JACINTO RUIZ DE MENDOZA
Jacinto Ruiz nació en Ceuta el día 16 de agosto de
1779. La niñez la pasa en Ceuta, que en el campo militar es plaza fuerte y en
lo eclesiástico es sede episcopal. El 17 de agosto de 1795 ingresa a sus
dieciséis años de edad como cadete de cuerpo en el Regimiento de Ceuta, en
donde había servido su abuelo paterno, don Antonio Nicolás Ruiz. Por Real Orden
de 10 de julio de 1800 fue ascendido a 2º subteniente y tras seis meses de
prácticas como oficial en el mismo Regimiento, pasó a servir de subteniente al
de "Voluntarios del Estado" de guarnición en la Villa y Corte de
Madrid, donde es nombrado primer teniente por antigüedad el 12 de marzo de
1807.
La
defensa del cuartel deMonteleón inmortalizó a Ruiz de Mendoza,
junto a Daoiz y Velarde, quedando testimonio las principales pinturas del
asalto al cuartel de Joaquín Sorolla, Manuel Castellano y Leonardo Alenza.
A
lo largo de su vida militar, el mayor cargo militar efectivo alcanzado por
Jacinto Ruiz, fue el de primer teniente o teniente de infantería. El grado de
teniente coronel de la Guardia Walona con el que aparece en algunos documentos
e incluso en su partida de defunción, como hemos comprobado, le fue otorgado
por su heroica actuación y a título personal, con carácter honorario.
El
testamento ológrafo del teniente de infantería y teniente coronel de los Reales
Ejércitos Jacinto Ruiz de Mendoza, fue otorgado en Trujillo el día 11 de marzo
de 1809, dos días antes de su fallecimiento por heridas de batalla, ante el
presbítero don Manuel Salvador Carmona, y en presencia del teniente coronel don
Juan Cebollino y del licenciado don Francisco Ortiz y Flores. Fue enterrado en
la iglesia parroquial de San Martín de la citada ciudad extremeña en el lugar
que existe frente a la capilla de la Victoria, entre las dos cancelas de la
derecha en acceso a la sacristía, según consta en el libro de defunciones, fol.
171:
"En
catorce días del mes de marzo de mil ochocientos nueve, se dio sepultura
eclesiástica en esta parroquia de San Martín de Truxillo, al cuerpo de don
Jacinto Ruiz, de estado soltero, Teniente Coronel de Walona, el que para morir
recibió el Santo Sacramento de la Extrema unción; se le digeron por su alma las
misas de cuerpo presente, novena y cavo de año; y para que conste lo firmo.-
Regueros(rúbrica)"[1].
Un
siglo exacto estuvo el teniente Ruiz enterrado en esta parroquia, hasta que el
14 de marzo de 1908, fueron exhumados sus restos para ser trasladados
solemnemente a Madrid. Le rindió honores una Compañía con bandera del
Regimiento de Infantería "Castilla", núm. 16, que a tal efecto se
trasladó hasta Trujillo desde Badajoz. La corporación municipal del
Ayuntamiento de Trujillo, en agradecimiento, entregó al coronel
jefe de este Regimiento una arqueta de tierra
extraída de la sepultura del teniente Ruiz de Mendoza. Sus restos fueron
trasladados a Madrid, al monumento que se había erigido en honor a los Caídos
en el 2 de mayo de 1808, donde yacían Daoiz y Velarde.
No
hace falta volver a reseñar aquel heroico suceso, porque sublimes plumas lo han
descrito en la medida de su nunca bastante admirada grandiosidad y, porque
aquel hecho, sin ejemplo en la historia de los pueblos, vive aún perenne en el
alma de todo buen patriota, incluso sirviendo como ejemplo de hasta qué extremo
conduce el alma de un patriota -como era el de Jacinto Ruiz- cuando llega la
hora en que peligra su integridad. No obstante, y en honor a la verdad, el
nombre del teniente Ruiz siempre ha brillado por su ausencia, ensombrecido por
los nombres de Daoiz y Velarde. Debiendo merecer el mismo testimonio de alto
aprecio y consideración por su participación en tan heroica epopeya.
El testamento ológrafo de Ruiz de Mendoza es muy
explícito: "En el nombre de Dios todopoderoso, amén. Sepan quantos esta carta de
testamento vieren, como yo don Jacinto Ruiz, teniente coronel de los Reales
Ejércitos y primer teniente de Reales Guardias Walonas, hallándome emfermo del
cuerpo, pero en mi entero juicio, memoria, entendimiento y voluntad; creyendo
como firmemente creo el misterio de la Santísima Trinidad, y todos los demás
que cree y confiesa nuestra Santa Madre la Yglesia, como católico fiel
cristiano que soy, en cuya fee y creencia he vivido y protesto vivir y morir,
temiéndome de la muerte, que es natural a toda criatura humana, he determinado
hacer esta mi disposición testamentaria con arreglo al fuero militar que me
dispensan las Reales Ordenanzas del Ejército en la forma siguiente:
Primeramente,
mando mi alma a Dios, nuestro Señor que la crio, y quiero que mi cuerpo siendo
cadáber sea sepultado en la Yglesia Parroquial donde muera haciéndose el
entierro en la forma y modo que dispongan mis albaceas.
Yttem,
quiero que se digan por mi alma veinte misas rezadas, que se celebrarán, si no
hubiere impedimento, por el presbítero don Manuel Salvador Carmona, dándole de
limosna cinco rreales por cada una Declaro que el maestro de sastre Ramón
Albior que vive en Madrid, calle de la Montera, me es en deber cierta cantidad
de dinero, que por no acordarme de quanto es, y fiando en su hombría de bien,
quiero que se cobre y se esté a lo que él diga.
Declaro
que José Montalvo, sargento de las Milicias Probinciales de Trujillo, me debe
también trescientos veinte rreales, que se cobrarán a la mayor brebedad
posible.
Declaro
que el padre cappellán del Regimiento de Jaén don Nicolás Herrera me debe
igualmente seiscientos quarenta rreales que se cobrarán en la misma forma.
Declaro
que en la actualidad poseo los vienes siguientes: doce mil rreales en dinero
efectibo; un relox de plata; dos cubiertos del mismo metal; unas espuelas de lo
mismo; dos sortijas de oro, la una con unvrillante; una maleta; seis camisas;
quatro pares de calzetas; dos pares de calzetines; nuebe pañuelos; un mantel;
tres serbilletas; un retazito de cotonía; una thoalla; tres chalecos, el uno elástico;
tres pares de
pantalones;
una lebita; dos capotes; tres pistolas; dos almoadas; sombrero y chaqueta; y un
cavallo con sus arreos de montar.
Declaro
que al maestro de sastre Agustín Gioter, vecino de Cádiz, le debo cierta
cantidad de rreales que consta de un recibo que le tengo hecho y se le pagara
de lo más efectibo de mis vienes.
Declaro
que también debo cierta cantidad de dinero a otro maestro de sastre nombrado
Chacón, vecino de Zeuta, de que igualmente le tengo hecho recibo, y se le
pagara con la brebedad posible. Quiero que si se presentase algún documento mío
por donde se acredite que deba alguna cosa, que se pague no dudándose de su
certeza.
Declaro
también que dejé en Madrid en casa de mi señora, doña María Paula Vaviano,
algunas ropas, las que en caso de haberse salvado del enemigo, y si se
rescatan, se unirán al cuerpo de mi caudal, y se imbertirán como lo demás; pero
quiero que se esté en un todo a lo que dicha señora manifieste luego que se
restituya a la Corte.
Quiero
que el cavallo y los demás efectos que dispongan mis albaceas se vendan a los
sujetos que los quieran, y por el precio en que se combengan.
Lego a
la señora doña María de los Dolores Comba, vecina en Cádiz, mil rreales de
vellón. Lego igualmente a José Cavarini, mi asistente, dos camisas, dos
chalecos, dos pares de calzetas, dos pañuelos, unos pantalones de paño negro y
unas votas a adbitrio de mis albaceas, y un doblón en efectibo. Lego también a
don Manuel Rodríguez y Valle la sortija de oro del vrillante en memoria de la amistad
y cariño que le profeso.
Lego ygualmente al teniente coronel don Juan
Cevollino, mi tío,la otra sortija de oro.
Lego
las espuelas de plata a mi hermano don Ygnacio Ruiz; un cubierto de plata a don
Antonio Ruiz, también mi hermano; y el otro cubiertoa doña Salvadora Ruiz,
igualmente mi hermana; y quiero que se reparta también por iguales partes entre
dichos mis tres hermanos lo que deducidos los legados quedare líquido del
tercio íntegro de mis vienes.
Ynstituyo
por mi único y unibersal heredero del remanente de todos mis vienes, dineros y
acciones a don Antonio Ruiz, mi padre, para que los haya y herede con la
vendición de Dios, entre cuyos vienes se incluirá el relox.
Nombro
por mis albaceas testamentarios a los referidos señores don Manuel Rodríguez y
Valle, y don Juan Cevollino teniente coronel del Regimiento de Badajoz, a
quienes doy poder absoluto, y a cada uno insolidun, para que cumplan este mi
testamento en la forma que dejo dispuesto, y sin ninguna ulterior diligencia
judicial, pues quiero que todo se haga amigablemente sin estrépito ni figura en
juicio. Y por este mi testamento reboco y anulo qualesquiera otro que antes de
ahora haya hecho por escrito o de palabra, y quiero que ninguno otro sirba, sin
embargo en qualesquiera cláusula que contenga, sino es el presente, el que
solamente quiero que valga, y en la vía y forma que mejor combenga.
Así lo
otorgo siendo testigos el presbítero don Manuel Salvador Carmona, el teniente
coronel don Juan Cevollino y el licenciado don Francisco Ortiz y Flores. Y con
los referidos testigos lo firmo en Truxilloà once de marzo de mil ochocientos
nuebe.
Jacinto
Ruiz (rúbrica). Juan Zebollino
(rúbrica). Manuel Salvador
Carmona (rúbrica). Francisco
Ortiz y Flores (rúbrica).[2]
Jacinto Ruiz de Mendoza falleció en Trujillo el 13
de marzo de 1809 y fue enterrado en la iglesia parroquial de San Martín.
La Gaceta de Madrid siete años después del fallecimiento de Ruiz de Mendoza
reconoció bajo la firma del rey su mérito y sacrificio en la jornada del 2
de mayo, a petición de su padre.«Señor: D. Antonio Ruiz Linares, Subteniente
de Infantería, avecindado en esta plaza, a los reales pies de V. M., con el
mayor respeto hace presente: que por el documento que acompaña, señalado con el
núm. 1.°, se justifica ser padre de don Jacinto, Teniente que fue del
Regimiento Infantería del Estado, y después primer Teniente del Regimiento de
Reales Guardia de Valonas. Así mismo se demuestra por el del núm. 0." que
este Oficial, mortalmente herido en el día 2 de Mayo de 1808 en la brillante
defensa del Parque de Artillería de Madrid, a la inmediación de los héroes
Daoiz y Velarde, perseguido después por el infame Murat, quien mandó se le
pasase por las armas, se vio en el lastimoso caso de huir a Extremadura,
terminando sus días en Truxillo de resultas de sus heridas, desatendidas en
todo el tiempo de su viaje. Esta fue la
suerte, señor, de aquel militar honrado, que perdió su vida en la defensa de
los sagrados derechos do V. M., dejando envuelta en amarguras a su desgraciada
e indigente familia.—V. M. se ha dignado perpetuar la memoria de los que
perecieron en aquel día aciago, concediendo a los parientes más inmediatos de
aquellas victimas una medalla de honor pendiente de una cinta negra, signo que
simboliza el augusto reconocimiento de V. M.; y hallándose el suplicante
comprendido en esta Real gracia, como lo manifiesta por los antecedentes
expuestos, suplica á V. M. se digne agraciarle con la expresada medalla.— Así
lo espera de la piedad de V. M.—Ceuta 30 de Agosto de 1817.
—Señor:
a L. R. P- de V. M.—ANTONIO RUIZ LINARES.» Si el lucir la cruz de oro y
brillantes concedida sin méritos por amistad y favor es vanidad y pueril
satisfacción, la medalla que el padre de Ruiz llevaba sobre su uniforme,
¡cuánto respeto y consideración merecía! Pobre viejo nacido en suelo africano,
en Ceuta, viviendo entre el rumor de las olas y la hostil compañía de los
habitantes del Magreb, deseó, seguramente, que su hijo Jacinto, buscando otros
horizontes, viniese á la Península
por
ver si la fortuna le concedía sus favores, ya que para el acuitado padre
siempre se
había
mostrado desdeñosa; pero los arcanos del destino son insondables, y donde hijo
y padre fundaron sus esperanzas, encontraron el uno la muerte, el otro el mayor
de los sufrimientos.
La
gracia que había solicitado D. Antonio Ruiz en su memorial le fue concedida por
Real orden de 1 de Diciembre de 1817, y consta que en 22 de Enero del año
siguiente recogió la medalla un tal D. Mariano Quirós para remitirla al
interesado. Quiso el Monarca enaltecer el recuerdo que, defendiendo los
intereses de España, perdió la vida y dejó por ello a su familia sumida en
doloroso luto.
La contestación fue muy explícita: «Enterado el Rey
nuestro señor del acreditado valor, entusiasmo y particular mérito que contrajo
en la defensa del Parque de Artillería de esta heroica villa contra las fuerzas
francesas el memorable día 2 de mayo de 1898 al lado de los inmortales Daoiz y
Velarde, Jacinto Ruiz de Mendoza, siendo Teniente del regimiento infantería
voluntarios del Estado, de cuya acción salió gravemente herido, muriendo de
resultas posteriormente en Trujillo, según se acredita de documentos oficiales;
se ha servido S. M. recompensar sus servicios en su hermano D. Antonio, Cadete
del regimiento infantería fijo de Ceuta, ascendiéndole a Subteniente del mismo
cuerpo, y mandando se tenga presente a su hermana doña Salvadora para la
viudedad correspondiente a su
difunta madre, cuando lo permitan las circunstancias del Erario, publicándolo
en la Gaceta para satisfacción de esta familia.»
La
idea de erigir un monumento nacional á la memoria del teniente capitán de
Voluntarios de Estado, Jacinto Ruiz y Mendoza, fue sugerida en 1888 por don
Antonio Berenguer y don José Ibáñez Marín. El ministro de la Guerra, don Manuel
Cassola, la acogió inmediatamente con entusiasmo, y habiéndose formado una
Comisión gestora bajo la presidencia del capitán general de los Ejércitos
Martínez Campos, y de que formaban parte el general don Carlos Ibáñez, como
Presidente del Centro Militar, y el antiguo capitán de Artillería don Luis
Vidart, a título de secretario, tuvo como primer resultado de su iniciativa
obtener una Real orden para que el nombre del teniente capitán don Jacinto Ruiz
y Mendoza, muerto á consecuencia de sus heridas en la defensa del Parque de
Madrid el 2 de Mayo de 1808, figurase a la cabeza de los tenientes de
Infantería en el escalafón general del Arma, y en igual forma que los de los
capitanes de artillería don Luis Daoiz y
don Pedro Velarde.
El
Centro Militar se puso á la cabeza de la suscripción, y entre los oficiales del
Ejército la idea fue recibida con cariño y entusiasmo. En poco más de tres años
la suscripción realizada entre todas las clases del Ejército produjo lo
suficiente para cubrir todos los gastos del monumento, en que sólo la estatua,
sin el valor del bronce en que fue fundida, ascendió a 80.000 pesetas. La
estatua con todos sus adherentes, fue confiada a Mariano Benlliure, que en la
Exposición Nacional de 1890 presentó el modelo en yeso. Se fundió en Roma y se
construyó el basamento con mármol gris de Italia, negro veteado de blanco de
Bilbao y rojo de Sigüenza. Además del bajorrelieve y de los demás adornos que
el basamento lleva fundidos en bronce, en la parte del frente contiene sobre
mármol blanco la inscripción: «A JACINTO RUIZ», rodeada de adornos de laurel,
en bronce también, y en la opuesta: «EL EJÉRCITO ESPAÑOL A UNO DE SUS HÉROES».
La figura de Ruiz y Mendoza se halla de pie, con el cuerpo echado hacia
delante, levantando el brazo izquierdo en actitud de excitar y animar y a los
combatientes y blandiendo en la mano derecha la espada. La cabeza la modeló el
artista con arreglo á un retrato en lienzo que la familia de Ruiz posee en
Ceuta. Este retrato también sirvió a Benlliure para el dibujo del que, en gran
tamaño, ha sido grabado también magistralmente por Bartolomé Maura, y que,
distribuido a todos los cuerpos del Ejército, adorna los cuartos de banderas.
El
Ayuntamiento de Madrid designó la plaza del Rey para el emplazamiento de esta
estatua. Esta plaza del Rey era la que en 1808 llevaba el nombre de plaza del
Almirante por hallarse frontera al Palacio que en la calle del Barquillo
habitaba el Príncipe de la Paz, generalísimo-almirante, y que pertenecía á su
mujer como Condesa de Chinchón. La inauguración del monumento de Jacinto Ruiz
se tuvo lugar con gran solemnidad el 5 de mayo de 1891.
La reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena dispuso, por real
decreto
del 29 de abril, que su nombre figuraría desde
entonces en el cuadro de oficiales de la 1ª Compañía del I Batallón del
Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey, por
Real Decreto de 29 de abril de 1891, disponía en su artículo 3º: "Fijado
el día de la inauguración del monumento erigido en esta Corte al Teniente Ruiz
de Mendoza, así como el ceremonial que en dicha solemnidad habrá de observarse
de acuerdo con el Presidente de la Comisión Organizadora de aquél, se darán las
oportunas órdenes para que las tropas que formen con tal motivo, al descubrirse
la estatua presenten armas, batiendo marcha las bandas y música, y para que
desfilen después en "Columna de honor" por delante del monumento".
También,
Ceuta se unió a honrar a su hijo ilustre, levantando en 1892 un busto esculpido
en mármol de Carrara, colocándolo en la Plaza que lleva el nombre de Ruiz de
Mendoza.
Al
cumplirse el centenario de la muerte del teniente Ruiz se le tributó un
merecido homenaje por el estilo del que se profesó a los héroes de la
independencia española Daoiz y Velarde[3]. El Presidente de la Comisión nombrada de Real
orden para trasladar desde Trujillo a Madrid los restos de Ruiz de Mendoza fue
el militar nacido también en Ceuta Don Federico Páez Jaramillo, coronel del
ejército, acompañado por el capitán del regimiento de infantería de Castilla,
número 16, don Celestino Naharro.
En
el Libro de Actas del Ayuntamiento de Trujillo hay un particular perteneciente
a la sesión del día 1 de marzo de 1908, en que se da cuenta de una carta del
Centro Hispano-Marroquí de Ceuta excitando el entusiasmo de la Corporación
Municipal para honrar al teniente Ruiz de Mendoza. Trujillo se adhirió a este
merecido homenaje nacional que se proyectaba, y en sesión del 10 del mismo mes
y año acordó designar al teniente de infantería de Guarnición en Ceuta y
natural de Trujillo don Juan Mediavilla Elías para que en representación de
esta ciudad ocupase puesto en la tribuna que se iba a levantar para solemnizar
el centenario.
El
28 de abril de 1908 y atendiendo a sendas proposiciones de don Joaquín Ramos
Sanguino se celebró en el Teatro Principal de Trujillo una velada conmemorativa
del Centenario de la Independencia y una novillada en la Plaza de Toros en la
tarde del mismo día.
Al
siguiente año, el día 12 de febrero de 1909, S.M. el rey don Alfonso XIII
firmaba una Real Orden por la que se nombraba una comisión que estudiara y
sometiera a la aprobación del entonces Ministerio de la Guerra la forma en que
habían de trasladarse los restos del teniente Ruiz de Mendoza desde Trujillo al
Monumento en el que se hallan en Madrid los de Daoiz y Velarde.
Esta
comisión estaba compuesta por el Alcalde de Trujillo don José Grande de Vargas,
el coronel don Federico Páez Jaramillo, el capitán don Celestino Naharro y los
comandantes don José Capapé, don Luis Bermúdez así como don Enrique Martínez
Majaello, capitán don Leopoldo Caro y el teniente de la Guardia Civil don
Enrique Miguel Gistao. Concedida tal propuesta, el día 14 de marzo de 1909
fueron exhumados sus restos para ser trasladados solemnemente desde Trujillo a
Madrid, con todos los honores que merece un héroe del dos de mayo[4]. El discurso que pronunció el coronel ceutí don
Federico Páez estuvo plagado de elogios a Ruiz de Mendoza, finalizando con
estas palabras: “Por un azar de la vida fue Jacinto Ruiz a morir en la
bizarra cuna de Pizarro.Africano era Ruiz, africano soy yo y dispuesto como mi
heroico paisano a morir por España idolatrada. Ruiz murió entre vosotros, entre
los hidalgos y generosos hijos de Trujillo. Yo, en su venerada memoria, os
prometo solemnemente hoy, empeñando en ello mi palabra de soldado, considerarme
trujillano a mucha honra. Por las cenizas sagradas de Ruiz os juro, que cuanto
pueda y cuanto valga lo pondré a vuestra disposición y mi modesta pluma, mi
espada y los alientos de mi corazón los consagraré para pedir se haga justicia
al pueblo sencillo, noble, hospitalario y digo que sabe amar a la patria en
silencio, que sabe sufrir lo mismo y que no pide nada. Me llevo, trujillanos,
los restos de Jacinto Ruiz, pero ahí entre vosotros queda empeñada mi
conciencia. Consideradme uno más, el que quiere ir entre los de delante, entre
los que peleen, por conseguir todo aquello que os meceréis por vuestra
historia, por vuestras virtudes y por vuestro patriotismo”[5].
El Sr. don José María Grande de
Vargas, Alcalde de Trujillo, celoso siempre de que el distrito que representa
en Cortes quede en el lugar que le corresponde en todos aquellos actos en que
intervenga, formó parte de la Comisión que en Madrid se creó para trasladar los
restos de Ruiz de Mendoza. El programa de actos fue el siguiente: el día 11 por
la mañana llegó a Trujillo la Comisión de Madrid, en tren con llegada a la
estación de Cáceres. Se exhumaron los restos por la mañana, obsequiando a los
asistentes con un almuerzo en la Gran
Cervecería, sita en la Plaza Mayor de Trujillo. El día 12, se celebraron
los funerales y el traslado de los restos a Madrid al Campo de la Lealtad,
asistiendo como representantes de Trujillo, el Sr. Alcalde Grande de Vargas y
el cura párroco de San Martín don José Díaz Pulido, que regalaron una corona
con la leyenda: “El pueblo de Trujillo a Ruiz y Mendoza”[6].
José Antonio Ramos
Rubio
Cronista Oficial de
Trujillo
[1]Publicada esta partida de defunción por el autor de esta
novela en RAMOS RUBIO, J.A.: "El Teniente Ruiz de Mendoza". Comarca
de Trujillo, núm. 56. Septiembre, 1987; "El Testamento del Teniente
Coronel Ruiz de Mendoza. Vida y hechos". Actas delos XXII Coloquios Históricos de Extremadura, Cáceres,
1996, Consejería de Medio Ambiente, Urbanismo y Turismo de la Junta de
Extremadura; Caja de Extremadura; Centro de Iniciativas Turísticas de Trujillo,
pp. 427-433; “El teniente coronel de
los reales ejércitos, Jacinto Ruiz de Mendoza, vida y hechos de un héroe”. Anales de la Real Academia de Doctores de
España, vol. 8, núm. 2, diciembre de 2004, pp. 39-44.
[2]La transcripción del testamento es de carácter
paleográfico, es decir, literal, conservando su grafía original, pero
desarrollando con todas sus letras los vocablos abreviados. Asimismo, tanto la
segmentación de las palabras como el uso de mayúsculas y minúsculas se
realizará siguiendo las normas vigentes de la gramática. Para una mejor
interpretación, en lo relativo a la acentuación de palabras y puntuación del
texto se aplicará la praxis actual en su forma indispensable.
[3]
Las Cortes soberanas, por Decreto de 21 de marzo de 1814, dictaron la
exhumación de los restos de las víctimas del Dos de Mayo de 1808 y su traslado
al Campo de la Lealtad.
[4]
Apareció desecho un esqueleto con restos de cuero –correa-, una vaina. Un
notario y un juez legalizaron con sus firmas y sellos el acta de la
identificación de los restos.
[5]
El Adarve, publicación los jueves semanales. Cáceres, 18 de marzo de 1909, núm.
327, p.2.
[6]
Datos recogidos del periódico La Opinión,
de Trujillo y El Adarve, de Cáceres
(marzo de 1909).
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