Siempre que el viajero se acerca a la ciudad de
Trujillo lo hace atraído por su grandioso pasado, a pasear por sus estrechas e
intrincadas callejuelas que discurren a los pies de sus palacios y casas
señoriales. La conquista musulmana y la posterior reconquista cristiana
trazaron el recinto de la ciudad que luego se desparrama por la zona
extramuros. La fama de sus “conquistadores” traspasó fronteras y supieron con
sus gloriosas hazañas acercarnos una buena parte de ese inmenso mundo ignoto
hasta entonces. Este conjunto monumental conforma un entramado urbano de
señorial belleza que, a buen seguro, los amantes de Extremadura habrán tenido
ocasión de visitar en otras ocasiones.
Hay, sin embargo, otro mundo desconocido de la
Historia de Trujillo del que pocos viajeros tienen constancia y cuyos vestigios
solo unos cuantos han podido visitar. Estos retazos del pasado se encuentran
dispersos en la periferia de la ciudad, en el anillo granítico que conforma el
Berrocal de Trujillo. Que el caminante no espere ver aquí grandes edificios, ni
transitar por calles empedradas con paradas
en “mesones y posadas” para aliviar el cansancio de la jornada. La senda
discurre por un entorno de salvaje belleza, repleto de naturaleza que, entre
enormes bolos de granito, encinas y monte bajo, le transportará a tiempos
pretéritos. Aquí cada uno se marca la vereda que le llevará al destino, apartando
la vegetación y saltando obstáculos que se interponen en el camino.
En este recorrido encontraremos ecos de un remoto
pasado: restos de poblados de las Edades del Bronce-Hierro, pintura esquemática,
santuarios rupestres y altares de sacrificios. Vestigios de la Alta Edad Media:
como la basílica mozárabe extramuros del castillo, la propia muralla y las
tumbas excavadas en la roca dispersas por todo el berrocal, las ermitas,
parroquias y conventos, cuyos muros aún conservan los ecos del bullicio de una
vida marcada por la religión. Sin olvidar la arquitectura vernácula de épocas
más recientes que salpica el paisaje berroqueño: como los molinos de viento, el
lavadero municipal o las tradicionales zahúrdas que aún se conservan. Y, por
supuesto, algunas construcciones civiles que merecen la pena destacar: la Plaza
de Toros, el antiguo pósito o los puentes de la periferia que saltaban ríos y
que facilitaban el paso por las antiguas cañadas o que sirven a la moderna red
de carreteras.
Que tengan ustedes buen viaje y que sepan disfrutar
de esta nueva forma de conocer Trujillo.
RUTAS POR EL
BERROCAL TRUJILLANO
RUTA 1: LA
RONDA DE MURALLAS
Comienza la ruta en
la Puerta del Triunfo, denominada así porque por ella entraron las tropas
cristianas en la reconquista definitiva del año 1233. Presenta arco apuntado
con dovelas talladas que se abre al poniente de la Villa. En el muro exterior
campea el escudo de los Reyes Católicos. Continúa por la ronda de murallas que
se disponen de forma irregular para adaptarse a las diferentes cotas de nivel.
El recinto abarca un área amesetada con una ligera tendencia a la forma
rectangular. La cimentación de las mismas tiene origen romano, pues los
sillares almohadillados que aún permanecen in situ se remontan al siglo I d. C.
A la etapa romana cooresponde también el fragmento de pulvino monumental de
granito empotrado en las proximidades del Arco del Triunfo, en el ángulo
suroeste tras sobrepasar la primera torre de la muralla en dirección al Espolón.
El pulvino formaría parte de la decoración arquitectónica de un altar o de un
monumento funerario. Está decorada con ocho radios con botón central, inscritos
en una circunferencia de 28 cm de diámetro.
Tras pasar la
torre coracha o espigón, nos adentramos por un pequeño callejón para continuar
por el sendero practicado recientemente en dirección hacia el castillo. Antes,
observamos el amplio lienzo de muralla y junto a la puerta de Coria, los muros
del convento de San Francisco el Real, obra del siglo XV. Si los primeros paños
de la muralla pueden situarse cronológicamente a comienzos del siglo XI, el
resto de sus lienzos pueden fecharse en torno a la segunda mitad de este mismo
siglo. A 200 m está el Castillo, situado sobre el cerro "Cabezo de
Zorro", fortaleza construida entre los siglos
IX al XII.
Aquí
termina el recorrido, no sin antes penetrar en la fortaleza, cuya entrada se encuentra justo entre las dos
torres principales (albarranas árabes). Justo encima puede verse a través de un
cristal la imagen de Nuestra
Señora de la Victoria,
patrona del municipio.
La base de
piedra del castillo son sillares graníticos extraídos de
antiguas construcciones romanas, de hecho, en el patio de armas –donde
existen dos aljibes– pueden verse anclados a los muros grandes sillares con inscripciones en latín y árabe. El habitáculo de
uno de ellos se ha aprovechado para construir unos baños públicos y
el otro, que está intacto, dispone de estancias abovedadas con arcos de cañón.
Este último permanece actualmentea anegado y se ha habilitado un pequeño puente
por encima del agua para poder visitarlo. También el castillo puede visitarse y
hacer un recorrido por sus muralla. Su excelente estado de conservación permite
reconocer los distintos estilos que marcaron la evolución histórica del
edificio.
RUTA 2: EL CAMPO DE SAN JUAN Y EL CAMINO DE
SANTA ANA
Se
inicia el recorrido desde la ermita de San Lázaro, construida en el siglo XV,
que fue en sus orígenes un lazareto donde. Aquí se venera al patrón de la ciudad,
el Stmo. Cristo de la Salud. A 20 m de la ermita se encuentra un extenso estanque
de agua que recibe el nombre del citado. Fue construido en los inicios del
siglo XVI, utilizándose como lavadero. Actualmente, se pueden pescar tencas y
carpas.
Continúa
el recorrido en dirección a la ermita de Santa Ana que se avista sobre un cerro
en el horizonte. Por el extenso camino de San Juan, tras pasar el brocal de un
pozo, se llega a la ermita de Santa Ana, construida en el año 1731 a expensas
del Obispo de Plasencia, fray Francisco Lasso de la Vega. De fina traza,
solamente quedan los muros de esta gallarda fábrica. Junto a ella existió un
Pósito y un Humilladero o templete del año 1589. Aquí comenzaba el camino de
Sevilla, el que recorrieron los descubridores y conquistadores trujillanos
cuando se dirigieron a embarcarse hacia las Américas.
A
escasos 50 m de la ermita se llega al Molino de Viento, que pronto no será más
que un montón informe de escombros si no se consolida su estructura. Por su ubicación,
su rareza y su interés turístico, debería de ser uno de los monumentos
trujillanos a proteger.
Continuando
por el camino de Sevilla se llega al Zahurdón de las Ánimas. El berrocal de
Trujillo siempre estuvo vivo: piaras de cerdos en los grandes corrales
(corralás) en forma de U, pequeñas zahúrdas en falsa cúpula al frente y a los
lados, ganadería vacuna y ovejas en los pastizales de los pequeños valles,
salpican el paisaje. El agua se recogía en grandes charcas algunas alimentadas
también por fuentes la mayor parte del año. Un ejemplo es la fuente ferruginosa
de los Porqueros a la derecha detrás del Molino de Viento. Esta charca, hoy
vacía, tenía un sistema regulador del agua para alimentar las huertas que hubo
en sus buenos tiempos. El Zahurdón de
las Ánimas es un ejemplar en falsa cúpula que sirvió como habitación-vivienda
del porquero: Tiene anejas dos zahúrdas, también en falsa cúpula y más pequeñas
a los lados de la entrada del Zahurdón, donde dormían los cerdos.
A
400 m se llega a la cueva de Quesada, destacado bandolero que formó cuadrilla
en el siglo XIX junto con Donaire y Juan Alama. Frente a la cueva de Quesada
está el cortijo de Valhondo, propiedad de las religiosas Hijas de la Virgen de
los Dolores.
En
la Cañada Real, a 4,4 km de Trujillo en dirección a Santa Cruz de la Sierra por
el camino de Santa Ana a Valhondo, junto a la finca de la Aldehuela, se levantan
un interesante puente.
RUTA 3: LAS
CALDERONAS Y LA MOLINETA
Se
perte de la Plaza de Toros (año 1808, reedificada en 1846) que se deja a la
derecha y se sigue la calleja que conduce hacia el Lavadero Municipal,
construido a finales del siglo XIX y restaurado recientemente en el 2015.
A
escasos metros del Lavadero y a una distancia de 2200 m en línea recta desde
Trujillo, tras saltar una cerca, se llega
a la finca de La Molineta. Allí emerge una gran roca, antiguo altar
rupestre de la Edad del Bronce, desde la que se puede contemplar una magnífica
vista de Trujillo y del berrocal. Aún se aprecian en uno de sus laterales las
entalladuras o escalones que daban acceso a su cima. Esta zona de La Molineta
constituye un paraje de gran belleza donde el granito y el encinar mezclados
producen un paisaje representativo de la tierra trujillana. El granito se
presenta en forma de multitud de grandes y pintorescas rocas, desgajadas de
otras mayores con cortes rectilíneos en la mayoría de los casos, montadas unas
sobre otras, formando promontorios con frecuentes abrigos.
A
30 m del altar la gran peña se conservan los cimientos de una atalaya musulmana.
Formaba parte de la línea establecida por este pueblo entre el Tajo y el
Guadiana, proxima a la medina de Trujillo. Citada reiteradamente por las
fuentes islámicas como un bastión esencial de ocupación islámica, le sitúa como
uno de los asentamientos islámicos extremeños de primer orden, destacando la importancia
del enclave, pues desde esta atalaya se divisa perfectamente Trujillo (Taryala) al oeste y el asentamiento de
Santa Cruz de la Sierra, una montaña con restos de ocupación humana desde la
Prehistoria hasta el siglo XIII.
Esta
atalaya de La Molineta se sitúa en el punto más elevado de la zona y debía de
controlar el paso del camino hacia Trujillo, una ruta muy transitada ya desde
los tiempos de la dominación romana. A escasos metros de la gran roca se levanta
otra mole de granito aún más aimpresionane a modo de ídolo que parace haber
sido tallada por la mano del hombre; y a escasos metros los restos de una
prensa olearia.
Encima
de los restos de la atalaya y aprovechando los restos de la misma, se construyó
el molino en el siglo XVIII para la molienda del grano (hoy parcialmente
consolidado). Entre este y el segundo molino –muy próximo- hay un agradable
paseo, mostrando el duro y verdadero paisaje del Berrocal: canchos de granito
de caprichosas formas, retamas, algunas encinas y pastos para el ganado bovino
son algunos de los elementos que componen este paisaje.
Continúa
el recorrido hacia la carretera de Guadalupe, bajando el cerro y traspasando la
carretera se llega al antiguo convento franciscano descalzo de Nuestra Señora
de la Luz en la finca de Papanaranjas (año 1500).
Siguiendo
en dirección a la ctra. de Guadalupe, cogemos la primera calleja a la derecha y
se llegare al Santuario de las Calderonas.
RUTA 4: EL PRADILLO Y EL CAMINO DE LAS ÁNIMAS
Comienza la ruta en la Plaza Mayor
de Trujillo en dirección hacia el arrabal de Huertas de Ánimas, por la Avda. de
la Coronación y a 400 m de la Plaza, se coge una calleja que conduce a la
iglesia de Santo Domingo. Nada más entrar en la calleja, hay que dirigirse
hacia el berrocal, a la zona conocida como El Pradillo, donde se observan paredones
ciclópeos, probablementes restos de un antiguo poblado de la Edad del Bronce.
Lo más característico del Pradillo es la Cueva Larga, donde aún se conservan
restos de pinturas esquemáticas rupestres. A unos 60 m, pasando dos pequeños
cercones, se llega a un pequeño altar de sacrificios de la Edad del Bronce.
Regresando a la calleja y bajando la
carretera hasta llegar a la rotonda nos dirigimos hacia la ctra. de Plasencia y
a escasos 100 m aparece un Pozo de Nieve
del siglo XVIII. Sieguiendo la calleja que comienza justo detrás del Pozo nos
dirigimos hacia la iglesia de Santo Domingo –construida en el siglo XVI por
Francisco Becerra– y a 20 m aparecen los
restos de la ermita de Loreto, construcción del siglo XIV. Finaliza el
recorrido en el Palacio de los Duques de san Carlos, para lo cual hay que tomar la calle del Estudio –nombre
que recibió en el siglo XVI por encontrarse en esta calle las Escuelas de
Gramática– en dirección a la Plaza y en el vértice del ángulo que forma la
calle Domingo de Ramos, se alza el mencionado palacio, obra del siglo XVI. A a
su derecha, la capilla de la Virgen del Reposo y el templo de San Martín de
Tours, cuya existencia data del siglo XIV.
RUTA 5: EL ANTIGUO CAMINO DE CORIA
Comienza
el recorrido en la puerta de la Coria –arco gótico apuntado–, dejando a la
izquierda el convento de frailas franciscanas de San Francisco el Real de la
Puerta de Coria, fundado por disposición real en el año 1450 por el rey Juan
II. Desde aquí se pueden apreciar unas magníficas viastas de la muralla
trujillana (se explica la muralla).
Bajando
por la antigua calzada romana, de la que aún se aprecian restos de la
cimentación y el solado de piezas de cantería, a unos 60 m se llega a la
basílica mozárabe, que conserva los muros del ábside y parte de la nave. Desde
aquí se desciende hasta llegar al convento de la Magdalena de frailes descalzos
(aquí explicamos el convento y lo que aún se ve). Tomando orientación oeste, se
llega a la Cerca de la Encina, donde aún se perciben claramente estructuras de
chozas, presumiblemente de la Edad del Bronce y en un majano se dibuja un
grabado de esta misma época. Continuamos hacia la carretera vecinal que une
Trujillo con el arrabal de Huertas de la Magdalena. Próximas
a la ciudad de Trujillo había huertas donde vivían personas en un hábitat
disperso, dedicadas a actividades agropecuarias. Las Huertas eran espacios que
rodeaban al núcleo de población, estaban considerados arrabales y se solían
situar cerca de ríos o charcas, tal es el caso de Huertas de la Magdalena que
se ubicó en un pequeño valle regado por el riachuelo Mimbreras. Con el aumento
de población llevado a cabo entre los siglos XIX y XX, estos arrabales han ido
concentrando un importante núcleo poblacional aunque han mantenido el topónimo
“Huerta”. La existencia de estas Huertas respondía desde la Edad Media a una
necesidad imperiosa por obtener productos alimenticios fundamentales, aquellos
que no se destinaban al autoconsumo,
después se podían vender en el mercado diario de la ciudad o los jueves
de cada semana. Finaliza el recorrido, frente al estanque de la Magdalena, donde
sobre una gran peña se levanta una cruz de término, correspondiente a la
población de Huertas de la Magdalena.
RUTA 6:
AGUAS VIEJAS
Comienza
el recorrido en el puente de la ctra. Badajoz, a 5 km de la ciudad de Trujillo,
situado cerca de la Venta de Magasca. Esbelto puente de tres amplios arcos,
rebajados y adovelados, fortalecidos por dos tajamares semicilíndricos con
remates cónicos y bóvedas de cañón. Fue construido en la primera mitad del
siglo XIX, posiblemente a la par que el Puente sobre el río Magasca en la ctra.
de Cáceres.
Frente
a la Venta de Magasca, sobre el río que lleva su nombre, pasada la antigua
carretera N-V, hay otro puente construido con sillares de granito que data del
siglo XV.
Junto
al puente aún se conservan los muros de mampostería con refuerzo de sillería en
las esquinas de un molino de agua, así como la rueda de la turbina y piedras de
moler. En este mismo paraje, un epígrafe romano de acarreo.
Continuando
desde el puente en dirección a Trujillo, tras vislumbrar el toro de Osborne, se
llega a la finca Aguas Viejas, donde aparecen restos de un poblado Calcolítico
en las excavaciones llevadas a cabo en los años 80 por el Departamento de
Prehistoria de la Universidad de Extremadura. El poblado de la Edad del Bronce
de Aguas Viejas está enterrado; la mayoría de su superficie queda bajo varios
metros de piedra y tierra producto de las necesarias nivelaciones; un pequeño
espacio, cerca de donde estaba la excavación muestra una capa de escombros
superficial con abundantes restos de cerámica. Junto al poblado una tumba
excavada en la roca.
Volviendo
a la ctra. de Badajoz en dirección a Trujillo, antes de arribar a la fuente
popularmente conocida como “El Plato” –por la forma circular del pozo
construido con piezas de cantería en el siglo XVI–, se llega al convento
franciscano en la finca de los Arcabuces. Situado en un paraje de singular
belleza, solo se conservan sus tristes
ruinas.
Finaliza
es recorrido en Trujillo, concretamente, en el pozo de nieve ubicado en la
entrada del municipio, junto a una gasolinera. En un lateral de la carretera N-V a Badajoz, en el
paraje antes conocido como Campo de San Juan, fue construido en el siglo XIX,
según reza en un Acuerdo municipal: “5 de
enero 1852, Di cuenta de un memorial de Bartolomé López de esta vecindad
solicitando se le conceda un poco de terreno en los prados de San Juan, en el
canchal que linda con cerca de los herederos Doña Josefa López, para la
construcción de un pozo de nieve, y se acuerda dar comisión para que reconozcan
el terreno e informen al Ayuntamiento a los Señores Regidores Don Juan Manuel
Fernández y Don Valentín Collazos”.
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