El suntuoso y soberbio palacio del Marqués de la Conquista se alza en un extremo de la Plaza Mayor de Trujillo. Antes de pasar a estudiar este bello y artístico edificio palaciego, es obligado conocer sus interesantes antecedentes históricos.
Fue mandado construir por Hernando Alonso Pizarro y su esposa Francisca Pizarro Yupanqui, hermano e hija de Francisco Pizarro, conquistador del Perú. Siendo la casa solar de sus nietos y sucesores.
El linaje de los Pizarro tuvo su origen en las montañas del norte de España, región donde abundan lugares ricos en pizarras. De pizarrales provino el apellido Pizarro, confirmándolo así su blasón donde dos osos rampantes pretenden alcanzar las piñas de un pino, pisando trozos de pizarra.
Posiblemente, los Pizarro llegaron a Trujillo formando parte del ejército de Fernando III en la reconquista del 25 de enero de 1232. En los Anales reza: "Los freires de las Ordenes y el Obispo de Plasencia prisieron a Truxillo, día de la conversion festo Pauli en enero hera mill e doscientos e setenta".
De los primeros que se tienen noticia son de Ferrant Martín Pizarro, poseedor de una "heredat" en Alcollarín en 1391; así como Rodrigo Alfonso Pizarro y Martín Alfonso Pizarro, hermanos que eran dueños de otra "heredat en la dehesa de Pizarros", cerca de Trujillo.
De cualquier forma, la casa solar de los Pizarro en la villa trujillana la edificó Diego Hernández Pizarro (1347-1427) y Sevilla López de Carvajal, tatarabuelos del gran conquistador del Perú6, por vía de hembra. Por vía paterna, hemos de remitirnos a Hernando Alonso Pizarro e Isabel Rodriguez, naturales de Trujillo y abuelos de los Pizarros conquistadores.
Del enlace entre Gonzalo Pizarro e Isabel de Vargas, nació en 1441 Hernando Alonso Pizarro y Vargas, el que ordenaría construir el magnífico palacio. Era, por tanto, hermano de padre de Francisco Pizarro. El manuscrito de Tapia reconoce que Hernando Pizarro era "un valiente hombre y honrado caballero, que hizo grandes cosas en Indias".
Fue militar famoso en Italia, Flandes y Navarra. En 1530, marchó por primera vez al Perú junto a su hermano Francisco, participando en numerosas acciones militares. Fernández de Oviedo dice que "Hernando era un hombre de alta estatura e grueso; la lengua e labios gordos, e la punta de la nariz con sobrada carne y encendida...".
En 1533, Hernando Pizarro regresó a España para traer a Carlos I el quinto real procedente de Cajamarca. El emperador le recibió con más ostentación que nunca lo fueron Colón o Cortés. Se le concedió el hábito de la Orden de Santiago en Toledo el 20 de mayo de 1534, y el 29 de enero de 1538 Teniente de Gobernador y Capitán General.
Cuando Francisco Pizarro y Diego de Almagro se asocian para realizar juntos la grandiosa empresa, en el enlace de su esfuerzo iba el germen de la discordia, porque al reconocerse ambos autoridad equivalente, disponían el camino al choque inevitable, más por el carácter de Almagro, frívolo y superficial, incapaz de nada constructivo, quien, mientras Pizarro pasaba trabajos y hacía alarde de heroísmo, no dejó la vida cómoda de Panamá.
Según Porras Barrenechea: "Almagro no estuvo nunca al lado de Pizarro en ninguno de los grandes momentos de la conquista. Era casi un extraño en ella".
Esta disparidad de actuaciones preparó el terreno a las rencillas, dando lugar a la guerra civil.
Hernando Pizarro regresó al Perú. En Cuzco, surgió un enfrentamiento entre Hernando Pizarro y Diego de Almagro, este se había apropiado sin derecho de la gobernación de Cuzco en 1537. No obstante, entre ambos siempre había existido una buena relación. No olvidemos que Hernando había realizado lealmente varias gestiones en favor de Almagro, pactando por él con la Corona la conquista de nuevos territorios y consiguiéndole título de Gobernador. Los documentos fueron expedidos con la siguiente fórmula encabezatoria: "Por cuanto el Capitán don Hernando Pizarro en nombre del Mariscal don Diego de Almagro e por virtud de su poder bastante que en nuestro Consejo de Indias presentó".
Pero, las tensiones aumentaron por la codicia de poder desmedido de Almagro. Encarceló a Hernando Pizarro, brindándole la libertad a cambio de una fianza en oro. Surgieron los odios y rencores entre los seguidores de ambos bandos pizarristas-almagristas, dando lugar a una penosa guerra civil el 25 de abril de 1538 conocida como batalla de Las Salinas. Almagro fue encarcelado y ejecutado en julio de 1538.
Un año después, Hernando repitió su viaje a España, pero no fue recibido con tanto entusiasmo como en su primer viaje. Se tejió una tela de araña en contra del valeroso español que lo único que hizo fue acusar a Diego de Almagro y sus seguidores por considerarlos transgresores de la ley y traidores a los intereses de la Corona. Fue encarcelado el 14 de mayo de 1540 en el castillo de la Mota.
El Inca Garcilaso dice al respecto: "Hernando Pizarro no tuvo nunca intención de matar a Diego de Almagro, sino de enviarle a España, con la información contra él hecha. Mas como se vio que se tomaba a mal su prisión, y que muy al descubierto decían que lo habían de soltar...oyendo estas cosas Hernando determinó de matar a Diego de Almagro, por parecerle que quitándole de en medio, se acabarían aquellas pasiones".
Hernando Pizarro, como cabeza de la empresa familiar, mantuvo sus propiedades en Trujillo y otros lugares de Extremadura. Francisco Pizarro tuvo siempre un gran respeto a su hermano Hernando. En su testamento, Francisco, encargó a sus hijos Francisca y Gonzalo la gobernación de todas las provincias de la Nueva Castilla y si "por la poca edad no pudiesen governar por defecto della en tal caso nombro por admynistrador de esta dha. my governaçion al comendador Fernando piçarro mi hermano".
Hernando guardaba el testamento de su hermano en el que dejaba herederos universales a sus hijos Francisca y Gonzalo. Como éste falleció a corta edad, Francisca pasaba a ser la heredera de las rentas del Perú y herencias de su padre y de su hermano que incluían algunas propiedades en Lima, censos en Trujillo, Medellín y sus jurisdicciones, y juros situados sobre las rentas reales de Sevilla y Trujillo.
El segundo protagonista de la historia, Francisca Pizarro Yupanqui, nació en Jauja el mes de diciembre de 1534. Hija de Francisco Pizarro y de Inés Huaylas Yupanqui, hija de Huayna Cápac, soberano del Tahuantinsuyu, y hermana de Atahualpa.
La pequeña mestiza fue separada de su madre a la edad de tres años. La suerte de Inés Huaylas cambió con respecto a Francisco Pizarro, ya que el hermano de ésta, Manco Inca, se sublevó en el Cuzco y recayeron sospechas de infidelidad sobre Inés. Por ello, en 1537 se produjo la separación entre ambos.
El 26 de junio de 1541 fue asesinado Francisco Pizarro, encargándose de la tutela de Francisca su tio Gonzalo, a quien confesó en su testamento haber querido mucho. Es la única nota cariñosa y emotiva del testamento de Francisca.
Ya, Francisco Pizarro en su Testamento se había preocupado porque su hija viniese a España. Francisca parte hacia España el 15 de marzo de 1551.
A su llegada a Sevilla, según los datos recogidos en el viaje, se gastó 72,972 maravedís en ropa y 17,750 maravedís en joyas toledanas, aparte de estos objetos personales compró una vajilla de plata para su servicio, candelabros y platos, saleros de plata, etc..., gastándose dos mil ducados en oro. También demostró su espíritu caritativo en las limosnas que repartió a conventos y a los necesitados. Cifras elevadas que solo podía permitírselo una rica encomendera peruana. Así, Francisca vino a España a administrar los bienes de la familia sin necesidad de curador.
Hernando Pizarro, que había estado unido con Isabel Mercado en la prisión, tras conocer la noticia de la llegada de su sobrina a España, desplazó de su lado a Isabel Mercado ingresándola en el convento de Santa Clara de Trujillo, "dándola mientras viviera y fuere monja 20.000 maravedís cada año de sus bienes".
En 1552, se casaron Hernando y Francisca en el Castillo de la Mota, en Medina del Campo. Ella tenía 18 años y su tio 58 años. Tuvieron durante sus nueve años de convivencia en el castillo cinco hijos, de los que sobrevivieron tres: Francisco, Juan e Inés.
El 17 de mayo de 1561, Hernando es puesto en libertad por orden de Felipe II. Se trasladó con su mujer e hijos a Trujillo, siendo muy bien recibido en su ciudad natal. Hernando Pizarro se retiró a su posesión de la Zarza. El capitán Gonzalo Pizarro había dejado en este lugar una pequeña herencia consistente en un "molino e cerca e sembrao e casa e tierra para sus hijos".
Eran muy cuantiosas las riquezas que poseían el matrimonio. Sin contar los bienes raíces e inmuebles que conformaron el mayorazgo firmado en Trujillo el 11 de junio de 1578, ratificándolo el día 29 de agosto de 1578 (los juros producían al año 1.640.429 maravedís, además de numerosas tierras en distintos puntos de la región extremeña y en Perú, además del salario de 200.000 maravedís anuales por el oficio de Teniente de la fortaleza de Trujillo y el correspondiente al oficio de Alférez Mayor con voto de Regidor en la misma ciudad), tenían 4 casas en la Plaza de Trujillo, viñas, alcaceres y casas en La Zarza; ricas joyas y objetos de plata, etc....
Los Pizarro gozaron de mucha celebridad por sus contemporáneos, así el ilustre doctor Luis de Toro, en su Descripción de la ciudad y obispado de Plasencia, nos refiere lo siguiente: "La ciudad de Trujillo es ilustre tanto por la célebre nobleza de la sangre como por la de los linajes. Nacidos en ella son los destacadísimos varones llamados los Pizarros, tanto el marqués don Francisco, como Gonzalo, y además, Fernando que aún vive, es hombre en verdad que ha de ser celebrado no solo por el brillo de su linaje sino también por su gran fortuna".
Desde su estancia en La Zarza comenzaron Hernando43 y Francisca44 la edificación de un palacio en Trujillo. Este magnífico palacio no recibió el nombre de "La Conquista", como se le conoce, hasta el año 1622, momento en que fue reclamado el título de Marqués de la Conquista, concedido a Francisco Pizarro por Carlos I, por su biznieto a cambio de renunciar a los bienes del Perú. Hasta entonces, en los Libros de Acuerdos se le conocía como "la casa del Escudo".
El Palacio del Marqués de la Conquista es una notable fábrica de sillería de planta cuadrada ligeramente irregular. Está formado por cinco plantas: sótanos o semisótanos, donde están las caballerizas y almacenes; planta baja o entre planta; planta noble y principal; y dos plantas más, además de desván.
El inferior presenta en su fachada principal arquerías de medio punto sobre pilares cuadrados. La fachada oeste tiene arcos de medio punto partidos por columnas colocadas en la reforma del siglo XVIII. La portada oeste es de medio punto con ventanas adinteladas. El segundo y tercer cuerpo están separados por líneas de impostas y vanos adintelados bien guarnecidos y con ricas rejas de forja.
Es por tanto, un edificio abierto al exterior a través de numerosos vanos que colocados simétricamente dan ritmo a la fachada. A los que hemos de sumar dos logias, cegadas en la restauración del siglo XVIII, del mismo estilo que las del Palacio de los Duques de San Carlos.
El Palacio del Marqués de la Conquista se diferencia del resto de las fábricas trujillanas de la villa, tan herméticas y tan adustas en su construcción, expresión del cambio de mentalidad urbana que se opera en Trujillo en el siglo XVI, cuando los nobles quieren construir sus Palacios fuera de los límites del primitivo recinto amurallado.
En este palacio de La Conquista, campea bajo las ménsulas de la cornisa, el escudo acrecentado que Carlos I por Real Cédula de 22 de diciembre de 1537 concedió a Francisco Pizarro. Fue confirmado por Felipe II a petición de Francisca Pizarro, en Madrid a 13 de octubre de 1578, lo siguiente:
"Vos habíamos mandado ser (expresa Carlos I a Francisca) por armas un águila negra que abrace dos columnas que nos traemos por divisa con una letra que dice: Plus Ultra. Y que dicha águila tenga una corona de Rey de oro en la cabeza, y la ciudad de Tumbez que fue la primera que hallaste en la dicha tierra al tiempo que la descubristes, con un león y un tigre que guardaban la puerta principal de ella y algunas aguas del mar junto a la dicha ciudad y en ellas dos navíos con las velas amainadas y por orla ciertas ovejas con un rótulo donde estén escritas las letras siguientes: Caroli Caesaris auspicio et labore, ingenio ac impensa Ducis Pizarro inventa et pacata. Y como después siendo asimismo informados que habíades preso al Señor principal de las dichas provincias que se decía Atabalipa y tomado con fuerza de armas las ciudades del Cuzco y Jauja y la Jamaica y otros algunos pueblos de las Indias de la dicha provincia, vos habíamos mandado acrecentar las dichas Armas y daros otras de nuevo que fueron un escudo que en la primera parte alta estaba la dicha ciudad del Cuzco, en memoria de haberla vos poblado y conquistado con una corona de Rey de oro sobre ella de la cual está asida una borla colorada que el dicho cacique Atabalipa traía, y por orla de ese cuarto una letra que dice: Indefesso labore meo. Fidem proe oculis habens tot comparavi divitias. Y en el otro cuarto alto de la mano izquierda un león rampante de oro con una f colocada en las manos, y en otro cuarto bajo y más principal de dicho escudo, otro león pardo con corona de Rey de oro, preso con una cadena de oro, en memoria de la prisión de dicho cacique, y por orla del dicho escudo siete grifos presos con una cadena de oro todos ellos, y cada uno de ellos tenga una bandera azul, que salga fuera del escudo.
E queremos e mandamos que demás de las dichas armas podáis traer en el escudo de vuestros reposteros e casas y los de los dichos vuestros hijos y herederos y sucesores perpetuamente y en las otras partes e lugares que vos y ellos quisiéredes y por bien hubiéredes, el dicho cacique, Atabalipa, abiertos los brazos y puestas las manos en dos cofres de oro y una borla colorada en la frente que es la que el dicho cacique traía, con una argolla de oro a la garganta asida con dos cadenas de oro y por orla siete indios capitanes de la dicha provincia que se dicen Quizquiehase, etc., con sendas argollas a las gargantas, presos con una cadena de oro asida a las dichas argollas con la cual estén los siete caciques presos, y las manos atadas, y por tiembre un yelmo abierto con su roelo y dependencias de oro y azul y encima del dicho yelmo un medio león de oro con una espada desnuda y sangrienta en la mano y un coronel, según y como los traen los otros Marqueses....".
Estos blasones de Francisco Pizarro están minuciosamente tallados y policromados en la fachada granítica del Palacio.
Debajo de este escudo, hay un magnífico balcón esquinado en donde se centra la exuberante decoración del Palacio. En Trujillo y en diversas poblaciones extremeñas, existen varios ejemplos de balcones de esquina. Extremeña es, y más concretamente trujillana, la tradición del balcón-esquina, que de la mano de los canteros trujillanos marchó a América y en el Virreinato del Perú dejó algunas muestras singulares.
El hueco del vano se abre en un recerco cuadrado, enmarcado con filas de recuadros o casetoncillos tan característicos del arte trujillano. En los intercolumnios, a ambos lados del balcón, están los bustos de Francisco Pizarro e Inés Yupanqui, y los de Hernando Pizarro y Francisca Pizarro. Estamos ante uno de los primeros monumentos erigidos para conmemorar la fusión de dos razas, la mezcla de la sangre española con la incaica, y el enlace de la princesa mestiza con el primogénito de uno de los más ilustres linajes trujillanos: los Pizarro.
Entre los bustos de Francisca y Hernando, un casetón presenta en bajorrelieve una nereida a lomos de un ser fantástico, mezcla de tritón y centauro, tema profano que suele aparecer en ambientes religiosos, como es el caso del retablo mayor de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada.
Entre los bustos de Francisco e Inés, un casetón presenta un águila explayada y el superior una gran rosa, esculpida con gran naturalismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario