ESTUDIO ARTÍSTICO DEL CRISTO GÓTICO Y RETABLO
LATERAL DE LA IGLESIA DE HIGUERA DE ALBALAT
Su
edificio más importante es la iglesia parroquial de San Sebastián, obra de los
siglos XV y XVII, de mampostería, ladrillo, granito y pizarra, los mismos
materiales utilizados en la arquitectura popular de la población. Podemos
acceder al templo por la puerta lateral del muro de la Epístola que está
precedida por un porche, la puerta se abre en arco de medio punto de cantería
con capiteles elementales de fajas góticos, en la entrada un letrero nos indica
que las puertas y la cancela se pusieron el 25 de julio de 2010; la otra puerta
lateral de acceso al templo, situada en la fachada del Evangelio, se abre en
arco de medio punto, pero en esta ocasión, de ladrillo. La iglesia es de una
sola nave con cuatro tramos separados por arcos de medio punto que apoyan sobre
pilares adosados. Cubierta a dos aguas remozada. Ábside poligonal y cubierto
con bóveda de terceletes que descargan en gruesos y esbeltos contrafuertes en
el exterior, en la clave de la bóveda se encuentra el escudo del Obispo
Gutierre de Vargas y Carvajal, bajo cuyo auspicio se ejecutó el ábside.
Escalera de caracol para subir al campanario. Muros de mampostería y ladrillo.
La torre campanario con cornisa que separa la mampostería del ladrillo, de dos
cuerpos. A ella se accede a través de la sacristía del templo por una escalera
de caracol integrada en un cilindro externo. A la sacristía se entra por un
angosto vano de medio punto y está cubierta con bóveda de aristas. En su
interior aún se conservan algunos esgrafiados decorativos geométricos tapados
con la cal.
Se
conserva en el muro de la Epístola, una talla gótica de un Cristo crucificado
que preside un retablo de estilo
clasicista (significa sencillez, proporción y
armonía), destacando una tabla pictórica, en muy mal estado de
conservación, con las representaciones a ambos lados del Cristo de San Juan y
la Virgen, completando un Calvario. Expresión plástica de una sociedad
fustigada por múltiples calamidades, el modelo de crucificado doloroso
característico del arte gótico, en que lo patético y lo trágico se unen para
sensibilizar al fiel de las amarguras padecidas por Cristo en la cruz, elevando
a nivel universal el sufrimiento individual, como catarsis que procure un suelo
a sus desgracias cotidianas. El Crucificado de Higuera, ha sido recientemente
restaurado, consiguiendo recuperar parte de la policromía encargada de representar
el flujo en la trayectoria de la sangre en el costado y las heridas de las
piernas. Presenta el vientre hundido hacia dentro, en el preciso instante en
que acaba de exhalar el último aliento, su boca y ojos entreabiertos produce
una sobrecogedora impresión, con el hundimiento del vientre, al reducir el
contorno abdominal descuelga el paño de pureza según un diseño y disposición
peculiar emparentado con los crucifijos dolorosos de Renania y Cerdeña; los
pómulos se apuntan, barba bífida y los cabellos apelmazados están adheridos en bucles
a la piel como consecuencia de la transpiración y la efusión de la sangre
durante su prolongada agonía. Redundando en la ampliación expresionista, el
marcado desarrollo de las extremidades inferiores acentúa el efecto prospectivo
y destaca la dislocación de la pierna izquierda, con la pantorrilla de perfil
mientras la derecha proyecta su rodilla hacia delante, rompiendo el plano único
con un fuerte movimiento profundidad. Significativa aproximación verista es el
detallismo con que se modelan los tendones de los brazos y del pie y la con
acción del empeine, traduciendo la tensión y el peso efectivo del cuerpo sobre
el clavo. Este naturalismo expresionista contrasta con la imagen de las figuras
de la Virgen y San Juan, de escasa introspección psicológica. María viste
túnica detrás de alto, y se cubre con un manto y marca el rostro con toca de
viuda, las manos entrelazadas a la altura del pecho, se encuentra muy mal
estado de conservación. Al igual que el apóstol, destacando su disimetría y
marcada incurvación hacia el centro de la escena, aunque se encuentra en un
estado deplorable parece que su mano derecha exhibe el Evangelio como símbolo
parlante de su condición. Su peinado de casco, con rizos marginales, y su
semblante expresa, en mayor medida que María, ensimismamiento y atraída
concentración. El retablo en el que se encuentra esta tabla que representa
María y a San Juan es clasicista, el Crucificado gótico se colocó en el medio
de ambas figuras para culminar un Calvario. El retablo clasicista está formado por una
calle central con las representaciones citadas y dos pares de columnas a ambos
lados enmarcando una decoración a base de hojarascas y en el pedestal o predela las representaciones pictóricas
sobre tabla: Camino del Calvario y Cristo preso ante el sumo sacerdote judío
Caifás, en esta pintura vemos a Caifás de pie ante Cristo rodeado por otros
sacerdotes judíos. Ha entregado a Cristo a los guardias que le golpearán y se
burlarán de Él (episodio conocido como el escarnio de Cristo)[1];
que enlazan con
la costumbre teresiana de meditar en la Pasión de Cristo, por eso, en el
ático, se dispone la tabla que representa a Santa Teresa de Jesús, canonizada por Gregorio XV en 1622 de la que existen numerosas representaciones en la
pintura española, no solo por la importancia que tuvo su figura desde el punto
de vista religioso sino también por tratarse de una santa española. De tales
representaciones una de las más repetidas es ésta en la que aparece como escritora. En una de sus
obras más importantes “Las Moradas “o “Castillo Interior”, Santa Teresa narra
muchas de las visiones místicas que tuvo a lo largo de su vida entre las cuales
se encuentra la de una paloma con alas que revolotea sobre su cabeza, hace
ilusiona a la inspiración del Espíritu Santo a la hora de llevar a cabo sus
escritos. El anónimo autor de esta obra, nos ofrece precisamente una de estas
versiones típicas de la Santa escritora, que se propuso meditar cada día en la Pasión y Muerte de Jesús.
[1] “Entonces lo escupieron en el rostro y le dieron
puñetazos; y otros lo abofeteaban, diciendo: "Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó". Mateo 26, 67-68.