martes, 13 de octubre de 2020

 

Ermita de Nuestra Señora del Campo de Aliseda.

 

La ermita de Nuestra Señora del Campo, patrona de Aliseda, se encuentra en la dehesa del Hito, a 5 kilómetros de la población cacereña.

Es una construcción de mampostería enjalbegada, de una nave y cuatro tramos; la capilla mayor se cubre con bóveda de media naranja sobre pechinas, y los tres tramos se cubren con bóveda de aristas y están separados por arcos de medio punto que se apoyan en pilares cuadrangulares adosados. La sacristía es cuadrangular y se cubre con una bóveda de cañón con lunetos; sobresale en el muro de la epístola, destacando en la zona meridional tres robustos contrafuertes en la fachada. A los pies hay una portada de medio punto precedida por un pequeño pórtico semicerrado, cubierta por bóveda de arista.

La ermita es una obra popular del siglo XVII, realizándose importantes obras hacia el año 1732, fecha en la cual se alzó la actual capilla mayor, la sacristía y el cerramiento con bóvedas, considerando que la vieja ermita estaba techada como armadura de madera y, en 1737, se hizo la espadaña.

Aunque existió un templo anterior del siglo XIV, en dicho lugar se veneraría a la imagen de Nuestra Señora del Campo, obra de los inicios del siglo XIV. Esta afirmación la apoyamos con el documento más antiguo que se conoce acerca de la ermita, que data de 1485, según el cual el obispo Pedro de Villalobos visitó la ermita de Santa María del Campo, siendo su mayordomo García Alfonso.

En el interior de la ermita se conservan una pila granítica de agua bendita de finales del siglo XVI; un cuadro con bordado de tipo popular que representa la Virgen del Campo, fechado en 1854; y la imagen de la Virgen del Campo, obra de los inicios del siglo XIV de madera policromada, una figura sedente con el Niño sustentada sobre una peana del siglo XVIII, a la que se acusaba un madero donde se leía el siguiente epígrafe: “Joan Domínguez Zambrano, pintor y dorador, vezino de Ole.., doré y pinté esta ymajen”. Fue restaurada en 1984 en el taller de restauraciones artísticas que tenía en Trujillo don José Gómez.

La festividad de Nuestra Señora del Campo se celebra el Martes de Pascua, una vez bajada la Virgen de la ermita el Domingo de Resurrección. El domingo llega al pantano de la localidad, donde el alcalde le impone el bastón de mando del pueblo; una vez realizado este acto continúa la bajada hasta llegar al pueblo con cánticos y vítores, donde le espera la banda para subir a la Plaza Mayor, dándole la bienvenida con la danza de la Virgen del Campo; y concluye con la emotiva entrada a la iglesia por el cante de la Salve Rociera y la entrega de la ofrenda floral.

El Martes de Pascua, dos días después de su bajada, se oficia por la mañana una misa en honor a Nuestra Señora la Virgen del Campo; al finalizar se realiza una procesión por varias calles de la localidad. A la entrada de la iglesia es tradición subastar los brazos de las andas de la Virgen para su entrada en el templo. Al día siguiente se celebra una subasta con productos de la localidad y diversos objetos aportados por los vecinos.

Durante los 15 días siguientes a su bajada permanece en el pueblo bajo custodia de sus feligreses. Se celebran dos romerías en sendos domingos; la primera, a los 15 días de su bajada, cuando es trasladada a su ermita en la finca El Hito; la segunda, el primer domingo de octubre, denominada ‘Romería del sindicato’. En ambas romerías se oficia una misa, a la que siguen juegos tradicionales para los vecinos.

Entre 1979 y 1980 se realizaron importantes obras en la ermita, colocándose la verja que separa el presbiterio y la hornacina granítica para cobijar la imagen de la Virgen con el Niño.

 

sábado, 10 de octubre de 2020

 

Los Pareaños de Malillo (Zorita)

 

 

 

Los Pareaños de Malillo están situados en el vértice de tres fincas: La Torre, el Valle Judío y la Moheda, y a las orillas del Arroyo de Malillo. Las ruinas presentan un estado deplorable. Nos encontramos ante las ruinas de un convento, una cilla, huerto y cercas para la explotación agrícola-ganadera, perteneciente al Monasterio de Guadalupe. En el Archivo Municipal de Trujillo se encuentra una escritura de compromiso y sentencia otorgada en el pleito seguido entre la ciudad de Trujillo y el Monasterio de Guadalupe sobre el deslinde y amojonamiento de la Caballería Nueva en la dehesa Malillo[1].

A comienzos del siglo XVIII, la comunidad jerónima poseía las siguientes granjas fuera de Guadalupe: Madrigalejo, El Rincón, Valdepalacios, La Burguilla, La Vega, Becenuño y Malillo[2], concretamente el pago de medios diezmos se realizaba al Cabildo de Plasencia[3]. La actividad agrícola era intermitente y esporádica. En el Romance "El librillo de la Jambra", de un poeta popular y recogido íntegramente por don Valeriano Gutiérrez Macías cuyo original se encuentra depositado en la Real Academia Española de la Lengua, en el legado que entregó don Rafael García-Plata[4], se hace referencia a un caso que ocurrió entre el prior del convento de Malillo y un vecino de Zorita y que por su curiosidad, la plasmación del pensamiento de un pueblo, unas tradiciones picarescas hondamente arraigadas en Zorita y, por ende, en la vieja Extremadura, hemos incluido íntegramente al final del capítulo. Además, en el estilo del lenguaje de los personajes se recogen muchas palabras casi exclusivas de Zorita. Un romance plenamente ubicado en Zorita.

            Volviendo al tema que nos ocupa, el convento de Malillo. Hay que tener en cuenta que el Monasterio de Guadalupe comenzó su andadura a finales del siglo XIII, siendo inicialmente una pequeña ermita, pobre y humilde, custodiada en sus primeros años por el sacerdote Pedro García, a la que sustituyó la denominada segunda iglesia a finales del siglo XIV. Alfonso XI, que le gustaba cazar por estas sierras, visitó Guadalupe en el año 1335, contemplando el estado ruinoso de la primitiva ermita y comenzando las gestiones para proceder a su restauración. Se designó al cardenal Pedro Gómez Barroso como custodio, ocupándose de tal cometido desde 1335 hasta 1341. En este tiempo se fundó en 1337 la Puebla y por orden de Alfonso XI comenzaron a construir el Monasterio (año 1340)[5] solicitando y obteniendo para este lugar la creación de un priorato secular y lo declaró de su real patronato. El priorato secular, dotado con el señorío civil del prior sobre la Puebla, estuvo dirigido por cuatro priores entre los años 1341 y 1389, finalizando éste con la entrega del santuario a la Orden de San Jerónimo, que se mantuvieron en este lugar cuatro siglos, hasta que la desamortización de 1835 puso fin a este periplo, pasando a ser parroquia secular de la archidiócesis de Toledo, que regentaban sacerdotes diocesano hasta la llegada de la Orden Franciscana en 1908, que es quien rige desde entonces y hasta la actualidad el Monasterio y Santuario.

El convento y otras dependencias de los Pareaños de Malillo debieron construirse en la primera mitad del siglo XVI, localizando los primeros testimonios documentales en el siglo XVII[6]. El conjunto monacal jerónimo tiene grandes dimensiones, presumiblemente 1 ha, que comprendería el propio convento, la huerta, y dos almacenes próximos al convento, utilizándose uno como almacén de grano. No existen columnas, conservándose algunos paramentos, escasas ventanas y una hornacina en el centro del ábside rectangular de la iglesia conventual.

            Se accedía por una puerta en el lado Sur que aún conserva el hueco de la tranca, se encontraría en el interior la portería, seguidamente en el lado Oeste estaban las celdas que aún conservan las divisiones mediante muros de pizarra y argamasa de barro, utilizándose escasamente el granito, ventanas cuadradas muy pequeñas, estrechas hacia el exterior, su estrechamiento servía para evitar que penetraran las distintas alimañas del campo, y al otro lado, el de profundis y el refectorio.

De frente al pasillo de la entrada principal (porque existió otra entrada Norte) estaba el claustro formando un cuadrado que tenía –a disposición de las basas que aún se conservan como testigos de pizarra- calculamos cuatro columnas por cada lado, no sabemos la tipología de los arcos, posiblemente de medio punto. Próxima al claustro en dirección Oeste estaba la sacristía pequeña y la capilla, de planta rectangular, conservando aún una sencilla hornacina en arco de medio punto de ladrillo. En dirección Este al claustro estaba la cocina –existe un pozo- y otras dependencias. El huerto tenía grandes dimensiones y estaba cercado por muros de pizarra con lajas cruzadas para mayor sujeción, aún conserva su magnífica entrada. Todo con la máxima sencillez y materiales pobres para que en este tipo de edificios resplandezca toda pobreza, aspereza y vileza. En estos cenobios el arte grandioso brilla por su ausencia, la grandiosidad hay que buscarla en la sencillez.

            Los jerónimos se mantuvieron en Malillo hasta el proceso desamortizador. En el Archivo Histórico Nacional, consultamos un inventario de las causas sobre dilapidaciones ocurridas en el extinguido Monasterio de Guadalupe al tiempo de la exclaustración de los monjes en el que resaltamos el inventario general de ganado, bienes y efectos de los caseríos de San Isidro, Rincón Malillo, Vega y otros en averiguación de ocultaciones y dilapidaciones[7].

 

 



















 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Archivo Municipal de Trujillo. Dada en Logrosán a 14 de abril del año 1568, ante el escribano Damián Sánchez, Legajo 38, carpeta 2. Archivo Municipal de Trujillo. Interrogatorio simple que la ciudad de Trujillo presentó en el pleito que surgió con el Monasterio de Guadalupe sobre la propiedad de las dehesas Caballería Nueva, Logrosanejo y la de Ballesteros, también llamada Malillo. A 14 de abril de 1568. Legajo 38, carpeta 3.

[2] Información y justificación hecha en Malillo el 25 de enero de 1725 por Bartolomé González Carrasco y testimonio sobre el costo de unas matas propiedad del Monasterio de Guadalupe. Archivo Histórico Nacional, clero, legajo 1431-1º/36.

[3] Archivo Histórico Nacional, clero, legajo 1431-2º/28.

[4] Publicado en la Revista Alcántara.

[5] Ms. Sobre la Fundación del Monasterio de Guadalupe. Archivo Histórico Nacional, códice 101 B.

[6] Archivo Histórico Nacional, códice 1118. Protocolizado por el escribano público de la Puebla de Guadalupe, don Juan Fernández del Castillo, el 4 de julio de 1671, que legitiman Florián de Castrovida y Espinosa, Alonso Fernández Millán y Pedro García Puerto, escribanos públicos de la Puebla de Guadalupe. Protocolo de Títulos y escrituras del Monasterio de Guadalupe. Archivo Histórico Nacional, Códice 1125 B, año 1679.

[7] Archivo Histórico Nacional, clero, legajo 1431-2º/5. 11 de febrero de 1840.