sábado, 24 de noviembre de 2018


Capillas y bienes muebles de la iglesia de Santa María “La Mayor” de Trujillo según los libros de Inventarios (1594-1708)



            Trujillo fue reconquistado definitivamente, en tiempos del rey Fernando III, el 25 de enero de 1232, participando en la misma las Órdenes Militares de Alcántara, Santiago y el Temple. Según la tradición, transmitida de generación en generación, la puerta por la que entraron las tropas en la toma de Trujillo recibió el nombre de Arco del Triunfo, en conmemoración al acontecimiento. Junto a las tropas de las Ordenes Militares, destacaron caballeros de tres linajes que serían decisivos en la posterior administración municipal de Trujillo: Altamiranos, Bejaranos y Añasco. Entre los primeros destacó Fernán Ruiz de Altamirano, que logró abrir la puerta del Triunfo para facilitar así la entrada a los ejércitos[1]. El rey Fernando III concedió al Obispo de Plasencia, diez yugadas en el término de Trujillo, en atención a los servicios prestados en la toma de la villa[2].
            Tras la reconquista aparecen en la villa las primeras fábricas religiosas cristianas, como es el caso de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor, ubicada sobre el solar de una mezquita árabe, la cual sería el centro del nodo urbano más importante de la ciudad intramuros[3]. La gran iglesia arciprestal, que regiría en lo eclesiástico una parte importante del extenso territorio que fue asignado a la ciudad, a la vez que se convertía en el núcleo religioso principal de la región. Su preponderancia sobre los demás templos locales fue evidente. En el Libro de Dotaciones de la parroquia del año 1670, se constata mejor que en ninguna otra parte, lo que fue el templo en lo referente al culto y privilegios:" Preeminencia sobre todas las parroquias y conventos de la ciudad, los que no pueden tocar a los oficios ni actos del culto general sin que primero toque Santa María, y lo mismo a las oraciones y sermón en los días de Cuaresma, Adviento y Pascuas, todo de tiempo inmemorial , por ser la primera y matriz. Es la primera iglesia que visitan los reyes y obispos  y donde se hacen las honras por los reyes y príncipes y tiene anejo el Arciprestazgo"[4].
            En otro libro de la parroquia se lee: "Títulos para que la cruz y la capa de la iglesia de Santa María presidan en las procesiones en los territorios de las otras iglesias y para que ninguna toque a vísperas, misas mayores y a la gloria del Sábado Santo hasta que no de el relox de la dicha iglesia mayor y toquen sus campanas, 11 de mayo de 1711"[5].
Los actos religiosos más solemnes se celebraban en su interior, y era centro de reunión de los cabildos de capellanes y de beneficiados cuando tenían algún asunto importante que tratar, o establecer alguna concordia o dar normas que pusieran orden en asuntos religiosos de interés para ambas instituciones. Las peticiones públicas a la divinidad y las acciones de gracia masivas, presidida por las autoridades locales y religiosas allí se realizaban, y de allí salían y hasta allí llegaban la mayoría de las procesiones que se hacían en la localidad. Era ejemplo y modelo de las otras iglesias del lugar y de los templos de los distintos poblados que se habían constituido dentro de la tierra trujillana. El presente estudio, basado en los inventarios que los visitadores generales obligaban a los párrocos a realizar y que se encuentra en el Libro de las (cuentas) y escriptvras (de la iglesia de Nuestra Señora (Santa) María de la çiudad de  Trujillo, año de 1595, dentro del Archivo Parroquial de dicho templo[6], nos muestra como fue el interior de este recinto sagrado durante el siglo XVII, con la peculiaridad de que mucha de su ornamentación procedía de épocas muy anteriores, que hoy conocemos gracias a esas visitas generales.  
            Santa María la Mayor, pues así es como se denomina a esta parroquia desde sus comienzos, es una iglesia de tres naves, con crucero y ábside poligonal, en el cual luce el magnífico retablo mayor gótico que aparece mencionado en todos los libros de Inventarios que hemos estudiado, es obra de Fernando Gallego y de su taller, con tablas en las que se representan escenas de la vida de la Virgen, y a los laterales, los Doctores de la Ley y los Evangelistas. Francisco Gallego, en la predela, ha pintado escenas de la Pasión y Muerte de Cristo[7]. Otras buenas pinturas y esculturas[8], se conservan en la parroquia. La invasión francesa y las desamortizaciones decimonónicas terminaron con la riqueza que tenía la parroquia en lo relativo a bienes muebles, como se desprende por los libros de cuentas, visitas e inventarios. La mayoría de las obras escultóricas, pictóricas y platería que actualmente se conservan en el templo proceden de otro lugar, han sido donadas por don José María Pérez de Herrasti.
La iglesia de Santa María constituye el edificio más importante de la ciudad. Se trata de una fábrica conformada a partir de diferentes épocas y con distintos materiales a base de sillería, en todo el conjunto, y mampostería en las torres. El edificio es esencialmente una obra tardorrománica, comenzada tras la conquista definitiva de la villa por las tropas cristianas en 1232, aunque existió otro edificio religioso anterior del que aún quedan restos de mampostería en el primer cuerpo de la torre “Julia”, y en parte de la nave. Probablemente, date este primigenio edificio de la época en la que Rodríguez de Castro dominó la villa, entre los años 1170-1195. Rodríguez de Castro y el califa almohade son aliados con acuerdo del leonés Fernando II lo que permite un estatus especial en Trujillo donde la convivencia religiosa está equilibrada teniendo el poder civil Fernando Rodríguez que en algunos documentos es nominado como de Turgello. Su relación con los almohades es fuerte y tanto que en 1174 el nuevo señor de Trujillo lucha al lado de los musulmanes contra Fernando II en la batalla de Ciudad Rodrigo, ganada por el rey cristiano que perdona a Rodríguez de Castro casándole con su hermana Estefanía.
            El señorío de Trujillo se mantiene hasta 1185 que se hace cargo de la ciudad Alfonso VIII de Castilla entregando su organización militar al maestre de la Orden del Pereiro don Gómez Fernández Barrientos. En Trujillo existía una pequeña orden militar donde tenían convento. Don Gómez unifica a todas estas minorías creando la Orden de Truxillo cuyos caballeros son los que inician sobre los restos de la mezquita mayor una iglesia cisterciense pues tal regla regía a todos estos freires. La pila bautismal de Santa María es un claro ejemplo de la época pues los freires grabaron un peral por el Pereiro de don Gómez y dos cruces del Cister[9].
            La iglesia fue muy reformada en el siglo XVI, a esta época corresponde la mayor parte del edificio. A la obra primitiva tardorrománica corresponden los elementos góticos y de influencia románica que aparecen repartidos en el templo, así como la torre-campanario, magnífico ejemplo tardorrománico y único existente en Extremadura.  El hecho de encontrarnos en las puertas de Poniente y de Mediodía, e incluso en el coro, con capiteles y todo tipo de elementos góticos, siendo la mitad del siglo XVI, su fecha de construcción, nos hace pensar en el reaprovechamiento de materiales de primera mano que tenían los arquitectos del siglo XVI de la primitiva construcción tardorrománica. Es en el siglo XVI cuando se da el aspecto definitivo al interior del templo: bóvedas, capillas, naves, sacristía, coro y la llamada "torre nueva". Ya en el siglo XVIII se construyó el camarín adosado al ábside y se remató la "torre nueva".
            El templo presenta en su exterior un interesante juego de volúmenes y alturas, predominando la verticalidad de la torre nueva, la cual se puede divisar desde cualquier punto de vista de la ciudad. Desde el exterior podemos apreciar perfectamente la estructura interna de la iglesia.
            La torre primitiva de la iglesia se alza adosada a la cabecera, en el muro del Evangelio. Es cuadrada, la mitad inferior es obra de mampostería con sillería en los ángulos. La mitad superior, es obra de sillería bien labrada, dividida en tres cuerpos, con vanos y baquetones cilíndricos en vez de columnas en los ángulos y canecillos en la cornisa. En dos ocasiones quedó gravemente dañada la torre. Concretamente, con los terremotos de Lisboa acaecidos en 1521 y en 1755[10]. Estas dos sacudidas causaron daño en toda Extremadura[11]. La torre de Santa María quedó muy dañada en el seísmo de 1521, agravándose su carencia de solidez con la repetición del mismo fenómeno en 1755[12]. Esta fue la causa que obligó al clero a construir otra torre. Las obras comenzaron en 1550, pero no se remató hasta el siglo XVIII. El arquitecto Sancho de Cabrera intervino en la construcción de la nueva torre. Antes, lo había hecho en el último tramo del templo, construyendo el magnífico coro alto. Junto a él trabajaron Alonso Becerra y su hijo, Francisco Becerra[13], el que sería el gran constructor de las catedrales de Puebla de los Ángeles, Quito y Cuzco[14]. También, trabajaron en la nueva torre, Pedro de Hermosa, Francisco Sánchez y Francisco Vizcaíno[15]. Del remate de la torre se encargó Francisco García en 1579. Las obras fueron terminadas por García Carrasco y Francisco Sánchez, colaborador de Francisco Becerra, en 1588[16]. No obstante, el cuerpo de campanas de la torre, no se remató hasta el siglo XVIII, de dicha obra se encargaron José García Galiano e Isidro Marín, contratados probablemente por el arquitecto madrileño Félix de Sata y Zubiría, al cual se contrató para rematar la torre[17]. En 1715, otro fuerte seísmo afectó de nuevo a la torre tardorrománica[18].Unos años después, a causa de un recio temporal, y con la fuerte sacudida del terremoto de 1755, la situación se agravó[19].
            En el año 1861, debido al estado ruinoso de la torre tardorrománica, a causa de los daños sufridos en el terremoto de 1755, comenzaron a llover quejar de los vecinos de la iglesia al gobernador civil de la provincia[20]. Se pide la demolición de la torre con el fin de evitar los graves perjuicios que en su estado pueden originar. La Real Academia de San Fernando envía un informe en el que consta que la torre es un monumento histórico-artístico que pertenece al Estado. En el año 1864, tras nuevas quejas procedentes de los vecinos[21], el gobernador se dirige al ayuntamiento a que tome las medidas oportunas de desalojo de los vecinos de las casas cercanas a la torre hasta que la Academia de Nobles Artes decida si ha de derrumbarse la torre o restaurarse como edificio monumental[22]. En 1865, tras el informe de la Academia, el gobernador manda instruir expediente para demoler la torre[23]. El proyecto fue elaborado por el arquitecto provincial Francisco López[24], los gastos ascenderían a la cantidad de 27.390 reales a cargo de los fondos municipales. Esta resolución no gustó al municipio, ya que la torre era un monumento histórico-artístico, los gastos deberían de partir de la Sección de Orden Público del Gobierno Civil[25]. Del tema no se vuelve a hablar hasta que en el año 1869 la torre sufre un nuevo desplome en sus lados oeste y norte, así aparece en los grabados de la Ilustración Europea y Americana, y en las fotos del Catálogo Monumental de Mélida (años 1914-1916)[26]. Se vuelve a hacer un proyecto de demolición a cargo de Vicente Paredes[27]. De nuevo, las dificultades de tipo económico paralizan las obras de derribo. En 1871, el ayuntamiento decide correr con los gastos. De su demolición se van a encargar Antolín Rodríguez y Juan Galeano Rojas por la cantidad de 5000 reales[28]. Igualmente, se acordó recoger y conservar en la Casa de Comedias las columnas y molduras como recuerdo histórico. El diseño de la torre presenta claras influencias de la escuela castellana, concretamente con la torre de la catedral de Zamora, presentando los aros del primer cuerpo con un diseño muy parecido, al igual que la torre de la iglesia de San Nicolás de Plasencia. En el año 1971 se redacta el proyecto de la Dirección General de Bellas Artes para la reconstrucción de la torre, realizando las obras en 1972 la constructora de don Francisco Casares, donde los nuevos canteros (don Antonio Serván)  también dejaron su marca, un escudo grabado del Atlético Bilbao en lo alto.
            Tres puertas facilitan el acceso al interior del templo. La portada de los pies es abocinada, con arcos apuntados  que descansan en pilares con columnillas en los ángulos, se aloja entre dos contrafuertes. Sobre la puerta es de destacar el rosetón gótico con decoración a base de círculos tangentes, así como cinco ventanales con arcos apuntados y tracería gótica, repartidos por la fachada,  permiten la entrada de luz al interior del templo.
            Esta fachada de Poniente es obra de los hermanos Francisco y Pedro Bote, ejecutada en el año 1550[29]. La portada de Mediodía es abocinada, con arcos apuntados sobre jambas acodilladas con columnas de orden jónico, apareciendo animales afrontados de influencia medieval. Es muy probable que Francisco y Martín Vizcaíno, así como Pedro de Hermosa, que remataron el tercer cuerpo de capillas en 1545,  reaprovecharan los elementos tardorrománicos y góticos de la primitiva construcción para construir la puerta de Mediodía, así nos explicaríamos la existencia de una portada tardorrománica en una construcción realizada a mediados del siglo XVI. Claro ejemplo de cómo en épocas tardías aparecen formas propias de un estilo tardorrománico o de un gótico primitivo. En este sentido podemos relacionar a la portada de Mediodía con algunas portadas de las parroquias de la Vera que responden a este tipo,  así como la puerta de la Catedral vieja de Plasencia o los motivos decorativos existentes en la puerta de Poniente de la iglesia de Santa Cruz de la Sierra. En Extremadura pervivieron durante mucho tiempo formas ya perdidas en otros centros artísticos. En la fachada Norte, tenemos otra de las puertas de acceso al interior,  hoy día cegada. Es una severa y sencilla construcción, a base de arcos apuntados, la más sobria de las tres puertas que tiene la iglesia. Debió de ejecutarse, con posterioridad a la capilla de los Vargas, hacia 1522. Precisamente, esta capilla rompe la estructura continua de la iglesia y se constituye como un volumen más destacado en la fachada.
            Frente a la portada de Mediodía, estuvieron las casas obispales[30]. Aún se conservan en ellas las rejas góticas en una sencilla construcción renacentista, con ventanales protegidos, a la andaluza, por el tejadillo saliente como un resumen del carácter que domina a la arquitectura de Trujillo. En una de las ventanas de la Casa Rectoral de Santa María, está el único ejemplo de estilo colonial en Trujillo, semeja un caprichoso arco de estilo gótico y es en realidad un entablamento barroco retorcido y al que no queda nada recto[31].
    El espacio interior del templo se articula en tres naves, la central más ancha y alta que las laterales, se cubren con bóvedas de crucería con terceletes, utilizándose combados en la nave central, con motivos heráldicos de los Carvajal y otros religiosos; la capilla bautismal y la de los Vargas se cubren con nervios combados. El sotocoro se cubre con bóveda estrellada y en las claves principales el escudo de Vargas y Carvajal, con capelo. Los arcos de las naves descansan sobre sólidos pilares cruciformes. Un sencillo arco apuntado triunfal permite el paso a la cabecera, cuyo ábside poligonal se cubre con una bóveda de crucería de tres paños.
 Hemos de destacar, según se desprende de los Inventarios estudiados  una serie de capillas y altares, testimonio de la fe de los trujillanos en aquella época, adornados con primitivos retablos. Este vocablo procede del término latino retro-tabula, detrás de la tabla, y el objeto que designa ya ocupaban en el siglo XIII el lugar que hoy conocemos, detrás del altar. Pero en esa época eran cuadros rectangulares de proporciones modestas, que se habían hecho fijos al sustituir a aquellos otros movibles y adaptables a la festividad litúrgica de tiempos anteriores, sin haber perdido por completo el valor decorativo y didáctico que siempre tuvieron. Posteriormente se verán enriquecidos con materiales diversos: madera, mármol, alabastro, etc. Y en el siglo que nos ocupa presentarán una ornamentación exuberantemente con numerosas imágenes, y contendrán en su mayoría las partes esenciales de los mismos. La zona baja, denominada banco o predela; el cuerpo central, donde se coloca el motivo fundamental de la obra; los remates superiores o cumbreras; y el contorno o guardapolvo. Los retablos que encontramos en los inventarios de la iglesia de Santa María de Trujillo no corresponden propiamente al siglo XVII, muchos de ellos proceden de épocas muy anteriores, aunque ya en su mayoría contienen las partes esenciales de los mismos, y van incorporando imágenes de bulto y otros objetos decorativos, que los aproximan a épocas más modernas.
           
Muchos de los bienes muebles que aparecen detallados en los Inventarios, cuando se quitaron de los retablos que lucían las capillas, se trasladaron a la sacristía de Santa María que está situada en el muro de la Epístola, de planta rectangular. Es difícil fechar la sacristía al carecer de documentos anteriores al año 1543. Lo que sí sabemos es que en esa fecha ya estaba construida.  Podemos datar la sacristía a principios del siglo XVI.  En 1515, se pide ayuda económica al ayuntamiento para continuar las obras de la iglesia de Santa María, hasta entonces se habían construido cinco de las doce capillas que estaban presupuestadas, todas ellas en la cabecera[32]. La sacristía, continúa a la capilla de los Barrantes,  ya estaba construida en esta fecha. La capilla de los Barrantes, sita entre el presbiterio, en la actualidad hay una imagen del lego franciscano San Diego de Alcalá, del siglo XVII (obra procedente de la iglesia filial de San Francisco[33]). En el siglo XVI aparece citado en un Inventario un retablo en la capilla de los Barrantes: “Yten otro rretablo junto a la sacristia enque estan pintadas las onze myll virgenes y san lorenço y otros santos es de tres ordenes en ancho y largo con su guardapolvo estrellado y pintado viejo”. Este retablo (muy viejo, como nos informa el inventario de 1594) fue sustituido por otro bajo el título de San Andrés[34]. Se trata de la obra que vio Ponz en su Viage por España: “Me ha parecido bueno el quadro de S. Andres colocado en su altar...”[35]. Esta capilla de los Barrantes, habría sido la primitiva sacristía del templo tardorrománico. En la clave central de la bóveda están las armas de Hinojosa y en las claves menores, de Hinojosa y Barrantes. En la sacristía se conservan los restos de un lavatorio de granito con hornacina avenerada y pila gallonada. Según se desprende por un Inventario del siglo XVI, en la sacristía existieron varios retablos: “Otro retablo que esta en la sacristía en que estan pintados nra. señora y san pedro y san pablo”; “Otro tablero mediano questa en la sacristía en questa pintado san xpoval (= Cristoval )[36]. “Ytt. se le hacen buenos Docientos Rs. que pago a Antonio de Roman pintor por pintar tres Cajas y un Retablo de Sn. Geronimo que todo esta en la sacristia”[37].
            En la primera mitad del siglo XVI, en el tercer cuerpo de capillas, estaban trabajando los arquitectos Pedro de Hermosa, y los hermanos Francisco y Martín Vizcaíno[38]. Al lado de la Epístola, a partir del altar mayor, está la capilla de los Altamiranos. Allí están sus armas que son diez roeles, las mismas armas que la de los Orellanas. Fue mandada construir en el año 1526 por don Hernando Alonso Altamirano, sobre la capilla de Santa Catalina, que fundó don Matheos, nieto del conquistador de Trujillo, Fernán Ruiz, que facilitó la entrada de las tropas cristianas en 1232. Fue la primera capilla indulgenciada en Santa María, aparece rematada por el blasón de los Altamirano, sobre un artístico pergamino, y se timbra con un yelmo afrontado, policromado. En la cartela reza: “RENOVOSE SIENDO EL ACTUAL POSEDOR DE LA S. DON JUAN JOSE DE SOTO ALTAMIRANO. EN 2 DE DIC. DE MDCCIX”. En esta capilla hubo un cuadro del Descendimiento[39] que es el que se encuentra en la puerta del camarín, hoy día está colocado en la capilla un cuadro de la Anunciación, que antes estaba en la capilla del Canónigo Gonzalo Blázquez[40] y que estudiaremos más adelante. En el crucero, está la capilla de los Loaysas, llamada en otros tiempos de Santa Ana[41].
            La capilla de los Loaysas fue fundada por don Alonso de Loaysa y su mujer doña María de Ayala, el año 1574[42]. Se dotó a esta capilla con diez mil maravedíes para ornamentos y treinta mil maravedíes para su capellán. El escudo de los Loaysas –cinco rosas-, luce en el tímpano del frontón. En las claves de la bóveda que cubre la capilla están las armas del linaje Carvajal. Para su construcción, se cegó brutalmente una de las vidrieras de tracería gótica que permitían la entrada de luz a la iglesia. Encima  de esta capilla se construyó una tribuna, que tiene su acceso por la sacristía. El día 15 de diciembre de 1573, el deán y el cabildo de Plasencia acceden a "que si la capilla mayor se alarga más de como ahora está, y se abriese la pared de la capilla de Santa Ana, que el dicho Alonso de Loaysa y sus sucesores pueden cerrar la rotura que se hiciese en la pared de la capilla con una reja y poner el altar dentro de la capilla de Santa Ana en el lienzo de la iglesia de Santa María"[43]. En el Protocolo de Carmona, en 1574, se dice  "que don Alonso de Loaysa recurre al Cabildo  de Plasencia por defunción del obispo don Pedro Ponce de León, para que se le conceda la capilla de Santa Ana, cuya posesión la discutían varios caballeros y la misma Iglesia"[44]. En Junio de 1574, se firmó ante el escribano Pedro de Carmona, la escritura de traspaso de la capilla de Santa Ana, en favor de don Alonso de Loaysa y su mujer doña María de Ayala.
Seguidas a la capilla de los Loaysas, a lo largo del muro de Mediodía, destaca el sepulcro del canónigo Gonzalo Blázquez, formado por un arco rebajado moldurado, adornado con una guirnalda con motivos vegetales y figurativos, enmarcado por un alfiz. Presenta una inscripción en el alfiz que fecha la capilla: “este arco et sepultura mando fazer gº blasques canonigo en la eglia de plasencia arcipreste de Trujillo la qual fiso en el año de mill quatrociento xl viii”. En el fresco del zócalo figura otra inscripción que fecha la colocación de la tabla que mandó pintar el propio canónigo en 1581 y que se encuentra en la capilla de los Altamirano[45]; de los Calderones, mandado construir por don Pedro Calderón Altamirano. Una orla circunda el arco escarzano con la leyenda: “ESTA OBRA MANDO FACER PEDRO CALDERON ALTAMIRANO, FIJO DE VASCO CALDERON”. Bajo el alfiz hay tres escudos policromados: Altamirano, y cuartelados de Calderón y Altamirano. En el siglo XVI hubo “un rretablo de Sant Leon y San lazaro en la capilla de pedro calderon altamirano con una varilla de hierro pa. el guardapolvo”[46].
La de Juan de Torres Carvajal albergaba un cuadro con la imagen de San Gregorio, sin que se concrete en ninguno de los inventarios a qué Gregorio se refiere, a pesar de que desde la Edad Media adquirió gran relieve esta advocación al considerarla protectora contra las terribles plagas de langostas. Sin embargo, hubo gran confusión a este respecto, dado que unos lugares imploraban a San Gregorio Nacianceno (330-390), obispo de Constantinopla, desde que en el año 885 se declarara una gran plaga en Francia y los files recurrieran a él tras rociar con agua bendita sus campos. El milagro se produjo y la fe se extendió por toda Europa. Otros, no obstante, consideran a San Gregorio, obispo de Ostia (Italia) el verdadero abogado contra “la langosta, pulgones y otras sabandijas”, dado que a mediados del siglo XI fue enviado por el papa Benedicto IX a resolver ciertos asuntos de diócesis entre Navarra y la Rioja. Allí conoció a Santo Domingo de la Calzada a quien nombró su paje. Y durante la estancia en estos reinos se desarrollaron varias plagas que asolaban los campos, mientras que el santo las combatía invitando al pueblo a que hiciera oración, penitencia y rogativas por las tierras infectadas. Murió el 9 de mayor de 1054 y fue enterrado en Sorlada (Navarra). Agricultores y ganaderos de los siglos posteriores bendecían sus campos plagados de insectos con el agua bendita conseguida en su iglesia. Pero la confusión se acrecentó durante muchos años al conmemorar ambos aniversarios en la misma fecha. Hoy se ha trasladado la festividad del Nacianceno al 2 de enero. 
Al lado del Evangelio, está la capilla de los Cervantes Gaete. Se trata del enterramiento de Hernando Cervantes y de su mujer Leonor de Gaete. En el año 1583 se recoge el pago del sepulcro de los Cervantes-Gaete[47]. Sobre el sepulcro hay un escudo policromado, partido con las armas de Barrantes/Cervantes y Gaete. También se dispone una guirnalda y un entablamento clásico con ménsulas y medallones, sobre la cornisa se levanta un tímpano formado por una cornisa inclinada y partida donde reza en una cartela: “ES DE HERNANDO CERVANTES Y DOÑA LEONOR DE GAETE SV MVGER Y SVCESORES”.  El licenciado Cervantes de Gaete, oidor de la Chacillería de Granada, fue el lugar donde se conservó en arca de plata el Santísimo Sacramento, cuando se trasladó al tabernáculo en las fiestas del Corpus del año 1586[48], este altarcito fue comprado para enterramiento de don Hernando de Cervantes y su esposa doña Leonor de Gaete, hermana del Cardenal Cervantes de Gaete, costó doscientos mil maravedíes. Firmó la entrega el 17 de mayo de 1568 ante el escribano de Trujillo Juan Cidar. Fueron muchos los que llegaron a sentir gran devoción por este personaje y el lugar de su inhumación en tiempos pasados, a juzgar por las referencias que hacen en sus testamentos. El capitán don Diego de Vargas y Carvajal, hermano de los condes del Puerto, que vivió durante largos periodos en esta pequeña localidad donde falleció en la primera mitad del siglo XVII, quedó constituida una memoria de misas por su alma en la capilla del Cardenal Gaete de Trujillo. En su parte posterior campean las armas de este linaje. En esta capilla hubo una pintura de Santa Apolonia, la virgen y mártir de Alejandría, la cual rompieron las muelas y quemaron viva en el año 249. Y, en el siglo XIX se colocó una imagen de la Inmaculada. Existía “Un retablo dorado de Sta Apolonia En la capilla del licenciado Cervantes. En el sitio dondestava el Santissimo Sacramento”[49].  Tras la Invasión Francesa, el retablo desapareció, ubicándose en el hueco la escultura de la Inmaculada Concepción, como se nos refiere en el Acta que extendió don Gregorio Ildefonso Cidoncha, párroco de Santa María y Arcipreste de Trujillo, el 4 de octubre de 1862, sobre la colocación de reliquias en las aras de los altares, cuyo tenor es el siguiente: “ ... coloque las Stas. Reliquias en todas las Aras de la misma; á saber, en la del Altar Mayor dedicado á la Asunción de Maria Sma., y en los dedicados á la Anunciación y Concepción de Nuestra Señora q.e estan á los  lados del altar mayor, en el del Niño Jesús qq.e esta en la Capilla al lado del Evangelio, en el del Smo. cristo y el de S. Juan q.e estan fuera de la Capilla mayor...”[50].
 Sigue a esta capilla, en el muro este del absidiolo septentrional, la de los Pizarros, llamada de San Juan, porque había un lienzo de este santo. Fue su fundador el señor don Juan Pizarro y su esposa doña Juana de Hinojosa,  a principios del siglo XVI. Fue ampliada su dotación por el arcipreste de Trujillo don Juan Pizarro, en 1584. En esta capilla están enterrados don Juan Pizarro; don Francisco Pizarro de Hinojosa, señor de Torrecillas; don Gabriel Pizarro, nieto, inquisidor de Granada y progenitor de los marqueses de San Juan que son Pizarro- Aragón. Era una familia muy numerosa, contó el enterramiento con diez hijos del matrimonio citado. En la capilla destacan en la bóveda los escudos de Hinojosa. En los sarcófagos, las armas de los Pizarro. En el suelo las laudas de Carvajal, Juana de Hinojosa. El sepulcro consta de un arcosolio que se enmarca en dos pilastras corintias que sostienen una cornisa. El arcosolio está rodeado por jambas y un arco decorado con una moldura que rodea el trasdós del arco.
En el Inventario de 1637 se cita un “retablo en la capilla de los piçarros”, ya en el Inventario de 1582 encontramos referencias a este retablo “en la capilla de los piçarros donde estan pintados nra. señora y sant juº (= Juan ) baptista de pinzel y en una caxa una nra. señora de bulto con su niño Jesus grande y dorada”[51].
En  1862, según aparece en el acta que don Gregorio Ildefonso Cidoncha extendió en el libro de fábrica de 1852-1889 sobre la colocación de reliquias en las aras, en esta capilla se encontraba un Niño Jesús (actualmente en la sacristía de la iglesia de San Francisco ): “.. coloque las Stas. Reliquias en todas las Aras de la misma; á saber, en la del Altar Mayor deddicado á la Asunción de Maria Sma., y en los dedicados á la Anunciación y Concepción de Nuestra Señora q.e estan á los  lados del altar mayor, en el del Niño Jesús q.e esta en la Capilla al lado del Evangelio, en el del Smo. cristo y el de S. Juan q.e estan fuera de la Capilla mayor,...”
Esta escultura del Niño Jesús aparece por primera vez documentado en el Libro de Fábrica de 1731-1756, en las cuentas rendidas el 8-IX-1755, al folio 231: “(al margen) Compostura de Niño Jesus. Yt. ( = Ítem ) es Data tres mil y quatro cientos mrs. pagados a Juan de Ôlivenza, por la compostura, que hizo, en el Niño Jesus de dha. ( = dicha ) Yglesia, consta de Rvo.”[52].
Sobre la pared de la tribuna del altar mayor, destacan cuatro escudos de mármol de los Barrantes y Cervantes de Gaete; y los Orellana.
Siguiendo el muro del Evangelio, nos encontramos con el sepulcro de Juan de Orellana. Sirve de divisoria al arranque de la escalera de la torre tardorrománica. Bajo un arco gótico de finas archivoltas y columnillas está el arca sepulcral de forma tumbada, lisa, de granito, como todo el monumento, sobre tres leones en alto relieve. El arcosolio presenta jambas y arco carpanel con baquetones góticos. En el fondo de la arcada está esculpido un motivo heráldico consistente en un león rampante, y grabada la inscripción: "AQUI YASE SEPULTADO EL NOBLE CAVALLERO IVAN DE ORELLANA SEÑOR DE ORELLANA DE LA SIERRA EL QVAL MANDO HASER ESTE ENTERRAMIENTO I ALTAR . ACABOSE EL AÑO DE MILL I QVINIENTOS I VEINTE I DOS AÑOS".  Se hace referencia en un Inventario de 1582 al “rretablo por dorar y pintar en la capilla de pedro de Orellana - Dorose y pintose”[53]. La advocación de esta capilla era la de San  Antonio Abad, así aparece reflejado en el mandato sexto del final de las cuentas de 1643 del Libro de Fábrica de 1629-1692: “(al margen) Capilla de Sr. S. Anton=La capilla de Sr. Sant Anton de que es Patron don Pedro de Orellana Vejarano cavallero de la orden de Sr. Santiago - manda su merced se le notifique lo mismo”. Este retablo se encuentra actualmente en la capilla de los Pizarro. Desde 1862, “se hallan en esta capilla dos tablas de gran valor representando a los Santos Juanes, del Divino Luis de Morales, coronadas por otra tabla semicircular que representa a Jesús crucificado con San Jerónimo y San Francisco”, así aparece reflejado en el Acta que D. Gregorio Ildefonso Cidoncha, párroco de Santa María y arcipreste de Trujillo, extendió en el Libro de Fábrica de 1852-1889 al folio 190: “ ... coloque las Stas. Reliquias en todas las Aras de la misma; á saber, en la del Altar Mayor dedicado á la Asunción de Maria Sma., y en los dedicados á la Anunciación y Concepción de Nuestra Señora q.e estan á los  lados del altar mayor, en el del Niño Jesús qq.e esta en la Capilla al lado del Evangelio, en el del Smo. cristo y el de S. Juan q.e estan fuera de la Capilla mayor,...”[54]. Entre pilastras cajeadas se insertan las tablas con estas representaciones; en el ático acompañan San Jerónimo y San Francisco. Las pinturas de los Santos Juanes han sido incluidas por Carmelo Solís en la órbita de influencia más directa de Morales; estarían fechadas entre 1583 y 1595, según los inventarios de la parroquia. A su pluma dejamos la descripción de las mismas: «Las efigies de los Santos Juanes, que con la imagen centrada de la Virgen y el Niño, de bulto, conformaban una composición análoga a la tabla de la Virgen y los Santos Juanes de Valencia de Alcántara (c.1550-1555), se ofrecen de cuerpo entero, con sus atributos personales, enmarcadas en sendos paisajes, en los que se desarrollan, al fondo, algunas escenas alusivas a la vida de cada uno de ellos. El Bautista aparece con el torso y el brazo derecho semidesnudos, vestido con túnica de piel y breve manto carmesí, enarbolando en su mano izquierda una cruz con la banderola del Agnus Deis y señalando con la diestra una diminuta figura del cordero a sus pies, habitual en la obra moraliana. En el paisaje de fondo aparece, a escala reducida, el Precursor predicando y bautizando a orillas del Jordán. El Evangelista, a su vez, se nos muestra vestido con túnica carmesí y manto azul, de dibujados y escultóricos pliegues. Porta en sus manos el cáliz con el dragón apocalíptico, acogiéndose, tras un pórtico con una pilastra escorzada y ornamentada de grutescos, a un paisaje de evocadoras formas flamencas, en el que se describe, también a escala menor, la escena del martirio en la caldera hirviente, que nos refiere la tradición. El águila, a sus pies, rubrica la identificación del apóstol predilecto del Señor. Son figuras realizadas con gran dominio del dibujo, especialmente en el plegado de las telas, de amplio concepto en su diseño, y con unas entonaciones colorísticas muy fuertes y difuminados valores, que acreditan la buena técnica aprendida por Hernando (no encontramos otro, que tan fielmente pudiera seguir los postulados estéticos de Morales) en sus años de colaboración en el taller paterno o en su, al parecer breve, etapa activa en solitario.  En los años 60 fueron sometidas a un tratamiento de limpieza por los técnicos del Instituto Nacional de Restauración»[55].
            La capilla más suntuosa es la de los Vargas en ella hay tres hornacinas que debieron contener tres bultos sepulcrales. La capilla se cubre con bóveda de crucería con combados, donde aparecen cinco de los diez escudos que tiene la dicha capilla. En el muro de cierre de la capilla está la siguiente inscripción: "CAPILLA DEL NOBLE LINAJE DE LOS VARGAS/ EN QUE YASE EL ESFORÇADO CAVALLERO IVAN/ DE VARGAS Q LA MANDO HASER I CO EL LOS MAIORALGOS SVS ANTECESORES. MURIO AÑO DE MDXVII. ACABOSE ESTA OBRA EN EL MDXXII AÑOS". Don Juan de Vargas es descendiente del caballero Iván o Juan de Vargas, al que sirviera San Isidro en Madrid , la rama más directa de esta familia llegó a Trujillo y está enterrada en esta capilla de Santa María la Mayor[56]. En el Libro de Cuentas de 1626, se lee literalmente: "La capilla de los Vargas está muy indezente, no se dice misa en ella. Mando se ponga un retablo en la dicha capilla y en el altar un ara, manteles y lo demás necesario para el ornato adecuado de la dicha capilla y que se limpie con la deçencia que se deve". En la actualidad no se conservan bienes muebles en dicha capilla. Hasta hace unos años, estuvo cegada esta capilla. Gracias a los esfuerzos que se han llevado a cabo en los últimos años en Trujillo por la conservación y restauración de edificios y objetos artísticos, hemos podido recuperar este magnífico panteón. Existió un retablo en esta capilla según se desprende por un Inventario: “Otro rretablo En la capilla de don diego de vargas carvajal de tres hordenes pintado y muy viejo[57]. Al final de las cuentas de 1643, extendidas en 1644, aparece un mandato sobre el arreglo de capillas y altares, el 7º dice literalmente: “En quanto a la capilla de los Vargas de que es Patron don joan de Vargas Conde del puerto:= que esta sin rretablo y muy ynddezente. que no se dice misa en ella. mandava y mando su mrd. se notifique a el adm.or o persona a cuya quenta corre la adm.on de la haziendda del dho. conde del puerto dentro de quatro meses de la no.on (= notificación ) deste haga se Ponga vn rretablo en la ddicha capilla y en el altar una ara. manteles y frontal y candeleros y lo demas nezesºs ( = nezesario ) para el ornato de ddha. capilla y queste limpia con la deçencia que se deve...”. Este mandato de poner un retablo nuevo se llevó a efecto, así lo podemos comprobar en los mandatos de la Santa Visita del 11 de Febrero de 1729[58].
            La capilla de los Vargas presenta en su frente, un enterramiento plateresco, en granito, entre columnas toscanas. Dos ángeles tenantes sostienen el escudo de armas familiar y , en la zona superior, los bustos de los difuntos, que enmarcan la  siguiente inscripción: "MANDO HASER ESTE ENTERRAMIENTO EL MUI NOBLE CAVALLERO LUIS DE CARVAJAL I DOÑA COSTANÇA DE HINOJOSA SV MVJER. MURIO A XXV DE DISIEMBRE DE MDI AÑOS"[59].
    Tenemos por tanto en Santa María diversidad de sepulturas en arcosolio, hornacinas y capillas-panteón, algunas con bellas muestras escultóricas y ornamentales góticas y renacentistas. El suelo del templo está completamente cubierto de lápidas funerarias, con los correspondientes blasones familiares, entre los que podemos citar a los Vargas, Carvajal, Pizarro, Cervantes, Barrantes, Bejarano, Orellana, Altamirano, etc
El retablo del altar mayor, formado por cuatro órdenes en alto y siete a lo ancho y rematado por un guardapolvo, estaba presidido por la escultura de Nuestra Señora con el Niño Jesús, pintada y dorada. Imagen románica que representaba la Asunción de la Virgen hoy desaparecida, que los trujillanos supieron adornar con ricas vestimentas y joyas, según los inventarios de esta época, pues desde tiempos muy remoto la ciudad había hecho un voto a esta advocación consistente en procesionar su imagen solemnemente por las calles del recinto amurallado todos los 15 de agosto, aunque no sabemos el motivo de tal promesa así se venía realizando al menos hasta bien entrado el siglo XVIII[60]. En el Inventario de 1594 aparece mencionada esta imagen de Ntra. Sra. con su Niño en brazos sita en el altar  mayor. Se trata de la imagen titular de la parroquia, Ntra. Sra. de la Asunción. Es difícil, al contar con tan escasa información en los libros de fábrica, saber qué forma tendría. Tan solo se conserva un cuadro exvoto, realizado en 1745, en el que aparecen representados la Virgen sosteniendo al Niño con su brazo izquierdo[61]. Pero, la imagen está vestida, imposible para datar la escultura. Podemos decir, no obstante, que puede responder al tipo medieval de Virgen sentada sosteniendo al Niño con su brazo izquierdo, con actitud hierática y sin comunicación entre ambos. Lo más probable, es que se tratase de una imagen románica de campaña, traída por los conquistadores de la villa en 1232. Circunstancia que fue muy repetida en tiempos medievales, como debió de ocurrir con la imagen de Ntra. Sra. de la Coronada, sita en la iglesia de San Martín de Trujillo[62]. Pero, contar solamente con un cuadro exvoto popular y una vaga referencia a la imagen en los libros de fábrica, además de tener en cuenta el estilo personal del artista, en este caso mediocre; no nos permite aventurar hipótesis. En el taller de Restauraciones Artísticas de Trujillo fue restaurado en los años ochenta del pasado siglo un pequeño lienzo exvoto que representa a la Virgen de la Asunción, propiedad de la parroquia, que en la actualidad está en el sepulcro del canónigo Gonzalo Blázquez. El importe por dicha restauración fue costeado por doña Matilde Muro Castillo. Oculta por una inscripción del siglo pasado en la que se leía: "SANCTA MARIA DEI GENITRIX VIRGO INTERCEDE PRO NOBIS AD DOUM JESUM CHRISTU , ha salido a la luz, después de una paciente limpieza, la siguiente leyenda: "Antonio Ramos, hijo legítimo de Juan Ramos, vecino de esta ciudad y feligrés de Santa María, por asomarse desde la torre de las campanas a ver la gente que concurría a la solemne procesión vespertina que esta Nobilísima Ciudad celebra al Santísimo Sacramento del Altar en su Octava, le arrojó el aire de 16 varas de alto a la calle y se atribuye el no haberse hecho mal a la intercesión de Ntra. Sra. de la Asunción, sucedió el día 24 de junio del año de 1745"[63].
            Se trata, por lo tanto, de una ofrenda o exvoto a la Virgen en recuerdo del beneficio recibido. En el Libro de Bautismo de la parroquia, con fecha 21 de septiembre de 1739[64], encontramos la partida de bautismo de Antonio Ramos, que nació el día 13 de dicho mes y fue bautizado el día 21 de septiembre de 1739, tenía por tanto seis años cuando se cayó de la torre. Es muy probable que fuese el hijo del campanero. En la torre se conservan aún las dependencias del campanero.
             El culto a la Virgen con el Niño de Santa María, bajo la advocación del Misterio de la Asunción, se estableció enseguida, una vez conquistada la villa por las tropas cristianas. Según Tena Fernández, fue la imagen de mayor devoción en Trujillo, hasta el año 1531, fecha en la cual el concejo acordó construir una capilla en el castillo para venerar en ella a la imagen que ejecutara Diego Durán, sería la Patrona de Trujillo, la Virgen de la Victoria[65].
            Con anterioridad, las representaciones a Nuestra Señora, estaban reservadas para el escudo de la ciudad, repartidos en puertas de acceso a la villa, bóvedas de las iglesias, etc...El escudo de armas de la ciudad fue confirmado por el rey Fernando III, según la venerable leyenda que la Virgen auxilió a las tropas cristianas en la conquista definitiva acaecida en el año 1232. En el escudo de armas aparece: "En campo de plata una imagen de Ntra. Sra. de la Victoria, puesta encima de la muralla almenada de dos torres, todo de gules y mazonado de plata".  Ntra. Sra. de la Asunción, titular de Santa María, sería la imagen que recibiría culto y sería venerada hasta la fecha citada. Tuvo muchas alhajas y ricos vestidos como se desprende del Inventario realizado en 1729, que expondremos en el capítulo dedicado a platería. Esta imagen desapareció en 1809, su lugar en el retablo le vino a ocupar una imagen de Ntra. Sra., actual titular de la parroquia, obra del escultor Modesto Pastor, natural de Valencia[66]. En el Libro de Cuentas de Fábrica con fecha 1852-1889, en el folio 53, se lee literalmente: "Es tradición que en la invasión francesa del presente siglo desapareció la imagen de Ntra. Sra. de la Asunción, patrona de la iglesia de Santa María; llevándose los preciosos vestidos de su uso al extranjero, algunos se pudieron rescatar. El camarín quedó sin imagen, cuya falta se suplió en el año mil ochocientos diez y siete por el Sr. Marqués de Santa Marta que donó un magnífico lienzo a la iglesia, representando el misterio de la Asunción de Ntra. Sra., se colocó en el centro del retablo mayor desde lo alto del tabernáculo hasta cubrir el escudo final de aquel ocultando por sus dimensiones, el camarín y siete cuadros más del retablo. En mil ochocientos ochenta y dos se trasladó este lienzo para colocarlo en la nave del baptisterio frente a la ventana grande de Mediodía[67]  y puesta en el camarín una imagen de talla que representa dicho misterio estando la Virgen sentada sobre una nube, subida por dos mancebos preciosos, circuida de rayos dorados en grupo de unos dos metros y treinta centímetros de altura, por uno y doce de ancho, es obra del escultor de Valencia del Cid don Modesto Pastor, encargada por el cura párroco de esta iglesia y costeada por los fondos de la fábrica, siendo su coste nueve mil reales. Llegó esta imagen a Trujillo a últimos de abril de 1882; estuvo, hasta su traslado en procesión, en la casa del presbítero don Agustín Solís, en la calle Nueva, quien había concebido el pensamiento de traer esta imagen en el tiempo que fue ecónomo de esta parroquia"[68].

            Por tanto, la obra artística más importante de la parroquia es el retablo mayor de Santa María es un importante conjunto gótico, con veinticinco pinturas sobre tabla que llenan todo el espacio poligonal del ábside[69]. Las tablas están distribuidas en cuatro órdenes a lo alto (cuerpos mas la predella) y siente calles a lo ancho, correspondiendo al medio solo un cuadro superior pues los huecos restantes se ocuparon con la imagen exenta de Ntra. Sra. de la Asunción -titular del templo- y el sagrario, que se colocó hacia el año 1595[70]. Para ello se quito la tabla en la que figuraba Cristo Crucificado, trasladándose la sacristía[71]. Esta tabla fue localizada por el coautor de este trabajo en 1992 en colección particular en Madrid[72], desapareció de la iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo a principios del siglo XX[73]. Estuvo colocada en el centro de la predella del retablo mayor. Tanto en la predella como en el resto del retablo, trabajaron activamente los discípulos de Fernando Gallego. Podemos atribuir esta Crucifixión al Maestro de Palanquinos[74], por las características técnicas y artísticas que posteriormente pasaremos a exponer. Por tanto, podemos decir que el pintor anónimo conocido como Maestro de Palanquinos, pudo pertenecer al círculo de Fernando Gallego e incluso educarse en el taller que éste tenía en Salamanca[75].
            El autor nos presenta en esta tabla procedente de Trujillo una escena impregnada de un gran sentimiento humano y una gran dulzura. Ha conseguido crear la perspectiva por medio de figuras de distinto tamaño, creándose un espacio entre figuras en primer y segundo término, una composición ascendente que dirige el ritmo de la misma con su verticalidad, en virtud de la cruz de Cristo y al fondo un paisaje verdoso que contrasta con el árido campo castellano y, en último término, una ciudad medieval, caracterizada por sus torres terminadas en pináculos y murallas, evocando en su minuciosidad y estructura la destreza de los pintores flamencos. La influencia de Fernando Gallego la encontramos en las proporciones del cuerpo de las figuras y en las vestiduras, en donde encontramos también la posible influencia de Jorge Inglés y de Nicolás Francés[76]. No pinta a soldados romanos, sino que nos presenta a los personajes con la típica vestimenta existente en Castilla en el último cuarto del siglo XV, cubriendo a los santos con corona y al resto de las figuras con turbantes y sombreros con capirotes en relación con los gustos del último cuarto del siglo XV[77]. El pintor utiliza la técnica de la pintura al óleo sobre tabla, combinándola con la técnica del temple.
            Observamos la influencia flamenca y germánica centradas en un arte castellano, muy sobrio de actitudes, con propensiones hacia un total realismo, suavizado en la obra con expresiones contenidas de dolor. Nos presenta el autor un eje central marcado por la verticalidad de la Cruz, que divide el campo pictórico. La Magdalena arrodillada besando los pies de Jesús, y para equilibrar la composición, ha colocado sabiamente el autor a ambos lados de la Cruz dos figuras, basándose en San Juan (19, 25-26): "Y estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Y como Jesús vio a la madre y al discípulo que El amaba, dice a su madre: Mujer, he ahí tu hijo". No aparece en la obra María la de Cleofás. San Juan asiste a la madre de Jesús que está desvanecida de dolor.
            Es una magnífica obra del Maestro de Palanquinos, la primera encontrada hasta el presente estudio en la región extremeña, y en concreto, en la Diócesis de Plasencia. En esta obra, no ha olvidado el artista los detalles: lágrimas, sangre derramada por el cuerpo de Cristo, filigranas en los trajes (una muestra de hispanización es el aumento de oro en los ropajes y coronas y los brocados, y labores de lacería en las vestiduras, que son particularidades del autor), realismo, serenidad y naturalismo expresados perfectamente en los estados de ánimo de San Juan y la Virgen (pálida intensidad de la mirada, también frecuente en el Maestro de Palanquinos), un Cristo doliente que sufre en la Cruz, etc.
            En el año 2000 se ha podido recuperar esta tabla. Fue puesta en venta en la Galería DURAN de Madrid en diciembre de 1999, adquirida en 13 millones de ptas por el Excmo. Sr. Don José María Pérez de Herrasti y Narváez, y donada a la parroquia de Santa María la Mayor.

            Volviendo al retablo mayor, los compartimentos los constituyen arcos conopiales en forma de aplanados doseletes que adornan finas tracerías caladas, floroncillos de cardinas, frisos muy tallados y delgadas columnas laterales de sostén, afiligranado arquitectónico que es una muestra magnífica del trabajo sobre madera en las postrimerías del gótico florido, correspondiente a los últimos años del siglo XV y principios del siguiente[78]. Todas las tablas son de pino, los tableros de pincel están compuestos por cuatro tablas o más dispuestas en sentido vertical, de un grosor importante y corte tangencial. Lo mismo se puede decir de los refuerzos de las uniones a hueso realizados por unas dobles grapas de hierro que se han marcado toscamente por el frente. El refuerzo de los tableros se completa por tres travesaños horizontalmente clavados a las tablas y con estopa en las juntas. También aparece estopa por el frente entre la preparación y las tablas, como era habitual en la pintura española de la segunda mitad del siglo XV.
            La policromía une los tonos vivos a los dorados profusos. Así se completa un efecto deslumbrante que debió atraer a los fieles de la época. El interés por el brillo del oro lo encontramos en un concepto simbólico, propio del gótico, que acerca la luz y los objetos deslumbrantes a la representación simbólica de lo divino[79]. Otra circunstancia de su presencia es la apertura de Castilla hacia el gusto por lo suntuario, lo lujoso, como consecuencia de la influencia de las cortes europeas del momento, como la borgoñona , con la que existía buenos contactos diplomáticos y económicos durante el periodo de los Reyes Católicos.  El retablo fue dorado en 1558 a costa de doña Catalina de Loaysa, que invirtió en él mil reales[80]. Sí aparece bastante bien documentado, sin embargo, el segundo dorado de la obra. Hacia mediados del siglo XVI se renovó la policromía original; según Mélida, «hay referencia de que en 1558 costeó el dorado de la talla doña Catalina de Loaisa y de que la obra costó mil reales»[81]. En 1583, un Inventario de bienes de la parroquia describía el retablo del siguiente modo:


«Un retablo bueno en el altar mayor dorado y pintado de pinzel de quatro órdenes en alto y siete en ancho, con su capitel dorado y una ymagen de Nuestra Señora de bulto grande en el medio pintada y dorada con su Nyño Jesús de bulto y con su guardapolvo pintado y estrellado»[82].


            No se cita en la descripción del conjunto el tabernáculo construido en 1545[83]. Fue sustituido a partir de 1583 con el sagrario que hizo el entallador Juanes de la Fuente entre este año y 1584/1586, fecha en la que está documentada su tasación[84]. Entre 1587 y c.1588 el pintor placentino Gregorio de Córdoba se encargó de dorar la obra; intervinieron en su tasación Nicolás de Ribero, Juan Jiménez y Miguel Martínez, quien fue nombrado por Córdoba[85]. Es probable que también por estos años se hicieran algunos reparos en el retablo mayor, dentro de otras reformas en la iglesia.[86]. El citado tabernáculo de Juanes de la Fuente es el que se conserva en la actualidad; debió sustituir al que se añadió entre 1612 y 1617[87]. En el siglo XVIII, poco antes de que Ponz viera el retablo, se volvió a dorar: entre 1770 y 1772 estuvieron trabajando los doradores trujillanos Pedro Pérez Ochoa y Juan Antonio Valiente[88]. En el Viage de España fue descrito del siguiente modo:

«Así la iglesia, como el altar mayor son de gusto gótico: en este hay veinte y cinco pinturas, que tiran al estilo de Durero, y representan Doctores, Evangelistas, y varios asuntos de la Muerte, y Pasión de Christo. Poco hace doraron este altar; y habiendo hecho un nicho para la Imágen de nuestra Señora, y otro mas abaxo para quando hay manifiesto, han logrado quitar de la vista una tercera parte de las pinturas: ¡gran modo de pensar! como si en trecientos años no hubiera estado la Virgen con decencia, ni el Santísimo con dignidad. No es esto lo peor, sino que han permitido retocar estas pinturas, y otras igualmente buenas en los altares de quatro capillas de la iglesia, á quien lo entendia tanto como yo, y aun menos casi, dice el autor de esta censura, pues bien seguro es, que me hubiera abstenido de afear dichas obras»[89].

           
            El nuevo dorado del retablo debió ser necesario una vez terminadas las obras que por esta época se habían llevado a cabo en el camarín. Las aportaciones documentales que en la actualidad nos han llegado referentes a las obras acometidas en la segunda mitad del siglo XVIII en la iglesia de Santa María la Mayor, se reducen a la noticia que nos permite saber que el día 6 de abril de 1767 se celebró una sesión concejil en la cual el párroco solicitó al concejo ocupar parte del terreno que lindaba con la iglesia, y que sería ocupado, en parte, por la construcción del camarín que estaba pensando acometer, una obra que sería sufragada por el marqués de Sofraga[90] –don Vicente Bejarano Jirón, séptimo en la línea sucesoria[91]–. Muy probablemente, como consecuencia de las obras acometidas en el presbiterio de la parroquial de Santa María, el retablo, que ya llevaba más de dos siglos sin que se acometiera sobre él ninguna intervención, sufrió una lógica acumulación de polvo que hizo necesario contratar para el mismo un nuevo dorado[92]; las continuas restauraciones y modificaciones que a lo largo de la Historia se llevan a cabo sobre las obras es una constante que siempre hay que tener presente[93].

            Una intervención de este tipo llevaba parejo el desmontaje del conjunto, que fue responsable, según Mélida, de la alteración acometida con la nueva redistribución que se hizo de las obras pictóricas[94]. Gaya Nuño afirma que se retiraron del centro tres tablas, una de ellas perteneciente a la predela, con la finalidad de conceder el espacio suficiente al camarín[95]. Una de éstas correspondía al tema de la Crucifixión, a la que se sumaban una supuesta Presentación de la Virgen al Templo y la Flagelación de la predela, que fue retirada bien por el estado de deterioro en el que se encontraba[96], o bien porque estaba situada en el lugar que debía corresponder a la puerta del camarín[97]. Se sustituyó por una representación del Descendimiento, una tabla del siglo XVI que se encontraba en la capilla de los Altamirano, y que contaba con la ventaja de que era una tabla portátil[98].

            En 1809 la acometida de los ejércitos napoleónicos daría al traste con el expositor, el sagrario (siglo XVII) y la peana o trono de la Virgen. A todo ello se sumó la explosión de un polvorín en las inmediaciones del templo, a cuya estructura había afectado tremendamente el terremoto de 1755[99]. Para el capitán Samuel Edward Widdrington esta explosión fue provocada por los habitantes de la ciudad de Trujillo, que trataron de evitar con ello que los invasores se apoderaran del polvorín; pero como él mismo afirma, «la gente no sabe que el agua hubiera hecho el mismo servicio y sin los daños de la onda expansiva a los edificios de los alrededores»[100]. Pero a pesar de que el importante templo de Santa María de Trujillo se vio inmerso en esta serie de continuos acontecimientos, y a pesar de que el retablo estaba dorado «con riquísimo oro de altos quilates»[101], lo cierto es que todo el conjunto pictórico de Fernando Gallego ha llegado hoy a nosotros en unas condiciones que debemos calificar cuando menos de inmejorables, siempre teniendo muy presentes los diferentes avatares históricos que han rodeado esta obra.
            La serie de asaltos perpetrados con motivo de la francesada dieron lugar a la pérdida de la ya comentada imagen titular que presidía el retablo al menos desde 1583, según el inventario que de esta fecha conocemos. Según la tradición, esta imagen fue escondida por los trujillanos, y hasta la fecha no ha sido encontrada, razón por la cual en 1817 se dispuso un cuadro con la representación de la Asunción, donado por los marqueses de Santa Marta[102]. Junto a ello, hay que señalar que la destrucción del sagrario-expositor propició su sustitución por otro que, al decir del padre Tena, tenía una calidad bastante inferior con respecto a su predecesor[103].
La capilla de Diego de Vargas Carvajal tenía otro retablo viejo de tres órdenes, sin que se haga constar la imagen que representaba. Suponemos que se refiere al primer señor de la villa de Puerto de Santa Cruz y Valhondo, cuya venta se consumó el 8 de marzo de 1590 tras un largo proceso, aunque durante esas fechas era corregidor de Córdoba.
A la sacristía se solían llevar los objetos que ya no invitaban a la veneración por el mal estado en que se encontraban. El autor de los inventarios realizados en 1595 atestigua que allí se hallaban un retablo con las pinturas de Nuestra Señora, San Pablo y San Juan, ya muy deteriorado; una tabla que tenía pintado a San Cristóbal y otro cuadro con el descendimiento de la Cruz, procedente del altar mayor[104].
Con letra diferente a la anterior aparecen dos notas al final del citado inventario, fechadas el 8 de marzo de 1620 y el 27 de julio de 1624, donde se aclara que todos los anteriores retablos se conservan excepto el de San Cristóbal que ya había desaparecido.
Los inventarios que se realizan en años posteriores son más escuetos, pues apenas entran en detalles.  El efectuado el 18 de febrero de 1637 sólo cita el altar mayor sin indicar cómo estaba decorado, aunque suponemos que sigue presidiéndolo la Virgen de la Asunción con su Hijo, pues en otro apartado recoge todas las prendas que adornaban a estas figuras. Tampoco hace mención ni se relacionará en posteriores inventarios el altar de las Once mil Vírgenes[105], lo que nos hace pensar que en esta fecha ya había desaparecido. Por lo contrario, nuevas capillas con sus alteres correspondientes se abren: la de los alcaldes de Montemayor y la de los Pizarros, que contiene una imagen de Nuestra Señora con su Hijo. Otras cambian de nombre, así la capilla de Juan Calderón Altamirano pasa a denominarse de don Luis de Paredes. Aparece también un relicario cuadrado de madera, estofado con pies dorados, que dio el doctor de la Parra, pero que desde un principio está en casa del mayordomo Juan Gómez. Aclara que el retablo, que está en la sacristía, del Descendimiento de la Cruz es portátil, lo que nos hace pensar en la antigüedad del mismo, cuando el sacerdote colocaba estos lienzos junto al altar para que sirvieran de apoyo en la explicación de sus sermones.
El Inventario realizado el 14 de noviembre de 1652 proporciona nuevas denominaciones o aumenta el número de capillas entre ellas se encuentra la dedicada a San Antón (S. Antonio Abad), santo de gran devoción popular al considerarle el pueblo patrón de los animales. La de  Santa Ana sabemos, porque así aparece en los censos y capellanías de la iglesia de Santa María, que fue fundada el 9 de junio de 1574 por don Alonso de Loaísa y su esposa doña María de Olaya, con una dotación de 8.000 maravedís sobre las alcabalas y carnicería de la ciudad de Trujillo, y posteriormente se asignaron otros 1.000 maravedís sobre dichas alcabalas para ornamentos y reparaciones de la misma, aunque anteriormente no se la menciona. En el inventario de este año aparecen además la Virgen y el Niño Jesús en la misma capilla. Igualmente, habla del retablo de la Salutación en el entierro del canónigo Gonzalo Blázquez, sin indicar donde se colocó.
El Inventario realizado el 30 de enero de 1692 no recoge ningún altar con su retablo, pero sí menciona algunas imágenes en las tres últimas líneas del apartado dedicado a “Hierros”, correspondiente a la página 103 bis del manuscrito, donde especifica un cuadro del Señor San Juan y un Niño Jesús de bronce, y por ser tan breve los datos que aporta ni siquiera los hemos trascritos.
Para completar el estudio de las diferentes devociones hemos recogido el Inventario de 16 de enero de 1708 porque aporta una serie de cuadros con pinturas diversas que el compilador introduce dentro del espacio dedicado a los “Candeleros”, aunque se olvida de todas las demás capillas y retablos que por entonces se mantenían en la iglesia. Entre las nuevas devociones de los trujillanos estaban: La Verónica, representada en un cuadro pequeño, y la Sagrada Cena en una pintura de cuatro varas de largo por tres de ancho; pero también había otro cuadro grande dedicado a la Asunción de Nuestra Señora o el de San Juan ante Portam Latinam. Dos láminas, una con Nuestra Señora de Guadalupe y otra con el Arcángel San Miguel; y la efigie de un Santo Cristo grande puesto en la Cruz.
            Vamos a destacar algunos bienes muebles que aún se conservan en la parroquia y que aparecen citados en todos los inventarios objeto de nuestro estudio, por su valor artístico e histórico.  La Anunciación, óleo sobre tabla, en el sepulcro de los Altamiranos. Tanto por su estructura como por la referencia que tenemos en libros de fábrica de la primera mitad del siglo XVI[106], esta obra estuvo con anterioridad en la capilla funeraria del canónigo Gonzalo Blázquez, que aparece en el cuadro a un lado como donante. Mélida, cuando vio el cuadro[107], consideró que era obra del siglo XVI, que recordaba mucho a las florentinas. Verdaderamente, es obra del siglo XVI. La escena recoge el momento en el que el Arcángel San Gabriel se presenta ante la Virgen y bajo la mirada de Dios y la presencia del Espíritu Santo y del hijo de Dios, es decir la Trinidad, la comunica que será madre del Salvador. La escena se desarrolla en el interior de un palacio de factura italiana, en el que se aprecia el estudio de la profundidad marcada por los baldosines y por las columnas. En primer término, la Virgen, más madura que la que nos presentaba Gallego en el retablo mayor, aparece arrodillada, reclinada sobre un mueble mesilla cubierto con un mantel corto, viste manto azul y túnica carmín, bajo el manto azul y sobre cabeza y hombros tiene un velo transparente; y el ángel anunciador de la buena noticia, que se encuentra también arrodillado, en la mano izquierda levanta un cetro de mensajero sustituyendo a la azucena o lirios que solían llevar en las representaciones anteriores al silgo XV. Señala con la diestra el cielo, en actitud de hablar en nombre de Dios. Viste de blanco con túnica corta de color naranja. Está representado como joven imberbe, alado, de cabellos rubios y largos.  En segundo plano, a un lado, el donante don Gonzalo Blázquez de probados gustos italianos, con las manos juntas, y proporcionalmente de menor tamaño que las otras dos figuras. Viste túnica negra y aparece con la coronilla rasurada propia de una orden sacerdotal. Detrás de los tres personales encontramos un ambiente palaciego de factura italiana, en el que se aprecia el estudio de la profundidad marcada por los baldosines del suelo ajedrezado y por las columnas. En el piso de arriba de la arquitectura existen dos arcos, por el de la derecha aparece Dios Padre con el brazo derecho levantado en señal de bendición, representado por un anciano de larga barba blanca con túnica azul y manto rojo, la mano izquierda la tiene apoyada sobre una bola que representa el mundo, y parece entre nubes y con un gran resplandor. De su boca sale un chorro de aire iluminado por el que desciende un niño desnudo con una cruz al hombro que representa a Jesús, y por último una paloma representante del Espíritu Santo. Los dos van insertados en una aureola amarilla resplandeciente. Se aprecia la cursividad de los perfiles, la gracia de las actitudes y el preciosismo del color. Es una escena repleta de simbolismos: la luz de la vela que está encima de la mesilla representa la luz divina y, por tanto, la presencia de Dios; el perrito que se asoma detrás de la Virgen representa la fidelidad; las flores (azucenas) en el jarrón, la pureza de la Virgen; los libros del cajón podrían referir la sabiduría; las manzanas del cesto, la fecundidad. En el sepulcro del canónigo reza la fecha de la inscripción: 2 DE ENERO DE 1481.  Esta tabla de la Anunciación[108] estuvo colocada en esta capilla funeraria hasta el siglo XVIII, fecha en la que se construyó el camarín de la Virgen y se quitó una de las tablas del retablo mayor, para construir la puerta de acceso al camarín, la tabla que allí había, posiblemente una Flagelación, de Francisco Gallego, se estropearía, y fue sustituida por un Descendimiento, que se encontraba en la capilla de los Altamiranos, al lado de la Epístola[109], el puesto de esta tabla en dicha capilla funeraria lo suplió la Anunciación de la capilla del canónigo Gonzalo Blázquez. Cuando Ponz estuvo en Trujillo, aún no se había efectuado el cambio, escribió en su Viage por España: " Me ha parecido bueno el quadro de San Andrés colocado en su altar, y los del Descendimiento de la Cruz, y de Santa Apolonia en  los colaterales al mayor; asimismo tiene regularidad el altar de la Concepción"[110].  
            El retablo que en la actualidad hay en la capilla de los Pizarro, procede del sepulcro funerario de Pedro de Orellana[111]. El retablo es obra de principios del siglo XVII, conserva en la predela restos de pinturas populares que representan a San Francisco, la Asunción y San Antonio. En la zona superior del mismo, San Antón  y Santa Lucía.             En la capilla de los Bejaranos, se conserva en buen estado un magnífico retablo con pinturas del último tercio del siglo XVI, posiblemente obra de algún pintor manierista de escuela placentina. Es una obra muy interesante en la que se aprecia una desigual amalgama de elementos flamencos e italianos. Aparecen representados los Santos Juanes y, en la zona superior, Cristo acompañado por San Francisco  y San Jerónimo. Estas tablas fueron restauradas en la década de los años setenta en el Instituto Central de Restauración, en Madrid. Fueron ejecutadas por Hernando de Morales, hijo del “Divino” Luis de Morales[112]. En 1565 residía con sus padres y con su hermano Jerónimo en Lisboa. Por esa época, es activa la trayectoria pictórica de su padre, pinta el retablo de la parroquia de San Martín de Plasencia, recibiendo en Arroyo de la Luz pagos a su favor, y en Badajoz concierta la pintura de un retablo para la capilla del clérigo Ginés Martínez de la parroquial de Santa Catalina de Higuera la Real (Badajoz).
Quedaría incompleto este estudio, si no nos refiriésemos, aunque sea brevemente, a los órganos musicales que tenía esta iglesia en los siglos XVI y XVII de tanto fervor religioso, pues no cabe duda que la música es un elemento necesario para despertar la fe de los creyentes, y sus instrumentos son partes esenciales del buen hacer musical. Qui enim cantat laudem, non solum laudat, sed etiam hilariter laudat; qui cantat laudem, non solum cantat, sed et amat eum quem cantat. In laude confitentis est praedicatio, in cantico amantis affectio, decía San Agustín que traducido viene a decir "Pues aquel que canta alabanzas, no solo alaba, sino que también alaba con alegría; aquel que canta alabanzas, no solo canta, sino que también ama a quien le canta. En la alabanza hay una proclamación de reconocimiento, en la canción del amante hay amor..."  y la iglesia ha tenido presente siempre esa máxima en las celebraciones litúrgicas más solemnes cuyas palabras se resumieron en la frase "El que canta ora dos veces". La frase resumida aparece en el párrafo número 1156 del Catecismo de la Iglesia Católica.
            En la actualidad no se conserva ninguno de los órganos que tuvo el templo, sabemos de su existencia por los libros de fábrica. Los órganos son merecedores de atención por parte de los historiadores del arte en su aspecto decorativo y plástico. El interés por los órganos no estaba limitado a los ambientes religiosos, la música era protegida igualmente por otros grupos humanísticos, como fue el caso del ayuntamiento de Trujillo, interesado en la formación musical de los ciudadanos. A fines del siglo XV, Trujillo tenía un gran maestro organista, Bartolomé Suárez, que atendía a las fiestas del municipio y, a su vez, a los oficios litúrgicos de las iglesias más importantes de Trujillo, Santa María y San Martín[113]. Su cargo de organista demuestra la existencia de órganos en las citadas iglesias. Los siglos XVI y XVII destacan por la gran actividad musical en nuestra región, alcanzando el máximo esplendor en el siglo XVIII[114]. A raíz de los libros más antiguos de fábrica conservados en la parroquia de Santa María, tenemos datos  de un maestro organero, Maese Marín, que en 1563 está afinando el órgano de Santa María de Trujillo[115]. La segunda noticia, la recogemos en 1576, cuando el mayordomo de Santa María exige al maestro Francisco Gómez que envíe los órganos que el dicho maestro se había comprometido a construir. No debió cumplir el encargo, ya que un año después, Melgior de Miranda recibía del mayordomo de Santa María cien mil maravedíes " en que fue tasado el órgano grande nuevo que hizo para la Yglesia de Santa María desta çiudad de Trugillo". La tasación corrió a cargo de Juan Bautista, por su trabajo cobró cinco ducados y medio[116].  
            El próximo dato le recogemos en el año 1600, Melchor de Tovar, natural de Talavera de la Reina, repara uno de los órganos de la iglesia mayor[117]. El napolitano Horacio Fabri, concertó a finales del siglo XVI nada menos que tres órganos, simultaneando su construcción con otros encargos en nuestra región. No se ha conservado la escritura de contrato del órgano de la parroquia de Santa María. Por el memorial adjunto al testamento de Diego Núñez, mayordomo de la parroquia, otorgado en 1603, sabemos que Fabri fue su autor y que éste murió antes de este año, lo que obligó al mayordomo a contratar los servicios del organero de Oropesa Luis Manzano para reparar el instrumento "que tuvo muchas quiebras por ser nuevo"[118]. Este organero había trabajado con anterioridad en Santa María de Trujillo en la reparación de los órganos[119]. Siempre, en los libros de fabrica, se hace mención al "órgano nuevo", "órgano grande", a los "órganos" de Santa María; está claro que la iglesia mayor tuvo varios órganos. En el año 1664, el maestro organero, Juan Amador construye dos órganos para la iglesia de Santa María[120]. Es una pena que no conozcamos la estructura de los órganos que se confeccionaron para la parroquia. Entre los años 1716 y 1718, el organero salmantino José Martín Hernández realiza un órgano para la iglesia de Santa María, de la caja se encargó el tallista Francisco de Rojas[121]. Debió de ser el último órgano que hubo en Santa María, pues los libros de fábrica no nos vuelven a facilitar más noticias sobre órganos. En la guerra de la Independencia desaparecieron en las iglesias de Trujillo, así como en el resto de la región, muchos de los ricos bienes muebles que eran ya parte de la historia de las distintas poblaciones. Por entonces, debió de destruirse el órgano de la parroquia de Santa María. El coro de Santa María es una pieza de singular interés en la arquitectura alto-extremeña. Se accede al mismo por una pequeña puerta donde están las armas de Vargas y Carvajal con capelo. En las escaleras de acceso al coro algo, en uno de los peldaños está el escudo de Orellana. Antes de acceder al coro alto, en la clave de la bóveda, de nuevo nos encontramos con las armas Vargas y Carvajal, que se repetirá en la puerta, aquí con capelo y borlas.
            En el Inventario de 1729 se hace referencia a cuadros religiosos pintados y de 23 libros cantorales que había para el servicio del coro, miniados y encuadernados, de los cuales aparecen varias referencias en los libros de fábrica, en la segunda mitad del siglo XVI[122].





Estudio paleográfico de los textos inventariados

Los textos que nos han servido para realizar este trabajo van desde el 1594 al 1708, y están escritos, como es lógico, por escribanos diferentes. Desde el punto de vista paleográfico presentan por lo tanto características diversas, aunque tiene otras muchas en común que los identifica con la época a que pertenecen, a pesar de la brevedad de los mismos. Todos están escritos en letra procesal, donde los bucles y los rasgueos hacen que muchas palabras se unan, encadenándose la mayoría de las veces y rompiendo la separación lógica entre las mismas. En el siglo XVII se desconocía la ortografía tal como la usamos hoy, y la mayoría de los escribanos se regían más por criterios propios que por seguir unas reglas establecidas. Por lo tanto, no debe extrañarnos que encontremos una palabra escrita de forma diferente incluso en la misma página y a veces en renglones muy próximos (biejo y viejo, p. 12; viexo, p. 115)[123]. Las mayúsculas pueden aparecer en lugares que hoy no tiene razón de ser, mientras que otras carecen de ellas. A la hora de transcribir el texto hemos preferido seguir los criterios actuales y quitar todas las demás. Encontramos también doble consonante en vocablos que hoy no las contienen, como “r” al comienzo de palabra o “l” al final de las mismas, que en ciertos casos hemos preferido quitarlas, como es la doble “r”; mientras que hemos dejado la doble “l”, sin que para ello hayamos seguido algún criterio especial (myll, p. 11). En general podemos decir que son textos llenos de vacilaciones gráficas propias de la época, algunas de las cuales vamos a desvelar para que el lector tome conciencia de ellas y le facilite la lectura y comprensión de los mismos.
Podemos encontrar cambio de timbre en las vocales no acentuadas, aunque no es una nota predominante, Ymágines por imágenes, p. 11, pero pronto aparece ymajen en la misma página. 
Contracción frecuente de que + estar: “questá”, p. 11; aunque a veces da la impresión de que estamos ante el uso de “s” líquida: “donde staua", p. 11, cuyo uso quedará suprimido en la Ortografía  de 1763.
Rotura de sílabas al final de la línea, incluso del diptongo: “bidri –era”, p. 83.
Vacilación en la escritura de algunos nombres propios: Joan, p. 11 y Juan, p. 66 bis y 115.
Pérdida de consonante en situación implosiva de algunos grupos cultos: “ezeto”, p. 13; pero se mantiene en otros: “doctor”, p. 66 bis.
Aparecen algunos cultismos de origen griego con grafías “ph”, “th” y “ch”, que Valdés en el siglo XVI ya decía que prefería “no usarlos porque se atenía a la pronunciación” (Valdés: 102)[124]. Sin embargo aquí encontramos: chapitel, p. 11; Christo, p. 115. A lo largo del siglo XVIII se irán reduciendo a “f”,”t” y “c”.
Vacilación en el uso del latinismo “sant”, p. 12 por “san”, que aparece en el mismo renglón. No obstante, predomina en todos los textos el término “sant”.
La nota más destacada en el aspecto fonológico es la aparición con cierta irregularidad de grupos fónicos que estuvieron presente en el castellano desde Alfonso X el Sabio hasta el siglo XVIII, auque en la época que nos ocupa los hablantes ya no los distinguían con claridad, y esto hace que los escribanos presenten muchas dudas a la hora de plasmarlos por escrito. Así encontramos el fonema apico-alveolar fricativo sordo entre vocales con grafía –ss- (cassa, p. 66 bis), y su correspondiente sonoro con grafía “s”. El problema se resolvió en la Ortografía de 1763 al quedar una sola “s”. 
De igual forma aparece el fonema dental africado sordo con grafía “c” ante “e”, “i”, o con “ç” ante cualquier vocal, y su correspondiente sonoro con grafía “z”. En el texto podemos encontrar: Desçendimiento, p. 11; cruçifixo, p. 12; çena, p. 115; março, p. 13; Gonçalo, p. 66; onze, p. 11; pincel, p. 12. El Diccionario de Autoridades de 1726 suprimió la cedilla y distribuyó “c” ante “e” ,“i”; y “z” ante “a”, “o”, “u”, y al final de palabra.
Con más frecuencia hallamos el fonema prepalatal fricativo sordo con grafía “x”, que más tarde evolucionará hacia el velar, y su correspondiente sonoro con grafías “j”, “g”: caxón, p. 12; ymaxén, p. 13; ymajen, p. 11; ymagen, p. 66. La vacilación persiste hasta en los nombres propios: Gerónimo y Jerónimo, p. 13. La Ortografía de 1815 fijó el uso actual de “g” y “j”, basándose en la etimología de las palabras, y reservó la utilización de “x” para el grupo culto /ks/ y /gs/.  
Los escribanos de los inventarios que estamos estudiando tampoco distinguen el valor de la “u” como vocal y la “v” como consonante y observaremos que frecuentemente se confunden en los textos. Así encontramos: guardapoluo, Uargas, p. 12; Aluarado, Chaues, p. 13; vidriera, p. 66 bis: Pero también vna, p. 11, aunque aparece frecuentemente en otros lugares. En épocas anteriores hubo distinción entre el fonema bilabial oclusivo /b/ y el fricativo /v/, pero en este siglo se confunden y podemos encontrar mezcladas las tres grafías: Carbajal y Caruajal en la misma p. 12. El Diccionario de Autoridades de 1726 fijó definitivamente el uso de la vocal y de las consonantes, fijándose para estas últimas en el origen latino de las palabras.
La “y” griega también se utiliza como vocal dentro de algunas palabras, aunque aquí aparece principalmente al comienzo: ymajen, p. 11.
La utilización de “q” ante “u” es casi una norma de la época: quatro, p. 11; quadro, p. 115. Valdés prefiere usarla solo en los numerales y en los pronombres relativos quando, qual, etc. (Valdés: 90). La Ortografía de 1815 resolvió este problema.  
Las abreviaturas también son frecuentes en los diferentes textos. Todo ello hace que estos escritos contengan ciertas dificultades a la hora de leerlos y transcribirlos, pero hemos procurado presentarlos lo mejor posible, separando las palabras y restituyéndolas a su conjunto propio, y respetando las líneas con sus grafías originales, a la vez que los hemos tildado y puntuado según las normas actuales para facilitar la lectura y comprensión de los mismos. Esperamos que el lector sepa perdonar las deficiencias que encuentre y le sea provechosa esta investigación, pues no ha sido otro nuestro interés que dar a conocer la situación en que se encontraba la iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo en siglo tan fervoroso, pero a veces tan confuso, para mejor comprender los motivos religiosos que movían a los fieles de aquellos tiempos.






[1] Según Los Anales Toledanos que son una serie de tres cronologías escritas por varios autores anónimos en castellano antiguo que abarcan la historia del reino de Toledo desde el nacimiento de Jesucristo hasta 1303. Los anales toledanos primeros, que cubren hasta 1219, están basados en los anales castellanos segundos, con los que presentan muchas anotaciones comunes; los segundos, que llegan hasta 1250, parecen por su redacción haber sido escritos por un mudéjar.  Los anales toledanos I y II fueron publicados por primera vez por Francisco de Berganza en Antigüedades de España en 1721; en 1767 Enrique Flórez reunió los tres anales en el tomo XXIII de la España Sagrada. Vid. La nueva edición de la España Sagrada (2000-2013), que facilita la lectura y comprensión del texto e incluye la modernización de la ortografía, puntuación y acentuación, se debe a la ingente labor realizada por el editor literario Rafael Lazcano, y al patrocinio efectuado por la Provincia Agustiniana de Castilla, a la que pertenece Editorial Agustiniana.

[2] El Escudo de Armas de Trujillo fue creado en 1232 con motivo de la toma de Trujillo  por las tropas del rey Fernando III, que capitaneaban D. Pedro González Mengo, Maestre de Alcántara, en obsequio por la intercesión de Ntra. Sra. en la victoria final contra los árabes. En su origen se organizó de la forma siguiente: En campo de plata, una imagen de Nuestra Señora de la Victoria con el Niño Jesús en los brazos, puesta encima de una muralla almenada y acotada de dos torres, todo de gules y mazonado de plata. El uso de tal escudo fue confirmado por el mismo Rey D. Fernando III. Cuando el Rey de Castilla y León D. Juan II concedió a Trujillo el titulo de Ciudad, el 12 de abril de 1430 en Astudillo, y fue confirmado el 4 de enero de 1432 en Zamora, esta ciudad extremeña con su asentimiento, timbró su escudo de armas con una corona igual a la de Marqués.    Y, por último, el Rey D. Alfonso XII, a petición del Ayuntamiento de Trujillo, confirmó el escudo de armas, y mandó dar certificado de la Confirmacion por D. Félix de Rújula Martín Crespo Busel y Quirós, Cronista de S.M.C., el 18 de mayo de 1880; ordenándose en él que la Ciudad de Trujillo pueda usar de las referidas armas, haciéndolas bordar, esculpir y pintar en sus   sellos, anillos, reposteros, Casas Consistoriales portadas, y demás partes acostumbradas. En dicho certificado de confirmación se define el emblema del escudo en la forma siguiente: "La plata significa pureza, integridad, obediencia, celo, firmeza y gratitud. La imagen de la Virgen, devoción y agradecimiento a la victoria conseguida a los sarracenos. El muro y las dos torres declaran el brío, firmeza, constancia, esfuerzo y osadía de los moradores y vecinos de Trujillo. Y el color gules (o rojo) demuestra la sangre que en su conquista y defensa derramaron los hijosdalgos y caballeros pobladores de ella".

[3] RAMOS RUBIO, J. A: Estudio Histórico-Artístico de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Trujillo. Cáceres, 1990 (Memoria de Licenciatura inédita); RAMOS RUBIO, J. A: La iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo. Editorial Lancia, León, 2001.
[4] Libro de Becerro o de Dotaciones, 1670. Archivo Parroquial de Santa María la Mayor.
[5] TENA FERNANDEZ, J.: Trujillo, histórico y monumental. Gráficas Alicante, 1967, 1º ed., p. 495.
[6] Las palabras del título de la obra que hemos colocado entre paréntesis es debido a que no se ven en la pasta del libro,  porque un cosido las ha ocultado.
[7] RAMOS RUBIO, J. A: El retablo mayor de la iglesia parroquial de Santa María de Trujillo. Montijo, 2007.
[8] RAMOS RUBIO, J. A: “La escultura en la iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo”, Actas del VIII Centenario de la Fundación de la Diócesis de Plasencia. Plasencia, 1989.

[9] Las tres ventanales ojivales del muro de Mediodía son típicamente cistercienses.
[10] El inspector general de Ingenieros Geógrafos don José Galbis Rodríguez, informado de la extensa bibliografía que publicó F. De Montessus de Ballore y en los escritos de A. Perry, escribe lo siguiente: “Año 1755-día 1 de noviembre. El terremoto ocurrido en estos días es uno de los mayores registrados en la Península Ibérica, comparable al del 26 de enero de 1521 en Lisboa, aunque de un área macrosísmica más extensa, evalúa Mr. Recil en 17 millones de kms. cuadrados. Se ha dado el nombre de terremoto de Lisboa porque en esa población fueron los daños más impresionantes”.
[11] En el año 1755, tanto en Badajoz como en Cáceres, donde la catedral de Coria sufrió un parcial derrumbamiento, los estragos fueron sensibles.
[12] TENA FERNANDEZ, op. cit., p. 495.
[13] Libro de Cuentas de la Fábrica de Santa María la Mayor, 1543-1558. Archivo parroquial.
[14] SOLIS RODRÍGUEZ, C: “El arquitecto Francisco Becerra: Su etapa extremeña”. Revista de Estudios Extremeños. Tomo XXXIX, Badajoz, 1975, pp. 287-383.
[15] Libro de Cuentas de la Fábrica de Santa María la Mayor, 1543-1558. Archivo parroquial.
[16] Archivo de Protocolos de Trujillo. Pedro Carmona, 1579, leg. 23, fols. 175-176; 1588, leg. 40, fol. 108.
[17] PIZARRO GOMEZ, F. J: Trujillo en los siglos XVIII y XIX. Arquitectura y Urbanismo. Cáceres, 1983, p. 19.
[18] Libro de Acuerdos del 13 de marzo de 1713, leg. 244, fol. 15. Archivo Municipal de Trujillo.
[19] Libro de Acuerdos del 15 de diciembre de 1739, leg. 266, fol. 77. Archivo Municipal de Trujillo.
[20] Legajo 946, libro 19. Archivo Municipal de Trujillo.
[21] Ibidem.
[22] Ibidem.
[23] Libro de Acuerdos de 15 de mayo de 1865, leg. 467, fol. 41 vº. Archivo Municipal de Trujillo.
[24] Legajo 946, libro 19. Archivo Municipal de Trujillo.
[25] Acuerdos del 16 de noviembre de 1855, legajo 467, fol. 83 y 83vº. Archivo Municipal de Trujillo.
[26] La documentación sobre la ruina de la torre desde 1861 hasta 1869 se encuentra en el Archivo Municipal de Trujillo y la exponemos en Apéndice documental (documentos 12).
[27] Legajo 946, libro 19. Archivo Municipal de Trujillo.
[28] Acuerdos de 13 de febrero de 1871, legajo 473, fol. 7 vº. Archivo Municipal de Trujillo.
[29] Libro de Cuentas de Fábrica, 1543-1558. Archivo parroquial de Santa María.
[30] En un pleno del Ayuntamiento celebrado el 30 de octubre de 1508 se dice literalmente: “Que se allane la calle que está entre Santa María y las casas obispales”. Acuerdos de 30 de octubre de 1508, carpeta 1, fols. 68 y 69. Archivo Municipal de Trujillo. “Que se empedre la calle que está cabe las casas obispales y la iglesia de Santa María”. Acuerdos de 3 de septiembre de 1509, leg. 9, carpeta 1, fol. 15. Archivo Municipal de Trujillo.
[31] IÑIGUEZ ALMECH: Trujillo. El Mundo Hispánico. Madrid, 1949, pp. 17 y 18.
[32] El 29 de enero de 1515, comparecen ante el Ayuntamiento varios feligreses de Santa María pidiendo ayuda económica para la obra de la iglesia en la que “se fazen doze capillas de bóveda en lo alto e estan fechas las çinco e quedan por fazer las syete”. Acuerdos, legajo 14, fol. 142. Archivo Municipal de Trujillo.
[33] TENA FERNANDEZ, op.cit., p. 176, hace referencia al enterramiento del año 1800, Francisco Antonio Norberto Palomino y Becerra en la capilla de San Diego de Alcalá. Testamento de Francisco Antonio Norberto Palomino Becerra Toledo y Castilla, otorgado en Trujillo a 14 de marzo de 1780 ante Pedro Díaz Bejarano, hace mención a la capilla de San Diego de Alcalá.
[34]Imbentario de 8 de Henero de 1756, Libro de Quet. de la Parroquia de Sra. Santa María Año de 1731, Archivo Parroquial de Santa María La Mayor, Trujillo.
[35]Ponz, A. op. cit. , Tomo VII, Segunda Edición, Madrid MDCCLXXXIV, en Viajar por Extremadura, Universitas Editorial, Badajoz, 1983 ( Facsímil de la obra original ).
[36] Inventario de 1582. Archivo de la parroquia de Santa María.
[37]Cuentas de 1694, Libro de Cuentas 1691-1729, fol. 48, Archivo Parroquial de Santa María.
[38] Libro de Cuentas de Fábrica, 1543-1558. Archivo parroquial de Santa María.
[39] “un retablo pequeño a el altar mayor que es de los altamiranos en que esta pintado el desçendimº dela cruz”. Libro II de Cuentas de Fábrica, 1583. Archivo parroquial de Santa María la Mayor.
[40] En 1862 el párroco don Gregorio Ildefonso Cidoncha en su acta de consagración de nuevas aras, recoge que dicho año se había trasladado la pintura de la Anunciación.
[41] Ibidem.
[42] Archivo de Protocolos de Trujillo. Protocolo de Pedro de Carmona, 1574. La familia se comprometía al pago de 7500 maravedíes de renta de juro de a 20.000 maravedíes cada millar de los 40.000 maravedíes que tenía la familia Loaysa sobre las alcabalas de los ganados, heredades y carnicerías de la ciudad.
[43] TENA FERNANDEZ, op. cit., p. 482.
[44] Doc. cit. Archivo de Protocolos de Trujillo.
[45] También lo ratifica el documento fechado en 1582: “un retablo de la salutación de nra sra pintado de pincel en la capilla del canonigo gonçalo blazquez”. Inventario de 1582. Archivo parroquial de Santa María.
[46] Inventario de 1582. Archivo de la parroquia de Santa María. En el inventario de 1756 se le sigue nombrando como Altar de Sn. Gregorio.

[47] “mas me hago cargo de doscientos mil maravedíes que el lidº garçia cervantes de gaete me dio por el sitio del sagrario viejo e Esta a la mano derecha del altar mayor pa. Hazer en el su entierro y capilla”.  Libro de Cuentas de Fábrica, 1583.
[48] “mas me hago cargo de doscientos mil mrs que el lidº garçia Cervantes de gaete dio por el sitio del sagrario viejo q esta a la mano derecha del altar mayor pa hazer En el su entierro y capilla”. Libro de Cuentas de Fábrica (1583-1625). Archivo parroquial de Santa María la Mayor.
[49] Inventario de 1582. Archivo parroquial de Santa María
[50] Acta que extendió don Gregorio Ildefonso Cidoncha, párroco de Santa María y Arcipreste de Trujillo, el 4 de octubre de 1862. Archivo de la parroquia de Santa María.
[51] Inventario de 1582. Archivo de la parroquia de Santa María.
[52] Libro de Fábrica de 1731-1756. Se trata del Niño Jesús de la Bola que actualmente se encuentra en la sacristía de la iglesia filial de San Francisco, se bajó en el año 2000.
[53] Inventario de 1582. Archivo de la parroquia de Santa María.
[54] Acta que D. Gregorio Ildefonso Cidoncha, párroco de Santa María y arcipreste de Trujillo, extendió en el Libro de Fábrica de 1852-1889 al folio 190.
[55] SOLÍS RODRÍGUEZ, C.: Luis de Morales. Badajoz, 1999, pp. 417 s.
[56] RAMOS RUBIO, J. A: “Estudio genealógico de la casa de los Vargas en Madrid y su descendencia en Trujillo”. Actas de los XVIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 1989. En la casa de Ivan de Vargas en Madrid puede leerse la siguiente inscripción : “Esta casa fue solar de Ivan de Vargas al cual sirvió como criado el glorioso San Isidro”.
[57] Inventario de 1582. Archivo parroquial de Santa María.
[58] “-En el altar de la Capilla de la Ssma. Trinidad que dijeron ser del Conde del Puerto...”.
Libro de Ynventario y Rentas de la Yglesia Parroq.l de Sr. Sta. María.
[59] La inscripción ha desaparecido, la conocemos gracias al estudio de MELIDA, J. R: Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres. Madrid, 1924, p. 358.
[60] La festividad de Nuestra Señora de la Asunción fue instituida por el papa San Gregorio Magno (590-604). Durante la Edad Media y posteriormente los teólogos de la contrarreforma siempre consideraron que era una verdad de fe la asunción de la Virgen en cuerpo y alma a los cielos, en contra de lo que manifestaban los protestantes. Pero fue el 1 de noviembre de 1950 cuando el papa Pío XII proclamó como dogma de fe tal misterio, tras consultar a los obispos de todo el mundo. CILLAN CILLAN, F y RAMOS RUBIO, J. A: El Procesionario de Trujillo (siglo XVIII). Logistart. Montijo, 2010, p. 157.
[61] RAMOS RUBIO, J. A: “Cuadro exvoto hallado en Trujillo”. Comarca de Trujillo. Núm. 65. Cáceres, 1988, p. 9. “Nuevas aportaciones acerca de la escultura de la iglesia de Santa María de Trujillo”. Actas del VIII Centenario de la Fundación de la Diócesis de Plasencia. Plasencia, 1990.
[62] RAMOS RUBIO, J. A: Escultura Medieval y Tardomedieval en la Diócesis de Plasencia. Fundación “Palacio de Alarcón”. Imprenta Moreno, Montijo, 2004; RAMOS RUBIO, J. A: "Escultura Medieval en Trujillo". Actas de los XXIV Coloquios Históricos de Extremadura, Fundación Obra Pía de los Pizarro, Centro de Iniciativas Turísticas de Trujillo. Gráficas Morgado, Cáceres, 1994, pp. 421-433.
[63] RAMOS RUBIO, J. A: “Un cuadro exvoto hallado en Trujillo”. Comarca, número 65, Cáceres, 1988, p. 9.
[64] Libro de Bautismos, 1721-1752. Archivo de la parroquia de Santa María. Partida correspondiente al día 21 de septiembre de 1739.
[65] A la patrona de la Ciudad se la llamó Santa María de la Asunción hasta 1531. A partir de entonces, una vez construida la ermita del castillo y ejecutada la imagen pétrea de la Virgen con el Niño que actualmente está en la capilla del castillo, los documentos comienzan a llamarla “Virgen de la Victoria”, no obstante, la festividad y los cultos patronales se seguían celebrando el 15 de agosto en la iglesia de Santa María, celebrándose una procesión al castillo. 1-1-21, Archivo Municipal de Trujillo.  TENA FERNÁNDEZ, J.: Historia de Santa María de la Victoria, Patrona de Trujillo. Ed. Sánchez Rodrigo. Serradilla, 1930. RAMOS RUBIO, J. A: Historia del Culto a Ntra. Sra. de la Victoria y su Coronación Canónica. Ed. Hermandad de la Santísima. Virgen de la Victoria de Trujillo. Cáceres, 1994. RAMOS RUBIO, J. A: “Aportaciones históricas al conocimiento de la mariología en Trujillo: La Virgen de la Victoria y sus orígenes”.Comarca de Trujillo, Extraordinario. Agosto-septiembre 2002, núm. 218. pp. 21-26.
[66] Libro de Cuentas de Fábrica, 1852-1889, fol. 53. Archivo parroquial de Santa María.
[67] El lienzo se encuentra actualmente en la parroquia de San Francisco, filial de Santa María, en el crucero sobre el órgano.
[68] Libro de Cuentas de Fábrica, 1852-1889, fol. 53 vº. Archivo parroquial de Santa María.
[69]Aparece documentado en los libros de fábrica de la parroquia de Santa María (en el más antiguo que se conserva correspondiente al año 1543). Vid. RAMOS RUBIO, J.A.: Estudio histórico artístico de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Trujillo (Memoria de Licenciatura inédita, Uex, Cáceres, 1987). Cáceres, 1990 (publicada).
[70]"Otro retablo de pinzel onde está una crucifixión que se quitó del retablo del altar mayor para la custodia nueva que está encima del caxón del vestuario en la sacristía". Libro de Cuentas y Escrituras de la yglesia de Ntra. Sra. Santa Maria de la Ciudad de Trugillo (1543-1558), correspondiente al año 1595, fol. 11 vº. Cit. por RAMOS RUBIO, J.A., op. cit., p. 87. Hemos dado a conocer esta tabla en RAMOS RUBIO, J.A.: "La Crucifixión, obra inédita del Maestro de Palanquinos". A.E.A. núm. 258, Madrid, 1992, pp. 228-231.
[71]Libro de Cuentas y Escrituras de la Yglesia de Ntra. Señora Santa María de la ciudad de Trugillo. A.P. Stª Mª. Inventario de 1595, fol. 11 vº.: "Otro retablo de pinzel onde está una crucifixion que se quitó del retablo del altar mayor para la custodia nueva que está encima del caxon del vestuario de la sacristía".
[72]Se encontraba en el domicilio de la familia O`Mullony, procedentes de Trujillo. Fue locallizada por el autor de este artículo (José A. Ramos) en 1992 y dada a conocer. Con anterioridad, esta tabla estuvo colocada en su domicilio de Trujillo.
[73]Aparece documentado por última vez en el Inventario de 1889. Libro de Cuentas, 1889-1965. A.P.Stª Mª. En la primera guía que se escribe sobre Trujillo, se mencionan todas las tablas del retablo de la iglesia de Santa María excepto la Crucifixión. ACEDO TRIGO, F.: Guía de Trujillo. Madrid, 1913. Tampoco hacen referencia a esta obra los estudios posteriores realizados sobre Trujillo. Por lo cual, suponemos, que esta tabla desapareció de la iglesia a principios del siglo XX.
[74]Fue el prof. Gómez Moreno el primero en denominar como Maestro de Palanquinos al autor de seis tablas localizadas en la parroquia de la localidad de Palanquinos (Sur de León), que en la actualidad se encuentran entre las obras de Nicolás Francés en el retablo mayor de la catedral de León. Resulta ser el exponente más valioso del influjo flamenco en León. GUDIOL RICART, J.: Pintura gótica, en Ars Hispaniae, IX, Madrid, 1955, p. 356. No obstante, Post considera que esta denominación no es muy correcta ya que se han localizado otras obras de este pintor mucho más importantes que los paneles de Palanquinos en otras localidades de la prov. de León (iglesia de San Juan Bautista, en Villalón de Campos; La Epifanía de la Granja de San Antolín, próxima a Cabreros de Río; y el retablo de la iglesia de Santa Marina, de Mayorga). POST, Ch. R.: A History of Spanish Painting, vol. IV, parte I. Harvard University Press, 1933.
[75]Al encontrar en el retablo de Santa María de Trujillo una obra del Maestro de Palanquinos, y considerando que este pintor era cronológica y estilísticamente paralelo a Fernando Gallego, es probable que se educase en el taller de Gallego o que participase en los encargos que le hacían a Gallego. No obstante, estamos ante la primera obra en la que encontramos a ambos maestros trabajando en un mismo lugar y a un mismo tiempo.
[76]Es muy probable que el estilo de Nicolás Francés y de Jorge Inglés le llegara al Maestro de Palanquinos por influencia de Fernando Gallego. Es otro dato más en el sentido de que el Maestro de Palanquinos estuviera muy influido por el arte de Gallego. Aunque, como expone Post, "aquél se muestra muy original en alguna de sus realizaciones, creando personajes que son fácilmente reconocibles como suyos propios". POST, op. cit., p. 156.
[77]En los sombreros con capirotes y turbantes se refleja  el interés por lo fantástico y extravagante en los años finales del siglo XV. Vid. BERNIS, C.: "El tocado masculino en Castilla en el último cuarto del siglo XV". A.E.A., XXII, núm. 86. Madrid, 1949, pp. 111-135.
[78]Vid. BALTRUSAITIS, J.: La Edad Media Fantástica. Capít. VIII. El arco conopial. Cátedra. Madrid, 1987, p. 261.
[79]Vid. NIETO ALCALDE, V.: La luz, símbolo y sistema visual. Madrid, 1978.
[80]Libro de Cuentas de Fábrica, 1543-1558. A.P.Stª Mª, f. 27.
[81] MÉLIDA ALINARI, José Ramón: Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres. Madrid, 1924, T.º II, p. 357. Dato que también aparece recogido en la obra de GAYA NUÑO, J.A.: Fernando Gallego. Madrid, 1958, p. 38.
[82] A.D. de Trujillo. En Apéndice documental.
[83] «En el centro, sobre lo que oculta el Tabernáculo, construído en 1545, está el compartimiento mayor, que es hueco de camarín o nicho»: MÉLIDA ALINARI, J.R.: Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres..., op. cit., T.º II, p. 356.
[84] Vid., A.D. de Trujillo. Documento 1 (2-I). Vid., etiam, SOLÍS RODRÍGUEZC.: “Las Visitas Pastorales y el Patrimonio Arquitectónico y Mobiliar de la Iglesia”, en T.º XIV de Memoria Ecclesiae, Oviedo, 1999, p. 420. La inclusión de este nuevo elemento dentro del conjunto arquitectónico y pictórico del retablo mayor introdujo una cierta modificación en la primigenia disposición de las pinturas, dado que se hizo necesario albergar en la sacristía la tabla que representaba la Crucifixión de Cristo (: RAMOS RUBIO, J.A.: Estudio histórico artístico de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Trujillo. Cáceres, 1990, p. 61). Posteriormente, esta pintura sería trasladada a la iglesia del arrabal de Belén, próxima a la localidad trujillana, donde fue quemada por hallarse en mal estado de conservación: Ibídem, p. 88, nota 128. Un artículo publicado por este autor da a conocer una tabla con la representación de la Crucifixión de Cristo, depositada en una Colección particular de Madrid, atribuida al conocido como Maestro de Palanquinos y de la que Ramos Rubio afirma ser la que iría inserta en la comentada zona de la máquina retablística: RAMOS RUBIO, J.A.: “La Crucifixión, una inédita del maestro de Palanquinos”, en Archivo Español de Arte, n.º 258, Madrid, 1992, pp. 228-231.
[85] Vid., A.D. de Trujillo. Documento 1 (2-II).
[86] Cf. Ibídem,  Apéndice documental.
[87] Vid., Ibídem, Apéndice documental.
[88] Vid., Ibídem, Documento 1, en Apéndice documental.
[89] A. PONZ, Viage…, op. cit., T.º VII, Carta VII, p. 168.
[90] PIZARRO GÓMEZ, F.J.: Arquitectura y Urbanismo en Trujillo…, op. cit., p. 100.
[91] NARANJO ALONSO, Clodoaldo: Trujillo. Sus hijos y monumentos. Serradilla, 2ª Ed., 1929. Madrid, 3ª Ed., 1983, p. 253.
[92] Además de la nueva policromía que le fue aplicada también se añadieron  los remates que en la actualidad podemos contemplar, con forma de volutas, en cuyo centro descuella el emblema de la Virgen María.
[93] Vid., al respecto, A.D. de Trujillo. Documento 1, en Apéndice documental.
[94] MÉLIDA ALINARI, J.R.: Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres..., op. cit., T.º II, p. 356, «Estas tablas debieron ser desmontadas para restaurarlas, de lo que ya se lamenta el colaborador de Ponz (...) y luego debieron cambiar el orden que por sus asuntos guardaran».
[95] GAYA NUÑO, J.A: Fernando Gallego..., op. cit., p. 38; el ilustre investigador afirma que en lugar de los tres lienzos desaparecidos se dispuso una imagen de la Virgen que luego desapareció en el saqueo y revueltas que se sucedieron a consecuencia de la invasión francesa. Sin embargo, la data de esta imagen es mucho anterior a la fecha propuesta por Gaya para su inclusión en el retablo, pues se supone que era de estilo románico.
[96] RAMOS RUBIO, J.A.: Estudio Histórico Artístico..., op. cit., pp. 64 y 88 (nota 128).
[97] TENA FERNÁNDEZ, J: Trujillo Histórico..., op. cit., p. 439.
[98] RAMOS RUBIO, J.A.: Estudio Histórico Artístico..., op. cit., pp. 64 y 88, nota 128.
[99] Noticias sobre este terremoto, al igual que el acaecido en 1521, están recogidas en el libro del padre Tena, quien describe de esta forma el estado en el que quedó la iglesia de Santa María: «En trujillo los efectos de este seismo fueron tan violentos que hoy pueden verse grandes grietas en el cilindro tallado en piedra que fue la portada del mediodía de esta parroquia, que quedó visiblemente descentrada de su traza arquitectónica»: TENA FERNÁNDEZ, J.: Trujillo Histórico..., op. cit., p. 441. Vid., etiamPIZARRO GÓMEZ, F.J.: Abandono y ruina de la arquitectura trujillana durante el siglo XIX, op. cit., pp. 53 y ss.
[100] DOLORES MAESTRE, María: 12 Viajes por Extremadura (en los libros de viajeros ingleses desde 1760 a 1843). Cáceres, 1995 –2ª Edic.– , p. 483. También se haría eco de esta explosión Richard Ford en 1832. Ibídem, p. 364.
[101] TENA FERNÁNDEZ, J.: Trujillo Histórico..., op. cit., p. 439.
[102] Gaya Nuño afirmó en su momento que la obra se debía a la mano de Mateo Cerezo, pero lo cierto es que el cuadro estaba firmado por Joaquín Llop en 1814. En 1882 sería retirado con la finalidad de dejar sitio para la inclusión de la imagen actual, que fue encargada al escultor de Valencia del Cid don Modesto Pastor (vid., A.D. de Trujillo. Documento 1 (6)); el cuadro de Llop fue trasladado entonces a un lugar situado entre las capillas de los Vargas y el baptisterio y, posteriormente, sería llevado a la iglesia de San Francisco, filial de Santa María. La causa del traslado de esta pieza estaba en el gran tamaño que tenía, por lo que llegaba a ocultar algunas de las tablas de Fernando Gallego –siete en total–.GAYA NUÑO, J.A.: Fernando Gallego..., op. cit., p. 38. TENA FERNÁNDEZ, J.: Trujillo Histórico..., op. cit., p. 439. RAMOS RUBIO, J.A.: Estudio Histórico Artístico..., op. cit., p. 61. Toda esta serie de datos, referidos al conjunto de la historia documental de esta pieza, están recogidos en la exposición que sobre el mismo redactaron los miembros del Dpto. de Historia del Arte, de la Universidad de Extremadura, en el libro Monumentos artísticos de Extremadura. Mérida, 1995 –2ª Edición ampliada y revisada–, p. 595. Asimismo, es interesante indicar el hecho de que la obra ha sufrido dos restauraciones: una que Camón Aznar considera reciente en 1966 –año de la publicación de su obra– y otra en 1985. CAMÓN AZNAR, J.: Pintura Medieval Española, Vol. XXII de “Summa Artis”. Madrid, 1966, p. 571. RAMOS RUBIO, J.A..: Estudio Histórico Artístico..., op. cit., pp. 76-77.
[103] TENA FERNÁNDEZ, J.: Trujillo Histórico..., op. cit., p. 439.
[104] Las investigaciones nos han llevado hasta la población o arrabal de Belén, lugar al que fue trasladado por el sacerdote del lugar esta tabla, presumiblemente obra de finales del siglo XV de Francisco Gallego. El sacerdote don Antonio Ramos Sojo, cuando dejó el sacerdocio se llevó a Madrigalejo, lugar del que era natural, esta tabla y otros bienes muebles.
[105] Una de las devociones más populares de aquellos tiempos, hoy totalmente olvidada, era la que se tenía a las Once mil Vírgenes de origen bretón, y en Santa María se había levantado un altar junto a la sacristía dedicado a esta advocación, que contenía además la imagen de San Lorenzo y la de otros santos. El retablo mayor de la iglesia parroquial de Santa Cruz de la Sierra es un extenso relicario de finales del siglo XVI, que consta de nueve alacenas o compartimentos en su parte central, destinadas a albergar reliquias de diferentes santos. Una de ellas contenía una capilla de las Once mil Vírgenes, según atestiguaba cierto documento hoy perdido. Vid. CILLAN CILLAN, F: “La iglesia parroquial de Santa Cruz de laSierra”, en Revista  Alcántara, Institución Cultural “El Brocense”, Diputación Provincial de Cáceres, Cáceres, p. 12. La devoción a las “Once mil Vírgenes” durante los siglos posteriores debió ser muy popular a juzgar cómo se recurría a ellas en los casos más extremos. El almirante inglés Abercromby puso sitio a la ciudad de San Juan de Puerto Rico el 17 de abril de 1797. Su gobernador general don Ramón de Castro utilizó todos los recursos humanos y materiales que tenía a su disposición para defender a la población, pero viendo que el cerco era cada vez más estrecho recurrió a la intercesión divina, y con el consentimiento del obispo Trespalacios hicieron rogativas a Santa Catalina, festividad del día, posteriormente a Santa Úrsula, protectora del gobernador, y, como no obtenían resultados satisfactorios recurrieron a las Once mil Vírgenes. Todo el pueblo en procesión nocturna con velas y antorchas encendidas recorrieron la ciudad durante horas, lo que confundió a los ingleses, pensando que el número de defensores había aumentado y el 29 del mismo mes abandonaron el asedio. Los españoles atribuyeron el acontecimiento a la protección de las Vírgenes bretonas.

[106] “Un retablo en la capilla del canónigo Gonzalo Blázquez de Nuestra Señora pintado de pincel”. Libro de Cuentas de Fábrica, 1559. Archivo de la parroquia de Santa María.
[107] MELIDA, J. R.: Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres. Madrid, 1924, p. 359.
[108] Fue restaurada en agosto de 1994 por doña Gloria Oyarzabal Lodge.
[109] “Una tabla pequeña portátil a un lado del altar donde está pintado un Descendimiento”. Libro de cuentas de Fábrica, 1559. Archivo de la parroquia de Santa María.
[110] PONZ, A: Viajar por Extremadura. Ed. Universitas, Salamanca, 1983, carta VII, p. 168.
[111] “La capilla de San Antón de que es patrono don Pedro de Orellana, cavallero de la Orden de Santiago, manda que se le orne el altar con sus frontal, manteles y candeleras”. Libro de Fábrica, 1629, Archivo de la parroquia de Santa María.
[112] Según opinión fidedigna de SOLIS RODRÍGUEZ, C: Luis de Morales. Fundación Caja de Badajoz; Badajoz,1999.
[113] Archivo Municipal de Trujillo, Acuerdos de 1498, fol. 40.
[114] BARRIOS MANZANO, P: Historia de la Música en Cáceres (1590-1750). Cáceres, 1984, p. 13.
[115] Libro de Cuentas de Fábrica, 1559-1583. Archivo parroquial de Santa María.
[116] Libro de Cuentas de Fábrica, 1583-1625. Archivo parroquial de Santa María.
[117] Libro de Cuentas de Fábrica, 1583-1625. A. P. S.M.
[118] Archivo de Protocolos de Trujillo. Juan de Lucio, 1595. Legajo 53. fol. 498 vº.
[119] Aparece documentado en Santa María en 1579 y en 1589, reparando los órganos. Archivo parroquial de Santa María de Trujillo, Libro de Cuentas de Fábrica, 1559-1583 y 1583-1625.
[120] Juan Amador recibió en el año 1664 la cantidad de dieciséis mil ochocientos reales por los órganos que hizo para Santa María. Libro de Cuentas de Fábrica, 1629-1692. Archivo parroquial de Santa María.
[121] Libro de Cuentas de Fábrica, 1692-1729. Archivo parroquial de Santa María.
[122] Inventario de 1729. Archivo de la parroquia de Santa María. En el Libro de Cuentas de 1583, se lee literalmente: “Tasaçión de libros de canturia por parte del scriptor de libros Diego de Bonifaz”. En el año 1625: “Pagué a Diego de Medina, librero, catorze reales de enquadernar y poner de nuevo quatro fojas de pergamino escritas en el libro de los invitatorios”. Libro de Cuentas de Fábrica, 1583-1625. A. P. Sta. Mª.
[123] Hemos respetado las páginas originales de los textos manuscritos, dado que en esta ocasión el Inventario aparece perfectamente numerado, y a ellas haremos siempre referencia.
[124] La obra de Valdés está considerada como el testimonio de la lengua castellana en el primer tercio del siglo XVI. Valdés, Juan de: Diálogo de la Lengua. Ed. Clásicos Castalia. Madrid. 1996.