EL
ASENTAMIENTO ARQUEOLÓGICO DE SAN GIL TÉLLEZ (CÁCERES)
Próximo a la capital cacereña, en la
carretera de Monroy, localizamos un asentamiento en el paraje de la Casa de San
Gil donde hemos encontrado interesantes restos arqueológicos. Se localiza entre
los 39º 33´ 17,14" de latitud N y los 6º 18´
56,63" de longitud W. próximo al Molino de Topete y al castro prerromano
Castillejo del Guadiloba, y al río Palacio de Pedro López y al río Pizarro. Muy
cercano están los restos del campamento romano Cáceres el Viejo y la Casa de
las Corchuelas. El asentamiento se encuentra en una ladera en la que no existe
resto de construcción tan solo la Casa de San Gil o cortijo un pozo cubierto
por una construcción de ladrillo y adobe y escasos restos de paredes de
mampostería, el lugar presenta escasos afloramientos graníticos en toda su
superficie. La ventaja de este sitio es que cuenta con recursos de agua
cercanos y se halla en un área en la que los suelos permiten tanto un
aprovechamiento agrícola como ganadero.
En el perímetro que rodea la Casa de San
Gil hemos localizado un total de 13 tumbas sobre roca y una infantil que aparecen dispersas y aisladas, lo cual estaría
relacionado con una realidad de poblamiento disperso, dada su contraposición
respecto a las grandes necrópolis al uso en las zonas del
territorio español en las que existen grandes agrupamientos de población.
Los lugareños las atribuyeron a los “moros”,
otra idea corriente en círculos académicos es que son de origen visigótico.
Aproximarnos a la cronología exacta de la construcción de estos sepulcros es un
verdadero desafío ante la ausencia de indicadores de carácter arqueológico. La
mayoría de estas sepulturas halladas en el paraje de la Casa de San Gil son
iguales, muy alargadas y estrechas, más ancho al lado de la cabeza que hacia
los pies; pero algunas son distintas, presentando una talla especial para la
cabeza. La orientación de las tumbas es variable entre 30° y 210°, por lo que
sugiere tenga un motivo religioso más que práctico. Hay que tener en cuenta que
las necrópolis de tumbas excavadas en la roca son uno de los más abundantes
restos de la época pos-romana en la Península Ibérica. Tanto su número como su
amplitud geográfica certifican la necesidad de un estudio detallado, no exento
de problemas. En tal sentido, es importante observar cómo la casi totalidad de
ellas no han conservado restos humanos, carecen de ajuares y se hallan
arqueológicamente descontextualizadas. El resultado es que continúan siendo un
dato escasamente utilizado en los estudios sobre la Alta Edad Media peninsular.
En dicha situación convergen la despreocupación por la arqueología que
tradicionalmente ha caracterizado al medievalismo y la consideración ancilar de
los periodos post-romano y altomedieval con respecto a las épocas romana y
feudal.
En la zona
donde se ubican las tumbas, más próximas a la casa de San Gil, aún subsisten
fragmentos de: ladrillos tipo "burro", tegulae (tejas),
cerámica común de torno rápido, así como escorias de hierro y una inscripción
romana inédita formando parte de un escalón del cortijo de San Gil.
Muchos han sido los estudios
que se han realizado sobre los sepulcros excavados en rocas, con diversidad de
opiniones respecto a su origen y finalidad, defendiendo una cronología que
abarca desde la Protohistoria hasta su origen medieval, llegando a defender su
utilización hasta el siglo XV. En lo que a las características tipológicas, se
refiere, tales como los rebordes elevados, contornos para los pies y/o la
cabeza, ausencia de contornos, profundidad, etc.; serían indicadores bien de
una cronología más tardía, o bien podrían estar relacionadas con el estatus
socio-económico del inhumado.
En una primera fase el proceso se iniciaría
con la elección del lugar de implantación, así como de una roca de granito
apropiada al caso, en cuya elección, y por razones obvias, no solamente era
necesario tener en cuenta las dimensiones del difunto, sino que permitiese,
además, orientar la sepultura de forma que la cabeza quedase orientada hacia el
Oriente (relacionado con Dios el "día del juicio final", según
los cánones cristianos de la época). En una segunda fase se procedería a marcar
en la roca el contorno de la sepultura para, seguidamente, realizar el excavado
correspondiente con la profundidad deseada, así como el alisado de las
superficies internas del habitáculo.
También podría darse el caso de que este tipo de
enterramiento se ha utilizado durante centenares de años por diversas culturas,
lo que aparece avalado por los diferentes grados de erosión que aparecen sobre
tumbas situadas en una misma roca. En cuanto a las razones por las que este
tipo de sepulturas aparecen aisladas o en muy pequeños agrupamientos, una de
las teorías podría ser su atribución a los eremitas (La palabra
“eremita” procede del substantivo “eremo” que significa desierto. En la Edad
Media, era muy común que las personas que buscaban una vida más evangélica y
penitente habitasen en lugares desiertos).
Hasta el día de hoy nadie ha elaborado
una investigación sobre estos restos arqueológicos, sólo se ha escrito algún
que otro artículo estableciendo algunas dudas, hipótesis y catalogaciones. Nosotros,
en particular, las relacionamos con el proceso de caída del Imperio Romano y los posteriores
repoblamientos rurales. Para él habría una evolución tipológica,
siendo las sepulturas más antiguas las no antropomorfas, las cuales tendrían su
origen entre los siglos V al VII, mientras que las antropomorfas serían típicas
de los siglos VIII-XI, según las zonas. Lo que sí hemos comprobado en los
diferentes estudios que hemos publicado al respecto es que en
los siglos VII al IX tienen forma de bañera, donde se empieza a vislumbrar una
cierta representación antropomorfa. En los siglos IX-X las tumbas ya ofrecen un
redondeamiento en la parte superior de la sepultura para alojar la cabeza, con
forma trapezoidal o cuadrangular en el resto.
Lo cierto es que no hemos
encontrado ninguna tumba intacta, por lo que no se tienen datos que sustenten
las teorías. Existen dos hipótesis sobre el uso y funcionalidad de las citadas
tumbas:
- Como lugar de enterramiento. Pero no
se han encontrado, ni dentro ni en sus alrededores, restos de ajuar, huesos,
herramientas…, que puedan demostrar fehacientemente esta teoría.
- Lugares para el secado de cadáveres
(momificación). Proceso que duraría algunas semanas. Posteriormente serían
retirados de ese lugar para ser enterrados en otro lugar. No se han encontrado
restos de momias en la comarca de Cáceres donde hemos llegado a encontrar más
de doscientas tumbas. Pero tampoco hay demasiadas tumbas, menos infantiles, lo
que es extraño, dado el alto índice de mortalidad que debió de existir (sobre
todo a nivel infantil). Esta teoría, explicaría la escasez de tumbas, la mayor
escasez de tamaño infantil, la ausencia de ajuar y restos, la abundancia de oquedades
próximas a las tumbas (donde se suponen que se depositaban las entrañas). Además, la poca profundidad de muchas de estas tumbas y
la irregularidad de los bordes previenen la colocación de una cobertura. Es
difícil evitar llegar a la conclusión de que las tumbas quedaron abiertas, y
esta idea concuerda quizá con la teoría de que las tumbas se utilizaron para la
momificación. Pero, esta teoría se cae al observar que existen tumbas
familiares o tumbas dobles, entendiendo que los miembros de una familia no iban
a fallecer al mismo tiempo y las tumbas servirían de lugar de enterramiento.
Debido a que no se ha encontrado ningún tipo
de lápida que sirviera de tapadera, consideramos finalmente que podían ser
utilizadas para descarnar y desecar los cadáveres antes de su inhumación. y su
adscripción a pequeñas comunidades cristianas que habitaran en la zona entre
los siglos V y VII. Teniendo en cuenta
que sería entre los siglos VIII al X cuando se produjo su momento de máximo
uso. Su presencia se vincularía a ciertos cambios sociales, generándose un
poblamiento en áreas hasta entonces marginales como sería el caso del paraje de
la casa de San Gil.
Tumba 1.- Forma
de bañera. Medidas: 180 * 44* 24 O-E (longitud, anchura, profundidad y
orientación)
Tumba 2.- Forma de bañera. Medidas: 177 * 46 *
colmatada O-E.
Tumba 3.- Trapezoidal. Medidas: 200 * 48 * 25
NE-SO.
Tumba 4.- Cuadrangular
con cabecera y pies semicircular. Medidas: 167 * 57 * 16 NO-SE.
Tumba 5.- Cuadrangular
con cabecera y pies semicircular. Medidas: 170 * 40 * 25 O-E.
Tumba 6.- Forma de bañera. Medidas: 175 * 42 * 42
N-S.
Tumba 7.- Forma de bañera. Medidas: 189 * 50 * 23
N-S.
Tumba 8.- Forma de
bañera. Medidas: 175 * 40 * 30 O-E.
Tumba 9.- Forma trapezoidal. Medidas: 189 * 40 * 37
O-E.
Tumba 10.- Forma de bañera. Medidas: 180
* 50 * colmatada O-E.
Tumba 11.- Forma ovoide. Medidas: 162
* 60 * colmatada N-S.
Tumba 12.- Forma de bañera. Medidas: 180
* 47 * colmatada N-S.
Tumba 13.- Forma pisciforme. Medidas: 190
* 57 * colmatada N-S.
Tumba
14: Tumba infantil: 110 * 31 * 25 N-S.
Restos interesantes se localizan
junto a la casa o cortijo, concretamente, en uno de los laterales de la casa de
San Gil aún subsisten 4 grabados en pizarra de tradición lúdica. Se trata de
tableros de juego grabados en roca pizarrosa, consistentes tres de ellos en el
juego “Alquerque de Nueve” y otro en el “Alquerque de Doce”. El juego "Alquerque de Nueve" fue practicado durante
varios milenios en el Norte de África y Oriente Medio, e incluso es probable
que uno de los juegos practicados por el hombre del Neolítico en petroglifos
fuese el Alquerque. Durante la Edad
Media fueron los árabes los que difundieron este juego por la Península
Ibérica. No en vano, el nombre del juego proviene del árabe
"al-qariq" (sitio plano), que tuvo gran
tradición hasta el punto de ser comentado por Alfonso X el Sabio en el
manuscrito Libro de Ajedrez, Dados y Tablas, quien decía que el
alquerque se parecía al ajedrez pues “se joga com o espirituo”.
Pero vayamos a lo más interesante, ¿cómo se juega a este juego?. Este es un juego para dos jugadores, y tiene como objetivo colocar tres fichas del mismo color en vertical u horizontal (lo que se llama un molino) e ir capturando las fichas del adversario. El juego tiene dos etapas, la primera, en la que los jugadores van colocando alternativamente sus nueve fichas, y la segunda, en la que irán moviendo las fichas por el tablero a posiciones vacías del mismo. Los jugadores colocan, por turnos, sus fichas en cualquiera de las 24 casillas vacías del tablero. Cada vez que un jugador consigue alinear tres de sus fichas, es decir, realizar un molino, puede capturar una de las fichas de su adversario (que ya no podrá volver a ser utilizada), pero no pueden capturarse las fichas que formen parte de un molino, excepto si no hay otras fichas disponibles. Una vez colocadas todas las fichas, y siguiendo por turnos, cada jugador puede desplazar una de sus fichas a una posición contigua que esté vacía, siguiendo una de las líneas del tablero. Cada vez que un jugador consigue un nuevo molino, capturará una de las fichas del adversario. Cuando a uno de los jugadores únicamente le quedan 3 fichas, entonces puede moverlas libremente a cualquier posición libre del tablero, aunque no sea adyacente (siguiendo su turno). Pierde aquel jugador al que solamente le quedan dos fichas, o que tiene bloqueadas todas sus fichas (aunque normalmente se juega con la variante de que si un jugador tiene todas sus fichas bloqueadas, pierde su turno hasta que alguna de sus fichas quede desbloqueada).
Existen diferentes variantes de este juego,
como por ejemplo el otro tablero o “Alquerque de Doce”, que consiste en que el
tablero tenga pintadas cuatro líneas más, cada una de ellas uniendo las tres
posiciones que están en diagonal, y en la que cada jugador dispone de 12
fichas. Es un juego de tablero para dos jugadores,
practicándose en un tablero cuadrado cinco por cinco casillas, entrelazadas por
diversas líneas o caminos por donde las piezas se desplazan. La secuencia de
las jugadas tiene como objetivo capturar todas las piezas de uno de los
jugadores, las cuales se eliminan, saltando por encima con una pieza del
jugador contrario. Es el primer juego conocido en que se utiliza esta forma de
eliminar o “matar” las piezas (después muy desarrollado en el Juego de
las Damas). Cada jugador inicia la partida con doce piezas, que son colocadas
en el tablero, dejando libre la casilla central. Las piezas se pueden mover a
través de las líneas para posiciones vecinas que no estén ocupadas. El
movimiento de las piezas puede ser hecho en cualquier de las ocho posibles. Si
en una casa vecina de la pieza de un jugador estuviera ocupada por una pieza
del adversario y la casilla siguiente en la misma dirección estuviera libre, el
primer jugador debe “matar” con su pieza la del segundo jugador, saltando por
encima y colocándose en la casilla siguiente. La pieza “muerta” queda eliminada
y es retirada del tablero. Estas jugadas se van sucediendo durante el juego
hasta que estén eliminadas todas las piezas de uno de los jugadores. Eliminar
piezas es siempre obligatorio, pudiéndose capturas más de una, en una sola
jugada dependiendo de la posición de éstas en el tablero de juego. Si de
principio se puede considerar un juego simple, se puede volver complicado,
requiriendo gran concentración por parte de los jugadores y capacidad para
elaborar estrategias de ataque y defensa con varias jugadas de anticipación… El
jugador que comienza la partida no tiene ninguna ventaja, pues inicia la jugada
dando a “comer” una de sus piezas.
Concretamente, los tableros sobre
pizarra del Cortijo de San Gil están grabados en una superficie muy desgastada por
el paso de los visitantes sobre el mismo. Se trata de diseños muy simples, muy mal conservados,
posiblemente de cronología medieval. Como comentamos, el
diseño geométrico que presenta uno de ellos corresponde a un tablero de "Alquerque de Doce" con
la tipología normal que poseen estos. Llama la atención como en la intersección de las líneas se sitúan
diferentes cazoletas de variado tamaño.
Aunque se encuentran al lado unos de otros, entre ellos, existe una distancia suficiente para permitir sentarse a una persona y de esta forma que se pudiera jugar en ambos tableros a la vez. Por desgracia la superficie que presenta la pizarra está en muy malas condiciones de conservación y sería necesario que se procediera a realizar tareas de consolidación de la misma, para evitar su progresivo deterioro. Como hemos explicado, por las características que presentan y por el marco cronológico que podemos establecer para este monumento, podemos documentar como medievales.
Aunque se encuentran al lado unos de otros, entre ellos, existe una distancia suficiente para permitir sentarse a una persona y de esta forma que se pudiera jugar en ambos tableros a la vez. Por desgracia la superficie que presenta la pizarra está en muy malas condiciones de conservación y sería necesario que se procediera a realizar tareas de consolidación de la misma, para evitar su progresivo deterioro. Como hemos explicado, por las características que presentan y por el marco cronológico que podemos establecer para este monumento, podemos documentar como medievales.
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