lunes, 30 de octubre de 2017

EL ASENTAMIENTO ARQUEOLÓGICO DE SAN GIL TÉLLEZ (CÁCERES)

Próximo a la capital cacereña, en la carretera de Monroy,   localizamos un asentamiento en el paraje de la Casa de San Gil donde hemos encontrado interesantes restos arqueológicos. Se localiza entre los 39º 33´ 17,14" de latitud N y los 6º 18´ 56,63" de longitud W. próximo al Molino de Topete y al castro prerromano Castillejo del Guadiloba, y al río Palacio de Pedro López y al río Pizarro. Muy cercano están los restos del campamento romano Cáceres el Viejo y la Casa de las Corchuelas. El asentamiento se encuentra en una ladera en la que no existe resto de construcción tan solo la Casa de San Gil o cortijo un pozo cubierto por una construcción de ladrillo y adobe y escasos restos de paredes de mampostería, el lugar presenta escasos afloramientos graníticos en toda su superficie. La ventaja de este sitio es que cuenta con recursos de agua cercanos y se halla en un área en la que los suelos permiten tanto un aprovechamiento agrícola como ganadero.
En el perímetro que rodea la Casa de San Gil hemos localizado un total de 13 tumbas sobre roca y una infantil que aparecen dispersas y aisladas, lo cual estaría relacionado con una realidad de poblamiento disperso, dada su contraposición respecto a las grandes necrópolis al uso en las zonas  del  territorio español en las que existen grandes agrupamientos de población. 
Los lugareños las atribuyeron a los “moros”, otra idea corriente en círculos académicos es que son de origen visigótico. Aproximarnos a la cronología exacta de la construcción de estos sepulcros es un verdadero desafío ante la ausencia de indicadores de carácter arqueológico. La mayoría de estas sepulturas halladas en el paraje de la Casa de San Gil son iguales, muy alargadas y estrechas, más ancho al lado de la cabeza que hacia los pies; pero algunas son distintas, presentando una talla especial para la cabeza. La orientación de las tumbas es variable entre 30° y 210°, por lo que sugiere tenga un motivo religioso más que práctico. Hay que tener en cuenta que las necrópolis de tumbas excavadas en la roca son uno de los más abundantes restos de la época pos-romana en la Península Ibérica. Tanto su número como su amplitud geográfica certifican la necesidad de un estudio detallado, no exento de problemas. En tal sentido, es importante observar cómo la casi totalidad de ellas no han conservado restos humanos, carecen de ajuares y se hallan arqueológicamente descontextualizadas. El resultado es que continúan siendo un dato escasamente utilizado en los estudios sobre la Alta Edad Media peninsular. En dicha situación convergen la despreocupación por la arqueología que tradicionalmente ha caracterizado al medievalismo y la consideración ancilar de los periodos post-romano y altomedieval con respecto a las épocas romana y feudal.

En la zona donde se ubican las tumbas, más próximas a la casa de San Gil, aún subsisten fragmentos de: ladrillos tipo "burro", tegulae (tejas), cerámica común de torno rápido, así como escorias de hierro y una inscripción romana inédita formando parte de un escalón del cortijo de San Gil.



Muchos han sido los estudios que se han realizado sobre los sepulcros excavados en rocas, con diversidad de opiniones respecto a su origen y finalidad, defendiendo una cronología que abarca desde la Protohistoria hasta su origen medieval, llegando a defender su utilización hasta el siglo XV. En lo que a las características tipológicas, se refiere, tales como los rebordes elevados, contornos para los pies y/o la cabeza, ausencia de contornos, profundidad, etc.; serían indicadores bien de una cronología más tardía, o bien podrían estar relacionadas con el estatus  socio-económico del inhumado.
En una primera fase el  proceso se iniciaría con la elección del lugar de implantación, así como de una roca de granito apropiada al caso, en cuya elección, y por razones obvias, no solamente era necesario tener en cuenta las dimensiones del difunto, sino que permitiese, además, orientar la sepultura de forma que la cabeza quedase orientada hacia el Oriente (relacionado con Dios el  "día del juicio final", según los cánones cristianos de la época). En una segunda fase se procedería a marcar en la roca el contorno de la sepultura para, seguidamente, realizar el excavado correspondiente con la profundidad deseada, así como el alisado de las superficies internas del habitáculo.
También podría darse el caso de que este tipo de enterramiento se ha utilizado durante centenares de años por diversas culturas, lo que aparece avalado por los diferentes grados de erosión que aparecen sobre tumbas situadas en una misma roca. En cuanto a las razones por las que este tipo de sepulturas aparecen aisladas o en muy pequeños agrupamientos, una de las teorías podría ser su atribución a los eremitas  (La  palabra “eremita” procede del substantivo “eremo” que significa desierto. En la Edad Media, era muy común que las personas que buscaban una vida más evangélica y penitente habitasen en lugares desiertos). 
Hasta el día de hoy nadie ha elaborado una investigación sobre estos restos arqueológicos, sólo se ha escrito algún que otro artículo estableciendo algunas dudas, hipótesis y catalogaciones. Nosotros, en particular, las relacionamos con el proceso de caída del Imperio Romano y los posteriores repoblamientos rurales.  Para él habría una evolución  tipológica, siendo las sepulturas más antiguas las no antropomorfas, las cuales tendrían su origen entre los siglos V al VII, mientras que las antropomorfas serían típicas de los siglos VIII-XI, según las zonas. Lo que sí hemos comprobado en los diferentes estudios que hemos publicado al respecto es que en los siglos VII al IX tienen forma de bañera, donde se empieza a vislumbrar una cierta representación antropomorfa. En los siglos IX-X las tumbas ya ofrecen un redondeamiento en la parte superior de la sepultura para alojar la cabeza, con forma trapezoidal o cuadrangular en el resto.
Lo cierto es que no hemos encontrado ninguna tumba intacta, por lo que no se tienen datos que sustenten las teorías. Existen dos hipótesis sobre el uso y funcionalidad de las citadas tumbas:
- Como lugar de enterramiento. Pero no se han encontrado, ni dentro ni en sus alrededores, restos de ajuar, huesos, herramientas…, que puedan demostrar fehacientemente esta teoría.
- Lugares para el secado de cadáveres (momificación). Proceso que duraría algunas semanas. Posteriormente serían retirados de ese lugar para ser enterrados en otro lugar. No se han encontrado restos de momias en la comarca de Cáceres donde hemos llegado a encontrar más de doscientas tumbas. Pero tampoco hay demasiadas tumbas, menos infantiles, lo que es extraño, dado el alto índice de mortalidad que debió de existir (sobre todo a nivel infantil). Esta teoría, explicaría la escasez de tumbas, la mayor escasez de tamaño infantil, la ausencia de ajuar y restos, la abundancia de oquedades próximas a las tumbas (donde se suponen que se depositaban las entrañas). Además, la poca profundidad de muchas de estas tumbas y la irregularidad de los bordes previenen la colocación de una cobertura. Es difícil evitar llegar a la conclusión de que las tumbas quedaron abiertas, y esta idea concuerda quizá con la teoría de que las tumbas se utilizaron para la momificación. Pero, esta teoría se cae al observar que existen tumbas familiares o tumbas dobles, entendiendo que los miembros de una familia no iban a fallecer al mismo tiempo y las tumbas servirían de lugar de enterramiento.

Debido a que no se ha encontrado ningún tipo de lápida que sirviera de tapadera, consideramos finalmente que podían ser utilizadas para descarnar y desecar los cadáveres antes de su inhumación. y su adscripción a pequeñas comunidades cristianas que habitaran en la zona entre los siglos V y VII.  Teniendo en cuenta que sería entre los siglos VIII al X cuando se produjo su momento de máximo uso. Su presencia se vincularía a ciertos cambios sociales, generándose un poblamiento en áreas hasta entonces marginales como sería el caso del paraje de la casa de San Gil.

Tumba 1.-  Forma de bañera. Medidas: 180 * 44* 24   O-E (longitud, anchura, profundidad y orientación)
Tumba 2.-  Forma de bañera. Medidas: 177 * 46 * colmatada O-E.
Tumba 3.-  Trapezoidal. Medidas: 200 * 48 * 25   NE-SO.
Tumba 4.- Cuadrangular con cabecera y pies semicircular. Medidas: 167 * 57 * 16   NO-SE.
Tumba 5.- Cuadrangular con cabecera y pies semicircular. Medidas: 170 * 40 * 25  O-E.
Tumba 6.-  Forma de bañera. Medidas: 175 * 42 * 42   N-S.
Tumba 7.-  Forma de bañera. Medidas: 189 * 50 * 23   N-S.
Tumba 8.- Forma de bañera. Medidas: 175 * 40 * 30   O-E.
Tumba 9.-  Forma trapezoidal. Medidas: 189 * 40 * 37   O-E.
Tumba 10.- Forma de bañera. Medidas: 180 * 50 * colmatada   O-E.
Tumba 11.- Forma ovoide. Medidas: 162 * 60 * colmatada   N-S.
Tumba 12.- Forma de bañera. Medidas: 180 * 47 * colmatada   N-S. 
Tumba 13.- Forma pisciforme. Medidas: 190 * 57 * colmatada   N-S.
Tumba 14: Tumba infantil: 110 * 31 * 25   N-S.








Restos interesantes se localizan junto a la casa o cortijo, concretamente, en uno de los laterales de la casa de San Gil aún subsisten 4 grabados en pizarra de tradición lúdica. Se trata de tableros de juego grabados en roca pizarrosa, consistentes tres de ellos en el juego “Alquerque de Nueve” y otro en el “Alquerque de Doce”. El juego "Alquerque de Nueve" fue practicado durante varios milenios en el Norte de África y Oriente Medio, e incluso es probable que uno de los juegos practicados por el hombre del Neolítico en petroglifos fuese el Alquerque.  Durante la Edad Media fueron los árabes los que difundieron este juego por la Península Ibérica. No en vano, el nombre del juego proviene del árabe "al-qariq" (sitio plano), que tuvo gran tradición hasta el punto de ser comentado por Alfonso X el Sabio en el manuscrito Libro de Ajedrez, Dados y Tablas, quien decía que el alquerque se parecía al ajedrez pues “se joga com o espirituo”.

Pero vayamos a lo más interesante, ¿cómo se juega a este juego?. Este es un juego para dos jugadores, y tiene como objetivo colocar tres fichas del mismo color en vertical u horizontal (lo que se llama un molino) e ir capturando las fichas del adversario. El juego tiene dos etapas, la primera, en la que los jugadores van colocando alternativamente sus nueve fichas, y la segunda, en la que irán moviendo las fichas por el tablero a posiciones vacías del mismo. Los jugadores colocan, por turnos, sus fichas en cualquiera de las 24 casillas vacías del tablero. Cada vez que un jugador consigue alinear tres de sus fichas, es decir, realizar un molino, puede capturar una de las fichas de su adversario (que ya no podrá volver a ser utilizada), pero no pueden capturarse las fichas que formen parte de un molino, excepto si no hay otras fichas disponibles. Una vez colocadas todas las fichas, y siguiendo por turnos, cada jugador puede desplazar una de sus fichas a una posición contigua que esté vacía, siguiendo una de las líneas del tablero. Cada vez que un jugador consigue un nuevo molino, capturará una de las fichas del adversario. Cuando a uno de los jugadores únicamente le quedan 3 fichas, entonces puede moverlas libremente a cualquier posición libre del tablero, aunque no sea adyacente (siguiendo su turno). Pierde aquel jugador al que solamente le quedan dos fichas, o que tiene bloqueadas todas sus fichas (aunque normalmente se juega con la variante de que si un jugador tiene todas sus fichas bloqueadas, pierde su turno hasta que alguna de sus fichas quede desbloqueada).
Existen diferentes variantes de este juego, como por ejemplo el otro tablero o “Alquerque de Doce”, que consiste en que el tablero tenga pintadas cuatro líneas más, cada una de ellas uniendo las tres posiciones que están en diagonal, y en la que cada jugador dispone de 12 fichas. Es un juego de tablero para dos jugadores, practicándose en un tablero cuadrado cinco por cinco casillas, entrelazadas por diversas líneas o caminos por donde las piezas se desplazan. La secuencia de las jugadas tiene como objetivo capturar todas las piezas de uno de los jugadores, las cuales se eliminan, saltando por encima con una pieza del jugador contrario. Es el primer juego conocido en que se utiliza esta forma de eliminar o “matar” las piezas (después muy desarrollado en el Juego de las Damas). Cada jugador inicia la partida con doce piezas, que son colocadas en el tablero, dejando libre la casilla central. Las piezas se pueden mover a través de las líneas para posiciones vecinas que no estén ocupadas. El movimiento de las piezas puede ser hecho en cualquier de las ocho posibles. Si en una casa vecina de la pieza de un jugador estuviera ocupada por una pieza del adversario y la casilla siguiente en la misma dirección estuviera libre, el primer jugador debe “matar” con su pieza la del segundo jugador, saltando por encima y colocándose en la casilla siguiente. La pieza “muerta” queda eliminada y es retirada del tablero. Estas jugadas se van sucediendo durante el juego hasta que estén eliminadas todas las piezas de uno de los jugadores. Eliminar piezas es siempre obligatorio, pudiéndose capturas más de una, en una sola jugada dependiendo de la posición de éstas en el tablero de juego. Si de principio se puede considerar un juego simple, se puede volver complicado, requiriendo gran concentración por parte de los jugadores y capacidad para elaborar estrategias de ataque y defensa con varias jugadas de anticipación… El jugador que comienza la partida no tiene ninguna ventaja, pues inicia la jugada dando a “comer” una de sus piezas.

Concretamente, los tableros sobre pizarra del Cortijo de San Gil están  grabados en una superficie muy desgastada por el paso de los visitantes sobre el mismo. Se trata de  diseños muy simples, muy mal conservados, posiblemente de cronología medieval. Como comentamos, el diseño geométrico que presenta uno de ellos corresponde a un tablero de "Alquerque de Doce" con la tipología normal que poseen estos. Llama la atención como en la intersección de las líneas se sitúan diferentes cazoletas de variado tamaño.
Aunque se encuentran al lado unos de otros, entre ellos, existe una distancia suficiente para permitir sentarse a una persona y de esta forma que se pudiera jugar en ambos tableros a la vez.  Por desgracia la superficie que presenta la pizarra está en muy malas condiciones de conservación y sería necesario que se procediera a realizar tareas de consolidación de la misma, para evitar su progresivo deterioro. Como hemos explicado, por las características que presentan y por el marco cronológico que podemos establecer para este monumento, podemos documentar como medievales.



domingo, 29 de octubre de 2017

APROXIMACION HISTORICA: LAS IGLESIAS PARROQUIALES DE SAN MARTÍN DE TOURS Y SANTIAGO DE TRUJILLO


La Iglesia parroquial de San Martín se alza majestuosa en la Plaza Mayor. Ostenta el nombre del santo obispo de Tours, natural de la ciudad de Sarabia (de la Panonia Superior). Aparece citada la iglesia de San Martín en dos documentos, fechados en 1353 y 1440, pero era un templo de pequeñas dimensiones, por lo que con el paso del tiempo se vio la necesidad de una nueva construcción.
La Iglesia parroquial de San Martín se alza majestuosa en la Plaza Mayor. Ostenta el nombre del santo obispo de Tours, natural de la ciudad de Sarabia (de la Panonia Superior). Aparece citada la iglesia de San Martín en dos documentos, fechados en 1353 y 1440, pero era un templo de pequeñas dimensiones, por lo que con el paso del tiempo se vio la necesidad de una nueva construcción.
En el año 1484 comienza la actividad constructiva en la llamada plaza del Arrabal, con las Casas Consistoriales, donde se podría reunir el concejo: el corregidor y los regidores y uno o dos escribanos. En un documento de 1526, se indica que se había iniciado la construcción de una cabecera más amplia para cuya fábrica se solicita subvención pública: "que por estar en la plaza desa Cibdad corre a ella muchas gentes, los dichos parroquianos movidos por caridad y celo de servir a Nuestro Señor, acordaron juntamente con al dicho cura, beneficiados e clérigos, la obra de la dicha capilla mayor de la Iglesia, y con las limosnas que para ello dieron, se comenzó a labrar y está comenzada aquélla...".
En 1529 aún no se había terminado la obra por lo que se reitera la petición de ayuda al Concejo argumentando "...que dicha Iglesia es de las principales de la dicha Cibdad y que por estar en la plaza todos los forasteros y la mayor parte de los vecinos desa Cibdad van a oir misa a dicha Iglesia y que por esta causa tiene necesidad de se reedificar acrecentar para que el culto divino se pudiese celebrar con la reverencia y acatamiento debido y porque es muy pobre..."

En el siglo XVI se lleva a cabo las obras de ampliación de la pequeña ermita de San Martín hasta convertirla en un majestuoso templo. Desde el año 1538 interviene en su fábrica el gran maestro trujillano Sancho de Cabrera, interviniendo también en ella los canteros Diego de Nodera, Juan de Fradua, Pedro Hernández y Pedro Vázquez, el día 2 de octubre de 1540 se terminaba de cerrar la capilla mayor. En 1544 ya se inició la construcción de la torre de las campanas, bajo la cual se situaba la capilla bautismal. En 1553 se hacen cargo de las obras Cabrera, Alonso Becerra y su hijo Francisco Becerra- al que ahora se llama "el moço"-.
Es un edificio eclesial de aspecto austero derivado de la sobriedad de los volúmenes y la sencillez que le confiere la mampostería y sillería de la construcción.
La portada principal, en el hastial de los pies, se compone de una puerta de medio punto, que flanquean sendas columnas toscanas, sobre elevado pedestal, en las cuales apoya un frontón quebrado que aloja las armas del prelado placentino don Pedro Ponce de León, durante cuyo pontificado (1560-1573) se realizó; encima, cobijado por un alfiz, está el escudo del concejo de Trujillo que contribuyó económicamente a la fábrica del templo, abriéndose a continuación un óculo que ilumina el interior, que se nos ofrece espacioso, según el tipo de nave única tan difundido en la diócesis de Plasencia durante el siglo XVI como en los templos de Jaraicejo o Garcíaz, también del trujillano Sancho de Cabrera.
Tiene planta de una sola nave, muy ancha, de tres grandes ramos más otro corto a los pies, y el presbiterio de igual anchura formado por un breve tramo recto y el fondo ochavado. La nave se cubre con bóvedas de crucería y terceletes con rica tracería de combados, que apoyan sobre haces de columnillas de labra tardogótica de escaso resalte.
La capilla bautismal, presidida por una interesante pila románica, perteneciente a la iglesia de Santiago Apóstol (la pila existente en la antigua ermita de San Martín se encuentra actualmente en la iglesia de Santiago). Se desconocen las razones por las cuales don Pedro Trancón realizó estos cambios de lugar de las pilas bautismales, posiblemente por el cese del culto en Santiago Apóstol, considerando por su ornamentación más vistosa la pila que actualmente está en San Martín. Se caracteriza por tener copa semiesférica monolítica. Está decorada con un registro de arcos de medio punto apoyados en columnas. En la parte superior faja de motivos geométricos de dientes de sierra.
IGLESIA PARROQUIAL DE SANTIAGO
la Iglesia parroquial de Santiago fue construida en el siglo XIII, aunque la primera referencia documental la encontramos en el Archivo Municipal en varios documentos que nos hablan con absoluta claridad y certeza de la Parroquia de Santiago en el siglo XV. El primero, con fecha 18 de julio del 1460, es una escritura de compromiso para construir el puente del río Almonte que es su verdadero nombre. En ella se dice literalmente que "estando ayuntados en Concejo dentro de la Iglesia de Santiago de la dicha Ciudad los honrados Caballeros Diego de Carvajal, Diego Pizarro, Hernando Hinojosa, Hernando Calderón, etc.". El otro documento tiene fecha de octubre de 1481 y es un Poder para otorgar en Logrosán una Escritura de Compromiso con el Monasterio de Guadalupe sobre las lindes de la dehesa "Las Veguillas". En él se dice literalmente: "Estando ayuntados en nuestro Cabildo e Ayuntamiento en la Iglesia de Santiago que es de los muros adentro de la dicha ciudad a campana tañida según que lo avemos de uso e de costumbre, otorgamos... todo nuestro libre, cumplido e bastante poder a Luis de Chaves e a García de Vargas e a Sancho Pizarro e a Diego Pizarro, caballeros e vecinos de la dicha ciudad”. Trujillo y especialmente el linaje Tapia Paredes, tuvieron especial devoción por esta parroquia.

En los libros de las Capellanías servideras en la Iglesia de Santiago pueden leerse en sus folios las cláusulas fundacionales de las Capellanías de Gómez de Tapia, Juan de Tapia del Guijo, Aldonza de Mendoza, Diego de Orellana, Juan de Escobar, Antonia de Loaisa y Tapia, Diego Alonso de Tapia, María de Loaisa. Isabel de Tapia, Juan de Orellana, María Clara, Cristóbal Calderón, el Bachiller Alonso de Vivanco, Alvaro de Escobar el Viejo, Marcos Calderón, Martín Martínez.
Se levanta este templo intramuros junto a la puerta de la muralla del mismo nombre, aprovechando una de las torres del recinto murado como campanario. La construcción es sólida, con predominio de sillares graníticos de labra algo irregular, y zonas de mampuesto.
Las portadas se abren en los lienzos occidental y septentrional; la del oeste presenta arco apuntado moldurado con fino baquetón sobre impostas acanaladas bajo las que aparecen las conchas alusivas a la advocación del templo; va trasdosada con un festón de motivos romboidales y encuadrada por alfiz del que ha desaparecido la moldura horizontal. En lo alto, una cartela de granito con las armas de la ciudad, debajo hay un blasón de los Carvajal.
La puerta norte, de gran sencillez, tiene impostas acanaladas acodilladas sobre las que asciende arco apuntado con decoración de puntas de diamante sobre la arquivolta exterior. El interior es espacioso, con triple nave dividida en tres secciones mediante pilastras de orden toscano y arcos escarzanos, cubriéndose toda la zona con bóveda de aristas. Toda esta articulación es fruto de una notable transformación del templo llevada a cabo en el siglo XVII.
La iglesia está realizada en mampostería, con sillares en la fachada y bóvedas. Es de reducidas dimensiones, de una sola nave con un tramo cubierto mediante crucería estrellada. El presbiterio es ochavado, con arco triunfal de medio punto sobre pilastras, consta de dos tramos, ambos con crucería estrellada.
Bajo el coro, se encuentra la capilla bautismal, aún se conserva la pila granítica románica (que estuvo en la iglesia de San Martín, como ya hemos estudiado). La pila que en la actualidad se encuentra en la iglesia de Santiago es obra del siglo XV.
INTERPRETACIONES - LA SEMANA SANTA TRUJILLANA


ITINERARIO LÍRICO-POÉTICO DE LA SEMANA SANTA Trujillo, como otras tantas ciudades y pueblos de España se repliega así mismo durante los días que, comenzando el victorioso y alegre domingo de Ramos, termina el doloroso Viernes Santo con la procesión del Santo Entierro...
ITINERARIO LÍRICO-POÉTICO DE LA SEMANA SANTA
Trujillo, como otras tantas ciudades y pueblos de España se repliega así mismo durante los días que, comenzando el victorioso y alegre domingo de Ramos, termina el doloroso Viernes Santo con la procesión del Santo Entierro... Durante estos días, Trujillo recoge las velas de sus luces y colores, apaga su marea mundana y pone el oído atento al eco espiritual de sus tradiciones y de su fe para disponerse a vivir con toda intensidad, estas jornadas dolorosas, con fervor y con piedad.
Porque llega la Semana Santa que es fuente de verdad, fuente de vida, fuente de arte, y nuestra ciudad cambia de perfil. Se tiñe de morado y de grana, se abre como una rosa de pasión y ofrenda la exquisitez de su alegre primavera, siempre florida y luminosa, en el jardín penitencial de la cuaresma. Todo florece como un gran rosario en sus misterios dolorosos, meditando y rezando al pie de la Cruz, símbolo vivificador de gloria y redención...
Semana Santa en Trujillo... La ciudad entera se dispone a ser un sorbo de Dios, empujón de anhelos hacia las alturas, dándose por entero a su Semana Santa, que es, en líneas generales, austera, recoleta, sencilla, transida de dolor y de amargura, aunque no le falten también esos toques o pinceladas coloristas eso que alguien ha dado en llamar folklore-religioso en el desfile de sus procesiones, donde los pasos, las flores, los nazarenos con sus variados tonos de túnicas y capas, que van desde el blanco impoluto al morado melancólico y soñador, pasando por el rojo amapola, hasta el fúnebre negro que nos hace pensar en la Pasión y Muerte de Cristo, son motivos de atracción para los no creyentes y símbolos de devoción profunda para los que, ante las imágenes de sus cofradías, están ungidos de auténtico fervor religioso.

Los templos todos marcan la pauta a seguir... Las cofradías dan los últimos toques a esos "galeones" que semejan las andas que han de portar las figuras, las imágenes de Cristos crucificados, con la Cruz a cuestas y la hermosa y bella Virgen que suele cerrar los desfiles de cada Cofradía, en cuyo entorno, cofrades, hombres y mujeres, han rivalizado para conseguir el más bello conjunto artístico, combinando, velas encendidas, flores, jarrones plateados y atributos diversos que sean la admiración del pueblo.
SIGNIFICACIÓN RELIGIOSA DE LAS PROCESIONES
La Semana Santa son fechas cruciales del calendario litúrgico español, durante las cuales el drama de Cristo vivido en Judea se rememora en múltiples actos de tipo religiosos y tradicionales.
Desde los comienzos del Evangelio, el binomio muerte-resurrección es el quicio sobre el cual gira la creencia de Jesús. Con toda probabilidad, lo que se ritualizó primitivamente fue la Pascua. El engrandecimiento de la muerte de Jesús que significaba ensalzar el triunfo sobre ella. La Iglesia Católica ha buscado en todo momento que sus manifestaciones culturales tengan un sentido docente y ayuden con carácter vicario a su augusta misión de Magisterio Ecuménico. Por ello las sagradas imágenes que salen en procesión y que imantan nuestra mirada, haciendo brotar la oración, gozan de gran unción sagrada, sirvieron durante siglos a la devoción de élites religiosas cultas y, por supuesto, al pueblo cristiano y aún hoy desfilan anualmente en su pública procesión penitencial.
Estas procesiones en la Semana Santa toman un gran impulso en los años finales del siglo XVI, respondiendo a ese acercamiento de lo divino y a ese atractivo popular y social de la religión, típicos de la Contrarreforma. Las escenas de la Pasión de Cristo vienen a ser verdaderas representaciones, cuyos "pasos" equivalen a los actos de un drama. El pueblo vive los sucesos conmemorados con el mismo apasionamiento con que entra en situación en el teatro; y el hecho de que no sean actores, sino imágenes, quienes los representen, da más fuerza a la evocación. Un sentimiento de respeto llevaba a no presentar nunca en la escena teatral a las Personas divinas, sino encubiertas bajo símbolos; sólo con la madera inocente podía encarnarlas, recibiendo su forma de la inspiración artística conducida por la fe. La escultura religiosa española no se hubiera producido tal cual es si los artistas no hubieran puesto en ella otra finalidad más trascendente que la de un trabajo artesano o puramente estético.
Trujillo, al igual que los demás pueblos creyentes, se dejan seducir por la impresionante tragedia del Calvario, y prende el dramatismo de su conmemoración, rememorando los hechos con un realismo insospechado. Las procesiones eran organizadas por Cofradías piadosas, formadas por seglares, agrupados por razones profesionales, y sus fines incluían la ayuda mutua en sus necesidades, el fomento entre sus miembros de una vida de activa piedad y el ejercicio de la caridad con los menesterosos.
Estas primigenias Cofradías han llegado a nosotros, tras haber pasado muchas vicisitudes y muchos cambios, de una forma u otra agrupadas en la Cofradía del Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de la Soledad.
Las procesiones que en la actualidad recorren las calles de Trujillo durante los días de la Semana Santa, constituyen un gesto de hondo sentido religioso y cristiano. Esta celebración se enmarca dentro del ciclo festivo de primavera. La procesión del Domingo de Ramos es la única procesión litúrgica que se desarrolla en las calles de Trujillo. La Liturgia cristiana ha recogido esta manifestación profundamente religiosa y humana a través de la Biblia, y destaca ante todo el carácter social que tienen las procesiones. Las procesiones de la liturgia son pocas si se tiene en cuenta la tipología de esta manifestación. Además de la procesión de entrada de la Misa y la de las ofrendas, a lo largo del año están establecidas la procesión de las calendas el día 2 de febrero, la del Domingo de Ramos, la procesión de traslado del Santísimo Sacramento al Monumento del Jueves Santo, la procesión tras el cirio pascual en la noche de Pascua, la procesión del Corpus Christi, y las procesiones con las reliquias de los mártires y de los santos.

Por tanto, las procesiones con las imágenes de la Pasión y Muerte de Cristo que recorren nuestras calles, no son propiamente litúrgicas, sino que pertenecen a lo que se denomina la religiosidad popular. No son universales, como las primeras, sino que responden al estilo y al carácter religioso de cada pueblo, han nacido de la vivencia de la fe y de la contemplación de unos hechos en los que se produjo la redención de los hombres.
Caminar es una imagen de la vida misma. Ir en procesión contribuye a formar grupos, a crear sociedad. Significa caminar juntos compartiendo un itinerario ya marcado por la Junta de Cofradías y Hermandades Penitenciales de la Semana Santa de Trujillo.
Desde el año 1986, con el mayor recogimiento posible, la Asociación de Padres de Alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús, vienen representando en la parroquia de San Francisco de Trujillo los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en vivo. Con esta representación se han recuperado la Pasión del Señor y la Divina Tragedia que los alumnos del Colegio La Salle Santiago de Trujillo encarnaban en los años sesenta.
PROFUNDIDAD HISTÓRICA Y RELIGIOSA DE LA SEMANA SANTA TRUJILLANA.
La ciudad de Trujillo es de suma importancia no solo desde el punto de vista histórico-artístico,, sino también como punto clave de encrucijada de comunicaciones en la Alta Extremadura, abasteciendo a una extensa comarca agropecuaria, centro de servicios, ciudad turística y cultural.
La celebración de la Semana Santa en Trujillo viene de tiempo inmemorial. Podemos partir de la primera mitad del siglo VII, el recuerdo y la contemplación de los Misterios de la Pasión en la basílica visigoda de Trujillo, tras muros de la Puerta romana de Coria. El Cristianismo enalteció por medio de celebraciones litúrgicas las diferentes escenas de la Pasión, con toda la trama que emanan de los hechos acaecidos en tierras de Palestina. Partiendo de que la celebración de la misa es la rememoración del punto culminante del sacrificio, la Iglesia representó tales hechos en las fiestas del Triduo Sagrado: Jueves, Viernes y Sábado Santo, dentro del recinto sagrado.
La dominación musulmana, durante centurias, hizo caer sobre Trujillo el velo del abandono. Pero, la posición estratégica de nuestra ciudad la convirtió en centro apetecido por los cristianos. Fueron aquellas Semanas Santas anticipo de otras, conmemoradas en un ambiente religioso y guerrero.
La creación de las Órdenes Militares en el alborear de la Baja Edad Media es un aspecto de suma importancia desde el punto de vista histórico-artístico, aparte de las connotaciones sociológicas, políticas y económicas, como es evidente. La finalidad de éstas es concreta y específica, los caballeros de Cristo, han de cumplir la defensa de la cristiandad frente a los poderes islámicos que son los enemigos de la Cristiandad.
La reconquista definitiva de Trujillo se produce el 25 de enero del año 1232. La defensa de la villa le volvió a ser otorgada a las Órdenes Militares. La Hermandad más antigua existente en Trujillo, del tipo de las militares era la de los caballeros de la Orden Truxillense, en la que aparecen reguladas reuniones anuales para adorar a Dios y rendir culto al patrón San Andrés, estableciendo prescripciones religiosas, de paz y de caridad. Así todos acudían a misa en común, para luego acusarse públicamente de sus culpas y recibir el castigo corporal adecuado, en una iglesia sita en el lugar de la actual parroquia de San Andrés, de la que aún se conserva la torre.
Debieron de existir otras cofradías semejantes en esos tiempos oscuros medievales; pero sírvanos ésta como exponente y reflejo del espíritu de fraternidad cristiana.
Hemos de mencionar en la Baja Edad Media los Vía Crucis que, traídos a Occidente por los franciscanos que se instalan en el convento de la Luz en Trujillo, en virtud de la bula pontificia Super Familiam Domus, de Alejandro VI (25 de julio de 1499), era la liturgia importada de Jerusalén[3]. Es secular la consoladora devoción del Vía Crucis, que primeramente contemplaba sólo siete estaciones, hasta que el franciscano Leonardo de Porto Mauricio las elevó a catorce, en la forma que, poco más o menos, meditamos ahora.
Los "oficios", íntimamente ligados a la vida municipal trujillana, renacen el día en que los Concejos arraigan en el suelo español. Por el Fuero conocemos que una de las atribuciones primitivas del Concejo era la política de la industria y el comercio, lo que prueba que los menestrales y mercaderes formaban los "oficios", ya constituidos y que se agrupaban en las calles colindantes a la Plaza y que irán adquiriendo un fuerte protagonismo en la vida social de nuestra ciudad.
Una efervescencia cofradiera vive Trujillo en los años finales del siglo XV, dirigida por los franciscanos fray Pedro de Melgar y fray Juan de Guadalupe, y propiciada en Castilla y León por los Reyes Católicos en un deseo de restaurar la maltrecha moralidad pública, imprescindible para crear el ambiente religioso que propiciase el de cruzada para culminar con éxito el último bastión que quedaba en España, la conquista de Granada. Esos gremios participaban en celebraciones masivas en Trujillo en Autos Sacramentales. De los textos escritos por los evangelistas se pasaba a obras compuestas exprofeso, representadas en las naves de las iglesias de San Martín y Santa María. Posteriormente, denostados por la censura eclesiástica que llegó a prohibir su representación en el interior de los templos, tuvieron que trasladarse estos dramas litúrgicos al atrio de la iglesia de San Martín.
Los atrios llegaron a ser pequeños, así el sentimiento de caridad que despertaban los impedidos que no podían asistir a estas representaciones que duraban hasta bien entrada la madrugada, consiguió que estos actos salieran a la calle. Serán los gremios artesanos existentes en Trujillo, acogidos cada uno a la advocación de una imagen procesional, los que llenen las calles de "pasos" (del latín "passus", sufrimiento). los que se encargen de organizar procesiones religiosas en estos tiempos medievales. Sus reglas están presididas por la obra de misericordia que supone enterrar a los muertos, ya sean hermanos cofrades, pobres o ajusticiados, atendiendo a su inhumación, exequias y sufragios.
La economía agrícola de los siglos XIV y XV, con frecuentes años de malas cosechas, las sucesivas epidemias que diezman la población española, junto a la mortalidad ocasionada por las guerras, inducen a actos penitenciales públicos, pidiendo favores celestiales como remedio de los diversos males. Así, se van configurando las cofradías de penitencia, uno de cuyos rituales es la celebración de un Vía-Crucis, que partiendo de la iglesia de la Vera Cruz, pasaba por la plazuela de los Descalzos, llegaba a la iglesia de Santiago, para regresar de nuevo a la Vera Cruz por la calle Gargüera.
Por tanto, la constitución de Hermandades o Cofradías en Trujillo, tal y como las entendemos hoy día, surgen en los años finales del siglo XV, un antecedente de las mismas podría ser la Gilda germánica, asociación que tenía por objeto la defensa y asistencia de sus miembros, el establecimiento y posterior desarrollo de los artesanos debió determinar el florecimiento de las Hermandades, en primer lugar, y, posteriormente, las Cofradías, según el derecho canónico.
La fidelidad a la temática religiosa, constituía la base esencial de los artistas en los tiempos medievales y así cuando un artista se disponía a tallar una imagen, su interés se cifraba en la forma o líneas intrínsecas dejando como secundaria la manifestación extrínseca. No era el propósito de aquellos artistas alcanzar la belleza sensible por el arte, sino el manifestar la verdad sentida.
Tras la prohibición del pontificado de Aviñón de las prácticas expiatorias y colectivas que llevaban aparejado el derramamiento de sangre, los cofrades comienzan a utilizar un ropaje amplio y a cubrirse la cabeza con un capirote o capuz. Desde los orígenes de las estaciones de penitencia hasta el Concilio de Trento, se van diversificando los tejidos y los colores de las túnicas y se generaliza el capirote alto.
La representación plástica de los momentos de la Pasión y Muerte de Cristo se multiplicarán de modo impresionante en Trujillo en los años finales del siglo XVI, imágenes que saldrán en procesión con un profundo sentido de religiosidad. Con el arte religioso como factor perceptible de la facultad sensitiva-humana puesta al servicio de la fe movió a más almas sencillas que la dialéctica de sus apologistas y así el efecto trágico de un Cristo en la cruz, llevaron a muchos corazones a una mayor compunción que algunas pláticas carentes de fondo.
En la floración del espíritu cofradiero está la devoción más sincera. En los estatutos de estas primitivas cofradías se regulaba la actividad interna: sistema de ingreso, constitución de cabildos y las periódicas reuniones a campana tañida, elección de los cargos (alcaldes y mayordomos). En consideración de la cuota pagada se distinguía entre Hermanos normales y Hermanos oficiales, entre los que se establecía una graduación más. Estos estatutos evolucionarán al ritmo de los tiempos.
Tras el Concilio de Trento (1546-1563) se multiplican en nuestra localidad estas conmemoraciones multitudinarias, con la formación de hermandades y cofradías, que se encargarán del ornato y culto de una imagen o "paso" en concreto. Los viejos estatutos de las Cofradías se hacen tremendamente exigentes al señalar las condiciones de ingreso en las mismas.
A partir de la Contrarreforma vamos a asistir a una potenciación del interés estético en todo lo que concierne al vivir religioso en las localidades. La pomposidad del culto y la búsqueda de emociones son inseparables de una imaginería procesional dirigida a mover a la devoción. Es la influencia del Concilio de Trento que adquiere importancia en los años finales del siglo XVI.
El Concilio de Trento y sus decretos exigían a la jerarquía el cuidado de todo tipo de expresión de religiosidad popular con objeto de conformarla de manera que sirviera de misión evangelizadora de cara al pueblo. Así, las cofradías eran un vehículo para mover a una religiosidad externa. Pero, para no desvirtuar el sentido de la Pasión, en un principio las salidas procesionales se limitaban a los días estrictamente conmemorativos, Jueves y Viernes Santo, siendo posterior la incorporación de los restantes, en función del número e importancia que han ido tomando los desfiles procesionales.
De mediados del siglo XVI data la Cofradía de la Caridad de Trujillo que comenzó a edificar en 1578 un hospital e iglesia en la Plazuela de la Encarnación bajo la advocación de San Lorenzo, siendo favorecidos por el Ayuntamiento que colaboró en la edificación de la obra con 20.000 maravedís y Gonzalo de Sanabria otros 20.000 maravedís[6]. El 6 de enero de 1586 el Concejo y la citada Cofradía concertaban por Escritura Pública, ante Juan Velardo, recibir ésta de los Propios de la ciudad trescientos ducados con Facultad Real para terminar en el plazo de breves días las obras, a las que con otras menores limosnas, ya había subvenido el Ayuntamiento. La iglesia estuvo bajo el patrocinio y advocación de San Lorenzo. El Hospital era conocido con el nombre de la Caridad, por la Cofradía a quien se debía tal construcción.
El espíritu de fraternidad cristiana que les movía a ejercitar la caridad no sólo con ellos, sino con el prójimo, está reflejado en estas palabras de los estatutos: "Extendamos y ejercitemos sus obras, a saber: la limosna con todos los pobres de Cristo, y, principalmente, con nuestros cofrades de la Santa Caridad, que a diario trabajando en el servicio de Cristo y de sus pobres soportan el peso en invierno y en verano".
Gran importancia tuvo en nuestra ciudad a lo largo del siglo XVI la Cofradía de la Vera Cruz, la única que tenía disciplinantes. En la tarde del Viernes Santo, anualmente, concurrían a la iglesia de la Vera Cruz, confesados, jurando ante el mayordomo hallarse perdonados y contritos. Llevaban preparadas sus disciplinas y sus cuerpos despojados, cubiertas sus caras y exentos de cualquier signo que pudiera identificarles. La procesión que organizaba la Cofradía citada, el Viernes Santo, partía de la parroquia de la Vera Cruz, seguía por la plazuela de los Descalzos, bajaba por la cuesta de San Andrés y pasando por la calle del Paso (antes Olleros), en cuya plazoleta se tenía lugar el encuentro de la Virgen del Mayor Dolor, de la Cofradía de Caballeros de San Martín, procedente de la parroquia de San Martín[8], con el Cristo Crucificado que venía del templo de la Vera Cruz, continuaban juntos hacia la iglesia de la Encarnación[9]. La calle que corre paralela a este templo, se la conocía como vía del Mayor Dolor, por un acto de flagelación que realizaban los disciplinantes que acompañaban a estas imágenes en la procesión del Viernes Santo. Todos los penitentes llevaban los pies descalzos y algunos aumentaban la mortificación atados a un grueso madero, recibiendo los nombres de aspados. Cuando los disciplinantes regresaban a la iglesia de la Vera Cruz, el mayordomo tenía preparadas esponjas y toallas para lavar las heridas.
Un acuerdo concejil del 13 de abril de 1581 nos habla de esta procesión: "E luego el señor Corregidor dijo que la cuesta y paso que está desde la puerta de la Vera-Cruz hacia la Encarnación está muy agrio y mal empedrado, y como pasan por allí las procesiones y disciplinas del Jueves y Viernes Santo, que se conviene que se aderece y repare, y así se acordó que el señor Melchor González lo haga traer en pregones y de razon dello a esta ciudad, para que se haga como mejor y más barato sea y con brevedad".
El día 26 de marzo de 1582 era ensanchada la calle de la Vera-Cruz por disposición del Ayuntamiento, tomando terreno de un cercado de Pedro Calderón Altamirano.
En los años finales del siglo XVI es cuando se establece la costumbre del Desclavamiento o Descendimiento en Trujillo. Aún se conserva una imagen de este período del Crucificado, con sus brazos articulados. Su función se orienta a que el "pueblo pecador" crucifique al Nazareno cada año y luego, también, cada año, acabe llorando y arrepintiéndose de su delito. Pero, la teoría se aleja mucho de la práctica y la pretendida funcionalidad queda en entredicho[13].
En la literatura ascética hispana, influyó mucho la traducción a fines del siglo XVI del libro medieval: La Imitación de Cristo, del venerable padre Tomás de Kempis, cuyo capítulo XII del libro II, que trata del camino real de la Santa Cruz, produjo y sigue produciendo hondo impacto en los cristianos. También, fueron consultadas las obras del padre Fr. Luis de Granada, como secuela del ambiente religioso conseguido, sirviendo -entre otras obras exegéticas- de fuente a los imagineros.
El siglo XVII va a constituir un hito decisivo de los desfiles procesionales pasionistas. El Barroco, como nueva modalidad cultural, en su afán de realismo y de gran teatralidad, desarrollará en España la escultura procesional, favorecido por una religiosidad que lo inundaba todo y por la propia Corona. A mediados del siglo XVII, surge la Cofradía de Jesús de Nazaret, que piden la oportuna licencia al Sr. Obispo de Plasencia don Diego de Arce Reinoso para hacer la procesión, adquirir la imagen de Jesús Nazareno que era venerada en la iglesia de San Lorenzo, e incorporarla, como un capítulo más, a sus Ordenanzas. Esta imagen de Jesús Nazareno, se conserva actualmente en el coro de la iglesia de San Francisco. A esta procesión asistían todos los cofrades con túnicas moradas, ceñidas con cordones de esparto y cruces al hombro. La procesión visitaba las parroquias para hacer estación ante el Santísimo Sacramento, expuesto en ellas.
En la segunda mitad del siglo XVII, los gremios trujillanos acogidos a la Cofradía de la Santa Caridad y Cofradía de Jesús de Nazaret organizan la Semana Santa. El 11 de enero de 1671, ante el escribano Francisco Márquez, se otorgó escritura pública de "Contrato y Concordia entre la Cofradía y Hospital de la Caridad y la Cofradía de Jesús de Nazaret en razón de poner un retablo en el Altar Mayor de la dicha iglesia". En dicho retablo estuvieron colocadas las imágenes que salían en procesión en Semana Santa. En el centro del retablo estaba la imagen de Jesús de Nazaret, debajo de ella el Sagrario para el Santísimo Sacramento, para que los enfermos del Hospital de la Caridad pudieran recibirlo. A ambos lados, las imágenes de la Verónica y San Juan Evangelista, y en el ático del retablo, la imagen de San Lorenzo. En un lateral, la Coronación de espinas, y frente de él se haga otro para el Señor atado a la columna. Ese mismo año la iglesia de San Lorenzo cambia su nombre por iglesia de Jesús.
De todas estas imágenes, en la actualidad solamente se conserva la imagen de Jesús de Nazaret, en lamentable estado; el Señor atado a la columna y San Lorenzo, éste se encuentra en la iglesia de Ibahernando, pues cuando cesó el culto en la dicha iglesia de Jesús en el año 1923, las imágenes que allí había fueron repartidas por los templos de Trujillo y su comarca.
En los Estatutos de las Cofradías se citan algunas condiciones muy exigentes sobre el ingreso a las mismas; las obligaciones del alcalde (de la cofradía) para convocar juntas, imponer multas a cofrades desobedientes, encargas obras para reparar la fábrica de la iglesia, el orden de los pasos en las procesiones, etc. Por otra parte, uno de los derechos del Concejo por su Patronazgo sobre los conventos era que uno de sus caballeros Regidores llevase colgado al cuello la llave del Sagrario durante el Jueves Santo hasta los oficios del siguiente día.
Estas celebraciones multitudinarias florecen en toda España en los siglos XVII y XVIII, a pesar de contar con detractores como los economistas liberales y los enciclopedistas, que abogaban por la extinción de las cofradías sacramentales con el achaque de que eran contrarias a la Ley 4, tít. 14, Lib. 8 de la Nueva Recopilación.
La Semana Santa tanto en Trujillo como en el resto de España, conmemorativa de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, es como un mensaje recordatorio de la Redención, en que por medio de imágenes más o menos artísticas se evoca con un profundo sentido espiritual este Misterio, que es lo esencial en las procesiones, mientras que algunas corrientes del siglo XVIII, dirigidas por los llamanos "Cristiano-progresistas", pretendieron atacar esta manifestación de fe, con la pretensión de que suprimiéndolas quedaran solamente los actos litúrgicos, cuando en realidad se pueden complementar recíprocamente los actos litúrgicos con las procesiones. Además, eran muy populares entre los ciudadanos de Trujillo las representaciones teatrales que la Cofradía de la Caridad hacía en la Casa de Comedias.
En el siglo XVIII, los abusos seudorreligiosos que incluso entran en la superstición crean las primeras crisis, Carlos III publica en 1777 una Real Cédula en la que prohibe la presencia de disciplinantes, empalados o aspados y otros espectáculos en las procesiones de Semana Santa. Es, precisamente, por estos años cuando se acrecienta el uso de los hábitos, quizás para preservarse de las manchas de cera o tal vez para evitar el deterioro de la ropa en la estrechez de las callejuelas. Hasta entonces, la única cofradía que marchaba en las procesiones con túnica y capa era la de Jesús Nazareno. Los nuevos hábitos tendran el color característico del mandil gremial al que representaban, naciendo así el cromatismo en los hábitos de la Semana Santa que fue desapareciendo en nuestra ciudad a lo largo de los años.
Tras el Decreto de Carlos III, en 1783, en el cual ordena la extinción de hermandades gremiales y todas las erigidas sin autoridad real o eclesiástica, decretando que únicamente podrán subsistir las aprobadas por ambas jurisdicciones y las Sacramentales, desaparecen por completo las cofradías de la Vera Cruz y de Caballeros de San Martín, que en la práctica de la realidad casi eran inexistentes, se limitaban a acompañar en los desfiles procesionales a las cofradías de la Caridad y de Jesús Nazareno, éstas sí continuarán organizando la Semana Santa.
Las cofradías trujillanas ven como su acervo espiritual se enriquece con la concesión de nuevas indulgencias o ratificación de otras antiguas, con el consiguiente aumento del fervor de sus miembros y mayor veneración de sus advocaciones titulares. Todo este auge se va a ver interrumpido con la Guerra de la Independencia. Precisamente, en Trujillo, se suspenden los desfiles procesionales de 1809, ante la proximidad de las tropas francesas y el consiguiente abandono de la ciudad por parte de sus vecinos. Sin duda, fue el momento más difícil tanto para la población como para algunas de nuestras antiguas cofradías.
Con la invasión francesa, en 1809, desapareció la Cofradía de la Caridad con la destrucción del Hospital. La iglesia no corrió la misma suerte, quedó abierta al culto y continuó en ella la Cofradía de Ntro. Padre Jesús que siguió celebrando los cultos de Semana Santa a partir del año 1811, fecha en la que se fundará la Cofradía de Ntra. Sra. de la Soledad.
El día 12 de diciembre de 1820, un grupo de representantes de los ciudadanos de Trujillo acudieron al Jefe Político Superintendente de la Provincia, en súplica de que la Caja de Crédito Público no se incautase de los bienes y rentas del Hospital de la Caridad, pues aunque estaba arruinado el edificio que servía para curar a los enfermos a causa de la guerra de 1809, proyectaba el Concejo destinar los bienes para la creación de un Hospital Municipal. En 1856 un vecino de Trujillo adquiere el Hospital de la Caridad por 8.200 reales. Por Real Orden de 1874, El Jefe Político accedió a la creación de un Hospital Municipal, que fue creado en la plazuela de los Descalzos.
A las funciones que anualmente celebraba la Cofradía de Ntro. Padre Jesús acudían un gran número de cofrades y devotos. Oradores sagrados ocuparon el púlpito de la iglesia de Jesús predicando en sucesivos Miércoles de cuaresma y en riguroso orden los hechos más destacados de la Pasión: Oración en el Huerto, venta, prisión de Jesús, bofetada, azotes, colocación de la corona de espinas, cruz a cuestas, concluyendo todos estos actos con el canto del "Miserere", a excepción del último Miércoles que era santo y al concluir la predicación, a las cinco de la tarde, se iniciaba la procesión a las cinco de la tarde de Ntro. Padre Jesús y los demás pasos que componían el desfile de ese día: Oración en el Huerto, Verónica, Señor atado a la Columna, Señor de las Espinas, San Juan Evangelista, Bendita Magdalena. El Jueves Santo a las ocho de la noche tenía lugar el sermón de la Pasión. La procesión del Viernes Santo era organizada por la Cofradía de la Soledad que tenía sus propios estatutos y actuaba ajena a la otra Cofradía.
En Noviembre de 1846 los hermanos de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno acuerdan llevar un distintivo en los actos públicos a los que asistan, éste consistirá en un escapulario con la imagen de Nuestro Padre Jesús llevando la cruz a cuestas, estampada en tafetán, color morado y en el reverso una inscripción (N.P.J.N).
El 28 de marzo de 1847, las Cofradías de Ntro. Padre Jesús y la Soledad acuerdan organizar las procesiones y las funciones religiosas en común, pero aún habría que esperar un año para la unión de ambas cofradías. Todas estas reuniones tenían lugar en la sacristía de la iglesia de Jesús. Se solicita al Ayuntamiento ayuda económica ante la precaria situación de la población a raíz de la Desamortización para las funciones religiosas.
La Cofradía de Ntro. Padre Jesús organizaba la procesión del Miércoles Santo y la de la Soledad, el Viernes Santo. En Junta celebrada el Domingo de Ramos, 28 de marzo de 1847, se avienen a que la procesión que hace la Cofradía de Ntro. Padre Jesús el Miércoles Santo asistan los hermanos de la Soledad con sus insignias, estandarte y seis velas; participando también éstos, en la procesión que el Viernes Santo hace la de la Soledad. Y que los hermanos de ambas Cofradías asistan a los actos religiosos que en la Semana Santa se celebran en el templo de San Francisco, siendo uno de ellos el Sermón de las Siete Palabras, Descendimiento y Soledad, el Viernes Santo[26].
Los pasos que salían en la procesión del Miércoles Santo: Oración en el Huerto, la Verónica, el Señor atado a la Columna, el Señor de las espinas, Jesús Nazareno, la Magdalena, San Juan y la Soledad[27]. El recorrido procesional era el siguiente: De la calle Encarnación a la calle Nueva, en dirección a la plazuela de San Miguel, subía por la calles Sofraga y Sillerías hasta la Plaza Mayor, en donde daba la vuelta alrededor de la misma, seguidamente bajaba por las calles Carnicerías y Herreros hasta el templo de San Francisco, en donde concluía. Las imágenes eran trasladadas el Jueves Santo a la iglesia de Jesús, después de sermón de Pasión.
En el año 1848, se agrega la Cofradía de la Piedad a la de Jesús, considerando además que la imagen de la Virgen de la Piedad se venera en la iglesia de Jesús, desde la destrucción de su ermita con motivo de la invasión francesa de 1809[28]. Desde entonces, la divisa de la Piedad iniciará el desfile procesional del Miércoles Santo junto con el estandarte de la Cofradía de Jesús. Atendiendo a los beneficios que producían los miembros de la Cofradía de la Piedad a la de Jesús Nazareno, se acordó que en obsequio y culto a la Virgen se haga una fiesta el domingo siguiente al día de la Asunción de Ntra. Sra. el 15 de agosto.
El día 5 de febrero de 1848 se unen las Cofradías de Jesús y la Soledad[30], que se habían reorganizado aún con mayor fuerza que antes de que fueran extinguidas con motivo de la Desamortización.
Es penoso no conocer algunas obras de cierta calidad artística que han desaparecido, pero que formaron parte de la Semana Santa de Trujillo y que conocemos gracias a los Libros de Cofradías. Una tradición en la imaginería española del siglo XIX ha sido la imitación de modelos persistentes, tanto escultóricos como pictóricos. Trujillo no podía ser en este caso una excepción. La Cofradía de Ntro. Padre Jesús adquirió algunas imágenes que vendrían a sustituir a otras homónimas que se encontraban en mal estado de conservación, como es el caso de la imagen de San Juan. Sus hermanos cofrades asistían al entierro y funeral de los hermanos de paso ue fallecían, con las insignias y estandartes de la Cofradía, según constaba en un artículo de su Constitución[32].
En 1923 cesó el culto en la iglesia de Jesús. Su retablo fue depositado en la parroquia de San Francisco. Un año después, la Cofradía de Ntro. Padre Jesús fue reorganizada bajo el título de Cofradía de Jesús del Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de la Soledad, que obtenía el título posesorio de la iglesia de Jesús ante el Juez de Primera Instancia don Rufino Gutiérrez. De esta manera el espíritu cofradiero de Trujillo conoció una renovación espiritual, intensificando los cultos a sus advocaciones titulares.
Las convulsiones político-sociales que vive España desde el año 1936 a 1939, no influirán mucho sobre esta Cofradía, continuando los desfiles procesionales. Tan solo, no se celebraron comitivas en la Semana Santa de los días 9 y 10 de abril de 1936. Gobernaba la II República el Frente Popular, ganador de las elecciones en el mes de febrero, presidido por Azaña. El ministro de la Gobernación, Amós Salvador, el lunes 30 de marzo dio el siguiente decreto: "En mi deseo de asegurar la tranquilidad pública ante las próximas elecciones municipales, prohíbo desde el día de hoy las manifestaciones en la vía pública cualquiera que sea su carácter y sentido". Trujillo se limitó a colocar los pasos, que deberían salir en procesión, sobre sus andas y exponerlos en el interior del templo de San Francisco a la veneración de los fieles.
Tras esta tímida paralización de las procesiones de Semana Santa, volvieron las imágenes a las calles, aumentando el recorrido de las mismas de acuerdo con el ensanche de la población. Sin ninguna duda podemos asegurar que una de las épocas más brillantes de las procesiones de Trujillo fue la que corresponde a la década de los cincuenta, no solo por la brillantez que adquieren entonces los desfiles procesionales sino por el número de personas que se reúne en los cultos que se realizan en la parroquia de San Francisco.
En los sesenta, por el contrario, suponen cierto retroceso de las procesiones de Trujillo. La emigración desvinculó de la ciudad a muchas personas tradicionalmente ligadas a la Cofradía del Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de la Soledad. Algunas imágenes dejaron de salir en procesión, tal es el caso de San Juan o la Bendita Magdalena. Parte de la juventud vive el síndrome del Mayo del 68 parisino. Influye también, la creación de nuevos barrios en todo ello, con la consecuente desvinculación de las familias a sus antiguas parroquias.

En los años ochenta se inicia una recuperación de cofradías y desfiles. En el año 1984 se funda la Cofradía de San Juan y un año después se actualiza la Hermandad del Cristo del Perdón con la renovación de sus estatutos (fundada en el año 1952). En el corto espacio de dos años irán surgiendo nuevas cofradías en Trujillo que se sumarán con sus hermanos de paso y luz, imágenes, estandartes y bandas de música, a los desfiles procesionales. De esa recuperación fueron protagonistas un buen número de personas jóvenes que se incorporaron a las tareas cofradieras. Al mismo tiempo que se alejaba el miedo, vivido en los setenta, de tener que dejar en el templo, por falta de hermanos de carga, alguna imagen.
En el año 1992, se crea con renovadas ilusiones la Junta de Cofradías y Hermandades Penitenciales de Trujillo que tiene encomendada la tarea de la organización de las procesiones de Semana Santa. Se reanudan los famosos pregones en la voz carismática de don Agustín Villanueva, que habían decaído en los años setenta parejos a las procesiones, y la Cofradía de Ntra. Sra. de las Angustias editan nuevas guías y carteles. En la actualidad, estas cofradías y hermandades han llevado a cabo la loable labor de restaurar sus imágenes e influyen decisivamente en la brillantez de los desfiles procesionales.

miércoles, 25 de octubre de 2017

TRUJILLO EN TIEMPOS DE FRANCISCO DE ORELLANA

Francisco de Orellana nació en el año 1511 y vivió en Trujillo, su ciudad natal, hasta el año 1527, fecha en la que se marcha a América. Durante estos 16 años, Trujillo es una próspera Ciudad –título que recibe desde el año 1430- con 3961 vecinos , domina su tierra, donde se extienden aldeas, lugares, ermitas y conventos.
Francisco de Orellana nació en el año 1511 y vivió en Trujillo, su ciudad natal, hasta el año 1527, fecha en la que se marcha a América.
Durante estos 16 años, Trujillo es una próspera Ciudad –título que recibe desde el año 1430- con 3961 vecinos , domina su tierra, donde se extienden aldeas, lugares, ermitas y conventos. La mayoría de la población es campesina, con la excepción de hidalgos, que posee en donación real algún lugar o población como es el caso de las dos Orellanas. Trujillo se incluía en el reino de Castilla, en la conocida Extremadura-Leonesa. Trujillo es una ciudad enclavada en la penillanura trujillano-cacereña, situada entre las cuencas de los ríos Tajo y Guadiana, centro neurálgico de importantes núcleos poblacionales como Plasencia, Mérida, Cáceres o Guadalupe.
El territorio y los lugares que configuraban jurisdiccionalmente la tierra de Trujillo desde la Baja Edad Media la convirtieron en la segunda comunidad de Villa y Tierra más extensa de Extremadura; con una superficie de más de 300.000 hectáreas y un número importante de aldeas y lugares, que estaban supeditados política, fiscal y económicamente a la Ciudad de Trujillo.
Un amplio territorio en el que existían las siguientes aldeas y lugares en 1485: Herguijuela, La Zarza (Conquista), Garciaz, Berzocana, Cañamero, Logrosán, Navalvillar de Pela, Acedera, Madrigalejo, El Campo, Alcollarín, Zorita, Santa Cruz, Abertura, El Puerto, Búrdalo, Escorial, Ibahernando, Robledillo, La Cumbre, Plasenzuela, Ruanes, Aldea del Pastor (Santa Ana), y pequeños lugares llamados Huertas, Berrocal y Aguijones.
A lo largo de la Baja Edad Media, Trujillo fue concentrando bajo su poder numerosos lugares de su tierra, que frecuentemente eran visitados por los alguaciles y por señores que ocupaban importantes cargos en la Corte y llegaron a tener la posesión de la Ciudad –tal es el caso de Pedro de Stúñiga-. Trujillo se había librado en escasas ocasiones de la señoralización pese a las promesas e incumplimientos de los reyes que aseguraron no enajenarlas de su patrimonio. No obstante, en 1474 habrá una desmembración de la ciudad y su tierra. En el año 1475, Logrosán, Garciaz, Cañamero, Acedera, Navalvillar y Zorita se las elevó a rango de villas y fueron entregadas con pleno señorío a Gutierre Álvarez de Toledo que después permutaría por Coria, siendo la ciudad entregada ese mismo año al Marqués de Villena, don Juan Pacheco, pero al fallecer éste por un absceso a la garganta, Trujillo y su tierra cayó en manos de su hijo Diego López Pacheco, durante el reinado de los Reyes Católicos el dominio de Trujillo y su tierra entrará en una serie de oscilaciones entre los nobles Pacheco, Zúñiga, Chaves y Monroy. A partir de la paz en Castilla, los monarcas Católicos administrarán y gobernarán sus ciudades, Trujillo será ciudad realenga de Castilla.

En tiempos de Francisco de Orellana (1511-1527) la población, en su mayoría, vivía en la villa amurallada, donde se conservaban los vestigios medievales, la alcanzaba amurallada, casas fuertes, iglesias y ermitas. Intramuros de la ciudad vivía la sociedad estamental que estaba integrada por una oligarquía formada por una nobleza local bien considerada la ciudad y en su tierra, agrupada esencialmente en tres linajes: Altamiranos, Añascos y Bejaranos. Tenían prestigio y poder político y económico. Como ya hemos indicado, la mayoría de la población era campesina, pecheros, dedicados a una economía familiar o al servicio de la oligarquía, una agricultura que se combinaba con la ganadería, destacando los cereales y el viñedo. Una economía eminentemente de subsistencia con desarrollo comercial desde que se celebraba los jueves en la zona del llano (futura plaza mayor), mercado semanal concedido por el rey Enrique IV en el año 1465 y una feria los últimos quince días de mayo, donde se abastecían de los productos que no existían en el término municipal. La ciudad gozó de este privilegio y franquicia hasta que los Reyes Católicos la abolieron en las Cortes de Toledo de 1480 como hicieron con otros mercados del reino. El 1 de marzo del año 1526 -un año antes de la partida de Francisco de Orellana a América- el Emperador Carlos V estuvo en Trujillo dos días, camino a Sevilla para desposarse con Isabel de Portugal. Trujillo fue Ciudad realenga, incluso durante el movimiento comunero entre los años 1517 y 1522, la ciudad se mantuvo fiel a la corona como quedó puesto de manifiesto en la reunión celebrada por el concejo el 2 septiembre del año 1520 donde todos los reunidos acordaron apoyar a la corona como “ fieles e leales servidores e vasallos de sus Altezas y celosos del bien y pacificación de su ciudad e para defendimiento de la justicia de su Majestad”. El Emperador confirmó el Mercado Franco a la Ciudad, que había sido revocado por los monarcas católicos. Firmó el Privilegio Real el 22 septiembre de 1524 y lo confirmó el 9 de octubre concediendo el mercado franco todos los jueves del año por su fidelidad en la sublevación comunera. Este mercado de los jueves fue licitado franco de alcabalalas para todas las mercancías que se vendieran, no pagarían alcabala y para 120 hortelanos que tuvieran sus huertas cerca de la ciudad, se inscribirían el día 1 de enero de cada año, los restantes sí pagarían alcabalas. Entró en vigor en el año 1525 y fue de gran trascendencia para la actividad económica de Trujillo y su tierra. También existía, por supuesto, el comercio diario de productos básicos. El comercio estaba regulado por el Concejo debido a la carencia de ciertos productos en el término y para evitar abusos en los precios. También existía una importante actividad artesanal dedicada al consumo doméstico, de útiles y aperos de labranza, destacando sobre todo la artesanía del cuero.
En el Trujillo de la época de Orellana los ciudadanos convivían pacíficamente, regidos por unas ordenanzas que regulaban rígidamente la explotación agropecuaria y el comercio. Existían en la Baja Edad Media unas ordenanzas (las más antiguas corresponden al siglo XV), que fueron redactadas anualmente entre los años 1514 y 1516, revisando las anteriores y actualizándolas. Son las normas locales por las que se rige el concejo, si se infringen las ordenanzas había que pagar multa o cumplir pena, incluso penas físicas como azotes, cárcel o destierro.Estas ordenanzas eran legisladas por el Concejo (formado por el corregidor, ocho regidores y dos fieles pertenecientes a la oligarquía), aprobadas por los oficiales reunidos en cabildo, después el pregonero tenía que publicarlo en la plaza para que toda la ciudad se enterase de las leyes que iban a regular la vida social, política y económica.
La economía en los años de niñez y adolescencia de Francisco de Orellana en Trujillo, 1511-1527, era eminentemente rural. La principal fuente de riqueza era la tierra. También destacó la ganadería, el tipo de explotación fue la dehesa donde pastaban grandes rebaños de ganado ovino, en una vegetación de abundantes encinas y un sotobosque rico en matorrales. La tierra estaba en poder de los grandes hacendados como los nobles, el concejo y los conventos (dehesa boyal, ejidos, montes y el aprovechamiento del resto de los campos). La posesión de la tierra daba prestigio, la oligarquía estaba formada por la baja nobleza y los funcionarios del concejo, que detentan el poder económico y social; cuya administración estaba dirigida por el concejo y cuyo funcionamiento estaba regulado en las ordenanzas. Lo más característico de este Concejo fue la forma de repartirse los cargos entre los tres principales linajes: Altamiranos, Añascos y Bejaranos. Estos linajes conforman una estructura de poder que extiende su actuación a todos los niveles en que se organiza gobierno local. Las demás familias se unen a uno de los linajes, formando los bandos-linajes, uniéndose en lazos sanguíneos. Las diferencias que en el control del concejo tienen cada uno de los tres linajes tienen su origen en la reconquista definitiva del año 1232 en el posterior repartimiento de la tierra de los que se beneficiarán aquellos caballeros principales que por su origen y actuación en dicha reconquista se distinguieron, los oficios del concejo quedaron así ligados a las tres principales familias cuyos escudos campean en el Arco del Triunfo, lugar por el cual consiguieron las tropas cristianas entrar en la entonces Villa agarena. En tiempos de Francisco de Orellana, los regidores del gobierno de la ciudad y su tierra, son elegidos de entre los citados linajes consiguiendo de esta manera el control de la ciudad y, por tanto, el poder. Cuando las tierras pertenecientes a Trujillo son anexionadas a la corona Castellano-leonesa, el concejo abierto que había imperado en Castilla va dejando paso a un concejo reducido, de esta manera, los nobles pertenecientes a los linajes Añascos, Bejaranos y Altamiranos aglutinan bajo su poder el desarrollo político, económico y social de Trujillo y su tierra, desde el gobierno local de la villa.

La población campesina vivía gracias a los grandes espacios que poseía la comunidad, eran las tierras concejiles para la explotación de sus habitantes. Las zonas baldías pertenecían al Concejo, así como la explotación forestal, la casa y los bienes comunales que sólo podían disfrutar los vecinos de la ciudad.
En los años en los que vivió Francisco de Orellana en Trujillo, la ciudad comienza a vivir su momento histórico artístico culminante caracterizado no sólo por su contribución a la aventura americana, sino también por su expansión urbana, convirtiéndola en una de las ciudades más importantes del panorama artístico nacional del Renacimiento. Conociendo un gran fervor constructivo, teniendo como principales protagonistas a los canteros trujillanos, que determinarán con la construcción de casas, palacios e iglesia la actual fisonomía de la Plaza Mayor y de sus principales vías urbanas. En el centro de la Plaza se ubicó el Rollo o picota, testimonio ha autorizado de una ciudad, garantía de orden.
Por tanto, Trujillo vive en el siglo XVI su momento histórico destacado, definido por su expansión urbana, que la ha convertido en una de las ciudades más interesantes del panorama artístico nacional. En los años finales del XIV y principios del XV, la población se despliega muros abajo de la villa, buscando el llano y fijando la expansión y el esplendor demográfico y económico que para Trujillo tendrá el siglo XVI. A mediados del siglo XV, se citan en las Actas municipales y en otros documentos concejiles los nombres de calles radiales que parten de la Plaza, y las peticiones de los vecinos a la ciudad para el empedrado de las calles se harán cada vez más continuas: calle Garciaz (hoy, García de Paredes), San Miguel, la Lanchuela, Olleros, hasta los moros de la calle Nueva accederán a las Casas Consistoriales solicitando el arreglo de sus respectivas calles.
Conoce la ciudad en el siglo XVI un gran fervor constructivo, en el que van a ser protagonistas los canteros trujillanos, determinando la actual fisonomía de la Plaza, apenas alterada posteriormente, así como las calles adyacentes. El trazado de la plaza alcanzará ahora una importante mutación de apariencia, que no de espacio urbanizado, configurándose en su forma actual algunos de sus edificios más singulares, como demuestran los documentos del ayuntamiento, al acometerse en el siglo XVI la obra de los soportales, bajo el corregimiento de don Juan Pacheco de Lodeña. Cierra este espacio por el Nordeste la iglesia de San Martín, construida en la bifurcación del camino de Castilla que por la derecha subía a la villa por la calle de Ballesteros y por la izquierda desembocaba en la plaza. El punto de separación de ambas vías, conformaba una pequeña plazoleta al ábside de la iglesia, bajo la advocación de Nuestra Señora del Reposo.
No es preciso indicar que todo lo construido en los siglos XIV y XV casi ha desaparecido por completo. El actual templo de San Martín es obra del siglo XVI, y los restantes edificios de la plaza se deben a los siglos XVI y XVII, con algunas modificaciones aún más tardías. Todo el siglo XV pugna Trujillo por defender su autonomía jurídica frente a las ambiciones señoriales, hasta el reinado de los Reyes Católicos, que definitivamente la vincularán a la corona.
Aunque estaba ya suficientemente desarrollado el mercado en esta primera mitad del siglo, el privilegio –ya citado- vendría a darle el definitivo espaldarazo hasta tal punto que desde entonces podemos considerar a este espacio urbano como punto nodal, desde el que se desarrollará por irradiación la futura ciudad. Sin embargo, desde el punto de vista organístico y a pesar de ser el centro dinámico de la población, sigue siendo un espacio nacido de la encrucijada de caminos. En la planimetría de la ciudad extramuros de la villa nos parece mejor, más ajustado a la realidad, considerar una estructura ramificada, nacida desde las puertas de la muralla.
Las primeras calles que se implantarían serían Ballesteros, Garciaz, Mingo Ramos, Sillería, Carnicerías y alguna otra. Tenemos noticias de la existencia de algunos nuevos arrabales: en la calle de Tiendas y Nueva, camino de Medellín, asientan respectivamente la judería y morería, población que se nos presenta muy activa, dedicada a sus menesteres artesanales. Se asientan también los dominicos y franciscanos, y se citan ya tres nuevos arrabales: el Campillo, San Miguel y Sancti Spiritus. La época del reinado del reinado de Isabel y Fernando (Reyes Católicos) fue decisiva para la ciudad y nadie desconoce la importancia que para la historia de España supuso a su vez Trujillo, particularmente en la campaña de la guerra contra Portugal.
Por lo que atañe al desarrollo urbanístico, las Casas Consistoriales, que desde el año 1428 ya estaban situadas en "La Facera de la plaza", en tiempos de los monarcas católicos se van a reformar por indicación de la Reina Isabel I. En 1485, trabajaban en ellas el maestro Juan Martínez Tostado el viejo.
Su estructura inicial, pese a las múltiples obras posteriores, no defiere mucho del actual, en la que se colocaron elementos procedentes de otros edificios. En este mismo año de ejecución de 1485 estaban acabados los arcos del cuerpo inferior y en los inicios de la centuria siguiente se hace referencia en los documentos de que se conserva en la fachada de la casa de esquina, y ante ella una pequeña construcción de piedra, conocida por el "Pesillo": un templete de cuatro columnas sobre un podio, con entablamento y techo, que conocemos su diseño por los dibujos de Laborde, y que fue derribado por mandato del Ayuntamiento en 1884.

El Palacio de Marquesado de Piedras Albas, entre el Corral de los Toros y la calle de Sillería, conserva la primitiva fachada del XVI. Mantiene intacta su fachada, en la que se dan cita elementos platerescos y tardo-góticos, escoltando su amplia galería central, rematada por una crestería. No desaparecieron las bellas forjas, que protegen las ventanas laterales y sólo hemos de lamentar la sustitución del soportal adintelado por bóvedas de aristas, que ocultan los blasones de la puerta principal. Los cuatro arcos del piso inferior -el quinto de paso a la calle de Sillería- enlazan con los portales del Pan, que cierran por el Este el espacio de la Plaza.
La Plaza quedó configurada en el siglo XVI, como símbolo de una ciudad que en esta centuria alcanzó su máximo esplendor, gracias a las obras arquitectónicas llevadas a cabo por los maestros trasmeranos, Vergara, García de Padiermiga, Diego de la Maza, los Hermosa, Juan Montañés, etc., que aparecen licitando en la obra de los corredores de las Casas Consistoriales en 1518. El resto de edificios palaciegos importantes se realizarían varios años después, interviniendo ya en las obras los hermanos Dávalos, Chaves, Aguilar y Soto, destacando entre ellos el maestro trujillano Sancho de Cabrera, se deben diversas obras encargadas por el Ayuntamiento. De las que realizó como maestro mayor Sancho de Cabrera para la Plaza, citamos la iglesia de San Martín, en la que interviene eficazmente, y la Torre del Reloj, cuya ejecución llevaría a cabo con Diego de Solís, otro apellido ilustre de canteros trujillanos. Sancho de Cabrera es autor asimismo de la Cárcel y sus informes sobre diversas obras públicas son continuos en los documentos municipales. Sin olvidar a Los Becerra, Alonso y Francisco. Estos son los principales canteros, a quienes debemos la ejecución de la Plaza Mayor de Trujillo. Quedan múltiples edificios sin paternidad reconocida. Basten sus nombres para recordar a estos maestros provincianos, que fueron capaces, desde la humildad de su oficio y con los materiales que les brindaba el berrocal trujillano, de erigir una de las más hermosas plazas del XVI, que ha llegado hasta nosotros en un estado casi original de perfección, testimonio de una ciudad que vivió en el siglo XVI su momento histórico.
La Plaza Mayor de Trujillo, pertenece al tipo de espacio público denominado plaza Espontánea o de evolución, a diferencia de aquellas otras generadas mediante un trazado geométrico regulador. En, este caso se trata de un espacio urbano conformado a partir de una actividad (el comerciante de mercancías), que tiene lugar en una zona originariamente del extrarradio de la ciudad.
De lo que no cabe duda es que el carácter espontáneo ha marcado la evolución y transformaciones de la plaza a lo largo de su historia. En un proyecto firmado en el año 1975, Hernández Gil definió a la plaza como “artesana, modesta y rural” y como resultado de la amalgama de un conjunto de edificaciones que no ha buscado la unidad formal, sino que simplemente agrupa a importantes palacios (San Carlos, Conquista, Piedras Albas y Justicia) con las casas y corrales.