EL TENIENTE CORONEL DE LOS REALES EJÉRCITOS
JACINTO RUIZ DE MENDOZA, NATURAL DE CEUTA
El testamento ológrafo del Teniente
de Infantería y Teniente Coronel de los Reales Ejércitos don Jacinto
Ruiz de Mendoza, fue otorgado en Trujillo el día 11 de marzo de 1809, dos días
antes de su fallecimiento por heridas de batalla, ante el presbítero don Manuel
Salvador Carmona, y en presencia del Teniente Coronel don Juan Cevollino y del
Lcdo. don Francisco Ortíz y Flores. Fue enterrado en la iglesia parroquial de
San Martín de la citada ciudad extremeña en el lugar que existe frente a la
capilla de la Victoria, entre las dos cancelas de la derecha en acceso a la
sacristía, según consta en el libro de defunciones, fol. 171:
"En catorce días del mes de
marzo de mil ochocientos nueve, se dio sepultura eclesiástica en esta parroquia
de San Martín de Truxillo, al cuerpo de don Jacinto Ruiz, de estado soltero,
Teniente Coronel de Walona, el que para morir recibió el Santo Sacramento de la
Extrema unción; se le digeron por su alma las misas de cuerpo presente, novena
y cavo de año; y para que conste lo firmo.- Rigueros (rúbrica)"[1].
Un siglo exacto estuvo el Teniente
Ruiz enterrado en esta parroquia, hasta que el 14 de marzo de 1908, fueron
exhumados sus restos para ser trasladados solemnemente a Madrid. Le rindió
honores una Compañía con bandera del Regimiento de Infantería
"Castilla", núm. 16, que a tal efecto se trasladó hasta Trujillo
desde Badajoz. La corporación municipal del Ayuntamiento de Trujillo, en
agradecimiento, entregó al Coronel Jefe de este Regimiento una arqueta de
tierra extraída de la sepultura del Teniente Ruiz de Mendoza. Sus restos
fueron trasladados a Madrid, al monumento que se había erigido en honor a los
Caídos en el dos de mayo de 1808, donde yacían Daoíz y Velarde.
Pero, ¿Quién era Jacinto Ruiz de
Mendoza?.
Un niño nacía en Ceuta el día 16 de
agosto de 1779, su partida de bautismo se encuentra inscrito en el Libro VII de
Actas de Bautismos de la parroquia de los Remedios de Ceuta:
"En la fidelísima Ciudad de
Ceuta, en diez y ocho días del mes de Agosto del año de mil setecientos setenta
y nueve, yo Don Bernabé Zilleruelo, Presvítero, obtento parrochi facultate.
Baptizé solemnemente y puse los Santos Oleos a un niño, hijo legítimo de Don
Antonio Ruíz y de Doña Josefa Mendoza; y nieto por línea paterna de Don Antonio Nicolás Ruíz,
Capitán que fue del Regimiento Fixo desta Plaza y de Doña Manuela Linares....;
púsele por nombre Jacinto, roque, Antonio, Nicolás, Francisco, el que nació el
día diez y seis de dicho mes, fueron sus padrinos Don Francisco Mendoza y Doña
Isabel de la Rosa, tios del Baptizado, a quienes advertí el parentesco
espiritual y más obligaciones que manda el Ritual Romano.
Y para que conste lo firmo. Don Pedro de
Obedos y Viogar, Canónigo y Cura.- Don Bernabé Sebastián Zilleruelo.-
Presvítero (dos rúbricas)"[2].
Por tanto, en la Muy Noble, Leal y
Fidelísima ciudad de Ceuta, títulos que por su lealtad la otorgó el rey Felipe
IV por Real Cédula de 9 de marzo de 1652, nació un hombre que a corta edad iría
a morir a una ciudad extremeña. La niñez la pasa en Ceuta, que en el campo
militar es plaza fuerte y en lo eclesiástico es sede episcopal. El 17 de agosto
de 1795 ingresa a sus dieciséis años de edad como Cadete de Cuerpo en el
Regimiento de Ceuta, en donde había servido su abuelo paterno, don Antonio
Nicolás Ruiz[3]. Por Real Orden de 10 de
julio de 1800 fue ascendido a 2º Subteniente y tras seis meses de prácticas
como Oficial en el mismo Regimiento, pasó a servir de Subteniente al de
"Voluntarios del Estado" de guarnición en la Villa y Corte de Madrid,
donde es nombrado Primer Teniente por antigüedad el 12 de marzo de 1807.
Vamos a pasar a narrar los hechos
que hicieran famoso a Jacinto Ruiz de Mendoza. En la mañana del 2 de mayo de
1808, cuando sonaron las primeras descargas en las calles de Madrid contra la
invasión francesa, se personó el Teniente a su cuartel. El Coronel, a instancias
del Capitán de Artillería don Pedro Velarde y de las masas populares, envía a
la 3ª Compañía del 2º Batallón al mando del Capitán don Rafael Goicoechea, para
que se hiciera respetar el Cuartel y Parque de Artillería, donde los franceses
tenían establecida una fuerte guardia, con el pretexto de custodiar algunos
efectos que habían depositado allí, con objeto de apoderarse de dicho Centro
Militar en el momento que les conviniera. A aquella Compañía pertenecía el
Teniente Ruiz de Mendoza. Este junto con 38 soldados, llegaron al Cuartel de
Artillería, en donde se encontraron a otros soldados que establaban lucha con
la división Lefranc enemiga, entre ellos Daoíz y Velarde.
En el
choque recibió Ruiz de Mendoza un balazo en el brazo izquierdo, pero gracias al
Exento de Guardias don José Pacheco que le ató un pañuelo para detener la
hemorragia pudo continuar la batalla. Daoíz y Velarde mueren por dos certeros
disparos.
Solamente Ruiz de Mendoza continúa
combatiendo, hasta que un segundo balazo le entra por la espalda saliéndole por
el pecho, su cuerpo cae al suelo. Los franceses consiguen posesionarse del
Parque ya que el Capitán Goicoechea capitula en el acto. Un cirujano francés
realiza las primeras curas al esforzado Teniente Jacinto Ruiz,
posteriormente, es transportado a hombros de sus soldados hacia su Cuartel. Fue
curado de sus heridas en casa de doña Paula Variano, hasta que dada la gravedad
de las mismas, parte hacia Badajoz, a ocupar destino de Oficial en el
Regimiento de Guardia Walona donde es premiado por su heroísmo con el grado de
Teniente Coronel del Ejército.
A lo largo de su vida militar, el
mayor cargo militar efectivo alcanzado por don Jacinto Ruiz, fue el de
Primer Teniente o Teniente de Infantería. El grado de Teniente Coronel de la
Guardia Walona con el que aparece en algunos documentos e incluso en su partida
de defunción, como hemos comprobado, le fue otorgado por su heroica actuación y
a título personal, con carácter honorario.
Desde Badajoz, se traslada a
Trujillo. Aquí llega con la herida abierta, lo que agravó su estado. El 11 de
marzo de 1809, otorgó el siguiente testamento militar:
"En el nombre de Dios
todopoderoso Amen. Sepan cuantos esta carta de testamento vieren como yo don
Jacinto Ruiz, Teniente Coronel de los Reales Ejércitos y Primer Teniente del
Regimiento de Guardias Walonas, hallándome enfermo del cuerpo, pero en mi
entero juicio, memoria, entendimiento y voluntad; creyendo como firmemente creo
el misterio de la Stma. Trinidad, y en la Santa Madre la Yglesia, como católico
fiel ccristiano que soy, en cuya fe y creencia he vivido y quiero morir, he
determinado hacer esta mi disposición testamentaria en la forma siguiente.-
Primeramente, mando mi alma a Dios
nro. Sr. que la crió, y quiero que mi cuerpo siendo cadáver sea sepultado en la
yglesia parroquial donde muera haciendose el entierro en la forma y modo que
dispongan mis albaceas.
Ytem. quiero que se digan por mi
alma veinte misas rezadas, que se celebrarán si no hubiere impedimmento por el
Pbro. don Manuel Salvador Carmona, dándole de limosna cinco reales por cada
una.
Declaro que el maestro de Sastre
Ramón Albior que vive en Madrid, calle de la Montera, me es en deber cierta
cantidad de dinero, que por no acordarme de quanto es, y fiando en su hombría
de bien, quiero que se cobre.
Declaro que José Monrabio, Sargento
de las Milicias Probinciales de Trujillo, me debe también trescientos veinte
reales, que se cobrarán a la mayor brevedad posible.
Declaro que el Padre Capellán del
Regimiento de jane, don Nicolás Herrera me debe igualmente seiscientos quarenta
reales que se cobrarán en la misma forma.
Declaro que en la actualidad poseo
los vienes siguientes: doce mil reales en dinero efectivo; un relox de plata;
dos cubiertos del mismo metal; dos sortijas de oro, la una con un vrillante;
una maleta; seis camisas; quatro pares de calzetas; dos pares de calzetines;
nuebe pañuelos; un mantel; tres serbilletas; una thoalla; tres clarecos, el uno
elastico; tres pares de pantalones; dos capotes; tres pistolas; dos almoadas; y
un cavallo con los arreos de montar.
Declaro: que el maestro de Sastre
Agustín Gioter, vecino de Cadiz le debo cierta cantidad de reales que consta de
un recibo que le tengo hecho y se le pagara de lo más efectibo de mis vienes.
Declaro que tambien debo cierta
cantidad de dinero a otro maestro de Sastre al que igualmente tengo otro
recibo, y se le pagara con la brevedad posible.
Quiero que si se presentase algun
documento mio por donde se acredite que deba alguna cosa que se pague no
dudandose de su certeza.
Declaro tambien que deje en Madrid
en casa de mi Sra. doña María Paula Vaviano algunas ropas, que en caso de
haberse salvado del enemigo, y si se rescatan, se unirán al cuerpo de mi
caudal, y se imbertiran como lo demás.
Quiero que el cavallo, y los demas
efectos que dispongan mis albaceas, se vendan a los sujetos que los quieran, y
por el precio en que se contengan lego a la Sra. doña María de los Dolores,
vecina de Cadiz, mil reales de vellón. Lego igualmente a José Cavarini mi
asistente dos camisas, dos chalecos, dos pares de calzetas, dos pañuelos, unos
pantalones de paño negro y unas votas a arbitrio de mis Albaceas.
Lego tambien a don Manuel Rodriguez
y Valle la sortija de oro del vrillante en memoria de la amistad y cariño que
le profeso e igualmente al Teniente Coronel don Juan Cevollino, mi tio, la otra
sortija de oro.
Lego las espuelas de plata a mi
hermano don Ignacio Ruiz; un cubierto de plata a mi otro hermano don Antonio
Ruiz; y el otro cubierto a doña Salvadora Ruiz, mi hermana; y quiero que se
reparta tambien por iguales partes entre dichos mis tres hermanos lo que
dedicidos los legados quedare líquido del tercio íntegro de mis vienes.
Instituyo por mi único y universal
heredero del remanente de todos mis vienes a don Antonio Ruiz mi padre para que
los haya y herede con la vendición de Dios (se incluye el relox).
Nombro por mis Albaceas
testamentarios a los referidos señores don Manuel Rodriguez y Valle, y don Juan
Cevollino Teniente Coronel del Regimiento de Badajoz, a quienes doy poder
absoluto, y cada uno in solidum para que cumplan este mi testamento en la forma
que dejo dispuesto, y sin ninguna ulterior diligencia judicial, pues quiero que
todo se haga amigablemente sin estrepito.
Y por este mi testamento reboco y
anulo quales hice antes de ahora por escrito, o de palabra, y quiero que
nunguno otro sirba, sin embargo en qualesquiera clausula que contenga, sino es
el presente, el que solamente quiero que valga, en la via y forma que mejor
combenga. Así lo otorgo siendo testigo el Pbro. don Manuel Salvador Carmona, el
Teniente Coronel don Juan Cevollino y el Lcdo. don Francisco Ortiz y Flores, y
con los referidos testigos los firmo en Truxillo à once de marzo de mil
ochocientos nuebe"
(copia literal)[4].
Después de once meses de sufrimiento
murió en Trujillo. No se volvió a saber nada de la proeza del Teniente Ruiz de
Mendoza, hasta que el 4 de marzo de 1891 reivindicó su figura el Arma de
Infantería, con el apoyo de S.M. la Reina Regente, colocando la primera piedra
en tal ocasión a un monumento erigido en su honor en Madrid, en la antigua
Plaza del Rey.
Doña María Cristina, por Real
Decreto de 29 de abril de 1891, disponía en su artículo 3º: "Fijado el
día de la inauguración del monumento erigido en esta Corte al Teniente Ruiz de
Mendoza, así como el ceremonial que en dicha solemnidad habrá de observarse de
acuerdo con el Presidente de la Comisión Organizadora de aquél, se darán las
oportunas órdenes para que las tropas que formen con tal motivo, al descubrirse
la estatua presenten armas, batiendo marcha las bandas y música, y para que
desfilen después en "Columna de honor" por delante del monumento".
Pero, tras varios aplazamientos, el
día 5 de mayo de 1891 se descubre la estatua. El Capitán General don Arsenio
Martínez Campos dio lectura a un brillante discurso poniendo en relieve la
personalidad del homenajeado[5].
También, Ceuta se unió a honrar a su
hijo ilustre, levantando en 1892 un busto esculpido en mármol de Carrara,
colocándolo en la Plaza que lleva el nombre de Ruiz de Mendoza.
Al cumplirse el centenario de la
muerte del Teniente Ruiz se le tributó un merecido homenaje por el estilo del
que se profesó a los héroes de la independencia española Daoíz y Velarde[6].
El Presidente de la Comisión nombrada de Real orden para trasladar desde
Trujillo a Madrid los restos de Ruiz de Mendoza fue el militar nacido también
en Ceuta Don Federico Páez Jaramillo, coronel del ejército, acompañado por el
capitán del regimiento de infantería de Castilla, número 16, don Celestino
Naharro.
En el Libro de Actas del
Ayuntamiento de Trujillo hay un particular perteneciente a la sesión del día 1
de marzo de 1908, en que se da cuenta de una carta del Centro Hispano-Marroquí
de Ceuta excitando el entusiasmo de la Corporación Municipal para honrar al
Teniente Ruiz de Mendoza. Trujillo se adhirió a este merecido homenaje nacional
que se proyectaba, y en sesión del 10 del mismo mes y año acordó designar al
Teniente de Infantería de Guarnición en Ceuta y natural de Trujillo don Juan
Mediavilla Elías para que en representación de esta ciudad ocupase puesto en la
tribuna que se iba a levantar para solemnizar el centenario.
El 28 de abril de 1908 y atendiendo
a sendas proposiciones de don Joaquín Ramos Sanguino se celebró en el Teatro
Principal de Trujillo una velada conmemorativa del Centenario de la
Independencia y una novillada en la Plaza de Toros en la tarde del mismo día.
Al siguiente año, el día 12 de
febrero de 1909, S.M. el rey don Alfonso XIII firmaba una Real Orden por la que
se nombraba una comisión que estudiara y sometiera a la aprobación del entonces
Ministerio de la Guerra la forma en que habían de trasladarse los restos del
Teniente Ruiz de Mendoza desde Trujillo al Monumento en el que se hallan en
Madrid los de Daoíz y Velarde.
Esta comisión estaba compuesta por
el Alcalde de Trujillo don José Grande de Vargas, el Coronel don Federico Páez
Jaramillo, el capitán don Celestino Naharro y los Comandantes don José Capapé,
don Luis Bermúdez así como don Enrique Martínez Majaello, Capitán don Leopoldo
Caro y el Teniente de la Guardia Civil don Enrique Miguel Gistao. Concedida tal
propuesta, el 14 de marzo de 1909
fueron exhumados sus restos para ser trasladados solemnemente desde Trujillo a
Madrid, con todos los honores que merece un héroe del dos de mayo[7].
El discurso que pronunció el coronel ceutí don Federico Páez estuvo plagado de
elogios a Ruiz de Mendoza, finalizando con estas palabras: “Por un azar de
la vida fue Jacinto Ruiz a morir en la bizarra cuna de Pizarro.... Africano
era Ruiz, africano soy yo y dispuesto como mi heroico paisano a morir por
España idolatrada.. Ruiz murió entre vosotros, entre los hidalgos y generosos
hijos de Trujillo. Yo, en su venerada memoria, os prometo solemnemente hoy,
empeñando en ello mi palabra de soldado, considerarme trujillano a mucha honra.
Por las cenizas sagradas de Ruiz os juro, que cuanto pueda y cuanto valga lo
pondré a vuestra disposición y mi modesta pluma, mi espada y los alientos de mi
corazón los consagraré para pedir se haga justicia al pueblo sencillo, noble,
hospitalario y digo que sabe amar a la patria en silencio, que sabe sufrir lo
mismo y que no pide nada. Me llevo, trujillanos, los restos de Jacinto Ruiz,
pero ahí entre vosotros queda empeñada mi conciencia. Consideradme uno más, el
que quiere ir entre los de delante, entre los que peleen, por conseguir todo
aquello que os meceréis por vuestra historia, por vuestras virtudes y por
vuestro patriotismo”[8].
El Sr.
D. José María Grande de Vargas, Alcalde de Trujillo, celoso siempre de que el distrito
que representa en Cortes quede en el lugar que le corresponde en todos aquellos
actos en que intervenga, formó parte de la Comisión que en Madrid se creó para
trasladar los restos de Ruiz de Mendoza. El programa de actos fue el siguiente:
el día 11 por la mañana llegó a Trujillo la Comisión de Madrid, en tren con
llegada a la estación de Cáceres. Se exhumaron los restos por la mañana,
obsequiando a los asistentes con un almuerzo en la Gran Cervecería, sita en la
Plaza Mayor de Trujillo. El día 12, se celebraron los funerales y el traslado
de los restos a Madrid al Campo de la Lealtad, asistiendo como
representantes de Trujillo, el Sr. Alcalde Grande de Vargas y el cura párroco
de San Martín don José Díaz Pulido, que regalaron una corona con la leyenda: “El
pueblo de Trujillo a Ruiz y Mendoza”[9].
[4]
Publicado por el autor de este trabajo en RAMOS RUBIO, J.A: "El
Testamento del Teniente Coronel Ruiz de Mendoza". Actas de los XXII
Coloquios Históricos de Extremadura, Cáceres, 1996, Consejería de Medio
Ambiente, Urbanismo y Turismo de la Junta de Extremadura; Caja de Extremadura;
Centro de Iniciativas Turísticas de Trujillo, pp. 427-433.
[6] Las Cortes soberanas, por Decreto de
21 de marzo de 1814, dictaron la exhumación de los restos de las víctimas del
Dos de Mayo de 1808 y su traslado al Campo de la Lealtad.
[7] Apareció desecho un esqueleto con
restos de cuero –correa-, una vaina. Un notario y un juez legalizaron con sus
firmas y sellos el acta de la identificación de los restos.
[8] El Adarve, publicación los jueves
semanales. Cáceres, 18 de marzo de 1909, núm. 327, p.2.
[9]
Datos recogidos del periódico LA OPINIÓN, de Trujillo y EL ADARVE, de Cáceres
(marzo de 1909).
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