ARQUITECTURA VERNÁCULA Y RESTOS ARQUEOLÓGICOS
EN EL BERROCAL DE TRUJILLO
Trujillo es un municipio de la provincia
de Cáceres. Es la capital administrativa y de servicios de la comarca histórica
Tierra de Trujillo. En el término municipal se encuentran las pedanías
de Belén, Huertas de
Ánimas, Huertas de la Magdalena
y Pago de San Clemente. El término municipal tiene una extensión de 655
km2.
Trujillo ha
desempeñado un papel importante en la historia de Extremadura. Juan II de
Castilla le concedió el título de ciudad en 1430, y de 1528 a 1804 fue la única
capital provincial de Extremadura, al ser la Provincia de Trujillo la única
provincia de la actual región.
Dada su importancia
histórica, Trujillo es uno de los más importantes centros turísticos de toda
Extremadura. En la localidad hay, entre otros lugares destacables, varias
iglesias, castillos, palacios y casas fuertes que conforman un destacable
conjunto monumental. En 1962 (Decreto 2223), Trujillo recibió el título de
"Ciudad Monumental Histórico-Artística".
Trujillo se encuentra situado en la penillanura
cacereño-trujillana, a 43 km. del río Tajo que le ha servido de frontera
natural, y a 90 km. del río Guadiana. Por lo que hidrográficamente pertenece a
esas dos grandes cuencas fluviales de España. Tiene una altitud de 517 m y sus
coordenadas de situación son: 39°27′55″N 5°52′44″O. La ciudad se asienta sobre
el centro de un monte-isla o batolito, constituyendo su entorno un paisaje muy
peculiar, donde aflora el granito en el conjunto “El Berrocal”. Son manchones
graníticos de singular belleza que rodean a Trujillo en un perímetro de 5 km.
Por lo demás, es un relieve llano.
En el suelo aflora la roca: granitos y pizarras. Está
cubierto por una capa poco profunda de sedimentos y es pobre para la
agricultura. Son las tierras pardas, por su color. Los pastos son muy finos, de
gran calidad, pero se agotan en el verano. Además de los pastos, predominan las
encinas. Los cultivos son de secano: trigo, cebada, centeno y avena, que junto
con la ganadería, constituyen la base de la economía trujillana. Otros cultivos
leñosos son olivos, vides e higueras, propios del bosque mediterráneo.
Predomina el ganado vacuno, concretamente, el retinto extremeño. En el ovino,
los rebaños lanares de ovejas merinas, estantes y trashumantes. En el porcino,
el cerdo ibérico, con sus dos variedades: negro y colorado. Desde la Edad Media
pasaba por el término municipal de Trujillo un ramal de la Mesta, que llegaba
hasta Medellín, utilizada por los ganados trashumantes. En nuestros días
todavía se practica la trashumancia. Los serranos, en el otoño, bajan con sus
rebaños desde León y Castilla en busca de los templados inviernos y de los
buenos pastizales de Extremadura.
De las especies
avícolas destacan los negros grajos ( de la familia de los córvidos ) y las
elegantes cigüeñas blancas que surcan los azules cielos trujillanos y anidan en
sus vetustas torres.
Si
hay una circunstancia que destaca en Trujillo es su ubicación, sobre un
batolito granítico en medio de una llanura que domina la comarca, situación que
fue aprovechada por los primeros pueblos que la ocuparon, apareciendo en las
edades del Cobre y Bronce los primeros castros en este rocoso enclave, donde
los pobladores consiguieron material de primera mano para la construcción de
sus viviendas y sus útiles, incluso aprovechando las oquedades que la misma
naturaleza les ofrecía.
Esta ciudad se remonta
a un pequeño castro (Turaca) integrado en el espacio vetton, que evolucionaría
con la romanización hasta constituirse en cabeza de prefectura dependiente de
Augusta Emérita. El
núcleo urbano se erige como lugar central respecto a su territorio y ubicado
dentro de la penillanura dominada por los terrenos pizarrosos sobre un batolito
granítico, lo que le confiere una posición preeminente y estratégica con
respecto al resto de su territorio. Roma
supo ver el potencial estratégico del enclave trujillano. Cercana a Norba
Caesarina, colonia germen de la actual Cáceres, en la zona se crearía una
ciudad tributaria de ésta. Turgalium, nombre de raíz celta que nos recordaría
su origen previo como castro indígena, se llamaría también y más tarde
Castra Juliae, de la que prácticamente no quedan restos urbanos
pero sí numerosas estelas funerarias y restos de villas y minas por la
periferia, que dan a entender la importancia económica que llegó a alcanzar la
urbe, convertida en una zona de paso entre Emérita Augusta y Caesar Augusta, y
parada de importancia en el camino Iter ab Emerita Caesaraugusta, que enlazaba
Mérida con Zaragoza, a través de Toledo, ciudades de capital importancia en la
Hispania de comienzos de nuestra era.
Cuando en el siglo VIII invaden la villa los árabes,
la llamaron Torgielo y ya, en enero
de 1233, las tropas cristianas la reconquistan y hasta nuestros días su nombre,
Troxiello, Trujillo.
Durante la Reconquista se otorgaron privilegios a los
caballeros que participaron en las campañas militares confirmando el derecho
sobre sus propiedades con un Fuero otorgado por Alfonso X en 1256. Por él,
Trujillo se convirtió en una villa libre. En 1430, el rey Juan II, le concedió
el título de "Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Trujillo". En lo que
fueron los arrabales de la ciudad, se asentó la minoría judía, que fue
importante desde el punto de vista mercantil, ubicada en las calles Gurria, Tiendas
y Carnicerías,
En el siglo XV se divide en bandos y se
radicalizan la tensión entre los linajes que desde la reconquista dominaban la
ciudad: Altamirano, Bejarano y Añasco. Basta recordar los enfrentamientos
habidos entre el clavero de Alcántara D. Alonso de Monroy y el maestre D. Gómez
de Solís en la "Farsa de Avila". Para acabar con estas luchas
nobiliarias o someter a esta clase belicosa, adinerada y orgullosa, los Reyes
Católicos ordenan, por el Edicto de 1476, desmochar las torres de sus casas-fuertes,
procurando de su que su altura no sobrepase la del resto de las casas,
inutilizar matacanes y cerrar saeteras (ejemplo representativo es la Torre del
Alfiler).
Fue importante la judería establecida en Trujillo a
finales del siglo XIII (la segunda en importancia tras Plasencia), contaba con una importante aljama
en el entonces arrabal de San Martín (más tarde Plaza Mayor) ubicada en torno a
las calles Gurría, Tiendas y Carnicerías; incluso existen restos de una importante
sinagoga.
El pueblo no sólo los odiaba
por sus convicciones religiosas y por recaudar impuestos, sino que los sometió
a toda clase de vejaciones: a vivir en lugares aislados, a veces muy alejados
del resto de la población, y a desempeñar los trabajos más humillantes (limpiar
los establos de estiércol y lavar sus tinajas, incluso hospedar en sus casas a
malhechores y prostitutas). Esto motivó la protesta de los judíos a la reina
Isabel para que suprimiera estas prácticas. Junto a la nobleza, influyente y
poderosa existía una creciente población pechera ocupada en la agricultura,
comercio y artesanía; los topónimos de sus calles recuerdan las distintas
actividades de los gremios: zurradores, herreros, cambrones, sillería,
tintoreros, romanos, olleros, etc. La misma condición de Trujillo de ciudad
mercado, otorgado por privilegio de Enrique IV en 1465, exige una elevada
población productiva.
El desarrollo
urbanístico de Trujillo viene definido por dos núcleos de población: El recinto amurallado, que
abarca la ciudadela medieval, y la ciudad moderna, en torno a la plaza. La
ciudadela intramuros responde a un emplazamiento medieval: asentado sobre un
accidentado promontorio, circundada por una fuerte muralla y potenciadas sus defensas por torres de
edificios señoriales; calle angostas, de trazados irregular, pequeñas plazuelas
en torno a los edificios religiosos...
Dentro de ella se sitúan el castillo y las primitivas iglesias: Santa
María, Santiago, San Andrés y la
Vera Cruz (cuyas ruinas se integran hoy en el cementerio).
Hasta mediados del
siglo XIV el desarrollo arquitectónico
se producen dentro de la ciudadela.
En este momento surgen los primeros núcleos extramuros con los arrabales de San Martín y de San Clemente,
pero no será hasta el siglo XV cuando
estos arrabales, sobre todo el de San Martín,
adquieran su protagonismo y expansión.
En el siglo XV se
construyen los primeros conventos trujillanos (San Miguel, Encarnación, San
Francisco) y queda configurada la plaza. Se edifican las primeras casas Consistoriales en la Plaza Mayor (hasta
hora reunido el concejo en la plaza de
Santa María). Junto a estos edificios se
levantan edificios privados de dos o tres pisos, presentando el bajo un cuerpo
de soportales constituidos por arcos de medio punto sobre pilares. Estos soportales, denominados Portales de
Pan, de la Verdura..., indica las
actividades comerciales que aquí se celebraban, actividades incrementada
en 1465 merced privilegio de "
Mercado Franco" otorgado por Enrique
IV, a celebrar los jueces de cada semana. Entre estas construcciones
populares se intercalan edificios nobiliarios hasta configurar,
definitivamente, la llamada Plaza
publica o del arrabal de San Martín. En el centro de la misma se levanta
el Rollo o Picota, hoy situado en el
cruce de las carreteras a Madrid, Cáceres y Mérida. Es gótico-Isabelina y
remata en pináculo con la Cruz de Alcántara. Los escudos de los Reyes Católicos
da la fecha y confirma el estilo. En el siglo XVI momento de esplendor
constructivo e histórico. Son sus hijos mas insignes, Francisco Pizarro
conquistador de Perú, Francisco de Orellana, descubridor del Amazonas y Diego
García de Paredes, el Sansón extremeño, y miles de conquistadores,
colonizadores y evangelizadores que marcharon al Nuevo Mundo entre los siglos
XVI y XVIII. Trujillo está en 22 poblaciones de Perú, México, Nicaragua,
Venezuela, Colombia, EE.UU, Cuba, Honduras, Guatemala, Puerto Rico, R.
Dominicana, Chile, Argentina y Ecuador, en los que adquirió fama y renombre por
algunos de sus hijos.
En el Renacimiento,
Trujillo se extiende fuera de la muralla. El incremento demográfico y
nobiliario son las circunstancias que impulsa este desarrollo, poblándose la
ciudad de nueva construcciones nobiliarias, sobre entorno a la plaza, lugar
preferido por la nobleza para levantar sus grandes mansiones, cuyas perspectiva
permite la contemplación de sus grandes falladas y escudos: Casa de la Cadena,
Palacio de la conquista o de Hernando Pizarro. Palacio de los duques de San
Carlos, Palacio de Piedras Albas. A partir de este siglo evolución arquitectónica
de la ciudadela y de la ciudad será diferente. Frente a casa-fuerte, poblada de
torres, aspilleras y otros elementos defensivos y góticos de la ciudadela,
surgirá casa-palacio abiertas con logias y patios, al tiempo de algunas casas
señoriales, intramuros, renueva sus aspectos de casas-fuertes a casas
palaciegas y renacentistas.
En el siglo XVII inicia
su decadencia, que continúa en los siglos XVIII y XIX. Situada en ruta militar,
sufre las consecuencias de tres guerras: la de separación de Portugal (1640-68)
de Sucesión (1700) y la de la Independencia (1808). Cada una de ellas provoca
la despoblación de la ciudad, arruinado sus edificios y economía.
Durante el Sexenio
Democrático se constituyó la Junta Revolucionaria, que desapareció tras la orden
de disolución decretada el 21 de octubre de 1868. La figura de mayor
protagonismo fue la de Malo de Molina, diputado por Trujillo en 1873 y miembro
destacado del Partido Republicano. Tanto durante la etapa Isabelina, como en el
Sexenio Democrático y la Restauración, Trujillo vio acrecentado su protagonismo
comarcal al ser designada cabeza de distrito para las elecciones de diputados a
Cortes.
El 30 de noviembre de 1892, la Reina Regente María
Cristina decretó lo siguiente: “Queriendo
honrar la memoria de Don Francisco Pizarro, natural de Trujillo y conquistador
del Perú, con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América, en nombre
de mi Augusto hijo el Rey Don Alfonso XIII (q.D.g) y como Reina Regente del
Reino; vengo en conceder al Ayuntamiento de Trujillo el tratamiento de
Excelencia”
En el siglo XXI, la
ciudad entera se erige en testimonio vivo de su pasado esplendor. En Trujillo
se respira historia, arte y, en definitiva, cultura. Esta se apoya sobre los
pilares de nuestros artistas pretéritos o contemporáneos, sus trabajos, sus
sueños, unos hechos realidad, otros anónimos. Se guardan muchos de ellos en los
museos de las ciudades y pueblos extremeños, o bien en colecciones particulares
que, junto a las muestras recogidas por instituciones religiosas y privadas,
forman el amplio y diverso Patrimonio Artístico de Trujillo.
LAS MURALLAS DE LA VILLA
Las murallas que engloban la Villa se
disponen de forma irregular para adaptarse a las diferentes cotas de nivel,
aunque muestran una ligera tendencia a la forma rectangular, abarcan un área
amesetada amplia. Fueron construidas en el período Taifa en el siglo XI. Con
bastante seguridad podemos afirmar que existió un recinto fortificado más
antiguo, cuya traza se asentaría próximo a la alcazaba, a ella responderían los
muros situados al Este (con dos torres semicirculares macizas, muy reformadas)
y al Sur de aquella: en la torre de planta trapezoidal que en la actualidad
avanza como balcón sobre la Plaza Mayor. Este antemural continuaría su
recorrido hacia el suroeste, espacio en el que su presencia se pierde.
Si los primeros paños de la muralla podemos
situarlos cronológicamente entre los fines del califato de Cordoba e inicios de
los Reinos de Taifa, época marcada por la inestabilidad ante la ausencia de un
poder suficientemente fuerte como para aglutinar todo el territorio andalusí
bajo un mismo mando, el resto de sus lienzos pueden ser datados entre fines del
periodo Taifa e inicios del dominio almorávide, es decir, en torno a la segunda
mitad del siglo XI.
La muralla está jalonada por 17 torres
dispuestas a tramos irregulares a lo largo de todo el perímetro, su altura es
superior a la de los lienzos de los que parten, las plantas más frecuentes son
la cuadrada y la rectangular, a ellas habría que añadir las dos semicirculares,
ya mencionadas. De entre estas torres podemos destacar la albarrana que se une
al muro mediante una coracha alargada en el sector oeste. Los paños de la zona
norte sorprenden por la ausencia de torres; en este espacio apreciamos la
existencia de un edificio adosado, convertido en convento franciscano en el
siglo XV, que por su solidez pudiera reforzar la denominada Puerta de Coria.
La muralla conservada actualmente –en una
gran parte de su trazado- es legado no islámico, sino herencia cristiana de los
siglos XII-XV. Su estructura arquitectónica y sistema constructivo nos
confirman diferencias obvias con las realizaciones musulmanas de la Alcazaba y
del Albacar. El material constructivo sigue siendo el mismo, el granito, no
obstante su tratamiento difiere del de fases anteriores. La fábrica es de
mampostería, aunque en zonas bajas de los paramentos y en las esquinas de las
torres se emplean sillares, la piedra es unida con abundante cal y arena gruesa
tanto en las caras externas como en su interior. En ocasiones se observa la
presencia del ladrillo y pizarra como niveladores de las sucesivas hiladas
pétreas. Muros y torres se coronan con un remate cuadrado piramidalmente.
Si en la muralla reconocemos la huella de las
obras realizadas tras la definitiva conquista castellana (año 1233), serán las
puertas de ingreso al recinto las que marquen claramente la periodización del
mismo. De este modo, todas ellas, al menos todas las conservadas, responden a
unas tipologías propias de las tres últimas centurias del Medievo.
Actualmente son apreciables cuatro de las
siete que poseía el recinto; posiblemente no todas serian medievales y, quizás
habría que añadir alguna poterna hoy desaparecida tras las modificaciones
sustanciales a que el conjunto murario ha sido sometido (derribo de algunos
lienzos, variadas estructuras adosadas a los mismos, etc.)
La fortaleza y la muralla sufrieron reformas
evidentes con la llegada de nuevos pueblos norteafricanos (almorávides,
almohades), que adaptaron las construcciones existentes a sus necesidades
militares y a los nuevos gustos de la
época: Tras 1165, fecha de la primera toma de la ciudad, nuevas reformas
perciben sobre el conjunto de los lienzos modificaciones que se repetirán en la
última parte del siglo XII y en los inicios del XIII con el apresamiento de
Trujillo por los almohades. Transformaciones notables se produjeron tras la
definitiva conquista cristiana (1233), periodo en el que se levantan buena
parte de los lienzos de la muralla actualmente conservada.
Entre finales del XV y a lo largo del siglo
XVI se sumarán nuevos elementos, de este periodo data la estructura abaluartada
sita en la zona suroeste del Albacar.
CASTROS
Trujillo
posee un denso y variado conjunto de yacimientos arqueológicos, unos con restos
aún de estructuras arquitectónicas y otros con vestigios apenas perceptibles
pero que han sido excavados (Aguas Viejas).
Concretamente,
en la Cerca de la Encina y en el lugar del Pradillo, se conservan partes de la
muralla de un recinto protegido, un conjunto residencial de viviendas,
pertenecientes a la Edad del Bronce. En ambos conjuntos, la parte más señalada
es la pequeña muralla que integra en su recorrido, gran parte de los bolos
graníticos que coronan el cerro donde se encuentra; esta se dispone con
paramentos a hilada con relleno y a veces en el zócalo utiliza grandes bloques
monolíticos de piedra. Sin llegar a resultar excepcional, constituye un claro
exponente de pobladores que aprovechan las ventajas que proporcionan los
rebordes montañosos y la alternancia de litologías distintas para vivir a
expensas una economía que combina la agricultura, la explotación ganadera y la
caza.
El
Berrocal está lleno de asentamientos humanos que podemos situar en la Edad del
Bronce con tradiciones megalíticas, en la Cerca de los Toros, la Molineta, el
Pradillo, cueva del Fraile... En el Pradillo, próximo a la Cueva Larga donde
aún subsiste un grupo esquemático de pinturas, encontramos restos de un
asentamiento. El mismo abrigo formado por la naturaleza y adaptado por el
hombre debió ser un enorme dolmen natural convertido en mausoleo; frente a la
entrada notamos restos de otro monumento funerario arruinado y vereda adelante
hasta alcanzar la solana de la machorra siguiente está el poblado con un ara de
sacrificios presidiendo una gran explanada.
En la
Cerca de los Toros, donde se conserva un altar impresionante desde donde se
dirigían al pueblo los notables del momento, están las tribunas perfectamente
talladas en una gran roca sobre cuya cúspide se sacrificaban animales a las
divinidades. Las viviendas son como las del Pradillo, con dos enormes jambas
para sujetar el dintel de sus puertas, las plantas eran variadas predominando
las formas circulares, con corrales familiares; majadas que a lo largo de los
Tiempos poco evolucionaron siendo paralelas a la cultura de los zahurdones en
falsa cúpula que hasta hace nada seguían construyendo nuestros padres.
El zahurdón de las Ánimas está
asilvestrado en medio del camino a la Sierra de los Lagares, entre la Molineta
y el Molino de Viento; personalmente lo he conocido con gallinas, ovejas y
cerdos que atendía una familia ubicada en el zahurdón, con la lumbre en medio y
los camastros alrededor. Es un magnífico ejemplar de chozo, que tiene adosadas
dos zahúrdas rectangulares. En su interior remata con un techo de falsa cúpula,
por aproximación de hiladas; en el exterior está cubierto por tierra y vegetal
que resguarda y sirve de aislante a las inclemencias del tiempo. Las
coordenadas son: 39º 26´ 59´´ N y 005º
51´ 38´´ O.
Encontramos
estructuras circulares de posibles cabañas de un asentamiento encerrado tras
una muralla que conserva prácticamente completa la mitad de su recorrido. Cada
vivienda posee un muro de cierre con una pequeña entrada, un hogar delimitado
por piedras.
Como en el caso de los poblados anteriores el lugar elegido es una pequeña
elevación flanqueada por pequeñas formaciones de granito con amplia visión
hacia el S, las partes N, E y W no presentan un panorama despejado dada la
escasa altura del terreno. En la mayoría están presentes los grandes bolos de
granito de formas caprichosas que suelen encerrar volúmenes propicios para
fijar hábitat primitivos.
El poblado de Aguas Viejas está enterrado; la mayoría de su superficie queda
bajo varios metros de rocas y tierra producto de las necesarias nivelaciones;
un pequeño espacio, cerca de donde estaba la excavación soportaba únicamente
unos decímetros de escombros, localizándose en superficie restos de
cerámica, los fragmentos más toscos
procedentes de las paredes y otras dos pequeñas guardan diversos materiales de
mayor personalidad.
Encontrando
piezas de cerámica sin decorar pertenecientes a paredes; su color es pardo,
sólo tres fragmentos son grises; tienen factura manual, la mayoría con
desgrasantes de pequeño tamaño, así como varias piezas semejantes; su color
predominante es el pardo, hay algunas pardo rojizo y una minoría son grises;
tienen factura manual con numerosos y gruesos desgrasantes, a veces de muy
grueso tamaño; su grosor oscila entre 22 y 5 mm hay un claro predominio
de cerámicas gruesas; su acabado es con mal alisado. En lo referente a objetos
líticos se localizaron varias lascas de
silex pardo translúcido, y láminas de cuarzo blanco de sección trapezoidal, y
puntas de flecha de silex de color gris rosado de base ligeramente convexa,
anverso y ambas aristas de los extremos laterales bien retocados. Claramente,
un poblado de finales del Bronce aunque observamos en los restos cerámicos la
técnica evidente utilizada en poblados calcolíticos importantes como La
Pijotilla, Zambujal, Valencina, Los Millares etc.
En resumen, el poblamiento de Aguas Viejas, en sus momentos finales, ha
ofrecido unos materiales pertenecientes a una pequeña población de economía
diversificada -agrícolas, caza y actividades diversas-, cuyas cerámicas ofrecen
variaciones formales, decorativas y técnicas con respecto a las cerámicas del
Calcolítico y son propias de la Edad del Bronce aunque faltan elementos claros
definitorios de las particulares de esta época. A su vez presenta un marcado
continuismo con respecto a los materiales líticos e incluso metálicos, esta
cuestión hace que por el momento me decante más bien por el Bronce inicial como
la época de vida de este poblamiento.
Con respecto al
predominio de los recipientes de almacén, la ausencia de defensas y su
ubicación cerca de la mejor fuente natural del entorno hay que intuir en ello
una mayor sequedad en el ambiente natural con mayor dificultad en el acarreo
cotidiano de provisiones que desde luego necesitaban ser conservadas durante
bastante tiempo. Igualmente denota una ausencia de peligros exteriores quizás
debido a un claro despoblamiento de la zona y sobre todo a la pérdida de
importancia de la ruta N-S que une la cuenca media del Guadiana con la del Tajo
medio y en la que desde finales del Neolítico nuestros poblamientos habrían sido
un punto de referencia de cierta importancia.
PINTURAS RUPESTRES DEL PRADILLO Y BELÉN
Las pinturas rupestres esquemáticas halladas y
conservadas en la región extremeña han sido datadas, sin alcanzar un acuerdo
entre autores, entre el Mesolítico y la Edad del Bronce, decantándose la
mayoría de los estudiosos por ubicar temporalmente la creación del mayor número
de estos ejemplos entre el Neolítico y el Calcolítico o Edad del Cobre.
Coincidiría así la creación de muchas de estas obras con la llamada cultura
megalítica. Respondiendo a unas características comunes que en gran medida se
repiten a lo largo y ancho de la comunidad, y que podrían ampliarse a toda esa
región artística prehistórica encajonada en el suroeste peninsular, donde la
esquematización alcanzó su mayor abstracción artística. Destacaría entre sus
propiedades más habituales la elaboración de las obras pictóricas en un color
rojizo, obtenido presuntamente gracias al uso de pigmentos minerales que, tras
haber sido extraídos de la piedra, se mezclarían con agua, sustancias grasas o
resinas que actuarían como aglutinante. El uso de pigmentos negros o blancos es
escaso en comparación con los trabajos en ocre, ejecutados mayoritariamente en
líneas gruesas que bien pudieran haber sido trazadas con la ayuda del propio
dedo del autor. Combinarían éstas con otros trazos más finos, presuntamente
pintados con algún tipo de brocha elaborada manualmente, o inclusive alguna
pluma o rama tomada como pincel.
Las pinturas del Pradillo se localizan al NE, en una
latitud de 39º 28´ 02´´ y longitud de 5º 52´ 45´´ . Concretamente, partiendo de
la Plaza Mayor de Trujillo, tomamos la avenida de la Coronación en dirección a
Huertas de Ánimas; antes de nuestra izquierda entre las edificaciones y tras de
ellas, unas bellas formas de granito, hacia la mitad de la citada Avenida
encontraremos la cueva. Las pinturas fueron descubiertas en el mes de marzo de
1973 por un grupo de la Organización Juvenil Española, dirigido por Alfonso
Naharro, meses después el Dr. Jordá de
la Universidad de Salamanca y el Dr. Rivero de la Higuera visitaron el covacho
y certificaron las pinturas.
La cueva se abre al Este. Sus formas son redondeadas
aunque de tendencia prismática rectangular e irregular, desgastadas con más
intensidad están las caras y aristas superiores. Su entrada mide
Posiblemente, nos encontremos ante una escena de caza, un
cazador, portaría en su mano derecha un venado, exhibiendo su cabeza y sus
puntas en posición horizontal, de la misma época que las existentes en un
abrigo cercano a la localidad de Belén, próximas al Cancho Gordo, enmarcándolas
en el tema cinegético y dentro de la
cronología del resto de lugares localizados de la pintura esquemática en el
ámbito provincial (postpaleolítico, concretamente su ejecución más antigua
podría haber sido en el Neolítico Medio que es cuando se sitúa la introducción
del arco y la flecha en nuestra cultura peninsular).
ALTAR DE
SACRIFICIOS DE LAS CALDERONAS
En la cerca de las Calderonas, a 3.777 metros
de la ciudad de Trujillo por la carretera de Madroñera, una zona muy rica en
yacimientos arqueológicos, nos encontramos con un
altar de sacrificios, un monumento donde se
ha trabajado la piedra
a conciencia para tallar unas escaleras y
cercana a ellas una cubeta donde posiblemente
tenían lugar los rituales de sangre. Esta
zona de las Calderonas constituye
un paraje de gran belleza donde el granito y
el encinar mezclados producen
un paisaje representativo de la tierra
trujillana. El granito se presenta en forma
de multitud de grandes y pintorescas rocas,
desgajadas de otras mayores con cortes
rectilíneos en la mayoría de los casos,
montadas unas sobre otras, formando
promontorios con frecuentes abrigos, un
recorrido que constituye un cúmulo de sensaciones curiosas acercándonos más a
la antigüedad y a sus enigmas, en la
mayoría de los casos producidos por la
imaginación.
El altar de los sacrificios era un edificio
público, un recinto de 13 por 4 metros
excavado parcialmente en la propia roca que
aquí se compone de una gran peña
granítica. Aparece tallada una doble escalera
(por el sureste y el oeste), escalones
excavados que comunican con casi la base de
la gran roca. En una roca cercana
y de inferior tamaño, situada unos 10 m al
norte, se observa superiormente, una
oquedad con un canalillo que facilita el
vaciado, estas dos últimas cuestiones son
de apariencia más natural. Es conocido por las fuentes de la época que
estos sacrificios de animales e, incluso, humanos estaban relacionados con
prácticas rituales y se celebraron entre las poblaciones vettonas. El
sacrificio humano tendría lugar en la zona superior de la roca, mientras las
entrañas de las víctimas se quemaban en unas cubetas y la sangre vertía en
otros similares, al tiempo que se rendía culto a las divinidades indígenas.
Las tierras que actualmente forman las provincias
de Ávila, Salamanca, Toledo y Cáceres, compartieron entre el año 500 a. C. y el
cambio de era una serie de rasgos culturales, sociales y económicos, lengua y
creencias religiosas. Esa identidad fue reconocida en los textos de los
escritores griegos y romanos, ya lo dijo Estrabón (3, 3, 6) en el siglo I a.
C.: «Dicen que algunos viven como espartanos, ungiéndose dos veces con grasas y
bañándose de sudor obtenido con piedras candentes, bañándose en agua fría y
tomando una vez al día alimentos puros y simples».
ALTAR DE SACRIFICIOS EN LA MOLINETA (TRUJILLO)
En la
finca de La Molineta, a una distancia de
2200 metros en línea recta desde Trujillo, próxima al lavadero y al molino,
nos encontramos con un altar de sacrificios en una gran roca desde la cual
podemos divisar una magnífica vista de Trujillo y del berrocal que circunda que
responde a las siguientes coordenadas N
39º 27' 18,43" O 5º 51' 31.85, donde se ha trabajado la piedra a conciencia para tallar unas
escaleras y cercana a ellas una cubeta donde posiblemente tenían lugar los
rituales de sangre. Esta zona de La Molineta constituye un paraje de gran
belleza donde el granito y el encinar mezclados producen un paisaje
representativo de la tierra trujillana. El granito se presenta en forma de multitud
de grandes y pintorescas rocas, desgajadas de otras mayores con cortes
rectilíneos en la mayoría de los casos, montadas unas sobre otras, formando
promontorios con frecuentes abrigos. Donde el recorrido de todo su paisaje con
detenimiento constituye un cúmulo de sensaciones curiosas acercándonos más a la
antigüedad y a sus enigmas, en la mayoría de los casos producidos por la
imaginación.
El
altar de sacrificios de La Molineta está formado por una gran roca granítica,
aparece tallada una doble escalera que corren paralelas en la cara que mira al
Este, escalones excavados que comunican con casi la base de la gran roca y
conducen en la zona superior a una superficie plana con dos concavidades
comunicadas entre sí, una de ellas prácticamente desaparecida por las
inclemencias del tiempo y la acción erosiva. Una de ellas vertía en una tercera
que a través de un canalillo conducía los líquidos al pie del altar. El
sacrificio tenía lugar en la zona superior, mientras que las entrañas de las
víctimas se quemaban en unas cubetas o nichos y la sangre vertía en otros
similares, al tiempo que ser rendía culto a las divinidades. El sacrificio
comprendía varias fases y se trataría de un ritual de iniciación que ofrece un
orden y un itinerario determinado, sacrificando animales y vertiendo su sangre
que correría por el canalillo hasta la cubeta
u oquedad situado en la zona inferior. Las dimensiones de la piedra son
las siguientes: El eje mayor tiene una longitud de 4,60 m y 2,50 metros en
menor. El diámetro de resalto circular es de 0,80 m y soltura de unos 0,04 m.
La altura mayor de la roca es de 4,10 m, la profundidad media de la concavidad
es de 0,20 m. Hemos de tener en cuenta que la distancia existente desde el
Altar de la Molineta hasta el Altar de la finca de las Calderonas es de 1590 metros.
Es importante destacar que en esta zona donde se
encuentra el Altar de sacrificios de La Molineta se conservan los restos de una
atalaya musulmana, a 30 metros. del Altar,
identificaba por la existencia de un poblamiento claramente consolidado
en el que el carácter militar, entre el Tajo y el Guadiana, y la proximidad con
la medina de Trujillo, citada reiteradamente por las fuentes islámicas como un
bastión esencial de ocupación islámica, le sitúa como uno de los asentamientos
islámicos extremeños de primer orden, destacando la importancia del enclave,
pues desde esta atalaya se divisa perfectamente Trujillo (Taryala) al Oeste a
517 metros. de altitud y al Este el asentamiento de Santa Cruz de la Sierra
situado a 840 metros de altitud, un cerro con restos de ocupación humana desde
la Prehistoria hasta el siglo XIII.
EL ALTAR DE SACRIFICIOS DEL PRADILLO DE
TRUJILLO
Este monumento rupestre se encuentra situado en el
casco urbano de Trujillo, en un paraje conocido como “El Pradillo” en un
lateral de la Avda. de la Coronación, al NE. El punto geográfico que ocupa está
muy próximo al formado por una latitud de 39º 28´ 02´´ y longitud de 5º 52´
45´´ del meridiano de Grenwich, hoja 702-II, denominada Trujillo, del Mapa
Topográfico Nacional 1/25000, Instituto Geográfico Nacional, Madrid 1996.
El altar rupestre se encuentra situado sobre
una roca aislada en un contexto rocoso, referencia visual obligada. La roca
constituyó en su momento un afloramiento granítico del que se ha ido desgajando
por efecto de la erosión, constituyendo una pequeña peña unida por la base con
el afloramiento original. Esta peña cuenta con dos elementos característicos de
este tipo de estructuras, han desaparecido las supuestas escaleras de acceso al
estar erosionada la roca por una de sus partes, aunque posiblemente no
existieran porque es fácil el acceso al altar, se conserva el altar en la cima
y el canalillo. Estas obras, como el
resto del arte rupestre, a pesar de su fosilización, sufren desde su ejecución
un progresivo deterioro.
En una cueva cercana, a escasos metros, aún
se conservan algunos restos de pinturas rupestres esquemáticas sobre la roca
granítica, muestras muy deficientes de ancoriformes por la fácil meteorización
de los componentes graníticos que han afectado a esta estación trujillana. En el mes de marzo de 1973 un grupo de la Organización
Juvenil Española, dirigido por don Alfonso Naharro, descubrió estas pinturas.
Poco después le fue comunicada la noticia al Dr. Jordá de la Universidad de
Salamanca quien visitó el covacho. Dada la escasa espectacularidad del hallazgo
pasó el tema a la Dra. Rivero de la Higuera quién incluyó una imprecisa y breve
reseña en un artículo de contenido más amplio. Aún se perciben un antropomorfo
o forma humana, claramente esquemático, de rojo vinoso -tinto claro-, al lado
otra figura humana de tendencia vertical y ligeramente arqueada, convexa al
exterior, lo que parece ser un arco; su trazado nos ha llegado bastante
intermitente. A la izquierda de la representación esquemática humana,
correspondiente al lado derecho del modelo hay un trazado, ciertamente
complejo, El conjunto continúa hacia la parte superior donde se percibe un
trazo de tendencia horizontal, ligeramente arqueado, cóncavo en la parte
inferior sobre todo en la derecha; es decir esta cuarta figura es un
ancoriforme de cabeza ligeramente apuntada y en torno a su cintura hay una
serie de pequeñas puntuaciones indicadoras de que el personaje portaba lo que
parece ser un objeto punzante alargado. Formalmente y temáticamente presentan
similitudes con las pinturas esquemáticas de Malpartida de Cáceres, Torrejón el
Rubio y los conjuntos pictóricos de La Burra y El Joyu en Cañamero, que
situamos en las cercanías del Calcolítico Final o en los comienzos del Bronce.
Hacia el sur, en menor altura, se presentan
afloraciones graníticas y posibles restos de lo que pudo haber sido una muralla
de la Edad del Bronce, muestras evidentes de que este paraje sirvió para que
los asentamientos humanos fueran numerosos, demostrables éstos solamente en la
Protohistoria. Lo más característico es destacar al Norte el cabezo granítico
en sus distintos momentos de ocupación desde la Protohistoria hasta la
ocupación cristiana con la alcazaba
emiral, pareja de la emeritense. A su solana se alza un paisaje plenamente
urbanizado: la ciudad de Trujillo. Todavía debemos mencionar otro “cabezo”,
hacia el NW emerge el denominado “Pradillo II”. Su aspecto actual es más
rotundo y cortante.
EL
LAVADERO MUNICIPAL
Uno de las estructuras singulares situadas en el entorno
de la ciudad es el lavadero municipal, que data de finales del siglo XIX y se
caracteriza por su singularidad arquitectónica a base de ladrillo y piedra,
mediante el juego de arcos de medio punto de ladrillo sobre pilares y pretiles
de cantería. El lavadero municipal de Trujillo se sitúa en las coordenadas: 39º
27' 18” de latitud Norte y 43 5º 51' 31” de longitud Oeste. El lavadero, de
titularidad pública, era utilizado antiguamente por los vecinos de Trujillo y
de las pedanías de Huertas de Ánimas y Belén para lavar la ropa. Tiene una
superficie de más de 700 metros cuadrados. Está construido en forma de “L” a base
de mampostería, ladrillo y argamasa y ubicado en torno a una charca de unos
cuatro metros de profundidad. Como principal referente, cuenta con 94 pilas de
granito, según fuentes regionales. En el año 2007 el Consistorio llevó a cabo
obras de recuperación del mismo y ha sido finalmente restaurado en el año 2015.
Las lavanderas eran las profesionales especializadas
en el lavado de la ropa, siendo uno de los oficios más duros, dentro de los que
se prestaban a los hoteles y veraneantes, por personas del exterior tal era el
caso del Hotel “El Cubano” de Trujillo, lugar en el que
tuvieron fama las lavanderas y que en ocasiones se simultaneaban con labores de
planchado.
A finales del siglo XIX y hasta mediados del XX,
adquirió importancia el Lavadero de Trujillo. La limpieza de las ropas se
llevaba a cabo en los márgenes de cantería del citado Lavadero.
Las lavanderas, colocadas de bruces sobre las lanchas
de piedras, realizaban el trabajo siempre penoso. Un avance importante supuso
la construcción de especies de cobertizos o bancos sobre las corrientes de
agua, en cuyo interior se colocaron una especie de bancos o cajones, donde las
mujeres podían acomodarse, preservándose de la humedad, disponiendo de una
piedra, que en su parte inferior entraba en el agua y sobre la que podían
jabonar, restregar y golpear la ropa. En este lavadero de Trujillo se alineaban
un número variable de puestos de trabajo individuales, constituidos
básicamente, por una piedra inclinada, sobre la que las mujeres llevaban a cabo
su tarea. Las tareas básicas del lavado consistían en “enjabonar la
ropa con pastillas de Chimbo o Lagarto”, poner a remojo, dejar reposar,
quitar manchas restregando si las hubiera y aclarar con agua a mano o golpeando
sobre la piedra. La siguiente operación, tras preparar en un barreño una mezcla
de agua y lejía, era la inmersión en la misma de la ropa, “dejándola un buen
rato”, si bien, en el caso de las sábanas de hilo, no podía utilizarse
lejía, aunque sí el jabón. Tras un nuevo aclarado, se volvía a meter la ropa en
una mezcla de agua y añil, para acabar retorciéndola hasta quitarle toda el
agua posible.
Aunque, para el secado, lo habitual era extenderla al
sol sobre la hierba o las zarzas, "para que la ropa se soleara".
Tras el estirado y su doblado, se colocaba en una cesta de mimbre o castaño,
procediéndose de nuevo a su recuento y entrega.
Ha sido restaurado por la empresa Restaura en el año 2015, financiado por la Junta de Extremadura con
o un presupuesto de 60.000 euros, procediendo a su consolidación de muros y
recuperación de los distintos elementos. En una primera fase, se puso la
cubierta a una parte del inmueble, con unas cerchas de madera laminada, paneles
aislantes, junto con teja árabe. Limpieza de vegetación, así como la
regularización, impermeabilización y remate de las coronaciones de los muros
que forman la nave, cerrando además oquedades que hayan podido aparecer en las
fábricas a lo largo del tiempo. La intervención también contempló la
sustitución de los ladrillos deteriorados de los arcos. Así mismo, se picaron y
repusieron los morteros de cal de los muros, en los puntos en los que se
encontraban deteriorados. Los trabajos en el lavadero incluyeron la reposición
de las canaletas de piezas de granito que sirven para la evacuación del agua de
las pilas y las piezas que faltaban en los umbrales de los accesos a la zona de
la charca. Con todo ello, se ha conseguido recuperar el aspecto original. Con
este proyecto, el lavadero podrá acoger diversas actividades.
MOLINOS DE VIENTO
La
tipología del ·molino de viento de torre” como los dos existentes en Trujillo ( 39º 26´ 54´´ N
005º 52´ 06´´) tiene su origen
en el siglo XIV en Normandía y en Francia, luego tomando como modelos estos
molinos, comenzaron a construirse en el área italiana y holandesa. Las
representaciones de molinos más antiguas que se conocen revelan la existencia
de dos tipos en el NW y centro de Europa de finales de la Edad Media, son
modelos nórdicos del tipo “molino de torre” con caperuza movible. Construidos
con pared de piedra y cal, dentro del recinto se hallan tolva, muelas, etc., y
son de planta circular.
Los
molinos de torre son producto más directo de las zonas con escasez de agua que
los molinos de poste. Concretamente, el molino de Trujillo conocido como “La
Molineta” está detrás del Depósito de agua, se
utilizó para moler grano, vigilando los valles traseros que es por donde
transcurre la vía de las Villuercas y antigua calzada de Trujillo a Córdoba por
toda la Siberia extremeña. Está asentado sobre los cimientos de una estructura
abaluartada, presumiblemente musulmana, y próximo a un altar de sacrificios de
la Edad del Hierro. Un molino utilizado para el abastecimiento de harina. Se accede a la torre cilíndrica por una
puertecilla que da a la planta baja, donde actualmente no hay nada digno de
consignarse. Y por una escalera angosta que se ciñe a la estructura circular se
sube a un primer piso, donde se encontraría en su día una instalación moderna
para limpiar la harina y donde estaría la máquina que constaría de las muelas
con su aparejo de “alivio”. Encima de la voladera, sobre un bastidor de madera
sujeto por cuatro patas, quedan la “canareta” y la “torva”, que es de quita y
pon. El eje vertical era muy corto, y la linterna era muy fuerte, sujeta a una
viga de recias proporciones tal y como se aprecia por la oquedad. También
existiría una rueda de engranaje, con cuatro radios y un sistema de travesaños.
Por encima de la rueda estaría el vejado del molino, que sería de tablas finas
y ligeras, una pieza denominada fraile a la que se sujeta una gran pértiga con
que da movimiento a todo el sistema de aspas, eje que soporta éstas y rueda de
engranaje, acomodándolo al viento reinante. En el exterior estarían los “hitos”
del molino, a los que se va ajustando la
pértiga mediante un “borriquete”. Las cuatro aspas que presumiblemente tendría
el molino han desaparecido. Un buen día de viento llegaría a moler 24 fanegas
de trigo (cada fanega de trigo daba veintiocho panes de kilo y medio de pan
blanco). Los labradores que querían harina sacaban de sus depósitos una porción
de grano que rociaban con agua. Llamaban al molinero que iba de casa en casa, con
un burro –que solía llevar una esquila anunciadora-.
Este molino se conserva por su construcción pétrea, pronto no será
más que un montón informe de escombros, por su posición y otras razones debía
ser de los monumentos trujillanos que más hubieran de haberse protegido desde
el punto de vista antropológico y turístico. Desde la Molineta mirando Trujillo a la izquierda vemos
otra torreta circular que se conoce como El Molino de Viento, ambas comparten
el mismo tipo de construcción del siglo XVIII y ya sus nombres nos definen el
último uso que han tenido.
Estos molinos fueron construidos sobre
restos de torretas. La situación estratégica de las mismas tuvieron un uso
militar, atalayas de vigilancia avisando de la llegada de ejércitos procedentes
de los caminos de Guadalupe o Córdoba vistos desde la Molineta, y por el Molino
de Viento los procedentes del camino de Medellín.
Es
cierto que no encontramos referencias a ninguno de los dos molinos de viento
trujillanos en las fuentes literarias que versan sobre Trujillo, una mínima
mención en el Diccionario de Madoz
que sí cita “muchos molinos harineros que solo muelen de invierno, para el verano se hace uso de las charcas
de Runel, Matarratas y la Albuera (…) tambien de dominio particular, tiene 2
molinos, que regularmente cesan a fin de julio por falta de agua”, aunque no es de una fiabilidad total, existen muchas
lagunas, confusiones y omisiones, no precisan los tipos, características,
capacidad de producción de los mismos. Fuentes documentales que no nos sirven
para esclarecer el año de construcción de ambos molinos, también el Archivo
Municipal de Trujillo es parco en datos, los eruditos e historiadores locales
nunca han versado sus escritos en los molinos de viento de Trujillo. Por tanto,
consideramos que se tratan de construcciones realizadas en el siglo XVIII.
ZAHÚRDAS
Zahúrdas, es una construcción para
mantener ganado porcino. Los zahurdones como el denominado “de las Ánimas”, son
espacios específicos para el ganado porcino, utilizados como parideras o
criaderas, y asociadas directamente a ciertos albergues para personas. De
hecho, hay una choza anexa a este tipo de refugios para el ganado. Son las
denominadas “chozas o casillas del porquero”. La etimología de la
palabra zahúrda o chafurda la sacamos del vasco actual: etxea casa, urde o
urdía cerdo, txaurde casa del cerdo, zahúrda.
Zahurdón es aumentativo de zahúrda diferenciando la casa del porquero de
la de los puercos.
El berrocal de Trujillo siempre estuvo
vivo, piaras de cerdos en los grandes corrales (corralás) en forma de U con
pequeñas zahúrdas en falsa cúpula al frente y a los lados, ganadería vacuna y
ovejas en los pastizales de los pequeños valles. El agua se recogía en grandes
charcas algunas alimentadas también por fuentes la mayor parte del año, un
ejemplo es la fuente ferruginosa de los Porqueros a la derecha detrás del
Molino de Viento. La Charca de los Porqueros tenía un sistema regulador del
agua para unas huertas que hubo en sus buenos tiempos, hoy está vacía y no
alimenta ni a las vacas vecinas. Existen
zahúrdas junto al pósito de Santa Ana, con dos filas paralelas de cochineras,
que forman un rectángulo. Construidas en granito, con bóveda de falsa cúpula,
cubiertas al exterior por tierra y vegetación. Sus coordenadas son: 39º
26´ 43´´ N 005º 52´ 30´´ O.
De este modo, el paraje se configura como un paisaje
cultural modelado por los usos agrícolas y ganaderos, al cual le confieren
personalidad las construcciones arquitectónicas tradicionales relacionadas con la vivienda más
elemental, el aprovechamiento de los acuíferos y la propia cerca que delimita
la finca.
La tipología del mismo
responde a la típica construcción de planta circular en piedra seca con mortero
de tierra y techumbre realizada mediante el sistema de falsa cúpula. Anexos a los chozos, solían
construirse cercados para ganado porcino cuya extensión dependía del número de
animales mantenidos. Además, algunos incluyen cámaras de cría para los
lechones. Por su parte, las cercas son circulares u ovaladas y, a veces
rectangulares, de piedra seca de distinto tamaño y se destinaban a majadas para
ovejas, cabras, o menos frecuentemente, al ganado vacuno. La ganadería (oveja,
cabra, cerdo y más escasamente vacuno) y la agricultura de secano (cereal han
sido los aprovechamientos tradicionales. Además, de forma menos notable, se
cultivaba el algarrobo, destinado, mediante el aprovechamiento de las vainas,
para alimento del ganado porcino. La práctica totalidad de estas actividades se
orientaba a la economía de autoconsumo y el uso de chozos y zahúrdas se
constata hasta los años setenta del siglo XX.
Existen de todos los tamaños y formas,
algunas excepcionalmente importantes por sus dimensiones y factura; sus
técnicas constructivas nos recuerdan a ciertos monumentos megalíticos de la
Prehistoria, especialmente las realizadas con falsa cúpula de aproximación de
hiladas, y las de bóveda de cañón. Igualmente, se hacían otras de tipología
mixta, consistentes en un zócalo de piedra rectangular o circular y una
cubierta de palos con monte, que cada temporada se quemaba de forma
intencionada para evitar enfermedades
Resultan curiosas las escasas dimensiones de muchas entradas de estas
zahúrdas, nada de extrañar, pues la talla del cerdo ibérico actual, se ha ido
incrementando notablemente en las últimas década
ERMITA DEL ORETO
Tiene un precioso porche con tres puertas de medio punto,
la nave era con bóvedas de arista y ábside circular. La bóveda está hundida,
las puertas del porche tapiadas con una pequeña puerta en la principal para dar
entrada a los cerdos pues en altar mayor hay acopladas dos zahúrdas.
El santuario original de Loreto (Italia) es del siglo
XIII adonde parece que llevaron desde Palestina las piedras para su
construcción. La leyenda dice que los ángeles portaron en volandas la casa
donde fue anunciada María como madre de Jesús, primero hasta Dalmacia para
dejarla definitivamente en medio de un bosque a laureles al norte de ltalia, de
ahí el nombre.
La imagen que se venera en Italia es negra, curiosamente
la mayor parte de las vírgenes negras están originadas por caballeros cruzados
benedictinos y existen muchas leyendas al respecto. La Virgen de Guadalupe
también es negra, en principio estuvo en Cabañas del Castillo, la abadía de
Cabañas perteneció a los caballeros de Truxillo y Montegaudio confederados en
la caballería del Pereiro, orden cisterciense que acabaría siendo Alcántara y
por sus acuerdos con Calatrava la imagen acabó en Guadalupe, pero esa es otra
historia.
La Virgen de Loreto en Trujillo debió ser negra, como lo
es la Coronada (iglesia de San Martín). La construcción de esta ermita es muy
parecida (más pequeña) a la ermita de San Pablo en el Castillo, construida
posiblemente a principios del siglo XIV.
ERMITA DE SANTA ANA
Esta
ermita fue mandada construir por el obispo de Plasencia D. Fray Francisco de
Santo Tomás Lasso de la Vega y Córdoba. Elevada entre diciembre de 1731 y
agosto de 1732, junto al humilladero, en el berrocal, a la vera de la Cañada
Real de Andalucía. La ermita y su dotación fueron donadas a la “Ilustre y
esclarecida Congregación de Sacerdotes y Ordenados in sacris”, fundada por él
mismo e inicial prior. En el altar mayor
se veneraban las imágenes de Santa Ana y
San Joaquín.
Por
la ley desamortizadora de primero de mayo de 1855, decretadas por el ministro
de Hacienda Pascual Madoz, la ermita y la pequeña finca aneja a la misma
pasaron a ser bien estatal, compradas posteriormente por particulares.
Su
planta es de cruz latina, coronada por cúpula
hemisférica, correspondiendo a los moldes postescurialenses o del
barroco clasicista de la primera mitad del siglo XVII, que se alargaron en este
caso hasta el primer tercio del siglo XVIII. Su molduraje interior también es
clásico y severo, no obstante estuvo profusamente decorada con frescos
barrocos, cuyos pocos restos muy borrados aparecen en los cercos de las
ventanas laterales del crucero. Dos recoletas sacristías aún se aprecian a
ambos lados del altar mayor.
Frente
a la ermita Fray Francisco Lasso de la Vega y Córdoba fundó un pósito o silo de
grano por la misma munificencia que le caracterizaba, cuyos muros maltratados
aún perduran, rompiendo aquel dicho de que no es lo mismo predicar que dar
trigo. Bellos blasones del benéfico prelado de Plasencia campean en las puertas
de la ermita y del pósito. Fray Francisco de Santo Tomás de la Vega y Córdoba
también mandaría ampliar y rematar la iglesia de la Encarnación de los
dominicos y concluir la cabecera de la iglesia de San Francisco.
EL CONVENTO DE LOS FRAILES DEL CAPUCHO DE LA
FINCA DE LOS ARCABUCES
Los
frailes edifican el conventito en la misma tierra de Trujillo a escasos
kilómetros del de Ntra. Sra. de la Luz, en la finca pública de los Arcabuces,
próximo a un riachuelo y en la encrucijada de dos cañadas. En Trujillo se había fundado el convento de
descalzos a principios del siglo XVI aprovechando una ermita existente como
capilla conventual bajo la advocación de Nuestra Señora de la Luz (en la
iglesia de San Francisco se conserva la talla románica de la Virgen con el
Niño), cuando la provincia de San Gabriel era solo la custodia del Santo
Evangelio. Pero este convento fue destruido por los padres de la familia de la
Observancia durante las luchas contra los Descalzos y no se había intentado
reedificar después. Los descalzos sí intentarían hacer una nueva fundación
dentro del casco urbano. Para conseguir más fácilmente la autorización se
intentaba disfrazar la fundación de simple traslado del convento cercano de San
Juan Bautista de la Viciosa a Trujillo, pero tropezó con la negativa del
Ayuntamiento, según las Actas Capitulares, hecho que no se consiguió hasta
1603. Cuando doce principales de la ciudad de Trujillo se dirigieron al padre
General provincial reunidos en Capítulo Provincial de Las Brozas, ofreciéndoles
su apoyo y con beneplácito del obispo de Plasencia D. Pedro González de Acevedo,
que les cedió la ermita de Santa María Magdalena, extramuros, pero junto a al
ciudad para la fundación del convento. El día 26 de enero de 1603 tomaban los
frailes posesión de la dicha ermita de manos del obispo y en nombre de la
Provincia Fr. Andrés de Plasencia, antiguo Provincial y actual Definidor, los
moradores de esta casa fueron los frailes del convento de la Viciosa que
vinieron, clausurándose entonces el otro convento. Pero, qué lugar ocupa el
convento de nuestro estudio situado en la finca de los Arcabuces. Si en 1506
abandonan el convento de la Luz. En el capítulo 2, pp. 16 vº nos refiere lo
siguiente tras la visita que realizó fray Pedro de Melgar a Roma ante el Papa
para solicitarle licencia para construir conventos: “El Papa concibió en su ánimo deseo de favorecerlos, teniendolos como
verdaderos hijos del glorioso padre nuestro san Francisco, de quiera era
devotisimo, y asi mismo de toda la orden, les dio nuevas letras y Breve para
que de nuevo edificasen casas y fuese custodia como de antes, haciendo della
prelado al religioso varon fray Pedro de Melgar, autorizando todo lo que el
ministro general avia hecho y confirmando en custodio al sobredicho. El qual
contentisimo se volvio con sus compañeros a España y llegados a sus casas
(conventos) hallaron que los padres observantes les avian derribado las casas
de junto a Truxillo, Villanueva y Salvaleon. Por lo qual se recogieron en
nuestra Señora de la Luz, y la de Trujillo no osaron reedificarla por aver en
la dicha ciudad convento de la orden (se refiere al de la Luz)”.
El
único convento franciscano descalzo que existía masculino en Trujillo podría
haber sido el de la finca de los Arcabuces, y sería el que encontró fray Pedro
de Melgar destruido por los Observantes cuando llegó a Trujillo y tuvo que
refugiarse en el de la Luz, que había sido fundado en 1500. El convento está
situado en la vertiente de un pequeño cerro que rebaja en su descenso hacia un
riachuelo, lugar agreste. El convento no tiene grandes dimensiones, está
construido con gruesas paredes de mampostería, utilizando escasamente la piedra
sillar en los dinteles y jambas de las puertas de acceso al mismo y a la
huerta, las columnas del claustro y las escasas ventanas y rosetón que aún se
conservan. Se accedía por una puerta en el lado Sur que aún conserva el hueco
de la tranca, se encontraba en el interior la portería, seguidamente en el lado
Oeste estaban las celdas que aún conservan las ventanas pequeñas, estrechas
hacia el exterior –son en forma de aspillera, sin rejas ni puertas y su
estrechamiento servía para evitar que penetraran las distintas alimañas del
campo- , y al otro lado, el de profundis y el refectorio. De frente al pasillo
de la entrada principal (porque existió otra entrada Norte) estaba el claustro
formando un cuadrado que tenía –a disposición de las basas que aún se conservan
como testigos- tres columnas por cada lado, los arcos debían ser de medio
punto. Próxima al claustro en dirección Oeste estaba la sacristía pequeña y la
capilla, conservando aún un sencillo rosetón, de magnífica factura. En
dirección Este al claustro estaba la cocina –existe un pozo cegado- y otras
dependencias. En el huerto existen dos piezas de granito que pudieran haber
sido fregaderos primitivos con su desagüe. Frente al convento se encontraba el
huerto del convento, que aún conserva su magnífica entrada. Todo con la máxima
sencillez y materiales pobres.
EL CONVENTO FRANCISCANO DE NTRA. SRA. DE LA LUZ EN TRUJILLO
Convento franciscano construido en los inicios del siglo
XVI en la finca "Papanaranjas", a 2 kms. de la población, en la
carretera que conduce a Guadalupe.
En la época de los RR. Católicos, debemos destacar la
gran labor llevada a cabo por fray Juan de la Puebla y fray Juan de Guadalupe,
que fueron los eslabones principales de la propagación del franciscanismo en
tierra extremeña, y a fray Pedro de Melgar y Bobadilla, que fue el principal
seguidor de los anteriores, fundando varios conventos franciscanos por toda la
región. Don Gómez Fernández de Solís, don Juan de Chaves y don Alvaro de
Hinojosa, caballeros de Trujillo, se dirigen en febrero de 1498 al Romano
Pontífice suplicando facultad para edificar un convento franciscano en las
proximidades de la ciudad de Trujillo (ya había recibido el título de
"Ciudad" en 1432). Consiguieron la licencia de Roma y construyeron el
edificio en las proximidades de la ciudad en virtud de la bula pontificia Super Familiam Domus, de Alejandro VI
(25 de julio de 1499). Se hicieron cargo del convento los citados fray Pedro de
Melgar y fray Juan de Guadalupe, el día 24 de marzo de 1500 (festividad de la
Anunciación); le dieron el título de Ntra. Sra. de la Luz.
De este convento trujillano tan solo se conservan sus
muros maestros y, por supuesto, la imagen de la Virgen con el Niño, que fue
trasladada a la iglesia conventual de San Francisco, en la ciudad de Trujillo,
debido a que el mismo Alejandro VI, mediante otra bula, fechada el 11 de
septiembre de 1502, al Vicariato Provincial de Santiago, suprimió el convento
de Nuestra Señora de la Luz de los frailes del Capucho, por el éxito de algunos
frailes Observantes, que ya desde un principio querían casa de oración en la
misma ciudad, sembrando discordias entre los franciscanos, desplazando a los
principales pilares de la reforma en Extremadura, nos referimos a fray Pedro de
Melgar y a fray Juan de Guadalupe. La reconocida labor del primer fraile
franciscano del convento de Trujillo, fray Pedro de Melgar, fue confirmada con
la bula Sub Suavi Religionis,
del 17 de marzo de 1508, confirmando todos los privilegios del Capucho a las
órdenes de este fraile citado.
CALZADA ROMANA Y BASILICA MOZÁRABE
Saliendo de Trujillo por la puerta de Coria aún
podemos contemplar restos de la calzada romana que iba de Turgalium a Cauria,
está tan deteriorada que apenas quedan unos metros de su base
original. Asimismo hay una basílica mozárabe bajando el terraplén desde la
Puerta de Coria.
Para acceder más
fácilmente a las ruinas del templo mozárabe tendremos que atravesar la Puerta
de Coria, una de las entradas al casco antiguo que recibe tal nombre por partir
de allí el antiguo camino que unía esta plaza con la cauriense. Mencionada
calzada la encontraremos nada más cruzar la puerta y a mano izquierda,
conservándose algunos retazos del antiguo pavimentado romano, que sirve
actualmente como acceso a las fincas que ocupan esta zona del berrocal,
abandonadas la gran mayoría e invadidas por la naturaleza. Según nos acercamos
a las ruinas del antiguo Convento franciscano de la Magdalena, encontraremos a
la derecha el acceso en mal estado a la conocida como cerca de
Pillito. Una vez allí, y caminando hasta el fondo de la que fuera huerta, nada
más pasar una segunda cerca sin cerrar veremos los restos de la basílica frente
a nosotros, descansando en una zona allanada del terreno, y con la figura del
castillo como telón de fondo de este paisaje milenario.
Entre los años 1985 y 1986 se llevaron a cabo
excavaciones arqueológicas en la basílica mozárabe por el Departamento de
Historia Antigua dirigidas por el Doctor José Luis Sánchez Abal.
Aún se conserva el ábside, y en perfecta perpendicular con el mismo la
nave y una cavidad delimitada con sillares aflora en el terreno, posible más
que enterramiento pila bautismal de inmersión, en la que se practicaría el
principal Sacramento cristiano a través de uno de los más primitivos ritos. La
pequeña mención de Turcalion en el
Anónimo de Rávena cobra gran importancia al vislumbrar con ello la
supervivencia de la ciudad en época visigoda, así como la continuación de su
funcionalidad económica y urbana siglos después de su fundación y en una época
previa a la llegada de los musulmanes. Pocos vestigios permanecen de la época,
como ocurriera con aquéllos derivados de la presencia romana. Sin embargo
y frente a la total inexistencia de restos urbanos latinos, se
conservan una ruinas que confirmarían la continuidad de la urbe durante el
reinado visigodo y que supondría un permanencia urbanística de la misma
en mencionado período.
A
pesar de haberse reutilizado muchos de sus sillares graníticos en los cercanos
vallados y construcciones inmediatas, ha podido sobrevivir hasta nuestros días
el ábside en herradura, orientado hacia el Este y posiblemente lugar que
ocupara el altar del templo a falta de restos de otras naves, apoyada la
hipótesis por la ubicación de una posible piscina bautismal en perfecto
perpendicular con la misma. Su diseño en herradura enlazaría con la tradición
constructiva visigoda, que impulsó este tipo de arco en los edificios hispanos
y en el arte europeo. De los pies de la nave o portada es difícil
actualmente distinguir nada, no preservándose restos de la misma o bien
encontrándose enterrados en el terreno.
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