miércoles, 19 de diciembre de 2018



Santuarios olvidados: la Zafrilla de los Estantes y el Lavadero de San Miguel (Malpartida de Cáceres)



Malpartida de Cáceres cuenta un con un rico patrimonio arqueológico, aparte del archiconocido conjunto de  “Los Barruecos” que hiciera famoso el  artista alemán Wolf Vostell. Quienes recorren sus pintorescos parajes podrán descubrir, a poco que sepan leer las huellas del pasado, las historias que sus numerosos vestigios arqueológicos cuentan.
Es un típico paisaje de la penillanura con suaves ondulaciones, dominado por amplias zonas de pastizal con un bosque residual de encinas y alcornoques muy ralo. Los omnipresentes bolos de granito rompen aquí y allá la monotonía de la llanura, configurando a veces sugerentes y caprichosas formas que la acción de los agentes meteorológicos han ido tallando con el paso del tiempo.
El recorrido que aquí proponemos se centra principalmente en los restos arqueológicos existentes en la zona de “La Zafrilla de los Estantes” y alrededores, en el triángulo formado entre la estación de Arroyo-Malpartida, Los Arenales y la propia localidad de Malpartida de Cáceres.
El lugar se localiza en un importante cruce de caminos que comunica Cáceres, Arroyo de la Luz y Malpartida, por donde discurren las rutas que de Norte-Sur y Este-Oeste atraviesan la región. En su entorno, surcado por varios arroyos y la existencia de numerosos pozos que aseguran el acceso al agua incluso en las épocas más secas, proliferan los asentamientos humanos desde fechas muy tempranas. Sus vestigios pueden verse hoy día dispersos por una amplia zona, algunos de los cuales detallamos a continuación.

EL ALTAR RUPESTRE DE CUATRO HERMANAS

Nada más salir del casco urbano, en dirección norte y todavía en el polígono industrial, observamos un exuberante paraje rocoso del que destacan cuatro grandes bolos de granito que se conoce como “Cuatro Hermanas”. Uno de estos bolos sirvió en tiempos remotos como altar de sacrificios (fig. 1).
La gran roca ceremonial de unos 5 m de altura tiene forma redondeada y amesetada en la parte superior, donde se aprecia una gran pila con desagüe de grandes dimensiones (fig. 2) y al lado una cubeta cuadrada. Se accede a la parte superior por una escalinata de 14 peldaños tallados en la roca, algunos de ellos apenas insinuados o desgastados por la erosión (fig. 3); y en la cara noreste cuatro concavidades casi circulares. El bolo está repleto de petroglifos y cazoletas, así como profundos surcos paralelos cuyo significado no acertamos a comprender (fig. 4).
La disposición de la pila con sus canales y desagüe hace pensar en una especie de recipiente en la parte  inferior para recoger la sangre de las víctimas, hipótesis que no consideramos descabellada, si tenemos en cuenta las referencias clásicas de Estrabón o Silio Itálico que mencionan sacrificios como práctica corriente entre los pueblos del noroeste y la Lusitania[1].
No muy lejos de aquí se han documentado otros altares de sacrificio de similares características, como el de La Zafrilla, que seguidamente veremos. No es frecuente la aparición de varios de estos espacios sagrados en un espacio tan reducido. Su proliferación en Malpartida de Cáceres tiene que venir motivada necesariamente por razones relacionadas con la pervivencia del hábitat a lo largo de las sucesivas etapas protohistóricas. Siguiendo al profesor Almagro-Gorbea, el culto a las peñas se documenta ya desde el Campaniforme en Peñatú y en Fraga da Pena, en el Bronce Final en Axtroki y en la Edad del Hierro en Ulaca y Peñalba de Villastar, siempre asociado al culto solar[2]. Estas manifestaciones religiosas las relaciona Almagro con un sustrato muy arcaico “protocéltico” que coinciden con otros rituales como los depósitos de armas en cuevas y peñas que aparecen ya desde  los primeros momentos del Bronce Atlántico y continúan hasta el Bronce Final con la costumbre de arrojar armas a las aguas[3].
El ritual del sacrificio debió de ser muy similar en los pueblos de la Hispania Céltica. Este se efectuaba en la parte superior del santuario y las piletas estaban destinadas a contener la sangre de las víctimas y a la cremación de las entrañas de las mismas. La coincidencia de la orientación del altar con la cumbre alta podría no ser casual y estar intencionadamente buscada en asociación con algún fenómeno celeste.

EL COMPLEJO RITUAL DE LA ZAFRILLA DE LOS ESTANTES

Cerca de Cuatro Hermanas, por el camino que lleva al Casar de Cáceres, en la Dehesa de los Estantes, proliferan los vestigios de la presencia humana en aquellas tierras. Constituye el lugar a un complejo arqueológico formado por lagaretos, peñas con cazoletas y tumbas antropomorfas, así como un nuevo altar rupestre situado sobre una roca aislada.
El lugar es bastante húmedo y en las cercanías se pueden ver todavía norias, construidas aprovechando las fuentes y manantíos naturales que brotan en superficie. En sus proximidades se aprecia abundantes restos cerámicosque completan una secuencia de ocupación difícil de valorar.
El espacio ritual de La Zafrilla se localiza en una pequeña elevación del terreno, dominando una amplia zona salpicada aquí y allá por otros bolos de granito. Uno de estos bolos fue utilizado como altar de sacrificios (fig. 5). El ara se ubica en la parte superior y consta de una superficie cóncava a la que accede a través de una escalinata de cuatro peldaños irregulares. Al comienzo de la escalinata se ha grabado una cruz y al lado de los primeros peldaños se practicó un vaciado rectangular que debió de servir para contener las vísceras de los animales sacrificados o el agua lustral para purificar los objetos que se utilizaron en estas ceremonias.
A pocos metros del altar hay un afloramiento granítico que se ha partido, desprendiéndose de él varios fragmentos que se encuentran soterrados en la actualidad al lado del bloque principal. En esta roca se aprecian también una escalinata similar con cuatro peldaños tallados en la roca muy irregulares (fig. 6). En las proximidades emergen otras peñas con unas formas características que posiblemente tuvieron relación con algún tipo de ritual sagrado (figs. 7, 8 y 9). En el mismo lugar se observan varios lagaretos (fig. 10).
No resulta fácil con la información de que disponemos asignar una cronología al altar de La Zafrilla. No se han realizado excavaciones arqueológicas en el entorno de este espacio sagradoni se distinguen sobre el terreno elementos que nos ayuden a fecharlo. Como anteriormente hemosexpuesto, la pervivencia en el tiempo de estos altares de sacrificios, dificultan enormemente precisar una fecha aproximada.
Sabemos, sin embargo, de la aparición a finales del siglo XIX de dos exvotos de bronce en forma de cabritas dedicadas a la diosa Ataecina, que al parecer pueden proceder de este complejo arqueológico (figs. 11 y 12).
La primera delas cabritas apoyaba sus patas delanteras sobre una cartela en la que un siervo o sierva  de Cocceia Severa, de nombre Victorino o Victorina invoca a la diosa Ataecina en este exvoto[4]. La tal Cocceia Severa debe ser la ilustre dama, natural de NorbaCaesarina, de la que se conservan varias inscripciones monumentales procedentes del foro de la ciudad de Capera alusiva a varios miembros de su familia[5]. El texto reza así:

D· S· T· AD
VICTORIN·
SER· C· SE
VERAE
A

Transcripción: D(eae)· S(anctae)· T(uribrigensi)· Ad(aeginae)/ Victorin(a/us)·/ser(v-a/us)· C(occeiae)∙Severae/a(nimo)· l(ibens)· v(otum)· s(olvit)

Una segunda cabrita tiene también bajo sus patas delanteras una placa en la que un tal CocceioModestiano –cuya relación con la noble dama anteriormente aludida parece evidente–  invoca a la citada diosa[6]. Su texto es el siguiente:

DE· S· A· T·
COCCEIVS
MODESTI
ANVS· V· S·

Transcripción: De(ae)· S(anctae)· A(daeginae)· T(uribrigensi) Cocceius/Modesti/anus· v(otum)∙ s(olvit)∙

Sepueden ponerestos exvotos en relación con nuestro altar de sacrificio y, por tanto,sería la diosa Ataecina la divinidad invocada en dicho santuario[7]. Esta divinidad prerromana mantuvo su  culto profundamente arraigado en época romana y, a tenor de la presencia de los exvotos fechados entre los siglos I y II de nuestra Era, el santuario siguió manteniendo su vigencia al menos durante el Alto Imperio,cuando aparece asimilada ya a la romana Proserpina. La cruztallada en el arranque de la escalinata delata la cristianización posterior de este lugar de culto pagano.

EL LAVADERO DE SAN MIGUEL

La Dehesa de San Miguel es una zona con abundante agua, regada por varios  arroyosy salpicada de numerosos pozos y manantiales conocidos desde épocas muy antiguas. Junto a un conjunto de tumbas excavadas en la roca existe un manantial de aguas mineromedicinales que en los tres últimos siglos ha sido aprovechado para llenar las pilas de un rústico balneario y de un lavadero de lanas llamado “de San Miguel” nombre que recibe del santo titular que presidía el Altar de la iglesia erigida en dicho lugar.El lavadero recibe las aguas de la charca que lleva su mismo nombre, que recoge toda laescorrentía de las inmediaciones y, después de surtir a otra charca pequeña, desemboca en el riachuelo de Pontones.
Aún se conserva la majestuosa fábrica construida a base de mampostería y sillería en las esquinas, en el recercado de los vanos y en las zonas nobles (fig. 13).Se accede al interior por dos puertas, una de ellas situada en el patio con una gran portada adintelada.Su interior se encuentra en lamentable estado de conservación, aún pueden contemplarse los muros maestros de la que fuera capilla de San Miguel[8]. Presenta en esta zona una portada rectangular cegada rodeada de esgrafiados encalados,exornados con dentellones y ovas y coronada por un azulejo, rodeado de esgrafiados, que representa a la Virgen rodeada de los ángeles y encima el Espíritu Santo en forma de Paloma[9]. La entrada principal está rematada por un campanario con arco de medio punto con pináculos. Por esta zona de la entrada a la capilla se encuentra el acceso principal al Lavadero de San Miguel mediante una gran puerta adintelada rodeada también de esgrafiados elementales y rematados en motivos curvilíneos y pináculos que centran un escudo heráldico de don Álvaro de Ulloa, a instancias del cual se construye y comienza a funcionar el Lavadero. Su interior presenta nave única de dos tramos separados por pilares cubiertos con bóveda de arista y capilla mayor con bóveda de cuarto de esfera.El retablo,con hornacina central de arcos lobulados presidido por la imagen de San Miguel,se encuentra en muy mal estado de conservación; es rococó, de la segunda mitad del siglo XVIII y actualmente es propiedad  de don Ramón Jordán, Vizconde de Roda.
Saliendo del Lavadero de lanasse levanta una iglesia bajo la advocación de la Inmaculada Concepción que tuvo culto hasta el año 1960 (fig. 14). Se accede a su interior mediante una puerta adintelada recercada por una decoración esgrafiada y rematada por una cruz rodeada por motivos decorativos geométricos y las letras AVE MARIA. En su interior ha desaparecido la cubierta, siendo sustituida por una techumbre de uralita. Presenta tres navescon grandes arcos de medio punto, separadas por pilares y capilla mayor rectangular. Sus dependencias han estado dedicadas a establos, por lo que se encuentran en un lamentable estado de conservación[10].
El paraje de San Miguel acogió a una  población numerosa, por lo que el obispado decidió dar a la barriada el nombramiento de parroquia, designandoaun cura párrocopara que oficiara los actos litúrgicos. Por un tiempo se siguió utilizando la antigua capilla para la celebración de los servicios, hasta que fue comprado en 1961 el local del cine de Benito Domínguez,que fue reformado para acoger la vivienda del párroco y la nueva iglesia de la Inmaculada que fue abierta al culto en el año 1963[11].
Con similares característicasa este lavadero–que aparece citado en el Diccionario de Madoz de 1845[12]se construyó otroen Los Barruecos a finales del siglo XVIII, consistente en un enorme complejo dedicado al esquileo y lavado de lanas. En el siglo XIX llegó a tener una producción anual de 80.000 arrobas de lana lavada, que luego era vendida a las industrias textiles más importantes de Europa y América, destacando entre ellas la de Covilhã, importante centro manufacturero de lanificios en Portugal.
El emplazamiento de estos lavaderos cumplía los principales requisitos exigidos para este tipo de instalaciones. Debían situarse en un río con suficiente caudal y aguas abajo de la población en la que se encontraran; también debía existir suficiente distancia respecto a otras localidades situadas en el curso del río, para que las aguas sucias se hubieran mezclado con las limpias.
Las edificaciones del Lavadero de San Miguel forman un gran patio central en el que se integran las salas de esquileo, las viviendas de los operarios y las salas de esquileo, ermita y, en este caso, la vivienda residencial de los propietarios de carácter señorial, que aún pervive en condiciones no muy idóneas. Actualmente es una explotación agropecuaria de propiedad privada, pero su construcción primigenia sigue los mismos parámetros que el de los Barruecos deMalpartida. Para funcionamiento del lavadero es imprescindible la charca y, por ende, el molino harinero que en este caso son dos edificios de molienda exentos de la presa así como la iglesia de San Sebastián. Junto a ello, los corrales para estancia del ganado y una huerta que se riega con el excedente de agua del lavadero. Estamos pues ante un “complejo industrial” perfectamente estructurado en el que se realiza tratamiento de la materia prima: la lana, desde el esquileo al lavado, clasificado y comercialización de la misma.




[1]EstrabónIII, 3, 6.
[2] M. ALMAGRO GORBEA, «Nuevas fechas para la Prehistoria y la Arqueología de la Península Ibérica», Trabajos de Prehistoria 33, 1976, pp. 307-317.
[3] M. ALMAGRO GORBEA, «Sacre Places and Cults of the Late Bronce Age tradition in Celtic Hispania», en R. Habelt (ed.), ArchäologischeFoschungenzumKult-geschehen in der JüngerenBronzezeit und FrühenEisenzeitAlteuropas, U. Regensburg, Bon 1996, pp. 43-79.
[4]El exvotofue cedido en 1918 por María del Carmen Jalón al Museo Víctor Balaguer de Villanueva y Geltrú (Barcelona), donde actualmente se encuentra. Fue dada a conocerpor F. FITA, “Inscripciones romanas inéditas de Cáceres, Úbeda y Alcalá de Henares”, Boletín de la Real Academia de la Historia 7, 1885, pp. 45 ss.
[5] Véase J. ESTEBAN ORTEGA, Corpus de inscripciones de Cáceres III. Capera, Cáceres, 2013, inscripciones nº 1005, 1006 y 1007.
[6]Se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional y actualmente existe una copia en bronce de grandes dimensiones esculpida en el casco urbano de la localidad. Fue dada a conocer también por  F. FITA, “Inscripciones romanas inéditas de Cáceres, Brandomil, Naranco y Lérida”, Boletín de la Real Academia de la Historia6, 1885, pp. 430 ss.
[7] J. M. ABASCAL PALAZÓN, "Las inscripciones latinas de Santa Lucía del Trampal (Alcuéscar, Cáceres) y el culto de Ataecina en Hispania", Archivo Español de Arquología68, 1995 [1996], pp. 31-105; ÍDEM, "De nuevo sobre Ataecina y Turobriga. Exploraciones del año 1900 en Las Torrecillas (Alcuéscar, Cáceres)", Archivo Español de Arqueología69, 1996, pp. 275-280.
[8]En el Archivo Diocesano de Coria-Cáceres, se conserva documentación diversa sobre la capilla de Arroyo de la Luz (en años comprendidos entre  1907-1958).
[9]J.A.RAMOS RUBIO y O. DE SAN MACARIO SÁNCHEZ, “El lavadero de San Miguel de Arroyo de la Luz en la Ruta de la Lana”,XXXII Ruta Cicloturística del Románico Internacional,Pontevedra 1 de febrero al 8 de junio de 2014, pp. 129-133.
[10]En el Archivo Diocesano de Coria-Cáceres se conserva documentación sobre la parroquia, 1958-1973.
[11]Archivo Diocesano de Coria-Cáceres, 1958-1963.
[12] P. MADOZ, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid 1845-50.

sábado, 15 de diciembre de 2018


TRUJILLO y SUS RUTAS

La ciudad de Trujillo, situada a 50 km al este de la capital de la provincia, se asienta sobre un batolito granítico y se emplaza en el antiguo camino de Madrid. Se trata de un importante complejo urbano conformado a partir de diferentes épocas y mentalidades arquitectónico-urbanísticas, cuyos testimonios han hecho de ella una de las más importantes ciudades del mundo.
La impresión que se lleva el viajero cuando se acerca a Trujillo es la de encontrarse ante un medieval barco varado en un cerro de canchales. La ciudad se eleva orgullosa y vigilante sobre una sorprendente y hermosa protuberancia granítica, sobre un insólito berrocal, como dice la copla: "Si fueres a Trujillo, por donde entrares, hallarás una lengua de berrocales". La masa de sus torres y sus ruinas se recorta sobre el cielo.
Es Trujillo una ciudad abierta, clara, confortable, regularmente bien urbanizada, apacible y que da una cierta sensación de bienestar de hidalgo campesino. Así era y así es Trujillo: Un centro de encuentro entre razas y culturas edificado sobre el cerro “Cabezo de Zorro” para dominar en llano unos límites que están rayados entre el Tajo y el Guadiana.
         La población trujillana se reparte entre la ciudad de Trujillo propiamente dicha y los cuatro arrabales dependientes de su jurisdicción municipal. Se trata de las localidades de Huertas de Animas, Huertas de la Magdalena, Belén y San Clemente. Con testimonios ya desde el Neolítico, estos arrabales han estado poblados por un vecindario fundamentalmente agrícola que se asentó sobre fértiles vegas como las de Papalbas, Valfermoso o Mimbreras.
          Trujillo es el antiguo Turgalium romano, nombre de  raíz celta. Es la denominación latina del topónimo correspondiente al primitivo castro indígena. Los diferentes testimonios epigráficos y funerarios son prueba fehaciente que la Turgalium prerromana se convirtió, durante la ocupación romana, en una población de suma importancia tributaria de Norba Caesarina. Trujillo aparece citado en el Anónimo de Rávena (siglo VI), que facilita el conocimiento de núcleos de población de esa época.  En el Itinerario de Antonio (siglo III) se cita como un importante enclave desde Mérida hacia Zaragoza, a través de Toledo. Dato interesante porque denota la continuidad  funcional urbana como cabecera de comarca.
         Después de una época paleocristiana y visigoda, como queda constancia por los restos de una basílica, tras muros de la puerta de Coria; la dominación musulmana hace de Trujillo un importante enclave, que sólidamente fructificado, mantendrá una notable actividad, siendo testimonio de ella el mercado ganadero que se celebrara en la zona extramuros sobre la que después se habría de urbanizar la actual Plaza Mayor. Hacia el año 900 se inician las obras del Castillo y en el siglo XI  están definitivamente configuradas las murallas, cuyo aspecto -al igual que el del Castillo- se modificará después de la reconquista. Hay noticias documentales de la existencia de dos mezquitas, de las cuales se conserva algún resto.
         En 1186 se inician con Alfonso VIII los primeros intentos de reconquistar la Villa. Entregada a las Ordenes Militares de Santiago y San Julián de Pereiro, pasaría de nuevo a manos árabes en la última década del siglo XII, hasta que en 1232 la villa es definitivamente recuperada por las huestes cristianas de Fernando III. Data desde entonces la devoción patronal de Trujillo a la Virgen de la Victoria, que, alojada entre dos torreones constituye su emblema heráldico.
         A partir de entonces Trujillo comienza a conocer tiempos de prosperidad, fomentada por los reyes con repoblaciones, exenciones tributarias, privilegios mercantiles y otros incentivos propios de los tiempos y las necesidades gobernantes y unificadoras.
         Alfonso X, decidió otorgar Fuero propio a la villa. La población, desde entonces, se reparte entre los hidalgos, eximidos del pago de tributos, y los "pecheros", vecinos contribuyentes.
         Hasta mediados del siglo XIV el desarrollo arquitectónico de Trujillo se concentra en el interior del recinto amurallado, en la Villa; sin embargo, por esa fecha surgen las primeras células que condicionará el posterior desarrollo de la ciudad extramuros. Se trata de las primitivas fábricas eclesiásticas de San Martín y San Clemente.
En 1430 Trujillo logró trasponer la pubertad medieval merced a las instancias de  Álvaro de Luna, primer duque de Trujillo, ante su rey,  Juan II de Castilla que le concede el codiciado titulo de ciudad "por los buenos e leales servicios que e me facen cada día ....por ende es mi merced  que de agora adelante sea cibdat e goce de todas las preminencias e prerrogativas...".  A todo ello vendría a sumarse el privilegio de Mercado Franco otorgado por  Enrique IV en 1465.
         Ilustres protectores fueron también los Reyes Católicos, que en Trujillo llegaron a vivir  largas temporadas hasta que, en un crudo enero de 1516, sorprendiera la muerte a Fernando “El Católico” camino de Guadalupe. Y así Trujillo continuo siendo fiel compañero de la historia con la frecuente presencia de monarcas y privilegios. Como Felipe IV, que autorizase a la ciudad  una Casa de la Moneda  para acuñar moneda propia.
         Entre fines del siglo XV y principios del XVI tiene lugar una importante actividad arquitectónica en Trujillo. Se fundan los conventos de San Miguel, La Encarnación y San Francisco; se levanta el Rollo o Picota en el sitio del Mercadillo y se construyen las Casas Consistoriales, otros inmuebles municipales y privados van configurando la estructura y fisonomía del espacio placero.
         El siglo XVI será definitivo para la historia de Trujillo por su importante participación en el descubrimiento, conquista y civilización de América. La población supera abiertamente sus antiguos límites y se expande fuera de la muralla. El desarrollo demográfico trujillano, cuya población es de 1730 vecinos en  1580 -cifra superior a la de Cáceres en la misma fecha- y el enriquecimiento de ciertos sectores como consecuencia de la empresa americana, son las circunstancias que impulsan ahora el desarrollo arquitectónico-urbanístico de Trujillo que poblará la ciudad de nuevas construcciones nobiliarias. Se ampliarán las antiguas fabricas religiosas y proporcionará a Trujillo el aspecto con que la ciudad llega al siglo XVIII.
Villa y "ciudad" mantendrán desde ahora una evolución arquitectónica de distinto signo. Torres, aspilleras, alfices, arcos apuntados y demás elementos arquitectónicos militares y goticistas de los palacios intramuros desaparecen de arquitectura de la "ciudad"; en ésta se empleará una construcción más abierta en la que elogias y patios proporcionarán una fisonomía estructural diferente a los inmuebles. En el interior de la "villa", el aspecto defensivo de alcázares y casas fuertes da paso a otro renacentista.
         Durante el siglo XVII y después de la conclusión y remodelado de la obras eclesiásticas iniciadas en el siglo XVI, Trujillo cae un largo período de inactividad arquitectónica que se vería agravada a raíz de la campaña de Portugal, pues ésta diezmaría tanto la población como la economía trujillana. En la "villa", el abandono constructivo se traduciría en un proceso arquitectónico regresivo en el que se hacen presentes las primeras ruinas.
        Después de la incidencia destructiva de los acontecimientos bélicos del siglo XIX y de las circunstancias del mismo signo que acompañaron a los diferentes procesos desamortizadores, Trujillo inicia durante el último tercio del citado siglo una actividad constructiva y urbanística de gran relieve y excepcional a nivel provincial. Hoy es una población que se caracteriza fundamentalmente por un importante turismo de calidad.
        

RUTA DE LOS CONQUISTADORES





El siglo XVI español propició a Extremadura la ocasión histórica de pasar al recuerdo universal como región, gracias a los acontecimientos que se dieron en torno al descubrimiento y posterior ocupación del continente americano.
Detrás de la conquista y colonización de tierras americanas, existieron hombres que partieron de Trujillo y han pasado a la historia como partícipes en primera línea en la odisea humana más destacable del citado siglo XVI como fue el encuentro entre dos mundos tan opuestos, que con el pasar de los siglos tanto se aportaron mutuamente. Francisco Pizarro y sus hermanos, Francisco de Orellana, Fray Gaspar de Carvajal, Martín de Meneses, María de Escobar, Francisco de las Casas, Francisco Bejarano, Francisco de Chaves, Diego García de Paredes, etc. Que de Trujillo partieron y cuyos afanes fueron tan intensos que el nombre de Trujillo permanece en el subcontinente Americano en varias ciudades de Venezuela, Perú, Puerto Rico, Chile y Colombia. Ellos nacieron en Trujillo y aportaron con sus hazañas o con sus vidas el poder hacer historia de un acontecimiento casi  causal.
En torno a la Plaza Mayor se localizan los ejemplos más importantes de la arquitectura nobiliaria de la Ciudad.  La primera noticia sobre construcciones en la Plaza Mayor, data del 18 de mayo de 1353. Aquel día se reúne el Concejo en el atrio de la iglesia de San Martín "para tratar del amojonamiento del Berrocal que en este año hizo González Fernández Añasco". La elección de este lugar indica que aquí se encontraba un primer centro de un dinamismo social. Este primitivo núcleo urbano, mercado e iglesia, junto al que pronto se añadirían las casas consistoriales, será el epicentro virtual de una ciudad, que desde aquí y siguiendo los caminos se expandirá por irradiación.
La estructuración definitiva de la Plaza tuvo lugar durante el siglo XVI. Trujillo vive entonces su momento histórico culminante, definido por su expansión urbana, que la ha convertido en una de las ciudades más interesantes del panorama artístico mundial. En lo que se refiere a su parte monumental, alcanza en estos años su configuración estructural. Sobre esta configuración, el XIX introducirá algunos cambios en la planimetría y una remodelación de las fachadas.
          La estatua ecuestre de Francisco Pizarro, obra del escultor norteamericano Charles Rumsey, nos invita a comenzar el recorrido turístico por esta noble ciudad. Frente a este símbolo en bronce de la ciudad, se alza el palacio del Marqués de la Conquista, construido por Hernando Pizarro, hermano del conquistador, según las disposiciones testamentarias del conquistador del Perú. Es una construcción de estilo plateresco, con cuatro plantas rematadas por figuras que representan iconográficamente alegorías de los Vicios y las Virtudes.   Sobresale del conjunto el magnífico balcón esquinado con blasones, en el que distinguen perfectamente los bustos de Francisco Pizarro y su esposa Inés Huailas; y los de Hernando Pizarro y Francisca Pizarro Yupanqui.     En el interior se conservan numerosos esgrafiados repartidos por las distintas dependencias, con temas vegetales, geométricos e indianos, con animales exóticos existentes en las selvas iberoamericanas; así como tres habitaciones con cubierta de artesonado de madera a base de jácenas que apoyan sobre canecillos con decoración floral, geométrica y con rostros humanos y animalísticos. Un total de 126 cabezas, repartidas en dos salones, en las que se puede apreciar las representaciones del cóndor, el tapir, el mono, y las divinidades celestes (el sol o pájaro Inti, la luna o Quilla, la divinidad del trueno o dios del fuego, Coychi o dios del castigo). Todos los animales que aparecen en el artesonado corresponden a simbolismos y pertenecen a la mitología incaica. También, aparecen representados rostros de incas, ataviados con atributos del poder real: plumas, ceñidor y dilatadores de orejas.
El encanto de esta plaza reside tanto en su tamaño, una de las más grandes de España, en lo irregular de su trazado, y en sus soportales que sustentan tanto los palacios señoriales como las casas populares.  Cada soportal tiene su propio nombre que recuerda los mercados medievales: del Pan, de las Carnecerías, del Paño y de la Verdura. Al otro extremo del palacio está la Iglesia de San Martín, de su compacto volumen exterior sobresalen las torres del Reloj y de las Campanas. Al interior del edificio se accede a través de la puerta abierta a los pies, con columnas dóricas sobre pedestales, que sustentan entablamento y frontón  en cuyo tímpano campea el escudo del obispo placentino don Pedro Ponce de León, bajo cuyo pontificado (1560-1573) finalizaron las obras del templo, interviniendo en ella los canteros Cabrera, Alonso Becerra y su hijo Francisco Becerra, primera referencia artística del que sería gran arquitecto en América. La puerta del mediodía se conoce con el nombre de Puerta de las Limas, por tomarse como tales las granadas que aparecen en la rosca del arco trilobulado de la misma. El templo conserva en su interior un órgano barroco fabricado entre los años 1759 y 1762 por el organero de Llerena Antonio de Larrea y Galarza. Bienes muebles de interés artístico como el Cristo de la Salud, que destaca por su belleza plástica, obra del siglo XV y un lienzo del siglo XVIII que representa a San Jerónimo, obra de Pereda. Sobresaliendo en el templo el monumento funerario al Cardenal Don Gaspar Cervantes de Gaete, Arzobispo de Tarragona. La obra más importante del templo, es la imagen de una Virgen románica que procede de la ermita templaria de Nuestra Señora de la Coronada. En el altar mayor resalta el retablo del Cristo de la Agonía, obra del segundo tercio del siglo XVII, procedente de la iglesia de la Sangre de Cristo, de Trujillo; presentando en el centro la imagen de un Crucificado, obra granadina de Alonso de Mena, del siglo XVII. Reyes como Carlos V, Felipe II o Felipe V estuvieron orando en ella, según las Crónicas de sus Viajes; el Emperador en su viaje a Sevilla para casarse con Isabel de Portugal, y Felipe II, tras unir el dominio de toda la Península Ibérica en 1583.
          Frente a la iglesia, se alza majestuoso el palacio Ducal de San Carlos,  sobre la primitiva casa solariega de la alianza entre los linajes Vargas y Carvajal, a cuyo entronque familiar se concede en el siglo XVIII el ducado de San Carlos. Las obras del palacio comienzan a mediados del siglo XVI, prolongándose a lo largo del siguiente. En la actualidad y desde la restauración que se llevó a cabo en 1960, el palacio se utiliza como convento de las religiosas de la Concepción Jerónima. Podemos destacar en la fachada una estilizada galería porticada constituida por tres arcos de medio punto que descansa sobre dos columnas jónicas, y en el segundo cuerpo tres sencillas ventanas rectangulares con pilastras corintias que separan los vanos de la logia que se abre en el tercer nivel, los cuales se encierran con los dinteles que sustentan grandes ménsulas a modo de zapatas. El último cuerpo de la fachada es una perfecta alineación de vanos rectangulares de enmarque moldurado sobre los que inmediatamente se tiende la amplia y volada cornisa que remata la construcción. En el ángulo esquinado destaca un balcón con dos águilas bicéfalas que sustentan las armas de la familia, está enmarcado por pilastras sobre pedestales, con entablamento y frontón (con el busto del promotor de la obra). Sobre dicho frontón se disponen dos "puttis" con cornucopias simbólicas de la abundancia. Remata todo el conjunto voluminosas y singulares chimeneas que destacan sobre la cubierta. Están fabricadas a base de ladrillo y poseen una estructura turriforme que remata en cuerpos volados de pintoresca y dispar tipología. En su interior, se puede visitar el hermoso patio plateresco y la escalera volada, obra del arquitecto Antonio de  Mera.
Desde ese momento el granito, piedra noble, no nos  abandonará.   Lo encontraremos por todas partes, desde el rollo extramuros del siglo XV –que en sus orígenes se elevó en la Plaza-, lugar en el que se pinchaban las cabezas de los ajusticiados, hasta el castillo que culmina la colina, pasando por las casas solariegas y bellos palacios como el del Marquesado de Piedras Albas, obra renacentista del siglo XVI, construido sobre los soportales del Pan, por Pedro Suárez de Toledo. Su logia de tres arcos escarzanos, de influencia florentina, y la crestería gótica de granito son modelos arquitectónicos que llevaron a Iberoamérica los canteros trujillanos como Diego de Nodera, Alonso Casillas o Francisco Becerra.
En el portal alto de la Plaza y junto a otras casas nobles como las de los Cervantes Gaetes, Bejarano, etc., sobresale la mansión de los Chaves-Orellana, también llamada "Casa de la Cadena", nombre recibido por la que cuelga sobre la puerta como símbolo de la estancia de Felipe II en 1583 de paso a Portugal. La fachada muestra hoy un aspecto diferente al original, pues la reforma que sufre el edificio en el siglo XIX y la reconstrucción actual para convertirla en Hostal, han hecho desaparecer la logia que en el último piso se abría a la Plaza, como puede apreciarse en algunos grabados de principios del siglo pasado. Al palacio pertenece la llamada "torre del Alfiler" que es un baluarte castrense situado al N. de la Plaza, pues en sus orígenes medievales se construyó como torre defensiva, formando parte de la muralla de la alcazaba. Tras el proceso reconquistador de la ciudadela, Trujillo se extiende lo largo del llano, ubicándose el centro neurálgico de la ya ciudad (concesión de Juan II en 1432) en el siglo XVI fuera del recinto amurallado.  Desde la torre se domina la Plaza, que se configura urbanística  y definitivamente en el siglo XVI, constituyendo el centro de desarrollo de una amplia gama de actividades de carácter lúdico, religioso, civil y económico, pero en todas las actuaciones siempre hubo un dirigismo  o intención subyacente de índole municipal. La presencia próxima a la Torre del Alfiler de las Casas Consistoriales, la Cárcel o el edificio del Peso Real en una Plaza que era el lugar habitual para los pregones concejiles, son algunos datos que hablan de ese carácter público y municipalizado.
La Torre del Alfiler es un monumento simbólico de Trujillo, llama la atención la varilla metálica clavada en el cimborrio que cubre el plano donde estuvo el almenaje que fue desmochado, como los de otros palacios, por la Reina Católica para acallar la arrogancia de la nobleza castellana. Presenta este cimborrio ricos azulejos talaveranos en los que campean las armas de los Chaves-Orellanas, en sus orígenes se utilizó mosaico de cerámica sevillana de recorte y cuenta y arista. Es una torre rectangular de 367 metros cuadrados, con ventanales y crestería góticos que se colocaron cuando la fábrica perdió su finalidad militar. Esta torre da prestancia y belleza a la Plaza. Actualmente alberga un Centro de Interpretación de la Historia de Trujillo.



                                              

El palacio de los Chaves Cárdenas, conocida popularmente como "Casa del Peso Real" y situada en el frente oeste de la Plaza, ha sufrido diferentes reformas, de manera que en la actualidad la portada es uno de los pocos testimonios de su origen.  El edificio se levanta a principios del siglo XVI, en cuyos elementos decorativos aún quedan vestigios de elementos góticos en la fachada y en la portada, que está flanqueada por columnas torsas rematadas en pináculos, eco del estilo manuelino portugués. Próximo a este edificio y continuamos nuestro recorrido pasando por el medieval Cañón de la Cárcel, sobre el cual el Concejo erigió unas notables Casas Consistoriales durante el siglo XVI. Junto a ellas estaban el Archivo de Escribanos y la Cárcel, ésta construida en 1549 por el insigne arquitecto Sancho de Cabrera. En la década de los cuarenta, del siglo XVI, se edificó el Ayuntamiento Viejo. Indica su finalización una lápida en la que se hace referencia al monarca Carlos I, en 1551.
Llegamos al palacio de Juan Pizarro Orellana, obra de los arquitectos Alonso y Francisco Becerra construida en la segunda mitad del siglo XVI a iniciativa del que fuera primer corregidor de la ciudad de Cuzco, Juan Pizarro Orellana, regentado actualmente por la Congregación Hijas de la Virgen de los Dolores. La fachada presenta una logia plateresca corrida, se enmarca entre dos torreones medievales rectangulares de una construcción anterior. Una portada de bóveda rebajada y gran arco escarzano sobre ménsulas permite la entrada al interior, en donde el principal atractivo está en el patio plateresco de dos pisos, decorado con zapatas con rosetas y entre los balaustres pétreos del antepecho se disponen alternadamente los escudos de los Pizarro y los Orellana, sostenidos por diferentes angelotes. Aquí estuvo la Casa de Contratación para afiliarse los viajeros hacia América y sobre su techo encontró hospitalidad Miguel de Cervantes cuando de regreso de Portugal a Madrid en 1582, descansó en Trujillo, teniendo agradecidos recuerdos para la familia Pizarro Orellana en los capítulos IV y VI del libro III de “Trabajos de Persiles y Segismunda”.
 Continuando el adarve, la ronda de murallas musulmanes que bordean la "ciudad antigua", conforman un recinto rectangular de mampostería y sillería jalonado por diecisiete torres dispuestas a intervalos irregulares. Siguiendo la línea de la muralla hacia el Oeste y aunque separada de aquélla por un pequeño escarpe del terreno, se encuentra la casa de los Altamirano, conocida como el "Alcazarejo". La construcción del edificio la comienza Fernán Ruíz, partícipe en la reconquista definitiva de la ciudad, que consiguió abrir la puerta del Triunfo facilitando la victoria a las tropas cristianas.  La cerca dispuso de siete puertas, de las cuales se conservan: la de Coria, la puerta del Triunfo, de la Vera Cruz, Santiago, San Andrés; y la de las Palomitas, restaurada en 1998. La Puerta de San Andrés, se abre en arco apuntado, está decorada con el escudo de la casa de Austria, obra de la remodelación que sufrió la puerta a principios del XVI. Rebasándola se alza la Casa-fuerte de los Escobar, que constituyó el baluarte defensivo de la puerta de San Andrés. Fue fundación de Álvaro de Escobar, destacando en uno de sus ángulos su torre rectangular, de finales del siglo XV. Aquí nacieron María Escobar la primera mujer que llevó semilla de trigo y cebada al Perú, y fray Diego de Chaves, dominico que fue confesor de Felipe II y destacó en las sesiones del Concilio de Trento.  La muralla trujillana condicionó la aparición de un tipo de construcción nobiliaria en la que lo defensivo y lo residencial se aunaban para dar como resultado unos edificios macizos, rematados en murallas en los que las treinta y dos torres constituyen los elementos más peculiares de su fisonomía, alzándose orgullosas y que en primavera sirven de refugio a docenas de cigüeñas. Testimonios de estas casas-fuertes son el palacio de los Bejaranos y el Alcazarejo. Estos edificios serán renovados en su fábrica en el siglo XVI como consecuencia de la pérdida de su funcionalidad castrense.      
El lienzo oeste lo cierra y lo abre la Puerta del Triunfo que cuenta con un curioso suceso legendario y trascendental para la historia de la ciudad. El 25 de enero de 1232, el obispo D. Domingo con los soldados de las Ordenes Militares vencen a los árabes, los soldados aclamaron a la Virgen con el Título de la Victoria por Patrona y especial abogada en la conquista de Trujillo. Desde entonces del Triunfo se llamó esta Puerta que flanquearon las tropas cristianas el 25 de Enero de 1232. Para perpetuar este histórico hecho y en testimonio de agradecida veneración, el Concejo colocó una imagen de la  Virgen en una hornacina cobijada por un tejaroz y practicada en el muro que se alza sobre esta puerta y ante la cual, todas aquellas noches medievales lucía una lámpara.      
En el interior del recinto intramuros se conservan dos ejemplos del sistema de almacenamiento de agua de origen árabe. Dos sorpresas más en una villa llena de ellas. La Alberca, situada cerca de la Puerta de San Andrés, es de origen árabe. Se trata de un depósito de agua para diferentes usos, entre los que cabe citar el de abastecimiento de agua a los caños de San Lázaro y el Campo de San Juan por medio de una extensa conducción subterránea. Los Aljibes de la plazuela de Altamirano es el segundo ejemplo de sistema de almacenamiento de agua. Estos últimos, de tracería árabe, disponen de tres naves cubiertas con bóveda de cañón y seis arcos sostenidos por pilastras. Son obra del siglo VIII.
Continuando la visita a la Villa, y subiendo la empinada cuesta de la calle de las Palomas -nombre que recibe por  tomarse como tales las tórtolas del escudo de la familia Rol, de la casa de los Rol, Zárate y Zúñiga que en dicha calle se encuentra. Esta casa solariega presenta una sencilla portada de arco apuntado y diferentes vanos, obra de sillería y mampostería de fines del siglo XV, en la que es preciso destacar su interesante patio de estilo gótico, como atestiguan los pilares, capiteles y tracería del antepecho de la logia. En la misma calle y haciendo esquina con la de Naranjos se localiza la casa de los Chaves-Calderón, de la que es preciso destacar la portada y el balcón de esquina de la segunda mitad del siglo XVI, ejemplo de esta solución castellano-andaluza que caracteriza a los palacios trujillanos, obra del arquitecto trujillano Francisco Becerra, el gran constructor de las catedrales de Puebla de los Ángeles, Lima y Cuzco. La puerta se cobija bajo arrabá  y el balcón se flanquea con sencillas y clasicistas columnas sobre las que se levantan el entablamento; sobre este, un frontón aloja en su interior el también esquinado-escudo de la familias. Al lado está la casa natal de Francisco de Orellana, el descubridor del río Amazonas, recia obra de mampostería que se construye a principios del siglo XV. Presenta una sencilla portada de arco apuntado y diferentes de vanos.
La iglesia parroquial de Santa María "La Mayor", está situada en la plazuela de Santa María, donde puede verse un busto en bronce de Francisco de Orellana, descubridor del río Amazonas. Constituye el edifico parroquial más importante de Trujillo. Se trata de una obra conformada a partir de diferentes épocas, comenzada tras la reconquista de 1232 y finalizada en el siglo XVIII con la construcción del camarín de la Virgen adosado al ábside. Iglesia alabada por todos cuantos la visitan. Objeto de múltiples leyendas y albergue de los más ilustres linajes que han formado el pasado originario de la ciudad. El templo presenta en el exterior una notable variedad de volúmenes y alturas, destacan por su elevación las torres de las campanas y la conocida como "Torre Julia", de factura románica, reconstruida en los años setenta de nuestro siglo, tras haber sufrido las acometidas de los terremotos de Lisboa de 1521 y 1755. En su interior resalta el artístico coro renacentista, obra de Sancho de Cabrera; y el retablo mayor, la mejor obra del pintor gótico salmantino Fernando Gallego, en el cual intervinieron en la predela pintores de su taller como Francisco Gallego. En este templo están enterrados los principales conquistadores, hidalgos y nobles de Trujillo, destacando el sepulcro de Diego García de Paredes, al que le dio celebridad en el “Quijote” Miguel de Cervantes como el “Sansón Extremeño” por su fuerza física, fue un destacado militar en Nápoles como el Gran Capitán. La iglesia es testigo mudo de célebres acontecimientos como las honras fúnebres por el rey Juan II que congregó a los más importantes personajes de la realeza en Trujillo, junto a los Reyes Católicos.
Próximo a este templo se encuentra el convento de San Francisco el Real o de la Coria, nombre recibido por su proximidad a la puerta medieval de la muralla que conduce a la población cacereña de Coria. El edificio conventual fue fundado por disposición suprema, por Real Cédula concedida por Juan II, en Toro, a 28 de junio de 1426, en favor de Inés de Cristo, Marina Herrera y otras beatas acogidas a la Regla de la Tercera Orden Franciscana, en atención a los buenos servicios que los linajes a los que pertenecían la mayoría de las mujeres en él iban a profesar, habían realizado a la Corona de España. Aquí vivieron las religiosas hasta el mes de marzo del año 1809, fecha en la que abandonaron el convento con motivo de la llegada de las tropas napoleónicas a Trujillo. Este convento fue testigo mudo hacia el año 1477 de la aventura sentimental de Gonzalo Pizarro -cuya hermana Beatriz era freyla- con Francisca González Mateos, hija de los humildes labradores apodados "Los Roperos", que era una humilde criada en el citado convento. Fruto de esta unión nacería Francisco Pizarro, el gran conquistador del Perú.
      En la actualidad, es sede de la Fundación cultural Xavier de Salas. La Fundación es la culminación de la actividad iniciada en 1969 por doña Carmen y don Xavier de Salas en Trujillo, proponiéndose estatuariamente el estudio y la difusión de las relaciones históricas entre Extremadura y América, así como fomentar en general la investigación científica en Extremadura, sobre todo en los campos de la investigación sociológica, musical, histórica y antropológica, los más afines a la tradición cultural de la región. Asimismo la Fundación apoya las iniciativas de otras instituciones culturales y académicas como la Universidad Popular "La Coria", el Centro de Iniciativas Turísticas o la Universidad de Extremadura. El apoyo a la investigación se completa con una exposición didáctica sobre la rica historia americana que alberga su Museo de América, referido a la historia del encuentro entre Extremadura y España con América. Este museo, abierto únicamente los fines de semana, salvo petición previa de visita, tiene en la actualidad más de 11.000 visitantes anuales.
      Desde el balcón medieval de este edificio, el visitante puede observar un impresionante paisaje campestre, virgen y agreste, resaltando al Noroeste un poblado calcolítico en la "Cerca de la Encina" y el evocador convento de los franciscanos descalzos de la Magdalena, de la reforma de San Pedro de Alcántara, que los frailes edificaran en 1603, procedentes del eremítico convento del "Santo Desierto de la Viciosa", situado en Deleitosa, eligiendo este lugar apartado para llevar a cabo una vida de gran austeridad y pobreza.
La estructura de la Villa tiene en la plaza de Santa María su principal centro urbano. Situado en una de las zonas más elevadas de la ciudad antigua, hacia ella se encaminan quebradas y empinadas calles que unen a esta plaza con el resto de la ciudad intramuros. En torno a este nodo urbano se localizan las más importantes casas solariegas. Este es el caso del palacio renacentista de los Pizarro Hinojosa, señores de Torrecillas, y desde el 24 de junio de 1642 marquesado de Lorenzana, título concedido a don Álvaro Pérez Quiñones y Lorenzana, Gobernador de Panamá y Guatemala. Es un majestuoso palacio, destruido en gran parte por la francesada de 1809 reconstruido en la actualidad como sede de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Frente a este palacio nos encontramos con el
Palacio de Francisco Pizarro de Vargas. En este edificio nació Gonzalo Pizarro "El Largo", padre del gran conquistador trujillano Francisco Pizarro. Fue reconstruido por la Escuela-Taller del Excmo. Ayuntamiento en su totalidad en el año 1992 para habilitar en su interior un Museo, dedicado al famoso conquistador, que se ajusta a lo que fue la vida del Conquistador, y el espacio disponible se ha distribuido en dos grandes apartados. En la  Planta Baja, la recreación de una vivienda de hidalgo español durante el siglo XV, y en la Planta Alta, una exposición dedicada a la vida y obra del personaje. Se ha procurado que cada uno de estos ambientes tengan un desarrollo claro y sencillo, donde los objetos expuestos y el propio guión de la exposición facilite al visitante su fácil comprensión. La mayoría de las piezas expuestas son originales, aunque en algunos casos se ha recurrido a copias de buena calidad para ilustrar algunos aspectos de la exposición que, de otra forma, hubieran sido difíciles de comprender.
      Desde la calleja que parte del edificio de Gonzalo Pizarro, llegamos al Castillo árabe, por empinadas calles empedradas. Desde allí se divisa una amplia panorámica del, pueblo y sus alrededores. La ligera ascensión bien vale la pena para admirar de cerca los lienzos de sus murallas y torres. En la del homenaje se encuentra el altar de la patrona de Trujillo, la Virgen de la Victoria, una talla del siglo XVI que representa la advocación de la que abriera milagrosamente las puertas del Arco del Triunfo cuando Fernando III asediaba a los moros el 25 de Enero de 1232. El castillo, lleno de encantos y leyendas, se asienta en el cerro llamado "Cabeza de zorro" y en el siglo XIV fue utilizada como caja fuerte de los tesoros de Pedro I, guardado celosamente por su tesorero el judío Samuel Leví.
Desde allí se divisa una amplia panorámica de la ciudad y sus alrededores. Al  NE. de la población pueden aún contemplarse las ruinas de la iglesia de Santo Domingo, que se encuentra en la actualidad en un deplorable estado y que hemos incluído en este itinerario histórico-artístico por el atrayente romanticismo de sus ruinas. Se levanta para atender las necesidades religiosas de una población de la zona, que constituyó una demarcación parroquial próspera hasta el siglo XVIII en que inició su declinar, y del actual barrio de Huertas de Animas. Es obra del año 1566 por Alonso y Francisco Becerra
         Bajando desde el castillo en dirección hacia la Plaza Mayor, nos encontramos con la Iglesia de Santiago, obra románica en sus orígenes.       Debe destacarse del interior la presencia de altares y enterramientos con estructuras arquitectónicas góticas y renacentistas; el retablo mayor del siglo XVII y el popular Cristo de las Aguas, denominado así ya que es la imagen que la ciudad de Trujillo saca en procesión en épocas de sequias, obra del siglo XIV.
Dentro de la arquitectura trujillana y como antesala de la Villa a la Ciudad moderna, es necesario referirse a una de las más impresionantes casas fuertes que formaban parte de la fortificación de la ciudad antigua, el Alcázar de Luis de Chaves, que defendía el acceso a la Villa a través de la Puerta de Santiago, la cual era custodiada por la torre de la iglesia parroquial y por la de la casa fuerte. Hospedó a los Reyes Católicos en sus visitas a la ciudad en 1477 -pacificación de la ciudad- y 1479 -durante la guerra de sucesión con la Beltraneja-. Al morir Juan II de Aragón, cuyos funerales se celebraron en la iglesia de Santa María de Trujillo, los monarcas católicos se hospedaban en este alcázar, convocando el Consejo que reconoció a Fernando rey de Aragón y Sicilia, acordándose así la unión de las dos Coronas: Castilla y Aragón. Aquí se firmó el "Tanto monta, monta tanto" y la paz con Portugal, en 1479.
Bajando por la calle Ballesteros hacia la plaza, se encuentra el palacio de los marqueses de Santa Marta, construido en el siglo XVI por el arquitecto Francisco Becerra, y reformado en el siglo XVIII. Solar de algunos de los nietos de Hernán Cortés, conquistador de México, y de su fiel capitán Francisco de las Casas en las tierras aztecas.


RUTA DE LOS BALCONES DE ESQUINA


En Trujillo se observa una mezcla de formas arquitectónicas, impuestas por la geografía y la geología, que va fabricándose lentamente desde el Medievo por las gentes venidas del  Norte para la reconquista, con sus métodos constructivos severos y duros, destacando los ventanales de las torres de casas fuertes; a los que se unen luego los del Sur, que no conciben  sus edificios más que unidos en una superficie de blancura deslumbradora o en sillerías con una portada decorativa con líneas y sinuosos trazos, y el mayor alarde ornamental-arquitectónico se luce en los típicos balcones de esquina para satisfacer las exigencias de la vida de sus moradores. Así nace una de las condiciones fundamentales que engendran el carácter de Trujillo y que en sus balconadas esquinadas son los más originales de Extremadura y germen de los modelos constructivos allende de los mares. Constituyendo una manera local de gran afición a los balcones, excesivamente desarrollada durante el renacimiento y cuyos mejores ejemplos los encontramos en torno a la Plaza Mayor desde el más modesto y viejo de los Quiroga, simple y escueto, encuadrado en un alfiz  gótico, hasta el riquísimo y monumental de Hernando Pizarro, que entre columnas, ménsulas, balcón y escudo te llena todo el ángulo del edificio; pasando por todos los intermedios de Bejarano, San Carlos, Calderón, Sanabria y  tantos más, finos y toscos, elegantes o pesados, alegres y secos; que de todo hay y para todos los gustos.
          En la Plaza se alza majestuoso el palacio de los marqueses de la Conquista, ordenado construir por Hernando Pizarro y su esposa Francisca Pizarro Yupanqui, hermano e hija de Francisco Pizarro, conquistador del Perú. Siendo la casa de sus nietos y sucesores. Este magnífico palacio no recibió el nombre de "La Conquista", como se le conoce, hasta el año 1622, momento en que fue reclamado el título de Marqués de la Conquista, concedido a Francisco Pizarro por Carlos I, por su biznieto a cambio de renunciar a los bienes del Perú. Hasta entonces, en los Libros de Acuerdos se le conocía como "la Casa del Escudo", el cual campea bajo las ménsulas de la cornisa. Escudo acrecentado que Carlos I por Real Cédula de 22 de diciembre de 1537 concedió a Francisco Pizarro. Este blasón está minuciosamente tallado en la fachada granítica del Palacio. Debajo hay un magnífico balcón esquinado en donde se centra la exuberante decoración del palacio. El hueco del vano se abre en un recerco cuadrado, enmarcado con filas de recuadros o casetoncillos tan característicos del arte trujillano. En los intercolumnios, a ambos lados del balcón, están los bustos de Francisco Pizarro e Inés Yupanqui, y los de Hernando Pizarro y Francisca Pizarro. Estamos ante uno de los primeros monumentos erigidos para conmemorar la fusión de dos razas, la mezcla de la sangre española con la incaica, y el enlace de la princesa mestiza con el primogénito de uno de los más ilustres linajes trujillanos: los Pizarro.
          Formando ángulo con este palacio, resalta en el extremo de la Plaza el bello balcón de esquina del palacio de los Duques de San Carlos, decorado con angelotes y con el escudo de la familia Carvajal-Vargas, sustentado por un águila bicéfala, privilegio que les concedió Carlos V, porque un miembro de dicha familia intervino eficazmente en su nombramiento como Emperador.
          Circundan el Parador de Turismo diferentes calles de una gran belleza que rezuman historia.  La luz juega, entre sombras y claros, en perfecta armonía de irregular configuración  geométrica. En esta zona urbana existen varias viviendas de sillería con puertas, ventanas, escudos y otros elementos decorativos góticos y renacentistas. Entre todas ellas destaca el palacio de Quiroga, del que es preciso destacar su balcón de esquina no por su riqueza artística sino por constituir dadas las fechas en que se construye el edificio el primer ejemplo de este tipo de balcones en Trujillo. Se trata de una sencilla ventana enmarcada por el arrabá bajo cuyo antepecho se aloja el escudo de los Cárdenas. El inmueble ha sufrido recientemente una intensa reconstrucción.
Frente al convento de San Miguel, nos encontramos con el balcón esquinado del Palacio de Sofraga, obra del siglo XVII, casa natal de Cervantes de Gaete, Inquisidor en Sevilla, Arzobispo de Mesina en Sicilia y en Tarragona, y miembro activo del Concilio de Trento. Es uno de los balcones de mayor mérito arquitectónico de Trujillo, de fina y bella traza, de líneas clasicistas, se alza sobre una cornisa apoyada en ménsulas barrocas, flanqueado por columnas pareadas corintias sobre pedestales y rematadas por pináculos con bolas herrerianas como acróteras, entre las que se explaya el escudo de la familia.
En la calle San Miguel se halla la casa de los Sanabria Bejarano.  Data del siglo XVI y ostenta una fachada de mampostería con sillares en la portada.  Sobre la puerta, de arco de medio punto,  se dispone el escudo de los Sanabria y sobre la ventana de arco conopial situada en el eje de la misma puerta, el escudo con las armas de Castilla, Toledo, Sanabria y Berajano en águila real explayada. Hemos de destacar su artístico balcón en ángulo enmarcado por dos pares de columnas corintias y fuste estriado, sobre cuyo entablamento se disponen dos pináculos piramidales rematados con bolas.  Remata el conjunto el escudo de la familia que aparece orlado por una rica hojarasca.
          Continuando nuestro recorrido por la calle de la Guía y rebasando la plazuela y calle de San Francisco, nos encontramos ante el palacio Pizarro de Aragón, constituye una obra del siglo XVII que ha experimentado notables reformas al servir de teatro y casino durante los dos últimos siglos. Su fachada a la plazuela de Aragón es de una gran sobriedad, destacando el escudo y la orla que aparece sobre el balcón situado en el eje de la puerta, continuando la tradición arquitectónica trujillana de los balcones esquinados. En la fachada al paseo dispone de una logia adintelada sobre zapatas. Próximo a este palacio se encuentra el actual edificio consistorial, resultado de la adaptación de la antigua Casa de Comedias a edificio concejil en el siglo pasado. Tanto una como otra se levantan sobre el solar y muros de la Alhóndiga del siglo XVI, resto de la cual es el paramento de la planta baja y las estancias con bóveda de cañón de la misma. La Alhóndiga o Casa de Comedias. Con anterioridad a su conversión en casa consistorial en el siglo XIX, la alhóndiga trujillana constituía una construcción de planta rectangular, dos pisos y un patio de idéntico trazado en el centro.
Podemos ascender hacia la Plaza, por la calle típica de Romanos y de los Parra, no sin antes encontramos aquí con el solar del palacio del Obispo, sede del Vicario foráneo, aún con vestigios góticos y torreón almenado.




LA RUTA DE LOS CONVENTOS


Desde la Plaza Mayor, bajando por la calle de Domingo de Ramos, llegamos al Convento de San Pedro y Santa Isabel. Fue fundado por María de Sotomayor y Juana Mexías, descendientes de los Chaves de Trujillo. Es un cenobio de clausura, pero se puede visitar su iglesia, que es uno de los escasos ejemplos de modelo de arquitectura de los años finales del siglo XV. Destaca en el altar mayor una imagen del Crucificado, obra del siglo XVII. En el sotocoro destacamos una talla policromada del siglo XVI, que representa a San Francisco de Asís recibiendo los estigmas. Los viajeros que lo deseen pueden adquirir bellas piezas de bordados que las monjas con primor realizan tales como manteles, juegos de cama o tapices. En el locutorio del convento podemos citar un óleo sobre lienzo, del siglo XVIII, con la representación de San Pedro Mártir, semiarrodillado y con báculo en el suelo. Un óleo sobre lienzo, de Santa Filomena, del siglo XVIII, con delicado tratamiento de los pliegues del manto, así como la minuciosidad en los detalles del adorno del vestido. Siendo la obra más destacable una Santa Faz, atribuible a Zurbarán.
         Si ascendemos por la plazuela de San Judas hacia el antiguo arrabal de San Clemente, pasearemos por algunas de las calles más bellas y evocadoras de antaña leyenda, deleitándonos con casas góticas que aún conservan en sus elementos constructivos el encanto del siglo XV. Llegamos al convento de Santa Clara, hoy reconstruido y habilitado como Parador Nacional de Turismo. Es un edificio señero del siglo XVI, que vino a sustituir al templo gótico de San Clemente. En el interior del Parador de Turismo pueden apreciarse en su estado original la iglesia primitiva del convento de Santa Clara y el claustro. La primera constituye una excelente fábrica de mampostería y sillería con cabecera poligonal que se cubre con bóveda de crucería. Al exterior y a los pies presenta una artística espadaña del siglo XVII. El claustro dispone de dos niveles; el primero es una arquería de medio punto sobre pilares y el segundo una galería adintelada sobre columnas. Entre los muros de este antiguo convento vivieron las religiosas Concepcionistas de la Orden fue fundada por Santa Beatriz de
Silva Meneses, amiga íntima de la Reina Isabel la Católica, desde 1533 hasta la apertura del Parador en 1984. Tal es la antigüedad del edificio, que hoy alberga el Parador de Turismo, que llegó a ser codiciado por reyes y nobles, donde habrían de firmarse privilegios, sentencias y donaciones. El mobiliario perteneciente al convento -tras la construcción del Parador de Turismo- fue trasladado al edificio cercano que edificaron las religiosas concepcionistas franciscanas. Entre las obras de arte dignas de destacar podemos citar un crucificado de marfil del siglo XVI; una talla del Crucificado del siglo XVIII; así como un óleo dieciochesco de la Virgen de Guadalupe.
Descendiendo por la Plazuela de Quiroga, calles Domingo de Ramos y Sofraga, llegamos al Convento de San Miguel. Se iniciaron las obras de este convento hacia 1502 con el patrocinio de la reina Isabel "la Católica", en cuyo honor  recibió el nombre de San Miguel y Santa Isabel. Al ser convento de clausura, se puede visitar la iglesia. En el altar mayor, podemos citar a ambos lados dos óleo sobre lienzo de finales del siglo XVI que representan a Santa Catalina y a Santa Cecilia, obras inéditas de José de Mera. Presiden el altar una  talla  de la Virgen Dolorosa en madera policromada y un Crucificado, obras del siglo XVIII..Las piezas de mayor calidad artística de la iglesia es un Cristo gótico y la imagen de Santo Domingo Guzmán, arrodillado y flagelándose con la mano derecha mientras se sostiene un crucifijo con la izquierda.   En el basamento escenas pictóricas referidas a milagros del Santo.  Es una obra de buena factura del siglo XVII.
Continuando nuestro recorrido por la Calle San Antonio, llegamos al convento de Antonio, del cual solamente se puede apreciar su austera fachada de sillería con arco de medio punto sobre el que se aloja un relieve de San Antonio bajo un frontón  coronado por bolas herrerianas. Este convento fue fundado por religiosas procedentes de la Casa Madre de las Descalzas Reales de Madrid el 6 de septiembre de 1574. Ingresó en dicho convento la religiosa Sor Maríana de Jesús, monja tudesca -pues Alemania fue su patria- que había sido dama de la Corte de Ana de Austria, esposa de Felipe II, con quien vino a España. Fue una monja célebre poetisa y escritora cuyos libros corren por los conventos y son de lectura obligatoria en las comunidades franciscanas. Este      Convento abrió sus puertas para dejar entrar en él al rey Felipe III y su esposa, cuando estuvieron en Trujillo en su viaje a Portugal a la jura del príncipe.
Próximo a este edificio, en la calle de la Merced edificaron los mercedarios en el siglo XVII el convento de la Merced, hoy día sus dependencias están cerradas al público. Entre los mercedarios ilustres que vivieron en este cenobio destacamos al escritor Fray Gabriel Téllez, conocido en los ambientes literarios como "Tirso de Molina", que aquí fue Comendador entre los años 1626 a 1629, escribiendo su "La Huerta de Juan Fernández" y, posteriormente, la "Trilogía de los Pizarro", glorificando a la familia que tanta fama diera a Trujillo. De su exterior sobresale la portada principal del templo, en canterías, con puertas de medio punto adornadas con motivos barrocos, sobre ella el escudo de la Orden mercedaria con el real, que se repite en el acceso conventual añadiendo al blasón un capelo, así como varios balcones adintelados.
         Continuando nuestro recorrido por la amplia calle de la Encarnación, llegamos al convento de los dominicos, hoy transformadas sus dependencias en colegio de Enseñanza Secundaria, conservándose la fábrica eclesial en toda su grandeza. El altar mayor es obra del famoso artista Félix Granda, coronado por un cuadro del francés Carlos Baruteau. Aquí se enterró en 1492 el principal caballero de Trujillo en la Baja Edad Media, Luis de Chaves “El Viejo”, en cuyo palacio residieron los Reyes Católicos en sus frecuentes visitas a Trujillo.
          Próximo al convento se encuentra el Hospital y convento de la Caridad, cuyas obras comenzaron  en 1578 bajo el patrocinio de la cofradía que da nombre al hospital, como testifica la imagen de la Virgen de la Caridad que se aloja en la hornacina de la fachada. Del edificio tan sólo se conserva el templo, pues el hospital sufriría graves deterioros en el siglo XIX. El retablo con todas las imágenes que albergaba serían trasladados en 1923 a la iglesia de San Francisco.   
Por la calle de Pardos, llegamos a la iglesia de San Francisco, en cuyo solar existió una mezquita árabe, sustituida tras la ocupación cristiana del siglo XIII. En 1502 los Reyes Católicos autorizan a la comunidad de frailes franciscanos de la Orden Tercera de Trujillo a proceder a la ampliación de su convento, las obras concluyeron en el año 1585. Es una magnífica construcción de considerable altura y planta cruciforme. En su interior se pueden contemplar obras de calidad artística como un crucificado del siglo XIV; una imagen protogótica de finales del siglo XIII de la Virgen de la Luz destaca un óleo sobre lienzo del siglo XVII, con representación de la Virgen de Guadalupe, Patrona de Extremadura. El retablo mayor es obra de mediados del siglo XVIII con un cuerpo y remate que se articulan en tres calles; el remate es un cascarón con casetones, todo con abundante decoración vegetal carnosa. En él figuran diversas imágenes en madera policromada, de la misma época:  San Bernardino de Siena; San Buenaventura, con mitra y báculo; en el centro, una excelente representación de La Piedad sobre rica peana, según el tipo de Alejandro Carnicero. A ambos lados del retablo mayor, resaltan dos pequeños retablos barrocos, en uno se aloja una imagen de la Inmaculada, de principios del siglo XVII, en madera policromada; es una pieza de notable calidad, del escultor salmantino Paz; y al otro lado, un Cristo atado a la Columna, del siglo XVIII, siguiendo el modelo de Gregorio Fernández.
         En el claustro del conventual y en el antiguo refectorio se ha habilitado un Museo dedicado al Traje, del diseñador de prestigio don Enrique Elías; así como el Planetario en el Centro Extremeño de Tecnologías Avanzadas (Ceta-Ciemat) que cuenta con una cúpula inflable de 12 metros de diámetro y 9 metros de altura lo que permite acoger en su interior hasta 45 personas. Gracias a esta estructura se logra una sensación envolvente que consigue despertar la curiosidad e interés del espectador y, lo más importante, que comprendan y compartan la necesidad del desarrollo científico para nuestra sociedad. La sesión tendrá una duración de 30 minutos y la observación astronómica con telescopios en torno a 5-10 minutos.. El claustro es de líneas clasicistas, estructurado en dos niveles; el primero es una estilizada arquería de medio punto sobre sencillos pilares con pilastras toscanas en sus frentes; sobre la cornisa que sustentan éstas, se levantan los pedestales de las columnas en las que descansa el arquitrabe de la galería de segundo nivel. Las obras del edificio concluyeron a finales de siglo XVI; data también de entonces el claustro, pero no así la cúpula y la linterna del crucero, que se realizaron durante el siglo XVIII.
En el ábside de la iglesia, se abre una pequeña capilla para venerar la escultura granítica de Nª Señora de la Guía, obra de la segunda mitad del siglo XV, copia de la imagen que Francisco Pizarro llevara en sus conquistas americanas y que el 26 de julio de 1529 regalara a la reina doña Juana, madre de Carlos V. Esta imagen fue colocada en el altar mayor de la iglesia de San Antolín de la villa de Tordesillas, desde entonces se la venera como celestial Patrona.




OTRAS RUTAS RECOMENDADAS

Siempre que el viajero se acerca a la ciudad de Trujillo lo hace atraído por su grandioso pasado, a pasear por sus estrechas e intrincadas callejuelas que discurren a los pies de sus palacios y casas señoriales. La conquista musulmana y la posterior reconquista cristiana trazaron el recinto de la ciudad que luego se desparrama por la zona extramuros. La fama de sus “conquistadores” traspasó fronteras y supieron con sus gloriosas hazañas acercarnos una buena parte de ese inmenso mundo ignoto hasta entonces. Este conjunto monumental conforma un entramado urbano de señorial belleza que, a buen seguro, los amantes de Extremadura habrán tenido ocasión de visitar en otras ocasiones.
Hay, sin embargo, otro mundo desconocido de la Historia de Trujillo del que pocos viajeros tienen constancia y cuyos vestigios solo unos cuantos han podido visitar. Estos retazos del pasado se encuentran dispersos en la periferia de la ciudad, en el anillo granítico que conforma el Berrocal de Trujillo. Que el caminante no espere ver aquí grandes edificios, ni transitar por calles empedradas con paradas  en “mesones y posadas” para aliviar el cansancio de la jornada. La senda discurre por un entorno de salvaje belleza, repleto de naturaleza que, entre enormes bolos de granito, encinas y monte bajo, le transportará a tiempos pretéritos. Aquí cada uno se marca la vereda que le llevará al destino, apartando la vegetación y saltando obstáculos que se interponen en el camino.
En este recorrido encontraremos ecos de un remoto pasado: restos de poblados de las Edades del Bronce-Hierro, pintura esquemática, santuarios rupestres y altares de sacrificios. Vestigios de la Alta Edad Media: como la basílica mozárabe extramuros del castillo, la propia muralla y las tumbas excavadas en la roca dispersas por todo el berrocal, las ermitas, parroquias y conventos, cuyos muros aún conservan los ecos del bullicio de una vida marcada por la religión. Sin olvidar la arquitectura vernácula de épocas más recientes que salpica el paisaje berroqueño: como los molinos de viento, el lavadero municipal o las tradicionales zahúrdas que aún se conservan. Y, por supuesto, algunas construcciones civiles que merecen la pena destacar: la Plaza de Toros, el antiguo pósito o los puentes de la periferia que saltaban ríos y que facilitaban el paso por las antiguas cañadas o que sirven a la moderna red de carreteras.
Que tengan ustedes buen viaje y que sepan disfrutar de esta nueva forma de conocer Trujillo.

RUTAS POR EL BERROCAL TRUJILLANO

RUTA 1: LA RONDA DE MURALLAS

Comienza la ruta en la Puerta del Triunfo, denominada así porque por ella entraron las tropas cristianas en la reconquista definitiva del año 1233. Presenta arco apuntado con dovelas talladas que se abre al poniente de la Villa. En el muro exterior campea el escudo de los Reyes Católicos. Continúa por la ronda de murallas que se disponen de forma irregular para adaptarse a las diferentes cotas de nivel. El recinto abarca un área amesetada con una ligera tendencia a la forma rectangular. La cimentación de las mismas tiene origen romano, pues los sillares almohadillados que aún permanecen in situ se remontan al siglo I d. C. A la etapa romana cooresponde también el fragmento de pulvino monumental de granito empotrado en las proximidades del Arco del Triunfo, en el ángulo suroeste tras sobrepasar la primera torre de la muralla en dirección al Espolón. El pulvino formaría parte de la decoración arquitectónica de un altar o de un monumento funerario. Está decorada con ocho radios con botón central, inscritos en una circunferencia de 28 cm de diámetro.
Tras pasar la torre coracha o espigón, nos adentramos por un pequeño callejón para continuar por el sendero practicado recientemente en dirección hacia el castillo. Antes, observamos el amplio lienzo de muralla y junto a la puerta de Coria, los muros del convento de San Francisco el Real, obra del siglo XV. Si los primeros paños de la muralla pueden situarse cronológicamente a comienzos del siglo XI, el resto de sus lienzos pueden fecharse en torno a la segunda mitad de este mismo siglo. A 200 m está el Castillo, situado sobre el cerro "Cabezo de Zorro", fortaleza construida entre los siglos IX al XII.
Aquí termina el recorrido, no sin antes penetrar en la fortaleza, cuya entrada se encuentra justo entre las dos torres principales (albarranas árabes). Justo encima puede verse a través de un cristal la imagen de Nuestra Señora de la Victoria, patrona del municipio.
La base de piedra del castillo son sillares graníticos extraídos de antiguas construcciones romanas, de hecho, en el patio de armas –donde existen dos aljibes– pueden verse anclados a los muros grandes sillares con inscripciones en latín y árabe. El habitáculo de uno de ellos se ha aprovechado para construir unos baños públicos y el otro, que está intacto, dispone de estancias abovedadas con arcos de cañón. Este último permanece actualmentea anegado y se ha habilitado un pequeño puente por encima del agua para poder visitarlo. También el castillo puede visitarse y hacer un recorrido por sus muralla. Su excelente estado de conservación permite reconocer los distintos estilos que marcaron la evolución histórica del edificio.


 RUTA 2: EL CAMPO DE SAN JUAN Y EL CAMINO DE SANTA ANA

Se inicia el recorrido desde la ermita de San Lázaro, construida en el siglo XV, que fue en sus orígenes un lazareto donde. Aquí se venera al patrón de la ciudad, el Stmo. Cristo de la Salud. A 20 m de la ermita se encuentra un extenso estanque de agua que recibe el nombre del citado. Fue construido en los inicios del siglo XVI, utilizándose como lavadero. Actualmente, se pueden pescar tencas y carpas.
Continúa el recorrido en dirección a la ermita de Santa Ana que se avista sobre un cerro en el horizonte. Por el extenso camino de San Juan, tras pasar el brocal de un pozo, se llega a la ermita de Santa Ana, construida en el año 1731 a expensas del Obispo de Plasencia, fray Francisco Lasso de la Vega. De fina traza, solamente quedan los muros de esta gallarda fábrica. Junto a ella existió un Pósito y un Humilladero o templete del año 1589. Aquí comenzaba el camino de Sevilla, el que recorrieron los descubridores y conquistadores trujillanos cuando se dirigieron a embarcarse hacia las Américas.
A escasos 50 m de la ermita se llega al Molino de Viento, que pronto no será más que un montón informe de escombros si no se consolida su estructura. Por su ubicación, su rareza y su interés turístico, debería de ser uno de los monumentos trujillanos a proteger.
Continuando por el camino de Sevilla se llega al Zahurdón de las Ánimas. El berrocal de Trujillo siempre estuvo vivo: piaras de cerdos en los grandes corrales (corralás) en forma de U, pequeñas zahúrdas en falsa cúpula al frente y a los lados, ganadería vacuna y ovejas en los pastizales de los pequeños valles, salpican el paisaje. El agua se recogía en grandes charcas algunas alimentadas también por fuentes la mayor parte del año. Un ejemplo es la fuente ferruginosa de los Porqueros a la derecha detrás del Molino de Viento. Esta charca, hoy vacía, tenía un sistema regulador del agua para alimentar las huertas que hubo en sus buenos tiempos.  El Zahurdón de las Ánimas es un ejemplar en falsa cúpula que sirvió como habitación-vivienda del porquero: Tiene anejas dos zahúrdas, también en falsa cúpula y más pequeñas a los lados de la entrada del Zahurdón, donde dormían los cerdos. 
A 400 m se llega a la cueva de Quesada, destacado bandolero que formó cuadrilla en el siglo XIX junto con Donaire y Juan Alama. Frente a la cueva de Quesada está el cortijo de Valhondo, propiedad de las religiosas Hijas de la Virgen de los Dolores.
En la Cañada Real, a 4,4 km de Trujillo en dirección a Santa Cruz de la Sierra por el camino de Santa Ana a Valhondo, junto a la finca de la Aldehuela, se levantan un interesante puente.


RUTA 3: LAS CALDERONAS Y LA MOLINETA

Se perte de la Plaza de Toros (año 1808, reedificada en 1846) que se deja a la derecha y se sigue la calleja que conduce hacia el Lavadero Municipal, construido a finales del siglo XIX y restaurado recientemente en el 2015.
A escasos metros del Lavadero y a una distancia de 2200 m en línea recta desde Trujillo, tras saltar una cerca, se llega  a la finca de La Molineta. Allí emerge una gran roca, antiguo altar rupestre de la Edad del Bronce, desde la que se puede contemplar una magnífica vista de Trujillo y del berrocal. Aún se aprecian en uno de sus laterales las entalladuras o escalones que daban acceso a su cima. Esta zona de La Molineta constituye un paraje de gran belleza donde el granito y el encinar mezclados producen un paisaje representativo de la tierra trujillana. El granito se presenta en forma de multitud de grandes y pintorescas rocas, desgajadas de otras mayores con cortes rectilíneos en la mayoría de los casos, montadas unas sobre otras, formando promontorios con frecuentes abrigos.
A 30 m del altar la gran peña se conservan los cimientos de una atalaya musulmana. Formaba parte de la línea establecida por este pueblo entre el Tajo y el Guadiana, proxima a la medina de Trujillo. Citada reiteradamente por las fuentes islámicas como un bastión esencial de ocupación islámica, le sitúa como uno de los asentamientos islámicos extremeños de primer orden, destacando la importancia del enclave, pues desde esta atalaya se divisa perfectamente Trujillo (Taryala) al oeste y el asentamiento de Santa Cruz de la Sierra, una montaña con restos de ocupación humana desde la Prehistoria hasta el siglo XIII.
Esta atalaya de La Molineta se sitúa en el punto más elevado de la zona y debía de controlar el paso del camino hacia Trujillo, una ruta muy transitada ya desde los tiempos de la dominación romana. A escasos metros de la gran roca se levanta otra mole de granito aún más aimpresionane a modo de ídolo que parace haber sido tallada por la mano del hombre; y a escasos metros los restos de una prensa olearia.
Encima de los restos de la atalaya y aprovechando los restos de la misma, se construyó el molino en el siglo XVIII para la molienda del grano (hoy parcialmente consolidado). Entre este y el segundo molino –muy próximo- hay un agradable paseo, mostrando el duro y verdadero paisaje del Berrocal: canchos de granito de caprichosas formas, retamas, algunas encinas y pastos para el ganado bovino son algunos de los elementos que componen este paisaje.
Continúa el recorrido hacia la carretera de Guadalupe, bajando el cerro y traspasando la carretera se llega al antiguo convento franciscano descalzo de Nuestra Señora de la Luz en la finca de Papanaranjas (año 1500).
Siguiendo en dirección a la ctra. de Guadalupe, cogemos la primera calleja a la derecha y se llegare al Santuario de las Calderonas.


RUTA 4: EL PRADILLO Y EL CAMINO DE LAS ÁNIMAS

Comienza la ruta en la Plaza Mayor de Trujillo en dirección hacia el arrabal de Huertas de Ánimas, por la Avda. de la Coronación y a 400 m de la Plaza, se coge una calleja que conduce a la iglesia de Santo Domingo. Nada más entrar en la calleja, hay que dirigirse hacia el berrocal, a la zona conocida como El Pradillo, donde se observan paredones ciclópeos, probablementes restos de un antiguo poblado de la Edad del Bronce. Lo más característico del Pradillo es la Cueva Larga, donde aún se conservan restos de pinturas esquemáticas rupestres. A unos 60 m, pasando dos pequelos cercones, se llega a un pequeño altar de sacrificios de la Edad del Bronce.
Regresando a la calleja y bajando la carretera hasta llegar a la rotonda nos dirigimos hacia la ctra. de Plasencia y a  escasos 100 m aparece un Pozo de Nieve del siglo XVIII. Sieguiendo la calleja que comienza justo detrás del Pozo nos dirigimos hacia la iglesia de Santo Domingo –construida en el siglo XVI por Francisco Becerra–  y a 20 m aparecen los restos de la ermita de Loreto, construcción del siglo XIV. Finaliza el recorrido en el Palacio de los Duques de san Carlos, para  lo cual hay que tomar la calle del Estudio –nombre que recibió en el siglo XVI por encontrarse en esta calle las Escuelas de Gramática– en dirección a la Plaza y en el vértice del ángulo que forma la calle Domingo de Ramos, se alza el mencionado palacio, obra del siglo XVI. A a su derecha, la capilla de la Virgen del Reposo y el templo de San Martín de Tours, cuya existencia data del siglo XIV.


RUTA 5: EL ANTIGUO CAMINO DE CORIA

Comienza el recorrido en la puerta de la Coria –arco gótico apuntado–, dejando a la izquierda el convento de frailas franciscanas de San Francisco el Real de la Puerta de Coria, fundado por disposición real en el año 1450 por el rey Juan II. Desde aquí se pueden apreciar unas magníficas viastas de la muralla trujillana (se explica la muralla).
Bajando por la antigua calzada romana, de la que aún se aprecian restos de la cimentación y el solado de piezas de cantería, a unos 60 m se llega a la basílica mozárabe, que conserva los muros del ábside y parte de la nave. Desde aquí se desciende hasta llegar al convento de la Magdalena de frailes descalzos (aquí explicamos el convento y lo que aún se ve). Tomando orientación oeste, se llega a la Cerca de la Encina, donde aún se perciben claramente estructuras de chozas, presumiblemente de la Edad del Bronce y en un majano se dibuja un grabado de esta misma época. Continuamos hacia la carretera vecinal que une Trujillo con el arrabal de Huertas de la Magdalena. Próximas a la ciudad de Trujillo había huertas donde vivían personas en un hábitat disperso, dedicadas a actividades agropecuarias. Las Huertas eran espacios que rodeaban al núcleo de población, estaban considerados arrabales y se solían situar  cerca de ríos o charcas,  tal es el caso de Huertas de la Magdalena que se ubicó en un pequeño valle regado por el riachuelo Mimbreras. Con el aumento de población llevado a cabo entre los siglos XIX y XX, estos arrabales han ido concentrando un importante núcleo poblacional aunque han mantenido el topónimo “Huerta”. La existencia de estas Huertas respondía desde la Edad Media a una necesidad imperiosa por obtener productos alimenticios fundamentales, aquellos que no se destinaban al autoconsumo,  después se podían vender en el mercado diario de la ciudad o los jueves de cada semana. Finaliza el recorrido, frente al estanque de la Magdalena, donde sobre una gran peña se levanta una cruz de término, correspondiente a la población de Huertas de la Magdalena. 


RUTA 6: AGUAS VIEJAS

Comienza el recorrido en el puente de la ctra. Badajoz, a 5 km de la ciudad de Trujillo, situado cerca de la Venta de Magasca. Esbelto puente de tres amplios arcos, rebajados y adovelados, fortalecidos por dos tajamares semicilíndricos con remates cónicos y bóvedas de cañón. Fue construido en la primera mitad del siglo XIX, posiblemente a la par que el Puente sobre el río Magasca en la ctra. de Cáceres.
Frente a la Venta de Magasca, sobre el río que lleva su nombre, pasada la antigua carretera N-V, hay otro puente construido con sillares de granito que data del siglo XV.
Junto al puente aún se conservan los muros de mampostería con refuerzo de sillería en las esquinas de un molino de agua, así como la rueda de la turbina y piedras de moler. En este mismo paraje, un epígrafe romano de acarreo.
Continuando desde el puente en dirección a Trujillo, tras vislumbrar el toro de Osborne, se llega a la finca Aguas Viejas, donde aparecen restos de un poblado Calcolítico en las excavaciones llevadas a cabo en los años 80 por el Departamento de Prehistoria de la Universidad de Extremadura. El poblado de la Edad del Bronce de Aguas Viejas está enterrado; la mayoría de su superficie queda bajo varios metros de piedra y tierra producto de las necesarias nivelaciones; un pequeño espacio, cerca de donde estaba la excavación muestra una capa de escombros superficial con abundantes restos de cerámica. Junto al poblado una tumba excavada en la roca.
Volviendo a la ctra. de Badajoz en dirección a Trujillo, antes de arribar a la fuente popularmente conocida como “El Plato” –por la forma circular del pozo construido con piezas de cantería en el siglo XVI–, se llega al convento franciscano en la finca de los Arcabuces. Situado en un paraje de singular belleza, solo se conservan  sus tristes ruinas.
Finaliza es recorrido en Trujillo, concretamente, en el pozo de nieve ubicado en la entrada del municipio, junto a una gasolinera. En un lateral de la carretera N-V a Badajoz, en el paraje antes conocido como Campo de San Juan, fue construido en el siglo XIX, según reza en un Acuerdo municipal: “5 de enero 1852, Di cuenta de un memorial de Bartolomé López de esta vecindad solicitando se le conceda un poco de terreno en los prados de San Juan, en el canchal que linda con cerca de los herederos Doña Josefa López, para la construcción de un pozo de nieve, y se acuerda dar comisión para que reconozcan el terreno e informen al Ayuntamiento a los Señores Regidores Don Juan Manuel Fernández y Don Valentín Collazos”.