miércoles, 19 de diciembre de 2018



Santuarios olvidados: la Zafrilla de los Estantes y el Lavadero de San Miguel (Malpartida de Cáceres)



Malpartida de Cáceres cuenta un con un rico patrimonio arqueológico, aparte del archiconocido conjunto de  “Los Barruecos” que hiciera famoso el  artista alemán Wolf Vostell. Quienes recorren sus pintorescos parajes podrán descubrir, a poco que sepan leer las huellas del pasado, las historias que sus numerosos vestigios arqueológicos cuentan.
Es un típico paisaje de la penillanura con suaves ondulaciones, dominado por amplias zonas de pastizal con un bosque residual de encinas y alcornoques muy ralo. Los omnipresentes bolos de granito rompen aquí y allá la monotonía de la llanura, configurando a veces sugerentes y caprichosas formas que la acción de los agentes meteorológicos han ido tallando con el paso del tiempo.
El recorrido que aquí proponemos se centra principalmente en los restos arqueológicos existentes en la zona de “La Zafrilla de los Estantes” y alrededores, en el triángulo formado entre la estación de Arroyo-Malpartida, Los Arenales y la propia localidad de Malpartida de Cáceres.
El lugar se localiza en un importante cruce de caminos que comunica Cáceres, Arroyo de la Luz y Malpartida, por donde discurren las rutas que de Norte-Sur y Este-Oeste atraviesan la región. En su entorno, surcado por varios arroyos y la existencia de numerosos pozos que aseguran el acceso al agua incluso en las épocas más secas, proliferan los asentamientos humanos desde fechas muy tempranas. Sus vestigios pueden verse hoy día dispersos por una amplia zona, algunos de los cuales detallamos a continuación.

EL ALTAR RUPESTRE DE CUATRO HERMANAS

Nada más salir del casco urbano, en dirección norte y todavía en el polígono industrial, observamos un exuberante paraje rocoso del que destacan cuatro grandes bolos de granito que se conoce como “Cuatro Hermanas”. Uno de estos bolos sirvió en tiempos remotos como altar de sacrificios (fig. 1).
La gran roca ceremonial de unos 5 m de altura tiene forma redondeada y amesetada en la parte superior, donde se aprecia una gran pila con desagüe de grandes dimensiones (fig. 2) y al lado una cubeta cuadrada. Se accede a la parte superior por una escalinata de 14 peldaños tallados en la roca, algunos de ellos apenas insinuados o desgastados por la erosión (fig. 3); y en la cara noreste cuatro concavidades casi circulares. El bolo está repleto de petroglifos y cazoletas, así como profundos surcos paralelos cuyo significado no acertamos a comprender (fig. 4).
La disposición de la pila con sus canales y desagüe hace pensar en una especie de recipiente en la parte  inferior para recoger la sangre de las víctimas, hipótesis que no consideramos descabellada, si tenemos en cuenta las referencias clásicas de Estrabón o Silio Itálico que mencionan sacrificios como práctica corriente entre los pueblos del noroeste y la Lusitania[1].
No muy lejos de aquí se han documentado otros altares de sacrificio de similares características, como el de La Zafrilla, que seguidamente veremos. No es frecuente la aparición de varios de estos espacios sagrados en un espacio tan reducido. Su proliferación en Malpartida de Cáceres tiene que venir motivada necesariamente por razones relacionadas con la pervivencia del hábitat a lo largo de las sucesivas etapas protohistóricas. Siguiendo al profesor Almagro-Gorbea, el culto a las peñas se documenta ya desde el Campaniforme en Peñatú y en Fraga da Pena, en el Bronce Final en Axtroki y en la Edad del Hierro en Ulaca y Peñalba de Villastar, siempre asociado al culto solar[2]. Estas manifestaciones religiosas las relaciona Almagro con un sustrato muy arcaico “protocéltico” que coinciden con otros rituales como los depósitos de armas en cuevas y peñas que aparecen ya desde  los primeros momentos del Bronce Atlántico y continúan hasta el Bronce Final con la costumbre de arrojar armas a las aguas[3].
El ritual del sacrificio debió de ser muy similar en los pueblos de la Hispania Céltica. Este se efectuaba en la parte superior del santuario y las piletas estaban destinadas a contener la sangre de las víctimas y a la cremación de las entrañas de las mismas. La coincidencia de la orientación del altar con la cumbre alta podría no ser casual y estar intencionadamente buscada en asociación con algún fenómeno celeste.

EL COMPLEJO RITUAL DE LA ZAFRILLA DE LOS ESTANTES

Cerca de Cuatro Hermanas, por el camino que lleva al Casar de Cáceres, en la Dehesa de los Estantes, proliferan los vestigios de la presencia humana en aquellas tierras. Constituye el lugar a un complejo arqueológico formado por lagaretos, peñas con cazoletas y tumbas antropomorfas, así como un nuevo altar rupestre situado sobre una roca aislada.
El lugar es bastante húmedo y en las cercanías se pueden ver todavía norias, construidas aprovechando las fuentes y manantíos naturales que brotan en superficie. En sus proximidades se aprecia abundantes restos cerámicosque completan una secuencia de ocupación difícil de valorar.
El espacio ritual de La Zafrilla se localiza en una pequeña elevación del terreno, dominando una amplia zona salpicada aquí y allá por otros bolos de granito. Uno de estos bolos fue utilizado como altar de sacrificios (fig. 5). El ara se ubica en la parte superior y consta de una superficie cóncava a la que accede a través de una escalinata de cuatro peldaños irregulares. Al comienzo de la escalinata se ha grabado una cruz y al lado de los primeros peldaños se practicó un vaciado rectangular que debió de servir para contener las vísceras de los animales sacrificados o el agua lustral para purificar los objetos que se utilizaron en estas ceremonias.
A pocos metros del altar hay un afloramiento granítico que se ha partido, desprendiéndose de él varios fragmentos que se encuentran soterrados en la actualidad al lado del bloque principal. En esta roca se aprecian también una escalinata similar con cuatro peldaños tallados en la roca muy irregulares (fig. 6). En las proximidades emergen otras peñas con unas formas características que posiblemente tuvieron relación con algún tipo de ritual sagrado (figs. 7, 8 y 9). En el mismo lugar se observan varios lagaretos (fig. 10).
No resulta fácil con la información de que disponemos asignar una cronología al altar de La Zafrilla. No se han realizado excavaciones arqueológicas en el entorno de este espacio sagradoni se distinguen sobre el terreno elementos que nos ayuden a fecharlo. Como anteriormente hemosexpuesto, la pervivencia en el tiempo de estos altares de sacrificios, dificultan enormemente precisar una fecha aproximada.
Sabemos, sin embargo, de la aparición a finales del siglo XIX de dos exvotos de bronce en forma de cabritas dedicadas a la diosa Ataecina, que al parecer pueden proceder de este complejo arqueológico (figs. 11 y 12).
La primera delas cabritas apoyaba sus patas delanteras sobre una cartela en la que un siervo o sierva  de Cocceia Severa, de nombre Victorino o Victorina invoca a la diosa Ataecina en este exvoto[4]. La tal Cocceia Severa debe ser la ilustre dama, natural de NorbaCaesarina, de la que se conservan varias inscripciones monumentales procedentes del foro de la ciudad de Capera alusiva a varios miembros de su familia[5]. El texto reza así:

D· S· T· AD
VICTORIN·
SER· C· SE
VERAE
A

Transcripción: D(eae)· S(anctae)· T(uribrigensi)· Ad(aeginae)/ Victorin(a/us)·/ser(v-a/us)· C(occeiae)∙Severae/a(nimo)· l(ibens)· v(otum)· s(olvit)

Una segunda cabrita tiene también bajo sus patas delanteras una placa en la que un tal CocceioModestiano –cuya relación con la noble dama anteriormente aludida parece evidente–  invoca a la citada diosa[6]. Su texto es el siguiente:

DE· S· A· T·
COCCEIVS
MODESTI
ANVS· V· S·

Transcripción: De(ae)· S(anctae)· A(daeginae)· T(uribrigensi) Cocceius/Modesti/anus· v(otum)∙ s(olvit)∙

Sepueden ponerestos exvotos en relación con nuestro altar de sacrificio y, por tanto,sería la diosa Ataecina la divinidad invocada en dicho santuario[7]. Esta divinidad prerromana mantuvo su  culto profundamente arraigado en época romana y, a tenor de la presencia de los exvotos fechados entre los siglos I y II de nuestra Era, el santuario siguió manteniendo su vigencia al menos durante el Alto Imperio,cuando aparece asimilada ya a la romana Proserpina. La cruztallada en el arranque de la escalinata delata la cristianización posterior de este lugar de culto pagano.

EL LAVADERO DE SAN MIGUEL

La Dehesa de San Miguel es una zona con abundante agua, regada por varios  arroyosy salpicada de numerosos pozos y manantiales conocidos desde épocas muy antiguas. Junto a un conjunto de tumbas excavadas en la roca existe un manantial de aguas mineromedicinales que en los tres últimos siglos ha sido aprovechado para llenar las pilas de un rústico balneario y de un lavadero de lanas llamado “de San Miguel” nombre que recibe del santo titular que presidía el Altar de la iglesia erigida en dicho lugar.El lavadero recibe las aguas de la charca que lleva su mismo nombre, que recoge toda laescorrentía de las inmediaciones y, después de surtir a otra charca pequeña, desemboca en el riachuelo de Pontones.
Aún se conserva la majestuosa fábrica construida a base de mampostería y sillería en las esquinas, en el recercado de los vanos y en las zonas nobles (fig. 13).Se accede al interior por dos puertas, una de ellas situada en el patio con una gran portada adintelada.Su interior se encuentra en lamentable estado de conservación, aún pueden contemplarse los muros maestros de la que fuera capilla de San Miguel[8]. Presenta en esta zona una portada rectangular cegada rodeada de esgrafiados encalados,exornados con dentellones y ovas y coronada por un azulejo, rodeado de esgrafiados, que representa a la Virgen rodeada de los ángeles y encima el Espíritu Santo en forma de Paloma[9]. La entrada principal está rematada por un campanario con arco de medio punto con pináculos. Por esta zona de la entrada a la capilla se encuentra el acceso principal al Lavadero de San Miguel mediante una gran puerta adintelada rodeada también de esgrafiados elementales y rematados en motivos curvilíneos y pináculos que centran un escudo heráldico de don Álvaro de Ulloa, a instancias del cual se construye y comienza a funcionar el Lavadero. Su interior presenta nave única de dos tramos separados por pilares cubiertos con bóveda de arista y capilla mayor con bóveda de cuarto de esfera.El retablo,con hornacina central de arcos lobulados presidido por la imagen de San Miguel,se encuentra en muy mal estado de conservación; es rococó, de la segunda mitad del siglo XVIII y actualmente es propiedad  de don Ramón Jordán, Vizconde de Roda.
Saliendo del Lavadero de lanasse levanta una iglesia bajo la advocación de la Inmaculada Concepción que tuvo culto hasta el año 1960 (fig. 14). Se accede a su interior mediante una puerta adintelada recercada por una decoración esgrafiada y rematada por una cruz rodeada por motivos decorativos geométricos y las letras AVE MARIA. En su interior ha desaparecido la cubierta, siendo sustituida por una techumbre de uralita. Presenta tres navescon grandes arcos de medio punto, separadas por pilares y capilla mayor rectangular. Sus dependencias han estado dedicadas a establos, por lo que se encuentran en un lamentable estado de conservación[10].
El paraje de San Miguel acogió a una  población numerosa, por lo que el obispado decidió dar a la barriada el nombramiento de parroquia, designandoaun cura párrocopara que oficiara los actos litúrgicos. Por un tiempo se siguió utilizando la antigua capilla para la celebración de los servicios, hasta que fue comprado en 1961 el local del cine de Benito Domínguez,que fue reformado para acoger la vivienda del párroco y la nueva iglesia de la Inmaculada que fue abierta al culto en el año 1963[11].
Con similares característicasa este lavadero–que aparece citado en el Diccionario de Madoz de 1845[12]se construyó otroen Los Barruecos a finales del siglo XVIII, consistente en un enorme complejo dedicado al esquileo y lavado de lanas. En el siglo XIX llegó a tener una producción anual de 80.000 arrobas de lana lavada, que luego era vendida a las industrias textiles más importantes de Europa y América, destacando entre ellas la de Covilhã, importante centro manufacturero de lanificios en Portugal.
El emplazamiento de estos lavaderos cumplía los principales requisitos exigidos para este tipo de instalaciones. Debían situarse en un río con suficiente caudal y aguas abajo de la población en la que se encontraran; también debía existir suficiente distancia respecto a otras localidades situadas en el curso del río, para que las aguas sucias se hubieran mezclado con las limpias.
Las edificaciones del Lavadero de San Miguel forman un gran patio central en el que se integran las salas de esquileo, las viviendas de los operarios y las salas de esquileo, ermita y, en este caso, la vivienda residencial de los propietarios de carácter señorial, que aún pervive en condiciones no muy idóneas. Actualmente es una explotación agropecuaria de propiedad privada, pero su construcción primigenia sigue los mismos parámetros que el de los Barruecos deMalpartida. Para funcionamiento del lavadero es imprescindible la charca y, por ende, el molino harinero que en este caso son dos edificios de molienda exentos de la presa así como la iglesia de San Sebastián. Junto a ello, los corrales para estancia del ganado y una huerta que se riega con el excedente de agua del lavadero. Estamos pues ante un “complejo industrial” perfectamente estructurado en el que se realiza tratamiento de la materia prima: la lana, desde el esquileo al lavado, clasificado y comercialización de la misma.




[1]EstrabónIII, 3, 6.
[2] M. ALMAGRO GORBEA, «Nuevas fechas para la Prehistoria y la Arqueología de la Península Ibérica», Trabajos de Prehistoria 33, 1976, pp. 307-317.
[3] M. ALMAGRO GORBEA, «Sacre Places and Cults of the Late Bronce Age tradition in Celtic Hispania», en R. Habelt (ed.), ArchäologischeFoschungenzumKult-geschehen in der JüngerenBronzezeit und FrühenEisenzeitAlteuropas, U. Regensburg, Bon 1996, pp. 43-79.
[4]El exvotofue cedido en 1918 por María del Carmen Jalón al Museo Víctor Balaguer de Villanueva y Geltrú (Barcelona), donde actualmente se encuentra. Fue dada a conocerpor F. FITA, “Inscripciones romanas inéditas de Cáceres, Úbeda y Alcalá de Henares”, Boletín de la Real Academia de la Historia 7, 1885, pp. 45 ss.
[5] Véase J. ESTEBAN ORTEGA, Corpus de inscripciones de Cáceres III. Capera, Cáceres, 2013, inscripciones nº 1005, 1006 y 1007.
[6]Se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional y actualmente existe una copia en bronce de grandes dimensiones esculpida en el casco urbano de la localidad. Fue dada a conocer también por  F. FITA, “Inscripciones romanas inéditas de Cáceres, Brandomil, Naranco y Lérida”, Boletín de la Real Academia de la Historia6, 1885, pp. 430 ss.
[7] J. M. ABASCAL PALAZÓN, "Las inscripciones latinas de Santa Lucía del Trampal (Alcuéscar, Cáceres) y el culto de Ataecina en Hispania", Archivo Español de Arquología68, 1995 [1996], pp. 31-105; ÍDEM, "De nuevo sobre Ataecina y Turobriga. Exploraciones del año 1900 en Las Torrecillas (Alcuéscar, Cáceres)", Archivo Español de Arqueología69, 1996, pp. 275-280.
[8]En el Archivo Diocesano de Coria-Cáceres, se conserva documentación diversa sobre la capilla de Arroyo de la Luz (en años comprendidos entre  1907-1958).
[9]J.A.RAMOS RUBIO y O. DE SAN MACARIO SÁNCHEZ, “El lavadero de San Miguel de Arroyo de la Luz en la Ruta de la Lana”,XXXII Ruta Cicloturística del Románico Internacional,Pontevedra 1 de febrero al 8 de junio de 2014, pp. 129-133.
[10]En el Archivo Diocesano de Coria-Cáceres se conserva documentación sobre la parroquia, 1958-1973.
[11]Archivo Diocesano de Coria-Cáceres, 1958-1963.
[12] P. MADOZ, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid 1845-50.

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