lunes, 19 de abril de 2021

 

ARQUITECTURA VERNÁCULA Y RESTOS ARQUEOLÓGICOS EN EL BERROCAL DE TRUJILLO

 

 

Trujillo es un municipio de la provincia de Cáceres. Es la capital administrativa y de servicios de la comarca histórica Tierra de Trujillo. En el término municipal se encuentran las pedanías de Belén, Huertas de Ánimas, Huertas de la Magdalena y Pago de San Clemente. El término municipal tiene una extensión de 655 km2.

 

Trujillo ha desempeñado un papel importante en la historia de Extremadura. Juan II de Castilla le concedió el título de ciudad en 1430, y de 1528 a 1804 fue la única capital provincial de Extremadura, al ser la Provincia de Trujillo la única provincia de la actual región.

Dada su importancia histórica, Trujillo es uno de los más importantes centros turísticos de toda Extremadura. En la localidad hay, entre otros lugares destacables, varias iglesias, castillos, palacios y casas fuertes que conforman un destacable conjunto monumental. En 1962 (Decreto 2223), Trujillo recibió el título de "Ciudad Monumental Histórico-Artística".

Trujillo se encuentra situado en la penillanura cacereño-trujillana, a 43 km. del río Tajo que le ha servido de frontera natural, y a 90 km. del río Guadiana. Por lo que hidrográficamente pertenece a esas dos grandes cuencas fluviales de España. Tiene una altitud de 517 m y sus coordenadas de situación son: 39°27′55″N 5°52′44″O. La ciudad se asienta sobre el centro de un monte-isla o batolito, constituyendo su entorno un paisaje muy peculiar, donde aflora el granito en el conjunto “El Berrocal”. Son manchones graníticos de singular belleza que rodean a Trujillo en un perímetro de 5 km. Por lo demás, es un relieve llano.

 

En el suelo aflora la roca: granitos y pizarras. Está cubierto por una capa poco profunda de sedimentos y es pobre para la agricultura. Son las tierras pardas, por su color. Los pastos son muy finos, de gran calidad, pero se agotan en el verano. Además de los pastos, predominan las encinas. Los cultivos son de secano: trigo, cebada, centeno y avena, que junto con la ganadería, constituyen la base de la economía trujillana. Otros cultivos leñosos son olivos, vides e higueras, propios del bosque mediterráneo. Predomina el ganado vacuno, concretamente, el retinto extremeño. En el ovino, los rebaños lanares de ovejas merinas, estantes y trashumantes. En el porcino, el cerdo ibérico, con sus dos variedades: negro y colorado. Desde la Edad Media pasaba por el término municipal de Trujillo un ramal de la Mesta, que llegaba hasta Medellín, utilizada por los ganados trashumantes. En nuestros días todavía se practica la trashumancia. Los serranos, en el otoño, bajan con sus rebaños desde León y Castilla en busca de los templados inviernos y de los buenos pastizales de Extremadura.

De las especies avícolas destacan los negros grajos ( de la familia de los córvidos ) y las elegantes cigüeñas blancas que surcan los azules cielos trujillanos y anidan en sus vetustas torres. 

 

Si hay una circunstancia que destaca en Trujillo es su ubicación, sobre un batolito granítico en medio de una llanura que domina la comarca, situación que fue aprovechada por los primeros pueblos que la ocuparon, apareciendo en las edades del Cobre y Bronce los primeros castros en este rocoso enclave, donde los pobladores consiguieron material de primera mano para la construcción de sus viviendas y sus útiles, incluso aprovechando las oquedades que la misma naturaleza les ofrecía.

 

Esta ciudad se remonta a un pequeño castro (Turaca) integrado en el espacio vetton, que evolucionaría con la romanización hasta constituirse en cabeza de prefectura dependiente de Augusta Emérita. El núcleo urbano se erige como lugar central respecto a su territorio y ubicado dentro de la penillanura dominada por los terrenos pizarrosos sobre un batolito granítico, lo que le confiere una posición preeminente y estratégica con respecto al resto de su territorio. Roma supo ver el potencial estratégico del enclave trujillano. Cercana a Norba Caesarina, colonia germen de la actual Cáceres, en la zona se crearía una ciudad tributaria de ésta. Turgalium, nombre de raíz celta que nos recordaría su origen previo como castro indígena, se llamaría también y más tarde Castra Juliae, de la que prácticamente no quedan restos urbanos pero sí numerosas estelas funerarias y restos de villas y minas por la periferia, que dan a entender la importancia económica que llegó a alcanzar la urbe, convertida en una zona de paso entre Emérita Augusta y Caesar Augusta, y parada de importancia en el camino Iter ab Emerita Caesaraugusta, que enlazaba Mérida con Zaragoza, a través de Toledo, ciudades de capital importancia en la Hispania de comienzos de nuestra era.

Cuando en el siglo VIII invaden la villa los árabes, la llamaron Torgielo y ya, en enero de 1233, las tropas cristianas la reconquistan y hasta nuestros días su nombre, Troxiello, Trujillo.

Durante la Reconquista se otorgaron privilegios a los caballeros que participaron en las campañas militares confirmando el derecho sobre sus propiedades con un Fuero otorgado por Alfonso X en 1256. Por él, Trujillo se convirtió en una villa libre. En 1430, el rey Juan II, le concedió el título de "Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Trujillo". En lo que fueron los arrabales de la ciudad, se asentó la minoría judía, que fue importante desde el punto de vista mercantil, ubicada en las calles Gurria, Tiendas y Carnicerías,

    En el siglo XV se divide en bandos y se radicalizan la tensión entre los linajes que desde la reconquista dominaban la ciudad: Altamirano, Bejarano y Añasco. Basta recordar los enfrentamientos habidos entre el clavero de Alcántara D. Alonso de Monroy y el maestre D. Gómez de Solís en la "Farsa de Avila". Para acabar con estas luchas nobiliarias o someter a esta clase belicosa, adinerada y orgullosa, los Reyes Católicos ordenan, por el Edicto de 1476, desmochar las torres de sus casas-fuertes, procurando de su que su altura no sobrepase la del resto de las casas, inutilizar matacanes y cerrar saeteras (ejemplo representativo es la Torre del Alfiler).

            Fue importante la judería establecida en Trujillo a finales del siglo XIII (la segunda en importancia tras  Plasencia), contaba con una importante aljama en el entonces arrabal de San Martín (más tarde Plaza Mayor) ubicada en torno a las calles Gurría, Tiendas y Carnicerías; incluso existen restos de una importante sinagoga.          

El pueblo no sólo los odiaba por sus convicciones religiosas y por recaudar impuestos, sino que los sometió a toda clase de vejaciones: a vivir en lugares aislados, a veces muy alejados del resto de la población, y a desempeñar los trabajos más humillantes (limpiar los establos de estiércol y lavar sus tinajas, incluso hospedar en sus casas a malhechores y prostitutas). Esto motivó la protesta de los judíos a la reina Isabel para que suprimiera estas prácticas. Junto a la nobleza, influyente y poderosa existía una creciente población pechera ocupada en la agricultura, comercio y artesanía; los topónimos de sus calles recuerdan las distintas actividades de los gremios: zurradores, herreros, cambrones, sillería, tintoreros, romanos, olleros, etc. La misma condición de Trujillo de ciudad mercado, otorgado por privilegio de Enrique IV en 1465, exige una elevada población productiva.

El desarrollo urbanístico de Trujillo viene definido por dos núcleos  de población: El recinto amurallado, que abarca la ciudadela medieval, y la ciudad moderna, en torno a la plaza. La ciudadela intramuros responde a un emplazamiento medieval: asentado sobre un accidentado promontorio, circundada por una fuerte muralla  y potenciadas sus defensas por torres de edificios señoriales; calle angostas, de trazados irregular, pequeñas plazuelas en torno a los edificios religiosos...  Dentro de ella se sitúan el castillo y las primitivas iglesias: Santa María,  Santiago, San  Andrés y la  Vera Cruz (cuyas ruinas se integran hoy en el cementerio).

Hasta mediados del siglo XIV el desarrollo arquitectónico  se producen dentro de la ciudadela.  En este momento surgen los primeros núcleos  extramuros con los  arrabales de San Martín y de San Clemente, pero  no será hasta el siglo XV cuando estos arrabales, sobre todo el de San Martín,  adquieran su protagonismo y expansión.

En el siglo XV se construyen los primeros conventos trujillanos (San Miguel, Encarnación, San Francisco) y queda configurada la plaza. Se edifican las primeras casas  Consistoriales en la Plaza Mayor (hasta hora  reunido el concejo en la plaza de Santa María).  Junto a estos edificios se levantan edificios privados de dos o tres pisos, presentando el bajo un cuerpo de soportales constituidos por arcos de medio punto sobre pilares.  Estos soportales, denominados Portales de Pan, de la Verdura...,  indica las actividades comerciales que aquí se celebraban, actividades incrementada en  1465 merced privilegio de " Mercado Franco" otorgado por Enrique  IV, a celebrar los jueces de cada semana. Entre estas construcciones populares se intercalan edificios nobiliarios hasta configurar, definitivamente, la llamada Plaza  publica o del arrabal de San Martín. En el centro de la misma se levanta el Rollo o Picota, hoy situado en  el cruce de las carreteras a Madrid, Cáceres y Mérida. Es gótico-Isabelina y remata en pináculo con la Cruz de Alcántara. Los escudos de los Reyes Católicos da la fecha y confirma el estilo. En el siglo XVI momento de esplendor constructivo e histórico. Son sus hijos mas insignes, Francisco Pizarro conquistador de Perú, Francisco de Orellana, descubridor del Amazonas y Diego García de Paredes, el Sansón extremeño, y miles de conquistadores, colonizadores y evangelizadores que marcharon al Nuevo Mundo entre los siglos XVI y XVIII. Trujillo está en 22 poblaciones de Perú, México, Nicaragua, Venezuela, Colombia, EE.UU, Cuba, Honduras, Guatemala, Puerto Rico, R. Dominicana, Chile, Argentina y Ecuador, en los que adquirió fama y renombre por algunos de sus hijos.

En el Renacimiento, Trujillo se extiende fuera de la muralla. El incremento demográfico y nobiliario son las circunstancias que impulsa este desarrollo, poblándose la ciudad de nueva construcciones nobiliarias, sobre entorno a la plaza, lugar preferido por la nobleza para levantar sus grandes mansiones, cuyas perspectiva permite la contemplación de sus grandes falladas y escudos: Casa de la Cadena, Palacio de la conquista o de Hernando Pizarro. Palacio de los duques de San Carlos, Palacio de Piedras Albas. A partir de este siglo evolución arquitectónica de la ciudadela y de la ciudad será diferente. Frente a casa-fuerte, poblada de torres, aspilleras y otros elementos defensivos y góticos de la ciudadela, surgirá casa-palacio abiertas con logias y patios, al tiempo de algunas casas señoriales, intramuros, renueva sus aspectos de casas-fuertes a casas palaciegas y renacentistas.

En el siglo XVII inicia su decadencia, que continúa en los siglos XVIII y XIX. Situada en ruta militar, sufre las consecuencias de tres guerras: la de separación de Portugal (1640-68) de Sucesión (1700) y la de la Independencia (1808). Cada una de ellas provoca la despoblación de la ciudad, arruinado sus edificios y economía.

Durante el Sexenio Democrático se constituyó la Junta Revolucionaria, que desapareció tras la orden de disolución decretada el 21 de octubre de 1868. La figura de mayor protagonismo fue la de Malo de Molina, diputado por Trujillo en 1873 y miembro destacado del Partido Republicano. Tanto durante la etapa Isabelina, como en el Sexenio Democrático y la Restauración, Trujillo vio acrecentado su protagonismo comarcal al ser designada cabeza de distrito para las elecciones de diputados a Cortes.

            El 30 de noviembre de 1892, la Reina Regente María Cristina decretó lo siguiente: “Queriendo honrar la memoria de Don Francisco Pizarro, natural de Trujillo y conquistador del Perú, con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América, en nombre de mi Augusto hijo el Rey Don Alfonso XIII (q.D.g) y como Reina Regente del Reino; vengo en conceder al Ayuntamiento de Trujillo el tratamiento de Excelencia”

En el siglo XXI, la ciudad entera se erige en testimonio vivo de su pasado esplendor. En Trujillo se respira historia, arte y, en definitiva, cultura. Esta se apoya sobre los pilares de nuestros artistas pretéritos o contemporáneos, sus trabajos, sus sueños, unos hechos realidad, otros anónimos. Se guardan muchos de ellos en los museos de las ciudades y pueblos extremeños, o bien en colecciones particulares que, junto a las muestras recogidas por instituciones religiosas y privadas, forman el amplio y diverso Patrimonio Artístico de Trujillo.

 

 

LAS MURALLAS DE LA VILLA

 

Las murallas que engloban la Villa se disponen de forma irregular para adaptarse a las diferentes cotas de nivel, aunque muestran una ligera tendencia a la forma rectangular, abarcan un área amesetada amplia. Fueron construidas en el período Taifa en el siglo XI. Con bastante seguridad podemos afirmar que existió un recinto fortificado más antiguo, cuya traza se asentaría próximo a la alcazaba, a ella responderían los muros situados al Este (con dos torres semicirculares macizas, muy reformadas) y al Sur de aquella: en la torre de planta trapezoidal que en la actualidad avanza como balcón sobre la Plaza Mayor. Este antemural continuaría su recorrido hacia el suroeste, espacio en el que su presencia se pierde.

Si los primeros paños de la muralla podemos situarlos cronológicamente entre los fines del califato de Cordoba e inicios de los Reinos de Taifa, época marcada por la inestabilidad ante la ausencia de un poder suficientemente fuerte como para aglutinar todo el territorio andalusí bajo un mismo mando, el resto de sus lienzos pueden ser datados entre fines del periodo Taifa e inicios del dominio almorávide, es decir, en torno a la segunda mitad del siglo XI.

La muralla está jalonada por 17 torres dispuestas a tramos irregulares a lo largo de todo el perímetro, su altura es superior a la de los lienzos de los que parten, las plantas más frecuentes son la cuadrada y la rectangular, a ellas habría que añadir las dos semicirculares, ya mencionadas. De entre estas torres podemos destacar la albarrana que se une al muro mediante una coracha alargada en el sector oeste. Los paños de la zona norte sorprenden por la ausencia de torres; en este espacio apreciamos la existencia de un edificio adosado, convertido en convento franciscano en el siglo XV, que por su solidez pudiera reforzar la denominada Puerta de Coria.

La muralla conservada actualmente –en una gran parte de su trazado- es legado no islámico, sino herencia cristiana de los siglos XII-XV. Su estructura arquitectónica y sistema constructivo nos confirman diferencias obvias con las realizaciones musulmanas de la Alcazaba y del Albacar. El material constructivo sigue siendo el mismo, el granito, no obstante su tratamiento difiere del de fases anteriores. La fábrica es de mampostería, aunque en zonas bajas de los paramentos y en las esquinas de las torres se emplean sillares, la piedra es unida con abundante cal y arena gruesa tanto en las caras externas como en su interior. En ocasiones se observa la presencia del ladrillo y pizarra como niveladores de las sucesivas hiladas pétreas. Muros y torres se coronan con un remate cuadrado piramidalmente.

Si en la muralla reconocemos la huella de las obras realizadas tras la definitiva conquista castellana (año 1233), serán las puertas de ingreso al recinto las que marquen claramente la periodización del mismo. De este modo, todas ellas, al menos todas las conservadas, responden a unas tipologías propias de las tres últimas centurias del Medievo.

Actualmente son apreciables cuatro de las siete que poseía el recinto; posiblemente no todas serian medievales y, quizás habría que añadir alguna poterna hoy desaparecida tras las modificaciones sustanciales a que el conjunto murario ha sido sometido (derribo de algunos lienzos, variadas estructuras adosadas a los mismos, etc.)

La fortaleza y la muralla sufrieron reformas evidentes con la llegada de nuevos pueblos norteafricanos (almorávides, almohades), que adaptaron las construcciones existentes a sus necesidades militares  y a los nuevos gustos de la época: Tras 1165, fecha de la primera toma de la ciudad, nuevas reformas perciben sobre el conjunto de los lienzos modificaciones que se repetirán en la última parte del siglo XII y en los inicios del XIII con el apresamiento de Trujillo por los almohades. Transformaciones notables se produjeron tras la definitiva conquista cristiana (1233), periodo en el que se levantan buena parte de los lienzos de la muralla actualmente conservada.

Entre finales del XV y a lo largo del siglo XVI se sumarán nuevos elementos, de este periodo data la estructura abaluartada sita en la zona suroeste del Albacar.

 

CASTROS

 

Trujillo posee un denso y variado conjunto de yacimientos arqueológicos, unos con restos aún de estructuras arquitectónicas y otros con vestigios apenas perceptibles pero que han sido excavados (Aguas Viejas).

Concretamente, en la Cerca de la Encina y en el lugar del Pradillo, se conservan partes de la muralla de un recinto protegido, un conjunto residencial de viviendas, pertenecientes a la Edad del Bronce. En ambos conjuntos, la parte más señalada es la pequeña muralla que integra en su recorrido, gran parte de los bolos graníticos que coronan el cerro donde se encuentra; esta se dispone con paramentos a hilada con relleno y a veces en el zócalo utiliza grandes bloques monolíticos de piedra. Sin llegar a resultar excepcional, constituye un claro exponente de pobladores que aprovechan las ventajas que proporcionan los rebordes montañosos y la alternancia de litologías distintas para vivir a expensas una economía que combina la agricultura, la explotación ganadera y la caza.

El Berrocal está lleno de asentamientos humanos que podemos situar en la Edad del Bronce con tradiciones megalíticas, en la Cerca de los Toros, la Molineta, el Pradillo, cueva del Fraile... En el Pradillo, próximo a la Cueva Larga donde aún subsiste un grupo esquemático de pinturas, encontramos restos de un asentamiento. El mismo abrigo formado por la naturaleza y adaptado por el hombre debió ser un enorme dolmen natural convertido en mausoleo; frente a la entrada notamos restos de otro monumento funerario arruinado y vereda adelante hasta alcanzar la solana de la machorra siguiente está el poblado con un ara de sacrificios presidiendo una gran explanada.

 

En la Cerca de los Toros, donde se conserva un altar impresionante desde donde se dirigían al pueblo los notables del momento, están las tribunas perfectamente talladas en una gran roca sobre cuya cúspide se sacrificaban animales a las divinidades. Las viviendas son como las del Pradillo, con dos enormes jambas para sujetar el dintel de sus puertas, las plantas eran variadas predominando las formas circulares, con corrales familiares; majadas que a lo largo de los Tiempos poco evolucionaron siendo paralelas a la cultura de los zahurdones en falsa cúpula que hasta hace nada seguían construyendo nuestros padres.

 

El zahurdón de las Ánimas está asilvestrado en medio del camino a la Sierra de los Lagares, entre la Molineta y el Molino de Viento; personalmente lo he conocido con gallinas, ovejas y cerdos que atendía una familia ubicada en el zahurdón, con la lumbre en medio y los camastros alrededor. Es un magnífico ejemplar de chozo, que tiene adosadas dos zahúrdas rectangulares. En su interior remata con un techo de falsa cúpula, por aproximación de hiladas; en el exterior está cubierto por tierra y vegetal que resguarda y sirve de aislante a las inclemencias del tiempo. Las coordenadas son:  39º  26´ 59´´  N   y   005º  51´ 38´´  O.

Encontramos estructuras circulares de posibles cabañas de un asentamiento encerrado tras una muralla que conserva prácticamente completa la mitad de su recorrido. Cada vivienda posee un muro de cierre con una pequeña entrada, un hogar delimitado por piedras.

     Como en el caso de los poblados anteriores el lugar elegido es una pequeña elevación flanqueada por pequeñas formaciones de granito con amplia visión hacia el S, las partes N, E y W no presentan un panorama despejado dada la escasa altura del terreno. En la mayoría están presentes los grandes bolos de granito de formas caprichosas que suelen encerrar volúmenes propicios para fijar hábitat primitivos.

       El poblado de Aguas Viejas está enterrado; la mayoría de su superficie queda bajo varios metros de rocas y tierra producto de las necesarias nivelaciones; un pequeño espacio, cerca de donde estaba la excavación soportaba únicamente unos decímetros de escombros, localizándose en superficie restos de cerámica,  los fragmentos más toscos procedentes de las paredes y otras dos pequeñas guardan diversos materiales de mayor personalidad.

Encontrando piezas de cerámica sin decorar pertenecientes a paredes; su color es pardo, sólo tres fragmentos son grises; tienen factura manual, la mayoría con desgrasantes de pequeño tamaño, así como varias piezas semejantes; su color predominante es el pardo, hay algunas pardo rojizo y una minoría son grises; tienen factura manual con numerosos y gruesos desgrasantes, a veces de muy grueso tamaño; su grosor oscila entre 22 y 5 mm  hay un claro predominio de cerámicas gruesas; su acabado es con mal alisado. En lo referente a objetos líticos se localizaron varias lascas  de silex pardo translúcido, y láminas de cuarzo blanco de sección trapezoidal, y puntas de flecha de silex de color gris rosado de base ligeramente convexa, anverso y ambas aristas de los extremos laterales bien retocados. Claramente, un poblado de finales del Bronce aunque observamos en los restos cerámicos la técnica evidente utilizada en poblados calcolíticos importantes como La Pijotilla, Zambujal, Valencina, Los Millares etc.

 

   En resumen, el poblamiento de Aguas Viejas, en sus momentos finales, ha ofrecido unos materiales pertenecientes a una pequeña población de economía diversificada -agrícolas, caza y actividades diversas-, cuyas cerámicas ofrecen variaciones formales, decorativas y técnicas con respecto a las cerámicas del Calcolítico y son propias de la Edad del Bronce aunque faltan elementos claros definitorios de las particulares de esta época. A su vez presenta un marcado continuismo con respecto a los materiales líticos e incluso metálicos, esta cuestión hace que por el momento me decante más bien por el Bronce inicial como la época de vida de este poblamiento.

 

     Con respecto al predominio de los recipientes de almacén, la ausencia de defensas y su ubicación cerca de la mejor fuente natural del entorno hay que intuir en ello una mayor sequedad en el ambiente natural con mayor dificultad en el acarreo cotidiano de provisiones que desde luego necesitaban ser conservadas durante bastante tiempo. Igualmente denota una ausencia de peligros exteriores quizás debido a un claro despoblamiento de la zona y sobre todo a la pérdida de  importancia de la ruta N-S que une la cuenca media del Guadiana con la del Tajo medio y en la que desde finales del Neolítico nuestros poblamientos habrían sido un punto de referencia de cierta importancia.

PINTURAS RUPESTRES DEL PRADILLO Y BELÉN

Las pinturas rupestres esquemáticas halladas y conservadas en la región extremeña han sido datadas, sin alcanzar un acuerdo entre autores, entre el Mesolítico y la Edad del Bronce, decantándose la mayoría de los estudiosos por ubicar temporalmente la creación del mayor número de estos ejemplos entre el Neolítico y el Calcolítico o Edad del Cobre. Coincidiría así la creación de muchas de estas obras con la llamada cultura megalítica. Respondiendo a unas características comunes que en gran medida se repiten a lo largo y ancho de la comunidad, y que podrían ampliarse a toda esa región artística prehistórica encajonada en el suroeste peninsular, donde la esquematización alcanzó su mayor abstracción artística. Destacaría entre sus propiedades más habituales la elaboración de las obras pictóricas en un color rojizo, obtenido presuntamente gracias al uso de pigmentos minerales que, tras haber sido extraídos de la piedra, se mezclarían con agua, sustancias grasas o resinas que actuarían como aglutinante. El uso de pigmentos negros o blancos es escaso en comparación con los trabajos en ocre, ejecutados mayoritariamente en líneas gruesas que bien pudieran haber sido trazadas con la ayuda del propio dedo del autor. Combinarían éstas con otros trazos más finos, presuntamente pintados con algún tipo de brocha elaborada manualmente, o inclusive alguna pluma o rama tomada como pincel.

Las pinturas del Pradillo se localizan al NE, en una latitud de 39º 28´ 02´´ y longitud de 5º 52´ 45´´ . Concretamente, partiendo de la Plaza Mayor de Trujillo, tomamos la avenida de la Coronación en dirección a Huertas de Ánimas; antes de nuestra izquierda entre las edificaciones y tras de ellas, unas bellas formas de granito, hacia la mitad de la citada Avenida encontraremos la cueva. Las pinturas fueron descubiertas en el mes de marzo de 1973 por un grupo de la Organización Juvenil Española, dirigido por Alfonso Naharro, meses después el  Dr. Jordá de la Universidad de Salamanca y el Dr. Rivero de la Higuera visitaron el covacho y certificaron las pinturas.

La cueva se abre al Este. Sus formas son redondeadas aunque de tendencia prismática rectangular e irregular, desgastadas con más intensidad están las caras y aristas superiores. Su entrada mide 2 m de ancho y 1, 95 m de alto, la longitud total, ligeramente ascendente, está en torno a los 11 m. Interiormente, tiene una longitud de 6 m. Se conservan escasas pinturas de color rojo vinoso, se trata de un antropomorfo, tendente a la posición vertical, claramente esquemático, a la derecha del mismo, otro resto de pintura de forma lineal curva, de tendencia vertical y ligeramente arqueada; al lado, cinco trazos ligeramente inclinados hacia la parte inferior izquierda, es decir, un antropomorfo sin terminar o erosionado. Otra de las figuras definidas es un ancoriforme de cabeza ligeramente apuntada, cuya extremidad superior derecha acaba con bastante rectitud siendo más curvada la izquierda

Posiblemente, nos encontremos ante una escena de caza, un cazador, portaría en su mano derecha un venado, exhibiendo su cabeza y sus puntas en posición horizontal, de la misma época que las existentes en un abrigo cercano a la localidad de Belén, próximas al Cancho Gordo, enmarcándolas en  el tema cinegético y dentro de la cronología del resto de lugares localizados de la pintura esquemática en el ámbito provincial (postpaleolítico, concretamente su ejecución más antigua podría haber sido en el Neolítico Medio que es cuando se sitúa la introducción del arco y la flecha en nuestra cultura peninsular).

 

ALTAR DE SACRIFICIOS DE LAS CALDERONAS

 

En la cerca de las Calderonas, a 3.777 metros de la ciudad de Trujillo por la carretera de Madroñera, una zona muy rica en yacimientos arqueológicos, nos encontramos con un

altar de sacrificios, un monumento donde se ha trabajado la piedra

a conciencia para tallar unas escaleras y cercana a ellas una cubeta donde posiblemente

tenían lugar los rituales de sangre. Esta zona de las Calderonas constituye

un paraje de gran belleza donde el granito y el encinar mezclados producen

un paisaje representativo de la tierra trujillana. El granito se presenta en forma

de multitud de grandes y pintorescas rocas, desgajadas de otras mayores con cortes

rectilíneos en la mayoría de los casos, montadas unas sobre otras, formando

promontorios con frecuentes abrigos, un recorrido que constituye un cúmulo de sensaciones curiosas acercándonos más a la antigüedad y a sus enigmas, en la

mayoría de los casos producidos por la imaginación.

El altar de los sacrificios era un edificio público, un recinto de 13 por 4 metros

excavado parcialmente en la propia roca que aquí se compone de una gran peña

granítica. Aparece tallada una doble escalera (por el sureste y el oeste), escalones

excavados que comunican con casi la base de la gran roca. En una roca cercana

y de inferior tamaño, situada unos 10 m al norte, se observa superiormente, una

oquedad con un canalillo que facilita el vaciado, estas dos últimas cuestiones son

de apariencia más natural.  Es conocido por las fuentes de la época que estos sacrificios de animales e, incluso, humanos estaban relacionados con prácticas rituales y se celebraron entre las poblaciones vettonas. El sacrificio humano tendría lugar en la zona superior de la roca, mientras las entrañas de las víctimas se quemaban en unas cubetas y la sangre vertía en otros similares, al tiempo que se rendía culto a las divinidades indígenas.

Las tierras que actualmente forman las provincias de Ávila, Salamanca, Toledo y Cáceres, compartieron entre el año 500 a. C. y el cambio de era una serie de rasgos culturales, sociales y económicos, lengua y creencias religiosas. Esa identidad fue reconocida en los textos de los escritores griegos y romanos, ya lo dijo Estrabón (3, 3, 6) en el siglo I a. C.: «Dicen que algunos viven como espartanos, ungiéndose dos veces con grasas y bañándose de sudor obtenido con piedras candentes, bañándose en agua fría y tomando una vez al día alimentos puros y simples».

 

ALTAR DE SACRIFICIOS EN LA MOLINETA (TRUJILLO)

En la finca de La Molineta, a una distancia de 2200 metros en línea recta desde Trujillo, próxima al lavadero y al molino,  nos encontramos con un altar de sacrificios en una gran roca desde la cual podemos divisar una magnífica vista de Trujillo y del berrocal que circunda que responde a las siguientes coordenadas N 39º 27' 18,43" O 5º 51' 31.85, donde se ha trabajado la piedra a conciencia para tallar unas escaleras y cercana a ellas una cubeta donde posiblemente tenían lugar los rituales de sangre. Esta zona de La Molineta constituye un paraje de gran belleza donde el granito y el encinar mezclados producen un paisaje representativo de la tierra trujillana. El granito se presenta en forma de multitud de grandes y pintorescas rocas, desgajadas de otras mayores con cortes rectilíneos en la mayoría de los casos, montadas unas sobre otras, formando promontorios con frecuentes abrigos. Donde el recorrido de todo su paisaje con detenimiento constituye un cúmulo de sensaciones curiosas acercándonos más a la antigüedad y a sus enigmas, en la mayoría de los casos producidos por la imaginación.

El altar de sacrificios de La Molineta está formado por una gran roca granítica, aparece tallada una doble escalera que corren paralelas en la cara que mira al Este, escalones excavados que comunican con casi la base de la gran roca y conducen en la zona superior a una superficie plana con dos concavidades comunicadas entre sí, una de ellas prácticamente desaparecida por las inclemencias del tiempo y la acción erosiva. Una de ellas vertía en una tercera que a través de un canalillo conducía los líquidos al pie del altar. El sacrificio tenía lugar en la zona superior, mientras que las entrañas de las víctimas se quemaban en unas cubetas o nichos y la sangre vertía en otros similares, al tiempo que ser rendía culto a las divinidades. El sacrificio comprendía varias fases y se trataría de un ritual de iniciación que ofrece un orden y un itinerario determinado, sacrificando animales y vertiendo su sangre que correría por el canalillo hasta la cubeta  u oquedad situado en la zona inferior. Las dimensiones de la piedra son las siguientes: El eje mayor tiene una longitud de 4,60 m y 2,50 metros en menor. El diámetro de resalto circular es de 0,80 m y soltura de unos 0,04 m. La altura mayor de la roca es de 4,10 m, la profundidad media de la concavidad es de 0,20 m. Hemos de tener en cuenta que la distancia existente desde el Altar de la Molineta hasta el Altar de la finca de las Calderonas es de 1590 metros.

Es importante destacar que en esta zona donde se encuentra el Altar de sacrificios de La Molineta se conservan los restos de una atalaya musulmana, a 30 metros. del Altar,  identificaba por la existencia de un poblamiento claramente consolidado en el que el carácter militar, entre el Tajo y el Guadiana, y la proximidad con la medina de Trujillo, citada reiteradamente por las fuentes islámicas como un bastión esencial de ocupación islámica, le sitúa como uno de los asentamientos islámicos extremeños de primer orden, destacando la importancia del enclave, pues desde esta atalaya se divisa perfectamente Trujillo (Taryala) al Oeste a 517 metros. de altitud y al Este el asentamiento de Santa Cruz de la Sierra situado a 840 metros de altitud, un cerro con restos de ocupación humana desde la Prehistoria hasta el siglo XIII.

 

EL ALTAR DE SACRIFICIOS DEL PRADILLO DE TRUJILLO

 

Este monumento rupestre se encuentra situado en el casco urbano de Trujillo, en un paraje conocido como “El Pradillo” en un lateral de la Avda. de la Coronación, al NE. El punto geográfico que ocupa está muy próximo al formado por una latitud de 39º 28´ 02´´ y longitud de 5º 52´ 45´´ del meridiano de Grenwich, hoja 702-II, denominada Trujillo, del Mapa Topográfico Nacional 1/25000, Instituto Geográfico Nacional, Madrid 1996.

El altar rupestre se encuentra situado sobre una roca aislada en un contexto rocoso, referencia visual obligada. La roca constituyó en su momento un afloramiento granítico del que se ha ido desgajando por efecto de la erosión, constituyendo una pequeña peña unida por la base con el afloramiento original. Esta peña cuenta con dos elementos característicos de este tipo de estructuras, han desaparecido las supuestas escaleras de acceso al estar erosionada la roca por una de sus partes, aunque posiblemente no existieran porque es fácil el acceso al altar, se conserva el altar en la cima y el canalillo. Estas obras, como el resto del arte rupestre, a pesar de su fosilización, sufren desde su ejecución un progresivo deterioro.

En una cueva cercana, a escasos metros, aún se conservan algunos restos de pinturas rupestres esquemáticas sobre la roca granítica, muestras muy deficientes de ancoriformes por la fácil meteorización de los componentes graníticos que han afectado a esta estación trujillana. En el mes de marzo de 1973 un grupo de la Organización Juvenil Española, dirigido por don Alfonso Naharro, descubrió estas pinturas. Poco después le fue comunicada la noticia al Dr. Jordá de la Universidad de Salamanca quien visitó el covacho. Dada la escasa espectacularidad del hallazgo pasó el tema a la Dra. Rivero de la Higuera quién incluyó una imprecisa y breve reseña en un artículo de contenido más amplio. Aún se perciben un antropomorfo o forma humana, claramente esquemático, de rojo vinoso -tinto claro-, al lado otra figura humana de tendencia vertical y ligeramente arqueada, convexa al exterior, lo que parece ser un arco; su trazado nos ha llegado bastante intermitente. A la izquierda de la representación esquemática humana, correspondiente al lado derecho del modelo hay un trazado, ciertamente complejo, El conjunto continúa hacia la parte superior donde se percibe un trazo de tendencia horizontal, ligeramente arqueado, cóncavo en la parte inferior sobre todo en la derecha; es decir esta cuarta figura es un ancoriforme de cabeza ligeramente apuntada y en torno a su cintura hay una serie de pequeñas puntuaciones indicadoras de que el personaje portaba lo que parece ser un objeto punzante alargado. Formalmente y temáticamente presentan similitudes con las pinturas esquemáticas de Malpartida de Cáceres, Torrejón el Rubio y los conjuntos pictóricos de La Burra y El Joyu en Cañamero, que situamos en las cercanías del Calcolítico Final o en los comienzos del Bronce.

Hacia el sur, en menor altura, se presentan afloraciones graníticas y posibles restos de lo que pudo haber sido una muralla de la Edad del Bronce, muestras evidentes de que este paraje sirvió para que los asentamientos humanos fueran numerosos, demostrables éstos solamente en la Protohistoria. Lo más característico es destacar al Norte el cabezo granítico en sus distintos momentos de ocupación desde la Protohistoria hasta la ocupación cristiana con la  alcazaba emiral, pareja de la emeritense. A su solana se alza un paisaje plenamente urbanizado: la ciudad de Trujillo. Todavía debemos mencionar otro “cabezo”, hacia el NW emerge el denominado “Pradillo II”. Su aspecto actual es más rotundo y cortante.

 

EL LAVADERO MUNICIPAL

Uno de las estructuras singulares situadas en el entorno de la ciudad es el lavadero municipal, que data de finales del siglo XIX y se caracteriza por su singularidad arquitectónica a base de ladrillo y piedra, mediante el juego de arcos de medio punto de ladrillo sobre pilares y pretiles de cantería. El lavadero municipal de Trujillo se sitúa en las coordenadas: 39º 27' 18” de latitud Norte y 43 5º 51' 31” de longitud Oeste. El lavadero, de titularidad pública, era utilizado antiguamente por los vecinos de Trujillo y de las pedanías de Huertas de Ánimas y Belén para lavar la ropa. Tiene una superficie de más de 700 metros cuadrados. Está construido en forma de “L” a base de mampostería, ladrillo y argamasa y ubicado en torno a una charca de unos cuatro metros de profundidad. Como principal referente, cuenta con 94 pilas de granito, según fuentes regionales. En el año 2007 el Consistorio llevó a cabo obras de recuperación del mismo y ha sido finalmente restaurado en el año 2015.

Las lavanderas eran las profesionales especializadas en el lavado de la ropa, siendo uno de los oficios más duros, dentro de los que se prestaban a los hoteles y veraneantes, por personas del exterior tal era el caso del Hotel “El Cubano” de Trujillo, lugar en el que tuvieron fama las lavanderas y que en ocasiones se simultaneaban con labores de planchado.

A finales del siglo XIX y hasta mediados del XX, adquirió importancia el Lavadero de Trujillo. La limpieza de las ropas se llevaba a cabo en los márgenes de cantería del citado Lavadero.

Las lavanderas, colocadas de bruces sobre las lanchas de piedras, realizaban el trabajo siempre penoso. Un avance importante supuso la construcción de especies de cobertizos o bancos sobre las corrientes de agua, en cuyo interior se colocaron una especie de bancos o cajones, donde las mujeres podían acomodarse, preservándose de la humedad, disponiendo de una piedra, que en su parte inferior entraba en el agua y sobre la que podían jabonar, restregar y golpear la ropa. En este lavadero de Trujillo se alineaban un número variable de puestos de trabajo individuales, constituidos básicamente, por una piedra inclinada, sobre la que las mujeres llevaban a cabo su tarea. Las tareas básicas del lavado consistían en “enjabonar la ropa con pastillas de Chimbo o Lagarto”, poner a remojo, dejar reposar, quitar manchas restregando si las hubiera y aclarar con agua a mano o golpeando sobre la piedra. La siguiente operación, tras preparar en un barreño una mezcla de agua y lejía, era la inmersión en la misma de la ropa, “dejándola un buen rato”, si bien, en el caso de las sábanas de hilo, no podía utilizarse lejía, aunque sí el jabón. Tras un nuevo aclarado, se volvía a meter la ropa en una mezcla de agua y añil, para acabar retorciéndola hasta quitarle toda el agua posible.

Aunque, para el secado, lo habitual era extenderla al sol sobre la hierba o las zarzas, "para que la ropa se soleara". Tras el estirado y su doblado, se colocaba en una cesta de mimbre o castaño, procediéndose de nuevo a su recuento y entrega.

Ha sido restaurado por la empresa Restaura en el año 2015, financiado por la Junta de Extremadura con o un presupuesto de 60.000 euros, procediendo a su consolidación de muros y recuperación de los distintos elementos. En una primera fase, se puso la cubierta a una parte del inmueble, con unas cerchas de madera laminada, paneles aislantes, junto con teja árabe. Limpieza de vegetación, así como la regularización, impermeabilización y remate de las coronaciones de los muros que forman la nave, cerrando además oquedades que hayan podido aparecer en las fábricas a lo largo del tiempo. La intervención también contempló la sustitución de los ladrillos deteriorados de los arcos. Así mismo, se picaron y repusieron los morteros de cal de los muros, en los puntos en los que se encontraban deteriorados. Los trabajos en el lavadero incluyeron la reposición de las canaletas de piezas de granito que sirven para la evacuación del agua de las pilas y las piezas que faltaban en los umbrales de los accesos a la zona de la charca. Con todo ello, se ha conseguido recuperar el aspecto original. Con este proyecto, el lavadero podrá acoger diversas actividades.

 

MOLINOS DE VIENTO

 

La tipología del ·molino de viento de torre” como los dos existentes en Trujillo ( 39º  26´ 54´´ N  005º  52´ 06´´)  tiene su origen en el siglo XIV en Normandía y en Francia, luego tomando como modelos estos molinos, comenzaron a construirse en el área italiana y holandesa. Las representaciones de molinos más antiguas que se conocen revelan la existencia de dos tipos en el NW y centro de Europa de finales de la Edad Media, son modelos nórdicos del tipo “molino de torre” con caperuza movible. Construidos con pared de piedra y cal, dentro del recinto se hallan tolva, muelas, etc., y son de planta circular.

Los molinos de torre son producto más directo de las zonas con escasez de agua que los molinos de poste. Concretamente, el molino de Trujillo conocido como “La Molineta” está detrás del Depósito de agua, se utilizó para moler grano, vigilando los valles traseros que es por donde transcurre la vía de las Villuercas y antigua calzada de Trujillo a Córdoba por toda la Siberia extremeña. Está asentado sobre los cimientos de una estructura abaluartada, presumiblemente musulmana, y próximo a un altar de sacrificios de la Edad del Hierro. Un molino utilizado para el abastecimiento de harina. Se accede a la torre cilíndrica por una puertecilla que da a la planta baja, donde actualmente no hay nada digno de consignarse. Y por una escalera angosta que se ciñe a la estructura circular se sube a un primer piso, donde se encontraría en su día una instalación moderna para limpiar la harina y donde estaría la máquina que constaría de las muelas con su aparejo de “alivio”. Encima de la voladera, sobre un bastidor de madera sujeto por cuatro patas, quedan la “canareta” y la “torva”, que es de quita y pon. El eje vertical era muy corto, y la linterna era muy fuerte, sujeta a una viga de recias proporciones tal y como se aprecia por la oquedad. También existiría una rueda de engranaje, con cuatro radios y un sistema de travesaños. Por encima de la rueda estaría el vejado del molino, que sería de tablas finas y ligeras, una pieza denominada fraile a la que se sujeta una gran pértiga con que da movimiento a todo el sistema de aspas, eje que soporta éstas y rueda de engranaje, acomodándolo al viento reinante. En el exterior estarían los “hitos” del molino, a los que se va  ajustando la pértiga mediante un “borriquete”. Las cuatro aspas que presumiblemente tendría el molino han desaparecido. Un buen día de viento llegaría a moler 24 fanegas de trigo (cada fanega de trigo daba veintiocho panes de kilo y medio de pan blanco). Los labradores que querían harina sacaban de sus depósitos una porción de grano que rociaban con agua. Llamaban al molinero que iba de casa en casa, con un burro –que solía llevar una esquila anunciadora-.

Este molino se conserva por su construcción pétrea, pronto no será más que un montón informe de escombros, por su posición y otras razones debía ser de los monumentos trujillanos que más hubieran de haberse protegido desde el punto de vista antropológico y turístico. Desde la Molineta mirando Trujillo a la izquierda vemos otra torreta circular que se conoce como El Molino de Viento, ambas comparten el mismo tipo de construcción del siglo XVIII y ya sus nombres nos definen el último uso que han tenido.

Estos molinos fueron construidos sobre restos de torretas. La situación estratégica de las mismas tuvieron un uso militar, atalayas de vigilancia avisando de la llegada de ejércitos procedentes de los caminos de Guadalupe o Córdoba vistos desde la Molineta, y por el Molino de Viento los procedentes del camino de Medellín.

Es cierto que no encontramos referencias a ninguno de los dos molinos de viento trujillanos en las fuentes literarias que versan sobre Trujillo, una mínima mención en el Diccionario de Madoz que sí cita muchos molinos harineros que solo muelen de invierno, para el verano se hace uso de las charcas de Runel, Matarratas y la Albuera (…) tambien de dominio particular, tiene 2 molinos, que regularmente cesan a fin de julio por falta de agua, aunque no es de una fiabilidad total, existen muchas lagunas, confusiones y omisiones, no precisan los tipos, características, capacidad de producción de los mismos. Fuentes documentales que no nos sirven para esclarecer el año de construcción de ambos molinos, también el Archivo Municipal de Trujillo es parco en datos, los eruditos e historiadores locales nunca han versado sus escritos en los molinos de viento de Trujillo. Por tanto, consideramos que se tratan de construcciones realizadas en el siglo XVIII.

 

ZAHÚRDAS

 

 

Zahúrdas, es una construcción para mantener ganado porcino. Los zahurdones como el denominado “de las Ánimas”, son espacios específicos para el ganado porcino, utilizados como parideras o criaderas, y asociadas directamente a ciertos albergues para personas. De hecho, hay una choza anexa a este tipo de refugios para el ganado. Son las denominadas “chozas o casillas del porquero”. La etimología de la palabra zahúrda o chafurda la sacamos del vasco actual: etxea casa, urde o urdía cerdo, txaurde casa del cerdo, zahúrda.  Zahurdón es aumentativo de zahúrda diferenciando la casa del porquero de la de los puercos.

El berrocal de Trujillo siempre estuvo vivo, piaras de cerdos en los grandes corrales (corralás) en forma de U con pequeñas zahúrdas en falsa cúpula al frente y a los lados, ganadería vacuna y ovejas en los pastizales de los pequeños valles. El agua se recogía en grandes charcas algunas alimentadas también por fuentes la mayor parte del año, un ejemplo es la fuente ferruginosa de los Porqueros a la derecha detrás del Molino de Viento. La Charca de los Porqueros tenía un sistema regulador del agua para unas huertas que hubo en sus buenos tiempos, hoy está vacía y no alimenta ni a las vacas vecinas.  Existen zahúrdas junto al pósito de Santa Ana, con dos filas paralelas de cochineras, que forman un rectángulo. Construidas en granito, con bóveda de falsa cúpula, cubiertas al exterior por tierra y vegetación. Sus coordenadas son: 39º  26´ 43´´ N   005º  52´ 30´´ O.

De este modo, el paraje se configura como un paisaje cultural modelado por los usos agrícolas y ganaderos, al cual le confieren personalidad las construcciones arquitectónicas tradicionales relacionadas con la vivienda más elemental, el aprovechamiento de los acuíferos y la propia cerca que delimita la finca.

La tipología del mismo responde a la típica construcción de planta circular en piedra seca con mortero de tierra y techumbre realizada mediante el sistema de falsa cúpula. Anexos a los chozos, solían construirse cercados para ganado porcino cuya extensión dependía del número de animales mantenidos. Además, algunos incluyen cámaras de cría para los lechones. Por su parte, las cercas son circulares u ovaladas y, a veces rectangulares, de piedra seca de distinto tamaño y se destinaban a majadas para ovejas, cabras, o menos frecuentemente, al ganado vacuno. La ganadería (oveja, cabra, cerdo y más escasamente vacuno) y la agricultura de secano (cereal han sido los aprovechamientos tradicionales. Además, de forma menos notable, se cultivaba el algarrobo, destinado, mediante el aprovechamiento de las vainas, para alimento del ganado porcino. La práctica totalidad de estas actividades se orientaba a la economía de autoconsumo y el uso de chozos y zahúrdas se constata hasta los años setenta del siglo XX.

Existen de todos los tamaños y formas, algunas excepcionalmente importantes por sus dimensiones y factura; sus técnicas constructivas nos recuerdan a ciertos monumentos megalíticos de la Prehistoria, especialmente las realizadas con falsa cúpula de aproximación de hiladas, y las de bóveda de cañón. Igualmente, se hacían otras de tipología mixta, consistentes en un zócalo de piedra rectangular o circular y una cubierta de palos con monte, que cada temporada se quemaba de forma intencionada para evitar enfermedades  Resultan curiosas las escasas dimensiones de muchas entradas de estas zahúrdas, nada de extrañar, pues la talla del cerdo ibérico actual, se ha ido incrementando notablemente en las últimas década

ERMITA DEL ORETO

Tiene un precioso porche con tres puertas de medio punto, la nave era con bóvedas de arista y ábside circular. La bóveda está hundida, las puertas del porche tapiadas con una pequeña puerta en la principal para dar entrada a los cerdos pues en altar mayor hay acopladas dos zahúrdas.

El santuario original de Loreto (Italia) es del siglo XIII adonde parece que llevaron desde Palestina las piedras para su construcción. La leyenda dice que los ángeles portaron en volandas la casa donde fue anunciada María como madre de Jesús, primero hasta Dalmacia para dejarla definitivamente en medio de un bosque a laureles al norte de ltalia, de ahí el nombre.

La imagen que se venera en Italia es negra, curiosamente la mayor parte de las vírgenes negras están originadas por caballeros cruzados benedictinos y existen muchas leyendas al respecto. La Virgen de Guadalupe también es negra, en principio estuvo en Cabañas del Castillo, la abadía de Cabañas perteneció a los caballeros de Truxillo y Montegaudio confederados en la caballería del Pereiro, orden cisterciense que acabaría siendo Alcántara y por sus acuerdos con Calatrava la imagen acabó en Guadalupe, pero esa es otra historia.

La Virgen de Loreto en Trujillo debió ser negra, como lo es la Coronada (iglesia de San Martín). La construcción de esta ermita es muy parecida (más pequeña) a la ermita de San Pablo en el Castillo, construida posiblemente a principios del siglo XIV.

 

ERMITA DE SANTA ANA

Esta ermita fue mandada construir por el obispo de Plasencia D. Fray Francisco de Santo Tomás Lasso de la Vega y Córdoba. Elevada entre diciembre de 1731 y agosto de 1732, junto al humilladero, en el berrocal, a la vera de la Cañada Real de Andalucía. La ermita y su dotación fueron donadas a la “Ilustre y esclarecida Congregación de Sacerdotes y Ordenados in sacris”, fundada por él mismo e inicial prior.  En el altar mayor se veneraban las imágenes de  Santa Ana y San Joaquín.

Por la ley desamortizadora de primero de mayo de 1855, decretadas por el ministro de Hacienda Pascual Madoz, la ermita y la pequeña finca aneja a la misma pasaron a ser bien estatal, compradas posteriormente por particulares.

Su planta es de cruz latina, coronada por cúpula  hemisférica, correspondiendo a los moldes postescurialenses o del barroco clasicista de la primera mitad del siglo XVII, que se alargaron en este caso hasta el primer tercio del siglo XVIII. Su molduraje interior también es clásico y severo, no obstante estuvo profusamente decorada con frescos barrocos, cuyos pocos restos muy borrados aparecen en los cercos de las ventanas laterales del crucero. Dos recoletas sacristías aún se aprecian a ambos lados del altar mayor.

Frente a la ermita Fray Francisco Lasso de la Vega y Córdoba fundó un pósito o silo de grano por la misma munificencia que le caracterizaba, cuyos muros maltratados aún perduran, rompiendo aquel dicho de que no es lo mismo predicar que dar trigo. Bellos blasones del benéfico prelado de Plasencia campean en las puertas de la ermita y del pósito. Fray Francisco de Santo Tomás de la Vega y Córdoba también mandaría ampliar y rematar la iglesia de la Encarnación de los dominicos y concluir la cabecera de la iglesia de San Francisco.

 

EL CONVENTO DE LOS FRAILES DEL CAPUCHO DE LA FINCA DE LOS ARCABUCES

 

            Los frailes edifican el conventito en la misma tierra de Trujillo a escasos kilómetros del de Ntra. Sra. de la Luz, en la finca pública de los Arcabuces, próximo a un riachuelo y en la encrucijada de dos cañadas.    En Trujillo se había fundado el convento de descalzos a principios del siglo XVI aprovechando una ermita existente como capilla conventual bajo la advocación de Nuestra Señora de la Luz (en la iglesia de San Francisco se conserva la talla románica de la Virgen con el Niño), cuando la provincia de San Gabriel era solo la custodia del Santo Evangelio. Pero este convento fue destruido por los padres de la familia de la Observancia durante las luchas contra los Descalzos y no se había intentado reedificar después. Los descalzos sí intentarían hacer una nueva fundación dentro del casco urbano. Para conseguir más fácilmente la autorización se intentaba disfrazar la fundación de simple traslado del convento cercano de San Juan Bautista de la Viciosa a Trujillo, pero tropezó con la negativa del Ayuntamiento, según las Actas Capitulares, hecho que no se consiguió hasta 1603. Cuando doce principales de la ciudad de Trujillo se dirigieron al padre General provincial reunidos en Capítulo Provincial de Las Brozas, ofreciéndoles su apoyo y con beneplácito del obispo de Plasencia D. Pedro González de Acevedo, que les cedió la ermita de Santa María Magdalena, extramuros, pero junto a al ciudad para la fundación del convento. El día 26 de enero de 1603 tomaban los frailes posesión de la dicha ermita de manos del obispo y en nombre de la Provincia Fr. Andrés de Plasencia, antiguo Provincial y actual Definidor, los moradores de esta casa fueron los frailes del convento de la Viciosa que vinieron, clausurándose entonces el otro convento. Pero, qué lugar ocupa el convento de nuestro estudio situado en la finca de los Arcabuces. Si en 1506 abandonan el convento de la Luz. En el capítulo 2, pp. 16 vº nos refiere lo siguiente tras la visita que realizó fray Pedro de Melgar a Roma ante el Papa para solicitarle licencia para construir conventos: “El Papa concibió en su ánimo deseo de favorecerlos, teniendolos como verdaderos hijos del glorioso padre nuestro san Francisco, de quiera era devotisimo, y asi mismo de toda la orden, les dio nuevas letras y Breve para que de nuevo edificasen casas y fuese custodia como de antes, haciendo della prelado al religioso varon fray Pedro de Melgar, autorizando todo lo que el ministro general avia hecho y confirmando en custodio al sobredicho. El qual contentisimo se volvio con sus compañeros a España y llegados a sus casas (conventos) hallaron que los padres observantes les avian derribado las casas de junto a Truxillo, Villanueva y Salvaleon. Por lo qual se recogieron en nuestra Señora de la Luz, y la de Trujillo no osaron reedificarla por aver en la dicha ciudad convento de la orden (se refiere al de la Luz)”.

            El único convento franciscano descalzo que existía masculino en Trujillo podría haber sido el de la finca de los Arcabuces, y sería el que encontró fray Pedro de Melgar destruido por los Observantes cuando llegó a Trujillo y tuvo que refugiarse en el de la Luz, que había sido fundado en 1500. El convento está situado en la vertiente de un pequeño cerro que rebaja en su descenso hacia un riachuelo, lugar agreste. El convento no tiene grandes dimensiones, está construido con gruesas paredes de mampostería, utilizando escasamente la piedra sillar en los dinteles y jambas de las puertas de acceso al mismo y a la huerta, las columnas del claustro y las escasas ventanas y rosetón que aún se conservan. Se accedía por una puerta en el lado Sur que aún conserva el hueco de la tranca, se encontraba en el interior la portería, seguidamente en el lado Oeste estaban las celdas que aún conservan las ventanas pequeñas, estrechas hacia el exterior –son en forma de aspillera, sin rejas ni puertas y su estrechamiento servía para evitar que penetraran las distintas alimañas del campo- , y al otro lado, el de profundis y el refectorio. De frente al pasillo de la entrada principal (porque existió otra entrada Norte) estaba el claustro formando un cuadrado que tenía –a disposición de las basas que aún se conservan como testigos- tres columnas por cada lado, los arcos debían ser de medio punto. Próxima al claustro en dirección Oeste estaba la sacristía pequeña y la capilla, conservando aún un sencillo rosetón, de magnífica factura. En dirección Este al claustro estaba la cocina –existe un pozo cegado- y otras dependencias. En el huerto existen dos piezas de granito que pudieran haber sido fregaderos primitivos con su desagüe. Frente al convento se encontraba el huerto del convento, que aún conserva su magnífica entrada. Todo con la máxima sencillez y materiales pobres.

 

EL CONVENTO         FRANCISCANO DE NTRA. SRA. DE LA LUZ EN TRUJILLO

 

            Convento franciscano construido en los inicios del siglo XVI en la finca "Papanaranjas", a 2 kms. de la población, en la carretera que conduce a Guadalupe.

            En la época de los RR. Católicos, debemos destacar la gran labor llevada a cabo por fray Juan de la Puebla y fray Juan de Guadalupe, que fueron los eslabones principales de la propagación del franciscanismo en tierra extremeña, y a fray Pedro de Melgar y Bobadilla, que fue el principal seguidor de los anteriores, fundando varios conventos franciscanos por toda la región. Don Gómez Fernández de Solís, don Juan de Chaves y don Alvaro de Hinojosa, caballeros de Trujillo, se dirigen en febrero de 1498 al Romano Pontífice suplicando facultad para edificar un convento franciscano en las proximidades de la ciudad de Trujillo (ya había recibido el título de "Ciudad" en 1432). Consiguieron la licencia de Roma y construyeron el edificio en las proximidades de la ciudad en virtud de la bula pontificia Super Familiam Domus, de Alejandro VI (25 de julio de 1499). Se hicieron cargo del convento los citados fray Pedro de Melgar y fray Juan de Guadalupe, el día 24 de marzo de 1500 (festividad de la Anunciación); le dieron el título de Ntra. Sra. de la Luz.

            De este convento trujillano tan solo se conservan sus muros maestros y, por supuesto, la imagen de la Virgen con el Niño, que fue trasladada a la iglesia conventual de San Francisco, en la ciudad de Trujillo, debido a que el mismo Alejandro VI, mediante otra bula, fechada el 11 de septiembre de 1502, al Vicariato Provincial de Santiago, suprimió el convento de Nuestra Señora de la Luz de los frailes del Capucho, por el éxito de algunos frailes Observantes, que ya desde un principio querían casa de oración en la misma ciudad, sembrando discordias entre los franciscanos, desplazando a los principales pilares de la reforma en Extremadura, nos referimos a fray Pedro de Melgar y a fray Juan de Guadalupe. La reconocida labor del primer fraile franciscano del convento de Trujillo, fray Pedro de Melgar, fue confirmada con la bula Sub Suavi Religionis, del 17 de marzo de 1508, confirmando todos los privilegios del Capucho a las órdenes de este fraile citado.

CALZADA ROMANA Y BASILICA MOZÁRABE

 

Saliendo de Trujillo por la puerta de Coria aún podemos contemplar restos de la calzada romana que iba de Turgalium a Cauria, está tan deteriorada que apenas quedan unos metros de su base original. Asimismo hay una basílica mozárabe bajando el terraplén desde la Puerta de Coria.

Para acceder más fácilmente a las ruinas del templo mozárabe tendremos que atravesar la Puerta de Coria, una de las entradas al casco antiguo que recibe tal nombre por partir de allí el antiguo camino que unía esta plaza con la cauriense. Mencionada calzada la encontraremos nada más cruzar la puerta y a mano izquierda, conservándose algunos retazos del antiguo pavimentado romano, que sirve actualmente como acceso a las fincas que ocupan esta zona del berrocal, abandonadas la gran mayoría e invadidas por la naturaleza. Según nos acercamos a las ruinas del antiguo Convento franciscano de la Magdalena, encontraremos a la derecha el acceso en mal estado a la conocida como cerca de Pillito. Una vez allí, y caminando hasta el fondo de la que fuera huerta, nada más pasar una segunda cerca sin cerrar veremos los restos de la basílica frente a nosotros, descansando en una zona allanada del terreno, y con la figura del castillo como telón de fondo de este paisaje milenario.

Entre los años 1985 y 1986 se llevaron a cabo excavaciones arqueológicas en la basílica mozárabe por el Departamento de Historia Antigua dirigidas por el Doctor José Luis Sánchez Abal.

Aún se conserva el ábside, y en perfecta perpendicular con el mismo la nave y una cavidad delimitada con sillares aflora en el terreno, posible más que enterramiento pila bautismal de inmersión, en la que se practicaría el principal Sacramento cristiano a través de uno de los más primitivos ritos. La pequeña mención de Turcalion en el Anónimo de Rávena cobra gran importancia al vislumbrar con ello la supervivencia de la ciudad en época visigoda, así como la continuación de su funcionalidad económica y urbana siglos después de su fundación y en una época previa a la llegada de los musulmanes. Pocos vestigios permanecen de la época, como ocurriera con aquéllos derivados de la presencia romana. Sin embargo y frente a la total inexistencia de restos urbanos latinos, se conservan una ruinas que confirmarían la continuidad de la urbe durante el reinado visigodo y que supondría un permanencia urbanística de la misma en mencionado período.

 

A pesar de haberse reutilizado muchos de sus sillares graníticos en los cercanos vallados y construcciones inmediatas, ha podido sobrevivir hasta nuestros días el ábside en herradura, orientado hacia el Este y posiblemente lugar que ocupara el altar del templo a falta de restos de otras naves, apoyada la hipótesis por la ubicación de una posible piscina bautismal en perfecto perpendicular con la misma. Su diseño en herradura enlazaría con la tradición constructiva visigoda, que impulsó este tipo de arco en los edificios hispanos y en el arte europeo. De los pies de la nave o portada es difícil actualmente distinguir nada, no preservándose restos de la misma o bien encontrándose enterrados en el terreno.