sábado, 8 de marzo de 2025

 

LAS TUMBAS EXCAVADAS EN LA ROCA

 

Las tumbas excavadas en la roca siempre han atraído la atención de los investigadores por el halo de misterio que las envuelve. Constituyen uno de los vestigios arqueológicos más abundantes en la Península Ibérica, con hallazgos que se extienden desde Cataluña hasta Andalucía, aunque quedan al margen determinadas zonas del Norte Cantábrico. Su adscripción cronológica dista mucho de estar resuelta y los investigadores no se ponen de acuerdo.

En los estudios que venimos realizando por la Tierra de Cáceres, uno de los aspectos más sorprendentes ha sido el hallazgo de una importante cantidad de tumbas rupestres–muchas de ellas localizadas en las proximidades de ermitas rurales–, que permanece aún inéditas y que suponen un material de primera mano que puede arrojar importantes resultados.

Del paso de los visigodos por nuestra región, se encuentran numerosas tumbas localizadas en berrocales como el de Trujillo o en dehesas boyales de Mata de Alcántara, Arroyo de la Luz, Aldea del Cano, Casar de Cáceres, Piedras Albas, Valencia de Alcántara o en la propia tierra cacereña, así como en la provincia de Badajoz junto al puente Ardila (La Bazana), paraje Mohacho (Alburquerque), San Vicente de Alcántara, entre otras. El material sobre el que se encuentran talladas las tumbas está ligado a la litología predominante, a los afloramientos graníticos. La mayoría de las tumbas localizadas tienen las cabeceras semicirculares o con arco de herradura, de hombros y pies rectos y la caja con forma trapezoidal. En su mayoría, se trata de tumbas de la alta Edad Media (concretamente fechadas entre los siglos VI y VII d. C.) que se desarrollaron en unos cementerios rurales de un tipo muy particular.

No podemos negar que uno de los aspectos que resulta más atractivo del estudio de las sepulturas excavadas en la roca es precisamente la dificultad de llevarlo a cabo. A la escasez y poca representatividad de los restos de superficie asociados a las mismas se une su aparente aislamiento en el paisaje, por no hablar de la falta de asideros bibliográficos. Hemos de indicar que las dos provincias extremeñas son especialmente ricas en este tipo de sepulturas.

Analizamos los sepulcros rupestres desde una perspectiva que supera lo puramente descriptivo para contemplarlos como auténticos fósiles-guía de unas comunidades campesinas de las que apenas se conocen otro tipo de vestigios.

Un dato importante a reseñar es su distribución y la adscripción a posibles asentamientos rurales cercanos que nos permitiría contextualizar los hallazgos. Observamos que hay lanchares en los que se observan excavados algunos sepulcros, dejando un espacio considerable alrededor sin excavar, y sin embargo; en algunos entornos hemos encontrado junto a las tumbas restos de ocupación anterior, con la existencia de bolos o peñas rituales: de sacrificio o adivinatorias, cazoletas, etc..

Generalmente, cuando estamos ante una necrópolis, las tumbas no presentan mucha distancia unas de otras, todas están excavadas en afloramientos graníticos sirviendo directamente como depósito del cadáver. Tienen formas ovaladas y, la mayoría, de forma antropomorfa, en las que se reproduce la silueta del muerto, a veces incluso marcando la forma de los hombros y la cabeza.  Estas tumbas antropomorfas se conocen con el nombre de "olerdolanas" por haberse documentado por primera vez en el yacimiento de Olérdola, provincia de Barcelona. El rito de inhumación estaba relacionado con las costumbres cristianas autóctonas, se lavaba y ungía el cadáver, envolviéndolo después en una sábana de lino para luego depositarlo dentro de la fosa directamente y sobre el cadáver se echaba arena y finalmente se sellaba la tumba con lajas de piedra o pizarra.

Es importante señalar que en su mayoría no se han encontrado restos humanos, carecen de ajuares y se hallan arqueológicamente descontextualizadas, por lo que no es fácil establecer un marco cronológico definido. Tradicionalmente se han venido considerando como tumbas medievales, pero afortunadamente son cada vez más numerosos los estudios en los que se han podido constatar elementos contextualizados que han permitido hablar de fechas, ya que cercanas a templos medievales existen tumbas que tienen una periodización entre los siglos IX y XIII, los típicos cementerios que existieron alrededor de los templos, en el exterior de los mismos.

También hemos localizado tumbas que se encuentran en el campo, en antiguas estructuras de centro de culto tardorromanos, un cambio que reflejaría además las alteraciones en el sistema social y en la articulación del status.

En general, las tumbas deben integrarse en el proceso de invasión musulmana y el asentamiento de la población mozárabe en zonas rurales dispersas. La mayoría de las necrópolis con tumbas excavadas en la roca ofrecen una cronología centrada, básicamente en los siglos VIII (segunda mitad)–XI, centurias en las que podrían encajar las tumbas. En ningún caso queda argumentada la cronología prerromana propuesta por algunos autores que han estudiado este tipo de tumbas en otras regiones y que deben situarse en época altomedieval.

Las  tumbas excavadas en roca constituyen un potencial muy interesante de cara a ponerlas en valor con el fin de que puedan ser visitadas de cara al turismo. Todas están en lugares con buenos paisajes, muy aptas para disfrutar de la Historia y de la Naturaleza conjuntamente, por tanto tiene grandes posibilidades. Ahora que todo se organiza mediante rutas, crear rutas relacionadas con ello puede ser de un gran atractivo. 







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