jueves, 6 de noviembre de 2025

 

PEÑAFIEL, centinela de piedra en la Raya de los reinos

 

 

Se encuentra próximo a Alcántara en el lado noroeste de la provincia de Cáceres, es una población fronteriza dominada por la silueta del castillo de Peñafiel, fortificación que se encuentra a 3 km de la población de Zarza la Mayor, en las márgenes del río Erjas, marcando la línea fronteriza con Portugal[1].

 

Hemos de hacer la salvedad de la existencia en el término de Zarza la Mayor de varios baluartes castrenses construidos por los árabes: Benavente, Bernardo, Peña de fray Domingo y Racha Rachel (Peñafiel, cristiano)[2]. Concretamente, el castillo de Benavente fue reconquistado por Alfonso IX, concediendo su propiedad a los caballeros calatravos en 1199. Los árabes volverán a apoderarse de la fortaleza. Reconquistada defintivamente por el mismo rey Alfonso cuando bajaba de Coria a la reconquista de Alcántara en 1213, entregando el castillo y la aldea a los templarios, junto con el de Bernardo[3]. Sus términos lindaban con la villa de Milana, anteriormente entregada a la Orden del Temple por Fernando II.

 

Estos castillos ubicados en el territorio de Zarza la Mayor, fueron muy útiles durante la Baja Edad Media para la defensa del reino portugués y para evitar un nuevo ataque musulmán.

Los orígenes del castillo de Peñafiel hemos de buscarlos en el siglo IX cuando fue construido por los musulmanes. En 1166 el rey Fernando II de León desde Ciudad Rodrigo llevó a cabo una importante ofensiva sobre Alcántara, apoderándose de distintos baluartes fortificados como el de Racha Rachel, nombre árabe con el que se conocía al castillo de Zarza la Mayor, en alusión a la roca sobre la que se asienta[4]. Con motivo de esta conquista los cristianos reforzaron las defensas del castillo[5].

Esta fortificación castrense fue construida por los musulmanes a finales del siglo IX y pasó a manos cristianas en el año 1212[6], cuando el rey Alfonso IX conquistó Alcántara, para ser entregada a la Orden Militar de Calatrava, a la que no pertenecerá durante mucho tiempo, ya que en 1218 formará parte de las posesiones de la Orden Militar del Pereiro (1219, Orden de Alcántara). Las posesiones de las Ordenes Militares en Extremadura se habían convertido en grandes latifundios ganaderos, que generaban enormes ganancias. Las extensas dehesas alimentaban incontables rebaños trashumantes, al tiempo que eran lugar de paso de importantes vías de comunicación norte-sur y este-oeste, creadas a partir de las calzadas romanas. La administración de estos recursos creaba constantes disputas entre los Concejos ciudadanos y las Ordenes, y entre éstas mismas.

Este castillo de Peñafiel fue testigo de los enfrentamientos armados entre las órdenes militares, que tuvieron como escenario las tierras del antiguo reino de León, en la tierra de Coria. La situación fronteriza ocasiona conflictos armados frecuentes a lo largo de la Edad Media, teniendo que refugiarse en numerosas ocasiones los vecinos de Zarza la Mayor buscando la protección del Castillo de Peñafiel[7].

Ya en 1243, tras el descalabro sufrido por los alcantarinos en Ronda, intentaron aquellos impedir el cobro del «portazgo» templario mediante saqueos, en lugares próximos al castillo y puente de Alconétar: Cañaveral, Garrovillas y otros. Los daños fueron mínimos y la cosa no pasó a mayores[8]. Sin embargo, en 1257 la competencia entre las Órdenes de Alcántara y el Temple rompió el frágil equilibrio que había mantenido durante años. La causa fueron dos impuestos relacionados con los ganados y mercancías. La encomienda templaría de Alconétar cobraba por el tránsito de ganados y mercancías: el «portazgo», por atravesar sus puentes, usar sus barcas y sus caminos particulares, a razón de un tanto por cabeza de ganado y vehículo.

Los demás hacían lo propio, pero parece ser que los caminos más transitados habían quedado en manos del Temple. Además, la Orden restauró entre 1230 y 1257 el puente romano de Alconétar sobre el Tajo, imprescindible en la Vía de la Plata, con lo cual los peregrinos, ganaderos y mercaderes preferían pagarles por cruzar cómodamente el río antes que hacerlo en las lentas barcas transbordadoras de los de Alcántara. Ello, junto con la feria-mercado del pueblo de Alconétar y los peregrinos que acudían a la capilla del castillo, para venerar la milagrosa y mágica reliquia del Mantel de la última Cena, hicieron que la presión se hiciese insoportable para la Orden de Alcántara.

Escarmentados por los sucesos de Ronda, los alcantarinos se prepararon a conciencia, decididos a mermar el poderío de sus competidores y, sin duda, deseando vengarse de la derrota toledana. El golpe estuvo bien planeado y se hizo de forma sincronizada. A finales del verano de 1257 atacaron tres lugares fortificados diferentes para impedir que las respectivas guarniciones pudiesen auxiliarse entre sí. Las víctimas fueron la aldea de Peñas Rubias y su castillo Bernardo; el pueblo de Peña Sequeros y su castillo de Nuestra Señora de Sequeros; y la villa de Benavente, con su castillo de Benavente de La Zarza. En estos tres lugares localizados entre los ríos Arrago y Erjas, que hacen frontera natural con Portugal, el ataque fue idéntico: asalto por sorpresa, sitiando a la guarnición en los castillos, para saquear a placer las aldeas y las granjas. Los de Alcántara actuaron con gran crueldad, dieron muerte a numerosos colonos templarios, incendiaron viviendas y edificios de labor, mataron los animales que no podían trasladar, talaron las dehesas y saquearon los graneros.

Cuando la guarnición templaría de Alconétar contraatacó, tras haberse reforzado con los mercenarios «turcopies», arrasaron las posesiones alcantarinas, matando también numerosos peones y algunos caballeros. Además, la tropa templaría que custodiaba el puente fortificado de Alcántara cortó el paso por dichas vías para incomunicar a sus enemigos y, de paso, perjudicar su comercio.

Aunque en octubre el rey Alfonso X convocó a las partes ante un tribunal para dirimir el pleito y depurar responsabilidades, los ánimos se calmaron tan sólo en apariencia. En 1266 los de Alcántara volvieron a la carga. Estos habían recibido el pueblo de Zarza la Mayor, pero quisieron obtener una rentabilidad inmediata de su nueva posesión e impusieron a los pobladores numerosos y elevados impuestos. La respuesta de los habitantes de Zarza no se hizo esperar: tomaron sus enseres y animales y se trasladaron en masa al vecino pueblo de Peñafiel. Allí se ofrecieron a los templarios como colonos, a cambio de protección y pagando sus cargas, que por supuesto eran mucho más bajas[9]. Velo y Nieto expuso este acontecimiento. Según él, el cronista Torres y Tapia, dejó constancia de las rivalidades existentes, a mediados del siglo XIII, entre los freiles alcantarinos y los templarios. Llegaron a encontrarse de tal manera que los alcantarinos asediaron la aldea y la fortaleza de Benavente. El rey Alfonso X tuvo que formar tribunal extraordinario en Coria ante el que hubieron de comparecer los freiles alcantarinos y los templarios para responder de sus actos[10].

Cuando la desairada Orden de Alcántara acudió a cobrar se encontró el pueblo abandonado. Sabido el destino de los desertores, el Maestre aparejó una hueste guerrera contra la aldea de Peñafiel[11]. A pesar de que la aldea resultó saqueada e incendiada, los colonos consiguieron salvar sus vidas. El primer comendador de Peñafiel nos lo sitúa Torres y Tapia en 1316[12].

En 1369 tras la muerte del rey don Pedro I, este castillo, que tomara partido por don Enrique ha causa de haberse refugiado en él varios caballeros partidarios de los Trastamaras, será sitiado y rendido por el maestre don Melén Suárez que apoyaba las pretensiones del monarca portugués al trono castellano. Posteriormente, tanto la aldea como el castillo intervinieron activamente en las luchas intestinas que se produjeron en la Orden a raíz de la muerte del maestre don Gómez de Cáceres y Solís, entre los aspirantes a su sucesión estaba el sobrino del difunto, don Francisco de Solís, el hijo de los condes de Plasencia don Juan de Zúñiga y el clavero de la Orden don Alonso Monroy. Peñafiel apoyaba la candidatura de este último por cuya causa fue excomulgado su comendador, los soldados y los vecinos de la aldea, ya que el Papa protegía al aspirante de los Zúñigas; esta circunstancia, junto con la rivalidad existente entre sus habitantes, influyó en su pronta decadencia[13].

 

Hasta 1410 su entorno estuvo muy poblado, pero a partir de entonces las gentes de Peñafiel y de los castillos cercanos comenzaron a trasladarse a La Zarza (la actual Zarza La Mayor)[14], iniciándose el abandono de esas fortalezas. En 1640, con motivo de la Guerra de la Independencia de Portugal, el castillo quedó en ruina una gran parte, aunque nunca perdería su altivo porte destacado en el territorio con un imponente Torre del Homenaje[15]. Con la desamortización, la dehesa de Benavente -donde está el castillo- pasará a manos privadas, quedando por entonces el castillo en lamentable estado de conservación.

 

El conjunto defensivo está construido a base de sillares y mampostería, estaba formado por una muralla de planta poligonal, que se adaptaba al terreno y aprovechaba las defensas naturales geográficas. Aún se conservan las bases de algunas torres rectangulares sobre el nivel de muralla, un camino de ronda circundaba y comunicaba los diversos espacios. El castillo estaba protegido por una barbacana, que defendía los lienzos situados en los lados del levante y meridional. Esta barbacana que circunda parte del castillo, es obra de mampostería gruesa y sillería en los ángulos, datada a mediados del siglo XVI, ejecutada por el maestro Gaspar López, siguiendo las trazas de Pedro de Ybarra[16]. Conocemos un croquis de la fortaleza realizado a finales del siglo XV por Duarte Darmas, en su obra manuscrita Libro das fortalezas situadas na raia de Espanha[17].

 

La Torre del Homenaje se encuentra prácticamente en el centro del baluarte defensivo. Es de planta cuadrada y almenada. En su interior cuenta con diversas plantas para alojamiento, con cerramiento en bóveda de crucería, precisamente en una de las claves lucen las armas del comendador fray Diego Chamizo, que nos permite datarla hacia 1475.  Esta torre fue reparada en el siglo XVI, así como algunos lienzos de la muralla y el aljibe[18]. Tiene tres niveles de altura, al piso inferior se accede por una puerta de arco apuntado, dividiéndose el espacio en dos estancias: una atahona y un calabozo, al que posiblemente se accedía por una oquedad desde el primer piso. El primer piso tiene su entrada desde el exterior por una puerta opuesta al anterior y elevada del suelo a la que se llegaba por unas escaleras de cantería que han desaparecido. Al segundo piso se llegaba a través de unas escaleras de cantería que partía desde el interior del primer piso alto. La techumbre que separaba el primer piso del segundo era de madera[19]. Los elementos arquitectónicos más importantes de la torre son la ventana gótica bigeminada y un pequeño vano oculado y trilobulado, así como la bóveda de cruceria con nervios y elementos de sillería granitica.

 

Destacamos la plaza de armas y, en su entorno, una serie de estancias como caballerizas, aposentos y un aljibe cubierto con una bóveda de sillería de medio cañón[20].

 

Su estructura es similar a la de los castillos y fortalezas de los alrededores, una simple torre que servía de atalaya y defensora del paso de la rivera Erjas, y una muralla o barbacana que la rodeaba. La muralla es de mampostería y cal, está provista de almenas y unida a la puerta principal del recinto interior por un camino de piedra. Sobresale la portada de entrada al recinto en arco de medio punto sobre impostas acanaladas, flanqueada por cubos y protegida por una ronda de murallas, es obra del maestro mayor de la Orden, Pedro de Ybarra, construida a mediados del siglo XVI (año 1565)[21]. En el último tercio del siglo XVI, Sebastián Aguirre (fallece en 1575), como Maestro Mayor de la Orden de Alcántara, llevará a cabo nuevas obras en el castillo de Peñafiel, concretamente en los encasamentos y refuerzos en varias puertas de la fortaleza, así como unos reparos en la Torre del Homenaje y en la muralla[22]. El cuerpo septentrional del recinto interior lo constituye un albacar, lugar para el ganado y cultivo. Y, el cuerpo meridional, era el emplazamiento de los casamentos o dependencias domésticas y residencial.

 

Zarza la Mayor fue cabeza de encomienda de la Orden de Alcántara, en 1251 aparece mencionada en un documento la aldea[23]. La encomienda  comprendía un amplio territorio donde se incluían el castillo de Peñafiel, la actual villa de Zarza la Mayor y distintas fincas y posesiones rurales. El centro administrativo de la misma se alternó entre el castillo y la propia villa, compartiéndose en ocasiones la denominación o titularidad de la encomienda[24]. La primera información que disponemos del edificio de la encomienda data de 1563, con motivo de la visita y descripción que realiza Diego de Cáceres, alguacil, era una casa que se distribuía en dos plantas; el acceso a la planta alta se efectuaba desde el patio[25].

 

En 1565, el Maestro mayor de la Orden de Alcántara, Pedro de Ybarra, dirigirá las obras que acometerá el maestro Manuel Galavís, según una inscripción: ·IZO/SE ESTA/ OBRA SIEND/ MAESTRO DLLA/ MANUEL GALAVIS", dando lugar a una edificación de dos plantas, con puerta de entrada en arco de medio punto, flanqueada en su piso alto por dos balcones adintelado, entre los cuales lucen tres escudos, destacando el central, perteneciente a Felipe III. Un cuerpo inferior constituido por sillería donde se abren tres vanos y una puerta. La parte superior presenta  en la actualidad tres balcones intercalados con tres vanos estrechos y verticales, a modo de saeteras.

 

 

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[1] Fernández López, 1995, 275.

[2] Citados por Velo y Nieto, 1956, 9.

[3] Hurtado, 1927. "(....) al monarca Alfonso IX en el camino que traía de Coria se le rindieron los castillos de Benavente y Bernardo".  Torres y Tapia, 1763, tomo I, 144.

[4] Moreno Aragoneses, 2014, 222.

[5] Solar y Taboada, 1891, 88.

[6] Caro del Corral, 1999, 222.

[7] Navareño Mateos, 1985.

[8] Los templarios en Extremadura. Datos de J. F. Romero.

[9] Castillo de la Zarza, J. F. Romero.

[10] Velo y Nieto, 1968, 658.

[11] A fnales del siglo XIII había una aldea poblada, ello vino motivado porque el maestre García Fernández había impuesto a los vecinos de La Zarza el pecho de la Martiniega, lo que contribuyó a su despoblamiento.  En 1322, los vecinos que aún vivían, motivado por las incursiones portugesas y la carencia de defensa, solicitaron al maestre Suero Pérez la conveniencia de fundar otro pueblo en lugar seguro, junto al castillo de Peñafiel, siendo aceptado el 18 de febero de 1323. Solar y Taboada, 1928, 21.

[12] Torres y Tapia, tomo I, 1763, 504.

[13] Moreno Aragoneses, 2014, 222.

[14] Bullarium, 169. Vid. Navareño Mateos, 1984, 80.

[15] Velo y Nieto, 1952, 108; Madoz, 1849.

[16] Navareño, 1987, 203; Caro, 1999, 226.

[17] Manuscrito publicado en Lisboa en 1692.

[18] Navareño, 1984, 128; Cano-Cortés, 1992, 68.

[19] Arroyo, 1996, 53.

[20] Navareño, 1985, 138; Floriano, 1953, 18.

[21] Archivo Histórico Nacional, Sec. Orden Militar de Alcántara. Plet. número 28.331. La barrera fue levantada por el Maestro Mayor de la Orden Pedro de Ybarra entre 1549 y 1550. Vid. Navareño, 1985, 126.

[22] Archivo Histórico Nacional, Sec. Orden Militar de Alcántara. Plet. número 28.099. Vid. Navareño, 1994, 144.

[23] Ortega y Cotes, 1759, 321; Velo y Nieto, 1957, 434.

[24] Navareño Mateos, 1984, 79.

[25] Archivo Histórico Nacional. Sección Ordenes Militares, Archivo Judicial, pleito n.0 28.099, fols. 44 a 49 v. Según Navareño,  1984, 81.

















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