ARS
LONGA, VITA BREVIS.
PATRIMONIO OLVIDADO Y PATRIMONIO
RECUPERADO EN LA TIERRA DE CACERES: CAPILLAS, ORATORIOS Y ERMITAS
Si
queremos conocer la vida, cultura y costumbres de un pueblo o de una comunidad
tenemos que aproximarnos a la forma de entender y practicar su religión. La historia no se entiende hoy como una relación
de datos, fechas, grandes acontecimientos, etc.; hay que ir más allá y
profundizar en la vida, creencias y sentimientos de sus habitantes.
Vamos a presentarles un reducido número de ermitas, unas de ellas en deplorable
estado de conservación y otras, por el contrario, felizmente restauradas. En el
complejo estudio que hemos realizado mi compañero Oscar y un servidor, hemos
visitado no solo las ermitas existentes en la tierra de Cáceres, sino también,
oratorios o capillas en fincas particulares donde formaron parte de
edificaciones castrenses en su mayoría medievales.
La Tierra de Cáceres o Jurisdicción de
Cáceres, es una comarca histórica situada al Sur de la Provincia de Cáceres,
ocupa una buena parte de la penillanura trujillano-cacereña. Esta tierra está
surcada por el río Salor y su afluente el río Ayuela, el río Tamuja hasta
desembocar en el río Almonte. Nos encontramos ante terrenos llanos de la
penillanura, sólo los arcillosos, pizarras y granitos, con tierras
esencialmente dedicadas al cultivo o a la ganadería.
En general, el origen de
estas ermitas son santuarios que han sido mandados construir por la devoción
particular de algún devoto hacia un santo o santa que pueden ir desde su
construcción para conmemorar un acto milagroso
o santificar un lugar concreto y real asociado a la vida de un santo,
Virgen o Cristo hasta ubicarlas en zonas con la existencia de aguas con poderes
milagrosos o curativos, también capillas existentes en casas fuertes donde los
nobles oraban. El fenómeno de los patronazgos, que comenzó a tener un relieve
significativo a partir del siglo XIV, con motivo de los trágicos brotes de peste
que entonces se manifestaron, se mantuvo en auge hasta el siglo XIX alimentado
por las frecuentes epidemias de cólera, fiebre amarilla, tifus o plagas de
langosta que se fueron sucediendo. Se construyeron entonces muchas ermitas
dedicadas a santos a los que se invocaba en catástrofes, como es el caso de San
Sebastián contra la peste y San Gregorio contra la epidemia agrícola de
langosta.
En la misma línea, el
evangelista San Marcos, con la doctrina de su evangelio contribuyó al
afianzamiento de la
Iglesia. Es considerado uno de los bienhechores de la agricultura gracias a
los poderes que le atribuía la creencia popular. Es una lástima que la ermita
de San Marcos, cercana a la Torre de los Púlpitos, fuese derribada en el año
1964 por encontrarse en deplorable estado, pues fue el lugar sagrado donde se
celebró misa cuando el ejército cristiano reconquistó Cáceres el 25 de abril de
1229, aunque otros autores consideran que la primera misa se celebró en la
desaparecida ermita de San Jorge, cerca de Fuente Concejo.
En nuestro trabajo hemos estudiado las ermitas desde el
punto de vista histórico-artístico, no cabe duda de que algunas de las ermitas
de la Tierra de Cáceres, no todas, han gozado de estudios por parte de
historiadores como Martín Nieto, Ortí Belmonte o Boxoyo, Corrales Gaitán,
Martín Gil o Publio Hurtado, aspecto importante del estudio de las ermitas es el
ámbito geográfico (cimas de montes, junto a fuentes o ríos, etc.) se obtienen
datos de gran interés sobre la sacralización de determinados lugares y sus
posibles precedentes históricos.
EDIFICIOS EN LAMENTABLE ESTADO DE
CONSERVACIÓN
CAPILLA DE LA CASA DE LOS ARROGATOS
Importante
casa señorial a la que se unen distintas edificaciones destinadas a actividades
agropecuarias. Encontramos datos documentales en el libro de Yerbas de 1694
donde se hace referencia a la dehesa de Arrogatos entre las propiedades del
mayorazgo de don Gonzalo de Carvajal, según sabemos por el Libro de Yerbas de
1694. A mediados del siglo XVIII (1753), en el Catastro de Ensenada, se incluye
dehesa entre las propiedades de don Gonzalo Antonio de Carvajal, gracias a esta
fuente impresa sabemos que aún no se había construido la casa.
Será
el sacerdote y escritor Benito Boxoyo el que cite la casa como construida a
finales del siglo XVIII por Gonzalo Antonio de Carvajal, lo que justifica la
presencia del escudo de armas situado sobre la puerta, habiéndose utilizado
para la misma, piedras romanas de una villa existente en la zona. Es una
magnífica casa señorial a la que se suman varias instalaciones destinadas a
usos agropecuarios, tuvo gran importancia por su completa dotación de naves y
servicios destinados a labores agrícolas y ganaderas en los inicios del siglo
XX tal y como aparece recogido en el Libro de Yerbas. La casa tiene planta
rectangular con dos plantas. En la fachada principal, por encima de la puerta
adintelada de acceso a la vivienda hay un escudo con las armas de los
Carvajal-Ulloa. En el lado meridional hay un porche con tres tramos cubiertos
con bóvedas de arista sobre pilares, allí está el acceso a la capilla. Sobre
este porche se construyó un salón.
En
su interior se conserva una capilla, también con acceso exterior, que conserva
un retablo dividido en tres cuerpos con un banco, tres compartimentos y un
ático a modo de frontón, obra ecléctica del siglo XIX, con el escudo de
Carvajal en el frontón.
CAPILLA DE LA CASA DE LAS CORCHUELAS
Los
primeros datos sobre la dehesa de la Corchuela nos los ofrece el Memorial de
Ulloa y se remontan a los inicios del siglo XV, cuando Álvaro de Sande se casa
con Isabel Álvarez de Saavedra, señora de la dehesa de la Corchuela.
En
el siglo XVI esta casa era de Sancho de Paredes Golfín, lugar donde pasaba
largas temporadas. Hemos de destacar que Sancho de Paredes Golfín tenía su propiedad
en la villa de Cáceres, concretamente el palacio llamado de los Golfines de
Abajo.
El recinto principal
de esta edificación de las Corchuelas, correspondiente al siglo XV, consistía
en un cuerpo elevado de planta cuadrangular con tres pisos con habitaciones
cubiertas con bóvedas de arista, y en lo alto crucería y el cerramiento
mediante cuatro aguas. A partir del siglo XVI se llevan a cabo distintas
ampliaciones y añadidos, tenemos constancia de la intervención en las obras del
cantero Pablo Pérez, según documento del Archivo Hco Provincial de Cáceres,
ante el Escribano Juan Romero, el 5 febrero 1606. Aunque el aspecto definitivo
los quiere la edificación en las obras realizadas en el siglo XVIII, según
denota la descripción existente en el dintel de la puerta principal: “REPAROSE
ESTA CASA. AÑO 1739”. Por tanto, al
bloque primitivo correspondiente al siglo XV se han ido añadiendo distintos
volúmenes en los siglos siguientes, algunos conservan su datación grabada en los muros. A finales
del siglo XVIII Simón Benito Boxoyo elogia
la fertilidad de sus tierras diciendo que tenía“huerta, olivares, charcas
con pesca, conejos y una hermosa arboleda de almendros y acebuche…”, además
de un coto de caza mayor con privilegio real. En el libro de yerbas de 1909 figura la casa, con 34 habitaciones, con una buena dotación
de dependencias de labor, entre las que se contaban: un gran corral, tinado
para 25 reses, cinco cuadras, dos pajares grandes, una zahurda para 30 cerdos,
la huerta de 4 fanegas con casa, cuadra y pajar, una cerca de olivar, otra
cerca de encinas y pasto, pozo con agua abundante y noria, más dos estanques.
La
capilla existente en la casa se realizó a comienzos del siglo XVII, se
encuentra en deplorable estado de conservación habiendo utilizando los
propietarios de la vivienda el espacio eclesial como uso privado, construyendo
una chimenea y dedicando la ermita a usos agropecuarios. Se observa aún el
suelo original de cantería y los muros de mampostería encalada. La ermita tenía
nave única dividida en dos tramos cubiertos con bóvedas de aristas y un arco
triunfal separaba la capilla mayor, cubierta con una cúpula sobre pechinas,
cuyo habitáculo semicilíndrico se puede observar en el exterior.
CAPILLA DE LA CASA DE LA
CALERA
Entre las poblaciones de
Arroyo de la Luz y Casar de Cáceres, está la dehesa y casa de La Calera. La
construcción principal es obra del siglo XVII y de ella ya hay referencia en el
Catastro de Ensenada a mediados del siglo XVIII (concretamente en 1753). El cortijo se organiza en torno a un patio o
glorieta, con la casa principal y un horno a un lado, más la capilla y varias
construcciones pecuarias en el otro. En la casa principal se percibe bien la
dualidad funcional oscilando entre su actividad residencial y la productiva,
pues en el piso superior se disponen todas las habitaciones para alojamiento y
estancia de la familia titular, algunas con buenas techumbres de madera,
mientras que en la planta baja, a partir del zaguán y vestíbulo de entrada, se
suceden varias habitaciones utilizadas como cuadras y caballerizas, con acceso
directo desde una puerta trasera (ahora tapiada) y también desde la puerta
principal. En la fachada hemos de destacar los vanos adintelados recercados con
sillería y, en algunos casos, como
molduras esgrafiadas. En la fachada principal se conserva un blasón en
alabastro, rematado con yelmo y montado sobre la cruz de Alcántara, que no
tiene ninguna vinculación linajuda con los propietarios, posiblemente es una
pieza de acarreo.
Se conserva la capilla en
muy mal estado de conservación. Tiene
una nave cubierta con bóveda de aristas más la cabecera cubierta con bóveda de
media naranja, hasta hace pocos años existía un
retablo de factura barroca clasicista datable en la primera mitad del
siglo XVII, se estructuraba en tres calles con un único cuerpo, más un frontón
redondo ésa gastaba al espacio que aún se conserva en el muro, todo remarcado
por pilastrillas acanaladas, volutas y molduras, en el centro se disponía la
imagen de la Virgen de África y en las calles laterales las imágenes de San Antonio de Padua, en el lado del
Evangelio, y San Francisco, en el de la Epístola, disponiéndose en el remate
otro lienzo con la representación del Calvario; también dos óleos sobre lienzo
en cada una de las tres calles y también
en el centro del ártico. El retablo ha sido retirado de su lugar original. En la actualidad, la ermita está abandonada,
en un estado deplorable.
Al conjunto se han ido
añadiendo a lo largo del tiempo otras dependencias pecuarias que reafirman su
condición de explotación rústica.
ERMITA DE SAN JORGE
El
mayor repertorio de pintura mural del pintor Juan de Ribera le encontramos en
la ermita de San Jorge. Está
situada en la dehesa "Los Mogollones", a 12 km. de la capital
cacereña. Se la conoce como ermita de San Jorge, patrón de Cáceres, Se conserva
un Acta del Ayuntamiento de la sesión celebrada el 6 de octubre de 1902 donde
se especifica el mal estado de las pinturas por el agua que inunda su recinto. Ya
se lamentaba este servidor de su estado en 1991. en una publicación titulada
“Las pinturas de la ermita de San Jorge en progresivo deterioro”, en El
Diario de Extremadura, 14-2-91.
El primer autor que la cita como tal fue don Tomás Martín Gil en
sus “Excursiones a
viejas ermitas”, publicado en 1936 en la
Revista del Centro de Estudios
Extremeños. No obstante, hemos de aclarar que se trata de una
ermita particular erigida por los Mogollones, podría perfectamente denominarse
con el nombre del patrón de Cáceres y no tener absolutamente nada que ver con
la Cofradía erigida en la capital.
Desde el siglo XVI tenemos
constancia de la existencia de tierras y casas de Alonso de Torres en el paraje
de los Mogollones, según acta de fundación del Mayorazgo de Rodrigo de Ovando,
en 1520, figura una de sus propiedades en los Mogollones, lindero con
posesiones de Alonso de Torres. Archivo Casa de las Seguras de Cáceres,
fundación Mayorazgo Rodrigo de Ovando. El proceso genealógico del citado Alonso
de Torres encontramos los linajes de Torres-Ulloa-Quiñones. Nos interesa la
línea formada por los Ulloa-Torres que descienden desde Leonor de Torres Ulloa
hasta que Catalina de Ulloa Torres, señora de los Mogollones los señores que
habitaron esta dehesa (Sabemos de la existencia de una Cofradía de San Jorge
que estuvo agregada a la Iglesia de Santa María de Cáceres, pues en el A.H.D.
figura el libro de “Cuenta de San Jorge” en cuya portada dice: “Aqueste libro
es de la Hermandad y Cofradía de Señor San Jorge patrón desta mui noble villa
de Cáceres”). En él se contienen toda una serie de ordenanzas, listas de
hermanos, de inventarios y de bienes de
la cofradía.
La ermita de culto privado es de reducidas dimensiones, cuatro
grandes arcos apoyados en fuertes muros, empotrados éstos en el terreno, dan a
esta ermita el aspecto raro de estar construida aprovechando una hondonada
cubierta de agua, para techarla se utilizaron grandes piedras graníticas
apoyadas sobre arcos transversales. De
las cuatro partes en que queda dividida por sus arcos, tres de ellas están cubiertas
por agua mientras que la cuarta, formada por el coro, tiene su superficie
frontal ocupada por frescos que representan escenas bíblicas, por encima de las
cuales se hallan inscripciones en letra gótica, de tres renglones, que
contienen los versículos correspondientes a las escenas representadas. Al lado derecho de la ermita se encuentra la
antecapilla, con restos de pinturas en los muros.
Antes de la capilla se encuentra la única entrada a la ermita, se
observa cómo se trataba de una puerta con arco de medio punto, hoy destruido.
En esta zona se conservan restos de pintura mural formada por angelotes que, se
adaptaron al arco, posiblemente cubrieron todas sus dovelas. Entrando en la
sala, los paramentos no conservan restos pictóricos. Esta zona anterior a la
entrada a la capilla estuvo cubierta por bóveda de arista y decorada con los
cuatro evangelistas, ya que el único resto conservado representa a San Lucas
acompañado de su símbolo parlante, el buey, y de las palabras con que comienza
su obra escrita sobre su libro que sirve de la ilustración al tema: “MISSUS
/EST/ ANGELUS/GABRIEL..”... A la izquierda del Evangelista se observa un león,
símbolo de San Marcos.
La capilla, formada por una celda con bóveda de arista
totalmente decorada al fresco. La iconografía de este conjunto muestra un recorrido iniciático, en
parte perdido, que se
inicia en el coro con escenas bíblicas, acompañadas de inscripciones góticas en tres renglones, que contienen los versículos de: aparición de Yaveh a Abraham en el encinar de Mambré, la Bendición de Isaac a Jacob, preconizando la llegada del Mesías.
Destacan varias
inscripciones como: "Sume arma tua, pharetram et arcum, et affer ut
comendad, et benedicat tibi anima mea \ caput XXVII". Se trata de los
párrafos de la Bíblica pertenecientes al Génesis (XXVII,3-4) En castellano: “..Toma tus saetas, tu aljaba
y tu arco, sal al campo y me cazas alguna pieza. Luego me haces un guiso
suculento, como a mí me gusta, y me lo traes para
que me lo coma, a fin de que mi alma te bendiga..."
Corresponde a la conversación que Isaac mantiene con su hijo
Esaú al que, como primogénito, se
disponía a bendecir para transmitir sus bienes y poderes, pero Rebeca, mujer de
Isaac, que goza a la predilección de Jacob, hijo menor, suplantará a Esaú por
Jacob cuando el primero, obedeciendo a su padre, va a cazar al campo. Próxima a
ella está la inscripción y la escena de la bendición de Isaac a Jacob. Los
versículos que discurren sobre el tema corresponden al Génesis (XXVII, 28-29) y
dicen : "Det tibi deus de rore caeli, et serviant tibi/ populi et
adorent te tribus, esto dominus/ fratrum tuorum" En castellano: “Dios te dé el rocío del
cielo. Sirvante pueblos, y te adoren naciones, se señor de tus hermanos”.
Un tercer epígrafe recorre
la parte superior de toda la mitad izquierda del coro, a la que corresponden
dos escenas que relatan lo sucedido a
Abraham en Mambré. La
leyenda correspondiente a Génesis (XVIII, 3-4): "Domine si inveni
gratiam in oculis tuis, ne transeas servum/ tuum, sed afferam pauxillum aquae,
et laventur pedes vestros/ et requiscite sub arbore,. tres vidit et unum adorayit".
En la primera se nos ofrece la llegada de los tres caballeros a
los que Abraham, rodillas en tierra y juntas las manos, parece haber reconocido
como emisarios divinos y los adora. Después en otra escena nos ofrece la
hospitalidad de Abraham hacia sus huéspedes a los que agasaja con comidas. El recorrido
continúa en la antecapilla, en donde cabe destacar la complejidad
de la decoración, dividida por el autor en fases: Escenas de la vida de Cristo, de las que sólo quedan dos, en
parte, la Anunciación de la Virgen y
Cristo en el Huerto de los Olivos,
en un sincretismo que señala Vida-Muerte. En los muros inferiores destacan figuras de santos mártires femeninas, como
Santa Lucía y Santa Bárbara, y masculinas como Santiago (aparece como
peregrino, no matamoros) y San
Lucas. El arranque de la bóveda que permanece, visión que estaba decorada por los Cuatro Evangelistas, de los cuales queda Juan. En la última fase del
recorrido nos aproximamos al lugar más
sagrado iconográficamente hablando; en el
oratorio el artista ha representado las dos escenas sublimes del Evangelio -el Bautismo y la Piedad-...
Estas escenas se completan con el Padre Eterno en la bóveda y la Estigmatización
de San Francisco de Asís. Dios padre ocupa el centro de la bóveda de la
capilla y las cuatro pechinas que la circundan están decoradas por cuatro
figuras que representan a los cuatro Padres
de la Iglesia Latina. El sistema de la representación está centrado
sobre la concepción del Dios Justiciero (mano diestra levantada arengando, y
señalando con el índice, en su mano izquierda sostiene una esfera, símbolo de
la totalidad y la alegoría del mundo, que, como atributo del Dios-Padre viene a
resaltar su poder y su dignidad imperial. La fecha de su ejecución viene
determinada por la firma del autor y fecha: sobre una columna pequeña y tosca
que separa la antecapilla del coro se encuentra escrito en letras góticas: “JUAN
DE RRIBERA PINTO MDLXV (1565)”.
Los modelos de representación han sido tomados de
los Evangelios Apócrifos (como es el caso de Santiago Peregrino), de modelos flamencos
del siglo XV (La Piedad) e
incluso modelos de influencia bizantina como es el caso del Bautismo de Cristo, que
nos recuerda a las concepciones abstractas del espacio en los mosaicos.
Con respecto a Santiago, el pintor nos lo presenta ostentando el
hábito de peregrino con una serie de atributos que lo caracteriza, como el
bordón o bastón de peregrino en el que se apoya, la esclavina o vestidura de
cuero que tiene sobre los hombros, así como los adornos que lleva sobre el
turbante que le cubre la cabeza: venera o concha y espinas. La iconografía de
los atributos que presenta como el turbante en la cabeza nos dan la clave de la
representación; el turbante o gorro es propio de los que utilizan los pueblos
orientales en los que Santiago desarrolló sus primeras actividades apostólicas;
las espinas que lo adornan son símbolos de “sufrimiento, tribulación y pecado”
y la concha simbolizaba a los que marchaban a Compostela. Es, pues,
Santiago en su peregrinar de Oriente a
Compostela.
Santa Lucía nos representa
el triunfo de la virginidad sobre el pecado –postura hierática, con bello
rostro y larga cabellera-, va acompañada de sus atributos característicos, el
considerarla como Virgen está sacado de su leyenda, según la cual se arrancó
los ojos y los envió en un plato a su
desposado, mientras que con la mano izquierda sostiene una palma que hace
referencia al martirio. El personaje que aparece por encima de la santa citada
es Santa Bárbara, que se nos ofrece con el rostro típico de toda Virgen y va
acompañada con su atributo personal, la torre.
La facilidad
pictórica del artista para concebir escenas y desarrollarlas en un planteamiento iconográfico de fuerte
sentido místico, nos lleva a pensar en un buen
conocimiento de la temática religiosa en temas bíblicos, o en su caso Ribera podría haber seguido un programa preestablecido
por algún personaje religioso de la
obra Franciscana.
Desde el punto de vista de la
técnica el autor asume con facilidad la composición y el colorido, sin
embargo carece de proporción y perspectiva adecuada para las figuras, tratándolas desde el punto de
vista arcaico, próximo a la concepción de iconos en cuanto a figuras aisladas y con
mayor sensibilidad en cuanto al ritmo y movimiento en las escenas bíblicas, no
olvidándose del sentido dramático de algunas de ellas, como es el caso
de «Cristo en el Huerto de los Olivos», «la Piedad»
o la «Estigmatización de San Francisco».
Una
de las escenas más impresionantes es la del Descendimiento. Se trata de una
composición claramente renacentista, simétrica, inscrita en un semicírculo
teniendo a la Virgen como eje central de la obra y el cuerpo ensangrentado de Cristo,
en los extremos, José de
Arimatea, que sostiene en sus brazos el cuerpo muerto de Cristo y San Juan, que
limpia sus lágrimas con un pañuelo en la mano. La Virgen, con las manos
entrecruzadas en el pecho con rostro de dolor ante el cadáver de su Hijo. Esta
composición está ubicada sobre un altar pequeño que existe en la capilla. Las
figuras resaltan la ternura y el dolor
Escasos restos quedan de otras escenas en la capilla –cubierta con
bóveda de arista, en cuyo centro está Dios Padre como señor del mundo,
bendiciendo con la diestra levantada, teniendo en su mano izquierda la bola del
mundo marcada con el crismón- como la del Bautismo de Jesús recibiendo las
aguas del Jordán de manos del Bautista. Aparecen como símbolos parlantes el
agua y la concha de bautizar. En las pechinas están los cuatro Padres de la
Iglesia Latina con sus atributos: capelo, mitra, pequeña iglesia, etc...
Son
escasas las noticias que tenemos sobre la vida del pintor Juan de Ribera.
Podemos conocer la autoría de las obras pictóricas que estudiaremos por las
características estilísticas de las mismas y por la firma del autor en ellas,
mostrándonos su largo período de actividad en la provincia de Cáceres, sobre
todo en la diócesis de Coria-Cáceres (1565-1585): ermita de San Jorge
(Cáceres), Portaje, Mata de Alcántara, Villa del Rey, Torrejoncillo y
Portezuelo. Si bien carecemos de documentación sobre su obra, sabemos algo
sobre su vida, solamente nos aporta algún dato Tomás Pulido, pues Hurtado se
limita a citarle “Hacia 1560 teníamos en Cáceres un pintor llamado Juan de
Ribera, que ignoro qué obras produjo”. Estaba casado con María Escobar, y
eran vecinos de la ciudad de Cáceres, pues el 30 de diciembre de 1561, ante
Benito González, venden a Diego Álvarez, vecino de la misma villa, 2000
maravedíes de renta de censo por la casa en la que vivían en la calle Parras,
lindera con la casa de Diego González, criado de Juan de Figueroa y por la otra
parte con la casa de la Gutierra. Era feligrés de la iglesia de San Juan. No
aparece referencia alguna en los diferentes vecindarios realizados en Cáceres
durante el siglo XVI, sabemos que su mujer era hija de Diego Carrillo y de
Francisca de Godoy, que tenía parentesco con Francisco de Godoy, el indiano
cacereño.
Por
los documentos encontrados en el Archivo Diocesano de Cáceres (Palacio
Episcopal) el 26 de julio de 1579, Juan
de Ribera, pintor, bautiza a su hijo Nicolás[1] (correspondía al primer
matrimonio del pintor. En la lista de padrinos aparece varias veces Juan de
Ribera, pintor, que se casa dos veces. Sabemos que Nicolás muere el 6 de noviembre de 1597 e hizo testamento, siendo testamentarios Juan
Hernández Mostaza y Ana Rodríguez, su mujer[2]. En tiempos del pintor Juan de Ribera, la ciudad de
Cáceres experimentó un crecimiento importante, la mayoría de la población nació
en las calles colindantes pertenecientes a la feligresía de San Juan[3]. A finales del siglo XVI
se produce un descenso demográfico motivado por la peste que arrasó a la ciudad[4]. Las obras artísticas eran
encargadas por mecenas pertenecientes a la nobleza que controlaban la actividad económica (el
mercado y eran grandes latifundistas). La provincia de Cáceres por esta época
se halla dominada completamente por tierras de Realengo, Señoríos y territorios
controlados por la Orden de Alcántara. Ejemplo de este poder económico son las
numerosas ermitas en dehesas particulares, algunas de ellas, ornamentadas con
pinturas murales. Hemos de destacar en el siglo XVI el florecimiento histórico del
momento extremeño,
despertar breve por las artes plásticas, donaciones y construcciones por la masiva
cantidad de oro americano y por el enriquecimiento rápido de los indianos extremeños,
algunos de ellos de regreso a la región. Este hecho, si bien podría haber
sido favorable a la expansión económica y cultural de la región, sólo sirvió
para engrosar las filas de la nobleza rural y urbana por parte de los indianos
con premisas y condiciones económicas ancladas en estructuras feudalistas
medievales.
La pintura mural será una
práctica usual a lo largo del siglo XVI, que se proyectará hasta el siglo XIX. En
el afán de lucro que lleva a cabo esta nueva nobleza, así como la de
rancio abolengo y el clero (que se verá muy favorecido por espléndidas donaciones),
esta obra mural abarata la decoración de edificios religiosos, frente al
encarecimiento de los retablos, y en edificios civiles frente a la decoración de tapices,
generalmente importados. La pintura mural es una práctica asequible en España, aunque
no muestra una tradición de artistas preparados técnicamente, como en el caso de
Italia. Era frecuente que los talleres del siglo XVI, castellanos y andaluces,
prepararan en el oficio a los futuros pintores, pero no en el ejercicio del dibujo, la
proporción y la perspectiva, ciencia tan de moda, después de los primeros tratados
publicados en el siglo XV en Italia. Ribera está dentro de la línea de estos
autores que dominan el arte de la ejecución, pero no de la técnica, lo cual nos
muestra un modelo de artista-artesano con idea de su identidad artística, pero que alejado de los
centros humanísticos es carente de formación técnica adecuada. A pesar de ello
los pintores murales gozarán de una importante demanda de obras en nuestro
entorno, gracias al aumento de decoraciones en iglesias, capillas y palacios. Además de estos
trabajos, que muestran la gran actividad del pintor en la Diócesis de
Coria-Cáceres, tenemos constancia documental de obras de Ribera que no se han conservado, tal es
el caso de su actividad en la Iglesia Parroquial de Portezuelo en el año 1574, pinturas
por las que pagaron al pintor seis mil ochocientos y sesenta y ocho maravedíes.
ERMITA DE SANTIAGO DE BENCALIZ
La
ermita de Santiago de Bencáliz o de Vencáliz, se encuentra en el partido
judicial y término municipal de Cáceres, entre Aldea del Cano y Casas de Don
Antonio, es esencialmente una fortaleza, que perteneció al Marqués de Santa
Marta y, posteriormente, a la Duquesa de Valencia, procedente por herencia, de
la casa de los Golfines. Aparece recogido en el Fuero que dio a Cáceres su
conquistador donde se le menciona como Atalaya
de Vencaliz y después del apóstol Santiago. Según Roldán Hervás, en este lugar estuvo ubicada Sorose (primera mansión de la vía
militar que iba desde Mérida a Salamanca), mencionada en el Itinerario de
Antonino, habiéndose localizado en la zona restos romanos de la villa o
asentamiento romano rural existente o mansio
Ad Soroes, habiéndose localizado la presencia de mosaicos, restos de
cerámica y pinturas murales romanas, así como en la edificación medieval
próxima el miliario XXVII, en las campañas de excavaciones dirigidas por el
profesor Enrique Cerrillo entre los años 1975 y 1978, el cronista Floriano
Cumbreño señaló que sobre las ruinas de la mansión romana el árabe Aben Valis
construyó una atalaya.
Muy cercano está el puente romano-medieval de Santiago de Bencáliz toma su
nombre de la dehesa y casa-fuerte que junto a él se ubica, propiedad que
aparece en la Edad Media donde siglos antes se asentaba la villa romana de
Bencáliz, próxima ésta a su vez se encuentra la mansio Ad Sorores, que acogía a los viajeros que desde Emérita
Augusta partían hacia el Norte tras 26 millas de viaje dejando atrás la capital
de la Lusitania.
Al igual que la mencionada quinta, que ha visto cómo desde la dominación romana
diversas familias hacían de estas tierras su hogar, transformando los edificios
que allí se asentaban según las épocas y necesidades, el Puente de Santiago se
ha visto también transformado desde que en un primer momento se concluyera que
en ese punto debería levantarse tal obra de ingeniería, salvando así no sólo
las aguas del arroyo Santiago, que bajo él pasa, sino además haciendo frente a
las frecuentes inundaciones que en la zona se producen en épocas lluviosas
debido a la llanura en mencionado enclave del terreno. Es así por lo que, en el
medievo, y tras la Reconquista de la región, mientras que la Casa fuerte de
Bencáliz, obra del siglo XV, recuperaba la ermita de Santiago que allí perdura
(en muy mal estado de conservación), construida sobre las bases de una antigua
residencia romana, el Puente de Santiago se veía transformado y restaurado.
Respetándose el ojo inicial e individual, con arco de medio punto compuesto a
base de repetidos sillares graníticos, se alargó su trazado añadiéndole dos nuevos
aliviaderos cuadrangulares, uno a cada lado del ojo central, reconstruyéndose
el pretil y reformándose la calzada hasta alcanzar un ángulo agudo en su
punto medio, solución arquitectónica propia de los puentes del medievo.
Nos
encontramos, por tanto, en un importante lugar de asentamientos existentes
desde la antigüedad.
El
sacerdote Benito Boxoyo nos refiere lo siguiente: “Hay una iglesia muy capaz dedicada al Apóstol Santiago, el Mayor; en
ella se advierte el asiento del púlpito y la Cruz parroquial, que usaban en las
procesiones, es de bronce, formada de labores salomónicas y lazos. En el
recinto de esta iglesia se descubren piedras labradas de cantería, cimientos de
casas, ladrillos gruesos y, particularmente, se ve el cimiento de un edificio
de cerca de 20 varas en cuadro de cada lienzo y cuatro varas de grueso; puede
conjeturarse fuese la atalaya de Vencáliz, que el rey don Alonso, conquistador
de Cáceres, nombra, señalando los términos que concedió, según consta del libro
de sus privilegios. La casa tiene dos muy antiguas y fuertes torres; en uno de
sus portados está una piedra de finísimo alabastro con varias labores,
semejantes a las del templo de Marte, que conserva Mérida, tiene de largo más
de tres varas y dos tercias de grueso en cuadro. Entre dos arcos de un portal
está en una piedra en figura cilíndrica, en que se ven varios caracteres
romanos” Es de destacar que a
mediados del siglo XX se celebraba una romería a esta ermita el día 1 de mayo.
Se
trata de una construcción del siglo XV, en muy mal estado de conservación. Tenemos
datos importantes de la existencia del recinto medieval desde el siglo XV,
pertenecientes a las familias Carvajal, Golfines, y Mayoralgo. Consistente en
una ermita de una sola nave, dividida en dos tramos por un muro transversal que
divide la capilla mayor o ábside semicircular del resto del templo, aún
conserva sus arcos triunfales y los restos de una basílica visigoda que se
encontraba anexa a esta edificación posterior, cuyos muros fueron
reaprovechados para la ermita del siglo XV, e incluso habiéndose utilizado los
restos de edificios romanos anteriores como piedras de acarreo para la
construcción de una buena parte de la ermita, tal y como se puede comprobar por
los sillares existentes, incluso dos
inscripciones romanas, una de ellas situada en el actual Altar Mayor.
Destaca una puerta en arco de medio punto de sillería ornamentada con las bolas
o bezantes. Aún se percibe algún resto de pintura al fresco que decoró los
muros del interior de la ermita y los dos altares situados a ambos lados de la
ermita, así como el mayor que estuvo presidido por la imagen del Crucificado,
tal y como puede comprobarse en la actualidad, a pesar de encontrarse en muy
mal estado de conservación.
En
el año 1550, la ermita fue favorecida por mandas testamentarias de los vecinos
de Aldea del Cano: “Ytem mando a la
yglesia de Sant Martín medio rreal y mando a Santiago de Bencaliz e a Sant
Yuste y a Santa María de Graçia e a San Juan Hevanjelista questá en el
Alguijuela a cada una dos maravedís para azeyte”[5].
En
el año 1790 cuando se lleva a cabo la Visita de la Real Audiencia de
Extremadura, aún se celebraba culto la ermita, se indica que depende de la
parroquia de Aldea del Cano y que habría de celebrarse misa todos los días
festivos hasta completar veinticuatro a partir de San Andrés[6].
Esta
ermita recibe a los vecinos de Casas de Don Antonio en la fiesta dedicada a
Santiago. La imagen titular de Santiago
se encuentra actualmente en la ermita de la Virgen del Pilar de Casas de Don
Antonio. Se celebra el 1 de Mayo, en la finca de Santiago de Bencaliz, y que se
sitúa a mitad de camino de Cáceres con la vecina localidad de Aldea del Cano
por la N-630.
La noche anterior a la Romería, se celebra en la Ermita de la Virgen del Pilar
una velada, coincidiendo con el último día del novenario, pasando
posteriormente a formar parte de la celebración de bailes amenizadas por las
verbenas. En la mañana del 1 de Mayo se celebra la procesión portando los
romeros y romeras la imagen de Santiago a caballo, tanto a la ida como a la
vuelta, desde el pueblo hasta la finca
de Bencáliz a través de la Nacional 630. En este lugar se pasa un día
agradable de campo acompañados por una verbena que ameniza los bailes realizado
por las personas del pueblo y alrededores. Finaliza la Romería con la vuelta del Santo a
la Ermita, donde se le despide con bailes regionales.
LA ERMITA DE NTRA. SRA. DE LA ESCLARECIDA DE ZAMARRILLAS
Los alrededores de la
capital cacereña conserva muchos lugares de encanto, algunos de los cuales han
sido restaurados y convertidos en lugares de descanso, baste citar los
edificios castrenses de Arguijuelas de Abajo
y Arguijuelas de Arriba
construidos entre los siglos XV-XVI o la casa de los Arenales que perteneció a
la familia Golfín en el siglo XV, en la carretera de Malpartida de Cáceres.
Pero, nos encontramos
igualmente con otros edificios en estado ruinoso, tal es el caso de una aldea
bajomedieval situada entre Valdesalor y Torreorgaz, en el paraje o finca de
Zamarrilla, donde nos encontramos con la casa palaciega de Ovando-Ulloa,
conocida con el nombre de casa de los Muñoces, la capilla o ermita de Ntra.
Sra. de la Esclarecida, el castillo de la Torrecilla de Lagartera, un complejo
arquitectónico de iglesia, palacio,
casa-fuerte, escudos, pajares, cuadras, tinados y otras edificaciones robustas
dejadas “de la mano de Dios” y que están en peligro de desaparecer. Nicolás de Ovando, en testamento firmado en el año
1564 cita «las casas de campo tierras y asiento y pastos que yo tengo en el
heredamiento de Zamarrillas”, fundando mayorazgo en favor de su sobrino
Hernando de Ovando Ulloa que pasa a ser 1.º señor de Zamarrillas) .Sobre
todo, la casa-fuerte que es la fábrica arquitectónica que en peor estado se
encuentra. Es una construcción castrense de mampostería con sillares en las
esquinas, obra de la segunda mitad del siglo XV y con posteriores añadidos en
los siglos siguientes. Se conservan parte de los muros y el arranque de la
torre del Homenaje, habiendo desaparecido los escudos y esgrafiados cuyos
restos se aprecian en algunos lugares del edificio.
Hemos de tener en cuenta que en los siglos XIII y XIV
surgieron numerosos caseríos por la repoblación de las tierras cacereñas, por
su aprovechamiento agroganadero y por la necesidad de protegerlas de las
incursiones de los rebaños mesteños que bajaban del Reino de León. Comenzaron a
formarse los adehesamientos --dehesas--, trazados por mandatarios de Alfonso X
el Sabio, donde surgieron estos pequeños núcleos. Pero la peste, la crisis
demográfica del XIV, el aislamiento y otros factores hicieron desaparecer
muchas aldeas: Alpotreque, Puebla de Castellanos, Casas del Ciego, Malgarrida,
Borrico, Pardo y Borriquillo. Sin embargo, el antiguo arrabal de Zamarillas
perdura y aún mantiene su porte nobiliario en medio de Los Llanos, como un
mirador excepcional y privilegiado.
Enclavado en las cercanías del río Salor, en plena llanura
trujillano-cacereña, el antiguo arrabal de Zamarrillas, cercano a Torreorgaz
–como ya hemos indicado-, fue destruido y deshabitado a comienzos del siglo
XIX, quedando aún en pie vestigios de algunas de sus casas menos humildes,
reconvertidas otras como cuadras o almacenes, como es el caso de la antigua
parroquia del lugar (al fondo de la imagen superior), enclavada junto al camino
que, partiendo por debajo del acueducto que surge de la presa de Valdesalor,
llega a estas tierras.
En el estudio de este antiguo arrabal, hoy
despoblado, es importante unificar el conjunto de edificaciones que aún se
conservan en la zona con el proceso histórico. Tras ser reconquistada en 1229
Cáceres, y ser dotada la por entonces villa con un amplísimo término municipal,
se dispusieron sus terrenos, desde las vegas de los ríos Tamuja y Almonte al
Norte, hasta las estribaciones de las Sierras de San Pedro al Sur, más para la
ganadería que para la agricultura, salpicando las reses y cabezas de ganado de
los nuevos habitantes, repobladores y colonos, así como nobles de Castilla que
ocuparon esta comarca, los pastos y encinares propios del bosque mediterráneo
que cubre la región y que bordeaban el núcleo urbano, adaptándolos en dehesas
donde conjugar y combinar la explotación ganadera con la conservación del
ecosistema, o eliminando por el contrario la presencia arbórea en terrenos más
llanos en pro de la abundancia de fáciles pastos. El término de Cáceres era muy extenso, y se hacía
necesaria la
creación de estos poblados, seguramente aprovechando en ocasiones antiguos
asentamientos romanos y árabes.
Ante la gran extensión del término municipal cacereño y la gran distancia
que podía llegar a separar fincas y cotos con la propia urbe, se vio bien por
el Concejo la fundación no sólo de aldeas en los alrededores pertenecientes a
su jurisdicción pero con gobierno propio, sino también de arrabales y pedanías
dependientes de la villa, así como cortijos y casas de campo que funcionaran
como auténticos centros de aprovechamiento agroganadero, donde pudieran
agruparse las viviendas de pastores, agricultores, braceros, jornaleros e
incluso de terratenientes, todos ellos a manera de colonos a los que se les
cedían porciones de terreno para su rendimiento, y así no sólo poblar, vivir y
residir cerca de los centros de trabajo y lugares de explotación agroganadera,
para comodidad suya y mejor administración de los mismos, sino además como
eficaz medida de protección de las reses y los terrenos frente a futuras
incursiones de los musulmanes del sur, cada vez menos probables pero posibles
mientras Al-Ándalus siguiera existiendo, pero también de los campos frente a
las ganaderías que, venidas desde tierras castellanas en su búsqueda anual de
sustento, pudieran expoliar los pastos. Fundadas principalmente en la Baja Edad
Media, permitía la existencia de estas aldeas y alquerías la presencia continua
de población por los contornos, con especial intensidad en la zona meridional
del término municipal y cercanía a las vías que comunicaban la villa con
Medellín, Mérida y Badajoz, respectivamente. Mientras que algunos cortijos
apenas se componían de una quinta señorial rodeada de las viviendas necesarias
para sus empleados y servidores, más los inmuebles propios para la explotación
ganadera y quehaceres diarios, las aldeas y algunos arrabales sin embargo
llegaron a alcanzar los varios centenares de vecinos, contando entre sus calles
e inmuebles destinados a viviendas y centros de trabajo también con parroquia y
cementerio propio, complementándose la trama urbana y permitiendo una mayor
independencia de la villa en sí.
El trascurrir de los años y
el devenir de los hechos históricos conllevó tras la aparición y auge de aldeas
y arrabales la consolidación de la gran parte de las primeras, convertidas hoy
en día en pueblos independizados de la ciudad con el paso de los años y aumento
de la población, tales como Malpartida de Cáceres, Aliseda, Aldea del Cano,
Torrequemada, Sierra de Fuentes o Casar de Cáceres. Sin embargo y
contrariamente las alquerías, arrabales y pedanías, a excepción del Zángano,
sufrieron la paulatina marcha de sus pobladores y desaparición de sus inmuebles
y términos urbanos, contando actualmente la ciudad de Cáceres con sólo tres
pedanías, Valdesalor, Rincón de Ballesteros y Estación de Arroyo-Malpartida,
El origen histórico de las dehesas y su objeto en la tierra de Cáceres
están bien recogidos en los escritos de Ulloa Golfin; como ejemplo citamos el
«Repartimiento de tierras en Alguixuela», que hizieron á los de Cáceres los omes del Rey don Alfonso el Sabio,
nombrados para ello, Era de 1316 años (1278) y en el que se dice que el
Rey mandó que se diesen a los de Cáceres defesas
en que pudiesen traer sus bueyes é sus ganados. También se refiere el
Cronista don Antonio Floriano a este episodio describiendo los linderos de esta
dehesa, que eran: «partiendo con don Gonzalo y sus heredamientos
(¿Zamarrillas?) (sic.), a la cumbre que parte con la Zafra (que es
dehesa de Concejo), a partir con los de Aldea de Pedro Cervero (La
Cervera); de allí a la Alçaza, descendiendo hasta el Salor, y el Salor
arriba a buscar el mojón primero».
Uno de estos
arrabales despoblados fue la Heredad de Zamarrillas, enclavada en plena llanura
trujillano-cacereña, cerca de la localidad de Torreorgaz, que llegó a contar
con 14 vecinos en el año 1608, es importante el estudio que
realiza Alfonso Callejo Carbajo sobre Zamarrillas. La mayoría de los habitantes
trabajaron para los Ovando, linaje cacereño que logró hacerse con
la mayor parte de los terrenos que componían la heredad y que contó con
castillo y casa fuerte en el lugar. El conjunto de la construcción es de
mampostería con sillarejo y sillares en las esquinas. Como ya hemos explicado
anteriormente, en la zona más elevada se alza un torreón de base cuadrada, en
cuyo interior se aprecian los restos de la escalera y algunos esgrafiados en
muy mal estado de conservación. Habitado
hasta hace unas décadas y perteneciente a los Sanabria, en la que puede
apreciarse sobre el portal un escudo esgrafiado mal conservado con las armas de
Ovando-Ulloa. En el lateral que mira al Norte existe un blasón de granito bajo
un alfiz datable en el siglo XVI con armas de Ovando, Ulloa, Mogollón y
Carvajal que da fe, como después veremos, de las familias dominantes en estas
tierras. Otra casa, de la que solo se conservan los muros exteriores presenta
en su fachada lateral un esgrafiado apenas visible con el escudo de los Paredes.
Existió una iglesia
bajo la advocación de la Virgen de la Esclarecida, donde se veneraba la imagen
mariana que actualmente se encuentra en la iglesia parroquial de Santiago de
Cáceres, presidiendo el retablo de las Benditas Ánimas
del Purgatorio, junto a la entrada a la sacristía de mencionado templo. Se trata de una imagen gótica de la Virgen con
el Niño, tallada en madera; muestra a Santa María no sólo como Madre de Dios o
representación artística como Teothokos, sino
además en su versión como Odegetria
bizantina o aquella que presenta al mundo el verdadero camino en la figura
del Niño Jesús al que porta en su brazo izquierdo. Éste
porta una paloma, representación del Espíritu Santo o de la paz, en clara
referencia a la vida, paz y Trinidad que encarna el Niño Dios o pudiera
representar el alma del pecador, que escapa al lazo de los cazadores que lo
persiguen y halla cobijo en brazos de Dios (Versículo de los Salmos: “Escapó
nuestra alma como avecilla del lazo del cazador; rompióse el lazo y fuimos librados”
(Salmos 124-7).
Muestra la Virgen de la
Esclarecida diversas mutilaciones, roturas y deterioro general con claro
reflejo en el rostro de María y en la figura del Niño Jesús, sufridas
posiblemente y en gran parte por el vandalismo causado por las tropas
napoleónicas que supuestamente destruyeron la iglesia de la que era titular,
así como por el paso de los años, el desgaste de su naturaleza de madera y el
olvido y abandono que desde su mudanza a la ciudad ha venido padeciendo.
La imagen de la Virgen y el
Niño fue tallada rompiendo con el hieratismo románico y presentando el nuevo
naturalismo que surge con los ideales de la Baja Edad Media, reflejado no sólo
en la humanidad y ternura que exhala María, sino en otros diversos detalles
tales como los pliegues de manto y túnica, o la presentación adelantada del pie
derecho de la Virgen, que viste túnica de color jacinto con escote cuadrado y
manto voluminoso de color verde-púrpura estofado donde aún pueden percibirse
elementos vegetales, como personaje de la realeza. Es una obra de la segunda
mitad del siglo XV.
Volviendo al lugar de
Zamarrillas, en el inventario que a comienzos del siglo XVIII, y tras la Guerra
de Sucesión Española, realizó el obispo don Luis de Salcedo y Azcona sobre los
bienes artísticos de la Diócesis de Coria (hemos de tener también en cuenta que
en la visita de la Real Audiencia de 1791 se señala que la casa fuerte y el
templo están arruinados), figuraba aún el templo de la Heredad de Zamarrillas
en pleno uso, describiéndose el interior del monumento y relacionando las obras
de arte allí guardadas, entre las que figuraba la talla de Nuestra Señora de la
Esclarecida ocupando uno de los altares laterales, no ocurre así en la
descripción dada sobre el enclave en 1909 por Alfredo Villegas en el Nuevo
libro de Yerbas, habiéndose convertido el templo en cuadra o cobertizo, por los
decretos sobre desamortización que durante la primera mitad del siglo XIX sacó
a la venta un grandísimo número de propiedades, terrenos y bienes
eclesiásticos, tanto en uso como fuera de culto. Así es como llega a día de
hoy, con transformación de su estructura inicial en pro de acoplar el edificio
a sus labores y uso ganadero, pero conservando aún su ábside pentagonal
realizado con fábrica de sillarejo regular del siglo XIV. El templo, en su día,
se estructuraba en una nave cubierta con tres tramos de bóveda de aristas,
conservándose ahora solamente los arranques y la cabecera, donde aún pueden
apreciarse cuatro trompas de ladrillo sobre la que se asentaba una cúpula de
media naranja. Se conservan igualmente vestigios de su atrio, levantado a los
pies del templo, contando con una arquería de cinco columnas y cuatro arcos
escarzanos junto a los que se abre la portada que posiblemente comunicaba el
templo con el camposanto del lugar.
ERMITA
DE SAN VITO
Los restos de la ermita de San Vito se localizan cerca de la
ermita de San Blas. Se alza sobre un promontorio cercano al popular Puente de
Vadillo (destruida tras la guerra de la Independencia) y cuyos datos documentales
más antiguos corresponden al siglo XVI. La primera referencia la encontramos el
30 de agosto de 1567, el escribano Cristóbal de Cabrera realiza traslado de una
escritura otorgada el 12 de marzo de 1528 ante Alonso de Trujillo, según la
cual “Tomé García vendía a Pero de Osma
el Moxo una hazera que yo e tengo e poseo
al exido desta dicha villa, a do dizen San Vito; que a por linderos, de la una
parte, hazera e Martín de Solís, e de la otra parte, hazera de vos, el dicho
Pero Dosma, e de la otra parte, con el camino real que va desta villa a Monroy…”.
Es importante destacar que el prof.
Serafín Martín ha realizado el estudio más importante sobre la cofradía de San
Vito Por tanto, en el año 1528 ya existía la ermita de San Vito, la cofradía
del santo titular se encargaba de los actos festivos el día 15 de junio, con la
celebración de una misa y una procesión en el interior del templo.
Desde el siglo XIX (la ermita llegó a utilizarse como polvorín)
hasta el presente la fábrica ha llegado hasta nosotros en estado ruinoso,
conservándose sus muros maestros y la artística portada de acceso a la misma
que se abre en arco de medio punto, así como algunos pequeños vanos que se han
tapiado para evitar el acceso al interior y que se siga deteriorando aún más.
Ya en el año 1952 Simón Benito Boxoyo nos ofrecía los siguientes datos: “La de San Vito está cerca del puente de
Vadillo y de la Ribera, es pequeña, con un solo altar, cuya cofradía celebra su
anual fiesta. No existe ya esta ermita”.
Como ya hemos explicado en el estudio dedicado a la ermita de San
Blas, en los salones parroquiales se conserva la imagen de San Vito, de madera
policromada, es obra de la primera mitad del siglo XVII, representa al santo
que fue martirizado en Lucania (Italia), como un jovencito, en la época
medieval que tuvo mucho culto contra la enfermedad “baile de San Vito”. La
imagen estuvo depositada en la iglesia de Santiago (a la que pertenecía) hasta
el año 1959, fecha en la que fue trasladada a la ermita de San Blas.
ERMITA DEL HUMILLADERO
Es un edificio de reducidas dimensiones,
construido por mampostería encalada y cantería en las esquinas. Es de planta
cuadrangular y se cubre con bóveda vaída que al exterior presenta un tejado de
teja árabe a cuatro aguas con pináculos en los extremos y en la coronación.
Se
accede al interior por una portada de medio punto que se abre a los pies, y le
antecede un pequeño pórtico de piedras parecido al construido en la ermita de
San Jerónimo del Casar de Cáceres, disponiéndose sobre ella un escudo de granito
desgastado. Es una obra popular del siglo XVIII. En su interior se alberga en
un moderno altar de mármol la imagen del Cristo del Humilladero, del siglo
XVII, muy popular, que procesiona el Jueves Santo.
El
Cristo tiene la cabeza inclinada hacia su derecha y ceñida por una corona de
espinas labrada sobre el mismo material y unida a la bóveda craneal; sus
cabellos son largos y su rostro doloroso; su cuerpo no es alargado,
caracterizándose las piernas por su canon corto. La derecha se monta sobre izquierda
de que se trata de un Cristo de tres clavos que carece de subpedáneo.
ERMITAS RESTAURADAS
ERMITA DE LA CASA HIJADA DE VACA
Situada al Sur de Malpartida de Cáceres, a dos leguas al Sur
de la capital cacereña, comprende una buena casa de labor y ganadería. Es una magnífica mansión la Casa de
Hijada de Vaca, con muros fuertes, venerable; empañada por cierta abulia
representada por esos nidos de cigüeña que afean y ensucian sus renovadas
techumbres. Adjunta a la casa hay enormes dependencias agropecuarias.
Es un edificio
datable en torno al tercer cuarto
del siglo XVI, configurada al modo de los palacios urbanos. Los
primeros testimonios documentales sobre esta propiedad la encontramos en el año
1694 en el Libro de Yerbas, figurando entre las posesiones que tenía el Conde
de la Enjarada, también se cita como primer propietario a Juan de
Moctezuma-Toledo, de quien heredó esta mansión el citado Conde de la Enjarada.
Por tanto, la casa
fue construida en el tercer cuarto del siglo XVI y a mediados del XVIII contaba
la casa con granero, pajar, corral, caballeriza y tinado para bueyes, y a
comienzos del siglo XX, además de la casa principal y una ermita, se
relacionan: cuadra, cochera, tinado, dos pajares, quesera, corralada para
cerdos, casa de porqueros, un molino harinero, una cerca de puro pasto y otra
de forraje. En el año 1791 esta dehesa con su palacete y ermita y anexos
agropecuarios pertenece a los Duques de Abrantes.
La casa de Hijada de Vaca es un edificio de carácter
señorial, de planta rectangular, destacando un cubo cilíndrico en su ángulo
suroriental, consistente en una construcción de dos plantas cerradas con
bóvedas de cañón; y en el otro extremo una gran chimenea adosada que arranca
desde la planta baja. En la fachada principal destaca la puerta de entrada al
edificio, de sillería, enmarcada por un alfiz moldurado que se abre en arco de
medio punto y enmarcado con dovelas redondas. Ambos lados de la puerta y
enmarcados por el alfiz hay dos escudos que corresponden a los linajes Carvajal-Toledo
y Saavedra-Figueroa. Completan el conjunto varias naves anexas de uso
agropecuario y una ermita exenta.
En el interior del edificio principal, las
habitaciones del piso alto se cubren con techumbre de madera mientras que en la
parte baja, la mayor parte de las habitaciones de la vivienda se cubren con
bóvedas de aristas o de cañón.
Hay una ermita exenta de planta rectangular cubierta
con bóveda de media naranja sobre pechinas, decorada con nervios de estuco,
obra del siglo XVIII, cerrada en la actualidad al culto, en la cual se
conservaba un cuadro moderno de la Virgen de Guadalupe, que ha sustituido a un
óleo sobre lienzo, obra del siglo XVIII que hasta hace pocos años ocupaba el
Altar Mayor y que se encuentra en propiedad de sus antiguos propietarios.
CAPILLA DE LA CASA DE LOS ARENALES
En la
planta baja de la Casa de Arenal de García Golfín existe una interesante
capilla. Este caserío se encuentra a 4 km de Cáceres, en la carretera de
Malpartida de Cáceres. En la actualidad el edificio es un Hotel Palacio Fontecruz. Es el primer
hotel de cinco estrellas ubicado en esta ciudad extremeña. Este edificio
antiguo cuya rehabilitación fue dirigida por don Javier Sancho, combina piedra
y madera, creando un notorio contraste.
Mientras
que construcciones defensivas medievales se han ido configurando en la tierra
de Cáceres como auténticos cortijos y unidades de producción agropecuaria,
aunque conservan bien reconocibles sus recursos castrenses primitivos, a partir
del siglo XVI se prestará menos atención al aspecto defensivo y se procurará
mayor interés por los recursos residenciales, la comodidad y habitabilidad de
la casa, sin olvidar el carácter representativo, constituyéndose verdaderos
palacios y casas de recreo como si de una edificación palaciega urbana se
tratara, como vemos en muchas de estas casas de campo cacereñas: Enjarada,
Carvajal Villalobos (Mayorazgo), Hijada de Vaca, Arenales que se conciben
decididamente como auténticos palacios, además de cómo centro de la
explotación.
En el Memorial de Ulloa encontramos referencias sobre esta posesión,
perteneciente en los inicios del siglo XVI a don Pedro Alonso Golfín. En la
actualidad existe un conjunto de edificaciones dedicadas a diversos usos. Al
siglo XVI pertenece lo más antiguo de la casa, en la que se combinan los rasgos
de edificio señorial y casa de labor, lo primero acusado en los blasones
graníticos de las familias Golfín y Godoy situados en la fachada así como en
las pinturas al fresco conservadas en la pequeña capilla, todo de finales del
siglo XVI o comienzos del XVII. Pero el cortijo, además de esa casa principal
cuenta con otros muchos volúmenes arquitectónicos dedicados a menesteres
pecuarios y agrícolas, constituyendo un complejo verdaderamente extenso y
variado en sus funciones rurales, entre cuyas instalaciones se contaba con una
cochera para carruajes, tinados, cuadras, picadero de caballos, zahúrdas, local
para esquileo, charcas y estanques, lo que da idea de su actividad y
complejidad.
La
casa, en cuestión, presenta en su fachada vanos adintelados recercados con cantería y
sobre la puerta principal, dos blasones con las armas de los Golfines y las de
los Godoy respectivamente, datable en el siglo XVI.
Sobre
la puerta de acceso exterior a la capilla hay una inscripción latina en la que
se expresa el uso de esta habitación como lugar de oración: “DOMVS ORATIONIS ET
ITE ET ACIPIETIS”.
Según
entramos en el vestíbulo del actual Hotel, a la derecha, se conserva en un
saloncito la capilla que conserva un fresco sobre la hornacina. Es una obra de
correcta policromía fechable en los inicios del siglo XVII, dando lugar a una
arquitectura fingida, mediante pináculos y entablamento, así como telas
sostenidas por ángeles con formas típicamente manieristas. Dentro de la
hornacina se representa a la Virgen con el Niño en sus brazos, coronada por dos
ángeles: en el intradós del arco, el Padre Eterno; San Miguel Arcángel sobre el
demonio, en el lado de la Epístola, y en el otro lado el arcángel Gabriel
alzando su mano derecha hacia lo alto y el ramo de azucenas en el brazo
izquierdo. En el trasdós del arco aparece la escena del Calvario, y los lados
San Francisco y San Antonio, y sobre los frisos adintelados se colocan como
remate amorcillos con pináculos y los escudos de la orden franciscana.
ERMITA DE SANTA ANA
Se encuentra situada a 2 km
de la ciudad, en la carretera que conduce a Mérida en la denominada dehesa de
Alcocer. Es una obra de pequeñas dimensiones, de un solo tramo con bóveda
moderna, y conservar la sacristía, espacio rectangular cubierto con cúpula oval
sobre pechinas, destacando la decoración esgrafiada. Se accede por un pórtico y
una puerta con arco de medio punto a los pies de la ermita, su cubierta remata
en una espadaña en el lienzo Norte. Antonio Ponz en el siglo XVIII en el famoso
viaje que realizó por España, encargo de Camponanes, un importante inventario de monumentos y un informe
documental sobre la conservación del patrimonio artístico epigráfico,
pictórico, escultural y de arquitectura y otras obras de arte que contempló en
el curso del mismo, concretamente en las cinco escasas páginas que dedica a la
capital cacereña hace referencias a “la
dehesa del Señor Duque de Abrantes, que se llama Alcoze de Santa Ana, distante
una legua de Cáceres al mediodía, hay una cosa notable en un parage, que se
llaman los Caños de Santa Ana, y todo toma el nombre de una ermita cercana
dedicada á dicha Santa. Se reduce á que al pie de un cerro en algunos años
lluviosos, y no todos, sale por dos rajas de una peña porción de agua bastante
para moler una rueda; y los años que no la echa, se tragan dichas bocas quanta
llueve, y ademas la que viene valle abaxo en las crecientes” (es import.
Destacar que es a la única ermita a la que hace referencia Antonio Ponz en la
capital cacereña en su Viage por Extremadura.
Los caños de Santa Ana, en
las inmediaciones de la ermita, hoy transformada y situada en el perímetro del
Campamento de Instrucción Militar Zona Centro de Santa Ana. Los primeros datos
documentales que tenemos corresponden al año 1556 (27 de octubre) cuando se
llevan a cabo obras de reconstrucción de la ermita bajo el mecenazgo del
cacereño Juan Velázquez de Ávila (en un terreno que era de su propiedad).
El terreno donde se construyó la ermita es un lugar estratégicamente pensado
para este tipo de construcciones aisladas, en aquella zona se encontraron a
principios del siglo XX restos árabes. Se especifica claramente en el documento
de contratación de la obra al cantero Pedro Gómez ante Benito González que la ermita existente
se encontraba en muy mal estado de conservación por lo cual se necesitaba con
gran urgencia su intervención: “Sepan
quantos esta pública escriptura de contratación vieren como yo Pº Gómez,
cantero, vº queso y de la noble e muy leal vª de Cáceres, conozco e otorgo por
esta presente carta queso y concertado con vra md el señor Juan Velázquez de la
Torre de Ban de Mesya Dávila, señor de Loriana, vº de la dha vª de Cáceres, que
estays presente de hazer y que ha de una capilla de advocación de sra Santana,
que vra md manda hazer en la dehesa que dizen de las Alçoçes, a la mano derecha
del camyno que va a la hermyta de San Bto, en el sitio que antiguamente la dha
capilla se començo, de questán allí las paredes caydas, la qual dha capilla
tengo de hazer e edificar, sacándola desde los cimientos e no tengo de sacar
cosa alguna sobre lo viejo, la qual toda a de ser de manpuesto de cal y
canto…”. Son muy importantes los datos que obtenemos del citado documento
de escritura que tienen interés de describirnos el tipo de ermita rural cacereña,
en la que su uso mucho el ladrillo, más que la cantería, también en la
escritura se especifica que se aprovecharon algunos de los materiales que ya
existía en la ermita arruinada, que dicha ermita tenía bóvedas de arista, de
ladrillo, un altar y las gradas, y fue embellecida con paneles de azulejos y
poyos por toda la ermita excepto en la zona del altar; las bóvedas encaladas y
las paredes blancas con una cenefa y en la entrada un portal a lo largo de la
fachada, característico de este tipo de ermitas rurales existentes en la Tierra
de Cáceres, algunos estos portales, como el caso de la ermita de Santa Ana,
estaban empedrados con piedra menuda de río. El cantero Pedro Gómez recibió por
las obras realizadas en ermita 30.000 maravedíes.
El día 1 de mayo de 1564 se
fundó la Cofradía de esta advocación instalándose en ésta remita, siendo su
cofrade fundador Francisco de Paredes Golfín, exponemos literalmente las
ordenanzas: “Por cuanto las leyes y
ordenanzas y constituciones fueron halladas hechas y constituidas para el
regimiento de las gentes las cuales por vigor de ellas viviesen en una
concordia y caridad y amor y razón y así usando de ellas los virtuosos o
uviesen por sus virtudes galardón. E por el contrario los vicios e
maldoctrinados fuesen corregidos y castigados por sus delitos y culpas. Por
ende nosotros los ermanos cofrades de la Señra Santa Ana que es en la ermita
que está a do dicen los “Alcoces” término de esta villa de Cáceres y al
presente somos en ella en buen amor y concordia ordenamos constituimos y
hecimos en primero día del mes de mayo año de mil y quinientos y sesenta y
cuatro siendo todos muñidos para misa y cabildo se juntaron los señores Gonzalo
de Monroy y Joan de Carvajal y Joan Pizarro primeros diputados de esta Santa Cofradía y Diego Sánchez Picapiedra,
el mozo, y Diego Sánchez Solana primeros alcaldes de esta Santa Cofradía y
muchos otros cofrades de esta Santa Cofradía y yo Francisco de Paredes Golfín como primer fundador de ella y como
escribano de la dicha Cofradía. Les ley las ordenanzas sobre dicha y todos
juntos en una paz y concordia las aprovaron y las consintieron y dijeron que
querían estar por ellas y se sujetaron a ellas y a cumplirlas so las dichas
penas de lo que no hice y lo firme de mi nombre que dice así. Francisco de
Paredes Golfín”.
El 23 de julio de 1564,
reunidos el Cabildo los miembros de ambas cofradías deciden unir las mismas en
una sola y con su sede en la Ermita de Santa Ana, la otra se encontraba en
Santa María “La Mayor”.
En los primeros años del siglo
XVII continuaron las obras en la ermita, en concreto las obras de la sacristía
y un aposento alto, obras fueron encargadas por el obispo don Pedro de
Carvajal. Tenemos constancia documental ante el escribano Juan Maderuelo el 2
de noviembre de 1611, de las obras realizadas por el cantero Martín Blanco,
vecino de Cáceres, como principal obligado y Rodrigo Álvarez, como su fiador,
como rematante de la obra de la sacristía y aposento alto de la ermita. La
ermita llevó a cabo una importante reedificación en el año 1764, colocándose la
siguiente inscripción en el pilar central del pórtico: “REHEDIFICOSE ESTE
PORTAL Y CASA SIENDO MAYORDOMO BENITO DE LOS SANTOS RUBIO A ESPENSAS DE ALGUNA
LIMOSNA CHRISTIANA Y LA GRANDE QUE DIO PEDRO JOSEH TOPETE Y BARCO. AÑO 1764”.
También, en el siglo
XVIII se limpiaron las pinturas del muro principal e inferior de la ermita,
concretamente en el año 1765, coincidiendo con la realización de una profunda
obra de restauración y consolidación en toda la construcción así como en la vivienda
del ermitaño. La Cofradía acordó arreglar las manos de la imagen de la Virgen,
obra del siglo XVII, que estaban destrozadas así como la restauración de
algunas partes de la misma en el rostro y el cuerpo.
Como dato curioso
mencionar, en los alrededores de esta ermita enterraban a los párvulos de la
ciudad de Cáceres entre los años 1790 y 1810.
En la fachada, a los
pies de la ermita, se mantienen, algunas pinturas al fresco, del siglo XVI, con
las representaciones de Santa Ana y un ángel. En el interior, y una escultura moderna de madera de Santa
Ana con la Virgen.
La ermita dependía
eclesiásticamente de la jurisdicción de la iglesia de Santa María, y la
propiedad del terreno hasta el día 23 de Marzo de 1950 era de la familia
Carvajal, quien la vendió al Ministerio del Ejército. En el año 1961 se
restauró por orden del Coronel del Regimiento Argel nº 27 don Luis Saliquete
Navarro, la capilla, los pórticos de entrada, así como la sacristía. Se
hicieron igualmente importantes reformas en el campanario, dotándose de una
artística cruz de hierro, hoy en paradero desconocido. Desgraciadamente también
se ha perdido la primitiva campana de la ermita, hecha expresamente para esta
de Santa Ana.
En el mes de diciembre del año 1964 se
convertiría todo aquel terreno en recinto militar, adaptando la ermita a un
destino castrense.
En el año 1996, se
inicia la restauración de la ermita gracias a la iniciativa emprendida por don
Alonso Corrales Gaitán y la Asociación Cultural “San Jorge”, y la ayuda del
Arquitecto don Marcos A. Díaz Sánchez y con la subvención económica de Caja
Extremadura. Los frescos fueron restaurados por doña Dolores Sevilla y María
Antonia González Luceño, licenciadas en Bellas Artes, y como asesor histórico
de la ermita don Carlos Tejado del Arco. El día 9 diciembre 1996, en un
multitudinario acto organizado en la propia ermita y al que asisten autoridades
civiles, religiosas y militares, fue bendecida la nueva construcción.
Actualmente consta de una capilla de planta cuadrada, con un pequeño anexo, a
modo de ábside, coronando el Altar, cubriendo este espacio con una cúpula
semiesférica, partiendo para ello de unos elementos ornamentales en piedra. La
entrada principal, se efectúa directamente desde un pórtico arqueado conformado
por varios arcos ojivales y de medio punto. El habitáculo junto a la sacristía,
es de planta rectangular, con cúpula sesgada con una bóveda de cañón. Toda la
estructura del edificio se alza sobre unos muros de carga de arcilla y paja
reforzados. Exteriormente la ermita se completa con cuatro torreones y una
espadaña.
ERMITA DE NTRA. SRA. DE GRACIA (ARGUIJUELAS DE ABAJO)
A 9
km de la capital cacereña, por la carretera de Mérida, está el castillo de las
Arguijuelas de Abajo y próxima a la edificación castrense se encuentra la
ermita de Nuestra Señora de Gracia a quien pertenece y a la jurisdicción de la
parroquia de San Mateo. En dicho lugar en el año 1278 se estableció la primera
dehesa Boyal, surgiendo un núcleo poblacional.
En
el año 1482 los Reyes Católicos conceden Facultad Real para que Francisco de
Ovando “El Viejo” pueda instituir un mayorazgo, destacando sus propiedades en
la Arguijuela. Este era hermano del
capitán Diego de Cáceres Ovando e hijos ambos de Hernán Blázquez y Leonor Alfón
de Ovando. En el año 1498 Francisco de Ovando deja en su testamento información
sobre su mayorazgo destacando entre otras la casa que posee en la Arguijuela. La finca posee cuadras,
fragua, tinado, otras dependencias agrícolas y un magnífico castillo que aunque
tiene su origen en el siglo XV se llevaron a cabo distintos añadidos y reformas
en los siglos siguientes. Se trataron recinto amurallado con torres de
protección, dotado de matacanes, garitas, troneras y saeteras. En el siglo XVI
se construyó un patio interior con galerías porticadas, destacando una galería
de tradición gótica mientras que las otras dos muestran la elegancia y los
detalles constructivos del Renacimiento. En distintos lugares se exhiben los
blasones del linaje fundador, los Ovando-Mogollón.
La ermita de Nuestra Señora de Gracia es una
construcción de mampostería y sillarejo, en la cual se celebró culto, según
tenemos documentación, desde el siglo XVI hasta finales del siglo XVIII.
Concretamente en la Visita de la Real Audiencia de Extremadura se la cita como dependiente
de la parroquia de Aldea del Cano. La información que tenemos sobre la misma se
remonta a finales del siglo XV, pues consta que el propio Francisco de Ovando
“El Viejo”, constructor del castillo, había dado a la cofradía de Nuestra
Señora de Gracia cierta contribución. En el Archivo Parroquial de la Iglesia de
San Mateo de Cáceres, se encuentra una Escritura de Censo, de 1547,
perteneciente a la antigua Cofradía de Nuestra Señora de Gracia (Cuyos
documentos están en el Archivo Parroquial de la Iglesia de San Mateo de la
ciudad de Cáceres, en la Caja 41 Carpeta n° 17). demás, el Académico Mayoralgo
y Lodo confirma la existencia de la ermita en el interesante estudio que
realiza, afirmando que en el año 1549 su propietario Francisco de Ovando
Mayoralgo mandó fabricar una campana para la ermita, al parecer, fundiendo
otras dos más pequeñas que había en la capilla, encargándose de la obra del
maestro campanero Juan de la Bárcena, vecino de Güemes (Cantabria).
Se
accede al interior de la ermita por un arco de medio punto, en el lado de la
epístola, precedido por un pórtico con arcos de medio punto, sobre el cual hay
una cruz y el anagrama de María. Sobre la fachada de los pies, se eleva una
sencilla espadaña de mampostería. Presenta su interior una sola nave y
presbiterio recto. Se conserva en la
puerta de acceso a la ermita una pila de agua bendita renacentista, presentando
guirnaldas de flores y el rostro de un angelote, rodeada por un cordón.
La
única nave existente está dividida en tres tramos por arcos apuntados ojivales
sobre pilares cuadrangulares adosados, cubriéndose dichos tramos con bóvedas de
cañón; la capilla mayor, se cubre con bóveda de crucería, se accede a la misma
mediante arco de medio punto triunfal. La ermita es claramente una obra gótica,
de finales del siglo XV, como denotan los arcos fajones apuntados y la
decoración artística gótica en los tres tramos de la nave.
En
el lado del Evangelio se conserva un retablo barroco de madera sin policromar,
de un cuerpo como hornacina central, estípites a los lados y decoración a base
de cartelas, ángeles, tallos y telas. En el presbiterio se conserva un retablo
barroco policromado de un cuerpo y ático; el cuerpo está dividido en tres
calles por columnas salomónicas con racimos; en el banco, una inscripción
indica la fecha de realización: 1669, y los mecenas que le encargaron: “EN 12
DE DICIEMBRE DE 1669 AÑOS MANDO EN SU TESTAMENTO HACER ESTE RETABLO DOÑA MARIA
JAZINTO DE CARVAGAL PRIMERA MVGER DEL MARQVES DE CAMARENA CON EL ROTVLO QVE
ESTA EN LA PEANA. IZOSE EN VIDA DE DOÑA MAGDALENA JVANA DE SOLIS I OVANDO
SEGVNDA MVGER DE DICHO SEÑOR A LOS 5 AÑOS DE VIVDEZ I SE FINALIZO DE DORAR AÑO
DE 1705” (También en su testamento fechado el 12 de diciembre de 1669, doña
María Jacinto de Carvajal, primera mujer del marqués de Camarena y Señor de la
Arguijuela de Abajo don Pedro Francisco de Ovando, mandó “se haga un rretablo de madera, que se entiende un hueco, adonde se
ponga Nuestra Señora de Grazia, y que en la peana se ponga un rrótulo que diga:
este rretablo dio María indigna esclava de la Virgen”. Protocolos de Juan
Fernández Zayas, caja 3784, 1669-1679).
En
la hornacina central se situaría una escultura de la Virgen con el Niño, en
madera policromada, de finales del siglo XIV (en la actualidad preside la
hornacina una imagen de cerámica de la Virgen del Rocío, ya que la Hermandad
que hay en Cáceres tiene su sede en esta ermita); en las calles laterales,
pintura sobre tabla de la misma fecha el retablo, en el lado del Evangelio se
representa a San Nicolás de Bari y a Santa Bárbara; en el lado de la Epístola,
a San Antonio de Padua y a María Magdalena. Y, en el ático, un cuadro con la
representación de San Vicente Ferrer.
La obra artística a destacar
es la citada imagen gótica de Nuestra Señora con el Niño responde al tipo
iconográfico de la “Odegetria” bizantina, la Virgen es portadora y conductora
de su Hijo durante la infancia, variedad iconográfica que destaca en el siglo
XIV, con la intención de humanizar el tema para hacerlo más comprensible al
pueblo. Se nos ofrece vestida con túnica de color jacinto y el dorado de las ces y manto azul oscuro y zapatos de
punta redondeada, mientras que el Niño que se dispone casi en el centro de la
composición con una actitud rígida, lleva túnica talar marrón con estofado y
tiene los pies desnudos. Porta el libro de la sabiduría divina y del mensaje
evangélico en la mano izquierda y bendice con la derecha. Nuestra Señora de
Gracia, tenía su sede en la ermita junto al Castillo de la Arguijuela de Abajo.
En los años 80, dado que estaba muy deteriorada, fue restaurada en el taller de
don Raimundo Cruz Solís, Taller de Restauraciones Artísticas Diocesano en
Madrid. La cara estaba bastante perdida. Normalmente, la imagen se encuentra en
la casa de don Ramón Jordán, Vizconde de Roda, en la ciudad de Cáceres,
concretamente en la calle de los Condes, número 1. Se lleva a la Arguijuela de
Abajo cuando se celebra algún acto. En la Iglesia de San Mateo tenía su altar,
junto a los Ovando, donde ahora está la imagen de la Virgen de la Victoria
patrona de Trujillo.
En
el lado de la Epístola se conserva un retablo barroco, sin dorar, con los
símbolos de la Pasión en cartelas, es el retablo que alberga la imagen de un
crucificado de madera policromada (bajo la advocación del Cristo de la
Expiración) del siglo XVI, con una tipología rígida y popular, restaurado en el
año 1997 por doña María Antonia González Luceño, licenciada en Bellas Artes. En
el año 1992 se fundó una cofradía penitencial que procesiona el Viernes Santo
por la mañana al Crucificado. Es de destacar que el obispo don Juan José García
Álvaro (1750-1783) concedió cuarenta días de indulgencia a aquellos fieles que
rezasen ante las imágenes de la Virgen de Gracia y del Crucificado, según reza
en una cartela que está en el lado del Evangelio: “El Ymº. Sp. D. JVAN JPH
GARCIA ALVARO OBPO DE CORIA CONCEDIÓ 40 DIAS DE YNDVLGENCIA QVIEN REZARE VNA
SALVE DELANTE D ESTA SSMA YMAGEN D. Nª. Sª. D GRACIA ROGANDO A DIOS POR LA
EXTon D. Nra Sta Fee”. Y, en otra cartela: “El Ymº. Sp. D. JVAN JPH GARCIA
ALVARO OBPO DE CORIA CONCEDIÓ 40 DIAS DE YNDVLGENCIA. REZANDO VN CREDO DELANTE
DEL SSmo CHRISTO DE LA ESPIRACION. ROGANDO A DIOS POR LA EXALTAon D. Nra Sta
FEE”.
Es una impactante imagen la del Crucificado.
La talla es decir ejecución, aunque no se conoce el nombre del autor. Se
sostiene en tres clavos, los brazos del Cristo prácticamente son horizontales.
Corresponde a la tipología de espira ante: boca abierta, arcos supraciliares
elevados, nariz aguileña, fuerte entrecejo y frente estrecha. Barba larga
abierta en dos picos, tiene negra cabellera, corona de espinas, la cabeza
ligeramente ladeada hacia su derecha, el cabello o formando buques
entrelazados, cae por los hombros. El estudio anatómico es de gran calidad,
resaltando los músculos y las venas. Por encima de la cruz del Crucificado
rezan en una cartela las letras: “JESUS NAZARENUS REX IUDEORUM”. Como es
notorio, la Cruz ocupa el primer lugar entre las imágenes sagrada, ya que es el
símbolo del misterio pascual. Por ella se representa la pasión de Cristo y su
triunfo sobre la muerte, al tiempo que se anuncia su segunda venida, ya
gloriosa.
Existe
otro retablo barroco en el lado del Evangelio, sin policromar, que durante
siglos albergó la imagen de Ntra. Sra. del Loreto que actualmente se encuentra
en el Palacio del vizconde de Roda, en Cáceres.
ERMITA DE SAN BENITO
Se
construyó junto a los restos de un antiguo convento benedictino situado en el
cerro de San Benito, a 5 km de la ciudad. Algunos autores locales consideran
que esta ermita tiene su origen en el siglo VII, habiendo encontrado en ella
restos visigodos, al presentar dicha ermita disposiciones muy características
de los primitivos conventos que fundaron los monjes benedictinos en el
Occidente. Esta ermita y convento correspondió a la jurisdicción de la
parroquia de San Mateo hasta que el 3 junio del año 1886 se construyó el templo
de San Eugenio, en Aldea Moret.
Encontramos
las referencias documentales más antiguas sobre la ermita de San Benito en el
año 1544 en el contrato de asiento y concierto con él pintor Francisco de
Hermosa de un retablo para la ermita. Otra referencia la encontramos en el año
1556, en una escritura que concierta Pedro Gómez ante Benito Fernández el día
27 octubre de 1556. Otra referencia documental corresponde al año 1621,
concretamente en las ordenanzas de una cofradía que tenía su sede en la iglesia
de San Mateo y las obras realizadas en la ermita y la hospedería para enfermos
en el año 1764. Las dependencias anexas a la ermita sirvieron de hospedería, el
12 julio 1872 en un Auto del Secretario de Cámara del Obispado, se aprobaron
las cuentas de las obras realizadas en la ermita y se establecen las reglas
para el alquiler y la conservación de la hospedería[7]. En el año 1872 ya no
existía ninguna cofradía y esta ermita era llevada por el párroco de San Mateo.
En una carta escrita por el Secretario de Cámara y Gobierno del Obispado de
Coria, fechada el 1 de marzo de 1872 y dirigida al cura párroco de la iglesia
de San Mateo, se especifica que se ha extinguido la cofradía y se autoriza al
cura párroco para la venta de bienes muebles (cálices y otros objetos)
propiedad de la Cofradía para sus reparaciones. Los restos de la hospedería se
encontraban ya en ruinas cuando Publio Hurtado visitó esta ermita en los primeros
años del siglo XX. En el año 1935 en la visita que realiza Tomás Martín Gil a
varias ermitas situadas en los alrededores de la capital cacereña encuentra a
esta ermita de San Benito en deplorable estado ruinoso. De los bienes muebles
existentes en la ermita, el investigador Alonso Corrales considera que la
imagen de San Benito, obra del siglo XVI, es la que se conserva actualmente en
San Eugenio; la imagen de siglo XVII de San Donato y la de San Benito (obra de
finales del siglo XV), llamado “El Viejo”, que se encontraba llena de carcoma y
xilófagos, optaron por quemarla y enterrar las cenizas en un lugar sin
señalizar.
Es
importante no confundir la ermita de San Benito que se encontraba en el campo a
5 km de la ciudad con otra ermita existente en la plaza mayor, en el lugar en
el que se construyó la ermita de la Paz, concretamente algunos documentos hacen
referencia a la existencia de esta ermita de San Benito y la sitúan, ya de por
sí, en la plaza.
Es
una construcción de mampostería. Se accede al interior por una puerta un arco
apuntado, a los pies de la ermita, uno de los pocos restos que quedan de la
edificación original; hemos de destacar a los pies de la misma una sencilla
espadaña con un vano de medio punto. En los laterales y en el frente de la ermita,
destaca un pórtico con arcos paneles sobre columnas graníticas. En la zona
oriental se conservan los restos de celdas y otras dependencias del convento;
tanto estos restos como la mayor parte de la ermita son obra del siglo XVIII.
Debió de contar con bienes muebles de estimado valor artístico, de hecho,
algunos autores que visitaron esta ermita conocieron obras de calidad como, por
ejemplo, la existencia de una imagen de San Benito, de tamaño natural y una
tabla que representaba Santa Lucía y que según Sanguino era del siglo XV, la
misma tabla de la que hace referencia Publio Hurtado en su libro “Ayuntamiento
y familias cacerenses”.
En
su interior presenta tres naves de tres tramos separados por arcos apuntados
sobre pilares cuadrados. La nave central se cubre con bóveda de cañón con
lunetos, y las naves laterales se cubrían con estructura de madera, que ha
desaparecido. El presbiterio mantiene su bóveda de crucería, existió un retablo
que fue contratado el 20 julio de 1544 con Francisco de Hermosa, pintor vecino
de Garrovillas (“ en que yo el dho Francisco de Hermosa aya de hazer e haga un
rretablo a la dha yglesia de señor San Bº questá en el canpo de diez e seys
pies del altar...e se ancho de diez e seys palmos de tercias de vara en manera
que venga en proporción de la capylla principal questá en la dha yglesia el que
en medio del dho rretablo a de aver un tabernáculo en questé la ymagen de Sant
Bº que agora esta en la dha yglesia..e yo.. tengo de pintar la dha ymagen, el
qual dicho rretablo a detener ocho tableros… e en el banco primero a detener
tres ymagenes de nro señor Ixpto la primera puesto en la columna e el segundo
en el sepulcro e el tercero la Cruz a cuestas en los segundos tableros a los
lados del tabernáculo tengo de poner la ymagen de San Pº e la de Sant Juª
Baptysta en los tableros de arriba tengo de poner la salutación e nascimyº e
reyes.. e lo tengo de dar puesto e asentado el día de Sant Myguel del mes de
setiembre del año venidero de myll e quisº e cuarenta e cinco años e me aveys de
dar e pagar por el dho rretablo sesenta myll maravedís”.
Se conservan a su interior
algunas pinturas murales al fresco, con las representaciones de la
Estigmatización de San Francisco, Llanto ante Cristo muerto y San Cristóbal con
el Niño Jesús; en el presbiterio, se conservan algunos fragmentos de pinturas
con la representación de la Ascensión del Señor y un rostro irreconocible; son pinturas de
finales del siglo XVI. La disposición de las pinturas son las siguientes, en el
ábside se encuentra la Ascensión del Señor y un rostro que no hemos podido
averiguar su representación. Se conservan las pinturas de la nave de la
epístola en cuyo frente se encuentran el Llanto ante Cristo muerto y San
Cristóbal, y haciendo ángulo la Estigmatización de San Francisco. Se encuentran
en muy mal estado de conservación algunos restos de pintura en la nave derecha.
La pintura que representa la Ascensión del Señor fue descubierta en el año 1917
cuando se quitó el retablo que estaba adosado al ábside. Representa el momento en
el que Jesús regresa al cielo con su Padre después de cumplir su misión en la
Tierra, Antes de ascender dijo a sus discípulos: " Recibiréis la fuerza
del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, Judea, Samaría y hasta el confín del mundo"
(Según el Evangelio de San Mateo (28,19-20).
Se
nos representa en esta pintura al Señor de una manera muy característica a este
tipo de representaciones ejecutadas en la segunda mitad del siglo XVI como son:
la armadura muy ajustada al torso, el manto sobrepuesto, calzado militar y las
correas que protegen a Cristo como simbolizando la Justicia. La representación
aparece enmarcada en un espacio interior por columnas y un arco, propio del
Renacimiento. El Señor porta en la mano izquierda el libro como tributo que
simboliza la Ley (es el libro sagrado en donde constan las profecías que Jesús
ha venido a realizar) y la bandera en la derecha, simbolizando la victoria, a
la figura gloriosa como se representa
al Señor, como la piedra angular donde se basa la fe del cristiano. La Ascensión es un momento más del único
misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo, y expresa sobre
todo la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza humana de
Jesús como contrapunto a la humillación padecida en la pasión, muerte y
sepultura.
En
la nave de la Epístola se conserva la representación del Llanto ante Cristo
muerto. Representa uno de los momentos más trágicos de la Pasión de Cristo,
puesto que es el momento en el que tras morir, la Madre abraza a su hijo. Por
ello es visible en los personajes gestos declamatorios y gesticulantes,
representa inevitablemente el drama. Estéticamente observaremos, unos
paños con plegados lineales de aristas vivas, pero sin profundas oquedades que concentren
un claroscuro en las superficies. La cabellera de Cristo es filamentosa,
aparentemente como mojada.
La
escena presenta una composición muy consistente, basada en la presentación de
las figuras en primer término, donde yace el cuerpo de Cristo, con un elemento
central que marca la composición que es la cruz, que media para que las figuras
se presenten de gran volumen en sus formas y distribución. Pero también es de
destacar la individualización de los personajes, que toman expresiones
particulares, dando a entender el verdadero sentimiento de la obra: el dolor
ante el Cristo muerto. Todas ellas llevan reflejados en sus rostros el dolor y
la pena, con lo que se hace más accesible al espectador el entendimiento de la
obra. Aparecen en la escena José de
Arimatea que sostiene el cuerpo de
Cristo, Nicodemo junto a otro personaje con la corona de
espinas en las manos; la Virgen recibe el cuerpo de su Hijo en sus brazos,
destrozada por el dolor; también están presentes en la escena en una
disposición diagonal San Juan que está llorando, María Magdalena que mes a los
pies de Cristo y María de Cleofás, intermedia entre la Virgen y San Juan.
Destaca la naturalidad y el reflejo realista de los personajes. Incluso las
fórmulas de los vestidos de los protagonistas responden a las posturas y cortos
movimientos de sus cuerpos. A la disolución de la forma, el ilusionismo, la propia emotividad de la
pintura se unen el color y la pincelada como una operación intelectual, basada
en una abstracción que es la línea, que divide y señala contornos. El color,
por el contrario, persigue objetivos emocionales, evocativos y no divide, sino
que unifica, creando efectos atmosféricos.
Esta
composición logra dejar atrás las versiones idealizadas propias de estilos
anteriores para dar paso a una representación realista y humanizada de los
personajes sagrados: María llora desconsolada sobre el cuerpo de Cristo, y San
Juan muestra su dolor impotente. Todos los personajes transmiten un gran
sentimiento de dolor mediante sus expresiones. Las figuras adquieren volumen en
sus formas y distribución, enmarcadas en un ambiente renacentista con un arco
sobre dos columnas marmóreas. Una de las características que se le deben a este
artista anónimo es la utilización y sentido del color en la pintura, jugando
con tonos más suaves y más destacados como el rojo y lo utiliza como efecto de
la luz natural.
La imagen de San Cristóbal que aparece también en
este mismo muro se encuentra muy mal estado de conservación, representada aquí
en su actitud de portador de Cristo, éste como un niño pequeño, asentado sobre
el hombro de San Cristóbal que según la leyenda atravesaba un río con los
peregrinos al hombro. San Cristóbal es uno de los santos más populares, sin
embargo apenas se conoce sobre su vida y su muerte. Una leyenda nos dice que
había un rey incrédulo – oriundo quizás de Caná- quien aunque ignoraba la
plegaria de su mujer a la Santísima Virgen tuvo un hijo y le llamó Offero
consagrándolo a dioses paganos. Con el tiempo Offero fue adquiriendo extraordinaria
estatura y fuerza, y decidió servirse solo al más fuerte y al más bravo. Sirvió
a un rey poderoso y más tarde a Satanás, pero descubrió que ambos carecían de
coraje. Durante algún tiempo Offero buscó nueva forma de servir. Al fin
encontró a un ermitaño quien le habló de ofrecer su fortaleza a Cristo. EL le
instruyó en la fe y lo bautizó con el nombre Cristóbal -el portador de
Cristo-, y a partir de ese momento no solo se dedicaría al ayuno y a la
oración, sino que voluntariamente aceptó el oficio de transportar a las personas sobre sus hombros, de un lado al
otro de un río caudaloso. Cristóbal había trasportado al que llevaba sobre su
espalda los pecados del mundo. Esto excitó la ira del prefecto de la región
Dagnus de Samos, en Licia. El santo fue encarcelado y después de crueles
suplicios fue decapitado. Cristóbal significa “el que carga o portador de
Cristo”. San Cristóbal, popularísimo gigantón que antaño podía verse con su
barba y su cayado en todas las puertas de las ciudades: era creencia común que
bastaba mirar su imagen para que el viajero se viese libre de todo peligro
durante aquel día. Hoy que se suele viajar en coche, los automovilistas
piadosos llevan una medalla de san Cristóbal junto al volante.
Con la historia en la
mano poco puede decirse de él, como mucho que quizá un mártir de Asia menor a
quien ya se rendía culto en el Siglo V. Su nombre griego, «el portador de
Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más bellas y
significativas de toda la tradición cristiana. Nos lo pintan como un hombre muy
apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso que no se
conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él. Se lanza a los caminos
y termina por apostarse junto al vado de un río por donde pasan incontables
viajeros a los que él lleva hasta la otra orilla a cambio de unas monedas.
Nadie le da razón del hombre muerto en la cruz que aterroriza al Diablo. Hasta
que un día cruza la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se
molesta en preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del río
su peso se hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue
llegar a la orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al
mismo Dios que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien
buscaba. -¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba
el mundo entero?-Tienes razón, le dijo el Niño. Peso más que el mundo entero,
pues soy el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado.
Desde ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A
cualquiera que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí.
Cristóbal
fue bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos.
Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador
Decio. Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió
dos cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por
Cristóbal y murieron mártires. Después de varios intentos de tortura, ordenó
degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se
convirtieron a Cristo. San Cristóbal es un Santo muy popular, los creyentes
para simbolizar su fortaleza, su amor a Cristo y la excelencia de sus virtudes,
le representaron de gran corpulencia, con Jesús sobre los hombros y con un
árbol lleno de hojas por báculo.
En
un ángulo se encuentra la representación de la Estigmatización de San
Francisco, que el artista nos ofrece en éxtasis, pálido, joven e imberbe y con
la tonsura monacal. Aparece vestido con el hábito de los franciscanos, con las
llagas en las manos, en los pies, no aparece la llaga en el costado como es
frecuente en otras representaciones pictóricas. Aparece el serafín del cual parten
los estigmas y al que dirige su mirada San Francisco, corresponde al ángel y el
cáliz que aparecen a Jesucristo en la Oración en el Huerto. Curiosamente
aparece otro hermano franciscano dormido, que se corresponde con los tres
apóstoles que estaban en el Huerto de los Olivos.
Este
grandioso edificio con unas dimensiones de cerca de veinte metros de largo por
catorce de ancho, con tres naves, y distintas estancias a su alrededor, situada
en la actual urbanización Ceres Golf, ha sido restaurado, los trabajos han sido
llevados a cabo por la Escuela Taller. Proceso de restauración que comenzó en
el año 2007 y culminaron en el año 2010 (inaugurada el día 22 de junio de
2010), actualmente pertenece a la parroquia de San Eugenio de Aldea Moret. La
obra ha sido llevada a cabo por los 145 alumnos de entre 16 y 25 años han
aprendido y desempeñado trabajos de albañilería, acabados de construcción,
cantería, carpintería y jardinería, dentro de este programa dirigido por la
Universidad Popular de Cáceres y cofinanciado por la Consejería de Igualdad y
Empleo a través del Fondo Social Europeo y del SEXPE (2.189.201,24 euros), por
el Ayuntamiento (178.941,45 euros) y la empresa Progemisa (12.000 euros).
Además de la formación específica, los alumnos han recibido en este tiempo
formación complementaria: educación básica, habilidades sociales, y contenidos
formativos transversales; y una serie de cursos monográficos sobre prevención
de riesgos laborales, dibujo técnico, informática, nociones de arqueología,
rehabilitación y restauración y han percibido una beca mensual durante la
duración del trabajo.
[1]
Archivo Diocesano de Santa María la Mayor. Libro I de bautizados. fol. 24. En
Apéndice Documental (foto).
[2]
Archivo Diocesano de Santa María. Libro I de difuntos. fol. 203. En Apéndice
Documental (foto).
[3]
Censo de Vecinos Pecheros. Archivo General de Simancas. Contadurías Generales,
Leg. 768; y el Censo de Población de 1591, Archivo General de Simancas.
Dirección General del Tesoro. Leg. 1301, Inv. 24.
[4]
Libros de Acuerdos Municipales que desde el año 1600 a 1608 constatan que en
varias reuniones del concejo se ponía de manifiesto la peligrosidad de la
peste, dando multitud de órdenes para evitar el posible contagio. Archivo
Municipal de Cáceres.
[5] Protocolos de Diego
González. Caja 3826, fol. 368. Archivo Histórico Provincial de Cáceres.
[6] Archivo Histórico
Provincial de Cáceres. Sección Real Audiencia.
[7] Archivo de la
iglesia parroquial de San Mateo, legajo 11, número 12.
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