APORTACIONES HISTÓRICAS Y
ARTÍSTICAS DE LA ESCULTURA DE LA VIRGEN DE LA ESTRELLA
En
el siglo XVIII, para facilitar el paso de los carruajes al Adarve y de allí al
palacio de los Toledo-Moctezuma, se derribó y sustituyó el arco de la Estrella
que permite el acceso a la zona monumental por el actual, obras realizadas en
1726 por Manuel de Larra Churriguera, que diseñó un arco escarzano en esviaje,
a expensas del Conde de la Quinta de la Enjarada, don Bernardino de Carvajal,
como se hizo constar en la lápida que monta sobre la clave del arco por la
parte exterior.
En el interior destaca en su centro un templete neoclásico con una efigie de Nuestra Señora de la Estrella realizada en piedra de Salamanca, talladas sus vestiduras que nos recuerdan al barroco con airosos movimientos, en cuya peana resalta el escudo de Carvajal, por ser éste el apellido del Conde de la Quinta de la Enjarada que costeó la obra. Esta imagen sustituyó a la estampa de Nuestra Señora de la Antigua (aunque en algunos documentos del siglo XVIII aparece mencionada la pintura como Nuestra Señora de la Estrella.
Aunque,
la imagen que iba a ocupar este Nicho era otra. El Obispo don Sancho II Antonio de Velunza de Corcuera (que
dirigió el episcopado entre los años 1716-1731) encargó a un taller
de Badajoz una magnífica escultura de Nuestra Señora de la Estrella con el
Niño, de mármol, y que no llegó a ocupar
el lugar para el que había sido destinada. Parece ser que no hubo entendimiento
entre el Sr. Obispo don Sancho II Antonio de Velunza de
Corcuera y los hijos de don Bernardino de Carvajal – mecenas de la obra del
Arco de la Estrella- y el prelado la donó a los frailes franciscanos del
Convento de San Francisco de Cáceres, estuvo colocada en la hornacina que está
sobre la puerta principal del convento. Actualmente, esta imagen se encuentra
ubicada en el ábside de la capilla del Cementerio de Cáceres, trasladada allí
cuando se produjo la desamortización de Mendizábal de 1836 que obligó a los
frailes a marcharse. Se trata de una imagen barroca de Nuestra Señora de la
Estrella, de mármol, tallada en Badajoz para ocupar el nicho de la Puerta o
Arco de la Estrella. En la peana de la imagen se lee: ““Nª. Sª. DE LA ESTRELLA”. El Arco de la
Estrella sustituyó a la Puerta Nueva -de
cuyo único recuerdo es la palomilla-candelabro gótico de hierro que está en la
zona interior, al pie del templete y de la que pende un farol moderno, es
amplio, de arco rebajado y trazado en esviaje, coronado con almenas y
ornamentado con el escudo de Cáceres. Mélida afirmó que este arco es admirado del vulgo y de ciertos escritores más de lo que
merece. Y, pero la realidad es que la construcción tiene una agradable
perspectiva, es sobria de trazado, y al interior, sobre todo, no está exenta de
cierta belleza y originalidad. El Conde de la Enjarada solicitó y obtuvo
licencia del Concejo para ampliar el altarcito donde estaba la imagen de
Nuestra Señora de la Antigua, por resultar pequeño, y poder colocar en su lugar
la imagen de Nuestra Señora de la Estrella. Considerando el Obispo que el hueco
donde estaba la efigie de Nuestra Señora era lugar sagrado y exento de toda
jurisdicción, menos de la eclesiástica, sin solicitar permiso de autoridad
alguna decidió realizar la obra, derribando la bóveda de la Puerta Nueva y
parte de la muralla a ambos lados de la puerta, enviando memorial al Concejo de
las intervenciones realizadas. Después de litigar pleitos en los que intervino
el Sr. Obispo, el propio Conde de la Enjarada con el Corregidor y Regidores de
la Villa de Cáceres, Manuel de Larra y Churriguera y los maestros de obra y
alarifes Juan del Valle y Francisco Encinales ejecutaron las obras del Arco de
la Estrella.
La
escultura de la Virgen de la Estrella, encargo del Sr. Obispo don Sancho II Antonio de Velunza de Corcuera, en el
año 1726 a un taller escultórico de Badajoz, es de mármol blanco. La imagen
descansa sobre una elaborada peana de mármol de planta cuadrada con salientes
semicirculares en cada uno de sus lados, presentando una inscripción: “Nª. Sª.
DE LA ESTRELLA”, en una cartela rodeada
de motivos vegetales y con un querubín que sirve de base a la imagen de María.
En la base de dicha peana se “CON VNA AVE MARIA 40 DIAS DE
INDVLGENCIA”.
Estamos ante una escultura de mármol limpia de
pigmentos, que transparenta belleza material y conceptual por todos sus
costados. El artista no ha hecho concesiones al misticismo sin carne ni ha
menospreciado la hermosura intrínseca al candor de lo profano, sobre todo
cuando sus formas pretenden configurar un cuerpo limpio y que se trasluce a
pesar de los ampulosos ropajes de la Virgen. Aparece con un rostro de doncella,
terso y limpio de arrugas, se nos muestra con facciones finas y juveniles.
Tiene la frente amplia y el semblante glorioso, triunfal, sosteniendo con su
mano derecha un cetro que termina en una Estrella. Su luminosidad queda
reforzada por la blancura del mármol. Su estado de conservación es bastante
bueno a pesar de estar expuesta a la intemperie. La imagen está ligeramente
ladeada e inclinada hacia delante. Su cabello largo y ondulado, la corona sobre
su cabeza y el espléndido manto que
viste sobre la túnica; replegando su manto encima del brazo izquierdo para
sostener al Niño Jesús, desnudo, y que deja caer luego en grandes y holgados
pliegues hasta el ribeteado inferior donde asoman los zapatos. Al efectismo de
esta imagen contribuye el grácil movimiento de la figura y los paños del
vestido y manto en movimiento. La expresión serena del rostro de la Virgen
trasluce paz y purea. Su ademán de recogimiento, con la mirada dirigida hacia
el Hijo, nos remite a las imágenes barrocas de los grandes autores españoles.
Hemos
de destacar la Hornacina monumental arquitectónica de sillería que alberga la
imagen de la Virgen de la Estrella, abriéndose en arco de medio punto con
pilastras cajeadas, articulado entre dos columnas con fuste estriado elevadas
sobre estereóbatos. Rematando el conjunto en un frontón partido, destacando la
geometría de lo recto y lo curvo. En definitiva, una obra arquitectónica elegante
y proporcionada enmarcada entre pilastras cajeadas y un entablamento en cuyo
remate destaca un airoso frontón.
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