TRUJILLO EN LAS FUENTES ESCRITAS EN EL MEDIEVO
José Antonio Ramos Rubio
Cronista Oficial de Trujillo
RESUMEN
Trujillo
es el antiguo Turgalium romano, nombre de raíz celta. Es la denominación latina
del topónimo correspondiente al primitivo castro indígena.
Los
diferentes testimonios epigráficos y funerarios nos hacen pensar que la
Turgalium prerromana se convirtió, durante la ocupación romana, en una
población de suma importancia, muestra de ello son el elevado número de estelas
funerarias romanas encontradas, algunas reaprovechadas por los musulmanes al
construir el castillo y la cerca de
murallas.
ABSTRACT
Trujillo is the ancient Roman Turgalium, name of Celtic root. It is the
Latin name of the place-name corresponding to the primitive indigenous castro.
The different epigraphic and funerary testimonies make us think that the pre-Roman Turgalium became, during the Roman occupation, a population of great importance, an example of which are the high number of Roman funeral steles found, some reused by the Muslims when building the castle and the fence of walls.
The different epigraphic and funerary testimonies make us think that the pre-Roman Turgalium became, during the Roman occupation, a population of great importance, an example of which are the high number of Roman funeral steles found, some reused by the Muslims when building the castle and the fence of walls.
PALABRAS
CLAVE
Trujillo,
Historia, Toponimia, Fuentes documentales, Historia Antigua, Historia Medieval,
Historia Moderna, Epigrafía, Arqueología, Arte.
KEYWORDS
Trujillo, History, Toponymy, Documentary sources, Ancient History, Medieval History, Modern History, Epigraphy, Archeology, Art.
Trujillo, History, Toponymy, Documentary sources, Ancient History, Medieval History, Modern History, Epigraphy, Archeology, Art.
Trujillo
es el antiguo Turgalium romano, nombre de raíz celta. Es la denominación latina
del topónimo correspondiente al primitivo castro indígena.
Los
diferentes testimonios epigráficos y funerarios nos hacen pensar que la
Turgalium prerromana se convirtió, durante la ocupación romana, en una
población de suma importancia, muestra de ello son el elevado número de estelas
funerarias romanas encontradas, algunas reaprovechadas por los musulmanes al
construir el castillo y la cerca de
murallas.
El
núcleo urbano romano se erige como lugar central respecto a su territorio y
ubicado dentro de la penillanura dominada por los terrenos pizarrosos sobre un
batolito granítico, lo que le confiere una posición preeminente y estratégica
con respecto al resto de su territorio. El dominio de éste corresponde casi en
absoluto a las tierras pardas meridionales sobre pizarra fundamentalmente y en
menor grado sobre granitos, encontrándose manchas residuales de suelos pardos
en el noroeste de su ámbito.
Trujillo
fue una prefectura dependiente de Augusta Emérita, para el control de unos
territorios que se escapaban al gobierno directo de la metrópolis. Pero, fue ya
un núcleo muy importante, con una rica historia antes de que fuese praefectura, evolucionando hasta
alcanzar la ciudadanía de pleno derecho. Turgalium constituyó uno de los puntos
intermedios en el Alio Itinere ab Emeritam Caesaraugustam. La explotación del
plomo y la plata fue importante en el territorio trujillano. Son dos metales
que se encuentran combinados junto al azufre formando galenas argentíferas que
son sulfuros de plomo y plata. En Trujillo los filones de este mineral se
encuentran emplazados en las pizarras precámbricas del complejo esquisto‑grauwaquico,
localizadas en las fincas “Alberguerías” y “Serafina”, en algunos casos estos
metales se encuentran dentro de las pizarras precámbricas en las proximidades
de los batolitos graníticos, en la llamada “aureola de metamorfismo de contacto”. Esta zona extremeña había mostrado en la
Antigüedad un buen número de peculiaridades subculturales cuyo progreso nos es
casi desconocido por mediar una intrusión que trata de unificar y uniformar esa
variedad cultural existente hasta ese momento en cierto modo abortiva mediante
una auténtica colonización, al tratar de imponer por la fuerza pautas de
comportamiento a los anteriores pobladores con repartos del suelo entre los
recién llegados y la masiva explotación de sus recursos naturales, sobre todo
los mineros, de tal manera que la siguiente cita del Libro de Macabeos es una
auténtica realidad cuyo mejor paralelo está en posterior la acción colonizadora
en América, ya en el siglo XVI:
“Judas Macabeo oyó
hablar de las grandes guerras que los romanos hicieron en España, de las minas
que conquistaron donde se ocultaba el oro y la plata”. Macabeos, 1, 8, 3.
Gran
parte de la información suministrada por las fuentes antiguas, con que contamos
para llevar a cabo el análisis de los acontecimientos, proviene de grupos
ideológicos afines y, como tales, subjetivas. Para que nos hablen con un mayor
grado de sinceridad es preciso tamizarlas. A partir del siglo V a.C. podemos
hablar de cultura vettona en Trujillo[1].
La
propia estructura defensiva de los castros o campos de piedras hincadas en los
lugares más accesibles para la caballería confirma la importancia que pudo
tener el caballo en la vida vettona, sobre todo en su vertiente militar, tal y
como podemos apreciar en los castros trujillanos de la “Cerca de la Encina”, “Cerca
del Avión”, “Aguas Viejas” y en las “Calderonas”.
Las
importantes actividades ganaderas se verían complementadas con las agrícolas
que en la zona que nos ocupa jugaron un papel muy importante, principalmente en
la recolección de las bellotas[2].
Entre las actividades artesanales, aparte del hilado y tejido, hay que destacar
la metalurgia como lo muestran no solo la cantidad y calidad de sus armas sino
también las abundantes escorias de fragua en los castros. Dicha actividad no debe pasar de ser realizada
en pequeños talleres, incluso en manos de artesanos itinerantes aunque no por
ello hay que descartar la existencia de talleres establecidos o castros
especializados como parece deducirse de la inmensa cantidad de escorias que se
localizan en algunos de estos castros como El Pardal situado en el río Almonte
(Trujillo).
Los
vettones, formaban unidades de caballería, debido a la enorme importancia que
el caballo adquirió y que no solo lo utilizaron en sus ceremonias sacrificales[3],
sino que lo incorporaron en su mitología, pues albergaban la creencia de que la
rapidez que poseían, y que era motivo de admiración, se debía a que era el
viento quien los fecundaba[4].
Trujillo es el lugar de mayor aglomeración de cultos y antropónimos
grecorromanos y presenta dos de los pocos epígrafes en territorio vettón
consagrados al culto imperial, uno al Caesar Philippos en Trujillo y otra a L.
Septimio Severo en Conquista de la Sierra[5].
Gracias
al testimonio de ESTRABON, conocemos el armamento que utilizaron, se protegían
los cuerpos con corazas de lino[6],
material que abundaba en estas tierras[7],
las cabezas con cascos y las piernas, con perneras. Un escudo pequeño en una
mano, y con la otra empuñaban una lanza.
Tras
las revueltas del año 194 a. C. Roma
llegó a la conclusión de que para salvaguardar las zonas conquistadas en la
Península Ibérica necesitaba ampliar su dominio hacia la Meseta y así crear una
zona freática que protegiera los territorios en explotación. La presencia romana
puede dividirse en tres fases y hasta que no está avanzada la tercera no se
puede hablar de asimilación de los modos y formas de vida romanos. La primera
fase de instrucción militar, la segunda de auténtica colonización sobre todo a
partir de la paz augustea con la fundación de ciudades y municipios, y la
tercera, cuando ya la población indígena ha perdido el recelo inicial y se
asimila tras un largo camino de más de 500 años.
En
año 27 a. C. Augusto procedió a dividir los territorios del Imperio en provincias
senatoriales e imperiales quedando la Lusitania entre las segundas que a partir
de ahora será gobernada por un delegado del emperador con el rango de
propretor, “legatus Augusti pro preatore”,
residente en Emerita Augusta. En un momento posterior hubo una nueva división
en dos circunscripciones administrativas: Lusitania y Vettonia de ahí que
hallemos en la epigrafía algunos “procuratores
provinciae Lusitaniae et Vettoniae”. Esta división administrativa parece
clara al igual que la organización conventual, por el contrario la municipal
presenta varios problemas debidos por una parte a la falsedad de algunos
testimonios y por otra a la dificultad que entraña algunas localizaciones
geográficas. Turgalium (Trujillo), aparece como importante foco romanizador
como parece desprenderse del estudio de su epigrafía.
A
diferencia de lo que ocurre con los castros celtibéricos, los poblados vettones
no presentan huella de destrucción violenta, incluso algunos como puede ser el
caso de Turgalium es probable que se hubiera
ido paulatinamente transformando bajo los nuevos modos. Esto unido a la
ausencia de enfrentamientos entre vettones y romanos en las fuentes pone en
duda la fuerte resistencia vettona al dominio romano.
En
época de los julio‑claudios entraron los vettones a formar parte del ejército
romano para promocionarles socialmente y convertirlos en ciudadanos romanos,
aunque siguieron manteniendo unas señas de identidad propias. Por César sabemos
que en las guerras que sostuvo con Pompeyo, los vetones y lusitanos persistían
en sus modos de lucha que durante años les había caracterizado, esto es,
lanzándose contra el enemigo sin táctica preconcebida, con lo que sembraban el
desconcierto en el propio ejército romano al que debían dar cobertura[8].
Se ha
querido identificar a Trujillo con la “Castra Julia” que cita CAYO PLINIO
SECUNDO, llamado “el Viejo” por su semejanza con la denominada “Turris Julia”
de la iglesia de Santa María la Mayor, cuando en realidad se trata de una torre
tardorrománica. Plinio nació en Verona
en el año 23 d. C. y murió en el 79 d. C., al producirse la erupción del
Vesubio, se trasladó a Estabias para observar el fenómeno más cerca, pero
pereció víctima de su curiosidad científica, dejándonos su obra magistral:
Naturae historiarum Libri XXXVII, que es una auténtica enciclopedia que recoge
20000 datos importantes de más de 2000 libros.
El
testimonio de Plinio fue copiado por numerosos autores que le siguieron y
realizaron sus comentarios sobre Trujillo, refiriéndose todos ellos a “Turris
Julia” o a “Castra Julia”, tal es el caso de JULIANO y de JUAN de MARIANA que en su obra Historia general de
España nos refiere: “Cuando vino la segunda vez a España, estableció su
campamento en Trujillo Julio César y le dio el nombre de Castra Julia y el
título de Colonia romana”[9].
También para PONZ, Trujillo fue la Torre Julia que mandó hacer César:
“Casi
en lo más alto de la villa está la parroquia de Santa María, cuya antigua torre
no tiene ninguna apariencia de que
la mandase hacer Julio Cesar, ni de que
sea la Turris Julia, que dió nombre á Truxillo. Quieren los naturales
instruidos, que esta ciudad en la antigüedad más remota se llamase Scalabis, y
que después por una torre, que Julio Cesar mandó hacer, tomó nombre de
Truxillo; pero se cree ser la Castra Julia, que nombra Plinio. El arzobispo D.
Rodrigo la llama Turgellum. El vulgo Truxillano tiene por indubitable que no ha
muchos años se leía en cierta piedra de la fortaleza:
“Hércules
me edificó,
Julio
Cesar me rehizo
Sobre
cabeza de zorro
En
este cerro Virgillo”.
Aunque
existiese esta copla, nada probaría para el nombre de Truxillo, pues se conoce
lo moderna que es”[10].
VIU
en sus Antigüedades de Extremadura opina que “Trujillo fue la Castra Julia de los romanos, pueblo contribuyente pero
no municipio ni menos Colonia”[11].
MOYA en su obra Armas y blasones de
España nos refiere que “...de su blasón se deduce el nombre de Turris Julia por
su fundador Julio César, derivándose el de Tru‑xillo del antiguo Torres de
Julio”[12].
Por
tanto, durante un período largo de tiempo ha perdurado la polémica sobre el
nombre de la población romana que se alzaba donde hoy se encuentra la actual
población trujillana, llegando a la conclusión de que etimológicamente Trujillo
significa “hinchazón”, como se deduce del significado de la raíz del término
indoeuropeo que es originario de Turaca. El significado se corresponde con la
geografía del lugar, pues el solar trujillano es un batolito granítico
intrusivo, cuya superficie es redondeada (monte‑isla), siendo un abultamiento o
“hinchazón” de la penillanura trujillano‑cacereña. La evolución fonética
completa del topónimo “Trujillo” es la siguiente en época romana: “Turaca” ‑ “Turaga” (tras la latinización) ‑ “Turagalium” y “Turgalium”[13].
Las
primeras impresiones sobre Trujillo provienen de los escritores romanos, que
empezaron a adquirir ciertos conocimientos sobre la población a partir de los
contactos comerciales y el establecimiento de la prefectura. Dentro de las
fuentes clásicas hemos de considerar los textos literarios y, dentro de los
mismos, las obras geográficas, que poseen un contenido muy desigual y con
puntos de vista diversos. Pero en las que el interés por la descripción hace de
ellas una fuente primordial para completar la información específica sobre los
lugares, paisajes e información específica sobre los itinerarios. Quienes
escribieron acerca de Trujillo, salvo aquellos que nos visitaron, el resto lo
hicieron desde las ciudades costeras más civilizadas como Ampurias o Sagunto.
Su perspectiva y sus puntos de vista fueron parciales, pues no intentaron
describir una realidad diferente de la que conocían y a la que estaban ya
habituados como una forma de ampliar el conocimiento de las experiencias
humanas, dentro de su gran variedad. Por el contrario, presentaron un relato
repleto de curiosidades para sus lectores, despreocupándose muchas veces de su
veracidad efectiva, y una especie de guía práctica para los futuros políticos y
administradores de estos territorios.
Los
primeros testimonios literarios que hablan de Trujillo los encontramos en
HIGINIO, agrimensor de tiempos de Trajano, que habla de dos prefecturas
dependientes de la colonia de Augusta Emérita[14]:
“In
Emeritensium finibus aliquae sunt praefecturae, quarum decimant seque in
orientem diriguntur, Kardines in meridianum: sed in praefecturis Mullicensis et
Turgaliensis regionis decimani habent actus XX, Kardines actus XL”[15].
Datos
del mayor interés para comprender la gran extensión del territorio de la
colonia. Estas grandes superficies de 400 iugera (100 hectáreas) se asignarían
a las familias para que fueran divididas proporcionalmente entre sus miembros.
El territorio emeritense se podía haber extendido por el norte hasta el campo
norbense, como demuestra la ausencia de epígrafes de la tribu Papiria en estos
lugares, que fueron rabasados tanto a la izquierda como a derecha por la zona
de Ammaia (Alburquerque) por un lado y por la de Turgalium (Trujillo) por otro.
Por el este, consideramos la zona de Valdecaballeros como límite entre las tres
provincias y, del territorio emeritense. En el límite sur consideramos a
Montemolín como enclave emeritense en tierra bética, pues el lugar está rodeado
de municipios que pertenecieron a conventus de esta provincia.
Por
otro lado, en el siglo VI el Ravennatis Anonymi Cosmographia, más conocido por
el Anónimo de Rávena [16]
compuesto por cinco libros, nos facilita el conocimiento de ciudades y núcleos
de población de esa época, cita a Turcalion (Trujillo) como una mansio, situada
a la vía romana a la que en el siglo III el Itinerario de Antonino denomina ab
Emerita Caesaraugustam, como vía desde Mérida hacia Zaragoza, a través de
Toledo, como punto anterior a Augustóbriga[17].
Dato interesante porque denota la continuidad
funcional más o menos urbana de Trujillo o como cabecera de
comarca. Los códices que nos han llegado
hasta nosotros son de los siglos VII y XII, variando frecuentemente entre sí.
Cambios que se deben a que los copistas transcribieron y multiplicaron los
errores anteriores. Otro de los documentos
importantes que nos ha legado la antigüedad clásica sobre la red viaria como es
la llamada Tabula Peutingeriana o mapa mundi de CASTURIUS, ya que constituye el
mapa antiguo más preciso sobre comunicaciones y es la única copia que queda del
documento original del siglo III, que puede fecharse en el siglo XII[18].
Los
datos sobre los caminos españoles del Itinerario de Antonino, auxiliados y
completados por la información que pueda recogerse de CAYO PLINIO y de CLAUDIO
PTOLOMEO, forman una de las fuentes mejores para obtener el conocimiento
geográfico de los antiguos pueblos españoles. Como ya hemos referido, Plinio
quiso escribir la Historia Natural de todo el orbe, compuesta por 37 libros[19],
leyendo previamente todo cuanto se había escrito sobre el tema. Muy famosa ha
sido también la Geographike Uphegenesis del astrónomo y geógrafo griego
Ptolomeo (100‑170 d. C.) en la que describe en ocho tomos las tierras conocidas
hasta entonces en el mundo occidental[20].
No obstante, hemos de advertir que contenía la latitud razonablemente exacta de
unos cinco mil lugares, mientras que las longitudes era considerablemente
erróneas debido a que Ptolomeo suponía que la longitud de un grado en el
Ecuador era de 500 estadios en vez de los 604 que le corresponden. Con el descubrimiento
de América quedó patente el error.
La
calzada Emerita a Cesar Augusta constituye el lazo de unión entre Emerita y Caesaraugusta con un centro de
comunicaciones en Titulcia. Su trazado está integrado por dos tramos, el
primero de los cuales iba desde la capital de Lusitania a Titulcia y del mismo,
por la importancia estratégica de
Trujillo, sólo analizaré su recorrido por Extremadura. La calzada constituía la
prolongación del decumanus maximus y
desde Augusta Emérita tenía salida y
trazado común hasta San Pedro de Mérida. Desde este punto la calzada continúa
durante unos kilómetros paralela a la carretera vieja, hasta llegar al río
Búrdalo, en cuyo puente conecta y se
confunde con la carretera Nacional Madrid‑Lisboa[21].
Continúa
por las fincas La Asperilla y La Conquista y por la dehesa Cuadradillo, y sirve
de límite de término entre Santa Amalia y el pueblo anterior para alcanzar la
Venta de la Guía en cuyo espacio se ubica la Mansio Lacipea, para pasar inmediatamente al espacio de Miajadas en
donde la calzada se confunde con la carretera y se pierde su rastro en la finca
Los Canchales. El recorrido por el término municipal de Miajadas se continua
por las dehesas Alcantarilla, Dehesilla y Fuente de la Zarza, penetrando en
Escurial por la finca Cancho y durante su trayecto por este término municipal
continúa confundida con la N‑V.
Después
de Escurial continúa por Villamesías, entre las dehesas de Egido Matorral,
Pedro Gómez, Salmoral, Rodriga, Osarios, Lagunilla, Zorro y El Santo para pasar
el espacio del Puerto de Santa Cruz en donde se ubica la Mansio Leuciana, que
identificamos con el importante yacimiento arqueológico de los Villarejos[22].
Después
del Puerto de Santa Cruz continuaría por Santa Cruz de la Sierra a través de
las fincas La Magasquilla y Los Labrabos, entrando en el término municipal de
Trujillo por Los Quintos de San Pedro y Aguas Viejas hasta el casco urbano de
Trujillo donde se ubicaba Turcalion[23].
Desde
Trujillo, la antigua calzada atravesaría el término municipal de Trujillo, las
localidades de Torrecillas de la Tiesa y Jaraicejo, después de salvar el
Almonte y en cuyo espacio podría ubicarse Lomundo[24].
Desde Jaraicejo iría hacia Casas de Miravete hasta Almaraz. Salvando el
obstáculo del Tajo por el puente de Almaraz, en otro tiempo denominado Albalat,
dirigiéndose finalmente por Navalmoral de la Mata a la Calzada de Oropesa y
donde el trayecto entre ambos pueblos partiría un ramal que conduciría hasta
Augustóbriga, finalizando la vía su recorrido por Extremadura[25].
Pero,
por Trujillo pasaba otra vía que se relacionaba con el Iter ab Metellinum Norba
Caesarina[26],
y que constituye una de las calzadas romanas más antiguas de Extremadura y
aprovecha en parte el trazado de un camino natural. Todos los indicios apuntan
a que haría su salida de Metellinum a través de su puente romano sobre el
Guadiana. Desde este punto su recorrido con una dirección S‑N se identifica con
el Camino de la Plata, que después de atravesar los términos municipales de
Medellín y Santa Amalia se dirigen a Miajadas en cuyo espacio atraviesa la
dehesa de Los Canchales, en la que se han localizado importantes restos
romanos. Desde aquí continúa hasta los términos municipales de Montánchez y
Valdemorales, pasando antes por las fincas Las Mezquitas, Corchuelo y Vallehondo,
rodeando la ladera Norte de la sierra del Saltillo y continua por las dehesas
de La Tocona, Casajato, Los Palos, La Dehesa y Quebrada. Salva la Sierra de
Montánchez por el puerto del Jabalí y se dirige hacia el pueblo de Torre de
Santa María, Vadefuentes y la finca La Torrecilla, para después salvar el Salor
por el denominado “Puente Nuevo” y continuar por el espacio de Torremocha por
la finca El Castellar y volver a cruzar el río por las inmediaciones y al sur
del casco urbano. Existe una desviación de este camino hacia Trujillo, desde
Montánchez, para conectar después con Salvatierra de Santiago. Desde aquí de
prolonga, durante otro trayecto, penetrando en Ruanes, cuyo casco urbano
atraviesa, dejando constancia de ello en su calle principal que significativamente
se denomina “Calle de la Roa” o también coloquialmente “Calle Empedrada”.
Después
del término municipal de Ruanes, penetra esporádicamente en pertenencias de
Trujillo por la dehesa de Piedra Hitilla y se adentra en el espacio de La
Cumbre entre las fincas de El Campillejo y Roa, sirve de límite a los pueblos
de Santa Ana y La Cumbre, y penetra definitivamente en Trujillo con las dehesas
de La Magascona y Solanilla[27].
Es
muy probable que existiera otra vía de comunicación secundaria por la importancia
de los puntos a unir entre Norba (Cáceres) y Turgalium (Trujillo). Y como fiel
testimonio de la misma es la existencia de dos puentes romanos sobre los ríos
Tamuja y Gibranzo.
La
ciudad de Trujillo se constituyó por su posición geográfica en un nudo de
comunicaciones de cierta importancia. De esto es testimonio, por una parte, que
por ella pasasen el Alio Itinere ab
Emerita Caesareaugustam y derivación de la Metellinum‑Norba, por otra, una serie de factores toponímicos y
arqueológicos que nos ponen de relieve la entrada o salida de Turgalium de una
serie de vías en varias direcciones.
A
este respecto señalar la presencia de un topónimo tan altamente significativo
como la “Aldehuela de la Calzada” y la existencia de un miliario anepigráfico a
cinco km. al Sur de Trujillo, formando parte de la Cañada Real de Ganados que
atraviesa los espacios de Trujillo, Santa Cruz de la Sierra, Abertura, Escurial
y El Campo, en cuyos límites, y concretamente en la dehesa de Los Palacios, se
produce la unión de varios cordeles con la Cañada Real. No cabe la menor duda que esta Cañada Real
debió ser heredada de una primitiva vía de comunicación entre Medellín y
Trujillo y de la que deben ser testimonios válidos la vereda de la Plata y
el miliario anepigráfico en las
inmediaciones del puente sobre el Magasca y, finalmente, la “Aldehuela de la
Calzada”.
También
con arranque o salida en Trujillo debió existir otra vía, que ponemos de
manifiesto por la existencia de un puente romano sobre el Magasca en las
inmediaciones de la carretera de Trujillo a Zorita y el hecho de que en tiempos
pasados el pueblo de Herguijuela recibiese la denominación de Herguijuela de la
Calzada.
Las
distintas cuestiones sobre comunicaciones de época romana han contado siempre
con un gran número de investigadores a lo largo de una tradición ya centenaria,
éstos han proliferado mucho más desde finales del siglo XIX y a lo largo del
XX, como podremos estudiar en los diferentes capítulos de esta obra.
Pero
las investigaciones realizadas en esta última etapa ‑salvo excepciones‑
adolecen de una cierta parcialidad, con lo que se ha perdido la ventaja de una
visión de conjunto. Por otra parte, en algunas ocasiones han sido suscitados
por un criterio patriotista local que trataba de reivindicar para la patria
chica el honor de una antigüedad venerable. En otros casos, el largo magistrado
de una autoridad indiscutible ha llegado a dar por buenas interpretaciones que
hoy nos parecen insostenibles o cuanto menos problemáticas.
A
pesar de ello, la labor de algunos estudiosos ha sido meritoria, pues también
se convirtieron en viajeros y han tratado de concretar sobre artículos, planos
y fotografías el resultado de sus impresiones, sus descubrimientos, y los datos
que consiguieron reunir pueden considerarse como la última palabra. Hemos de
tener presente que el análisis del trazado de las vías romanas en Extremadura,
como en cualquier otro espacio no, sólo ha de tener en cuenta la investigación
de las fuentes históricas, sino también otras más actuales.
En
definitiva, con el aprovechamiento de todas estas fuentes documentales, tenemos
el material primario que es necesario interpretar y verificar en el terreno
práctico.
Relatan
las crónicas antiguas que al fundarse alguna nueva ciudad, ésta se adscribía a
una de las tribus antiguas de Roma. Tal caso sucedió con Mérida que fue
adscrita a la tribu Papiria o Norba a la Sergia[28].
Siguiendo este planteamiento la franja territorial que desde Mérida se dirigía
hasta Turgalium, y por el conocimiento de inscripciones con miembros de la
tribu Papiria, nos están hablando de gentes emeritenses o dependientes de dicha
ciudad.
Los
visigodos aceptaron en gran parte la estructura romana, pero a medida que iba
cambiando el sistema y desaparecía la organización municipal, se daba paso a la
creación de “provincias-ducados”, dentro de las que estaban los condados. Al
mismo tiempo que se iban formando las provincias eclesiásticas. Mérida fue un
ducado y en su capital residió un duque[29].
La provincia eclesiástica a la que perteneció Mérida fue la Lusitania y
comprendía trece obispados. En Trujillo existen los restos de una basílica
visigoda tras muros de la Puerta de Coria.
Tras
la dominación musulmana y una vez llegado el siglo X, cuando toda la región fue
nuevamente una cora dependiente del poder central, encontramos que la cora
estaba compuesta por varias ciudades esenciales como Trujillo, Badajoz o Coria,
que a su vez poseían su respectiva jurisdicción, de forma muy parecida a las
épocas romana y visigoda.
Realmente
las fuentes árabes existentes sobre Trujillo son abundantes. Sabemos que en el
año 881 hay una incursión de Alfonso III contra los Nafza, que ocupaban la
zona, y que en el 317 de la hegira/929-30 de C. se nombra gobernador militar de
Trujillo a Ahmad Ibn Sakan[30].
Con
el estudio de todas las alusiones que hay sobre Trujillo en fuentes medievales,
los datos históricos avalan una fecha de construcción del castillo de Trujillo
en los años finales del siglo IX, merced también a la existencia de varias
lápidas funerarias existentes en la ciudad. Estas referencias históricas sobre
Trujillo unidas al esquema netamente oriental de la planta del edificio
principal árabe en nuestra ciudad (típico de los castillos omeyas), a un
aparejo similar al oriental y al del Conventual emeritense -la fortificación
islámica más antigua fechada en España, en el año 835 d. C.-, todo ello, aunado
con el esquema elemental de las puertas de acceso (de proporciones de primera
época), permiten fechar este castillo a finales del siglo IX en el caso de que
sea posterior al modelo emeritense.
Epigrafía musulmana en Trujillo
Epigrafía musulmana en Trujillo
La
Crónica Anónima es las más antigua crónica hispanoárabe conservada, abarca los
dieciocho primeros años del gobierno de Àb-al-Rahman III, o sea desde el año
912 a 929, que corresponden a la pacificación de las coras y la restauración de
al-Andalus. El manuscrito nos refiere lo siguiente sobre Trujillo: “Ahmad Ibn
Sakan, gobernador de la ciudad de Taryala”[31].
La obra no menciona a ningún autor, ni ofrece fecha de ejecución, aunque
podíamos fecharla en el siglo X, e incluso el prof. García Gómez nos facilita
la posible autoría del manuscrito en Abu Bakr AL-HASAN Ibn Muhammad Ibn
Mufarrity al-Ma`afiri, conocido como al-Qubbasi[32].
El
cordobés IBN HAYYAN (987-1076), está considerado como el mayor historiador de
la Edad Media hispánica, de él nos ha llegado en fragmentos la obra citada
al-Muqtabis que recoge la historia anterior a su época. En el 288/901, murió
al-Mahdi Ibn al-Qitt, de la tribu de Qurays, en Nafza. Este personaje se
relacionó con nuestra zona, como se observa en el relato que Ibn Hayyan toma de
Ibn Ahmad# GARCIA GOMEZ, E.: Anales
palatinos del califa de Córdoba al-hakam II, por Ibn Ahmad al-Razi, Madrid,
1967.#, quien dice haberlo tomado de puño y letra del califa al-Hakam
al-Mustansir bi-l-Lab: “ Ibn al-Qitt envió sus emisarios y cartas que entraron
en Trujillo, Mérida y Toledo y otros lugares de la frontera, en los que se
aprestaron a seguir su causa y a formar un gran ejército con el que atacó
Zamora...”[33].
El
códice arábigo que se titula Libro que contiene cosas curiosas acerca de las
excelencias de la gente de almagrib, es obra del cronista ABEN-ZAID, que vivió
en tiempos del rey Fernando III, y nos refiere una noticia curiosa pues ya cita
a uno de los primeros poetas de la historia que nació en Trujillo en el siglo
XI y destacó en la corte de Badajoz, reinando en ella Abu-Beer Mohamed, que
sucedió a su padre el 30 de diciembre de 1045:
“Trujillo
es una de las ciudades notables del norte. De ella era Abu-Mohamed Abdala, hijo
de Albolón, uno de los poetas de Almotafir Abenalaftás, rey de Badajoz”.
Este
es el rey que tomó el pomposo título de Motafir (el victorioso por Alá) y se
hizo célebre por su enemistad con el rey de Sevilla Motahid, y por su mucha
erudición, prudencia y fortaleza de ánimo, según escriben de él Alkabit y
Aben-Kaldún, por quienes sabemos también que escribió una obra histórica de
cincuenta tomos[34].
Encontramos
referencias a Trujillo en Abu-Abd-Alla Mohamed
AL-EDRISI[35],
de la familia de los Hamuditas, que habían tenido la soberanía de Málaga hasta
la muerte de su bisabuelo Idris II (año 1055),
que fue un geógrafo árabe cuya obra fue famosa en todo el mundo
musulmán. Entró al servicio del rey cristiano Rogerio II de Sicilia, para
auxiliarle en sus investigaciones geográficas e hizo su panegírico[36]. Murió en la segunda mitad del siglo XII[37].
Europa
conoció la obra del árabe por un breve compendio que de ella se hizo y se
publicó en Roma, en 1592, en la imprenta de los Médicis. Se conserva en París
(Sup. Arab. 894) y una copia en la Biblioteca de la Universidad de Cambridge.
De este texto hicieron una versión latina los maronistas G. Sionita y J.
Hesronita que lo titularon Geographia Nubiense (París, 1619), y anteriormente,
Bernardino Baldi había hecho una traducción italiana que se conserva autógrafa
e inédita en la Biblioteca de la Universidad de Montpellier. La Biblioteca de
París adquirió dos ejemplares de la obra completa, que tradujo al francés Amadeo
Jaubert, que publicó en 1836 el primer tomo y en 1840 el segundo. En España,
EDUARDO SAAVEDRA amplió y corrigió las versiones de la obra del Edrisi en una
serie de artículos insertos en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid. En
España trabajó sobre la traducción y el texto de DOZY y DE GOEJE, SAAVEDRA: La
Geografía de España de Edrisi, en B.S.G. Madrid, Tomos X, XI, XII, XIII, XIV y
XVIII, tirados en volumen aparte en Madrid, imprenta de Fortanet, 1881,
publicados posteriormente en un volumen aparte, con el título de La Geografía
del Edrisi, publicada en Madrid, 1881.
La
descripción que hace El-Edrisi de Trujillo es la siguiente:
“De
Medellín a Taryalah (Trujillo), dos jornadas cortas. Esta última villa es
grande y parece una fortaleza. Sus muros están sólidamente construidos y hay
bazares bien provistos. Sus habitantes, tanto jinetes como infantes, hacen
continuas incursiones en el país de los cristianos. Ordinariamente viven del
merodeo y se valen de ardides”[38].
Las
referencias que nos ofrece de la ciudad revelan que era una de las principales
de Extremadura en la época de los almohades; y la importancia estratégica de
ella, dimana de que en aquel tiempo los árabes y los cristianos invadían a
diario el campo enemigo para robar, talar y destruir, por lo cual los lugares
pequeños estaban indefensos y sus moradores se concentraban en las poblaciones
fortificadas. Esta misma manera de vivir que tenían los árabes en Trujillo,
entregados al merodeo y las excursiones y adiestrados en ardides, sorpresas y
asaltos, la tenían también los cristianos de la frontera leonesa. La
conservación de las poblaciones conquistadas era muy difícil, por tenerse que
guerrear a diario con los árabes. Los moradores estaban interesados en la
defensa de la población; pero como el temor a que el enemigo atacase los campos
y la necesidad de estar siempre apelando a las armas hacían imposible el
cultivo agrícola, la propiedad comunal del suelo era la que preponderaba y con
ella la riqueza pecuaria, que se manifestaba en las vacadas concejiles y la
ganadería en común. Por tanto, el bandolerismo tenía su mejor baluarte en la
frontera.
El
historiador y geógrafo del siglo XII Muhammad Ibn Ayyûb Inb GALIB AL-GARNATI,
que vivió en Granada, donde estuvo al servicio de su gobernador, en su obra
Farhat al-anfus fi ajbar al-Andalus (Alegría de las almas, acerca de la
Historia de al-Andalus), nos refiere: “A la cora de Mérida pertenece Taryalah
(Trujillo), que dista de Córdoba seis jornadas”[39].
En la Crónica anónima Dikr Bilad al-Andalus, editada y traducida por L. Molina,
nos refiere también que Mérida dominaba numerosas ciudades y amplios distritos,
entre los que se encontraban las ciudades de Trujillo, Zamora, León, Tudela,
Tarazona y Fuente de Cantos[40].
El
escritor árabe oriental Abu ´Abd Allah Yaqut Ibn ´Abd Allah AL-HAMAWI, nacido
en el año 1179 en Hama, fue esclavo de niño y fue llevado a Bagdad en donde
ejerció el oficio de comerciante, murió en el año 1229, recoge la forma Turyila
para referirse al topónimo “Trujillo”: “ Turyila es una madina en al-Andalus
del `amal de Mérida, entre ella y Córdoba hay seis días a oriente y seis días
entre ella y Zamora en el país de los cristianos. Conquistada en 1165”[41].
Se refiere a la conquista cristiana de Trujillo el 15 de abril de 1165 por
Geraldo Sempavor. En el año 1169 Geraldo cae prisionero y para su rescate tiene
que entregar Trujillo, Montánchez, Santa Cruz y Monfragüe a Rodríguez de
Castro, autor del convenio con los árabes, a quien llaman Señor de Trujillo, y
que se constituyó en un señorío venido después a manos castellanas. Por su
parte, el cronista Ben-Sahibis-Salat contemporáneo de estos sucesos, nos
refiere muy sumariamente:
“En
Yumada segundo de la hegira 560 fue sorprendida la ciudad de Truxillo, y en
Diskada, la notable villa de Jeburak. También la población de Cazeres en Safar
de 561, y el castillo de Muntajesh en Yumada y los fuertes de Severina y
Felmanuyyah”[42].
La
fecha de la toma de Trujillo es clara pues comenzando la hegira 560 el 18 de
noviembre del año 1164, la luna de Yumada 1º tuvo que comenzar antes de mediar
el mes de abril del año 1165, y si la ciudad fue ganada por sorpresa no hubo
necesidad de emplear en ella una semana. Aunque el cronista árabe refiere tan
sumariamente estas conquistas, no ha de entenderse que Ebora fue ganada por el
mismo rey que tomó a Trujillo, Cáceres y Montánchez, pues consta por el
Cronicón lusitano, llamado también Crónica de los godos, que la toma de Ebora
fue empresa exclusiva de Gerardo[43].
ABD
AL-MALIK b. Muhammad b. Ibn Sahib al-Sala, natural de Beja, nos informa en su
obra al-Mann bi-l-imama àlá-l-mustad`afin bi-an ya`alhum Allah al-a imma
wa-ya`alahum al-waritin (El don del imamato para los que no merecieron que Dios
los colocase como imames y los puso como como sus herederos y la aparición del
iman al-Mahdi de los Almohades), de la que solo se ha conservado el segundo
volumen (1159-1173)[44],
lo siguiente:
“
En el año 563/17 de octubre de 1167 a 4 de octubre de 1168, el jefe cristiano
Fernando (se refiere a Fernando II), señor de Taryala (Trujillo), célebre entre
los cristianos por su linaje y valor, pariente por afinidad de Alfonso, el rey
pequeño, señor de Toledo, llegó a Sevilla en el mes de ramadám del citado
año/10 de junio a 9 de julio 1168, él y sus hermanos, con el deseo de hacerse servidor
del Amir al-Mu`minin, después de abandonar la compañía de los infieles.
Los
almohades de Sevilla pidieron permiso a su majestad el Amir al-Mu`minin en
marrakus, y se le permitió que llegase allí con sus acompañantes y hermanos que
venían con él, y permaneció en la capital excelsa cinco meses bajo las banderas
del poder excelso, favores y donativos considerables y provisiones
garantizadas.
Se
ablandó su corazón con los grandes regalos, hasta que casi se islamizó y
prometió a Dios ser fiel consejero del poder con el mejor servicio, y se
sometió y garantizó que no raziaría el país de los almohades y que sería para
ellos un sostén y aliado de los musulmanes. Se marchó bajo estos bienes y esta
reconciliación completa de él con seguridad, mandando el poder supremo darle
donativos a él y a sus hermanos y compañeros unidos a los almohades, todos los
meses, como se hizo”[45].
Arquitectura defensiva trujillana
Arquitectura defensiva trujillana
Arquitectura defensiva trujillana
Este
cronista también nos explica la traición de Giraldo a la ciudad de Trujillo en
el mes de yumada al-tani del año 560/15 de abril al 13 de mayo de 1165[46]. El 15 de abril de 1165 tiene lugar la toma de
Trujillo por Geraldo Sempavor. Geraldo caerá prisionero en 1168 y para su
rescate tiene que entregar Trujillo, Montánchez, Santa Cruz y Monfragüe a
Rodríguez de Castro, autor del convenio con los árabes, a quien llaman Señor de
Trujillo, y que se constituyó en un señorío venido después a manos castellanas.
También encontramos referencias acerca de estos acontecimientos históricos en
la obra Kitab al-ibar del gran
sociólogo, filósofo e historiador de Túnez IBN JALDUN, que fue una de las más
fuertes personalidades de la cultura árabo-musulmana en su ocaso[47].
Abul-l-Abbas
Ahmab b. Muhammad b. IDARI AL-MARRAKUSI, historiador magrebí del que solamente
conocemos que vivió en la segunda mitad del siglo XIII, nos refiere lo
siguiente en su obra Bayan al-mugrib fi ijtisar ajbar muluk al-Andalus
wa-l-Magrib: “En el año 178 (de la hegira)/ 794 entran en Trujillo los
beréberes que huyeron de Takurunna”[48].
También, nos relata la traición de Geraldo para apoderarse de las ciudades, y
como ayudó a Ibn al-Rink contra los musulmanes:
“Traicionó
Giraldo en su primera traición, la ciudad de Trujillo en el año 560/1165, luego
la de Evora en du-l-qa`da de ese año y se la vendió a los cristianos; luego
traicionó la de Cáceres en safar del año 561/diciembre-enero de 1166”[49].
El 14
de junio de 1196 al-Mansur se dirigió hacia norte, desde Sevilla, avanzando en
dirección al castillo de Montánchez con un gran contingente de andaluces, pues
era una de las fortalezas de mayor elevación, renombrada por su situación
estratégica. La rodeó e inició el ataque. El día 16 de junio los habitantes del
castillo se acogieron a la sumisión, colgándose a la cuerda del Iman. Fue
también evacuada la ciudad de Trujillo -tal y como nos cuenta Idari
al-Marrakusi- “sin asedio, y sopló el
viento de la victoria por aquellos distritos y aquellas regiones...Se renovó en
estos castillos la invocación al Islam”[50].
AL-HIMYARI,
escritor norteafricano del siglo XIII nos habla en su obra Kitab al-rawd
al-mi´tar fi jabar al-aqtar de”Taryaluh (Trujillo) ciudad de al-Andalus, es un
hisn inexpugnable, tiene murallas y mercados activos. Sus caballeros e infantes
pasan su vida emprendiendo correrías contra el país de los cristianos, y se
dedican a ejercer el bandolerismo y el fraude. En el año 630 de la hegira/
1232-1233, vinieron los cristianos y la sitiaron. Salió hacia ellos Muhammad bn
Yûsuf bn Hûd buscando una ocasión para atacarles por sorpresa, pero no le fue
posible y partió a Sevilla. Hizo etapas hacia Taryaluh, pero le llegó la
noticia de la toma de esta ciudad por los cristianos y volvió a Sevilla. Cayó
Taryaluh en poder de los cristianos en rabi al-awwal de este año/diciembre
1232- enero 1233”[51].
Las
dos crónicas que, desde AMBROSIO de MORALES que fue el descubridor y primer
copista de ellas[52],
llamamos Anales Toledanos[53],
son una fuente histórica muy utilizada por los historiadores, aunque su
redacción es algo tardía (comienzos del siglo XIII). Es una fuente muy conocida
por su inclusión en la España Sagrada del P. Flórez, y con notables excepciones
de Gómez Moreno (Anales Castellanos, R. Academia de la Historia, 1917), Julio
González (Repoblación de Castilla la Nueva, 1975), Recuero Astray (Alfonso VII,
Emperador, 1979) y Terrón Albarrán (El Solar de los Aftásidas,1971 y,
Extremadura musulmana, 1971) no es frecuente que se utilicen como fuente
algunas de las 331 noticias contenidas en ellos. Y esto a pesar de que hay
sucesos que sólo se contienen en ellos y se recogen más exactitud que en otras
crónicas medievales[54]
y que seguidamente citaremos.
La
conquista de Trujillo por los cristianos coincide con un momento de crisis y descomposición
de los reinos árabes del Al-Andalus. Así, el rey de Castilla, Alfonso VIII,
después de conquistar el lugar de Ambroz y fundar allí la ciudad de Plasencia,
entró en Trujillo el año 1186. Intentando atraer a las Órdenes Militares para
asegurarse la plaza y la frontera, concedió la mitad de los diezmos de la
ciudad y su tierra a la Orden de Santiago.
En el
mes de abril de 1186, la ciudad de Plasencia era un enclave importante para las
empresas ulteriores del rey Alfonso VIII, y se hallaba en esa fecha en
Trujillo, lo que prueba que la había conquistado a los árabes, estando allí el
monarca castellano otorgó privilegio a la Orden de Santiago, cuyo Maestre era
entonces Fr. Fernando Díaz, por el cual “le
hizo donación de la mitad de los diezmos pertenecientes a la Corona en todas
las rentas de Trugello, tanto de la agricultura como de las demás materias
contributivas, y de la mitad de las tercias de las iglesias de Trugello y sus
términos, que se poblaron desde Tajo hasta Guadiana, y la mitad de los derechos
que corresponden al Obispo”. En la data del documento se lee: “Facta carta apud Trugellum, Era MCCXXIIII et
XI kalen, Madri”;“…dono et concedo
vobis Domino Gomez Magistro Truxillensi, et omnibus fratribus vestris,
praesentibus et futuria, Rondam, cum ingresibus etc.”[55]. Por tanto, entre las crónicas cristianas que
citan a Trujillo tenemos el Bullarium ordinis militiae de Alcántara , que la
denomina como “la villa de Trugello” y de forma adjetivada “truxillensi”[56],
el Bullarium equestres ordinis sancti
Iacobi de Spatha, la refiere como “Trugellum”[57].
No
puede negarse en esta donación el deseo que tenía el rey Alfonso de atraer a la
Orden de Santiago hacia la comarca de Trujillo, a fin de que la repoblase y
defendiese de las correrías de los árabes. Pero, todavía a otra orden, la de
San Julián del Pereiro, la estimuló a establecerse en Trujillo y fundar allí
una casa para cuyo sostenimiento la hizo donación de la villa de Ronda, sita en
la comarca de Toledo. En el documento se llama a don Gómez “Maestre Truxillense”[58].
En la bula de Clemente III por la cual se erigió el Obispado de Plasencia[59],
se dice que la nueva diócesis ha de abarcar, conforme a lo solicitado por el
rey de Castilla, todos los lugares concedidos a la nueva ciudad y los que se
han agregado, de Trujillo, Medellín, Santa Cruz y Montfragüe, con todos sus
términos y pertenencias[60].
En el
año 1195, y continuando con esta política, el monarca donó a la de San Julián
de Pereiro, además de otras, la villa y castillo de Trujillo.
En
marzo de 1195, el mismo Alfonso VIII, continuando con su interés de atraer a
las Órdenes Militares a la frontera, con objeto de defenderla contra los
árabes, hizo donación “al convento de los freires de Truxello y a su Maestre
Don Gómez, de la villa y castillo que llaman Turgello, la villa y castillo que
llaman Albalat, situado en la rivera del Tajo, y el castillo que llaman Santa
Cruz cerca de Trugello y situado en el Monte Arduo, y otros dos castillos, de
los cuales el uno se llama Cabañas y el otro Zuferola”[61].Para
la fortificación y perpetua subsistencia de estos lugares y castillos, les
concede la pensión de tres mil áureos anuales sobre la renta de la Greda de
Magán, que habría de pagarles el Almojarifazgo[62].
Sin embargo, los almohades, habiendo vencido al rey castellano en la batalla de
Alarcos -1196-, se dirigieron hacia la frontera oeste, conquistando Montánchez,
Santa Cruz, Trujillo y Plasencia.
En el
año 1196, los reyes Alfonso VIII de
Castilla y Sancho I de Portugal estaban unidos contra una liga formada por Alfonso IX de León[63], Sancho VII de Navarra y el emir almohade
Yacub. Salió este de Sevilla por la vía de Mérida y tras tomar Santa Cruz,
Trujillo y Plasencia, marchó luego hacia la comarca de Talavera:
“Priso
el rey de Marruecos a Montanchez, é Sancta Cruz, é Truxillo, é Placencia, é
vinieron por Talavera, é cortaron el olivar, é olmos, é Santa Olalla, é
Escalona, é lidiaron Maqueda, é non la prisieron, é vinieron cercar Toledo, é
cortaron las viñas é los árboles, é duraron y X dias en el mes de junio, era
MCCXXXIV”[64].
Por
tanto, volvió Trujillo de nuevo a caer en manos almohades, como también recogen
los Anales, produciéndose las consecuencias del profundo repliegue cristiano y
las numerosas conquistas extremeñas de los árabes. Esta conquista nos la relata
el cronista árabe Ibn Abi Zar Abul-l-Abbas AHMAD AL-FASI -del que se sabe que
murió en Fez en el año 1310)- en su obra Kitab al-anis al-mutrib bi-rawd
al-qirtas fi ajbar muluk al-magrib wa ta`rij madina Fas, conocida como Rawd
al-Qirtas: “En el año 1196 se produce la
toma de al-Balat y Trujillo”[65].
Con
motivo de haber celebrado treguas el rey de Castilla con el almohade,
transcurrieron quince años sin que pensasen los cristianos en proseguir la
reconquista entre el Tajo y el Guadiana; pero ya en el año 1211, el rey Alfonso VIII, que deseaba romper las
hostilidades y había procurado dar pretexto para ello fundando en la frontera
el castillo de Mora, estando con su hijo el infante Fernando en expedición, le ordenó que hiciese
una razia por Extremadura, y entonces fue cuando el infante recorrió las
comarcas de Trujillo y Montánchez, regresando a Toledo en el mes de agosto.
“Estando
el rey don Alfonso e el infant don Ferrando con todo su regno en la sierra de
Sant Vicent, fue el infant don Ferrando en fosado con otdas las gientes á
Truxiello, é á Montanches, é tornos´d´aquel fonsado à su padre en el mes
dagosto, era MCCIL”[66].
Estando
sitiado por los almohades el castillo de Salvatierra, junto al actual de
Calatrava la Nueva, intentó Alfonso atacar hacia el occidente de Al-Andalus
desde la sierra de San Vicente, para que cesase el sitio acudiendo a socorrer
las tierras extremeñas. Envió a su hijo y heredero en “fonsado” hacia Trujillo
y Montánchez, pero el califa hizo caso omiso y Salvatierra siguió cercada,
conquistándola al fin. Y el infante tuvo que regresar sin conquistar nada. Tres
meses después, el que hubiera sido Fernando II de Castilla si hubiera vivido,
fallecía en Madrid, donde ya estaban su padre y el ejército ocupando su puesto
sucesorio su hermano menor Enrique I, que fallecería por accidente en 1217. Por
ambos fallecimientos resultó heredera doña Berenguela y, al morir Alfonso IX de
León, heredó ambos reinos el que sería apodado el Santo, Fernando III, hijo de
este rey y de su segunda esposa.
Cáceres
fue conquistada el 23 de abril de 1229, al mes siguiente se hallaba Alfonso IX en Galisteo, donde procuró
aquietar a la Orden de Santiago, que se creía con el derecho a poseer la villa
de Cáceres por habérsela donado en otro tiempo
Fernando II, pero deseaba don Alfonso que la población fuese de
realengo, y a tal efecto la señaló un vasto término y concedió fuero de
población, y en trueque de los derechos eventuales que aducía la Orden de
Santiago, donó a esta las villas de Castrotoral y Villafáfila, con 2000
maravedís, y así mismo le prometió que si algún día lograba conquistar a
Trujillo, Santa Cruz y Montánchez, le haría donación de alguna de ellas.
“Item
obligo me et successores meos, quod si Deus aliquo tempore nobis dederis
castrum de Turgiello, vel Sancta Cruz, aut de Montanchez, aut de Medelin, quot
domus ipsum vobis et Ordini vestro iure hareditario”[67].
Trujillo
era un peligroso entrante musulmán en la zona alta de Extremadura,
especialmente para la vecina Plasencia, aunque el Tajo sirviera de frontera.
Ampliado ya el reino leonés con Cáceres, Montánchez y Mérida, una expedición
dirigida por el Maestre de Calatrava Gonzalo Yáñez y el obispo de Plasencia don
Adán, sitiaron a Trujillo, con ayuda también de los santiaguistas y del Pereiro
(después Alcántara). Acudió en auxilio de los sitiados el rey de Murcia,
intentando atacar por sorpresa; no lo logró y volvió hacia Sevilla. Una segunda
petición de los cercados le hizo volver, pero en el camino supo de la
rendición. El avance fronterizo sería esta vez definitivo. Hemos de hacer un
inciso para aclarar el origen de la Orden de Alcántara, citada anteriormente.
Fueron
los primeros fundadores de los Caballeros de Alcántara dos caballeros
salmantinos, don Suero Fernández Barrientos y su hermano don Gómez, que
consagraron su vida a la defensa de los cristianos en la frontera del reino de
León contra los moros de Extremadura, y construyeron para este fin una gran
fortaleza próxima a la ermita de San Julián del Pereiro, cerca de Ciudad
Rodrigo. Sucedía esto hacia 1156, según fray Angel Manrique en los Annales
Cistercienses[68].
Pocos años después, a ruegos de Suero Fernández, los caballeros que obedecían a
este primer maestre recibieron de Ordoño, obispo de Salamanca, una Regla
semejante a la de Calatrava, que fue confirmada en 1177 por el papa Alejandro
III.
Llamábanse
“Freires de San Julián del Pereiro” cuando en 1211 conquistaron Trujillo, villa
que les fue cedida por Alfonso VIII, se denominaron Caballeros de Trujillo,
pero el nombre definitivo les vino de Alcántara, en la provincia de Cáceres
cuando recibieron de manos de los calatravos aquella plaza fuerte, lo cual
aconteció siendo maestre don Nuño Fernández, en 1213[69].
Hubo entonces un pacto entre ambas Ordenes militares de filiación cisterciense,
y los de Alcántara se sometieron para en adelante a la visita canónica del
maestre de Calatrava, lo cual no produjo sino disensiones y aun luchas
sangrientas. La cruz que llevaban sobre el manto blanco era la misma
flordelisada de Calatrava, pero de color verde[70].
Los Anales Toledanos (Segundos) citan su
reconquista el 25 de enero de 1232. “Los
freyres de las Ordenes é el Obispo de Plasencia prisieron á Turgiello dia de
conversion Sancti Pauli en Janero, era MCCLXX”. Encontramos las formas
Turgiello y Truxillo, entre los años 1196 y 1232[71].
Trujillo es incorporado a la corona de Castilla por Fernando III[72].
Fue después encomienda de la Orden de Alcántara. Además de éstos, entre las
crónicas cristianas que citan a Trujillo, destacando sobre todo el castillo
como esencial baluarte defensivo, tenemos la Primera Crónica General de ALFONSO
el Sabio[73].
El Maestrescuela CORREA ROLDAN recoge el
testimonio de los Anales que tiene la ciudad de Toledo, que son de mucha
autoridad, porque, según el estilo de ellos, se escribían las cosas cuando
pasaban. En el mismo sentido se pronuncia JUAN de MARIANA. En memoria de este
acontecimiento, y como acción de gracias a la virgen, a la que se atribuyó el
éxito de las tropas cristianas, los trujillanos levantaron una ermita a Nuestra Señora de la Victoria, a la que
nombraron Patrona de la entonces Villa[74].
A MARIANA estaba reservado escribir la Historia de España. No es un mero
investigador minucioso y concienzudo, sino un gran lector de toda clase de
libros de los cuales recogen cuanto cree útil para fomentar las síntesis a que
aspira. La historia artística le preocupa mucho más que la puramente
informativa, y, como es, ante todo un humanista y un pensador, pone su ideal en
parecerse a Tito Livio o a Tácito, y escribe, primero, su historia en latín,
para darle caracteres de universalidad, y sólo después la traduce él mismo al
castellano, dejando en su estilo giro o arcaísmos voluntarios que denotan su
procedencia de la asidua lectura de las viejas crónicas castellanas. Así resulta
más anticuado en su lenguaje que un Hurtado de Mendoza. El obispo de
Plasencia según escribe Correa y Roldán era don Domingo, el cual murió a pocos
días. De hecho, el último día de febrero de 1232 estaba ya vacante la diócesis
de Plasencia, según consta en un privilegio concedido por Fernando III en esa
fecha a la iglesia de Santiago, donde dice: “La iglesia de Plasencia vaca”. Algunos, sin embargo, afirman que
falleció en 1231, apoyándose en el Obituario inédito de Toledo, por lo que en
ese caso no pudo participar en la conquista de las tierras trujillanas.
Trujillo
fue entregado provisionalmente a las Órdenes Militares, en 1234 Fernando III
hizo a la villa de realengo, quedando, por tanto, incorporado a la corona por
el interés que tenía.
Superada
la Reconquista y para fomentar su repoblación, se otorgaron privilegios a los
caballeros participantes en las campañas militares, confirmándose el derecho
sobre sus propiedades con el Fuero otorgado por Alfonso X en 1256[75].
Por éste, Trujillo se convierte en una villa libre, vinculada a la Corona
definitivamente.
Desde
entonces se asentaron los primeros repobladores en Trujillo dando lugar a los
linajes más antiguos de la ciudad: Añascos, Altamirano, Bejarano, Chaves,
Orellana, Escobar, Pizarro, etc. Estos nobles que, además de sus propiedades
territoriales, ostentaron los oficios concejiles y el gobierno de Trujillo,
dominaron la vida ciudadana, y, además, a través del Fuero mencionado
anteriormente, obtuvieron el privilegio de no pechar al poseer “casas con gran población, además de caballos
y armas”.
Hay
en la historia interna de Extremadura un período de intensa inquietud, de lucha
fratricida, que llena varios años de la segunda mitad del siglo XV, provocada
por la rivalidad de Gómez de Solís y Alonso de Monroy, disputándose el
maestrazgo de la Orden de Alcántara. Es, por tanto, un episodio ligado a la
Historia mundial, y con encaje en el marco de turbulencias que provoca el
reinado lamentable de Enrique IV de Castilla. Son trujillanos los que luchan por
una dignidad extremeñísima[76].
Cuando la región forjadora de los grandes conquistadores aún no había lanzado a
sus paladines fuera de la región.
Los
cronistas que escribieron sobre la vida extremeña, los literatos que buscaron
inspiración en sucesos del pasado, con frecuencia suelen referir o cantar la
guerra entre Solís y Monroy[77],
siendo importante la relación hecha por TETZEL
en Viajes por España[78]
y el manuscrito del año 1543 de DIEGO de HINOJOSA titulado Genealogía de los
Hinojosa, en donde nos da referida cuenta de la rivalidad entre ambas familias,
“...en Trujillo, viejo e histórico
baluarte de levantisca nobleza, asentaron su solar los Hinojosa, en tiempos de
Alfonso XI. El propio rey trajo en su compañía, desde Toledo, al primero que
vino a esta villa extremeña, Alonso Alvarez de Hinojosa, al cual dejó allí como
alcalde de Alcázar y Justicia Mayor”[79].
Tantas grandezas tenían los Hinojosa y tan reconocidos eran en el reino que en
el interesante Memorial de la calidad y servicios de la Casa de D. Álvaro Francisco
de Ulloa que compuso el erudito PEDRO de ULLOA GOLFIN -aunque aparece
autorizado por el cronista José Peciller como si fuese el autor- nos comenta lo
siguiente: “Francisco de Hinojosa era un
caballero muy principal de Truxillo”[80],
y del que se cantaba en romances, anunciando los festejos nupciales por toda
Extremadura: “Casa una hermana el
Maestre/ con un caballero joven,/ que en el solar de Trujillo/ Francisco de
Hinojosa, es noble./ Van llegando caballeros,/ prevendados, ricos-homes,/ para
rendir pleitesía/ que a tal señor corresponde”[81].
Por todo Trujillo sonó una alegría bullanguera y deambulaba una heterogénea
multitud endomingada.
Es
una aportación útil a la historia extremeña, en un interesante período de fin
de época, cuando el medievo ascético y feudal se encaminaba a desembocar en las
luminosidades estéticas e inquietantes del Renacimiento, cuando el impreciso
concepto de lo estatal va concretándose para ir desde la atomización de los
pequeños Estados hacia las grandes nacionalidades[82].
Quizá
los hechos más significativos que sucedieron hasta 1430, año en que Juan II
otorgó el título de Ciudad a la entonces villa -a instancias del Condestable de
Castilla, Alvaro de Luna, primer Duque
de Trujillo-, fueron, por una parte, las rapiñas y asaltos de los Golfines,
bandoleros que después de obtener grandes riquezas se ennoblecieron,
asentándose en la ciudad de Cáceres; y, por otra, los bandos o facciones
nobiliarias del reinado de Pedro I el Cruel, banderías que no alcanzaron las
cotas sangrientas de otras ciudades castellanas.
Entra
en la escena política el Condestable don Álvaro de Luna, de su Crónica
recogemos varios capítulos en los que hace referencia a Trujillo y en concreto
a su castillo:
CAPITULO
XXIV. “Como después que el Condestable se salió de Aragón, e se juntó con su
gente al real del Rey, el Rey entró en el reino de Aragón, e entró por fuerca
la villa Ariza, e fizo en aquel reyno de Aragón muchos daños. Recogido el
Condensable don Álvaro de Luna con la su gente a huerta, al real Rey, como ya
fuese sabido del daño e estrago que el Condestable dexaba fecho, e del espanto
que por aquel reyno avía puesto, e de los lugares que por el Rey dexaba
tomados, si fasta allí el Condestable era amado Rey, e presciado de todos, de
allí delante lo fué mucho más, e el su nombre de cada día más engrandescido
sonaba e se estendía por todas partes; maravillándose todos del grand trabajo
suyo en el fecho de la guerra, sin reposo ni descanso. Ca quando parescía que
algúnd poco reposaba, estonce afanaba su juicio pensando que se fiziese; en tal
manera, que jamás le fallescía trabajo, o del espíritu o de la persona. Mas
todo lo conportaba con generoso e grand coracón, por lo que convenía al
servicio de su Rey, e honrra de la su corona, e el bien público de los sus
reynos. Pues luego otro día, sin más reposo, que el Condestable se juntó con el
Rey, entró el Rey en el reyno de Aragón, sus batallas ordenadas, de mucha e muy
fermosa gente. Aquesto era ya en el mes de agosto, e entraron con el Rey don
Álvaro de Luna, Condestable de Castilla e conde de Sanctistéban, que llevaba la
delantera; don Fadrique, almirante mayor de Castilla; don Lope de Mendoca,
arcobispo de Sanctiago; don Luys de Guzmán, maestre de Calatrava; don Juan de
Sotomayor, maestre de Alcántara; don Gutiérre Gómez de Toledo, obisto de
Palencia, don Juan, obispo de Osma, arcobispo que fué después de Toledo, que
era hermano del condestable don Álvaro de Luna; Pedro de Velasco, camarero
mayor del Rey; Pero de Estúñiga, justicia mayor del Rey; Pero Manrrique,
adelantado e notario mayor del regno de león; don Garci Fernández Manrrique,
conde de Castañeda; don Luys de la Cerda, conde de Medinaceli.
Mucho
se acrescentó el temor e espanto que los de la frontera de Aragón ovieron,
quando sopieron la entrada del Rey con tan grand hueste. E como avían quedado
destruídos e espantados de la entrada que el Condestable avía fecho, el temor e
miedo que ovieron les fué doblado, e fecho mucho mayor. E no sólo los de
la frontera fueron espantados; pero
todos los del reyno de Aragón, e Valencia e Cataluña. A la qual entrada del Rey
no se fizo otra resistencia por los reyes de Aragón e Navarra, ni por los de
sus reynos, salvo despoblar los logares llanos, e alzarse las gentes con las
viandas en los castillos, e casas e logares fuertes, e fuir por los lugares
ásperos, e procurar de salvar las vidas por los montes e desiertos. El Rey assí
poderosamente entrado en Aragón, asentó su real sobre Ariza, que era un logar
en el reyno de Aragón, en la frontera, comunalmente fuerte, e bien cercado.
Avía en él un castillo muy fuerte por edificio, e mucho enmontado, donde
estaban fasta doscientos hombres de armas. Vista por ellos la hueste del Rey,
dexaron, la villa, e subiéronse al castilo, alguanos quedaron en la villa,
pensando que por ventura la podrían defender, esfocandose que quando quialesen
se podrían recoger e guarescer al castillo. El Rey llegando cerca del logar,
dió orden el su Condestable como su muchas partes luego fuese conbatido, en tal
manera, que los que avían quedado en la villa, desapararon el lugar, e
acogiéronse al castillo. E de la gente de la huesta del Rey e del Condestable
don Álvaro de Luna , que llegaron al conbate, entraron al lugar, e quemaron e
destruyeron las casas, e quanto dentro fallaron, e aportillaron los muros de la
villa por muchas partes. Algunos días de entrada e aportillada aquella villa de
Ariza, estovo el Rey ende con la hueste. Y esto fizo el Rey porque en aquel
lugar aavían fallado su rey de armas e haraute a los reyes de Aragón e Navarra,
quando por ellos los enviara desafiar, e aplazar batalla, certificandoles que
vernia a ge la dar, do quiera que los sus rey de armas e haraute los fallasen,
segund en la Historia del Rey se fallará más largo.
Pensaba
el Rey que así por aquello, como por los
reyes estar a ocho leguas dende, en las cibdad de Calatayud, que por
ventura vernían allí lo qual el Rey vido
queno venían los reyes, ni avía por los canpos gente alguna que fiziese
resistencia otra, salvo alcar las viandas , e bastecer las fortalezas, e
defenderse en ellas, mandó ayuntar al su Condestable don Álvaro de Luna e a los
otros condes, e perlados e maestres, e los otro grandes del su consejo, e
desmandóles que le dixeses qué les parescia que deviese fazer, si iría a do
quier que estoviesen los reyes de Aragón e Navarra, para les dar batalla o
cercar donde los fallase, o si entraría por otras partes en el reyno de Aragón,
faziendo en él daño, o poniendo sitio a algunas cibdades e villas. E después de
muchas razones que cada uno de los del su consejo respondieron al Rey, dixieron
que les parescia que por aquella vez el Rey
debía dexar el entrar más adelante en el reyno de Aragón, así para donde
estaban los reyes como para poner sitio a algunas dibdades o villas, e que
debía poner sus fronteros por todos los logares de la frontera del reyno de
Aragón e Navarra, e tornase en el su
reyno, por sosegar e remediar en algunas cosas que conplían mucho a su
servicio, e se proveer para continuar la guerra en el año primero.
E
para esto el su Condestable don Álvaro de Luna daba estar razones. La una, que
la tierra por donde el Rey avía de andar en el reyno de Aragón, a qualquiera
parte que fuesse, era mucho fragosa e montañosa, por donde apenas podría pasar
gente de caballo, e no fallarían viandas ninguanas, si non las llevasen de
Castilla, porque la tierra de suyo era pobre, y menguada dellas, mayormente que
eran alcadas todas a las fortalezas, nin estaba el Rey proveydo dellas de los
reynos, por la mucha gente que viniera que la gastara, epor se comencar la
guerra mucho de rebanto, nin tampoco se podía dellas proveer tan en breve como
era menester, que non lo padescía ya el tienpo. La otra, porque en aquella
tierra avía muchas fortalezas, de dónde se podía fazer mucho daño en la hueste en los tienpos
que no assentasen real. La otra, porque era cierto que los reyes no se pornían
en el canpo a esperarle en batalla, e más que ternían manera cómo detoviese
sobre ellos fasta que entrase el invierno, quando no estobiese bien al Rey
continuar su cerca, ni dexarla. La otra, qu para se echar sobre alguna cibdad,
o villa o fortaleza, no tenía el Rey los ertrechos que eran necesarios, nin los
podría aver en breve; e que entrar por lo despoblado, más daño faría a sí que a
los contrarios.
Demás
destas razones que el Condestable daba, dezían algunos otros que asaz bastaba
al Rey por aquella vez probeer a rmediar tan enporviso en lo que, en mucho días
antes que a su noticia viniese, en su grnd deservicio estaba por la otra parte tratado. Pues el su
Condestable con su poder e en su nombre fiziera salir a los reyes de Aragón e
Navarra, sin ninguna tardanca, de los sus reynos de Castilla, e el Rey los
enbiara después a desafiar e aplazar batalla dentro de su reyno de Aragón, e
entrara en él, e los esperaa en el logar donde les enbiara a dezir con su rey
de armas e haraute, el qual lugar era aquel donde él a la sazón tenía asentado
su real cerca de Ariza. E pues los reyes estaban tan cerca de Ariza, e avía
tantos días que los esperara, e sabía que estaban en Calatayud, basteciéndose
de cada día, que non conbenía más esperarlos. E que él vuelto en su reyno, e
probeyendo en los fechos que conplían a su servicio, podría ordenar e mandar
fazer todos los pertrechos que eran necesarios, para más con tienpo e mejor proveído puediesse entrar
en el reyno de Aragón el año venidero.
El
Rey, oído el consejo e las razones que el su Condestable daba de ello, e los
otros grandes de sus reynos que ende estaban, óvolas por suficientes para la
conclusión. E otro día después desto así acordado, levantó su real de Ariza, e
tornóse a medinaceli, por las mesmas jornadas que fuera a Ariza. Allí ovo
el Rey nuevas que los ynfantes don
Enrrique e don Pedro fazían guerra e mal e daño, robando en la tierra de
Truxillo. Ca después que el ynfante don Enrrique se juntara con los reyes de
Aragón e Navarra, e ellos se volvieran al reyno de Aragón, él los aconpañara
fasta el puerto de Castilla, e de allí se volviera a Uclés, e levara la ynfanta
doña Catalina su muger, e lapuesiera con alguna gente en el castillo de Segura;
e él se fuera e pasara a tierrra de Truxillo, donde por otra parte su juntó con
el ynfante don pedro su hermano, e allí estaban por entonce faziendo grandes
daños emales por aquella tierra e comarca”.
CAPITULO
XXV: “Como el Rey no fallaba quien dexase por capitanes conta la frontera de
Aragón, e como el Condestable le suplico por la capitanía de toda la fontera.
Venido el Rey en Castilla, e salido del reyno de Aragón, e con él el su
Considestable don Álvaro de Luna, e todos los otros grandes que dicho avemos, e
asentado con él su real cerca de Medianaceli, det´vose ende quatro o cinco
días, por dexar la frontera ordenada, e fornescida de capitanes e gentes,
contra los reynos de Aragón e Navarra. E bien se acordaban que debía que dar la
frontera bien de gente de armas, con grandes e buenos capitanes, pero no se ofrescia ninguano a quedar, porque
tenian trabajada su gene de la guerra, e fallabanla más presta para se volver a
sus casas, que no para quedar; que pues avían trabajado el verano, cobdiciaban
descansar el ynbierno. E después de mucho fablado en ello, e visto que ninguano
de aquellos grandes no salía nin se ofescia de quedar, el Condestable don
Álvaro de Luna fabló al Rey en esta guisa:
-Señor,
si el mi serbicio en algúnd tienpo vos vino en grado, e fué bien rescebido de
vos, yo vos suplico que en este caso lo sea agora, dándome a mi sólo el cargo
de todas estas fronteras, especialmente entre vuestro reynos e los de Aragón. E
con el ayuda de Dios e vuestra, e con los caballeros y escuderos de mi casa, yo
entiendo de dar a vos, señor, buena cuanta dello; ca como quiera que yo primero
oviese venido a esta guerra que los aquí son con vuestra señoría, e mi gente
esté asaz cansada e trabajada, pero mi corazón cierto no está cansado para vos
servir en esto, y en todas las otras cosas que a vuestro serbicio cunplan. E el
Rey ge lo agradesció, e le presció mucho la grand voluntad suya e buen corazón
que el condestable sienpre mostraba en lo que a su serbicio cunplía. E dixole
que bien cierto era él que lo faría así, mas que por dos cosas no cunplía de se
hazer. La una, porque la su gente era más consada e trabajada que ninguna que
de toda la huesta, como aquella que viniera primero a resistir la entrada de
los reyes, e después avía trabajado de continuo en las entradas que el
Condestable avía fecho en los reynos de Aragón, e jamás avían avido punto de
reposo. E la otra más principal, porque él quería tener continuadamente al
Condestable cerca de sí, por los buenos e leales consejor que sienpre en él fallaba,
e porque lo amaba e presciaba mucho. Pues vista por los grandes que con el Rey
estaban ayuntados en el su consejo la
grand ynstancia con que el Condestable suplicaba al Rey por el cargo de todas
las fonteras, e la grand voluntad e coracon que a servir al REy en aquel caso
ofressció, a ellos se fizo vergüenca de refusar alguna parte de aquel cargo. Ca
las animosas palabras que el Condestable avía dicho al Rey ante todos, fizo
crescer los csorazones a muchos de dellos, e despertó algunas voluntades a bien
fazer, que fasta allí con el trabajo de la guerra estaban resfriados.
Pues
concluyóse allí que el Rey dexase cierta gente de armas e ginetes, repartida
por aquellas fronteras, e encargada a ciertos caballeros que en ellas quedaron
por capitanes. E de allí vino el Rey a Peñafiel, con el su Condestable don
Álvaro de Luna, e los otros grandes que avemos dicho. E el castillo de
peñadiel, que tenía Goncalo Gómez de Zumel, segúnd diximos, le fué entregado,
el qual el Rey mandó entregar al su Condestable, porque él lo faría guardar
segúnd convenía a su serbicio. E envió a mandar a Mendoca, señor de Almacan,
que fiziese traer allí al duque de
Arjona, que tenía preso en el castillo de Almacan, para que el Condestable lo fiziese
guardar en aquel castillo. El qual allí traydo, el Condestable lo mandó
entregar a Fernán Pérez de Illescas, que lo toviesse e guardardasse bien allí
por él”.
CAPITULO
XXVI: “Cómo los ynfantes se fueron la vía de Alburquerque, e cómo el
Condestable se aderesco para yr poderosamente sobre ellos. Los ynfantes don
Enrrique e don Pedro su hermano avíanse
retraydo por aquellos días con sus gentes a aquella parte de Trogillo e
Montanches e Mérida, e por auellas tierras del maestrazgo de Sanctiago; e de all{i
fazían grandes rosbos e daños e males en la tierra del Rey. E de cada día yba
creciendo”.
CAPITULO
XXVII: “Cómo el Condestable fué sobre los ynfantes, e de los caballeros de la
su casa que con él fueron; e cómo los ynfantes no lo osaron esperar en
Truxillo, e se fueron a Alburquerque. En essta guisa acebtada por el
Condestable la yda contra los ynfantes, los pueso luego or obra; ca partió de
la corte del Rey, e sacó consigo muy fermosa gente. E fueron con el
Condestable, por estonces, Alfonso Tenorio, adelantado de Cacorla , e Diego de
Ribera, adelantado del Andaluzia, e don pero Niño, conde que fué después de
buelna, e señor de Cigales, e don Juan Ramírez de Guzmán, maestre que después
se llamó de Calataba, e Juan de Silva, criado del Considestable, el qual fué
después alférez mayor del Rey , el señor de la villa de Cifuentes, e Juan
Carrillo, adelantado que fué después de Cacorla, e pero Manuel de Lando, señor
de Villagarcía, e otros muchos caballeros mancebos e de grandes estados de la
casa del Condestable, los quales él mucho presciaba. Con esta gente que avemos
dicho movió el condestable, la via de trugillo; porque allí avía nuevas que los
ynfantes estaban por entonces. E como los ynfantes sopiesen de la su venida,
avido sobre aquello su consejo, acordaron de dexar bien proveída la villa e
castillo de Trugillo, e pasar ellos adelante, e no les esperar allí; e así lo
fizieron. Ca dexado Trugillo a buen recabdo, pasaron ellos a la villa del
castillo de Alburquerque; así por ser más fuerte, como por tener más cerca al
reyno de Portugal, en el qual ellos tenían esperanca a mucha confianca, sugúnd
después paresció. E como el Condestable don Álvaro de Luna llegase a la villa de Trugillo, con los
caballeros que avemos dicho e la gentge de su cassa e capitanía, falló aquella
villa ocupada e tomada por la gente ue el ynfante don Enrrique en ella avía
dexado. E algunos caballeros, así de la casa del ynfante como de la villa,
estaban apoderados della e del castillo.
E
avía quedado puesto por el ynfante por alcayde del castillo un bachiller,
honbre bollicioso, menospreciador de los mandamientos del Ry, grande de
scuerpo, y nos de pequeño esfuerco, alborotador del pueblo, e muy arrebatado en
la fabla. Aqueste como supiesse de la venida del Condestable, bastecióse muy
bien en la villa e el castillo, e apercibióse de armas e viandas, e honbres
fieles a él, e reparóse de todas las cosas que para luengo cerco se requieren,
entendiendo que venía sobre él capitán poderoso, e de grand esfuerco; e tal,
que non se partiría de ligero de los que comercase. Así que le era necesario
estar apercebido e probeydo de todo, entendiendo que el cerco sería luengo; e
que estando bien bastecido de las cosas, segúnd la mucha e buena gente que
tenía, e el castillo asaz fuerte, que lo podría bien defender del Condestable,
e de su poder. Non acataba por entonces este alcayde cómo la sabiduría del
nuestro capitán e Condestable no era menor que el su esfuerco e poder, e que
muchas cosas se acaban por maña e discreción, las quales por fuerca tarde se
acabarian. Assí que este alcayde bastecido estaba contra la fuerca e poder del
nuestro capitán; mas contra la su caballerosa sabiduría, como quiera que
letrado, no se mostró tanto proveído”.
CAPITULO
XXVIII: “Cómo el Condestable tomó la villa de Trugillo; e scon grand destreza
de Caballeria,estando solo con el alcayde, se abraco con él, e lo truxo a
tierra, e así lo prendió e lo tovo fasta que fué socorrido. E cómo le fué
entregado el castillo.
El
Condestable enbió luego sus mensajeros al alcayde, demandando que quisiesse
salir a fablar con él, a la parte baxa del castillo, por una puerta que sale a
la parte solano, fazia la villa. El alcayde le respondió que la fabla seyendo
tal que fuese serbicio de su señor el ynfante, él la rescibiria; mas que non
vernía a ella, salvo junto a su castillo, por la otra parte que el castillo
está más fuerte, e el ecuesto muy alto, a las espaldas, do el castillo tiene un
postigo. E el Condestable quando aquello oyó, plógole; mas no le demostró en la
respesta, que bien entendió que si a lo llano oviera de abaxar el alcayde, que
fuera forcado darle arrehenes o seguriadad. E pues en lo alto cerca de su
castillo, queria la fabla, que el Condestable podría bien demandar los rehenes
dél, e toda la otro seguridad, antes que darle ninguna. pero el Condestable, con
grand cordura e sabiduría, comencó de mostrar temor e demandar seguridad.
E
mandóle dezir or su respuesta que ya él veya, sigúnd quien él era, si era razón
que él se fuesse a meter a la fabla con él junto a su castillo; e que para
aquello, qué seguridad podria él aver dél, para que pudiese bien sconfiarse de
llegar a aquel lugar para la fabla. E el alcayde le enbió por seguridad algunos
hijos de los mejores de la villa, que estabna allí con él, aque los toviesse en
rehenes. El Condestable, rescibidos los rehenes, e señalado el lugar donde avía
de ser la fabla, junto con el castillo fondón e la fortaleza, e señalado el día
siguiente para venir a ella, el nuestro capitán e Condestable mandó en secreto,
aquella noche de antes, poner fasta treynta honbres de armas en una hermita que
por entonces estaban a aquella parte
donde avía de ser la fabla, al pie de la cuesta del castillo; e non les dixo
para qué les mandaba estar allí salvo que estoviessen sin fazer de sí muestra nin
ruydo, hasta que él les mandase.
E
otro día armóse el nuestro capitán de unas hojas ligeras, e tales que se podían
bien encubrir con la ropa que llevaba vestida, e ciñose del espada, sin la qual
e sin las espuelas nunca estaba desde que se levantaba fasta que se acostaba,
así el tienpo de gurerra como en tienpo de paz. E pesábale mucho quando alguno
de los suyos en algúnd tienpo veya sin espada; e acostunbrada dezir, que de
corazón cobarde e para poco se levantaba non traher espada, e que el que lo
fazía que lo dexaba o pornon saberla menear orpor se escusar de pelear quando
otro lo acometiesse non trayéndola. E demandó el Condestable una mula, e
cabalgó en ella; ca non quiso ir a caballo por dar más seguridad de sí, nin
quiso que otro lo aconpañasse, salvo Juan de Silva, al qual él avía criado de
pequeño en la su cassa. A éste descubrió el Condestable lo que pensaba fazer, e
lleblólo por su moco de espuelas aquel día, vestsido como honbre de pie. En
esta guisa cabalgó el nuestro Condensable, e comencó a subir la cuesta contra
el castillo; e salió el alcayde del castillo, con una espada de dos manos en la
mano, demostrando mucha fiereza e valentía. E quando el Condestable fué subido
a lo alto de la cuesta, ya cerca de la fortaleza, apeóse de la mula en que yba,
e entonces el alcayde llegó a fazer reverencia al Condestable. Ca ¿quién sería
aquel que, contenplando la su grandeza del Condestable, la su grand pujanca, e
la excelencia de su sabiduría, la grand parte que sienpre ovo en el Rey e los
sus reynos, e los grandes fechos a tanta gloria suya acabados, e juntamente
tantas parte de virtud en una tan magnifica persona acatasse, que, aunque fuese
enemigo, no se le inclinase por
reverencia, e le fuesse omilde? Venido ante su notable presencia, pues, ynclinóse el alcayde por le
facer reverencia, e le besar la mano. E como quiera que non quedó por pensar
del Condestable un engaño que luego allí pudiera rescebir aquel alcayde, el
qual fuera assaz posible, e ligero de se
fazer, el Condestable no quiso usar dél allí. El qual era, que el Condestable
avía pensado de llevar un ramal de cáñamo con una lacada corrrediza so el
fondón del manto, e quando el alcayde de abraxasse a le bessar las manos, echárgele al cuello, e
tirar dél, e traerlo así por la cuesta, que era muy agra, fasta que lo truxiera
a los suyos, que tenia en la hermita. E como quiera que esto era más seguro,
por no ser tan honrrroso el Condestable lo desichó; y aun porque non quiso que
aquel que se le inclinaba por reverencia, recibiese captela nin engaño en la su
inclinación, e aun por ver primero qué fallaba en su fabla.
E
por aqueso el Condestable, después que se ovo levantado, le comenzó a dezir que
entregase aquella villa e castillo al Rey su señor, e a él en su nonbre, e que
faría lo que debía, e que él ternía manera cómo el Rey le fiziese mercedes.
-Yo-dixo
el alcayde- tengo esta villa e castillo por el ynfante mi señor, e para él la
entiendo de guardad, e denfenderla bien.
Entonces
el nuestro capitán e Condestable le comencó amigablemente a dezier:
-Mirar
debéys bien, alcayde e bachiller, en quánta culpa caéys, e quán grand yerrro
cometéys en defender al Rey, que es vuestro señor natural, la su villa e
castillo, e no debéis querer dar de vos tanto feo enxenplo; mayormente vos, que
soys más tenudo a guardar las leyes, pues tan bien las sabéys, e muy mayor
cargo es a vos tentar de yr contra ellas, e acometer por donde las ayáis de
quebrantar. Quanto más, que no podríades salir con lo que tenéys comenzado.
El
alcayde, que estaba duro e firme en su propósito, con palabra áspera e rebatada
comenzó de dezir:
-Guarden
las leyes los que han gran miedo dellas. La villa e castillo se guardara para
el kynfante, e aquí ha corazón para la defender.
Entonces
cresció la yra al nuestro capitán, e l saña no le consistió esperar más
razones; antes Juntóse con el alcayde, e pueso las manos en él, e tirpole assi,
e arrebatóle la espada de las manos, diziéndole:
-Vos
esntregaréys al Rey la su villa e castillo, que queráys o no.
E
el alcayde se le pensó descabullir, e con era valiente, honbr de mucha fuerza,
sacudió rezio al Condestable, e dexóle las mangas de la ropa en las manos.
Entonces el nuestro capitán dixole por aquella parte que lo tenía, e abracóse
con él, e vinieron amos a tierra. Como quiera qu el alcayde tenía mucha fuerca,
el Condestable quq era mucho mañoso, cayó
encima dél; e el alcayde con la grand fuerca e valentía revolviéndose,
venían amos rodando por el otero. El alférez quando aquello vido, acorrió lo
más ayna que pudo, e los honbres de armas que estaban en la hermita no menos. E
quando los del castillo, que estaban mirando la fabla , vieron al su alcayde
rerribado, y en las manos del Condestable, comiencan a lancar del castillo
tantas piedras que parescian lluvia, a saetas, las quales no venian a menor
peligro del su alcayde que del Condestable. E ya quando el alférez e la gente
de armas del Condestable llegó a ellos , el Condestables estaba muy cansado; ca
la grand fuerca del alcayde lo avía
atormentado mucho. E como llegaron los suyor, echaron mano del alcayde, e
algunos quisieran ferir e maltraher al alcayde, por le fallar assi asido e
trabado con el Condestable; mas el Condestable lo defendió de toda ferida e mal
tratamento, e tomólo, e tráxolo así preso consigo, e asi lo llebpó a los sus
caballeros, e a todos los grandes que venían con él allí, los quales no saabian
cosa de aquel fecho, e todos fueron alegres e no poco espantados de tla
aacahescimiento.
¡Oh
enxenplo de sabiduria caballerosa¡ ¡Oh esfuerco, encubierto fondón de fingido
temor¡ Ehenes demandó a los que suelen rehernes demandar; seguridad quiso;
temores en este caso demostró, por asegurar a los temorado. Muchos con vanas
amenazas fazen apercibir a los seguros; E el nuestro capitán con grand
sabiduría fizo asegurar los apercibidos. Menester le fué prudencia para sacar
el alcayde de su castillo, e para tomar dél rehenes en lugar de ge los dar, e
para fablarle blanda e tenpladamente; mas para echar mano de un honbre
valiente, para acometer uno solo a un alcayde, en el fondón del muro su
castillo e su muro, más que prudencia era menester. ¿Y quién cree que la
prudencia estaaba allí sola con el Condestable? ¿Quién cree que otras virtudes
no lo aconpañaban? ¿Quién pensará cómo puso las manos en aquel alcayde, e se
juntó con él con tanta osadía, que no vea cómo el grand esfuerco lo aconpañaba,
la virtud lo seguía, la grand valentía de corazón lidiaba allí con él?
Puédese
aprender y tomad enseñanca de quanto furto aya seýdo la virtud de aqueste
nuestro Condestabvle, que pudo, mediante su sola destreza e sabiduría, ganar
una villa e castillo en una hora, que un grand priíncipe en muchos días con
grandes pertrechos non conbatiera. Los del castillo, veyendo assí peso al
alcayde, lugo trataron de le dar la fortaleza, e los de la villa con ellos; e
el nuestro capitán se apodero de la villa e castillo. E alcando en la fortaleza
las armas del Rey, e las suyas, e las sus señas e vanderas , puso en ella por
alcayde un caballero su criado, e dexó la villa sosegada e en paz al serbicio
del Rey, desterrando e lancando fuera della los honbres escandalosos, e los que
no vido firmes en el serbicio del Rey, e los otros dexó pacificos. E partióse
dende con sus gentes, e fué al castillo de Montanches , el qual tenía un
alcayde por el ynfante; e por non se
detener ende con la huest, exó ende a don Pero Niño con la hueste que fué
necessaria, e el Condestable passó adelente, a la cibdad de Mérida”.
CAPITULO
XXIX: “Cómo el conde de Benavente se juntó con el Condestable, e del
rebato que aquella noche ovo la gente del Condestable, e de cómo
andovo de noche e de día fasta la villa e castillo de Alburquerque, donde los
ynfantes estaban. Como el Rey oviesse ynbiado a mandar por sus cartas el conde
de Benavente que se juntase con el Condestable, e estobiesse a su ordenanca, él
fizolo assí, e juntóse allí con él. E como quiera que de allí adelante toda
aquella tierra contra la parte de Alburquerque era desierta e despoblada, e aun por los robos que los
ynfantes avían fecho esta mucho más, e por el tienpo ser del ynbierno
aconsejaban al Condestable aquellos caualleros que dicho avemos qu con él allí
venían que no debía pasar adelante, salvo ponerse por aquella comarca con sus
gentes, e de allí fazer la guerra a los ynfantes, el Condestable les respondió
que ya ellos sabían cómo públicamente
dezían los ynfantes que pelearían con qualesquier persona que aquella tierra
fuesse a los buscar; e pues aquello asi era, que más valía fazer la guerra con
ellos en un día que en muchos, e antes lugo que dexarlo para otra hora. Pues
fué acordado que dexadas allí las camas e fardaje, que todos aforrados, no
llevando salvo sus armas e cauallos, fiziessen lugo el camino de Alburquerque.
E llevó el conde de Benavente un amino, e el Condestable con su gente”.
El
monarca Juan II, además de otorgar el título de Ciudad en 1430 a Trujillo[83],
concedió el título de Primer Duque de Trujillo a D. Álvaro de Luna, título
concedido, nuevamente, por Enrique IV a D. Diego López Pacheco, Marqués de
Villena, en 1469, que defendía los intereses sucesorios de La Beltraneja,
viviendo así la ciudad durante este siglo una serie de períodos de dominio
feudal. Con la muerte del rey Enrique
IV el 11 de diciembre de 1474, surgen en el Consejo Real diferentes bandos a favor de los candidatos rivales a la
sucesión. Por un lado, Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque y el conde de
Benavente apoyaban a Juana, a la cual Enrique proclamó como heredera suya en 1470, según el cronista del
Rey, ENRIQUEZ del CASTILLO en sus Memorias de Enrique IV[84].
Por
otro lado, la familia Mendoza, incluido el Cardenal Mendoza se habían unido a los partidarios de
Isabel##. Esta contaba su reconocimiento como heredera desde 1468 para oponerse
a la proclamación como tal de Juana. Aquélla consiguió aventajarla al ser
proclamada reina en Segovia antes de que el cuerpo del rey Enrique IV fuere
sacado de Guadalupe vestido aún con las sencillas ropas con las que había
muerto[85].
El 27
de diciembre de 1475, el almirante de
Castilla, el hermano del cardenal Santillana, y su otro cuñado, el duque
de Albuquerque apoyaron a Isabel correspondiendo a algunas concesiones. Nadie
parecía desafiar a Isabel. En febrero, casi todas las ciudades de Castilla la
habían reconocido como reina. Juana sólo tenía doce años, y no tenía marido que
oponer a Fernando, quien se había reunido con Isabel en Segovia el 2 de enero
de 1475[86].
Pero,
la situación era muy problemática ya que muchas regiones habían dejado de
obedecer a la corona. La guerra civil había devastado a Andalucía. Galicia se
hallaba libre de la Corona al igual que Murcia. La clave del problema estaba en
manos del marquesado de Villena que comprendía casi la totalidad de la
provincia de Albacete y zonas de Toledo
y Murcia, también, retenía las ciudades claves de Madrid y Trujillo. Pero lo
más importante era el hecho de que tenía en su poder a Juana, la rival de
Isabel, Fernando e Isabel confirmaron la posesión de sus tierras y rentas a
Villena, e incluso el cargo de maestre de Santiago[87].
Villena
se negó a soltar a Juana a menos que antes se hubiera casado con un príncipe
extranjero. Fernando e Isabel nunca accedieron a tal matrimonio. Poco después
ofrecieron al lugarteniente de Villena en Trujillo, Pedro Baeza, el título de
conde, 1.500.000 maravedíes y 4.000 vasallos a cambio de la entrega de Juana.
Villena se mostró desinteresado[88].
Consideraba tenía el deber de proteger a Juana y de verla regiamente casada.
Existían partidarios de Juana en toda Castilla, desde Zamora, Burgos y Asturias
en el norte, hasta Ciudad Real, Cáceres, Jaén, Carmona y Sevilla en el sur, pasando
por Salamanca, Ávila y Segovia[89].
El 8
de enero de 1475, ya había decidido casarse con doña Juana e invadir Castilla,
Alfonso V de Portugal, según el cronista RUI DE PINA en su Chronica d`El Rei D.
Alfonso V[90].
A tal fin busco la ayuda de Francia. Los Reyes Católicos fueron salvados de ser
atacados por ambos lados, gracias a las dilaciones de sus adversarios, y a su
propia diplomacia exterior. A mediados
del año 1475, Extremadura y la mayor parte de Castilla la Nueva se hallaban en
manos de nobles juanistas, también Villena y el maestre de Calatrava. Una lista
de nobles facilitada por Villena, los que se suponía que estaban dispuestos a
apoyar a Alfonso si invadía Castilla, incluía al marqués de Cádiz, que controlaba
Jerez, y a Alfonso de Aguilar, el hombre más poderoso de Córdoba. En 1476, sólo
la mayor parte de León y de Castilla la Vieja eran manifiestamente leales a los
Reyes Católicos.
Se
desposó con la niña Juana, Alfonso V en Plasencia, donde fueron proclamados
reyes de Castilla. Pero la proclama no provocó un gran apoyo en Castilla pues
Isabel tenía el apoyo de ciudades importantes como Burgos y Toledo. Surgiendo
numerosas luchas intestinas desde junio de1475.Fernando e Isabel se hallaron
ante la imposibilidad de continuar luchando con Francia por el Rosellón y la
Cerdaña. Luis XI, habría podido proseguir la guerra, pero estaba interesado en
una posible expansión en Borgoña, lo cual le hizo perder la oportunidad de
evitar la ascensión de España a rival de Francia en Europa. En 1477, se renovó
la tregua con Francia y el 9 de octubre de 1478 se firmó con ella un tratado de
paz, teniendo como escenario el Palacio de Luis de Chaves en Trujillo. Esta paz
entre Francia y Castilla se mantendría hasta 1494. La muerte de Juan el 19 de
enero de 1479 extendió la paz a Aragón, celebrándose los funerales en la
parroquia de Santa María la Mayor de Trujillo[91].
Santa María La Mayor
Santa María La Mayor
Al
abandonar oficialmente su alianza con Borgoña, Fernando hizo otra cesión
importante. En compensación, Francia abandonó Portugal. El Papa Sixto IV revocó
la dispensa que había otorgado, bajo la presión francesa para el matrimonio de
Alfonso y su sobrina Juana[92]. Aunque con muchos menos aliados, Alfonso se
vio obligado a seguir luchando, sobre todo para asegurar el monopolio portugués
del comercio con Guinea. Su heredero, el príncipe Joao, se opuso a una segunda
invasión de Castilla, dirigiendo sus propósitos hacia la paz, que se hizo
efectiva el 4 de septiembre de 1479. Por su parte, doña Juana nunca abandonó
las pretensiones de llegar al trono de Castilla. Isabel vivió con esa amenaza
el resto de su vida.
La
relación que tuvieron los monarcas católicos con Trujillo parte en el mismo
momento en que los Reyes cifran su anhelo en perfeccionar la unidad geográfica,
política y religiosa de las tierras y los hombres de la Patria, imprescindible
para hacer fecunda la empresa de civilización y conquista del Nuevo Mundo, que
presentían en el alborozo de sus entrañas.
Realizando
un recorrido por la rica historiografía que tiene como base la presencia de los
Reyes Católicos en Trujillo, el zoriteño DOMINGO SANCHEZ LORO nos relata lo
siguiente en su obra Relación del descubrimiento del río Amazonas:
“Vivían
en Trujillo Fernando e Isabel, en el palacio de Luis de Chaves, cuando
acordaron unificar sus reinos y llamarse en lo sucesivo Reyes de España. Luego,
para evitar suspicacias entre los vasallos, vino aquel lema TANTO MONTA”.
Por
tanto, en el recinto palaciego de los Chaves fue concebida la unidad de España[93].
Es la hora de plenitud histórica para los trujillanos que partieron en masa de
la ciudad hacia el Nuevo Mundo. Plasmando en América jirones del ser hispano:
Orellanas, Pizarros, Paredes, Loaisas y Vargas; cuyos hechos gloriosos pasaron
los límites de la más loca fantasía. Como parece lógico, Trujillo es un
topónimo frecuente en todo el hemisferio hispanoamericano. En Cuba aparece
referido a dos poblaciones de la provincia de la Habana y de Pinar del Río. En
la República Dominicana, en la provincia de Duarte. En Puerto Rico, En Guayana.
En México, en el estado de Jalisco. En EE.UU, en Nuevo México. En Guatemala, en
el departamento de Santa Rosa. En Nicaragua, en el de Managua. En Perú, en los
departamentos de Huanuco y San Martín. Y en Colombia, en el departamento del
valle de Cauca.
La
mayoría de los historiadores modernos y antiguos, entre los que se encuentra
FRANCISCO de HINOJOSA, con su obra Extremadura en el siglo XV, coinciden en
afirmar que en 1474, era señor de Trujillo don Diego López Pacheco. Enrique IV
le encomendó que cuidase a su hija La Beltraneja. Las Cortes aclamaban a la
hermana del rey, doña Isabel; más con la tercería de don Diego, se concierta en
Trujillo el enlace de doña Juana La Beltraneja con el rey de Portugal, Alfonso
V. Acudieron al festejo el 1 de mayo de 1475 seiscientas lanzas y mil infantes,
para reforzar la guarnición del castillo. Don Luis de Chaves fue fiel servidor
de Isabel, a su lado se pusieron también Alonso de Monroy y su hermano “El
Bezudo”, cuyas espadas eran las más temidas de Castilla. La Beltraneja marchó a
Plasencia para tener más seguridad en sus desposorios. Precisamente, Gonzalo
Fernández de Córdoba, defendió los derechos de Isabel contra La Beltraneja,
según la Crónica del rey Enrique IV de A. PALENCIA[94].
Los
Reyes Católicos tuvieron una estrecha relación con nuestra ciudad, ocupando un
primerísimo plano en acontecimientos entre los años 1474-1480, cabe citar: el
famoso “Tratado de Trujillo”, que cerró el enfrentamiento contra los
portugueses en la batalla de la Albuera, y cómo la lealtad de Trujillo para con
Isabel fue premiada con la construcción de los conventos de la Encarnación, San
Pedro y San Miguel, las Casas Consistoriales, la Santa Hermandad y el artístico
Rollo; las exequias por Juan II de Aragón, en la parroquia de Santa María la
Mayor. En un total de siete veces, según JUAN TENA FERNANDEZ[95],
estuvieron los Reyes en Trujillo, aunque, según hemos consultado en Crónicas y
en documentos de los archivos Municipal de Trujillo, Diocesano de Badajoz,
Histórico Nacional de Madrid y de Simancas, firmados por los mismos monarcas,
fueron varias más.
En
1478, los Reyes Católicos fueron a Trujillo, desde donde dirigieron parte de la
guerra contra el rey de Portugal, pretendiente al trono de Castilla por su
matrimonio con doña Juana La Beltraneja. La pequeña nobleza de Trujillo y los
pecheros habían hecho causa común para evitar la caída en la órbita señorial,
no dudando en hacerse portavoces de la defensa de los intereses de la
monarquía, incluso por encima de la voluntad del mismo rey.
Será
bajo dominio cristiano cuando Trujillo adquiera un gran desarrollo urbanístico,
levantándose numerosos edificios religiosos y civiles dentro de su recinto
amurallado -la Villa- entre los siglos XIII al XV.
La
vida política, socioeconómica y cultural del Trujillo bajo medieval se inscribe
de un modo trascendente dentro de la trayectoria general de la vida interna del
reino de Castilla, de cuyos avatares, luchas y divisiones participa. De un modo
específico. Trujillo era ciudad también de las tres religiones, ya que además
de los cristianos dominantes había en ella un nutrido grupo de musulmanes y de
judíos, dedicándose los primeros al servicio campesino y al artesanado y los
segundos a la compra y venta de terrenos y al comercio de paños.
La
vida política y las actividades económicas de la ciudad de Trujillo durante la
Baja Edad Media viene definida por la dinámica de los grupos sociales que la
integran y que serán las bases de la posterior sociedad del Antiguo Régimen.
Así,
y con respecto al grupo social dominante, la nobleza, ya a finales del siglo
XIII se asienta sobre las tierras trujillanas atraída por la riqueza ganadera,
surgiendo, a partir del siglo XIV, castillos para defensa de sus dehesas. Esta
nobleza, poco a poco, incrementa su poder político, económico y social,
culminando bajo el reinado de Enrique IV su proceso de fortalecimiento frente a
la monarquía.
En el
siglo XV se divide en bandos y se radicaliza la tensión entre los linajes que
desde la Reconquista dominaban la ciudad: Altamirano, Bejarano y Añasco (en
torno a ellos se agrupan los principales apellidos y casas nobiliarias),
produciéndose numerosos enfrentamientos entre los diversos bandos. Para acabar con
estas luchas nobiliarias y someter a esta clase belicosa, adinerada y
orgullosa, los Reyes Católicos ordenan, por el Edicto de 1476, desmochar las
torres de sus casas-fuertes, procurando que su altura no sobrepase la del resto
de las casas. El edicto fue poco efectivo, y la propia Isabel, al volver a
Cáceres al año siguiente, reiteró la orden, siendo así Trujillo pacificado con
la llegada de la reina en 1477.
Junto
a esta nobleza, poderosa e influyente, existía una creciente población pechera
ocupada en la agricultura, ganadería, comercio y artesanía; los topónimos de
sus calles recuerdan las distintas actividades de los gremios: zurradores,
herreros, cambrones, sillería, tintoreros, romanos, olleros, etc. La misma
condición de Trujillo de ciudad de mercado, otorgado por privilegio de Enrique
IV en 1465, exige una elevada población productiva. Informes de estos datos
encontramos en el viaje que realiza LEON DE ROSMITHAL, entre los años 1465-1468
entre Portugal, Mérida y Guadalupe, a su paso por Trujillo. Fue un político que
viajaba para conocer las costumbres de las cortes europeas.
Por
último, las minorías étnicas y religiosas de musulmanes y judíos. Con respecto
a éstas, fue mucho más importante la minoría judía, ya que en la segunda mitad
del siglo XIII se constata una importante judería establecida en Trujillo. Esta
comunidad era la más importante de Extremadura[96].
Referente a los orígenes del establecimiento de los judíos en España, la
versión más fiable, por los datos de carácter epigráfico que se poseen, le
sitúan en los alrededores del comienzo de nuestra Era. La llegada de judíos en
número suficientemente grande como para constituir comunidades bien
diferenciadas e indicar una entrada masiva de judíos en la península con motivo
de la gran diáspora que tuvo lugar tras la destrucción de Jerusalén a manos del
futuro emperador Tito en el año 70 de nuestra Era[97].
De todos modos, en el siglo IV la población judía era ya muy numerosa en la
Península Ibérica y en las Islas Baleares. Lo revela la preocupación de los
obispos reunidos en el Concilio de Illiberis celebrado en los primeros años de
esa centuria. Su interés en separar cristianos y judíos e impedir el
proselitismo de estos últimos demuestra las convivencias entre ambas
poblaciones. Igualmente, la carta del obispo menorquín Severo, escrita un siglo
más tarde, en el año 418, pone de manifiesto que la población judía se hallaba
plenamente integrada en la vida hispano romana del Bajo Imperio[98].
La
teoría del profesor García Iglesias de que quizás Trujillo y su zona fuera uno
de los puntos de más antiguo establecimiento de judíos en España, nos queda
probada con el hallazgo realizado en agosto del año 1973 de una lápida con
caracteres hebreos de época romana, en la muralla que circunda la villa junto a
la destruida puerta del Oreto. Dicha inscripción se encuentra en la actualidad
depositada en la Escuela-Taller en espera de montar un museo arqueológico
comarcal[99].
A parte de esta inscripción, y otras dos más localizadas en el muro
septentrional del Espolón y en la fachada de poniente de la parroquia de San
Martín (como piedra de acarreo, localizada en 1994) no tenemos ningún documento
que nos dé noticias de la comunidad judía trujillana hasta el padrón de
HUETE confeccionado en el año 1290[100].
Entre
los siglos V y Vll había establecida en Turgalium una de las colonias de
comerciantes orientales y judíos más importante de la península Ibérica, la
cual estaba íntimamente relacionada con el comercio exterior, y como el resto
de las comunidades judías de España, sufriría los restricciones y ambiente
antijudío decretado y creado por los códigos de los Reyes visigodos (sobre todo
por el código de Sisebuto decretado el año 612 y el de Ervigio en el año 681)
así como por los Concilios de los obispos españoles, como el de Toledo del año
633 y el del año 638. Por la situación en que se encontraban los judíos durante
el tiempo del reinado visigodo, nos hace suponer que esta comunidad acogiera
con alegría e incluso contribuyera a la conquista por las tropas agarenas en todo
el territorio Hispánico.
Los
judíos aparte de escalar posiciones por su ayuda financiera, las iban
consiguiendo por sus labores administrativas gracias al adiestramiento
adquirido en los estados musulmanes, lo que les hacía muchas veces
imprescindibles en los nuevos estados cristianos y en los nuevos municipios. A
ello se añade el conocimiento de los territorios conquistados, ya que en ellos
habían vivido siempre.
Los
datos que del siglo XIV tenemos nos indican, sin embargo, que en esta centuria
su población y su pujanza se habían incrementado bastante. Diversos documentos
fechados en la mitad de ese siglo nos muestran a ciertos judíos comprando y
vendiendo terrenos y dedicados al comercio de paños[101].
Destaca entre ellos la familia Cohen, dos de cuyos miembros, don Cague y don
Sayas, hijos de don Yusef Cohen, compran, en 1347 y 1350, a dos hermanas,
Leonor y María Alfonso, la heredad y dehesa de las Abiertas, en término de
Trujillo por un total de 18.000 maravedíes. Curiosamente, trece años después, en
1363, don Sayas y los herederos del entre tanto fallecido don Cague Cohen
venden esa misma heredad y dehesa al monasterio de Guadalupe en un precio
ligeramente inferior a 17.500 maravedíes.
Quizás
el dato más llamativo nos lo refiere el Canciller PEDRO LOPEZ de AYALA en su
Crónica del rey don Pedro[102].
Según cuenta, en 1355, cuando el célebre tesorero real don Samuel Levi le pide
al monarca, como lugares seguros, dos castillos para emplearlos como depósito
donde amontonar los dineros con que pensaba acrecer el tesoro del rey, elige
precisamente junto a de Hita, el alcázar de Trujillo. Está clara la existencia
de recaudadores judíos trujillanos al servicio de Samuel Halevi[103].
Tras la muerte de Enrique IV, se disputan el trono de Castilla doña Isabel, hermana
del Rey y doña Juana, hija de Enrique IV, conocida por “La Beltraneja” y de la
que se pone en duda la paternidad del rey.
Gran
parte de la Ciudad es partidaria de La Beltraneja, que días antes de su boda,
tiene que abandonar Trujillo, donde estaba previsto su enlace con el rey de
Portugal, y huir a Plasencia donde se celebran los esponsales, debido a la
proximidad de las tropas de la reina Isabel.
La
comunidad judía al igual que ocurrió con la cristiana se encuentra dividida por
los dos bandos, así por una carta escrita desde Tordesillas el 9 de Marzo de
1476 al corregidor de Trujillo son García Gil de Miranda, por los Reyes
Católicos, sabemos cómo el vecino judío de Trujillo Mayor Barchillón y sus
hijos, apoyan al bando de doña Juana y el rey de Portugal, siendo por esto
confiscadas sus propiedades[104].
Con
motivo de la sublevación del Marqués de Villena en el año 1475 las tropas que
mandaron los Reyes Católicos para acabar, en la Ciudad, con la sublevación
cometieron bastantes atropellos contra los derechos de los judíos, dichos
atropellos son demandados ante los monarcas por Salomón Romí como representante
de la comunidad judía de la ciudad, así les demandan la cama, comida, les
obligan hacer guardia en los muros de la ciudad y a limpiar los establos[105].
La
reina reconoce las peticiones y demandas de Salomón Romí, y pone a la comunidad
judía de Trujillo bajo su protección y manda una carta desde Cáceres al Concejo
trujillano prohibiendo estos abusos y a la vez les recuerda que los judíos de
esta aljama están “en mí guarde e seguro
o so mi amparo e defendimiento real”. Por esta fecha era alcalde y juez de
los judíos de Trujillo don Diego Pizarro, al cual por carta fechada en
Valladolid el 25 de Mayo de 1476, le quitan los monarcas de su puesto, como
consecuencia de los abusos que ha cometido contra los judíos, dichos abusos
fueron puestos en conocimiento de los reyes por los dos componentes de la
comunidad judía de Trujillo: Rabí Yuçe e Rabí Mose.
Durante
este período de transición y pacificación del país los judíos sufrieron varios
asaltos a sus propiedades y derechos, así el vecino de Trujillo Yuçe Arrobas,
fue hecho prisionero por Nuño Yerro de Ávila cuando se dirigía a la feria de
Medina del Campo, siendo detenido durante 9 días, consiguiendo su libertad tras
pagar 14.000 maravedíes. Yuçe Arrobas recurrió a los Reyes y el 12 de Junio de
1478 le fue concedido una garantía, un certificado, para recobrar el dinero del
rescate que había pagado.
Por
diversos documentos que se conservan en el Archivo Municipal de Trujillo
sabemos que, tras producirse en 1480 el apartamiento de judíos y moros en
nuevos barrios, algunos judíos, especialmente los más ricos, vivían en un lugar
de la ciudad llamado La Rinconada y que también la calle Nueva formaba parte de
la judería (aún se conservan casas)[106].
El 31
de Marzo de 1492, firmaron en Granada los Reyes Católicos el edicto de
expulsión de los judíos públicos, aunque se firmó en esta fecha, no se hizo público
hasta los días que van del 29 de Abril al 1 de Mayo. La expulsión según dice
propio edicto, era para evitar el daño que los judíos causaban a la religión
cristiana. En definitiva los judíos se les planteaba netamente este dilema: o
convertirse y bautizarse o salir en el plazo de tres meses de los reinos de
Castilla y Aragón. No se imponía por la fuerza el bautismo; pero se vedaba bajo
fuertes penas residir en España a los no bautizados. Los Reyes Católicos no
llevaron a cabo con los judíos actos de violencia religiosa crueles y extremados,
pero ayudaron a la conversión de los judíos. Junto con la orden de
expulsión promulgaron diversas leyes a
favor de los judíos apostatas, garantizándoles su ayuda y protección y
sustrayéndolos por cierto tiempo de la vigilancia de la Inquisición con el fin
de darles el plazo y la posibilidad de adaptarse a su nueva fe y para
enraizarse a ella[107].
Finalmente,
la trayectoria histórica del Trujillo medieval concluye cuando los Reyes
Católicos decidieron, a petición de los trujillanos y en premio a su lealtad en
defensa de los derechos de Isabel la Católica a la corona castellana,
incorporarla definitivamente al señorío real (realengo) y convertirla en
capital de la Provincia de Trujillo, que, junto con la Provincia de León de la
Orden de Santiago, formaban el actual territorio de Extremadura. Al
establecerse la división territorial del reino en Corregimientos (1480),
después de las Cortes de Toledo, Trujillo pasaría a ser cabeza de uno de ellos,
junto con Plasencia, Cáceres, Mérida y Badajoz, en consideración a la
importancia de su población y al peso político de su nobleza local; si bien no
lograron los trujillanos conseguir la deseada procuración en Cortes, que los
Reyes sólo concederían a 18 ciudades castellanas, entre las que no hubo ninguna
de Extremadura, pasando su representación a Salamanca.
[1] Véase la obra FERNANDEZ CORRALES, J.M.: “El
asentamiento rural romano en torno a los cursos alto y medio del Salor: Su
marco geográfico y su distribución”, Norba 4, Cáceres, 1983, pp. 214‑217.
[2] Estrabon II, 37.
[3] TITO LIVIO, Periochae, 49.
[5] REDONDO RODRIGUEZ, J.A.: “Algunas consideraciones acerca
de la romanización de los vettones en el sureste cacereño”. Revista Norba‑historia, UEX, núm. 5
(Cáceres, 1984).
[6] ESTRABON, III, 3, 6.
[7]
La descripción que hace Plinio de España está en
los libros III y IV, capítulo II de su Naturae
historiarum, p. 26. (Vid. PLINIUS: Historia Natural. Les Belles Letres,
París, 1967 comienza por el río Guadiana ‑al igual que el escritor y geógrafo
griego Estrabón en su Geografía, recopilada en diecisiete libros‑ y sigue hacia
Oriente por el Estrecho.
[8] CESAR: De bello
civili, I, 44.
[9] JUAN DE MARIANA: Historia general de España. Valencia,
1744, lib. XXIII, cap. XV.
[10] PONZ, A.: Viaje
a España. Tomo VII, 2ª ed. Madrid, MDCCLXXXIV, p. 166.
[11] VIU, J.A..: Extremadura:
colección de sus inscripciones y monumentos seguidos de reflexiones importantes
sobre lo pasado, lo presente y el porvenir de estas provincias. Madrid,
1852.
[12] MOYA: Armas y
blasones de España. Madrid, 1954, p. 333.
[13] REDONDO RODRIGUEZ, J.A. y GALAN SANCHEZ, P. J.: “El
topónimo cacereño: Trujillo”. Alcántara,
núm. 12, Cáceres, 1987, pp. 105‑113.
[14]
Fue la clásica colonia de veteranos de las legiones
V y X, que tras una de las fases de las guerras cántabras fueron autorizados a
establecerse en Lusitania, donde recibieron tierras como premio a sus
servicios. Augusta Emérita será la capital de la provincia de Lusitania. DON
CASIO, 53, 25, 2.
[15] HIGINIO: De
constitutio limitum, 135, 15. Fontes
Hispaniae Antiquae, VIII, p. 247.
[16]
Anónimo de Rávena: Cosmographia. 312, 7‑l6. Recoge la forma Turaqua. (IV, 307, 19); Véase ROLDAN HERVAS, J.M.: Itineraria Hispana. Madrid, 1975, pp.
127 y 128.
[17]
Itinerario de
Antonino. 438, 2‑439, 4. Este documento
data de época de Caracalla (196‑217 d. C.), aunque las copias que nos han
llegado no son anteriores a Diocleciano, aproximadamente hacia el año 280. Es
la guía esencial de los caminos de época romana. VON HAGEN, V.W.: Les voies
romaines, Hachette, 1967, p. 10. KUBITSCHEK, J.W.: “Itinerarien”.
Realencyclopadie der clasischen altertumswssenschaft. Band, 9.2. p. 2343. Stuttgart, 1916; BLAZQUEZ, A.: “Nuevo
estudio sobre el Itinerario de Antonino”, 21, p. 55. BRAH. Madrid, 1892.
[18]
Se conserva en la Biblioteca Imperial de Viena, y
ha sido reconstruido por MILLER, K.: Die Peuntingerische Tafel, I. Sttutgart,
1916; Itineraria Romana, I, Stuttgart, 1916.
[19] Plinio, libros III y IV, capítulo II de su Naturae historiarum (Vid. PLINIUS, op.
cit).
[20] Claudi
Ptolemaei Geographia, I. Ed. K. Müller, París, 1883.
[21] Vid. ROSO
DE LUNA, M..: “Las vías romanas del
Nordeste de Mérida”, núm. 60, BRAH. Madrid, 1912, p. 337.
[22] ALVAREZ MARTINEZ, J. M.: “El tiempo antiguo”. Historia de Extremadura, I. Badajoz,
1985, p. 121. COELLO, F.: “Vías romanas entre Toledo y Mérida”, 15. BRAH,
Madrid, 1889, p. 9.
[23] An. Rav, 312, 14.
[24] An. Rav.312, 13.
[25] Las controversias sobre el trazado de esta calzada en
general y sobre los problemas para identificar su recorrido por Extremadura
pueden consultarse, entre otros, en los autores siguientes: ALVAREZ MARTINEZ,
J. M: “El tiempo antiguo”, op.cit.:
BLAZQUEZ, A y SANCHEZ ALBORNOZ, C: “Exploraciones en vías romanas: De Carrión a
Astorga y de Mérida a Toledo”. 29, Musea.
Madrid, 1920. BLAZQUEZ. A: ”Informe relativo sobre la vía romana número XXV del
Itinerario de Antonino”, 60, BRAH, Madrid, 1912, pp. 306‑317: PAREDES Y
GUILLEN. V: Origen del nombre de
Extremadura, Plasencia, 1886, pp. 91‑92.; ROSO DE LUNA. M “Nuevas
inscripciones romanas de la región norbense”. 7. Rev. Extremadura. Cáceres, 1905, pp. 488‑500: VILLAGRASA, E : “La
Augustobriga Vettona”. Miliario
Extravagante, 13. París, 1967, pp 373‑ 374.
[26] Vid. CALZADO PALACIOS, M.: “Una calzada Cáceres‑Medellín
y otros datos sobre el campo norbense”. Miliario
Extravagante, 14, París, 1968, pp. 394‑397.
[27] No hemos de desechar las menciones de Turcalion y Rodacis
que se hacen en el Anónimo de Rávena (312, 14‑15).
[28] Vid. SANCHEZ ABAL, J.L. y REDONDO RODRIGUEZ, J.A.:
“La tribu Papiria: testimonio de la colonia Emérita Augusta en la Alta
Extremadura”. Bol. Museo Arqueológico Nacional, 1985, pp. 61-68.
[29] Historia de
España, dirigida por Menéndez Pidal, III, pp. 291; Diccionario de Historia Eclesiástica de España, dirigido por Aldea
Vaquero, II, p. 762.
[30]LEVI-PROVENÇAL, E., y GARCIA GOMEZ, E.: Una crónica anónima de Abd al-Rahmán
al-Nasir. Madrid-Granada, 1950, p. 158.
[31] Crónica Anónima, p. 65, t. árabe y 158 de la
trad. Molina considera que la Crónica es
un resumen del Muqtabis; Vid. MOLINA, L.: “La Crónica Anónima de al-Nasir y el
Muqtabis de Ibn Hayyan”. Al-Qantara, VII
(1986). “Nuevos datos del Muqtabis de Ibn Hayyan”. Al-Qantara I (1980).
[32] El texto árabe -que se
encuentra en la Real Academia de Fez- fue editado y traducidopor Levi-ProvenÇal
y E. García Gómez, Madrid-Granada, 1950. Este autor considera que el cronista
fue al-Qubbasi, que fue un autor cordobés nacido en el año 959, que nos dejó en
España biografías de los reyes, cadíes y alfaquíes.
[33] Muqtabis, ed. M. Antuña, BRAH., LXXXVI (1925), p.
137.#. Todos los años hay sustitución de gobernadores, “...en el año 319/931 fue gobernador de Trujillo BAra`bn Muqatil”; Ibidem,
p. 285. Tiene un gran valor pues nos transmite una historia fiable por la buena
selección que hizo de sus fuentes como son las dos al-Razi, Arib bn Sa`d, Aslam
b. `Abd al-Aziz, Muhammad al-Warraq, Ibn al-Yazzar, Faray b. Sallam, etc.
Descubierto en Fez por Levi-Provençal, que abarca el reinado de al-Hakam y
parte de `Abd al-Rahman II. Editado por el cit. prof. y por Abd al-Hamid, publicaciones de la
Facultad de Letras de U. Farûq I de Alejandría. Sobre el texto existe una
publicación importante LEVI-PROVENÇAL y E. GARCIA GOMEZ: “Textos inéditos del
Muqtabis de Ibn Hayyan”. Al-Andalus, XIX, 1954, pp. 295-315. VIGUERA, M.J.,
y F. CORRIENTE: Inb Hayyan de Córdoba, Crónica del califa `Abd al-Rahmán III
an-Nasir entre los años 912-942. Zaragoza, 1981.
[34] AHMAD AL-MAQQARI: Nafhy attib, ed. P. de Gayangos
app. D. Extracto de la Historia de los Bereberes de Ibn Kaldun según el Ms. del
British Museum, núm. 9575, t. II. Londres, 1848, p. XLIX (Vid la obra de
GAYANGOS, P.: The history of mohammedan dynasties in Spain. Londres, 1840-43).
[35] Nació en Ceuta en el año
493 (1100). Según CARISI: Bibliotheca arabico-hispanica escurialense, Matriti,
1760-1770. Véase la publicación de la traducción de la zona musulmana
correspondiente a España de ANTONIO BLAZQUEZ: Descripción de España, por Abu-Adb-Allá Mohamed Al-Edrisi. Madrid,
1901; y la versión de AL-EDRISI: Geografía
de España, Valencia, 1974, p. 187 (en relación a Trujillo).
[36] AC-CAJADI: Gran Diccionario Biográfico. El artículo que
dedica a Rogerio II.
[37]El célebre orientalista italiano Miguel Amari, en su
Bibliotheca Arabo-Sicula, Torino e Roma, 1880-1881, le concede el primer puesto
entre los trabajos geográficos de la Edad Media al Edrisi con su Tratado
Geográfico.
[38]
BLAZQUEZ, A, op.
cit., p. 24.
[39]Farhat al-anfus fi ajbar al-Andalus, p.
290.Ed. de LUTFI ABD AL-BADI, Rev. del Instituto de los Mss. Arabes, El Cairo,
1955, pp. 282/310.
[40]
Trad. Luis Molina: Una descripción anónima de al-Andalus. 2 vols. Madrid, 1983, p. 63.
[41] YAQUT: Mu´yam al Buldan, ed. Dar Sader (Beirut), vol.
II, p. 22. Véase, ABD AL-KARIM: “La España musulmana en la obra de Yaqut”,
C.H.I, núm.6, 1974. WÜSTENFELD: Jacut´s geographisches worterbuch, Leipzig, 1866-72, 6 vols
(última edición, en Beirut, 1955, 5 vols. Vol.
II, p. 22.
[42] Texto recogido de D. Pascual Gayangos, como uno de
los Apéndices a su traducción inglesa del Almakary, tomo II, p. 522.
[43] “Aera MCCIIII, citivas Elbora capta, et depraedata,
et noctu ingressa a Giraldo cognominato sine pavore, et latronibus sociis eius,
et tradidit cam regi D. Alfonso, et pos paululum ipse rex cepit Mauram et
Serpam et Alconchel, et Coluchi castrum mandavit reedificare anno regni ejus
XXXIX. Chron, lusitano, era 1204” (se observa que retrasa el año de la toma de
Evora, pues según el texto del cronista árabe, contemporáneo, fue en Dilkada de
la hegira 560 -julio a agosto de 1165).
[44] Conservado en la biblioteca Bodleiana, núm. 433, editado
en Beirut en 1964, traducción de Huici Miranda.
[45] Ibidem. pp. 368-369. Vid. PEREZ ALVAREZ, M.A.: Fuentes
árabes en Extremadura. Cáceres, 1992, p. 145. Sobre el rey Fernando II, véase
GONZALEZ, J.: Regesta de Fernando II. Madrid, 1943.
[46] Ibidem, p.
375.
[47] Es una historia universal elaborada entre los años
1364-1378. Ed. parcial y traducción de Slane: Histoire de los berbères et des dynasties musulmans del Afrique
septentrionale. 2 vols. Argel, 1847-51. Ed. del texto árabe completo en
bulak, 1284/1867, siete vols. “El califa Abu Yaqub había reafirmado su
autoridad en AFrica y vuelve su mirada hacia al-Andalus, cuya situación parecía
exigir la guerra santa. El maldito enemigo había sorprendido las ciudades de
Trujillo y Evora. El califa envió el ejército almohade bajo las órdenes de
Abu-hafs y en el año 1168/9 va este qa`id a liberar Badajoz”.
[48]Ediciones de Dozy, Colin y Levy-Provençal, del
manuscrito de la biblioteca de Leiden (núm 67), que es una copia del siglo XVI
del original que se encuentra en la Biblioteca de Copenhague (código 76),
procedente de Marruecos.
[49] Bayan, trad. HUICI
MIRANDA, A: “Nuevas aportaciones de al-Bayan al-Mugrib sobre los almorávides”. Al-Andalus, XXVIII (1963), pp. 402-404.
[50] Bayan, HUICI MIRANDA, A:
“Las campañas de al-Mansur en 1190 y 1191”. Anaís.
Academia Portuguesa de la Historia, 2 Serv. 5 (1954), p. 193. Aunque en Ibn
Jaldun se dice que arrasaron Trujillo y Talavera, en Histoire des berbères II,
p. 214.
[51] AL-HIMYARI: Al-Raw ad mi´tar, ed. E. Levi Provençal
(1937), p. 63. Se conservan varios manuscritos de la obra conservadas en la
ciudad de Sale (Marruecos); Fez; en la Biblioteca del Sr. Abd al Rahman bn
Zaydan al -Alawi en Mekinez (Marruecos) y en la Biblioteca del Sayj al-Islam de
Medina.
[52]La obra esencial de Morales es su Chronica General de España
(1533).
[53] Anales Toledanos II, apud “Esp. Sag”; FLOREZ, Fr. Enrique: España Sagrada. Madrid (1799), T. XXIII,
358-409; FLORIANO, A.C.: “Anales Toledanos”, en Cuadernos de Historia de España, XLIII-XLIV. Buenos Aires, 1967,
pp. 155-187; PORRES MARTIN-CLETO, J.: Los
Anales Toledanos I y II. Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y
Estudios Toledanos, 1993.
[54] HUICI MIRANDA, A.: Las
Crónicas Latinas de la Reconquista. Valencia, 1913, II, pp. 339-356.
[55] ORTEGA Y COTES, J: Bullarium
ordinis militiae de Alcántara, olim Sancti Juliani del Pereiro, per annorum
seriem nonnullis, donationum, concordiarum et aliis interjectis scripturis
congestum. Regio diplomate et in lucen editum. Madrid, 1759, pp. 2 y 13.
[56]ORTEGA Y COTES, op. cit., pp. 2 y 13.
[57] AGUADO DE CORDOBA, A.F.: Bullarium equestres ordinis sancti Iacobi de Spatha. Madrid, 1719,
p. 33.
[58]ORTEGA Y COTES, op.
cit., p. 2
[59] Esta bula está inserta en otra de Honorio III, en la que
se copió sólo la parte principal, suprimiendo el párrafo final y la data; pero
sabemos que Clemente III comenzó a regir la Iglesia el 6 de enero de 1188 y
murió el 25 de marzo de 1191.
[60] “...authoritate
Apostolica Episcopalem Cathedram constituimos, dioecesim quoque habendam iuxta
dispositionem Regiam, ab eadem Ecclesia Cathedrali decernimus, ut villae, sicut
praesenti scripto concluditur, quae sua sunt ei largitioni concessa, dioecesano
iure ad eam perpetuo debeant pertinere; Turgellum, scilicet, et Medellinum, et
Monsfragorum, et Sanctacruz cum omnibus pertinentiis suis, ..”. Fray ALONSO
FERNANDEZ: Anales de la ciudad y obispado de Plasencia. Madrid, 1627 (reeditado
por el Departamento Provincial de Seminarios de F.E.T. y de las Jons de
Cáceres, 1952, p. 24).
[61]
“...dono
itque vobis et concedo villam et castellum quod vocant Turgellum, et villam et
castellum quod vocant Albalat, situm in ripa Tagi, castellum quoque quod vocant
Sanctam Crucem, prope Trugellum, situm in Monte Arduo, et alia duo castella,
quorum alterum vocatur Cabannas, reliquum veró Zuferola....” Bullarium Ord. Mili. de Alcántara,
p. 13.
[62]
“... At
munitionem igitur et manntenentiam perpetuam praedictorum castrorum et villarum
vobis assigno, dono et concedo annuos redditus trium millium aureorum de Greda
montis de Magam, per manum de Almogeriti mei singulis annis usque in finem
immutabiliter percipiendos”. Bullarium Ord. Mili. de Alcántara, op.
cit., p. 13.
[63]
Para un mayor conocimiento de Alfonso IX, véase
GONZALEZ, J.: “Repoblación de la Extremadura leonesa”. Hispania, III (1943). Alfonso IX, madrid, 1944, 2 vols.
[65]
Trad. HUICI MIRANDA: “Noticias de los reyes del
Mogreb e historia de la ciudad de Fez por Aben Abi Zara”. Anales del Instituto General y Técnico de Valencia, 1918, p. 254.
[66] Anales Toledanos, en FLOREZ, op.
cit., 23, p. 385. Acerca de Alfonso VIII; véase GONZALEZ, J.: El reino de Castilla en la época de Alfonso
VIII. Madrid, 1960, 3 vols.
[67] Bullarium Ord. Mil. S.
Jacobi, p. 149.
[68] MANRIQUE, A.: Annales
Cistercienses, t. 4. Lyon, 1649, p. 567.
[69]
Vid. GUTTON, F.: “San Julián del Pereiro”. Rev. Citeaux, 12 (1961), pp. 321-329.
[70]
Para el estudio de las Ordenes Militares pueden
consultarse ALVAREZ DE ARAUJO Y CUELLAR, A.: Santiago, Calatrava, Alcántara, Montesa, Madrid, 1891; LOMAX, D.
W.: Las órdenes militares en la Península
Ibérica durante la Edad Media. Salamanca, 1976; MOTA AREVALO, H.: “Las
órdenes militares en Extremadura”. Rev.
de Estudios Extremadura, 1969, pp. 423-446; RADES Y ANDRADA, F. de: Crónica de las tres órdenes de Santiago, Calatrava
y Alcántara. Barcelona, 1980.
[72]
PINO GARCIA, J. L. del : “Génesis de las ciudades
realengas de la Extremadura Medieval”. Comunicación al Coloquio Sobre la ciudad Hispánica durante los siglos XIII al XVI.
La Rábida-Sevilla, 1981.
[73] Primera Crónica
General de Alfonso el Sabio, cap. 1003. Ed. Ramón Menéndez Pidal, Madrid,
1906, p. 682.
[74] MARIANA: op.
cit. Madrid, 1744, p. 46
[75] LLABRES, G.: “El Fuero de Trujillo”. Rev. de Extremadura, 1901, pp. 489-497.
[76] ALONSO DE PALENCIA: Crónica del rey Enrique IV. Trad. A. de Paz y Meliá. Madrid,
1904-1908, década I, lib. V, cap. III; DIEGO ENRIQUEZ DEL CASTILLO: Crónica del rey Enrique IV. Madrid,
1878, Bibl. Aut. Esp. tomo LXX, cap. CXXXV.
[77]Damos a conocer una obra inédita de NARANJO ALONSO,
Clodoaldo.: Armas y linajes de Trujillo, cap. IX, Manuscrito (en colección
particular).
[78]TETZEL: Viajes por España. Trad. A. M. Fabié: Libros de antaño. Madrid,
1889, tomo VIII, p. 164.
[79] DIEGO DE HINOJOSA: Genealogía de los Hinojosa, Ms.
compuesto en 1548 y recopilado en 1553 por Alonso de Hinojosa y Torres. En el
Archivo del Conde de Canilleros, Cáceres, sección Asuntos de Trujillo, leg. 22,
núm. 4. Ha sido editado en Crónicas Trujillanas del siglo XVI. Cáceres, 1952.
[81] MARQUES DE TORRES CABRERA: “El clavero de Alcántara”, en Romances de Extremadura. Madrid, 1924,
p. 46.
[82] DIEGO DE HINOJOSA: Genealogía
de los Hinojosa, op. cit., fol.
20. El trabajo más documentado sobre el linaje de Hinojosa en Trujillo, es el
de Federico Acedo: Linajes de Trujillo (1919). Ms en la biblioteca del hijo del
autor. En NARANJO ALONSO, C.: Trujillo, sus hijos y sus monumentos. Ed. de
1983, nos ofrece un estudio de los linajes trujillanos. También existen
referencias sobre este linaje en MATIAS GIL: Las siete centurias de la ciudad de Alfonso VIII. Plasencia, 1877
(reed. Plasencia, 1930).
[83] Los Stúñiga comenzaron a tener importancia política
en Castilla, el más destacado de todos ellos fue Pedro, heredero de señoríos,
cargos y rentas; el rey Juan II le concedió Trujillo el 23 de octubre de 1440.
Archivo Histórico Nacional. Leg. 314,
núm. 23, doc. 2 y 4; leg. 289, núm. 4. Trujillo sufrió la guerra civil por la
sucesión al trono de Castilla y por las desavenencias entre los nobles, pasando
de manos de los Stúñiga a los Pacheco, y de manos del Maestre de Alcántara don
Gómez de Solís a las del clavero de la Orden don Alonso Monroy.
[84] Según Enríquez del Castillo, Cronista del rey Enrique.
Memorias de Enrique IV, II, p. 705.
[85]MARAÑÓN, G.: Ensayo
biológico sobre el rey Enrique IV. Madrid, 1953, p. 22.
[86]VALERA, Diego de: Crónicas
de los Reyes Católicos. Madrid, 1949, p. 103.
[87]SARASOLA, M.: Isabel la Católica y el destino de Juana.
Valladolid, 1955.
[88]TORRES FONTES:
“Villena en el reinado de los Reyes Católicos”. Hispania, 13, 1953, p. 37 y ss.
[89]HILLGARTH, J.: Los
Reyes Catolicos. México, 1978, p. 21; TORRES FONTES: “Datos sobre los
Católicos monarcas de España”. Hispania,
13 (1953), p. 58.
[90]PINA, Rui de: Chronica d`El Rei D. Alfonso V. T. II.
Lisboa, 1902, cap. 173, p. 77.
[91] Vid.
Memoria de Licenciatura inédita. Ramos Rubio, J. A.: Estudio Histórico-
Artístico sobre la parroquia de Santa María de Trujillo. Cáceres, 1989; RAMOS
RUBIO, J. A: “Nuevas aportaciones a la estancia de los Reyes Católicos en
Trujillo”. Comarca de Trujillo, núm. 111, agosto de 1992, p. 16; RAMOS RUBIO,
J. A: “Los Reyes Católicos en Trujillo de Extremadura”, Revista Torre de los
Lujanes, Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, núm. 55,
Madrid, febrero de 2005, pp. 139-149.
[94] PALENCIA, A.: Crónica
del rey Enrique IV. Tomo IV, Madrid, 1908, p. 145.
[96]
RAMOS RUBIO, J.A: “La judería de Trujillo y la
sinagoga. Estudio histórico y artístico”. Congreso
Internacional El Reino Taifa de Badajoz. Badajoz-Trujillo-Coimbra, 1996.
[97] SALO W.
BARON: A social and religious history of
the jews. Tomo I, p. 212.
[98]
Sobre los desplazamientos es interesante ver la
obra de ROSTOVTZEFF, M.: Historia social y económica del Imperio Romano, I.
Madrid, 1967, p. 308; y CARO BAROJA, J: Los
judíos en la España Moderna y Contemporánea. Ed. Istmo, Madrid, 1972.
[99]GARCIA IGLESIAS, L.: Los
judíos en la España Antigua. Madrid, 1978, p. 65.
[100]
CARLOS CARRETE: “El repartimiento de Huete de
1290”. En Sefarad XXXVI (1976), p.
128.
[101] BAER,
F.: Die Juden im christlichen Spanien. Urkunden und Regesten, II: Kastilien/Inquisitionasakten. Berlín,
1936, p. 170.
[102]
PERO LOPEZ DE AYALA: Crónicas de los Reyes de
Castilla Don Pedro, Don Enrique II, Don Juan I y Don Enrique III. Enmiendas del
Secretario Jerónimo Zurita y las correcciones y notas añadidas por Eugenio de
Llaguno Amirola, tomo I, Madrid, 1779, cap. XV, p. 195. Crónica de Don Pedro I,
año 1360. cap. VII (B.A.E., LXVI, p. 503.
[103] BEINART,
H.: Trujillo, a jewish community in
Extremadura on the eve of the expulsion from Spain. Jerusalem, 1980, p. 2.
[104]
Archivo Municipal de Trujillo. 1-1-7-1.
[105]
Archivo Municipal de Trujillo. 1-1-7-1, leg. 217,
41 fols.
[106]
Publicados en su mayoría por BEINART, op. cit.
[107]
KAMEN, H.: La
Inquisición Española. Ed. Crítica. Barcelona, 1980 (2ª ed.), p. 34.
No hay comentarios:
Publicar un comentario