EL COMPLEJO ARQUEOLÓGICO DE MALPARTIDA
DE CÁCERES (ZAFRILLA, LAVADERO DE SAN MIGUEL, LOS ARENALES, LA MARRADA DEL MURO
Y CUATRO HERMANAS)
En un importante perímetro que abarca varios
asentamientos que abarcan desde la Prehistoria hasta la Alta Edad Media hemos
localizado interesantísimos restos arqueológicos que hacen clara referencia a
un extenso período de ocupación de un territorio perteneciente a la tierra de
Malpartida de Cáceres, donde nos hemos encontrado con santuarios o altares
rupestres, petroglifos, cazoletas, lagaretos y, pertenecientes al asentamiento
romano y visigodo en la zona con restos de villas romanas y tumbas
antropomorfas.
En este lugar de la
comarca de Tajo-Salor son abundantes los testimonios arqueológicos, sin
obviar, la presencia de utensilios paleolíticos en el entorno próximo a los Barruecos, un poblado Calcolítico,
pinturas y grabados rupestres, una villa romana y tumbas antropomorfas, en
estos parajes se encontraron dos exvotos
dedicados a la diosa Ataecina
con sendas inscripciones, además de un altar rupestre. Tanto el ara, como los
exvotos, se hallaron en una dehesa conocida como La Zafrilla (situada a 2412 metros del
centro urbano de Malpartida de Cáceres), en las cercanías del antiguo
camino romano que conduce a la localidad de Arroyo de la Luz y al Puente de
Alcántara, donde existe un manantial de aguas medicinales donde podemos conectar
directamente con el santuario consagrado a la diosa. Los exvotos se encuentran
en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, mientras que el altar está en el
Museo de Cáceres. Las dos figuras que representan a una cabra fueron
encontradas en el año 1885 por unos labradores en La Zafrilla.
Próximo a la localidad de Malpartida de Cáceres
fueron encontrados dos exvotos de bronce con forma de cabritas y un ara
granítica que lleva grabado un tridente, con inscripciones dedicadas a la Dea
Sancta Adaegina, pertenecientes a la época romana y vinculado a villas rurales
agroganaderas[1].
Las cabritas
sujetan con las patas delanteras una cartela soldada donde pueden leerse los
siguientes textos:
D.S.T. AD-VICTORIN. –SER.C.SE-VERAE- A.L.V.S.
D(eae) S(anctae) T(uribrigensi) AD(aeginae) VICTORIN(a)
SER(va) C(occeia) SEVERAE A(nimo) L(ibens) V(otum) S(olvit)
DE.S.A.T.- COCCEIVS-MODESTI- ANVS.V.S.
DE(ae) S(anctae) A(daeginae) T(uribrigensi) COCCEIVS
MODESTIANVS V(otum) S(olvit)
D.S.T. AD-VICTORIN. –SER.C.SE-VERAE- A.L.V.S.
D(eae) S(anctae) T(uribrigensi) AD(aeginae) VICTORIN(a)
SER(va) C(occeia) SEVERAE A(nimo) L(ibens) V(otum) S(olvit)
DE.S.A.T.- COCCEIVS-MODESTI- ANVS.V.S.
DE(ae) S(anctae) A(daeginae) T(uribrigensi) COCCEIVS
MODESTIANVS V(otum) S(olvit)
Exvoto
dedicado por Coceio Modestiano a la diosa lusitana Adaegina según inscripción
bajo sus patas delanteras. La diosa Santa Ataecina de Turóbriga es una
divinidad prerromana que asimilaron a su Proserpina. Encontrada en la dehesa de
Zafrilla término de Malpartida de Cáceres. Una de estas cabritas se conserva en
el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y otr en el Provincial de Cáceres y
cuyas dimensiones oscilan entre los 7 x 7 x 20 cm.
Los
sacrificios de cabras a Adaegina, unido a la ablución purificadora con el agua
de la fuente milagrosa, eran un rito en el que el animal se convertía en
victima expiatoria del mal del oferente. Los exvotos broncíneos de cabras se
convertirían en ofrendas permanentes ante la divinidad por parte de quien las
realizaba.
El
manantial de aguas mineromedicinales en los tres últimos siglos han sido aprovechadas
para llenar las pilas de un rústico balneario y de un lavadero de lanas llamado
“de San Miguel”, nombre que recibe del santo titular que presidía el Altar de
la iglesia erigida en dicho lugar. La distancia del altar
de Zafrilla al balneario es de 1341 metros en línea recta y 2300 metros a las
tumbas antropomorfas del Lavadero San Miguel (Campofrío) propiedad
de don Germán Petit, recibiendo el lavadero las aguas de la charca que lleva su
mismo nombre, que recoge todas las corrientes de las inmediaciones, y después
de surtir a otra charca pequeña desemboca en el riachuelo de Pontones. Aún se
conserva la majestuosa fábrica construida a base de mampostería y sillería en
las esquinas, recerco de los vanos y zonas nobles. Se accede al interior por
dos puertas, una situada en el patio mediante una gran portada adintelada, su
interior se encuentra en lamentable estado de conservación, aún pueden
contemplarse los muros maestros de la que fuera capilla de San Miguel[2] con acceso interior y
exterior, presentando en esta zona una portada rectangular cegada, rodeada de
esgrafiados encalados exornado con dentellones y ovas, y coronada por un
azulejo que representa a la Virgen rodeada de los ángeles y coronada por el
Espíritu Santo en forma de Paloma[3]. El motivo esgrafiado
rodea al azulejo. La entrada principal está rematada por un campanario con arco
de medio punto con pináculos. Por esta zona de la entrada a la capilla se
encuentra el acceso principal al Lavadero de San Miguel, mediante una gran
puerta adintelada, rodeada de motivos esgrafiados elementales y rematados en
motivos curvilíneos y pináculos que centran un escudo heráldico de don Álvaro
de Ulloa, a instancias del cual se construye y comienza a funcionar el
Lavadero. Su interior presenta nave única de dos tramos separados por pilares,
cubiertos con bóveda de arista y capilla mayor con bóveda de cuarto de esfera,
se encuentra en muy mal estado de conservación el retablo rococó de la segunda
mitad del siglo XVIII, con hornacina central de arcos lobulados donde presidía
la imagen de San Miguel del siglo XVIII, actualmente en propiedad privada de
don Ramón Jordán, Vizconde
de Roda.
Saliendo del Lavadero
de lanas, nos encontramos con una iglesia bajo la advocación de la Inmaculada
Concepción, que tuvo culto hasta el año 1960. Se accede al interior mediante
una puerta adintelada, recercada de decoración esgrafiada y rematada por una
cruz rodeada por motivos decorativos geométricos y las letras AVE MARIA. En su interior ha
desaparecido la cubierta, siendo sustituida por una techumbre de uralita.
Presenta tres naves, con grandes arcos de medio punto, separadas por pilares y
capilla mayor rectangular. Se encuentra en lamentable estado de conservación,
dedicadas sus dependencias a establo[4]. El obispado decide dar el
nombramiento de parroquia a la barriada designando un cura párroco en
sustitución del capellán de RENFE. Por un tiempo se siguió utilizando la
antigua capilla para la celebración de los servicios, hasta que fue comprado en
1961 el local del cine de Benito Domínguez que fue reformado para acoger la
vivienda del párroco y la nueva iglesia de la Inmaculada que fue abierta al
culto en el año 1963[5].
Parecido
al Lavadero de lanas de Arroyo de la Luz –que
aparece citado en el Diccionario de
Madoz de 1845-[6], a
finales del siglo XVIII, se construyó en Malpartida de Cáceres un enorme
complejo dedicado al esquileo y lavado de lanas. En el siglo XIX llegó a tener
una producción de 80.000 arrobas de lana lavada anualmente, que luego era
vendida a las industrias textiles más importantes de Europa, destacando entre
ellas la de Covilhã (importante centro manufacturero de lanificios en
Portugal). Las lanas del Lavadero de Malpartida de Cáceres, que salían hacia el
centro manufacturero de Covhila, lo hacían por la vía romana, en principio
camino romano y que posteriormente fue solapado por varias vías pecuarias
perfectamente definidas y reconocibles que siguen el mismo trazado. Vía romana
y pecuaria que llega a una ciudad portuaria. Por tanto, existe la materia prima
en el Lavadero de Lanas de Malpartida y de San Miguel, recogida y lavada; y la
existencia de una vía de comunicación para llegar a un centro manufacturero:
Covhila, y un puerto por donde exportar el producto elaborado hacia ciudades
europeas y americanas. El emplazamiento de estos lavaderos
cumplía los principales requisitos exigidos para este tipo de instalaciones.
Debían situarse en un río con suficiente caudal y aguas abajo de la población
en la que se encontraran; también debía existir suficiente distancia respecto a
otras localidades situadas en el curso del río, para que las aguas sucias se
hubieran mezclado con las limpias.
Las
edificaciones del Lavadero de San Miguel forman un gran patio central en el que
se integran las salas de esquileo, las
viviendas de los operarios y las salas de esquileo, ermita y, en este caso, la
vivienda residencial de los propietarios de carácter señorial, que aún pervive
en condiciones no muy idóneas. Actualmente es una explotación agropecuaria de
propiedad privada, pero su construcción primigenia sigue los mismos parámetros
que el de Malpartida. Para funcionamiento del lavadero es imprescindible la
charca y, por ende, el molino harinero que en este caso son dos edificios de
molienda exentos de la presa así como la iglesia de San Sebastián. Junto a ello,
los corrales para estancia del ganado y una huerta que se riega con el
excedente de agua del lavadero. Estamos pues ante un “complejo industrial”
perfectamente estructurado en el que se hace el primer tratamiento de la
materia prima: la lana, desde el esquileo al lavado, clasificado y
comercialización de la misma.
En
la dehesa de La Zafrilla hemos
encontrado varios restos arqueológicos. Los parajes donde localizamos peñas
sacras o altares de sacrificio muestran determinados patrones de ubicación, de
organización interna del espacio e, incluso, de orientación astronómica[7] que parecen reflejar una
determinada concepción simbólica del paisaje. Sin embargo, lo que mejor define
este tipo de sitios es su originalidad al tratarse de construcciones pétreas
sagradas. El altar o santuario que nos ocupa en este estudio presenta los
mismos patrones que otras Peñas Sacras que ya hemos estudiado[8] o de las que se han
ocupado otros investigadores[9], están presentes las
cavidades, los escalones y otros elementos tallados que asociamos a
petroglifos, cazoletas.
Concretamente,
casi en el centro de un complejo arqueológico formado por lagaretos, peñas con
cazoletas y tumbas antropomorfas, se encuentra un altar rupestre situado sobre
una roca aislada, por lo que la referencia visual es obligada, responde a una
orientación Este-Oeste. Tiene cuatro escalinatas de acceso al ara cuyas medidas
desde la zona inferior son: 1ª escalinata: 28 x 13 cm; 2ª escalinata: 44 x 14
cm; 3ª escalinata: 51 x 18 cm; 4ª escalinata: 31 x 16 cm. Tiene una cruz justo
donde comienzan las escalinatas (cristianización). En la zona superior tiene el
altar el ara (41 x 29 cm) y una oquedad (28 x 24 cm). Medidas del Altar: altura
(42 cm), ancho (240 cm) y perímetro (10,30 m). presenta características
semejantes al altar de la Edad del Hierro situado en el paraje El Praillo de
los Mijares, en Hoyocasero (Avila) y de características similares al del castro
de Ulaca, en Solosancho.
Muy
próximo al altar encontramos un afloramiento granítico (con orientación Este-Oeste)
del que se han ido desgastando por efecto de la erosión una parte,
constituyendo una peña caballera unida por la base con el afloramiento
original. Esta roca también tiene escalinatas talladas, tiene una altura de 180
cms; tiene rampa pequeña en zona inferior, la primera escalinata mide 28 x 4
cms; la segunda mide 56 x 25 cms; la tercera mide 50 x 23 cms y la última que
corona la roca mide 60 x 44 cms. Anchura total: 130 cms. También hemos
localizado algunas peñas con unas formas características que posiblemente
tuvieron relación con algún tipo de ritual sagrado. Concretamente, una gran
roca que por los efectos atmosféricos está volteada (ancho: 255 cm; altura 1 m; ancho total: 160 cm.), así como dos
lagaretos cuyas medidas son 84 x 62 cm. el más cercano al altar rupestre y, el
que podemos considerar algo más alejado (20 metros), mide 90 x 60 cm.
Un
total de ocho tumbas hemos encontrado en la Dehesa La Zafrilla, que sumadas a las tumbas antropomorfas localizadas en
parajes muy cercanos, suman tres conjuntos arqueológicos muy interesantes de
estudiar en la tierra de Cáceres. Por tanto, presentamos este trabajo con el
ánimo de documentar tres conjuntos de tumbas excavadas en la roca que en
nuestra opinión es uno de los más interesantes e inéditos de la provincia de
Cáceres[10]. Con este trabajo está en
nuestro ánimo acometer un estudio sobre la generalidad, la difusión, o el
significado de lo que ha venido en llamarse “sepulcros antropomorfos”
-denominación que ha condicionado no poco su estudio- o “tumbas excavadas en
roca”, por lo que, como es natural, a los lugares en que se encuentran se les
denomina “necrópolis”. La idea, como decíamos, es realizar un estudio más
completo en el que llevamos trabajando varios años[11] y que ayude al visitante
a apreciar el conjunto de las tumbas excavadas en la roca existentes en la
Tierra de Cáceres, a la vez que damos a conocer, a quien tenga interés, algunos
elementos no catalogados. Incluso, nos atrevemos a asegurar que no todas estas
estructuras hayan servido como lugar de enterramiento, pues algunas de las
localizadas difícilmente ofrecen tal posibilidad. No obstante, no negamos la
posibilidad de que muchas hayan sido en algún momento utilizadas con fines de
enterramiento, o como lugares ceremoniales de exposición previos a una
inhumación en otro lugar; sin embargo, no nos parece que esté tan claro que
todos los elementos correspondan a la misma época ni hayan sido todos objeto
del mismo uso.
TUMBAS
(La Zafrilla)
I.- Tumba
1: Muy deteriorada. Medidas: 190 cm de largo, 50 cm ancho cabecera y 30 cm
ancho pies.
II.-
Tumbas 2: Hay dos tumbas juntas. Tumba casi rectangular
con modalidad de enterramiento que presenta curvatura en la cabecera y los
pies.
III.-
Tumba 2a: longitud completa 210 cms, cavidad interior, 162 cms; 51 cms cabecera
y 47 cms pies.
IV.- Tumba 2b: longitud completa 173 cms, cavidad interior, 157
cms; cabecera 55 cms y 43 cms pies. Tumba antropomorfa con cabecera circular y
pies rectos.
V.- Tumba 3: longitud 165 cms; cabecera 42 cms y 30 cms de pies.
Muy deteriorada, presenta forma ovoide. Con modalidad de enterramiento que
presenta cierta variante en la cabecera y los pies.
VI.- Tumba 4: longitud total 218 cms, cavidad 176 cms; cabecera 55
cms y 55 cms de pies. Tumba rectangular con modalidad de enterramiento que presenta curvatura en
la cabecera y los pies.
VII.- Tumba 5: longitud total 2 metros, cavidad 173 cms; cabecera
42 cms, medida ancho central 50 cms; 42 cms de pies. Tumba excavada en la roca de
forma casi oval, con variantes irregulares por los extremos, no llegando
geométricamente a la exactitud.
VIII.- Tumba 6: longitud 172 cms, 54 cms cabecera y 31 cms de
pies. Tumba ovoide, excavada en la roca de forma oval, con variantes irregulares
por los extremos, no llegando geométricamente a la exactitud. Se encuentra en
lamentable estado de conservación.
Desde la dehesa de La Zafrilla hasta las tumbas que hemos
localizado en La Marrada del Muro hay una distancia de 4200 metros y 5970
metros a las tumbas existentes junto al Hotel Los Arenales.
Las
tumbas excavadas en la roca constituyen uno de los vestigios arqueológicos más
abundantes en la Península Ibérica, con hallazgos que se extienden desde
Cataluña hasta Andalucía, aunque quedan al margen determinadas zonas del Norte
Cantábrico. Son muchas las horas de trabajo que estamos dedicando a la Tierra
de Cáceres y considerable esfuerzo y trabajo, pero esta zona lo merece; y
ofrece una casi inagotable fuente de conocimientos desde el punto de vista
arqueológico e histórico.
El presente trabajo
pretende dar a conocer un total de 8 tumbas en la Marrada del Muro: ETRS89,
Long 6º 27' 57.8" W, Lat 39º 29' 23.67" N, Zona 29; y un total de 11
tumbas en los Arenales ETRS89, Long 6º 26' 13.25" W, Lat 39º 27'
53.52" N, Zona 29. Las tumbas en los Arenales aparecen casi todas unidas
en un perímetro de 180 mtrs cuadrados llegando a formar una necrópolis;
mientras que las tumbas de la Marrada del Muro presentan mayor distancia unas
de otras, todas están excavadas en afloramientos graníticos sirviendo
directamente como depósito del cadáver. Tampoco coinciden en su orientación,
pues tomando como referencia la cabecera de las mismas, en los Arenales, el 45
% de las tumbas tienen una orientación W y N; y en la Marrada del Muro, al ser
más dispersa su ubicación difieren las orientaciones E y W., como si hubieran
buscado más que un sentido ritual hacia el naciente, es decir, una disposición
W-E, se han adaptado, más bien, a la roca virgen. La mayoría de las medidas
oscilan entre 1,75 y 1,80 en los Arenales, y las mismas medidas corresponderían
en su mayoría en las tumbas de la Marrada del Muro, con una profundidad que
oscila entre los 27 y 35 cms. Es importante tener en cuenta que tanto en la
Marrada del Muro como en los Arenales hemos localizado numerosos restos de
tégulas romanas.
Medidas en longitud,
anchura y profundidad de las tumbas de Los Arenales.
Tumbas 1 y 2- 179º49’38’’ y T2 180º50’38’’ Tumbas dobles,
rectangulares de gran capacidad, con marcada cabecera y pies.
Tumba 3 – 176º51’37’’ Tumba antropomorfa con cabecera circular con la forma de hombros y pies curvos.
Tumba 4 – 193º43’40’’ Tumbas dobles, rectangulares de gran
capacidad, con marcada cabecera y pies.
Tumba 5 – 172º45’40’’ Tumbas dobles, rectangulares de gran capacidad, con marcada cabecera y pies.
Tumba 6 – 183º53’33’’ Tumba rectangular con modalidad de enterramiento que presenta curvatura en la cabecera y los pies.
Tumba 7 – 186º46’44’’ Tumba rectangular con modalidad de enterramiento que presenta cierta variante en la cabecera y los pies.
Tumba 8 – 188º45’41’’ Tumba rectangular que presenta una curvatura en uno de sus lados, producto de su adaptación a la roca (variante irregular y deformada).
Tumba 9 – 164º46’30’’. Tumba Junto a un lagareto. Tumba antropomorfa con cabecera recta de hombros y pies curvos y caja con ligera forma trapezoidal lo que le da un cariz antropomorfo.
Tumba 10 – 178º48’35’’ Tumba rectangular con modalidad de enterramiento que presenta cierta variante en la cabecera y los pies.
Tumba 11 – 168º48’41’’ Tumba rectangular que presenta curvatura en la cabecera.
Medidas en longitud,
anchura y profundidad de las tumbas de la Marrada del Muro.
Tumba 1 - 330º NO 175º50’30’’. Tumba ovoide, excavada en la roca de forma
oval, con variantes irregulares por los extremos, no llegando geométricamente a
la exactitud.
Tumba 2 - 220º NO 178º45’30’’. Tumba individual, rectangular con variante
tipológica trapezoidal, con desarrollo importante de los pies y estrechándose
en la cabecera, producto de la adaptación a la roca.
Tumba 3 - 242º O 174º42’30’’. Tumba rectangular con modalidad de
enterramiento que presenta cierta variante en la cabecera y los pies.
Tumba 4 - 45º NE 194º53’35’’. Tumba rectangular que presenta una curvatura
en uno de sus lados, producto de su adaptación a la roca (variante irregular y
deformada).
Tumba 5 - 42º NE 172º50’34’’. y Tumba 6 -42º NE 278º49’23’’. Tumbas dobles,
rectangulares de gran capacidad, con marcada cabecera y pies.
Tumba 7 - 60º NE 176º53’21’’. Tumba ovoide, excavada en la roca de forma
oval, con variantes irregulares por los extremos, no llegando geométricamente a
la exactitud. Se encuentra en lamentable estado de conservación.
Tumba 8 - 320º NO 177º59’37’’. Tumba antropomorfa con cabecera semicircular
de hombros y pies curvos y caja con ligera forma trapezoidal lo que le da un
cariz antropomorfo.
Tanto el número de las tumbas excavadas en la roca como su
tipología diversa certifican la necesidad de un estudio detallado, no exento de
problemas. En tal sentido, es importante observar cómo la casi totalidad de ellas
no han conservado restos humanos, carecen de ajuares y se hallan
arqueológicamente descontextualizadas. Considerando que se trata de tumbas
características del medievalismo y la consideración de incluirlas en los
periodos post-romano y altomedieval con respecto a las épocas romana y feudal.
Hemos de destacar que a partir del siglo IV es frecuente la alternancia de
ritos que conducen a cambios estructurales, a modificar el rito de la
inhumación. El hecho de encontrarnos en la zona de los Arenales con restos
visibles de villas romanas (especialmente sillares bien escuadrados y cerámicas
de construcción y comunes) y se aprecia la existencia de ciertas estructuras
soterradas que parecen corresponder a un hábitat altomedieval, que también
existen en la Marrada, incluidas las pequeñas atalayas del borde del camino y
las circulares que bordean lo que parece una muralleta, lo que nos hacen
suponer que dichas tumbas excavadas en la roca corresponderían a la época
tardorromana, que puede definirse en términos generales como una preponderancia
de las estructuras asociadas a las comunidades rurales, en una zona llana,
sobre una colina de baja altura, asociado a terrenos de dedicación agrícola y
esencialmente ganadera. Nuestra opinión es que el hábitat tardoantiguo y
altomedieval en esta zona de la Tierra de Cáceres estaba vertebrado en torno a
núcleos relativamente pequeños, compuestos de distintos focos de hábitat,
aunque interconectados entre sí, con una disposición laxa y flexible. Otra cosa
muy distinta es su vinculación con un proceso de abandono de las áreas
centrales en época romana en beneficio de las periféricas, a causa de la crisis
vilicaria. Aunque no podemos aquí profundizar sobre ese asunto, por la ausencia
de datos arqueológicos, además las tumbas han aparecido vacías, posiblemente
como consecuencia de algún tipo de violación o el paso del tiempo (inclemencias
al estar expuestas al deterioro exterior), impidiéndonos encontrar restos en el
interior de las mismas.
Es interesante advertir además que estamos ante uno de los
ejemplos de transformación de una antigua estructura romana en un centro de
culto, un cambio que reflejaría además las alteraciones en el sistema social y
en la articulación del estatus.
Las tumbas excavadas en la roca de los Arenales y la Marrada del
Muro deben integrarse en tal proceso, la distancia existente entre ambos
conjuntos pétreos funerarios es de 3,800 km. situándose las tumbas de la
Marrada del Muro en el antiguo camino de Arroyo de la Luz a Cáceres, y el
conjunto de los Arenales al Sur del camino; Arroyo-Casar (con una bifurcación
con nombre propio a las Marradas. Es un cruce de caminos muy importante por
servir de “puente” de dos importantes vías de comunicación. Las tumbas
sirvieron directamente como depósito del cadáver, son exactamente ataúdes
excavados directamente en la roca. El caso de las tumbas dispersas localizadas
en la Marrada del Muro, se encuentran en un lugar más inaccesible, también
asociadas a terrenos agrícolas.
La enorme profusión y variedad de estructuras talladas en roca que
aquí se encuentran, proporcionan un conjunto inmejorable para facilitar la
comprensión de estos asuntos. Aunque estas afirmaciones parecen confirmar la
idea de que las primeras fases de la utilización de las tumbas excavadas en la
roca, deben situarse en los siglos tardoantiguos, la asociación de las
necrópolis con tales centros de hábitat romanos es, de
todos
modos, compleja. Las razones estriban en que no se ha constatado de manera
fehaciente que exista una conexión sincrónica entre los yacimientos, que pueden
corresponder a momentos distintos de ocupación, y en el hecho de que no es
segura la adscripción vilicaria de los núcleos señalados. La ausencia de
ajuares y la inexistencia de dataciones absolutas lastran cualquier precisión
cronológica.
Como hipótesis, puede plantearse que estos lugares sufrieron una
remodelación en época tardoantigua, transformada en una zona de hábitat con
construcciones de materiales perecederos o en espacios funerarios,
produciéndose entonces la eclosión del cementerio. Aunque siempre como
hipótesis, la reiteración de los datos en este sentido permite aventurar un
origen tardoantiguo de las necrópolis de tumbas excavadas en la roca. De todos
modos, los siglos VIII al X marcaron posiblemente el apogeo de esta forma de
enterramiento, pudiendo afirmar que el momento de finalización del uso de estas
necrópolis debe situarse en la consolidación del poblamiento aldeano y de la
parroquia como centro de culto y eje de la articulación rural.
La investigación sobre las necrópolis de tumbas excavadas en la
roca se ha preocupado muy poco por profundizar en las relaciones que éstas
tenían con la organización del territorio y del poblamiento. En nuestro caso,
vinculamos estas tumbas de los Arenales y la Marrada del Muro con un hábitat
disperso que habría surgido tras la época romana, como probaría su
emplazamiento en esta zona. Mientras que en los Arenales las inhumaciones
aparecen en grupos concentrados, por el contrario, en la Marrada del Muro se
extienden por un terreno amplio, tal y como ya hemos explicado. Esta
distribución de sepulturas aisladas sería un vestigio de necrópolis más
extensas. Lo que nos ha llevado a identificarlos como yacimientos
diferenciados, cuando podría tratarse de una misma área extensa de inhumación,
dada la cercanía entre ambos conjuntos. Además, podría darse el caso de que un
mismo poblado tiene en torno a sí al menos tres focos de inhumaciones. Por otra
parte, la cercanía de algunas tumbas con otras, a pesar de su diferenciación en
sitios distintos, apunta la posibilidad de que se trate de vestigios aislados
de una misma zona de inhumación.
Otra circunstancia que ha de tenerse en cuenta es la cercanía de
estas necrópolis a determinadas vías locales, conservadas en forma de
carreteras o de caminos que unen a determinadas aldeas. Hemos de tener en
cuenta que la Marrada del Muro –como ya hemos indicado- se encuentra en el
antiguo camino de Arroyo de la Luz a Cáceres, y en la bifurcación del camino de
Malpartida al Casar de Cáceres, y al Sur del camino está el yacimiento
funerario de los Arenales. E igualmente es interesante comprobar el
emplazamiento de las tumbas en relación con los cursos de agua, en especial con
determinados arroyos tales como los Arenales que es tributarios del Tallón y
éste del Casillas, el cual es un afluente del Salor.
Pero además, el yacimiento de Los Arenales encierra sus misterios
y sobre todo, envuelve al visitante en un ambiente antiguo, e imprime en el
ánimo de quien lo visita la firme convicción de hallarse en un lugar con profunda
significación mágica. Es como trasladarse a un lugar del pasado en el que el
ser humano concedió una importancia tal, que plasmó en el paisaje una impronta
que refleja como en muy pocos otros lugares su más profunda e íntima
personalidad, encontrándonos ante un paisaje que se eleva con respecto a la
zona circundante formando una pequeña llanura, condicionado por el clima que lo
circunda, por la humedad que procede de los arroyos que allí nacen.
Hemos elegido estas necrópolis precisamente porque presentaba unas
características muy particulares en cuanto a la variedad de tipos, nos
referimos en concreto a los Arenales. No podemos presumir de haber encontrado
las claves que descifren lo que, a nuestro entender, continúa siendo un
misterio. Se nos permitirá, no obstante, que hagamos antes alguna consideración
sobre el particular. Se han intentado con más o menos acierto diversas
clasificaciones, sin que hasta el momento haya sido posible determinar una
cronología y una procedencia cultural clara para todos los yacimientos en que
estos elementos aparecen.
Lo cierto es que aparecen en los lugares más dispares, aunque en
una geografía precisa, en diferentes disposiciones y orientaciones y con
distintas formas. Cabe preguntarse, y algunos lo han hecho, si es prudente
considerar uno y el mismo fenómeno algo que se presenta en tan variadas
manifestaciones[12].
La orientación de los sepulcros excavados en los lanchares y bolos
graníticos está condicionada por la disponibilidad de superficie apta,
distribuyéndose anárquicamente. Tipológicamente presentan gran variedad:
rectangulares. Algunas responden a un tipo de enterramiento en el que la fosa
era excavada directamente en la roca, solían ser de formas ovaladas y
fusiformes (de bañera), y en ocasiones de forma antropomórfica (reproduciendo
la silueta del muerto) algunas incluso con la forma de los hombros y rebaje
para la cabeza. Estas tumbas antropomórficas se conocen con el nombre de
"olerdolanas" por haberse documentado por primera vez en el
yacimiento de Olérdola, provincia de Barcelona. El rito de inhumación estaba
relacionado con las costumbres cristianas autóctonas, se lavaba y ungía el
cadáver, envolviéndolo después en una sábana de lino para luego depositarlo
dentro de la fosa directamente y sobre el cadáver se echaba arena y finalmente
se sellaba la tumba con lajas de piedra.
Las, tipo bañera o “fusiformes”, y antropomorfas. Podemos
interpretar, incluso, que algunas de las
primeras comunidades cristianas quedaron aisladas y dispersas por la zona, en
tiempos de plena dominación romana de toda la Península, y permanecieron
aisladas durante épocas posteriores, al menos hasta la etapa visigoda. Debe
recordarse que Cáceres capital dista del lugar unos 9 kilómetros; Malpartida de
Cáceres unos 5 kilómetros en direcciones opuestas; Casar de Cáceres unos 10
kilómetros, también en distintas direcciones; y Arroyo de la Luz no anda
tampoco muy lejos. Es decir, que tenemos que suponer este valle ya vía de
comunicación importante entre los principales centros. Por no mencionar
hallazgos importantes como los ya citados de una posible villa romana, que
completan una secuencia de ocupación realmente amplia.
También hay quienes defienden -muy respetablemente- la procedencia
visigoda o medieval, exclusivamente, de este tipo de yacimientos. Cierto es que
en algunos ha aparecido asociada algún tipo de impedimenta de estas épocas, y
que incluso algunas necrópolis, sobre todo en las que se preservan
enterramientos, pueden y quizá deben asignárseles. Si no certeramente su
elaboración, sí al menos su uso. Sin embargo, en la Marrada del Muro y en los
Arenales no aparecen restos de esta época, ni cerámica, como correspondería a
un lugar densamente poblado, ni se tiene noticia de necrópolis muy alejadas del
núcleo de población que las nutre: reconozcamos que sería ésta una peculiaridad
cultural notable. Podríamos pensar en la posibilidad de dos núcleos
civilizados, con manifestaciones culturales distintas, reconociendo un lugar
sagrado común para la práctica de ritos de inhumación. Esto explicaría en parte
la diversidad de tipos coincidiendo en un mismo espacio. Una teoría
interesante, porque hay que considerar que no estarían compartiendo
exclusivamente la “necrópolis”, sino el territorio, del que ésta sería centro
ritual.
De la dehesa de Zafrilla a Cuatro Hermanas hay 2740 metros. En
esta zona muy cercana a la localidad de Malpartida de Cáceres, concretamente en
su Polígono Industrial, hemos encontrado otro altar de sacrificios o santuario
rupestre.
El
altar responde a una orientación Norte-Sur. Tiene al NE catorce escalones a
intervalos de 50/40/50/40/35/40/50/55/35/40/50/lateral 46/ en una longitud de 4
ms. En la cara NE tiene, igualmente, cuatro concavidades casi circulares. Con
un diámetro aproximado de 15 cm (circunferencia). El altar tiene una altura de
5,20 m. Ancho: 10,40 m. En la zona superior un ara de 220 cm por 94 cm. y de
profundidad 50 cm. Una cubeta cuadrada al lado de 20 x 20 cm.
Está compuesto de petroglifos, cazoletas,
una gran pila con desagüe y escalones tallados en la roca que han llevado a la
conclusión de que nos encontramos ante un altar de sacrificios rupestre. La disposición de la pila con sus canales y
desagüe hace pensar en una especie de recipiente inferior pétreo para recoger
la sangre de las víctimas, hipótesis que no consideramos descabellada, si
tenemos en cuenta las referencias clásicas de Estrabón o Silio Itálico que
mencionan sacrificios como práctica corriente entre los pueblos del N.O. y la
Lusitania.
No es frecuente la aparición de varios de estos altares de
sacrificios en un espacio tan reducido. La proliferación de espacios sacros en
Malpartida de Cáceres tiene que venir motivada necesariamente por razones
relacionadas con la pervivencia del hábitat a lo largo de las sucesivas etapas
protohistóricas. Siguiendo al profesor
Almagro-Gorbea, el culto a las peñas se documenta ya desde el Campaniforme en
Peñatú y en Fraga da Pena, en el Bronce Final en Axtroki y en la Edad del
Hierro en Ulaca y Peñalba de Villastar, siempre asociado al culto solar[13]. Estas manifestaciones
religiosas las relaciona Almagro con un sustrato muy arcaico “protocéltico” que
coinciden con otros rituales como los depósitos de armas en cuevas y peñas que
aparecen ya desde los primeros momentos
del Bronce Atlántico y continúan hasta el Bronce Final con la costumbre de
arrojar armas a las aguas[14].
El ritual del sacrificio debió de ser muy
similar en los pueblos de la Hispania Céltica. El sacrificio se efectuaba en la
parte superior del santuario y las piletas estaban destinadas a contener la
sangre de las víctimas y a la cremación de las entrañas de las mismas. La
coincidencia de la orientación del altar con la cumbre alta, podría no ser
casual y estar intencionadamente buscada en asociación con algún fenómeno
celeste.
Dada la escasa distancia entre los dos altares, y otro más
localizado en Los Barruecos, habría
que encuadrarlos cronológicamente en la II Edad del Hierro.
[1] En el año 1918 la
pieza fue cedida a la Biblioteca Museo Balaguer, en Villanueva y Geltrú
(Barcelona), por María del Carmen Jalón.
HURTADO DE SAN ANTONIO, R: Corpus
provincial de inscripciones latinas, Cáceres. Cáceres. 1977, p. 162;
BLÁZQUEZ, J. M: Religiones primitivas de
Hispania, fuentes literarias y epigráficas. Roma, 1962, p. 142; FITA Y COLOMÉ, F: “Inscripciones romanas
inéditas de Cáceres, Úbeda y Alcalá de Henares”. Boletín de la Real Academia de la Historia, VII, Madrid, 1885, pp.
45 y ss.
[2] En el Archivo Diocesano
de Coria-Cáceres, se conserva documentación diversa sobre la capilla de Arroyo
de la Luz (en años comprendidos entre
1907-1958).
[3] Vid. nuestro trabajo RAMOS RUBIO, J.A y DE SAN MACARIO
SÁNCHEZ, O: “El lavadero de
San Miguel de Arroyo de la Luz en la Ruta de la Lana”. XXXII Ruta Cicloturística del Románico Internacional. Pontevedra, 1
de febrero al 8 de junio de 2014, pp. 129-133.
[4] En el Archivo Diocesano
de Coria-Cáceres, se conserva documentación sobre la parroquia. 1958-1973.
[6] MADOZ, P: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones
de ultramar. Madrid, 1845-50.
[7] JIMÉNEZ
GUIJARRO, J: “Las Peñas Sacras como imago mundi del “centro cósmico” en el
mundo indoeuropeo y céltico”, Tra-balhos de Antropologia e Etnologia, 40
(3-4), Porto 2000, 101-116.
[8] ESTEBAN ORTEGA, J; RAMOS RUBIO, J. A y DE SAN MACARIO
SÁNCHEZ, O: “El altar rupestre de La
Molineta (Trujillo) y su entorno arqueológico”. Boletín
de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Tomo XXI, Trujillo, 2013, pp. 307-321;
RAMOS RUBIO, J. A: “Altar de sacrificios de la Edad del
Hierro en la finca de las Calderonas”. XXXVIII
Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo 21 al 27 de septiembre de
2009; ESTEBAN ORTEGA, J.; RAMOS RUBIO, J. A; y DE
SAN MACARIO SÁNCHEZ, O: “El complejo arqueológico de San Juan el Alto (Santa
Cruz de la Sierra-Cáceres). Santuarios rupestres”, Alcántara 79, 2014,
11-28.
[9] CORREIA SANTOS, M.J: “Santuários rupestres no Ocidente
da Hispania indo-europeia. Ensaio de tipologia e classificação”, Pal-Hisp
10, 2010, 147-172; CORREIA SANTOS, M.J: “La arqueologia, lo imaginário y lo
real: el santuário rupestre de Mogueira (São Martinho de Mouros, Resende,
Portugal)”, MM 53, 2012, 455-496. CORREIA SANTOS, M.J: “El
Santuario rupestres del pico de San Gregorio, Santa Cruz de la Sierra
(Cáceres)”. Paleohispánica, 14 (2014), pp. 30 ss; VAZ,
J.L.: “Tipologia dos santuários rupestres de tradição paleo-hispânica em
território português”, en: J. Cardim Ribeiro (ed.), Lo-quuntur Saxa,
Religiões da Lusitânia, Lisboa 2002, 39-42; SEOANE VEIGA, M. V. GARCÍA QUINTELA
y A. GÜIMIL FARIÑA: “Las pilas del castro de Santa Mariña de Maside (Ou-rense):
hacia una tipología de los lugares con función ritual en la Edad del Hierro del
NW de
la Península Ibérica”, Cuadernos de Estudios Ga-llegos LX, 126, 2013,
13-50; SANTOS JÚNIOR, A.M. FREITAS, A. COSTA, N.: “O Santuário do Castelo do
Mau Vizinho”, Revista de Gui-marães XCIX, 1989, 375-381; GARCÍA QUINTELA, M.V y SANTOS ESTÉVEZ, M: Santuarios de la
Galicia Céltica. Arqueología del Paisaje y Religiones Comparadas en la Edad del
Hierro, Madrid 2008; FABIÁN GARCÍA, J.F: “Altares rupestres, peñas sacras y
rocas con cazoletas. Ocho nuevos casos abulenses y uno salmantino para la
estadística, el debate y la reflexión”, MM
51, 2010, 222-267
[10]
Existen escasos estudios relacionados
con otras zonas de la Provincia de Cáceres que hacen referencia directa o
indirecta a tumbas excavadas en la roca. SANGUINO MIGUEL, J: “Antigüedades de
las Torrecillas, Alcuéscar. “. Boletín de la Real Academia de la Historia.,
tomo LIX, Madrid, 1911, p. 349. GONZALEZ CORDERO, A: “Las tumbas excavadas en
la roca de la Provincia de Cáceres”. Alcántara,
Revista del Seminario de Estudios
Extremeños, número 17, mayo-agosto, Cáceres, 1989, pp. 133-144. RAMOS
RUBIO, J. A.: "Tumbas altomedievales en Trujillo". El Periódico Extremadura, lunes 23 de
octubre de 1995, p. 4. RAMOS RUBIO, J. A: "Tumbas altomedievales en
Trujillo", Revista La Piedad,
1988, pp. 69-71. RAMOS RUBIO, J. A: “Tumbas
antropomorfas en Trujillo”. Alcántara, Revista del Seminario de Estudios
Extremeños, núm. 57, septiembre-diciembre, 2002, pp. 47-53. PAULE RUBIO, A.: "Tumbas antropomorfas y santuario de Aceituna”. Actas de los XXXII Coloquios
Históricos de Extremadura. Badajoz, 2004. RUBIO ANDRADA, M. y RUBIO MUÑOZ, F. J: “Las sepulturas antropomorfas
del berrocal trujillano”. Actas de los
XXXIII Coloquios Históricos de Extremadura. Badajoz, 2005. MOLANO CABALLERO, S: Apuntes sobre la historia de Garrovillas de
Alconétar. 1ª parte. “El Garrote, Túrmulus y Alconétar”. Cáceres, 1984.
JIMENEZ NAVARRO, E y RAMON FERNANDEZ OXEA: “Excursión arqueológica a la Aliseda
y Arroyo de la Luz”. Boletín de la Sociedad Española de
Excursiones. LIII, 1-11, 1949. LOPEZ JIMENEZ, E: “La desconocida riqueza
arqueológica de San Vicente de Alcántara”. Revista
de Estudios Extremeños, XXXIX, I, 1983. PAREDES GUILLEN, V: “Repoblación de
la villa de Garrovillas”. Revista de
Extremadura, número I, 1899. BUENO RAMIREZ, P: “La necrópolis de Santiago
de Alcántara (Cáceres). Una hipótesis de interpretación para los sepulcros de pequeño
tamaño del megalitismo occidental”. BSEAA,
LX, 1994. DONOSO GUERRERO, R: Necrópolis visigoda de Zarza de Granadilla, Trabajos de Prehistoria, número 27, 1970, pp. 327-335. GONZALEZ CORDERO, A: “Los
sepulcros excavados en la roca en la provincia de Cáceres”. Jornadas Internacionales los visigodos y su
mundo. Madrid, 1997, pp. 273-284.
[11] Véanse los estudios
de uno de los autores de esta comunicación. RAMOS RUBIO, J. A: "Tumbas
altomedievales en Trujillo", Revista La
Piedad, 1988, pp. 69-71. RAMOS
RUBIO, J. A: “Tumbas antropomorfas en
Trujillo”. Alcántara, Revista del Seminario de Estudios Extremeños, núm.
57, septiembre-diciembre, 2002, pp. 47-53.
[12]
Algunos autores consideran que corresponden a la época tardorromana (entre los
siglos V y VII) como FABIAN, J. F. y SANTOJA, M: “Los poblados
hispano-visigodos de Cañán (Pelayos, Salamanca)”. Estudios Arqueológicos I, Salamanca, 1986; y otros a una cronología
que abarca desde finales del imperio romano hasta el siglo XI, según las
características de los sepulcros, considerando un mayor número de sepulcros
correspondientes a necrópolis hispano-visigodas. MARTIN VISO, I: “Elementos
para el análisis de las necrópolis de tumbas excavadas en la roca: el caso de
Riba Coa”. CuPAUAM 31-32, 2005-2006, pp. 83-102. Algunos investigadores han
planteado propuestas distintas consideran que los inicios de las necrópolis de
tumbas excavadas en la roca, incluyendo las antropomorfas, deben situarse a
finales del siglo VII, aunque serían entre los siglos VIII al X cuando se produjo
su momento de máximo uso. Tal es el caso de LÓPEZ QUIROGA, J. y RODRÍGUEZ
LOVELLE, M.: “L’habitat dispersé de la Galice et du Nord du Portugal entre le
Ve et le Xe siècle. Essai d’intepretation à partir de l’analyse macro et
microrégionale”, CURSENTE, B. (ed.), L´habitat dispersé dans l’Europe
médiévale et moderne.
Toulouse.1999, pp. 97-119. Su presencia se vincularía a ciertos cambios
sociales, generándose un poblamiento en áreas hasta entonces marginales como
indican REYES TÉLLEZ, F. y MENÉNDEZ ROBLES, Mª L.: “Excavaciones en la ermita
de San Nicolás. La Sequera de Haza (Burgos)”.
Noticiario
Arqueológico Hispánico 26, 163-213. 1985. En una línea muy
similar se mueve el trabajo de M. Barroca sobre el mundo funerario medieval en
el norte de Portugal (BARROCA, M. J.: Necrópoles e sepulturas medievais de
Entre-Douro-e-Minho (séculos V a XV).
Oporto, 1987). Éste da por buena la diferenciación entre tumbas antropomorfas y
no antropomorfas es correcta, a pesar de las numerosas variantes formales en
cada grupo, y acepta que las antropomorfas serían posteriores y surgirían en el
siglo IX.
[13] M. ALMAGRO-GORBEA,
«Nuevas fechas para la Prehistoria y la Arqueología de la Península Ibérica». Trabajos de Prehistoria 33, 1976, 307-317.
[14] M. ALMAGRO GORBEA, «Sacre Places and Cults of the Late Bronce Age
tradition in Celtic Hispania», en R. Habelt (ed.), Archäologische Foschungen zum
Kult-geschehen in der Jüngeren Bronzezeit und Frühen Eisenzeit Alteuropas,
U. Regensburg, Bon, 1996, 43-79.
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