LA PLAZA DE TOROS DE TRUJILLO : UNA PLAZA DE
CULTO
La afición a los toros forma parte de la
historia de Trujillo. Su Plaza Mayor ha sido testigo de algunos de estos
espectáculos, como el celebrado en el año 1648 en la llegada del rey Felipe III
la ciudad. Era el Ayuntamiento el que
ateniéndose a un riguroso protocolo, se encargaba de organizar la construcción
y subasta de tablados y colocación de alguaciles en lugares estratégicos. Los
asientos eran por derecho propio, por cédula real o por haber abonado su
localidad –como diríamos ahora- en los cuartos suelos y entresuelos. Pero
también había algunos que presenciaban la fiesta desde ventanales y balcones de
sus casas y palacios que rodean la Plaza.
Con estos antecedentes es lógico que Trujillo
tuviera una Plaza de Toros fija. Existen documentos que acreditan que existió
una plaza de toros en la antigüedad, lindera a la ermita de Nuestra Señora de
la Piedad. La Cofradía de la Piedad era la propietaria de dicha plaza, estaba
en el área que hoy ocupa la actual Plaza de Toros.
Una de
las procesiones que despertaba mayor interés en la ciudad de Trujillo era la de
Nuestra Señora de la Piedad por
cualquier necesidad del pueblo.
En el
Archivo deSimancas se conserva el documento en el que consta la ejecución de
obras de la ermita donde se veneraba la imagen de la Virgen de la Piedad,
próxima a la actual Plaza de Toros, en el lugar del Campillo. Se trata de la
provisión que otorga el rey para que se concedan tres mil maravedíes a la
Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad para finalizar la construcción de su
ermita. Los mayores mecenas que tuvo la ermita fueron los Chaves-Sotomayor, de
hecho en la portada campeaban las armas de Juan Antonio de Chaves y Sotomayor y
de su esposa Catalina de Mendoza.
Existen referencias a la ermita de La Piedad desde la primera mitad del
siglo XVI. “Concejo, Justicia, regidores, cavalleros, escuderos, oficiales e
omes buenos de la cibdad de Trugillo. Por la presente el mayordomo, cofrades de
la hermita de santa maria de la piedad de la ciudad me ha sido echa, relaçion
que la dicha ermita se començo a hazer y edificar con limosnas y que está por
acabar e tejar mucha parte della e que por no thener ninguna renta no tienen
posibilidad para lo acabar y que para que se pudiese fazer pidieron que de los
propios de la cibdad les hiziesedes alguna limosna y les respondieles quedando
yo licencia para ellos quedando contentos de ayudarles con tres mil maravedíes,
segund paresçio por un testimonio signado de dinero público que ante mi
presentaron y me suplicaron e pidieron por demanda se dar como la manera fuese
yo acatando losuso dicho e por ser para la obra pia tubelo por bien. Et por la
presente vos doy liçencia y facultad para que si quisiere ser podays dar de los
propios de la cibdad para la obra de la dicha hermita los dichos tres mil
maravedíes los quales dandolos e pagandolos e mostrando recabdo bastante dello
mando que sean avidos por bien gastados y que seos reciban e pasen encuenta en
las cuentas que pasaren de los dichos propios fecha en Toledo a veinte dias del
mes de nobienbre de mil e quinientos veinte e ocho años yo el
rey
refrendada de Cobos, señalada de Polanco”.
La
Cofradía de Ntra. Sra. de la Piedad fue muy beneficiada con rentas y donativos,
tal y como reflejan sus libros capitulares (conservados celosamente en el
Archivo parroquial de Santa María de Trujillo).
En 1686 se construye una nueva ermita tras el
incendio producido en 1685 en la antigua ermita de la Piedad que sería
inaugurada el 18 de agosto del año 1686. Como la imagen de la Virgen del siglo
XVI desapareció durante el incendio, doña Cecilia de Chaves y Orellana, viuda
de Pedro de Chaves y Mesía, ofreció una imagen de la Virgen de su propiedad que
sustituyó a la originaria.
Los sínodos diocesanos en varios lugares y fechas
desaprobaron estas peregrinaciones por los desatinos que se producían.
La diócesis de Plasencia también tuvo el suyo en el año 1687. La constitución
VIII prohibía que se realizasen procesiones a iglesias o ermitas que distasen
más de media legua, quedaban exentos ciertos santuarios en caso de extrema
necesidad para el pueblo. Una vez privada la ermita de la principal práctica
religiosa, cayó en el abandono y la efigie fue trasladada a Trujillo después de
la Guerra de la Independencia.
Actualmente, tras una restauración que se hizo años atrás, se
encuentra en una hornacina en la iglesia de San Martín, protegida por un
cristal por el valor de la talla.
Los cofrades de Nuestra Señora de la Piedad en esa época
comenzaron a sacar su imagen en procesión desde la ermita, que se hallaba en
extramuros, hasta la iglesia de Santiago. El acto se realizaba durante la Pascua de Resurrección sin
tener un día señalado para ello, lo que denota que no estaba plenamente
consolidado. El Concilio de Trento imprimió gran auge a las cofradías, y muchas
de ellas se crearon por entonces. La costumbre de instituir hermandades es
anterior al cristianismo. Los romanos tenían corporaciones de oficio de
carácter religioso que denominaban "collegia". El cristianismo aceptó
esa tradición desde sus comienzos. El Concilio de Trulano denomina a los
cofrades, "hecatoutarcas" y el de Nantes (año 895) a las cofradías,
"colectas", pero cuando adquieren un carácter más actual es avanzada la Edad Media. Los
gremios se ponían bajo la advocación de un santo patrón dando origen a la
hermandad correspondiente. Los fines sociales de las corporaciones gremiales
terminaron compartiéndose con los espirituales. El autor del manuscrito nos
recuerda la limitaciones que tenían los hermanos para constituirse y realizar
sus actos, sometidos a la supervisión del obispo diocesano. La iglesia exigió
desde el siglo XIII la aprobación del estatuto de la cofradía por el ordinario.
El concilio de Trento sometió las hermandades a la visita del prelado para
evitar que tomasen rumbos diferentes a los deseados.
El papa Clemente VIII prohibió que hubiese dos de igual advocación en el mismo
pueblo. La procesión de Nuestra Señora de la Piedad no aparece en el Procesionario del siglo XVIII, o al menos el cabildo mayor se había
desentendido de ella.
Al desaparecer la ermita de la cofradía de la
Piedad en 1809 durante la Invasión francesa, la imagen se trasladó a la iglesia
de Jesús Nazareno, en el sitio del Mercadillo. En el siglo XX
se trasladó a la iglesia de San Francisco junto con otras imágenes de culto y
algunas que procesionaban en Semana Santa. Actualmente se encuentra en la
iglesia de San Martín, muy restaurada, es obra de bastidor, ya que la Virgen de
la Piedad que preside la moderna ermita es obra reciente.
En la
actual ermita, construida por los fieles devotos y vecinos del Campillo,
preside una imagen moderna que es a la que actualmente rinden culto y
veneración los fieles devotos en la última semana del mes de julio y primera de
agosto. En el año 1848, se agrega la
Cofradía de la Piedad a la de Jesús, desde entonces, la divisa de la Piedad
iniciará el desfile procesional del Miércoles Santo junto con el estandarte de
la Cofradía de Jesús. Atendiendo a los beneficios que producían los miembros de
la Cofradía de la Piedad a la de Jesús Nazareno, se acordó que en obsequio y
culto a la Virgen se haga una fiesta el domingo siguiente al día de la Asunción de Ntra. Sra. el 15 de agosto.
El día 19 de marzo del año 1809 los franceses
entraron en Trujillo y destrozaron la ermita y su plaza de toros. En el año
1819, aún ejercía la Cofradía de la Piedad el derecho dominical sobre la
mencionada plaza, porque, como digo de la peste colérica, se intentó poner en
ella un Lazareto y a este fin el Ayuntamiento solicitó autorización del Alcalde
de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad para ello.
En el año 1846 se formó una sociedad para
reedificar la Plaza de Toros de Trujillo, según reza su pequeño libro de
acuerdos que se conserva en el Archivo Municipal. Los dos primeros acuerdos del
acta primera, fecha 18 agosto, dicen literalmente:
“1º.- Se nombra una Comisión compuesta por el
señor Marqués de la Conquista, don Vicente Hernández, don Santiago Martínez,
don Hermenegildo Moreno por el carácter doble de depositario de los fondos de
esta sociedad.
2º.- El objeto de esta Comisión era averiguar
a quién pertenece en propiedad la plaza que se trata de reedificar”.
Diez días después, la Comisión se dirigía al
Ayuntamiento en solicitud de compraventa de esta ruinosa fábrica. El Concejo
comisionó al regidor don Pedro Pedraza y al síndico don Guillermo Martínez para
averiguar la propiedad de aquellas ruinas y si se podían vender sin perjuicio
de tercero. Éstos señores informaban, el 3 octubre del mismo año 1846, que no
había perjuicio de tercero en la venta con tal de que se ponga la condición de
que los compradores no sean dueños de la cosa vendida en el ínterin que la
plaza de toros no se haga. Conforme a este acuerdo, se formalizó el expediente
de venta. La Sociedad de Vecinos abrió una suscripción de acciones, valorando
la unidad en mil reales, que sumase el capital necesario para su proyecto. Se
conservan las listas nominales de vecinos con expresión de calles en que
habitaban y acciones suscritas. El mayor accionista fue don Jacinto Orellana,
Marqués de la Conquista, que suscribió cincuenta acciones. Los suscriptores
gozaban de ciertos privilegios.
El 14 de septiembre del año 1847, el
Ayuntamiento vendía el terreno y materiales aprovechables de las ruinas
mencionadas a la sociedad de vecinos en precio de quinientos reales. De la
construcción de la nueva Plaza de Toros se hizo cargo el arquitecto don Calixto
de la Muela, siendo el valor de las obras 236000 reales. Este precio fue la
inicial, pues su totalidad ascendió al millón de reales.El diámetro del anillo
mide 35 m, siendo por consiguiente su superficie de 962 m². La extensión de los
corrales 362 m²; ocupan palcos, gradas y demás, 3338 m², que en total forman
4660 m²; tiene esta plaza transporta centrada, dos toriles divididos en tres
compartimentos, que comunican con los corrales. Por el Poniente linda con casa
de corral que fue de don Miguel Luengo y que hoy posee doña Petra Delgado
Álvarez.
Andando el tiempo, el dueño absoluto en forma
legal de esta Plaza de Toros fue el mayor accionista, el Marqués de la
Conquista. Según deducimos de los documentos consultados no se cubrió el número
de acciones suficientes para la obra, haciéndose cargo de ella don Jacinto
Orellana, quien al morir el día 27 de julio del año 1899, la lega en herencia a
quienes la vendieron el 14 septiembre de 1902, al Ayuntamiento de la Ciudad,
por escritura pública otorgada ante don Manuel Eladio Ferrer y Pérez, en precio
de 22.500 pesetas pagaderas en tres plazos de 7500 pesetas cada uno. Los
vendedores de la plaza fueron don Antonio Orellana Pérez-Aloe, por su propio
derecho; doña María Pérez-Aloe, representada por don José Gil calzaba. Y, don
Jacinto Orellana Avecia, don Carlos, don Jacinto, don Diego y doña Jacinta
Cabrera Orellana, representados por don Agustín Solís Fernández, John Agustín y
doña Lucía Orellana Pérez-Aloe, por don Vicente Álvarez Mateos.
A partir de esa fecha hay constancia de
diversos espectáculos celebrados como digo de las ferias y fiestas del mes de
junio. En el año 1909, a partir del 8 mayo comienzan apareciendo noticias en la
prensa sobre las corridas de toros que se celebrarán unto ese día el Noticiero Extremeño dice: “Ha sido
cedida la plaza de toros a don Miguel Vázquez, quien se propone dar en la feria
de junio dos corridas con toros de Olea y y del señor Conde de Trespalacios, y
en la que actuarán de matadores Vicente Pastor y Gaona. El Ayuntamiento las
subvenciona con 6000 pesetas”.
Al día siguiente aparecen estas noticias que
por su relación con la Plaza de Toros se transcriben: “El resultado de la
tienta de reses bravas de la ganadería del señor Conde de Trespalacios no pudo
ser más satisfactorio, pues algunos de los becerros recibieron 17 puyazos,
quedando el ejido para simiente el que atiende por el nombre de “Calvito” y que
es un precioso ejemplar de la raza astada. Acudió numeroso público de Trujillo
y arrabales. Efecto del largo camino hubo tres automóviles, ocho coches, cuatro
carros y veinticinco caballos, pues el tentadero dista tres leguas”.
El Noticiero
Extremeño del día 20 mayo 1909 publica: “Feria de Trujillo – en los días
3,4 y 5 junio tendrá lugar la feria y fiestas siguientes: Tracas y fuegos
artificiales, sesiones cinematográficas al aire libre, teatro, circo de gallos,
juegos de agua, conciertos y dianas a cargo de la brillante banda de música del
regimiento de infantería de Castilla, de guarnición en Badajoz y otros
espectáculos- dos magníficas corridas en los días tres y 4 junio, lidiándose en
cada tarde seis escogidos toros de las acreditadas ganaderías de los señores
don Eduardo Olea y conde de Trespalacios con las cuadrillas de los afamados
matadores de toros Vicente Pastor y Rodolfo Gaona. Una comisión formada por el
primer teniente de alcalde don Luis Pérez Aloe, don José Montalvo y don Juan C.
de la Peña, dirigirá todo lo relativo a estas fiestas de toros”.






El sínodo de
fray Pascual, obispo de Burgos, promulgado a nueve de mayo de 1511 ya prohibió
en su diócesis estas procesiones porque "han acontescido muertes e escandalos
e ruydos muy trabados e muchas personas heridas; e asimismo, sin oyr missa e
los otros oficios divinos, comen e beben por los caminos excesivamente, e hacen
bayles e danças e otros actos profanos e deshonestos, de que nuestro Señor es
muy deservido e no consiguen aquel effecto a que los antepasados ordenaron las
dichas devociones, mas antes le buelven en pecado e offensa de nuestro Señor”
(García y García, A. (coord.) (1997): Synodicon
hispanum VII. Burgos y Palencia, BAC, Madrid. Págs. 294 y ss.). Asimismo,
aparece recogido en las Sinodales de Osma-Soria rubricadas por el obispo
Antonio Valdés, celebrado los días 12-14 de mayo de 1647, en el artículo 12,
Edición de Bartolomé de Portoles, Valladolid 1647.
Ordinario:
Obispo diocesano con jurisdicción propia.