LA LLEGADA DE AGUA POTABLE A TRUJILLO EN EL SIGLO XIX
El Alcalde de la ciudad, ante la
necesidad de llevar a cabo el proyecto de abastecimiento de agua, designó una comisión encargada de gestionar y
supervisar el tema. El proyecto de abastecimiento
de agua a la ciudad desde la garganta
de Santa Lucía, ubicada a 1559
metros sobre el nivel del mar entre las localidades de Guadalupe y Navezuelas, contemplaba una canalización de 78,5 kilómetros de longitud. Este ambicioso
proyecto estaba aún pendiente de la evaluación y aprobación por parte del Consejo de Estado. Sin embargo, pese a
la falta de informe oficial, la administración
municipal, siguiendo el consejo de la mencionada comisión, optó por
hacer público su interés en contratar la ejecución de las obras a través de una
empresa privada. Para ello, la
administración decidió anunciar su deseo en La Gaceta, que en ese momento era el periódico con mayor difusión nacional, con el fin de
atraer propuestas y posibles interesados.
La primera propuesta
formal para la ejecución del proyecto llegó en 1891 de parte del ingeniero
francés Don Gastón Bertier, quien en ese momento residía en Plasencia y representaba a una empresa
francesa que ya había llevado a cabo proyectos de abastecimiento de agua en
ciudades europeas, entre ellas París.
Esta empresa había logrado éxitos notables en el abastecimiento de agua a gran
escala en diversas ciudades europeas, lo que otorgaba credibilidad y confianza
a su propuesta.
Sin embargo, a pesar
de la relevancia de la propuesta y de la experiencia de la empresa francesa,
los elevados costos derivados de
las empresas urbanísticas y
arquitectónicas que se habían realizado en la década de 1880-90, así
como los recursos limitados con los que contaba la administración local,
imposibilitaron la contratación de las
obras. La magnitud de la inversión requerida para llevar a cabo el
proyecto, sumada a las dificultades económicas de la época, hicieron que el
proyecto se viera obstaculizado y, por lo tanto, no se pudieran ejecutar las
obras en el periodo inmediato.
En 1896, comienza a surgir un paro
generalizado en la ciudad por la escasísima cosecha recolectada. Ante tal
situación se emprenden nuevas gestiones encaminadas a proporcionar
definitivamente a la ciudad de servicios de agua potable con el fin de dar
ocupación a los jornaleros en paro. Para
ello, una comisión municipal se traslada
a Madrid con el objeto de hallar fondos que invertir en los trabajos. Las gestiones de la comisión fueron positivas
y en los últimos meses del año la corporación se ocupa de las últimas
formalidades y trámites para el inicio de las obras, al mismo tiempo que
solicitaba del gobierno permiso para proceder a la venta de algunos bienes propios
para cubrir parte del presupuesto[1].
En 1896, el ingeniero don Luis Canalejas Méndez presentó al consejo municipal un nuevo proyecto
para la conducción de aguas
desde la misma fuente propuesta en 1874 por don Manuel Pardo (Archivo Municipal de Trujillo, Expediente
General para Solicitar del Gobierno la Autorización para Invertir Parte del
Capital Municipal en Obras de Abastecimiento de Agua para la Ciudad, 1896,
Legajo 1542, Carpeta 2). Este proyecto se sometió a una serie de estudios
técnicos y su implementación fue dirigida por el ingeniero don Rafael Fernández Shaw. Entre los desafíos más
relevantes que enfrentaron las obras se encontraba la superación de barreras
orográficas significativas, como el baluarte
de los Zahurdones (Cabañas del Castillo), cuya cima fue salvada mediante
la construcción de un túnel de 380
metros de longitud.
En 1897, se publicó la subasta de las
obras, iniciándose simultáneamente la construcción de un depósito de agua con
una capacidad de 2.600 metros cúbicos.
Este depósito, aunque fundamental para la infraestructura de abastecimiento,
fue ubicado en la Villa, frente
a la iglesia tardorrománica de Santa
María, lo que suscitó críticas por la falta de coherencia estética en el
emplazamiento, dado que la zona estaba considerada un espacio patrimonial. Para
corregir esta anomalía, en 1898
se expropiaron algunos edificios con el propósito de crear una plaza que armonizara con las obras en
curso. El fin era corregir la rasante de la plaza y construir un muro de contención para adecuar la
zona a la infraestructura del depósito de agua.
En cuanto a la Memoria sobre la Distribución de Aguas
en la ciudad de Trujillo y el Arrabal de Ánimas, fue redactada en octubre de 1898 por don Agustín Solís y don
Prudencio Fernández de la Pelilla. Pocos meses después de la publicación
de la subasta de las obras, estas fueron adjudicadas a don Facundo Guerrica por un monto de 1.619.536,24 pesetas, cifra que fue posible gracias al subsidio de 926.000 pesetas otorgado
por el Gobierno.
El Alcalde de la ciudad en ese momento, don Modesto Crespo, facilitó la
adjudicación de las obras tras haberse realizado un exhaustivo estudio y
verificación de los cálculos iniciales del proyecto, realizados por don Manuel Pardo. La comisión técnica, integrada por
destacados ingenieros como don Pineda
(Ingeniero Militar y Profesor del Colegio Preparatorio Militar de la ciudad), don Berthier (Ingeniero de la Academia
de París), Soubiron (Ayudante
del Cuerpo de Caminos), y don Civantos
(Ingeniero Agrónomo), confirmó que los cálculos eran correctos y que la
propuesta garantizaba el abastecimiento de agua necesario para la población.
Los cálculos previos indicaban que la cantidad de agua necesaria para el
consumo de la población sería de 25
litros por segundo, lo que aseguraba un suministro de 180 litros diarios por habitante, y se
añadió que el incremento en el caudal debido a una variante en la conducción
aumentaría la cantidad de agua disponible, elevando el suministro a 25 litros por segundo.
Este incremento de
caudal permitió reducir a casi la mitad el costo económico previsto en el
proyecto original, beneficiando a la administración local y asegurando una
fuente de agua adecuada para una población estimada de 12.000 habitantes, lo que dejaba un margen suficiente para el
crecimiento futuro.
A pesar de las
dificultades financieras y los grandes
desembolsos realizados por el Ayuntamiento en proyectos previos, como el
Colegio Preparatorio Militar, el
Depósito de Sementales, y el Mercado Municipal, el proyecto de
abastecimiento de agua se viabilizó gracias a los fondos disponibles,
incluyendo el 3,5% de las Láminas del
Estado y más de 250.000 pesetas
de la Caja General de Depósitos.
Las expropiaciones de terrenos para la construcción de la conducción de aguas
fueron una parte esencial del proceso, destacándose entre los propietarios que
cedieron terrenos sin compensación económica la Marquesa de Santa Marta, en su finca Tagarnillar de Abajo, y don
Manuel y doña Manuela Artaloytia, en su parte de la dehesa de Los Caballos. No obstante,
algunos propietarios exigieron pagos por la cesión de sus terrenos, lo que
retrasó y aumentó los costos de la obra.
En mayo de 1899, el Ayuntamiento aprobó la concesión de aguas al Arrabal de Huertas de Magdalena,
ampliando el acceso a los recursos hídricos a una mayor parte de la población,
como parte del proceso de modernización y abastecimiento integral de la ciudad.
A finales del mes de mayo de 1899, el suministro de agua
alcanzó finalmente el campo de San Juan
y el arrabal de Huertas de Ánimas.
Las obras fueron oficialmente inauguradas el 1 de junio de 1899, bajo la alcaldía de don Emilio Martínez, quien, habiendo sido concejal anteriormente,
contribuyó significativamente a que las obras recibieran un notable impulso
durante su mandato. Esta inauguración marcó un hito en la historia de Trujillo,
ya que tanto la ciudad como los pueblos del arrabal comenzaron a disfrutar de
un gran caudal de agua potable,
lo que representaba una mejora sustancial en las condiciones de vida de la
población.
En el arrabal de Huertas de Ánimas se
instalaron ocho fuentes públicas,
y se habilitó un abrevadero continuo
para el ganado, en este arrabal y en Trujillo,
específicamente en el campo de San Juan.
Estos abastecimientos no solo proporcionaban agua para el consumo humano, sino
que también favorecían las actividades agropecuarias de la zona.
Las obras de
infraestructura más relevantes incluyeron la construcción del mencionado túnel de 380 metros, necesario para
salvar el collado de los Zahurdones,
cerca del pueblo de Cabañas.
Además, se realizaron fuentes sifónicas
en las localidades de Berzocana
y Garciaz, las cuales
permitieron una distribución eficiente del agua en la región. La conducción del
agua fue una obra de ingeniería destacada, compuesta por fábrica y tuberías de hierro, complementada con la construcción de puentes de cantería para el paso de
los ríos Garciaz y Berzocana, y la perforación de tres
túneles adicionales, de 381, 110 y 74 metros de longitud.
El proyecto culminó
con la construcción de un doble
depósito de agua en la Plaza de
Santa María, con capacidad para almacenar 2.487 metros cúbicos de agua, lo que garantizaba un suministro
constante a la población.
Los ingenieros don Rafael Fernández Shaw y don Eugenio Mancy fueron los
responsables de levantar el plano de distribución de la población, en el cual
se señalaron las cinco grandes arterias
por donde se distribuiría el agua: las calles Tiendas, García de Paredes,
Sillería, Hernando Pizarro y Afuera. También se determinó el
emplazamiento de las fuentes públicas, para que el vecindario se beneficiara
del acceso al agua potable de manera equitativa.
Este proyecto no solo
mejoró la calidad de vida de los habitantes de Trujillo y sus alrededores, sino
que también representó un importante avance en la modernización de la
infraestructura urbana de la ciudad, convirtiéndose en un hito en la historia
del abastecimiento de agua en la región.
En el contexto de la
modernización de la infraestructura urbana de Trujillo, una de las obras más significativas y de mayor impacto
fue la instalación del alcantarillado
en las calles, que permitió una mejora sustancial en la gestión de aguas
residuales y pluviales. El sistema de alcantarillado
consistía en un tendido de tuberías por donde se conducían las letrinas y aguas
residuales de la ciudad, las cuales se reunían en un solo colector central ubicado en el campo de San Juan. Desde este punto,
el agua fluía por un sistema de vertiente
abierta hasta desembocar en la charca
de la Albuera. Además, para la evacuación de las aguas pluviales, se
instalaron pequeños colectores o
sumideros en las calles, lo que
permitía una mejor gestión de las lluvias y evitaba inundaciones en el casco
urbano.
En paralelo a la
construcción del alcantarillado, se erigieron fuentes de ornato como parte de las mejoras urbanísticas. En el
año 1900, se construyeron dos fuentes destacadas: una situada en el centro de la plaza, que era una pieza
artística con diecinueve caños
dispuestos en forma circular. El agua fluía de manera ornamental a través de
sus caños, convirtiéndola en un elemento decorativo y funcional al mismo
tiempo. Sin embargo, en 1963,
este pilar monumental fue
desmontado y trasladado al campo de San
Juan, y aunque en los años 80 se intentó reinstalarlo en su ubicación
original, se había perdido gran parte de su monumentalidad y encanto
artístico.
La segunda fuente de ornato fue colocada
en el centro del Paseo de Ruiz de
Mendoza, pero, al igual que la primera, ha desaparecido con el tiempo.
El costo total de las
obras de conducción de agua y alcantarillado para el Ayuntamiento de Trujillo fue de 1.600.000 pesetas, una inversión
significativa que reflejaba el compromiso del gobierno local con la mejora de
la calidad de vida de los habitantes de la ciudad, garantizando un acceso
adecuado al agua potable y un sistema eficiente de evacuación de aguas
residuales. Estas obras también marcaron un paso importante en la modernización
de la infraestructura sanitaria urbana, contribuyendo al bienestar de la
población y al ordenamiento del espacio urbano.