viernes, 28 de mayo de 2021

 

ARS LONGA, VITA BREVIS.

PATRIMONIO OLVIDADO Y PATRIMONIO RECUPERADO EN LA TIERRA DE CACERES: CAPILLAS, ORATORIOS Y ERMITAS

 

 

Si queremos conocer la vida, cultura y costumbres de un pueblo o de una comunidad tenemos que aproximarnos a la forma de entender y practicar su religión. La  historia no se entiende hoy como una relación de datos, fechas, grandes acontecimientos, etc.; hay que ir más allá y profundizar en la vida, creencias y sentimientos de sus habitantes.

             Vamos a presentarles un reducido número de ermitas, unas de ellas en deplorable estado de conservación y otras, por el contrario, felizmente restauradas. En el complejo estudio que hemos realizado mi compañero Oscar y un servidor, hemos visitado no solo las ermitas existentes en la tierra de Cáceres, sino también, oratorios o capillas en fincas particulares donde formaron parte de edificaciones castrenses en su mayoría medievales.

La Tierra de Cáceres o Jurisdicción de Cáceres, es una comarca histórica situada al Sur de la Provincia de Cáceres, ocupa una buena parte de la penillanura trujillano-cacereña. Esta tierra está surcada por el río Salor y su afluente el río Ayuela, el río Tamuja hasta desembocar en el río Almonte. Nos encontramos ante terrenos llanos de la penillanura, sólo los arcillosos, pizarras y granitos, con tierras esencialmente dedicadas al cultivo o a la ganadería.

En general, el origen de estas ermitas son santuarios que han sido mandados construir por la devoción particular de algún devoto hacia un santo o santa que pueden ir desde su construcción para conmemorar un acto milagroso  o santificar un lugar concreto y real asociado a la vida de un santo, Virgen o Cristo hasta ubicarlas en zonas con la existencia de aguas con poderes milagrosos o curativos, también capillas existentes en casas fuertes donde los nobles oraban. El fenómeno de los patronazgos, que comenzó a tener un relieve significativo a partir del siglo XIV, con motivo de los trágicos brotes de peste que entonces se manifestaron, se mantuvo en auge hasta el siglo XIX alimentado por las frecuentes epidemias de cólera, fiebre amarilla, tifus o plagas de langosta que se fueron sucediendo. Se construyeron entonces muchas ermitas dedicadas a santos a los que se invocaba en catástrofes, como es el caso de San Sebastián contra la peste y San Gregorio contra la epidemia agrícola de langosta.

En la misma línea, el evangelista San Marcos, con la doctrina de su evangelio contribuyó al afianzamiento de la Iglesia. Es considerado uno de los bienhechores de la agricultura gracias a los poderes que le atribuía la creencia popular. Es una lástima que la ermita de San Marcos, cercana a la Torre de los Púlpitos, fuese derribada en el año 1964 por encontrarse en deplorable estado, pues fue el lugar sagrado donde se celebró misa cuando el ejército cristiano reconquistó Cáceres el 25 de abril de 1229, aunque otros autores consideran que la primera misa se celebró en la desaparecida ermita de San Jorge, cerca de Fuente Concejo.

            En nuestro trabajo hemos estudiado las ermitas desde el punto de vista histórico-artístico, no cabe duda de que algunas de las ermitas de la Tierra de Cáceres, no todas, han gozado de estudios por parte de historiadores como Martín Nieto, Ortí Belmonte o Boxoyo, Corrales Gaitán, Martín Gil o Publio Hurtado, aspecto importante del estudio de las ermitas es el ámbito geográfico (cimas de montes, junto a fuentes o ríos, etc.) se obtienen datos de gran interés sobre la sacralización de determinados lugares y sus posibles precedentes históricos.

 

EDIFICIOS EN LAMENTABLE ESTADO DE CONSERVACIÓN

 

 

CAPILLA DE LA CASA DE LOS ARROGATOS

 

Importante casa señorial a la que se unen distintas edificaciones destinadas a actividades agropecuarias. Encontramos datos documentales en el libro de Yerbas de 1694 donde se hace referencia a la dehesa de Arrogatos entre las propiedades del mayorazgo de don Gonzalo de Carvajal, según sabemos por el Libro de Yerbas de 1694. A mediados del siglo XVIII (1753), en el Catastro de Ensenada, se incluye dehesa entre las propiedades de don Gonzalo Antonio de Carvajal, gracias a esta fuente impresa sabemos que aún no se había construido la casa.

Será el sacerdote y escritor Benito Boxoyo el que cite la casa como construida a finales del siglo XVIII por Gonzalo Antonio de Carvajal, lo que justifica la presencia del escudo de armas situado sobre la puerta, habiéndose utilizado para la misma, piedras romanas de una villa existente en la zona. Es una magnífica casa señorial a la que se suman varias instalaciones destinadas a usos agropecuarios, tuvo gran importancia por su completa dotación de naves y servicios destinados a labores agrícolas y ganaderas en los inicios del siglo XX tal y como aparece recogido en el Libro de Yerbas. La casa tiene planta rectangular con dos plantas. En la fachada principal, por encima de la puerta adintelada de acceso a la vivienda hay un escudo con las armas de los Carvajal-Ulloa. En el lado meridional hay un porche con tres tramos cubiertos con bóvedas de arista sobre pilares, allí está el acceso a la capilla. Sobre este porche se construyó un salón.

En su interior se conserva una capilla, también con acceso exterior, que conserva un retablo dividido en tres cuerpos con un banco, tres compartimentos y un ático a modo de frontón, obra ecléctica del siglo XIX, con el escudo de Carvajal en el frontón.

 



 

CAPILLA DE LA CASA DE LAS CORCHUELAS

 

Los primeros datos sobre la dehesa de la Corchuela nos los ofrece el Memorial de Ulloa y se remontan a los inicios del siglo XV, cuando Álvaro de Sande se casa con Isabel Álvarez de Saavedra, señora de la dehesa de la Corchuela.

En el siglo XVI esta casa era de Sancho de Paredes Golfín, lugar donde pasaba largas temporadas. Hemos de destacar que Sancho de Paredes Golfín tenía su propiedad en la villa de Cáceres, concretamente el palacio llamado de los Golfines de Abajo.

El recinto principal de esta edificación de las Corchuelas, correspondiente al siglo XV, consistía en un cuerpo elevado de planta cuadrangular con tres pisos con habitaciones cubiertas con bóvedas de arista, y en lo alto crucería y el cerramiento mediante cuatro aguas. A partir del siglo XVI se llevan a cabo distintas ampliaciones y añadidos, tenemos constancia de la intervención en las obras del cantero Pablo Pérez, según documento del Archivo Hco Provincial de Cáceres, ante el Escribano Juan Romero, el 5 febrero 1606. Aunque el aspecto definitivo los quiere la edificación en las obras realizadas en el siglo XVIII, según denota la descripción existente en el dintel de la puerta principal: “REPAROSE ESTA CASA. AÑO 1739”. Por tanto, al bloque primitivo correspondiente al siglo XV se han ido añadiendo distintos volúmenes en los siglos siguientes, algunos conservan su datación grabada en los muros. A finales del siglo XVIII Simón Benito Boxoyo elogia la fertilidad de sus tierras diciendo que tenía“huerta, olivares, charcas con pesca, conejos y una hermosa arboleda de almendros y acebuche…”, además de un coto de caza mayor con privilegio real. En el libro de yerbas de 1909 figura la casa, con 34 habitaciones, con una buena dotación de dependencias de labor, entre las que se contaban: un gran corral, tinado para 25 reses, cinco cuadras, dos pajares grandes, una zahurda para 30 cerdos, la huerta de 4 fanegas con casa, cuadra y pajar, una cerca de olivar, otra cerca de encinas y pasto, pozo con agua abundante y noria, más dos estanques.

La capilla existente en la casa se realizó a comienzos del siglo XVII, se encuentra en deplorable estado de conservación habiendo utilizando los propietarios de la vivienda el espacio eclesial como uso privado, construyendo una chimenea y dedicando la ermita a usos agropecuarios. Se observa aún el suelo original de cantería y los muros de mampostería encalada. La ermita tenía nave única dividida en dos tramos cubiertos con bóvedas de aristas y un arco triunfal separaba la capilla mayor, cubierta con una cúpula sobre pechinas, cuyo habitáculo semicilíndrico se puede observar en el exterior.

 

 

 

   CAPILLA DE LA CASA DE LA CALERA

 

Entre las poblaciones de Arroyo de la Luz y Casar de Cáceres, está la dehesa y casa de La Calera. La construcción principal es obra del siglo XVII y de ella ya hay referencia en el Catastro de Ensenada a mediados del siglo XVIII (concretamente en 1753).  El cortijo se organiza en torno a un patio o glorieta, con la casa principal y un horno a un lado, más la capilla y varias construcciones pecuarias en el otro. En la casa principal se percibe bien la dualidad funcional oscilando entre su actividad residencial y la productiva, pues en el piso superior se disponen todas las habitaciones para alojamiento y estancia de la familia titular, algunas con buenas techumbres de madera, mientras que en la planta baja, a partir del zaguán y vestíbulo de entrada, se suceden varias habitaciones utilizadas como cuadras y caballerizas, con acceso directo desde una puerta trasera (ahora tapiada) y también desde la puerta principal. En la fachada hemos de destacar los vanos adintelados recercados con sillería y,  en algunos casos, como molduras esgrafiadas. En la fachada principal se conserva un blasón en alabastro, rematado con yelmo y montado sobre la cruz de Alcántara, que no tiene ninguna vinculación linajuda con los propietarios, posiblemente es una pieza de acarreo.

Se conserva la capilla en muy mal estado de conservación.  Tiene una nave cubierta con bóveda de aristas más la cabecera cubierta con bóveda de media naranja, hasta hace pocos años existía un  retablo de factura barroca clasicista datable en la primera mitad del siglo XVII, se estructuraba en tres calles con un único cuerpo, más un frontón redondo ésa gastaba al espacio que aún se conserva en el muro, todo remarcado por pilastrillas acanaladas, volutas y molduras, en el centro se disponía la imagen de la Virgen de África y en las calles laterales las imágenes de  San Antonio de Padua, en el lado del Evangelio, y San Francisco, en el de la Epístola, disponiéndose en el remate otro lienzo con la representación del Calvario; también dos óleos sobre lienzo en cada una de las tres calles y  también en el centro del ártico. El retablo ha sido retirado de su lugar original.  En la actualidad, la ermita está abandonada, en un estado deplorable.

Al conjunto se han ido añadiendo a lo largo del tiempo otras dependencias pecuarias que reafirman su condición de explotación rústica.

 

 




 

ERMITA DE SAN JORGE

 

El mayor repertorio de pintura mural del pintor Juan de Ribera le encontramos en la ermita de San Jorge. Está situada en la dehesa "Los Mogollones", a 12 km. de la capital cacereña. Se la conoce como ermita de San Jorge, patrón de Cáceres, Se conserva un Acta del Ayuntamiento de la sesión celebrada el 6 de octubre de 1902 donde se especifica el mal estado de las pinturas por el agua que inunda su recinto. Ya se lamentaba este servidor de su estado en 1991. en una publicación titulada “Las pinturas de la ermita de San Jorge en progresivo deterioro”,  en El Diario de Extremadura,  14-2-91.

El primer autor que la cita como tal fue don Tomás Martín Gil en sus “Excursiones a viejas ermitas”, publicado en 1936 en la  Revista del Centro de Estudios Extremeños. No obstante, hemos de aclarar que se trata de una ermita particular erigida por los Mogollones, podría perfectamente denominarse con el nombre del patrón de Cáceres y no tener absolutamente nada que ver con la Cofradía erigida en la capital.

Desde el siglo XVI tenemos constancia de la existencia de tierras y casas de Alonso de Torres en el paraje de los Mogollones, según acta de fundación del Mayorazgo de Rodrigo de Ovando, en 1520, figura una de sus propiedades en los Mogollones, lindero con posesiones de Alonso de Torres. Archivo Casa de las Seguras de Cáceres, fundación Mayorazgo Rodrigo de Ovando. El proceso genealógico del citado Alonso de Torres encontramos los linajes de Torres-Ulloa-Quiñones. Nos interesa la línea formada por los Ulloa-Torres que descienden desde Leonor de Torres Ulloa hasta que Catalina de Ulloa Torres, señora de los Mogollones los señores que habitaron esta dehesa (Sabemos de la existencia de una Cofradía de San Jorge que estuvo agregada a la Iglesia de Santa María de Cáceres, pues en el A.H.D. figura el libro de “Cuenta de San Jorge” en cuya portada dice: “Aqueste libro es de la Hermandad y Cofradía de Señor San Jorge patrón desta mui noble villa de Cáceres”). En él se contienen toda una serie de ordenanzas, listas de hermanos, de inventarios  y de bienes de la cofradía.

La ermita de culto privado es de reducidas dimensiones, cuatro grandes arcos apoyados en fuertes muros, empotrados éstos en el terreno, dan a esta ermita el aspecto raro de estar construida aprovechando una hondonada cubierta de agua, para techarla se utilizaron grandes piedras graníticas apoyadas sobre arcos transversales.   De las cuatro partes en que queda dividida por sus arcos, tres de ellas están cubiertas por agua mientras que la cuarta, formada por el coro, tiene su superficie frontal ocupada por frescos que representan escenas bíblicas, por encima de las cuales se hallan inscripciones en letra gótica, de tres renglones, que contienen los versículos correspondientes a las escenas representadas.  Al lado derecho de la ermita se encuentra la antecapilla, con restos de pinturas en los muros.

Antes de la capilla se encuentra la única entrada a la ermita, se observa cómo se trataba de una puerta con arco de medio punto, hoy destruido. En esta zona se conservan restos de pintura mural formada por angelotes que, se adaptaron al arco, posiblemente cubrieron todas sus dovelas. Entrando en la sala, los paramentos no conservan restos pictóricos. Esta zona anterior a la entrada a la capilla estuvo cubierta por bóveda de arista y decorada con los cuatro evangelistas, ya que el único resto conservado representa a San Lucas acompañado de su símbolo parlante, el buey, y de las palabras con que comienza su obra escrita sobre su libro que sirve de la ilustración al tema: “MISSUS /EST/ ANGELUS/GABRIEL..”... A la izquierda del Evangelista se observa un león, símbolo de San Marcos.

            La capilla, formada por una celda con bóveda de arista totalmente decorada al fresco. La iconografía de este conjunto muestra un recorri­do iniciático, en parte perdido, que se inicia en el coro con escenas bíblicas, acompaña­das de inscripciones góticas en tres renglones, que contie­nen los versículos de: aparición de Yaveh a Abraham en el encinar de Mambré, la Bendición de Isaac a Jacob, preco­nizando la llegada del Mesías.

Destacan varias inscripciones como: "Sume arma tua, pharetram et arcum, et affer ut comendad, et benedicat tibi anima mea \ caput XXVII". Se trata de los párrafos de la Bíblica pertenecientes al Génesis (XXVII,3-4)  En castellano: “..Toma tus saetas, tu aljaba y tu arco, sal al campo y me cazas alguna pieza. Luego me haces un guiso suculento,  como a mí  me gusta, y me  lo traes para  que me lo coma, a fin de que mi alma te bendiga..."

Corresponde a la conversación que Isaac mantiene con su hijo Esaú  al que, como primogénito, se disponía a bendecir para transmitir sus bienes y poderes, pero Rebeca, mujer de Isaac, que goza a la predilección de Jacob, hijo menor, suplantará a Esaú por Jacob cuando el primero, obedeciendo a su padre, va a cazar al campo. Próxima a ella está la inscripción y la escena de la bendición de Isaac a Jacob. Los versículos que discurren sobre el tema corresponden al Génesis (XXVII, 28-29) y dicen : "Det tibi deus de rore caeli, et serviant tibi/ populi et adorent te tribus, esto dominus/ fratrum tuorum"  En castellano: “Dios te dé el rocío del cielo. Sirvante pueblos, y te adoren naciones, se señor de tus hermanos”.

Un tercer  epígrafe recorre la parte superior de toda la mitad izquierda del coro, a la que corresponden dos escenas que relatan lo sucedido a  Abraham en Mambré. La leyenda correspondiente a Génesis (XVIII, 3-4): "Domine si inveni gratiam in oculis tuis, ne transeas servum/ tuum, sed afferam pauxillum aquae, et laventur pedes vestros/ et requiscite sub arbore,. tres vidit  et unum adorayit".  

En la primera se nos ofrece la llegada de los tres caballeros a los que Abraham, rodillas en tierra y juntas las manos, parece haber reconocido como emisarios divinos y los adora. Después en otra escena nos ofrece la hospitalidad de Abraham hacia sus huéspedes a los que agasaja con comidas. El recorrido continúa en la antecapilla, en donde cabe destacar la complejidad de la decoración, dividida por el autor en fases: Escenas de la vida de Cristo, de las que sólo quedan dos, en parte, la Anunciación de la Virgen y Cristo en el Huerto de los Olivos, en un sincretismo que señala Vida-Muerte. En los muros inferiores destacan figuras de santos mártires femeninas, como Santa Lucía y Santa Bárbara, y masculinas como Santiago (aparece como peregrino, no matamoros) y San Lucas. El arranque de la bóveda que permanece, visión que estaba decorada por los Cuatro Evangelistas, de los cuales queda Juan. En la última fase del recorrido nos aproximamos al lugar más sagrado iconográficamente hablando; en el oratorio el artista ha representado las dos escenas subli­mes del Evangelio -el Bautismo y la Piedad-... Estas escenas se completan con el Padre Eterno en la bóveda y la Estigmatización de San Francisco de Asís.  Dios padre ocupa el centro de la bóveda de la capilla y las cuatro pechinas que la circundan están decoradas por cuatro figuras que representan a los cuatro Padres  de la Iglesia Latina. El sistema de la representación está centrado sobre la concepción del Dios Justiciero (mano diestra levantada arengando, y señalando con el índice, en su mano izquierda sostiene una esfera, símbolo de la totalidad y la alegoría del mundo, que, como atributo del Dios-Padre viene a resaltar su poder y su dignidad imperial. La fecha de su ejecución viene determinada por la firma del autor y fecha: sobre una columna pequeña y tosca que separa la antecapilla del coro se encuentra escrito en letras góticas: “JUAN DE RRIBERA PINTO MDLXV (1565)”.

Los modelos de representación han sido tomados de los Evangelios Apócrifos (como es el caso de Santiago Peregrino), de modelos flamencos del siglo XV (La Piedad) e incluso modelos de influencia bizantina como es el caso del Bautismo de Cristo, que nos recuerda a las concepciones abstractas del espacio en los mosaicos.

Con respecto a Santiago, el pintor nos lo presenta ostentando el hábito de peregrino con una serie de atributos que lo caracteriza, como el bordón o bastón de peregrino en el que se apoya, la esclavina o vestidura de cuero que tiene sobre los hombros, así como los adornos que lleva sobre el turbante que le cubre la cabeza: venera o concha y espinas. La iconografía de los atributos que presenta como el turbante en la cabeza nos dan la clave de la representación; el turbante o gorro es propio de los que utilizan los pueblos orientales en los que Santiago desarrolló sus primeras actividades apostólicas; las espinas que lo adornan son símbolos de “sufrimiento, tribulación y pecado” y la concha simbolizaba a los que marchaban a Compostela. Es, pues, Santiago  en su peregrinar de Oriente a Compostela.

Santa Lucía nos representa el triunfo de la virginidad sobre el pecado –postura hierática, con bello rostro y larga cabellera-, va acompañada de sus atributos característicos, el considerarla como Virgen está sacado de su leyenda, según la cual se arrancó los ojos  y los envió en un plato a su desposado, mientras que con la mano izquierda sostiene una palma que hace referencia al martirio. El personaje que aparece por encima de la santa citada es Santa Bárbara, que se nos ofrece con el rostro típico de toda Virgen y va acompañada con su atributo personal, la torre.  La facilidad pictórica del artista para concebir escenas y desarrollarlas en un planteamiento iconográfico de fuerte sentido místico, nos lleva a pensar en un buen conocimiento de la temática religiosa en temas bíblicos, o en su caso Ribera podría haber seguido un programa preestablecido por algún personaje religioso de la obra Franciscana.

Desde el punto de vista de la técnica el autor asume con facilidad la com­posición y el colorido, sin embargo carece de proporción y perspectiva adecuada para las figuras, tratándolas desde el punto de vista arcaico, próximo a la concep­ción de iconos en cuanto a figuras aisladas y con mayor sensibilidad en cuanto al ritmo y movimiento en las escenas bíblicas, no olvidándose del sentido dramático de algunas de ellas, como es el caso de «Cristo en el Huerto de los Olivos», «la Piedad» o la «Estigmatización de San Francisco».

            Una de las escenas más impresionantes es la del Descendimiento. Se trata de una composición claramente renacentista, simétrica, inscrita en un semicírculo teniendo a la Virgen como eje central de la obra y el cuerpo ensangrentado de Cristo,  en los extremos, José de Arimatea, que sostiene en sus brazos el cuerpo muerto de Cristo y San Juan, que limpia sus lágrimas con un pañuelo en la mano. La Virgen, con las manos entrecruzadas en el pecho con rostro de dolor ante el cadáver de su Hijo. Esta composición está ubicada sobre un altar pequeño que existe en la capilla. Las figuras resaltan la ternura y el dolor   Escasos restos quedan de otras escenas en la capilla –cubierta con bóveda de arista, en cuyo centro está Dios Padre como señor del mundo, bendiciendo con la diestra levantada, teniendo en su mano izquierda la bola del mundo marcada con el crismón- como la del Bautismo de Jesús recibiendo las aguas del Jordán de manos del Bautista. Aparecen como símbolos parlantes el agua y la concha de bautizar. En las pechinas están los cuatro Padres de la Iglesia Latina con sus atributos: capelo, mitra, pequeña iglesia, etc...

Son escasas las noticias que tenemos sobre la vida del pintor Juan de Ribera. Podemos conocer la autoría de las obras pictóricas que estudiaremos por las características estilísticas de las mismas y por la firma del autor en ellas, mostrándonos su largo período de actividad en la provincia de Cáceres, sobre todo en la diócesis de Coria-Cáceres (1565-1585): ermita de San Jorge (Cáceres), Portaje, Mata de Alcántara, Villa del Rey, Torrejoncillo y Portezuelo. Si bien carecemos de documentación sobre su obra, sabemos algo sobre su vida, solamente nos aporta algún dato Tomás Pulido, pues Hurtado se limita a citarle “Hacia 1560 teníamos en Cáceres un pintor llamado Juan de Ribera, que ignoro qué obras produjo”. Estaba casado con María Escobar, y eran vecinos de la ciudad de Cáceres, pues el 30 de diciembre de 1561, ante Benito González, venden a Diego Álvarez, vecino de la misma villa, 2000 maravedíes de renta de censo por la casa en la que vivían en la calle Parras, lindera con la casa de Diego González, criado de Juan de Figueroa y por la otra parte con la casa de la Gutierra. Era feligrés de la iglesia de San Juan. No aparece referencia alguna en los diferentes vecindarios realizados en Cáceres durante el siglo XVI, sabemos que su mujer era hija de Diego Carrillo y de Francisca de Godoy, que tenía parentesco con Francisco de Godoy, el indiano cacereño.

Por los documentos encontrados en el Archivo Diocesano de Cáceres (Palacio Episcopal)  el 26 de julio de 1579, Juan de Ribera, pintor, bautiza a su hijo Nicolás[1] (correspondía al primer matrimonio del pintor. En la lista de padrinos aparece varias veces Juan de Ribera, pintor, que se casa dos veces. Sabemos que Nicolás muere el  6 de noviembre de 1597  e hizo testamento, siendo testamentarios Juan Hernández Mostaza y Ana Rodríguez, su mujer[2].             En tiempos del pintor Juan de Ribera, la ciudad de Cáceres experimentó un crecimiento importante, la mayoría de la población nació en las calles colindantes pertenecientes a la feligresía de San Juan[3]. A finales del siglo XVI se produce un descenso demográfico motivado por la peste que arrasó a la ciudad[4]. Las obras artísticas eran encargadas por mecenas pertenecientes a la nobleza que  controlaban la actividad económica (el mercado y eran grandes latifundistas). La provincia de Cáceres por esta época se halla dominada completamente por tierras de Realengo, Señoríos y territorios controlados por la Orden de Alcántara. Ejemplo de este poder económico son las numerosas ermitas en dehesas particulares, algunas de ellas, ornamentadas con pinturas murales. Hemos de destacar en el siglo XVI el florecimiento histórico del momento extremeño, despertar breve por las artes plásticas, donaciones y construcciones por la masiva cantidad de oro americano y por el enriquecimiento rápido de los indianos extremeños, algunos de ellos de regreso a la región. Este hecho, si bien podría haber sido favorable a la expansión económica y cultural de la re­gión, sólo sirvió para engrosar las filas de la nobleza rural y urbana por parte de los indianos con premisas y condiciones económicas ancladas en estructu­ras feudalistas medievales.

La pintura mural será una práctica usual a lo largo del siglo XVI, que se pro­yectará hasta el siglo XIX. En el afán de lucro que lleva a cabo esta nueva nobleza, así como la de rancio abolengo y el clero (que se verá muy favorecido por esplén­didas donaciones), esta obra mural abarata la decoración de edificios religiosos, frente al encarecimiento de los retablos, y en edificios civiles frente a la decoración de tapices, generalmente importados. La pintura mural es una práctica asequible en España, aunque no muestra una tradición de artistas preparados técnicamente, como en el caso de Italia. Era frecuente que los talleres del siglo XVI, castellanos y andaluces, prepararan en el oficio a los futuros pintores, pero no en el ejercicio del dibujo, la proporción y la perspectiva, ciencia tan de moda, después de los pri­meros tratados publicados en el siglo XV en Italia. Ribera está dentro de la línea de estos autores que dominan el arte de la ejecución, pero no de la técnica, lo cual nos muestra un modelo de artista-artesano con idea de su identidad artística, pero que alejado de los centros humanísticos es carente de formación técnica adecua­da. A pesar de ello los pintores murales gozarán de una importante demanda de obras en nuestro entorno, gracias al aumento de decoraciones en iglesias, capillas y palacios. Además de estos trabajos, que muestran la gran actividad del pintor en la Diócesis de Coria-Cáceres, tenemos constancia documental de obras de Ribera que no se han conservado, tal es el caso de su actividad en la Iglesia Parroquial de Portezuelo en el año 1574, pinturas por las que pagaron al pintor seis mil ochocientos y se­senta y ocho maravedíes.

 







ERMITA DE SANTIAGO DE BENCALIZ

 

 

La ermita de Santiago de Bencáliz o de Vencáliz, se encuentra en el partido judicial y término municipal de Cáceres, entre Aldea del Cano y Casas de Don Antonio, es esencialmente una fortaleza, que perteneció al Marqués de Santa Marta y, posteriormente, a la Duquesa de Valencia, procedente por herencia, de la casa de los Golfines. Aparece recogido en el Fuero que dio a Cáceres su conquistador donde se le menciona como Atalaya de Vencaliz y después del apóstol Santiago. Según  Roldán Hervás, en este lugar estuvo ubicada Sorose (primera mansión de la vía militar que iba desde Mérida a Salamanca), mencionada en el Itinerario de Antonino, habiéndose localizado en la zona restos romanos de la villa o asentamiento romano rural existente o mansio Ad Soroes, habiéndose localizado la presencia de mosaicos, restos de cerámica y pinturas murales romanas, así como en la edificación medieval próxima el miliario XXVII, en las campañas de excavaciones dirigidas por el profesor Enrique Cerrillo entre los años 1975 y 1978, el cronista Floriano Cumbreño señaló que sobre las ruinas de la mansión romana el árabe Aben Valis construyó una atalaya.

Muy cercano está el puente romano-medieval de Santiago de Bencáliz toma su nombre de la dehesa y casa-fuerte que junto a él se ubica, propiedad que aparece en la Edad Media donde siglos antes se asentaba la villa romana de Bencáliz, próxima ésta a su vez se encuentra la mansio Ad Sorores, que acogía a los viajeros que desde Emérita Augusta partían hacia el Norte tras 26 millas de viaje dejando atrás la capital de la Lusitania.

Al igual que la mencionada quinta, que ha visto cómo desde la dominación romana diversas familias hacían de estas tierras su hogar, transformando los edificios que allí se asentaban según las épocas y necesidades, el Puente de Santiago se ha visto también transformado desde que en un primer momento se concluyera que en ese punto debería levantarse tal obra de ingeniería, salvando así no sólo las aguas del arroyo Santiago, que bajo él pasa, sino además haciendo frente a las frecuentes inundaciones que en la zona se producen en épocas lluviosas debido a la llanura en mencionado enclave del terreno. Es así por lo que, en el medievo, y tras la Reconquista de la región, mientras que la Casa fuerte de Bencáliz, obra del siglo XV, recuperaba la ermita de Santiago que allí perdura (en muy mal estado de conservación), construida sobre las bases de una antigua residencia romana, el Puente de Santiago se veía transformado y restaurado. Respetándose el ojo inicial e individual, con arco de medio punto compuesto a base de repetidos sillares graníticos, se alargó su trazado añadiéndole dos nuevos aliviaderos cuadrangulares, uno a cada lado del ojo central, reconstruyéndose el pretil y reformándose la calzada hasta alcanzar un ángulo agudo en su punto medio, solución arquitectónica propia de los puentes del medievo.

 

Nos encontramos, por tanto, en un importante lugar de asentamientos existentes desde la antigüedad.

El sacerdote Benito Boxoyo nos refiere lo siguiente: “Hay una iglesia muy capaz dedicada al Apóstol Santiago, el Mayor; en ella se advierte el asiento del púlpito y la Cruz parroquial, que usaban en las procesiones, es de bronce, formada de labores salomónicas y lazos. En el recinto de esta iglesia se descubren piedras labradas de cantería, cimientos de casas, ladrillos gruesos y, particularmente, se ve el cimiento de un edificio de cerca de 20 varas en cuadro de cada lienzo y cuatro varas de grueso; puede conjeturarse fuese la atalaya de Vencáliz, que el rey don Alonso, conquistador de Cáceres, nombra, señalando los términos que concedió, según consta del libro de sus privilegios. La casa tiene dos muy antiguas y fuertes torres; en uno de sus portados está una piedra de finísimo alabastro con varias labores, semejantes a las del templo de Marte, que conserva Mérida, tiene de largo más de tres varas y dos tercias de grueso en cuadro. Entre dos arcos de un portal está en una piedra en figura cilíndrica, en que se ven varios caracteres romanos”  Es de destacar que a mediados del siglo XX se celebraba una romería a esta ermita el día 1 de mayo.

Se trata de una construcción del siglo XV, en muy mal estado de conservación. Tenemos datos importantes de la existencia del recinto medieval desde el siglo XV, pertenecientes a las familias Carvajal, Golfines, y Mayoralgo. Consistente en una ermita de una sola nave, dividida en dos tramos por un muro transversal que divide la capilla mayor o ábside semicircular del resto del templo, aún conserva sus arcos triunfales y los restos de una basílica visigoda que se encontraba anexa a esta edificación posterior, cuyos muros fueron reaprovechados para la ermita del siglo XV, e incluso habiéndose utilizado los restos de edificios romanos anteriores como piedras de acarreo para la construcción de una buena parte de la ermita, tal y como se puede comprobar por los sillares existentes, incluso dos  inscripciones romanas, una de ellas situada en el actual Altar Mayor. Destaca una puerta en arco de medio punto de sillería ornamentada con las bolas o bezantes. Aún se percibe algún resto de pintura al fresco que decoró los muros del interior de la ermita y los dos altares situados a ambos lados de la ermita, así como el mayor que estuvo presidido por la imagen del Crucificado, tal y como puede comprobarse en la actualidad, a pesar de encontrarse en muy mal estado de conservación.

En el año 1550, la ermita fue favorecida por mandas testamentarias de los vecinos de Aldea del Cano: “Ytem mando a la yglesia de Sant Martín medio rreal y mando a Santiago de Bencaliz e a Sant Yuste y a Santa María de Graçia e a San Juan Hevanjelista questá en el Alguijuela a cada una dos maravedís para azeyte[5].

En el año 1790 cuando se lleva a cabo la Visita de la Real Audiencia de Extremadura, aún se celebraba culto la ermita, se indica que depende de la parroquia de Aldea del Cano y que habría de celebrarse misa todos los días festivos hasta completar veinticuatro a partir de San Andrés[6].

 

Esta ermita recibe a los vecinos de Casas de Don Antonio en la fiesta dedicada a Santiago.  La imagen titular de Santiago se encuentra actualmente en la ermita de la Virgen del Pilar de Casas de Don Antonio. Se celebra el 1 de Mayo, en la finca de Santiago de Bencaliz, y que se sitúa a mitad de camino de Cáceres con la vecina localidad de Aldea del Cano por la N-630.
La noche anterior a la Romería, se celebra en la Ermita de la Virgen del Pilar una velada, coincidiendo con el último día del novenario, pasando posteriormente a formar parte de la celebración de bailes amenizadas por las verbenas. En la mañana del 1 de Mayo se celebra la procesión portando los romeros y romeras la imagen de Santiago a caballo, tanto a la ida como a la vuelta, desde el pueblo hasta la finca  de Bencáliz a través de la Nacional 630. En este lugar se pasa un día agradable de campo acompañados por una verbena que ameniza los bailes realizado por las personas del pueblo y alrededores.  Finaliza la Romería con la vuelta del Santo a la Ermita, donde se le despide con bailes regionales.

 







LA ERMITA DE NTRA. SRA. DE LA ESCLARECIDA  DE ZAMARRILLAS

 

 

Los alrededores de la capital cacereña conserva muchos lugares de encanto, algunos de los cuales han sido restaurados y convertidos en lugares de descanso, baste citar los edificios castrenses de Arguijuelas de Abajo  y  Arguijuelas de Arriba construidos entre los siglos XV-XVI o la casa de los Arenales que perteneció a la familia Golfín en el siglo XV, en la carretera de Malpartida de Cáceres.

Pero, nos encontramos igualmente con otros edificios en estado ruinoso, tal es el caso de una aldea bajomedieval situada entre Valdesalor y Torreorgaz, en el paraje o finca de Zamarrilla, donde nos encontramos con la casa palaciega de Ovando-Ulloa, conocida con el nombre de casa de los Muñoces, la capilla o ermita de Ntra. Sra. de la Esclarecida, el castillo de la Torrecilla de Lagartera, un complejo arquitectónico de  iglesia, palacio, casa-fuerte, escudos, pajares, cuadras, tinados y otras edificaciones robustas dejadas “de la mano de Dios” y que están en peligro de desaparecer. Nicolás de Ovando, en testamento firmado en el año 1564 cita «las casas de campo tierras y asiento y pastos que yo tengo en el heredamiento de Zamarrillas”, fundando mayorazgo en favor de su sobrino Hernando de Ovando Ulloa que pasa a ser 1.º señor de Zamarrillas) .Sobre todo, la casa-fuerte que es la fábrica arquitectónica que en peor estado se encuentra. Es una construcción castrense de mampostería con sillares en las esquinas, obra de la segunda mitad del siglo XV y con posteriores añadidos en los siglos siguientes. Se conservan parte de los muros y el arranque de la torre del Homenaje, habiendo desaparecido los escudos y esgrafiados cuyos restos se aprecian en algunos lugares del edificio.

Hemos de tener en cuenta que en los siglos XIII y XIV surgieron numerosos caseríos por la repoblación de las tierras cacereñas, por su aprovechamiento agroganadero y por la necesidad de protegerlas de las incursiones de los rebaños mesteños que bajaban del Reino de León. Comenzaron a formarse los adehesamientos --dehesas--, trazados por mandatarios de Alfonso X el Sabio, donde surgieron estos pequeños núcleos. Pero la peste, la crisis demográfica del XIV, el aislamiento y otros factores hicieron desaparecer muchas aldeas: Alpotreque, Puebla de Castellanos, Casas del Ciego, Malgarrida, Borrico, Pardo y Borriquillo. Sin embargo, el antiguo arrabal de Zamarillas perdura y aún mantiene su porte nobiliario en medio de Los Llanos, como un mirador excepcional y privilegiado.

Enclavado en las cercanías del río Salor, en plena llanura trujillano-cacereña, el antiguo arrabal de Zamarrillas, cercano a Torreorgaz –como ya hemos indicado-, fue destruido y deshabitado a comienzos del siglo XIX, quedando aún en pie vestigios de algunas de sus casas menos humildes, reconvertidas otras como cuadras o almacenes, como es el caso de la antigua parroquia del lugar (al fondo de la imagen superior), enclavada junto al camino que, partiendo por debajo del acueducto que surge de la presa de Valdesalor, llega a estas tierras.

En el estudio de este antiguo arrabal, hoy despoblado, es importante unificar el conjunto de edificaciones que aún se conservan en la zona con el proceso histórico. Tras ser reconquistada en 1229 Cáceres, y ser dotada la por entonces villa con un amplísimo término municipal, se dispusieron sus terrenos, desde las vegas de los ríos Tamuja y Almonte al Norte, hasta las estribaciones de las Sierras de San Pedro al Sur, más para la ganadería que para la agricultura, salpicando las reses y cabezas de ganado de los nuevos habitantes, repobladores y colonos, así como nobles de Castilla que ocuparon esta comarca, los pastos y encinares propios del bosque mediterráneo que cubre la región y que bordeaban el núcleo urbano, adaptándolos en dehesas donde conjugar y combinar la explotación ganadera con la conservación del ecosistema, o eliminando por el contrario la presencia arbórea en terrenos más llanos en pro de la abundancia de fáciles pastos. El término de Cáceres era muy extenso, y se hacía necesaria la

creación de estos poblados, seguramente aprovechando en ocasiones antiguos asentamientos romanos y árabes.

 

Ante la gran extensión del término municipal cacereño y la gran distancia que podía llegar a separar fincas y cotos con la propia urbe, se vio bien por el Concejo la fundación no sólo de aldeas en los alrededores pertenecientes a su jurisdicción pero con gobierno propio, sino también de arrabales y pedanías dependientes de la villa, así como cortijos y casas de campo que funcionaran como auténticos centros de aprovechamiento agroganadero, donde pudieran agruparse las viviendas de pastores, agricultores, braceros, jornaleros e incluso de terratenientes, todos ellos a manera de colonos a los que se les cedían porciones de terreno para su rendimiento, y así no sólo poblar, vivir y residir cerca de los centros de trabajo y lugares de explotación agroganadera, para comodidad suya y mejor administración de los mismos, sino además como eficaz medida de protección de las reses y los terrenos frente a futuras incursiones de los musulmanes del sur, cada vez menos probables pero posibles mientras Al-Ándalus siguiera existiendo, pero también de los campos frente a las ganaderías que, venidas desde tierras castellanas en su búsqueda anual de sustento, pudieran expoliar los pastos. Fundadas principalmente en la Baja Edad Media, permitía la existencia de estas aldeas y alquerías la presencia continua de población por los contornos, con especial intensidad en la zona meridional del término municipal y cercanía a las vías que comunicaban la villa con Medellín, Mérida y Badajoz, respectivamente. Mientras que algunos cortijos apenas se componían de una quinta señorial rodeada de las viviendas necesarias para sus empleados y servidores, más los inmuebles propios para la explotación ganadera y quehaceres diarios, las aldeas y algunos arrabales sin embargo llegaron a alcanzar los varios centenares de vecinos, contando entre sus calles e inmuebles destinados a viviendas y centros de trabajo también con parroquia y cementerio propio, complementándose la trama urbana y permitiendo una mayor independencia de la villa en sí.

 

El trascurrir de los años y el devenir de los hechos históricos conllevó tras la aparición y auge de aldeas y arrabales la consolidación de la gran parte de las primeras, convertidas hoy en día en pueblos independizados de la ciudad con el paso de los años y aumento de la población, tales como Malpartida de Cáceres, Aliseda, Aldea del Cano, Torrequemada, Sierra de Fuentes o Casar de Cáceres. Sin embargo y contrariamente las alquerías, arrabales y pedanías, a excepción del Zángano, sufrieron la paulatina marcha de sus pobladores y desaparición de sus inmuebles y términos urbanos, contando actualmente la ciudad de Cáceres con sólo tres pedanías, Valdesalor, Rincón de Ballesteros y Estación de Arroyo-Malpartida,

El origen histórico de las dehesas y su objeto en la tierra de Cáceres están bien recogidos en los escritos de Ulloa Golfin; como ejemplo citamos el «Repartimiento de tierras en Alguixuela», que hizieron á los de Cáceres los omes del Rey don Alfonso el Sabio, nombrados para ello, Era de 1316 años (1278) y en el que se dice que el Rey mandó que se diesen a los de Cáceres defesas en que pudiesen traer sus bueyes é sus ganados. También se refiere el Cronista don Antonio Floriano a este episodio describiendo los linderos de esta dehesa, que eran: «partiendo con don Gonzalo y sus heredamientos (¿Zamarrillas?) (sic.), a la cumbre que parte con la Zafra (que es dehesa de Concejo), a partir con los de Aldea de Pedro Cervero (La Cervera); de allí a la Alçaza, descendiendo hasta el Salor, y el Salor arriba a buscar el mojón primero».

Uno de estos arrabales despoblados fue la Heredad de Zamarrillas, enclavada en plena llanura trujillano-cacereña, cerca de la localidad de Torreorgaz, que llegó a contar con 14 vecinos en el año 1608, es importante el estudio que realiza Alfonso Callejo Carbajo sobre Zamarrillas. La mayoría de los habitantes trabajaron para los Ovando, linaje cacereño que logró hacerse con la mayor parte de los terrenos que componían la heredad y que contó con castillo y casa fuerte en el lugar. El conjunto de la construcción es de mampostería con sillarejo y sillares en las esquinas. Como ya hemos explicado anteriormente, en la zona más elevada se alza un torreón de base cuadrada, en cuyo interior se aprecian los restos de la escalera y algunos esgrafiados en muy mal estado de conservación. Habitado hasta hace unas décadas y perteneciente a los Sanabria, en la que puede apreciarse sobre el portal un escudo esgrafiado mal conservado con las armas de Ovando-Ulloa. En el lateral que mira al Norte existe un blasón de granito bajo un alfiz datable en el siglo XVI con armas de Ovando, Ulloa, Mogollón y Carvajal que da fe, como después veremos, de las familias dominantes en estas tierras. Otra casa, de la que solo se conservan los muros exteriores presenta en su fachada lateral un esgrafiado apenas visible con el escudo de los Paredes.

Existió una iglesia bajo la advocación de la Virgen de la Esclarecida, donde se veneraba la imagen mariana que actualmente se encuentra en la iglesia parroquial de Santiago de Cáceres,  presidiendo el retablo de las Benditas Ánimas del Purgatorio, junto a la entrada a la sacristía de mencionado templo. Se trata de una imagen gótica de la Virgen con el Niño, tallada en madera; muestra a Santa María no sólo como Madre de Dios o representación artística como Teothokos, sino además en su versión como Odegetria bizantina o aquella que presenta al mundo el verdadero camino en la figura del Niño Jesús al que porta en su brazo izquierdo. Éste porta una paloma, representación del Espíritu Santo o de la paz, en clara referencia a la vida, paz y Trinidad que encarna el Niño Dios o pudiera representar el alma del pecador, que escapa al lazo de los cazadores que lo persiguen y halla cobijo en brazos de Dios (Versículo de los Salmos: “Escapó nuestra alma como avecilla del lazo del cazador; rompióse el lazo y fuimos librados” (Salmos 124-7).

Muestra la Virgen de la Esclarecida diversas mutilaciones, roturas y deterioro general con claro reflejo en el rostro de María y en la figura del Niño Jesús, sufridas posiblemente y en gran parte por el vandalismo causado por las tropas napoleónicas que supuestamente destruyeron la iglesia de la que era titular, así como por el paso de los años, el desgaste de su naturaleza de madera y el olvido y abandono que desde su mudanza a la ciudad ha venido padeciendo.

La imagen de la Virgen y el Niño fue tallada rompiendo con el hieratismo románico y presentando el nuevo naturalismo que surge con los ideales de la Baja Edad Media, reflejado no sólo en la humanidad y ternura que exhala María, sino en otros diversos detalles tales como los pliegues de manto y túnica, o la presentación adelantada del pie derecho de la Virgen, que viste túnica de color jacinto con escote cuadrado y manto voluminoso de color verde-púrpura estofado donde aún pueden percibirse elementos vegetales, como personaje de la realeza. Es una obra de la segunda mitad del siglo XV.

Volviendo al lugar de Zamarrillas, en el inventario que a comienzos del siglo XVIII, y tras la Guerra de Sucesión Española, realizó el obispo don Luis de Salcedo y Azcona sobre los bienes artísticos de la Diócesis de Coria (hemos de tener también en cuenta que en la visita de la Real Audiencia de 1791 se señala que la casa fuerte y el templo están arruinados), figuraba aún el templo de la Heredad de Zamarrillas en pleno uso, describiéndose el interior del monumento y relacionando las obras de arte allí guardadas, entre las que figuraba la talla de Nuestra Señora de la Esclarecida ocupando uno de los altares laterales, no ocurre así en la descripción dada sobre el enclave en 1909 por Alfredo Villegas en el Nuevo libro de Yerbas, habiéndose convertido el templo en cuadra o cobertizo, por los decretos sobre desamortización que durante la primera mitad del siglo XIX sacó a la venta un grandísimo número de propiedades, terrenos y bienes eclesiásticos, tanto en uso como fuera de culto. Así es como llega a día de hoy, con transformación de su estructura inicial en pro de acoplar el edificio a sus labores y uso ganadero, pero conservando aún su ábside pentagonal realizado con fábrica de sillarejo regular del siglo XIV. El templo, en su día, se estructuraba en una nave cubierta con tres tramos de bóveda de aristas, conservándose ahora solamente los arranques y la cabecera, donde aún pueden apreciarse cuatro trompas de ladrillo sobre la que se asentaba una cúpula de media naranja. Se conservan igualmente vestigios de su atrio, levantado a los pies del templo, contando con una arquería de cinco columnas y cuatro arcos escarzanos junto a los que se abre la portada que posiblemente comunicaba el templo con el camposanto del lugar.

 

 








ERMITA DE SAN VITO

 

Los restos de la ermita de San Vito se localizan cerca de la ermita de San Blas. Se alza sobre un promontorio cercano al popular Puente de Vadillo (destruida tras la guerra de la Independencia) y cuyos datos documentales más antiguos corresponden al siglo XVI. La primera referencia la encontramos el 30 de agosto de 1567, el escribano Cristóbal de Cabrera realiza traslado de una escritura otorgada el 12 de marzo de 1528 ante Alonso de Trujillo, según la cual “Tomé García vendía a Pero de Osma el Moxo una hazera que yo e tengo e poseo al exido desta dicha villa, a do dizen San Vito; que a por linderos, de la una parte, hazera e Martín de Solís, e de la otra parte, hazera de vos, el dicho Pero Dosma, e de la otra parte, con el camino real que va desta villa a Monroy…”. Es importante destacar que el  prof. Serafín Martín ha realizado el estudio más importante sobre la cofradía de San Vito Por tanto, en el año 1528 ya existía la ermita de San Vito, la cofradía del santo titular se encargaba de los actos festivos el día 15 de junio, con la celebración de una misa y una procesión en el interior del templo.

Desde el siglo XIX (la ermita llegó a utilizarse como polvorín) hasta el presente la fábrica ha llegado hasta nosotros en estado ruinoso, conservándose sus muros maestros y la artística portada de acceso a la misma que se abre en arco de medio punto, así como algunos pequeños vanos que se han tapiado para evitar el acceso al interior y que se siga deteriorando aún más. Ya en el año 1952 Simón Benito Boxoyo nos ofrecía los siguientes datos: “La de San Vito está cerca del puente de Vadillo y de la Ribera, es pequeña, con un solo altar, cuya cofradía celebra su anual fiesta. No existe ya esta ermita”.

Como ya hemos explicado en el estudio dedicado a la ermita de San Blas, en los salones parroquiales se conserva la imagen de San Vito, de madera policromada, es obra de la primera mitad del siglo XVII, representa al santo que fue martirizado en Lucania (Italia), como un jovencito, en la época medieval que tuvo mucho culto contra la enfermedad “baile de San Vito”. La imagen estuvo depositada en la iglesia de Santiago (a la que pertenecía) hasta el año 1959, fecha en la que fue trasladada a la ermita de San Blas.

 

 



ERMITA DEL HUMILLADERO

 

 

Es  un edificio de reducidas dimensiones, construido por mampostería encalada y cantería en las esquinas. Es de planta cuadrangular y se cubre con bóveda vaída que al exterior presenta un tejado de teja árabe a cuatro aguas con pináculos en los extremos y en la coronación.

Se accede al interior por una portada de medio punto que se abre a los pies, y le antecede un pequeño pórtico de piedras parecido al construido en la ermita de San Jerónimo del Casar de Cáceres, disponiéndose sobre ella un escudo de granito desgastado. Es una obra popular del siglo XVIII. En su interior se alberga en un moderno altar de mármol la imagen del Cristo del Humilladero, del siglo XVII, muy popular, que procesiona el Jueves Santo.

El Cristo tiene la cabeza inclinada hacia su derecha y ceñida por una corona de espinas labrada sobre el mismo material y unida a la bóveda craneal; sus cabellos son largos y su rostro doloroso; su cuerpo no es alargado, caracterizándose las piernas por su canon corto. La derecha se monta sobre izquierda de que se trata de un Cristo de tres clavos que carece de subpedáneo.

 

 



 

ERMITAS RESTAURADAS

 

 

ERMITA DE LA CASA HIJADA DE VACA

 

 

Situada al Sur de Malpartida de Cáceres, a dos  leguas al Sur de la capital cacereña, comprende una buena casa de labor y ganadería. Es una magnífica mansión la Casa de Hijada de Vaca, con muros fuertes, venerable; empañada por cierta abulia representada por esos nidos de cigüeña que afean y ensucian sus renovadas techumbres. Adjunta a la casa hay enormes dependencias agropecuarias.

Es un edificio datable en torno al tercer cuarto del siglo XVI, configurada al modo de los palacios urbanos. Los primeros testimonios documentales sobre esta propiedad la encontramos en el año 1694 en el Libro de Yerbas, figurando entre las posesiones que tenía el Conde de la Enjarada, también se cita como primer propietario a Juan de Moctezuma-Toledo, de quien heredó esta mansión el citado Conde de la Enjarada.

Por tanto, la casa fue construida en el tercer cuarto del siglo XVI y a mediados del XVIII contaba la casa con granero, pajar, corral, caballeriza y tinado para bueyes, y a comienzos del siglo XX, además de la casa principal y una ermita, se relacionan: cuadra, cochera, tinado, dos pajares, quesera, corralada para cerdos, casa de porqueros, un molino harinero, una cerca de puro pasto y otra de forraje. En el año 1791 esta dehesa con su palacete y ermita y anexos agropecuarios pertenece a los Duques de Abrantes.

 

La casa de Hijada de Vaca es un edificio de carácter señorial, de planta rectangular, destacando un cubo cilíndrico en su ángulo suroriental, consistente en una construcción de dos plantas cerradas con bóvedas de cañón; y en el otro extremo una gran chimenea adosada que arranca desde la planta baja. En la fachada principal destaca la puerta de entrada al edificio, de sillería, enmarcada por un alfiz moldurado que se abre en arco de medio punto y enmarcado con dovelas redondas. Ambos lados de la puerta y enmarcados por el alfiz hay dos escudos que corresponden a los linajes Carvajal-Toledo y Saavedra-Figueroa. Completan el conjunto varias naves anexas de uso agropecuario y una ermita exenta.

En el interior del edificio principal, las habitaciones del piso alto se cubren con techumbre de madera mientras que en la parte baja, la mayor parte de las habitaciones de la vivienda se cubren con bóvedas de aristas o de cañón.

Hay una ermita exenta de planta rectangular cubierta con bóveda de media naranja sobre pechinas, decorada con nervios de estuco, obra del siglo XVIII, cerrada en la actualidad al culto, en la cual se conservaba un cuadro moderno de la Virgen de Guadalupe, que ha sustituido a un óleo sobre lienzo, obra del siglo XVIII que hasta hace pocos años ocupaba el Altar Mayor y que se encuentra en propiedad de sus antiguos propietarios.

 






 

CAPILLA DE LA CASA DE LOS ARENALES

 

En la planta baja de la Casa de Arenal de García Golfín existe una interesante capilla. Este caserío se encuentra a 4 km de Cáceres, en la carretera de Malpartida de Cáceres. En la actualidad el edificio es un Hotel Palacio Fontecruz. Es el primer hotel de cinco estrellas ubicado en esta ciudad extremeña. Este edificio antiguo cuya rehabilitación fue dirigida por don Javier Sancho, combina piedra y madera, creando un notorio contraste.

Mientras que construcciones defensivas medievales se han ido configurando en la tierra de Cáceres como auténticos cortijos y unidades de producción agropecuaria, aunque conservan bien reconocibles sus recursos castrenses primitivos, a partir del siglo XVI se prestará menos atención al aspecto defensivo y se procurará mayor interés por los recursos residenciales, la comodidad y habitabilidad de la casa, sin olvidar el carácter representativo, constituyéndose verdaderos palacios y casas de recreo como si de una edificación palaciega urbana se tratara, como vemos en muchas de estas casas de campo cacereñas: Enjarada, Carvajal Villalobos (Mayorazgo), Hijada de Vaca, Arenales que se conciben decididamente como auténticos palacios, además de cómo centro de la explotación.

 

En el Memorial de Ulloa encontramos referencias sobre esta posesión, perteneciente en los inicios del siglo XVI a don Pedro Alonso Golfín. En la actualidad existe un conjunto de edificaciones dedicadas a diversos usos. Al siglo XVI pertenece lo más antiguo de la casa, en la que se combinan los rasgos de edificio señorial y casa de labor, lo primero acusado en los blasones graníticos de las familias Golfín y Godoy situados en la fachada así como en las pinturas al fresco conservadas en la pequeña capilla, todo de finales del siglo XVI o comienzos del XVII. Pero el cortijo, además de esa casa principal cuenta con otros muchos volúmenes arquitectónicos dedicados a menesteres pecuarios y agrícolas, constituyendo un complejo verdaderamente extenso y variado en sus funciones rurales, entre cuyas instalaciones se contaba con una cochera para carruajes, tinados, cuadras, picadero de caballos, zahúrdas, local para esquileo, charcas y estanques, lo que da idea de su actividad y complejidad.

La casa, en cuestión, presenta en su fachada  vanos adintelados recercados con cantería y sobre la puerta principal, dos blasones con las armas de los Golfines y las de los Godoy respectivamente, datable en el siglo XVI.

Sobre la puerta de acceso exterior a la capilla hay una inscripción latina en la que se expresa el uso de esta habitación como lugar de oración: “DOMVS ORATIONIS ET ITE ET ACIPIETIS”.

Según entramos en el vestíbulo del actual Hotel, a la derecha, se conserva en un saloncito la capilla que conserva un fresco sobre la hornacina. Es una obra de correcta policromía fechable en los inicios del siglo XVII, dando lugar a una arquitectura fingida, mediante pináculos y entablamento, así como telas sostenidas por ángeles con formas típicamente manieristas. Dentro de la hornacina se representa a la Virgen con el Niño en sus brazos, coronada por dos ángeles: en el intradós del arco, el Padre Eterno; San Miguel Arcángel sobre el demonio, en el lado de la Epístola, y en el otro lado el arcángel Gabriel alzando su mano derecha hacia lo alto y el ramo de azucenas en el brazo izquierdo. En el trasdós del arco aparece la escena del Calvario, y los lados San Francisco y San Antonio, y sobre los frisos adintelados se colocan como remate amorcillos con pináculos y los escudos de la orden franciscana.















ERMITA DE SANTA ANA

 

Se encuentra situada a 2 km de la ciudad, en la carretera que conduce a Mérida en la denominada dehesa de Alcocer. Es una obra de pequeñas dimensiones, de un solo tramo con bóveda moderna, y conservar la sacristía, espacio rectangular cubierto con cúpula oval sobre pechinas, destacando la decoración esgrafiada. Se accede por un pórtico y una puerta con arco de medio punto a los pies de la ermita, su cubierta remata en una espadaña en el lienzo Norte. Antonio Ponz en el siglo XVIII en el famoso viaje que realizó por España, encargo de Camponanes, un importante  inventario de monumentos y un informe documental sobre la conservación del patrimonio artístico epigráfico, pictórico, escultural y de arquitectura y otras obras de arte que contempló en el curso del mismo, concretamente en las cinco escasas páginas que dedica a la capital cacereña hace referencias a “la dehesa del Señor Duque de Abrantes, que se llama Alcoze de Santa Ana, distante una legua de Cáceres al mediodía, hay una cosa notable en un parage, que se llaman los Caños de Santa Ana, y todo toma el nombre de una ermita cercana dedicada á dicha Santa. Se reduce á que al pie de un cerro en algunos años lluviosos, y no todos, sale por dos rajas de una peña porción de agua bastante para moler una rueda; y los años que no la echa, se tragan dichas bocas quanta llueve, y ademas la que viene valle abaxo en las crecientes” (es import. Destacar que es a la única ermita a la que hace referencia Antonio Ponz en la capital cacereña en su Viage por Extremadura.  

Los caños de Santa Ana, en las inmediaciones de la ermita, hoy transformada y situada en el perímetro del Campamento de Instrucción Militar Zona Centro de Santa Ana. Los primeros datos documentales que tenemos corresponden al año 1556 (27 de octubre) cuando se llevan a cabo obras de reconstrucción de la ermita bajo el mecenazgo del  cacereño  Juan Velázquez de Ávila (en un terreno que era de su propiedad). El terreno donde se construyó la ermita es un lugar estratégicamente pensado para este tipo de construcciones aisladas, en aquella zona se encontraron a principios del siglo XX restos árabes. Se especifica claramente en el documento de contratación de la obra al cantero Pedro Gómez  ante Benito González que la ermita existente se encontraba en muy mal estado de conservación por lo cual se necesitaba con gran urgencia su intervención: “Sepan quantos esta pública escriptura de contratación vieren como yo Pº Gómez, cantero, vº queso y de la noble e muy leal vª de Cáceres, conozco e otorgo por esta presente carta queso y concertado con vra md el señor Juan Velázquez de la Torre de Ban de Mesya Dávila, señor de Loriana, vº de la dha vª de Cáceres, que estays presente de hazer y que ha de una capilla de advocación de sra Santana, que vra md manda hazer en la dehesa que dizen de las Alçoçes, a la mano derecha del camyno que va a la hermyta de San Bto, en el sitio que antiguamente la dha capilla se començo, de questán allí las paredes caydas, la qual dha capilla tengo de hazer e edificar, sacándola desde los cimientos e no tengo de sacar cosa alguna sobre lo viejo, la qual toda a de ser de manpuesto de cal y canto…”. Son muy importantes los datos que obtenemos del citado documento de escritura que tienen interés de describirnos el tipo de ermita rural cacereña, en la que su uso mucho el ladrillo, más que la cantería, también en la escritura se especifica que se aprovecharon algunos de los materiales que ya existía en la ermita arruinada, que dicha ermita tenía bóvedas de arista, de ladrillo, un altar y las gradas, y fue embellecida con paneles de azulejos y poyos por toda la ermita excepto en la zona del altar; las bóvedas encaladas y las paredes blancas con una cenefa y en la entrada un portal a lo largo de la fachada, característico de este tipo de ermitas rurales existentes en la Tierra de Cáceres, algunos estos portales, como el caso de la ermita de Santa Ana, estaban empedrados con piedra menuda de río. El cantero Pedro Gómez recibió por las obras realizadas en ermita 30.000 maravedíes.

El día 1 de mayo de 1564 se fundó la Cofradía de esta advocación instalándose en ésta remita, siendo su cofrade fundador Francisco de Paredes Golfín, exponemos literalmente las ordenanzas: “Por cuanto las leyes y ordenanzas y constituciones fueron halladas hechas y constituidas para el regimiento de las gentes las cuales por vigor de ellas viviesen en una concordia y caridad y amor y razón y así usando de ellas los virtuosos o uviesen por sus virtudes galardón. E por el contrario los vicios e maldoctrinados fuesen corregidos y castigados por sus delitos y culpas. Por ende nosotros los ermanos cofrades de la Señra Santa Ana que es en la ermita que está a do dicen los “Alcoces” término de esta villa de Cáceres y al presente somos en ella en buen amor y concordia ordenamos constituimos y hecimos en primero día del mes de mayo año de mil y quinientos y sesenta y cuatro siendo todos muñidos para misa y cabildo se juntaron los señores Gonzalo de Monroy y Joan de Carvajal y Joan Pizarro primeros diputados de esta Santa Cofradía y Diego Sánchez Picapiedra, el mozo, y Diego Sánchez Solana primeros alcaldes de esta Santa Cofradía y muchos otros cofrades de esta Santa Cofradía y yo Francisco de Paredes  Golfín como primer fundador de ella y como escribano de la dicha Cofradía. Les ley las ordenanzas sobre dicha y todos juntos en una paz y concordia las aprovaron y las consintieron y dijeron que querían estar por ellas y se sujetaron a ellas y a cumplirlas so las dichas penas de lo que no hice y lo firme de mi nombre que dice así. Francisco de Paredes Golfín”.

El 23 de julio de 1564, reunidos el Cabildo los miembros de ambas cofradías deciden unir las mismas en una sola y con su sede en la Ermita de Santa Ana, la otra se encontraba en Santa María “La Mayor”.

En los primeros años del siglo XVII continuaron las obras en la ermita, en concreto las obras de la sacristía y un aposento alto, obras fueron encargadas por el obispo don Pedro de Carvajal. Tenemos constancia documental ante el escribano Juan Maderuelo el 2 de noviembre de 1611, de las obras realizadas por el cantero Martín Blanco, vecino de Cáceres, como principal obligado y Rodrigo Álvarez, como su fiador, como rematante de la obra de la sacristía y aposento alto de la ermita. La ermita llevó a cabo una importante reedificación en el año 1764, colocándose la siguiente inscripción en el pilar central del pórtico: “REHEDIFICOSE ESTE PORTAL Y CASA SIENDO MAYORDOMO BENITO DE LOS SANTOS RUBIO A ESPENSAS DE ALGUNA LIMOSNA CHRISTIANA Y LA GRANDE QUE DIO PEDRO JOSEH TOPETE Y BARCO. AÑO 1764”.

También, en el siglo XVIII se limpiaron las pinturas del muro principal e inferior de la ermita, concretamente en el año 1765, coincidiendo con la realización de una profunda obra de restauración y consolidación en toda la construcción así como en la vivienda del ermitaño. La Cofradía acordó arreglar las manos de la imagen de la Virgen, obra del siglo XVII, que estaban destrozadas así como la restauración de algunas partes de la misma en el rostro y el cuerpo.

Como dato curioso mencionar, en los alrededores de esta ermita enterraban a los párvulos de la ciudad de Cáceres entre los años 1790 y 1810.

En la fachada, a los pies de la ermita, se mantienen, algunas pinturas al fresco, del siglo XVI, con las representaciones de Santa Ana y un ángel. En el interior,  y una escultura moderna de madera de Santa Ana con la Virgen.

 

La ermita dependía eclesiásticamente de la jurisdicción de la iglesia de Santa María, y la propiedad del terreno hasta el día 23 de Marzo de 1950 era de la familia Carvajal, quien la vendió al Ministerio del Ejército. En el año 1961 se restauró por orden del Coronel del Regimiento Argel nº 27 don Luis Saliquete Navarro, la capilla, los pórticos de entrada, así como la sacristía. Se hicieron igualmente importantes reformas en el campanario, dotándose de una artística cruz de hierro, hoy en paradero desconocido. Desgraciadamente también se ha perdido la primitiva campana de la ermita, hecha expresamente para esta de Santa Ana.

 En el mes de diciembre del año 1964 se convertiría todo aquel terreno en recinto militar, adaptando la ermita a un destino castrense. 

En el año 1996, se inicia la restauración de la ermita gracias a la iniciativa emprendida por don Alonso Corrales Gaitán y la Asociación Cultural “San Jorge”, y la ayuda del Arquitecto don Marcos A. Díaz Sánchez y con la subvención económica de Caja Extremadura. Los frescos fueron restaurados por doña Dolores Sevilla y María Antonia González Luceño, licenciadas en Bellas Artes, y como asesor histórico de la ermita don Carlos Tejado del Arco. El día 9 diciembre 1996, en un multitudinario acto organizado en la propia ermita y al que asisten autoridades civiles, religiosas y militares, fue bendecida la nueva construcción. Actualmente consta de una capilla de planta cuadrada, con un pequeño anexo, a modo de ábside, coronando el Altar, cubriendo este espacio con una cúpula semiesférica, partiendo para ello de unos elementos ornamentales en piedra. La entrada principal, se efectúa directamente desde un pórtico arqueado conformado por varios arcos ojivales y de medio punto. El habitáculo junto a la sacristía, es de planta rectangular, con cúpula sesgada con una bóveda de cañón. Toda la estructura del edificio se alza sobre unos muros de carga de arcilla y paja reforzados. Exteriormente la ermita se completa con cuatro torreones y una espadaña.

 

 







ERMITA DE NTRA. SRA. DE GRACIA (ARGUIJUELAS DE ABAJO)

 

A 9 km de la capital cacereña, por la carretera de Mérida, está el castillo de las Arguijuelas de Abajo y próxima a la edificación castrense se encuentra la ermita de Nuestra Señora de Gracia a quien pertenece y a la jurisdicción de la parroquia de San Mateo. En dicho lugar en el año 1278 se estableció la primera dehesa Boyal, surgiendo un núcleo poblacional.

En el año 1482 los Reyes Católicos conceden Facultad Real para que Francisco de Ovando “El Viejo” pueda instituir un mayorazgo, destacando sus propiedades en la Arguijuela. Este era hermano del capitán Diego de Cáceres Ovando e hijos ambos de Hernán Blázquez y Leonor Alfón de Ovando. En el año 1498 Francisco de Ovando deja en su testamento información sobre su mayorazgo destacando entre otras la casa que posee en la Arguijuela. La finca posee cuadras, fragua, tinado, otras dependencias agrícolas y un magnífico castillo que aunque tiene su origen en el siglo XV se llevaron a cabo distintos añadidos y reformas en los siglos siguientes. Se trataron recinto amurallado con torres de protección, dotado de matacanes, garitas, troneras y saeteras. En el siglo XVI se construyó un patio interior con galerías porticadas, destacando una galería de tradición gótica mientras que las otras dos muestran la elegancia y los detalles constructivos del Renacimiento. En distintos lugares se exhiben los blasones del linaje fundador, los Ovando-Mogollón.

La ermita  de Nuestra Señora de Gracia es una construcción de mampostería y sillarejo, en la cual se celebró culto, según tenemos documentación, desde el siglo XVI hasta finales del siglo XVIII. Concretamente en la Visita de la Real Audiencia de Extremadura se la cita como dependiente de la parroquia de Aldea del Cano. La información que tenemos sobre la misma se remonta a finales del siglo XV, pues consta que el propio Francisco de Ovando “El Viejo”, constructor del castillo, había dado a la cofradía de Nuestra Señora de Gracia cierta contribución. En el Archivo Parroquial de la Iglesia de San Mateo de Cáceres, se encuentra una Escritura de Censo, de 1547, perteneciente a la antigua Cofradía de Nuestra Señora de Gracia (Cuyos documentos están en el Archivo Parroquial de la Iglesia de San Mateo de la ciudad de Cáceres, en la Caja 41 Carpeta n° 17). demás, el Académico Mayoralgo y Lodo confirma la existencia de la ermita en el interesante estudio que realiza, afirmando que en el año 1549 su propietario Francisco de Ovando Mayoralgo mandó fabricar una campana para la ermita, al parecer, fundiendo otras dos más pequeñas que había en la capilla, encargándose de la obra del maestro campanero Juan de la Bárcena, vecino de Güemes (Cantabria).

Se accede al interior de la ermita por un arco de medio punto, en el lado de la epístola, precedido por un pórtico con arcos de medio punto, sobre el cual hay una cruz y el anagrama de María. Sobre la fachada de los pies, se eleva una sencilla espadaña de mampostería. Presenta su interior una sola nave y presbiterio recto.  Se conserva en la puerta de acceso a la ermita una pila de agua bendita renacentista, presentando guirnaldas de flores y el rostro de un angelote, rodeada por un cordón.

La única nave existente está dividida en tres tramos por arcos apuntados ojivales sobre pilares cuadrangulares adosados, cubriéndose dichos tramos con bóvedas de cañón; la capilla mayor, se cubre con bóveda de crucería, se accede a la misma mediante arco de medio punto triunfal. La ermita es claramente una obra gótica, de finales del siglo XV, como denotan los arcos fajones apuntados y la decoración artística gótica en los tres tramos de la nave.

En el lado del Evangelio se conserva un retablo barroco de madera sin policromar, de un cuerpo como hornacina central, estípites a los lados y decoración a base de cartelas, ángeles, tallos y telas. En el presbiterio se conserva un retablo barroco policromado de un cuerpo y ático; el cuerpo está dividido en tres calles por columnas salomónicas con racimos; en el banco, una inscripción indica la fecha de realización: 1669, y los mecenas que le encargaron: “EN 12 DE DICIEMBRE DE 1669 AÑOS MANDO EN SU TESTAMENTO HACER ESTE RETABLO DOÑA MARIA JAZINTO DE CARVAGAL PRIMERA MVGER DEL MARQVES DE CAMARENA CON EL ROTVLO QVE ESTA EN LA PEANA. IZOSE EN VIDA DE DOÑA MAGDALENA JVANA DE SOLIS I OVANDO SEGVNDA MVGER DE DICHO SEÑOR A LOS 5 AÑOS DE VIVDEZ I SE FINALIZO DE DORAR AÑO DE 1705” (También en su testamento fechado el 12 de diciembre de 1669, doña María Jacinto de Carvajal, primera mujer del marqués de Camarena y Señor de la Arguijuela de Abajo don Pedro Francisco de Ovando, mandó “se haga un rretablo de madera, que se entiende un hueco, adonde se ponga Nuestra Señora de Grazia, y que en la peana se ponga un rrótulo que diga: este rretablo dio María indigna esclava de la Virgen”. Protocolos de Juan Fernández Zayas, caja 3784, 1669-1679).

En la hornacina central se situaría una escultura de la Virgen con el Niño, en madera policromada, de finales del siglo XIV (en la actualidad preside la hornacina una imagen de cerámica de la Virgen del Rocío, ya que la Hermandad que hay en Cáceres tiene su sede en esta ermita); en las calles laterales, pintura sobre tabla de la misma fecha el retablo, en el lado del Evangelio se representa a San Nicolás de Bari y a Santa Bárbara; en el lado de la Epístola, a San Antonio de Padua y a María Magdalena. Y, en el ático, un cuadro con la representación de San Vicente Ferrer.

La obra artística a destacar es la citada imagen gótica de Nuestra Señora con el Niño responde al tipo iconográfico de la “Odegetria” bizantina, la Virgen es portadora y conductora de su Hijo durante la infancia, variedad iconográfica que destaca en el siglo XIV, con la intención de humanizar el tema para hacerlo más comprensible al pueblo. Se nos ofrece vestida con túnica de color jacinto y el dorado de las ces y manto azul oscuro y zapatos de punta redondeada, mientras que el Niño que se dispone casi en el centro de la composición con una actitud rígida, lleva túnica talar marrón con estofado y tiene los pies desnudos. Porta el libro de la sabiduría divina y del mensaje evangélico en la mano izquierda y bendice con la derecha. Nuestra Señora de Gracia, tenía su sede en la ermita junto al Castillo de la Arguijuela de Abajo. En los años 80, dado que estaba muy deteriorada, fue restaurada en el taller de don Raimundo Cruz Solís, Taller de Restauraciones Artísticas Diocesano en Madrid. La cara estaba bastante perdida. Normalmente, la imagen se encuentra en la casa de don Ramón Jordán, Vizconde de Roda, en la ciudad de Cáceres, concretamente en la calle de los Condes, número 1. Se lleva a la Arguijuela de Abajo cuando se celebra algún acto. En la Iglesia de San Mateo tenía su altar, junto a los Ovando, donde ahora está la imagen de la Virgen de la Victoria patrona de Trujillo.

En el lado de la Epístola se conserva un retablo barroco, sin dorar, con los símbolos de la Pasión en cartelas, es el retablo que alberga la imagen de un crucificado de madera policromada (bajo la advocación del Cristo de la Expiración) del siglo XVI, con una tipología rígida y popular, restaurado en el año 1997 por doña María Antonia González Luceño, licenciada en Bellas Artes. En el año 1992 se fundó una cofradía penitencial que procesiona el Viernes Santo por la mañana al Crucificado. Es de destacar que el obispo don Juan José García Álvaro (1750-1783) concedió cuarenta días de indulgencia a aquellos fieles que rezasen ante las imágenes de la Virgen de Gracia y del Crucificado, según reza en una cartela que está en el lado del Evangelio: “El Ymº. Sp. D. JVAN JPH GARCIA ALVARO OBPO DE CORIA CONCEDIÓ 40 DIAS DE YNDVLGENCIA QVIEN REZARE VNA SALVE DELANTE D ESTA SSMA YMAGEN D. Nª. Sª. D GRACIA ROGANDO A DIOS POR LA EXTon D. Nra Sta Fee”. Y, en otra cartela: “El Ymº. Sp. D. JVAN JPH GARCIA ALVARO OBPO DE CORIA CONCEDIÓ 40 DIAS DE YNDVLGENCIA. REZANDO VN CREDO DELANTE DEL SSmo CHRISTO DE LA ESPIRACION. ROGANDO A DIOS POR LA EXALTAon D. Nra Sta FEE”.

 Es una impactante imagen la del Crucificado. La talla es decir ejecución, aunque no se conoce el nombre del autor. Se sostiene en tres clavos, los brazos del Cristo prácticamente son horizontales. Corresponde a la tipología de espira ante: boca abierta, arcos supraciliares elevados, nariz aguileña, fuerte entrecejo y frente estrecha. Barba larga abierta en dos picos, tiene negra cabellera, corona de espinas, la cabeza ligeramente ladeada hacia su derecha, el cabello o formando buques entrelazados, cae por los hombros. El estudio anatómico es de gran calidad, resaltando los músculos y las venas. Por encima de la cruz del Crucificado rezan en una cartela las letras: “JESUS NAZARENUS REX IUDEORUM”. Como es notorio, la Cruz ocupa el primer lugar entre las imágenes sagrada, ya que es el símbolo del misterio pascual. Por ella se representa la pasión de Cristo y su triunfo sobre la muerte, al tiempo que se anuncia su segunda venida, ya gloriosa.

 

Existe otro retablo barroco en el lado del Evangelio, sin policromar, que durante siglos albergó la imagen de Ntra. Sra. del Loreto que actualmente se encuentra en el Palacio del vizconde de Roda, en Cáceres.

 









ERMITA DE SAN BENITO

 

Se construyó junto a los restos de un antiguo convento benedictino situado en el cerro de San Benito, a 5 km de la ciudad. Algunos autores locales consideran que esta ermita tiene su origen en el siglo VII, habiendo encontrado en ella restos visigodos, al presentar dicha ermita disposiciones muy características de los primitivos conventos que fundaron los monjes benedictinos en el Occidente. Esta ermita y convento correspondió a la jurisdicción de la parroquia de San Mateo hasta que el 3 junio del año 1886 se construyó el templo de San Eugenio, en Aldea Moret.

Encontramos las referencias documentales más antiguas sobre la ermita de San Benito en el año 1544 en el contrato de asiento y concierto con él pintor Francisco de Hermosa de un retablo para la ermita. Otra referencia la encontramos en el año 1556, en una escritura que concierta Pedro Gómez ante Benito Fernández el día 27 octubre de 1556. Otra referencia documental corresponde al año 1621, concretamente en las ordenanzas de una cofradía que tenía su sede en la iglesia de San Mateo y las obras realizadas en la ermita y la hospedería para enfermos en el año 1764. Las dependencias anexas a la ermita sirvieron de hospedería, el 12 julio 1872 en un Auto del Secretario de Cámara del Obispado, se aprobaron las cuentas de las obras realizadas en la ermita y se establecen las reglas para el alquiler y la conservación de la hospedería[7]. En el año 1872 ya no existía ninguna cofradía y esta ermita era llevada por el párroco de San Mateo. En una carta escrita por el Secretario de Cámara y Gobierno del Obispado de Coria, fechada el 1 de marzo de 1872 y dirigida al cura párroco de la iglesia de San Mateo, se especifica que se ha extinguido la cofradía y se autoriza al cura párroco para la venta de bienes muebles (cálices y otros objetos) propiedad de la Cofradía para sus reparaciones. Los restos de la hospedería se encontraban ya en ruinas cuando Publio Hurtado visitó esta ermita en los primeros años del siglo XX. En el año 1935 en la visita que realiza Tomás Martín Gil a varias ermitas situadas en los alrededores de la capital cacereña encuentra a esta ermita de San Benito en deplorable estado ruinoso. De los bienes muebles existentes en la ermita, el investigador Alonso Corrales considera que la imagen de San Benito, obra del siglo XVI, es la que se conserva actualmente en San Eugenio; la imagen de siglo XVII de San Donato y la de San Benito (obra de finales del siglo XV), llamado “El Viejo”, que se encontraba llena de carcoma y xilófagos, optaron por quemarla y enterrar las cenizas en un lugar sin señalizar.

Es importante no confundir la ermita de San Benito que se encontraba en el campo a 5 km de la ciudad con otra ermita existente en la plaza mayor, en el lugar en el que se construyó la ermita de la Paz, concretamente algunos documentos hacen referencia a la existencia de esta ermita de San Benito y la sitúan, ya de por sí, en la plaza.

Es una construcción de mampostería. Se accede al interior por una puerta un arco apuntado, a los pies de la ermita, uno de los pocos restos que quedan de la edificación original; hemos de destacar a los pies de la misma una sencilla espadaña con un vano de medio punto. En los laterales y en el frente de la ermita, destaca un pórtico con arcos paneles sobre columnas graníticas. En la zona oriental se conservan los restos de celdas y otras dependencias del convento; tanto estos restos como la mayor parte de la ermita son obra del siglo XVIII. Debió de contar con bienes muebles de estimado valor artístico, de hecho, algunos autores que visitaron esta ermita conocieron obras de calidad como, por ejemplo, la existencia de una imagen de San Benito, de tamaño natural y una tabla que representaba Santa Lucía y que según Sanguino era del siglo XV, la misma tabla de la que hace referencia Publio Hurtado en su libro “Ayuntamiento y familias cacerenses”.

En su interior presenta tres naves de tres tramos separados por arcos apuntados sobre pilares cuadrados. La nave central se cubre con bóveda de cañón con lunetos, y las naves laterales se cubrían con estructura de madera, que ha desaparecido. El presbiterio mantiene su bóveda de crucería, existió un retablo que fue contratado el 20 julio de 1544 con Francisco de Hermosa, pintor vecino de Garrovillas (“ en que yo el dho Francisco de Hermosa aya de hazer e haga un rretablo a la dha yglesia de señor San Bº questá en el canpo de diez e seys pies del altar...e se ancho de diez e seys palmos de tercias de vara en manera que venga en proporción de la capylla principal questá en la dha yglesia el que en medio del dho rretablo a de aver un tabernáculo en questé la ymagen de Sant Bº que agora esta en la dha yglesia..e yo.. tengo de pintar la dha ymagen, el qual dicho rretablo a detener ocho tableros… e en el banco primero a detener tres ymagenes de nro señor Ixpto la primera puesto en la columna e el segundo en el sepulcro e el tercero la Cruz a cuestas en los segundos tableros a los lados del tabernáculo tengo de poner la ymagen de San Pº e la de Sant Juª Baptysta en los tableros de arriba tengo de poner la salutación e nascimyº e reyes.. e lo tengo de dar puesto e asentado el día de Sant Myguel del mes de setiembre del año venidero de myll e quisº e cuarenta e cinco años e me aveys de dar e pagar por el dho rretablo sesenta myll maravedís”.

Se conservan a su interior algunas pinturas murales al fresco, con las representaciones de la Estigmatización de San Francisco, Llanto ante Cristo muerto y San Cristóbal con el Niño Jesús; en el presbiterio, se conservan algunos fragmentos de pinturas con la representación de la Ascensión del Señor y  un rostro irreconocible; son pinturas de finales del siglo XVI. La disposición de las pinturas son las siguientes, en el ábside se encuentra la Ascensión del Señor y un rostro que no hemos podido averiguar su representación. Se conservan las pinturas de la nave de la epístola en cuyo frente se encuentran el Llanto ante Cristo muerto y San Cristóbal, y haciendo ángulo la Estigmatización de San Francisco. Se encuentran en muy mal estado de conservación algunos restos de pintura en la nave derecha. La pintura que representa la Ascensión del Señor fue descubierta en el año 1917 cuando se quitó el retablo que estaba adosado al ábside. Representa el momento en el que Jesús regresa al cielo con su Padre después de cumplir su misión en la Tierra, Antes de ascender dijo a sus discípulos: " Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, Judea, Samaría y hasta el confín del mundo" (Según el Evangelio de San Mateo (28,19-20).

Se nos representa en esta pintura al Señor de una manera muy característica a este tipo de representaciones ejecutadas en la segunda mitad del siglo XVI como son: la armadura muy ajustada al torso, el manto sobrepuesto, calzado militar y las correas que protegen a Cristo como simbolizando la Justicia. La representación aparece enmarcada en un espacio interior por columnas y un arco, propio del Renacimiento. El Señor porta en la mano izquierda el libro como tributo que simboliza la Ley (es el libro sagrado en donde constan las profecías que Jesús ha venido a realizar) y la bandera en la derecha, simbolizando la victoria, a la   figura gloriosa como se representa al Señor, como la piedra angular donde se basa la fe del cristiano.  La Ascensión es un momento más del único misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo, y expresa sobre todo la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza humana de Jesús como contrapunto a la humillación padecida en la pasión, muerte y sepultura.

 

En la nave de la Epístola se conserva la representación del Llanto ante Cristo muerto. Representa uno de los momentos más trágicos de la Pasión de Cristo, puesto que es el momento en el que tras morir, la Madre abraza a su hijo. Por ello es visible en los personajes gestos declamatorios y gesticulantes, representa inevitablemente el drama.  Estéticamente observaremos, unos paños con plegados lineales de aristas vivas, pero sin profundas oquedades que concentren un claroscuro en las superficies. La cabellera de Cristo es filamentosa, aparentemente como mojada.

La escena presenta una composición muy consistente, basada en la presentación de las figuras en primer término, donde yace el cuerpo de Cristo, con un elemento central que marca la composición que es la cruz, que media para que las figuras se presenten de gran volumen en sus formas y distribución. Pero también es de destacar la individualización de los personajes, que toman expresiones particulares, dando a entender el verdadero sentimiento de la obra: el dolor ante el Cristo muerto. Todas ellas llevan reflejados en sus rostros el dolor y la pena, con lo que se hace más accesible al espectador el entendimiento de la obra. Aparecen en la escena  José de Arimatea que sostiene el cuerpo  de Cristo,  Nicodemo  junto a otro personaje con la corona de espinas en las manos; la Virgen recibe el cuerpo de su Hijo en sus brazos, destrozada por el dolor; también están presentes en la escena en una disposición diagonal San Juan que está llorando, María Magdalena que mes a los pies de Cristo y María de Cleofás, intermedia entre la Virgen y San Juan. Destaca la naturalidad y el reflejo realista de los personajes. Incluso las fórmulas de los vestidos de los protagonistas responden a las posturas y cortos movimientos de sus cuerpos. A la disolución de la forma, el ilusionismo, la propia emotividad de la pintura se unen el color y la pincelada como una operación intelectual, basada en una abstracción que es la línea, que divide y señala contornos. El color, por el contrario, persigue objetivos emocionales, evocativos y no divide, sino que unifica, creando efectos atmosféricos.

Esta composición logra dejar atrás las versiones idealizadas propias de estilos anteriores para dar paso a una representación realista y humanizada de los personajes sagrados: María llora desconsolada sobre el cuerpo de Cristo, y San Juan muestra su dolor impotente. Todos los personajes transmiten un gran sentimiento de dolor mediante sus expresiones. Las figuras adquieren volumen en sus formas y distribución, enmarcadas en un ambiente renacentista con un arco sobre dos columnas marmóreas. Una de las características que se le deben a este artista anónimo es la utilización y sentido del color en la pintura, jugando con tonos más suaves y más destacados como el rojo y lo utiliza como efecto de la luz natural.

La imagen de San Cristóbal que aparece también en este mismo muro se encuentra muy mal estado de conservación, representada aquí en su actitud de portador de Cristo, éste como un niño pequeño, asentado sobre el hombro de San Cristóbal que según la leyenda atravesaba un río con los peregrinos al hombro. San Cristóbal es uno de los santos más populares, sin embargo apenas se conoce sobre su vida y su muerte. Una leyenda nos dice que había un rey incrédulo – oriundo quizás de Caná-  quien aunque ignoraba la plegaria de su mujer a la Santísima Virgen tuvo un hijo y le llamó Offero consagrándolo a dioses paganos. Con el tiempo Offero fue adquiriendo extraordinaria estatura y fuerza, y decidió servirse solo al más fuerte y al más bravo. Sirvió a un rey poderoso y más tarde a Satanás, pero descubrió que ambos carecían de coraje. Durante algún tiempo Offero buscó nueva forma de servir.  Al fin encontró a un ermitaño quien le habló de ofrecer su fortaleza a Cristo. EL le instruyó en la fe y lo bautizó con el nombre Cristóbal  -el portador de Cristo-,  y a partir de ese momento no solo se dedicaría al ayuno y a la oración, sino que voluntariamente aceptó el oficio de transportar a  las personas sobre sus hombros, de un lado al otro de un río caudaloso. Cristóbal había trasportado al que llevaba sobre su espalda los pecados del mundo. Esto excitó la ira del prefecto de la región Dagnus de Samos, en Licia. El santo fue encarcelado y después de crueles suplicios fue decapitado. Cristóbal significa “el que carga o portador de Cristo”. San Cristóbal, popularísimo gigantón que antaño podía verse con su barba y su cayado en todas las puertas de las ciudades: era creencia común que bastaba mirar su imagen para que el viajero se viese libre de todo peligro durante aquel día. Hoy que se suele viajar en coche, los automovilistas piadosos llevan una medalla de san Cristóbal junto al volante.

Con la historia en la mano poco puede decirse de él, como mucho que quizá un mártir de Asia menor a quien ya se rendía culto en el Siglo V. Su nombre griego, «el portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más bellas y significativas de toda la tradición cristiana. Nos lo pintan como un hombre muy apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él. Se lanza a los caminos y termina por apostarse junto al vado de un río por donde pasan incontables viajeros a los que él lleva hasta la otra orilla a cambio de unas monedas. Nadie le da razón del hombre muerto en la cruz que aterroriza al Diablo. Hasta que un día cruza la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se molesta en preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del río su peso se hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue llegar a la orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al mismo Dios que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien buscaba. -¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo entero?-Tienes razón, le dijo el Niño. Peso más que el mundo entero, pues soy el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A cualquiera que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí.

Cristóbal fue bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos. Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador Decio. Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió dos cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por Cristóbal y murieron mártires. Después de varios intentos de tortura, ordenó degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se convirtieron a Cristo. San Cristóbal es un Santo muy popular, los creyentes para simbolizar su fortaleza, su amor a Cristo y la excelencia de sus virtudes, le representaron de gran corpulencia, con Jesús sobre los hombros y con un árbol lleno de hojas por báculo.

En un ángulo se encuentra la representación de la Estigmatización de San Francisco, que el artista nos ofrece en éxtasis, pálido, joven e imberbe y con la tonsura monacal. Aparece vestido con el hábito de los franciscanos, con las llagas en las manos, en los pies, no aparece la llaga en el costado como es frecuente en otras representaciones pictóricas. Aparece el serafín del cual parten los estigmas y al que dirige su mirada San Francisco, corresponde al ángel y el cáliz que aparecen a Jesucristo en la Oración en el Huerto. Curiosamente aparece otro hermano franciscano dormido, que se corresponde con los tres apóstoles que estaban en el Huerto de los Olivos.

Este grandioso edificio con unas dimensiones de cerca de veinte metros de largo por catorce de ancho, con tres naves, y distintas estancias a su alrededor, situada en la actual urbanización Ceres Golf, ha sido restaurado, los trabajos han sido llevados a cabo por la Escuela Taller. Proceso de restauración que comenzó en el año 2007 y culminaron en el año 2010 (inaugurada el día 22 de junio de 2010), actualmente pertenece a la parroquia de San Eugenio de Aldea Moret. La obra ha sido llevada a cabo por los 145 alumnos de entre 16 y 25 años han aprendido y desempeñado trabajos de albañilería, acabados de construcción, cantería, carpintería y jardinería, dentro de este programa dirigido por la Universidad Popular de Cáceres y cofinanciado por la Consejería de Igualdad y Empleo a través del Fondo Social Europeo y del SEXPE (2.189.201,24 euros), por el Ayuntamiento (178.941,45 euros) y la empresa Progemisa (12.000 euros). Además de la formación específica, los alumnos han recibido en este tiempo formación complementaria: educación básica, habilidades sociales, y contenidos formativos transversales; y una serie de cursos monográficos sobre prevención de riesgos laborales, dibujo técnico, informática, nociones de arqueología, rehabilitación y restauración y han percibido una beca mensual durante la duración del trabajo.

 

 

 

 














 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Archivo Diocesano de Santa María la Mayor. Libro I de bautizados. fol. 24. En Apéndice Documental (foto).

[2] Archivo Diocesano de Santa María. Libro I de difuntos. fol. 203. En Apéndice Documental (foto).

[3] Censo de Vecinos Pecheros. Archivo General de Simancas. Contadurías Generales, Leg. 768; y el Censo de Población de 1591, Archivo General de Simancas. Dirección General del Tesoro. Leg. 1301, Inv. 24.

[4] Libros de Acuerdos Municipales que desde el año 1600 a 1608 constatan que en varias reuniones del concejo se ponía de manifiesto la peligrosidad de la peste, dando multitud de órdenes para evitar el posible contagio. Archivo Municipal de Cáceres.

[5] Protocolos de Diego González. Caja 3826, fol. 368. Archivo Histórico Provincial de Cáceres.

[6] Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Sección Real Audiencia.

[7] Archivo de la iglesia parroquial de San Mateo, legajo 11, número 12.