Santuarios olvidados: la
Zafrilla de los Estantes y el Lavadero de San Miguel (Malpartida de Cáceres)
Malpartida de Cáceres cuenta un con un rico patrimonio
arqueológico, aparte del archiconocido conjunto de “Los Barruecos” que hiciera famoso el artista alemán Wolf Vostell. Quienes recorren
sus pintorescos parajes podrán descubrir, a poco que sepan leer las huellas del
pasado, las historias que sus numerosos vestigios arqueológicos cuentan.
Es un típico paisaje de la penillanura con suaves ondulaciones, dominado por amplias zonas de
pastizal con un bosque residual de encinas y alcornoques muy ralo. Los omnipresentes bolos de granito rompen aquí y allá la
monotonía de la llanura, configurando a veces sugerentes y caprichosas formas
que la acción de los agentes meteorológicos han ido tallando con el paso del
tiempo.
El recorrido que aquí proponemos se centra
principalmente en los restos arqueológicos existentes en la zona de “La
Zafrilla de los Estantes” y alrededores, en el triángulo formado entre la estación de Arroyo-Malpartida, Los
Arenales y la propia localidad de Malpartida de Cáceres.
El lugar se localiza en un importante
cruce de caminos que comunica Cáceres, Arroyo de la Luz y Malpartida, por donde
discurren las rutas que de Norte-Sur y Este-Oeste atraviesan la región. En su entorno,
surcado por varios arroyos y la existencia de numerosos pozos que aseguran el
acceso al agua incluso en las épocas más secas, proliferan los asentamientos
humanos desde fechas muy tempranas. Sus vestigios pueden verse hoy día
dispersos por una amplia zona, algunos de los cuales detallamos a continuación.
EL ALTAR RUPESTRE DE CUATRO HERMANAS
Nada más salir del casco urbano, en dirección norte y
todavía en el polígono industrial, observamos un exuberante paraje rocoso del
que destacan cuatro grandes bolos de granito que se conoce como “Cuatro
Hermanas”. Uno de estos bolos sirvió en tiempos remotos como altar de
sacrificios (fig. 1).
La gran roca ceremonial de unos 5 m de
altura tiene forma redondeada y amesetada en la parte superior, donde se
aprecia una gran pila con desagüe de grandes dimensiones (fig. 2) y al lado una
cubeta cuadrada. Se accede a la parte superior por una escalinata de 14
peldaños tallados en la roca, algunos de ellos apenas insinuados o desgastados
por la erosión (fig. 3); y en la cara noreste cuatro concavidades casi
circulares. El bolo está repleto de petroglifos y cazoletas, así como profundos
surcos paralelos cuyo significado no acertamos a comprender (fig. 4).
La disposición de la pila
con sus canales y desagüe hace pensar en una especie de recipiente en la
parte inferior para recoger la sangre de
las víctimas, hipótesis que no consideramos descabellada, si tenemos en cuenta
las referencias clásicas de Estrabón o Silio Itálico que mencionan sacrificios
como práctica corriente entre los pueblos del noroeste y la Lusitania[1].
No muy lejos de aquí se han documentado
otros altares de sacrificio de similares características, como el de La
Zafrilla, que seguidamente veremos. No es frecuente la aparición de varios de
estos espacios sagrados en un espacio tan reducido. Su proliferación en
Malpartida de Cáceres tiene que venir motivada necesariamente por razones
relacionadas con la pervivencia del hábitat a lo largo de las sucesivas etapas
protohistóricas. Siguiendo al profesor Almagro-Gorbea, el culto a las peñas se
documenta ya desde el Campaniforme en Peñatú y en Fraga da Pena, en el Bronce
Final en Axtroki y en la Edad del Hierro en Ulaca y Peñalba de Villastar,
siempre asociado al culto solar[2]. Estas manifestaciones
religiosas las relaciona Almagro con un sustrato muy arcaico “protocéltico” que
coinciden con otros rituales como los depósitos de armas en cuevas y peñas que
aparecen ya desde los primeros momentos
del Bronce Atlántico y continúan hasta el Bronce Final con la costumbre de
arrojar armas a las aguas[3].
El ritual del sacrificio
debió de ser muy similar en los pueblos de la Hispania Céltica. Este se
efectuaba en la parte superior del santuario y las piletas estaban destinadas a
contener la sangre de las víctimas y a la cremación de las entrañas de las
mismas. La coincidencia de la orientación del altar con la cumbre alta podría
no ser casual y estar intencionadamente buscada en asociación con algún
fenómeno celeste.
EL
COMPLEJO RITUAL DE LA ZAFRILLA DE LOS ESTANTES
Cerca de Cuatro Hermanas, por el camino
que lleva al Casar de Cáceres, en la Dehesa de los Estantes, proliferan los
vestigios de la presencia humana en aquellas tierras. Constituye el lugar a un
complejo arqueológico formado por lagaretos, peñas con cazoletas
y tumbas antropomorfas, así como un nuevo altar rupestre situado sobre una roca
aislada.
El lugar es bastante húmedo y en las
cercanías se pueden ver todavía
norias, construidas aprovechando las fuentes y manantíos naturales que brotan
en superficie. En sus proximidades se aprecia abundantes restos cerámicosque
completan una secuencia de ocupación difícil de valorar.
El espacio ritual de
La Zafrilla se localiza en una pequeña elevación del terreno, dominando una
amplia zona salpicada aquí y allá por otros bolos de granito. Uno de estos
bolos fue utilizado como altar de sacrificios (fig. 5). El ara se ubica en la
parte superior y consta de una superficie cóncava a la que accede a
través
de una escalinata de cuatro peldaños irregulares. Al comienzo de la escalinata
se ha grabado una cruz y al lado de los primeros peldaños se practicó un
vaciado rectangular que debió de servir para contener las vísceras de los
animales sacrificados o el agua lustral para purificar los objetos que se
utilizaron en estas ceremonias.
A pocos metros del altar hay un afloramiento granítico que se ha
partido, desprendiéndose de él varios fragmentos que se encuentran soterrados
en la actualidad al lado del bloque principal. En esta roca se aprecian también
una escalinata similar con cuatro peldaños tallados en la roca muy irregulares
(fig. 6). En las proximidades emergen otras peñas con unas formas
características que posiblemente tuvieron relación con algún tipo de ritual
sagrado (figs. 7, 8 y 9). En el mismo lugar se observan varios lagaretos (fig.
10).
No resulta fácil con la información de
que disponemos asignar una cronología al altar de La Zafrilla. No se han
realizado excavaciones arqueológicas en el entorno de este espacio sagradoni se
distinguen sobre el terreno elementos que nos ayuden a fecharlo. Como
anteriormente hemosexpuesto, la pervivencia en el tiempo de estos
altares de sacrificios, dificultan enormemente precisar una fecha aproximada.
Sabemos, sin embargo, de la aparición a
finales del siglo XIX de dos exvotos de bronce en forma de cabritas dedicadas a
la diosa Ataecina, que al parecer pueden proceder de este complejo arqueológico
(figs. 11 y 12).
La primera delas cabritas apoyaba sus
patas delanteras sobre una cartela en la que un siervo o sierva de Cocceia Severa, de nombre Victorino o
Victorina invoca a la diosa Ataecina en este exvoto[4]. La tal Cocceia Severa
debe ser la ilustre dama, natural de NorbaCaesarina,
de la que se conservan varias inscripciones monumentales procedentes del foro
de la ciudad de Capera alusiva a
varios miembros de su familia[5]. El texto reza así:
D· S· T· AD
VICTORIN·
SER· C· SE
VERAE
A
Transcripción: D(eae)· S(anctae)· T(uribrigensi)· Ad(aeginae)/
Victorin(a/us)·/ser(v-a/us)· C(occeiae)∙Severae/a(nimo)· l(ibens)· v(otum)·
s(olvit)
Una segunda cabrita tiene también bajo
sus patas delanteras una placa en la que un tal CocceioModestiano –cuya
relación con la noble dama anteriormente aludida parece evidente– invoca a la citada diosa[6]. Su texto es el siguiente:
DE· S· A· T·
COCCEIVS
MODESTI
ANVS· V· S·
Transcripción: De(ae)· S(anctae)· A(daeginae)· T(uribrigensi) Cocceius/Modesti/anus·
v(otum)∙ s(olvit)∙
Sepueden ponerestos exvotos en relación
con nuestro altar de sacrificio y, por tanto,sería la diosa Ataecina la
divinidad invocada en dicho santuario[7]. Esta divinidad prerromana
mantuvo su culto profundamente arraigado
en época romana y, a tenor de la presencia de los exvotos fechados entre los
siglos I y II de nuestra Era, el santuario siguió manteniendo su vigencia al
menos durante el Alto Imperio,cuando aparece asimilada ya a la romana
Proserpina. La cruztallada en el arranque de la escalinata delata la
cristianización posterior de este lugar de culto pagano.
EL LAVADERO DE SAN MIGUEL
La Dehesa de San Miguel es una zona con abundante agua, regada por varios
arroyosy salpicada de numerosos pozos y
manantiales conocidos desde épocas muy antiguas. Junto a un conjunto de tumbas
excavadas en la roca existe un manantial de aguas mineromedicinales
que en los tres últimos siglos ha sido aprovechado para llenar las pilas de un
rústico balneario y de un lavadero de lanas llamado “de San Miguel” nombre que
recibe del santo titular que presidía el Altar de la iglesia erigida en dicho lugar.El lavadero recibe las aguas de la charca que lleva su mismo nombre, que recoge toda laescorrentía de
las inmediaciones y, después de surtir a otra charca pequeña, desemboca en el
riachuelo de Pontones.
Aún se conserva la
majestuosa fábrica construida a base de mampostería y sillería en las esquinas,
en el recercado de los vanos y en las zonas nobles (fig. 13).Se accede al interior por dos puertas, una de ellas situada en el
patio con una gran portada adintelada.Su interior se encuentra en lamentable estado
de conservación, aún pueden contemplarse los muros maestros de la que fuera
capilla de San Miguel[8]. Presenta en esta zona una portada rectangular cegada rodeada de
esgrafiados encalados,exornados con dentellones y ovas y coronada por un
azulejo, rodeado de esgrafiados, que representa a la Virgen rodeada de los
ángeles y encima el Espíritu Santo en forma de Paloma[9]. La entrada principal está rematada por un campanario con arco de
medio punto con pináculos. Por esta zona de la entrada a la capilla se
encuentra el acceso principal al Lavadero de San Miguel mediante una gran
puerta adintelada rodeada también de esgrafiados elementales y rematados en
motivos curvilíneos y pináculos que centran un escudo heráldico de don Álvaro
de Ulloa, a instancias del cual se construye y comienza a funcionar el
Lavadero. Su interior presenta nave única de dos tramos separados por pilares
cubiertos con bóveda de arista y capilla mayor con bóveda de cuarto de esfera.El
retablo,con hornacina central de arcos lobulados presidido por la imagen de San
Miguel,se encuentra en muy mal estado de conservación; es rococó, de la segunda
mitad del siglo XVIII y actualmente es propiedad de don Ramón Jordán, Vizconde de Roda.
Saliendo del Lavadero de lanasse levanta
una iglesia bajo la advocación de la Inmaculada Concepción que tuvo culto hasta
el año 1960 (fig. 14). Se accede a su interior mediante
una puerta adintelada recercada por una decoración esgrafiada y rematada por
una cruz rodeada por motivos decorativos geométricos y las letras AVE MARIA. En
su interior ha desaparecido la cubierta, siendo sustituida por una techumbre de
uralita. Presenta tres navescon grandes arcos de medio punto, separadas por
pilares y capilla mayor rectangular. Sus dependencias han estado dedicadas a
establos, por lo que se encuentran en un lamentable estado de conservación[10].
El paraje de San
Miguel acogió a una población numerosa,
por lo que el obispado decidió dar a la barriada el
nombramiento de parroquia, designandoaun cura párrocopara
que oficiara los actos litúrgicos. Por un tiempo se siguió utilizando la
antigua capilla para la celebración de los servicios, hasta que fue comprado en
1961 el local del cine de Benito Domínguez,que fue reformado para acoger la
vivienda del párroco y la nueva iglesia de la Inmaculada que fue abierta al
culto en el año 1963[11].
Con similares característicasa este lavadero–que aparece citado
en el Diccionario de Madoz de 1845[12]–se construyó otroen Los Barruecos a
finales del siglo XVIII, consistente
en un enorme complejo dedicado al esquileo y lavado de lanas. En el
siglo XIX llegó a tener una producción anual de 80.000 arrobas de lana lavada,
que luego era vendida a las industrias textiles más importantes de Europa y
América, destacando entre ellas la de Covilhã, importante centro manufacturero
de lanificios en Portugal.
El emplazamiento de estos lavaderos
cumplía los principales requisitos exigidos para este tipo de instalaciones.
Debían situarse en un río con suficiente caudal y aguas abajo de la población
en la que se encontraran; también debía existir suficiente distancia respecto a
otras localidades situadas en el curso del río, para que las aguas sucias se
hubieran mezclado con las limpias.
Las edificaciones del Lavadero de San
Miguel forman un gran patio central en el que se integran las salas de
esquileo, las viviendas de los operarios y las salas de esquileo, ermita y, en
este caso, la vivienda residencial de los propietarios de carácter señorial,
que aún pervive en condiciones no muy idóneas. Actualmente es una explotación
agropecuaria de propiedad privada, pero su construcción primigenia sigue los
mismos parámetros que el de los Barruecos
deMalpartida. Para funcionamiento del lavadero es imprescindible la
charca y, por ende, el molino harinero que en este caso son dos edificios de
molienda exentos de la presa así como la iglesia de San Sebastián. Junto a
ello, los corrales para estancia del ganado y una huerta que se riega con el
excedente de agua del lavadero. Estamos pues ante un “complejo industrial”
perfectamente estructurado en el que se realiza tratamiento de la materia
prima: la lana, desde el esquileo al lavado, clasificado y comercialización de
la misma.
[2] M.
ALMAGRO GORBEA, «Nuevas fechas para la Prehistoria y la Arqueología de la
Península Ibérica», Trabajos de
Prehistoria 33, 1976, pp. 307-317.
[3] M. ALMAGRO GORBEA, «Sacre Places and Cults of the
Late Bronce Age tradition in Celtic Hispania», en R. Habelt (ed.), ArchäologischeFoschungenzumKult-geschehen in
der JüngerenBronzezeit und FrühenEisenzeitAlteuropas, U. Regensburg, Bon
1996, pp. 43-79.
[4]El
exvotofue cedido en 1918 por María del Carmen Jalón al
Museo Víctor Balaguer de Villanueva y Geltrú (Barcelona), donde actualmente se
encuentra. Fue dada a conocerpor F. FITA, “Inscripciones
romanas inéditas de Cáceres, Úbeda y Alcalá de Henares”, Boletín de la Real Academia de la Historia 7, 1885, pp. 45 ss.
[5]
Véase J. ESTEBAN ORTEGA, Corpus de
inscripciones de Cáceres III. Capera, Cáceres, 2013, inscripciones nº 1005,
1006 y 1007.
[6]Se
encuentra en el Museo Arqueológico Nacional y actualmente existe una copia en
bronce de grandes dimensiones esculpida en el casco urbano de la localidad. Fue
dada a conocer también por F. FITA, “Inscripciones romanas inéditas de
Cáceres, Brandomil, Naranco y Lérida”, Boletín de la Real Academia de la Historia6,
1885, pp. 430 ss.
[7] J. M.
ABASCAL PALAZÓN, "Las inscripciones latinas de Santa Lucía del Trampal
(Alcuéscar, Cáceres) y el culto de Ataecina en Hispania", Archivo
Español de Arquología68, 1995 [1996], pp. 31-105; ÍDEM, "De nuevo sobre Ataecina y Turobriga. Exploraciones del
año 1900 en Las Torrecillas (Alcuéscar, Cáceres)", Archivo
Español de Arqueología69,
1996, pp. 275-280.
[8]En el Archivo Diocesano de Coria-Cáceres, se conserva documentación diversa
sobre la capilla de Arroyo de la Luz (en años comprendidos entre 1907-1958).
[9]J.A.RAMOS RUBIO y O. DE SAN MACARIO SÁNCHEZ, “El lavadero de San
Miguel de Arroyo de la Luz en la Ruta de la Lana”,XXXII Ruta Cicloturística del Románico Internacional,Pontevedra 1
de febrero al 8 de junio de 2014, pp. 129-133.
[10]En el Archivo Diocesano de Coria-Cáceres se conserva documentación sobre la
parroquia, 1958-1973.
[12] P. MADOZ, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus
posesiones de ultramar, Madrid 1845-50.
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