La Puerta Nueva
y el Arco de la Estrella de Cáceres
El actual Arco de la Estrella, situado en la entrada
principal al recinto monumental de la ciudad de Cáceres, constituye uno de los
hitos arquitectónicos y simbólicos más relevantes del patrimonio histórico
urbano cacereño. Su configuración actual es el resultado de un complejo proceso
histórico que se inicia en el siglo XV con la construcción de la denominada
“Puerta Nueva” y culmina en el siglo XVIII con la erección del arco que hoy
conocemos. A lo largo de este proceso, el espacio fue escenario de
acontecimientos políticos de primer orden, soporte de manifestaciones
artísticas de gran valor devocional y objeto de conflictos jurisdiccionales
entre las autoridades civiles y eclesiásticas.
El análisis de la Puerta Nueva y su sustitución por el Arco
de la Estrella permite comprender no solo la evolución arquitectónica del
acceso principal a la villa, sino también las transformaciones en las formas de
representación del poder, la religiosidad popular y la articulación del espacio
urbano en la Edad Moderna. Este trabajo aborda de manera sistemática los
aspectos históricos, artísticos y jurídicos vinculados a este enclave,
prestando especial atención a las intervenciones pictóricas del siglo XVI y a
la reforma arquitectónica del siglo XVIII.
En el siglo XV se construyó en Cáceres la llamada “Puerta
Nueva”, concebida como uno de los accesos principales al recinto amurallado de
la villa. Este momento coincide con una etapa de especial relevancia política
para la ciudad, integrada ya de pleno en la Corona de Castilla y sometida a un
proceso de reafirmación de sus privilegios y ordenamientos jurídicos locales,
conocidos como Fueros.
En este contexto, la Puerta Nueva adquirió un valor
simbólico de primer orden al convertirse en el escenario del juramento solemne
realizado por la reina Isabel I de Castilla en el año 1477, mediante el cual se
comprometía a respetar y defender los Fueros de Cáceres. Este acto reforzaba la
legitimidad del poder regio ante la comunidad local y garantizaba la
pervivencia de sus derechos tradicionales. Dos años más tarde, en 1479, el rey
Fernando II de Aragón reiteraría este compromiso, consolidando así la
vinculación de la villa con los Reyes Católicos.
Estos juramentos, realizados en un espacio liminar entre el
interior urbano y el exterior, subrayan la función simbólica de las puertas de
la ciudad como lugares de encuentro entre la autoridad real y la comunidad
urbana, así como su papel en la escenificación del poder político en la Baja
Edad Media.
Durante el siglo XVI, la Puerta Nueva adquirió una dimensión
religiosa de notable relevancia con la instalación de una capilla en su
interior. En el nicho principal se pintó una imagen de Nuestra Señora de la
Antigua, advocación mariana de amplia difusión y profunda devoción tanto en la
península ibérica como en los territorios americanos durante la Edad Moderna.
La ejecución de esta pintura fue encargada al artista Lucas
Holguín, quien realizó la obra al fresco. El contrato para la realización de la
pintura fue formalizado en Cáceres ante el escribano Diego Pacheco el 23 de
octubre de 1547, siendo el mecenas de la obra el corregidor de la villa, don
Antonio Vázquez de Cepeda. Este patrocinio evidencia el interés de las
autoridades civiles por promover manifestaciones artísticas de carácter
devocional vinculadas a espacios públicos estratégicos.
La intervención pictórica de Holguín fue ambiciosa y
compleja. El artista pintó un cielo estrellado de color azul en la bóveda de la
capilla, mientras que en los cruceros dispuso cabezas de dragones, elementos de
carácter simbólico y decorativo que remiten a la iconografía medieval y
renacentista. En el centro de la composición se situaba la imagen de Nuestra
Señora de la Antigua, flanqueada por dos ángeles que la coronaban, reforzando
su condición de reina celestial.
A ambos lados de la capilla se dispusieron dos lienzos
complementarios: uno representaba a San Jorge luchando contra el dragón junto a
una doncella, iconografía estrechamente vinculada al patronazgo de este santo
sobre la ciudad de Cáceres; el otro mostraba a Santiago Matamoros, figura
emblemática de la tradición religiosa y militar de la monarquía hispánica.
La intervención de Holguín no se limitó al interior de la
puerta. En el frontispicio exterior pintó el escudo de armas de la entonces
villa de Cáceres y el escudo personal del corregidor Vázquez de Cepeda,
subrayando de nuevo la imbricación entre poder civil, religiosidad y representación
simbólica en el espacio urbano. Por este conjunto de trabajos, el pintor
percibió la cantidad de 4.500 maravedíes y dos fanegas de trigo, contando
además con la colaboración de otro pintor vecino de Cáceres, llamado Lesmes.
En el siglo XVIII, las necesidades urbanísticas y
funcionales de la ciudad motivaron la sustitución de la antigua Puerta Nueva
por una nueva estructura que facilitara el tránsito de carruajes hacia el
Adarve y, desde allí, al palacio de los Toledo-Moctezuma. Esta intervención se
enmarca en un contexto de reformas urbanas propias de la Ilustración,
orientadas a mejorar la circulación y la racionalidad del espacio urbano.
Las obras se llevaron a cabo en el año 1726 bajo la
dirección de Manuel de Larra Churriguera, arquitecto perteneciente a una
destacada saga familiar. El nuevo arco fue diseñado como un arco escarzano
trazado en esviaje, solución técnica que permitía salvar la irregularidad del
trazado urbano y mejorar el acceso. La financiación de la obra corrió a cargo
del conde de la Quinta de la Enjarada, don Bernardino de Carvajal, cuyo
patrocinio quedó consignado en una lápida colocada sobre la clave del arco en
su parte exterior.
La construcción del nuevo arco no estuvo exenta de
conflictos. El conde de la Enjarada mantuvo diversos pleitos en los que
intervinieron el obispo, el corregidor y los regidores de la villa de Cáceres,
reflejo de las tensiones existentes entre las distintas instancias de poder en
torno a la jurisdicción sobre el espacio urbano y los lugares considerados sagrados.
En el interior del nuevo arco destaca un templete de estilo
neoclásico que alberga una efigie de Nuestra Señora de la Estrella, realizada
en piedra de Salamanca. La imagen presenta vestiduras talladas con un acusado
movimiento, reminiscente de la estética barroca, lo que genera un interesante
diálogo estilístico entre la sobriedad arquitectónica del conjunto y la
expresividad de la escultura.
Antes de la colocación de esta imagen existió otra, que
sustituyó a la pintura original de Nuestra Señora de la Antigua. Algunos
documentos del siglo XVIII mencionan dicha pintura bajo la advocación de
Nuestra Señora de la Estrella, lo que pone de manifiesto un proceso de
reinterpretación devocional y nominal de la imagen mariana. Esta escultura
barroca, actualmente ubicada en el ábside de la capilla del Cementerio de
Cáceres, está realizada en mármol y fue tallada en Badajoz por encargo del
propio don Bernardino de Carvajal.
En la peana de la imagen se conserva una inscripción
significativa: “VIRGEN DE LA ESTRELLA” y, más abajo, “CON VNA AVE MARIA 40 DIAS
DE INDVLGENCIA”, lo que evidencia la concesión de indulgencias vinculadas a la
devoción a esta imagen y refuerza su función espiritual dentro del espacio
urbano.
El Arco de la Estrella sustituyó definitivamente a la Puerta
Nueva, de la cual apenas se conserva un elemento material: una
palomilla-candelabro gótica de hierro situada en el interior, al pie del
templete, de la que actualmente pende un farol moderno. Este vestigio
constituye un testimonio tangible del pasado medieval del enclave.
Desde el punto de vista arquitectónico, el arco se
caracteriza por su amplitud, su trazado en esviaje y su arco rebajado, coronado
por almenas y ornamentado con el escudo de Cáceres. Aunque el historiador
Mélida afirmó que esta construcción era admirada “más de lo que merece”, lo
cierto es que el conjunto ofrece una perspectiva agradable, una notable
sobriedad formal y, especialmente en su interior, una belleza y originalidad
que justifican su relevancia patrimonial.
El conde de la Enjarada solicitó y obtuvo licencia del
Concejo para ampliar el pequeño altar donde se encontraba la imagen de Nuestra
Señora de la Antigua, con el fin de colocar la nueva imagen de Nuestra Señora
de la Estrella. Sin embargo, el obispo consideró que el espacio donde se
hallaba la efigie mariana era lugar sagrado y, por tanto, exento de toda
jurisdicción salvo la eclesiástica. En consecuencia, decidió ejecutar las obras
sin solicitar permiso a la autoridad civil, derribando la bóveda de la Puerta
Nueva y parte de la muralla a ambos lados, hecho que comunicó posteriormente al
Concejo mediante un memorial.
La evolución de la Puerta Nueva al Arco de la Estrella
constituye un ejemplo paradigmático de cómo los espacios urbanos concentran
múltiples capas de significado histórico, artístico y simbólico. Desde los
juramentos regios del siglo XV hasta las reformas ilustradas del siglo XVIII,
este enclave ha sido testigo de la interacción entre poder político, devoción
religiosa y transformación urbana.
La superposición de intervenciones artísticas, la
persistencia de la advocación mariana y los conflictos jurisdiccionales
asociados a su reforma revelan la complejidad de la gestión del espacio público
en la Edad Moderna. El Arco de la Estrella no es, por tanto, únicamente un
elemento arquitectónico, sino un verdadero compendio de la historia de Cáceres,
en el que se entrelazan memoria, identidad y patrimonio.












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