EL PÚLPITO DE LA IGLESIA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA
Púlpito, según el Diccionario de la Lengua Española, es
una plataforma pequeña con antepecho que hay en las iglesias, levantada a
cierta altura, desde donde predica el sacerdote. Existe el término Orador de púlpito que denota a autores
cristianos, a menudo los clérigos, que son renombrados para que su capacidad
escriba y/o entregue (de púlpito en iglesia, por lo tanto el religioso experto de la
palabra) retórico sermones. estaba adosado al muro o en alguno de los pilares de la nave o del
presbiterio. Hoy lo suplen los ambones o simples atriles de la sede presbiteral
con su micrófono. Desde el púlpito se predicaban los sermones, la voz llegaba
fuerte a la gente y el sacerdote podía ver a todos desde el mismo.
La iglesia parroquial de la Vera Cruz es un edificio de
mampostería, y si debía granítica utilizada esencialmente en la fachada de
occidente, donde se abre una interesante portada con marcado abocinamiento y
una serie de archivoltas apuntadas, que descansan sobre jambas acodilladas, con
finas columnillas rematadas en capiteles con decoración vegetal; en las
esquinas destacan baquetones con sirenas y centauros en los capiteles. Sobre la
puerta, aparece un alfil enmarcándola, y una ventana geminada con tracería
gótica. El interior consta de una profunda capilla mayor ochavada cubierta en
dos tramos con bóveda de terceletes.
En el lado de
la Epístola se encuentra un púlpito de granito, con sencilla pilastra sustentándole,
base con leones afrontados encuadrando escudos, y motivos vegetales y
geométricos. Los paños de cerramiento presentan una tracería gótica y rematan
en una cornisa de pequeñas rosetas; es una pieza importante del siglo XV. La
mesa de altar desde las disposiciones del concilio Vaticano II, que ordenaron
celebrar las misas de cara a los fieles para volver a las primitivas costumbres
cristianas, está separada del retablo[1].
Actualmente es un poliedro rectangular granítico sostenido por dos pilastras
del mismo material, entre las cuales se ha colocado una columnita o pilastra
visigoda. Otro de los grandes tesoros que guarda la iglesia. Una pieza
monolítica de mármol blanco de 0,96 m. de alto, dividida en tres cuerpos. La
basa tiene proporciones cúbicas de 0,20 m. en cada una de las tres dimensiones,
y está compuesto por un podio achaflanado en las aristas y unas molduras
superpuestas. A continuación está el fuste, un octógono irregular también
achaflanado con dos caras opuestas, las más anchas, igualmente ornamentadas.
Las otras son lisas, en una aparece el añadido de realización moderna J.H.S.
(Jesús Hombre Salvador), rematado con una cruz. La decoración en bajorrelieve
está formada por una especie de fuste de forma heleicoidal o por
superposiciones de rodajas viseladas que sostiene una cruz ensanchada o patada
de brazos desiguales, por donde recorre una bordura paralela a los mismos. Por
encima hay una paloma, símbolo paleocristiano, separada de la cruz por una
moldura. Culmina con un capitel de estilo corintio con volutas enlazadas.
Cuando esta pieza se podía contemplar en su totalidad se apreciaba en la parte
superior una oquedad circular de 9 cm.,
el luculus de las aras o cipos romanos, que aceptó el sistema litúrgico cristiano para
colocar las reliquias de los mártires o de los santos, y encima de las cuales
se celebraba la Santa Misa. Cerrillo considera que esta pieza pertenece a
mediados del siglo VII, y es obra de un artesano local con influencia
emeritense[2]. Su
función primera fue servir de soporte o tenante único de mesa de altar, según
las costumbres visigodas. Pero después ocupó lugares muy diferentes, siempre en
el interior de este templo: mainel o parteluz de ventana, pila del agua
bendita. Durante un largo tiempo y hasta mediados del siglo XX fue apoyo del
púlpito, hasta que quedó suelta como elemento de decoración en el presbiterio.
Actualmente es soporte decorativo de la gran mole granítica que forma el altar[3]. La
presencia de dicha columna nos hace coligar la existencia de una basílica visigoda
en la actual localidad o en sus alrededores[4], si
no ocupaba el espacio en el que está actualmente la parroquia, en torno a la
cual habría una población, según asegura el sacerdote y escritor trujillano don
Clodoaldo, con el nombre de Santa Cruz o Santa Cruz de Jerusalén[5].
Saliendo de
este recinto, hay un hermoso púlpito de excelente hechura gótica de finales del
siglo XV o principios del XVI, adosado a la pared y labrado en piedra
poligonal. Su primer enclave estuvo en el lado opuesto del templo, pero cuando
se hizo la última reforma general de la iglesia se trasladó al sitio actual
porque había mayor espacio, ocasionando cicatrices en las uniones de las
piedras que aún hoy se pueden contemplar. Es un conjunto ampliamente decorado:
el remate está formado por una cornisilla de pequeñas rosetas; los paños del cerramiento tienen labrado en
relieve una arquería ciega de medio punto, apoyados sobre columnillas,
ornamentados con tracería gótica, y quedan cerrados por otras dos filas de
rosetas encadenadas de diferentes tamaños, con otros adornos intercalados en la
hilera inferior. La base contiene un escudo con la cruz y a los lados dos
leones afrontados y varios adornos con motivos geométricos y florales[6]. Hoy
se sustenta sobre una sencilla pilastra igualmente de cantería. Las escaleras,
que han quedado sin unión con el resto del conjunto, no contienen la baranda de
hierro forjado que en años anteriores tenían. Todo ello indica que actualmente
es una figura testimonial más que un lugar de oratoria sacra, como fue en otros
tiempos.
[1] El
altar cristiano tiene forma de mesa porque en él se celebra un banquete ritual,
mientras que los altares paganos estaban destinados a la ejecución de la víctima.
En un principio el sacerdote realizaba el ritual vuelto hacia el pueblo, pero
esta costumbre se fue perdiendo y las misas se celebraron de espaldas a la
comunidad cristiana. Romano Guardini (+ 1968) tomó la iniciativa en sus
celebraciones litúrgicas para los jóvenes alemanes al intentar que participaran
los fieles del sacrificio de la misa, como sucedía entre las primeras
comunidades cristianas. El Concilio Vaticano II difundió esta costumbre.
Asimismo, hoy se prefiere que las especies sacramentales se reserven en altar
diferente donde se celebra la misa, como sucedía en los primeros tiempos. El
colocar una piedra con reliquias de santos incrustadas (el ara) es una
costumbre muy antigua que se generalizó en el siglo X. Los primitivos
cristianos realizaban sus plegarias ad
corpus, junto al cuerpo de los mártires o los que habían muerto en olor de
santidad. Hábito que se asoció al altar, por ser miembros del Cuerpo Glorioso
de Jesucristo, y de esta forma se subraya el carácter que el sacrificio de la
misa tiene de comunión con Cristo.
[2]
Clodoaldo Naranjo cree que la columna es del siglo VI (NARANJO ALONSO, C: Trujillo y su tierra, 1929, p. 41 y
ss.), pero es probable que estas tierras ni siquiera fuesen plenamente
habitadas por los visigodos en esa época. Sí estuvo ocupado el castillo de la
sierra. Enrique Cerrillo y Martín de Cáceres considera que esta pieza pertenece
a mediados del siglo VII, y es obra de un artesano local con influencia
emeritense, CERRILLO Y MARTIN DE CACERES, E: “El tenante de altar de época
visigoda de Santa Cruz de la Sierra”. Revista Alcántara, n. 177, Cáceres, 1995,
p. 23.
[3] CILLAN CILLAN, F: “La iglesia parroquial de Santa Cruz de la Sierra”.
Revista Alcántara, núm. 71,
julio-diciembre, 2009, pp. 29-31.
[4] Próximo a Ibahernando se
ha localizado otra basílica visigoda. CERRILLO Y MARTÍN DE CACERES, E: La
basílica de época visigoda de Ibahernando. Institución Cultural “El
Brocense”. Cáceres, 1983.
[5] NARANJO ALONSO, op. cit.,
p. 42. Cit. CILLAN CILLAN, F: “La iglesia
parroquial de Santa Cruz de la Sierra”. Revista Alcántara, núm. 71, julio-diciembre, 2009, pp. 29-31.
[6] CILLAN CILLAN, F: “La iglesia parroquial de Santa Cruz de la Sierra”,
op. cit., p. 31.
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