domingo, 21 de abril de 2024

 

ESTUDIO ARTÍSTICO DEL CRISTO GÓTICO Y RETABLO LATERAL DE LA IGLESIA DE HIGUERA DE ALBALAT

 

 

 Higuera de Albalat se encuentra en la zona noreste de la Alta Extremadura, municipio de la provincia de Cáceres, se localiza entre los 39°43’32’’ de latitud norte y los 5°39’56’’ de latitud oeste. Pertenece a la comarca funcional de Navalmoral de la Mata, su casco urbano está situado a 480 m de altitud.

Su edificio más importante es la iglesia parroquial de San Sebastián, obra de los siglos XV y XVII, de mampostería, ladrillo, granito y pizarra, los mismos materiales utilizados en la arquitectura popular de la población. Podemos acceder al templo por la puerta lateral del muro de la Epístola que está precedida por un porche, la puerta se abre en arco de medio punto de cantería con capiteles elementales de fajas góticos, en la entrada un letrero nos indica que las puertas y la cancela se pusieron el 25 de julio de 2010; la otra puerta lateral de acceso al templo, situada en la fachada del Evangelio, se abre en arco de medio punto, pero en esta ocasión, de ladrillo. La iglesia es de una sola nave con cuatro tramos separados por arcos de medio punto que apoyan sobre pilares adosados. Cubierta a dos aguas remozada. Ábside poligonal y cubierto con bóveda de terceletes que descargan en gruesos y esbeltos contrafuertes en el exterior, en la clave de la bóveda se encuentra el escudo del Obispo Gutierre de Vargas y Carvajal, bajo cuyo auspicio se ejecutó el ábside. Escalera de caracol para subir al campanario. Muros de mampostería y ladrillo. La torre campanario con cornisa que separa la mampostería del ladrillo, de dos cuerpos. A ella se accede a través de la sacristía del templo por una escalera de caracol integrada en un cilindro externo. A la sacristía se entra por un angosto vano de medio punto y está cubierta con bóveda de aristas. En su interior aún se conservan algunos esgrafiados decorativos geométricos tapados con la cal.

Se conserva en el muro de la Epístola, una talla gótica de un Cristo crucificado que preside un retablo de estilo clasicista (significa sencillez, proporción y armonía), destacando una tabla pictórica, en muy mal estado de conservación, con las representaciones a ambos lados del Cristo de San Juan y la Virgen, completando un Calvario. Expresión plástica de una sociedad fustigada por múltiples calamidades, el modelo de crucificado doloroso característico del arte gótico, en que lo patético y lo trágico se unen para sensibilizar al fiel de las amarguras padecidas por Cristo en la cruz, elevando a nivel universal el sufrimiento individual, como catarsis que procure un suelo a sus desgracias cotidianas. El Crucificado de Higuera, ha sido recientemente restaurado, consiguiendo recuperar parte de la policromía encargada de representar el flujo en la trayectoria de la sangre en el costado y las heridas de las piernas. Presenta el vientre hundido hacia dentro, en el preciso instante en que acaba de exhalar el último aliento, su boca y ojos entreabiertos produce una sobrecogedora impresión, con el hundimiento del vientre, al reducir el contorno abdominal descuelga el paño de pureza según un diseño y disposición peculiar emparentado con los crucifijos dolorosos de Renania y Cerdeña; los pómulos se apuntan, barba bífida y los cabellos apelmazados están adheridos en bucles a la piel como consecuencia de la transpiración y la efusión de la sangre durante su prolongada agonía. Redundando en la ampliación expresionista, el marcado desarrollo de las extremidades inferiores acentúa el efecto prospectivo y destaca la dislocación de la pierna izquierda, con la pantorrilla de perfil mientras la derecha proyecta su rodilla hacia delante, rompiendo el plano único con un fuerte movimiento profundidad. Significativa aproximación verista es el detallismo con que se modelan los tendones de los brazos y del pie y la con acción del empeine, traduciendo la tensión y el peso efectivo del cuerpo sobre el clavo. Este naturalismo expresionista contrasta con la imagen de las figuras de la Virgen y San Juan, de escasa introspección psicológica. María viste túnica detrás de alto, y se cubre con un manto y marca el rostro con toca de viuda, las manos entrelazadas a la altura del pecho, se encuentra muy mal estado de conservación. Al igual que el apóstol, destacando su disimetría y marcada incurvación hacia el centro de la escena, aunque se encuentra en un estado deplorable parece que su mano derecha exhibe el Evangelio como símbolo parlante de su condición. Su peinado de casco, con rizos marginales, y su semblante expresa, en mayor medida que María, ensimismamiento y atraída concentración. El retablo en el que se encuentra esta tabla que representa María y a San Juan es clasicista, el Crucificado gótico se colocó en el medio de ambas figuras para culminar un Calvario.  El retablo clasicista está formado por una calle central con las representaciones citadas y dos pares de columnas a ambos lados enmarcando una decoración a base de hojarascas y en el pedestal o predela las representaciones pictóricas sobre tabla: Camino del Calvario y Cristo preso ante el sumo sacerdote judío Caifás, en esta pintura vemos a Caifás de pie ante Cristo rodeado por otros sacerdotes judíos. Ha entregado a Cristo a los guardias que le golpearán y se burlarán de Él (episodio conocido como el escarnio de Cristo)[1];  que enlazan con la costumbre teresiana de meditar en la Pasión de Cristo, por eso, en el ático, se dispone la tabla que representa a Santa Teresa de Jesús, canonizada por Gregorio XV en 1622 de la que  existen numerosas representaciones en la pintura española, no solo por la importancia que tuvo su figura desde el punto de vista religioso sino también por tratarse de una santa española. De tales representaciones una de las más repetidas es ésta en la  que aparece como escritora. En una de sus obras más importantes “Las Moradas “o “Castillo Interior”, Santa Teresa narra muchas de las visiones místicas que tuvo a lo largo de su vida entre las cuales se encuentra la de una paloma con alas que revolotea sobre su cabeza, hace ilusiona a la inspiración del Espíritu Santo a la hora de llevar a cabo sus escritos. El anónimo autor de esta obra, nos ofrece precisamente una de estas versiones típicas de la Santa escritora, que se propuso meditar cada día en la Pasión y Muerte de Jesús.













[1] “Entonces lo escupieron en el rostro y le dieron puñetazos; y otros lo abofeteaban, diciendo: "Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó".  Mateo 26, 67-68.

 

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