miércoles, 28 de septiembre de 2022

 

ESTUDIO DE UNA OBRA INÉDITA DE ESCUELA CUZQUEÑA

 

 

 


 

 

Autor: Anónimo de la Escuela Cuzqueña.

 

Técnica: Óleo sobre lienzo.

Época: Circa 1700.

Origen: Cuzco, Virreinato del Perú.

Medidas aprox.: 170 x138 cm.

Procedencia: Antigua colección particular, Extremadura.

 

El gran taumaturgo de Padua.-

O de Lisboa, que fue su ciudad natal, aunque tuvo una breve existencia terrena, se volvió uno de los santos más populares e influyentes  del mundo, siendo venerado tanto en Oriente como en Occidente. Su figura hace parte del culto católico romano en Europa, América, África y Asia, como lo testimonian a través de los siglos numerosos escritos; y una rápida ojeada a variadísimos lugares y ámbitos, muestra que lo ha sido y continúa siéndolo en abundancia.

Como es habitual en este tipo de pinturas que reproducen imágenes de devoción, san Antonio de Padua y El Niño, aparecen en un altar enmarcado por cortinajes en forma de hornacina, y flanqueados por unos floreros. De esta manera se testifica que se trata de una copia de un original que recibe culto, lo que de por sí dota a estas réplicas de un valor como imágenes de sustitución afectiva y al mismo tiempo, posibilita sus capacidades taumatúrgicas.

Por este medio, se hace partícipe al fiel de la composición de lugar, quien se entrega a una actitud de recogimiento que lo acerca al original allí retratado. Esto respondía al carácter persuasivo del arte como estableció el Concilio de Trento que enlaza con las estrategias promovidas por los jesuitas.

Esta representación de san Antonio con El Niño, constituye un extraordinario e interesante ejemplo del sincretismo social, político y religioso en el arte de la América española. Y su composición podemos verla repetida a continuación en algunas pinturas novohispanas, cuzqueñas y alto-peruanas, en las que también son evidentes elementos propios de ambas culturas o de sus sensibilidades religiosas.

La representación pictórica de esculturas.-

Esta modalidad alcanza un fuerte carácter devocional tras el Concilio de Trento, en parte, como respuesta a la Reforma protestante. En Europa la relevancia de las imágenes adquirió una importancia excepcional produciéndose series de Vírgenes de gran impacto visual, buscando intensificar la respuesta emocional de los feligreses.

También en los virreinatos americanos, amplían aún  más la iconografía y hacen más compleja su composición, como en este ejemplo de Cristóbal de Villalpando, quizás el más brillante de los pintores del Virreinato de Nueva España.

 

                            Cristobal de Villalpando, novohispano, Virgen del Rosario, 1690, Templo de San Felipe Neri, Méjico

        © Virgen del Rosario circa 1690. Templo de San Felipe Neri, Méjico

 

También en el Virreinato del Perú podemos encontrar múltiples ejemplos como La Virgen de Belén, que es una de las esculturas más veneradas del Cuzco y protagonista de la famosa procesión del Corpus Christi que se realiza todos los años en esa ciudad. En esta pintura, la Virgen ricamente vestida y enjoyada está retratada sobre su altar en la rígida pose frontal, otra característica de las pinturas de imágenes escultóricas.

 El Niño Jesús está envuelto e igualmente lujosamente vestido. Se muestran dos amorcillos que abren las cortinas para mostrar la imagen sagrada. La profusión del brocateado, que es la técnica de aplicar adornos de pan de oro a la superficie del lienzo, proporciona un brillo y una textura únicos a esta pintura. Este recurso decorativo fue ampliamente utilizado en todo el Nuevo Mundo hispano, pero está estrechamente asociado con Cuzco, especialmente después de que la mayoría de los artistas nativos se retiraran del gremio dominado por los españoles en 1688 y desarrollaran su propio estilo pictórico, conocido como la Escuela Cuzqueña.

 

                     Archivo:Virgin of Belen (Virgen de Belen) LACMA M.2009.158 (1 of 11).jpg

    © Virgen de Belén. Escuela cuzqueña. Museo LACMA, Los Ángeles  EE.UU.

 

Una nueva aportación a la rica iconografía virreinal.-

En la ciudad del Cuzco, en la segunda mitad del siglo XVI, los jesuitas impulsaron la devoción al Niño Jesús a través de una nueva cofradía llamada “Nombre de Jesús”, y que estaba en un principio integrada mayoritariamente por los Indígenas Principales.

Pero con prontitud, la  devoción por El Niño Jesús, caló el espíritu del resto de la  población originaria y mestiza, fomentando la creación de nuevas cofradías que difundieron su veneración y fueron a la vez comitentes para la creación de obras escultóricas y pictóricas, realizadas en los talleres locales que participaban en las numerosas procesiones cristianas y especialmente la de Corpus Christi.

Muchas de ellas presentaban a Jesús en la forma de un pequeño Salvador vestido a la manera tradicional hispana con túnica y manto y sosteniendo el mundo entre sus manos. Pero conocemos algunos ejemplares diferentes, que vestían con el atuendo característico del rey Inca, con una especie de manto recamado en láminas de oro, con sandalias típicamente andinas y el atributo incaico mascaypacha; el equivalente de las coronas que portaban los reyes europeos. Y como es frecuente en los ejemplos españoles e italianos, sostiene el mundo con su mano derecha.

Este es un claro ejemplo de los métodos sincréticos de aculturación y evangelización, utilizados por la Compañía de Jesús en el Cuzco a inicios del siglo XVII. Cuya doctrina y principios evangelizadores tendían a la integración de los indígenas en la cultura occidental, pero a tolerar ciertas prácticas andinas, siempre que no pusieran en jaque la religión católica. Esta transigencia con lo nativo,  les supuso una feroz crítica y denuncias por parte de las otras órdenes religiosas, por falta de ortodoxia e incluso idolatría.

Como podemos observar en la imagen siguiente, la figura del Niño Jesús aparece sobre una peana y flanqueada por sendos jarrones de cristal con adornos florales; esto evidencia que la efigie representa a una escultura de altar. Los cortinajes alzados revelan la sacralidad de la efigie que en la pintura resplandece con luz sobrenatural y alude a la teología contrareformista del icono, como apoyo mediador entre el mundo visible y el invisible.

 

 

Biblioteca del Congreso de la Nación - Niño Jesús con vestimenta inca y  mascaypacha

           © Niño Jesús Inca, Colección Mónica Taurel de Menacho, Lima Perú

 

La carga político-religiosa de esta iconografía es evidente y adquiere nuevos sentidos locales y potencialmente transgresores, cuando al Niño Dios - rex et sacerdos- se le representa en los Andes con el atuendo híbrido y transcultural de un Inca postconquista.

 

El unku, un símbolo del poder incaico.-

 

El arte textil incaico, es una de las más antiguas tradiciones textiles de los Andes y llego a ser una de las más desarrolladas durante el apogeo Inca, debido al uso de diferentes materiales y técnicas.

 

Una de las prendas más finas que produjeron los incas fueron los unkus, de la que es una muestra muy bella el que podemos contemplar en el Museo de América, con dibujos geométricos llamados tocapus totalmente simétricos.

 

Para los incas la importancia de los textiles fue tanto religiosa, como social y política. Sobre ellos expresaban su cosmovisión, su sentido del espacio y de sus divisiones, eran símbolos del nivel social. Desde la visión política, los textiles representaban tesoros intercambiables, así como productos tributables que unían el Imperio.

 

En el libro del año 1615 de Felipe Guamán Poma de Ayala, “Primer nueva crónica y buen gobierno”, que fue escrito como una carta dirigida al Rey de España; en la que describe la situación de los indígenas en el Virreinato del Perú. Nos muestra numerosos dibujos ajedrezados en la indumentaria y en estandartes Incas de la época.

 

       Túpac Yupanqui.                                   Huayna Cápac.

   https://es-academic.com/pictures/eswiki/73/Inca_tupac_yupanqui.jpg                                Retrato de Huaman Poma

© Imágenes de Guaman Poma de Ayala "Nueva crónica y buen gobierno" (1615).

 

El explorador y cronista español Juan de Betanzos (Betanzos 1510- Cuzco 1576), que acompañó a Francisco Pizarro y a Diego de Almagro en la conquista del Perú. Y uno de los pocos conquistadores españoles que logró aprender el quechua general, lengua oficial del Imperio inca, lo que le sirvió para ser el intérprete y mano derecha de Pizarro. Gracias a ello, y a su matrimonio con la que fuera prometida de Atahualpa, logró granjearse la amistad de gran parte de la nobleza incaica. Y fue también, el primer español en escribir en lengua incaica y elaboró incluso un diccionario básico español-quecha.

Juan de Betanzos nos cuenta en la obra "Suma y narración de los Incas", que es una de las primeras narraciones de la historia del Imperio Inca, que: “El Inca vistió ciertas estatuas sagradas, a veces del tamaño de un niño, con prendas finamente tejidas”.

 

Inca Dress Code": museo de Bruselas dedica exhibición a textiles  precolombinos | LUCES | EL COMERCIO PERÚ

  © Exposición "Inca Dress Code" 2018: Museo Real de Arte e Historia de Bruselas.

 

Se han encontrado túnicas de tablero de ajedrez en miniatura, mucho más pequeñas que el presente ejemplo, junto con pequeñas figurillas de oro, plata y conchas como parte del capac hucha u ofrendas de "obligación ritual", un tipo de práctica ritual diseñada para extender y unir el vasto paisaje del Inca. El Imperio.

Otros motivos de damero o ajedrezado en diferentes soportes:

 

Motivo de dameros o ajedrezado en diferentes soportes a) Pintura del sitio Las Juntas, Salta (Podestá et al. 2005:91); b) Pintura del sitio Jume Rodeo (de Hoyos 2010:509); c) Unku incaico con pechera en "V" (awaki) y diseño en damero (Museo Nacional de Antropología Arqueología e Historia de Perú [MNAAHP], Lima); d) Miniatura de túnica ofrendada en sitio de altura, Volcán Copiapó (Museo Regional de Atacama, Copiapó), ambos en Berenguer (2009b: 100); e) Chuspa inca (MNAAHP), en Silverman (2012:113); f) Fragmento de tejido cumbi (túnica inca Dumbarton Oaks), que incluye tokapus de túnica estatal con diseño de dameros y awaki (Silverman 2012:121); g) Capitán Apo Mayta Inca, en el centro de la imagen luce túnica con dameros (Poma de Ayala [1615] 1980); h) Vaso quero del período colonial (Flores Ochoa 1998 en Silverman 2012:129); i) Chullpa de adobe del sitio Churi Patilla, con diseño pintado de dameros (Gisbert 2001:32).

© La Vestimenta del Poder.

 

a) Pintura del sitio Las Juntas, Salta (Podestá et al. 2005:91); b) Pintura del sitio Jume Rodeo (de Hoyos 2010:509); c) Unku incaico con pechera en "V" (awaki) y diseño en damero (Museo Nacional de Antropología Arqueología e Historia de Perú [MNAAHP], Lima); d) Miniatura de túnica ofrendada en sitio de altura, Volcán Copiapó (Museo Regional de Atacama, Copiapó), ambos en Berenguer (2009b: 100); e) Chuspa inca (MNAAHP), en Silverman (2012:113); f) Fragmento de tejido cumbi (túnica inca Dumbarton Oaks), que incluye tokapus de túnica estatal con diseño de dameros y awaki (Silverman 2012:121); g) Capitán Apo Mayta Inca, en el centro de la imagen luce túnica con dameros (Poma de Ayala [1615] 1980); h) Vaso quero del período colonial (Flores Ochoa 1998 en Silverman 2012:129); i) Chullpa de adobe del sitio Churi Patilla, con diseño pintado de dameros (Gisbert 2001:32).

Las flores en los rituales del Inca.-

 

Me gustaría hacer también un breve apunte sobre la importancia de la representación de las flores. Ya que en el calendario del culto estatal eran incluidas en diferentes actos rituales realizados en el Cuzco y en las regiones vecinas.

 

Las flores eran ofrendadas a las Huacas (ó waca) que designaban todas las sacralidades fundamentales incaicas (santuarios, ídolos, templos, tumbas, lugares sagrados etc.).Las flores adornaban los caminos, eran quemadas y ofrendadas a las aguas, remataban los gnómones (vinculados a sus prácticas astronómicas), hasta el palio bajo el cual descansaba el Inca y su esposa principal.

 

            MOTIVOS DE FLORES EN KEROS COLONIALES: IMAGEN Y SIGNIFICADO

   © El Inca con tocado de flores y el dios Sol. Guaman Poma de Ayala (1615).

 

 

En la celebración de Capac Raymi, en el solsticio de diciembre, se desarrollaban varios rituales, durante los cuales los varones de la nobleza eran presentados a la sociedad Inca; como nuevos guerreros.

Y a cada joven (aukak runa) se le colocaban flores en el llauto (tocado) ubicado sobre su cabeza. Garcilaso de la Vega señala que:

 

“...Sin las insignias dichas, ponían en las cabezas, a los noveles, ramilletes de dos maneras de flores, unas que llaman cántut, … La otra manera de flor llaman chihuaihua;... Estas dos maneras de flores no las podían traer la gente común, ni los curacas, por grandes señores que fuesen, sino solamente los de la sangre real...También les ponían en la cabeza una hoja de yerba que llaman uiñay huaina,...”

 

Cuando confrontamos el calendario floral y el número de especies disponibles a lo largo del año, encontramos que una sola clase de flores, la Kantut o Kantuta, que incluye varias especies, se destaca, porque es la única que está disponible a lo largo de todo el año. Y consideramos que posiblemente esta circunstancia pudo contribuir a que fuera considerada como una de las flores más sagradas para los incas.                             La cantuta para colorear, pintar e imprimir

Aunque de un tamaño reducido, es una flor bella y delicada, pero al tratarse de una especie arbustiva, cuenta con unas hojas pequeñas y lanceoladas de una textura áspera y escamosa.

El huayta era el penacho que coronaba su indumentaria, pudiéndolo sustituir por flores, como hacen hasta hoy. Cada provincia llevaba un adorno de cabeza distinto, y esto permitía que las autoridades, comenzando por el Sapa Inca, pudieran distinguir a los individuos o grupos en los festivales de índole ritual e imperial.

Me gustaría confrontar el parecido morfológico y epistémico de esta flor, con el tieso y simétrico ramillete trenzado que porta el santo en su mano derecha (lírios…?), así como subrayar también su función simbólica en los rígidos y ásperos ramos de floreros que lo flanquean.

Descripción y análisis de la obra.-

 

© San Antonio de Padua con Niño Jesús. Antigua colección particular, Extremadura.

 

La pintura alude al milagro en que el santo está orando con el Niño Jesús en brazos. En la mano derecha lleva una gran vara de azucenas o lirios, símbolo de pureza y de la Virgen María. En esta vistosa y colorida representación, la llaneza característica del santo franciscano y su vocación queda plasmada en varios rasgos: la desnudez de sus pies calzados con unas sandalias, la del área tonsurada de la cabeza, y por su actitud amable y sencilla. El cordón está ceñido a la cintura y cuelga con los emblemáticos tres nudos franciscanos. Los tres nudos que aluden a los tres votos de Pobreza, Obediencia y Castidad y a la consagración a Dios como religioso franciscano.

La forma escultórica sugiere una actitud reflexiva, amable, sin artificios, y a la vez muestra una composición dinámica, pues su eje sigue un ligero movimiento en S, que comienza con una leve inclinación de la cabeza, la cadera en “contrapposto”, la flexión de la pierna derecha y el talón que no toca la base. Este dinamismo es remarcado con la caída del hábito y el movimiento del manto que cubre al Niño.

                           55 Saint Anthony of Padua ideas | saint anthony of padua, saint anthony,  padua

         ©Arca. Grabado alemán, autor no identificado, ff.XVII.Med.13x8 cm.

 

Pero es en el tercio inferior de la pintura donde una transformación conceptual diferente se produce; por la notable presencia de un tejido de tapiz (periodo virreinal temprano) bajo los pies del Santo y tanto en términos de combinación de iconografías, como en la forma que esta síntesis es representada. Ya que dicho adorno proporciona una visón tridimensional del conjunto, que se experimenta por el diseño reticular plano del unku inca.

La ilusión de una tercera dimensión, que destaca la figura de san Antonio con el Niño como figura central. Aportando profundidad a la escena y quebrando la ausencia de perspectiva, tan característica de la escuela cuzqueña de la época.

 

      

Esta alfombra, parece de origen animal y estaría supuestamente realizada en lana de camélido (llama o vicuña) mezclada con algodón. Presenta un patrón de tablero de ajedrez, simulando topacus (unidad de sentido en el lenguaje gráfico andino) en zigzag. Y el diseño sigue las convenciones de las prendas de tamaño completo que se cree que están asociadas con el ejército inca. Pero dependiendo de su escala, sugerían si estaban destinadas a adornar una figura votiva.  Una costumbre que como ya comentamos, era practicada tanto en el contexto inca como en el virreinal español.

 

También me gustaría señalar el tipo de sandalia sin correas, que viste el Santo. Al aumentar la imagen, podemos observar que se asemeja más al típico calzado andino (comparar con el Niño Inca), que deja casi dos tercios de su pie al descubierto y se sujeta prácticamente en el empeine; en la forma de la ojota inca (o ushuta)

 

Y en el siglo XVII, Covarrubias, 1611, escribe:

 

“Sandalio. Un cierto calzado que usavan los antiguos, y es nombre griego σανδαιov. Algunos dizen aver sido calzado de muger. Era una suela de zapato ligada con correas hasta la garganta del pie. Con este calzado pintan a los apóstoles, y parece imitarlos la orden de San Francisco, en forma de alpargates”.

 

Y sobre la equivalencia en las formas y el valor sincrético de los adornos florales, ya me pronuncié anteriormente.

 

Conclusión.-

 

Según mi opinión, esta composición crea un tipo de representación pictórica que es evidentemente intencional, ya que por su tamaño y formato vertical, la pintura estaría suspendida o colgada a una altura elevada; y para el espectador indígena resultaría inmediatamente obvia la intención y su significado. Este fenómeno vendría a ser quizá una suerte de resistencia simbólica, probablemente disfrazada de suntuosidad y lujo estético, de las élites incas ante el nuevo poder establecido. Porque la religión andina autóctona, también había sido un baluarte del poder imperial de los Inca antes de la Conquista.

 

A su vez, los artistas nativos pueden haber introducido variaciones iconográficas al utilizar símbolos propios; que aun cuando no eran, según las autoridades cristianas, evidentemente heréticas, si cobraban pleno sentido en el entorno de tradiciones religiosas locales, es decir, en el contexto de modos andinos de establecer contacto con lo numinoso . Un claro testimonio de cómo el hombre andino vivió la Conquista: con pequeñas concesiones, tratando de adaptarse al nuevo orden; con resistencia, reivindicando los símbolos del sistema pre-existente, con añoranza y haciendo presentes los valores de su pasado.

 

Pero sobre todo, siempre según mi opinión, esta singular obra pictórica virreinal subraya el valor alegórico y sincrético de los símbolos, católicos e incas, y es una fiel prueba de la sosegada coexistencia, entre ambos mundos. Ya que el autor asume el nuevo culto sin renegar de las creencias y ritos propios; al hacer una clara alusión a la idea del Tawuantinsuyu.

 

 

 

Bibliografía.-

Carmona Muela Juan, “Iconografía de los santos”, Madrid Istmo 2003.

Mujica Pinilla, Ramón. "Perú : indígena y virreinal" 2005, págs. 102-106.

Stastny, Francisco. “La pintura colonial y su significación artística”, FANAL, nº 80, 1966.

Bernis Madrazo, Carmen: El traje y los tipos sociales en el Quijote. Madrid: Visor, 2001.

Betanzos, Juan de. “Suma y Narracion de Los Incas”: Que Los Indios Llamaron Capaccuna, Que Fueron Señores de la Ciudad Del Cuzco y de Todo lo á Ella Subjeto. Jiménez de la Espada, Marcos,1831-1898 Editor. Madrid.  Imprenta de Manuel G. Hernández,1880. https://www.cervantesvirtual.com/buscador/?q=Betanzos%2C+Juan+de.+%E2%80%9CSuma+y+Narracion+de+Los+Incas%E2%80%9D%3A+Que+Los+Indios+Llamaron+Capa

Poma de Ayala, Guaman. "Nueva crónica y buen gobierno" (1615). https://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcpz5v0

Garcilaso de la Vega, Inca . “Comentarios reales” Tomo II: Libro Sexto: Capítulo XXVII: 60. .Imprenta de Pedro Crasbeeck . Publicado en Lisboa en 1609

En la red.-

Mújica Pinilla, Ramón. El "Niño Jesús inca" y los jesuitas en el Cusco virreinal.

https://cdn.www.gob.pe/uploads/document/file/1493622/Boletininternacional30.pdf.pdf

Jiménez Díaz, María Jesús. Una "Reliquia" inca de los inicios de la Colonia: El uncu del Museo de América de Madrid

file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Dialnet-UnaReliquiaIncaDeLosIniciosDeLaColoniaElUncuDelMus-1432910-3.pdf

Mújica Pinilla, Ramón y otros “Arte Imperial Inca”.

https://issuu.com/fondoeditorialbcp/docs/arte-imperial-inca

López Campeny, Sara M. L. y . Martel, Álvaro R. “La Vestimenta del Poder”.

https://docplayer.es/48858016-La-vestimenta-del-poder-comparando-los-registros-textil-y-rupestre-en-el-noroeste-de-argentina-siglos-xiii-a-xv.html

Mulvany, Eleonora. “Motivos de flores en "Keros" coloniales: imagen y significado”.

http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-73562004000200013

 

 

OBRAS INÉDITAS EN COLECCIONES PARTICULARES EXTREMEÑAS.  IGNACIO DE RÍES Y BERNABÉ DE AYALA

 

 

 

 

 

 

INMACULADA CONCEPCIÓN

 

Autor: Ignacio de Ríes

Óleo sobre lienzo

Medidas: 110 x 191 cms.

En excelente estado de conservación.

Hacia 1660

 

 

Por su localización cronológica y geográfica, la obra se adscribe estilísticamente al ámbito del barroco hispánico[1]. La época barroca ha sido tradicionalmente considerada la más esplendorosa de la pintura española, ya que en ella florecieron figuras como Ribera, Velázquez, Zurbarán o Murillo. Nos encontramos ante una magnífica obra que, sin duda, ha salido de la paleta de Ignacio de Ríes[2]. El estilo barroco llega a España mediante el intercambio de artistas (son frecuentes en la época los viajes de artistas españoles a Italia, así como también la llegada de artistas procedentes de otros países – de estos últimos formará parte Ignacio de Ríes-), que importarán  los manierismos florentinos y lombardos, así como los hallazgos lumínicos de Caravaggio y sus seguidores. El tenebrismo se fusionará con el vigoroso realismo nacional para servir de expresión formal a una inquietante meditación sobre la condición humana. Predominan composiciones sencillas y temas religiosos.

Formalmente, la obra se caracteriza por una acusada influencia del estilo de Francisco de Zurbarán, a cuyo taller estuvo asociado Ignacio de Ríes durante su permanencia en Sevilla (que está documentada, según Pérez Sánchez[3], desde 1636 hasta, al menos, 1661. Brasas Egido disiente en la primera fecha, que sitúa en 1642)[4]. No aparece todavía el influjo murillesco que será palpable en las últimas obras del pintor, como la “Asunción de la Virgen”, pintada en 1661 para la iglesia de San Bartolomé, en Sevilla, y que aportará, al fusionarse con la tradición de Zurbarán, un mayor dinamismo compositivo y una cierta blandura, si bien los tipos humanos, los severos esquemas compositivos y el claroscuro heredados de Zurbarán, pervivirán hasta el final. Ignacio de Ríes realizó, entre otras, dos composiciones de la Inmaculada, una se encuentra en colección particular madrileña (según fotografía que presentamos en este estudio) y otra, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, donde coincide el autor no solo en las proporciones del lienzo sino además en las características estilísticas y formales, así como la decoración paisajística de los cuadros con obras arquitectónicas sevillanas como la Torre del Oro, un pozo y la fuente a cada lado de la Inmaculada en la zona inferior del cuadro. Curiosamente, se trata de la misma fuente y paisaje arquitectónico que centran sus composiciones e iluminan el paisaje de Sevilla, ciudad de trabajo y afectos, que nos ofrece el maestro Zurbarán en su “Inmaculada niña”, realizada en 1630, propiedad de la Fundación Perlado Verdugo de Jadraque (Guadalajara)[5]. Las alegorías relacionadas con la Inmaculada Concepción que aparecen en las letanías lauretanas se descubren también en la ciudad de Sevilla que aparece en la parte inferior del cuadro que estamos estudiando, simbolizando la Nueva Jerusalén. Se adivinan alegorías como la Torre del Oro, como Torre de Marfil (Cant 7, 4); la Giralda, como Torre de David (Cant 4, 4); que aparecen separadas de la otra parte paisajística de la escena por el curso de un río; el huerto cerrado con el ciprés (Eccl 24, 17) y la palmera (Eccl 24, 18). Fundidos en el paisaje hemos de recordar que el jardín cerrado (hortus conclusus, Cant 4, 12), la fuente (fons signatum) y el pozo de aguas vivas (pocens aquarum viventim, Cant 4, 15)  y la estrella de la mañana en la lado opuesto (Ap 2, 28) son símbolos marianos, donde muestra toda su maestría como pintor de naturalezas muertas.

El cuadro de la “Inmaculada” que hemos atribuido a Ignacio de Ríes, objeto de nuestro estudio, nos representa a una Virgen que destaca en el lienzo por la luminosidad del color blanco del vestido y un manto azul. Una mujer Virgen joven situada sobre ángeles y enmarcada en un cielo dulce y amable, sobre su cabeza lleva una aureola de rosas (rosa mística, como símbolo mariano); con las puntas de la luna hacia arriba y hacia abajo alumbrando, al recibir la luz del sol, a la mujer que estaba sobre ella. Hay una perfecta contención formal y un firme modelado. La Virgen aparece con rostro gentil y delicado, con las manos juntas en oración y en espacio abierto de cielo donde irrumpen los querubines con gran sutileza.

El estilo pictórico de Ignacio de Ríes, propio de la Contrarreforma, fusiona la faceta religiosa con la cotidianidad en la defensa de la fe católica. La temática de sus obras es predominantemente religiosa. No olvidemos que los fieles sevillanos del siglo XVII vivían con fuerza la creencia en la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

 

 





 

 

 

 

ÁNGELES INEDITOS EN EXTREMADURA

 

 

 

En la cultura occidental, el origen de la iconografía de los ángeles se remonta a los primeros siglos del cristianismo. En la Edad Media, los ángeles no eran representados de forma aislada, a excepción de algunas obras como "San Miguel Arcángel. En el Renacimiento los ángeles comienzan a ser pintados individualmente, práctica que se extiende durante el barroco.  

En la jerarquía eclesiástica podemos realizar una división de la manera de representación de los ángeles. El primero está compuesto par serafines, querubines y tronos; el segundo por potestades, virtudes y poderes y el tercero par príncipes, arcángeles y ángeles. Los serafines están en la cima de la jerarquía y rodean el trono de Dios, son de color rojo y su atributo es el fuego. Los querubines simbolizan la sabiduría divina y son de color azul y oro. Los tronos representan la justicia divina y llevan toga y bastón de mando. El segundo grupo es responsable de los elementos naturales y de los cuerpos celestes, los dominios y los poderes que llevan corona y cetro. Las virtudes se refieren a la pasión de Cristo y llevan a veces flores o símbolos de María.  

El tercer grupo establece la relación con la humanidad. Los principados protegen las naciones, los arcángeles son mensajeros de Dios (la tradición popularizó sus nombres: Miguel, Rafael y Gabriel); en fin, los ángeles protegen a todos los hombres.  

En base a este esquema, algunas composiciones de ángeles fueron estampadas durante la segunda mitad del siglo XVI. Sirvieron de modelo a pinturas realizadas posteriormente sobre el mismo tema. El culto a los ángeles fue difundido notablemente en el siglo XVII, en el ámbito católico, dando lugar a que surgiese una iconografía muy copiosa, especialmente en la escuela artística sevillana de ese momento, donde se crearon con gran originalidad, aunque su origen no fue la capital hispalense sino que ya existían reproducidos en series de grabados desde finales del siglo XVI en Flandes, grabados por Crispin de Passe, Gerhard de Jode y otros muchos que sirvieron a los pintores barrocos para recrear su iconografía[6].

Tras el Concilio de Trento, las órdenes religiosas difundieron el culto a los ángeles, su  presencia en conventos y en hospitales se explica como una misión de consuelo en una época marcada por tormentos[7]. 

 

 

 



1.- ANGEL

 

Autor: Bernabé de Ayala 

Óleo sobre lienzo

Medidas: 199´8 x 111´5 cm.

En excelente estado de conservación.

 

 

El autor nos presenta a un ángel de cuerpo entero y con disposición vertical, vestido con ricos ornamentos, calza unas sandalias y con las alas extendidas, las alas desplegadas y la vestimenta flotando al viento; advirtiéndose en el rostro, que los ojos se dirigen al espectador para lograr mayor comunicación.

Sobre su significado estos ángeles cumplían la misma misión de amparo y protección a los hombres que habían desempeñado en el Antiguo Testamento.

A ambos lados del ángel nos encontramos con el cordero al que señala el ángel con su mano diestra y al otro lado en una cartela escrito: “Etenim dominus dabit benignitatem et terra nostra dabit fructum suum”, que traducido nos viene a decir: “El mismo Señor nos dará su bonanza y nuestra tierra dará sus frutos”.  Se trata de la inscripción del Salmo 85, versículos 13 y 14. Y, en torno a la cabeza BEGNINITAS ET MANSUETUDINEM DEI  (Bondad y Mansedumbre de Dios o la bondad y la mansedumbre vienen de Dios). El cuadro aparece rodeado de flores, generalmente rosas (virtud).

Obra de mediados del siglo XVII, que son las fechas en las que se advierte que ha sido realizado tanto este ángel como el siguiente que vamos a estudiar, época que se corresponde con los momentos de esplendor del culto que éstos recibieron.

 

 

 

2.- ÁNGEL

 

Autor: Bernabé de Ayala 

Óleo sobre lienzo

Medidas: 199´8 x 111´5 cm.

En excelente estado de conservación.

 

 

La técnica del pintor muestra un dibujo discreto en las figuras de los ángeles que aparece, como el anteriormente estudiado, de cuerpo entero, elegantemente vestido, advirtiéndose en el rostro estereotipado, que los ojos se dirigen a la paloma que lleva en su mano derecha, y en la izquierda lleva una palma. Y, con las alas desplegadas y la vestimenta flotando al viento. El cuadro aparece rodeado de flores.

A un lado nos muestra en una cartela el epígrafe: “Iustitia ante eum ambulabir et ponet in vía gressus suos”, cuya traducción es: “La Justicia ante él caminará preparándole el camino”.  Este texto es una Antífona del Responsorio “Tribulare”: Nolo mortem peccatoris sed ut magis convertatur et vivat”, traducido nos viene a decir: “No deseo la muerte del pecador, sino que se convierta con fuerza y viva”. Es un Responsorio que se inspira en Mc 2, 15-17 y en el versículo de Ezequiel 33, 11, aunque este nos dice exactamente “nolo mortem impii, sed ut revertatur impius a via sua et vivat”. Y, en torno a la cabeza OMNI POTENTIA DEI.

 

La actividad de los maestros menores sevillanos también tuvieron una gran demanda de sus creaciones en el ámbito del Nuevo Mundo, repercutiendo en la creatividad de los pintores indígenas del Perú o Bolivia, que inspirándose en estas creaciones de ángeles realizaron a finales del siglo XVII y principios del XVIII bellas versiones angélicas.

Ambas obras mantienen muchísimas características estilísticas con obras del discípulo de Zurbarán, el pintor Bernabé de Ayala, tales como la representación de “Jael” en el Museo de Sevilla o la representación de la joven “Abisal” del Museo Goya de Castres. En ambas el suelo aparece sembrado de flores y un ángel sostiene una cartela con la identificación del personaje representado.  

Ninguna de estas pinturas está firmada y no existe documento que nos permita identificar a su autor.

Descartamos por completo en nuestro estudio la posible autoría de Zurbarán, pero podemos señalar con cierta seguridad que estas pinturas pertenecen al taller de un anónimo artista que ciertamente conocía el estilo del gran maestro pero que trabajaron una técnica diferente, posiblemente son obra de Bernabé de Ayala, de mediados del siglo XVII.

Los célebres hermanos Polanco que se mostraron al mundo del arte a fines de la primera mitad del siglo XVII, fueron con Bernabé de Ayala, los más auténticos continuadores del arte de su maestro Francisco de Zurbarán en Sevilla.

Un aporte interesante a la iconografía arcangélica realizó la escuela sevillana, especialmente Zurbarán y su taller, pero el tema se desarrolló sobre todo en el Virreinato del Perú, empezando por una réplica de la obra de Bartolomé Román de los Siete Arcángeles, hay en la iglesia de San Pedro de Lima, en diversos lugares ejemplares atribuidos a Zurbarán, otros a Bernabé de Ayala[8]. No olvidemos que se Sevilla fue el centro de los mercados hispanoamericanos.

Finalmente, cabe resaltar el hecho de que la presencia de la iconografía en el arte colonial americano no supone una in fluencia artística de la escuela de Zurbarán, y las coincidencias sirven más de referencias a la "multiplicidad" encadenada de referencias que sirvieron como base para las interpretaciones del arte neogranadino.

 

BODEGONES

 

Origen:   Escuela Mallorca

Técnica: óleo sobre lienzo

Medidas: 134´5 x 95´5 cm.

Estado de conservación: excelente[9]

Siglo XVII.

 

 



El "bodegón" o "naturaleza muerta" tiene sus orígenes en Europa a mediados del siglo XVI, adquiriendo el español pronto personalidad propia, incluyendo indistintamente la pintura de flores, frutas, animales y objetos, casi siempre relacionados con la cocina.

Presentamos dos bodegones de la serie denominada Bodegón Floral, que representa la naturaleza y principalmente flores, el mayor experto en este subgénero es el pintor español del Barroco, Juan de Arellano. Ambos lienzos nos ofrecen dos recipientes de metal donde se acumulan docenas de flores de morosa ejecución, enmarcados en dos cortinajes a ambos lados y sobre una mesa con un paño muy decorado con calidad técnica, en una simetría apenas animada por flores ligeramente movidas.

El realismo de las flores reproducidas se explicaría porque el autor anónimo (no tienen firmas los cuadros) las pintaba del natural, elaborando los ramos en su estudio. Pero un mismo bodegón muestra flores de distintas épocas del año, imposibles de reunir sin las técnicas de invernadero actuales. Podemos suponer que el autor recopilaba bocetos o modelos parciales de flores y las repetía en los bodegones según criterios estéticos, sin atender a la lógica estacional.

Los bodegones, en general, son una muestra de la vida cotidiana de las personas. Esta rama de la pintura se sirve de un exquisito arreglo, encanto colorístico y de una iluminación fina para producir un efecto de serenidad, bienestar y armonía.

SAN JUAN BAUTISTA

 

Anónimo

Óleo sobre lienzo

Medidas: 130 x 94 cms.

En perfecto estado de conservación

 

 

El autor anónimo nos representa a un San Juan Bautista joven, con los cabellos y barba morenos, y con la vara de caminante terminada en cruz, donde se anuda una cinta con la leyenda “Ecce Agnus Dei” (Ecce Agnus Dei, ecce qui tollis pecata mundi (Jn 1, 27)[10].  Llama poderosamente la atención la viveza de los colores, como el rojo del manto y una fuerte luz dirigida hacia la figura del santo. Es un San Juan ermitaño, penitente en el desierto y vestido pobremente; en la zona inferior, el carnero, que es símbolo del sacrificio. Las ropas –que le cubren- hechas con piel que el profeta portaba en su retiro del desierto. La contorsión de la figura nos habla de un resto manierista.

 

La línea que predomina será la diagonal, pero a la vez esta línea cobrará un movimiento curvilíneo que envuelve a las figuras. El anónimo pintor pertenecería a la escuela del manierismo revolucionario donde los artistas fueron en parte excéntricos y atormentados. Las matemáticas, la perspectiva lineal o la relación figura y espacio fueron abandonadas. Esta corriente convino al naturalismo y a la imaginación; el espacio fue ocupado por figuras dentro de diferentes planos pictóricos como ocurre con el cordero y San Juan. El personaje principal de la pintura se distingue, pero a la vez el ojo pierde la situación por la multiplicidad de líneas en desequilibrio. El claroscuro no modela ya la figura, pues la luz creará ilusiones ópticas, colores intensos e iluminación teatral. El retorcimiento de la figura que se vuelve para mirarnos, en un equilibrio inestable, el hermoso desnudo masculino, todos son rasgos que evidentemente el artista posiblemente tomó de los frescos de Miguel Angel Buonarrotti en la Capilla Sixtina. Estaríamos entonces ante un pintor que viajó a Italia. Pero mientras Miguel Angel nos representaba idealizaciones monumentales de efebos, profetas, putti y atlantes, nuestro artista anónimo nos muestra a un joven con el torso desnudo, perfectamente natural y cercano.

 

Es una obra encuadrada en los inicios del siglo XVII.

 

 


 



[1] Agradecimiento a don Carlos Marcos Plaza

[2] Benito Navarrete Prieto ha publicado un interesante estudio sobre Ignacio de Ríes. NAVARRETE PRIETO, B: “Ignacio de Ríes”. Madrid : Fundación de Apoyo a la Historia del Arte Hispánico, 2001

[3] PÉREZ SÁNCHEZ, ALFONSO E: “Pintura barroca en España, 1600- 1750”, Madrid, Cátedra, 2000.   PÉREZ SÁNCHEZ, ALFONSO E.: “La pintura en Europa. La pintura en España”. Tomo II, Milán, Electa, 1995.

 

[4] BRASAS EGIDO, J.C.: “Las Edades del Hombre. Catálogo de la exposición”. Valladolid, 1988.

[5] Otros pintores incluyen el mismo paisaje en algunas de sus representaciones inmaculísticas, tal es el caso de Francisco Pacheco en la “Inmaculada” del Palacio Arzobispal y la de la Catedral de Sevilla. Y otros, representan símbolos marianos como el pozo, la fuente, las rosas y el jardín cerrado, tal es el caso de Cornelis Scout en su “Inmaculada Concepción” del Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria-Gasteiz o Juan Sánchez Corán en la “Inmaculada” de la iglesia de Santiago Apóstol de Valladolid. También podemos citar la “Inmaculada Conceicón” de Giusepe Cesari de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), donde igualmente aparece rodeada de los símbolos del Cantar de los Cantares, recogidos en las letanías, que se generalizará en el curso del siglo XVII.

[6] Es importante indicar que dentro del panorama literario español fueron muchos los escritos referidos a los ángeles en los siglos XVI y XVII, lo que aumentó su  popularidad entre los fieles, por citar algunos ejemplos: “Natura Angélica”, obra del franciscano Francisco Jiménez, obispo de Toledo (1527); el padre Agustín de Herrera con su “Tractatus de Angelis” o el “Tratado de los santos Angeles” de sor Hipólita de Jesús. Aunque el escrito que más circuló en los ambientes pictóricos fue el del padre jesuita Martín de Roa titulado “De los Angeles”.

[7] La base teórica de estas composiciones de ángeles se encuentra en la obra del jesuita Antonio Ruiz de Montoya, en Lima. En su libro “Silex del amor divino”, evoca la potencia divina que alcanza a la humanidad por intermedio de los ángeles, de las jerarquías celestiales y de los "siete principios": Miguel, Rafael, Gabriel, Uriel, Sealtiel, Jesidiel y Baraquiel. Obras como ésta pretendían desarrollar la devoción a los ángeles, y esto daría posteriormente nacimiento a una especie de religiosidad popular que reemplazaría la devoción a los seres celestiales por la adoración a fenómenos naturales.  

 

[8] Precisamente, Josef de Mera, el artista que tiene firmadas numerosas obras en Extremadura, fue discípulo en Sevilla de Bernabé de Ayala. Ceán Bermúdez, J. A.: “Diccionario histórico de los más ilustres profesores de Bellas Artes”. Real Academia de San Fernando, tomo III, Madrid, imprenta de la viuda de Ibarra, 1800, p. 133.

[9]  Agradecimiento a don Carlos Marcos Plaza

 

[10] Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten misericordia de nosotros.