lunes, 30 de noviembre de 2020

 

LA CAPILLA DE LA MATILLA DE LOS ALMENDROS

 

La casa de la Matilla de los Almendros se sitúa cerca de la carretera que une Plasenzuela con la general que va desde Trujillo a Cáceres. En el camino que conduce a la vivienda nos encontramos con múltiples mojones. El complejo se compone de una casa de planta rectangular y tejado a cuatro aguas a la que se accede desde el patio, donde se conserva una inscripción romana y dos mojoes. El patio articula distintas dependencias agropecuarias y, a la derecha, una capilla que remata en una soberbia espadaña y pináculos decimonónicos en sendas esquinas. Viene mencionada por Tomás López en 1798 junto a otras casas de campo de la tierra de Trujillo:

 Su jurisdición, con dezmatorio, se esttiende en todo un circuito en unas parttes a dos leguas y en otras a tres y quattro, dentro de la que se hallan diferenttes casas de campo que son la de la Luz, Gaette, Ynfantas, Torreherroza, Tozuelo, Carrascal, Burdallo, Torre de la Coraja, Casa de Doña Catthalina, Casillas, Galocha, Pascual Ybáñez, Casa del Rollar, de la Mattilla, Rongil, Martín Rubio, Casa de Casco, Magasquilla y Solamilla, todas las quales anttiguamente eran casas de lavor, donde vivían en tiempo las principales casas de estta ciudad para promoberla y para la esquila de sus ganados lanares y oy esttán las más desierttas y reducidas a panaderías de serranos, de lo que probiene la decadencia y ruina de esta ciudad.”












jueves, 26 de noviembre de 2020

 

OBRA INEDITA DE GINES ANDRES DE AGUIRRE

 

 

 

 

En la colección particular de don Carlos Marcos Plaza, en Cáceres, se conserva una obra inédita de Ginés Andrés de Aguirre. Representa una Naturaleza muerta, es óleo sobre tela, mide 70 x 93 cm.

 

Hemos de tener en cuenta que durante la centuria anterior, sólo la naturaleza muerta tuvo en España amplio desarrollo y constituyó capítulo importante dentro del panorama de toda la pintura europea, aunque su incorporación a la historia “oficial” de la misma sea bastante reciente. Precisamente, fue en el siglo XVII cuando el primer pintor de bodegones, el italiano Caravaggio, otorga categoría al tema del bodegón, como representación de alimentos y bebidas estrictamente, aunque confundimos e identificamos bodegón con naturaleza muerta, por la representación de objetos inanimados. El género del bodegón también se le llama a los cuadros que tratan de confundir al ojo humano, lo que se llama el “trampantojo”, que es esa pintura realista e hiperrealista que finge realidad. En este caso que nos ocupa se representan trofeos de caza (animales), objetos inanimados agrupados sobre una superficie plana. Este tipo de cuadros solía decorar las paredes de comedores de las viviendas con prestancia.

 

Este cuadro recibe el nombre de "Naturaleza muerta", y va en la línea de otras obras del artista como su cuadro "Caza muerta y una cesta" (Museo del Prado, Madrid). Se aprecia su preferencia por un variado colorido y un gusto rococó. A pesar de mostrarnos piezas de caza muertas, imprime a las figuras una refinada elegancia. Se observa claramente una técnica de pinceladas densas. Esta obra está elaborada con acierto y esmero: los brillos de luces o medios tonos de las sombras.

 

Ginés Andrés de Aguirre nació en Yecla (Murcia) en el año 1727.  Los primeros datos que encontramos acerca de este artista corresponden al año 1745, fecha en la que Aguirre marcha a Madrid. En 1752 comienza sus estudios en la recién creada Academia de San Fernando. se trasladó a Madrid, donde asistió a los primeros concursos abiertos organizados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, completando su formación entre los años  1753 y 1757. En el año 1758 consigue una pensión de Fernando VI, y realiza copias de grandes maestros, como Diego Velázquez y Luca Giordano. En 1760 pinta un retrato del nuevo monarca Carlos III. En 1770 es elegido Académico de Mérito de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid[1].

 

Desde 1775 comienza una intensa actividad para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara como pintor de cartones. Trabaja bajo la dirección de Mariano Salvador Maella, que le suministra en su primera etapa los dibujos preparatorios para los modelos encargados. La temática elegida y el estilo aplicado para las composiciones que iban a cubrir las paredes de las residencias reales en El Pardo y El Escorial siguen las corrientes estéticas imperantes: escenas de caza y asuntos de género, donde el murciano hace hincapié en el casticismo y los aspectos pintorescos del mundo popular. En la veintena de cartones conocidos de su mano, se aprecia su preferencia por un variado colorido y un gusto rococó[2], donde las figuras actúan con refinada elegancia y los animales se mueven con gracia. Con su técnica de pinceladas densas elabora con acierto las diferentes superficies, sean telas o pieles, sean los brillos de luces o medios tonos de las sombras.

 

Entre sus obras más destacadas hay que señalar que pintó los desaparecidos frescos de la nave central de la iglesia de Santa Cruz en Madrid, conocidos a través de noticias documentales y dibujos preparatorios. También son suyos algunos cuadros de historia como La defensa del castillo del Morro de La Habana, hoy en el Museo de la Academia de San Fernando. Destacó, sobre todo, como diseñador de cartones para tapiz con destino a la Real Fábrica de Santa Bárbara, entre cuyos diseños se conserva un lienzo titulado La dama del Quitasol, propiedad del Museo del Prado, depositado en el Museo de Bellas Artes de Murcia[3]. Como pintor de cuadros de altar se debe destacar también la ejecución de su San Agustín y san Marcelino para el convento de la Encarnación de Madrid. Como retratista, ejecutó numerosísimas copias del retrato oficial de Carlos III cuyo modelo había sido pintado por Antonio Rafael Mengs.

 

Al margen de la manufactura, Aguirre trabaja como fresquista y como pintor de composiciones religiosas, notándose innegablemente la huella de Corrado Giaquinto[4]. En 1785 aprovecha la plaza vacante dejada por Nicolás Lameyra de «ayudante para la composición de las pinturas» para solicitar el cargo de restaurador y ayudante de Maella en el cuidado de los cuadros de las colecciones reales.

 

No pasó mucho tiempo en el desempeño del nuevo puesto, ya que en marzo del año siguiente fue designado como primer director de Pintura de la recién fundada Real Academia de Bellas Artes de San Carlos en México, donde falleció en 1800, después de una intensa labor pedagógica[5].

 

En 1786 Aguirre, gracias a la protección de José Moñino, conde de Floridablanca, marchó a México como primer director de pintura de la recién fundada Academia de San Carlos. Aguirre fue profesor de los más importantes pintores mexicanos de la primera mitad del siglo XIX. Entre ellos deben destacarse José María Vázquez, José Antonio Castro, Juan de Sáens y Anastasio Echeverría. Establecido en México, cultivó también la pintura mural de carácter religioso y decorativo, ejecutando, entre otros, los frescos de la bóveda de la capilla del Bautismo de la Catedral de México. Fallece en la ciudad de México en el mes de mayo del año 1800.

 

 


BIBLIOGRAFÍA

Aragoneses, Manuel Jorge (1962): “A propósito de unas pinturas extraviadas de Ginés Andrés de Aguirre", Murgetana, 19, Murcia, pp. 79-84.

Held, Jutta, Die Genrebilder der Madrider Teppichmanufaktur und die Anfänge Goyas, Berlín, Gebrüder Mann, 1971, pp. 81-88.

López Ortega, J, "Ginés Andrés de Aguirre y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando",  Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, núms. 119-120, Madrid, 2017-2018, pp. 33--50.

Morales y Marín, José Luis, Pintura en España. 1750-1808, Madrid, Cátedra, 1994, pp. 179-186.

Ossorio y Bernard, Manuel, Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX [1883-1884], Madrid, Giner, 1975, pp. 9-10.

Reuter, A, "Ginés Andrés de Aguirre", en Enciclopedia del Museo del Prado dirigida por Miguel Zugaza y Francisco Calvo Serraller, tomo II, Madrid, 2006.

Rodríguez de Tembleque, C., "Ginés Andrés de Aguirre, pintor de frescos", Cuadernos de Arte Colonial, n.º 1, 1986, pp. 85-96.

Tormo, Elías, «El pintor Ginés Andrés de Aguirre. Su etapa española», Boletín del Museo de Bellas Artes de Murcia, n.º II, Murcia, 1923, pp. 1 y ss.

 

 

 

 



[1] López Ortega, 2017-2018, 33.50.

[2] Tormo, 1923, 4.

[3] Ossorio y Bernard, 1975, 10.

[4] Morales y Marín, 1994, 180; Rodríguez de Tembleque, 1986, 85-96.

[5] Reuter, 2006, tomo II, 338.

 

OBRA INÉDITA DE JOSE DE PAEZ EN CÁCERES

 

 

 

En colección antigua de Cáceres, he localizado una obra inédita del pintor José de Páez, con taller establecido en México.

 

 

San Pedro Apóstol. Oleo sobre lienzo. Firmado en el ángulo inferior derecho, Jph.de Paez fecit. D. El cuadro mide: 62x50 cm.

 

San Pedro, primer Papa de la Iglesia, aparece con dos llaves, una dorada y otra plateada que simbolizan la acción de abrir y cerrar el Reino de los Cielos, refiriéndose al poder que tiene el santo de absolver los pecados y de excomulgar. Aparece vestido con túnica azul y un manto ocre y dirige la mirada al cielo, parece recibir la luz divina desde la parte superior de la composición y sus ojos están vidriosos, pudiendo hacer referencia a la iconografía de las Lágrimas de San Pedro, un episodio narrado en la Biblia donde el santo, tras haber negado a Cristo en tres ocasiones, derramó sus lágrimas con el canto del gallo. Las artes se inspiraron con frecuencia en la persona de Pedro. Su llamado al seguimiento de Jesús de Nazaret, la entrega a él de las llaves del Reino de los Cielos, el lavatorio de los pies durante la Última Cena, sus negaciones durante la pasión de Jesucristo y su martirio en Roma son algunos de los motivos más representados. Se lo caracteriza iconográficamente con las llaves que simbolizan el reino de Dios, el gallo que recuerda sus negaciones, la cruz que es emblema de su martirio, el báculo que se le atribuye como pastor, y también el pez, símbolo de la promesa de Jesús de Nazaret de hacerlo "pescador de hombres".

 

José de Páez (Ciudad de México, 1727 - c. 1780) es uno de los artistas más reconocidos en el ámbito de la pintura culta del siglo XVIII en la capital del virreinato fue José de Páez, que pintó obras de gran calidad pero que han sido aun menos estudiadas que las de Miguel Cabrera, por lo que poco se sabe del pintor. Este artífice tiene una gran producción que se ha supuesto tanto local como de importación a otros virreinatos e incluso en España, como cuando realizó varias series de pinturas de mestizaje que mostraban el resultado de la unión de distintas castas y razas en la Nueva España. Aunque los datos sobre su formación son escasos, se ha supuesto que pudo ser al lado del pintor Nicolás Enríquez, porque el padre de Páez fue testigo de un matrimonio al lado de dicho artífice cuando José tendría cerca de 11 años.[1]

 

Páez fue in pintor muy prolífico perteneciente a la generación posterior a Miguel Cabrera, que realizó excelentes retratos y pinturas de castas, así como composiciones religiosas que fueron en tamaño desde los escudos de monja hasta telas enormes que cubrían paredes enteras. Aunque sus obras están esparcidas en iglesias a través de México y Perú, parecería que su taller en la ciudad de México exportó mucha de su producción.

 

 



1.Dra. Paula Mues Orts en Historia del Arte por la UNAM (Museo del Amparo, México)

 

sábado, 21 de noviembre de 2020

 

LA ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ DE CÁCERES

 

Junto a la torre de Bujaco se encuentra la ermita de Nuestra Señora de la Paz. Su origen hay que buscarlo en la cesión que hizo el Ayuntamiento en el año 1724 de la antigua ermita de San Benito[1], a la cofradía de Nuestra Señora de la Paz, para que se reedificase la existente ermita ruinosa para el culto de su Virgen titular; construyéndose también una casa para el ermitaño, junto a la misma, con acceso frente al Arco de la Estrella.

Se debía tener una gran devoción a la imagen de Nuestra Señora de la Paz en la ciudad de Cáceres ya que en el año 1712 por iniciativa del beato Lázaro Lasso se colocó una imagen bajo esta vocación en la parte alta del Portal Llano, sobre el escudo de armas de la entonces Villa, alumbrada por dos faroles, que se encargaron de mantener iluminado los vecinos, evitándose de esta forma también ahuyentar con la luz a los posibles malhechores[2]. Es un dato importante según el cual entendemos que por eso la recién fundada Hermandad de Nuestra Señora de la Paz, una vez que el señor obispo Sancho II Antonio de Velunza de Corcuera aprobase sus Ordenanzas en el año 1720, acudieran posteriormente los hermanos al Concejo alegando que en el sitio en el que estaba el cuadro con la imagen de Nuestra Señora de la paz no podría decirse misa, y para tal fin le pidieron la existente ermita de San Benito, que se encontraba en deplorable estado (hoy ermita de la Paz) a lo que el Concejo accedió en la sesión del día 24 abril 1724. Construyéndose la citada ermita sobre los restos de la anteriormente citada ermita de San Benito y se colocó en el altar mayor una imagen tallada que mandó hacer la Hermandad.

Finalmente en el año 1736 está concluida la obra, se colocó un retablo procedente del Convento de San Francisco y se realizó una talla de la Virgen de la Paz, por el artista vallisoletano Pedro Correa, costando cuatrocientos reales, era por entonces Mayordomo Pedro Sarmiento y Pizarro. Es la imagen que en la actualidad está en su ermita, talla policromada, siendo bendecida por el Obispo de Coria don Miguel Vicente Cebrián y Agustín, la Capilla la bendijo don Juan de la Mata y Vivero, vicario eclesiástico y cura de Santa María, el 28 de diciembre de 1736, festividad de los Santos Inocentes. La noche del 23 de enero de 1737 en procesión solemnísima se trasladó a la imagen de la Virgen de la Paz, desde Santa María hasta su nueva ermita, acompañada por las imágenes de San Benito y San Juan Evangelista, anteriores titulares de aquella recién restaurada ermita.

Ya, en el año 1733 el Concejo en sesión municipal había donado una campana que servía para convocar a los ediles a reunión, a fin de que fuese colocada en el tejadillo, con la única condición que pudiese utilizarla el Concejo cuando lo necesitase[3]. La imagen de la Virgen de la Paz, que estaba situada en la parte alta del Portal Llano, no fue trasladada a la ermita, continuó recibiendo culto hasta nuestros días en el mismo lugar. En el año 1739 se acuerda construir la casa para el ermitaño en el sitio que anteriormente se utiliza como toril. Años después se realizó el portal aprovechando las piedras de granito de la muralla.

Recibió importantes obras de restauración en los años 60 del siglo XX, como anteriormente se habían efectuado en la escalerilla de acceso a la zona monumental por el Arco de la Estrella, ejecutada en el año 1741 y modificada después con tramos a izquierda y derecha de una fuente pública, desaparecida para hacer las amplias escalinatas que actualmente existen[4]. El ilustrado sacerdote don Simón Benito nos refiere lo siguiente: “Es de tres bajas y pequeñas naves, pero con bastante adorno, y tres altares, en que se celebran misas todos los días de precepto, y la fiesta anual en 24 de enero, como también la del santísimo Rosario, que sale cantado desde el 3 de marzo de 1754, y también se reza diariamente[5]. También, el referido sacerdote nos indica que de esta ermita, por costumbre inmemorial, sale la procesión para publicar la bula de la Cruzada, desde que fue titular de ella San Juan Evangelista[6].

Don Miguel Ángel Ortí, Cronista de la Ciudad, nos refiere lo siguiente: “ En el año 1568 fue instituida canónicamente en Cáceres la cofradía de Nuestra Señora de la Paz y Caridad y adscrita a la parroquia de Santa María. Su fin era el socorro y actos preparatorios para la asistencia de los reos puestos en capilla. Con fecha 2 febrero 1794 solicitaba de la Hermandad en la Virgen de la Paz que se le abriera su iglesia, la de la plaza, para que los días que se hiciera justicia con algún reo, en su portal se pudieran cumplir los fines de la institución, concediendo a los cofrades lo que éstos habían solicitado de la Hermandad. Esta cofradía existe todavía –esto lo escribe el Cronista en el año 1949- con su reglamento cuyos fines son: fomentar el amor y veneración que de antiguo viene atribuyéndose la ciudad a la santísima virgen de la paz y caridad que se venera la parroquia de Santa María la mayor, hacer obras de caridad y misericordia por todos los necesitados y en particular con los condenados a pena capital”[7].

Es una construcción de sillarejo, con una nave de un tramo y presbiterio recto, y una capilla en el lado del Evangelio. Todos los arcos son de medio punto y las bóvedas de arista en la nave y la capilla, y semiesférico en el presbiterio.

Se accede al interior por una puerta en arco de medio punto situada a los pies, precedida de un pórtico con triple arquería medio punto, cerrada con verja de hierro en la que consta la siguiente inscripción: ESTA CAPILLA ES DE NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ. SE IZO ESTA OBRA AÑO DE 1756. En la parte superior tiene dos escudos con un rosario y una cruz; las otras verjas se rematan en águila bicéfala coronada en el anagrama IHS; se conoce la intervención, al menos en los remates, del artista rejero Juan de Acedo[8]. El edificio fue construido entre los años 1733 y 1734.

Hoy no se conservan las obras del pintor vecino de Alcántara, Juan Cordero fue el encargado de realizar en el año 1764 nueve cuadros (cuatro de ellos representaban a los Evangelistas), para colocarlos en los arcos de la ermita, costaron 211 reales incluyendo los soportes para traerlos desde la vecina población de Alcántara, donde tenía taller establecido, del dorado de los nueve cuadros se encargó Joaquín Rodríguez, que también realizó el plateado de la lámpara y pintura y dorado de los muros y columnas, se le abonaron por todo ello 808 reales y 24 maravedíes, aparte de 25 libras de oro[9].

En el presbiterio destaca una mesa de altar, tallada por el tallista Rafael Sayago en el año 1784, costó 1563 reales y 16 mavaredíes, 770 reales por la hechura y la madera, fue dorada por Joaquín Rodríguez y Andrés Gallardo[10].




Hemos de destacar la imagen de San Benito, obra de la segunda mitad del siglo XVIII, realizada en madera policromada por el escultor José Proenza[11]. Retablo mayor dorado, del año 1750, rococó; tiene columnas estriadas con rocallas en las que se representan motivos de la Pasión, y hornacina central con imagen de la Virgen con el Niño, bien estofada y encarnada; a los lados, escultura policromada de Santa Benedictina y Santo Benedicto, del siglo XVII; el remate, el Espíritu Santo dentro de nubes con querubines. La imagen que preside la hornacina central del retablo es Nuestra Señora de la Paz, talla policromada, que fue bendecida por el Obispo de Coria don Miguel Vicente Cebrián y Agustín, el 28 de diciembre de 1736, obra del artista vallisoletano Pedro Correa por el precio de 400 reales[12].

Se conserva también en la ermita una imagen de San Juan Evangelista, madera policromada, del siglo XVIII. Tenemos constancia de los trabajos realizados por el afamado tallista Vicente Barbadillo que interviene en el año 1758 restaurando el cuadro de San Pedro colocado en el altar de San Benito de esta ermita, igualmente ejecutó los marcos con decoración de cenefas para los cuadros que había pintado José Galván y, también realizó el trabajo de yesería que cubría la cúpula central de la ermita en el año 1763[13]. Por tanto, José Galván pintó los evangelistas de las esquinas de la cúpula de la ermita, por encargo del Marqués de Torreorgaz, mayordomo de la cofradía. Para estos cuadros y unos espejos para el embellecimiento del lugar se encargaron marcos y cenefas de enlace al citado artista Vicente Barbadillo,  interesantes estas referencias de don Miguel Muñoz de San Pedro, pues nos ofrece otros datos de sumo interés artístico, los retablos laterales, sacras, marco del cuadro de la Virgen del Rosario y del de la Indulgencia, fueron dorados por José Moreno en el año 1773[14], el retablo del altar de San Pedro fue ejecutado en el año 1775 por el tallista Alonso Felipe Paredes, natural de Gata, costó 1.143 reales (incluidos los gastos de su colocación).

En el mes de febrero del año 2012 fue bendecida por el Sr. Obispo don Francisco Cerro, la escultura de Jesús Condenado, un Jesucristo camino del Calvario cargando solo el travesaño de la cruz, De tamaño natural, evoca a Jesús camino del Calvario difiriendo de la representación tradicional al portar sólo el patíbulum o travesaño superior de la cruz, tal y como avalan algunas investigaciones históricas y textos bíblicos.  La imagen está tallada en madera de cedro y policromada por el imaginero  sevillano afincado en Cáceres Antonio Fernández Domínguez. La Cofradía (cuya primera junta tuvo lugar el 14 de octubre de 2011), tiene su sede canónica en el Convento de las Jerónimas,  procesionó por primera vez la Semana Santa en la madrugada del Viernes Santo, vistiendo túnica negra con verduguillo y guantes del mismo color.

En el año 1865 el pintor Rafael Lucenqui y Martínez[15] pintó un cuadro de la Virgen de la Paz o Nuestra Señora del Buen Parto que reemplazó al que desde el año 1714 había estado expuesto en una hornacina del Portal LLano o de los Escribanos de la Plaza Mayor hasta que la Asociación Cultural San Jorge, retiró el cuadro original del pintor Rafael Lucenqui el 11 de julio de 1992 con el propósito de restaurarlo doña María A. González Luceño, debido a su deterioro, tras haber permanecido expuesto en los soportales durante 127 años. El proceso de restauración finalizó el 24 de marzo de 1994, y el cuadro fue colocado encima de la puerta de la Sala de Banderas del Ayuntamiento. El 20 de febrero de 1997 se colocó una réplica en los soportales de la Plaza Mayor, una fotografía tratada y enmarcada, que ha tenido que ser también sustituida por otra al estar deteriorada, descolorida y con humedades. El original está en la Sala de Exposiciones del Ayuntamiento cacereño. La obra representa a la Virgen con el Niño en sus brazos y un ángel que, a la derecha del lienzo, presenta a su Madre una corona. Los personajes forman una agrupación piramidal que se recorta al fondo. Es un cuadro de excelente composición y factura para el cual se ha inspirado Lucenqui en algún modelo mariano del Renacimiento, encontrando en el cuadro soluciones leonardescas y rafaelescas, lo cual se hace extensivo también a la forma de disponer a Jesús sobre su Madre[16].

 

 





 

 

 

 



[1] Existen referencias documentales de la existencia de la ermita de San Benito. Según datos de Tomás Pulido Pulido: “Reunido el cabildo de la Cofradía del Señor San Benito en su iglesia, en la placa, el 20 de Agosto de 1610, ante el escribano público, Diego Martín Pulido, por no haber al presente escribano de la cofradía, el mayordomo dijo que Pedro Delgado, escribano que fue del Ayuntamiento y de la dicha hermandad, era difunto por lo que la cofradía tenía necesidad de escribano y siendo cofrades Francisco de Tovar Velázquez, escribano del Ayuntamiento, Benito Sánchez Magdaleno, Pedro Pérez de Osma y yo, Diego Martín Pulido. A continuación, nominalmente, fueron votando los demás hermanos. Surgen cuestiones por este nombramiento y por otros motivos como el de la petición por parte de Pedro González, de la llave del cepo y de la troxe de la cofradía que está en la iglesia que el santo tienen en el campo”.

[2] Según HURTADO, P: Ayuntamiento y familias cacerenses.  Cáceres, 1919.

[3] SELLERS DE PAZ, G: Cáceres visto por un periodista. Cáceres, 1981, p. 284.

[4] SELLERS DE PAZ, G: Cáceres visto por un periodista, op. cit., p. 284.

[5] BENITO BOXOYO, S: Historia de Cáceres y su Patrona (Historia de Cáceres y su Patrona (Noticias históricas de la Villa de Cáceres y Breve noticia del Santuario de Ntra. Sra. de la Montaña), op. cit., p. 110.

[6] BENITO BOXOYO, S: “La Coronación Cacereña de Nuestra Señora de la Paz”. Revista de Estudios Extremeños, 1949, tomo V, pp. 11 y ss.

[7] ORTI BELMONTE, M. A: Fundaciones benéficas de la provincia de Cáceres. Cáceres, 1949, p. 23.

[8] Juan Acedo ejecutó el coronamiento de la reja que cierra el arco central de la ermita de la Paz en el año 1756 y en el año siguiente las águilas y remates de las rejas correspondientes a los arcos laterales. MUÑOZ DE SAN PEDRO, M: “La cofradía cacereña de Nuestra Señora de la Paz”. Revista de Estudios Extremeños, V, números 1-2, Badajoz, 1949, p. 140.

[9] MUÑOZ DE SAN PEDRO, “La cofradía cacereña de Nuestra Señora de la Paz”, op. cit., p. 142. Cit. TERRON REYNOLDS, M. T: Patrimonio histórico de Extremadura, siglos XVII y XVIII. Salamanca, 1999 , p. 201.

[10] Según Cuentas de la Cofradía de Nuestra Señora de la Paz recogidas y anotadas por PULIDO Y PULIDO, op. cit., p. 473.

[11] Como la deterioradísima y vieja imagen de San Benito desentonaba del conjunto, se encargó otra nueva al escultor portugués José Proenza que se encontraba en Cáceres, y talló aquí la que hoy se conserva”. MUÑOZ DE SAN PEDRO, op. cit., p. 144.

[12] MUÑOZ DE SAN PEDRO, M: “La cofradía cacereña de Nuestra Señora de la Paz”, op. cit., p. 123.

[13] MUÑOZ DE SAN PEDRO, op. cit., 142.

[14] MUÑOZ DE SAN PEDRO, op. cit., p. 143.

[15] Hijo de un pintor polaco de nombre Antonio que se había asentado en Badajoz, donde posiblemente había llegado formando parte del ejército napoleónico. Su apellido Luschinski o Luchensky lo españolizó por «Lucenqui». Bajo la tutela de su padre, el joven Rafael se inició en el arte de la pintura y la escultura, aunque en  1833 comienza la carrera militar y decide colgar la paleta y los pinceles, aunque sólo fuera momentáneamente. En 1848, el año en que toda Europa se veía encendida una vez más por el ardor revolucionario, Rafael Lucenqui abandona el Ejército y comienza a ejercer como profesor de dibujo en el Instituto de Cáceres. Desde entonces pudo retomar la pintura y dedicarse en exclusividad a ella. Su obra, aunque de una calidad indiscutible, no es muy conocida, ya que la mayoría de los cuadros que pintó fueron encargos de las principales familias cacereñas y, junto a algunas obras que seguramente se habrán perdido, la mayor parte se encuentran en manos de particulares.


Lucenqui falleció soltero y sin descendencia en 1873. Tras de sí dejaba una profunda huella en algunos alumnos y seguidores, de modo que podemos considerar a este artista como el precedente en el que se fundamenta la pintura cacereña de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. PIZARRO GOMEZ, F. J: “Pintura extremeña del siglo XIX: los Lucenqui”. Norba-Arte, Cáceres, 1989, pp. 175-190;
F. García Morales: «Los Lucenqui extremeños», Hoy, 30 de noviembre de 1983.

[16] PIZARRO GOMEZ, op. cit., p. 189; M. BAZAN HUERTA, C. MARCHENA GARCIA y PAREDES PEREZ, M: Patrimonio artístico del Ayuntamiento de Cáceres. Cáceres, 1996. Págs. 78-83.