RUTA ARQUEOLOGICA POR EL BERROCAL DE TRUJILLO
Trujillo es un municipio de la provincia
de Cáceres. Es la capital administrativa y de servicios de la comarca histórica
Tierra de Trujillo. En el término municipal se encuentran las pedanías
de Belén, Huertas de Ánimas, Huertas
de la Magdalena y Pago de San Clemente. El término municipal tiene
una extensión de 655 km2.
Trujillo ha
desempeñado un papel importante en la historia de Extremadura. Juan II de
Castilla le concedió el título de ciudad en 1430, y de 1528 a 1804 fue la única
capital provincial de Extremadura, al ser la Provincia de Trujillo la única
provincia de la actual región.
Dada su importancia
histórica, Trujillo es uno de los más importantes centros turísticos de toda
Extremadura. En la localidad hay, entre otros lugares destacables, varias iglesias,
castillos, palacios y casas fuertes que conforman un destacable conjunto
monumental. En 1962 (Decreto 2223), Trujillo recibió el título de "Ciudad
Monumental Histórico-Artística".
Trujillo se encuentra situado en la penillanura cacereño-trujillana, a 43 km. del río Tajo que le ha servido de frontera natural, y a 90 km. del río Guadiana. Por lo que hidrográficamente pertenece a esas dos grandes cuencas fluviales de España. Tiene una altitud de 517 m y sus coordenadas de situación son: 39°27′55″N 5°52′44″O. La ciudad se asienta sobre el centro de un monte-isla o batolito, constituyendo su entorno un paisaje muy peculiar, donde aflora el granito en el conjunto “El Berrocal”. Son manchones graníticos de singular belleza que rodean a Trujillo en un perímetro de 5 km. Por lo demás, es un relieve llano.
Trujillo se encuentra situado en la penillanura cacereño-trujillana, a 43 km. del río Tajo que le ha servido de frontera natural, y a 90 km. del río Guadiana. Por lo que hidrográficamente pertenece a esas dos grandes cuencas fluviales de España. Tiene una altitud de 517 m y sus coordenadas de situación son: 39°27′55″N 5°52′44″O. La ciudad se asienta sobre el centro de un monte-isla o batolito, constituyendo su entorno un paisaje muy peculiar, donde aflora el granito en el conjunto “El Berrocal”. Son manchones graníticos de singular belleza que rodean a Trujillo en un perímetro de 5 km. Por lo demás, es un relieve llano.
En el suelo aflora la roca: granitos y pizarras. Está
cubierto por una capa poco profunda de sedimentos y es pobre para la
agricultura. Son las tierras pardas, por su color. Los pastos son muy finos, de
gran calidad, pero se agotan en el verano. Además de los pastos, predominan las
encinas. Los cultivos son de secano: trigo, cebada, centeno y avena, que junto
con la ganadería, constituyen la base de la economía trujillana. Otros cultivos
leñosos son olivos, vides e higueras, propios del bosque mediterráneo.
Predomina el ganado vacuno, concretamente, el retinto extremeño. En el ovino,
los rebaños lanares de ovejas merinas, estantes y trashumantes. En el porcino,
el cerdo ibérico, con sus dos variedades: negro y colorado. Desde la Edad Media
pasaba por el término municipal de Trujillo un ramal de la Mesta, que llegaba
hasta Medellín, utilizada por los ganados trashumantes. En nuestros días
todavía se practica la trashumancia. Los serranos, en el otoño, bajan con sus
rebaños desde León y Castilla en busca de los templados inviernos y de los
buenos pastizales de Extremadura.
De las especies
avícolas destacan los negros grajos ( de la familia de los córvidos ) y las
elegantes cigüeñas blancas que surcan los azules cielos trujillanos y anidan en
sus vetustas torres.
Si
hay una circunstancia que destaca en Trujillo es su ubicación, sobre un
batolito granítico en medio de una llanura que domina la comarca, situación que
fue aprovechada por los primeros pueblos que la ocuparon, apareciendo en las
edades del Cobre y Bronce los primeros castros en este rocoso enclave, donde
los pobladores consiguieron material de primera mano para la construcción de
sus viviendas y sus útiles, incluso aprovechando las oquedades que la misma
naturaleza les ofrecía.
Esta ciudad se remonta
a un pequeño castro (Turaca) integrado en el espacio vetton, que evolucionaría
con la romanización hasta constituirse en cabeza de prefectura dependiente de
Augusta Emérita. El
núcleo urbano se erige como lugar central respecto a su territorio y ubicado
dentro de la penillanura dominada por los terrenos pizarrosos sobre un batolito
granítico, lo que le confiere una posición preeminente y estratégica con
respecto al resto de su territorio. Roma
supo ver el potencial estratégico del enclave trujillano. Cercana a Norba
Caesarina, colonia germen de la actual Cáceres, en la zona se crearía una
ciudad tributaria de ésta. Turgalium, nombre de raíz celta que nos recordaría
su origen previo como castro indígena, se llamaría también y más tarde
Castra Juliae, de la que prácticamente no quedan restos urbanos
pero sí numerosas estelas funerarias y restos de villas y minas por la
periferia, que dan a entender la importancia económica que llegó a alcanzar la
urbe, convertida en una zona de paso entre Emérita Augusta y Caesar Augusta, y
parada de importancia en el camino Iter ab Emerita Caesaraugusta, que enlazaba
Mérida con Zaragoza, a través de Toledo, ciudades de capital importancia en la
Hispania de comienzos de nuestra era.
Cuando en el siglo VIII invaden la villa los árabes,
la llamaron Torgielo y ya, en enero
de 1233, las tropas cristianas la reconquistan y hasta nuestros días su nombre,
Troxiello, Trujillo.
Durante la Reconquista se otorgaron privilegios a los caballeros
que participaron en las campañas militares confirmando el derecho sobre sus
propiedades con un Fuero otorgado por Alfonso X en 1256. Por él, Trujillo se
convirtió en una villa libre. En 1430, el rey Juan II, le concedió el título de
"Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Trujillo". En lo que fueron los
arrabales de la ciudad, se asentó la minoría judía, que fue importante desde el
punto de vista mercantil, ubicada en las calles Gurria, Tiendas y Carnicerías,
En el siglo XV se divide en bandos y se radicalizan
la tensión entre los linajes que desde la reconquista dominaban la ciudad:
Altamirano, Bejarano y Añasco. Basta recordar los enfrentamientos habidos entre
el clavero de Alcántara D. Alonso de Monroy y el maestre D. Gómez de Solís en
la "Farsa de Avila". Para acabar con estas luchas nobiliarias o
someter a esta clase belicosa, adinerada y orgullosa, los Reyes Católicos
ordenan, por el Edicto de 1476, desmochar las torres de sus casas-fuertes,
procurando de su que su altura no sobrepase la del resto de las casas,
inutilizar matacanes y cerrar saeteras (ejemplo representativo es la Torre del
Alfiler).
Fue importante la judería establecida en Trujillo a
finales del siglo XIII (la segunda en importancia tras Plasencia), contaba con una importante aljama
en el entonces arrabal de San Martín (más tarde Plaza Mayor) ubicada en torno a
las calles Gurría, Tiendas y Carnicerías; incluso existen restos de una
importante sinagoga.
El pueblo no sólo los
odiaba por sus convicciones religiosas y por recaudar impuestos, sino que los
sometió a toda clase de vejaciones: a vivir en lugares aislados, a veces muy
alejados del resto de la población, y a desempeñar los trabajos más humillantes
(limpiar los establos de estiércol y lavar sus tinajas, incluso hospedar en sus
casas a malhechores y prostitutas). Esto motivó la protesta de los judíos a la
reina Isabel para que suprimiera estas prácticas. Junto a la nobleza,
influyente y poderosa existía una creciente población pechera ocupada en la
agricultura, comercio y artesanía; los topónimos de sus calles recuerdan las
distintas actividades de los gremios: zurradores, herreros, cambrones,
sillería, tintoreros, romanos, olleros, etc. La misma condición de Trujillo de
ciudad mercado, otorgado por privilegio de Enrique IV en 1465, exige una
elevada población productiva.
El desarrollo
urbanístico de Trujillo viene definido por dos núcleos de población:
El recinto amurallado, que abarca la ciudadela medieval, y la ciudad
moderna, entorno a la plaza. La ciudadela intramuros responde a un
emplazamiento medieval: asentado sobre
un accidentado promontorio, circundada por una fuerte muralla y potenciadas sus defensas por torres de
edificios señoriales; calle angostas, de trazados irregular, pequeñas plazuelas
en torno a los edificios religiosos...
Dentro de ella se sitúan el castillo y las primitivas iglesias: Santa
María, Santiago, San Andrés y la
Vera Cruz (cuyas ruinas se integran hoy en el cementerio).
Hasta mediados del
siglo XIV el desarrollo arquitectónico
se producen dentro de la ciudadela.
En este momento surgen los primeros núcleos extramuros con los arrabales de San Martín y de San Clemente,
pero no será hasta el siglo XV cuando
estos arrabales, sobre todo el de San Martín,
adquieran su protagonismo y expansión.
En el siglo XV se
construyen los primeros conventos trujillanos (San Miguel, Encarnación, San
Francisco) y queda configurada la plaza. Se edifican las primeras casas Consistoriales en la Plaza Mayor (hasta hora reunido el concejo en la plaza de Santa
María). Junto a estos edificios se
levantan edificios privados de dos o tres pisos, presentando el bajo un cuerpo
de soportales constituidos por arcos de medio punto sobre pilares. Estos soportales, denominados Portales de
Pan, de la Verdura..., indica las
actividades comerciales que aquí se celebraban, actividades incrementada
en 1465 merced privilegio de "
Mercado Franco" otorgado por Enrique
IV, a celebrar los jueces de cada semana. Entre estas construcciones
populares se intercalan edificios nobiliarios hasta configurar,
definitivamente, la llamada Plaza
publica o del arrabal de San Martín. En el centro de la misma se levanta
el Rollo o Picota, hoy situado en el
cruce de las carreteras a Madrid, Cáceres y Mérida. Es gótico-Isabelina y
remata en pináculo con la Cruz de Alcántara. Los escudos de los Reyes Católicos
da la fecha y confirma el estilo. En el siglo XVI momento de esplendor
constructivo e histórico. Son sus hijos mas insignes, Francisco Pizarro
conquistador de Perú, Francisco de Orellana, descubridor del Amazonas y Diego
García de Paredes, el Sansón extremeño, y miles de conquistadores,
colonizadores y evangelizadores que marcharon al Nuevo Mundo entre los siglos
XVI y XVIII. Trujillo está en 22 poblaciones de Perú, México, Nicaragua, Venezuela,
Colombia, EE.UU, Cuba, Honduras, Guatemala, Puerto Rico, R. Dominicana, Chile,
Argentina y Ecuador, en los que adquirió fama y renombre por algunos de sus
hijos.
En el Renacimiento,
Trujillo se extiende fuera de la muralla. El incremento demográfico y
nobiliario son las circunstancias que impulsa este desarrollo, poblándose la
ciudad de nueva construcciones nobiliarias, sobre entorno a la plaza, lugar
preferido por la nobleza para levantar sus grandes mansiones, cuyas perspectiva
permite la contemplación de sus grandes falladas y escudos: Casa de la Cadena,
Palacio de la conquista o de Hernando Pizarro. Palacio de los duques de San
Carlos, Palacio de Piedras Albas. A partir de este siglo evolución
arquitectónica de la ciudadela y de la ciudad será diferente. Frente a
casa-fuerte, poblada de torres, aspilleras y otros elementos defensivos y
góticos de la ciudadela, surgirá casa-palacio abiertas con logias y patios, al
tiempo de algunas casas señoriales, intramuros, renueva sus aspectos de
casas-fuertes a casas palaciegas y renacentistas.
En el siglo XVII inicia
su decadencia, que continúa en los siglos XVIII y XIX. Situada en ruta militar,
sufre las consecuencias de tres guerras: la de separación de Portugal (1640-68)
de Sucesión (1700) y la de la Independencia (1808). Cada una de ellas provoca
la despoblación de la ciudad, arruinado sus edificios y economía.
Durante el Sexenio
Democrático se constituyó la Junta Revolucionaria, que desapareció tras la
orden de disolución decretada el 21 de octubre de 1868. La figura de mayor
protagonismo fue la de Malo de Molina, diputado por Trujillo en 1873 y miembro
destacado del Partido Republicano. Tanto durante la etapa Isabelina, como en el
Sexenio Democrático y la Restauración, Trujillo vio acrecentado su protagonismo
comarcal al ser designada cabeza de distrito para las elecciones de diputados a
Cortes.
El 30 de noviembre de 1892, la Reina Regente María
Cristina decretó lo siguiente: “Queriendo
honrar la memoria de Don Francisco Pizarro, natural de Trujillo y conquistador
del Perú, con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América, en nombre
de mi Augusto hijo el Rey Don Alfonso XIII (q.D.g) y como Reina Regente del
Reino; vengo en conceder al Ayuntamiento de Trujillo el tratamiento de
Excelencia”
En el siglo XX, la
ciudad entera se erige en testimonio vivo de su pasado esplendor. En Trujillo
se respira historia, arte y, en definitiva, cultura. Esta se apoya sobre los
pilares de nuestros artistas pretéritos o contemporáneos, sus trabajos, sus
sueños, unos hechos realidad, otros anónimos. Se guardan muchos de ellos en los
museos de las ciudades y pueblos extremeños, o bien en colecciones particulares
que, junto a las muestras recogidas por instituciones religiosas y privadas,
forman el amplio y diverso Patrimonio Artístico de Trujillo.
LAS MURALLAS DE LA VILLA
Las murallas que engloban la Villa se
disponen de forma irregular para adaptarse a las diferentes cotas de nivel,
aunque muestran una ligera tendencia a la forma rectangular, abarcan un área
amesetada amplia. Su origen musulmán parece incontestable, sin embargo, de este
período no se conservan más que el trazado original, quizás con ciertas
reformas, y parte de su basamento. La historiografía local ubica temporalmente
su realización en el siglo XI, hecho que puede venir avalado por las
descripciones recogidas en las fuentes árabes y por la disposición típica de
medina, estructura urbana habitualmente fortificada.
Con bastante seguridad podemos afirmar que
existió un recinto fortificado más antiguo, cuya traza se asentaría próximo a
la alcazaba, a ella responderían los muros situados al Este (con dos torres
semicirculares macizas, muy reformadas) y al Sur de aquella: en la torre de
planta trapezoidal que en la actualidad avanza como balcón sobre la Plaza
Mayor. Este antemural continuaría su recorrido hacia el suroeste, espacio en el
que su presencia se pierde.
Podríamos datar esta primera muralla en el
periodo Taifa (años centrales del siglo XI), pues es en este momento cuando
todos estos elementos defensivos alcanzan su madurez funcional y estética. Sea
como fuere, esta primera cerca obliga a acometer la entrada principal a la
fortaleza no de un modo frontal, sino lateralmente, hecho que redunda en la
mejora de su defensa.
Si los primeros paños de la muralla podemos
situarlos cronológicamente entre los fines del califato de Cordoba e inicios de
los Reinos de Taifa, época marcada por la inestabilidad ante la ausencia de un
poder suficientemente fuerte como para aglutinar todo el territorio andalusí
bajo un mismo mando, el resto de sus lienzos pueden ser datados entre fines del
periodo Taifa e inicios del dominio almorávide, es decir, en torno a la segunda
mitad del siglo XI.
La muralla está jalonada por 17 torres
dispuestas a tramos irregulares a lo largo de todo el perímetro, su altura es
superior a la de los lienzos de los que parten, las plantas más frecuentes son
la cuadrada y la rectangular, a ellas habría que añadir las dos semicirculares,
ya mencionadas. De entre estas torres podemos destacar la albarrana que se une
al muro mediante una coracha alargada en el sector oeste. Los paños de la zona
norte sorprenden por la ausencia de torres; en este espacio apreciamos la
existencia de un edificio adosado, convertido en convento franciscano en el
siglo XV, que por su solidez pudiera reforzar la denominada Puerta de Coria.
La muralla conservada actualmente –en una
gran parte de su trazado- es legado no islámico, sino herencia cristiana de los
siglos XII-XV. Su estructura arquitectónica y sistema constructivo nos
confirman diferencias obvias con las realizaciones musulmanas de la Alcazaba y
del Albacar. El material constructivo sigue siendo el mismo, el granito, no
obstante su tratamiento difiere del de fases anteriores. La fábrica es de
mampostería, aunque en zonas bajas de los paramentos y en las esquinas de las
torres se emplean sillares, la piedra es unida con abundante cal y arena gruesa
tanto en las caras externas como en su interior. En ocasiones se observa la
presencia del ladrillo y pizarra como niveladores de las sucesivas hiladas
pétreas. Muros y torres se coronan con un remate cuadrado piramidalmente.
Si en la muralla reconocemos la huella de las
obras realizadas tras la definitiva conquista castellana (año 1233), serán las
puertas de ingreso al recinto las que marquen claramente la periodización del
mismo. De este modo, todas ellas, al menos todas las conservadas, responden a
unas tipologías propias de las tres últimas centurias del Medievo.
Actualmente son apreciables cuatro de las
siete que poseía el recinto; posiblemente no todas serian medievales y, quizás
habría que añadir alguna poterna hoy desaparecida tras las modificaciones
sustanciales a que el conjunto murario ha sido sometido (derribo de algunos
lienzos, variadas estructuras adosadas a los mismos, etc.)
La Puerta de Coria comunicaba directamente
con el campo, su traza es de arco ligeramente apuntado de medianas
proporciones, en ella no se observan inscripciones ni escudos.
El arco o Puerta de Triunfo muestra un vano
apuntado de claros resabios góticos, en él capean los escudos de Altamirano,
Añasco y Bejarano. Tradicionalmente se asocia este acceso con el lugar por el
que penetraron los cristianos en la conquista del lugar.
De conformación similar a la anterior es la
Puerta de San Andrés, debajo de cuyas almenas se situaron una inscripción de la
dificultosa interpretación, tal es su deterioro, y un escudo de los Reyes
Católicos.
La Puerta de Santiago, por su parte, presenta
un vano de medio punto que pudiera corresponderse con las primeras
realizaciones del recinto amurallado cristiano, y dos torres de flanqueo, una integrada en el
alcázar de Luis de Caves y otra
perteneciente a la Iglesia de Santiago.
También de traza muy antigua parece ser la de
la Veracruz. Sus motivos románicos así lo confirman, puerta de reducidas
dimensiones que apenas permitia el paso de un hombre a caballo, actualmente se
halla tapiada.
Desconocemos las puertas del Norte y las de las Palomitas, de esta última
(situada en el lado sur), se conservaban algunos restos y recientemente se ha
procedido a su restauración, ya que había sido demolida a fines del siglo XIX.
La original hubo de ser similar a la que
muestra en Cáceres el Arco de la Estrella: un arco escarzado esviado que
permitiera el tránsito de carruajes en una zona caracterizada por la reducción
de espacios y la notable pendiente.
El complejo sistema de fortificaciones se
completaría en época bajo medieval con la edificación de numerosas casas-fuertes.
Son éstas construcciones recias, sólidas, en las que su uso residencial se
combinaría con el de defensa de un determinado espacio urbano tanto frente al enemigo exterior, como ante los
convecinos en la múltiples disputas internobiliarias (luchas de bandos) que
asolaron las ciudades castellanas de la Baja Edad Media.
Alcazaba, Albacar y Murallas han sufrido
innumerables reformas desde época histórica, capaces de enmascarar los
elementos originales de la obra. El propio devenir de los tiempos ha despojado
los distintos recintos defensivos de toda funcionalidad militar, dotándola de
otra bien distinta como estética; entre uno y otro momento existen diez siglos
en los que las transformaciones y añadidos, propios de una obra vivía y
funcional han primado sobre el estatismo purista.
La fortaleza y la muralla sufrieron reformas
evidentes con la llegada de nuevos pueblos norteafricanos (almorávides,
almohades), que adaptaron las construcciones existentes a sus necesidades
militares y a los nuevos gustos de la
época: Tras 1165, fecha de la primera toma de la ciudad, nuevas reformas
perciben sobre el conjunto de los lienzos modificaciones que se repetirán en la
última parte del siglo XII y en los inicios del XIII con el apresamiento de
Trujillo por los almohades. Transformaciones notables se produjeron tra la
definitiva conquista cristiana (1232), periodo en el que se levantan buena
parte de los lienzos de la muralla actualmente conservada.
Añadidos y recrecidos desde este momento
hasta fines del medievo son realizados en un intento de mejorar las defensas de
la ciudad, imbuida en las múltiples disputas por el poder, tanto a nivel local
(luchas urbanas internobiliarias), como en un plano general del reino, inserto
en una dinámica de frecuentes conflictos civiles.
Entre finales del XV y a lo largo del siglo
XVI se sumarán nuevos elementos, de este periodo data la estructura abaluartada
sita en la zona suroeste del Albacar.
Demolición de algunos paños y pérdida de
funcionalidad militar son las notas más destacadas de las defensas trujillanas
a partir del siglo XVI, numerosa viviendas
se adosan a las murallas y estas comienzan un proceso de fosilización
y ruina
al carácter de reparaciones frecuentes, la ciudad se extienden
extramuros desplazándose con ella los centros más importantes de la vida
pública.
Los conflictos del siglo XIX, especialmente,
especialmente la Guerra de la Independencia, provocarán graves desperfectos en
unas construcciones no adaptadas a la artillería pirobalística.
La alcazaba pasa a manos particulares en el
siglo XIX, hecho que redunda aún más en su deterior. A comienzos del XX es
declarada Monumento Histórico-Artístico y poco después adquirida por el
Ayuntamiento de la localidad, que es su propietario.
CASTROS
Trujillo
posee un denso y variado conjunto de yacimientos arqueológicos, unos con restos
aún de estructuras arquitectónicas y otros con vestigios apenas perceptibles
pero que han sido excavados (Aguas Viejas).
Concretamente,
en la Cerca de la Encina y en el lugar del Pradillo, se conservan partes de la
muralla de un recinto protegido, un conjunto residencial de viviendas,
pertenecientes a la Edad del Bronce. En ambos conjuntos, la parte más señalada
es la pequeña muralla que integra en su recorrido, gran parte de los bolos
graníticos que coronan el cerro donde se encuentra; esta se dispone con
paramentos a hilada con relleno y a veces en el zócalo utiliza grandes bloques
monolíticos de piedra. Sin llegar a resultar excepcional, constituye un claro
exponente de pobladores que aprovechan las ventajas que proporcionan los
rebordes montañosos y la alternancia de litologías distintas para vivir a
expensas una economía que combina la agricultura, la explotación ganadera y la
caza.
El
Berrocal está lleno de asentamientos humanos que podemos situar en la Edad del
Bronce con tradiciones megalíticas, en la Cerca de los Toros, la Molineta, el
Pradillo, cueva del Fraile... En el Pradillo, próximo a la Cueva Larga donde
aún subsiste un grupo esquemático de pinturas, encontramos restos de un
asentamiento. El mismo abrigo formado por la naturaleza y adaptado por el
hombre debió ser un enorme dolmen natural convertido en mausoleo; frente a la
entrada notamos restos de otro monumento funerario arruinado y vereda adelante
hasta alcanzar la solana de la machorra siguiente está el poblado con un ara de
sacrificios presidiendo una gran explanada.
En la
Cerca de los Toros, donde se conserva un altar impresionante desde donde se
dirigían al pueblo los notables del momento, están las tribunas perfectamente
talladas en una gran roca sobre cuya cúspide se sacrificaban animales a las
divinidades. Las viviendas son como las del Pradillo, con dos enormes jambas
para sujetar el dintel de sus puertas, las plantas eran variadas predominando
las formas circulares, con corrales familiares; majadas que a lo largo de los
Tiempos poco evolucionaron siendo paralelas a la cultura de los zahurdones en
falsa cúpula que hasta hace nada seguían construyendo nuestros padres.
El zahurdón de las Ánimas está
asilvestrado en medio del camino a la Sierra de los Lagares, entre la Molineta
y el Molino de Viento; personalmente lo he conocido con gallinas, ovejas y
cerdos que atendía una familia ubicada en el zahurdón, con la lumbre en medio y
los camastros alrededor. Es un magnífico ejemplar de chozo, que tiene adosadas
dos zahúrdas rectangulares. En su interior remata con un techo de falsa cúpula,
por aproximación de hiladas; en el exterior está cubierto por tierra y vegetal
que resguarda y sirve de aislante a las inclemencias del tiempo. Las
coordenadas son: 39º 26´ 59´´ N y 005º
51´ 38´´ O.
Encontramos
estructuras circulares de posibles cabañas de un asentamiento encerrado tras
una muralla que conserva prácticamente completa la mitad de su recorrido. Cada
vivienda posee un muro de cierre con una pequeña entrada, un hogar delimitado
por piedras.
Como en el caso de los poblados anteriores el lugar elegido es una pequeña
elevación flanqueada por pequeñas formaciones de granito con amplia visión
hacia el S, las partes N, E y W no presentan un panorama despejado dada la
escasa altura del terreno. En la mayoría están presentes los grandes bolos de
granito de formas caprichosas que suelen encerrar volúmenes propicios para
fijar hábitat primitivos.
El poblado de Aguas Viejas está enterrado; la mayoría de su superficie queda
bajo varios metros de rocas y tierra producto de las necesarias nivelaciones;
un pequeño espacio, cerca de donde estaba la excavación soportaba únicamente
unos decímetros de escombros, localizándose en superficie restos de
cerámica, los fragmentos más toscos
procedentes de las paredes y otras dos pequeñas guardan diversos materiales de
mayor personalidad.
Encontrando
piezas de cerámica sin decorar pertenecientes a paredes; su color es pardo,
sólo tres fragmentos son grises; tienen factura manual, la mayoría con
desgrasantes de pequeño tamaño, así como varias piezas semejantes; su color
predominante es el pardo, hay algunas pardo rojizo y una minoría son grises;
tienen factura manual con numerosos y gruesos desgrasantes, a veces de muy
grueso tamaño; su grosor oscila entre 22 y 5 mm hay un claro predominio
de cerámicas gruesas; su acabado es con mal alisado. En lo referente a objetos
líticos se localizaron varias lascas de
silex pardo translúcido, y láminas de cuarzo blanco de sección trapezoidal, y
puntas de flecha de silex de color gris rosado de base ligeramente convexa,
anverso y ambas aristas de los extremos laterales bien retocados. Claramente,
un poblado de finales del Bronce aunque observamos en los restos cerámicos la
técnica evidente utilizada en poblados calcolíticos importantes como La
Pijotilla, Zambujal, Valencina, Los Millares etc.
En resumen, el poblamiento de Aguas Viejas, en sus momentos finales, ha
ofrecido unos materiales pertenecientes a una pequeña población de economía
diversificada -agrícolas, caza y actividades diversas-, cuyas cerámicas ofrecen
variaciones formales, decorativas y técnicas con respecto a las cerámicas del
Calcolítico y son propias de la Edad del Bronce aunque faltan elementos claros
definitorios de las particulares de esta época. A su vez presenta un marcado
continuismo con respecto a los materiales líticos e incluso metálicos, esta
cuestión hace que por el momento me decante más bien por el Bronce inicial como
la época de vida de este poblamiento.
Con respecto al
predominio de los recipientes de almacén, la ausencia de defensas y su
ubicación cerca de la mejor fuente natural del entorno hay que intuir en ello
una mayor sequedad en el ambiente natural con mayor dificultad en el acarreo
cotidiano de provisiones que desde luego necesitaban ser conservadas durante
bastante tiempo. Igualmente denota una ausencia de peligros exteriores quizás
debido a un claro despoblamiento de la zona y sobre todo a la pérdida de
importancia de la ruta N-S que une la cuenca media del Guadiana con la del Tajo
medio y en la que desde finales del Neolítico nuestros poblamientos habrían
sido un punto de referencia de cierta importancia.
PINTURAS RUPESTRES DEL PRADILLO Y BELÉN
Las pinturas rupestres esquemáticas halladas y
conservadas en la región extremeña han sido datadas, sin alcanzar un acuerdo
entre autores, entre el Mesolítico y la Edad del Bronce, decantándose la mayoría
de los estudiosos por ubicar temporalmente la creación del mayor número de
estos ejemplos entre el Neolítico y el Calcolítico o Edad del Cobre.
Coincidiría así la creación de muchas de estas obras con la llamada cultura
megalítica. Respondiendo a unas características comunes que en gran medida se
repiten a lo largo y ancho de la comunidad, y que podrían ampliarse a toda esa
región artística prehistórica encajonada en el suroeste peninsular, donde la
esquematización alcanzó su mayor abstracción artística. Destacaría entre sus
propiedades más habituales la elaboración de las obras pictóricas en un color
rojizo, obtenido presuntamente gracias al uso de pigmentos minerales que, tras
haber sido extraídos de la piedra, se mezclarían con agua, sustancias grasas o
resinas que actuarían como aglutinante. El uso de pigmentos negros o blancos es
escaso en comparación con los trabajos en ocre, ejecutados mayoritariamente en
líneas gruesas que bien pudieran haber sido trazadas con la ayuda del propio
dedo del autor. Combinarían éstas con otros trazos más finos, presuntamente
pintados con algún tipo de brocha elaborada manualmente, o inclusive alguna
pluma o rama tomada como pincel.
Las pinturas del Pradillo se localizan al NE, en una
latitud de 39º 28´ 02´´ y longitud de 5º 52´ 45´´ . Concretamente, partiendo de
la Plaza Mayor de Trujillo, tomamos la avenida de la Coronación en dirección a
Huertas de Ánimas; antes de nuestra izquierda entre las edificaciones y tras de
ellas, unas bellas formas de granito, hacia la mitad de la citada Avenida
encontraremos la cueva. Las pinturas fueron descubiertas en el mes de marzo de
1973 por un grupo de la Organización Juvenil Española, dirigido por Alfonso
Naharro, meses después el Dr. Jordá de
la Universidad de Salamanca y el Dr. Rivero de la Higuera visitaron el covacho
y certificaron las pinturas.
La cueva se abre al Este. Sus formas son redondeadas
aunque de tendencia prismática rectangular e irregular, desgastadas con más intensidad
están las caras y aristas superiores. Su entrada mide 2 m de ancho y 1, 95 m de alto,
la longitud total, ligeramente ascendente, está en torno a los 11 m . Interiomente, tiene una
longitud de 6 m. Se conservan escasas pinturas de color rojo vinoso, se trata
de un antropomorfo, tendente a la posición vertical, claramente esquemático, a
la derecha del mismo, otro resto de pintura de forma lineal curva, de tendencia
vertical y ligeramente arqueada; al lado, cinco trazos ligeramente inclinados
hacia la parte inferior izquierda, es decir, un antropomorfo sin terminar o
erosionado. Otra de las figuras definidas es un ancoriforme de cabeza
ligeramente apuntada, cuya extremidad superior derecha acaba con bastante
rectitud siendo más curvada la izquierda
Posiblemente, nos encontremos ante una escena de caza, un
cazador, portaría en su mano derecha un venado, exhibiendo su cabeza y sus
puntas en posición horizontal, de la misma época que las existentes en un
abrigo cercano a la localidad de Belén, próximas al Cancho Gordo, enmarcándolas
en el tema cinegético y dentro de la
cronología del resto de lugares localizados de la pintura esquemática en el
ámbito provincial (postpaleolítico, concretamente su ejecución más antigua
podría haber sido en el Neolítico Medio que es cuando se sitúa la introducción
del arco y la flecha en nuestra cultura peninsular).
ALTAR DE
SACRIFICIOS DE LAS CALDERONAS
En la cerca de las Calderonas, a 3.777 metros
de la ciudad de Trujillo por la carretera de Madroñera, una zona muy rica en
yacimientos arqueológicos, nos encontramos con un
altar de sacrificios, un monumento donde se
ha trabajado la piedra
a conciencia para tallar unas escaleras y
cercana a ellas una cubeta donde posiblemente
tenían lugar los rituales de sangre. Esta zona
de las Calderonas constituye
un paraje de gran belleza donde el granito y
el encinar mezclados producen
un paisaje representativo de la tierra
trujillana. El granito se presenta en forma
de multitud de grandes y pintorescas rocas,
desgajadas de otras mayores con cortes
rectilíneos en la mayoría de los casos,
montadas unas sobre otras, formando
promontorios con frecuentes abrigos. Como
ocurre en la Ciudad Encantada de
Cuenca, el recorrido de todo su paisaje con detenimiento
constituye un cúmulo de sensaciones curiosas acercándonos más a la antigüedad y
a sus enigmas, en la
mayoría de los casos producidos por la
imaginación. Tanto los vettones como los pueblos celtas en general, rendían
culto a los dioses en altares de sacrificio de piedra en lugares al aire libre.
El altar de los sacrificios era un edificio
público, un recinto de 13 por 4 metros
excavado parcialmente en la propia roca que
aquí se compone de una gran peña
granítica. Aparece tallada una doble escalera
(por el sureste y el oeste), escalones
excavados que comunican con casi la base de
la gran roca. En una roca cercana
y de inferior tamaño, situada unos 10 m al
norte, se observa superiormente, una
oquedad con un canalillo que facilita el vaciado,
estas dos últimas cuestiones son
de apariencia más natural.
Son muy escasos los monumentos similares a
éste, concretamente en Cáceres
don Tomás Martín Gil localizó en los años 30
del siglo XX otro similar. Donde
más abundan es en Ávila, concretamente,
podemos citar el altar del castro de
Ulaca en Solosancho (Ávila)5 y el portugués
de Panoias (Vila Real)6. Es conocido
por las fuentes de la época que estos
sacrificios de animales e, incluso, humanos estaban relacionados con prácticas
rituales y se celebraron entre las poblaciones
vettonas7. El sacrificio humano tendría lugar
en la zona superior de la roca, mientras
las entrañas de las víctimas se quemaban en
unas cubetas y la sangre vertía
en otros similares, al tiempo que se rendía
culto a las divinidades indígenas.
Las tierras que actualmente forman las
provincias de Ávila, Salamanca, Toledo
y Cáceres, compartieron entre el año 500 a.
C. y el cambio de era una serie
de rasgos culturales, sociales y económicos,
lengua y creencias religiosas1. Esa
identidad fue reconocida en los textos de los
escritores griegos y romanos con el
nombre de Vetona, región de los pueblos
vettones. A este período se le conoce
como la Segunda Edad del Hierro, época en la
que la población comenzó a protegerse
por los continuos enfrentamientos bélicos,
construyendo murallas, torres
y fosos, conocidos como castros o
fortificaciones situados en cerros altos y en la
confluencia de varios ríos2. Podemos citar,
los castros-ciudadela de la Villeta del
Azuquén, Villasviejas del Tamuja (excavado
por doña Francisca Hernández en el
año 1989)3; el castro de la Coraja en
Aldeacentenera (excavado por los profesores don José A. Redondo, don Julio
Esteban y don José Salas entre 1984 y 1991)4; y otros como el Cerro del
Castrejón, la Burra y el Pardal.Ya lo dijo Estrabón en el siglo I a. C.: «Dicen
que algunos viven como espartanos, ungiéndose dos veces con grasas y bañándose
de sudor obtenido con piedras candentes, bañándose en agua fría y tomando una
vez al día alimentos puros y simples». Estrabón (3, 3, 6).
Por su parte, Plinio en el siglo I d. C.
especificó: «Lusitania comienza a partir
del Duero comprende las gentes célticas, los
túrdulos y, alrededor del Tajo, los
vettones». Plinio (n. b. 4, 113). Eran
pueblos dedicados a la agricultura de tipo cerealista de secano, con distintas
variedades de trigo y cebada muy resistentes al clima frío y seco de invierno
en la tierra trujillana y, caluroso en verano, con el complemento de legumbres
y bellotas, también utilizaban la miel para endulzar los alimentos. Son muchos
los molinos de piedra localizados en Trujillo, de tipo rotatorio o circular
que gira sobre un eje central, empleado
por los vettones para obtener harina, a partir de
trigo y bellota.
El principal medio de vida de los vettones
fue la ganadería, básicamente cabras,
ovejas y cerdos que aportaban más calorías en
la alimentación diaria. El hierro se convirtió desde el siglo IV a. C. en el
material estándar para la fabricación de útiles y armas.
La comarca de Trujillo es una excelente cantera
para la obtención de piedra,
para poder construir murallas o viviendas.
Grandes planchas de granito se aprovecharon
siguiendo las vetas naturales, rompiendo con
cuñas bloques regulares.
La labra de molinos circulares de dos piezas
fue otra de las actividades cotidianas.
En los cuales el grano de cereal se trituraba
y transformaba en harina para
poderlo consumir diariamente.
ALTAR DE SACRIFICIOS EN LA MOLINETA (TRUJILLO)
En la
finca de La Molineta, a una distancia de
2200 metros en línea recta desde Trujillo, próxima al lavadero y al molino,
nos encontramos con un altar de sacrificios en una gran roca desde la
cual podemos divisar una magnífica vista de Trujillo y del berrocal que
circunda que responde a las siguientes coordenadas N 39º 27' 18,43" O 5º 51' 31.85, donde se ha trabajado la piedra a
conciencia para tallar unas escaleras y cercana a ellas una cubeta donde
posiblemente tenían lugar los rituales de sangre. Esta zona de La Molineta
constituye un paraje de gran belleza donde el granito y el encinar mezclados
producen un paisaje representativo de la tierra trujillana. El granito se
presenta en forma de multitud de grandes y pintorescas rocas, desgajadas de
otras mayores con cortes rectilíneos en la mayoría de los casos, montadas unas
sobre otras, formando promontorios con frecuentes abrigos. Donde el recorrido
de todo su paisaje con detenimiento constituye un cúmulo de sensaciones
curiosas acercándonos más a la antigüedad y a sus enigmas, en la mayoría de los
casos producidos por la imaginación.
Las tierras que actualmente forman las provincias de Ávila, Salamanca, Toledo y Cáceres, compartieron entre el año 500 a. C. y el cambio de era una serie de rasgos culturales, sociales y económicos, lengua y creencias religiosas. Esa identidad fue reconocida en los textos de los escritores griegos y romanos con el nombre de Vetona, región de los pueblos vettones. A este período se le conoce como la Segunda Edad del Hierro, época en la que la población comenzó a protegerse por los continuos enfrentamientos bélicos, construyendo murallas, torres y fosos, conocidos como castros o fortificaciones situados en cerros altos y en la confluencia de varios ríos. Podemos citar, los castros-ciudadela de la Villeta del Azuquén, Villasviejas del Tamuja (excavado por Francisca Hernández en el año 1989); el castro de la Coraja en Aldeacentenera (excavado por los profesores José A. Redondo, Julio Esteban y José Salas entre 1984 y 1991); y otros como el Cerro del Castrejón, la Burra y el Pardal. Ya lo dijo Estrabón en el siglo I a. C.: «Dicen que algunos viven como espartanos, ungiéndose dos veces con grasas y bañándose de sudor obtenido con piedras candentes, bañándose en agua fría y tomando una vez al día alimentos puros y simples»[1].
Las tierras que actualmente forman las provincias de Ávila, Salamanca, Toledo y Cáceres, compartieron entre el año 500 a. C. y el cambio de era una serie de rasgos culturales, sociales y económicos, lengua y creencias religiosas. Esa identidad fue reconocida en los textos de los escritores griegos y romanos con el nombre de Vetona, región de los pueblos vettones. A este período se le conoce como la Segunda Edad del Hierro, época en la que la población comenzó a protegerse por los continuos enfrentamientos bélicos, construyendo murallas, torres y fosos, conocidos como castros o fortificaciones situados en cerros altos y en la confluencia de varios ríos. Podemos citar, los castros-ciudadela de la Villeta del Azuquén, Villasviejas del Tamuja (excavado por Francisca Hernández en el año 1989); el castro de la Coraja en Aldeacentenera (excavado por los profesores José A. Redondo, Julio Esteban y José Salas entre 1984 y 1991); y otros como el Cerro del Castrejón, la Burra y el Pardal. Ya lo dijo Estrabón en el siglo I a. C.: «Dicen que algunos viven como espartanos, ungiéndose dos veces con grasas y bañándose de sudor obtenido con piedras candentes, bañándose en agua fría y tomando una vez al día alimentos puros y simples»[1].
Por su parte, Plinio en el siglo I d. C. especificó:
«Lusitania comienza a partir del Duero comprende las gentes célticas, los
túrdulos y, alrededor del Tajo, los vettones»[2]. Eran
pueblos dedicados a la agricultura de tipo cerealista de secano, con distintas
variedades de trigo y cebada muy resistentes al clima frío y seco de invierno
en la tierra trujillana y, calurosa en verano, con el complemento de legumbres
y bellotas, también utilizaban la miel para endulzar los alimentos. Son muchos
los molinos de piedra localizados en Trujillo, de tipo rotatorio o circular que
gira sobre un eje central, empleado por los vettones para obtener harina, a
partir de trigo y bellota.
El principal medio de vida de los vettones fue la ganadería, básicamente cabras, ovejas y cerdos que aportaban más calorías en la alimentación diaria. El hierro se convirtió desde el siglo IV a. C. en el material estándar para la fabricación de útiles y armas.
La comarca de Trujillo es una excelente cantera para la obtención de piedra, para poder construir murallas o viviendas. Grandes planchas de granito se aprovecharon siguiendo las vetas naturales, rompiendo con cuñas bloques regulares.
La labra de molinos circulares de dos piezas fue otra de las actividades cotidianas. En los cuales el grano de cereal se trituraba y transformaba en harina para poderlo consumir diariamente.
El principal medio de vida de los vettones fue la ganadería, básicamente cabras, ovejas y cerdos que aportaban más calorías en la alimentación diaria. El hierro se convirtió desde el siglo IV a. C. en el material estándar para la fabricación de útiles y armas.
La comarca de Trujillo es una excelente cantera para la obtención de piedra, para poder construir murallas o viviendas. Grandes planchas de granito se aprovecharon siguiendo las vetas naturales, rompiendo con cuñas bloques regulares.
La labra de molinos circulares de dos piezas fue otra de las actividades cotidianas. En los cuales el grano de cereal se trituraba y transformaba en harina para poderlo consumir diariamente.
Tanto los vettones como los pueblos celtas en general,
rendían culto a los dioses en altares de sacrificio de piedra en lugares al
aire libre.
El
altar de sacrificios de La Molineta está formado por una gran roca granítica,
aparece tallada una doble escalera que corren paralelas en la cara que mira al
Este, escalones excavados que comunican con casi la base de la gran roca y
conducen en la zona superior a una superficie plana con dos concavidades
comunicadas entre sí, una de ellas prácticamente desaparecida por las
inclemencias del tiempo y la acción erosiva. Una de ellas vertía en una tercera
que a través de un canalillo conducía los líquidos al pie del altar. El
sacrificio tenía lugar en la zona superior, mientras que las entrañas de las
víctimas se quemaban en unas cubetas o nichos y la sangre vertía en otros
similares, al tiempo que ser rendía culto a las divinidades. El sacrificio
comprendía varias fases y se trataría de un ritual de iniciación que ofrece un
orden y un itinerario determinado, sacrificando animales y vertiendo su sangre
que correría por el canalillo hasta la cubeta
u oquedad situado en la zona inferior. Las dimensiones de la piedra son
las siguientes: El eje mayor tiene una longitud de 4,60 m y 2,50 metros en
menor. El diámetro de resalto circular es de 0,80 m y soltura de unos 0,04 m.
La altura mayor de la roca es de 4,10 m, la profundidad media de la concavidad
es de 0,20 m. Hemos de tener en cuenta que la distancia existente desde el
Altar de la Molineta hasta el Altar de la finca de las Calderonas es de 1590 metros.
Donde
más abundan es en Ávila, concretamente, podemos citar el altar del castro de
Ulaca en Solosancho (Ávila) y el portugués de Panoias (Vila Real). Es conocido
por las fuentes de la época que estos sacrificios de animales e, incluso,
humanos estaban relacionados con prácticas rituales y se celebraron entre las
poblaciones vettonas. El sacrificio humano tendría lugar en la zona superior de
la roca, mientras las entrañas de las víctimas se quemaban en unas cubetas y la
sangre vertía en otros similares, al tiempo que se rendía culto a las
divinidades indígenas.
Es importante destacar que en esta zona donde se encuentra
el Altar de sacrificios de La Molineta se conservan los restos de una atalaya
musulmana, a 30 metros. del Altar,
identificaba por la existencia de un poblamiento claramente consolidado
en el que el carácter militar, entre el Tajo y el Guadiana, y la proximidad con
la medina de Trujillo, citada reiteradamente por las fuentes islámicas como un
bastión esencial de ocupación islámica, le sitúa como uno de los asentamientos
islámicos extremeños de primer orden, destacando la importancia del enclave, pues
desde esta atalaya se divisa perfectamente Trujillo (Taryala) al Oeste a 517
metros. de altitud y al Este el asentamiento de Santa Cruz de la Sierra situado
a 840 metros de altitud, un cerro con restos de ocupación humana desde la
Prehistoria hasta el siglo XIII.
Concretamente, esta atalaya de La Molineta se sitúa en el
punto más elevado de la zona, debió controlar el paso del camino hacia
Trujillo, una ruta muy transitada ya desde los tiempos de la dominación romana.
La construcción aprovecha una elevación granítica para erigir en su perímetro
muros de mampostería en los que destaca el modo de disponer los mampuestos a
sardinel. Consideramos que dicha atalaya pudo haber sido construida en época
emiral, perpetuándose la ocupación hasta el siglo XIII aunque ya muy mermada y
sería abandonada tras la reconquista cristiana acaecida el 25 de enero de 1233,
abandono que se ha mantenido hasta nuestros días. A grandes rasgos, en función
de lo que permiten ver la mucha vegetación y los derrumbes que se aprecian en la
falda del cerro, presentando una gran plataforma construida en piedra provista
de enormes contrafuertes, un grosor que supera los dos metros y que aún ofrece
alzados con una altura superior a los 4 metros. El alto del cerro debió estar
coronado por una atalaya de importantes dimensiones, erigida aprovechando los
muchos afloramientos rocosos existentes, y que se observa claramente a pesar
del deterioro avanzado en el que se encuentra, debió ser un importante conjunto
defensivo y de vigilancia. También, a escasos metros del Altar se conservan los
restos de una prensa olearia.
El cerro goza de un importante control visual que alcanza
desde las estribaciones de la Sierra de Santa Cruz al Este, hasta Trujillo, su
berrocal y la penillanura trujillano-cacereña al Oeste y Suroeste. Encima de
los restos de la atalaya, y aprovechando los materiales pétreos de la misma, en
el siglo XVIII se construyó el molino para la molienda del grano (hoy
parcialmente consolidado). Entre este y el segundo molino –muy próximo- hay un
agradable paseo, mostrando el duro y verdadero paisaje del Berrocal; canchos de
granito de caprichosas formas, retamas, algunas encinas y pastos para el ganado
bovino son algunos de los elementos que componen este paisaje.
EL ALTAR DE SACRIFICIOS DEL PRADILLO DE
TRUJILLO
Este monumento rupestre se encuentra situado en el
casco urbano de Trujillo, en un paraje conocido como “El Pradillo” en un
lateral de la Avda. de la Coronación, al NE. El punto geográfico que ocupa está
muy próximo al formado por una latitud de 39º 28´ 02´´ y longitud de 5º 52´
45´´ del meridiano de Grenwich, hoja 702-II, denominada Trujillo, del Mapa
Topográfico Nacional 1/25000, Instituto Geográfico Nacional, Madrid 1996.
El altar rupestre se encuentra situado sobre
una roca aislada en un contexto rocoso, referencia visual obligada. La roca
constituyó en su momento un afloramiento granítico del que se ha ido desgajando
por efecto de la erosión, constituyendo una pequeña peña unida por la base con
el afloramiento original. Esta peña cuenta con dos elementos característicos de
este tipo de estructuras, han desaparecido las supuestas escaleras de acceso al
estar erosionada la roca por una de sus partes, aunque posiblemente no
existieran porque es fácil el acceso al altar, se conserva el altar en la cima
y el canalillo. Estas obras, como el
resto del arte rupestre, a pesar de su fosilización, sufren desde su ejecución
un progresivo deterioro.
En una cueva cercana, a escasos metros, aún
se conservan algunos restos de pinturas rupestres esquemáticas sobre la roca
granítica, muestras muy deficientes de ancoriformes por la fácil meteorización
de los componentes graníticos que han afectado a esta estación trujillana. En el mes de marzo de 1973 un grupo de la Organización
Juvenil Española, dirigido por don Alfonso Naharro, descubrió estas pinturas.
Poco después le fue comunicada la noticia al Dr. Jordá de la Universidad de
Salamanca quien visitó el covacho. Dada la escasa espectacularidad del hallazgo
pasó el tema a la Dra. Rivero de la Higuera quién incluyó una imprecisa y breve
reseña en un artículo de contenido más amplio. Aún se perciben un antropomorfo
o forma humana, claramente esquemático, de rojo vinoso -tinto claro-, al lado
otra figura humana de tendencia vertical y ligeramente arqueada, convexa al
exterior, lo que parece ser un arco; su trazado nos ha llegado bastante
intermitente. A la izquierda de la representación esquemática humana,
correspondiente al lado derecho del modelo hay un trazado, ciertamente complejo,
El conjunto continúa hacia la parte superior donde se percibe un trazo de
tendencia horizontal, ligeramente arqueado, cóncavo en la parte inferior sobre
todo en la derecha; es decir esta cuarta figura es un ancoriforme de cabeza
ligeramente apuntada y en torno a su cintura hay una serie de pequeñas
puntuaciones indicadoras de que el personaje portaba lo que parece ser un
objeto punzante alargado. Formalmente y temáticamente presentan similitudes con
las pinturas esquemáticas de Malpartida de Cáceres, Torrejón el Rubio y los
conjuntos pictóricos de La Burra y El Joyu en Cañamero, que situamos en las
cercanías del Calcolítico Final o en los comienzos del Bronce.
Hacia el sur, en menor altura, se presentan
afloraciones graníticas y posibles restos de lo que pudo haber sido una muralla
de la Edad del Bronce, muestras evidentes de que este paraje sirvió para que
los asentamientos humanos fueran numerosos, demostrables éstos solamente en la
Protohistoria. Lo más característico es destacar al Norte el cabezo granítico
en sus distintos momentos de ocupación desde la Protohistoria hasta la
ocupación cristiana con la alcazaba
emiral, pareja de la emeritense. A su solana se alza un paisaje plenamente
urbanizado: la ciudad de Trujillo. Todavía debemos mencionar otro “cabezo”,
hacia el NW emerge el denominado “Pradillo II”. Su aspecto actual es más
rotundo y cortante.
EL
LAVADERO MUNICIPAL
Uno de las estructuras singulares situadas en el entorno
de la ciudad es el lavadero municipal, que data de finales del siglo XIX y se
caracteriza por su singularidad arquitectónica a base de ladrillo y piedra,
mediante el juego de arcos de medio punto de ladrillo sobre pilares y pretiles
de cantería. El lavadero municipal de Trujillo se sitúa en las coordenadas: 39º
27' 18” de latitud Norte y 43 5º 51' 31” de longitud Oeste. El lavadero, de
titularidad pública, era utilizado antiguamente por los vecinos de Trujillo y
de las pedanías de Huertas de Ánimas y Belén para lavar la ropa. Tiene una
superficie de más de 700 metros cuadrados. Está construido en forma de “L” a
base de mampostería, ladrillo y argamasa y ubicado en torno a una charca de
unos cuatro metros de profundidad. Como principal referente, cuenta con 94
pilas de granito, según fuentes regionales. En el año 2007 el Consistorio llevó
a cabo obras de recuperación del mismo y ha sido finalmente restaurado en el
año 2015.
Las lavanderas eran las profesionales especializadas
en el lavado de la ropa, siendo uno de los oficios más duros, dentro de los que
se prestaban a los hoteles y veraneantes, por personas del exterior tal era el
caso del Hotel “El Cubano” de Trujillo, lugar en el que
tuvieron fama las lavanderas y que en ocasiones se simultaneaban con labores de
planchado.
A finales del siglo XIX y hasta mediados del XX, adquirió
importancia el Lavadero de Trujillo. La limpieza de las ropas se llevaba a cabo
en los márgenes de cantería del citado Lavadero.
Las lavanderas, colocadas de bruces sobre las lanchas
de piedras, realizaban el trabajo siempre penoso. Un avance importante supuso
la construcción de especies de cobertizos o bancos sobre las corrientes de
agua, en cuyo interior se colocaron una especie de bancos o cajones, donde las
mujeres podían acomodarse, preservándose de la humedad, disponiendo de una
piedra, que en su parte inferior entraba en el agua y sobre la que podían
jabonar, restregar y golpear la ropa.
En este lavadero de Trujillo se alineaban un número
variable de puestos de trabajo individuales, constituidos básicamente, por una
piedra inclinada, sobre la que las mujeres llevaban a cabo su tarea.
Las tareas básicas del lavado consistían en “enjabonar
la ropa con pastillas de Chimbo o Lagarto”, poner a remojo, dejar reposar,
quitar manchas restregando si las hubiera y aclarar con agua a mano o golpeando
sobre la piedra.
La siguiente operación, tras preparar en un barreño
una mezcla de agua y lejía, era la inmersión en la misma de la ropa, “dejándola
un buen rato”, si bien, en el caso de las sábanas de hilo, no podía
utilizarse lejía, aunque sí el jabón.
Tras un nuevo aclarado, se volvía a meter la ropa en
una mezcla de agua y añil, para acabar retorciéndola hasta quitarle toda el
agua posible.
Aunque, para el secado, lo habitual era extenderla al
sol sobre la hierba o las zarzas, "para que la ropa se soleara".
Tras el estirado y su doblado, se colocaba en una cesta de mimbre o castaño,
procediéndose de nuevo a su recuento y entrega.
Ha sido restaurado por la empresa Restaura en el año 2015, financiado por la Junta de Extremadura con
o un presupuesto de 60.000 euros, procediendo a su consolidación de muros y
recuperación de los distintos elementos. En una primera fase, se puso la
cubierta a una parte del inmueble, con unas cerchas de madera laminada, paneles
aislantes, junto con teja árabe. Limpieza de vegetación, así como la
regularización, impermeabilización y remate de las coronaciones de los muros
que forman la nave, cerrando además oquedades que hayan podido aparecer en las
fábricas a lo largo del tiempo. La intervención también contempló la
sustitución de los ladrillos deteriorados de los arcos. Así mismo, se picaron y
repusieron los morteros de cal de los muros, en los puntos en los que se
encontraban deteriorados. Los trabajos en el lavadero incluyeron la reposición
de las canaletas de piezas de granito que sirven para la evacuación del agua de
las pilas y las piezas que faltaban en los umbrales de los accesos a la zona de
la charca. Con todo ello, se ha conseguido recuperar el aspecto original. Con
este proyecto, el lavadero podrá acoger diversas actividades.
El lavadero de Trujillo adquiere aún más importancia
por estar ubicado en un complejo yacimiento arqueológico en la zona: un altar
rupestre de la Edad del Hierro, también llamados peñas sacras, un lagareto, un
molino del siglo XVIII y restos de una torre defensiva musulmana.
MOLINOS DE VIENTO
La
tipología del ·molino de viento de torre” como los dos existentes en Trujillo ( 39º 26´ 54´´ N
005º 52´ 06´´) tiene su origen
en el siglo XIV en Normandía y en Francia, luego tomando como modelos estos molinos,
comenzaron a construirse en el área italiana y holandesa. Las representaciones
de molinos más antiguas que se conocen revelan la existencia de dos tipos en el
NW y centro de Europa de finales de la Edad Media, son modelos nórdicos del
tipo “molino de torre” con caperuza movible. Construidos con pared de piedra y
cal, dentro del recinto se hallan tolva, muelas, etc., y son de planta circular.
Algunos
autores[3]
afirman que el molino de torre entra en el Norte en el siglo XVI y da lugar a
variedades notables y que un flamenco, Lieven Andriesz, fue el primero que
construyó un molino de tejado movible en Alkmaar (Holanda) en 1573 y que las
torres construidas en piedra se comenzaron a fabricar en Flandes en 1650, por
inspiración normanda, aunque los flamencos transformaron la forma cilíndrica en
la de un cono truncado, añadiendo a éste por la base una estructura más
ancha. Pero, será Klaas Lowrence Blom el
introductor de los molinos de viento en Castilla en el año 1549, siendo
Normandía y Flandes los núcleos originarios del tipo de molino de viento
europeo, desde los cuales se difundiría por todo el continente. De ahí la gran
semejanza existente entre los molinos castellanos y los del Languedoc francés y
los de Laugarais, tanto en la forma y construcción, como en la terminología de
sus partes y elementos, diferenciándose solamente en los materiales de
construcción por las diferencias ambientales.
Los
molinos de torre son producto más directo de las zonas con escasez de agua que
los molinos de poste. Concretamente, el molino de Trujillo conocido como “La
Molineta” está detrás del Depósito de agua, se
utilizó para moler grano, vigilando los valles traseros que es por donde
transcurre la vía de las Villuercas y antigua calzada de Trujillo a Córdoba por
toda la Siberia extremeña. Está asentado sobre los cimientos de una estructura
abaluartada, presumiblemente musulmana, y próximo a un altar de sacrificios de
la Edad del Hierro. Un molino utilizado para el abastecimiento de harina. Se accede a la torre cilíndrica por una
puertecilla que da a la planta baja, donde actualmente no hay nada digno de
consignarse. Y por una escalera angosta que se ciñe a la estructura circular se
sube a un primer piso, donde se encontraría en su día una instalación moderna
para limpiar la harina y donde estaría la máquina que constaría de las muelas
con su aparejo de “alivio”. Encima de la voladera, sobre un bastidor de madera
sujeto por cuatro patas, quedan la “canareta” y la “torva”, que es de quita y pon.
El eje vertical era muy corto, y la linterna era muy fuerte, sujeta a una viga
de recias proporciones tal y como se aprecia por la oquedad. También existiría
una rueda de engranaje, con cuatro radios y un sistema de travesaños. Por
encima de la rueda estaría el vejado del molino, que sería de tablas finas y
ligeras, una pieza denominada fraile a la que se sujeta una gran pértiga con
que da movimiento a todo el sistema de aspas, eje que soporta éstas y rueda de
engranaje, acomodándolo al viento reinante. En el exterior estarían los “hitos”
del molino, a los que se va ajustando la
pértiga mediante un “borriquete”. Las cuatro aspas que presumiblemente tendría
el molino han desaparecido. Un buen día de viento llegaría a moler 24 fanegas
de trigo (cada fanega de trigo daba veintiocho panes de kilo y medio de pan
blanco). Los labradores que querían harina sacaban de sus depósitos una porción
de grano que rociaban con agua. Llamaban al molinero que iba de casa en casa,
con un burro –que solía llevar una esquila anunciadora-.
Este molino se conserva por su construcción pétrea, pronto no será
más que un montón informe de escombros, por su posición y otras razones debía
ser de los monumentos trujillanos que más hubieran de haberse protegido desde
el punto de vista antropológico y turístico. Desde la Molineta mirando Trujillo a la izquierda vemos
otra torreta circular que se conoce como El Molino de Viento, ambas comparten
el mismo tipo de construcción del siglo XVIII y ya sus nombres nos definen el
último uso que han tenido.
Estos molinos fueron construidos sobre
restos de torretas. La situación estratégica de las mismas tuvieron un uso
militar, atalayas de vigilancia avisando de la llegada de ejércitos procedentes
de los caminos de Guadalupe o Córdoba vistos desde la Molineta, y por el Molino
de Viento los procedentes del camino de Medellín.
Es
cierto que no encontramos referencias a ninguno de los dos molinos de viento
trujillanos en las fuentes literarias que versan sobre Trujillo, una mínima
mención en el Diccionario de Madoz
que sí cita “muchos molinos harineros que solo muelen de invierno, para el verano se hace uso de las charcas
de Runel, Matarratas y la Albuera (…) tambien de dominio particular, tiene 2
molinos, que regularmente cesan a fin de julio por falta de agua”[4],
aunque no es de una fiabilidad total, existen muchas lagunas, confusiones y
omisiones, no precisan los tipos, características, capacidad de producción de
los mismos. Fuentes documentales que no nos sirven para esclarecer el año de construcción
de ambos molinos, también el Archivo Municipal de Trujillo es parco en datos,
los eruditos e historiadores locales nunca han versado sus escritos en los
molinos de viento de Trujillo. Por tanto, consideramos que se tratan de
construcciones realizadas en el siglo XVIII.
ZAHÚRDAS
Zahúrdas, es una construcción para
mantener ganado porcino. Los zahurdones como el denominado “de las Ánimas”, son
espacios específicos para el ganado porcino, utilizados como parideras o
criaderas, y asociadas directamente a ciertos albergues para personas. De
hecho, hay una choza anexa a este tipo de refugios para el ganado. Son las
denominadas “chozas o casillas del porquero”. La etimología de la
palabra zahúrda o chafurda la sacamos del vasco actual: etxea casa, urde o
urdía cerdo, txaurde casa del cerdo, zahúrda.
Zahurdón es aumentativo de zahúrda diferenciando la casa del porquero de
la de los puercos.
El berrocal de Trujillo siempre estuvo
vivo, piaras de cerdos en los grandes corrales (corralás) en forma de U con
pequeñas zahúrdas en falsa cúpula al frente y a los lados, ganadería vacuna y
ovejas en los pastizales de los pequeños valles. El agua se recogía en grandes
charcas algunas alimentadas también por fuentes la mayor parte del año, un
ejemplo es la fuente ferruginosa de los Porqueros a la derecha detrás del
Molino de Viento. La Charca de los Porqueros tenía un sistema regulador del
agua para unas huertas que hubo en sus buenos tiempos, hoy está vacía y no
alimenta ni a las vacas vecinas. Existen
zahúrdas junto al pósito de Santa Ana, con dos filas paralelas de cochineras,
que forman un rectángulo. Construidas en granito, con bóveda de falsa cúpula,
cubiertas al exterior por tierra y vegetación. Sus coordenadas son: 39º
26´ 43´´ N 005º 52´ 30´´ O.
De este modo, el paraje se configura como un paisaje
cultural modelado por los usos agrícolas y ganaderos, al cual le confieren
personalidad las construcciones arquitectónicas tradicionales relacionadas con la vivienda
más elemental, el aprovechamiento de los acuíferos y la propia cerca que
delimita la finca.
La tipología del mismo responde a la típica construcción de planta circular en piedra
seca con mortero de tierra y techumbre realizada mediante el sistema de falsa
cúpula. Anexos a los chozos, solían construirse cercados para
ganado porcino cuya extensión dependía del número de animales mantenidos.
Además, algunos incluyen cámaras de cría para los lechones. Por su parte,
las cercas son circulares u ovaladas y, a veces rectangulares, de piedra seca
de distinto tamaño y se destinaban a majadas para ovejas, cabras, o menos
frecuentemente, al ganado vacuno. La ganadería (oveja, cabra, cerdo y más
escasamente vacuno) y la agricultura de secano (cereal han sido los
aprovechamientos tradicionales. Además, de forma menos notable, se cultivaba el
algarrobo, destinado, mediante el aprovechamiento de las vainas, para alimento
del ganado porcino. La práctica totalidad de estas actividades se orientaba a
la economía de autoconsumo y el uso de chozos y zahúrdas se constata hasta los
años setenta del siglo XX.
Existen de todos los tamaños y formas,
algunas excepcionalmente importantes por sus dimensiones y factura; sus
técnicas constructivas nos recuerdan a ciertos monumentos megalíticos de la
Prehistoria, especialmente las realizadas con falsa cúpula de aproximación de
hiladas, y las de bóveda de cañón. Igualmente, se hacían otras de tipología
mixta, consistentes en un zócalo de piedra rectangular o circular y una
cubierta de palos con monte, que cada temporada se quemaba de forma
intencionada para evitar enfermedades
Resultan curiosas las escasas dimensiones de muchas entradas de estas
zahúrdas, nada de extrañar, pues la talla del cerdo ibérico actual, se ha ido
incrementando notablemente en las últimas década
TUMBAS EXCAVADAS EN LA ROCA
Entendemos por
sepulturas antropomorfas los volúmenes que intentan conseguir la semejanza del
cuerpo humano mediante el vaciado de la roca bien sea esta de granito, pizarra,
mármol etc. Las existentes en el berrocal de Trujillo lo fueron en
granito, volúmenes que fueron logrados
con la utilización del cincel y la maceta o martillo y aunque sus formas
prismática tienden a la rectangularidad, en la mayoría de las ocasiones.
ZONA A
Es ésta una zona periférica situada en la parte NW del berrocal. Puede
visitarse marchando por la calleja que desde Huertas de Ánima comunicaba varias
fincas, La Casita entre ellas, y además sirve de deslinde a las cercas de Doña
Juana y Casillas de los Núñez. Debemos de situarnos al final del berrocal en
los comienzos de la finca de La Casita.
Las sepulturas de la cerca
del Peral
El punto geográfico que ocupan esta próximo
al formado con una latitud de 39º 31´ 39´´ y de longitud 5º 54´ 18´´ del mapa
1/25000, hoja número 679-IV, denominada Aldea de Trujillo (actualmente del
Obispo). Allí existen tres tumbas antropomorfas.
Las
sepulturas de la cerca de la Costera
Se
sitúa al E de la anterior, el terreno es semejante; falta la fuente mencionada
por lo que la sequedad es mayor y también la acción antrópica del hombre, hay
restos más esporádicos de canteras y de prospecciones mineras. Localizado en la
longitud de 5º 54´ 22´´ y latitud de 39º 31´ 42 ´´ del mapa 1/25000, denominado
Aldea de Trujillo. Aquí encontramos varias tumbas, algunas deterioradas.
Las sepulturas de la finca de La Casita
Los
monumentos que contiene se observan al final de la calleja de Casillas en una
extraña penetración que tiene la finca mencionada
en la finca de Casillas en una longitud de 5º 54´ 20´´ y latitud de 39º 31´
46´´ en el mapa 1/25000 denominado Aldea de Trujillo, nº 679-IV. Allí se
localizan dos tumbas antropomorfas. Entre ambas tumbas, restos
escasos de algunos fragmentos de tegulas en
superficie.
ZONA B
Sepulturas Zona B
Geográficamente la mayoría de los sepulcros de esta zona se localizan
inmediatos al punto determinado por una
latitud de 39º 31´ 03´´ y longitud de 5º 54´16´´ del mapa 1/25000, hoja nº
679-IV denominada Aldea de Trujillo –hoy del Obispo-.
El
paisaje de las inmediaciones del pantano está totalmente desforestado y el
suelo, de naturaleza muy arenosa y gruesa, ofrece una cubierta de pastos más
bien pobre aunque no tanto como habríamos de suponer al ver sus escasos
nutrientes. Excepcionalmente en las inmediaciones del agua, la hierba crece
incluso en el estío.
El sepulcro localizado en la finca Doña Juana
Esta
finca se encuentra al E de Casillas y linda al N con las del Peral y la
Costera. El terreno está igualmente desforestado y por toda ella discurre un
pequeño regato que va a dar a la charca cerca de la mencionada fuente y
formando la punta del “cuerno situado al NE. Su explotación actual es de
carácter ganadero especialmente ovino y bovino.
La ubicación está en la longitud de 5º 54´
20´´ y 39º 31 ´ 25´´ de latitud de la hoja señalada.
Para
conocerle hemos de situarnos en la calleja que sirve de separación entre las
fincas de Casillas y Doña Juana, a la altura del segundo arroyo -el situado más
al N- que cruzando la calleja desde Doña Juana desemboca muy próximo a la
charca de Casillas. Situándonos de cara
al N, apreciaremos como el muro de la derecha monta un grupo de rocas; marchemos
allí y crucemos el muro; después caminemos 100 pasos en dirección 30º E y
estaremos en una de las tumbas más completas de la zona.
Las sepulturas de la finca de Casilla de los Núñez
Son 8 las tumbas existentes en Casilla.
Podemos localizar esta zona al N de la casa de la finca Torreaguda,
lindera por el N con el río Marinejo y con otra finca, hoy dividida, que se
denomina el Barranco; ocupa la margen izquierda del río. El terreno situado más
al S de éste está formado por granitos y el de su margen derecha por diferentes
tipos de pizarra; es pues una zona de contacto entre ambos sistemas geológicos;
en ella existe una fuente natural que sin duda es un importante fundamento para
el asentamiento humano.
La vegetación en estas dos
parte es bien diferente: el terreno de la margen derecha está desforestado y
habitualmente ha sido terreno de labor aunque actualmente está dedicado a
pastizal; por el contrario el terreno de la margen izquierda es plenamente
encinar escasamente arreglado ofreciendo carrascas junto a otras xerófilas por doquier
en espacios que a veces, hace difícil el paso. Se dedica principalmente a
pastoreo de ovejas. Existe un terreno algo más privilegiado al N del palacio de
Torreaguda que por su bien probada
calidad se dedicó a huerta y recreo; actualmente es un descuidado
olivar. En Torreaguda, localizada en una latitud de 39º 31´ 35´´ y una longitud de 5º 51´29´´,
mapa 1/25000, hoja nº 679-IV, denominada
Aldea de Trujillo –del Obispo-.
La sepultura se localiza en la
calleja que desde la finca comunal La Dehesilla se dirigía a diversas dehesas
como Torreaguda, El Barranco,
Zona C
El paisaje de esta zona continúa siendo
granítico, con algunos grandes bolos muy redondeados hacia el S inmediato. La vegetación
arbustiva es escasa, más bien testimonial, y nada copiosa cómo vimos ocurría en
las ligeras umbrías de las zonas de Torreaguda y La Costera; es también menos arenosa que las inmediaciones
de la charca de Casillas. Siguen los aprovechamientos ganaderos de bovino en
terrenos de escasa profundidad propios de finos y tempranos pastizales junto
acompañados de las naturales plantas xerófilas.
Son varios los
sepulcros excavados en la roca en esta zona, donde se encuentra el arroyo
denominado del Canalizo. Pueden
localizarse varias tumbas al NW de la charca denominada Nápoles en la parte
izquierda de la carretera de Plasencia ya pasada la barriada de Huertas de
Ánimas. Igualmente, en la zona denominada La Pilita localizada al SW de la
anterior de la que dista más de 1 km. Hay que trasladarse a la finca del mismo
nombre a la que se llega por una calleja situada al final de la mencionada
charca de Nápoles. Tomemos la segunda desviación a la derecha y continuad hasta
un cruce de caminos. La puerta que se ubica al SW es la de la cita da finca.
Debemos continuar el camino que marcha en ese mismo sentido y que comunica con
otra denominada La Breñilla. Pasada una serie de grandes bolos a la izquierda,
poco antes de salir de La Pilita, a mano derecha y muy próxima al camino encontrareis este
monumento sin dificultad. El paisaje es más abierto, la desforestación más
acusada, el terreno es nuevamente más arenoso, continúa el pastizal escaseando
bastante cualquier otro tipo de vegetación. Igualmente continúa el mismo tipo
de producción ganadera.
El punto geográfico
donde se encuentra está muy cercano al formado con una latitud de39º 29´ 36´´y
de longitud 5º 53´ 38´´.
Zona D
Esta zona está situada en un
espacio no muy alejado del anterior,
hacia el W, una vez cruzada la carretera de Trujillo- Plasencia. Del cordel de
ganados que en dirección al puerto de Miravete cruza de N a S todo el E de la
barriada de Huertas de Ánima parte un ramal en dirección de la Aldea del
Obispo. La mayoría de las calles que apuntan hacia el N en Huertas lo hacen a
ese ramal y dos de ellas se prolongan en dirección a las fincas de Torreaguda,
El Barranco y en general a varias más situadas en ese sentido; pronto se unen,
en una plazoleta donde se localiza a la izquierda el pequeño charco de la tía
Rentera. La zona objeto de nuestro estudio se sitúa entre la carretera de
Plasencia y la calleja más al E de Torreaguda.
El encinar es bastante numeroso
aunque muy irregular, el pastizal temprano y fino propicia esencialmente la
cría de ganado bovino y ovino. Existen en la mayoría de las pequeñas fincas
norias o pozos cuyos orígenes de algunos pudo ser una fuente natural ya que la
zona es muy húmeda excepto en pleno estío. La parcelación es extremadamente
pequeña y debido a esto no nos ha sido posible averiguar el nombre de algunas
cercas ya que sencillamente no lo poseen. Toda esta zona es conocida en Huertas
de Ánimas como “cerca de la Mora” donde hemos localizado 8 tumbas y se observan restos de materiales
como tégulas romanas, e incrustada en la pared de la calleja situada más a
poniente hay una roca del mismo material que contiene al menos doce cazoletas.
Zona E
Esta zona está poco separada de las dos anteriores –entre 500 y 1000 m-,
distancia, en las coordenadas: longitud 5º 52´ 20´´ y latitud 39º 29´ 43´´, mapa
1/25000, hoja nº 705-II. El terreno que las rodea es de suave berrocal muy
desforestado actualmente dedicado a pastos suaves y tempranos con cría de
ganado vacuno y bovino. No existen en las inmediaciones terrenos húmedos, ni
pozos o fuentes naturales que no se agoten en el estío aunque si lo están algo
más distantes –zonas de La Mora o La Dehesilla-, aquí se localizan
varias tumbas.
ZONA F
La superficie que ocupa esta
zona se extiende en torno a la casa-palacio medieval del Carneril. El paisaje
continúa siendo desarbolado con algunas encinas testimoniales en medio del
pastizal temprano y fino –propio del
berrocal-; la ganadería es su recurso predominante. Existe en plena calleja una excelente
fuente natural que no se agota ni los veranos de mayor rigor de la cual se
abastecía el palacio en sus mejores años; de ella mana un pequeño regato que
llena una charca inmediata acondicionada para beber el ganado. Aquí se
localizan dos tumbas excavadas en la roca.
Para
visitar este monumento hemos de tomar la calleja del Carneril, situada en la
carretera de Trujillo a Guadalupe en el extremo del berrocal a la derecha –es
continuación interrumpida de la que traíamos desde el camino de Palacio Viejo-.
Poco antes de llegar a la casa-palacio del Carneril, atraviesa una calleja que
es el antiguo camino de Madroñera. Situados en dirección de esta ciudad, a
nuestra derecha se extiende la finca de la Cucharera, en su esquinazo del NE,
muy próxima a una puerta de acceso, se encuentra este monumento tan singular,
que, por desgracia nos ha llegado bastante deteriorado.
CAZOLETAS
Hay un
importante número de cazoletas en el berrocal de Trujillo, concretamente en dos
abrigos, uno situado en la cerca de los
Colorados, entrada a Trujillo desde carretera de Cáceres a escasamente 1,5 km,
coordenadas: 5º 54' 15.57" W y 39º 27' 34.05" N y un número
importante de cazoletas en el Camino de los molinos, en la Dehesa Pasarón,
junto al Arroyo de Cordero que responde a las siguientes coordenadas: 5º 51'
9.44" W y 39º 23' 7.3" N.
En
Arqueología, se denomina cazoleta a un pequeño hueco
artificial excavado en la superficie de algunas rocas, teniendo generalmente
una sección semiesférica y planta circular (aunque también se encuentren de
planta cuadrangular). Pueden encontrarse tanto aisladamente como formando
agrupaciones, con otras cazoletas o con otros grabados rupestres como ocurre
con las cazoletas localizadas en Peraleda de la Mata.
Uno de las cuestiones que más complicación supone a los
arqueólogos a la hora de datar y ofrecer una explicación coherente son las “cazoletas”. Habitualmente a estas las ha ido creando la
naturaleza con el tiempo, sin que el hombre haya intervenido para nada. Es
cierto, sin embargo, que algunas de las cazoletas que presentamos en este
estudio presentan circunstancias y características que hacen sospechar que,
sobre una base natural, alguien en algún tiempo y por alguna circunstancia las
ha transformado por algo y para algo que no conocemos. Las cazoletas
localizadas en ambos abrigos tienen un diámetro aproximado de entre 10 y 15
cm, se encuentran agrupadas en conjuntos
de cinco o diez, pero también en la Cerca del Colorado aparecen en grupos de
varias decenas.
Es difícil encontrarle el significado concreto. Lo
primero y más importante en estos casos es saber discernir lo hecho por la
naturaleza de lo que no lo es. Cuando estamos seguros de lo segundo es cuando
comienza la investigación arqueológica.
Algunos investigadores están investigando la relación que
pudiera existir entre la colocación de las cazoletas sobre las peñas y las
visiones del cielo. Con modernos mecanismos de medición están encontrando
relaciones evidentes entre fenómenos periódicos de tipo climático (equinoccios,
solsticios…) y algunos casos de cazoletas. Esto pudiera tener una explicación
sencilla en unas sociedades en las que no existían los mecanismos para saber las
horas, el tiempo, etc. Sabían de la periodicidad de los fenómenos en el cielo
porque los veían y tenían que marcar pistas para detectarlos. De hecho, muchas de las tareas de su economía
agraria estaban basadas en los ciclos del sol, por lo tanto era preciso
conocerlos con exactitud. Evidentemente esos lugares se convertían en sitios
sagrados y como tales, teniendo en cuenta que su uso era durante mucho tiempo,
se dejaban marcas unas veces simbólicas y otras destinadas a marcar pistas para
la detección de los fenómenos celestes que les interesaran. Algunas de esas
marcas eran las cazoletas aludidas y en las que a través de su estudio parece
evidente que al menos las de algunos puntos tenían que ver con la observación
fenómenos celestes. Pero en otros no, lo cual indica que su cometido no era uno
sino variado.
Conocemos igualmente otras zonas como El Carneril y
algunas cazoletas dispersas en el Praillo.
Parecen ser la huella de la dominación del paisaje, en zonas donde igualmente
hemos localizado pinturas rupestres. Pero no son los únicos sitios ni las
únicas formas de presentarse las cazoletas, pues las localizadas en la Dehesa
de Pasarón están en una roca aislada en medio de un prado que no presenta
características especiales que no sea la de estar sola. También allí hay un
grupo importante de cazoletas excavadas en la roca al lado de otra más grande
que podría ser natural pero adaptada a las circunstancias.
También, pudiera darse el caso de que las cazoletas
fueran huecos para contener líquidos utilizados para un determinado ritual, ya
que algunos pueblos actuales de estructura primitiva labran estas cazoletas
buscando recoger el ellas el agua lustral, por ejemplo el agua procedente del
rocío. En otro caso, podemos relacionarlas con lugares donde van a reunirse
para honrar a una divinidad y de paso comunicarse inventos y adelantos,
cambiarse productos. También, por la disposición de las mismas, pudiera
tratarse de algún tipo de juego primitivo e incluso, hemos llegado a aventurar
la hipótesis de encontrarnos con los más primitivos planos de una tribu, la
ubicación de sus chozas.
Nosotros continuaremos investigando estos enigmas para
completar los estudios y quizá poder decir pronto algo más seguro de lo que hoy
podemos decir sobre ellas.
ERMITA DEL ORETO
Tiene un precioso porche con tres puertas de medio punto,
la nave era con bóvedas de arista y ábside circular. La bóveda está hundida,
las puertas del porche tapiadas con una pequeña puerta en la principal para dar
entrada a los cerdos pues en altar mayor hay acopladas dos zahúrdas.
El santuario original de Loreto (Italia) es del siglo
XIII adonde parece que llevaron desde Palestina las piedras para su
construcción. La leyenda dice que los ángeles portaron en volandas la casa
donde fue anunciada María como madre de Jesús, primero hasta Dalmacia para
dejarla definitivamente en medio de un bosque a laureles al norte de ltalia, de
ahí el nombre.
La imagen que se venera en Italia es negra, curiosamente
la mayor parte de las vírgenes negras están originadas por caballeros cruzados
benedictinos y existen muchas leyendas al respecto. La Virgen de Guadalupe
también es negra, en principio estuvo en Cabañas del Castillo, la abadía de
Cabañas perteneció a los caballeros de Truxillo y Montegaudio confederados en
la caballería del Pereiro, orden cisterciense que acabaría siendo Alcántara y
por sus acuerdos con Calatrava la imagen acabó en Guadalupe, pero esa es otra
historia.
La Virgen de Loreto en Trujillo debió ser negra, como lo
es la Coronada (iglesia de San Martín). La construcción de esta ermita es muy
parecida (más pequeña) a la ermita de San Pablo en el Castillo, construida
posiblemente a principios del siglo XIV.
PARROQUIA
DE SANTO DOMINGO
La parroquia de Sto. Domingo es
la más moderna de las que existían en Trujillo en el siglo XVI, y también la de
vida más efímera. Su historia comprende desde el pontificado de D. Gutiérrez de
Vargas Carvajal, sobre la portada de la sacristía en un frontón triangular
campean sus armas, con lo que confirman la erección canónica bajo su
pontificado, hasta el año 1842. La feligresía de esta iglesia procedía del
barrio de Sto. Domingo y del arrabal de Huertas de Animas, que para tal fin se
había erigido. El arrabal de Huertas construyó una pequeña ermita a principio
del s. XIX (1803), la iglesia de Sto. Domingo dejó de tener la prosperidad que
había gozado hasta entonces, esto sumado a los numerosos ataques sufridos por
las tropas napoleónicas fueros hechos más que suficientes para su ruina; a esto
hay que sumar el numeroso abandono a lo largo de los años por parte de los
trujillanos y autoridades competentes.
Los arquitectos trujillanos Alonso Becerra y
Francisco Becerra, padre e hijo, suscriben el contrato de la obra de la iglesia
en 1566, bajo el pontificado de Don Pedro Ponce de León (1560-1573).
Desde luego, lo que hicieron estos dos
maestros artífices fue construir una iglesia mayor y más moderna que la ermita
ya iniciada en tiempos del obispo anterior, Don Gutiérrez Vargas Carvajal
(1523-1559), existiendo registros bautismales en ella desde el año 1535.
Lamentablemente, no se conserva el libro de Cuentas de Fábrica, que nos impide
conocer, día a día, la marcha de la obra.
El obispo Vargas Carvajal, marca la época más
gloriosa del obispado placentino. Durante su episcopado murió Carlos I en Yuste
y se levantaron las mejores iglesias de Plasencia, aparte la obra de la
catedral y ciudad: Guareña, Jaraicejo, Garciaz, Cuacos, Mirabel, Monroy, Santa
María, San Miguel y Santo Domingo de Trujillo, etc. En opinión de F. Alonso
Fdez: "Fue este obispo muy inteligente en arquitectura, al que los grandes
señores comunmente son aficionados, así, hay en el obispado de Plasencia de su
tiempo edificados grandes templos, aún en pequeños lugares, con las armas del
obispo".
En la primera obra en la que trabaja Francisco
Becerra como maestro, anteriormente había trabajado como oficial bajo la
dirección de Sancho de Cabrera, arquitecto trujillano, en el coro y baptisterio
de la iglesia mayor de Santa María de Trujillo (1558), y bajo la dirección de
su padre Alonso, en la iglesia parroquial de Herguijuela (1560).
Francisco Becerra Hernández, natural
de Trujillo, hijo de Alonso Becerra y de Constanza Hernández. Realizó obras
arquitectónicas de sumo interés artístico en Trujillo y varios pueblos
extremeños (Herguijuela, Orellana la Vieja, Valdetorres). Parte a las Indias en
1573 donde construiría las grandes catedrales de Puebla de los Angeles, Quito,
Cuzco y Lima, acreditándose como el mejor de los maestros, hasta su muerte en
la Ciudad de los Reyes, en 1605.
Siete años después de su muerte, el
arcediano de la catedral limeña lamentaba no hubiera maestro capaz de proseguir
las obras que Becerra había iniciado.
Era el mejor elogio a la memoria del
maestro trujillano. No solo fueron los conquistadores los que dieron gloria a
la patria natal sino también los arquitectos que,como en el caso de Francisco
Becerra, adquirieron con su arte los canteros trujillanos una repercusión
universal. La obra de la parroquia de
Santo Domingo de Trujillo es la más antigua documentada de éste. No se llegó a
concluir la obra prevista, quizás por falta de dinero, construyéndose la cabecera. Se observa claramente la diferencia
de la amplia diferencia y sacristía con respecto de la fábrica, de fechas
posteriores.
La parroquia de Santo Domingo sigue
la estructura de las iglesias del siglo XVI en la misma ciudad: planta
alargada, en forma rectangular con una sola nave y cinco tramos; sacristía en el
lado de la Epístola y presbiterio ochavado. Altos muros de mampostería con
sólidos contrafuertes al exterior dispuestas las piedras de granitos a soga y
tizón. Las obras comenzaron por la cabecera teniendo cubierta de crucería con
terceletes que apoyaban sobre ménsulas renacentistas. Estas ménsulas son un
tipo de capitel estilizado corintio muy repetido en las obras de Becerra.
Ciertamente, los artistas se dejaron
influir de la construcción de la iglesia de San Martín de Trujillo que
representan rasgos arquitectónicos similares a la parroquia de Santo Domingo.
Es normal, no olvidemos que Francisco Becerra trabajó junto con su padre Alonso
Becerra en las obras de la iglesia de San Martín, bajo la dirección de Sancho
de Cabrera.
Se accede desde el exterior, por el
barrio de Santo Domingo, a la iglesia de su mismo nombre, por dos puertas muy
modestas, góticas, no olvidemos que en el siglo XVI los artistas extremeños
realizan obras utilizando formas artísticas y elementos arquitectónicos propios
del estilo gótico, cuando en el resto del país se está asistiendo a un
renacimiento de formas artísticas depuradas.
La puerta principal del arco
carpanel, enmarcado por un alfiz. La misma forma de construcción la observamos
en la iglesia conventual de San Pedro de Trujillo, posiblemente, la mano de los
Becerra estén presentes en ambas construcciones.
El interior es muy amplio, nave
rectangular dividida en cinco tramos y cabecera ochavada. En el lado del
Evangelio está la sacristía que se alza sobre la cripta, construida para tal
fin, como es el caso de las iglesias trujillanas de San Martín y Santa María la
Mayor, para acomodar la sacristía al nivel del pavimento de la iglesia. La
cripta se cubre con bóveda de cañón y la sacristía con bóveda de crucería y
terceletes, exactamente, la misma cubierta que tendría el presbiterio,
lamentablemente desaparecida. Se accede a la sacristía por una sencilla puerta
enmarcada con pilastras que sostienen un frontón apuntado donde campean las
armas del obispo D. Gutiérrez Vargas Carvajal. Las cuatro paredes de su
interior aparecen rodeadas por una cenefa que recoge motivos religiosos
esgrafiados: decoración geométrica y vegetal en la que se incorporan angelotes
con las alas explayadas y dos temas principales, el escudo dominicano sobre
cartelas, entre figuras afrontadas que emergen de cuernos enroscados y el
Calvario, en un marco arquitectónico a base de columnas estriadas que sostienen
un entablamento de formas caprichosas a base de molduras y motivos vegetales,
Jesús en la Cruz y a ambos lados Juan (el discípulo amado) y la Virgen María.
Es de estilo plateresco, pero con formas un tanto arcaicas, sobre todo, en el
tratamiento de los pliegues y actitudes de personajes.
Tenemos
otros dos ejemplos muy parecidos, sobre todo el de la iglesia de Santiago de
Trujillo, que repite un esquema compositivo muy parecido, el otro esgrafiado
está en la iglesia de la Vera Cruz, de Trujillo, hoy día en ruinas. En próximas
fechas se va a restaurar el esgrafiado de la sacristía de la iglesia de Santiago.
La iglesia de Santo Domingo conserva
muy poca riqueza artística, desde el punto de vista escultórico y pictórico que
llenó las capillas y los espacios vacíos de dicha iglesia parroquial. En el
lado del Evangelio se conservan muy pocos restos de un motivo religioso con la
técnica del fresco: la Asunción de María a los cielos acompañada por los
querubines o ángeles que ayudan a subir. Es una escena tratada de forma muy
popular, lo cual atestigua la mano de un artista local, de poco renombre.
Sobre la sacristía se alza la torre,
que no llegó a superar la altura de la iglesia, como estaba proyectada, La
espadaña se abre en doble arco peraltado y se remata con un entablamento con
triglifos y metopas, y en el frontón triangular, pirámides y bolas en los extremos.
EL CONVENTO DE LOS FRAILES DEL CAPUCHO DE LA
FINCA DE LOS ARCABUCES
Entre los frailes extremeños más importantes
que llevaron a cabo la Reforma, el mas representativo de todos es sin duda fray
Juan de Guadalupe (nació en Guadalupe en 1450), que profesó en el Real
Monasterio de Guadalupe como religioso jerónimo y a los pocos años pasó a la
Orden Franciscana, donde se distinguió como reformador, lo que le llevó a Roma
para proponer al Papa una profunda transformación de su orden ([5]). El no quería estar sujeto al Provincial de
Castilla. Tal dependencia, a su modo de
ver, los llevaba fatalmente de la mano al más absoluto anquilosamiento.
Mientras permanezca sometidos a un Provincial, todo les será supervisado y
fácilmente con criterios opuestos, cualquier Superior poco amigo de novedades puede impedirles aquellos rigores y estrecheces y, los Conventos de Castilla a los frailes
reformistas, mezclándolos con los otros y deshaciendo de un golpe la naciente
obra.
Desde el convento de Ntra. Sra. de los
Ángeles en Robledillo de Gata emprendió camino a Roma. El 25 de Septiembre de
1496, se presentó ante el Santo Padre. Mediante
la Bula Sacrosanctae Militantis
Ecclesiae ([6]), por la que Alejandro VI accedía a casi
todas sus peticiones, podía edificar una
casa en absoluta pobreza, vivir en ella con seis compañeros, y admitir novicios
con tal que prometieran observar la Regla de San Francisco en su mayor rigor y
aspereza, pudiendo usar hábito vil y despreciable, con capucho acuminado, tal como lo llevo el Serafín de la Verna. Y sobre
todo –esto era lo más importantes – quedaban exentos de los Prelados de la
Orden, tanto Conventuales como Observantes, sujetos tan solo al Ministro
General de Roma.
El 27 de Febrero de 1497 consiguen los
Prelados de la Orden un decreto del Pontífice ([7]), prohibiendo bajo pena de excomunión a los
frailes de la Observancia al paso al movimiento secesionista del religioso
extremeño. Equivalía esto a cegar de un golpe el manantial de donde iba a
brotar la corriente mas abundante de frailes
con que nutrir la reforma. Pero, no se paró fray Juan de Guadalupe y
conseguido el permiso pontificio se trasladó al reino de Granada, donde
fundaría varios eremitorios regulados por una regla estricta que le enfrentaría
con los frailes observantes de su propia orden. En 1497, el Arzobispo de
Granada, fray Hernando de Talavera, también franciscano, viendo en peligro la
unidad interna de la orden, prohibió a fray Juan de Guadalupe fundar más
conventos, por lo que éste se marcharía a Guadalupe para seguir su obra
reformadora con nuevas fundaciones franciscanas.
Pero, no se paró ahí, tras muchos esfuerzos y
tentativas, logra por su mediación la Bula Super
familiam domus ([8]), fechada en Roma a 25 de Julio de 1499, en virtud de la cual
queda facultado para recibir, no ya seis, sino cuantos religiosos precise -tanto de la Conventualidad como de la Observancia – los cuales deben
pedir licencia a sus Superiores en señal
de respeto, pero podrán pasarse a
los Guadalupenses aunque les negaran
dicho permiso (petita licentia, licet
non obtenta ). Se le concede , además, el título de Custodio a Fray Juan de Guadalupe, confirmándolo en la
sola sujeción al Ministro General, y quedando la reforma perpetuamente garantizada por el derecho que
se otorga a sus frailes de elegir
sucesor, con idénticos privilegios, al fallecimiento de aquel.
Aquel
era, sin duda, el más importante documento dado por el Papa en muchos
años a la Orden Franciscana. En la Bula
no se menciona ningún lugar determinado
al que deba adscribirse la fundación, sino que deja libertad para escoger sitio y ocasión propicios.
Fray Juan de Guadalupe deseoso de abrir
conventos en Extremadura, se pone en contacto con el prelado diocesano en
Plasencia, este le informa que otro franciscano natural de Valencia de
Alcántara –llamado fray Pedro de Melgar y Bobadilla- quiere fundar un convento
en Trujillo, y fray Juan de Guadalupe se pone en contacto con él ([9]).
Fray Pedro de Melgar estuvo primero algún
tiempo en la Provincia franciscana de
Santiago, pero añorando su patria chica,
marcho a Plasencia donde
contaba con buenos amigos que le ayudaría a realizar
su intento. En efecto, Don Gómez
Fernández de Solís, Don
Juan de Chaves y Don Álvaro de Hinojosa, sus valedores , se dirigen en
Febrero de 1498 al Romano Pontífice
suplicando facultad para edificar
un convento franciscano en las proximidades de Trujillo, que se
deseaba poner en manos de religiosos
dispuestos a vivir la Regla de San Francisco con toda
su pureza , sin usar de
privilegios y mitigaciones ([10]).
Conseguida
la licencia de Roma pusieron mano a la obra y en poco menos de un año quedaba rematada la edificación. Pero, surge un
problema espinoso y molesto. El
Concejo trujillano estaba
resentido con los nobles
placentinos por no haberle dado cuenta
de nada, además los frailes de la
Provincia de Santiago trataran
de impedir que Fray
Pedro de Melgar y se
pusiera al habla con las
autoridades de Trujillo, el caso es que
éstas acuden al Romano Pontífice
con una súplica: pretenden que el Santo
Padre autorice la creación
de un Convento de
franciscanos Observantes en la villa, y faculte al Obispo
de Plasencia para que, mientras
se construye , proporcione a
dichos frailes alguna
casa con iglesia , cementerio,
claustro, dormitorios, refectorio y huerta, que
pueda haber deshabitada en el recinto o en sus contornos . La jugada
era magnifica: el nuevo Convento
estaba ciertamente sin habitar
como recién terminado, pero no se hace ninguna mención de él; conseguido el permiso, el Concejo,
Gobernador y el pueblo en pleno pedirían
que fuesen Observantes los
frailes que llegaran , y de este modo
la tentativa de los nobles
placentinos y de Fray Pedro
quedaría sin efecto.
La Provincia, sin embargo, los protege, pendiente el asunto de Roma, es cuando llega Fray Juan de Guadalupe a Trujillo y se
instala con la reducida comunidad en
dicho Convento el día 24 de Marzo de
1500, festividad de la Anunciación y le dieron por titulo el de Nuestra Señora
de la Luz ([11]). Los primeros religiosos que acuden son
Fray Juan Pascal, el celebre
predicador Fray Ángel de
Valladolid , Fray Sebastián de Paris , Fray Miguel de Córdoba
y Fray Francisco de Fregenal, de los primeros como columnas
fundamentales de la Descalcez.
Fray Juan Pascual será el hábil
diplomático, valedor de San Pedro
de Alcántara.
De momento no creen oportuno
redactar unas Constituciones minuciosas. En todos alientan
una misma idea y es su
espíritu el que conviene vivir , condicionado a experiencias subsiguientes
la redacción definitiva de
Estatutos . Eso si , por unaminidad se comprometen a guardar
la regla franciscana en su mas
estricta interpretación .
Vestirán , como autentico pobres , un
simple saco con remiendos
por todo habito , Irán totalmente
descalzos , y resucitaran el capucho
angulado que llevo San
Francisco y que abandono la Orden
en tiempos ya de San
Buenaventura([12]).
Y así nacieron en la Alta Extremadura
estos frailes del Capucho a
quienes podemos admirar como propulsores de las cuatro
grandes reformas en que se
asienta el Renacimiento franciscano
del siglo XVI.
El 24 de Marzo de 1500 quedó
instalada la Comunidad en el
Convento de Nuestra Señora
de la Luz junto a
Trujillo, autoridades y
pueblo habían acudido
al Romano Pontífice con una
petición engañosa para atentar
contra ellos, movidos sin duda
por la fuerte presión de la
Provincia de Observantes de Santiago. La Bula “Piis fidelium votis” ([13]), fechada
en Roma a 31 de Octubre del mismo año, accedía generosamente
a las peticiones cursadas y , aunque
el Papa estaba bien ajeno
de que con ella pudiera
perjudicar a la naciente reforma , lo cierto es que los Observantes de Santiago
tomaran pie de la misma
para gestionar la expulsión
de los frailes del Capucho y adueñarse del Convento.
Se inicia un duro enfrentamiento entre ambas partes, Fray Juan de
Guadalupe y los suyos disponen
resistir en el Convento trujillano
cuanto sea posible , pero es preciso
ver la manera de erigir otros Conventos para
el caso de que fuesen arrojados
de la casa madre([14]), tales como los conventos de
Villanueva del Fresno, al que llamó Convento
del Santo Evangelio , otro en Salvaleon; el de Nuestra Señora de la Luz de Moncarche
junto a Alconchel , y el de
Arroyo de Mérida con titulo de la Madre de Dios .
El propio fray Francisco Jiménez de Cisneros,
confesor entonces de la reina católica, y la misma Isabel de Castilla vieron
con desconfianza la división entre los franciscanos provocada por el frailes
extremeño, escribiendo al Cardenal de Santa Cruz, el también extremeño natural
de Plasencia Bernardino de Carvajal, para que instara al Papa que revocara los
permisos de fundación y reforma de la Orden de Fray Juan, que llegó a ser
procesado por Cisneros en el año 1505 por su contumacia. En septiembre de dicho
año moría en Roma cuando esperaba obtener de nuevo el beneplácito papal([15]).
La
descalcez franciscana se inició en Extremadura en 1500. Pretendía –tal y como
hemos estudiado- el retorno al espíritu y la letra de la Regla de la Orden tal
como la escribió el Seráfico padre San Francisco y mandó observarla en su
Testamento, sin dispensas pontificias. La orden franciscana, desde su aparición
en Extremadura hasta el siglo XVI, dependía de la Provincia de Santiago de
Compostela. Sólo a finales del siglo XV se empiezan a levantar algunos
conventos de la Custodia de los Ángeles, fundada en 1489 y elevada a provincia
en 1517, en tierras extremeñas que dan su obediencia al provincial de Castilla
y después al ministro de la Provincia de los Ángeles.
Los
franciscanos proyectaran las dos tendencias de concebir la espiritualidad que
marcarían en la Orden: la conventualidad y la observancia, que en 1517, por
disposición del papa León X, solicitada por la Orden, quedaron admitidas como
dos órdenes distintas: de los frailes menores conventuales y Orden de los
frailes menores de la observancia de San Francisco.
Dentro
de la Observancia surge la reforma más importante de la orden: la descalcez
franciscana promovida por fray Juan de Guadalupe en 1500 y que será continuada
por San Pedro de Alcántara en 1557. Surgiendo eremitorios en los descampados
(viene de eremus, desierto). Extremadura será el centro de la descalcez, siendo
sus principales conventos el de Ntra. Sra. de la Luz en Trujillo, Ntra. Sra. de
la Luz en Moncarche –Alconchel- y Montesión en Salvaleón. Considero que el
convento que vamos a describir situado en la finca de los Arcaduces de Trujillo es un convento
franciscano descalzo por sus características arquitectónicas, elementos
constructivos, ubicación, período de construcción y porque su estructura cumple
con las disposiciones de las ordenanzas provinciales para los descalzos ([16]). Además, un dato importante, en los mojanos
cercanos se conservan restos de molduras con el típico cordón franciscano.
Los
frailes edifican el conventito en la misma tierra de Trujillo a escasos
kilómetros del de Ntra. Sra. de la Luz, en la finca pública de los Arcabuces,
próximo a un riachuelo y en la encrucijada de dos cañadas. He estudiado las
investigaciones llevadas a cabo por Juan Bautista Moles, fraile que nació en
Nápoles en 1542 y vino a España en 1557, llegó a Coria con la familia del Duque
de Alba, que fue su gran valedor. En los conventos de San Miguel de Plasencia,
Coria y Belvis, tuvo acceso a la documentación franciscana de los siglos XV y
XVI, dejándonos su Memorial de la
Provincia de San Gabriel que editó en 1592 ([17]).
En
Trujillo se había fundado el convento de descalzos en 1500 aprovechando una
ermita existente como capilla conventual bajo la advocación de Nuestra Señora
de la Luz (en la iglesia de San Francisco se conserva la talla románica de la
Virgen con el Niño), cuando la provincia de San Gabriel era solo la custodia
del Santo Evangelio. Pero este convento fue destruido por los padres de la
familia de la Observancia durante las luchas contra los Descalzos y no se había
intentado reedificar después ([18]). Los descalzos sí intentarían hacer una
nueva fundación dentro del casco urbano. Para conseguir más fácilmente la
autorización se intentaba disfrazar la fundación de simple traslado del
convento cercano de San Juan Bautista de la Viciosa a Trujillo, pero tropezó
con la negativa del Ayuntamiento, según las Actas Capitulares ([19]), hecho que no se consiguió hasta 1603.
Cuando doce principales de la ciudad de Trujillo se dirigieron al padre General
provincial reunidos en Capítulo Provincial de Las Brozas, ofreciéndoles su
apoyo y con beneplácito del obispo de Plasencia D. Pedro González de Acevedo,
que les cedió la ermita de Santa María Magdalena, extramuros, pero junto a al
ciudad para la fundación del convento. El día 26 de enero de 1603 tomaban los
frailes posesión de la dicha ermita de manos del obispo y en nombre de la
Provincia Fr. Andrés de Plasencia, antiguo Provincial y actual Definidor, los
moradores de esta casa fueron los frailes del convento de la Viciosa que
vinieron, clausurándose entonces el otro convento([20]). Pero, qué lugar ocupa el convento de
nuestro estudio situado en la finca de los Arcabuces. Si en 1506 abandonan el
convento de la Luz. En el capítulo 2, pp. 16 vº nos refiere lo siguiente tras
la visita que realizó fray Pedro de Melgar a Roma ante el Papa para solicitarle
licencia para construir conventos: “El
Papa concibió en su ánimo deseo de favorecerlos, teniendolos como verdaderos
hijos del glorioso padre nuestro san Francisco, de quiera era devotisimo, y asi
mismo de toda la orden, les dio nuevas letras y Breve para que de nuevo
edificasen casas y fuese custodia como de antes, haciendo della prelado al
religioso varon fray Pedro de Melgar, autorizando todo lo que el ministro
general avia hecho y confirmando en custodio al sobredicho. El qual
contentisimo se volvio con sus compañeros a España y llegados a sus casas
(conventos) hallaron que los padres observantes les avian derribado las casas
de junto a Truxillo, Villanueva y Salvaleon. Por lo qual se recogieron en
nuestra Señora de la Luz, y la de Trujillo no osaron reedificarla por aver en
la dicha ciudad convento de la orden (se refiere al de la Luz)”.
Este
dato es crucial, dado que el convento de la Luz se funda en 1500 y se destruye
en 1506, que el convento de la Magdalena no se funda hasta 1603 –tal y como
hemos estudiado-. ¿Dónde habían vivido fray Juan de Guadalupe y fray Pedro de
Melgar con los otros frailes descalzos en los años finales del siglo XV y
principios del siguiente?
El
único convento franciscano descalzo que existía masculino en Trujillo podría
haber sido el de la finca de los Arcabuces, y sería el que encontró fray Pedro
de Melgar destruido por los Observantes cuando llegó a Trujillo y tuvo que
refugiarse en el de la Luz, que había sido fundado en 1500-, tal y como nos
refiere Juan Bautista Moles. Hemos de tener en cuenta que son los frailes
Observantes y no los Descalzos los que vivían en el Hospital de la Caridad y se
trasladaron al convento de San Francisco en Trujillo en el solar de la mezquita
extramuros, según la Crónica de la Provincia de San Miguel de la Orden
Franciscana escrita por fray José de Santa Cruz en 1671 y según las provisiones
reales en los primeros años del siglo XVI y Facultad
de Fernando el Católico para que el Concejo de Trujillo pueda dar al guardián
del convento de San Francisco 50.000 marvedíes para comprar el solar de la
Iglesia y Huerta de dicho convento. En Segovia a 21 de agosto de 1505([21]).
El
convento está situado en la vertiente de un pequeño cerro que rebaja en su
descenso hacia un riachuelo, lugar agreste. El convento no tiene grandes
dimensiones, está construido con gruesas paredes de mampostería, utilizando
escasamente la piedra sillar en los dinteles y jambas de las puertas de acceso
al mismo y a la huerta, las columnas del claustro y las escasas ventanas y
rosetón que aún se conservan.
Se
accedía por una puerta en el lado Sur que aún conserva el hueco de la tranca,
se encontraba en el interior la portería, seguidamente en el lado Oeste estaban
las celdas que aún conservan las ventanas pequeñas, estrechas hacia el exterior
–son en forma de aspillera, sin rejas ni puertas y su estrechamiento servía
para evitar que penetraran las distintas alimañas del campo- , y al otro lado,
el de profundis y el refectorio. De frente al pasillo de la entrada principal
(porque existió otra entrada Norte) estaba el claustro formando un cuadrado que
tenía –a disposición de las basas que aún se conservan como testigos- tres
columnas por cada lado, los arcos debían ser de medio punto. Próxima al claustro
en dirección Oeste estaba la sacristía pequeña y la capilla, conservando aún un
sencillo rosetón, de magnífica factura. En dirección Este al claustro estaba la
cocina –existe un pozo cegado- y otras dependencias. En el huerto existen dos
piezas de granito que pudieran haber sido fregaderos primitivos con su desagüe.
Frente al convento se encontraba el huerto del convento, que aún conserva su
magnífica entrada. Todo con la máxima sencillez y materiales pobres para que “en nuestros edificios resplandezca toda
pobreza, aspereza y vileza” ([22]). En estos conventos franciscanos el arte
grandioso brilla por su ausencia, la grandiosidad hay que buscarla en la
sencillez. La legislación de Villacreces y de los Descalzos era clara a ese
respecto “ninguna pared de las casas,
aunque sean fuertes, sean de cantería labradas, y toda madera de la casa sea
tosca y no labrada a cepillo” ([23]).
Otras de las ordenanzas hacían referencia a
las medidas que debían tener las dependencias, que en este convento trujillano
se cumplen totalmente, recogemos de fray Martín de San José las siguientes
ordenanzas para los descalzos del siglo XVI:
“Ordenamos que las casas que de aquí en adelante se tomasen, sean pobres y
pequeñas, queremos que las iglesias sean pequeñas, que no tengan de ancho más de ocho pies y de largo tres tantos, y no se
tenga respecto a los que puedan venir a ellas para que por eso se hagan
mayores, salvo si sus moradores tuviesen cerca nuestras casas y no tuvieran
iglesia… El cuarto a donde ha de estar el refectorio y los demás de la casa,
tenga ocho pies a lo menos de ancho y nueve a lo más. Y en ellos se reparta la
sacristía, portería y una enfermería…Los tránsitos de toda la casa, bajos y
altos de las celdas, tengan tres pies y medio de ancho. ..En los altos de estos
cuartos se hagan celdas y sean de siete palmos de vara y las camas de siete
pies…, los atajos y tabiques sean de ladrillo o adobes (aún se conservan entre
las piezas de mampostería múltiples ladrillos). Tengan todas las piezas alacenas
con puertas (en los muros existen los vanos de las alacenas, concretamente en
la dependencia que hemos considerado como cocina y en las celdas).. Ninguna
casa tenga más de ocho celdas y las puertas tengan dos pies de hueco y seis de
alto y los cuartos desde el suelo hasta el maderamen pies y medio, y siete a lo
más. La iglesia tenga de alto lo mismo que la casa, porque sea toda cuadrada y
de un alto” ([24])
EL CONVENTO FRANCISCANO DE NTRA. SRA. DE LA LUZ EN TRUJILLO
En una capilla del muro de la Epístola de la parroquia de
San Francisco de Trujillo se encuentra una imagen en madera policromada de la
Virgen María (84 cms.) con el Niño, bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Luz[25].
Recibió culto en la ermita franciscana de este nombre
situada en el berrocal trujillano, en la finca "Papanaranjas", a 2
kms. de la población, en la carretera que conduce a Guadalupe. Posiblemente, al
igual que otras muchas tallas de la Virgen María, esta imagen fue llevada a
Trujillo por alguna Orden Militar durante la reconquista definitiva del 25 de
enero de 1232.
Vamos a pasar a conocer algunos datos históricos sobre la
fundación del convento de frailes franciscanos de Ntra. Sra. de la Luz en
Trujillo.
En la época de los RR. Católicos, debemos destacar la
gran labor llevada a cabo por fray Juan de la Puebla y fray Juan de Guadalupe,
que fueron los eslabones principales de la propagación del franciscanismo en
tierra extremeña, y a fray Pedro de Melgar y Bobadilla, que fue el principal seguidor
de los anteriores, fundando varios conventos franciscanos por toda la región[26]. Don Gómez Fernández de
Solís, don Juan de Chaves y don Alvaro de Hinojosa, caballeros de Trujillo, se
dirigen en febrero de 1498 al Romano Pontífice suplicando facultad para
edificar un convento franciscano en las proximidades de la ciudad de Trujillo
(ya había recibido el título de "Ciudad" en 1432)[27]. Consiguieron la
licencia de Roma y construyeron el edificio en las proximidades de la ciudad en
virtud de la bula pontificia Super
Familiam Domus, de Alejandro VI (25 de julio de 1499). Se hicieron cargo
del convento los citados fray Pedro de Melgar y fray Juan de Guadalupe, el día
24 de marzo de 1500 (festividad de la Anunciación); le dieron el título de
Ntra. Sra. de la Luz[28].
De este convento trujillano tan solo se conservan sus
muros maestros y, por supuesto, la imagen de la Virgen con el Niño, que fue
trasladada a la iglesia conventual de San Francisco, en la ciudad de Trujillo,
debido a que el mismo Alejandro VI, mediante otra bula, fechada el 11 de
septiembre de 1502[29], al Vicariato
Provincial de Santiago, suprimió el convento de Nuestra Señora de la Luz de los
frailes del Capucho[30], por el éxito de
algunos frailes Observantes, que ya desde un principio querían casa de oración
en la misma ciudad, sembrando discordias entre los franciscanos, desplazando a
los principales pilares de la reforma en Extremadura, nos referimos a fray
Pedro de Melgar y a fray Juan de Guadalupe[31]. La reconocida labor
del primer fraile franciscano del convento de Trujillo, fray Pedro de Melgar,
fue confirmada con la bula Sub Suavi
Religionis, del 17 de marzo de 1508, confirmando todos los privilegios
del Capucho a las órdenes de este fraile citado[32].
Vamos a pasar a estudiar estilística y artísticamente a
la única pieza que se conserva del convento. La imagen de Ntra. Sra. de la Luz, es obra
protogótica de gran belleza, presentando -Madre e Hijo- elegantes actitudes,
con un rostro un tanto risueño de la Virgen contrastando con la rigidez del
Niño. Se nos representa a María sedente en un elemental escaño moldurado por
los extremos, lo cual la relaciona con la Virgen de la Coronada y con las
vírgenes de la región aragonesa. Responde al tipo de trono de Dios, que aparece
sentado sobre la pierna izquierda de su Madre, en actitud frontal y rígida. La
Virgen sostiene delicadamente al Niño con su mano izquierda, mientras que con
la derecha nos presenta la fruta esférica[33].
La cabeza de María presenta un velo blanco-marfil, que
deja asomar el cabello oscuro, con raya al medio y ondas paralelas al plegado
del velo. Viste túnica sencilla de color jacinto (el tradicional de la pureza)
y manto azul oscuro que cae desde el hombro izquierdo formando ricos pliegues
paralelos y algo naturalistas con las angulaciones de raigambre gótica, está
cerrada al cuello con un escote redondo y ceñida al cuerpo con un cíngulo de
color negro, muy ancho. Bajo los pliegues de la túnica podemos apreciar los
zapatos de color negro, puntiagudos, que calza Ntra. Sra.
El Niño aparece frontal, en actitud hierática. Lleva en
su mano izquierda el Libro de los Siete Sellos y bendice con la diestra. Está
coronado, viste túnica talar de color marrón, con pequeños y menudos pliegues
en el regazo. Bajo la túnica se observan sus pies descalzos. El trono tiene la
misma tonalidad que la túnica de Jesús.
Presenta algunas semejanzas con la imagen de Ntra. Sra.
de la iglesia parroquial de Villamuriel (Valladolid), obra del segundo tercio
del siglo XIII[34].
Esta imagen fue restaurada por don José Gómez y Gómez en
Trujillo, en el año 1978[35]. Obra protogótica,
datable a fines del siglo XIII. Seguramente, hasta la construcción de dicho
convento, permaneció en alguna iglesia de las muchas que se habían erigido en
Trujillo en la Baja Edad Media.
Al hablar de la orden franciscana en Extremadura, y al
estar celebrando este año 1992 el "Encuentro entre dos mundos", no
podemos olvidar la proyección franciscana extremeña en América. La
cristianización de América es el hecho más trascendente de España en el Nuevo
Mundo. El grupo misionero más característico de Nueva España partió de un
convento situado a 68 kms. de Trujillo, en Belvís de Monroy, conocidos como los
Doce Apóstoles de México. A éstos siguieron muchos franciscanos que fueron los
verdaderos representantes de la evangelización, que es lo que verdaderamente
distingue la conquista española de la de otros pueblos.
CALZADA ROMANA Y BASILICA MOZÁRABE
Saliendo de Trujillo por la puerta de Coria aún
podemos contemplar restos de la calzada romana que iba de Turgalium a Cauria,
está tan deteriorada que apenas quedan unos metros de su base
original. Asimismo hay una basílica mozárabe bajando el terraplén desde la
Puerta de Coria.
Para acceder más
fácilmente a las ruinas del templo mozárabe tendremos que atravesar la Puerta
de Coria, una de las entradas al casco antiguo que recibe tal nombre por partir
de allí el antiguo camino que unía esta plaza con la cauriense. Mencionada
calzada la encontraremos nada más cruzar la puerta y a mano izquierda,
conservándose algunos retazos del antiguo pavimentado romano, que sirve
actualmente como acceso a las fincas que ocupan esta zona del berrocal,
abandonadas la gran mayoría e invadidas por la naturaleza. Según nos acercamos
a las ruinas del antiguo Convento franciscano de la Magdalena, encontraremos a
la derecha el acceso en mal estado a la conocida como cerca de
Pillito. Una vez allí, y caminando hasta el fondo de la que fuera huerta, nada
más pasar una segunda cerca sin cerrar veremos los restos de la basílica frente
a nosotros, descansando en una zona allanada del terreno, y con la figura del
castillo como telón de fondo de este paisaje milenario.
Entre los años 1985 y 1986 se llevaron a cabo
excavaciones arqueológicas en la basílica mozárabe por el Departamento de
Historia Antigua dirigidas por el Doctor José Luis Sánchez Abal.
Aún se conserva el ábside, y en perfecta perpendicular con el mismo la
nave y una cavidad delimitada con sillares aflora en el terreno, posible más
que enterramiento pila bautismal de inmersión, en la que se practicaría el
principal Sacramento cristiano a través de uno de los más primitivos ritos. La
pequeña mención de Turcalion en el
Anónimo de Rávena cobra gran importancia al vislumbrar con ello la
supervivencia de la ciudad en época visigoda, así como la continuación de su
funcionalidad económica y urbana siglos después de su fundación y en una época
previa a la llegada de los musulmanes. Pocos vestigios permanecen de la época,
como ocurriera con aquéllos derivados de la presencia romana. Sin embargo
y frente a la total inexistencia de restos urbanos latinos, se
conservan una ruinas que confirmarían la continuidad de la urbe durante el
reinado visigodo y que supondría un permanencia urbanística de la misma en mencionado
período.
A pesar
de haberse reutilizado muchos de sus sillares graníticos en los cercanos
vallados y construcciones inmediatas, ha podido sobrevivir hasta nuestros días
el ábside en herradura, orientado hacia el Este y posiblemente lugar que
ocupara el altar del templo a falta de restos de otras naves, apoyada la
hipótesis por la ubicación de una posible piscina bautismal en perfecto
perpendicular con la misma. Su diseño en herradura enlazaría con la tradición
constructiva visigoda, que impulsó este tipo de arco en los edificios hispanos
y en el arte europeo. De los pies de la nave o portada es difícil
actualmente distinguir nada, no preservándose restos de la misma o bien
encontrándose enterrados en el terreno.
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[1] Estrabón (3, 3, 6).
[2] Plinio (n. b. 4,
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[3] Leroquais, V: Les
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[4] Madoz, P: Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones
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[5]
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Juan de Guadalupe a San Pedro de Alcántara, en “San Pedro de Alcántara, hombre
universal”. Congreso de
Guadalupe, 1997, pp. 113-222.
[6] Bullarium Fratrum Ordinis Minorum Sancti Francisci
strictioris Observantiae Discalceatorum (Madrid, 1744), tomo I, part. I, pág.
13-15.
[7] Op. Cit., p. 15-18.
[9] Fr. Juan Baptista Moles: Memorial de la Provincia de
San Gabriel (Madrid, 1592), cap. X, fol. 42 v.
[11] Fundado en 1500 y
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franciscanismo en Extremadura". GUADALUPE, año 1991, núm. 709, pp. 24-27.
[12] Zacharias Boverio: Annales Fratrum Minorum
Capuccinorum (Lugduni, 1632), tomo I, p. 34. Waddingo, op. Cit, tomo I, pág. 47 y tomo VII, pág.
95.
[14]
Fray Juan de Santa María
en su Chronica de la Provincia de San Joseph (Madrid, 1615) y a Fray Juan de San
Bernardo: Chronica de la vida admirable del s. Padre Pedro de Alcántara
(Nápoles, 1667).
[15]
Gonzaga: Crónica General
Latina. Part. I. pág. 62. y Waddingo, op. cit., tomo V, pág. 257.
[16]
Véase Francisco de Madrid:
Bullarium Fratrum Minorum Sancti Francisci strictioris Observantiae
Discalceatorum. Madrid, 1744, t. I, p. 7. Juan de Trinidad: Crónica de la
provincia de San Gabriel de frailes descalzos de la apostólica orden de los
menores y Regular Observancia, de nuestro Seráfico padre San Francisco.
Sevilla, 1652, cap. XLIX, lib. 2, p. 450. Angel Uribe: “Espiritualidad de la
descalcez franciscana”, en ARCHIVO IBEROAMERICANO, 85-86, 1962, p. 148. Martín
de San José: Primera parte de la historia de los padres descalzos franciscanos,
Arévalo, 1644, libr. I, cap. 6, pp. 36-39.
[17]
Juan Bautista Moles: Memorial de la Provincia de San Gabriel, 1592.
Reproducción facsimilar por Publicaciones de Archivo Ibero-Americano, colección
Crónicas Franciscanas de España.
Madrid, editorial Cisneros, 1984.
[18]
Trinidad, en su Crónica de la Provincia de San Gabriel, op. cit., I. c. 735.
[19]
Barrado Manzano, A: Algunas Actas Capitulares, A.I.A., 79 (1960), pp. 350-354.
[20] J. Trinidad, op. cit.,tomo I, c.
737
[21]
Archivo Municipal de Trujillo. 1-2-70-1.
[22]
Uribe, Angel:
“Espiritualidad de la descalcez..”, op. cit., p. 148.
[23]
Uribe, op. cit., p. 148.
Juan de Santa María: Crónica de la provincia de San José. I parte, libr. I,
cap. VIII, fol. 45.
[24]
Martín de San José:
Primera parte de la Historia de los padres descalzos franciscanos. Arévalo,
1644, libro I, cap. 6, pp. 36-39.
[25]Fue descrita a principios de
siglo por MELIDA, J.R.: Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres,
op. cit., tomo II, pp. 366 y 367. Dice así: "Virgen con el Niño. Talla policromada,
arcaica, del siglo XIII. Se conserva en la última capilla del lado de la
Epístola en la iglesia de San Francisco, adonde debió ser traída de otro
santuario. Corresponde al tipo medieval de Virgen sentada con el Niño sobre las
rodillas y lirio en la mano".
[30]TENA FERNANDEZ, J.: Trujillo
histórico y monumental, op. cit., pp. 170 y 171. Nos ofrece la carta que los
Reyes Católicos enviaron al obispo de Plaencia cediendo a los observantes de
Trujillo la mezquita que los moros tenían en esta ciudad, para que construyan
en ella el monasterio de San Francisco, dada el 8 de diciembre de 1501. Pero,
las obras no comenzaron hasta el año 1505, según Facultad Real despachada en
Segovia. El convento de San Francisco de Trujillo recibió amplias reformas
entre los años 1562-1600.
[31]Estos elevaron sus quejas al Sumo
Pontífice, consiguiendo sus propósitos con el capítulo siguiente: "Todas
las Congregaciones de Amadeos, de Clarenos y del Capucho o Santo Evangelio, y
de todos aquellos varones que visten el hábito de los Frailes Menores, deberán
unirse en el plazo de un año, con todos sus conventos, o a los Padres Conventuales
o a los Observantes", y con el documento publicado por el Papa Julio II,
16 de julio de 1506: "Concordia y reducción a unidad de todas las
Congregaciones de Frailes Menores". NAPOLES, Fr. Miguel de: Chronologia
Historico-Legalis Seraphici Ordinis Fratrum Minorum Sancti Patris Francisci.
Nápoles, 1650, tomo I, p. 210. MADRID, Fr. F. de: Bullarium Discalceatorum. Madrid,
t. I, part. I, p. 53. Cit. por RAMOS RUBIO, op. cit., p. 27.
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