partir
del Duero comprende las gentes célticas, los túrdulos y, alrededor del Tajo, los
vettones». Plinio (n. b. 4, 113). Eran pueblos dedicados a la agricultura de tipo cerealista de secano, con distintas variedades de trigo y cebada muy resistentes al clima frío y seco de invierno en la tierra trujillana y, caluroso en verano, con el complemento de legumbres y bellotas, también utilizaban la miel para endulzar los alimentos. Son muchos los molinos de piedra localizados en Trujillo, de tipo rotatorio o circular que  gira sobre un eje central, empleado por los vettones para obtener harina, a partir de
trigo y bellota.
El principal medio de vida de los vettones fue la ganadería, básicamente cabras,
ovejas y cerdos que aportaban más calorías en la alimentación diaria. El hierro se convirtió desde el siglo IV a. C. en el material estándar para la fabricación de útiles y armas.
La comarca de Trujillo es una excelente cantera para la obtención de piedra,
para poder construir murallas o viviendas. Grandes planchas de granito se aprovecharon
siguiendo las vetas naturales, rompiendo con cuñas bloques regulares.
La labra de molinos circulares de dos piezas fue otra de las actividades cotidianas.
En los cuales el grano de cereal se trituraba y transformaba en harina para
poderlo consumir diariamente.


ALTAR DE SACRIFICIOS EN LA MOLINETA (TRUJILLO)

En la finca de La Molineta, a una distancia de 2200 metros en línea recta desde Trujillo, próxima al lavadero y al molino,  nos encontramos con un altar de sacrificios en una gran roca desde la cual podemos divisar una magnífica vista de Trujillo y del berrocal que circunda que responde a las siguientes coordenadas N 39º 27' 18,43" O 5º 51' 31.85, donde se ha trabajado la piedra a conciencia para tallar unas escaleras y cercana a ellas una cubeta donde posiblemente tenían lugar los rituales de sangre. Esta zona de La Molineta constituye un paraje de gran belleza donde el granito y el encinar mezclados producen un paisaje representativo de la tierra trujillana. El granito se presenta en forma de multitud de grandes y pintorescas rocas, desgajadas de otras mayores con cortes rectilíneos en la mayoría de los casos, montadas unas sobre otras, formando promontorios con frecuentes abrigos. Donde el recorrido de todo su paisaje con detenimiento constituye un cúmulo de sensaciones curiosas acercándonos más a la antigüedad y a sus enigmas, en la mayoría de los casos producidos por la imaginación.
Las tierras que actualmente forman las provincias de Ávila, Salamanca, Toledo y Cáceres, compartieron entre el año 500 a. C. y el cambio de era una serie de rasgos culturales, sociales y económicos, lengua y creencias religiosas. Esa identidad fue reconocida en los textos de los escritores griegos y romanos con el nombre de Vetona, región de los pueblos vettones. A este período se le conoce como la Segunda Edad del Hierro, época en la que la población comenzó a protegerse por los continuos enfrentamientos bélicos, construyendo murallas, torres y fosos, conocidos como castros o fortificaciones situados en cerros altos y en la confluencia de varios ríos. Podemos citar, los castros-ciudadela de la Villeta del Azuquén, Villasviejas del Tamuja (excavado por Francisca Hernández en el año 1989); el castro de la Coraja en Aldeacentenera (excavado por los profesores José A. Redondo,  Julio Esteban y  José Salas entre 1984 y 1991); y otros como el Cerro del Castrejón, la Burra y el Pardal. Ya lo dijo Estrabón en el siglo I a. C.: «Dicen que algunos viven como espartanos, ungiéndose dos veces con grasas y bañándose de sudor obtenido con piedras candentes, bañándose en agua fría y tomando una vez al día alimentos puros y simples»
[1].
Por su parte, Plinio en el siglo I d. C. especificó: «Lusitania comienza a partir del Duero comprende las gentes célticas, los túrdulos y, alrededor del Tajo, los vettones»[2]. Eran pueblos dedicados a la agricultura de tipo cerealista de secano, con distintas variedades de trigo y cebada muy resistentes al clima frío y seco de invierno en la tierra trujillana y, calurosa en verano, con el complemento de legumbres y bellotas, también utilizaban la miel para endulzar los alimentos. Son muchos los molinos de piedra localizados en Trujillo, de tipo rotatorio o circular que gira sobre un eje central, empleado por los vettones para obtener harina, a partir de trigo y bellota.
El principal medio de vida de los vettones fue la ganadería, básicamente cabras, ovejas y cerdos que aportaban más calorías en la alimentación diaria. El hierro se convirtió desde el siglo IV a. C. en el material estándar para la fabricación de útiles y armas.
La comarca de Trujillo es una excelente cantera para la obtención de piedra, para poder construir murallas o viviendas. Grandes planchas de granito se aprovecharon siguiendo las vetas naturales, rompiendo con cuñas bloques regulares.
La labra de molinos circulares de dos piezas fue otra de las actividades cotidianas. En los cuales el grano de cereal se trituraba y transformaba en harina para poderlo consumir diariamente.
Tanto los vettones como los pueblos celtas en general, rendían culto a los dioses en altares de sacrificio de piedra en lugares al aire libre.
El altar de sacrificios de La Molineta está formado por una gran roca granítica, aparece tallada una doble escalera que corren paralelas en la cara que mira al Este, escalones excavados que comunican con casi la base de la gran roca y conducen en la zona superior a una superficie plana con dos concavidades comunicadas entre sí, una de ellas prácticamente desaparecida por las inclemencias del tiempo y la acción erosiva. Una de ellas vertía en una tercera que a través de un canalillo conducía los líquidos al pie del altar. El sacrificio tenía lugar en la zona superior, mientras que las entrañas de las víctimas se quemaban en unas cubetas o nichos y la sangre vertía en otros similares, al tiempo que ser rendía culto a las divinidades. El sacrificio comprendía varias fases y se trataría de un ritual de iniciación que ofrece un orden y un itinerario determinado, sacrificando animales y vertiendo su sangre que correría por el canalillo hasta la cubeta  u oquedad situado en la zona inferior. Las dimensiones de la piedra son las siguientes: El eje mayor tiene una longitud de 4,60 m y 2,50 metros en menor. El diámetro de resalto circular es de 0,80 m y soltura de unos 0,04 m. La altura mayor de la roca es de 4,10 m, la profundidad media de la concavidad es de 0,20 m. Hemos de tener en cuenta que la distancia existente desde el Altar de la Molineta hasta el Altar de la finca de las Calderonas es de 1590 metros.

Donde más abundan es en Ávila, concretamente, podemos citar el altar del castro de Ulaca en Solosancho (Ávila) y el portugués de Panoias (Vila Real). Es conocido por las fuentes de la época que estos sacrificios de animales e, incluso, humanos estaban relacionados con prácticas rituales y se celebraron entre las poblaciones vettonas. El sacrificio humano tendría lugar en la zona superior de la roca, mientras las entrañas de las víctimas se quemaban en unas cubetas y la sangre vertía en otros similares, al tiempo que se rendía culto a las divinidades indígenas.
Es importante destacar que en esta zona donde se encuentra el Altar de sacrificios de La Molineta se conservan los restos de una atalaya musulmana, a 30 metros. del Altar,  identificaba por la existencia de un poblamiento claramente consolidado en el que el carácter militar, entre el Tajo y el Guadiana, y la proximidad con la medina de Trujillo, citada reiteradamente por las fuentes islámicas como un bastión esencial de ocupación islámica, le sitúa como uno de los asentamientos islámicos extremeños de primer orden, destacando la importancia del enclave, pues desde esta atalaya se divisa perfectamente Trujillo (Taryala) al Oeste a 517 metros. de altitud y al Este el asentamiento de Santa Cruz de la Sierra situado a 840 metros de altitud, un cerro con restos de ocupación humana desde la Prehistoria hasta el siglo XIII.
Concretamente, esta atalaya de La Molineta se sitúa en el punto más elevado de la zona, debió controlar el paso del camino hacia Trujillo, una ruta muy transitada ya desde los tiempos de la dominación romana. La construcción aprovecha una elevación granítica para erigir en su perímetro muros de mampostería en los que destaca el modo de disponer los mampuestos a sardinel. Consideramos que dicha atalaya pudo haber sido construida en época emiral, perpetuándose la ocupación hasta el siglo XIII aunque ya muy mermada y sería abandonada tras la reconquista cristiana acaecida el 25 de enero de 1233, abandono que se ha mantenido hasta nuestros días. A grandes rasgos, en función de lo que permiten ver la mucha vegetación y los derrumbes que se aprecian en la falda del cerro, presentando una gran plataforma construida en piedra provista de enormes contrafuertes, un grosor que supera los dos metros y que aún ofrece alzados con una altura superior a los 4 metros. El alto del cerro debió estar coronado por una atalaya de importantes dimensiones, erigida aprovechando los muchos afloramientos rocosos existentes, y que se observa claramente a pesar del deterioro avanzado en el que se encuentra, debió ser un importante conjunto defensivo y de vigilancia. También, a escasos metros del Altar se conservan los restos de una prensa olearia.
El cerro goza de un importante control visual que alcanza desde las estribaciones de la Sierra de Santa Cruz al Este, hasta Trujillo, su berrocal y la penillanura trujillano-cacereña al Oeste y Suroeste. Encima de los restos de la atalaya, y aprovechando los materiales pétreos de la misma, en el siglo XVIII se construyó el molino para la molienda del grano (hoy parcialmente consolidado). Entre este y el segundo molino –muy próximo- hay un agradable paseo, mostrando el duro y verdadero paisaje del Berrocal; canchos de granito de caprichosas formas, retamas, algunas encinas y pastos para el ganado bovino son algunos de los elementos que componen este paisaje.

EL ALTAR DE SACRIFICIOS DEL PRADILLO DE TRUJILLO

Este monumento rupestre se encuentra situado en el casco urbano de Trujillo, en un paraje conocido como “El Pradillo” en un lateral de la Avda. de la Coronación, al NE. El punto geográfico que ocupa está muy próximo al formado por una latitud de 39º 28´ 02´´ y longitud de 5º 52´ 45´´ del meridiano de Grenwich, hoja 702-II, denominada Trujillo, del Mapa Topográfico Nacional 1/25000, Instituto Geográfico Nacional, Madrid 1996.
El altar rupestre se encuentra situado sobre una roca aislada en un contexto rocoso, referencia visual obligada. La roca constituyó en su momento un afloramiento granítico del que se ha ido desgajando por efecto de la erosión, constituyendo una pequeña peña unida por la base con el afloramiento original. Esta peña cuenta con dos elementos característicos de este tipo de estructuras, han desaparecido las supuestas escaleras de acceso al estar erosionada la roca por una de sus partes, aunque posiblemente no existieran porque es fácil el acceso al altar, se conserva el altar en la cima y el canalillo. Estas obras, como el resto del arte rupestre, a pesar de su fosilización, sufren desde su ejecución un progresivo deterioro.
En una cueva cercana, a escasos metros, aún se conservan algunos restos de pinturas rupestres esquemáticas sobre la roca granítica, muestras muy deficientes de ancoriformes por la fácil meteorización de los componentes graníticos que han afectado a esta estación trujillana. En el mes de marzo de 1973 un grupo de la Organización Juvenil Española, dirigido por don Alfonso Naharro, descubrió estas pinturas. Poco después le fue comunicada la noticia al Dr. Jordá de la Universidad de Salamanca quien visitó el covacho. Dada la escasa espectacularidad del hallazgo pasó el tema a la Dra. Rivero de la Higuera quién incluyó una imprecisa y breve reseña en un artículo de contenido más amplio. Aún se perciben un antropomorfo o forma humana, claramente esquemático, de rojo vinoso -tinto claro-, al lado otra figura humana de tendencia vertical y ligeramente arqueada, convexa al exterior, lo que parece ser un arco; su trazado nos ha llegado bastante intermitente. A la izquierda de la representación esquemática humana, correspondiente al lado derecho del modelo hay un trazado, ciertamente complejo, El conjunto continúa hacia la parte superior donde se percibe un trazo de tendencia horizontal, ligeramente arqueado, cóncavo en la parte inferior sobre todo en la derecha; es decir esta cuarta figura es un ancoriforme de cabeza ligeramente apuntada y en torno a su cintura hay una serie de pequeñas puntuaciones indicadoras de que el personaje portaba lo que parece ser un objeto punzante alargado. Formalmente y temáticamente presentan similitudes con las pinturas esquemáticas de Malpartida de Cáceres, Torrejón el Rubio y los conjuntos pictóricos de La Burra y El Joyu en Cañamero, que situamos en las cercanías del Calcolítico Final o en los comienzos del Bronce.
Hacia el sur, en menor altura, se presentan afloraciones graníticas y posibles restos de lo que pudo haber sido una muralla de la Edad del Bronce, muestras evidentes de que este paraje sirvió para que los asentamientos humanos fueran numerosos, demostrables éstos solamente en la Protohistoria. Lo más característico es destacar al Norte el cabezo granítico en sus distintos momentos de ocupación desde la Protohistoria hasta la ocupación cristiana con la  alcazaba emiral, pareja de la emeritense. A su solana se alza un paisaje plenamente urbanizado: la ciudad de Trujillo. Todavía debemos mencionar otro “cabezo”, hacia el NW emerge el denominado “Pradillo II”. Su aspecto actual es más rotundo y cortante.

EL LAVADERO MUNICIPAL
Uno de las estructuras singulares situadas en el entorno de la ciudad es el lavadero municipal, que data de finales del siglo XIX y se caracteriza por su singularidad arquitectónica a base de ladrillo y piedra, mediante el juego de arcos de medio punto de ladrillo sobre pilares y pretiles de cantería. El lavadero municipal de Trujillo se sitúa en las coordenadas: 39º 27' 18” de latitud Norte y 43 5º 51' 31” de longitud Oeste. El lavadero, de titularidad pública, era utilizado antiguamente por los vecinos de Trujillo y de las pedanías de Huertas de Ánimas y Belén para lavar la ropa. Tiene una superficie de más de 700 metros cuadrados. Está construido en forma de “L” a base de mampostería, ladrillo y argamasa y ubicado en torno a una charca de unos cuatro metros de profundidad. Como principal referente, cuenta con 94 pilas de granito, según fuentes regionales. En el año 2007 el Consistorio llevó a cabo obras de recuperación del mismo y ha sido finalmente restaurado en el año 2015.
Las lavanderas eran las profesionales especializadas en el lavado de la ropa, siendo uno de los oficios más duros, dentro de los que se prestaban a los hoteles y veraneantes, por personas del exterior tal era el caso del Hotel “El Cubano” de Trujillo, lugar en el que tuvieron fama las lavanderas y que en ocasiones se simultaneaban con labores de planchado.
A finales del siglo XIX y hasta mediados del XX, adquirió importancia el Lavadero de Trujillo. La limpieza de las ropas se llevaba a cabo en los márgenes de cantería del citado Lavadero.
Las lavanderas, colocadas de bruces sobre las lanchas de piedras, realizaban el trabajo siempre penoso. Un avance importante supuso la construcción de especies de cobertizos o bancos sobre las corrientes de agua, en cuyo interior se colocaron una especie de bancos o cajones, donde las mujeres podían acomodarse, preservándose de la humedad, disponiendo de una piedra, que en su parte inferior entraba en el agua y sobre la que podían jabonar, restregar y golpear la ropa.
En este lavadero de Trujillo se alineaban un número variable de puestos de trabajo individuales, constituidos básicamente, por una piedra inclinada, sobre la que las mujeres llevaban a cabo su tarea.
Las tareas básicas del lavado consistían en “enjabonar la ropa con pastillas de Chimbo o Lagarto”, poner a remojo, dejar reposar, quitar manchas restregando si las hubiera y aclarar con agua a mano o golpeando sobre la piedra.
La siguiente operación, tras preparar en un barreño una mezcla de agua y lejía, era la inmersión en la misma de la ropa, “dejándola un buen rato”, si bien, en el caso de las sábanas de hilo, no podía utilizarse lejía, aunque sí el jabón.
Tras un nuevo aclarado, se volvía a meter la ropa en una mezcla de agua y añil, para acabar retorciéndola hasta quitarle toda el agua posible.
Aunque, para el secado, lo habitual era extenderla al sol sobre la hierba o las zarzas, "para que la ropa se soleara". Tras el estirado y su doblado, se colocaba en una cesta de mimbre o castaño, procediéndose de nuevo a su recuento y entrega.
Ha sido restaurado por la empresa Restaura en el año 2015, financiado por la Junta de Extremadura con o un presupuesto de 60.000 euros, procediendo a su consolidación de muros y recuperación de los distintos elementos. En una primera fase, se puso la cubierta a una parte del inmueble, con unas cerchas de madera laminada, paneles aislantes, junto con teja árabe. Limpieza de vegetación, así como la regularización, impermeabilización y remate de las coronaciones de los muros que forman la nave, cerrando además oquedades que hayan podido aparecer en las fábricas a lo largo del tiempo. La intervención también contempló la sustitución de los ladrillos deteriorados de los arcos. Así mismo, se picaron y repusieron los morteros de cal de los muros, en los puntos en los que se encontraban deteriorados. Los trabajos en el lavadero incluyeron la reposición de las canaletas de piezas de granito que sirven para la evacuación del agua de las pilas y las piezas que faltaban en los umbrales de los accesos a la zona de la charca. Con todo ello, se ha conseguido recuperar el aspecto original. Con este proyecto, el lavadero podrá acoger diversas actividades.
El lavadero de Trujillo adquiere aún más importancia por estar ubicado en un complejo yacimiento arqueológico en la zona: un altar rupestre de la Edad del Hierro, también llamados peñas sacras, un lagareto, un molino del siglo XVIII y restos de una torre defensiva musulmana.

MOLINOS DE VIENTO

La tipología del ·molino de viento de torre” como los dos existentes en Trujillo ( 39º  26´ 54´´ N  005º  52´ 06´´)  tiene su origen en el siglo XIV en Normandía y en Francia, luego tomando como modelos estos molinos, comenzaron a construirse en el área italiana y holandesa. Las representaciones de molinos más antiguas que se conocen revelan la existencia de dos tipos en el NW y centro de Europa de finales de la Edad Media, son modelos nórdicos del tipo “molino de torre” con caperuza movible. Construidos con pared de piedra y cal, dentro del recinto se hallan tolva, muelas, etc., y son de planta circular.
Algunos autores[3] afirman que el molino de torre entra en el Norte en el siglo XVI y da lugar a variedades notables y que un flamenco, Lieven Andriesz, fue el primero que construyó un molino de tejado movible en Alkmaar (Holanda) en 1573 y que las torres construidas en piedra se comenzaron a fabricar en Flandes en 1650, por inspiración normanda, aunque los flamencos transformaron la forma cilíndrica en la de un cono truncado, añadiendo a éste por la base una estructura más ancha.  Pero, será Klaas Lowrence Blom el introductor de los molinos de viento en Castilla en el año 1549, siendo Normandía y Flandes los núcleos originarios del tipo de molino de viento europeo, desde los cuales se difundiría por todo el continente. De ahí la gran semejanza existente entre los molinos castellanos y los del Languedoc francés y los de Laugarais, tanto en la forma y construcción, como en la terminología de sus partes y elementos, diferenciándose solamente en los materiales de construcción por las diferencias ambientales.
Los molinos de torre son producto más directo de las zonas con escasez de agua que los molinos de poste. Concretamente, el molino de Trujillo conocido como “La Molineta” está detrás del Depósito de agua, se utilizó para moler grano, vigilando los valles traseros que es por donde transcurre la vía de las Villuercas y antigua calzada de Trujillo a Córdoba por toda la Siberia extremeña. Está asentado sobre los cimientos de una estructura abaluartada, presumiblemente musulmana, y próximo a un altar de sacrificios de la Edad del Hierro. Un molino utilizado para el abastecimiento de harina. Se accede a la torre cilíndrica por una puertecilla que da a la planta baja, donde actualmente no hay nada digno de consignarse. Y por una escalera angosta que se ciñe a la estructura circular se sube a un primer piso, donde se encontraría en su día una instalación moderna para limpiar la harina y donde estaría la máquina que constaría de las muelas con su aparejo de “alivio”. Encima de la voladera, sobre un bastidor de madera sujeto por cuatro patas, quedan la “canareta” y la “torva”, que es de quita y pon. El eje vertical era muy corto, y la linterna era muy fuerte, sujeta a una viga de recias proporciones tal y como se aprecia por la oquedad. También existiría una rueda de engranaje, con cuatro radios y un sistema de travesaños. Por encima de la rueda estaría el vejado del molino, que sería de tablas finas y ligeras, una pieza denominada fraile a la que se sujeta una gran pértiga con que da movimiento a todo el sistema de aspas, eje que soporta éstas y rueda de engranaje, acomodándolo al viento reinante. En el exterior estarían los “hitos” del molino, a los que se va  ajustando la pértiga mediante un “borriquete”. Las cuatro aspas que presumiblemente tendría el molino han desaparecido. Un buen día de viento llegaría a moler 24 fanegas de trigo (cada fanega de trigo daba veintiocho panes de kilo y medio de pan blanco). Los labradores que querían harina sacaban de sus depósitos una porción de grano que rociaban con agua. Llamaban al molinero que iba de casa en casa, con un burro –que solía llevar una esquila anunciadora-.
Este molino se conserva por su construcción pétrea, pronto no será más que un montón informe de escombros, por su posición y otras razones debía ser de los monumentos trujillanos que más hubieran de haberse protegido desde el punto de vista antropológico y turístico. Desde la Molineta mirando Trujillo a la izquierda vemos otra torreta circular que se conoce como El Molino de Viento, ambas comparten el mismo tipo de construcción del siglo XVIII y ya sus nombres nos definen el último uso que han tenido.
Estos molinos fueron construidos sobre restos de torretas. La situación estratégica de las mismas tuvieron un uso militar, atalayas de vigilancia avisando de la llegada de ejércitos procedentes de los caminos de Guadalupe o Córdoba vistos desde la Molineta, y por el Molino de Viento los procedentes del camino de Medellín.
Es cierto que no encontramos referencias a ninguno de los dos molinos de viento trujillanos en las fuentes literarias que versan sobre Trujillo, una mínima mención en el Diccionario de Madoz que sí cita muchos molinos harineros que solo muelen de invierno, para el verano se hace uso de las charcas de Runel, Matarratas y la Albuera (…) tambien de dominio particular, tiene 2 molinos, que regularmente cesan a fin de julio por falta de agua[4], aunque no es de una fiabilidad total, existen muchas lagunas, confusiones y omisiones, no precisan los tipos, características, capacidad de producción de los mismos. Fuentes documentales que no nos sirven para esclarecer el año de construcción de ambos molinos, también el Archivo Municipal de Trujillo es parco en datos, los eruditos e historiadores locales nunca han versado sus escritos en los molinos de viento de Trujillo. Por tanto, consideramos que se tratan de construcciones realizadas en el siglo XVIII.

ZAHÚRDAS


Zahúrdas, es una construcción para mantener ganado porcino. Los zahurdones como el denominado “de las Ánimas”, son espacios específicos para el ganado porcino, utilizados como parideras o criaderas, y asociadas directamente a ciertos albergues para personas. De hecho, hay una choza anexa a este tipo de refugios para el ganado. Son las denominadas “chozas o casillas del porquero”. La etimología de la palabra zahúrda o chafurda la sacamos del vasco actual: etxea casa, urde o urdía cerdo, txaurde casa del cerdo, zahúrda.  Zahurdón es aumentativo de zahúrda diferenciando la casa del porquero de la de los puercos.
El berrocal de Trujillo siempre estuvo vivo, piaras de cerdos en los grandes corrales (corralás) en forma de U con pequeñas zahúrdas en falsa cúpula al frente y a los lados, ganadería vacuna y ovejas en los pastizales de los pequeños valles. El agua se recogía en grandes charcas algunas alimentadas también por fuentes la mayor parte del año, un ejemplo es la fuente ferruginosa de los Porqueros a la derecha detrás del Molino de Viento. La Charca de los Porqueros tenía un sistema regulador del agua para unas huertas que hubo en sus buenos tiempos, hoy está vacía y no alimenta ni a las vacas vecinas.  Existen zahúrdas junto al pósito de Santa Ana, con dos filas paralelas de cochineras, que forman un rectángulo. Construidas en granito, con bóveda de falsa cúpula, cubiertas al exterior por tierra y vegetación. Sus coordenadas son: 39º  26´ 43´´ N   005º  52´ 30´´ O.
De este modo, el paraje se configura como un paisaje cultural modelado por los usos agrícolas y ganaderos, al cual le confieren personalidad las construcciones arquitectónicas tradicionales relacionadas con la vivienda más elemental, el aprovechamiento de los acuíferos y la propia cerca que delimita la finca.
La tipología del mismo responde a la típica construcción de planta circular en piedra seca con mortero de tierra y techumbre realizada mediante el sistema de falsa cúpula. Anexos a los chozos, solían construirse cercados para ganado porcino cuya extensión dependía del número de animales mantenidos. Además, algunos incluyen cámaras de cría para los lechones. Por su parte, las cercas son circulares u ovaladas y, a veces rectangulares, de piedra seca de distinto tamaño y se destinaban a majadas para ovejas, cabras, o menos frecuentemente, al ganado vacuno. La ganadería (oveja, cabra, cerdo y más escasamente vacuno) y la agricultura de secano (cereal han sido los aprovechamientos tradicionales. Además, de forma menos notable, se cultivaba el algarrobo, destinado, mediante el aprovechamiento de las vainas, para alimento del ganado porcino. La práctica totalidad de estas actividades se orientaba a la economía de autoconsumo y el uso de chozos y zahúrdas se constata hasta los años setenta del siglo XX.
Existen de todos los tamaños y formas, algunas excepcionalmente importantes por sus dimensiones y factura; sus técnicas constructivas nos recuerdan a ciertos monumentos megalíticos de la Prehistoria, especialmente las realizadas con falsa cúpula de aproximación de hiladas, y las de bóveda de cañón. Igualmente, se hacían otras de tipología mixta, consistentes en un zócalo de piedra rectangular o circular y una cubierta de palos con monte, que cada temporada se quemaba de forma intencionada para evitar enfermedades  Resultan curiosas las escasas dimensiones de muchas entradas de estas zahúrdas, nada de extrañar, pues la talla del cerdo ibérico actual, se ha ido incrementando notablemente en las últimas década





TUMBAS EXCAVADAS EN LA ROCA

Entendemos por sepulturas antropomorfas los volúmenes que intentan conseguir la semejanza del cuerpo humano mediante el vaciado de la roca bien sea esta de granito, pizarra, mármol etc. Las existentes en el berrocal de Trujillo lo fueron en granito,  volúmenes que fueron logrados con la utilización del cincel y la maceta o martillo y aunque sus formas prismática tienden a la rectangularidad, en la mayoría de las ocasiones.




ZONA A

    Es ésta una zona periférica situada en la parte NW del berrocal. Puede visitarse marchando por la calleja que desde Huertas de Ánima comunicaba varias fincas, La Casita entre ellas, y además sirve de deslinde a las cercas de Doña Juana y Casillas de los Núñez. Debemos de situarnos al final del berrocal en los comienzos de la finca de  La Casita.

Las sepulturas de la cerca del Peral

El punto geográfico que ocupan esta próximo al formado con una latitud de 39º 31´ 39´´ y de longitud 5º 54´ 18´´ del mapa 1/25000, hoja número 679-IV, denominada Aldea de Trujillo (actualmente del Obispo). Allí existen tres tumbas antropomorfas.

Las sepulturas de la cerca de la Costera

   Se sitúa al E de la anterior, el terreno es semejante; falta la fuente mencionada por lo que la sequedad es mayor y también la acción antrópica del hombre, hay restos más esporádicos de canteras y de prospecciones mineras. Localizado en la longitud de 5º 54´ 22´´ y latitud de 39º 31´ 42 ´´ del mapa 1/25000, denominado Aldea de Trujillo. Aquí encontramos varias tumbas, algunas deterioradas.

Las sepulturas de la finca de La Casita

    Los monumentos que contiene se observan al final de la calleja de Casillas en una extraña penetración  que tiene la finca mencionada en la finca de Casillas en una longitud de 5º 54´ 20´´ y latitud de 39º 31´ 46´´ en el mapa 1/25000 denominado Aldea de Trujillo, nº 679-IV. Allí se localizan dos tumbas antropomorfas. Entre ambas tumbas, restos escasos de algunos fragmentos de tegulas en superficie.












ZONA B
Sepulturas Zona B

   Geográficamente la mayoría de los sepulcros de esta zona se localizan inmediatos al punto  determinado por una latitud de 39º 31´ 03´´ y longitud de 5º 54´16´´ del mapa 1/25000, hoja nº 679-IV denominada Aldea de Trujillo –hoy del Obispo-.

   El paisaje de las inmediaciones del pantano está totalmente desforestado y el suelo, de naturaleza muy arenosa y gruesa, ofrece una cubierta de pastos más bien pobre aunque no tanto como habríamos de suponer al ver sus escasos nutrientes. Excepcionalmente en las inmediaciones del agua, la hierba crece incluso en el estío.

El sepulcro localizado en la finca Doña Juana        

   Esta finca se encuentra al E de Casillas y linda al N con las del Peral y la Costera. El terreno está igualmente desforestado y por toda ella discurre un pequeño regato que va a dar a la charca cerca de la mencionada fuente y formando la punta del “cuerno situado al NE. Su explotación actual es de carácter ganadero especialmente ovino y bovino.
                                                                                                      
                                                                                        
La ubicación está en la longitud de 5º 54´ 20´´ y 39º 31 ´ 25´´ de latitud de la hoja señalada.
  Para conocerle hemos de situarnos en la calleja que sirve de separación entre las fincas de Casillas y Doña Juana, a la altura del segundo arroyo -el situado más al N- que cruzando la calleja desde Doña Juana desemboca muy próximo a la charca de Casillas.  Situándonos de cara al N, apreciaremos como el muro de la derecha monta un grupo de rocas; marchemos allí y crucemos el muro; después caminemos 100 pasos en dirección 30º E y estaremos en una de las tumbas más completas de la zona.

Las sepulturas de la finca de Casilla de los Núñez


Son 8 las tumbas existentes en  Casilla.

Podemos localizar esta zona al N de la casa de la finca Torreaguda, lindera por el N con el río Marinejo y con otra finca, hoy dividida, que se denomina el Barranco; ocupa la margen izquierda del río. El terreno situado más al S de éste está formado por granitos y el de su margen derecha por diferentes tipos de pizarra; es pues una zona de contacto entre ambos sistemas geológicos; en ella existe una fuente natural que sin duda es un importante fundamento para el asentamiento humano.

     La vegetación en estas dos parte es bien diferente: el terreno de la margen derecha está desforestado y habitualmente ha sido terreno de labor aunque actualmente está dedicado a pastizal; por el contrario el terreno de la margen izquierda es plenamente encinar escasamente arreglado ofreciendo carrascas junto a otras xerófilas por doquier en espacios que a veces, hace difícil el paso. Se dedica principalmente a pastoreo de ovejas. Existe un terreno algo más privilegiado al N del palacio de Torreaguda que por su bien probada  calidad se dedicó a huerta y recreo; actualmente es un descuidado olivar. En Torreaguda, localizada en una latitud de  39º 31´ 35´´ y una longitud de 5º 51´29´´, mapa 1/25000, hoja nº  679-IV, denominada Aldea de Trujillo –del Obispo-.

    La sepultura se localiza en la calleja que desde la finca comunal La Dehesilla se dirigía a diversas dehesas como Torreaguda, El Barranco,



Zona C




   El paisaje de esta zona continúa siendo granítico, con algunos grandes bolos muy redondeados hacia el S inmediato. La vegetación arbustiva es escasa, más bien testimonial, y nada copiosa cómo vimos ocurría en las ligeras umbrías de las zonas de Torreaguda y La Costera; es  también menos arenosa que las inmediaciones de la charca de Casillas. Siguen los aprovechamientos ganaderos de bovino en terrenos de escasa profundidad propios de finos y tempranos pastizales junto acompañados de las naturales plantas xerófilas. 

Son varios los sepulcros excavados en la roca en esta zona, donde se encuentra el arroyo denominado del Canalizo. Pueden localizarse varias tumbas al NW de la charca denominada Nápoles en la parte izquierda de la carretera de Plasencia ya pasada la barriada de Huertas de Ánimas. Igualmente, en la zona denominada La Pilita localizada al SW de la anterior de la que dista más de 1 km. Hay que trasladarse a la finca del mismo nombre a la que se llega por una calleja situada al final de la mencionada charca de Nápoles. Tomemos la segunda desviación a la derecha y continuad hasta un cruce de caminos. La puerta que se ubica al SW es la de la cita da finca. Debemos continuar el camino que marcha en ese mismo sentido y que comunica con otra denominada La Breñilla. Pasada una serie de grandes bolos a la izquierda, poco antes de salir de La Pilita, a mano derecha  y muy próxima al camino encontrareis este monumento sin dificultad. El paisaje es más abierto, la desforestación más acusada, el terreno es nuevamente más arenoso, continúa el pastizal escaseando bastante cualquier otro tipo de vegetación. Igualmente continúa el mismo tipo de producción ganadera.

El punto geográfico donde se encuentra está muy cercano al formado con una latitud de39º 29´ 36´´y de longitud 5º 53´ 38´´.
  

 







Zona D

 
 Esta zona está situada en un espacio  no muy alejado del anterior, hacia el W, una vez cruzada la carretera de Trujillo- Plasencia. Del cordel de ganados que en dirección al puerto de Miravete cruza de N a S todo el E de la barriada de Huertas de Ánima parte un ramal en dirección de la Aldea del Obispo. La mayoría de las calles que apuntan hacia el N en Huertas lo hacen a ese ramal y dos de ellas se prolongan en dirección a las fincas de Torreaguda, El Barranco y en general a varias más situadas en ese sentido; pronto se unen, en una plazoleta donde se localiza a la izquierda el pequeño charco de la tía Rentera. La zona objeto de nuestro estudio se sitúa entre la carretera de Plasencia y la calleja más al E de Torreaguda.

   El encinar es bastante numeroso aunque muy irregular, el pastizal temprano y fino propicia esencialmente la cría de ganado bovino y ovino. Existen en la mayoría de las pequeñas fincas norias o pozos cuyos orígenes de algunos pudo ser una fuente natural ya que la zona es muy húmeda excepto en pleno estío. La parcelación es extremadamente pequeña y debido a esto no nos ha sido posible averiguar el nombre de algunas cercas ya que sencillamente no lo poseen. Toda esta zona es conocida en Huertas de Ánimas como “cerca de la Mora” donde hemos localizado 8  tumbas y se observan restos de materiales como tégulas romanas, e incrustada en la pared de la calleja situada más a poniente hay una roca del mismo material que contiene al menos doce cazoletas.




Zona E
 Esta zona está poco separada de las dos anteriores –entre 500 y 1000 m-, distancia, en las coordenadas: longitud 5º 52´ 20´´ y latitud 39º 29´ 43´´, mapa 1/25000, hoja nº 705-II. El terreno que las rodea es de suave berrocal muy desforestado actualmente dedicado a pastos suaves y tempranos con cría de ganado vacuno y bovino. No existen en las inmediaciones terrenos húmedos, ni pozos o fuentes naturales que no se agoten en el estío aunque si lo están algo más distantes –zonas de La Mora o La Dehesilla-, aquí se localizan varias tumbas.



 








ZONA F

   La superficie que ocupa esta zona se extiende en torno a la casa-palacio medieval del Carneril. El paisaje continúa siendo desarbolado con algunas encinas testimoniales en medio del pastizal temprano y fino  –propio del berrocal-; la ganadería es su recurso predominante.      Existe en plena calleja una excelente fuente natural que no se agota ni los veranos de mayor rigor de la cual se abastecía el palacio en sus mejores años; de ella mana un pequeño regato que llena una charca inmediata acondicionada para beber el ganado. Aquí se localizan dos tumbas excavadas en la roca.
  Para visitar este monumento hemos de tomar la calleja del Carneril, situada en la carretera de Trujillo a Guadalupe en el extremo del berrocal a la derecha –es continuación interrumpida de la que traíamos desde el camino de Palacio Viejo-. Poco antes de llegar a la casa-palacio del Carneril, atraviesa una calleja que es el antiguo camino de Madroñera. Situados en dirección de esta ciudad, a nuestra derecha se extiende la finca de la Cucharera, en su esquinazo del NE, muy próxima a una puerta de acceso, se encuentra este monumento tan singular, que, por desgracia nos ha llegado bastante deteriorado.


CAZOLETAS

Hay un importante número de cazoletas en el berrocal de Trujillo, concretamente en dos abrigos, uno situado en la cerca de los Colorados, entrada a Trujillo desde carretera de Cáceres a escasamente 1,5 km, coordenadas: 5º 54' 15.57" W y 39º 27' 34.05" N y un número importante de cazoletas en el Camino de los molinos, en la Dehesa Pasarón, junto al Arroyo de Cordero que responde a las siguientes coordenadas: 5º 51' 9.44" W y 39º 23' 7.3" N.
En Arqueología, se denomina cazoleta a un pequeño hueco artificial excavado en la superficie de algunas rocas, teniendo generalmente una sección semiesférica y planta circular (aunque también se encuentren de planta cuadrangular). Pueden encontrarse tanto aisladamente como formando agrupaciones, con otras cazoletas o con otros grabados rupestres como ocurre con las cazoletas localizadas en Peraleda de la Mata.
Uno de las cuestiones que más complicación supone a los arqueólogos a la hora de datar y ofrecer una explicación coherente  son las “cazoletas”.  Habitualmente a estas las ha ido creando la naturaleza con el tiempo, sin que el hombre haya intervenido para nada. Es cierto, sin embargo, que algunas de las cazoletas que presentamos en este estudio presentan circunstancias y características que hacen sospechar que, sobre una base natural, alguien en algún tiempo y por alguna circunstancia las ha transformado por algo y para algo que no conocemos. Las cazoletas localizadas en ambos abrigos tienen un diámetro aproximado de entre 10 y 15 cm,  se encuentran agrupadas en conjuntos de cinco o diez, pero también en la Cerca del Colorado aparecen en grupos de varias decenas.
Es difícil encontrarle el significado concreto. Lo primero y más importante en estos casos es saber discernir lo hecho por la naturaleza de lo que no lo es. Cuando estamos seguros de lo segundo es cuando comienza la investigación arqueológica.
Algunos investigadores están investigando la relación que pudiera existir entre la colocación de las cazoletas sobre las peñas y las visiones del cielo. Con modernos mecanismos de medición están encontrando relaciones evidentes entre fenómenos periódicos de tipo climático (equinoccios, solsticios…) y algunos casos de cazoletas. Esto pudiera tener una explicación sencilla en unas sociedades en las que no existían los mecanismos para saber las horas, el tiempo, etc. Sabían de la periodicidad de los fenómenos en el cielo porque los veían y tenían que marcar pistas para detectarlos.  De hecho, muchas de las tareas de su economía agraria estaban basadas en los ciclos del sol, por lo tanto era preciso conocerlos con exactitud. Evidentemente esos lugares se convertían en sitios sagrados y como tales, teniendo en cuenta que su uso era durante mucho tiempo, se dejaban marcas unas veces simbólicas y otras destinadas a marcar pistas para la detección de los fenómenos celestes que les interesaran. Algunas de esas marcas eran las cazoletas aludidas y en las que a través de su estudio parece evidente que al menos las de algunos puntos tenían que ver con la observación fenómenos celestes. Pero en otros no, lo cual indica que su cometido no era uno sino variado.
Conocemos igualmente otras zonas como El Carneril y algunas cazoletas dispersas en el Praillo.  Parecen ser la huella de la dominación del paisaje, en zonas donde igualmente hemos localizado pinturas rupestres. Pero no son los únicos sitios ni las únicas formas de presentarse las cazoletas, pues las localizadas en la Dehesa de Pasarón están en una roca aislada en medio de un prado que no presenta características especiales que no sea la de estar sola. También allí hay un grupo importante de cazoletas excavadas en la roca al lado de otra más grande que podría ser natural pero adaptada a las circunstancias.
También, pudiera darse el caso de que las cazoletas fueran huecos para contener líquidos utilizados para un determinado ritual, ya que algunos pueblos actuales de estructura primitiva labran estas cazoletas buscando recoger el ellas el agua lustral, por ejemplo el agua procedente del rocío. En otro caso, podemos relacionarlas con lugares donde van a reunirse para honrar a una divinidad y de paso comunicarse inventos y adelantos, cambiarse productos. También, por la disposición de las mismas, pudiera tratarse de algún tipo de juego primitivo e incluso, hemos llegado a aventurar la hipótesis de encontrarnos con los más primitivos planos de una tribu, la ubicación de sus chozas.
Nosotros continuaremos investigando estos enigmas para completar los estudios y quizá poder decir pronto algo más seguro de lo que hoy podemos decir sobre ellas.

ERMITA DEL ORETO

Tiene un precioso porche con tres puertas de medio punto, la nave era con bóvedas de arista y ábside circular. La bóveda está hundida, las puertas del porche tapiadas con una pequeña puerta en la principal para dar entrada a los cerdos pues en altar mayor hay acopladas dos zahúrdas.
El santuario original de Loreto (Italia) es del siglo XIII adonde parece que llevaron desde Palestina las piedras para su construcción. La leyenda dice que los ángeles portaron en volandas la casa donde fue anunciada María como madre de Jesús, primero hasta Dalmacia para dejarla definitivamente en medio de un bosque a laureles al norte de ltalia, de ahí el nombre.
La imagen que se venera en Italia es negra, curiosamente la mayor parte de las vírgenes negras están originadas por caballeros cruzados benedictinos y existen muchas leyendas al respecto. La Virgen de Guadalupe también es negra, en principio estuvo en Cabañas del Castillo, la abadía de Cabañas perteneció a los caballeros de Truxillo y Montegaudio confederados en la caballería del Pereiro, orden cisterciense que acabaría siendo Alcántara y por sus acuerdos con Calatrava la imagen acabó en Guadalupe, pero esa es otra historia.
La Virgen de Loreto en Trujillo debió ser negra, como lo es la Coronada (iglesia de San Martín). La construcción de esta ermita es muy parecida (más pequeña) a la ermita de San Pablo en el Castillo, construida posiblemente a principios del siglo XIV.


PARROQUIA DE SANTO DOMINGO

           
La parroquia de Sto. Domingo es la más moderna de las que existían en Trujillo en el siglo XVI, y también la de vida más efímera. Su historia comprende desde el pontificado de D. Gutiérrez de Vargas Carvajal, sobre la portada de la sacristía en un frontón triangular campean sus armas, con lo que confirman la erección canónica bajo su pontificado, hasta el año 1842. La feligresía de esta iglesia procedía del barrio de Sto. Domingo y del arrabal de Huertas de Animas, que para tal fin se había erigido. El arrabal de Huertas construyó una pequeña ermita a principio del s. XIX (1803), la iglesia de Sto. Domingo dejó de tener la prosperidad que había gozado hasta entonces, esto sumado a los numerosos ataques sufridos por las tropas napoleónicas fueros hechos más que suficientes para su ruina; a esto hay que sumar el numeroso abandono a lo largo de los años por parte de los trujillanos y autoridades competentes.
             Los arquitectos trujillanos Alonso Becerra y Francisco Becerra, padre e hijo, suscriben el contrato de la obra de la iglesia en 1566, bajo el pontificado de Don Pedro Ponce de León (1560-1573).
             Desde luego, lo que hicieron estos dos maestros artífices fue construir una iglesia mayor y más moderna que la ermita ya iniciada en tiempos del obispo anterior, Don Gutiérrez Vargas Carvajal (1523-1559), existiendo registros bautismales en ella desde el año 1535. Lamentablemente, no se conserva el libro de Cuentas de Fábrica, que nos impide conocer, día a día, la marcha de la obra.
             El obispo Vargas Carvajal, marca la época más gloriosa del obispado placentino. Durante su episcopado murió Carlos I en Yuste y se levantaron las mejores iglesias de Plasencia, aparte la obra de la catedral y ciudad: Guareña, Jaraicejo, Garciaz, Cuacos, Mirabel, Monroy, Santa María, San Miguel y Santo Domingo de Trujillo, etc. En opinión de F. Alonso Fdez: "Fue este obispo muy inteligente en arquitectura, al que los grandes señores comunmente son aficionados, así, hay en el obispado de Plasencia de su tiempo edificados grandes templos, aún en pequeños lugares, con las armas del obispo".
             En la primera obra en la que trabaja Francisco Becerra como maestro, anteriormente había trabajado como oficial bajo la dirección de Sancho de Cabrera, arquitecto trujillano, en el coro y baptisterio de la iglesia mayor de Santa María de Trujillo (1558), y bajo la dirección de su padre Alonso, en la iglesia parroquial de Herguijuela (1560).
            Francisco Becerra Hernández, natural de Trujillo, hijo de Alonso Becerra y de Constanza Hernández. Realizó obras arquitectónicas de sumo interés artístico en Trujillo y varios pueblos extremeños (Herguijuela, Orellana la Vieja, Valdetorres). Parte a las Indias en 1573 donde construiría las grandes catedrales de Puebla de los Angeles, Quito, Cuzco y Lima, acreditándose como el mejor de los maestros, hasta su muerte en la Ciudad de los Reyes, en 1605.
            Siete años después de su muerte, el arcediano de la catedral limeña lamentaba no hubiera maestro capaz de proseguir las obras que Becerra había iniciado.
            Era el mejor elogio a la memoria del maestro trujillano. No solo fueron los conquistadores los que dieron gloria a la patria natal sino también los arquitectos que,como en el caso de Francisco Becerra, adquirieron con su arte los canteros trujillanos una repercusión universal.   La obra de la parroquia de Santo Domingo de Trujillo es la más antigua documentada de éste. No se llegó a concluir la obra prevista, quizás por falta de dinero, construyéndose la  cabecera. Se observa claramente la diferencia de la amplia diferencia y sacristía con respecto de la fábrica, de fechas posteriores.
            La parroquia de Santo Domingo sigue la estructura de las iglesias del siglo XVI en la misma ciudad: planta alargada, en forma rectangular con una sola nave y cinco tramos; sacristía en el lado de la Epístola y presbiterio ochavado. Altos muros de mampostería con sólidos contrafuertes al exterior dispuestas las piedras de granitos a soga y tizón. Las obras comenzaron por la cabecera teniendo cubierta de crucería con terceletes que apoyaban sobre ménsulas renacentistas. Estas ménsulas son un tipo de capitel estilizado corintio muy repetido en las obras de Becerra.
            Ciertamente, los artistas se dejaron influir de la construcción de la iglesia de San Martín de Trujillo que representan rasgos arquitectónicos similares a la parroquia de Santo Domingo. Es normal, no olvidemos que Francisco Becerra trabajó junto con su padre Alonso Becerra en las obras de la iglesia de San Martín, bajo la dirección de Sancho de Cabrera.
            Se accede desde el exterior, por el barrio de Santo Domingo, a la iglesia de su mismo nombre, por dos puertas muy modestas, góticas, no olvidemos que en el siglo XVI los artistas extremeños realizan obras utilizando formas artísticas y elementos arquitectónicos propios del estilo gótico, cuando en el resto del país se está asistiendo a un renacimiento de formas artísticas depuradas.
            La puerta principal del arco carpanel, enmarcado por un alfiz. La misma forma de construcción la observamos en la iglesia conventual de San Pedro de Trujillo, posiblemente, la mano de los Becerra estén presentes en ambas construcciones.
            El interior es muy amplio, nave rectangular dividida en cinco tramos y cabecera ochavada. En el lado del Evangelio está la sacristía que se alza sobre la cripta, construida para tal fin, como es el caso de las iglesias trujillanas de San Martín y Santa María la Mayor, para acomodar la sacristía al nivel del pavimento de la iglesia. La cripta se cubre con bóveda de cañón y la sacristía con bóveda de crucería y terceletes, exactamente, la misma cubierta que tendría el presbiterio, lamentablemente desaparecida. Se accede a la sacristía por una sencilla puerta enmarcada con pilastras que sostienen un frontón apuntado donde campean las armas del obispo D. Gutiérrez Vargas Carvajal. Las cuatro paredes de su interior aparecen rodeadas por una cenefa que recoge motivos religiosos esgrafiados: decoración geométrica y vegetal en la que se incorporan angelotes con las alas explayadas y dos temas principales, el escudo dominicano sobre cartelas, entre figuras afrontadas que emergen de cuernos enroscados y el Calvario, en un marco arquitectónico a base de columnas estriadas que sostienen un entablamento de formas caprichosas a base de molduras y motivos vegetales, Jesús en la Cruz y a ambos lados Juan (el discípulo amado) y la Virgen María. Es de estilo plateresco, pero con formas un tanto arcaicas, sobre todo, en el tratamiento de los pliegues y actitudes de personajes.
            Tenemos otros dos ejemplos muy parecidos, sobre todo el de la iglesia de Santiago de Trujillo, que repite un esquema compositivo muy parecido, el otro esgrafiado está en la iglesia de la Vera Cruz, de Trujillo, hoy día en ruinas. En próximas fechas se va a restaurar el esgrafiado de la sacristía de la iglesia de Santiago.
            La iglesia de Santo Domingo conserva muy poca riqueza artística, desde el punto de vista escultórico y pictórico que llenó las capillas y los espacios vacíos de dicha iglesia parroquial. En el lado del Evangelio se conservan muy pocos restos de un motivo religioso con la técnica del fresco: la Asunción de María a los cielos acompañada por los querubines o ángeles que ayudan a subir. Es una escena tratada de forma muy popular, lo cual atestigua la mano de un artista local, de poco renombre.
            Sobre la sacristía se alza la torre, que no llegó a superar la altura de la iglesia, como estaba proyectada, La espadaña se abre en doble arco peraltado y se remata con un entablamento con triglifos y metopas, y en el frontón triangular, pirámides  y bolas en los extremos.


EL CONVENTO DE LOS FRAILES DEL CAPUCHO DE LA FINCA DE LOS ARCABUCES


Entre los frailes extremeños más importantes que llevaron a cabo la Reforma, el mas representativo de todos es sin duda fray Juan de Guadalupe (nació en Guadalupe en 1450), que profesó en el Real Monasterio de Guadalupe como religioso jerónimo y a los pocos años pasó a la Orden Franciscana, donde se distinguió como reformador, lo que le llevó a Roma para proponer al Papa una profunda transformación de su orden ([5]). El no quería estar sujeto al Provincial de Castilla. Tal dependencia,  a su modo de ver, los llevaba fatalmente de la mano al más absoluto anquilosamiento. Mientras permanezca sometidos a un Provincial, todo les será supervisado y fácilmente con criterios opuestos, cualquier Superior  poco amigo de novedades puede impedirles  aquellos rigores y estrecheces  y, los Conventos de Castilla a los frailes reformistas, mezclándolos con los otros y deshaciendo de un golpe la naciente obra.
Desde el convento de Ntra. Sra. de los Ángeles en Robledillo de Gata emprendió camino a Roma. El 25 de Septiembre de 1496, se presentó ante el Santo Padre. Mediante  la Bula Sacrosanctae Militantis Ecclesiae ([6]), por la que Alejandro VI accedía a casi todas sus peticiones, podía  edificar una casa en absoluta pobreza, vivir en ella con seis compañeros, y admitir novicios con tal que prometieran observar la Regla de San Francisco en su mayor rigor y aspereza, pudiendo usar hábito vil y despreciable, con capucho acuminado, tal  como lo llevo el Serafín de la Verna. Y sobre todo –esto era lo más importantes – quedaban exentos de los Prelados de la Orden, tanto Conventuales como Observantes, sujetos tan solo al Ministro General de Roma.
El 27 de Febrero de 1497 consiguen los Prelados de la Orden un decreto del Pontífice ([7]), prohibiendo bajo pena de excomunión a los frailes de la Observancia al paso al movimiento secesionista del religioso extremeño. Equivalía esto a cegar de un golpe el manantial de donde iba a brotar la corriente mas abundante de frailes  con que nutrir la reforma. Pero, no se paró fray Juan de Guadalupe y conseguido el permiso pontificio se trasladó al reino de Granada, donde fundaría varios eremitorios regulados por una regla estricta que le enfrentaría con los frailes observantes de su propia orden. En 1497, el Arzobispo de Granada, fray Hernando de Talavera, también franciscano, viendo en peligro la unidad interna de la orden, prohibió a fray Juan de Guadalupe fundar más conventos, por lo que éste se marcharía a Guadalupe para seguir su obra reformadora con nuevas fundaciones franciscanas.
Pero, no se paró ahí, tras muchos esfuerzos y tentativas, logra por su mediación la Bula Super familiam domus ([8]), fechada en Roma  a 25 de Julio de 1499, en virtud de la cual queda facultado para recibir, no ya seis, sino cuantos religiosos  precise -tanto de la Conventualidad como  de la Observancia – los cuales deben pedir  licencia  a sus Superiores  en señal  de respeto, pero podrán  pasarse a los Guadalupenses  aunque les negaran dicho permiso (petita licentia, licet  non obtenta ). Se le concede , además, el título de Custodio  a Fray Juan de Guadalupe, confirmándolo en la sola sujeción al Ministro General, y quedando la reforma  perpetuamente garantizada por el derecho que se otorga a sus frailes  de elegir sucesor, con idénticos privilegios, al fallecimiento de aquel.
Aquel  era, sin duda, el más importante documento dado por el Papa en muchos años a  la Orden Franciscana. En la Bula no se menciona  ningún lugar determinado al que deba adscribirse la fundación, sino que deja  libertad para escoger sitio y ocasión  propicios.
Fray Juan de Guadalupe deseoso de abrir conventos en Extremadura, se pone en contacto con el prelado diocesano en Plasencia, este le informa que otro franciscano natural de Valencia de Alcántara –llamado fray Pedro de Melgar y Bobadilla- quiere fundar un convento en Trujillo, y fray Juan de Guadalupe se pone en contacto con él ([9]).
Fray Pedro de Melgar estuvo primero algún tiempo en la Provincia  franciscana de Santiago, pero añorando su  patria chica, marcho a  Plasencia  donde  contaba  con buenos amigos  que le ayudaría  a realizar  su intento. En efecto,  Don  Gómez  Fernández  de Solís,  Don   Juan  de Chaves  y Don Álvaro de Hinojosa, sus  valedores , se dirigen   en Febrero  de 1498 al Romano  Pontífice  suplicando  facultad  para edificar  un convento  franciscano  en las proximidades de Trujillo, que se deseaba   poner en manos  de religiosos  dispuestos a vivir  la Regla  de San Francisco  con toda  su pureza , sin usar  de privilegios  y mitigaciones ([10]).
Conseguida  la licencia de Roma  pusieron  mano a la obra  y en poco menos de un año quedaba  rematada la edificación. Pero, surge  un  problema  espinoso y molesto. El Concejo  trujillano  estaba  resentido  con los nobles placentinos  por no haberle  dado cuenta  de nada, además los frailes  de la Provincia  de Santiago  trataran  de impedir  que  Fray  Pedro  de Melgar  y se  pusiera al habla con  las autoridades  de Trujillo, el caso  es que  éstas acuden  al Romano  Pontífice  con una  súplica: pretenden  que el Santo  Padre  autorice  la creación  de un Convento  de franciscanos  Observantes  en la villa, y faculte  al Obispo  de Plasencia  para que,  mientras  se construye , proporcione  a dichos  frailes  alguna  casa con  iglesia , cementerio, claustro, dormitorios, refectorio y huerta, que  pueda haber  deshabitada  en el recinto o en sus contornos . La  jugada  era magnifica: el nuevo  Convento estaba  ciertamente  sin habitar  como recién  terminado, pero  no se hace ninguna mención  de él; conseguido el permiso, el Concejo, Gobernador  y el pueblo en pleno  pedirían  que fuesen  Observantes los frailes  que llegaran , y  de este modo  la tentativa  de los nobles placentinos  y de Fray  Pedro  quedaría sin efecto.
La Provincia, sin embargo, los  protege, pendiente  el asunto de Roma, es cuando llega  Fray Juan de Guadalupe a Trujillo y se instala con  la reducida comunidad en dicho Convento el día 24 de Marzo  de 1500, festividad de la Anunciación y le dieron por titulo el de Nuestra  Señora  de la Luz ([11]). Los primeros religiosos que acuden son Fray Juan Pascal, el celebre  predicador  Fray Ángel de Valladolid , Fray  Sebastián  de Paris , Fray Miguel  de Córdoba  y Fray  Francisco  de Fregenal, de los primeros  como columnas  fundamentales  de la Descalcez. Fray Juan  Pascual será  el hábil  diplomático, valedor de San  Pedro de Alcántara.
De momento no creen  oportuno  redactar  unas Constituciones  minuciosas. En todos  alientan  una misma  idea  y es su  espíritu el que  conviene  vivir , condicionado a experiencias  subsiguientes  la redacción  definitiva  de  Estatutos . Eso  si ,  por unaminidad  se comprometen  a guardar  la regla  franciscana  en su mas  estricta  interpretación . Vestirán , como autentico  pobres , un simple  saco  con remiendos  por todo  habito , Irán  totalmente  descalzos , y  resucitaran  el capucho  angulado  que llevo San Francisco  y que abandono  la Orden  en tiempos  ya de  San  Buenaventura([12]).
Y así nacieron en la Alta  Extremadura  estos frailes del Capucho  a quienes  podemos admirar  como propulsores  de las cuatro  grandes  reformas  en que se  asienta  el Renacimiento  franciscano  del siglo XVI.
El 24 de Marzo  de 1500 quedó  instalada la Comunidad  en el Convento  de Nuestra  Señora  de la  Luz  junto a  Trujillo, autoridades  y pueblo  habían  acudido  al Romano  Pontífice  con una  petición  engañosa  para atentar  contra ellos,  movidos  sin duda  por la fuerte presión  de la Provincia  de Observantes  de Santiago. La Bula  “Piis fidelium votis” ([13]), fechada  en Roma  a 31 de Octubre  del mismo año, accedía  generosamente  a las peticiones  cursadas  y , aunque  el Papa  estaba bien  ajeno  de que  con ella  pudiera  perjudicar  a la naciente  reforma , lo cierto es  que los Observantes  de Santiago  tomaran  pie  de la misma  para  gestionar  la expulsión  de los frailes  del Capucho  y adueñarse del Convento.
Se inicia un duro enfrentamiento  entre ambas partes, Fray Juan de Guadalupe  y los suyos  disponen  resistir en el  Convento  trujillano  cuanto sea posible , pero  es  preciso  ver la manera  de erigir  otros Conventos  para  el caso  de que fuesen  arrojados  de la casa madre([14]), tales como los conventos de Villanueva  del Fresno, al que llamó  Convento  del Santo  Evangelio , otro  en Salvaleon; el de  Nuestra Señora de la Luz  de Moncarche  junto  a Alconchel , y el de Arroyo de Mérida  con titulo  de la Madre de Dios .
El propio fray Francisco Jiménez de Cisneros, confesor entonces de la reina católica, y la misma Isabel de Castilla vieron con desconfianza la división entre los franciscanos provocada por el frailes extremeño, escribiendo al Cardenal de Santa Cruz, el también extremeño natural de Plasencia Bernardino de Carvajal, para que instara al Papa que revocara los permisos de fundación y reforma de la Orden de Fray Juan, que llegó a ser procesado por Cisneros en el año 1505 por su contumacia. En septiembre de dicho año moría en Roma cuando esperaba obtener de nuevo el beneplácito papal([15]).

            La descalcez franciscana se inició en Extremadura en 1500. Pretendía –tal y como hemos estudiado- el retorno al espíritu y la letra de la Regla de la Orden tal como la escribió el Seráfico padre San Francisco y mandó observarla en su Testamento, sin dispensas pontificias. La orden franciscana, desde su aparición en Extremadura hasta el siglo XVI, dependía de la Provincia de Santiago de Compostela. Sólo a finales del siglo XV se empiezan a levantar algunos conventos de la Custodia de los Ángeles, fundada en 1489 y elevada a provincia en 1517, en tierras extremeñas que dan su obediencia al provincial de Castilla y después al ministro de la Provincia de los Ángeles.
            Los franciscanos proyectaran las dos tendencias de concebir la espiritualidad que marcarían en la Orden: la conventualidad y la observancia, que en 1517, por disposición del papa León X, solicitada por la Orden, quedaron admitidas como dos órdenes distintas: de los frailes menores conventuales y Orden de los frailes menores de la observancia de San Francisco.
            Dentro de la Observancia surge la reforma más importante de la orden: la descalcez franciscana promovida por fray Juan de Guadalupe en 1500 y que será continuada por San Pedro de Alcántara en 1557. Surgiendo eremitorios en los descampados (viene de eremus, desierto). Extremadura será el centro de la descalcez, siendo sus principales conventos el de Ntra. Sra. de la Luz en Trujillo, Ntra. Sra. de la Luz en Moncarche –Alconchel- y Montesión en Salvaleón. Considero que el convento que vamos a describir situado en la finca de los  Arcaduces de Trujillo es un convento franciscano descalzo por sus características arquitectónicas, elementos constructivos, ubicación, período de construcción y porque su estructura cumple con las disposiciones de las ordenanzas provinciales para los descalzos ([16]). Además, un dato importante, en los mojanos cercanos se conservan restos de molduras con el típico cordón franciscano.

            Los frailes edifican el conventito en la misma tierra de Trujillo a escasos kilómetros del de Ntra. Sra. de la Luz, en la finca pública de los Arcabuces, próximo a un riachuelo y en la encrucijada de dos cañadas. He estudiado las investigaciones llevadas a cabo por Juan Bautista Moles, fraile que nació en Nápoles en 1542 y vino a España en 1557, llegó a Coria con la familia del Duque de Alba, que fue su gran valedor. En los conventos de San Miguel de Plasencia, Coria y Belvis, tuvo acceso a la documentación franciscana de los siglos XV y XVI, dejándonos su Memorial de la Provincia de San Gabriel que editó en 1592 ([17]).
            En Trujillo se había fundado el convento de descalzos en 1500 aprovechando una ermita existente como capilla conventual bajo la advocación de Nuestra Señora de la Luz (en la iglesia de San Francisco se conserva la talla románica de la Virgen con el Niño), cuando la provincia de San Gabriel era solo la custodia del Santo Evangelio. Pero este convento fue destruido por los padres de la familia de la Observancia durante las luchas contra los Descalzos y no se había intentado reedificar después ([18]). Los descalzos sí intentarían hacer una nueva fundación dentro del casco urbano. Para conseguir más fácilmente la autorización se intentaba disfrazar la fundación de simple traslado del convento cercano de San Juan Bautista de la Viciosa a Trujillo, pero tropezó con la negativa del Ayuntamiento, según las Actas Capitulares ([19]), hecho que no se consiguió hasta 1603. Cuando doce principales de la ciudad de Trujillo se dirigieron al padre General provincial reunidos en Capítulo Provincial de Las Brozas, ofreciéndoles su apoyo y con beneplácito del obispo de Plasencia D. Pedro González de Acevedo, que les cedió la ermita de Santa María Magdalena, extramuros, pero junto a al ciudad para la fundación del convento. El día 26 de enero de 1603 tomaban los frailes posesión de la dicha ermita de manos del obispo y en nombre de la Provincia Fr. Andrés de Plasencia, antiguo Provincial y actual Definidor, los moradores de esta casa fueron los frailes del convento de la Viciosa que vinieron, clausurándose entonces el otro convento([20]). Pero, qué lugar ocupa el convento de nuestro estudio situado en la finca de los Arcabuces. Si en 1506 abandonan el convento de la Luz. En el capítulo 2, pp. 16 vº nos refiere lo siguiente tras la visita que realizó fray Pedro de Melgar a Roma ante el Papa para solicitarle licencia para construir conventos: “El Papa concibió en su ánimo deseo de favorecerlos, teniendolos como verdaderos hijos del glorioso padre nuestro san Francisco, de quiera era devotisimo, y asi mismo de toda la orden, les dio nuevas letras y Breve para que de nuevo edificasen casas y fuese custodia como de antes, haciendo della prelado al religioso varon fray Pedro de Melgar, autorizando todo lo que el ministro general avia hecho y confirmando en custodio al sobredicho. El qual contentisimo se volvio con sus compañeros a España y llegados a sus casas (conventos) hallaron que los padres observantes les avian derribado las casas de junto a Truxillo, Villanueva y Salvaleon. Por lo qual se recogieron en nuestra Señora de la Luz, y la de Trujillo no osaron reedificarla por aver en la dicha ciudad convento de la orden (se refiere al de la Luz)”.
            Este dato es crucial, dado que el convento de la Luz se funda en 1500 y se destruye en 1506, que el convento de la Magdalena no se funda hasta 1603 –tal y como hemos estudiado-. ¿Dónde habían vivido fray Juan de Guadalupe y fray Pedro de Melgar con los otros frailes descalzos en los años finales del siglo XV y principios del siguiente?
            El único convento franciscano descalzo que existía masculino en Trujillo podría haber sido el de la finca de los Arcabuces, y sería el que encontró fray Pedro de Melgar destruido por los Observantes cuando llegó a Trujillo y tuvo que refugiarse en el de la Luz, que había sido fundado en 1500-, tal y como nos refiere Juan Bautista Moles. Hemos de tener en cuenta que son los frailes Observantes y no los Descalzos los que vivían en el Hospital de la Caridad y se trasladaron al convento de San Francisco en Trujillo en el solar de la mezquita extramuros, según la Crónica de la Provincia de San Miguel de la Orden Franciscana escrita por fray José de Santa Cruz en 1671 y según las provisiones reales en los primeros años del siglo XVI y Facultad de Fernando el Católico para que el Concejo de Trujillo pueda dar al guardián del convento de San Francisco 50.000 marvedíes para comprar el solar de la Iglesia y Huerta de dicho convento. En Segovia a 21 de agosto de 1505([21]).
            El convento está situado en la vertiente de un pequeño cerro que rebaja en su descenso hacia un riachuelo, lugar agreste. El convento no tiene grandes dimensiones, está construido con gruesas paredes de mampostería, utilizando escasamente la piedra sillar en los dinteles y jambas de las puertas de acceso al mismo y a la huerta, las columnas del claustro y las escasas ventanas y rosetón que aún se conservan.

            Se accedía por una puerta en el lado Sur que aún conserva el hueco de la tranca, se encontraba en el interior la portería, seguidamente en el lado Oeste estaban las celdas que aún conservan las ventanas pequeñas, estrechas hacia el exterior –son en forma de aspillera, sin rejas ni puertas y su estrechamiento servía para evitar que penetraran las distintas alimañas del campo- , y al otro lado, el de profundis y el refectorio. De frente al pasillo de la entrada principal (porque existió otra entrada Norte) estaba el claustro formando un cuadrado que tenía –a disposición de las basas que aún se conservan como testigos- tres columnas por cada lado, los arcos debían ser de medio punto. Próxima al claustro en dirección Oeste estaba la sacristía pequeña y la capilla, conservando aún un sencillo rosetón, de magnífica factura. En dirección Este al claustro estaba la cocina –existe un pozo cegado- y otras dependencias. En el huerto existen dos piezas de granito que pudieran haber sido fregaderos primitivos con su desagüe. Frente al convento se encontraba el huerto del convento, que aún conserva su magnífica entrada. Todo con la máxima sencillez y materiales pobres para que “en nuestros edificios resplandezca toda pobreza, aspereza y vileza” ([22]). En estos conventos franciscanos el arte grandioso brilla por su ausencia, la grandiosidad hay que buscarla en la sencillez. La legislación de Villacreces y de los Descalzos era clara a ese respecto “ninguna pared de las casas, aunque sean fuertes, sean de cantería labradas, y toda madera de la casa sea tosca y no labrada a cepillo” ([23]). Otras de las ordenanzas hacían referencia a las medidas que debían tener las dependencias, que en este convento trujillano se cumplen totalmente, recogemos de fray Martín de San José las siguientes ordenanzas para los descalzos del siglo XVI: “Ordenamos que las casas que de aquí en adelante se tomasen, sean pobres y pequeñas, queremos que las iglesias sean pequeñas, que no tengan de ancho más de ocho pies y de largo tres tantos, y no se tenga respecto a los que puedan venir a ellas para que por eso se hagan mayores, salvo si sus moradores tuviesen cerca nuestras casas y no tuvieran iglesia… El cuarto a donde ha de estar el refectorio y los demás de la casa, tenga ocho pies a lo menos de ancho y nueve a lo más. Y en ellos se reparta la sacristía, portería y una enfermería…Los tránsitos de toda la casa, bajos y altos de las celdas, tengan tres pies y medio de ancho. ..En los altos de estos cuartos se hagan celdas y sean de siete palmos de vara y las camas de siete pies…, los atajos y tabiques sean de ladrillo o adobes (aún se conservan entre las piezas de mampostería múltiples ladrillos). Tengan todas las piezas alacenas con puertas (en los muros existen los vanos de las alacenas, concretamente en la dependencia que hemos considerado como cocina y en las celdas).. Ninguna casa tenga más de ocho celdas y las puertas tengan dos pies de hueco y seis de alto y los cuartos desde el suelo hasta el maderamen pies y medio, y siete a lo más. La iglesia tenga de alto lo mismo que la casa, porque sea toda cuadrada y de un alto” ([24])

EL CONVENTO        FRANCISCANO DE NTRA. SRA. DE LA LUZ EN TRUJILLO


                                                           

                                                           

            En una capilla del muro de la Epístola de la parroquia de San Francisco de Trujillo se encuentra una imagen en madera policromada de la Virgen María (84 cms.) con el Niño, bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Luz[25].
            Recibió culto en la ermita franciscana de este nombre situada en el berrocal trujillano, en la finca "Papanaranjas", a 2 kms. de la población, en la carretera que conduce a Guadalupe. Posiblemente, al igual que otras muchas tallas de la Virgen María, esta imagen fue llevada a Trujillo por alguna Orden Militar durante la reconquista definitiva del 25 de enero de 1232.
            Vamos a pasar a conocer algunos datos históricos sobre la fundación del convento de frailes franciscanos de Ntra. Sra. de la Luz en Trujillo.
            En la época de los RR. Católicos, debemos destacar la gran labor llevada a cabo por fray Juan de la Puebla y fray Juan de Guadalupe, que fueron los eslabones principales de la propagación del franciscanismo en tierra extremeña, y a fray Pedro de Melgar y Bobadilla, que fue el principal seguidor de los anteriores, fundando varios conventos franciscanos por toda la región[26]. Don Gómez Fernández de Solís, don Juan de Chaves y don Alvaro de Hinojosa, caballeros de Trujillo, se dirigen en febrero de 1498 al Romano Pontífice suplicando facultad para edificar un convento franciscano en las proximidades de la ciudad de Trujillo (ya había recibido el título de "Ciudad" en 1432)[27]. Consiguieron la licencia de Roma y construyeron el edificio en las proximidades de la ciudad en virtud de la bula pontificia Super Familiam Domus, de Alejandro VI (25 de julio de 1499). Se hicieron cargo del convento los citados fray Pedro de Melgar y fray Juan de Guadalupe, el día 24 de marzo de 1500 (festividad de la Anunciación); le dieron el título de Ntra. Sra. de la Luz[28].
            De este convento trujillano tan solo se conservan sus muros maestros y, por supuesto, la imagen de la Virgen con el Niño, que fue trasladada a la iglesia conventual de San Francisco, en la ciudad de Trujillo, debido a que el mismo Alejandro VI, mediante otra bula, fechada el 11 de septiembre de 1502[29], al Vicariato Provincial de Santiago, suprimió el convento de Nuestra Señora de la Luz de los frailes del Capucho[30], por el éxito de algunos frailes Observantes, que ya desde un principio querían casa de oración en la misma ciudad, sembrando discordias entre los franciscanos, desplazando a los principales pilares de la reforma en Extremadura, nos referimos a fray Pedro de Melgar y a fray Juan de Guadalupe[31]. La reconocida labor del primer fraile franciscano del convento de Trujillo, fray Pedro de Melgar, fue confirmada con la bula Sub Suavi Religionis, del 17 de marzo de 1508, confirmando todos los privilegios del Capucho a las órdenes de este fraile citado[32].
            Vamos a pasar a estudiar estilística y artísticamente a la única pieza que se conserva del convento. La imagen de Ntra. Sra. de la Luz, es obra protogótica de gran belleza, presentando -Madre e Hijo- elegantes actitudes, con un rostro un tanto risueño de la Virgen contrastando con la rigidez del Niño. Se nos representa a María sedente en un elemental escaño moldurado por los extremos, lo cual la relaciona con la Virgen de la Coronada y con las vírgenes de la región aragonesa. Responde al tipo de trono de Dios, que aparece sentado sobre la pierna izquierda de su Madre, en actitud frontal y rígida. La Virgen sostiene delicadamente al Niño con su mano izquierda, mientras que con la derecha nos presenta la fruta esférica[33].
            La cabeza de María presenta un velo blanco-marfil, que deja asomar el cabello oscuro, con raya al medio y ondas paralelas al plegado del velo. Viste túnica sencilla de color jacinto (el tradicional de la pureza) y manto azul oscuro que cae desde el hombro izquierdo formando ricos pliegues paralelos y algo naturalistas con las angulaciones de raigambre gótica, está cerrada al cuello con un escote redondo y ceñida al cuerpo con un cíngulo de color negro, muy ancho. Bajo los pliegues de la túnica podemos apreciar los zapatos de color negro, puntiagudos, que calza Ntra. Sra.
            El Niño aparece frontal, en actitud hierática. Lleva en su mano izquierda el Libro de los Siete Sellos y bendice con la diestra. Está coronado, viste túnica talar de color marrón, con pequeños y menudos pliegues en el regazo. Bajo la túnica se observan sus pies descalzos. El trono tiene la misma tonalidad que la túnica de Jesús.
            Presenta algunas semejanzas con la imagen de Ntra. Sra. de la iglesia parroquial de Villamuriel (Valladolid), obra del segundo tercio del siglo XIII[34].
            Esta imagen fue restaurada por don José Gómez y Gómez en Trujillo, en el año 1978[35]. Obra protogótica, datable a fines del siglo XIII. Seguramente, hasta la construcción de dicho convento, permaneció en alguna iglesia de las muchas que se habían erigido en Trujillo en la Baja Edad Media.
            Al hablar de la orden franciscana en Extremadura, y al estar celebrando este año 1992 el "Encuentro entre dos mundos", no podemos olvidar la proyección franciscana extremeña en América. La cristianización de América es el hecho más trascendente de España en el Nuevo Mundo. El grupo misionero más característico de Nueva España partió de un convento situado a 68 kms. de Trujillo, en Belvís de Monroy, conocidos como los Doce Apóstoles de México. A éstos siguieron muchos franciscanos que fueron los verdaderos representantes de la evangelización, que es lo que verdaderamente distingue la conquista española de la de otros pueblos.

CALZADA ROMANA Y BASILICA MOZÁRABE

Saliendo de Trujillo por la puerta de Coria aún podemos contemplar restos de la calzada romana que iba de Turgalium a Cauria, está tan deteriorada que apenas quedan unos metros de su base original. Asimismo hay una basílica mozárabe bajando el terraplén desde la Puerta de Coria.
Para acceder más fácilmente a las ruinas del templo mozárabe tendremos que atravesar la Puerta de Coria, una de las entradas al casco antiguo que recibe tal nombre por partir de allí el antiguo camino que unía esta plaza con la cauriense. Mencionada calzada la encontraremos nada más cruzar la puerta y a mano izquierda, conservándose algunos retazos del antiguo pavimentado romano, que sirve actualmente como acceso a las fincas que ocupan esta zona del berrocal, abandonadas la gran mayoría e invadidas por la naturaleza. Según nos acercamos a las ruinas del antiguo Convento franciscano de la Magdalena, encontraremos a la derecha el acceso en mal estado a la conocida como cerca de Pillito. Una vez allí, y caminando hasta el fondo de la que fuera huerta, nada más pasar una segunda cerca sin cerrar veremos los restos de la basílica frente a nosotros, descansando en una zona allanada del terreno, y con la figura del castillo como telón de fondo de este paisaje milenario.
Entre los años 1985 y 1986 se llevaron a cabo excavaciones arqueológicas en la basílica mozárabe por el Departamento de Historia Antigua dirigidas por el Doctor José Luis Sánchez Abal.
Aún se conserva el ábside, y en perfecta perpendicular con el mismo la nave y una cavidad delimitada con sillares aflora en el terreno, posible más que enterramiento pila bautismal de inmersión, en la que se practicaría el principal Sacramento cristiano a través de uno de los más primitivos ritos. La pequeña mención de Turcalion en el Anónimo de Rávena cobra gran importancia al vislumbrar con ello la supervivencia de la ciudad en época visigoda, así como la continuación de su funcionalidad económica y urbana siglos después de su fundación y en una época previa a la llegada de los musulmanes. Pocos vestigios permanecen de la época, como ocurriera con aquéllos derivados de la presencia romana. Sin embargo y frente a la total inexistencia de restos urbanos latinos, se conservan una ruinas que confirmarían la continuidad de la urbe durante el reinado visigodo y que supondría un permanencia urbanística de la misma en mencionado período.

A pesar de haberse reutilizado muchos de sus sillares graníticos en los cercanos vallados y construcciones inmediatas, ha podido sobrevivir hasta nuestros días el ábside en herradura, orientado hacia el Este y posiblemente lugar que ocupara el altar del templo a falta de restos de otras naves, apoyada la hipótesis por la ubicación de una posible piscina bautismal en perfecto perpendicular con la misma. Su diseño en herradura enlazaría con la tradición constructiva visigoda, que impulsó este tipo de arco en los edificios hispanos y en el arte europeo. De los pies de la nave o portada es difícil actualmente distinguir nada, no preservándose restos de la misma o bien encontrándose enterrados en el terreno.


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[1] Estrabón (3, 3, 6).
[2] Plinio (n. b. 4, 113).
[3] Leroquais, V: Les libres d´heures manuscrits de la Bibliothèque Nationale; Feldaus: Die Technik der Antike und des Mittelalters, París, 1927, p. 98.
[4] Madoz, P: Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Publicaciones del Departamento de Seminarios de la Jefatura Provincial del Movimiento, Madrid, 1955. 4 vols.

[5] Hipólito Amez Prieto: Los Descalzos de San Francisco en Extremadura desde fray Juan de Guadalupe a San Pedro de Alcántara, en “San Pedro de Alcántara, hombre universal”. Congreso de Guadalupe, 1997, pp. 113-222.
[6] Bullarium Fratrum Ordinis Minorum Sancti Francisci strictioris Observantiae Discalceatorum (Madrid, 1744), tomo I, part. I, pág. 13-15.
[7] Op. Cit., p. 15-18.
[8] Ibidem, tomo I, part. I, págs. 20-25.
[9] Fr. Juan Baptista Moles: Memorial de la Provincia de San Gabriel (Madrid, 1592), cap. X, fol. 42 v.
[10] Waddingo: Annales Minorum. Tomo XV, año 1498, pá. 167.
[11] Fundado en 1500 y destruido en 1503. Ramos Rubio, José A.:: "Aportaciones documentales del convento de Ntra. Sra. de la Luz de Trujillo" . XXI Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo entre los días 22 al 27 de septiembre de 1992.
Ramos Rubio, José A..: "Ntra. Sra. de la Luz en Trujillo. Orígenes y proyección del franciscanismo en Extremadura". GUADALUPE, año 1991, núm. 709, pp. 24-27.

[12] Zacharias Boverio: Annales Fratrum Minorum Capuccinorum (Lugduni, 1632), tomo I, p. 34. Waddingo, op. Cit, tomo I, pág. 47 y tomo VII, pág. 95.
[13] Bullarium Discalceatorum. Op. Cit., tomo I, part. I, pp. 26 ss.
[14] Fray Juan de Santa María en su Chronica de la Provincia de San Joseph (Madrid, 1615) y a Fray Juan de San Bernardo: Chronica de la vida admirable del s. Padre Pedro de Alcántara (Nápoles, 1667).
[15] Gonzaga: Crónica General Latina. Part. I. pág. 62. y Waddingo, op. cit., tomo V, pág. 257.
[16] Véase Francisco de Madrid: Bullarium Fratrum Minorum Sancti Francisci strictioris Observantiae Discalceatorum. Madrid, 1744, t. I, p. 7. Juan de Trinidad: Crónica de la provincia de San Gabriel de frailes descalzos de la apostólica orden de los menores y Regular Observancia, de nuestro Seráfico padre San Francisco. Sevilla, 1652, cap. XLIX, lib. 2, p. 450. Angel Uribe: “Espiritualidad de la descalcez franciscana”, en ARCHIVO IBEROAMERICANO, 85-86, 1962, p. 148. Martín de San José: Primera parte de la historia de los padres descalzos franciscanos, Arévalo, 1644, libr. I, cap. 6, pp. 36-39.
[17] Juan Bautista Moles: Memorial de la Provincia de San Gabriel, 1592. Reproducción facsimilar por Publicaciones de Archivo Ibero-Americano, colección Crónicas Franciscanas de España. Madrid, editorial Cisneros, 1984.
[18] Trinidad, en su Crónica de la Provincia de San Gabriel, op. cit., I. c. 735.
[19] Barrado Manzano, A: Algunas Actas Capitulares, A.I.A., 79 (1960), pp. 350-354.
[20] J. Trinidad, op. cit.,tomo I, c. 737
[21] Archivo Municipal de Trujillo. 1-2-70-1.
[22] Uribe, Angel: “Espiritualidad de la descalcez..”, op. cit., p. 148.
[23] Uribe, op. cit., p. 148. Juan de Santa María: Crónica de la provincia de San José. I parte, libr. I, cap. VIII, fol. 45.
[24] Martín de San José: Primera parte de la Historia de los padres descalzos franciscanos. Arévalo, 1644, libro I, cap. 6, pp. 36-39.
    [25]Fue descrita a principios de siglo por MELIDA, J.R.: Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres, op. cit., tomo II, pp. 366 y 367. Dice así: "Virgen con el Niño. Talla policromada, arcaica, del siglo XIII. Se conserva en la última capilla del lado de la Epístola en la iglesia de San Francisco, adonde debió ser traída de otro santuario. Corresponde al tipo medieval de Virgen sentada con el Niño sobre las rodillas y lirio en la mano".
    [26]SALAZAR, Fr. PEDRO de.: Crónica de la fundación de la provincia de Castilla de la Orden del B. P. San Francisco. Madrid, 1612, libro V, cap. V, p. 307.
    [27]Bullarium Discal-ceatorum, t. I, part. I, p. 26. WADDINGO.: Annales Minorum seu trium Ordinum a S. Francisco institutorum. Roma, 1731-1774, t. XV, año 1498, p. 167.
    [28]BAPTISTA MOLES, Fr. J.: Memorial de la Provincia de San Gabriel. Madrid, 1592, cap. XI, p. 45. Nos facilita los nombres de los primeros franciscanos que se instalaron en el convento trujillano.
    [29]Nos la facilita el P. Cotallo: Extremadura y el franciscanismo en el siglo XVI. Cáceres, 1950, pp. 86 y 87.
    [30]TENA FERNANDEZ, J.: Trujillo histórico y monumental, op. cit., pp. 170 y 171. Nos ofrece la carta que los Reyes Católicos enviaron al obispo de Plaencia cediendo a los observantes de Trujillo la mezquita que los moros tenían en esta ciudad, para que construyan en ella el monasterio de San Francisco, dada el 8 de diciembre de 1501. Pero, las obras no comenzaron hasta el año 1505, según Facultad Real despachada en Segovia. El convento de San Francisco de Trujillo recibió amplias reformas entre los años 1562-1600.
    [31]Estos elevaron sus quejas al Sumo Pontífice, consiguiendo sus propósitos con el capítulo siguiente: "Todas las Congregaciones de Amadeos, de Clarenos y del Capucho o Santo Evangelio, y de todos aquellos varones que visten el hábito de los Frailes Menores, deberán unirse en el plazo de un año, con todos sus conventos, o a los Padres Conventuales o a los Observantes", y con el documento publicado por el Papa Julio II, 16 de julio de 1506: "Concordia y reducción a unidad de todas las Congregaciones de Frailes Menores". NAPOLES, Fr. Miguel de: Chronologia Historico-Legalis Seraphici Ordinis Fratrum Minorum Sancti Patris Francisci. Nápoles, 1650, tomo I, p. 210. MADRID, Fr. F. de: Bullarium Discalceatorum. Madrid, t. I, part. I, p. 53. Cit. por RAMOS RUBIO, op. cit., p. 27.
    [32]COTALLO, op. cit., p. 128.
    [33]Esta esfera fue colocada durante la restauración. Según Mélida, llevaba un lirio. MELIDA ALINARI, op. cit., p. 366.
    [34]ARA GIL, J-C.: Escutlura gótica en Valladolid y su provincia, op. cit., p. 131 y fig. LIII. Cit. GARCIA MOGOLLON, op. cit., p. 164.
    [35]Durante la cual, se quitaron los repintes y apareció la primitiva policromía que la que actualmente ostenta la efigie.