TRUJILLO EN LAS FUENTES ESCRITAS EN EL
MEDIEVO
Trujillo es el antiguo Turgalium romano, nombre de raíz celta.
Es la denominación latina del topónimo correspondiente al primitivo castro
indígena.
Los diferentes
testimonios epigráficos y funerarios nos hacen pensar que la Turgalium
prerromana se convirtió, durante la ocupación romana, en una población de suma
importancia, muestra de ello son el elevado número de estelas funerarias
romanas encontradas, algunas reaprovechadas por los musulmanes al construir el
castillo y la cerca de murallas.
El núcleo urbano romano se erige como
lugar central respecto a su territorio y ubicado dentro de la penillanura
dominada por los terrenos pizarrosos sobre un batolito granítico, lo que le
confiere una posición preeminente y estratégica con respecto al resto de su
territorio. El dominio de éste corresponde casi en absoluto a las tierras
pardas meridionales sobre pizarra fundamentalmente y en menor grado sobre
granitos, encontrándose manchas residuales de suelos pardos en el noroeste de
su ámbito.
Trujillo fue una prefectura dependiente
de Augusta Emérita, para el control de unos territorios que se escapaban al
gobierno directo de la metrópolis. Pero, fue ya un núcleo muy importante, con
una rica historia antes de que fuese praefectura, evolucionando hasta
alcanzar la ciudadanía de pleno derecho. Turgalium constituyó uno de los puntos
intermedios en el Alio Itinere ab Emeritam Caesaraugustam. La explotación
del plomo y la plata fue importante en el territorio trujillano. Son dos
metales que se encuentran combinados junto al azufre formando galenas
argentíferas que son sulfuros de plomo y plata. En Trujillo los filones de este
mineral se encuentran emplazados en las pizarras precámbricas del complejo
esquisto‑grauwaquico, localizadas en las fincas "Alberguerías" y
"Serafina", en algunos casos estos metales se encuentran dentro de
las pizarras precámbricas en las proximidades de los batolitos graníticos, en la
llamada "aureola de metamorfismo de contacto". Esta zona extremeña había mostrado en la
Antigüedad un buen número de peculiaridades subculturales cuyo progreso nos es
casi desconocido por mediar una intrusión que trata de unificar y uniformar esa
variedad cultural existente hasta ese momento en cierto modo abortiva mediante
una auténtica colonización, al tratar de imponer por la fuerza pautas de
comportamiento a los anteriores pobladores con repartos del suelo entre los
recién llegados y la masiva explotación de sus recursos naturales, sobre todo
los mineros, de tal manera que la siguiente cita del Libro de Macabeos es
una auténtica realidad cuyo mejor paralelo está en posterior la acción
colonizadora en América, ya en el siglo XVI: "Judas Macabeo oyó hablar de las grandes guerras que los romanos
hicieron en España, de las minas que conquistaron donde se ocultaba el oro y la
plata"[1].
Gran parte de la información suministrada por las fuentes antiguas, con
que contamos para llevar a cabo el análisis de los acontecimientos, proviene de
grupos ideológicos afines y, como tales, subjetivas. Para que nos hablen con un
mayor grado de sinceridad es preciso tamizarlas. A partir del siglo V a.C.
podemos hablar de cultura vettona en Trujillo[2].
La propia estructura defensiva de los
castros o campos de piedras hincadas en los lugares más accesibles para la
caballería confirma la importancia que pudo tener el caballo en la vida
vettona, sobre todo en su vertiente militar, tal y como podemos apreciar en los
castros trujillanos de la "Cerca de la Encina", “Cerca del Avión”,
“Aguas Viejas” y en las "Calderonas".
Las
importantes actividades ganaderas se verían complementadas con las agrícolas
que en la zona que nos ocupa jugaron un papel muy importante, principalmente en
la recolección de las bellotas[3].
Entre las actividades artesanales, aparte del hilado y tejido, hay que destacar
la metalurgia como lo muestran no solo la cantidad y calidad de sus armas sino
también las abundantes escorias de fragua en los castros. Dicha actividad no debe pasar de ser realizada
en pequeños talleres, incluso en manos de artesanos itinerantes aunque no por
ello hay que descartar la existencia de talleres establecidos o castros
especializados como parece deducirse de la inmensa cantidad de escorias que se
localizan en algunos de estos castros como El Pardal situado en el río Almonte
(Trujillo).
Los vettones, formaban unidades de
caballería, debido a la enorme importancia que el caballo adquirió y que no
solo lo utilizaron en sus ceremonias sacrificales[4], sino
que lo incorporaron en su mitología, pues albergaban la creencia de que la
rapidez que poseían, y que era motivo de admiración, se debía a que era el
viento quien los fecundaba[5].
Trujillo es el lugar de mayor aglomeración de cultos y antropónimos
grecorromanos y presenta dos de los pocos epígrafes en territorio vettón
consagrados al culto imperial, uno al Caesar Philippos en Trujillo y otra a L.
Septimio Severo en Conquista de la Sierra[6].
Gracias al testimonio de ESTRABON,
conocemos el armamento que utilizaron, se protegían los cuerpos con corazas de
lino[7],
material que abundaba en estas tierras[8], las
cabezas con cascos y las piernas, con perneras. Un escudo pequeño en una mano,
y con la otra empuñaban una lanza.
Tras las revueltas del año 194 a. C. Roma llegó a la conclusión de que para
salvaguardar las zonas conquistadas en la Península Ibérica necesitaba ampliar
su dominio hacia la Meseta y así crear una zona freática que protegiera los
territorios en explotación. La presencia romana puede dividirse en tres fases y
hasta que no está avanzada la tercera no se puede hablar de asimilación de los
modos y formas de vida romanos. La primera fase de instrucción militar, la
segunda de auténtica colonización sobre todo a partir de la paz augustea con la
fundación de ciudades y municipios, y la tercera, cuando ya la población
indígena ha perdido el recelo inicial y se asimila tras un largo camino de más
de 500 años.
En año 27 a. C. Augusto procedió a
dividir los territorios del Imperio en provincias senatoriales e imperiales
quedando la Lusitania entre las segundas que a partir de ahora será gobernada
por un delegado del emperador con el rango de propretor, "legatus
Augusti pro preatore", residente en Emerita Augusta. En un momento
posterior hubo una nueva división en dos circunscripciones administrativas:
Lusitania y Vettonia de ahí que hallemos en la epigrafía algunos "procuratores
provinciae Lusitaniae et Vettoniae". Esta división administrativa parece clara
al igual que la organización conventual, por el contrario la municipal presenta
varios problemas debidos por una parte a la falsedad de algunos testimonios y
por otra a la dificultad que entraña algunas localizaciones geográficas.
Turgalium (Trujillo), aparece como importante foco romanizador como parece
desprenderse del estudio de su epigrafía.
A diferencia de lo que ocurre con los
castros celtibéricos, los poblados vettones no presentan huella de destrucción
violenta, incluso algunos como puede ser el caso de Turgalium es probable que
se hubiera ido paulatinamente
transformando bajo los nuevos modos. Esto unido a la ausencia de
enfrentamientos entre vettones y romanos en las fuentes pone en duda la fuerte
resistencia vettona al dominio romano.
En época de los julio‑claudios entraron
los vettones a formar parte del ejército romano para promocionarles socialmente
y convertirlos en ciudadanos romanos, aunque siguieron manteniendo unas señas
de identidad propias. Por César sabemos que en las guerras que sostuvo con
Pompeyo, los vetones y lusitanos persistían en sus modos de lucha que durante
años les había caracterizado, esto es, lanzándose contra el enemigo sin táctica
preconcebida, con lo que sembraban el desconcierto en el propio ejército romano
al que debían dar cobertura[9].
Se ha querido identificar a Trujillo
con la "Castra
Julia" que cita CAYO PLINIO SECUNDO, llamado "el
Viejo" por su semejanza con la denominada "Turris Julia" de
la iglesia de Santa María la Mayor, cuando en realidad se trata de una torre
tardorrománica. Plinio nació en Verona
en el año 23 d. C. y murió en el 79 d. C., al producirse la erupción del
Vesubio, se trasladó a Estabias para observar el fenómeno más cerca, pero
pereció víctima de su curiosidad científica, dejándonos su obra magistral: Naturae
historiarum Libri XXXVII, que es una auténtica enciclopedia que recoge
20000 datos importantes de más de 2000 libros.
El testimonio de Plinio fue copiado por
numerosos autores que le siguieron y realizaron sus comentarios sobre Trujillo,
refiriéndose todos ellos a "Turris
Julia" o a "Castra
Julia", tal es el caso de JULIANO y de JUAN de MARIANA que en su obra Historia general de
España nos refiere : "Cuando
vino la segunda vez a España, estableció su campamento en Trujillo Julio César
y le dió el nombre de Castra Julia y el título de Colonia romana"[10]. También
para PONZ, Trujillo fue la Torre Julia que mandó hacer César: "Casi en lo mas alto de la villa está
la parroquia de Santa María, cuya antigua torre no tiene ninguna
apariencia de que la mandase hacer Julio Cesar, ni de que sea la
Turris Julia, que dió nombre á Truxillo. Quieren los naturales instruidos, que
esta ciudad en la antigüedad mas remota se llamase Scalabis, y que despues por
una torre, que Julio Cesar mandó hacer, tomó nombre de Truxillo; pero se cree
ser la Castra Julia, que nombra Plinio. El arzobispo D. Rodrigo la llama
Turgellum. El vulgo Truxillano tiene por indubitable que no ha muchos años se
leía en cierta piedra de la fortaleza:
"Hércules me edificó,
Julio Cesar me rehizo
Sobre cabeza de zorro
En este cerro
Virgillo".
Aunque existiese esta copla, nada probaría
para el nombre de Truxillo, pues se conoce lo moderna que es"[11].
VIU en sus Antigüedades de
Extremadura opina que "Trujillo fue la Castra Julia de los
romanos, pueblo contribuyente pero no municipio ni menos Colonia"[12]. MOYA en su obra Armas y blasones de España
nos refiere que "...de su
blasón se deduce el nombre de Turris Julia por su fundador Julio César,
derivándose el de Tru‑xillo del antiguo Torres de Julio"[13].
Por tanto, durante un período largo de
tiempo ha perdurado la polémica sobre el nombre de la población romana que se
alzaba donde hoy se encuentra la actual población trujillana, llegando a la
conclusión de que etimológicamente Trujillo significa "hinchazón",
como se deduce del significado de la raíz del término indoeuropeo que es
originario de Turaca. El significado se corresponde con la geografía del
lugar, pues el solar trujillano es un batolito granítico intrusivo, cuya
superficie es redondeada (monte‑isla), siendo un abultamiento o "hinchazón"
de la penillanura trujillano‑cacereña. La evolución fonética completa del
topónimo "Trujillo" es la siguiente en época romana:
"Turaca" ‑ "Turaga"
(tras la latinización) ‑ "Turagalium"
y "Turgalium"[14].
Las primeras impresiones sobre
Trujillo provienen de los escritores romanos, que empezaron a adquirir ciertos
conocimientos sobre la población a partir de los contactos comerciales y el
establecimiento de la prefectura. Dentro de las fuentes clásicas hemos de
considerar los textos literarios y, dentro de los mismos, las obras
geográficas, que poseen un contenido muy desigual y con puntos de vista
diversos. Pero en las que el interés por la descripción hace de ellas una
fuente primordial para completar la información específica sobre los lugares,
paisajes e información específica sobre los itinerarios. Quienes escribieron
acerca de Trujillo, salvo aquellos que nos visitaron, el resto lo hicieron
desde las ciudades costeras más civilizadas como Ampurias o Sagunto. Su perspectiva
y sus puntos de vista fueron parciales, pues no intentaron describir una
realidad diferente de la que conocían y a la que estaban ya habituados como una
forma de ampliar el conocimiento de las experiencias humanas, dentro de su gran
variedad. Por el contrario, presentaron un relato repleto de curiosidades para
sus lectores, despreocupándose muchas veces de su veracidad efectiva, y una
especie de guía práctica para los futuros políticos y administradores de estos
territorios.
Los primeros testimonios literarios que
hablan de Trujillo los encontramos en HIGINIO, agrimensor de tiempos de
Trajano, que habla de dos prefecturas dependientes de la colonia de Augusta
Emérita[15]: "In Emeritensium finibus aliquae sunt
praefecturae, quarum decimant seque in orientem diriguntur, Kardines in
meridianum: sed in praefecturis Mullicensis et Turgaliensis regionis decimani
habent actus XX, Kardines actus XL"[16].
Datos del mayor interés para
comprender la gran extensión del territorio de la colonia. Estas grandes
superficies de 400 iugera (100 hectáreas) se asignarían a las familias
para que fueran divididas proporcionalmente entre sus miembros. El territorio
emeritense se podía haber extendido por el norte hasta el campo norbense, como
demuestra la ausencia de epígrafes de la tribu Papiria en estos lugares, que
fueron rabasados tanto a la izquierda como a derecha por la zona de Ammaia
(Alburquerque) por un lado y por la de Turgalium (Trujillo) por otro. Por el
este, consideramos la zona de Valdecaballeros como límite entre las tres
provincias y, del territorio emeritense. En el límite sur consideramos a
Montemolín como enclave emeritense en tierra bética, pues el lugar está rodeado
de municipios que pertenecieron a conventus de esta provincia.
Por otro lado, en el siglo VI el Ravennatis
Anonymi Cosmographia, más conocido por el Anónimo de Rávena[17] compuesto por
cinco libros, nos facilita el conocimiento de ciudades y núcleos de población
de esa época, cita a Turcalion (Trujillo) como una mansio,
situada a la vía romana a la que en el siglo III el Itinerario de Antonino
denomina ab Emerita Caesaraugustam, como vía desde Mérida
hacia Zaragoza, a través de Toledo, como punto anterior a Augustóbriga[18].
Dato interesante porque denota la continuidad
funcional más o menos urbana de Trujillo o como cabecera de
comarca. Los códices que nos han llegado
hasta nosotros son de los siglos VII y XII, variando frecuentemente entre sí.
Cambios que se deben a que los copistas transcribieron y multiplicaron los
errores anteriores. Otro de los
documentos importantes que nos ha legado la antigüedad clásica sobre la red
viaria como es la llamada Tabula Peutingeriana o mapa mundi de
CASTURIUS, ya que constituye el mapa antiguo más preciso sobre comunicaciones y
es la única copia que queda del documento original del siglo III, que puede
fecharse en el siglo XII[19].
Los datos sobre los caminos españoles del
Itinerario de Antonino, auxiliados y completados por la información que
pueda recogerse de CAYO PLINIO y de CLAUDIO PTOLOMEO, forman una de las fuentes
mejores para obtener el conocimiento geográfico de los antiguos pueblos
españoles. Como ya hemos referido, Plinio quiso escribir la Historia Natural
de todo el orbe, compuesta por 37 libros[20],
leyendo previamente todo cuanto se había escrito sobre el tema. Muy famosa ha
sido también la Geographike Uphegenesis del astrónomo y geógrafo griego
Ptolomeo (100‑170 d. C.) en la que describe en ocho tomos las tierras conocidas
hasta entonces en el mundo occidental[21]. No
obstante, hemos de advertir que contenía la latitud razonablemente exacta de
unos cinco mil lugares, mientras que las longitudes era considerablemente
erróneas debido a que Ptolomeo suponía que la longitud de un grado en el
Ecuador era de 500 estadios en vez de los 604 que le corresponden. Con el
descubrimiento de América quedó patente el error.
La calzada Emerita a Cesar augusta
constituye el lazo de unión entre Emerita y Caesaraugusta con un centro de
comunicaciones en Titulcia. Su trazado está integrado por dos tramos, el
primero de los cuales iba desde la capital de Lusitania a Titulcia y del mismo,
por la importancia estratégica de
Trujillo, sólo analizaré su recorrido por Extremadura. La calzada constituía la
prolongación del decumanus maximus y desde Augusta Emérita tenía salida y trazado común hasta San Pedro
de Mérida. Desde este punto la calzada continúa durante unos kilómetros
paralela a la carretera vieja, hasta llegar al río Búrdalo, en cuyo puente conecta y se confunde con la carretera
Nacional Madrid‑Lisboa[22].
Continúa por las fincas La Asperilla
y La Conquista y por la dehesa Cuadradillo, y sirve de límite de
término entre Santa Amalia y el pueblo anterior para alcanzar la Venta de la
Guía en cuyo espacio se ubica la mansio Lacipea, para pasar
inmediatamente al espacio de Miajadas en donde la calzada se confunde con la
carretera y se pierde su rastro en la finca Los Canchales. El recorrido
por el término municipal de Miajadas se continua por las dehesas Alcantarilla,
Dehesilla y Fuente de la Zarza, penetrando en Escurial por la
finca Cancho y durante su trayecto por este término municipal continúa
confundida con la N‑V.
Después de Escurial continúa por
Villamesías, entre las dehesas de Egido Matorral, Pedro Gómez, Salmoral,
Rodriga, Osarios, Lagunilla, Zorro y El Santo para pasar el espacio
del Puerto de Santa Cruz en donde se ubica la mansio Leuciana, que
identificamos con el importante yacimiento arqueológico de los Villarejos[23].
Después del Puerto de Santa Cruz
continuaría por Santa Cruz de la Sierra a través de las fincas La Magasquilla
y Los Labrabos, entrando en el término municipal de Trujillo por Los
Quintos de San Pedro y Aguas Viejas hasta el casco urbano de
Trujillo donde se ubicaba Turcalion[24].
Desde Trujillo, la antigua calzada
atravesaría el término municipal de Trujillo, las localidades de Torrecillas de
la Tiesa y Jaraicejo, después de salvar el Almonte y en cuyo espacio podría
ubicarse Lomundo[25]. Desde Jaraicejo iría
hacia Casas de Miravete hasta Almaraz. Salvando el obstáculo del Tajo por el
puente de Almaraz, en otro tiempo denominado Albalat, dirigiéndose
finalmente por Navalmoral de la Mata a la Calzada de Oropesa y donde el
trayecto entre ambos pueblos partiría un ramal que conduciría hasta
Augustóbriga, finalizando la vía su recorrido por Extremadura[26].
Pero, por Trujillo pasaba otra vía que se
relacionaba con el Iter ab Metellinum Norba Caesarina[27], y que constituye
una de las calzadas romanas más antiguas de Extremadura y aprovecha en parte el
trazado de un camino natural. Todos los indicios apuntan a que haría su salida
de Metellinum a través de su puente romano sobre el Guadiana. Desde este
punto su recorrido con una dirección S‑N se identifica con el Camino de la
Plata, que después de atravesar los términos municipales de Medellín y
Santa Amalia se dirigen a Miajadas en cuyo espacio atraviesa la dehesa de Los
Canchales, en la que se han localizado importantes restos romanos. Desde
aquí continúa hasta los términos municipales de Montánchez y Valdemorales,
pasando antes por las fincas Las Mezquitas, Corchuelo y Vallehondo,
rodeando la ladera Norte de la sierra del Saltillo y continua por las dehesas
de La Tocona, Casajato, Los Palos, La Dehesa y Quebrada. Salva la
Sierra de Montánchez por el puerto del Jabalí y se dirige hacia el pueblo de
Torre de Santa María, Vadefuentes y la finca La Torrecilla, para después
salvar el Salor por el denominado "Puente Nuevo" y continuar
por el espacio de Torremocha por la finca El Castellar y volver a cruzar
el río por las inmediaciones y al sur del casco urbano. Existe una desviación
de este camino hacia Trujillo, desde Montánchez, para conectar después con
Salvatierra de Santiago. Desde aquí de prolonga, durante otro trayecto,
penetrando en Ruanes, cuyo casco urbano atraviesa, dejando constancia de ello
en su calle principal que significativamente se denomina "Calle de la
Roa" o también coloquialmente "Calle Empedrada".
Después
del término municipal de Ruanes, penetra esporádicamente en pertenencias de
Trujillo por la dehesa de Piedra Hitilla y se adentra en el espacio de
La Cumbre entre las fincas de El Campillejo y Roa, sirve de
límite a los pueblos de Santa Ana y La Cumbre, y penetra definitivamente en
Trujillo con las dehesas de La Magascona y Solanilla[28].
Es muy probable que existiera otra vía de
comunicación secundaria por la importancia de los puntos a unir entre Norba
(Cáceres) y Turgalium (Trujillo). Y como fiel testimonio de la misma es la
existencia de dos puentes romanos sobre los ríos Tamuja y Gibranzo.
La ciudad de Trujillo se constituyó por
su posición geográfica en un nudo de comunicaciones de cierta importancia. De
esto es testimonio, por una parte, que por ella pasasen el Alio Itinere ab
Emerita Caesareaugustam y derivación de la Metellinum‑Norba, por otra, una
serie de factores toponímicos y arqueológicos que nos ponen de relieve la
entrada o salida de Turgalium
de una serie de vías en varias direcciones.
A este respecto señalar la presencia de
un topónimo tan altamente significativo como la "Aldehuela de la
Calzada" y la existencia de un miliario anepigráfico a cinco km. al
Sur de Trujillo, formando parte de la Cañada Real de Ganados que atraviesa los
espacios de Trujillo, Santa Cruz de la Sierra, Abertura, Escurial y El Campo,
en cuyos límites, y concretamente en la dehesa de Los Palacios, se
produce la unión de varios cordeles con la Cañada Real. No cabe la menor duda que esta Cañada Real
debió ser heredada de una primitiva vía de comunicación entre Medellín y
Trujillo y de la que deben ser testimonios válidos la vereda de la Plata y
el miliario anepigráfico en las
inmediaciones del puente sobre el Magasca y, finalmente, la "Aldehuela
de la Calzada".
También con arranque o salida en
Trujillo debió existir otra vía, que ponemos de manifiesto por la existencia de
un puente romano sobre el Magasca en las inmediaciones de la carretera de
Trujillo a Zorita y el hecho de que en tiempos pasados el pueblo de Herguijuela
recibiese la denominación de Herguijuela de la Calzada.
Las distintas cuestiones sobre
comunicaciones de época romana han contado siempre con un gran número de
investigadores a lo largo de una tradición ya centenaria, éstos han proliferado
mucho más desde finales del siglo XIX y a lo largo del XX, como podremos
estudiar en los diferentes capítulos de esta obra.
Pero las investigaciones realizadas en
esta última etapa ‑salvo excepciones‑ adolecen de una cierta parcialidad, con
lo que se ha perdido la ventaja de una visión de conjunto. Por otra parte, en
algunas ocasiones han sido suscitados por un criterio patriotista local que
trataba de reivindicar para la patria chica el honor de una antigüedad
venerable. En otros casos, el largo magistrado de una autoridad indiscutible ha
llegado a dar por buenas interpretaciones que hoy nos parecen insostenibles o
cuanto menos problemáticas.
A pesar de ello, la labor de algunos
estudiosos ha sido meritoria, pues también se convirtieron en viajeros y han
tratado de concretar sobre artículos, planos y fotografías el resultado de sus
impresiones, sus descubrimientos, y los datos que consiguieron reunir pueden
considerarse como la última palabra. Hemos de tener presente que el análisis
del trazado de las vías romanas en Extremadura, como en cualquier otro espacio
no, sólo ha de tener en cuenta la investigación de las fuentes históricas, sino
también otras más actuales.
En definitiva, con el aprovechamiento de
todas estas fuentes documentales, tenemos el material primario que es necesario
interpretar y verificar en el terreno práctico.
Relatan las crónicas antiguas que al
fundarse alguna nueva ciudad, ésta se adscribía a una de las tribus antiguas de
Roma. Tal caso sucedió con Mérida que fue adscrita a la tribu Papiria o Norba a
la Sergia[29]. Siguiendo este
planteamiento la franja territorial que desde Mérida se dirigía hasta
Turgalium, y por el conocimiento de inscripciones con miembros de la tribu
Papiria, nos están hablando de gentes emeritenses o dependientes de dicha
ciudad.
Los
visigodos aceptaron en gran parte la estructura romana, pero a medida que iba
cambiando el sistema y desaparecía la organización municipal, se daba paso a la
creación de "provincias-ducados", dentro de las que estaban los
condados. Al mismo tiempo que se iban formando las provincias eclesiásticas.
Mérida fue un ducado y en su capital residió un duque[30]. La
provincia eclesiástica a la que perteneció Mérida fue la Lusitania y comprendía
trece obispados. En Trujillo existen los restos de una basílica visigoda tras
muros de la Puerta de Coria.
Tras la dominación musulmana y una vez
llegado el siglo X, cuando toda la región fue nuevamente una cora
dependiente del poder central, encontramos que la cora estaba compuesta
por varias ciudades esenciales como Trujillo, Badajoz o Coria, que a su vez
poseían su respectiva jurisdicción, de forma muy parecida a las épocas romana y
visigoda.
Realmente las fuentes árabes existentes
sobre Trujillo son abundantes. Sabemos que en el año 881 hay una incursión de
Alfonso III contra los Nafza, que ocupaban la zona, y que en el 317 de la
hegira/929-30 de C. se nombra gobernador militar de Trujillo a Ahmad Ibn Sakan[31]. Con
el estudio de todas las alusiones que hay sobre Trujillo en fuentes medievales,
los datos históricos avalan una fecha de construcción del castillo de Trujillo
en los años finales del siglo IX, merced también a la existencia de varias
lápidas funerarias existentes en la ciudad. Estas referencias históricas sobre
Trujillo unidas al esquema netamente oriental de la planta del edificio
principal árabe en nuestra ciudad (típico de los castillos omeyas), a un
aparejo similar al oriental y al del Conventual emeritense -la fortificación
islámica más antigua fechada en España, en el año 835 d. C.-, todo ello, aunado
con el esquema elemental de las puertas de acceso (de proporciones de primera
época), permiten fechar este castillo a finales del siglo IX en el caso de que
sea posterior al modelo emeritense.
La Crónica Anónima es las más
antigua crónica hispanoárabe conservada, abarca los dieciocho primeros años del
gobierno de Àb-al-Rahman III, o sea desde el año 912 a 929, que corresponden a
la pacificación de las coras y la restauración de al-Andalus. El manuscrito nos
refiere lo siguiente sobre Trujillo: "Ahmad Ibn Sakan, gobernador de
la ciudad de Taryala"[32]. Molina considera que la Crónica
es un resumen del Muqtabis[33]. La obra no
menciona a ningún autor, ni ofrece fecha de ejecución, aunque podíamos fecharla
en el siglo X, e incluso el prof. García Gómez nos facilita la posible autoría
del manuscrito en Abu Bakr AL-HASAN Ibn Muhammad Ibn Mufarrity al-Ma`afiri,
conocido como al-Qubbasi[34].
El cordobés IBN HAYYAN (987-1076), está
considerado como el mayor historiador de la Edad Media hispánica, de él nos ha
llegado en fragmentos la obra citada al-Muqtabis que recoge la historia
anterior a su época. En el 288/901, murió al-Mahdi Ibn al-Qitt, de la tribu de
Qurays, en Nafza. Este personaje se relacionó con nuestra zona, como se observa
en el relato que Ibn Hayyan toma de Ibn Ahmad[35],
quien dice haberlo tomado de puño y letra del califa al-Hakam al-Mustansir
bi-l-Lab: " Ibn
al-Qitt envió sus emisarios y cartas que entraron en Trujillo, Mérida y Toledo
y otros lugares de la frontera, en los que se aprestaron a seguir su causa y a
formar un gran ejército con el que atacó Zamora..."[36].
Todos los años hay sustitución de gobernadores, "...en el año 319/931 fue gobernador de Trujillo BAra`bn
Muqatil"[37]. Tiene un gran valor pues nos transmite una
historia fiable por la buena selección que hizo de sus fuentes como son las dos
al-Razi, Arib bn Sa`d, Aslam b. `Abd al-Aziz, Muhammad al-Warraq, Ibn
al-Yazzar, Faray b. Sallam, etc.[38].
El códice arábigo que se titula Libro
que contiene cosas curiosas acerca de las excelencias de la gente de almagrib,
es obra del cronista ABEN-ZAID, que vivió en tiempos del rey Fernando III, y
nos refiere una noticia curiosa pues ya cita a uno de los primeros poetas de la
historia que nació en Trujillo en el siglo XI y destacó en la corte de Badajoz,
reinando en ella Abu-Beer Mohamed, que sucedió a su padre el 30 de diciembre de
1045: "Trujillo es una de las
ciudades notables del norte. De ella era Abu-Mohamed Abdala, hijo de Albolón,
uno de los poetas de Almotafir Abenalaftás, rey de Badajoz". Este es el rey que tomó el pomposo título de Motafir
(el victorioso por Alá) y se hizo célebre por su enemistad con el rey de
Sevilla Motahid, y por su mucha erudición, prudencia y fortaleza de ánimo,
según escriben de él Alkabit y Aben-Kaldún, por quienes sabemos también que
escribió una obra histórica de cincuenta tomos[39].
Encontramos referencias a Trujillo
en Abu-Abd-Alla Mohamed AL-EDRISI[40], de
la familia de los Hamuditas, que habían tenido la soberanía de Málaga hasta la
muerte de su bisabuelo Idris II (año 1055),
que fue un geógrafo árabe cuya obra fue famosa en todo el mundo
musulmán. Entró al servicio del rey cristiano Rogerio II de Sicilia, para
auxiliarle en sus investigaciones geográficas e hizo su panegírico[41]. Murió en la segunda mitad del siglo XII[42].
Europa conoció la obra del árabe por un
breve compendio que de ella se hizo y se publicó en Roma, en 1592, en la
imprenta de los Médicis[43]. En
España, EDUARDO SAAVEDRA amplió y corrigió las versiones de la obra del Edrisi
en una serie de artículos insertos en el Boletín de la Sociedad Geográfica de
Madrid[44],
publicados posteriormente en un volumen aparte, con el título de La
Geografía del Edrisi[45].
La descripción que hace El-Edrisi de
Trujillo es la siguiente: "De
Medellín a Taryalah (Trujillo), dos jornadas cortas. Esta última villa es grande y parece una
fortaleza. Sus muros están sólidamente construidos y hay bazares bien
provistos. Sus habitantes, tanto jinetes como infantes, hacen continuas
incursiones en el país de los cristianos. Ordinariamente viven del merodeo y se
valen de ardides"[46]. Las
referencias que nos ofrece de la ciudad revelan que era una de las principales
de Extremadura en la época de los almohades; y la importancia estratégica de
ella, dimana de que en aquel tiempo los árabes y los cristianos invadían a
diario el campo enemigo para robar, talar y destruir, por lo cual los lugares
pequeños estaban indefensos y sus moradores se concentraban en las poblaciones
fortificadas. Esta misma manera de vivir que tenían los árabes en Trujillo,
entregados al merodeo y las excursiones y adiestrados en ardides, sorpresas y
asaltos, la tenían también los cristianos de la frontera leonesa. La
conservación de las poblaciones conquistadas era muy difícil, por tenerse que guerrear
a diario con los árabes. Los moradores estaban interesados en la defensa de la
población; pero como el temor a que el enemigo atacase los campos y la
necesidad de estar siempre apelando a las armas hacían imposible el cultivo
agrícola, la propiedad comunal del suelo era la que preponderaba y con ella la
riqueza pecuaria, que se manifestaba en las vacadas concejiles y la ganadería
en común. Por tanto, el bandolerismo tenía su mejor baluarte en la frontera.
El historiador y geógrafo del siglo XII
Muhammad Ibn Ayyûb Inb GALIB AL-GARNATI, que vivió en Granada, donde estuvo al
servicio de su gobernador, en su obra Farhat al-anfus fi ajbar al-Andalus (Alegría
de las almas, acerca de la Historia de al-Andalus), nos refiere: "A la cora de Mérida pertenece Taryalah (Trujillo), que dista de Córdoba seis jornadas"[47]. En la Crónica
anónima Dikr Bilad al-Andalus, editada y traducida por L.
Molina, nos refiere también que Mérida dominaba numerosas ciudades y amplios
distritos, entre los que se encontraban las ciudades de Trujillo, Zamora, León,
Tudela, Tarazona y Fuente de Cantos[48].
El escritor árabe oriental Abu ´Abd Allah
Yaqut Ibn ´Abd Allah AL-HAMAWI, nacido en el año 1179 en Hama, fue esclavo de
niño y fue llevado a Bagdad en donde ejerció el oficio de comerciante, murió en
el año 1229, recoge la forma Turyila para referirse al topónimo
"Trujillo": "
Turyila es una madina en al-Andalus del `amal de Mérida, entre ella y Córdoba
hay seis días a oriente y seis días entre ella y Zamora en el país de los cristianos.
Conquistada en 1165"[49]. Se
refiere a la conquista cristiana de Trujillo el 15 de abril de 1165 por
Geraldo Sempavor. En el año 1169 Geraldo cae prisionero y para su
rescate tiene que entregar Trujillo, Montánchez, Santa Cruz y Monfragüe a
Rodríguez de Castro, autor del convenio con los árabes, a quien llaman Señor
de Trujillo, y que se constituyó en un señorío venido después a manos
castellanas. Por su parte, el cronista Ben-Sahibis-Salat contemporáneo de estos
sucesos, nos refiere muy sumariamente: "En Yumada segundo de la hegira 560 fue sorprendida la ciudad de
Truxillo, y en Diskada, la notable villa de Jeburak. También la población de
Cazeres en Safar de 561, y el castillo de Muntajesh en Yumada y los fuertes de
Severina y Felmanuyyah"[50]. La fecha de la toma
de Trujillo es clara pues comenzando la hegira 560 el 18 de noviembre del año
1164, la luna de Yumada 1º tuvo que comenzar antes de mediar el mes de abril
del año 1165, y si la ciudad fue ganada por sorpresa no hubo necesidad de
emplear en ella una semana. Aunque el cronista árabe refiere tan sumariamente
estas conquistas, no ha de entenderse que Ebora fue ganada por el mismo rey que
tomó a Trujillo, Cáceres y Montánchez, pues consta por el Cronicón
lusitano, llamado también Crónica de los godos, que la toma de Ebora
fue empresa exclusiva de Gerardo[51].
ABD AL-MALIK b. Muhammad b. Ibn Sahib
al-Sala, natural de Beja, nos informa en su obra al-Mann bi-l-imama
àlá-l-mustad`afin bi-an ya`alhum Allah al-a imma wa-ya`alahum al-waritin (El
don del imamato para los que no merecieron que Dios los colocase como imames y
los puso como como sus herederos y la aparición del iman al-Mahdi de los
Almohades), de la que solo se ha conservado el segundo volumen (1159-1173)[52], lo
siguiente: " En el año 563/17
de octubre de 1167 a 4 de octubre de 1168, el jefe cristiano Fernando (se
refiere a Fernando II), señor de
Taryala (Trujillo),
célebre entre los cristianos por su linaje y valor, pariente por afinidad de
Alfonso, el rey pequeño, señor de Toledo, llegó a Sevilla en el mes de ramadám
del citado año/10 de junio a 9 de julio 1168, él y sus hermanos, con el deseo
de hacerse servidor del Amir al-Mu`minin, después de abandonar la compañía de
los infieles. Los almohades de Sevilla pidieron permiso a su majestad el Amir
al-Mu`minin en marrakus, y se le permitió que llegase allí con sus acompañantes
y hermanos que venían con él, y permaneció en la capital excelsa cinco meses
bajo las banderas del poder excelso, favores y donativos considerables y
provisiones garantizadas. Se ablandó su corazón con los grandes regalos, hasta
que casi se islamizó y prometió a Dios ser fiel consejero del poder con el
mejor servicio, y se sometió y garantizó que no raziaría el país de los
almohades y que sería para ellos un sostén y aliado de los musulmanes. Se
marchó bajo estos bienes y esta reconciliación completa de él con seguridad,
mandando el poder supremo darle donativos a él y a sus hermanos y compañeros
unidos a los almohades, todos los meses, como se hizo"[53]. Este cronista
también nos explica la traición de Giraldo a la ciudad de Trujillo en el mes de
yumada al-tani del año 560/15 de abril al 13 de mayo de 1165[54]. El 15 de abril de 1165 tiene lugar la toma de
Trujillo por Geraldo Sempavor. Geraldo caerá prisionero en 1168 y
para su rescate tiene que entregar Trujillo, Montánchez, Santa Cruz y Monfragüe
a Rodríguez de Castro, autor del convenio con los árabes, a quien llaman Señor
de Trujillo, y que se constituyó en un señorío venido después a manos
castellanas. También encontramos referencias acerca de estos acontecimientos
históricos en la obra Kitab al-ibar del gran sociólogo, filósofo e historiador de
Túnez IBN JALDUN, que fue una de las más fuertes personalidades de la cultura
árabo-musulmana en su ocaso[55].
Abul-l-Abbas Ahmab b. Muhammad b. IDARI
AL-MARRAKUSI, historiador magrebí del que solamente conocemos que vivió en la
segunda mitad del siglo XIII, nos refiere lo siguiente en su obra Bayan al-mugrib fi ijtisar ajbar muluk al-Andalus
wa-l-Magrib: "En el año
178 (de la hegira)/ 794 entran en Trujillo los beréberes que
huyeron de Takurunna"[56]. También, nos relata
la traición de Geraldo para apoderarse de las ciudades, y como ayudó a Ibn
al-Rink contra los musulmanes: "Traicionó Giraldo en su primera traición,
la ciudad de Trujillo en el año 560/1165, luego la de Evora en du-l-qa`da de
ese año y se la vendió a los cristianos; luego traicionó la de Cáceres en safar
del año 561/diciembre-enero de 1166".[57]
El 14 de junio de 1196 al-Mansur se
dirigió hacia norte, desde Sevilla, avanzando en dirección al castillo de
Montánchez con un gran contingente de andaluces, pues era una de las fortalezas
de mayor elevación, renombrada por su situación estratégica. La rodeó e inició
el ataque. El día 16 de junio los habitantes del castillo se acogieron a la
sumisión, colgándose a la cuerda del Iman. Fue también evacuada la ciudad de
Trujillo -tal y como nos cuenta Idari al-Marrakusi- "sin
asedio, y sopló el viento de la victoria por aquellos distritos y aquellas
regiones...Se renovó en estos castillos la invocación al Islam"[58].
AL-HIMYARI, escritor norteafricano del siglo XIII nos habla en su obra Kitab
al-rawd al-mi´tar fi jabar al-aqtar de"Taryaluh (Trujillo) ciudad de al-Andalus, es un hisn inexpugnable, tiene murallas y mercados
activos. Sus caballeros e infantes pasan su vida emprendiendo correrías contra
el país de los cristianos, y se dedican a ejercer el bandolerismo y el fraude.
En el año 630 de la hegira/ 1232-1233, vinieron los cristianos y la sitiaron.
Salió hacia ellos Muhammad bn Yûsuf bn Hûd buscando una ocasión para atacarles
por sorpresa, pero no le fue posible y partió a Sevilla. Hizo etapas hacia
Taryaluh, pero le llegó la noticia de la toma de esta ciudad por los cristianos
y volvió a Sevilla. Cayó Taryaluh en poder de los cristianos en rabi al-awwal
de este año/diciembre 1232- enero 1233" [59].
Las dos crónicas que, desde AMBROSIO de MORALES que fue el descubridor y
primer copista de ellas[60],
llamamos Anales Toledanos[61], son una fuente histórica muy utilizada
por los historiadores, aunque su redacción es algo tardía (comienzos del siglo
XIII). Es una fuente muy conocida por su inclusión en la España Sagrada
del P. Flórez, y con notables excepciones de Gómez Moreno (Anales
Castellanos, R. Academia de la Historia, 1917), Julio González (Repoblación
de Castilla la Nueva, 1975), Recuero Astray (Alfonso VII, Emperador,
1979) y Terrón Albarrán (El Solar de los Aftásidas,1971 y, Extremadura
musulmana, 1971) no es frecuente que se utilicen como fuente algunas de las
331 noticias contenidas en ellos. Y esto a pesar de que hay sucesos que sólo se
contienen en ellos y se recogen más exactitud que en otras crónicas medievales[62]
y que seguidamente citaremos.
La conquista de Trujillo por los
cristianos coincide con un momento de crisis y descomposición de los reinos
árabes del Al-Andalus. Así, el rey de Castilla, Alfonso VIII, después de
conquistar el lugar de Ambroz y fundar allí la ciudad de Plasencia, entró en
Trujillo el año 1186. Intentando atraer a las Ordenes Militares para asegurarse
la plaza y la frontera, concedió la mitad de los diezmos de la ciudad y su
tierra a la Orden de Santiago.
En el mes de abril de 1186, la ciudad de
Plasencia era un enclave importante para las empresas ulteriores del rey
Alfonso VIII, y se hallaba en esa fecha en Trujillo, lo que prueba que la había
conquistado a los árabes, estando allí el monarca castellano otorgó privilegio
a la Orden de Santiago, cuyo Maestre era entonces Fr. Fernando Díaz, por el
cual "le hizo
donación de la mitad de los diezmos pertenecientes a la Corona en todas las
rentas de Trugello, tanto de la agricultura como de las demás materias
contributivas, y de la mitad de las tercias de las iglesias de Trugello y sus
términos, que se poblaron desde Tajo hasta Guadiana, y la mitad de los derechos
que corresponden al Obispo". En la data del documento se lee: "Facta carta apud Trugellum, Era
MCCXXIIII et XI kalen, Madri"[63]. Por tanto, entre las crónicas cristianas que
citan a Trujillo tenemos el Bullarium ordinis militiae de Alcántara ,
que la denomina como "la villa
de Trugello" y de
forma adjetivada "truxillensi"[64], el Bullarium
equestres ordinis sancti Iacobi de Spatha, la refiere como "Trugellum"[65].
No puede negarse en esta donación el
deseo que tenía el rey Alfonso de atraer a la Orden de Santiago hacia la
comarca de Trujillo, a fin de que la repoblase y defendiese de las correrías de
los árabes. Pero, todavía a otra orden, la de San Julián del Pereiro, la
estimuló a establecerse en Trujillo y fundar allí una casa para cuyo
sostenimiento la hizo donación de la villa de Ronda, sita en la comarca de
Toledo. En el documento se llama a don Gómez "Maestre Truxillense"[66]. En
la bula de Clemente III por la cual se erigió el Obispado de Plasencia[67], se
dice que la nueva diócesis ha de abarcar, conforme a lo solicitado por el rey
de Castilla, todos los lugares concedidos a la nueva ciudad y los que se han
agregado, de Trujillo, Medellín, Santa Cruz y Montfragüe, con todos sus
términos y pertenencias[68].
En el año 1195, y continuando con esta
política, el monarca donó a la de San Julián de Pereiro, además de otras, la
villa y castillo de Trujillo.
En marzo de 1195, el mismo Alfonso VIII,
continuando con su interés de atraer a las Ordenes Militares a la frontera, con
objeto de defenderla contra los árabes, hizo donación "al convento de los freires de Truxello
y a su Maestre Don Gómez, de la villa y castillo que llaman Turgello, la villa
y castillo que llaman Albalat, situado en la rivera del Tajo, y el castillo que
llaman Santa Cruz cerca de Trugello y situado en el Monte Arduo, y otros dos
castillos, de los cuales el uno se llama Cabañas y el otro Zuferola"[69].Para la fortificación
y perpetua subsistencia de estos lugares y castillos, les concede la pensión de
tres mil áureos anuales sobre la renta de la Greda de Magán, que habría de
pagarles el Almojarifazgo[70].
Sin embargo, los almohades, habiendo
vencido al rey castellano en la batalla de Alarcos -1196-, se dirigieron hacia
la frontera oeste, conquistando Montánchez, Santa Cruz, Trujillo y Plasencia.
En el año 1196, los reyes Alfonso VIII de Castilla y Sancho I de
Portugal estaban unidos contra una liga formada por Alfonso IX de León[71], Sancho VII de Navarra y el emir almohade
Yacub. Salió este de Sevilla por la vía de Mérida y tras tomar Santa Cruz,
Trujillo y Plasencia, marchó luego hacia la comarca de Talavera[72]. Por
tanto, volvió Trujillo de nuevo a caer en manos almohades, como también recogen
los Anales, produciéndose las consecuencias del profundo repliegue
cristiano y las numerosas conquistas extremeñas de los árabes. Esta conquista
nos la relata el cronista árabe Ibn Abi Zar Abul-l-Abbas AHMAD AL-FASI -del que
se sabe que murió en Fez en el año 1310)- en su obra Kitab al-anis al-mutrib
bi-rawd al-qirtas fi ajbar muluk al-magrib wa ta`rij madina Fas, conocida
como Rawd al-Qirtas: "En
el año 1196 se produce la toma de al-Balat y Trujillo"[73].
Con motivo de haber celebrado treguas el
rey de Castilla con el almohade, transcurrieron quince años sin que pensasen
los cristianos en proseguir la reconquista entre el Tajo y el Guadiana; pero ya
en el año 1211, el rey Alfonso VIII, que
deseaba romper las hostilidades y había procurado dar pretexto para ello
fundando en la frontera el castillo de Mora, estando con su hijo el infante Fernando en expedición, le ordenó que hiciese
una razia por Extremadura, y entonces fue cuando el infante recorrió las
comarcas de Trujillo y Montánchez, regresando a Toledo en el mes de agosto[74].
Estando sitiado por los almohades el
castillo de Salvatierra, junto al actual de Calatrava la Nueva, intentó Alfonso
atacar hacia el occidente de al-Andalus desde la sierra de San Vicente, para
que cesase el sitio acudiendo a socorrer las tierras extremeñas. Envió a su
hijo y heredero en "fonsado" hacia Trujillo y Montánchez, pero
el califa hizo caso omiso y Salvatierra siguió cercada, conquistándola al fin.
Y el infante tuvo que regresar sin conquistar nada. Tres meses después, el que
hubiera sido Fernando II de Castilla si hubiera vivido, fallecía en Madrid,
donde ya estaban su padre y el ejército ocupando su puesto sucesorio su hermano
menor Enrique I, que fallecería por accidente en 1217. Por ambos fallecimientos
resultó heredera doña Berenguela y, al morir Alfonso IX de León, heredó ambos
reinos el que sería apodado el Santo, Fernando III, hijo de este rey y
de su segunda esposa.
Cáceres fue conquistada el 23 de abril de
1229, al mes siguiente se hallaba
Alfonso IX en Galisteo, donde procuró aquietar a la Orden de Santiago,
que se creía con el derecho a poseer la villa de Cáceres por habérsela donado
en otro tiempo Fernando II, pero deseaba
don Alfonso que la población fuese de realengo, y a tal efecto la señaló un
vasto término y concedió fuero de población, y en trueque de los derechos
eventuales que aducía la Orden de Santiago, donó a esta las villas de Castrotoral
y Villafáfila, con 2000 maravedís, y así mismo le prometió que si algún día
lograba conquistar a Trujillo, Santa Cruz y Montánchez, le haría donación de
alguna de ellas[75].
Trujillo era un peligroso entrante
musulmán en la zona alta de Extremadura, especialmente para la vecina
Plasencia, aunque el Tajo sirviera de frontera. Ampliado ya el reino leonés con
Cáceres, Montánchez y Mérida, una expedición dirigida por el Maestre de
Calatrava Gonzalo Yáñez y el obispo de Plasencia don Adán, sitiaron a Trujillo,
con ayuda también de los santiaguistas y del Pereiro (después Alcántara).
Acudió en auxilio de los sitiados el rey de Murcia, intentando atacar por
sorpresa; no lo logró y volvió hacia Sevilla. Una segunda petición de los
cercados le hizo volver, pero en el camino supo de la rendición. El avance
fronterizo sería esta vez definitivo. Hemos de hacer un inciso para aclarar el
origen de la Orden de Alcántara, citada anteriormente.
Fueron los primeros fundadores de los Caballeros
de Alcántara dos caballeros salmantinos, don Suero Fernández Barrientos y
su hermano don Gómez, que consagraron su vida a la defensa de los cristianos en
la frontera del reino de León contra los moros de Extremadura, y construyeron
para este fin una gran fortaleza próxima a la ermita de San Julián del Pereiro,
cerca de Ciudad Rodrigo. Sucedía esto hacia 1156, según fray Angel Manrique en
los Annales Cistercienses[76].
Pocos años después, a ruegos de Suero Fernández, los caballeros que obedecían a
este primer maestre recibieron de Ordoño, obispo de Salamanca, una Regla
semejante a la de Calatrava, que fue confirmada en 1177 por el papa Alejandro
III. Llamábanse "Freires de San Julián del
Pereiro" cuando en 1211 conquistaron Trujillo, villa que les fue cedida
por Alfonso VIII, se denominaron Caballeros de Trujillo, pero el nombre
definitivo les vino de Alcántara, en la provincia de Cáceres cuando recibieron
de manos de los calatravos aquella plaza fuerte, lo cual aconteció siendo
maestre don Nuño Fernández, en 1213[77].
Hubo entonces un pacto entre ambas Ordenes militares de filiación cisterciense,
y los de Alcántara se sometieron para en adelante a la visita canónica del
maestre de Calatrava, lo cual no produjo sino disensiones y aun luchas
sangrientas. La cruz que llevaban sobre el manto blanco era la misma
flordelisada de Calatrava, pero de color verde[78].
Los Anales Toledanos (Segundos) citan
su reconquista el 25 de enero de 1232[79],
Trujillo es incorporado a la corona de Castilla por Fernando III[80]. Fue
después encomienda de la Orden de Alcántara. Además de éstos, entre las
crónicas cristianas que citan a Trujillo, destacando sobre todo el castillo
como esencial baluarte defensivo, tenemos la Primera Crónica General de
ALFONSO el Sabio[81].
El
Maestrescuela CORREA ROLDAN recoge el testimonio de los Anales
que tiene la ciudad de Toledo, que son de mucha autoridad, porque, según el
estilo de ellos, se escribían las cosas cuando pasaban. En el mismo sentido se
pronuncia JUAN de MARIANA. En memoria de este acontecimiento, y como acción de
gracias a la virgen, a la que se atribuyó el éxito de las tropas cristianas,
los trujillanos levantaron una ermita a
Nuestra Señora de la Victoria, a la que nombraron Patrona de la entonces Villa[82]. El
obispo de Plasencia según escribe Correa
y Roldán era don Domingo, el cual murió
a pocos días. De hecho, el último día de febrero de 1232 estaba ya vacante la
diócesis de Plasencia, según consta en un privilegio concedido por Fernando III
en esa fecha a la iglesia de Santiago, donde dice: "La iglesia de
Plasencia vaca". Algunos, sin embargo, afirman que falleció en
1231, apoyándose en el Obituario inédito de Toledo, por lo que en ese
caso no pudo participar en la conquista de las tierras trujillanas.
Trujillo fue entregado provisionalmente
a las Ordenes Militares, en 1234 Fernando III hizo a la villa de realengo,
quedando, por tanto, incorporado a la corona por el interés que tenía.
Superada
la Reconquista y para fomentar su repoblación, se otorgaron privilegios a los
caballeros participantes en las campañas militares, confirmándose el derecho
sobre sus propiedades con el Fuero otorgado por Alfonso X en 1256[83].
Por éste, Trujillo se convierte en una villa libre, vinculada a la Corona
definitivamente.
Desde
entonces se asentaron los primeros repobladores en Trujillo dando lugar a los
linajes más antiguos de la ciudad: Añascos, Altamirano, Bejarano, Chaves,
Orellana, Escobar, Pizarro, etc. Estos nobles que, además de sus
propiedades territoriales, ostentaron los oficios concejiles y el gobierno de
Trujillo, dominaron la vida ciudadana, y, además, a través del Fuero
mencionado anteriormente, obtuvieron el privilegio de no pechar al poseer "casas con gran población, además de
caballos y armas".
Hay en la historia interna de Extremadura
un período de intensa inquietud, de lucha fratricida, que llena varios años de
la segunda mitad del siglo XV, provocada por la rivalidad de Gómez de Solís y
Alonso de Monroy, disputándose el maestrazgo de la Orden de Alcántara. Es, por
tanto, un episodio ligado a la Historia mundial, y con encaje en el marco de
turbulencias que provoca el reinado lamentable de Enrique IV de Castilla. Son
trujillanos los que luchan por una dignidad extremeñísima[84].
Cuando la región forjadora de los grandes conquistadores aún no había lanzado a
sus paladines fuera de la región.
Los cronistas que escribieron sobre la
vida extremeña, los literatos que buscaron inspiración en sucesos del pasado,
con frecuencia suelen referir o cantar la guerra entre Solís y Monroy[85],
siendo importante la relación hecha por TETZEL
en Viajes por España[86] y el manuscrito del año 1543 de DIEGO de
HINOJOSA titulado Genealogía de los Hinojosa, en donde nos da
referida cuenta de la rivalidad entre ambas familias, "...en Trujillo, viejo e histórico
baluarte de levantisca nobleza, asentaron su solar los Hinojosa, en tiempos de
Alfonso XI. El propio rey trajo en su compañía, desde Toledo, al primero que
vino a esta villa extremeña, Alonso Alvarez de Hinojosa, al cual dejó allí como
alcalde de Alcázar y Justicia Mayor"[87]. Tantas grandezas
tenían los Hinojosa y tan reconocidos eran en el reino que en el interesante Memorial
de la calidad y servicios de la Casa de D. Álvaro Francisco de Ulloa que
compuso el erudito PEDRO de ULLOA GOLFIN -aunque aparece autorizado por el
cronista José Peciller como si fuese el autor- nos comenta lo siguiente: "Francisco de Hinojosa era un caballero
muy principal de Truxillo"[88], y del que se cantaba
en romances, anunciando los festejos nupciales por toda Extremadura: "Casa
una hermana el Maestre/ con un caballero joven,/ que en el solar de Trujillo/
Francisco de Hinojosa, es noble./ Van llegando caballeros,/ prevendados, ricos-homes,/
para rendir pleitesía/ que a tal señor corresponde”[89]. Por todo Trujillo
sonó una alegría bullanguera y deambulaba una heterogénea multitud endomingada.
Es una aportación útil a la historia
extremeña, en un interesante período de fin de época, cuando el medievo
ascético y feudal se encaminaba a desembocar en las luminosidades estéticas e
inquietantes del Renacimiento, cuando el impreciso concepto de lo estatal va
concretándose para ir desde la atomización de los pequeños Estados hacia las
grandes nacionalidades[90].
Quizá los hechos más significativos que
sucedieron hasta 1430, año en que Juan II otorgó el título de Ciudad a
la entonces villa -a instancias del Condestable de Castilla, Alvaro de Luna, primer Duque de Trujillo-,
fueron, por una parte, las rapiñas y asaltos de los Golfines, bandoleros que
después de obtener grandes riquezas se ennoblecieron, asentándose en la ciudad
de Cáceres; y, por otra, los bandos o facciones nobiliarias del reinado de
Pedro I el Cruel, banderías que no alcanzaron las cotas sangrientas de otras
ciudades castellanas.
Entra
en la escena política el Condestable don Álvaro de Luna, de su Crónica recogemos varios capítulos en
los que hace referencia a Trujillo y en concreto a su castillo: CAPITULO XXIV “ Como después que el Condestable se salió
de Aragón, e se juntó con su gente al real del Rey, el Rey entró en el reino de
Aragón, e entró por fuerca la villa Ariza, e fizo en aquel reyno de Aragón
muchos daños. Recogido el Condensable don Álvaro de Luna con la su gente a
huerta, al real Rey, como ya fuese sabido del daño e estrago que el Condestable
dexaba fecho, e del espanto que por aquel reyno avía puesto, e de los lugares
que por el Rey dexaba tomados, si fasta allí el Condestable era amado Rey, e
presciado de todos, de allí delante lo fué mucho más, e el su nombre de cada
día más engrandescido sonaba e se estendía por todas partes; maravillándose
todos del grand trabajo suyo en el fecho de la guerra, sin reposo ni descanso.
Ca quando parescía que algúnd poco reposaba, estonce afanaba su juicio pensando
que se fiziese; en tal manera, que jamás le fallescía trabajo, o del espíritu o
de la persona. Mas todo lo conportaba con generoso e grand coracón, por lo que
convenía al servicio de su Rey, e honrra de la su corona, e el bien público de
los sus reynos. Pues luego otro día, sin más reposo, que el Condestable se
juntó con el Rey, entró el Rey en el reyno de Aragón, sus batallas ordenadas,
de mucha e muy fermosa gente. Aquesto era ya en el mes de agosto, e entraron
con el Rey don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla e conde de Sanctistéban,
que llevaba la delantera; don Fadrique, almirante mayor de Castilla; don Lope de
Mendoca, arcobispo de Sanctiago; don Luys de Guzmán, maestre de Calatrava; don
Juan de Sotomayor, maestre de Alcántara; don Gutiérre Gómez de Toledo, obisto
de Palencia, don Juan, obispo de Osma, arcobispo que fué después de Toledo, que
era hermano del condestable don Álvaro de Luna; Pedro de Velasco, camarero
mayor del Rey; Pero de Estúñiga, justicia mayor del Rey; Pero Manrrique,
adelantado e notario mayor del regno de león; don Garci Fernández Manrrique,
conde de Castañeda; don Luys de la Cerda, conde de Medinaceli.
Mucho se acrescentó el temor e
espanto que los de la frontera de Aragón ovieron, quando sopieron la entrada
del Rey con tan grand hueste. E como avían quedado destruídos e espantados de
la entrada que el Condestable avía fecho, el temor e miedo que ovieron les fué
doblado, e fecho mucho mayor. E no sólo los de la frontera fueron espantados; pero todos los
del reyno de Aragón, e Valencia e Cataluña. A la qual entrada del Rey no se
fizo otra resistencia por los reyes de Aragón e Navarra, ni por los de sus
reynos, salvo despoblar los logares llanos, e alzarse las gentes con las
viandas en los castillos, e casas e logares fuertes, e fuir por los lugares
ásperos, e procurar de salvar las vidas por los montes e desiertos. El Rey assí
poderosamente entrado en Aragón, asentó su real sobre Ariza, que era un logar
en el reyno de Aragón, en la frontera, comunalmente fuerte, e bien cercado.
Avía en él un castillo muy fuerte por edificio, e mucho enmontado, donde
estaban fasta doscientos hombres de armas. Vista por ellos la hueste del Rey,
dexaron, la villa, e subiéronse al castilo, alguanos quedaron en la villa,
pensando que por ventura la podrían defender, esfocandose que quando quialesen
se podrían recoger e guarescer al castillo. El Rey llegando cerca del logar,
dió orden el su Condestable como su muchas partes luego fuese conbatido, en tal
manera, que los que avían quedado en la villa, desapararon el lugar, e
acogiéronse al castillo. E de la gente de la huesta del Rey e del Condestable
don Álvaro de Luna , que llegaron al conbate, entraron al lugar, e quemaron e
destruyeron las casas, e quanto dentro fallaron, e aportillaron los muros de la
villa por muchas partes. Algunos días de entrada e aportillada aquella villa de
Ariza, estovo el Rey ende con la hueste. Y esto fizo el Rey porque en aquel
lugar aavían fallado su rey de armas e haraute a los reyes de Aragón e Navarra,
quando por ellos los enviara desafiar, e aplazar batalla, certificandoles que
vernia a ge la dar, do quiera que los sus rey de armas e haraute los fallasen,
segund en la Historia del Rey se fallará más largo.
Pensaba el Rey que así por aquello, como por los reyes estar
a ocho leguas dende, en las cibdad de Calatayud, que por ventura vernían allí lo qual el Rey vido queno venían
los reyes, ni avía por los canpos gente alguna que fiziese resistencia otra,
salvo alcar las viandas , e bastecer las fortalezas, e defenderse en ellas,
mandó ayuntar al su Condestable don Álvaro de Luna e a los otros condes, e
perlados e maestres, e los otro grandes del su consejo, e desmandóles que le
dixeses qué les parescia que deviese fazer, si iría a do quier que estoviesen
los reyes de Aragón e Navarra, para les dar batalla o cercar donde los fallase,
o si entraría por otras partes en el reyno de Aragón, faziendo en él daño, o
poniendo sitio a algunas cibdades e villas. E después de muchas razones que
cada uno de los del su consejo respondieron al Rey, dixieron que les parescia
que por aquella vez el Rey debía dexar
el entrar más adelante en el reyno de Aragón, así para donde estaban los reyes
como para poner sitio a algunas dibdades o villas, e que debía poner sus
fronteros por todos los logares de la frontera del reyno de Aragón e Navarra, e
tornase en el su reyno, por sosegar e
remediar en algunas cosas que conplían mucho a su servicio, e se proveer para
continuar la guerra en el año primero.
E para esto el su Condestable don
Álvaro de Luna daba estar razones. La una, que la tierra por donde el Rey avía
de andar en el reyno de Aragón, a qualquiera parte que fuesse, era mucho
fragosa e montañosa, por donde apenas podría pasar gente de caballo, e no
fallarían viandas ninguanas, si non las llevasen de Castilla, porque la tierra
de suyo era pobre, y menguada dellas, mayormente que eran alcadas todas a las
fortalezas, nin estaba el Rey proveydo dellas de los reynos, por la mucha gente
que viniera que la gastara, epor se comencar la guerra mucho de rebanto, nin
tampoco se podía dellas proveer tan en breve como era menester, que non lo
padescía ya el tienpo. La otra, porque en aquella tierra avía muchas
fortalezas, de dónde se podía fazer
mucho daño en la hueste en los tienpos que no assentasen real. La otra, porque
era cierto que los reyes no se pornían en el canpo a esperarle en batalla, e
más que ternían manera cómo detoviese sobre ellos fasta que entrase el
invierno, quando no estobiese bien al Rey continuar su cerca, ni dexarla. La
otra, qu para se echar sobre alguna cibdad, o villa o fortaleza, no tenía el
Rey los ertrechos que eran necesarios, nin los podría aver en breve; e que
entrar por lo despoblado, más daño faría a sí que a los contrarios.
Demás destas razones que el
Condestable daba, dezían algunos otros que asaz bastaba al Rey por aquella vez
probeer a rmediar tan enporviso en lo que, en mucho días antes que a su noticia
viniese, en su grnd deservicio estaba
por la otra parte tratado. Pues el su Condestable con su poder e en su
nombre fiziera salir a los reyes de Aragón e Navarra, sin ninguna tardanca, de
los sus reynos de Castilla, e el Rey los enbiara después a desafiar e aplazar
batalla dentro de su reyno de Aragón, e entrara en él, e los esperaa en el
logar donde les enbiara a dezir con su rey de armas e haraute, el qual lugar
era aquel donde él a la sazón tenía asentado su real cerca de Ariza. E pues los
reyes estaban tan cerca de Ariza, e avía tantos días que los esperara, e sabía
que estaban en Calatayud, basteciéndose de cada día, que non conbenía más
esperarlos. E que él vuelto en su reyno, e probeyendo en los fechos que
conplían a su servicio, podría ordenar e mandar fazer todos los pertrechos que
eran necesarios, para más con tienpo e
mejor proveído puediesse entrar en el reyno de Aragón el año venidero.
El Rey, oído el consejo e las
razones que el su Condestable daba de ello, e los otros grandes de sus reynos
que ende estaban, óvolas por suficientes para la conclusión. E otro día después
desto así acordado, levantó su real de Ariza, e tornóse a medinaceli, por las
mesmas jornadas que fuera a Ariza. Allí ovo el
Rey nuevas que los ynfantes don Enrrique e don Pedro fazían guerra e mal
e daño, robando en la tierra de Truxillo. Ca después que el ynfante don
Enrrique se juntara con los reyes de Aragón e Navarra, e ellos se volvieran al
reyno de Aragón, él los aconpañara fasta el puerto de Castilla, e de allí se
volviera a Uclés, e levara la ynfanta doña Catalina su muger, e lapuesiera con
alguna gente en el castillo de Segura; e él se fuera e pasara a tierrra de
Truxillo, donde por otra parte su juntó con el ynfante don pedro su hermano, e
allí estaban por entonce faziendo grandes daños emales por aquella tierra e
comarca”.
CAPITULO XXV: “Como el Rey no fallaba quien dexase por capitanes conta la frontera de
Aragón, e como el Condestable le suplico por la capitanía de toda la fontera.
Venido el Rey en Castilla, e salido del reyno de Aragón, e con él el su
Considestable don Álvaro de Luna, e todos los otros grandes que dicho avemos, e
asentado con él su real cerca de Medianaceli, det´vose ende quatro o cinco
días, por dexar la frontera ordenada, e fornescida de capitanes e gentes,
contra los reynos de Aragón e Navarra. E bien se acordaban que debía que dar la
frontera bien de gente de armas, con grandes e buenos capitanes, pero no se ofrescia ninguano a quedar, porque
tenian trabajada su gene de la guerra, e fallabanla más presta para se volver a
sus casas, que no para quedar; que pues avían trabajado el verano, cobdiciaban
descansar el ynbierno. E después de mucho fablado en ello, e visto que ninguano
de aquellos grandes no salía nin se ofescia de quedar, el Condestable don
Álvaro de Luna fabló al Rey en esta guisa:
-Señor, si el mi serbicio en algúnd
tienpo vos vino en grado, e fué bien rescebido de vos, yo vos suplico que en
este caso lo sea agora, dándome a mi sólo el cargo de todas estas fronteras,
especialmente entre vuestro reynos e los de Aragón. E con el ayuda de Dios e
vuestra, e con los caballeros y escuderos de mi casa, yo entiendo de dar a vos, señor,
buena cuanta dello; ca como quiera que yo primero oviese venido a esta guerra
que los aquí son con vuestra señoría, e mi gente esté asaz cansada e trabajada,
pero mi corazón cierto no está cansado para vos servir en esto, y en todas las
otras cosas que a vuestro serbicio cunplan. E el Rey ge lo agradesció, e le
presció mucho la grand voluntad suya e buen corazón que el condestable sienpre
mostraba en lo que a su serbicio cunplía. E dixole que bien cierto era él que
lo faría así, mas que por dos cosas no cunplía de se hazer. La una, porque la
su gente era más consada e trabajada que ninguna que de toda la huesta, como
aquella que viniera primero a resistir la entrada de los reyes, e después avía
trabajado de continuo en las entradas que el Condestable avía fecho en los
reynos de Aragón, e jamás avían avido punto de reposo. E la otra más principal,
porque él quería tener continuadamente al Condestable cerca de sí, por los
buenos e leales consejor que sienpre en él fallaba, e porque lo amaba e
presciaba mucho. Pues vista por los grandes que con el Rey estaban ayuntados en
el su consejo la grand ynstancia con que
el Condestable suplicaba al Rey por el cargo de todas las fonteras, e la grand
voluntad e coracon que a servir al REy en aquel caso ofressció, a ellos se fizo
vergüenca de refusar alguna parte de aquel cargo. Ca las animosas palabras que
el Condestable avía dicho al Rey ante todos, fizo crescer los csorazones a
muchos de dellos, e despertó algunas voluntades a bien fazer, que fasta allí
con el trabajo de la guerra estaban resfriados.
Pues concluyóse allí que el Rey
dexase cierta gente de armas e ginetes, repartida por aquellas fronteras, e
encargada a ciertos caballeros que en ellas quedaron por capitanes. E de allí
vino el Rey a Peñafiel, con el su Condestable don Álvaro de Luna, e los otros
grandes que avemos dicho. E el castillo de peñadiel, que tenía Goncalo Gómez de
Zumel, segúnd diximos, le fué entregado, el qual el Rey mandó entregar al su
Condestable, porque él lo faría guardar segúnd convenía a su serbicio. E envió
a mandar a Mendoca, señor de Almacan, que
fiziese traer allí al duque de Arjona, que tenía preso en el castillo de
Almacan, para que el Condestable lo fiziese guardar en aquel castillo. El qual
allí traydo, el Condestable lo mandó entregar a Fernán Pérez de Illescas, que
lo toviesse e guardardasse bien allí por él”l.
CAPITULO XXVI: “Cómo
los ynfantes se fueron la vía de Alburquerque, e cómo el Condestable se
aderesco para yr poderosamente sobre ellos. Los ynfantes don Enrrique e don Pedro su hermano avíanse retraydo por
aquellos días con sus gentes a aquella parte de Trogillo e Montanches e Mérida,
e por auellas tierras del maestrazgo de Sanctiago; e de all{i fazían grandes
rosbos e daños e males en la tierra del Rey. E de cada día yba creciendo”.
CAPITULO XXVII: “Cómo
el Condestable fué sobre los ynfantes, e de los caballeros de la su casa que
con él fueron; e cómo los ynfantes no lo osaron esperar en Truxillo, e se
fueron a Alburquerque. En essta guisa acebtada por el Condestable la yda contra
los ynfantes, los pueso luego or obra; ca partió de la corte del Rey, e sacó
consigo muy fermosa gente. E fueron con el Condestable, por estonces, Alfonso
Tenorio, adelantado de Cacorla , e Diego de Ribera, adelantado del Andaluzia, e
don pero Niño, conde que fué después de buelna, e señor de Cigales, e don Juan
Ramírez de Guzmán, maestre que después se llamó de Calataba, e Juan de Silva,
criado del Considestable, el qual fué después alférez mayor del Rey , el señor
de la villa de Cifuentes, e Juan Carrillo, adelantado que fué después de
Cacorla, e pero Manuel de Lando, señor de Villagarcía, e otros muchos
caballeros mancebos e de grandes estados de la casa del Condestable, los quales
él mucho presciaba. Con esta gente que avemos dicho movió el condestable, la
via de trugillo; porque allí avía nuevas que los ynfantes estaban por entonces.
E como los ynfantes sopiesen de la su venida, avido sobre aquello su consejo,
acordaron de dexar bien proveída la villa e castillo de Trugillo, e pasar ellos
adelante, e no les esperar allí; e así lo fizieron. Ca dexado Trugillo a buen
recabdo, pasaron ellos a la villa del castillo de Alburquerque; así por ser más
fuerte, como por tener más cerca al reyno de Portugal, en el qual ellos tenían
esperanca a mucha confianca, sugúnd después paresció. E como el Condestable don
Álvaro de Luna llegase a la villa de
Trugillo, con los caballeros que avemos dicho e la gentge de su cassa e
capitanía, falló aquella villa ocupada e tomada por la gente ue el ynfante don
Enrrique en ella avía dexado. E algunos caballeros, así de la casa del ynfante
como de la villa, estaban apoderados della e del castillo.
E avía quedado puesto por el ynfante
por alcayde del castillo un bachiller, honbre bollicioso, menospreciador de los
mandamientos del Ry, grande de scuerpo, y nos de pequeño esfuerco, alborotador
del pueblo, e muy arrebatado en la fabla. Aqueste como supiesse de la venida
del Condestable, bastecióse muy bien en la villa e el castillo, e apercibióse
de armas e viandas, e honbres fieles a él, e reparóse de todas las cosas que
para luengo cerco se requieren, entendiendo que venía sobre él capitán
poderoso, e de grand esfuerco; e tal, que non se partiría de ligero de los que
comercase. Así que le era necesario estar apercebido e probeydo de todo,
entendiendo que el cerco sería luengo; e que estando bien bastecido de las
cosas, segúnd la mucha e buena gente que tenía, e el castillo asaz fuerte, que
lo podría bien defender del Condestable, e de su poder. Non acataba por
entonces este alcayde cómo la sabiduría del nuestro capitán e Condestable no
era menor que el su esfuerco e poder, e que muchas cosas se acaban por maña e
discreción, las quales por fuerca tarde se acabarian. Assí que este alcayde
bastecido estaba contra la fuerca e poder del nuestro capitán; mas contra la su
caballerosa sabiduría, como quiera que letrado, no se mostró tanto proveído”.
CAPITULO XXVIII: “Cómo
el Condestable tomó la villa de Trugillo; e scon grand destreza de
Caballeria,estando solo con el alcayde, se abraco con él, e lo truxo a tierra,
e así lo prendió e lo tovo fasta que fué socorrido. E cómo le fué entregado el
castillo.
El Condestable enbió luego sus
mensajeros al alcayde, demandando que quisiesse salir a fablar con él, a la
parte baxa del castillo, por una puerta que sale a la parte solano, fazia la
villa. El alcayde le respondió que la fabla seyendo tal que fuese serbicio de
su señor el ynfante, él la rescibiria; mas que non vernía a ella, salvo junto a
su castillo, por la otra parte que el castillo está más fuerte, e el ecuesto
muy alto, a las espaldas, do el castillo tiene un postigo. E el Condestable
quando aquello oyó, plógole; mas no le demostró en la respesta, que bien
entendió que si a lo llano oviera de abaxar el alcayde, que fuera forcado darle
arrehenes o seguriadad. E pues en lo alto cerca de su castillo, queria la
fabla, que el Condestable podría bien demandar los rehenes dél, e toda la otro
seguridad, antes que darle ninguna. pero el Condestable, con grand cordura e
sabiduría, comencó de mostrar temor e demandar seguridad.
E mandóle dezir or su respuesta que
ya él veya, sigúnd quien él era, si era razón que él se fuesse a meter a la
fabla con él junto a su castillo; e que para aquello, qué seguridad podria él
aver dél, para que pudiese bien sconfiarse de llegar a aquel lugar para la
fabla. E el alcayde le enbió por seguridad algunos hijos de los mejores de la
villa, que estabna allí con él, aque los toviesse en rehenes. El Condestable,
rescibidos los rehenes, e señalado el lugar donde avía de ser la fabla, junto
con el castillo fondón e la fortaleza, e señalado el día siguiente para venir a
ella, el nuestro capitán e Condestable mandó en secreto, aquella noche de
antes, poner fasta treynta honbres de armas en una hermita que por entonces
estaban a aquella parte donde avía de
ser la fabla, al pie de la cuesta del castillo; e non les dixo para qué les
mandaba estar allí salvo que estoviessen sin fazer de sí muestra nin ruydo,
hasta que él les mandase.
E otro día armóse el nuestro capitán
de unas hojas ligeras, e tales que se podían bien encubrir con la ropa que
llevaba vestida, e ciñose del espada, sin la qual e sin las espuelas nunca
estaba desde que se levantaba fasta que se acostaba, así el tienpo de gurerra
como en tienpo de paz. E pesábale mucho quando alguno de los suyos en algúnd
tienpo veya sin espada; e acostunbrada dezir, que de corazón cobarde e para
poco se levantaba non traher espada, e que el que lo fazía que lo dexaba o
pornon saberla menear orpor se escusar de pelear quando otro lo acometiesse non
trayéndola. E demandó el Condestable una mula, e cabalgó en ella; ca non quiso
ir a caballo por dar más seguridad de sí, nin quiso que otro lo aconpañasse,
salvo Juan de Silva, al qual él avía criado de pequeño en la su cassa. A éste
descubrió el Condestable lo que pensaba fazer, e lleblólo por su moco de
espuelas aquel día, vestsido como honbre de pie. En esta guisa cabalgó el
nuestro Condensable, e comencó a subir la cuesta contra el castillo; e salió el
alcayde del castillo, con una espada de dos manos en la mano, demostrando mucha
fiereza e valentía. E quando el Condestable fué subido a lo alto de la cuesta,
ya cerca de la fortaleza, apeóse de la mula en que yba, e entonces el alcayde
llegó a fazer reverencia al Condestable. Ca ¿quién sería aquel que,
contenplando la su grandeza del Condestable, la su grand pujanca, e la
excelencia de su sabiduría, la grand parte que sienpre ovo en el Rey e los sus
reynos, e los grandes fechos a tanta gloria suya acabados, e juntamente tantas
parte de virtud en una tan magnifica persona acatasse, que, aunque fuese
enemigo, no se le inclinase por
reverencia, e le fuesse omilde? Venido ante su notable presencia, pues, ynclinóse el alcayde por le
facer reverencia, e le besar la mano. E como quiera que non quedó por pensar
del Condestable un engaño que luego allí pudiera rescebir aquel alcayde, el
qual fuera assaz posible, e ligero de se
fazer, el Condestable no quiso usar dél allí. El qual era, que el Condestable
avía pensado de llevar un ramal de cáñamo con una lacada corrrediza so el
fondón del manto, e quando el alcayde de abraxasse a le bessar las manos, echárgele al cuello, e
tirar dél, e traerlo así por la cuesta, que era muy agra, fasta que lo truxiera
a los suyos, que tenia en la hermita. E como quiera que esto era más seguro,
por no ser tan honrrroso el Condestable lo desichó; y aun porque non quiso que
aquel que se le inclinaba por reverencia, recibiese captela nin engaño en la su
inclinación, e aun por ver primero qué fallaba en su fabla.
E por aqueso el Condestable, después
que se ovo levantado, le comenzó a dezir que entregase aquella villa e castillo
al Rey su señor, e a él en su nonbre, e que faría lo que debía, e que él ternía
manera cómo el Rey le fiziese mercedes.
-Yo-dixo el alcayde- tengo esta
villa e castillo por el ynfante mi señor, e para él la entiendo de guardad, e
denfenderla bien.
Entonces el nuestro capitán e
Condestable le comencó amigablemente a dezier:
-Mirar debéys bien, alcayde e
bachiller, en quánta culpa caéys, e quán grand yerrro cometéys en defender al
Rey, que es vuestro señor natural, la su villa e castillo, e no debéis querer
dar de vos tanto feo enxenplo; mayormente vos, que soys más tenudo a guardar
las leyes, pues tan bien las sabéys, e muy mayor cargo es a vos tentar de yr
contra ellas, e acometer por donde las ayáis de quebrantar. Quanto más, que no
podríades salir con lo que tenéys comenzado.
El alcayde, que estaba duro e firme
en su propósito, con palabra áspera e rebatada comenzó de dezir:
-Guarden las leyes los que han gran
miedo dellas. La villa e castillo se guardara para el kynfante, e aquí ha
corazón para la defender.
Entonces cresció la yra al nuestro
capitán, e l saña no le consistió esperar más razones; antes Juntóse con el
alcayde, e pueso las manos en él, e tirpole assi, e arrebatóle la espada de las
manos, diziéndole:
-Vos esntregaréys al Rey la su villa
e castillo, que queráys o no.
E el alcayde se le pensó
descabullir, e con era valiente, honbr de mucha fuerza, sacudió rezio al
Condestable, e dexóle las mangas de la ropa en las manos. Entonces el nuestro
capitán dixole por aquella parte que lo tenía, e abracóse con él, e vinieron
amos a tierra. Como quiera qu el alcayde tenía mucha fuerca, el Condestable quq
era mucho mañoso, cayó encima dél; e el
alcayde con la grand fuerca e valentía revolviéndose, venían amos rodando por
el otero. El alférez quando aquello vido, acorrió lo más ayna que pudo, e los
honbres de armas que estaban en la hermita no menos. E quando los del castillo,
que estaban mirando la fabla , vieron al su alcayde rerribado, y en las manos
del Condestable, comiencan a lancar del castillo tantas piedras que parescian
lluvia, a saetas, las quales no venian a menor peligro del su alcayde que del
Condestable. E ya quando el alférez e la gente de armas del Condestable llegó a
ellos , el Condestables estaba muy cansado; ca la grand fuerca del alcayde lo avía atormentado
mucho. E como llegaron los suyor, echaron mano del alcayde, e algunos quisieran
ferir e maltraher al alcayde, por le fallar assi asido e trabado con el Condestable;
mas el Condestable lo defendió de toda ferida e mal tratamento, e tomólo, e
tráxolo así preso consigo, e asi lo llebpó a los sus caballeros, e a todos los
grandes que venían con él allí, los quales no saabian cosa de aquel fecho, e
todos fueron alegres e no poco espantados de tla aacahescimiento.
¡Oh enxenplo de sabiduria
caballerosa¡ ¡Oh esfuerco, encubierto fondón de fingido temor¡ Ehenes demandó a
los que suelen rehernes demandar; seguridad quiso; temores en este caso
demostró, por asegurar a los temorado. Muchos con vanas amenazas fazen
apercibir a los seguros; E el nuestro capitán con grand sabiduría fizo asegurar
los apercibidos. Menester le fué prudencia para sacar el alcayde de su
castillo, e para tomar dél rehenes en lugar de ge los dar, e para fablarle
blanda e tenpladamente; mas para echar mano de un honbre valiente, para
acometer uno solo a un alcayde, en el fondón del muro su castillo e su muro,
más que prudencia era menester. ¿Y quién cree que la prudencia estaaba allí
sola con el Condestable? ¿Quién cree que otras virtudes no lo aconpañaban?
¿Quién pensará cómo puso las manos en aquel alcayde, e se juntó con él con
tanta osadía, que no vea cómo el grand esfuerco lo aconpañaba, la virtud lo
seguía, la grand valentía de corazón lidiaba allí con él?
Puédese aprender y tomad enseñanca
de quanto furto aya seýdo la virtud de aqueste nuestro Condestabvle, que pudo,
mediante su sola destreza e sabiduría, ganar una villa e castillo en una hora,
que un grand priíncipe en muchos días con grandes pertrechos non conbatiera.
Los del castillo, veyendo assí peso al alcayde, lugo trataron de le dar la
fortaleza, e los de la villa con ellos; e el nuestro capitán se apodero de la
villa e castillo. E alcando en la fortaleza las armas del Rey, e las suyas, e
las sus señas e vanderas , puso en ella por alcayde un caballero su criado, e
dexó la villa sosegada e en paz al serbicio del Rey, desterrando e lancando
fuera della los honbres escandalosos, e los que no vido firmes en el serbicio
del Rey, e los otros dexó pacificos. E partióse dende con sus gentes, e fué al
castillo de Montanches , el qual tenía un alcayde por el ynfante; e por
non se detener ende con la huest, exó
ende a don Pero Niño con la hueste que fué necessaria, e el Condestable passó
adelente, a la cibdad de Mérida”.
CAPITULO XXIX: “Cómo el conde de Benavente se juntpo con el Condestable, e del
rebato que aquella noche ovo la gente del Condestable, e de cómo
andovo de noche e de día fasta la villa e castillo de Alburquerque, donde los
ynfantes estaban. Como el Rey oviesse ynbiado a mandar por sus cartas el conde
de Benavente que se juntase con el Condestable, e estobiesse a su ordenanca, él
fizolo assí, e juntóse allí con él. E como quiera que de allí adelante toda
aquella tierra contra la parte de Alburquerque era desierta e despoblada, e aun por los robos que los
ynfantes avían fecho esta mucho más, e por el tienpo ser del ynbierno
aconsejaban al Condestable aquellos caualleros que dicho avemos qu con él allí
venían que no debía pasar adelante, salvo ponerse por aquella comarca con sus
gentes, e de allí fazer la guerra a los ynfantes, el Condestable les respondió
que ya ellos sabían cómo públicamente
dezían los ynfantes que pelearían con qualesquier persona que aquella tierra
fuesse a los buscar; e pues aquello asi era, que más valía fazer la guerra con
ellos en un día que en muchos, e antes lugo que dexarlo para otra hora. Pues
fué acordado que dexadas allí las camas e fardaje, que todos aforrados, no
llevando salvo sus armas e cauallos, fiziessen lugo el camino de Alburquerque.
E llevó el conde de Benavente un amino, e el Condestable con su gente”.
El monarca Juan II, además de
otorgar el título de Ciudad en 1430 a Trujillo[91],
concedió el título de Primer Duque de Trujillo a D. Alvaro de Luna, título
concedido, nuevamente, por Enrique IV a D. Diego López Pacheco, Marqués de
Villena, en 1469, que defendía los intereses sucesorios de La
Beltraneja, viviendo así la
ciudad durante este siglo una serie de períodos de dominio feudal. Con la muerte del rey Enrique IV el 11 de
diciembre de 1474, surgen en el Consejo Real diferentes bandos a favor de los candidatos rivales a la
sucesión. Por un lado, Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque y el conde de
Benavente apoyaban a Juana, a la cual Enrique proclamó como heredera suya en 1470, según el cronista del
Rey, ENRIQUEZ del CASTILLO en sus Memorias de Enrique IV[92].
Por otro lado, la familia Mendoza, incluido el
Cardenal Mendoza se habían unido a los
partidarios de Isabel. Esta
contaba su reconocimiento como heredera desde 1468 para oponerse a la
proclamación como tal de Juana. Aquélla consiguió aventajarla al ser proclamada
reina en Segovia antes de que el cuerpo del rey Enrique IV fuere sacado de
Guadalupe vestido aún con las sencillas ropas con las que había muerto[93].
El 27 de diciembre de 1475, el almirante
de Castilla, el hermano del cardenal Santillana,
y su otro cuñado, el duque de Albuquerque apoyaron a Isabel correspondiendo a
algunas concesiones. Nadie parecía desafiar a Isabel. En febrero, casi todas
las ciudades de Castilla la habían reconocido como reina. Juana sólo tenía doce
años, y no tenía marido que oponer a Fernando, quien se había reunido con
Isabel en Segovia el 2 de enero de 1475[94].
Pero, la situación era muy
problemática ya que muchas regiones habían dejado de obedecer a la corona. La
guerra civil había devastado a Andalucía. Galicia se hallaba libre de la Corona
al igual que Murcia. La clave del problema estaba en manos del marquesado de
Villena que comprendía casi la totalidad de la provincia de Albacete y zonas de Toledo y Murcia, también, retenía
las ciudades claves de Madrid y Trujillo. Pero lo más importante era el hecho
de que tenía en su poder a Juana, la rival de Isabel, Fernando e Isabel
confirmaron la posesión de sus tierras y rentas a Villena, e incluso el cargo
de maestre de Santiago[95].
Villena se negó a soltar a Juana a menos
que antes se hubiera casado con un príncipe extranjero. Fernando e Isabel nunca
accedieron a tal matrimonio. Poco después ofrecieron al lugarteniente de Villena
en Trujillo, Pedro Baeza, el título de conde, 1.500.000 maravedíes y 4.000
vasallos a cambio de la entrega de Juana. Villena se mostró desinteresado[96].
Consideraba tenia el deber de proteger a Juana y de verla regiamente casada.
Existían partidarios de Juana en toda Castilla, desde Zamora, Burgos y Asturias
en el norte, hasta Ciudad Real, Cáceres, Jaén, Carmona y Sevilla en el sur,
pasando por Salamanca, Ávila y Segovia[97].
El
8 de enero de 1475, ya había decidido casarse con doña Juana e invadir
Castilla, Alfonso V de Portugal, según el cronista RUI DE PINA en su Chronica
d`El Rei D. Alfonso V[98]. A
tal fin busco la ayuda de Francia. Los Reyes Católicos fueron salvados de ser
atacados por ambos lados, gracias a las dilaciones de sus adversarios, y a su
propia diplomacia exterior. A mediados
del año 1475, Extremadura y la mayor parte de Castilla la Nueva se hallaban en
manos de nobles juanistas, también Villena y el maestre de Calatrava. Una lista
de nobles facilitada por Villena, los que se suponía que estaban dispuestos a
apoyar a Alfonso si invadía Castilla, incluía al marqués de Cádiz, que
controlaba Jerez, y a Alfonso de Aguilar, el hombre más poderoso de Córdoba. En
1476, sólo la mayor parte de León y de Castilla la Vieja eran manifiestamente
leales a los Reyes Católicos.
Se
desposó con la niña Juana , Alfonso V en Plasencia, donde fueron proclamados
reyes de Castilla. Pero la proclama no provocó un gran apoyo en Castilla pues
Isabel tenía el apoyo de ciudades importantes como Burgos y Toledo. Surgiendo
numerosas luchas intestinas desde junio de1475.Fernando e Isabel se hallaron
ante la imposibilidad de continuar luchando con Francia por el Rosellón y la
Cerdaña. Luis XI, habría podido proseguir la guerra, pero estaba interesado en
una posible expansión en Borgoña, lo cual le hizo perder la oportunidad de
evitar la ascensión de España a rival de Francia en Europa. En 1477, se renovó
la tregua con Francia y el 9 de octubre de 1478 se firmó con ella un tratado de
paz, teniendo como escenario el Palacio de Luis de Chaves en Trujillo. Esta paz
entre Francia y Castilla se mantendría hasta 1494. La muerte de Juan el 19 de
enero de 1479 extendió la paz a Aragón, celebrándose los funerales en la
parroquia de Santa María la Mayor de Trujillo[99].
Al abandonar oficialmente su alianza con
Borgoña, Fernando hizo otra cesión importante. En compensación, Francia
abandonó Portugal. El Papa Sixto IV revocó la dispensa que había otorgado, bajo
la presión francesa para el matrimonio de Alfonso y su sobrina Juana[100]. Aunque con muchos menos aliados, Alfonso se
vio obligado a seguir luchando, sobre todo para asegurar el monopolio portugués
del comercio con Guinea. Su heredero, el príncipe Joao, se opuso a una segunda
invasión de Castilla, dirigiendo sus propósitos hacia la paz, que se hizo
efectiva el 4 de septiembre de 1479. Por su parte, doña Juana nunca abandonó
las pretensiones de llegar al trono de Castilla. Isabel vivió con esa amenaza
el resto de su vida.
La
relación que tuvieron los monarcas católicos con Trujillo parte en el mismo
momento en que los Reyes cifran su anhelo en perfeccionar la unidad geográfica,
política y religiosa de las tierras y los hombres de la Patria, imprescindible
para hacer fecunda la empresa de civilización y conquista del Nuevo Mundo, que
presentían en el alborozo de sus entrañas.
Realizando un recorrido por la rica historiografía que tiene como base
la presencia de los Reyes Católicos en Trujillo, el zoriteño DOMINGO SANCHEZ
LORO nos relata lo siguiente en su obra Relación del descubrimiento del río
Amazonas: "Vivían en
Trujillo Fernando e Isabel, en el palacio de Luis de Chaves, cuando acordaron
unificar sus reinos y llamarse en lo sucesivo Reyes de España. Luego, para
evitar suspicacias entre los vasallos, vino aquel lema TANTO MONTA".
Por tanto, en el recinto palaciego de los Chaves fue concebida la unidad de
España[101]. Es la hora de plenitud
histórica para los trujillanos que partieron en masa de la ciudad hacia el
Nuevo Mundo. Plasmando en América jirones del ser hispano: Orellanas, Pizarros,
Paredes, Loaisas y Vargas; cuyos hechos gloriosos pasaron los límites de la más
loca fantasía. Como parece lógico, Trujillo es un topónimo frecuente en
todo el hemisferio hispanoamericano. En Cuba aparece referido a dos poblaciones
de la provincia de la Habana y de Pinar del Río. En la República Dominicana, en
la provincia de Duarte. En Puerto Rico, En Guayana. En México, en el estado de
Jalisco. En EE.UU, en Nuevo México. En Guatemala, en el departamento de Santa
Rosa. En Nicaragua, en el de Managua. En Perú, en los departamentos de Huanuco y
San Martín. Y en Colombia, en el departamento del valle de Cauca.
La mayoría de los historiadores modernos
y antiguos, entre los que se encuentra FRANCISCO de HINOJOSA, con su obra Extremadura
en el siglo XV, coinciden en afirmar que en 1474, era señor de Trujillo don
Diego López Pacheco. Enrique IV le encomendó que cuidase a su hija La Beltraneja. Las Cortes aclamaban a la
hermana del rey, doña Isabel; más con la tercería de don Diego, se concierta en
Trujillo el enlace de doña Juana La
Beltraneja con el rey de Portugal, Alfonso V. Acudieron al festejo el 1 de
mayo de 1475 seiscientas lanzas y mil infantes, para reforzar la guarnición del
castillo. Don Luis de Chaves fue fiel servidor de Isabel, a su lado se pusieron
también Alonso de Monroy y su hermano "El Bezudo", cuyas espadas eran
las más temidas de Castilla. La Beltraneja marchó a Plasencia para tener más
seguridad en sus desposorios. Precisamente, Gonzalo Fernández de Córdoba,
defendió los derechos de Isabel contra La
Beltraneja, según la Crónica del rey Enrique IV de A. PALENCIA[102].
Los Reyes Católicos tuvieron una
estrecha relación con nuestra ciudad, ocupando un primerísimo plano en
acontecimientos entre los años 1474-1480, cabe citar: el famoso "Tratado
de Trujillo", que cerró el enfrentamiento contra los portugueses en la
batalla de la Albuera, y cómo la lealtad de Trujillo para con Isabel fue
premiada con la construcción de los conventos de la Encarnación, San Pedro y
San Miguel, las Casas Consistoriales, la Santa Hermandad y el artístico Rollo;
las exequias por Juan II de Aragón, en la parroquia de Santa María la Mayor. En
un total de siete veces, según JUAN TENA FERNANDEZ[103],
estuvieron los Reyes en Trujillo, aunque, según hemos consultado en Crónicas y
en documentos de los archivos Municipal de Trujillo, Diocesano de Badajoz,
Histórico Nacional de Madrid y de Simancas, firmados por los mismos monarcas,
fueron varias más.
En
1478, los Reyes Católicos fueron a Trujillo, desde donde dirigieron parte de la
guerra contra el rey de Portugal, pretendiente al trono de Castilla por su
matrimonio con doña Juana La Beltraneja. La pequeña nobleza de Trujillo y los pecheros habían hecho causa
común para evitar la caída en la órbita señorial, no dudando en hacerse
portavoces de la defensa de los intereses de la monarquía, incluso por encima
de la voluntad del mismo rey.
Será
bajo dominio cristiano cuando Trujillo adquiera un gran desarrollo urbanístico,
levantándose numerosos edificios religiosos y civiles dentro de su recinto
amurallado -la Villa- entre los siglos XIII al XV.
La
vida política, socioeconómica y cultural del Trujillo bajo medieval se inscribe
de un modo trascendente dentro de la trayectoria general de la vida interna del
reino de Castilla, de cuyos avatares, luchas y divisiones participa. De un modo
específico. Trujillo era ciudad también de las tres religiones, ya que además
de los cristianos dominantes había en ella un nutrido grupo de musulmanes
y de judíos, dedicándose los primeros al servicio campesino y al
artesanado y los segundos a la compra y venta de terrenos y al comercio de
paños.
La
vida política y las actividades económicas de la ciudad de Trujillo durante la
Baja Edad Media viene definida por la dinámica de los grupos sociales que la
integran y que serán las bases de la posterior sociedad del Antiguo Régimen.
Así,
y con respecto al grupo social dominante, la nobleza, ya a finales del
siglo XIII se asienta sobre las tierras trujillanas atraída por la riqueza
ganadera, surgiendo, a partir del siglo XIV, castillos para defensa de sus
dehesas. Esta nobleza, poco a poco, incrementa su poder político, económico y
social, culminando bajo el reinado de Enrique IV su proceso de fortalecimiento
frente a la monarquía.
En
el siglo XV se divide en bandos y se radicaliza la tensión entre los linajes
que desde la Reconquista dominaban la ciudad: Altamirano, Bejarano y Añasco (en
torno a ellos se agrupan los principales apellidos y casas nobiliarias),
produciéndose numerosos enfrentamientos entre los diversos bandos. Para acabar
con estas luchas nobiliarias y someter a esta clase belicosa, adinerada y
orgullosa, los Reyes Católicos ordenan, por el Edicto de 1476, desmochar las
torres de sus casas-fuertes, procurando que su altura no sobrepase la del resto
de las casas. El edicto fue poco efectivo, y la propia Isabel, al volver a
Cáceres al año siguiente, reiteró la orden, siendo así Trujillo pacificado con
la llegada de la reina en 1477.
Junto
a esta nobleza, poderosa e influyente, existía una creciente población pechera
ocupada en la agricultura, ganadería, comercio y artesanía; los topónimos de
sus calles recuerdan las distintas actividades de los gremios: zurradores,
herreros, cambrones, sillería, tintoreros, romanos, olleros, etc. La misma
condición de Trujillo de ciudad de mercado, otorgado por privilegio de Enrique
IV en 1465, exige una elevada población productiva. Informes de estos datos
encontramos en el viaje que realiza LEON DE ROSMITHAL, entre los años 1465-1468
entre Portugal, Mérida y Guadalupe, a su paso por Trujillo. Fue un político que
viajaba para conocer las costumbres de las cortes europeas.
Por
último, las minorías étnicas y
religiosas de musulmanes y judíos. Con respecto a éstas, fue mucho más
importante la minoría judía, ya que en la segunda mitad del siglo XIII se
constata una importante judería establecida en Trujillo. Esta comunidad era la
más importante de Extremadura[104].
Referente a los orígenes del establecimiento de los judíos en España, la
versión más fiable, por los datos de carácter epigráfico que se poseen, le
sitúan en los alrededores del comienzo de nuestra Era. La llegada de judíos en
número suficientemente grande como para constituir comunidades bien
diferenciadas e indicar una entrada masiva de judíos en la península con motivo
de la gran diáspora que tuvo lugar tras la destrucción de Jerusalén a manos del
futuro emperador Tito en el año 70 de nuestra Era[105].
De todos modos, en el siglo IV la población judía era ya muy numerosa en la
Península Ibérica y en las Islas Baleares. Lo revela la preocupación de los
obispos reunidos en el Concilio de Illiberis celebrado en los primeros años de
esa centuria[106].
Igualmente, la carta del obispo menorquín Severo, escrita un siglo más tarde,
en el año 418, pone de manifiesto que la población judía se hallaba plenamente integrada
en la vida hispano romana del Bajo Imperio[107].
La
teoría del profesor García Iglesias de que quizás Trujillo y su zona fuera uno
de los puntos de más antiguo establecimiento de judíos en España, nos queda
probada con el hallazgo realizado en agosto del año 1973 de una lápida con
caracteres hebreos de época romana, en la muralla que circunda la villa junto a
la destruida puerta del Oreto. Dicha inscripción se encuentra en la actualidad
depositada en la Escuela-Taller en espera de montar un museo arqueológico
comarcal[108]. A
parte de esta inscripción, y otras dos más localizadas en el muro septentrional
del Espolón y en la fachada de poniente de la parroquia de San Martín (como
piedra de acarreo, localizada en 1994) no tenemos ningún documento que nos dé
noticias de la comunidad judía trujillana hasta el padrón de HUETE confeccionado en el año 1290[109].
Los
judíos aparte de escalar posiciones por su ayuda financiera, las iban
consiguiendo por sus labores administrativas gracias al adiestramiento adquirido
en los estados musulmanes, lo que les hacía muchas veces imprescindibles en los
nuevos estados cristianos y en los nuevos municipios. A ello se añade el
conocimiento de los territorios conquistados, ya que en ellos habían vivido
siempre.
Los
datos que del siglo XIV tenemos nos indican, sin embargo, que en esta centuria
su población y su pujanza se habían incrementado bastante. Diversos documentos
fechados en la mitad de ese siglo nos muestran a ciertos judíos comprando y
vendiendo terrenos y dedicados al comercio de paños[110].
Destaca entre ellos la familia Cohen, dos de cuyos miembros, don Cague y don
Sayas, hijos de don Yusef Cohen, compran, en 1347 y 1350, a dos hermanas,
Leonor y María Alfonso, la heredad y dehesa de las Abiertas, en término de
Trujillo por un total de 18.000 maravedíes. Curiosamente, trece años después,
en 1363, don Sayas y los herederos del entre tanto fallecido don Cague Cohen
venden esa misma heredad y dehesa al monasterio de Guadalupe en un precio
ligeramente inferior a 17.500 maravedíes.
Quizás
el dato más llamativo nos lo refiere el Canciller PEDRO LOPEZ de AYALA en su Crónica
del rey don Pedro[111].
Según cuenta, en 1355, cuando el célebre tesorero real don Samuel Levi le pide
al monarca, como lugares seguros, dos castillos para emplearlos como deposito
donde amontonar los dineros con que pensaba acrecer el tesoro del rey, elige
precisamente junto a de Hita, el alcázar de Trujillo[112].
Tras la muerte de Enrique IV, se disputan el trono de Castilla doña Isabel,
hermana del Rey y doña Juana, hija de Enrique IV, conocida por "La
Beltraneja" y de la que se pone en duda la paternidad del rey.
Gran
parte de la Ciudad es partidaria de La Beltraneja, que días antes de su boda, tiene que abandonar Trujillo, donde estaba
previsto su enlace con el rey de Portugal, y huir a Plasencia donde se celebran
los esponsales, debido a la proximidad de las tropas de la reina Isabel.
La
comunidad judía al igual que ocurrió con la cristiana se encuentra dividida por
los dos bandos, así por una carta escrita desde Tordesillas el 9 de Marzo de
1476 al corregidor de Trujillo son García Gil de Miranda, por los Reyes
Católicos, sabemos como el vecino judío de Trujillo Mayor Barchillón y sus
hijos, apoyan al bando de doña Juana y el rey de Portugal, siendo por esto
confiscadas sus propiedades[113].
Con
motivo de la sublevación del Marqués de Villena en el año 1475 las tropas que
mandaron los Reyes Católicos para acabar, en la Ciudad, con la sublevación
cometieron bastantes atropellos contra los derechos de los judíos, dichos
atropellos son demandados ante los monarcas por Salomón Romí como representante
de la comunidad judía de la ciudad, así les demandan la cama, comida, les
obligan hacer guardia en los muros de la ciudad y a limpiar los establos[114].
La
reina reconoce las peticiones y demandas de Salomón Romí, y pone a la comunidad
judía de Trujillo bajo su protección y manda una carta desde Cáceres al Concejo
trujillano prohibiendo estos abusos y a la vez les recuerda que los judíos de esta
aljama están "en mí guarde e seguro o so mi amparo e defendimiento real".
Por
esta fecha era alcalde y juez de los judíos de Trujillo don Diego Pizarro, al
cual por carta fechada en Valladolid el 25 de Mayo de 1476, le quitan los
monarcas de su puesto, como consecuencia de los abusos que ha cometido contra
los judíos, dichos abusos fueron puestos en conocimiento de los reyes por los
dos componentes de la comunidad judía de Trujillo: Rabí Yuçe e Rabí Mose.
Durante este período de transición y pacificación del país los judíos
sufrieron varios asaltos a sus propiedades y derechos, así el vecino de
Trujillo Yuçe Arrobas, fue hecho prisionero por Nuño Yerro de Avila cuando se
dirigía a la feria de Medina del Campo, siendo detenido durante 9 días,
consiguiendo su libertad tras pagar 14.000 maravedíes. Yuçe Arrobas recurrió a
los Reyes y el 12 de Junio de 1478 le fue concedido una garantía, un
certificado, para recobrar el dinero del rescate que había pagado.
Por
diversos documentos que se conservan en el Archivo Municipal de Trujillo
sabemos que, tras producirse en 1480 el apartamiento de judíos y moros en
nuevos barrios, algunos judíos, especialmente los mas ricos, vivían en un lugar
de la ciudad llamado La Rinconada y que también la calle Nueva formaba
parte de la judería (aún se conservan casas)[115].
El
31 de Marzo de 1492, firmaron en Granada los Reyes Católicos el edicto de
expulsión de los judíos públicos, aunque se firmó en esta fecha, no se hizo
publico hasta los días que van del 29 de Abril al 1 de Mayo. La expulsión según
dice propio edicto, era para evitar el daño que los judíos causaban a la
religión cristiana. En definitiva los judíos se les planteaba netamente este
dilema: o convertirse y bautizarse o salir en el plazo de tres meses de los
reinos de Castilla y Aragón. No se imponía por la fuerza el bautismo; pero se
vedaba bajo fuertes penas residir en España a los no bautizados. Los Reyes
Católicos no llevaron a cabo con los judíos actos de violencia religiosa
crueles y extremados, pero ayudaron a la conversión de los judíos. Junto con la
orden de expulsión promulgaron diversas
leyes a favor de los judíos apostatas, garantizándoles su ayuda y protección y
sustrayéndolos por cierto tiempo de la vigilancia de la Inquisición con el fin
de darles el plazo y la posibilidad de adaptarse a su nueva fe y para
enraizarse a ella[116].
Finalmente, la trayectoria histórica del
Trujillo medieval concluye cuando los Reyes Católicos decidieron, a petición de
los trujillanos y en premio a su lealtad en defensa de los derechos de Isabel
la Católica a la corona castellana, incorporarla definitivamente al señorío
real (realengo) y convertirla en capital de la Provincia de Trujillo,
que, junto con la Provincia de León de la Orden de Santiago, formaban el actual
territorio de Extremadura. Al establecerse la división territorial del reino en
Corregimientos (1480), después de las Cortes de Toledo, Trujillo pasaría a ser
cabeza de uno de ellos, junto con Plasencia, Cáceres, Mérida y Badajoz, en consideración
a la importancia de su población y al peso político de su nobleza local; si
bien no lograron los trujillanos conseguir la deseada procuración en Cortes,
que los Reyes sólo concederían a 18 ciudades castellanas, entre las que no hubo
ninguna de Extremadura, pasando su representación a Salamanca.
[2]Véase la obra FERNANDEZ CORRALES, J.M.: “El
asentamiento rural romano en torno a los cursos alto y medio del Salor: Su
marco geográfico y su distribución", Norba 4, Cáceres, 1983, pp. 214‑217.
[3]Estrabon II, 37.
[4]TITO LIVIO, Periochae, 49.
[6]Véase REDONDO RODRIGUEZ, J.A.:
"Algunas consideraciones acerca de la romanización de los vettones en el
sureste cacereño". Revista Norba‑historia, UEX, núm. 5 (Cáceres,
1984).
[7]ESTRABON, III, 3, 6.
[8]La descripción que hace Plinio
de España está en los libros III y IV, capitulo II de su Naturae historiarum, p. 26. (Vid.
PLINIUS: Historia Natural. Les
Belles Letres, París, 1967 comienza por el río Guadiana ‑al igual que el
escritor y geógrafo griego Estrabón en su Geografía, recopilada en diecisiete
libros‑ y sigue hacia Oriente por el Estrecho.
[9]CESAR: De bello civili,
I, 44.
[12]VIU, J.A..: Extremadura: colección de sus
inscripciones y monumentos seguidos de reflexiones importantes sobre lo pasado,
lo presente y el porvenir de estas provincias. Madrid,
1852.
[14]REDONDO
RODRIGUEZ, J.A. y GALAN SANCHEZ, P. J.: "El topónimo cacereño:
Trujillo". Alcántara, núm. 12, Cáceres, 1987, pp. 105‑113.
[15]Fue la clásica colonia de
veteranos de las legiones V y X, que tras una de las fases de las guerras
cántabras fueron autorizados a establecerse en Lusitania, donde recibieron
tierras como premio a sus servicios. Augusta Emérita será la capital de la
provincia de Lusitania. DON CASIO, 53, 25, 2.
[16]HIGINIO: De constitutio
limitum, 135, 15. Fontes
Hispaniae Antiquae, VIII, p. 247.
[17]Anónimo
de Rávena: Cosmographia. 312, 7‑l6. Recoge la forma Turaqua.(IV,
307, 19). Véase ROLDAN HERVAS, J.M.: Itineraria Hispana. Madrid, 1975,
pp. 127 y 128.
[18]Itinerario
de Antonino. 438, 2‑439,
4. Este documento data de época de Caracalla (196‑217 d. C.), aunque las copias
que nos han llegado no son anteriores a Diocleciano, aproximadamente hacia el
año 280. Es la guía esencial de los caminos de época romana. VON HAGEN, V.W.: Les voies romaines, Hachette, 1967, p. 10.
KUBITSCHEK, J.W.: "Itinerarien". Realencyclopadie der clasischen
altertumswssenschaft. Band, 9.2. p. 2343. Stuttgart, 1916.
BLAZQUEZ, A.: “Nuevo estudio sobre el Itinerario de Antonino”, 21, p. 55. BRAH. Madrid, 1892.
[19]Se conserva en la Biblioteca
Imperial de Viena, y ha sido reconstruido por MILLER, K.: Die Peuntingerische
Tafel, I. Sttutgart, 1916; Itineraria
Romana, I, Stuttgart, 1916.
[20]Plinio, libros III y IV,
capitulo II de su Naturae historiarum (Vid. PLINIUS, op. cit).
[22]Vid. ROSO DE LUNA, M..: "Las vías romanas del Nordeste de
Mérida", núm. 60, BRAH. Madrid,
1912, p. 337.
[23]ALVAREZ
MARTINEZ, J. M.: "El tiempo antiguo". Historia de Extremadura,
I. Badajoz, 1985, p. 121. COELLO, F.: "Vías romanas entre Toledo y
Mérida", 15. BRAH,
Madrid, 1889, p. 9.
[24]An. Rav, 312, 14
[26]Las controversias sobre el
trazado de esta calzada en general y sobre los problemas para identificar su
recorrido por Extremadura pueden consultarse, entre otros, en los autores
siguientes: ALVAREZ MARTINEZ, J. M: “El tiempo antiguo”, op.cit.: BLAZQUEZ, A y
SANCHEZ ALBORNOZ, C: "Exploraciones en vías romanas: De Carrión a Astorga
y de Mérida a Toledo". 29, Musea.
Madrid, 1920. BLAZQUEZ. A :"Informe relativo sobre la vía romana número
XXV del Itinerario de Antonino", 60, BRAH, Madrid, 1912, pp. 306‑317: PAREDES Y GUILLEN. V: Origen del
nombre de Extremadura, Plasencia, 1886, pp. 91‑92.; ROSO DE LUNA. M
"Nuevas inscripciones romanas de la región norbense". 7. Rev. Extremadura. Cáceres, 1905, pp.
488‑500: VILLAGRASA, E : "La Augustobriga Vettona". Miliario
Extravagante, 13. París, 1967, pp 373‑ 374.
[27]Vid.
CALZADO PALACIOS, M.: "Una calzada Cáceres‑Medellín y otros datos sobre el
campo norbense". Miliario Extravagante, 14, París, 1968, pp. 394‑397.
[28]No
hemos de desechar las menciones de Turcalion y Rodacis
que se hacen en el Anónimo de Rávena (312, 14‑15).
[34]El texto árabe -que se
encuentra en la Real Academia de Fez- fue editado y traducidopor Levi-ProvenÇal
y E. García Gómez, Madrid-Granada, 1950. Este autor considera que el cronista
fue al-Qubbasi, que fue un autor cordobés
nacido en el año 959, que nos dejó en España biografías de los reyes, cadíes y
alfaquíes.
[38]Descubierto en Fez por Levi-ProvenÇal, que abarca el
reinado de al-Hakam y parte de `Abd al-Rahman II. Editado por el cit.
prof. y por Abd al-Hamid, publicaciones
de la Facultad de Letras de U. Farûq I de Alejandría. Sobre el texto existe una
publicación importante LEVI-PROVENÇAL y E. GARCIA GOMEZ: "Textos inéditos
del Muqtabis de Ibn Hayyan". Al-Andalus, XIX, 1954, pp. 295-315.
VIGUERA, M.J., y F. CORRIENTE: Inb Hayyan de Córdoba, Crónica del califa
`Abd al-Rahmán III an-Nasir entre los años 912-942. Zaragoza, 1981.
[40]Nació en Ceuta en el año 493 (1100). Según CARISI: Bibliotheca
arabico-hispanica escurialense, Matriti, 1760-1770. Véase la publicación de
la traducción de la zona musulmana correspondiente a España de ANTONIO BLAZQUEZ:
Descripción de España, por
Abu-Adb-Allá Mohamed Al-Edrisi. Madrid, 1901; y la versión de AL-EDRISI:
Geografía de España, Valencia, 1974, p. 187 (en relación a Trujillo).
[43]Se conserva en París (Sup. Arab. 894) y una copia en
la Biblioteca de la Universidad de Cambridge. De este texto hicieron una
versión latina los maronistas G. Sionita y J. Hesronita que lo titularon Geographia
Nubiense (París, 1619), y
anteriormente, Bernardino Baldi había hecho una traducción italiana que se
conserva autógrafa e inédita en la Biblioteca de la Universidad de Montpellier.
La Biblioteca de París adquirió dos ejemplares de la obra completa, que tradujo
al francés Amadeo Jaubert, que publicó en 1836 el primer tomo y en 1840 el
segundo.
[51]"Aera
MCCIIII, citivas Elbora capta, et depraedata, et noctu ingressa a Giraldo
cognominato sine pavore, et latronibus sociis eius, et tradidit cam regi D.
Alfonso, et pos paululum ipse rex cepit Mauram et Serpam et Alconchel, et
Coluchi castrum mandavit reedificare anno regni ejus XXXIX. Chron, lusitano, era 1204" (se observa que retrasa el año
de la toma de Evora, pues según el texto del cronista árabe, contemporáneo, fue
en Dilkada de la hegira 560 -julio a agosto de 1165).
[55]Es una historia universal
elaborada entre los años 1364-1378. Ed. parcial y traducción de Slane: Histoire
de los berbères et des dynasties musulmans del Afrique septentrionale. 2 vols. Argel, 1847-51. Ed. del
texto árabe completo en bulak, 1284/1867, siete vols. "El califa Abu Yaqub había reafirmado su autoridad en AFrica y
vuelve su mirada hacia al-Andalus, cuya situación parecía exigir la guerra
santa. El maldito enemigo había sorprendido las ciudades de Trujillo y Evora.
El califa envió el ejército almohade bajo las órdenes de Abu-hafs y en el año
1168/9 va este qa`id a liberar Badajoz".
[61]Anales Toledanos II, apud
"Esp. Sag". FLOREZ, Fr. Enrique: España Sagrada. Madrid (1799), T. XXIII, 358-409.
FLORIANO, A.C.: "Anales Toledanos", en Cuadernos de Historia de España,
XLIII-XLIV. Buenos Aires, 1967, pp. 155-187. PORRES MARTIN-CLETO, J.: Los
Anales Toledanos I y II. Toledo,
Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1993.
[63]"-----dono
et concedo vobis Domino Gomez Magistro Truxillensi, et omnibus fratribus
vestris, praesentibus et futuria, Rondam, cum ingresibus etc..". ORTEGA Y COTES, J: Bullarium
ordinis militiae de Alcántara, olim Sancti Juliani del Pereiro, per annorum
seriem nonnullis, donationum, concordiarum et aliis interjectis scripturis
congestum. Regio diplomate et in lucen editum. Madrid, 1759, pp. 2 y 13.
[68]"...authoritate
Apostolica Episcopalem Cathedram constituimos, dioecesim quoque habendam iuxta
dispositionem Regiam, ab eadem Ecclesia Cathedrali decernimus, ut villae, sicut
praesenti scripto concluditur, quae sua sunt ei largitioni concessa, dioecesano
iure ad eam perpetuo debeant pertinere; Turgellum, scilicet, et Medellinum, et
Monsfragorum, et Sanctacruz cum omnibus pertinentiis suis, ..". fray ALONSO FERNANDEZ: Anales de la ciudad y
obispado de Plasencia. Madrid, 1627 (reeditado por el Departamento
Provincial de Seminarios de F.E.T. y de las Jons de Cáceres, 1952, p. 24).
[69]"...dono
itque vobis et concedo villam et castellum quod vocant Turgellum, et villam et
castellum quod vocant Albalat, situm in ripa Tagi, castellum quoque quod vocant
Sanctam Crucem, prope Trugellum, situm in Monte Arduo, et alia duo castella,
quorum alterum vocatur Cabannas, reliquum veró Zuferola...." Bullarium
Ord. Mili. de Alcántara, p. 13.
[70]"... At munitionem
igitur et manntenentiam perpetuam praedictorum castrorum et villarum vobis
assigno, dono et concedo annuos redditus trium millium aureorum de Greda montis
de Magam, per manum de Almogeriti mei singulis annis usque in finem
immutabiliter percipiendos". Bullarium Ord. Mili. de Alcántara, op.
cit., p. 13.
[72]"Priso el rey de
Marruecos a Montanchez, é Sancta Cruz, é Truxillo, é Placencia, é vinieron por
Talavera, é cortaron el olivar, é olmos, é Santa Olalla, é Escalona, é lidiaron
Maqueda, é non la prisieron, é vinieron cercar Toledo, é cortaron las viñas é
los árboles, é duraron y X dias en el mes de junio, era MCCXXXIV". Anales Toledanos, en
FLOREZ, R.P.: España Sagrada 23,
pp. 382.
[74]"Estando
el rey don Alfonso e el infant don Ferrando con todo su regno en la sierra de
Sant Vicent, fue el infant don Ferrando en fosado con otdas las gientes á
Truxiello, é á Montanches, é tornos´d´aquel fonsado à su padre en el mes
dagosto, era MCCIL". Anales Toledanos, en FLOREZ, op. cit., 23, p. 385. Acerca de Alfonso VIII, véase GONZALEZ, J.:
El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII. Madrid, 1960, 3 vols.
[78]Para el estudio de las Ordenes Militares pueden
consultarse ALVAREZ DE ARAUJO Y CUELLAR, A.: Santiago, Calatrava, Alcántara, Montesa, Madrid, 1891.
LOMAX, D. W.: Las órdenes militares en la Península Ibérica durante la Edad
Media. Salamanca, 1976. MOTA
AREVALO, H.: "Las órdenes militares en Extremadura". Rev. de
Estudios Extremadura, 1969,
pp. 423-446. RADES Y ANDRADA, F. de: Crónica
de las tres órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara. Barcelona, 1980.
[82]MARIANA: op. cit. Madrid, 1744, p. 46. A MARIANA
estaba reservado escribir la Historia
de España. No es un mero investigador minucioso y concienzudo, sino un
gran lector de toda clase de libros de los cuales recogen cuanto cree útil para
fomentar las síntesis a que aspira. La historia artística le preocupa mucho más
que la puramente informativa, y, como es, ante todo un humanista y un pensador,
pone su ideal en parecerse a Tito Livio o a Tácito, y escribe, primero, su
historia en latín, para darle caracteres de universalidad, y sólo después la
traduce él mismo al castellano, dejando en su estilo giro o arcaísmos
voluntarios que denotan su procedencia de la asidua lectura de las viejas
crónicas castellanas. Así resulta más anticuado en su lenguaje que un Hurtado
de Mendoza.
[90]DIEGO DE HINOJOSA: Genealogía
de los Hinojosa, op. cit.,
fol. 20. El trabajo más documentado sobre el linaje de Hinojosa en Trujillo, es
el de Federico Acedo: Linajes de Trujillo (1919). Ms en la biblioteca
del hijo del autor. En NARANJO ALONSO, C.: Trujillo, sus hijos y sus
monumentos. Ed. de 1983, nos ofrece un estudio de los linajes trujillanos.
También existen referencias sobre este linaje en MATIAS GIL: Las siete
centurias de la ciudad de Alfonso VIII. Plasencia, 1877 (reed. Plasencia, 1930).
[91]Los Stúñiga comenzaron a tener importancia política en
Castilla, el más destacado de todos ellos fue Pedro, heredero de señoríos,
cargos y rentas; el rey Juan II le concedió Trujillo el 23 de octubre de 1440.
Archivo Histórico Nacional. Leg. 314,
núm. 23, doc. 2 y 4; leg. 289, núm. 4. Trujillo sufrió la guerra civil por la
sucesión al trono de Castilla y por las desavenencias entre los nobles, pasando
de manos de los Stúñiga a los Pacheco, y de manos del Maestre de Alcántara don
Gómez de Solís a las del clavero de la Orden don Alonso Monroy.
[92]Según Enríquez del Castillo, Cronista del rey Enrique.
Memorias de Enrique IV,
II, p. 705.
[93]Marañón, G.: Ensayo biológico sobre el rey Enrique
IV. Madrid, 1953, p. 22.
[94]Diego de Valera: Crónicas de los Reyes Católicos.
Madrid, 1949, p. 103.
[95]Sarasola, M.: Isabel la Católica y el destino de
Juana. Valladolid, 1955.
[96]Torres Fontes: "Villena en el reinado de los
Reyes Católicos". Hispania, 13, 1953, p. 37 y ss.
[97]Hillgarth, J.: Los
Reyes Catolicos. México, 1978, p. 21. Torres Fontes: “Datos sobre los Católicos
monarcas de España”. Hispania, 13
(1953), p. 58.
[98]Rui de Pina: Chronica
d`El Rei D. Alfonso V. T. II. Lisboa, 1902, cap. 173, p. 77.
·
[99]Vid.
Memoria de Licenciatura inédita. Ramos Rubio, J. A.: Estudio Histórico-
Artístico sobre la parroquia de Santa María de Trujillo. Cáceres, 1989;
RAMOS RUBIO, J. A: “Nuevas aportaciones
a la estancia de los Reyes Católicos en Trujillo”. Comarca de Trujillo,
núm. 111, agosto de 1992, p. 16; RAMOS RUBIO, J. A: “Los Reyes Católicos en Trujillo de
Extremadura”, Revista Torre de los Lujanes, Real Sociedad Económica
Matritense de Amigos del País, núm. 55, Madrid, febrero de 2005, pp. 139-149.
[109]CARLOS CARRETE: "El repartimiento de Huete de
1290". En Sefarad XXXVI
(1976), p. 128. Entre los siglos V y Vll
había establecida en Turgalium una de las colonias de comerciantes orientales y
judíos más importante de la península Ibérica, la cual estaba íntimamente
relacionada con el comercio exterior, y como el resto de las comunidades judías
de España, sufriría los restricciones y ambiente antijudío decretado y creado
por los códigos de los Reyes visigodos (sobre todo por el código de Sisebuto
decretado el año 612 y el de Ervigio en el año 681) así como por los Concilios
de los obispos españoles, como el de Toledo del año 633 y el del año 638. Por
la situación en que se encontraban los judíos durante el tiempo del reinado
visigodo, nos hace suponer que esta comunidad acogiera con alegría e incluso
contribuyera a la conquista por las tropas agarenas en todo el territorio
Hispánico.
[111]PERO LOPEZ DE AYALA: Crónicas de los Reyes de
Castilla Don Pedro, Don Enrique II, Don Juan I y Don Enrique III. Enmiendas del Secretario Jerónimo
Zurita y las correcciones y notas añadidas por Eugenio de Llaguno Amirola, tomo
I, Madrid, 1779, cap. XV, p. 195. Crónica de Don Pedro I, año 1360. cap. VII (B.A.E., LXVI, p.
503.
[115]Publicados en su mayoría por BEINART, op. cit.
[116]KAMEN, H.: La Inquisición Española. Ed. Crítica. Barcelona, 1980 (2ª
ed.), p. 34.
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