martes, 10 de octubre de 2017

EL COMPLEJO ARQUEOLÓGICO DE MALPARTIDA DE CÁCERES (ZAFRILLA, LAVADERO DE SAN MIGUEL, LOS ARENALES, LA MARRADA DEL MURO Y CUATRO HERMANAS)


En un importante perímetro que abarca varios asentamientos que abarcan desde la Prehistoria hasta la Alta Edad Media hemos localizado interesantísimos restos arqueológicos que hacen clara referencia a un extenso período de ocupación de un territorio perteneciente a la tierra de Malpartida de Cáceres, donde nos hemos encontrado con santuarios o altares rupestres, petroglifos, cazoletas, lagaretos y, pertenecientes al asentamiento romano y visigodo en la zona con restos de villas romanas y tumbas antropomorfas.
En este lugar de la comarca de Tajo-Salor son abundantes los testimonios arqueológicos, sin obviar, la presencia de utensilios paleolíticos en el entorno próximo a los Barruecos, un poblado Calcolítico, pinturas y grabados rupestres, una villa romana y tumbas antropomorfas, en estos parajes se encontraron dos exvotos dedicados a la diosa Ataecina con sendas inscripciones, además de un altar rupestre. Tanto el ara, como los exvotos, se hallaron en una dehesa conocida como La Zafrilla (situada a 2412 metros del centro urbano de Malpartida de Cáceres), en las cercanías del antiguo camino romano que conduce a la localidad de Arroyo de la Luz y al Puente de Alcántara, donde existe un manantial de aguas medicinales donde podemos conectar directamente con el santuario consagrado a la diosa. Los exvotos se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, mientras que el altar está en el Museo de Cáceres. Las dos figuras que representan a una cabra fueron encontradas en el año 1885 por unos labradores en La Zafrilla.  



Próximo a la localidad de Malpartida de Cáceres fueron encontrados dos exvotos de bronce con forma de cabritas y un ara granítica que lleva grabado un tridente, con inscripciones dedicadas a la Dea Sancta Adaegina, pertenecientes a la época romana y vinculado a villas rurales agroganaderas[1].
Las cabritas sujetan con las patas delanteras una cartela soldada donde pueden leerse los siguientes textos:

D.S.T. AD-VICTORIN. –SER.C.SE-VERAE- A.L.V.S.
D(eae) S(anctae) T(uribrigensi) AD(aeginae) VICTORIN(a)
SER(va) C(occeia) SEVERAE A(nimo) L(ibens) V(otum) S(olvit)


DE.S.A.T.- COCCEIVS-MODESTI- ANVS.V.S.
DE(ae) S(anctae) A(daeginae) T(uribrigensi) COCCEIVS 
MODESTIANVS V(otum) S(olvit)

Exvoto dedicado por Coceio Modestiano a la diosa lusitana Adaegina según inscripción bajo sus patas delanteras. La diosa Santa Ataecina de Turóbriga es una divinidad prerromana que asimilaron a su Proserpina. Encontrada en la dehesa de Zafrilla término de Malpartida de Cáceres. Una de estas cabritas se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y otr en el Provincial de Cáceres y cuyas dimensiones oscilan entre los 7 x 7 x 20 cm.
Los sacrificios de cabras a Adaegina, unido a la ablución purificadora con el agua de la fuente milagrosa, eran un rito en el que el animal se convertía en victima expiatoria del mal del oferente. Los exvotos broncíneos de cabras se convertirían en ofrendas permanentes ante la divinidad por parte de quien las realizaba. 
El manantial de aguas mineromedicinales en los tres últimos siglos han sido aprovechadas para llenar las pilas de un rústico balneario y de un lavadero de lanas llamado “de San Miguel”, nombre que recibe del santo titular que presidía el Altar de la iglesia erigida en dicho lugar.  La distancia del altar de Zafrilla al balneario es de 1341 metros en línea recta y 2300 metros a las tumbas antropomorfas del Lavadero San Miguel (Campofrío) propiedad de don Germán Petit, recibiendo el lavadero las aguas de la charca que lleva su mismo nombre, que recoge todas las corrientes de las inmediaciones, y después de surtir a otra charca pequeña desemboca en el riachuelo de Pontones. Aún se conserva la majestuosa fábrica construida a base de mampostería y sillería en las esquinas, recerco de los vanos y zonas nobles. Se accede al interior por dos puertas, una situada en el patio mediante una gran portada adintelada, su interior se encuentra en lamentable estado de conservación, aún pueden contemplarse los muros maestros de la que fuera capilla de San Miguel[2] con acceso interior y exterior, presentando en esta zona una portada rectangular cegada, rodeada de esgrafiados encalados exornado con dentellones y ovas, y coronada por un azulejo que representa a la Virgen rodeada de los ángeles y coronada por el Espíritu Santo en forma de Paloma[3]. El motivo esgrafiado rodea al azulejo. La entrada principal está rematada por un campanario con arco de medio punto con pináculos. Por esta zona de la entrada a la capilla se encuentra el acceso principal al Lavadero de San Miguel, mediante una gran puerta adintelada, rodeada de motivos esgrafiados elementales y rematados en motivos curvilíneos y pináculos que centran un escudo heráldico de don Álvaro de Ulloa, a instancias del cual se construye y comienza a funcionar el Lavadero. Su interior presenta nave única de dos tramos separados por pilares, cubiertos con bóveda de arista y capilla mayor con bóveda de cuarto de esfera, se encuentra en muy mal estado de conservación el retablo rococó de la segunda mitad del siglo XVIII, con hornacina central de arcos lobulados donde presidía la imagen de San Miguel del siglo XVIII, actualmente en propiedad privada de don Ramón Jordán, Vizconde de Roda.
Saliendo del Lavadero de lanas, nos encontramos con una iglesia bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, que tuvo culto hasta el año 1960. Se accede al interior mediante una puerta adintelada, recercada de decoración esgrafiada y rematada por una cruz rodeada por motivos decorativos geométricos y las letras AVE MARIA. En su interior ha desaparecido la cubierta, siendo sustituida por una techumbre de uralita. Presenta tres naves, con grandes arcos de medio punto, separadas por pilares y capilla mayor rectangular. Se encuentra en lamentable estado de conservación, dedicadas sus dependencias a establo[4]. El obispado decide dar el nombramiento de parroquia a la barriada designando un cura párroco en sustitución del capellán de RENFE. Por un tiempo se siguió utilizando la antigua capilla para la celebración de los servicios, hasta que fue comprado en 1961 el local del cine de Benito Domínguez que fue reformado para acoger la vivienda del párroco y la nueva iglesia de la Inmaculada que fue abierta al culto en el año 1963[5]


Parecido al Lavadero de lanas de Arroyo de la Luz –que aparece citado en el Diccionario de Madoz de 1845-[6], a finales del siglo XVIII, se construyó en Malpartida de Cáceres un enorme complejo dedicado al esquileo y lavado de lanas. En el siglo XIX llegó a tener una producción de 80.000 arrobas de lana lavada anualmente, que luego era vendida a las industrias textiles más importantes de Europa, destacando entre ellas la de Covilhã (importante centro manufacturero de lanificios en Portugal). Las lanas del Lavadero de Malpartida de Cáceres, que salían hacia el centro manufacturero de Covhila, lo hacían por la vía romana, en principio camino romano y que posteriormente fue solapado por varias vías pecuarias perfectamente definidas y reconocibles que siguen el mismo trazado. Vía romana y pecuaria que llega a una ciudad portuaria. Por tanto, existe la materia prima en el Lavadero de Lanas de Malpartida y de San Miguel, recogida y lavada; y la existencia de una vía de comunicación para llegar a un centro manufacturero: Covhila, y un puerto por donde exportar el producto elaborado hacia ciudades europeas y americanas. El emplazamiento de estos lavaderos cumplía los principales requisitos exigidos para este tipo de instalaciones. Debían situarse en un río con suficiente caudal y aguas abajo de la población en la que se encontraran; también debía existir suficiente distancia respecto a otras localidades situadas en el curso del río, para que las aguas sucias se hubieran mezclado con las limpias.
Las edificaciones del Lavadero de San Miguel forman un gran patio central en el que se integran las salas de esquileo,  las viviendas de los operarios y las salas de esquileo, ermita y, en este caso, la vivienda residencial de los propietarios de carácter señorial, que aún pervive en condiciones no muy idóneas. Actualmente es una explotación agropecuaria de propiedad privada, pero su construcción primigenia sigue los mismos parámetros que el de Malpartida. Para funcionamiento del lavadero es imprescindible la charca y, por ende, el molino harinero que en este caso son dos edificios de molienda exentos de la presa así como la iglesia de San Sebastián. Junto a ello, los corrales para estancia del ganado y una huerta que se riega con el excedente de agua del lavadero. Estamos pues ante un “complejo industrial” perfectamente estructurado en el que se hace el primer tratamiento de la materia prima: la lana, desde el esquileo al lavado, clasificado y comercialización de la misma.

En la dehesa de La Zafrilla hemos encontrado varios restos arqueológicos. Los parajes donde localizamos peñas sacras o altares de sacrificio muestran determinados patrones de ubicación, de organización interna del espacio e, incluso, de orientación astronómica[7] que parecen reflejar una determinada concepción simbólica del paisaje. Sin embargo, lo que mejor define este tipo de sitios es su originalidad al tratarse de construcciones pétreas sagradas. El altar o santuario que nos ocupa en este estudio presenta los mismos patrones que otras Peñas Sacras que ya hemos estudiado[8] o de las que se han ocupado otros investigadores[9], están presentes las cavidades, los escalones y otros elementos tallados que asociamos a petroglifos, cazoletas.
Concretamente, casi en el centro de un complejo arqueológico formado por lagaretos, peñas con cazoletas y tumbas antropomorfas, se encuentra un altar rupestre situado sobre una roca aislada, por lo que la referencia visual es obligada, responde a una orientación Este-Oeste. Tiene cuatro escalinatas de acceso al ara cuyas medidas desde la zona inferior son: 1ª escalinata: 28 x 13 cm; 2ª escalinata: 44 x 14 cm; 3ª escalinata: 51 x 18 cm; 4ª escalinata: 31 x 16 cm. Tiene una cruz justo donde comienzan las escalinatas (cristianización). En la zona superior tiene el altar el ara (41 x 29 cm) y una oquedad (28 x 24 cm). Medidas del Altar: altura (42 cm), ancho (240 cm) y perímetro (10,30 m). presenta características semejantes al altar de la Edad del Hierro situado en el paraje El Praillo de los Mijares, en Hoyocasero (Avila) y de características similares al del castro de Ulaca, en Solosancho. 
Muy próximo al altar encontramos un afloramiento granítico (con orientación Este-Oeste) del que se han ido desgastando por efecto de la erosión una parte, constituyendo una peña caballera unida por la base con el afloramiento original. Esta roca también tiene escalinatas talladas, tiene una altura de 180 cms; tiene rampa pequeña en zona inferior, la primera escalinata mide 28 x 4 cms; la segunda mide 56 x 25 cms; la tercera mide 50 x 23 cms y la última que corona la roca mide 60 x 44 cms. Anchura total: 130 cms. También hemos localizado algunas peñas con unas formas características que posiblemente tuvieron relación con algún tipo de ritual sagrado. Concretamente, una gran roca que por los efectos atmosféricos está volteada (ancho: 255 cm; altura  1 m; ancho total: 160 cm.), así como dos lagaretos cuyas medidas son 84 x 62 cm. el más cercano al altar rupestre y, el que podemos considerar algo más alejado (20 metros), mide 90 x 60 cm.
Un total de ocho tumbas hemos encontrado en la Dehesa La Zafrilla, que sumadas a las tumbas antropomorfas localizadas en parajes muy cercanos, suman tres conjuntos arqueológicos muy interesantes de estudiar en la tierra de Cáceres. Por tanto, presentamos este trabajo con el ánimo de documentar tres conjuntos de tumbas excavadas en la roca que en nuestra opinión es uno de los más interesantes e inéditos de la provincia de Cáceres[10]. Con este trabajo está en nuestro ánimo acometer un estudio sobre la generalidad, la difusión, o el significado de lo que ha venido en llamarse “sepulcros antropomorfos” -denominación que ha condicionado no poco su estudio- o “tumbas excavadas en roca”, por lo que, como es natural, a los lugares en que se encuentran se les denomina “necrópolis”. La idea, como decíamos, es realizar un estudio más completo en el que llevamos trabajando varios años[11] y que ayude al visitante a apreciar el conjunto de las tumbas excavadas en la roca existentes en la Tierra de Cáceres, a la vez que damos a conocer, a quien tenga interés, algunos elementos no catalogados. Incluso, nos atrevemos a asegurar que no todas estas estructuras hayan servido como lugar de enterramiento, pues algunas de las localizadas difícilmente ofrecen tal posibilidad. No obstante, no negamos la posibilidad de que muchas hayan sido en algún momento utilizadas con fines de enterramiento, o como lugares ceremoniales de exposición previos a una inhumación en otro lugar; sin embargo, no nos parece que esté tan claro que todos los elementos correspondan a la misma época ni hayan sido todos objeto del mismo uso.
TUMBAS (La Zafrilla)
I.- Tumba 1: Muy deteriorada. Medidas: 190 cm de largo, 50 cm ancho cabecera y 30 cm ancho pies.
II.- Tumbas 2: Hay dos tumbas juntas.  Tumba casi rectangular con modalidad de enterramiento que presenta curvatura en la cabecera y los pies.
III.- Tumba 2a: longitud completa 210 cms, cavidad interior, 162 cms; 51 cms cabecera y 47 cms pies.
IV.- Tumba 2b: longitud completa 173 cms, cavidad interior, 157 cms; cabecera 55 cms y 43 cms pies. Tumba antropomorfa con cabecera circular y pies rectos.

V.- Tumba 3: longitud 165 cms; cabecera 42 cms y 30 cms de pies. Muy deteriorada, presenta forma ovoide. Con modalidad de enterramiento que presenta cierta variante en la cabecera y los pies.

VI.- Tumba 4: longitud total 218 cms, cavidad 176 cms; cabecera 55 cms y 55 cms de pies. Tumba rectangular con modalidad de enterramiento que presenta curvatura en la cabecera y los pies.

VII.- Tumba 5: longitud total 2 metros, cavidad 173 cms; cabecera 42 cms, medida ancho central 50 cms; 42 cms de pies. Tumba excavada en la roca de forma casi oval, con variantes irregulares por los extremos, no llegando geométricamente a la exactitud.

VIII.- Tumba 6: longitud 172 cms, 54 cms cabecera y 31 cms de pies. Tumba ovoide, excavada en la roca de forma oval, con variantes irregulares por los extremos, no llegando geométricamente a la exactitud. Se encuentra en lamentable estado de conservación.

Desde la dehesa de La Zafrilla hasta las tumbas que hemos localizado en La Marrada del Muro hay una distancia de 4200 metros y 5970 metros a las tumbas existentes junto al Hotel Los Arenales.

Las tumbas excavadas en la roca constituyen uno de los vestigios arqueológicos más abundantes en la Península Ibérica, con hallazgos que se extienden desde Cataluña hasta Andalucía, aunque quedan al margen determinadas zonas del Norte Cantábrico. Son muchas las horas de trabajo que estamos dedicando a la Tierra de Cáceres y considerable esfuerzo y trabajo, pero esta zona lo merece; y ofrece una casi inagotable fuente de conocimientos desde el punto de vista arqueológico e histórico.
El presente trabajo pretende dar a conocer un total de 8 tumbas en la Marrada del Muro: ETRS89, Long 6º 27' 57.8" W, Lat 39º 29' 23.67" N, Zona 29; y un total de 11 tumbas en los Arenales ETRS89, Long 6º 26' 13.25" W, Lat 39º 27' 53.52" N, Zona 29. Las tumbas en los Arenales aparecen casi todas unidas en un perímetro de 180 mtrs cuadrados llegando a formar una necrópolis; mientras que las tumbas de la Marrada del Muro presentan mayor distancia unas de otras, todas están excavadas en afloramientos graníticos sirviendo directamente como depósito del cadáver. Tampoco coinciden en su orientación, pues tomando como referencia la cabecera de las mismas, en los Arenales, el 45 % de las tumbas tienen una orientación W y N; y en la Marrada del Muro, al ser más dispersa su ubicación difieren las orientaciones E y W., como si hubieran buscado más que un sentido ritual hacia el naciente, es decir, una disposición W-E, se han adaptado, más bien, a la roca virgen. La mayoría de las medidas oscilan entre 1,75 y 1,80 en los Arenales, y las mismas medidas corresponderían en su mayoría en las tumbas de la Marrada del Muro, con una profundidad que oscila entre los 27 y 35 cms. Es importante tener en cuenta que tanto en la Marrada del Muro como en los Arenales hemos localizado numerosos restos de tégulas romanas.
Medidas en longitud, anchura y profundidad de las tumbas de Los Arenales.
Tumbas 1 y 2- 179º49’38’’ y T2 180º50’38’’ Tumbas dobles, rectangulares de gran capacidad, con marcada cabecera y pies.


Tumba 3 – 176º51’37’’
Tumba antropomorfa con cabecera circular con la forma de hombros y pies curvos.

Tumba 4 – 193º43’40’’ Tumbas dobles, rectangulares de gran capacidad, con marcada cabecera y pies.


Tumba 5 – 172º45’40’’
Tumbas dobles, rectangulares de gran capacidad, con marcada cabecera y pies.


Tumba 6 – 183º53’33’’
Tumba rectangular con modalidad de enterramiento que presenta curvatura en la cabecera y los pies.


Tumba 7 – 186º46’44’’
Tumba rectangular con modalidad de enterramiento que presenta cierta variante en la cabecera y los pies.


Tumba 8 – 188º45’41’’
Tumba rectangular que presenta una curvatura en uno de sus lados, producto de su adaptación a la roca (variante irregular y deformada).


Tumba 9 – 164º46’30’’. Tumba Junto a un lagareto.
Tumba antropomorfa con cabecera recta de hombros y pies curvos y caja con ligera forma trapezoidal lo que le da un cariz antropomorfo.

Tumba 10 – 178º48’35’’
Tumba rectangular con modalidad de enterramiento que presenta cierta variante en la cabecera y los pies.

Tumba 11 – 168º48’41’’
Tumba rectangular que presenta curvatura en la cabecera.

Medidas en longitud, anchura y profundidad de las tumbas de la Marrada del Muro.
Tumba 1 - 330º NO 175º50’30’’. Tumba ovoide, excavada en la roca de forma oval, con variantes irregulares por los extremos, no llegando geométricamente a la exactitud.

Tumba 2 - 220º NO 178º45’30’’. Tumba individual, rectangular con variante tipológica trapezoidal, con desarrollo importante de los pies y estrechándose en la cabecera, producto de la adaptación a la roca.

Tumba 3 - 242º O 174º42’30’’. Tumba rectangular con modalidad de enterramiento que presenta cierta variante en la cabecera y los pies.

Tumba 4 - 45º NE 194º53’35’’. Tumba rectangular que presenta una curvatura en uno de sus lados, producto de su adaptación a la roca (variante irregular y deformada).

Tumba 5 - 42º NE 172º50’34’’. y Tumba 6 -42º NE 278º49’23’’. Tumbas dobles, rectangulares de gran capacidad, con marcada cabecera y pies.

Tumba 7 - 60º NE 176º53’21’’. Tumba ovoide, excavada en la roca de forma oval, con variantes irregulares por los extremos, no llegando geométricamente a la exactitud. Se encuentra en lamentable estado de conservación.

Tumba 8 - 320º NO 177º59’37’’. Tumba antropomorfa con cabecera semicircular de hombros y pies curvos y caja con ligera forma trapezoidal lo que le da un cariz antropomorfo.


Tanto el número de las tumbas excavadas en la roca como su tipología diversa certifican la necesidad de un estudio detallado, no exento de problemas. En tal sentido, es importante observar cómo la casi totalidad de ellas no han conservado restos humanos, carecen de ajuares y se hallan arqueológicamente descontextualizadas. Considerando que se trata de tumbas características del medievalismo y la consideración de incluirlas en los periodos post-romano y altomedieval con respecto a las épocas romana y feudal. Hemos de destacar que a partir del siglo IV es frecuente la alternancia de ritos que conducen a cambios estructurales, a modificar el rito de la inhumación. El hecho de encontrarnos en la zona de los Arenales con restos visibles de villas romanas (especialmente sillares bien escuadrados y cerámicas de construcción y comunes) y se aprecia la existencia de ciertas estructuras soterradas que parecen corresponder a un hábitat altomedieval, que también existen en la Marrada, incluidas las pequeñas atalayas del borde del camino y las circulares que bordean lo que parece una muralleta, lo que nos hacen suponer que dichas tumbas excavadas en la roca corresponderían a la época tardorromana, que puede definirse en términos generales como una preponderancia de las estructuras asociadas a las comunidades rurales, en una zona llana, sobre una colina de baja altura, asociado a terrenos de dedicación agrícola y esencialmente ganadera. Nuestra opinión es que el hábitat tardoantiguo y altomedieval en esta zona de la Tierra de Cáceres estaba vertebrado en torno a núcleos relativamente pequeños, compuestos de distintos focos de hábitat, aunque interconectados entre sí, con una disposición laxa y flexible. Otra cosa muy distinta es su vinculación con un proceso de abandono de las áreas centrales en época romana en beneficio de las periféricas, a causa de la crisis vilicaria. Aunque no podemos aquí profundizar sobre ese asunto, por la ausencia de datos arqueológicos, además las tumbas han aparecido vacías, posiblemente como consecuencia de algún tipo de violación o el paso del tiempo (inclemencias al estar expuestas al deterioro exterior), impidiéndonos encontrar restos en el interior de las mismas.
Es interesante advertir además que estamos ante uno de los ejemplos de transformación de una antigua estructura romana en un centro de culto, un cambio que reflejaría además las alteraciones en el sistema social y en la articulación del estatus.
Las tumbas excavadas en la roca de los Arenales y la Marrada del Muro deben integrarse en tal proceso, la distancia existente entre ambos conjuntos pétreos funerarios es de 3,800 km. situándose las tumbas de la Marrada del Muro en el antiguo camino de Arroyo de la Luz a Cáceres, y el conjunto de los Arenales al Sur del camino; Arroyo-Casar (con una bifurcación con nombre propio a las Marradas. Es un cruce de caminos muy importante por servir de “puente” de dos importantes vías de comunicación. Las tumbas sirvieron directamente como depósito del cadáver, son exactamente ataúdes excavados directamente en la roca. El caso de las tumbas dispersas localizadas en la Marrada del Muro, se encuentran en un lugar más inaccesible, también asociadas a terrenos agrícolas.
La enorme profusión y variedad de estructuras talladas en roca que aquí se encuentran, proporcionan un conjunto inmejorable para facilitar la comprensión de estos asuntos. Aunque estas afirmaciones parecen confirmar la idea de que las primeras fases de la utilización de las tumbas excavadas en la roca, deben situarse en los siglos tardoantiguos, la asociación de las necrópolis con tales centros de hábitat romanos es, de
todos modos, compleja. Las razones estriban en que no se ha constatado de manera fehaciente que exista una conexión sincrónica entre los yacimientos, que pueden corresponder a momentos distintos de ocupación, y en el hecho de que no es segura la adscripción vilicaria de los núcleos señalados. La ausencia de ajuares y la inexistencia de dataciones absolutas lastran cualquier precisión cronológica.
Como hipótesis, puede plantearse que estos lugares sufrieron una remodelación en época tardoantigua, transformada en una zona de hábitat con construcciones de materiales perecederos o en espacios funerarios, produciéndose entonces la eclosión del cementerio. Aunque siempre como hipótesis, la reiteración de los datos en este sentido permite aventurar un origen tardoantiguo de las necrópolis de tumbas excavadas en la roca. De todos modos, los siglos VIII al X marcaron posiblemente el apogeo de esta forma de enterramiento, pudiendo afirmar que el momento de finalización del uso de estas necrópolis debe situarse en la consolidación del poblamiento aldeano y de la parroquia como centro de culto y eje de la articulación rural.
La investigación sobre las necrópolis de tumbas excavadas en la roca se ha preocupado muy poco por profundizar en las relaciones que éstas tenían con la organización del territorio y del poblamiento. En nuestro caso, vinculamos estas tumbas de los Arenales y la Marrada del Muro con un hábitat disperso que habría surgido tras la época romana, como probaría su emplazamiento en esta zona. Mientras que en los Arenales las inhumaciones aparecen en grupos concentrados, por el contrario, en la Marrada del Muro se extienden por un terreno amplio, tal y como ya hemos explicado. Esta distribución de sepulturas aisladas sería un vestigio de necrópolis más extensas. Lo que nos ha llevado a identificarlos como yacimientos diferenciados, cuando podría tratarse de una misma área extensa de inhumación, dada la cercanía entre ambos conjuntos. Además, podría darse el caso de que un mismo poblado tiene en torno a sí al menos tres focos de inhumaciones. Por otra parte, la cercanía de algunas tumbas con otras, a pesar de su diferenciación en sitios distintos, apunta la posibilidad de que se trate de vestigios aislados de una misma zona de inhumación.
Otra circunstancia que ha de tenerse en cuenta es la cercanía de estas necrópolis a determinadas vías locales, conservadas en forma de carreteras o de caminos que unen a determinadas aldeas. Hemos de tener en cuenta que la Marrada del Muro –como ya hemos indicado- se encuentra en el antiguo camino de Arroyo de la Luz a Cáceres, y en la bifurcación del camino de Malpartida al Casar de Cáceres, y al Sur del camino está el yacimiento funerario de los Arenales. E igualmente es interesante comprobar el emplazamiento de las tumbas en relación con los cursos de agua, en especial con determinados arroyos tales como los Arenales que es tributarios del Tallón y éste del Casillas, el cual es un afluente del Salor.
Pero además, el yacimiento de Los Arenales encierra sus misterios y sobre todo, envuelve al visitante en un ambiente antiguo, e imprime en el ánimo de quien lo visita la firme convicción de hallarse en un lugar con profunda significación mágica. Es como trasladarse a un lugar del pasado en el que el ser humano concedió una importancia tal, que plasmó en el paisaje una impronta que refleja como en muy pocos otros lugares su más profunda e íntima personalidad, encontrándonos ante un paisaje que se eleva con respecto a la zona circundante formando una pequeña llanura, condicionado por el clima que lo circunda, por la humedad que procede de los arroyos que allí nacen.
Hemos elegido estas necrópolis precisamente porque presentaba unas características muy particulares en cuanto a la variedad de tipos, nos referimos en concreto a los Arenales. No podemos presumir de haber encontrado las claves que descifren lo que, a nuestro entender, continúa siendo un misterio. Se nos permitirá, no obstante, que hagamos antes alguna consideración sobre el particular. Se han intentado con más o menos acierto diversas clasificaciones, sin que hasta el momento haya sido posible determinar una cronología y una procedencia cultural clara para todos los yacimientos en que estos elementos aparecen.
Lo cierto es que aparecen en los lugares más dispares, aunque en una geografía precisa, en diferentes disposiciones y orientaciones y con distintas formas. Cabe preguntarse, y algunos lo han hecho, si es prudente considerar uno y el mismo fenómeno algo que se presenta en tan variadas manifestaciones[12].
La orientación de los sepulcros excavados en los lanchares y bolos graníticos está condicionada por la disponibilidad de superficie apta, distribuyéndose anárquicamente. Tipológicamente presentan gran variedad: rectangulares. Algunas responden a un tipo de enterramiento en el que la fosa era excavada directamente en la roca, solían ser de formas ovaladas y fusiformes (de bañera), y en ocasiones de forma antropomórfica (reproduciendo la silueta del muerto) algunas incluso con la forma de los hombros y rebaje para la cabeza. Estas tumbas antropomórficas se conocen con el nombre de "olerdolanas" por haberse documentado por primera vez en el yacimiento de Olérdola, provincia de Barcelona. El rito de inhumación estaba relacionado con las costumbres cristianas autóctonas, se lavaba y ungía el cadáver, envolviéndolo después en una sábana de lino para luego depositarlo dentro de la fosa directamente y sobre el cadáver se echaba arena y finalmente se sellaba la tumba con lajas de piedra.
Las, tipo bañera o “fusiformes”, y antropomorfas. Podemos interpretar, incluso,  que algunas de las primeras comunidades cristianas quedaron aisladas y dispersas por la zona, en tiempos de plena dominación romana de toda la Península, y permanecieron aisladas durante épocas posteriores, al menos hasta la etapa visigoda. Debe recordarse que Cáceres capital dista del lugar unos 9 kilómetros; Malpartida de Cáceres unos 5 kilómetros en direcciones opuestas; Casar de Cáceres unos 10 kilómetros, también en distintas direcciones; y Arroyo de la Luz no anda tampoco muy lejos. Es decir, que tenemos que suponer este valle ya vía de comunicación importante entre los principales centros. Por no mencionar hallazgos importantes como los ya citados de una posible villa romana, que completan una secuencia de ocupación realmente amplia.
También hay quienes defienden -muy respetablemente- la procedencia visigoda o medieval, exclusivamente, de este tipo de yacimientos. Cierto es que en algunos ha aparecido asociada algún tipo de impedimenta de estas épocas, y que incluso algunas necrópolis, sobre todo en las que se preservan enterramientos, pueden y quizá deben asignárseles. Si no certeramente su elaboración, sí al menos su uso. Sin embargo, en la Marrada del Muro y en los Arenales no aparecen restos de esta época, ni cerámica, como correspondería a un lugar densamente poblado, ni se tiene noticia de necrópolis muy alejadas del núcleo de población que las nutre: reconozcamos que sería ésta una peculiaridad cultural notable. Podríamos pensar en la posibilidad de dos núcleos civilizados, con manifestaciones culturales distintas, reconociendo un lugar sagrado común para la práctica de ritos de inhumación. Esto explicaría en parte la diversidad de tipos coincidiendo en un mismo espacio. Una teoría interesante, porque hay que considerar que no estarían compartiendo exclusivamente la “necrópolis”, sino el territorio, del que ésta sería centro ritual.
De la dehesa de Zafrilla a Cuatro Hermanas hay 2740 metros. En esta zona muy cercana a la localidad de Malpartida de Cáceres, concretamente en su Polígono Industrial, hemos encontrado otro altar de sacrificios o santuario rupestre.
El altar responde a una orientación Norte-Sur. Tiene al NE catorce escalones a intervalos de 50/40/50/40/35/40/50/55/35/40/50/lateral 46/ en una longitud de 4 ms. En la cara NE tiene, igualmente, cuatro concavidades casi circulares. Con un diámetro aproximado de 15 cm (circunferencia). El altar tiene una altura de 5,20 m. Ancho: 10,40 m. En la zona superior un ara de 220 cm por 94 cm. y de profundidad 50 cm. Una cubeta cuadrada al lado de 20 x 20 cm.
Está compuesto de petroglifos, cazoletas, una gran pila con desagüe y escalones tallados en la roca que han llevado a la conclusión de que nos encontramos ante un altar de sacrificios rupestre. La disposición de la pila con sus canales y desagüe hace pensar en una especie de recipiente inferior pétreo para recoger la sangre de las víctimas, hipótesis que no consideramos descabellada, si tenemos en cuenta las referencias clásicas de Estrabón o Silio Itálico que mencionan sacrificios como práctica corriente entre los pueblos del N.O. y la Lusitania.
No es frecuente la aparición de varios de estos altares de sacrificios en un espacio tan reducido. La proliferación de espacios sacros en Malpartida de Cáceres tiene que venir motivada necesariamente por razones relacionadas con la pervivencia del hábitat a lo largo de las sucesivas etapas protohistóricas.  Siguiendo al profesor Almagro-Gorbea, el culto a las peñas se documenta ya desde el Campaniforme en Peñatú y en Fraga da Pena, en el Bronce Final en Axtroki y en la Edad del Hierro en Ulaca y Peñalba de Villastar, siempre asociado al culto solar[13]. Estas manifestaciones religiosas las relaciona Almagro con un sustrato muy arcaico “protocéltico” que coinciden con otros rituales como los depósitos de armas en cuevas y peñas que aparecen ya desde  los primeros momentos del Bronce Atlántico y continúan hasta el Bronce Final con la costumbre de arrojar armas a las aguas[14].
El ritual del sacrificio debió de ser muy similar en los pueblos de la Hispania Céltica. El sacrificio se efectuaba en la parte superior del santuario y las piletas estaban destinadas a contener la sangre de las víctimas y a la cremación de las entrañas de las mismas. La coincidencia de la orientación del altar con la cumbre alta, podría no ser casual y estar intencionadamente buscada en asociación con algún fenómeno celeste.
Dada la escasa distancia entre los dos altares, y otro más localizado en Los Barruecos, habría que encuadrarlos cronológicamente en la II Edad del Hierro.





[1] En el año 1918 la pieza fue cedida a la Biblioteca Museo Balaguer, en Villanueva y Geltrú (Barcelona), por María del Carmen Jalón.  HURTADO DE SAN ANTONIO, R: Corpus provincial de inscripciones latinas, Cáceres. Cáceres. 1977, p. 162; BLÁZQUEZ, J. M: Religiones primitivas de Hispania, fuentes literarias y epigráficas. Roma, 1962, p. 142;  FITA Y COLOMÉ, F: “Inscripciones romanas inéditas de Cáceres, Úbeda y Alcalá de Henares”. Boletín de la Real Academia de la Historia, VII, Madrid, 1885, pp. 45 y ss.
[2] En el Archivo Diocesano de Coria-Cáceres, se conserva documentación diversa sobre la capilla de Arroyo de la Luz (en años comprendidos entre  1907-1958).
[3] Vid. nuestro trabajo RAMOS RUBIO, J.A y DE SAN MACARIO SÁNCHEZ, O: “El lavadero de San Miguel de Arroyo de la Luz en la Ruta de la Lana”. XXXII Ruta Cicloturística del Románico Internacional. Pontevedra, 1 de febrero al 8 de junio de 2014, pp. 129-133.

[4] En el Archivo Diocesano de Coria-Cáceres, se conserva documentación sobre la parroquia. 1958-1973.
[5] Archivo Diocesano de Coria-Cáceres, 1958-1963.
[6] MADOZ, P: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madrid, 1845-50.
[7] JIMÉNEZ GUIJARRO, J: “Las Peñas Sacras como imago mundi del “centro cósmico” en el mundo indoeuropeo y céltico”, Tra-balhos de Antropologia e Etnologia, 40 (3-4), Porto 2000, 101-116.
[8] ESTEBAN ORTEGA, J; RAMOS RUBIO, J. A y DE SAN MACARIO SÁNCHEZ, O: “El altar rupestre de La Molineta (Trujillo) y su entorno arqueológico”. Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Tomo XXI, Trujillo, 2013, pp. 307-321; RAMOS RUBIO, J. A: “Altar de sacrificios de la Edad del Hierro en la finca de las Calderonas”. XXXVIII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo 21 al 27 de septiembre de 2009;  ESTEBAN ORTEGA, J.; RAMOS RUBIO, J. A; y DE SAN MACARIO SÁNCHEZ, O: “El complejo arqueológico de San Juan el Alto (Santa Cruz de la Sierra-Cáceres). Santuarios rupestres”, Alcántara 79, 2014, 11-28.
[9] CORREIA SANTOS, M.J: “Santuários rupestres no Ocidente da Hispania indo-europeia. Ensaio de tipologia e classificação”, Pal-Hisp 10, 2010, 147-172; CORREIA SANTOS, M.J: “La arqueologia, lo imaginário y lo real: el santuário rupestre de Mogueira (São Martinho de Mouros, Resende, Portugal)”, MM 53, 2012, 455-496. CORREIA SANTOS, M.J: “El Santuario rupestres del pico de San Gregorio, Santa Cruz de la Sierra (Cáceres)”.  Paleohispánica, 14 (2014), pp. 30 ss; VAZ, J.L.: “Tipologia dos santuários rupestres de tradição paleo-hispânica em território português”, en: J. Cardim Ribeiro (ed.), Lo-quuntur Saxa, Religiões da Lusitânia, Lisboa 2002, 39-42; SEOANE VEIGA, M. V. GARCÍA QUINTELA y A. GÜIMIL FARIÑA: “Las pilas del castro de Santa Mariña de Maside (Ou-rense): hacia una tipología de los lugares con función ritual en la Edad del Hierro del NW de la Península Ibérica”, Cuadernos de Estudios Ga-llegos LX, 126, 2013, 13-50; SANTOS JÚNIOR, A.M. FREITAS, A. COSTA, N.: “O Santuário do Castelo do Mau Vizinho”, Revista de Gui-marães XCIX, 1989, 375-381; GARCÍA QUINTELA, M.V  y SANTOS ESTÉVEZ, M: Santuarios de la Galicia Céltica. Arqueología del Paisaje y Religiones Comparadas en la Edad del Hierro, Madrid 2008; FABIÁN GARCÍA, J.F: “Altares rupestres, peñas sacras y rocas con cazoletas. Ocho nuevos casos abulenses y uno salmantino para la estadística, el debate y la reflexión”, MM 51, 2010, 222-267
[10] Existen escasos  estudios relacionados con otras zonas de la Provincia de Cáceres que hacen referencia directa o indirecta a tumbas excavadas en la roca. SANGUINO MIGUEL, J: “Antigüedades de las Torrecillas, Alcuéscar. “. Boletín de la Real Academia de la Historia., tomo LIX, Madrid, 1911, p. 349. GONZALEZ CORDERO, A: “Las tumbas excavadas en la roca de la Provincia de Cáceres”. Alcántara, Revista del Seminario de Estudios Extremeños, número 17, mayo-agosto, Cáceres, 1989, pp. 133-144. RAMOS RUBIO, J. A.: "Tumbas altomedievales en Trujillo". El Periódico Extremadura, lunes 23 de octubre de 1995, p. 4. RAMOS RUBIO, J. A: "Tumbas altomedievales en Trujillo", Revista La Piedad, 1988, pp. 69-71. RAMOS RUBIO, J. A: “Tumbas antropomorfas en Trujillo”. Alcántara, Revista del Seminario de Estudios Extremeños, núm. 57, septiembre-diciembre, 2002, pp. 47-53. PAULE RUBIO, A.: "Tumbas antropomorfas y santuario de Aceituna”. Actas de los XXXII Coloquios Históricos de Extremadura. Badajoz, 2004. RUBIO ANDRADA, M. y RUBIO MUÑOZ, F. J: “Las sepulturas antropomorfas del berrocal trujillano”. Actas de los XXXIII Coloquios Históricos de Extremadura. Badajoz,  2005. MOLANO CABALLERO, S: Apuntes sobre la historia de Garrovillas de Alconétar. 1ª parte. “El Garrote, Túrmulus y Alconétar”. Cáceres, 1984. JIMENEZ NAVARRO, E y RAMON FERNANDEZ OXEA: “Excursión arqueológica a la Aliseda y Arroyo de la Luz”. Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. LIII, 1-11, 1949. LOPEZ JIMENEZ, E: “La desconocida riqueza arqueológica de San Vicente de Alcántara”. Revista de Estudios Extremeños, XXXIX, I, 1983. PAREDES GUILLEN, V: “Repoblación de la villa de Garrovillas”. Revista de Extremadura, número I, 1899. BUENO RAMIREZ, P: “La necrópolis de Santiago de Alcántara (Cáceres). Una hipótesis de interpretación para los sepulcros de pequeño tamaño del megalitismo occidental”. BSEAA, LX, 1994. DONOSO GUERRERO, R: Necrópolis visigoda de Zarza de Granadilla, Trabajos de Prehistoria, número 27,  1970, pp. 327-335. GONZALEZ CORDERO, A: “Los sepulcros excavados en la roca en la provincia de Cáceres”. Jornadas Internacionales los visigodos y su mundo. Madrid, 1997, pp. 273-284.
[11] Véanse los estudios de uno de los autores de esta comunicación. RAMOS RUBIO, J. A: "Tumbas altomedievales en Trujillo", Revista La Piedad, 1988, pp. 69-71. RAMOS RUBIO, J. A: “Tumbas antropomorfas en Trujillo”. Alcántara, Revista del Seminario de Estudios Extremeños, núm. 57, septiembre-diciembre, 2002, pp. 47-53.
[12] Algunos autores consideran que corresponden a la época tardorromana (entre los siglos V y VII) como FABIAN, J. F. y SANTOJA, M: “Los poblados hispano-visigodos de Cañán (Pelayos, Salamanca)”. Estudios Arqueológicos I, Salamanca, 1986; y otros a una cronología que abarca desde finales del imperio romano hasta el siglo XI, según las características de los sepulcros, considerando un mayor número de sepulcros correspondientes a necrópolis hispano-visigodas. MARTIN VISO, I: “Elementos para el análisis de las necrópolis de tumbas excavadas en la roca: el caso de Riba Coa”. CuPAUAM 31-32, 2005-2006, pp. 83-102. Algunos investigadores han planteado propuestas distintas consideran que los inicios de las necrópolis de tumbas excavadas en la roca, incluyendo las antropomorfas, deben situarse a finales del siglo VII, aunque serían entre los siglos VIII al X cuando se produjo su momento de máximo uso. Tal es el caso de LÓPEZ QUIROGA, J. y RODRÍGUEZ LOVELLE, M.: “L’habitat dispersé de la Galice et du Nord du Portugal entre le Ve et le Xe siècle. Essai d’intepretation à partir de l’analyse macro et microrégionale”, CURSENTE, B. (ed.), L´habitat dispersé dans l’Europe médiévale et moderne. Toulouse.1999, pp. 97-119. Su presencia se vincularía a ciertos cambios sociales, generándose un poblamiento en áreas hasta entonces marginales como indican REYES TÉLLEZ, F. y MENÉNDEZ ROBLES, Mª L.: “Excavaciones en la ermita de San Nicolás. La Sequera de Haza (Burgos)”.
Noticiario Arqueológico Hispánico 26, 163-213. 1985. En una línea muy similar se mueve el trabajo de M. Barroca sobre el mundo funerario medieval en el norte de Portugal (BARROCA, M. J.: Necrópoles e sepulturas medievais de Entre-Douro-e-Minho (séculos V a XV). Oporto, 1987). Éste da por buena la diferenciación entre tumbas antropomorfas y no antropomorfas es correcta, a pesar de las numerosas variantes formales en cada grupo, y acepta que las antropomorfas serían posteriores y surgirían en el siglo IX.
[13] M. ALMAGRO-GORBEA, «Nuevas fechas para la Prehistoria y la Arqueología de la Península Ibérica».  Trabajos de Prehistoria 33, 1976, 307-317.
[14] M. ALMAGRO GORBEA, «Sacre Places and Cults of the Late Bronce Age tradition in Celtic Hispania», en R. Habelt (ed.), Archäologische  Foschungen zum Kult-geschehen in der Jüngeren Bronzezeit und Frühen Eisenzeit Alteuropas, U. Regensburg, Bon, 1996, 43-79.

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