La Dehesa de los Caballos de
Trujillo
En el siglo XVI, el Concejo de
Trujillo estableció la Dehesa de los Caballos como un espacio comunal destinado
a la cría, doma y mejora del ganado caballar, fundamental tanto para el
prestigio local como para el suministro de caballos al ejército de la monarquía
hispánica. La finca, situada junto al actual paraje de las Suertes de la Dehesa
de los Caballos, fue delimitada y parcialmente amurallada en 1535, con una
extensión considerable y límites precisos documentados en fuentes notariales.
El Concejo impulsó la
construcción de una portada monumental de estilo renacentista, contratada a los
canteros Juan Barrantes y Gil Torres el 14 de julio de 1535, bajo la
supervisión del corregidor Antonio Vázquez de Cepeda. La obra fue concluida ese
mismo año, incluyendo una puerta de hierro encargada al herrero Diego
Rodríguez.
El complejo contaba con una casa
para el caballerizo o guarda, responsable del mantenimiento y vigilancia del
ganado. La administración concejil fue minuciosa, con registros notariales y
control fiscal sobre los recursos comunales (propios y comunales).
El 12 de noviembre de 1535, el
Ayuntamiento promulgó las Ordenanzas de la Dehesa de los Caballos, un cuerpo
normativo de carácter agropecuario y social que constituye una fuente de primer
orden para el estudio de la ganadería extensiva y la gestión comunal en la
Castilla del Renacimiento. Desde una perspectiva moderna, estas ordenanzas
representan un modelo temprano de gestión sostenible de recursos comunales,
combinando racionalidad económica, control social y conservación ambiental.
Durante el siglo XVIII, el
Concejo arrendó la dehesa a ganaderos trashumantes, desviando su función
original. La Corona, informada de la pérdida de calidad del ganado caballar,
emitió una Real Orden en 1768 ordenando la restitución de los fines fundacionales.
Se reafirmó entonces la destinación de Dehesa de Albaladejo para yeguas y Dehesa de Santa Catalina o de
los Caballos para potros.
La intervención real implicó
sanciones económicas a los corregidores negligentes, demostrando la
articulación entre autoridad local y control central del Estado borbónico sobre
los bienes comunales.
Con la Desamortización de
Mendizábal (siglo XIX), la Dehesa de los Caballos fue parcelada y vendida en
subasta pública, poniendo fin a su función ganadera y al régimen comunal. Este
proceso reflejó la transición del sistema económico feudal a la propiedad
privada moderna, y marcó el fin de la cría caballar trujillana, antaño de
renombre nacional.
La portada de la dehesa
constituye un ejemplar sobresaliente del renacimiento trujillano, con arco de
herradura, dovelas graníticas, escudos heráldicos del emperador Carlos I, de Trujillo
y de Vázquez de Cepeda. Su inscripción conmemorativa de 1535 fue renovada en
1768 tras la Real Orden, conservándose como testimonio material de la historia
administrativa y económica local.