TRUJILLO y
SUS RUTAS
La ciudad de Trujillo, situada a 50 km al este de la
capital de la provincia, se asienta sobre un batolito granítico y se emplaza en
el antiguo camino de Madrid. Se trata de un importante complejo urbano
conformado a partir de diferentes épocas y mentalidades
arquitectónico-urbanísticas, cuyos testimonios han hecho de ella una de las más
importantes ciudades del mundo.
La impresión que se lleva el viajero cuando se acerca a
Trujillo es la de encontrarse ante un medieval barco varado en un cerro de
canchales. La ciudad se eleva orgullosa y vigilante sobre una sorprendente y
hermosa protuberancia granítica, sobre un insólito berrocal, como dice la
copla: "Si fueres a Trujillo, por
donde entrares, hallarás una lengua de berrocales". La masa de sus
torres y sus ruinas se recorta sobre el cielo.
Es
Trujillo una ciudad abierta, clara, confortable, regularmente bien urbanizada,
apacible y que da una cierta sensación de bienestar de hidalgo campesino. Así
era y así es Trujillo: Un centro de encuentro entre razas y culturas edificado
sobre el cerro “Cabezo de Zorro” para dominar en llano unos límites que están
rayados entre el Tajo y el Guadiana.
La población trujillana se reparte
entre la ciudad de Trujillo propiamente dicha y los cuatro arrabales
dependientes de su jurisdicción municipal. Se trata de las localidades de
Huertas de Animas, Huertas de la Magdalena, Belén y San Clemente. Con
testimonios ya desde el Neolítico, estos arrabales han estado poblados por un
vecindario fundamentalmente agrícola que se asentó sobre fértiles vegas como
las de Papalbas, Valfermoso o Mimbreras.
Trujillo es el antiguo Turgalium romano,
nombre de raíz celta. Es la denominación
latina del topónimo correspondiente al primitivo castro indígena. Los
diferentes testimonios epigráficos y funerarios son prueba fehaciente que la
Turgalium prerromana se convirtió, durante la ocupación romana, en una
población de suma importancia tributaria de Norba Caesarina. Trujillo aparece
citado en el Anónimo de Rávena (siglo VI), que facilita el conocimiento de
núcleos de población de esa época. En el
Itinerario de Antonio (siglo III) se cita como un importante enclave desde
Mérida hacia Zaragoza, a través de Toledo. Dato interesante porque denota la
continuidad funcional urbana como
cabecera de comarca.
Después de una época paleocristiana y
visigoda, como queda constancia por los restos de una basílica, tras muros de
la puerta de Coria; la dominación musulmana hace de Trujillo un importante
enclave, que sólidamente fructificado, mantendrá una notable actividad, siendo
testimonio de ella el mercado ganadero que se celebrara en la zona extramuros
sobre la que después se habría de urbanizar la actual Plaza Mayor. Hacia el año
900 se inician las obras del Castillo y en el siglo XI están definitivamente configuradas las
murallas, cuyo aspecto -al igual que el del Castillo- se modificará después de
la reconquista. Hay noticias documentales de la existencia de dos mezquitas, de
las cuales se conserva algún resto.
En 1186 se inician con Alfonso VIII los
primeros intentos de reconquistar la Villa. Entregada a las Ordenes Militares
de Santiago y San Julián de Pereiro, pasaría de nuevo a manos árabes en la
última década del siglo XII, hasta que en 1232 la villa es definitivamente
recuperada por las huestes cristianas de Fernando III. Data desde entonces la
devoción patronal de Trujillo a la Virgen de la Victoria, que, alojada entre
dos torreones constituye su emblema heráldico.
A partir de entonces Trujillo comienza
a conocer tiempos de prosperidad, fomentada por los reyes con repoblaciones,
exenciones tributarias, privilegios mercantiles y otros incentivos propios de
los tiempos y las necesidades gobernantes y unificadoras.
Alfonso X, decidió otorgar Fuero propio
a la villa. La población, desde entonces, se reparte entre los hidalgos,
eximidos del pago de tributos, y los "pecheros", vecinos
contribuyentes.
Hasta mediados del siglo XIV el
desarrollo arquitectónico de Trujillo se concentra en el interior del recinto
amurallado, en la Villa; sin embargo, por esa fecha surgen las primeras células
que condicionará el posterior desarrollo de la ciudad extramuros. Se trata de
las primitivas fábricas eclesiásticas de San Martín y San Clemente.
En 1430 Trujillo logró trasponer la pubertad medieval
merced a las instancias de Álvaro de
Luna, primer duque de Trujillo, ante su rey,
Juan II de Castilla que le concede el codiciado titulo de ciudad "por los buenos e leales servicios que
e me facen cada día ....por ende es mi merced
que de agora adelante sea cibdat e goce de todas las preminencias e
prerrogativas...". A todo ello
vendría a sumarse el privilegio de Mercado Franco otorgado por Enrique IV en 1465.
Ilustres protectores fueron también los
Reyes Católicos, que en Trujillo llegaron a vivir largas temporadas hasta que, en un crudo
enero de 1516, sorprendiera la muerte a Fernando “El Católico” camino de
Guadalupe. Y así Trujillo continuo siendo fiel compañero de la historia con la
frecuente presencia de monarcas y privilegios. Como Felipe IV, que autorizase a
la ciudad una Casa de la Moneda para acuñar moneda propia.
Entre fines del siglo XV y principios
del XVI tiene lugar una importante actividad arquitectónica en Trujillo. Se
fundan los conventos de San Miguel, La Encarnación y San Francisco; se levanta
el Rollo o Picota en el sitio del Mercadillo y se construyen las Casas
Consistoriales, otros inmuebles municipales y privados van configurando la estructura
y fisonomía del espacio placero.
El siglo XVI será definitivo para la
historia de Trujillo por su importante participación en el descubrimiento,
conquista y civilización de América. La población supera abiertamente sus
antiguos límites y se expande fuera de la muralla. El desarrollo demográfico
trujillano, cuya población es de 1730 vecinos en 1580 -cifra superior a la de Cáceres en la
misma fecha- y el enriquecimiento de ciertos sectores como consecuencia de la
empresa americana, son las circunstancias que impulsan ahora el desarrollo
arquitectónico-urbanístico de Trujillo que poblará la ciudad de nuevas
construcciones nobiliarias. Se ampliarán las antiguas fabricas religiosas y
proporcionará a Trujillo el aspecto con que la ciudad llega al siglo XVIII.
Villa y "ciudad" mantendrán desde ahora una
evolución arquitectónica de distinto signo. Torres, aspilleras, alfices, arcos
apuntados y demás elementos arquitectónicos militares y goticistas de los
palacios intramuros desaparecen de arquitectura de la "ciudad"; en
ésta se empleará una construcción más abierta en la que elogias y patios
proporcionarán una fisonomía estructural diferente a los inmuebles. En el
interior de la "villa", el aspecto defensivo de alcázares y casas
fuertes da paso a otro renacentista.
Durante el siglo XVII y después de la conclusión y
remodelado de la obras eclesiásticas iniciadas en el siglo XVI, Trujillo cae un
largo período de inactividad arquitectónica que se vería agravada a raíz de la
campaña de Portugal, pues ésta diezmaría tanto la población como la economía
trujillana. En la "villa", el abandono constructivo se traduciría en
un proceso arquitectónico regresivo en el que se hacen presentes las primeras
ruinas.
Después
de la incidencia destructiva de los acontecimientos bélicos del siglo XIX y de
las circunstancias del mismo signo que acompañaron a los diferentes procesos
desamortizadores, Trujillo inicia durante el último tercio del citado siglo una
actividad constructiva y urbanística de gran relieve y excepcional a nivel
provincial. Hoy es una población que se caracteriza fundamentalmente por un
importante turismo de calidad.
RUTA DE LOS CONQUISTADORES
El siglo XVI
español propició a Extremadura la ocasión histórica de pasar al recuerdo
universal como región, gracias a los acontecimientos que se dieron en torno al
descubrimiento y posterior ocupación del continente americano.
Detrás de la
conquista y colonización de tierras americanas, existieron hombres que
partieron de Trujillo y han pasado a la historia como partícipes en primera
línea en la odisea humana más destacable del citado siglo XVI como fue el
encuentro entre dos mundos tan opuestos, que con el pasar de los siglos tanto
se aportaron mutuamente. Francisco Pizarro y sus hermanos, Francisco de Orellana,
Fray Gaspar de Carvajal, Martín de Meneses, María de Escobar, Francisco de las
Casas, Francisco Bejarano, Francisco de Chaves, Diego García de Paredes, etc.
Que de Trujillo partieron y cuyos afanes fueron tan intensos que el nombre de
Trujillo permanece en el subcontinente Americano en varias ciudades de
Venezuela, Perú, Puerto Rico, Chile y Colombia. Ellos nacieron en Trujillo y
aportaron con sus hazañas o con sus vidas el poder hacer historia de un
acontecimiento casi causal.
En torno a la Plaza Mayor se localizan los ejemplos
más importantes de la arquitectura nobiliaria de la Ciudad. La primera noticia sobre construcciones en la
Plaza Mayor, data del 18 de mayo de 1353. Aquel día se reúne el Concejo en el
atrio de la iglesia de San Martín "para
tratar del amojonamiento del Berrocal que en este año hizo González Fernández
Añasco". La elección de este lugar indica que aquí se encontraba un
primer centro de un dinamismo social. Este primitivo núcleo urbano, mercado e
iglesia, junto al que pronto se añadirían las casas consistoriales, será el
epicentro virtual de una ciudad, que desde aquí y siguiendo los caminos se
expandirá por irradiación.
La
estructuración definitiva de la Plaza tuvo lugar durante el siglo XVI. Trujillo
vive entonces su momento histórico culminante, definido por su expansión
urbana, que la ha convertido en una de las ciudades más interesantes del
panorama artístico mundial. En lo que se refiere a su parte monumental, alcanza
en estos años su configuración estructural. Sobre esta configuración, el XIX
introducirá algunos cambios en la planimetría y una remodelación de las
fachadas.
La estatua ecuestre de Francisco Pizarro, obra del escultor
norteamericano Charles Rumsey, nos invita a comenzar el recorrido turístico por
esta noble ciudad. Frente a este símbolo en bronce de la ciudad, se alza el
palacio del Marqués de la Conquista,
construido por Hernando Pizarro, hermano del conquistador, según las
disposiciones testamentarias del conquistador del Perú. Es una construcción de
estilo plateresco, con cuatro plantas rematadas por figuras que representan
iconográficamente alegorías de los Vicios y las Virtudes. Sobresale del conjunto el magnífico balcón
esquinado con blasones, en el que distinguen perfectamente los bustos de
Francisco Pizarro y su esposa Inés Huailas; y los de Hernando Pizarro y
Francisca Pizarro Yupanqui. En el
interior se conservan numerosos esgrafiados repartidos por las distintas
dependencias, con temas vegetales, geométricos e indianos, con animales
exóticos existentes en las selvas iberoamericanas; así como tres habitaciones
con cubierta de artesonado de madera a base de jácenas que apoyan sobre
canecillos con decoración floral, geométrica y con rostros humanos y
animalísticos. Un total de 126 cabezas, repartidas en dos salones, en las que
se puede apreciar las representaciones del cóndor, el tapir, el mono, y las
divinidades celestes (el sol o pájaro Inti, la luna o Quilla, la divinidad del
trueno o dios del fuego, Coychi o dios del castigo). Todos los animales que
aparecen en el artesonado corresponden a simbolismos y pertenecen a la
mitología incaica. También, aparecen representados rostros de incas, ataviados
con atributos del poder real: plumas, ceñidor y dilatadores de orejas.
El encanto de
esta plaza reside tanto en su tamaño, una de las más grandes de España, en lo
irregular de su trazado, y en sus soportales que sustentan tanto los palacios
señoriales como las casas populares.
Cada soportal tiene su propio
nombre que recuerda los mercados medievales: del Pan, de las Carnecerías, del
Paño y de la Verdura. Al otro extremo del palacio está la Iglesia de San
Martín, de su compacto volumen exterior sobresalen las torres del Reloj y de
las Campanas. Al interior del edificio se accede a través de la puerta abierta
a los pies, con columnas dóricas sobre pedestales, que sustentan entablamento y
frontón en cuyo tímpano campea el escudo
del obispo placentino don Pedro Ponce de León, bajo cuyo pontificado
(1560-1573) finalizaron las obras del templo, interviniendo en ella los canteros
Cabrera, Alonso Becerra y su hijo Francisco Becerra, primera referencia
artística del que sería gran arquitecto en América. La puerta del mediodía se
conoce con el nombre de Puerta de las Limas, por tomarse como tales las
granadas que aparecen en la rosca del arco trilobulado de la misma. El templo
conserva en su interior un órgano barroco fabricado entre los años 1759 y 1762
por el organero de Llerena Antonio de Larrea y Galarza. Bienes muebles de
interés artístico como el Cristo de la Salud, que destaca por su belleza
plástica, obra del siglo XV y un lienzo del siglo XVIII que representa a San
Jerónimo, obra de Pereda. Sobresaliendo en el templo el monumento funerario al
Cardenal Don Gaspar Cervantes de Gaete, Arzobispo de Tarragona. La obra más importante
del templo, es la imagen de una Virgen románica que procede de la ermita
templaria de Nuestra Señora de la Coronada. En el altar mayor resalta el
retablo del Cristo de la Agonía, obra del segundo tercio del siglo XVII,
procedente de la iglesia de la Sangre de Cristo, de Trujillo; presentando en el
centro la imagen de un Crucificado, obra granadina de Alonso de Mena, del siglo
XVII. Reyes como Carlos V, Felipe II o Felipe V estuvieron orando en ella,
según las Crónicas de sus Viajes; el
Emperador en su viaje a Sevilla para casarse con Isabel de Portugal, y Felipe
II, tras unir el dominio de toda la Península Ibérica en 1583.
Frente a la iglesia, se alza
majestuoso el palacio Ducal de San
Carlos, sobre la primitiva casa
solariega de la alianza entre los linajes Vargas y Carvajal, a cuyo entronque
familiar se concede en el siglo XVIII el ducado de San Carlos. Las obras del
palacio comienzan a mediados del siglo XVI, prolongándose a lo largo del
siguiente. En la actualidad y desde la restauración que se llevó a cabo en
1960, el palacio se utiliza como convento de las religiosas de la Concepción
Jerónima. Podemos destacar en la fachada una estilizada galería porticada
constituida por tres arcos de medio punto que descansa sobre dos columnas
jónicas, y en el segundo cuerpo tres sencillas ventanas rectangulares con
pilastras corintias que separan los vanos de la logia que se abre en el tercer
nivel, los cuales se encierran con los dinteles que sustentan grandes ménsulas
a modo de zapatas. El último cuerpo de la fachada es una perfecta alineación de
vanos rectangulares de enmarque moldurado sobre los que inmediatamente se
tiende la amplia y volada cornisa que remata la construcción. En el ángulo
esquinado destaca un balcón con dos águilas bicéfalas que sustentan las armas
de la familia, está enmarcado por pilastras sobre pedestales, con entablamento
y frontón (con el busto del promotor de la obra). Sobre dicho frontón se
disponen dos "puttis" con cornucopias simbólicas de la abundancia.
Remata todo el conjunto voluminosas y singulares chimeneas que destacan sobre
la cubierta. Están fabricadas a base de ladrillo y poseen una estructura
turriforme que remata en cuerpos volados de pintoresca y dispar tipología. En
su interior, se puede visitar el hermoso patio plateresco y la escalera volada,
obra del arquitecto Antonio de Mera.
Desde ese momento el granito, piedra noble, no nos abandonará.
Lo encontraremos por todas partes, desde el rollo extramuros del siglo
XV –que en sus orígenes se elevó en la Plaza-, lugar en el que se pinchaban las
cabezas de los ajusticiados, hasta el castillo que culmina la colina, pasando
por las casas solariegas y bellos palacios como el del Marquesado de Piedras
Albas, obra renacentista del siglo XVI, construido sobre los soportales del
Pan, por Pedro Suárez de Toledo. Su logia de tres arcos escarzanos, de
influencia florentina, y la crestería gótica de granito son modelos
arquitectónicos que llevaron a Iberoamérica los canteros trujillanos como Diego
de Nodera, Alonso Casillas o Francisco Becerra.
En el
portal alto de la Plaza y junto a otras casas nobles como las de los Cervantes Gaetes, Bejarano, etc., sobresale la mansión de los Chaves-Orellana, también llamada "Casa de la Cadena", nombre recibido por la que cuelga sobre la
puerta como símbolo de la estancia de Felipe II en 1583 de paso a Portugal. La
fachada muestra hoy un aspecto diferente al original, pues la reforma que sufre
el edificio en el siglo XIX y la reconstrucción actual para convertirla en
Hostal, han hecho desaparecer la logia que en el último piso se abría a la
Plaza, como puede apreciarse en algunos grabados de principios del siglo
pasado. Al palacio pertenece la llamada
"torre del Alfiler" que es un baluarte castrense situado al N. de
la Plaza, pues en sus orígenes medievales se construyó como torre defensiva,
formando parte de la muralla de la alcazaba. Tras el proceso reconquistador de
la ciudadela, Trujillo se extiende lo largo del llano, ubicándose el centro
neurálgico de la ya ciudad (concesión de Juan II en 1432) en el siglo XVI fuera
del recinto amurallado. Desde la torre
se domina la Plaza, que se configura urbanística y definitivamente en el siglo XVI,
constituyendo el centro de desarrollo de una amplia gama de actividades de
carácter lúdico, religioso, civil y económico, pero en todas las actuaciones
siempre hubo un dirigismo o intención
subyacente de índole municipal. La presencia próxima a la Torre del Alfiler de
las Casas Consistoriales, la Cárcel o el edificio del Peso Real en una Plaza
que era el lugar habitual para los pregones concejiles, son algunos datos que
hablan de ese carácter público y municipalizado.
La
Torre del Alfiler es un monumento simbólico de Trujillo, llama la atención la
varilla metálica clavada en el cimborrio que cubre el plano donde estuvo el
almenaje que fue desmochado, como los de otros palacios, por la Reina Católica
para acallar la arrogancia de la nobleza castellana. Presenta este cimborrio
ricos azulejos talaveranos en los que campean las armas de los
Chaves-Orellanas, en sus orígenes se utilizó mosaico de cerámica sevillana de
recorte y cuenta y arista. Es una torre rectangular de 367 metros cuadrados,
con ventanales y crestería góticos que se colocaron cuando la fábrica perdió su
finalidad militar. Esta torre da prestancia y belleza a la Plaza. Actualmente
alberga un Centro de Interpretación de
la Historia de Trujillo.
El palacio
de los Chaves Cárdenas, conocida popularmente como "Casa del Peso Real" y situada en el
frente oeste de la Plaza, ha sufrido diferentes reformas, de manera que en la
actualidad la portada es uno de los pocos testimonios de su origen. El edificio se levanta a principios del siglo
XVI, en cuyos elementos decorativos aún quedan vestigios de elementos góticos
en la fachada y en la portada, que está flanqueada por columnas torsas
rematadas en pináculos, eco del estilo manuelino portugués. Próximo a este
edificio y continuamos nuestro recorrido pasando por el medieval Cañón de la Cárcel, sobre el cual el
Concejo erigió unas notables Casas
Consistoriales durante el siglo XVI.
Junto a ellas estaban el Archivo de Escribanos y la Cárcel, ésta construida en 1549 por el
insigne arquitecto Sancho de Cabrera. En la década de los cuarenta, del siglo
XVI, se edificó el Ayuntamiento Viejo. Indica su finalización una lápida en la
que se hace referencia al monarca Carlos I, en 1551.
Llegamos al palacio de Juan Pizarro Orellana, obra de los arquitectos Alonso y
Francisco Becerra construida en la segunda mitad del siglo XVI a iniciativa del
que fuera primer corregidor de la ciudad de Cuzco, Juan Pizarro Orellana,
regentado actualmente por la Congregación Hijas de la Virgen de los Dolores. La
fachada presenta una logia plateresca corrida, se enmarca entre dos torreones
medievales rectangulares de una construcción anterior. Una portada de bóveda
rebajada y gran arco escarzano sobre ménsulas permite la entrada al interior,
en donde el principal atractivo está en el patio plateresco de dos pisos, decorado
con zapatas con rosetas y entre los balaustres pétreos del antepecho se
disponen alternadamente los escudos de los Pizarro y los Orellana, sostenidos
por diferentes angelotes. Aquí estuvo la Casa de Contratación para afiliarse
los viajeros hacia América y sobre su techo encontró hospitalidad Miguel de
Cervantes cuando de regreso de Portugal a Madrid en 1582, descansó en Trujillo,
teniendo agradecidos recuerdos para la familia Pizarro Orellana en los
capítulos IV y VI del libro III de “Trabajos
de Persiles y Segismunda”.
Continuando el adarve, la ronda de murallas musulmanes que bordean la
"ciudad antigua", conforman un recinto rectangular de mampostería y
sillería jalonado por diecisiete torres dispuestas a intervalos irregulares.
Siguiendo la línea de la muralla hacia el Oeste y aunque separada de aquélla
por un pequeño escarpe del terreno, se encuentra la casa de los Altamirano, conocida como el "Alcazarejo". La construcción del edificio la comienza Fernán
Ruíz, partícipe en la reconquista definitiva de la ciudad, que consiguió abrir
la puerta del Triunfo facilitando la victoria a las tropas cristianas. La cerca dispuso de siete puertas, de las cuales se conservan: la de Coria, la puerta del
Triunfo, de la Vera Cruz, Santiago, San Andrés; y la de las Palomitas,
restaurada en 1998. La Puerta de San
Andrés, se abre en arco apuntado, está decorada con el escudo de la casa de
Austria, obra de la remodelación que sufrió la puerta a principios del XVI.
Rebasándola se alza la Casa-fuerte de
los Escobar, que constituyó el baluarte defensivo de la puerta de San
Andrés. Fue fundación de Álvaro de Escobar, destacando en uno de sus ángulos su
torre rectangular, de finales del siglo XV. Aquí nacieron María Escobar la
primera mujer que llevó semilla de trigo y cebada al Perú, y fray Diego de
Chaves, dominico que fue confesor de Felipe II y destacó en las sesiones del
Concilio de Trento. La muralla trujillana condicionó la
aparición de un tipo de construcción nobiliaria en la que lo defensivo y lo
residencial se aunaban para dar como resultado unos edificios macizos,
rematados en murallas en los que las treinta y dos torres constituyen los elementos más peculiares de su fisonomía,
alzándose orgullosas y que en primavera sirven de refugio a docenas de
cigüeñas. Testimonios de estas casas-fuertes son el palacio de los Bejaranos y el Alcazarejo.
Estos edificios serán renovados en su fábrica en el siglo XVI como consecuencia
de la pérdida de su funcionalidad castrense.
El lienzo oeste lo cierra y lo abre la Puerta del Triunfo que cuenta con un
curioso suceso legendario y trascendental para la historia de la ciudad. El 25
de enero de 1232, el obispo D. Domingo con los soldados de las Ordenes
Militares vencen a los árabes, los soldados aclamaron a la Virgen con el Título
de la Victoria por Patrona y especial abogada en la conquista de Trujillo.
Desde entonces del Triunfo se llamó esta Puerta que flanquearon las tropas
cristianas el 25 de Enero de 1232. Para perpetuar este histórico hecho y en
testimonio de agradecida veneración, el Concejo colocó una imagen de la Virgen en una hornacina cobijada por un
tejaroz y practicada en el muro que se alza sobre esta puerta y ante la cual,
todas aquellas noches medievales lucía una lámpara.
En
el interior del recinto intramuros se conservan dos ejemplos del sistema de
almacenamiento de agua de origen árabe. Dos
sorpresas más en una villa llena de ellas. La Alberca, situada cerca de la Puerta de San Andrés, es de origen
árabe. Se trata de un depósito de agua para diferentes usos, entre los que cabe
citar el de abastecimiento de agua a los caños de San Lázaro y el Campo de San
Juan por medio de una extensa conducción subterránea. Los Aljibes de la plazuela de Altamirano es el segundo ejemplo de
sistema de almacenamiento de agua. Estos últimos, de tracería árabe, disponen
de tres naves cubiertas con bóveda de cañón y seis arcos sostenidos por
pilastras. Son obra del siglo VIII.
Continuando la visita a la Villa, y
subiendo la empinada cuesta de la calle de las Palomas -nombre que recibe por tomarse como tales las tórtolas del escudo de
la familia Rol, de la casa de los Rol,
Zárate y Zúñiga que en dicha calle se encuentra. Esta casa solariega
presenta una sencilla portada de arco apuntado y diferentes vanos, obra de
sillería y mampostería de fines del siglo XV, en la que es preciso destacar su
interesante patio de estilo gótico, como atestiguan los pilares, capiteles y
tracería del antepecho de la logia. En la misma calle y haciendo esquina con la
de Naranjos se localiza la casa de los Chaves-Calderón,
de la que es preciso destacar la portada y el balcón de esquina de la segunda
mitad del siglo XVI, ejemplo de esta solución castellano-andaluza que
caracteriza a los palacios trujillanos, obra del arquitecto trujillano
Francisco Becerra, el gran constructor de las catedrales de Puebla de los
Ángeles, Lima y Cuzco. La puerta se cobija bajo arrabá y el balcón se flanquea con sencillas y
clasicistas columnas sobre las que se levantan el entablamento; sobre este, un
frontón aloja en su interior el también esquinado-escudo de la familias. Al
lado está la casa natal de Francisco de
Orellana, el descubridor del río Amazonas, recia obra de mampostería que se
construye a principios del siglo XV. Presenta una sencilla portada de arco
apuntado y diferentes de vanos.
La
iglesia parroquial de Santa María "La Mayor", está situada en la
plazuela de Santa María, donde puede verse un busto en bronce de Francisco de
Orellana, descubridor del río Amazonas. Constituye el edifico parroquial más
importante de Trujillo. Se trata de una obra conformada a partir de diferentes
épocas, comenzada tras la reconquista de 1232 y finalizada en el siglo XVIII
con la construcción del camarín de la Virgen adosado al ábside. Iglesia alabada
por todos cuantos la visitan. Objeto de múltiples leyendas y albergue de los
más ilustres linajes que han formado el pasado originario de la ciudad. El
templo presenta en el exterior una notable variedad de volúmenes y alturas,
destacan por su elevación las torres de las campanas y la conocida como
"Torre Julia", de factura románica, reconstruida en los años setenta
de nuestro siglo, tras haber sufrido las acometidas de los terremotos de Lisboa
de 1521 y 1755. En su interior resalta el artístico coro renacentista, obra de
Sancho de Cabrera; y el retablo mayor, la mejor obra del pintor gótico
salmantino Fernando Gallego, en el cual intervinieron en la predela pintores de
su taller como Francisco Gallego. En este templo están enterrados los
principales conquistadores, hidalgos y nobles de Trujillo, destacando el
sepulcro de Diego García de Paredes, al que le dio celebridad en el “Quijote”
Miguel de Cervantes como el “Sansón Extremeño” por su fuerza física, fue un
destacado militar en Nápoles como el Gran Capitán. La iglesia es testigo mudo
de célebres acontecimientos como las honras fúnebres por el rey Juan II que
congregó a los más importantes personajes de la realeza en Trujillo, junto a
los Reyes Católicos.
Próximo a este templo se encuentra el convento de San Francisco el Real o de
la Coria, nombre recibido por su proximidad a la puerta medieval de la muralla
que conduce a la población cacereña de Coria. El edificio conventual fue
fundado por disposición suprema, por Real Cédula concedida por Juan II, en
Toro, a 28 de junio de 1426, en favor de Inés de Cristo, Marina Herrera y otras
beatas acogidas a la Regla de la Tercera Orden Franciscana, en atención a los
buenos servicios que los linajes a los que pertenecían la mayoría de las
mujeres en él iban a profesar, habían realizado a la Corona de España. Aquí
vivieron las religiosas hasta el mes de marzo del año 1809, fecha en la que
abandonaron el convento con motivo de la llegada de las tropas napoleónicas a
Trujillo. Este convento fue testigo mudo hacia el año 1477 de la aventura sentimental
de Gonzalo Pizarro -cuya hermana Beatriz era freyla- con Francisca González
Mateos, hija de los humildes labradores apodados "Los Roperos", que era una humilde criada en el citado
convento. Fruto de esta unión nacería Francisco Pizarro, el gran conquistador
del Perú.
En la actualidad, es sede de la Fundación cultural Xavier de Salas. La
Fundación es la culminación de la actividad iniciada en 1969 por doña Carmen y
don Xavier de Salas en Trujillo, proponiéndose estatuariamente el estudio y la
difusión de las relaciones históricas entre Extremadura y América, así como
fomentar en general la investigación científica en Extremadura, sobre todo en
los campos de la investigación sociológica, musical, histórica y antropológica,
los más afines a la tradición cultural de la región. Asimismo la Fundación
apoya las iniciativas de otras instituciones culturales y académicas como la
Universidad Popular "La Coria", el Centro de Iniciativas Turísticas o
la Universidad de Extremadura. El apoyo a la investigación se completa con una
exposición didáctica sobre la rica historia americana que alberga su Museo de
América, referido a la historia del encuentro entre Extremadura y España con
América. Este museo, abierto únicamente los fines de semana, salvo petición
previa de visita, tiene en la actualidad más de 11.000 visitantes anuales.
Desde el balcón medieval de este edificio, el visitante puede observar un
impresionante paisaje campestre, virgen y agreste, resaltando al Noroeste un
poblado calcolítico en la "Cerca de la Encina" y el evocador convento de los franciscanos descalzos de
la Magdalena, de la reforma de San Pedro de Alcántara, que los frailes
edificaran en 1603, procedentes del eremítico convento del "Santo Desierto
de la Viciosa", situado en Deleitosa, eligiendo este lugar apartado para
llevar a cabo una vida de gran austeridad y pobreza.
La estructura de la Villa tiene en la
plaza de Santa María su principal centro urbano. Situado en una de las zonas
más elevadas de la ciudad antigua, hacia ella se encaminan quebradas y
empinadas calles que unen a esta plaza con el resto de la ciudad intramuros. En
torno a este nodo urbano se localizan las más importantes casas solariegas.
Este es el caso del palacio
renacentista de los Pizarro Hinojosa,
señores de Torrecillas, y desde el 24 de junio de 1642 marquesado de Lorenzana,
título concedido a don Álvaro Pérez Quiñones y Lorenzana, Gobernador de Panamá
y Guatemala. Es un majestuoso palacio, destruido en gran parte por la
francesada de 1809 reconstruido en la actualidad como sede de la Real Academia
de Extremadura de las Letras y las Artes. Frente a este palacio nos encontramos
con el
Palacio de Francisco Pizarro de
Vargas.
En este edificio nació Gonzalo Pizarro "El Largo", padre del gran conquistador trujillano Francisco
Pizarro. Fue reconstruido por la Escuela-Taller del Excmo. Ayuntamiento en su
totalidad en el año 1992 para habilitar en su interior un Museo, dedicado al famoso conquistador, que se ajusta a lo que fue
la vida del Conquistador, y el espacio disponible se ha distribuido en dos
grandes apartados. En la Planta Baja, la
recreación de una vivienda de hidalgo español durante el siglo XV, y en la
Planta Alta, una exposición dedicada a la vida y obra del personaje. Se ha
procurado que cada uno de estos ambientes tengan un desarrollo claro y
sencillo, donde los objetos expuestos y el propio guión de la exposición
facilite al visitante su fácil comprensión. La mayoría de las piezas expuestas
son originales, aunque en algunos casos se ha recurrido a copias de buena
calidad para ilustrar algunos aspectos de la exposición que, de otra forma,
hubieran sido difíciles de comprender.
Desde la calleja que parte del edificio
de Gonzalo Pizarro, llegamos al Castillo
árabe, por empinadas calles empedradas. Desde allí se divisa una amplia
panorámica del, pueblo y sus alrededores. La ligera ascensión bien vale la pena
para admirar de cerca los lienzos de sus murallas y torres. En la del homenaje
se encuentra el altar de la patrona de Trujillo, la Virgen de la Victoria, una
talla del siglo XVI que representa la advocación de la que abriera
milagrosamente las puertas del Arco del Triunfo cuando Fernando III asediaba a
los moros el 25 de Enero de 1232. El castillo, lleno de encantos y leyendas, se
asienta en el cerro llamado "Cabeza de zorro" y en el siglo XIV fue
utilizada como caja fuerte de los tesoros de Pedro I, guardado celosamente por
su tesorero el judío Samuel Leví.
Desde allí se divisa una amplia
panorámica de la ciudad y sus alrededores. Al
NE. de la población pueden aún contemplarse las ruinas de la iglesia de Santo Domingo, que se
encuentra en la actualidad en un deplorable estado y que hemos incluído en este
itinerario histórico-artístico por el atrayente romanticismo de sus ruinas. Se
levanta para atender las necesidades religiosas de una población de la zona,
que constituyó una demarcación parroquial próspera hasta el siglo XVIII en que
inició su declinar, y del actual barrio de Huertas de Animas. Es obra del año
1566 por Alonso y Francisco Becerra
Bajando desde el castillo en dirección
hacia la Plaza Mayor, nos encontramos con la Iglesia de Santiago, obra románica en sus orígenes. Debe destacarse del interior la presencia
de altares y enterramientos con estructuras arquitectónicas góticas y renacentistas;
el retablo mayor del siglo XVII y el popular Cristo de las Aguas, denominado
así ya que es la imagen que la ciudad de Trujillo saca en procesión en épocas
de sequias, obra del siglo XIV.
Dentro de la arquitectura trujillana y
como antesala de la Villa a la Ciudad moderna, es necesario referirse a una de
las más impresionantes casas fuertes que formaban parte de la fortificación de
la ciudad antigua, el Alcázar de Luis de
Chaves, que defendía el acceso a la Villa a través de la Puerta de Santiago, la cual era
custodiada por la torre de la iglesia parroquial y por la de la casa fuerte.
Hospedó a los Reyes Católicos en sus visitas a la ciudad en 1477 -pacificación
de la ciudad- y 1479 -durante la guerra de sucesión con la Beltraneja-. Al
morir Juan II de Aragón, cuyos funerales se celebraron en la iglesia de Santa
María de Trujillo, los monarcas católicos se hospedaban en este alcázar,
convocando el Consejo que reconoció a Fernando rey de Aragón y Sicilia,
acordándose así la unión de las dos Coronas: Castilla y Aragón. Aquí se firmó
el "Tanto monta, monta tanto"
y la paz con Portugal, en 1479.
Bajando por la calle Ballesteros hacia
la plaza, se encuentra el palacio de los
marqueses de Santa Marta, construido en el siglo XVI por el arquitecto
Francisco Becerra, y reformado en el siglo XVIII. Solar de algunos de los
nietos de Hernán Cortés, conquistador de México, y de su fiel capitán Francisco
de las Casas en las tierras aztecas.
RUTA
DE LOS BALCONES DE ESQUINA
En Trujillo se observa una
mezcla de formas arquitectónicas, impuestas por la geografía y la geología, que
va fabricándose lentamente desde el Medievo por las gentes venidas del Norte para la reconquista, con sus métodos
constructivos severos y duros, destacando los ventanales de las torres de casas
fuertes; a los que se unen luego los del Sur, que no conciben sus edificios más que unidos en una
superficie de blancura deslumbradora o en sillerías con una portada decorativa
con líneas y sinuosos trazos, y el mayor alarde ornamental-arquitectónico se
luce en los típicos balcones de esquina para satisfacer las exigencias de la
vida de sus moradores. Así nace una de las condiciones fundamentales que
engendran el carácter de Trujillo y que en sus balconadas esquinadas son los
más originales de Extremadura y germen de los modelos constructivos allende de
los mares. Constituyendo una manera local de gran afición a los balcones,
excesivamente desarrollada durante el renacimiento y cuyos mejores ejemplos los
encontramos en torno a la Plaza Mayor desde el más modesto y viejo de los
Quiroga, simple y escueto, encuadrado en un alfiz gótico, hasta el riquísimo y monumental de
Hernando Pizarro, que entre columnas, ménsulas, balcón y escudo te llena todo
el ángulo del edificio; pasando por todos los intermedios de Bejarano, San
Carlos, Calderón, Sanabria y tantos más,
finos y toscos, elegantes o pesados, alegres y secos; que de todo hay y para
todos los gustos.
En la Plaza se alza majestuoso el palacio de los marqueses de la Conquista,
ordenado construir por Hernando Pizarro y su esposa Francisca Pizarro Yupanqui,
hermano e hija de Francisco Pizarro, conquistador del Perú. Siendo la casa de
sus nietos y sucesores. Este magnífico palacio no recibió el nombre de "La
Conquista", como se le conoce, hasta el año 1622, momento en que fue
reclamado el título de Marqués de la Conquista, concedido a Francisco Pizarro
por Carlos I, por su biznieto a cambio de renunciar a los bienes del Perú.
Hasta entonces, en los Libros de Acuerdos se le conocía como "la Casa del Escudo", el cual campea
bajo las ménsulas de la cornisa. Escudo acrecentado que Carlos I por Real
Cédula de 22 de diciembre de 1537 concedió a Francisco Pizarro. Este blasón
está minuciosamente tallado en la fachada granítica del Palacio. Debajo hay un
magnífico balcón esquinado en donde se centra la exuberante decoración del
palacio. El hueco del vano se abre en un recerco cuadrado, enmarcado con filas
de recuadros o casetoncillos tan característicos del arte trujillano. En los
intercolumnios, a ambos lados del balcón, están los bustos de Francisco Pizarro
e Inés Yupanqui, y los de Hernando Pizarro y Francisca Pizarro. Estamos ante
uno de los primeros monumentos erigidos para conmemorar la fusión de dos razas,
la mezcla de la sangre española con la incaica, y el enlace de la princesa
mestiza con el primogénito de uno de los más ilustres linajes trujillanos: los
Pizarro.
Formando ángulo con este palacio,
resalta en el extremo de la Plaza el bello balcón de esquina del palacio de los Duques de San Carlos,
decorado con angelotes y con el escudo de la familia Carvajal-Vargas,
sustentado por un águila bicéfala, privilegio que les concedió Carlos V, porque
un miembro de dicha familia intervino eficazmente en su nombramiento como
Emperador.
Circundan el Parador de Turismo
diferentes calles de una gran belleza que rezuman historia. La luz juega, entre sombras y claros, en
perfecta armonía de irregular configuración
geométrica. En esta zona urbana existen varias viviendas de sillería con
puertas, ventanas, escudos y otros elementos decorativos góticos y
renacentistas. Entre todas ellas destaca el palacio de Quiroga, del que es preciso destacar su balcón de
esquina no por su riqueza artística sino por constituir dadas las fechas en que
se construye el edificio el primer ejemplo de este tipo de balcones en
Trujillo. Se trata de una sencilla ventana enmarcada por el arrabá bajo cuyo
antepecho se aloja el escudo de los Cárdenas. El inmueble ha sufrido
recientemente una intensa reconstrucción.
Frente al
convento de San Miguel, nos encontramos con el balcón esquinado del Palacio de
Sofraga, obra del siglo XVII, casa natal de Cervantes de Gaete, Inquisidor en
Sevilla, Arzobispo de Mesina en Sicilia y en Tarragona, y miembro activo del
Concilio de Trento. Es uno de los balcones de mayor mérito arquitectónico de
Trujillo, de fina y bella traza, de líneas clasicistas, se alza sobre una
cornisa apoyada en ménsulas barrocas, flanqueado por columnas pareadas
corintias sobre pedestales y rematadas por pináculos con bolas herrerianas como
acróteras, entre las que se explaya el escudo de la familia.
En la calle San
Miguel se halla la casa de los Sanabria
Bejarano. Data del siglo XVI y
ostenta una fachada de mampostería con sillares en la portada. Sobre la puerta, de arco de medio punto, se dispone el escudo de los Sanabria y sobre
la ventana de arco conopial situada en el eje de la misma puerta, el escudo con
las armas de Castilla, Toledo, Sanabria y Berajano en águila real explayada.
Hemos de destacar su artístico balcón en ángulo enmarcado por dos pares de
columnas corintias y fuste estriado, sobre cuyo entablamento se disponen dos
pináculos piramidales rematados con bolas.
Remata el conjunto el escudo de la familia que aparece orlado por una rica
hojarasca.
Continuando nuestro recorrido por la
calle de la Guía y rebasando la plazuela y calle de San Francisco, nos
encontramos ante el palacio Pizarro de
Aragón, constituye una obra del siglo XVII que ha experimentado notables
reformas al servir de teatro y casino durante los dos últimos siglos. Su
fachada a la plazuela de Aragón es de una gran sobriedad, destacando el escudo
y la orla que aparece sobre el balcón situado en el eje de la puerta, continuando la tradición
arquitectónica trujillana de los balcones esquinados. En la fachada al paseo
dispone de una logia adintelada sobre zapatas. Próximo a este palacio se
encuentra el actual edificio
consistorial, resultado de la adaptación de la antigua Casa de Comedias a
edificio concejil en el siglo pasado. Tanto una como otra se levantan sobre el
solar y muros de la Alhóndiga del
siglo XVI, resto de la cual es el paramento de la planta baja y las estancias
con bóveda de cañón de la misma. La
Alhóndiga o Casa de Comedias. Con anterioridad a su conversión en casa
consistorial en el siglo XIX, la alhóndiga trujillana constituía una
construcción de planta rectangular, dos pisos y un patio de idéntico trazado en
el centro.
Podemos
ascender hacia la Plaza, por la calle típica de Romanos y de los Parra, no sin
antes encontramos aquí con el solar del palacio
del Obispo, sede del Vicario foráneo, aún con vestigios góticos y torreón
almenado.
LA
RUTA DE LOS CONVENTOS
Desde la Plaza
Mayor, bajando por la calle de Domingo de Ramos, llegamos al Convento de San Pedro y Santa Isabel.
Fue fundado por María de Sotomayor y Juana Mexías, descendientes de los Chaves
de Trujillo. Es un cenobio de clausura, pero se puede visitar su iglesia, que
es uno de los escasos ejemplos de modelo de arquitectura de los años finales
del siglo XV. Destaca en el altar mayor una imagen del Crucificado, obra del
siglo XVII. En el sotocoro destacamos una talla policromada del siglo XVI, que
representa a San Francisco de Asís recibiendo los estigmas. Los viajeros que lo
deseen pueden adquirir bellas piezas de bordados que las monjas con primor
realizan tales como manteles, juegos de cama o tapices. En el locutorio del
convento podemos citar un óleo sobre lienzo, del siglo XVIII, con la
representación de San Pedro Mártir, semiarrodillado y con báculo en el suelo.
Un óleo sobre lienzo, de Santa Filomena, del siglo XVIII, con delicado
tratamiento de los pliegues del manto, así como la minuciosidad en los detalles
del adorno del vestido. Siendo la obra más destacable una Santa Faz, atribuible
a Zurbarán.
Si
ascendemos por la plazuela de San Judas hacia el antiguo arrabal de San
Clemente, pasearemos por algunas de las calles más bellas y evocadoras de
antaña leyenda, deleitándonos con casas góticas que aún conservan en sus
elementos constructivos el encanto del siglo XV. Llegamos al convento de Santa Clara, hoy
reconstruido y habilitado como Parador
Nacional de Turismo. Es un edificio señero del siglo XVI, que vino a
sustituir al templo gótico de San Clemente. En el interior del Parador de
Turismo pueden apreciarse en su estado original la iglesia primitiva del
convento de Santa Clara y el claustro. La primera constituye una excelente
fábrica de mampostería y sillería con cabecera poligonal que se cubre con
bóveda de crucería. Al exterior y a los pies presenta una artística espadaña
del siglo XVII. El claustro dispone de dos niveles; el primero es una arquería
de medio punto sobre pilares y el segundo una galería adintelada sobre
columnas. Entre los muros de este antiguo convento vivieron las religiosas
Concepcionistas de la Orden fue fundada por Santa Beatriz de
Silva Meneses, amiga íntima de la Reina
Isabel la Católica, desde 1533 hasta la apertura del Parador en 1984. Tal es la
antigüedad del edificio, que hoy alberga el Parador de Turismo, que llegó a ser
codiciado por reyes y nobles, donde habrían de firmarse privilegios, sentencias
y donaciones. El mobiliario perteneciente al convento -tras la construcción del
Parador de Turismo- fue trasladado al edificio cercano que edificaron las
religiosas concepcionistas franciscanas. Entre las obras de arte dignas de
destacar podemos citar un crucificado de marfil del siglo XVI; una talla del
Crucificado del siglo XVIII; así como un óleo dieciochesco de la Virgen de
Guadalupe.
Descendiendo por
la Plazuela de Quiroga, calles Domingo de Ramos y Sofraga, llegamos al Convento de San Miguel. Se iniciaron
las obras de este convento hacia 1502 con el patrocinio de la reina Isabel
"la Católica", en cuyo honor
recibió el nombre de San Miguel y Santa Isabel. Al ser convento de
clausura, se puede visitar la iglesia. En el altar mayor, podemos citar a ambos
lados dos óleo sobre lienzo de finales del siglo XVI que representan a Santa
Catalina y a Santa Cecilia, obras inéditas de José de Mera. Presiden el altar
una talla de la Virgen Dolorosa en madera policromada y
un Crucificado, obras del siglo XVIII..Las piezas de mayor calidad artística de
la iglesia es un Cristo gótico y la imagen de Santo Domingo Guzmán, arrodillado
y flagelándose con la mano derecha mientras se sostiene un crucifijo con la
izquierda. En el basamento escenas
pictóricas referidas a milagros del Santo.
Es una obra de buena factura del siglo XVII.
Continuando
nuestro recorrido por la Calle San Antonio, llegamos al convento de Antonio, del cual solamente se puede apreciar su
austera fachada de sillería con arco de medio punto sobre el que se aloja un
relieve de San Antonio bajo un frontón
coronado por bolas herrerianas. Este convento fue fundado por religiosas
procedentes de la Casa Madre de las Descalzas Reales de Madrid el 6 de
septiembre de 1574. Ingresó en dicho convento la religiosa Sor Maríana de
Jesús, monja tudesca -pues Alemania fue su patria- que había sido dama de la
Corte de Ana de Austria, esposa de Felipe II, con quien vino a España. Fue una
monja célebre poetisa y escritora cuyos libros corren por los conventos y son
de lectura obligatoria en las comunidades franciscanas. Este Convento abrió sus puertas para dejar
entrar en él al rey Felipe III y su esposa, cuando estuvieron en Trujillo en su
viaje a Portugal a la jura del príncipe.
Próximo a este
edificio, en la calle de la Merced edificaron los mercedarios en el siglo XVII
el convento de la Merced, hoy día
sus dependencias están cerradas al público. Entre los mercedarios ilustres que
vivieron en este cenobio destacamos al escritor Fray Gabriel Téllez, conocido
en los ambientes literarios como "Tirso de Molina", que aquí fue
Comendador entre los años 1626 a 1629, escribiendo su "La Huerta de Juan Fernández" y,
posteriormente, la "Trilogía de los Pizarro", glorificando a la
familia que tanta fama diera a Trujillo. De su exterior sobresale la portada
principal del templo, en canterías, con puertas de medio punto adornadas con
motivos barrocos, sobre ella el escudo de la Orden mercedaria con el real, que se
repite en el acceso conventual añadiendo al blasón un capelo, así como varios
balcones adintelados.
Continuando
nuestro recorrido por la amplia calle de la Encarnación, llegamos al convento de los dominicos, hoy
transformadas sus dependencias en colegio de Enseñanza Secundaria,
conservándose la fábrica eclesial en toda su grandeza. El altar mayor es obra
del famoso artista Félix Granda, coronado por un cuadro del francés Carlos
Baruteau. Aquí se enterró en 1492 el principal caballero de Trujillo en la Baja
Edad Media, Luis de Chaves “El Viejo”, en cuyo palacio residieron los Reyes
Católicos en sus frecuentes visitas a Trujillo.
Próximo al convento se encuentra el Hospital y convento de la Caridad,
cuyas obras comenzaron en 1578 bajo el
patrocinio de la cofradía que da nombre al hospital, como testifica la imagen
de la Virgen de la Caridad que se aloja en la hornacina de la fachada. Del
edificio tan sólo se conserva el templo, pues el hospital sufriría graves
deterioros en el siglo XIX. El retablo con todas las imágenes que albergaba
serían trasladados en 1923 a la iglesia de San Francisco.
Por la calle de
Pardos, llegamos a la iglesia de San
Francisco, en cuyo solar existió una mezquita árabe, sustituida tras la
ocupación cristiana del siglo XIII. En 1502 los Reyes Católicos autorizan a la
comunidad de frailes franciscanos de la Orden Tercera de Trujillo a proceder a
la ampliación de su convento, las obras concluyeron en el año 1585. Es una
magnífica construcción de considerable altura y planta cruciforme. En su
interior se pueden contemplar obras de calidad artística como un crucificado
del siglo XIV; una imagen protogótica de finales del siglo XIII de la Virgen de
la Luz destaca un óleo sobre lienzo del siglo XVII, con representación de la
Virgen de Guadalupe, Patrona de Extremadura. El retablo mayor es obra de
mediados del siglo XVIII con un cuerpo y remate que se articulan en tres
calles; el remate es un cascarón con casetones, todo con abundante decoración
vegetal carnosa. En él figuran diversas imágenes en madera policromada, de la
misma época: San Bernardino de Siena;
San Buenaventura, con mitra y báculo; en el centro, una excelente
representación de La Piedad sobre rica peana, según el tipo de Alejandro Carnicero.
A ambos lados del retablo mayor, resaltan dos pequeños retablos barrocos, en
uno se aloja una imagen de la Inmaculada, de principios del siglo XVII, en
madera policromada; es una pieza de notable calidad, del escultor salmantino
Paz; y al otro lado, un Cristo atado a la Columna, del siglo XVIII, siguiendo
el modelo de Gregorio Fernández.
En
el claustro del conventual y en el antiguo refectorio se
ha habilitado un Museo dedicado al Traje,
del diseñador de prestigio don Enrique Elías; así como el Planetario en el Centro Extremeño de Tecnologías Avanzadas
(Ceta-Ciemat) que cuenta con una cúpula inflable
de 12 metros de diámetro y 9 metros de altura lo que permite acoger en su
interior hasta 45 personas. Gracias a esta estructura se logra una sensación
envolvente que consigue despertar la curiosidad e interés del espectador y, lo
más importante, que comprendan y compartan la necesidad del desarrollo
científico para nuestra sociedad. La sesión tendrá una duración de 30 minutos y
la observación astronómica con telescopios en torno a 5-10 minutos.. El
claustro es de líneas clasicistas, estructurado en dos niveles; el primero es
una estilizada arquería de medio punto sobre sencillos pilares con pilastras
toscanas en sus frentes; sobre la cornisa que sustentan éstas, se levantan los
pedestales de las columnas en las que descansa el arquitrabe de la galería de
segundo nivel. Las obras del edificio concluyeron a finales de siglo XVI; data
también de entonces el claustro, pero no así la cúpula y la linterna del
crucero, que se realizaron durante el siglo XVIII.
En el ábside de la iglesia, se abre una pequeña capilla para venerar la
escultura granítica de Nª Señora de la
Guía, obra de la segunda mitad del siglo XV, copia de la imagen que
Francisco Pizarro llevara en sus conquistas americanas y que el 26 de julio de
1529 regalara a la reina doña Juana, madre de Carlos V. Esta imagen fue
colocada en el altar mayor de la iglesia de San Antolín de la villa de
Tordesillas, desde entonces se la venera como celestial Patrona.
OTRAS
RUTAS RECOMENDADAS
Siempre que el
viajero se acerca a la ciudad de Trujillo lo hace atraído por su grandioso
pasado, a pasear por sus estrechas e intrincadas callejuelas que discurren a
los pies de sus palacios y casas señoriales. La conquista musulmana y la
posterior reconquista cristiana trazaron el recinto de la ciudad que luego se
desparrama por la zona extramuros. La fama de sus “conquistadores” traspasó
fronteras y supieron con sus gloriosas hazañas acercarnos una buena parte de
ese inmenso mundo ignoto hasta entonces. Este conjunto monumental conforma un
entramado urbano de señorial belleza que, a buen seguro, los amantes de
Extremadura habrán tenido ocasión de visitar en otras ocasiones.
Hay, sin embargo,
otro mundo desconocido de la Historia de Trujillo del que pocos viajeros tienen
constancia y cuyos vestigios solo unos cuantos han podido visitar. Estos
retazos del pasado se encuentran dispersos en la periferia de la ciudad, en el
anillo granítico que conforma el Berrocal de Trujillo. Que el caminante no
espere ver aquí grandes edificios, ni transitar por calles empedradas con
paradas en “mesones y posadas” para
aliviar el cansancio de la jornada. La senda discurre por un entorno de salvaje
belleza, repleto de naturaleza que, entre enormes bolos de granito, encinas y monte
bajo, le transportará a tiempos pretéritos. Aquí cada uno se marca la vereda
que le llevará al destino, apartando la vegetación y saltando obstáculos que se
interponen en el camino.
En este recorrido
encontraremos ecos de un remoto pasado: restos de poblados de las Edades del
Bronce-Hierro, pintura esquemática, santuarios rupestres y altares de
sacrificios. Vestigios de la Alta Edad Media: como la basílica mozárabe
extramuros del castillo, la propia muralla y las tumbas excavadas en la roca
dispersas por todo el berrocal, las ermitas, parroquias y conventos, cuyos
muros aún conservan los ecos del bullicio de una vida marcada por la religión.
Sin olvidar la arquitectura vernácula de épocas más recientes que salpica el
paisaje berroqueño: como los molinos de viento, el lavadero municipal o las
tradicionales zahúrdas que aún se conservan. Y, por supuesto, algunas
construcciones civiles que merecen la pena destacar: la Plaza de Toros, el
antiguo pósito o los puentes de la periferia que saltaban ríos y que facilitaban
el paso por las antiguas cañadas o que sirven a la moderna red de carreteras.
Que tengan ustedes
buen viaje y que sepan disfrutar de esta nueva forma de conocer Trujillo.
RUTAS POR EL
BERROCAL TRUJILLANO
RUTA 1: LA
RONDA DE MURALLAS
Comienza la ruta en
la Puerta del Triunfo, denominada así porque por ella entraron las tropas
cristianas en la reconquista definitiva del año 1233. Presenta arco apuntado
con dovelas talladas que se abre al poniente de la Villa. En el muro exterior
campea el escudo de los Reyes Católicos. Continúa por la ronda de murallas que
se disponen de forma irregular para adaptarse a las diferentes cotas de nivel.
El recinto abarca un área amesetada con una ligera tendencia a la forma
rectangular. La cimentación de las mismas tiene origen romano, pues los
sillares almohadillados que aún permanecen in situ se remontan al siglo I d. C.
A la etapa romana cooresponde también el fragmento de pulvino monumental de
granito empotrado en las proximidades del Arco del Triunfo, en el ángulo
suroeste tras sobrepasar la primera torre de la muralla en dirección al Espolón.
El pulvino formaría parte de la decoración arquitectónica de un altar o de un
monumento funerario. Está decorada con ocho radios con botón central, inscritos
en una circunferencia de 28 cm de diámetro.
Tras pasar la
torre coracha o espigón, nos adentramos por un pequeño callejón para continuar
por el sendero practicado recientemente en dirección hacia el castillo. Antes,
observamos el amplio lienzo de muralla y junto a la puerta de Coria, los muros
del convento de San Francisco el Real, obra del siglo XV. Si los primeros paños
de la muralla pueden situarse cronológicamente a comienzos del siglo XI, el
resto de sus lienzos pueden fecharse en torno a la segunda mitad de este mismo
siglo. A 200 m está el Castillo, situado sobre el cerro "Cabezo de
Zorro", fortaleza construida entre los
siglos IX al XII.
Aquí
termina el recorrido, no sin antes penetrar en la fortaleza, cuya entrada se encuentra justo entre las dos
torres principales (albarranas árabes). Justo encima puede verse a través de un
cristal la imagen
de Nuestra Señora de la Victoria, patrona del municipio.
La base de piedra del castillo son
sillares graníticos extraídos de antiguas construcciones romanas, de hecho, en el patio de armas –donde
existen dos aljibes– pueden verse anclados a los muros grandes sillares con inscripciones en latín y árabe. El habitáculo de
uno de ellos se ha aprovechado para construir unos baños públicos y
el otro, que está intacto, dispone de estancias abovedadas con arcos de cañón.
Este último permanece actualmentea anegado y se ha habilitado un pequeño puente
por encima del agua para poder visitarlo. También el castillo puede visitarse y
hacer un recorrido por sus muralla. Su excelente estado de conservación permite
reconocer los distintos estilos que marcaron la evolución histórica del
edificio.
RUTA 2: EL CAMPO DE SAN JUAN Y EL CAMINO DE
SANTA ANA
Se inicia el recorrido desde la ermita de San
Lázaro, construida en el siglo XV, que fue en sus orígenes un lazareto donde.
Aquí se venera al patrón de la ciudad, el Stmo. Cristo de la Salud. A 20 m de
la ermita se encuentra un extenso estanque de agua que recibe el nombre del
citado. Fue construido en los inicios del siglo XVI, utilizándose como
lavadero. Actualmente, se pueden pescar tencas y carpas.
Continúa el recorrido en dirección a la ermita
de Santa Ana que se avista sobre un cerro en el horizonte. Por el extenso
camino de San Juan, tras pasar el brocal de un pozo, se llega a la ermita de
Santa Ana, construida en el año 1731 a expensas del Obispo de Plasencia, fray
Francisco Lasso de la Vega. De fina traza, solamente quedan los muros de esta
gallarda fábrica. Junto a ella existió un Pósito y un Humilladero o templete
del año 1589. Aquí comenzaba el camino de Sevilla, el que recorrieron los
descubridores y conquistadores trujillanos cuando se dirigieron a embarcarse hacia
las Américas.
A escasos 50 m de la ermita se llega al Molino
de Viento, que pronto no será más que un montón informe de escombros si no se
consolida su estructura. Por su ubicación, su rareza y su interés turístico,
debería de ser uno de los monumentos trujillanos a proteger.
Continuando por el camino de Sevilla se llega
al Zahurdón de las Ánimas. El berrocal de Trujillo siempre estuvo vivo: piaras
de cerdos en los grandes corrales (corralás) en forma de U, pequeñas zahúrdas
en falsa cúpula al frente y a los lados, ganadería vacuna y ovejas en los
pastizales de los pequeños valles, salpican el paisaje. El agua se recogía en
grandes charcas algunas alimentadas también por fuentes la mayor parte del año.
Un ejemplo es la fuente ferruginosa de los Porqueros a la derecha detrás del
Molino de Viento. Esta charca, hoy vacía, tenía un sistema regulador del agua
para alimentar las huertas que hubo en sus buenos tiempos. El Zahurdón de las Ánimas es un ejemplar en
falsa cúpula que sirvió como habitación-vivienda del porquero: Tiene anejas dos
zahúrdas, también en falsa cúpula y más pequeñas a los lados de la entrada del
Zahurdón, donde dormían los cerdos.
A 400 m se llega a la cueva de Quesada,
destacado bandolero que formó cuadrilla en el siglo XIX junto con Donaire y
Juan Alama. Frente a la cueva de Quesada está el cortijo de Valhondo, propiedad
de las religiosas Hijas de la Virgen de los Dolores.
En la Cañada Real, a 4,4 km de Trujillo en
dirección a Santa Cruz de la Sierra por el camino de Santa Ana a Valhondo,
junto a la finca de la Aldehuela, se levantan un interesante puente.
RUTA 3: LAS
CALDERONAS Y LA MOLINETA
Se perte de la Plaza de Toros (año 1808,
reedificada en 1846) que se deja a la derecha y se sigue la calleja que conduce
hacia el Lavadero Municipal, construido a finales del siglo XIX y restaurado recientemente
en el 2015.
A escasos metros del Lavadero y a una
distancia de 2200 m en línea recta desde Trujillo, tras saltar una cerca, se
llega a la finca de La Molineta. Allí emerge
una gran roca, antiguo altar rupestre de la Edad del Bronce, desde la que se puede
contemplar una magnífica vista de Trujillo y del berrocal. Aún se aprecian en
uno de sus laterales las entalladuras o escalones que daban acceso a su cima.
Esta zona de La Molineta constituye un paraje de gran belleza donde el granito
y el encinar mezclados producen un paisaje representativo de la tierra
trujillana. El granito se presenta en forma de multitud de grandes y
pintorescas rocas, desgajadas de otras mayores con cortes rectilíneos en la
mayoría de los casos, montadas unas sobre otras, formando promontorios con
frecuentes abrigos.
A 30 m del altar la gran peña se conservan los
cimientos de una atalaya musulmana. Formaba parte de la línea establecida por
este pueblo entre el Tajo y el Guadiana, proxima a la medina de Trujillo. Citada
reiteradamente por las fuentes islámicas como un bastión esencial de ocupación
islámica, le sitúa como uno de los asentamientos islámicos extremeños de primer
orden, destacando la importancia del enclave, pues desde esta atalaya se divisa
perfectamente Trujillo (Taryala) al
oeste y el asentamiento de Santa Cruz de la Sierra, una montaña con restos de
ocupación humana desde la Prehistoria hasta el siglo XIII.
Esta atalaya de La Molineta se sitúa en el
punto más elevado de la zona y debía de controlar el paso del camino hacia
Trujillo, una ruta muy transitada ya desde los tiempos de la dominación romana.
A escasos metros de la gran roca se levanta otra mole de granito aún más
aimpresionane a modo de ídolo que parace haber sido tallada por la mano del
hombre; y a escasos metros los restos de una prensa olearia.
Encima de los restos de la atalaya y
aprovechando los restos de la misma, se construyó el molino en el siglo XVIII
para la molienda del grano (hoy parcialmente consolidado). Entre este y el
segundo molino –muy próximo- hay un agradable paseo, mostrando el duro y
verdadero paisaje del Berrocal: canchos de granito de caprichosas formas,
retamas, algunas encinas y pastos para el ganado bovino son algunos de los
elementos que componen este paisaje.
Continúa el recorrido hacia la carretera de
Guadalupe, bajando el cerro y traspasando la carretera se llega al antiguo
convento franciscano descalzo de Nuestra Señora de la Luz en la finca de
Papanaranjas (año 1500).
Siguiendo en dirección a la ctra. de
Guadalupe, cogemos la primera calleja a la derecha y se llegare al Santuario de
las Calderonas.
RUTA 4: EL PRADILLO Y EL CAMINO DE LAS ÁNIMAS
Comienza la ruta en la Plaza Mayor
de Trujillo en dirección hacia el arrabal de Huertas de Ánimas, por la Avda. de
la Coronación y a 400 m de la Plaza, se coge una calleja que conduce a la
iglesia de Santo Domingo. Nada más entrar en la calleja, hay que dirigirse
hacia el berrocal, a la zona conocida como El Pradillo, donde se observan paredones
ciclópeos, probablementes restos de un antiguo poblado de la Edad del Bronce.
Lo más característico del Pradillo es la Cueva Larga, donde aún se conservan
restos de pinturas esquemáticas rupestres. A unos 60 m, pasando dos pequelos
cercones, se llega a un pequeño altar de sacrificios de la Edad del Bronce.
Regresando a la calleja y bajando la
carretera hasta llegar a la rotonda nos dirigimos hacia la ctra. de Plasencia y
a escasos 100 m aparece un Pozo de Nieve
del siglo XVIII. Sieguiendo la calleja que comienza justo detrás del Pozo nos
dirigimos hacia la iglesia de Santo Domingo –construida en el siglo XVI por
Francisco Becerra– y a 20 m aparecen los
restos de la ermita de Loreto, construcción del siglo XIV. Finaliza el
recorrido en el Palacio de los Duques de san Carlos, para lo cual hay que tomar la calle del Estudio –nombre
que recibió en el siglo XVI por encontrarse en esta calle las Escuelas de
Gramática– en dirección a la Plaza y en el vértice del ángulo que forma la
calle Domingo de Ramos, se alza el mencionado palacio, obra del siglo XVI. A a
su derecha, la capilla de la Virgen del Reposo y el templo de San Martín de
Tours, cuya existencia data del siglo XIV.
RUTA 5: EL ANTIGUO CAMINO DE CORIA
Comienza el recorrido en la puerta de la Coria
–arco gótico apuntado–, dejando a la izquierda el convento de frailas
franciscanas de San Francisco el Real de la Puerta de Coria, fundado por
disposición real en el año 1450 por el rey Juan II. Desde aquí se pueden
apreciar unas magníficas viastas de la muralla trujillana (se explica la
muralla).
Bajando por la antigua calzada romana, de la
que aún se aprecian restos de la cimentación y el solado de piezas de cantería,
a unos 60 m se llega a la basílica mozárabe, que conserva los muros del ábside
y parte de la nave. Desde aquí se desciende hasta llegar al convento de la
Magdalena de frailes descalzos (aquí explicamos el convento y lo que aún se
ve). Tomando orientación oeste, se llega a la Cerca de la Encina, donde aún se
perciben claramente estructuras de chozas, presumiblemente de la Edad del
Bronce y en un majano se dibuja un grabado de esta misma época. Continuamos
hacia la carretera vecinal que une Trujillo con el arrabal de Huertas de la
Magdalena. Próximas a la ciudad de Trujillo había huertas
donde vivían personas en un hábitat disperso, dedicadas a actividades
agropecuarias. Las Huertas eran espacios que rodeaban al núcleo de población,
estaban considerados arrabales y se solían situar cerca de ríos o charcas, tal es el caso de Huertas de la Magdalena que
se ubicó en un pequeño valle regado por el riachuelo Mimbreras. Con el aumento
de población llevado a cabo entre los siglos XIX y XX, estos arrabales han ido
concentrando un importante núcleo poblacional aunque han mantenido el topónimo
“Huerta”. La existencia de estas Huertas respondía desde la Edad Media a una
necesidad imperiosa por obtener productos alimenticios fundamentales, aquellos
que no se destinaban al autoconsumo,
después se podían vender en el mercado diario de la ciudad o los jueves
de cada semana. Finaliza el recorrido, frente al estanque de la Magdalena, donde
sobre una gran peña se levanta una cruz de término, correspondiente a la
población de Huertas de la Magdalena.
RUTA 6:
AGUAS VIEJAS
Comienza el recorrido en el puente de la ctra.
Badajoz, a 5 km de la ciudad de Trujillo, situado cerca de la Venta de Magasca.
Esbelto puente de tres amplios arcos, rebajados y adovelados, fortalecidos por
dos tajamares semicilíndricos con remates cónicos y bóvedas de cañón. Fue
construido en la primera mitad del siglo XIX, posiblemente a la par que el Puente
sobre el río Magasca en la ctra. de Cáceres.
Frente a la Venta de Magasca, sobre el río que
lleva su nombre, pasada la antigua carretera N-V, hay otro puente construido
con sillares de granito que data del siglo XV.
Junto al puente aún se conservan los muros de
mampostería con refuerzo de sillería en las esquinas de un molino de agua, así
como la rueda de la turbina y piedras de moler. En este mismo paraje, un
epígrafe romano de acarreo.
Continuando desde el puente en dirección a
Trujillo, tras vislumbrar el toro de Osborne, se llega a la finca Aguas Viejas,
donde aparecen restos de un poblado Calcolítico en las excavaciones llevadas a
cabo en los años 80 por el Departamento de Prehistoria de la Universidad de
Extremadura. El poblado de la Edad del Bronce de Aguas Viejas está enterrado;
la mayoría de su superficie queda bajo varios metros de piedra y tierra
producto de las necesarias nivelaciones; un pequeño espacio, cerca de donde
estaba la excavación muestra una capa de escombros superficial con abundantes
restos de cerámica. Junto al poblado una tumba excavada en la roca.
Volviendo a la ctra. de Badajoz en dirección a
Trujillo, antes de arribar a la fuente popularmente conocida como “El Plato” –por
la forma circular del pozo construido con piezas de cantería en el siglo XVI–, se
llega al convento franciscano en la finca de los Arcabuces. Situado en un
paraje de singular belleza, solo se conservan
sus tristes ruinas.
Finaliza es recorrido en Trujillo,
concretamente, en el pozo de nieve ubicado en la entrada del municipio, junto a
una gasolinera. En un lateral de la carretera N-V a Badajoz, en el
paraje antes conocido como Campo de San Juan, fue construido en el siglo XIX,
según reza en un Acuerdo municipal: “5 de
enero 1852, Di cuenta de un memorial de Bartolomé López de esta vecindad
solicitando se le conceda un poco de terreno en los prados de San Juan, en el
canchal que linda con cerca de los herederos Doña Josefa López, para la
construcción de un pozo de nieve, y se acuerda dar comisión para que reconozcan
el terreno e informen al Ayuntamiento a los Señores Regidores Don Juan Manuel
Fernández y Don Valentín Collazos”.
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