ARTE E HISTORIA
DE LAS FIESTAS RELIGIOSAS DE TRUJILLO
De la segunda mitad del siglo XVI se fechan los Estatutos
con que se empezó a gobernar en lo eclesiástico en Trujillo, los Cabildos de la
ciudad. Estos eran dos; el mayor, que le componían los párrocos y beneficiados,
y el menor, que formaban los capellanes.
Estos Estatutos versaban sobre asistencia a oficios,
funerales, procesiones, fiestas, etc., sobre lugar y a cada uno correspondía,
sobre la forma y cuantía de las distribuciones, sobre penas a los que faltaren
y otras cosas pertenecientes al estado eclesiástico de la ciudad; como en ellos
se hace mención de las profesiones oficiales que habían aquella época, y que
algunas aparecen igualmente en el Procesionario que estamos estudiando,
destacando esencialmente: a la ermita de los Santos Mártires de Trujillo en el
día 12 diciembre; la de la
Candelaria; ésta se celebraba alrededor de Santa María la Mayor; la de San Gregorio, a
la ermita de San Juan del Prado el día 9 mayo, votada por el clero en el año
1585.
La de la Asunción,
la cual iba a Santiago y desde allí a la capilla de la Victoria (en el Castillo)
cantándose la salve antífona y oración y volviendo a la iglesia de Santa María la Mayor; la de la Coronada, por Pascua
florida, a la ermita de su nombre a dos leguas de la ciudad, votada por el
ayuntamiento, quien pagaba la comida y daba una vela los asistentes; la del Lunes de Aguas, que se recuerda todavía
en el nombre, iba un año a la ermita de la Piedad y otro a la de San Juan del Prado; la del
Corpus, ésta era general, muy solemne con autos sacramentales en la plaza mayor
o en la iglesia; se gastaba el Ayuntamiento en ella ordinariamente unas mil
pesetas. La de la Vera Cruz,
el Jueves Santo, que la procesionaban los hermanos disciplinantes, salía de la
iglesia de San Francisco. La de la
Soledad, el Viernes Santo, también de disciplinantes y salía
de la iglesia de la
Encarnación; la de la Piedad,
desde la ermita de su nombre, donde hoy está la plaza de toros, a la iglesia de
Santiago el Lunes de Pascua; ésta era por entonces y durante muchos años la
imagen más popular y de más veneración en Trujillo.
Las
cofradías responden a un tipo de asociaciones que supieron comportarse como
algo más que todo lo anterior, dentro de un momento histórico –la Modernidad-
muy significativo y peculiar en sus formas religiosas, con carácter de
entidades propias, capaces de manifestar unas expresiones que identifican en
este terreno la modernidad con el fenómeno de la religiosidad y
piedad popular.
Las cofradías surgen en la Edad Media para
fomentar la piedad popular, en algunas ocasiones ayudaban a los más necesitados
ya que poseían entre sus propiedades edificios como hospitales y pósitos. Pocas
son las noticias que hemos podido reunir sobre la existencia de cofradías en
Trujillo en el siglo XIII, una vez que se produce la reconquista definitiva de
Trujillo en el año 1232, pero la escasez de las mismas está compensada, en
cambio, con el valor extraordinario de alguna de ellas. Su origen radica en la
asociación de los artesanos de Trujillo en agrupaciones gremiales; como
igualmente los no artesanos, se agrupan en torno a la Cofradía
religioso-benéfica para prestar, saludar y rendir culto a Dios. Esta última forma
sirve también para agrupar a los humildes labradores, como profesión poco
determinada, que, en realidad, englobaba a toda la población no artesanal o
comercial. Vivían de limosnas, rentas piadosas, mandas y obras pías. Cada
cofradía tenía su propia ermita,
dedicadas a una advocación de un santo o santa titular. Los fines explícitos de
las cofradías eran rendir culto a la imagen titular, ayudar espiritualmente a
los cofrades y proteger socialmente a los miembros de la cofradía. Tenía sus
propios estatutos y sus propias autoridades: el alcalde, mayordomo, capellán y
visitadores.
Las cuentas de
las cofradías se llevan a acabo en unos libros a parte y que se encuadran en
los conocidos Libro de Cuentas de la
Fábrica, sin duda el tipo documental más abundante en los archivos
parroquiales y eclesiásticos. Velados por los mayordomos, quedando en ellos
reflejadas las distintas actividades económicas, benéficas y culturales de la
cofradía, anotándose los ingresos (cargos) y los pagos (datas) por los diversos
conceptos: cuotas, limosnas, rentas de bienes de la cofradía, censos, etc.
Estas suelen proceder de tributos, censos, rentas de fincas urbanas o de
heredades rústicas como podremos ver en un gran número de casos. Sin duda los
más voluminosos entre los distintos fondos documentales, configurándose en la
mayoría de los casos, varios números. Paralelo a ellos, los Libros de Visita de las cuentas de la
cofradía, que corría a cargo del Visitador del Obispado y en ellos, tras el
decreto de la visita y el auto de iniciación, seguía un examen bastante
exigente y pormenorizado de todas las rentas de la hermandad, que culminaba con
un auto final, en el que el mayordomo, por lo general, resultaba casi siempre
alcanzado.
También
podemos encontrarnos con los Libros de
Protocolo, en el que se recogen las escrituras y títulos de propiedad de
los bienes de la cofradía, y en muchos casos, se hacía un breve resumen
histórico y contable de los bienes patrimoniales de la propia cofradía para
conocimiento de los mayordomos.
Las principales fiestas religiosas en el
siglo XVIII no solamente eran celebradas en la calle con el Concejo y el
Cabildo, también, en los interiores de algunos conventos se celebraron.
Concretamente, en el Convento de San Francisco el Real de la Puerta de Coria.
Concretamente por estos años del siglo XVIII hasta la exclaustración,
se celebraban el extraordinario de Reyes, en enero; la fiesta de los santos
auxiliares San Fabián y San Sebastián; el extraordinario de San José y el de
Jueves Santo; en junio, el extraordinario de Feria; en agosto, el
extraordinario del Asunción;
en septiembre, la fiesta de Ntra. Sra. de las Mercedes y el extraordinario de
las Llagas a San Francisco.
Y, concretamente la forma de vida religiosa
tanto en el convento de San Francisco de la Puerta de Coria
como en el de San Pedro,
es la regla y espíritu de la tercera orden regular que gira en torno a la
oración, el retiro, la vida mortificada y la pobreza extrema. En dichos
conventos se celebró todo un programa de festividades religiosas que merecieron
especial atención a lo largo de los años y que nos acerca a la vida interna de
dichos cenobios. Entre ellas destacan las fiestas de la Encarnación, la
Navidad, adoración de los Reyes Magos, el Bautismo, la Circuncisión, la
Ascensión, el Corpus Christi y, cómo no el Triduo Sacro del Jueves, Viernes y
Sábado Santo, y Resurrección. Las fiestas marianas, como la Natividad, Nuestra
Señora de la Paz; y de los santos podemos recordar la decoración de San Juan
Bautista, de San José, Santa Teresa de Jesús, San Francisco, la Cruz de Mayo; y
naturalmente, San Pedro apóstol y Santa Isabel de Hungría, pero estas fiestas
revisten especial solemnidad, porque celebra la liturgia con gran delicadeza.
Pero, para tener un
mayor conocimiento de la fiesta más importante que se ha celebrado en Trujillo
a lo largo de los siglos, y que aparece mencionada en este Procesionario, nos
referimos a la fiesta de la Virgen de la
Asunción que por distintas circunstancias del destino,
llegaría a fusionarse en un momento de la historia con la fiesta de la Patrona,
desde que en el siglo XVI se ejecutase una imagen que representase a la patrona
de la ciudad y fuese colocada y venerada en una capilla construida en el
castillo entre las dos torres de la fortaleza, siendo fieles al escudo
municipal y cumpliendo así la tradición, transmitida de generación en
generación: ”En campo de plata, una imagen de Nuestra Señora de la Victoria
con el Niño Jesús en los brazos, puesta encima de una muralla almenada y
acotada de dos torres, todo de gules y mazonado de plata”. El uso de tal
escudo fue confirmado por el mismo Rey D. Fernando III.
Los orígenes del
culto a la Virgen en Trujillo. Extremadura, región a la que pertenece Trujillo, tiene su origen en la
Edad Media. En
este largo período que nos ocupa, las unidades administrativas existentes
fueron los concejos de realengo y los señoríos. En éstos las órdenes militares
organizaron la tierra en partidos o en provincias. La Iglesia seguía
organizándose territorialmente superando
a la división territorial civil, siendo con frecuencia punto de referencia para
describir el territorio extremeño.
Por otro lado, el
régimen jurídico de los municipios está contenido en los fueros y
cartas-pueblas concedidos por el rey o el señor, también cabe citar los
estatutos y las concordias. Los fueros otorgados a los concejos castellanos y
leoneses entre los siglos XI y XIII son una fuente de gran importancia para el
conocimiento de la producción agrícola, ganadera y artesanal, actividades
frecuentes en Trujillo.
El modelo de constitución municipal predominante en los municipios extremeños
era el de las "ciudades fronterizas", concejos que surgen al Sur del
Duero, organizándose esencialmente en dos células o unidades territoriales: la
villa o zona intramuros y el término.
En el siglo XII los
territorios extremeños son fronterizos. Durante cinco siglos el norte de la
región será controlado de manera inestable por tribus beréberes. Los inicios de
reconquista en las localidades que hoy día corresponden al territorio
extremeño, comienzan en los albores del siglo XII. No obstante, hasta el año
1142 no conseguirá Alfonso VII reconquistar una primera plaza: Coria.
El primer ataque cristiano a Trujillo fue obra de Geraldo Sempavor, el que
fuera alférez del rey Alfonso I, rey de Portugal, que aprovechando la debilidad
del ejército musulmán logró conquistar la citada villa en el año 1165.
Las Ordenes Militares eran las más apropiadas para dominar estos territorios
despoblados y de frecuentes ataques árabes. Con motivo de un gran ataque
acaecido en el año 1174, todos los territorios al sur del Tajo cayeron de nuevo
en manos de los musulmanes, a excepción de los territorios que pertenecían a
Fernando Rodríguez de Castro. Pero a su muerte, heredó el dominio sobre los
territorios su hijo, Pedro Fernández, que reconoció al rey Alfonso VIII de
Castilla. Trujillo se preparó para un nuevo ataque musulmán. Se tomaron varias
medidas, la construcción de una extensa muralla que bordeara el conjunto
poblacional, así como la edificación de alcázares en los extremos y puertas de
acceso a la misma; y la fundación de un convento para la Orden del Pereiro
-después Alcántara- en el que vivieron los freyles bajo la dirección de D.
Gómez, maestre del Pereiro. También, se fundó una nueva ciudad a orillas del
río Jerte que ayudaría a poblar esta frontera, ya que Trujillo distaba 138
kilómetros de Talavera y 229 de Avila, los dos alfoces que lindaban con el
suyo, incapaces de poblarlos en poco tiempo. Así surgió la ciudad de Plasencia.
También, sería de gran ayuda la unión de las Ordenes Militares-Alcántara,
Santiago y Temple- para la defensa de los territorios.
El rey Alfonso VIII entregó a la Orden de Santiago en Trujillo, la mitad de los
diezmos y tercias de la población y los términos que se poblasen desde el
Guadiana hasta el Tajo.
En el año 1196,
Trujillo sufrió un nuevo ataque, cayendo en manos almohades la fortaleza y el
territorio, que hasta entonces había estado bajo el poder de la Orden de
Trujillo. Esta, que nunca tuvo aprobación pontificia, desapareció de esta
villa. Sus freyles pasaron al convento del Pereiro. Para unos autores fue una
orden distinta a la de Alcántara, aunque luego pasó a formar parte de ella, y
para otros la Orden del Pereiro y la de Trujillo fue siempre la misma.
Un nuevo avance
cristiano surge tras la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212. La unión entre
castellanos y leoneses ayudó para que el rey Alfonso IX conquistara Alcántara
en 1217 y Cáceres en 1229, y en 1230 las poblaciones de Montánchez, Badajoz y
Mérida.
Pero, la conquista
definitiva de Trujillo tuvo lugar en tiempos del rey Fernando III, el 25 de
enero de 1233, participando en la misma las Ordenes Militares de Alcántara,
Santiago y el Temple.
Según la tradición, transmitida de generación en generación, la puerta por la
que entraron las tropas en la toma de Trujillo recibió el nombre de Arco del
Triunfo, en conmemoración al acontecimiento. Junto a las tropas de las
Ordenes Militares, destacaron caballeros de tres linajes que serían decisivos
en la posterior administración municipal de Trujillo: Altamiranos, Bejaranos y
Añasco. Entre los primeros destacó Fernán Ruiz de Altamirano, que logró abrir
la puerta del Triunfo para facilitar así la entrada a los ejércitos. Encima de
la puerta se pusieron los escudos de dichos linajes, y en una hornacina, una
imagen de Ntra. Sra. de la Victoria abogada de la conquista.
Pues, según una venerable leyenda, la Virgen intercedió para que el ejército
cristiano venciese en la toma de Trujillo contra los infieles. Esta leyenda
motivó el escudo de Trujillo que representa a la Virgen de la Victoria sobre
las murallas, en medio de dos torreones. El rey Fernando III concedió al Obispo
de Plasencia, diez yugadas en el término de Trujillo, en atención a los
servicios prestados en la toma de la villa.
Tras la reconquista
aparecen en la villa las primeras fábricas religiosas cristianas, como es el
caso de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor, ubicada sobre el solar
de una mezquita árabe, la cual sería el centro del nodo urbano más importante
de la ciudad intramuros.
Al desaparecer el
peligro musulmán y con el enriquecimiento de los patrimonios solariegos, la
población comienza a abandonar la zona intramuros y rebasa la cerca de
murallas, levantando edificios entorno a lugar de celebración del mercado de
ganados o agrario en el arrabal en que se vendían los excedentes de los
dominios y a los que acudían buhoneros y artesanos que acabaron por
establecerse allí de forma permanente, a estos núcleos se los denominó burgos.
El centro cívico medieval, sito en la villa intramuros, pasará a la
"ciudad nueva", configurándose así la Plaza Mayor.
La
expansión demográfica es importante para los intereses políticos y militares de
los reyes, que sólo podían prosperar mediante un adecuado poblamiento de las
regiones conquistadas. De esta manera, se afirman algunas ciudades como
Plasencia, Cáceres y Trujillo. La mayor parte de los pueblos de la Diócesis
placentina estaban muy vinculados desde el punto de vista económico, político y
administrativo a una Ciudad principal: Trujillo, Plasencia, etc., que dictaba
unas ordenanzas observables en todas las aldeas de su término. El Corregidor
visita los lugares y efectúa los mandatos que obligan bajo pena a los aldeanos.
A finales de la Baja Edad Media se observará una mayor autonomía. Los
municipios comienzan a establecer sus propias ordenanzas, aunque serán aprobadas
en esas Ciudades principales.
Es
importante el estudio de las características de las imágenes medievales e
intentar localizar su época, pero también resulta interesante conocer las
sutiles transformaciones que han sufrido a lo largo de la historia, así como
las vicisitudes por las que han pasado desde las numerosas leyendas de tipo
simbólico que se las han atribuido hasta los festejos que en honor a ellas se
celebran en nuestros días.
En
aquella época de inquebrantable fe y de elemental cultura popular, de
efervescentes pasiones juveniles y de costumbres semibárbaras, no es de
maravillar que tropecemos con los más fuertes contrastes en la vida moral, los
actos más heroicos de abnegación, de penitencia, de humildad, de
desprendimiento evangélico, con la codicia insaciable de bienes mundanos, la
rapacidad más brutal, la ambición, el egoísmo; la pureza angélica, la
virginidad, el espiritualismo más noble, con los instintos más desenfrenados,
el adulterio y el concubinato casi sin escrúpulos; la misericordia, la caridad
y el amor al prójimo, con la crueldad, la extorsión y la usura; la piedad más
ejemplar, con la más grosera superstición.
El comentario de San
Bernardo al Cantar de los Cantares sobre el amor místico casi coincide
con las más apasionadas y sensuales novelas caballerescas, en que se exalta el
amor libre pecaminoso y adúltero, como en Tristán e Isolda. Siempre hubo
delitos e inmoralidades en el mundo, y es fácil trazar cuadros de subido color
presentando las costumbres de la época, buena muestra de ello lo encontramos en
la sillería coral de la Catedral de Plasencia.
Para explicar de algún
modo este sentido sombrío de las obras artísticas de la época, hemos de tener
en cuenta que en la masa del pueblo, y en aquellos eclesiásticos que no cursaban
estudios, reinaba la mayor ignorancia, y en las sombras de ésta se incuban
fácilmente los vicios más envilecedores. Anotemos, además, que el hombre
medieval vive en continuo estado de guerra. Siempre alerta contra las
incursiones de los enemigos en las luchas civiles y siempre soñando en
fantásticas matanzas de infieles bajo los cielos de Oriente.
Ahora bien, la guerra
despierta las pasiones más violentas, y si es lejana y larga, relaja las
costumbres. Finalmente no olvidemos que muchos de los crímenes y depredaciones
se explican por la deficiente organización de la vida civil y la falta
consiguiente de eficaz justicia represiva.
Pero, en general,
conviene resaltar la fe y espiritualidad de aquellas gentes que todo lo
contemplaban sub specie aeternitatis, que conocían perfectamente su
origen y su destino eterno y miraban todas las cosas del mundo como criaturas
de Dios y en el Vicario de Cristo con adhesión total; que amaban a Nuestro
Señor y a su Madre Santísima con apasionamiento y ternura; que invocaban a los
santos con familiaridad y confianza; que si pecaban, expiaban su culpa con austeridades y penitencias; que hacían actos heroicos,
luchando por la fe o consagrándose a obras de caridad; y veían en el santo
local el ideal y prototipo del hombre; y, en fin, que cantaron su fe en poemas
inmortales y obras de sabiduría teológica y construyeron para honra de Dios
obras artísticas espirituales.
Pero,
la fecundidad de la fe se mostró en otras muchas manifestaciones de la vida,
hasta en las fiestas populares, que con frecuencia son para el hombre del
Medievo prolongación de las fiestas religiosas.
Muchas de las romerías que se celebraban en torno a la Virgen se convirtieron
en la mayoría de los casos, en uno de los paradigmas de la localidad y en una exaltación
folklórica-turística.
Difícil
resulta a veces encontrar datos sobre el origen de ciertas imágenes
medievales -como es el caso, de Ntra.
Sra. de la Asunción de la parroquia de Santa María- y sobre la devoción a
ellas, por no encontrarse documentación en los archivos parroquiales y, en el
caso de que hubiese alguna información sobre la devoción a las imágenes, se han
perdido la mayoría de los documentos correspondientes, unas veces por el
abandono de los mismos sacerdotes o de los seglares encargados de las cofradías
y, otras veces, por las vicisitudes de la historia como la invasión francesa o
la Desamortización.
Es
curioso el origen legendario de la mayoría de las imágenes. Casi todas estas
"mariofanías" (manifestaciones de María) obedecen siempre a este
esquema tipificado: origen de la imagen en Tierra Santa; traída de allí por
algún varón apostólico; ocultamiento de la misma ante la invasión árabe;
aparición a un pastor o a una persona de baja categoría social e intelectual;
voluntad expresa de la Virgen de querer quedarse en ese lugar elegido por ella;
expreso deseo de la Virgen de que en ese citado lugar se levante un templo e
inamovilidad de la imagen al intentar ser trasladada a otro lugar distinto.
Al difundirse estos relatos, según un
modelo establecido, los monjes o el pueblo sencillo no buscaban la
verosimilitud. Su objetivo era el de incorporar al culto de una imagen el
"medio ambiente" legendario que entrase más entrañablemente en el
corazón del pueblo.
Pero, cada época tiene su idiosincrasia y no se puede aplicar a una época
pasada criterios que hoy estimamos insustituibles. Es difícil entrar en la piel
de unos hombres medievales que creían en un mundo en el que casi todo era
simbólico.
La
leyenda va más allá de la historia porque expresa todo aquello que está en el
alma de un pueblo o de una comunidad, pero que la historia no ha podido captar.
La ley que debe aplicarse a estas leyendas no puede ser más que ésta: El hombre
capta la realidad no sólo por el entendimiento, sino también con el
sentimiento, y la expresa no con palabras frías, sino a base de alegorías,
símbolos, leyendas y mitos. Así, el misterio de María no sólo se explica con la
historia, más bien escasa, sino también con la teología y el lenguaje indirecto
del símbolo y de la metáfora, como encarnación de lo indecible.
El
fondo espiritual de las leyendas medievales es la presencia de María
protegiendo a los pueblos cristianos en el momento en que se encontraban así
mismos, a medida que avanzaba la Reconquista. Los cristianos al lado de la
Madre protectora se sentían fuertes, gracias a las imágenes que iban llenando
los santuarios de las tierras conquistadas a los árabes. Este convencimiento se
vivía comunitariamente y fue concretándose en el momento en el que un poeta
-expresión del alma popular- fingió, que no inventó, la historia de la imagen
venerada. La narración, con el correr del tiempo, fue creciendo con detalles
que corrían de boca en boca, hasta pasar al acerbo común y transformarse en
leyenda.
Las
manifestaciones marianas muestran como tipificados, unos esquemas devocionales
e históricos, que proyectan a su vez manifiestas analogías para la comprensión
del fenómeno religioso. Ejemplo de ellos son estas relaciones que acabamos de
comentar, entre las imágenes de María y las Ordenes Militares, la principal
fuerza cristiana.
Tras
la reconquista, hubo de ser masiva la demanda de imágenes de la Virgen y los
Crucificados para las nuevas iglesias y ermitas que se estaban erigiendo en las
distintas localidades de la Diócesis placentina, según podemos constatar en las
numerosas advocaciones existentes, muchas de ellas no pasaron de ser obras de
devotos locales, que en la mayoría de los casos se conformaron con plasmar las
cabezas y los cuerpos que habían contemplado en las imágenes vecinas más
veneradas.
El
concepto de la realeza de la Madre de Jesús, fue captado por los tallistas
medievales en toda su profundidad teológica y grandeza litúrgica, existiendo
una gran correlación entre la plástica y la corriente ideológica que la
informa, de esta forma, aquélla se produce en función directa de ésta.
Por
tanto, podemos pensar en una conciencia que podríamos llamar iniciática,
producto de una concepción sagrada paralela a la que los maestros constructores
tradujeron en los templos. La tradición, en sus leyendas sobre el origen de
ciertas imágenes, ha plasmado también esa circunstancia.
En
la mayor parte de los casos, estas imágenes se convierten en Patronas de la
localidad en cuyo territorio han sido localizadas. Son varios los autores, que
sin contar con documentación alguna, consideran que los cristianos en la toma
definitiva de Trujillo encontraron una imagen de Ntra. Sra. escondida en la
Torre Julia. Cuando es más probable que la Virgen de la Asunción fuese una
imagen fernandina que viniese con las tropas en el año 1233. La festividad
mayor suele coincidir con la fecha de su supuesto hallazgo o de la toma de la
villa. En muchos casos se utiliza la devoción popular para socorrer a los
gastos que la iglesia debe sufragar a lo largo del año, como es la reparación
del templo o ermita, ya que son muchas las ofrendas que los fieles otorgan a
sus imágenes de devoción.
Otra
prueba de la gran devoción que el pueblo ha tenido a la mayoría de estas
imágenes, es la existencia en las iglesias y ermitas de diversos exvotos que
nos hablan de favores concedidos por la Virgen. Precisamente, gracias a un
cuadro exvoto del año 1745 existente en la iglesia parroquial de Santa María de
Trujillo, nos podemos dar una idea del aspecto que tenía la imagen de Ntra.
Sra. de la Asunción, que desapareció en 1809 con motivo de la invasión
francesa.
El
Escudo de Armas de Trujillo fue creado en 1233 con motivo de la toma de
Trujillo por las tropas del rey Fernando
III, que capitaneaban D. Pedro González Mengo, Maestre de Alcántara, en
obsequio por la intercesión de Ntra. Sra. en la victoria final contra los
árabes. En su origen se organizó de la forma siguiente: En campo de plata,
una imagen de Nuestra Señora de la Victoria con el Niño Jesús en los brazos,
puesta encima de una muralla almenada y acotada de dos torres, todo de gules y
mazonado de plata. El uso de tal escudo fue confirmado por el mismo Rey D.
Fernando III.
Cuando el Rey de
Castilla y León D. Juan II concedió a Trujillo el titulo de Ciudad, el 12 de
abril de 1430 en Astudillo, y fue confirmado el 4 de enero de 1432 en Zamora,
esta ciudad extremeña con su asentimiento, timbró su escudo de armas con una
corona igual a la de Marqués.
Y, por último, el Rey
D. Alfonso XII, a petición del Ayuntamiento de Trujillo, confirmó el escudo de
armas, y mandó dar certificado de la confirmación por D. Félix de Rújula Martín
Crespo Busel y Quirós, Cronista de S.M.C., el 18 de mayo de 1880; ordenándose
en él que la Ciudad de Trujillo pueda usar de las referidas armas, haciéndolas
bordar, esculpir y pintar en sus
sellos, anillos, reposteros, Casas Consistoriales portadas, y demás
partes acostumbradas.
En dicho certificado
de confirmación se define el emblema del escudo en la forma siguiente: "La
plata significa pureza, integridad, obediencia, celo, firmeza y gratitud. La
imagen de la Virgen, devoción y agradecimiento a la victoria conseguida a los
sarracenos. El muro y las dos torres declaran el brío, firmeza, constancia,
esfuerzo y osadía de los moradores y vecinos de Trujillo. Y el color gules (o
rojo) demuestra la sangre que en su conquista y defensa derramaron los
hijosdalgos y caballeros pobladores de ella".
Siete puertas abrían el cinturón de la
muralla almohade al exterior de la ciudad. Estas fueron reformadas entre los
años finales del siglo XV y principios del siguiente. En ellas y sobre el arco
de acceso se emplazaba una pequeña capilla, escoltada con los blasones de
España, de la ciudad y de algunas familias nobiliarias, con un retablo de
imágenes.
Las puertas de
Santiago y San Juan se adornaban con las imágenes de sus santos titulares. La
del Triunfo ostentaba una imagen de bulto de Nuestra Señora de la Victoria,
acorde con la tradición de que allí se apareció la Virgen al ejército cristiano
en la reconquista de la ciudad.
Desaparecidos todos
los retablos, que inicialmente se decoraban con pinturas, se perdieron las
imágenes, que en 1554 ejecutara Jerónimo González para las puertas de Santiago
y San Juan. Igual suerte corrió la imagen que para la puerta del Triunfo
hiciera el pintor Muriel Solano en 1575, en sustitución de la escultura que
para dicha hornacina realizara el artista Sancho Casco, en 1505. La que actualmente se expone a la veneración de los
fieles en la citada puerta, es obra realizada en 1963 por el cantero trujillano
Francisco Serván Donaire.
Unas noticias
documentales son los únicos restos que quedan de los retablos emplazados en el
Cañón de la Cárcel y en el de la calle Sillería. Servidumbre de paso a través
de las antiguas casas consistoriales, que enlaza el camino de las almenas con
la plaza mayor, en el primero puede apreciarse aún la hornacina ciega,
desprovista de su correspondiente retablo, en el que Muriel Solano pintara en
1575 una imagen de Nuestra Señora. En el arco de Sillería no queda rastro
alguno del retablo, que sabemos estuvo situado en la parte exterior de la
plaza, pero los testimonios escritos son lo suficientemente explícitos para
afirmar la existencia de una capilla abierta dedicada a la Virgen.
Conformaban ambos, junto con la capilla del Reposo, que aún se conservan, la
trilogía de retablos marianos situados en la entrada a la Plaza, de los tres
caminos más utilizados.
Por tanto, en un breve
recorrido por las calles trujillanas nos detendremos a contemplar las imágenes
de Nuestra Señora. Muchas desaparecieron, pero otras aún siguen recibiendo las
oraciones de los fieles transeúntes. El escudo de la ciudad es el motivo
heráldico más repetido en la iconografía mariana.
El escudo de la ciudad de Trujillo efigia a
la Virgen de la Victoria entre dos torres almenadas sobre campo de plata las
calles de la ciudad. No
contento con las imágenes guardadas en el interior de los templos y ermitas, el
trujillano ha sacado su Virgen a la calle, asomándola a las puertas de la Villa
y a sus plazuelas, sacralizando así el espacio urbano, en un deseo manifiesto
de convertir la ciudad en un templo abierto de colosales dimensiones, que
remata en la clave del cielo trujillano la imagen del Castillo.
Allí donde se encuentra, testimonia la
propiedad o mecenazgo del concejo trujillano. Así lo vemos en las portadas de
los predios comunales, en las iglesias de patronazgo y en las bóvedas de los
templos, a cuya construcción acudió el Ayuntamiento.
Las armas de la ciudad
aparecen en las portadas de las dehesas de los Caballos y de las Yeguas,
erigidas respectivamente en 1535 y 1573, con el acompañamiento de las del
reino, en su calidad de ciudad realenga. EI escudo trujillano preside la casa
de los Fieles y otros edificios públicos,
desgraciadamente desaparecidos.
Escudos de la ciudad
-con la obligada representaci6n de la imagen de Nuestra Señora entre dos
torres- aparecen en las portadas de las iglesias conventuales de San Pedro y
San Francisco, y en la principal de la parroquia de San Martín, ornando
asimismo las claves de las bóvedas interiores. Responden todos ellos a un mismo
modelo compositivo, en que aparece la Virgen de tres cuartos, con la única
excepción del escudo de la portada de la iglesia de San Francisco, que
representa a Nuestra Señora de cuerpo entero, con un lirio en su mano derecha.
Es este sin duda el mejor ejemplar
iconográfico de la heráldica concejil, por su diseño y labra. En el interior
del templo franciscano pueden contemplarse los escudos situados en las claves
de las bóvedas de la nave principal, con la policromía original, que pusiera en
ellos el pintor Juan Ximénez, en 1588
Otro escudo decora la
fachada del actual Ayuntamiento, edificado bajo el mandato del corregidor Juan
de Lodeña en 1585, durante cuyo corregimiento se alzaron los arcos del portal
del pan, que remataban en un ático con los blasones de la ciudad. Esta obra desapareció, al descomponerse en el
siglo pasado este lienzo de la Plaza, si bien podemos conocer su alzado gracias
a los dibujos del taller de Laborde, descubiertos por el historiador del Arte
fallecido Dr. D. Xavier de Salas.
De las capillas
abiertas en el callejero de la ciudad tan sólo se conservan las siguientes: la
de la Virgen de la Guía, el Reposo, la de la calle Afuera (desaparecida) y una
situada en el costado exterior de la iglesia conventual de San Francisco. Todas
ellas son imágenes de piedra, de distinta
calidad artística, y procedentes de un mismo modelo iconográfico.
Años antes, en el año 1531, el concejo acordó
construir una capilla en el castillo para venerar en ella a la imagen que
ejecutara Diego Durán, de vara y dos
tercios, bien dorada y lucida, adornos que estuvieron a cargo de Antón Torino y
Juan Notario. Esta
imagen sería la Patrona de Trujillo, la Virgen de la Victoria. Tiene un gran interés la
capilla de la Virgen de la Victoria en el castillo por tratarse de la Patrona
de la ciudad, estando colocada entre las torres del castillo en el escudo de
Trujillo. El hecho de situar a la imagen de esta manera responde con la
tradición que afirma la intervención milagrosa de la Virgen en la conquista de
la villa, pues se apareció entre dos torres concediendo la victoria a las
tropas cristianas. Esta es la razón por la que se construyó una capilla en
dicho lugar.
La obra del arco, bóveda, altar y retablo de
Nuestra Señora de la Victoria fue encargada al maestro Sancho de Cabrera por un
importe total de cien ducados, según acordó el Concejo en 1547. Ha desaparecido, lo
obrado por Cabrera a causa de las diversas reformas que tuvo dicha capilla, la
más importante fue la del año 1951, según proyecto del arquitecto José M.
González Valcárcel.
Cinco decenios más
tarde, en 1583, la escultura fue retocada por el escultor Juanes de la Fuente,
activo en la ciudad por aquellos tiempos; al año siguiente sería policromada y
dorada por el pintor Juan Sánchez.
Es una imagen de gran
belleza, que muestra a la Virgen en pie, con el Niño desnudo en su izquierda;
tratada con formas blandas, constituye un buen ejemplar de arte renacentista.
En el año 1755, un año
después de que se realizasen otras obras de mejora en la capilla de Nuestra
Señora de la Victoria, se decide llevar a cabo "alguna obra que redunde
en el maior y más honroso adorno" en acción de gracias ante el
terremoto registrado a finales de dicho año. A principios de 1756, Fernando de
Mendoza, nombrado comisario para las obras de la capilla, inicia los trámites
para el comienzo de las mismas. Meses más tarde se ordena el libramiento de 530
reales de vellón de la "madera cortada para la obra de Nuestra Señora
de la Victoria". No obstante, las obras no se habían iniciado aún en
1760. En abril de dicho año el procurador síndico pone en conocimiento del
concejo las quejas que los vecinos le habían manifestado por el apilamiento de
materiales en aquel sitio sin que los trabajos de ampliación diesen principio,
de forma que "lo que se preparó para maior dezencia, produce oy
indezencia a lo que no es justo que la ziudad buelba los ojos".
En 1809, con motivo de
la entrada de las tropas francesas en Trujillo, D. Agustín Serrano, criado del
Marqués de la Conquista, escondió la sagrada imagen en el Palacio de la
Conquista. En 1854 fue devuelta la imagen de la Patrona a la fortaleza. En la
festividad del año 1912, se inauguró la nueva capilla del castillo, la obra fue
costeada por el Excmo. Sr. Marqués de Albayda. Coincidiendo con este hecho se
quitó la policromía a la imagen de la Patrona.
Al concluir la fiesta
de la Patrona del año 1949, el Sr. Alcalde D. Julián García de Guadiana
Artaloytia, al despedir a los invitados en el salón de actos del Ayuntamiento,
les expuso la pena que causaba el estado en que se encontraba la capilla de la
Virgen y lanzó la idea de hacer una profunda reforma. Ni que decir hay que fue
extraordinariamente acogida su propuesta. Para realizar la obra se encargaron
planos y estudios y sin demora alguna, el Alcalde convocó a los patronos y
obreros de distintos ramos a una reunión que se celebró el 26 de Marzo de 1950,
en la que fueron mostrados los planos realizados por los arquitectos Valcárcel
y Feduchi. En las fiestas de la Victoria de 1950, se realizaron audiciones
radiofónicas que pudieron ser escuchadas por todos los trujillanos gracias a la
megafonía instalada en la Plaza por generosidad de la firma comercial Eusebio
González y Cía, S.A. En su alocución señaló el Sr. Alcalde que era el momento
propicio de acometer las obras de restauración de la ermita del Castillo,
animando a los trujillanos a colaborar. La idea es acogida favorablemente y el
público congregado en la Plaza aplaude con entusiasmo. En efecto, de inmediato
se abre una suscripción popular para que cada trujillano aporte lo que crea
conveniente.
En los primeros días del mes de
marzo de 1951, comenzaron las obras de la Capilla o Santuario de la Virgen
según los planos que el 18 de febrero anterior entregó el arquitecto de la Dirección General
de Bellas Artes D. José M. González Valcárcel, al entonces Alcalde de Trujillo
D. Julián García de Guadiana. Estas obras se realizaron por suscripción
popular, la cual ascendió a 243.215 ptas. Esta Capilla sustituyó a la que
entonces existía en la torre del homenaje, a la par que se construyó la casa
del santero. Con motivo de las obras de restauración no solo de la ermita que
cobija la imagen de la Patrona de Trujillo, sino también de la fortaleza, se
hizo necesario trasladar la imagen a la iglesia de Santiago. Este traslado se
efectuó solemnemente el sábado 21 de Abril de 1951 a las ocho de la tarde. Una vez
restaurada la fortaleza, la imagen de la Patrona retornó a su capilla. Fue
coronada canónicamente el domingo 18 de octubre de 1953 por el Eminentísimo Sr.
Cardenal Cicognani.
Según
constatamos por el Libro de Cuentas de Fábrica más antiguo que se conserva, existió una imagen de Ntra. Sra. con
su Niño en brazos en el altar mayor. Debe de tratarse de la imagen titular de
la parroquia, Ntra. Sra. de la Asunción.
Es
difícil, al contar con tan escasa información en los libros de fábrica, saber
qué forma tendría. Tan solo se conserva un cuadro exvoto, realizado en 1745, en
el que aparecen representados la Virgen sosteniendo al Niño con su brazo
izquierdo. Pero, la imagen está vestida,
imposible para datar la
escultura. Podemos decir, no obstante, que puede responder al
tipo medieval de Virgen sentada sosteniendo al Niño con su brazo izquierdo, en
actitud hierática y sin comunicación entre ambos. Lo más probable es que se
tratase de una imagen románica de campaña, traída por los conquistadores de la
villa en 1232. Circunstancia que fue muy repetida en tiempos medievales, como
debió de ocurrir con la imagen de Ntra. Sra. de la Coronada, sita en la iglesia
de San Martín de Trujillo.
Pero,
contar solamente con un cuadro exvoto popular y una vaga referencia a la imagen
en los libros de fábrica, además de tener en cuenta el estilo personal del
artista, en este caso mediocre; no nos permite aventurar hipótesis. El culto a
la Virgen con el Niño de Santa María, bajo la advocación del Misterio de la
Asunción, se estableció enseguida, una vez conquistada la villa por las tropas
cristianas. Según Tena Fernández: "Fue la imagen de mayor devoción en
Trujillo, hasta el año 1531, fecha en la cual el concejo acordó construir una
capilla en el castillo para venerar en ella a la imagen que ejecutara Diego
Durán,
sería la Patrona de Trujillo, la Virgen de la Victoria".
Con
anterioridad, las representaciones a Nuestra Señora, estaban reservadas para el
escudo de la ciudad, repartidos en puertas de acceso a la villa, bóvedas de las
iglesias, etc.
El
escudo de armas de la ciudad fue confirmado por el rey Fernando III, según la
venerable leyenda que nos cuenta que la Virgen auxilió a las tropas cristianas
en la conquista definitiva acaecida el 25 de enero del año 1232. En el escudo
de armas aparece: "En campo de plata
una imagen de Ntra. Sra. de la Victoria, puesta encima de la muralla almenada
de dos torres, todo de gules y mazonado de plata".
Ntra.
Sra. de la Asunción, titular de la iglesia de Santa María, sería la imagen que
recibiría culto y sería la más venerada hasta la fecha citada. Tuvo muchas
alhajas y ricos vestidos como se desprende del Inventario realizado en 1729. Esta imagen desapareció en 1809. Su
lugar en el retablo le vino a ocupar una imagen de Ntra. Sra., actual titular
de la parroquia, obra del escultor Modesto Pastor, natural de Valencia.
En
un Libro de Cuentas de la parroquia podemos leer: "Es tradición que en la invasión francesa del presente siglo
desapareció la imagen de Ntra. Sra. de la Asunción, patrona de la iglesia de
Santa María; llevándose los preciosos vestidos de su uso al extranjero, algunos
se pudieron rescatar. El camarín quedó sin imagen, cuya falta se suplió en el
año mil ochocientos diez y siete por el Sr. Marqués de Santa Marta que donó un
magnífico lienzo a la iglesia, representando el misterio de la Asunción de
Ntra. Sra., se colocó en el centro del retablo mayor desde lo alto del
tabernáculo hasta cubrir el escudo final de aquel ocultando por sus
dimensiones, el camarín y siete cuadros más del retablo. En mil ochocientos
ochenta y dos se trasladó este lienzo y hoy está colocado en la nave del
baptisterio frente a la ventana grande de Mediodía y puesta en el camarín una imagen de talla que representa dicho
misterio estando la Virgen sentada sobre una nube, subida por dos mancebos
preciosos, circuida de rayos dorados en grupo de unos dos metros y treinta
centímetros de altura, por uno y doce de ancho, es obra del escultor de
Valencia del Cid don Modesto Pastor, encargada por el cura párroco de esta
iglesia y costeada por los fondos de la fábrica, siendo su coste nueve mil
reales. Llegó esta imagen a Trujillo a últimos de abril de 1882; estuvo, hasta
su traslado en procesión, en la casa del presbítero don Agustín Solís, en la calle Nueva, quien
había concebido el pensamiento de traer esta imagen en el tiempo que fue
ecónomo de esta parroquia".
También tuvieron gran interés entre los fieles trujillanos
las procesiones en honor a los Santos
Mártires Fabián y Sebastián, y a San
Gregorio. En el campo de San Juan, próxima a la ermita de Santa Ana, y
antes de la construcción de ésta,
existía la ermita de los Santos Mártires Fabián y Sebastián, de la que no
quedan restos, siendo demolida esta fábrica según el vulgo popular durante la
invasión francesa en el año 1809.
Los primeros datos que tenemos sobre esta ermita proceden
del siglo XVI. El 28 julio del año 1564, el ayuntamiento encargó a don Pedro
Suárez de Toledo la realización de una campana para la ermita de los Santos
Mártires a los que se tenía gran devoción.
La fiesta se realizaba solemnemente el 20 enero de cada año, con procesión que
partía de la iglesia de Santa María la Mayor y a la que asistía el Clero y el
Concejo en cuerpo de ciudad.
Las imágenes de San Fabián y San Sebastián fueron depositadas en el Convento de
San Francisco el Real de la Puerta de Coria cuando se extinguió la ermita y el
culto.
La procesión de los Mártires San Fabián
y San Sebastián
celebrada el 20 de enero, se realizó con gran boato a causa de la peste general
que tuvo lugar en 1720, llamada “peste de Marsella”, las anteriores más
cercanas habían tenido lugar en los años 1705,
1713 y posteriormente, entre los años 1810-1811, la más conocida la de Cádiz, que sucumbieron
80.000 personas en España).
La procesión partía de la Iglesia de Santa María “La
Mayor”, considerada iglesia matriz de Trujillo.
Según la concordia celebrada el 1 de mayo de 1719 entre el Concejo de Trujillo
y el Cabildo, según consta en Protocolos ante el escribano Pedro de Rodas. Esta
procesión pasaría por la iglesia de Santiago y bajo el Arco de su nombre hacia
la cuesta de la iglesia de la Sangre, una vez atravesada la Plaza Mayor, bajaría
por la calles de Tiendas, Nueva y Merced, en dirección a la ermita de San
Lázaro y a la ermita de los titulares San Fabián y San Sebastián. Finalizados
los actos litúrgicos en esta ermita, reanudarían la procesión de vuelta hacia
Santa María “La Mayor”, subiendo desde la ermita de San Fabián y San Sebastián
pasando por el convento de la Encarnación y la iglesia de Jesús Nazareno hacia
la parroquia de San Francisco, subiendo por la calle Herreros
hasta la Plaza, retornando la cuesta de la Sangre, Arco de Santiago hasta la
iglesia de Santa María, finalizando los actos con una antífona (Ave Regina
Caelorum) cantada a Ntra. Sra. Esta procesión en el año 1767 solamente pudo
realizarse desde Santa María “La Mayor” hasta la iglesia de San Martín a causa
de las lluvias.
Como hemos citado anteriormente, se hace mención a la
procesión de San Gregorio,
que aquí en la ciudad tenía singular devoción como abogado de las cosechas,
fertilidad de los campos y prosperidad de la ganadería, y al que en 1582 hizo
voto de ir con su consejo en procesión desde la iglesia de Santa María la Mayor
a la ermita de los Prados de San Juan, en la que levantó un altar a este Santo
Obispo de Ostia, y en cuyo día se corrían toros y se celebraban festejos. La
ermita ha desaparecido. Pero aún se conserva en la iglesia de Santiago la
imagen de San Gregorio, que fue tallada por el escultor trujillano Juanes de la
Fuente en el año 1582,
y fue pintada y dorada por el pintor Muriel Solano.
Gran importancia tuvo la veneración a este Santo en Trujillo, una ciudad
dedicada esencialmente a la actividad agrícola y ganadera. De hecho, esta
imagen se ubicó en el altar de las Casas Consistoriales o antiguo Ayuntamiento,
junto a la imagen de San Andrés, que fue patrón de la ciudad, obra realizada en
el año 1595 por el escultor placentino Pedro de Mata, en el lugar donde se
decidieron y aprobaron los asuntos más importantes que concernían a la ciudad
tal o pueden constatar Libros Capitulares.
No obstante, también existió otra imagen de San Gregorio en
la propia ermita de San Juan de los Prados,
que era muy venerada por el gremio de labradores, contribuyendo también a su
culto y al cuidado de la propia ermita con importantes limosnas el Concejo.
Por un Inventario que está en el Protocolo del escribano Juan de Santiago
Madrigal, sabemos que en esta ermita había en el año 1598 los siguientes bienes
muebles: dos imágenes de bulto, una de San Juan, puesto en un retablo de
madera, y la otra de San Gregorio en sus altares. Otra imagen de Nuestra
Señora, vestida. Otra imagen de bulto pequeña de San Juan con el cordero a los
pies. Otra de San Juan Evangelista pintado en un lienzo. Una Verónica y otra
tabla de la Magdalena.
Esta ermita desapareció con la invasión francesa del año 1809, según un acuerdo
del Concejo con fecha 13 mayo 1825 se dice lo siguiente: ”Atendiendo a que se han consumido crecidas cantidades en la extinción
de langosta sin que sea bastante para votar la, se acuerda que todo vecino sin
distinción presente medio celemín de langostas en el corral de la ermita
destruida de San Juan a las cinco de la tarde”.
Otras de las fiestas que despertaron
gran interés en la ciudad estaban relacionadas con el culto a los Santos Mártires San Hermógenes y San
Donato. En una de las capillas laterales del muro de la epístola se
encuentra la capilla de los Santos Mártires, San Hermógenes y San Donato. Encontramos referencias a ellos en la obra la
España Sagrada del padre Enrique
Flórez, el cual específica literalmente “que
son santos atribuidos a Trujillo. En el año 1431 empezó a ser ciudad por
concesión del rey don Juan el segundo; y queriendo también honrar la el autor
de los falsos cronicones, que no la había dado nada en los primeros escritos,
resarció bien la omisión en el último, donde la concedió veinte y cuatro
mártires de un golpe, pues el adversario 307 de Julián Pérez dijo que San
Hermógenes, Donato y otros veintidós mártires fueron naturales de Trogilio
(Trujillo) y que allí empezaron a padecer, consumando luego su martirio en
Mérida”.
El obispado de Plasencia (al que pertenece Trujillo)
celebró a estos santos como propios, señalando el día 12 diciembre en que se
leen sus nombres en el Martirologio,
según consta por un edicto firmado por el Obispo de Plasencia don Diego de Arce
el 12 junio 1651. Previamente, encontramos referencias a la capilla de los
santos mártires en la iglesia de San Martín, en el testamento de Mencía Gil
fechado el 23 enero de 1566, en el cual específica que se la entierre en la
capilla de los Santos Mártires y que asista a su entierro la Cofradía de los
Santos Mártires de la cual es hermana.
Existen
otros Martiriológicos que indican que estos santos mártires pudieran haber
muerto en Mérida, mientras que otros los excluyen de Mérida, siendo el más
antiguo de ellos el Georminiano
Epternaccense.
Hemos de insistir que los mártires San Hermógenes y San
Donato, no fueron trujillanos, ni siquiera españoles, ni fueron martirizados en
Mérida ni en Trujillo, a pesar de ello recibieron culto y gran devoción entre
los ciudadanos de Trujillo.
También, la festividad a San Pablo, nos remite a la conquista definitiva de Trujillo en el
año 1232. El gran avance cristiano en el proceso reconquistador extremeño tuvo
lugar en el siglo XIII a partir de las Navas de Tolosa (1212). La concordia
entre castellanos y leoneses ayudo para que Alfonso IX conquistara
Alcántara en 1217 y Cáceres en 1229. La
Orden de Santiago esperaba que se la cediesen considerando que había sido su
origen pero esto no formaba parte de decisiones regias. Al año siguiente
continuo el avance se conquista Montánchez, Badajoz y Mérida y se le entregó la
primera de estas villas.
La conquista definitiva se dio en tiempos de Fernando III
el 25 de enero de 1233, y en ella participaron las Órdenes militares de
Alcántara, Santiago, el Temple y el obispo de Plasencia, Don Domingo. Por
tanto, tuvo lugar el día de la festividad de San Pablo.
Los cristianos construyeron una ermita en su honor en el Patio-Albacar del
Castillo. A pesar de haber sido construida la ermita al finalizar la
reconquista y restaurada en el siglo XVI, las primeras referencias documentales
las encontramos en el siglo XVII, concretamente en el año 1608, cuando se
llevan a cabo nuevas reformas arquitectónicas en la misma, encargadas por
Jerónimo de Loaisa,
obras de reparación que estaban finalizadas en 1618, según consta en un
documento de la “Comisión de Fiestas de San Pablo.
Junto a las Ordenes Militares que participaron en la
reconquista, también destacaron caballeros de tres linajes que en siglos
posteriores, van a protagonizar la historia local trujillana: son los
Altamiranos, los Bejaranos y Añasco. Entre ellos destaco de forma singular
Fernán Ruiz de Altamirano que logro abrir una de las puertas de la ciudad y
facilitar la entrada de las tropas cristianas al recinto amurallado y así poder
tomar la fortaleza.
Según nos cuenta la tradición desde el siglo XVI esta puerta
se llamó en conmemoración de este
acontecimiento: Puerta del Triunfo. En ella se colocaron los escudos de
los tres linajes, junto a una hornacina, donde se coloco una imagen de la
Virgen de la Victoria.
Según una venerable leyenda, el día de la conquista se
produjo un milagro después de la invocación a la Virgen para que les socorriera
en esta batalla, apareció un resplandor en la muralla y contemplaron una visión
celestial, poco después Fernán Ruiz abrió la puerta que les facilito la
entrada.
La
leyenda motivo el escudo de Trujillo que representa a la Virgen de la Victoria
sobre un muro, en medio de dos torreones, y la creación en el siglo XVI de una
capilla en la fortaleza en el acceso principal en la parte que mira a la
población.
Una vez
conquistada Trujillo los ejércitos cristianos corren hasta llegar a los
márgenes del Guadiana. En 1234, conquistaron Santa Cruz, Medellín y en febrero
de 1235, Magacela.
En el Castillo, en el patio denominado de San Pablo o
Albacar, se ubicó una ermita en memoria del Santo Apóstol Pablo, por haberse
producido el día de su conversión, el 25
enero, la reconquista definitiva de Trujillo arrebatado a los árabes por los
cristianos.
En conmemoración de la toma de Granada, los
Reyes Católicos ordenaron que se reconstruyera la Puerta del Triunfo de
Trujillo y se pusiera sobre el muro exterior del arco su escudo de armas. En la
hornacina existía una imagen de la Virgen, que las tropas que reconquistaron la
villa en 1232, habían situado en este bello pórtico de poniente.
A este lugar, después
de la misa mayor, que se celebraba en la cercana iglesia parroquial el día de
Nuestra Señora de Agosto, y en la conmemoración de la toma de Trujillo, en el
día de la festividad de San Pablo, el Concejo y el Clero se trasladaba en
solemne procesión al Arco del Triunfo, donde se cantaba una Salve con su
antífona y oración. Por la tarde se celebraban los festejos populares de cañas
y toros, en la plazuela de Santa María, y posteriormente, se trasladaron a la actual Plaza Mayor.
El primer testimonio
documental que recogemos de estos festejos taurinos lo encontramos en el acta
de la sesión celebrada por el Ayuntamiento, el día 5 de agosto de 1499, en
dicho año los ciudadanos piden que manden dar los toros para el día de Santa
María. El Concejo toma el acuerdo de no aceptar esta propuesta. Pero, el hecho
de encontrarnos con datos sobre festejos populares en estas fechas finales del
Medioevo, no quiere decir que no hubieran existido anteriormente pues la
tradición y la historia atestiguan que las que las fiestas religiosas de la
Virgen de la Victoria y las corridas de toros están íntimamente ligadas a
través de los siglos.
Las fiestas más
extraordinarias fueron las celebradas en 1519 con motivo de haber sido elegido
Carlos I, el 28 de junio de dicho año, Emperador de Alemania.
En 1531, se construye
la capilla del Castillo y en ella se coloca la nueva imagen de la Virgen. Ya se hace
referencias en los documentos municipales a celebrar la fiesta de Santa María
de la Victoria. Los
cultos consistieron en vísperas solemnes, misa diaconada con Sermón en la
parroquia de Santa María la Mayor, procesión a la ermita del Castillo con el
Concejo, llevando el pendón y una imagen de la Virgen. Esta
procesión se celebraba por la tarde a causa del calor, motivo por el que los
juegos de cañas se celebraban otro día.
El
Procesionario menciona la Fiesta de Nuestra Señora de la Candelaria o Fiesta
de la Candelaria, es una fiesta popular celebrada por los cristianos, en
honor de la Virgen de la Candelaria, advocación mariana aparecida en Tenerife
en el siglo XV. Inicialmente la fiesta de la Candelaria o de la Luz tuvo su
origen en el Oriente con el nombre del "Encuentro", posteriormente se
extendió al Occidente en el siglo VI, llegando a celebrarse en Roma con un
carácter penitencial. Su fiesta se celebra, según el calendario o santoral
católico, el 2 de febrero en recuerdo al pasaje bíblico de la Presentación del
Niño Jesús en el Templo de Jerusalén (Lc. 2; 22-39) y la purificación de la Virgen María después
del parto, para cumplir la prescripción de la Ley del Antiguo Testamento
(Lev.12;1-8). Tras la aparición de la virgen en Canarias, y a su identificación
iconográfica con este acontecimiento bíblico, la fiesta empezó a celebrarse con
un carácter mariano en el año 1497, cuando el conquistador de Tenerife, Alonso
Fernández de Lugo celebró la
primera Fiesta de Las Candelas (ya como Virgen de La
Candelaria), coincidiendo con la Fiesta de la Purificación. En Trujillo, el día 2 de febrero, se
celebraba la festividad de la Purificación de Nuestra Señora, realizándose una
procesión que denominaban “de las
Candelas” en la iglesia de Santa María “La Mayor” con asistencia de los
ciudadanos y el Cabildo. A golpes de campana desde el campanario de la citada
iglesia se citaba a la Ciudad a la procesión. Una vez realizada la bendición en
el interior del templo por el capitular más antiguo del Cabildo Mayor por costumbre inmemorial, y por auto de
progresión dado por el Don Alonso Núñez de Camargo, vicario que fue de esta
Ciudad el 2 de febrero del año 1621, arranca la procesión desde el Altar Mayor,
una vez que se han repartido las candelas, dando la vuelta a la iglesia. Una
vez finalizada la procesión, se celebra la Santa Misa en la iglesia.
También,
el Procesionario hace referencia a la Bula
de la Santa Cruzada
es un privilegio pontificio, que concede a los españoles gracias especiales, y
les dispensa del ayuno y de la abstinencia en ciertos días. Es una Bula apostólica
en que los romanos pontífices concedían diferentes indulgencias a los que iban
a la guerra contra infieles o acudían a los gastos de ella con limosnas. Las bulas de la Santa Cruzada fueron instituidas por los reyes de
España, eran expedidas por los pontífices y en ellas se concedían privilegios e
indulgencias a quienes acudían a las guerras santas; aquellos que no lo hacían
daban a cambio limosnas y donativos. El producto de las bulas de la Santa Cruzada se
concedió a los reyes españoles, por breve de Gregorio XIII del 5 de septiembre
de 1578, por todo lo que se recabara en América. El manejo estuvo a cargo del
comisario general de Cruzada, quien remitía las bulas a las diferentes diócesis
donde, a su vez, se distribuían en parroquias y curatos. La publicación debía
hacerse cada año, aunque posteriormente se dispuso que fuera por bienio; el
producto de su venta debía aplicarse a la evangelización de los indios.
En los siglos XV y XVI, surge la
necesidad de ofrecer al pueblo una visión sencilla de la religión, acercando al
vulgo las esferas de lo divino y lo humano, facilitando así comprensión de los
misterios de la Fe. Se hace también
sublimación del dolor y la penitencia como medida de salvación. Así, la
Cofradía de la Vera Cruz tiene sus antecedentes en el culto a la advocación de
la Cruz,
siendo sus funciones principales la invención
y exaltación de la Cruz, que se celebraban en mayo y septiembre. Otra de
sus funciones era la conmemoración del Jueves
Santo con una procesión de disciplina. Encontramos muchas referencias en los
libros del Archivo Municipal de Trujillo desde los siglos XV al XIX, ya que
tuvieron gran vigencia en la Ciudad.
Llegó a tener tanta aceptación entre los
fieles que incluso se conseguía “bendita
agua de San Gregorio” para bendecir en la procesión los campos infestados por
langostas. Según constatamos por diversos documentos como el Testimonio despachado a 18 de abril por Gregorio de
Deva, Abad de Soslada en el Valle de la Berueca-Navarra-
que hace referencia a la autenticidad de los cuatros cántaros de agua bendita
de San Gregorio que se dieron a Diego de Cuevas en nombre de Trujillo para
bendecir los campos infestados de langostas. 9 folios. año 1582. Archivo
Municipal de Trujillo, 1-3-80-7.
RAMOS RUBIO, J. A:
“Aproximación histórico-artística de la imagen de La Piedad”. Revista Semana Santa, Trujillo, 1995.
RAMOS RUBIO, J. A: "Aportaciones históricas
sobre las ermitas trujillanas". Revista La
Piedad, 1997, pp. 11-13.
IGLESIAS AUNION, P: “Una aproximación a la
religiosidad y piedad popular por medio de las cofradías en la Extremadura de los
tiempos modernos, siglos XVI-XVIII”. ACTAS DE LOS XXVII
COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA. Cáceres,
1998.
El convento de San Francisco
"El Real", llamado de la
Puerta de Coria, por su proximidad a una de las siete puertas
que accedían a la Villa
medieval de Trujillo, el arco o puerta desde donde partía el camino hacia la
ciudad de Coria, de aquí su nombre, se fundó por disposición suprema, por lo
que ha sido admirable la virtud que siempre en él ha resplandecido. Confirmase
este aserto y se corrobora el precedente con una Real Cédula, que se hallaba en
el archivo del Convento de San Pedro de la misma ciudad (perteneciente a la
misma orden religiosa que habitó el Convento de La Coria), concedida por el rey
Juan II, en Toro a 28 de junio de 1426, en favor de Inés de Cristo, Marina
Herrera y demás beatas, en atención a los buenos servicios que los linajes a
los que pertenecían la mayoría de las religiosas en él profesas, habían
realizado a la Corona
de España. Por tanto, existió con anterioridad a la fecha citada un beaterio en
el lugar en que se emplazaría el edificio conventual desde junio de 1426. El
rey envió al corregidor y demás ministros de la entonces Villa de Trujillo
(erigida Ciudad desde 1432), para que no llevaran tributo alguno a las dichas
beatas, por cuanto la información que precedió consta que su vida es la más
honesta, virtuosa y solo dedicada a servir a Dios. Según
Manuscrito de Ascensio de Morales y Tercero,
comisionado real. Cit.por SANCHEZ LORO, D.: Historias
placentinas inéditas, vol. C. Cáceres, 1985, pp.
165.
En el Archivo Municipal de Trujillo existen varios
documentos que hacen referencia a las fiestas de Agosto en honor a la Virgen de la Asunción, de los siglos
XV, XVI y XVII. Legs. 1-6-10; 1-6-4; 1-1-3; 1-1-13; 1-1-14; 1-1-15; 3-2-5.
RAMOS RUBIO, J. A: “Imaginería Medieval mariana en la Tierra de Trujillo”. Actas del Congreso “La Tierra de Trujillo desde la
época prerromana a la Baja
Edad Media”, Real Academia de Extremadura de las Letras y
las Artes. Trujillo, 2005, pp. 137-169.
Leg. 5-3-5-11. Archivo Municipal de Trujillo. Cit.
RAMOS RUBIO, J. A: "La
Villa de Trujillo en la Edad Media". Revista técnico-legislativa de la Policía Municipal,
V época, núm. 490. Madrid, enero-febrero de 1995, pp. 68-69; RAMOS RUBIO, J. A:
“La Victoria,
tradición ancestral”. Adicomt, año
2, núm. 13, septiembre, 2001, p. 9.
MARTINEZ, M, op. cit., p. 251; MARTIN, J. L: Tiempos
medievales. Historia de Extremadura,
Badajoz, 1985, pp. 384 y 485; Véase el estudio interesante de la Orden Militar de
Trujillo de RUIZ MORENO, M. J: La
milicia de los freires de Truxillo. Institución Cultural “El Brocense”.
Cáceres, 2010; RUIZ MORENO: “Aproximación histórica a
la Orden Militar
de Trujillo”. Actas del Congreso
Trujillo Medieval, Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes.
Trujillo, 2002.
RAMOS RUBIO, J. A: “La influencia de mundo antiguo en
la diócesis de Plasencia y sus aportaciones a la iconografía de obras
escultóricas y pictóricas de la
Edad Media”. Actas de los XXVI Coloquios Históricos de
Extremadura. Trujillo, 1997, pp.
385-405.
RAMOS RUBIO, J. A: “Fiestas en Trujillo: Arte,
historia y devoción popular”. Comarca de Trujillo, núm.
79, Extraordinario, agosto de 1989, pp. 57 a 59.
RAMOS RUBIO, J. A: Historia del Culto a Ntra. Sra. de la Victoria y su Coronación
Canónica. Ed. Hermandad de la Santísima. Virgen de la Victoria de Trujillo.
Cáceres, 1994; RAMOS RUBIO, J. A: “Cuadro exvoto hallado en Trujillo”. Comarca
de Trujillo, núm. 65, junio de 1988.
RAMOS RUBIO, J. A: “Al año siguiente de la Reconquista de
Trujillo”, Comarca de Trujillo, núm. 99, agosto de 1991, p. 8.
RAMOS RUBIO, J. A.: "Ocho siglos de historia
viva". Diario de Extremadura,
sábado 24 de agosto de 1991, p. 30.
Libro de Cuentas, 1559. A.P.Stª Mª., fol. 14.
RAMOS RUBIO, J. A.: "Cuadro exvoto hallado en
Trujillo". Rev. Comarca de Trujillo. Núm. 65. Cáceres, 1988, p. 9.
"Nuevas aportaciones acerca de la escultura de la iglesia parroquial de
Santa María de Trujillo".
Actas del Congreso VIII Centenario de la Fundación de la Diócesis de Plasencia. Plasencia,
1990, pp. 551-561.
A la
Patrona de Trujillo no se la llamó Stª Mª de la Victoria hasta el año
1531. Todos los documentos anteriores a esta fecha la denominan Asunción
de Ntra. Sra., que era el día en que se celebraba la fiesta de la ciudad. TENA FERNANDEZ,
J.: Historia de Santa María de la Victoria. Serradilla, 1930, p. 138.
A partir de
1531, una vez construida la ermita del castillo y ejecutada la imagen en piedra
de la Virgen,
los documentos nos hablan del voto hecho por la ciudad de celebrar solemne
fiesta el día 15 de agosto de cada año en honor de Santa María de la Victoria. Los cultos
se celebrarían en Santa María la
Mayor, y después se efectuaría una procesión al castillo. De
lo que deducimos que la Virgen
de la Asunción,
colocada en el retablo de Santa María, fue la Patrona de Trujillo hasta
que en 1531 Diego Durán realizó la imagen en piedra de Ntra. Sra. de la Victoria. Se siguió
celebrando la fiesta el 15 de agosto en la iglesia de Santa María, pero a la
imagen que se la hacían los votos y veneraba era la del castillo. Legs. 1-1-21,
1-1-11, 1-2-4, Archivo Municipal de Trujillo.
Libro de Inventario y Rentas de Santa María, 1729. A.P.Stª Mª.
Libro de Cuentas, 1852-1889. A.P. Stª Mª, fols. 53 y 53 vº.
En la actualidad ha sido restaurado (abril, 1992) por el
equipo de restauración madrileño de don Javier Bacariza, está colocado en el
crucero de la iglesia de San Francisco de Trujillo, filial de Santa María.
Libro de Cuentas de Fábrica, 1852-1889. A.P.Stª Mª, fol. 53 vº.
Dorar una pieza del altar lateral de las Mercedes y
las pifias de Santa Ana y el Niño,
sesenta reales", L 25 v. Agosto de 1799; "Limosna para la novena de
Ntra. Sra. de las Mercedes, veinte
reales", f. 30. Septiembre de 1799. Op. cit. 23,. Siete misas rezadas a los
Santos auxiliares, San Fabián y San Sebastián, cerca el altar de Santa Ana,
veintiocho reales", f. 9. Enero, 1799.
Op. cit "Un fuol de christal para Ntra. Sra. a la puerta del coro baxo, noventa y
nueve reales", 9. Enero de 1789.
Por medio del Libro de Cuentas del Convento de la Coria, comprendido entre los
años 1789-1835, podemos hacemos una clara idea del aspecto que podría tener la
iglesia y coros- alto y bajo- del referido convento, así como de los bienes
muebles que tenía en estos años finales del siglo XVIII y principios del
siguiente, hasta la exclaustración. Documentos del Archivo Convento de San
Pedro de Trujillo.
San Sebastián, oriundo de Narbona y
avecindado Milán, se comportó todo momento como un fiel cristiano. Diocleciano
y Maximiano lo distinguieron con su amistad, y lo estimaron tanto que uno y
otro lo mantuvieron al frente de la primera cohorte, cuyo oficio consistía en
dar escolta a los emperadores. Si lo honraron con un cargo de tanta
responsabilidad fue por la confianza que en él tenían y por el deseo de gozar
frecuentemente de su presencia y conversación. Él, en cambio, al alistarse en
la milicia buscó solamente la posibilidad de confortar a los cristianos,
expuestos a desfallecer sufre en medio de las persecuciones a que se verían
sometidos, en muchas ocasiones Sebastián recriminó duramente a los soberanos.
Yo recién ordenó que la pesarán y que lo apalearan hasta que costase con toda
certeza que lo habían matado, y que después arrojaran su cuerpo a una cloaca de
manera que los cristianos no pudieron recuperarlo ni tributar a sus restos el
culto con que honraban a sus mártires. La orden del emperador fue cumplida en
todos sus extremos. Pero la noche siguiente se apareció el Santo a Santa Lucía
y le indicó lugar donde estaba su cadáver y le dio instrucciones para que lo
sacaran de allí y lo sepultaron al lado de los apóstoles. Los cristianos
llevaron a cabo todo lo que el Santo pidió a Santa Lucía que se hiciese. San
Sebastián murió martirizado por mandato de los emperadores citados
anteriormente, y comenzaron a reinar hacia el año 187. SANTIAGO DE LA VORAGINE, op. Cit., pp.
112-115.
En el Libro de Dotaciones de la parroquia del año
1670, se constata mejor que en ninguna otra parte, lo que fue el templo en lo
referente al culto y privilegios:" Preeminencia sobre todas las parroquias
y conventos de la ciudad, los que no pueden tocar a los oficios ni actos del
culto general sin que primero toque Santa María, y lo mismo a las oraciones y
sermón en los días de Cuaresma, Adviento y Pascuas, todo de tiempo inmemorial ,
por ser la primera y matriz. Es la primera iglesia que visitan los reyes y obispos y donde se hacen las honras por los reyes y
príncipes y tiene anejo el Arciprestazgo". En
otro libro de la parroquia se lee: "Títulos para que la cruz y la capa de
la iglesia de Santa María presidan en las procesiones en los territorios de las
otras iglesias y para que ninguna toque a vísperas, misas mayores y a la gloria
del Sábado Santo hasta que no de el relox de la dicha iglesia mayor y toquen
sus campanas, 11 de mayo de 1711". RAMOS RUBIO, J.A: Estudio Histórico-Artístico de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Trujillo.
Cáceres, 1990; RAMOS RUBIO, J. A: La
iglesia de Santa María la Mayor
de Trujillo. Editorial Lancia, León, 2001.
En la Edad Media fueron muy
frecuentes las pestes, que se interpretaban como castigo de Dios. Se acudía a
los santos para obtener su protección y hasta se les asignaba la protección de
alguna peste especial, como a San Gregorio, a quien se acudía como abogado
contra la langosta.
Entró muy joven en la Orden de San Benito, en el monasterio de San
Cosme y San Damián de Roma. Ya desde su noviciado brilló por su ciencia y su
virtud. Todos auguraban que llenaría de gran honor la Orden benedictina. Los
rápidos progresos que hizo le merecieron el concepto de docto y de santo. Murió
el abad de San Cosme y San Damián, y todos eligieron a Gregorio como su
sucesor. En vano él se excusó, pero los monjes, convencidos de las cualidades
de Gregorio, insistieron en la elección hasta conseguirlo. Desempeñó el cargo
con tanto celo, prudencia y suavidad que pronto la disciplina monástica brilló,
debido a sus sabias exhortaciones, a sus muchas virtudes y a sus edificantes
ejemplos. Pronto cundió su fama por Roma. El Papa Juan XVIII le pidió una más
estrecha colaboración, y lo nombró cardenal y obispo de Ostia, una diócesis de Roma,
para la que designaba personas de mucha confianza y consejo. Le encomendó
además el cuidado de la biblioteca apostólica, cargo que desempeñó con acierto
y sabiduría. Cuando así brillaba en Roma San Gregorio, ocurrió en España una
terrible plaga de langosta, que asoló totalmente las provincias de Navarra y la Rioja. Acudieron
al Papa a pedirle socorro. Era tal su confianza en Gregorio que no dudó en
enviarle a España para que aliviase la desesperada situación. Gregorio recorrió
las zonas devastadas por la langosta, consolando y predicando. Organizó ayunos
y rogativas públicas, exhortaba con palabras de fuego a la conversión para que
Dios se apiadase de ellos. La plaga desapareció. Le acompañaba Santo Domingo de
la Calzada. Los
cinco años que habían durado sus grandes sacrificios e incesantes fatigas,
debilitaron totalmente su salud. Cayó enfermo de gravedad y se retiró a
Logroño. Recibió los últimos sacramentos y fijando los ojos en el cielo, fue a
descansar en los brazos del Padre Celestial en el año 1048. Los escritos de la
época nos dicen que los sagrados restos de Gregorio fueron trasladados
prodigiosamente a Peñalba, en Navarra, donde los fieles seguían acudiendo para
pedir al santo protección y auxilio, sobre todo en las plagas de langosta. Lo
tenían por especial abogado contra este contagio.
Tres censos que gravan a una tenería y tahona de Trujillo. El primero
a favor de Alonso Galán y el segundo a los herederos de Juan Escobar y el
tercero a la Cofradía
de los Santos Mártires Hermógenes y Donato. 4 folios. Archivo Municipal de
Trujillo, 2-1-339-1. año 1702.
Por Real Cédula de 1603 se crea el
Tribunal de la Santa
Cruzada, encargado de proceder en los litigios y causas
surgidas por la administración y cobranza de las bulas. Formaban parte de este
Tribunal: el comisario general de Cruzada, un subdelegado general, un tesorero
y varios miembros de la
Audiencia, un fiscal de lo civil, un oidor y el oficial real
más antiguo, éste último con el cargo de contador. El Tribunal de la Santa Cruzada se
extinguió por Ordenanza de Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, primer conde
de Revillagigedo, el 29 de diciembre de 1752. Sin embargo José de Gálvez,
visitador enviado por el rey, firmó instrucciones con fecha 12 de diciembre de
1767, en donde comunicó que el ramo de la Santa Cruzada sería
administrado por cuenta de la Real Hacienda.
La Ordenanza de lntendentes de 1786, dispuso que la
administración del ramo de Bulas de la Santa Cruzada quedara bajo la Superintendencia
Subdelegada de la Real Hacienda.
MANSUTTI RODRIGUEZ, Alejandro: Catálogo del ramo Bulas de la Santa Cruzada. México,
Archivo General de la Nación
de México, 1979; La
«Bula de la Santa Cruzada», Documentos para el
Estudio de la Historia
de la Iglesia, Buenos Aires, 1999.
RAMOS RUBIO, J. A: "Aportaciones históricas
acerca de la Cofradía
de la Vera Cruz
de Trujillo". Revista La Piedad, 1995, pp.
23-25.
Carta de pago de Pedro Gómez Suárez, Receptor de la Santa Cruzada en
Trujillo a 15 de julio declarando haber satisfecho la Ciudad 20 ducados por Bula
de Composición por los toros que se solían correr en ella. Folio 93. Año 1.532.
Archivo Municipal de Trujillo, 1-3-78-1; Provisión Real en Madrid a 16 de abril
refrendada de Diego Guerra de Noriega para que no se eximan de cargas los
oficios de Cruzada y otros. 4 folios. Año 1692. Archivo Municipal de Trujillo,
1-6-226-30; Provisión Real en Madrid a 10 de octubre refrendada de Marcos de
Prado y Velasco para que los familiares, y ministros de Cruzada no se les
considere exentos de ir a las guerras. En Badajoz a 14 de febrero del 1647. Año
1645. Archivo Municipal de Trujillo, 1-6-225-26; De las bulas de la Santa Cruzada. Año
1845-50. Archivo Municipal de Trujillo, 6-3-872-17; Escrituras de compromiso
del Ayuntamiento de Trujillo de pagar las bulas de cruzadas que se expresa al
Administrador Tesorero del obispado de Plasencia. Impresos. Año 1856 y 57.
Archivo Municipal de Trujillo, 2-7-561-7, 1864; Recibos pagados de bulas de
cruzadas. Impreso. Año 1865 y 1868. Archivo Municipal de Trujillo 2-7-561-8.