LAS TUMBAS EXCAVADAS EN LA
ROCA
Las tumbas
excavadas en la roca siempre han atraído la atención de los investigadores por
el halo de misterio que las envuelve. Constituyen uno de los vestigios
arqueológicos más abundantes en la Península Ibérica, con hallazgos que se
extienden desde Cataluña hasta Andalucía, aunque quedan al margen determinadas
zonas del Norte Cantábrico. Su adscripción cronológica dista mucho de estar
resuelta y los investigadores no se ponen de acuerdo.
En los estudios
que venimos realizando por la Tierra de Cáceres, uno de los aspectos más
sorprendentes ha sido el hallazgo de una importante cantidad de tumbas
rupestres–muchas de ellas localizadas en las proximidades de ermitas rurales–,
que permanece aún inéditas y que suponen un material de primera mano que puede
arrojar importantes resultados.
Del paso de los visigodos por
nuestra región, se
encuentran numerosas tumbas localizadas en berrocales como el de Trujillo o en
dehesas boyales de Mata de Alcántara, Arroyo de la Luz, Aldea del Cano, Casar
de Cáceres, Piedras Albas, Valencia de Alcántara o en la propia tierra
cacereña, así como en la provincia de Badajoz junto al puente Ardila (La
Bazana), paraje Mohacho (Alburquerque), San Vicente de Alcántara, entre otras.
El material sobre el que se encuentran talladas las tumbas está ligado a la
litología predominante, a los afloramientos graníticos. La mayoría de las
tumbas localizadas tienen las cabeceras semicirculares o con arco de herradura,
de hombros y pies rectos y la caja con forma trapezoidal. En su mayoría, se trata
de tumbas de la alta Edad Media (concretamente fechadas entre los siglos VI y
VII d. C.) que se desarrollaron en unos cementerios rurales de un tipo muy
particular.
No podemos negar
que uno de los aspectos que resulta más atractivo del estudio de las sepulturas
excavadas en la roca es precisamente la dificultad de llevarlo a cabo. A la
escasez y poca representatividad de los restos de superficie asociados a las
mismas se une su aparente aislamiento en el paisaje, por no hablar de la falta
de asideros bibliográficos. Hemos de indicar que las dos provincias extremeñas
son especialmente ricas en este tipo de sepulturas.
Analizamos los
sepulcros rupestres desde una perspectiva que supera lo puramente descriptivo
para contemplarlos como auténticos fósiles-guía de unas comunidades campesinas
de las que apenas se conocen otro tipo de vestigios.
Un dato importante a
reseñar es su distribución y la adscripción a posibles asentamientos rurales
cercanos que nos permitiría contextualizar los hallazgos. Observamos que hay
lanchares en los que se observan excavados algunos sepulcros, dejando un
espacio considerable alrededor sin excavar, y sin embargo; en algunos entornos
hemos encontrado junto a las tumbas restos de ocupación anterior, con la
existencia de bolos o peñas rituales: de sacrificio o adivinatorias, cazoletas,
etc..
Generalmente, cuando estamos ante una necrópolis, las
tumbas no presentan mucha distancia unas de otras, todas están excavadas en
afloramientos graníticos sirviendo directamente como depósito del cadáver. Tienen formas
ovaladas y, la mayoría, de forma antropomorfa, en las que se reproduce la
silueta del muerto, a veces incluso marcando la forma de los hombros y la
cabeza. Estas tumbas antropomorfas se
conocen con el nombre de "olerdolanas" por haberse documentado por
primera vez en el yacimiento de Olérdola, provincia de Barcelona. El rito de
inhumación estaba relacionado con las costumbres cristianas autóctonas, se
lavaba y ungía el cadáver, envolviéndolo después en una sábana de lino para
luego depositarlo dentro de la fosa directamente y sobre el cadáver se echaba
arena y finalmente se sellaba la tumba con lajas de piedra o pizarra.
Es importante
señalar que en su mayoría no se han encontrado restos humanos, carecen de
ajuares y se hallan arqueológicamente descontextualizadas, por lo que no es
fácil establecer un marco cronológico definido. Tradicionalmente se han venido
considerando como tumbas medievales, pero afortunadamente son cada vez más
numerosos los estudios en los que se han podido constatar elementos
contextualizados que han permitido hablar de fechas, ya que cercanas a templos
medievales existen tumbas que tienen una periodización entre los siglos IX y
XIII, los típicos cementerios que existieron alrededor de los templos, en el
exterior de los mismos.
También hemos
localizado tumbas que se encuentran en el campo, en antiguas estructuras de
centro de culto tardorromanos, un cambio que reflejaría además las alteraciones
en el sistema social y en la articulación del status.
En general, las
tumbas deben integrarse en el proceso de invasión musulmana y el asentamiento
de la población mozárabe en zonas rurales dispersas. La mayoría de las necrópolis con tumbas excavadas en la
roca ofrecen una cronología centrada, básicamente en los siglos VIII (segunda
mitad)–XI, centurias en las que podrían encajar las tumbas. En ningún caso
queda argumentada la cronología prerromana propuesta por algunos autores que
han estudiado este tipo de tumbas en otras regiones y que deben situarse en
época altomedieval.
Las tumbas excavadas en roca constituyen un
potencial muy interesante de cara a ponerlas en valor con el fin de que puedan
ser visitadas de cara al turismo. Todas están en lugares con buenos paisajes,
muy aptas para disfrutar de la Historia y de la Naturaleza conjuntamente, por
tanto tiene grandes posibilidades. Ahora que todo se organiza mediante rutas,
crear rutas relacionadas con ello puede ser de un gran atractivo.