miércoles, 11 de octubre de 2023

 

LAS RUTAS DE TRUJILLO


 

La ciudad de Trujillo, situada a 50 kms. al este de la capital de la provincia, se asienta sobre un batolito granítico y se emplaza en el antiguo camino de Madrid. Se trata de un importante complejo urbano conformado a partir de diferentes épocas y mentalidades arquitectónico-urbanísticas, cuyos testimonios han hecho de ella una de las más importantes ciudades del mundo.

La impresión que se lleva el viajero cuando se acerca a Trujillo es la de encontrarse ante un medieval barco varado en un cerro de canchales. La ciudad se eleva orgullosa y vigilante sobre una sorprendente y hermosa protuberancia granítica, sobre un insólito berrocal, como dice la copla: "Si fueres a Trujillo, por donde entrares, hallarás una lengua de berrocales". La masa de sus torres y sus ruinas se recorta sobre el cielo.

Es Trujillo una ciudad abierta, clara, confortable, regularmente bien urbanizada, apacible y que da una cierta sensación de bienestar de hidalgo campesino. Así era y así es Trujillo: Un centro de encuentro entre razas y culturas edificado sobre el cerro “Cabezo de Zorro” para dominar en llano unos limites que están rayados entre el Tajo y el Guadiana.

            La población trujillana se reparte entre la ciudad de Trujillo propiamente dicha y los cuatro arrabales dependientes de su jurisdicción municipal. Se trata de las localidades de Huertas de Animas, Huertas de la Magdalena, Belén y San Clemente. Con testimonios ya desde el Neolítico, estos arrabales han estado poblados por un vecindario fundamentalmente agrícola que se asentó sobre fértiles vegas como las de Papalbas, Valfermoso o Mimbreras.

             Trujillo es el antiguo Turgalium romano, nombre de  raíz celta. Es la denominación latina del topónimo correspondiente al primitivo castro indígena. Los diferentes testimonios epigráficos y funerarios son prueba fehaciente que la Turgalium prerromana se convirtió, durante la ocupación romana, en una población de suma importancia tributaria de Norba Caesarina. Trujillo aparece citado en el Anónimo de Rávena (siglo VI), que facilita el conocimiento de núcleos de población de esa época.  En el Itinerario de Antonio (siglo III) se cita como un importante enclave desde Mérida hacia Zaragoza, a través de Toledo. Dato interesante porque denota la continuidad  funcional urbana como cabecera de comarca.

            Después de una época paleocristiana y visigoda, como queda constancia por los restos de una basílica, tras muros de la puerta de Coria; la dominación musulmana hace de Trujillo un importante enclave, que sólidamente fructificado, mantendrá una notable actividad, siendo testimonio de ella el mercado ganadero que se celebrara en la zona extramuros sobre la que después se habría de urbanizar la actual Plaza Mayor. Hacia el año 900 se inician las obras del Castillo y en el siglo XI  están definitivamente configuradas las murallas, cuyo aspecto -al igual que el del Castillo- se modificará después de la reconquista. Hay noticias documentales de la existencia de dos mezquitas, de las cuales se conserva algún resto.

            En 1186 se inician con Alfonso VIII los primeros intentos de reconquistar la Villa. Entregada a las Ordenes Militares de Santiago y San Julián de Pereiro, pasaría de nuevo a manos árabes en la última década del siglo XII, hasta que en 1233 la villa es definitivamente recuperada por las huestes cristianas de Fernando III. Data desde entonces la devoción patronal de Trujillo a la Virgen de la Victoria, que, alojada entre dos torreones constituye su emblema heráldico.

            A partir de entonces Trujillo comienza a conocer tiempos de prosperidad, fomentada por los reyes con repoblaciones, exenciones tributarias, privilegios mercantiles y otros incentivos propios de los tiempos y las necesidades gobernantes y unificadoras.

            Alfonso X, decidió otorgar Fuero propio a la villa. La población, desde entonces, se reparte entre los hidalgos, eximidos del pago de tributos, y los "pecheros", vecinos contribuyentes.

            Hasta mediados del siglo XIV el desarrollo arquitectónico de Trujillo se concentra en el interior del recinto amurallado, en la Villa; sin embargo, por esa fecha surgen las primeras células que condicionará el posterior desarrollo de la ciudad extramuros. Se trata de las primitivas fábricas eclesiásticas de San Martín y San Clemente.

En 1430 Trujillo logró trasponer la pubertad medieval merced a las instancias de  Alvaro de Luna, primer duque de Trujillo, ante su rey,  Juan II de Castilla que le concede el codiciado titulo de ciudad "por los buenos e leales servicios que e me facen cada día ....por ende es mi merced  que de agora adelante sea cibdat e goce de todas las preminencias e prerrogativas...".  A todo ello vendría a sumarse el privilegio de Mercado Franco otorgado por  Enrique IV en 1465.

            Ilustres protectores fueron también los Reyes Católicos, que en Trujillo llegaron a vivir  largas temporadas hasta que, en un crudo enero de 1516, sorprendiera la muerte a Fernando “El Católico” camino de Guadalupe. Y así Trujillo continuo siendo fiel compañero de la historia con la frecuente presencia de monarcas y privilegios. Como Felipe IV, que autorizase a la ciudad  una Casa de la Moneda  para acuñar moneda propia.

            Entre fines del siglo XV y principios del XVI tiene lugar una importante actividad arquitectónica en Trujillo. Se fundan los conventos de San Miguel, La Encarnación y San Francisco; se levanta el Rollo o Picota en el sitio del Mercadillo y se construyen las Casas Consistoriales, otros inmuebles municipales y privados van configurando la estructura y fisonomía del espacio placero.

            El siglo XVI será definitivo para la historia de Trujillo por su importante participación en el descubrimiento, conquista y civilización de América. La población supera abiertamente sus antiguos límites y se expande fuera de la muralla. El desarrollo demográfico trujillano, cuya población es de 1730 vecinos en en 1580 -cifra superior a la de Cáceres en la misma fecha- y el enriquecimiento de ciertos sectores como consecuencia de la empresa americana, son las circunstancias que impulsan ahora el desarrollo arquitectónico-urbanístico de Trujillo que poblará la ciudad de nuevas construcciones nobiliarias. Se ampliarán las antiguas fabricas religiosas y proporcionará a Trujillo el aspecto con que la ciudad llega al siglo XVIII.

Villa y "ciudad" mantendrán desde ahora una evolución arquitectónica de distinto signo. Torres, aspilleras, alfices, arcos apuntados y demás elementos arquitectónicos militares y goticistas de los palacios intramuros desaparecen de arquitectura de la "ciudad"; en ésta se empleará una construcción más abierta en la que elogias y patios proporcionarán una fisonomía estructural diferente a los inmuebles. En el interior de la "villa", el aspecto defensivo de alcázares y casas fuertes da paso a otro renacentista.

            Durante el siglo XVII y después de la conclusión y remodelado de la obras eclesiásticas iniciadas en el siglo XVI, Trujillo cae un largo período de inactividad arquitectónica que se vería agrabada a raíz de la campaña de Portugal, pues ésta diezmaría tanto la población como la economía trujillana. En la "villa", el abandono constructivo se traduciría en un proceso arquitectónico regresivo en el que se hacen presentes las primeras ruinas.

          Después de la incidencia destructiva de los acontecimientos bélicos del siglo XIX y de las circunstancias del mismo signo que acompañaron a los diferentes procesos desamortizadores, Trujillo inicia durante el último tercio del citado siglo una actividad constructiva y urbanística de gran relieve y excepcional a nivel provincial. Hoy es una población que se caracteriza fundamentalmente por un importante turismo de calidad.

           

 

RUTA DE LOS CONQUISTADORES

 

 

 

 

El siglo XVI español propició a Extremadura la ocasión histórica de pasar al recuerdo universal como región, gracias a los acontecimientos que se dieron en torno al descubrimiento y posterior ocupación del continente americano.

Detrás de la conquista y colonización de tierras americanas, existieron hombres que partieron de Trujillo y han pasado a la historia como partícipes en primera línea en la odisea humana más destacable del citado siglo XVI como fue el encuentro entre dos mundos tan opuestos, que con el pasar de los siglos tanto se aportaron mutuamente. Francisco Pizarro y sus hermanos, Francisco de Orellana, Fray Gaspar de Carvajal, Martín de Meneses, María de Escobar, Francisco de las Casas, Francisco Bejarano, Francisco de Chaves, Diego García de Paredes, etc. Que de Trujillo partieron y cuyos afanes fueron tan intensos que el nombre de Trujillo permanece en el subcontinente Americano en varias ciudades de Venezuela, Perú, Puerto Rico, Chile y Colombia. Ellos nacieron en Trujillo y aportaron con sus hazañas o con sus vidas el poder hacer historia de un acontecimiento casi  causal.

En torno a la Plaza Mayor se localizan los ejemplos más importantes de la arquitectura nobiliaria de la Ciudad.  La primera noticia sobre construcciones en la Plaza Mayor, data del 18 de mayo de 1353. Aquel día se reune el Concejo en el atrio de la iglesia de San Martín "para tratar del amojonamiento del Berrocal que en este año hizo González Fernández Añasco". La elección de este lugar indica que aquí se encontraba un primer centro de un dinamismo social. Este primitivo núcleo urbano, mercado e iglesia, junto al que pronto se añadirían las casas consistoriales, será el epicentro virtual de una ciudad, que desde aquí y siguiendo los caminos se expanderá por irradiación.

La estructuración definitiva de la Plaza tuvo lugar durante el siglo XVI. Trujillo vive entonces su momento histórico culminante, definido por su expansión urbana, que la ha convertido en una de las ciudades más interesantes del panorama artístico mundial. En lo que se refiere a su parte monumental, alcanza en estos años su configuración estructural. Sobre esta configuracion, el XIX introducirá algunos cambios en la planimetría y una remodelación de las fachadas.

            La estatua ecuestre de Francisco Pizarro, obra del escultor norteamericano Charles Rumsey, nos invita a comenzar el recorrido turístico por esta noble ciudad. Frente a este símbolo en bronce de la ciudad, se alza el palacio del Marqués de la Conquista, construido por Hernando Pizarro, hermano del conquistador, según las disposiciones testamentarias del conquistador del Perú. Es una construcción de estilo plateresco, con cuatro plantas rematadas por figuras que representan iconográficamente alegorías de los Vicios y las Virtudes.   Sobresale del conjunto el magnífico balcón esquinado con blasones, en el que distinguen perfectamente los bustos de Francisco Pizarro y su esposa Inés Huailas; y los de Hernando Pizarro y Francisca Pizarro Yupanqui.     En el interior se conservan numerosos esgrafiados repartidos por las distintas dependencias, con temas vegetales, geométricos e indianos, con animales exóticos existentes en las selvas iberoamericanas; así como tres habitaciones con cubierta de artesonado de madera a base de jácenas que apoyan sobre canecillos con decoración floral, geométrica y con rostros humanos y animalísticos. Un total de 126 cabezas, repartidas en dos salones, en las que se puede apreciar las representaciones del cóndor, el tapir, el mono, y las divinidades celestes (el sol o pájaro Inti, la luna o Quilla, la divinidad del trueno o dios del fuego, Coychi o dios del castigo). Todos los animales que aparecen en el artesonado corresponden a simbolismos y pertenecen a la mitología incaica. También, aparecen representados rostros de incas, ataviados con atributos del poder real: plumas, ceñidor y dilatadores de orejas.

El encanto de esta plaza reside tanto en su tamaño, una de las más grandes de España, en lo irregular de su trazado, y en sus soportales que sustentan tanto los palacios señoriales como las casas populares.  Cada soportal tiene su propio nombre que recuerda los mercados medievales: del Pan, de las Carnecerías, del Paño y de la Verdura. Al otro extremo del palacio está la Iglesia de San Martín, de su compacto volumen exterior sobresalen las torrres del Reloj y de las Campanas. Al interior del edificio se accede a través de la puerta abierta a los pies, con columnas dóricas sobre pedestales, que sustentan entablamento y frontón  en cuyo tímpano campea el escudo del obispo placentino don Pedro Ponce de León, bajo cuyo pontificado (1560-1573) finalizaron las obras del templo, interviniendo en ella los canteros Cabrera, Alonso Becerra y su hijo Francisco Becerra, primera referencia artística del que sería gran arquitecto en América. La puerta del mediodía se conoce con el nombre de Puerta de las Limas, por tomarse como tales las granadas que aparecen en la rosca del arco trilobulado de la misma. El templo conserva en su interior un órgano barroco fabricado entre los años 1759 y 1762 por el organero de Llerena Antonio de Larrea y Galarza. Bienes muebles de interés artístico como el Cristo de la Salud, que destaca por su belleza plástica, obra del siglo XV y un lienzo del siglo XVIII que representa a San Jeronimo, obra de Pereda. Sobresaliendo en el templo el monumento funerario al Cardenal Don Gaspar Cervantes de Gaete, Arzobispo de Tarragona. La obra más importante del templo, es la imagen de una Virgen románica que procede de la ermita templaria de Nuestra Señora de la Coronada. En el altar mayor resalta el retablo del Cristo de la Agonía, obra del segundo tercio del siglo XVII, procedente de la iglesia de la Sangre de Cristo, de Trujillo; presentando en el centro la imagen de un Crucificado, obra granadina de Alonso de Mena, del siglo XVII. Reyes como Carlos V, Felipe II o Felipe V estuvieron orando en ella, según las Crónicas de sus Viajes; el Emperador en su viaje a Sevilla para casarse con Isabel de Portugal, y Felipe II, tras unir el dominio de toda la Península Ibérica en 1583.

            Frente a la iglesia, se alza majestuoso el palacio Ducal de San Carlos,  sobre la primitiva casa solariega de la alianza entre los linajes Vargas y Carvajal, a cuyo entronque familiar se concede en el siglo XVIII el ducado de San Carlos. Las obras del palacio comienzan a mediados del siglo XVI, prolongándose a lo largo del siguiente. En la actualidad y desde la restauración que se llevó a cabo en 1960, el palacio se utiliza como convento de las religiosas de la Concepción Jerónima. Podemos destacar en la fachada una estilizada galería porticada constituida por tres arcos de medio punto que descansa sobre dos columnas jónicas, y en el segundo cuerpo tres sencillas ventanas rectangulares con pilastras corintias que separan los vanos de la logia que se abre en el tercer nivel, los cuales se encierran con los dinteles que sustentan grandes ménsulas a modo de zapatas. El último cuerpo de la fachada es una perfecta alineación de vanos rectangulares de enmarque moldurado sobre los que inmediatamente se tiende la amplia y volada cornisa que remata la construcción. En el ángulo esquinado destaca un balcón con dos águilas bicéfalas que sustentan las armas de la familia, está enmarcado por pilastras sobre pedestales, con entablamento y frontón (con el busto del promotor de la obra). Sobre dicho frontón se disponen dos "puttis" con cornucopias simbólicas de la abundancia. Remata todo el conjunto voluminosas y singulares chimeneas que destacan sobre la cubierta. Están fabricadas a base de ladrillo y poseen una estructura turriforme que remata en cuerpos volados de pintoresca y dispar tipología. En su interior, se puede visitar el hermoso patio plateresco y la escalera volada, obra del arquitecto Antonio de  Mera.

Desde ese momento el granito, piedra noble, no nos  abandonará.   Lo encontraremos por todas partes, desde el rollo extramuros del siglo XV –que en sus orígenes se elevó en la Plaza-, lugar en el que se pinchaban las cabezas de los ajusticiados, hasta el castillo que culmina la colina, pasando por las casas solariegas y bellos palacios como el del Marquesado de Piedras Albas, obra renacentista del siglo XVI, construido sobre los soportales del Pan, por Pedro Suárez de Toledo. Su logia de tres arcos escarzanos, de influencia florentina, y la crestería gótica de granito son modelos arquitectónicos que llevaron a Iberoamérica los canteros trujillanos como Diego de Nodera, Alonso Casillas o Francisco Becerra.

En el portal alto de la Plaza y junto a otras casas nobles como las de los Cervantes Gaetes, Bejarano, etc., sobresale la mansión de los Chaves-Orellana, también llamada "Casa de la Cadena", nombre recibido por la que cuelga sobre la puerta como símbolo de la estancia de Felipe II en 1583 de paso a Portugal. La fachada muestra hoy un aspecto diferente al original, pues la reforma que sufre el edificio en el siglo XIX y la reconstrucción actual para convertirla en Hostal, han hecho desaparecer la logia que en el último piso se abría a la Plaza, como puede apreciarse en algunos grabados de principios del siglo pasado. Al palacio pertenece la llamada "torre del Alfiler" que es un baluarte castrense situado al N. de la Plaza, pues en sus orígenes medievales se construyó como torre defensiva, formando parte de la muralla de la alcazaba. Tras el proceso reconquistador de la ciudadela, Trujillo se extiende lo largo del llano, ubicándose el centro neurálgico de la ya ciudad (concesión de Juan II en 1432) en el siglo XVI fuera del recinto amurallado.  Desde la torre se domina la Plaza, que se configura urbanística  y definitivamente en el siglo XVI, constituyendo el centro de desarrollo de una amplia gama de actividades de carácter lúdico, religioso, civil y económico, pero en todas las actuaciones siempre hubo un dirigismo  o intención subyacente de índole municipal. La presencia próxima a la Torre del Alfiler de las Casas Consistoriales, la Cárcel o el edificio del Peso Real en una Plaza que era el lugar habitual para los pregones concejiles, son algunos datos que hablan de ese carácter público y municipalizado.

La Torre del Alfiler es un monumento simbólico de Trujillo, llama la atención la varilla metálica clavada en el cimborrio que cubre el plano donde estuvo el almenaje que fue desmochado, como los de otros palacios, por la Reina Católica para acallar la arrogancia de la nobleza castellana. Presenta este cimborrio ricos azulejos talaveranos en los que campean las armas de los Chaves-Orellanas, en sus orígenes se utlizó mosaico de cerámica sevillana de recorte y cuenta y arista. Es una torre rectangular de 367 metros cuadrados, con ventanales y crestería góticos que se colocaron cuando la fábrica perdió su finalidad militar. Esta torre da prestancia y belleza a la Plaza.

                                                        

 

El palacio de los Chaves Cárdenas, conocida popularmente como "Casa del Peso Real" y situada en el frente oeste de la Plaza, ha sufrido diferentes reformas, de manera que en la actualidad la portada es uno de los pocos testimonios de su origen.  El edificio se levanta a principios del siglo XVI, en cuyos elementos decorativos aún quedan vestigios de elementos góticos en la fachada y en la portada, que está flanqueada por columnas torsas rematadas en pináculos, eco del estilo manuelino portugués. Próximo a este edificio y continuamos nuestro recorrido pasando por el medieval Cañón de la Cárcel, sobre el cual el Concejo erigió unas notables Casas Consistoriales durante el siglo XVI. Junto a ellas estaban el Archivo de Escribanos y la Cárcel, ésta construida en 1549 por el insigne arquitecto Sancho de Cabrera. En la década de los cuarenta, del siglo XVI, se edificó el Ayuntamiento Viejo. Indica su finalización una lápida en la que se hace referencia al monarca Carlos I, en 1551.

Llegamos al palacio de Juan Pizarro Orellana, obra de los arquitectos Alonso y Francisco Becerra construida en la segunda mitad del siglo XVI a iniciativa del que fuera primer corregidor de la ciudad de Cuzco, Juan Pizarro Orellana, regentado actualmente por la Congregación Hijas de la Virgen de los Dolores. La fachada presenta una logia plateresca corrida, se enmarca entre dos torreones medievales rectangulares de una construcción anterior. Una portada de bóveda rebajada y gran arco escarzano sobre ménsulas permite la entrada al interior, en donde el principal atractivo está en el patio plateresco de dos pisos, decorado con zapatas con rosetas y entre los balaustres pétreos del antepecho se disponen alternadamente los escudos de los Pizarro y los Orellana, sostenidos por diferentes angelotes. Aquí estuvo la Casa de Contratación para afiliarse los viajeros hacia América y sobre su techo encontró hospitalidad Miguel de Cervantes cuando de regreso de Portugal a Madrid en 1582, descansó en Trujillo, teniendo agradecidos recuerdos para la familia Pizarro Orellana en los capítulos IV y VI del libro III de “Trabajos de Persiles y Segismunda”.

 Continuando el adarve, la ronda de murallas musulmanes que bordean la "ciudad antigua", conforman un recinto rectangular de mampostería y sillería jalonado por diecisiete torres dispuestas a intervalos irregulares. Siguiendo la linea de la muralla hacia el Oeste y aunque separada de aquélla por un pequeño escarpe del terreno, se encuentra la casa de los Altamirano, conocida como el "Alcazarejo". La construcción del edificio la comienza Fernán Ruíz, partícipe en la reconquista definitiva de la ciudad, que consiguió abrir la puerta del Triunfo facilitando la victoria a las tropas cristianas.        La cerca dispuso de siete puertas, de las cuales se conservan: la de Coria, la puerta del Triunfo, de la Vera Cruz, Santiago, San Andrés; y la de las Palomitas, restaurada en 1998. La Puerta de San Andrés, se abre en arco apuntado, está decorada con el escudo de la casa de Austria, obra de la remodelación que sufrió la puerta a principios del XVI. Rebasándola se alza la Casa-fuerte de los Escobar, que constituyó el baluarte defensivo de la puerta de San Andrés. Fue fundación de Alvaro de Escobar, destacando en uno de sus ángulos su torre rectangular, de finales del siglo XV. Aquí nacieron María Escobar la primera mujer que llevó semilla de trigo y cebada al Perú, y fray Diego de Chaves, dominico que fue confesor de Felipe II y destacó en las sesiones del Concilio de Trento.  La muralla trujillana condicionó la aparición de un tipo de construcción nobiliaria en la que lo defensivo y lo residencial se aunaban para dar como resultado unos edificios macizos, rematados en murallas en los que las treinta y dos torres constituyen los elementos más peculiares de su fisonomía, alzándose orgullosas y que en primavera sirven de refugio a docenas de cigüeñas. Testimonios de estas casas-fuertes son el palacio de los Bejaranos y el Alcazarejo. Estos edificios serán renovados en su fábrica en el siglo XVI como consecuencia de la pérdida de su funcionalidad castrense.        

El lienzo oeste lo cierra y lo abre la Puerta del Triunfo que cuenta con un curioso suceso legendario y trascendental para la historia de la ciudad. El 25 de enero de 1233, el obispo D. Domingo con los soldados de las Ordenes Militares vencen a los árabes, los soldados aclamaron a la Virgen con el Título de la Victoria por Patrona y especial abogada en la conquista de Trujillo. Desde entonces del Triunfo se llamó esta Puerta que flanquearon las tropas cristianas el 25 de enero de 1233. Para perpetuar este histórico hecho y en testimonio de agradecida veneración, el Concejo colocó una imagen de la  Virgen en una hornacina cobijada por un tejaroz y practicada en el muro que se alza sobre esta puerta y ante la cual, todas aquellas noches medievales lucía una lámpara.       

En el interior del recinto intramuros se conservan dos ejemplos del sistema de almacenamiento de agua de origen árabe. Dos sorpresas más en una villa llena de ellas. La Alberca, situada cerca de la Puerta de San Andrés, es de origen árabe. Se trata de un depósito de agua para diferentes usos, entre los que cabe citar el de abastecimiento de agua a los caños de San Lázaro y el Campo de San Juan por medio de una extensa conducción subterránea. Los Aljibes de la plazuela de Altamirano es el segundo ejemplo de sistema de almacenamiento de agua. Estos últimos, de tracería árabe, disponen de tres naves cubiertas con bóveda de cañón y seis arcos sostenidos por pilastras. Son obra del siglo VIII.

Continuando la visita a la Villa, y subiendo la empinada cuesta de la calle de las Palomas -nombre que recibe por  tomarse como tales las tórtolas del escudo de la familia Rol, de la casa de los Rol, Zárate y Zúñiga que en dicha calle se encuentra. Esta casa solariega presenta una sencilla portada de arco apuntado y diferentes vanos, obra de sillería y mampostería de fines del siglo XV, en la que es preciso destacar su interesante patio de estilo gótico, como atestiguan los pilares, capiteles y tracería del antepecho de la logia. En la misma calle y haciendo esquina con la de Naranjos se localiza la casa de los Chaves-Calderón, de la que es preciso destacar la portada y el balcón de esquina de la segunda mitad del siglo XVI, ejemplo de esta solución castellano-andaluza que caracteriza a los palacios trujillanos, obra del arquitecto trujillano Francisco Becerra, el gran constructor de las catedrales de Puebla de los Angeles, Lima y Cuzco. La puerta se cobija bajo arrabá  y el balcón se flanquea con sencillas y clasicistas columnas sobre las que se levantan el entablamento; sobre este, un frontón aloja en su interior el también esquinado-escudo de la familias. Al lado está la casa natal de Francisco de Orellana, el descubridor del río Amazonas, recia obra de mampostería que se construye a principios del siglo XV. Presenta una sencilla portada de arco apuntado y diferentes de vanos.

La iglesia parroquial de Santa María "La Mayor", está situada en la plazuela de Santa María, donde puede verse un busto en bronce de Francisco de Orellana, descubridor del río Amazonas. Constituye el edifico parroquial más importante de Trujillo. Se trata de una obra conformada a partir de diferentes épocas, comenzada tras la reconquista de 1233 y finalizada en el siglo XVIII con la construcción del camarín de la Virgen adosado al ábside. Iglesia alabada por todos cuantos la visitan. Objeto de múltiples leyendas y albergue de los más ilustres linajes que han formado el pasado originario de la ciudad. El templo presenta en el exterior una notable variedad de volúmenes y alturas, destacan por su elevación las torres de las campanas y la conocida como "Torre Julia", de factura románica, reconstruida en los años setenta de nuestro siglo, tras haber sufrido las acometidas de los terremotos de Lisboa de 1521 y 1755. En su interior resalta el artístico coro renacentista, obra de Sancho de Cabrera; y el retablo mayor, la mejor obra del pintor gótico salmantino Fernando Gallego, en el cual intervinieron en la predela pintores de su taller como Francisco Gallego. En este templo están enterrados los principales conquistadores, hidalgos y nobles de Trujillo, destacando el sepulcro de Diego García de Paredes, al que le dio celebridad en el “Quijote” Miguel de Cervantes como el “Sansón Extremeño” por su fuerza física, fue un destacado militar en Nápoles como el Gran Capitán. La iglesia es testigo mudo de célebres acontecimientos como las honras fúnebres por el rey Juan II que congregó a los más importantes personajes de la realeza en Trujillo, junto a los Reyes Católicos.

Próximo a este templo se encuentra el convento de San Francisco el Real o de la Coria, nombre recibido por su proximidad a la puerta medieval de la muralla que conduce a la población cacereña de Coria. El edificio conventual fue fundado por disposición suprema, por Real Cédula concedida por Juan II, en Toro, a 28 de junio de 1426, en favor de Inés de Cristo, Marina Herrera y otras beatas acogidas a la Regla de la Tercera Orden Franciscana, en atención a los buenos servicios que los linajes a los que pertenecían la mayoría de las mujeres en él iban a profesar, habían realizado a la Corona de España. Aquí vivieron las religiosas hasta el mes de marzo del año 1809, fecha en la que abandonaron el convento con motivo de la llegada de las tropas napoleónicas a Trujillo. Este convento fue testigo mudo hacia el año 1477 de la aventura sentimental de Gonzalo Pizarro -cuya hermana Beatriz era freyla- con Francisca González Mateos, hija de los humildes labradores apodados "Los Roperos", que era una humilde criada en el citado convento. Fruto de esta unión nacería Francisco Pizarro, el gran conquistador del Perú.

      En la actualidad, es sede de la Fundación cultural Xavier de Salas. La Fundación es la culminación de la actividad iniciada en 1969 por doña Carmen y don Xavier de Salas en Trujillo, proponiéndose estatuariamente el estudio y la difusión de las relaciones históricas entre Extremadura y América, así como fomentar en general la investigación científica en Extremadura, sobre todo en los campos de la investigación sociológica, musical, histórica y antropológica, los más afines a la tradición cultural de la región. Asimismo la Fundación apoya las iniciativas de otras instituciones culturales y académicas como la Universidad Popular "La Coria", el Centro de Iniciativas Turísticas o la Universidad de Extremadura. El apoyo a la investigación se completa con una exposición didáctica sobre la rica historia americana que alberga su Museo de América, referido a la historia del encuentro entre Extremadura y España con América. Este museo, abierto únicamente los fines de semana, salvo petición previa de visita, tiene en la actualidad más de 11.000 visitantes anuales.

      Desde el balcón medieval de este edificio, el visitante puede observar un impresionante paisaje campestre, virgen y agreste, resaltando al Noroeste un poblado calcolítico en la "Cerca de la Encina" y el evocador convento de los franciscanos descalzos de la Magdalena, de la reforma de San Pedro de Alcántara, que los frailes edificaran en 1603, procedentes del eremítico convento del "Santo Desierto de la Viciosa", situado en Deleitosa, eligiendo este lugar apartado para llevar a cabo una vida de gran austeridad y pobreza.

La estructura de la Villa tiene en la plaza de Santa Maria su principal centro urbano. Situado en una de las zonas mas elevadas de la ciudad antigua, hacia ella se encaminan quebradas y empinadas calles que unen a esta plaza con el resto de la ciudad intramuros. En torno a este nodo urbano se localizan las mas importantes casas solariegas. Este es el caso del palacio renacentista de los Pizarro Hinojosa, señores de Torrecillas, y desde el 24 de junio de 1642 marquesado de Lorenzana, título concedido a don Alvaro Pérez Quiñones y Lorenzana, Gobernador de Panamá y Guatemala. Es un majestuoso palacio, destruido en gran parte por la francesada de 1809 reconstruido en la actualidad como sede de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Frente a este palacio nos encontramos con el

Palacio de Francisco Pizarro de Vargas. En este edificio nació Gonzalo Pizarro "El Largo", padre del gran conquistador trujillano Francisco Pizarro. Fue reconstruido por la Escuela-Taller del Excmo. Ayuntamiento en su totalidad en el año 1992 para habilitar en su interior un Museo, dedicado al famoso conquistador, que se ajusta a lo que fue la vida del Conquistador, y el espacio disponible se ha distribuido en dos grandes apartados. En la  Planta Baja, la recreación de una vivienda de hidalgo español durante el siglo XV, y en la Planta Alta, una exposición dedicada a la vida y obra del personaje. Se ha procurado que cada uno de estos ambientes tengan un desarrollo claro y sencillo, donde los objetos expuestos y el propio guión de la exposición facilite al visitante su fácil comprensión. La mayoría de las piezas expuestas son originales, aunque en algunos casos se ha recurrido a copias de buena calidad para ilustrar algunos aspectos de la exposición que, de otra forma, hubieran sido difíciles de comprender.

      Desde la calleja que parte del edificio de Gonzalo Pizarro, llegamos al Castillo árabe, por empinadas calles empedradas. Desde allí se divisa una amplia panorámica del, pueblo y sus alrededores. La ligera ascensión bien vale la pena para admirar de cerca los lienzos de sus murallas y torres. En la del homenaje se encuentra el altar de la patrona de Trujillo, la Virgen de la Victoria, una talla del siglo XVI que representa la advocación de la que abriera milagrosamente las puertas del Arco del Triunfo cuando Fernando III asediaba a los moros el 25 de Enero de 1233. El castillo, lleno de encantos y leyendas, se asienta en el cerro llamado "Cabeza de zorro" y en el siglo XIV fue utilizada como caja fuerte de los tesoros de Pedro I, guardado celosamente por su tesorero el judío Samuel Leví.

Desde allí se divisa una amplia panorámica de la ciudad y sus alrededores. Al  NE. de la población pueden aún contemplarse las ruinas de la iglesia de Santo Domingo, que se encuentra en la actualidad en un deplorable estado y que hemos incluído en este itinerario histórico-artístico por el atrayente romanticismo de sus ruinas. Se levanta para atender las necesidades religiosas de una población de la zona, que constituyó una demarcación parroquial próspera hasta el siglo XVIII en que inició su declinar, y del actual barrio de Huertas de Animas. Es obra del año 1566 por Alonso y Francisco Becerra

            Bajando desde el castillo en dirección hacia la Plaza Mayor, nos encontramos con la Iglesia de Santiago, obra románica en sus orígenes.       Debe destacarse del interior la presencia de altares y enterramientos con estructuras arquitectónicas góticas y renacentistas; el retablo mayor del siglo XVII y el popular Cristo de las Aguas, denominado así ya que es la imagen que la ciudad de Trujillo saca en procesión en épocas de sequias, obra del siglo XIV.

Dentro de la arquitectura trujillana y como antesala de la Villa a la Ciudad moderna, es necesario referirse a una de las más impresionantes casas fuertes que formaban parte de la fortificación de la ciudad antigua, el Alcázar de Luis de Chaves, que defendía el acceso a la Villa a través de la Puerta de Santiago, la cual era custodiada por la torre de la iglesia parroquial y por la de la casa fuerte. Hospedó a los Reyes Católicos en sus visitas a la ciudad en 1477 -pacificación de la ciudad- y 1479 -durante la querra de sucesión con la Beltraneja-. Al morir Juan II de Aragón, cuyos funerales se celebraron en la iglesia de Santa María de Trujillo, los monarcas católicos se hospedaban en este alcázar, convocando el Consejo que reconoció a Fernando rey de Aragón y Sicilia, acordándose así la unión de las dos Coronas: Castilla y Aragón. Aquí se firmó el "Tanto monta, monta tanto" y la paz con Portugal, en 1479.

Bajando por la calle Ballesteros hacia la plaza, se encuentra el palacio de los marqueses de Santa Marta, construido en el siglo XVI por el arquitecto Francisco Becerra, y reformado en el siglo XVIII. Solar de algunos de los nietos de Hernán Cortés, conquistador de México, y de su fiel capitán Francisco de las Casas en las tierras aztecas.

 

 











RUTA DE LOS BALCONES DE ESQUINA

 

 

En Trujillo se observa una mezcla de formas arquitectonicas, impuestas por la geografía y la geología, que va fabricándose lentamente desde el Medievo por las gentes venidas del  Norte para la reconquista, con sus métodos constructivos severos y duros, destacando los ventanales de las torres de casas fuertes; a los que se unen luego los del Sur, que no conciben  sus edificios más que unidos en una superficie de blancura deslumbradora o en sillerías con una portada decorativa con líneas y sinuosos trazos, y el mayor alarde ornamental-arquitectónico se luce en los típicos balcones de esquina para satisfacer las exigencias de la vida de sus moradores. Así nace una de las condiciones fundamentales que engendran el carácter de Trujillo y que en sus balconadas esquinadas son los más originales de Extremadura y germen de los modelos constructivos allende de los mares. Constituyendo una manera local de gran afición a los balcones, excesivamente desarrollada durante el renacimiento y cuyos mejores ejemplos los encontramos en torno a la Plaza Mayor desde el más modesto y viejo de los Quiroga, simple y escueto, encuadrado en un alfiz  gótico, hasta el riquísimo y monumental de Hernando Pizarro, que entre columnas, ménsulas, balcón y escudote llena todo el ángulo del edificio; pasando por todos los intermedios de Bejarano, San Carlos, Calderón, Sanabria y  tantos más, finos y toscos, elegantes o pesados, alegres y secos; que de todo hay y para todos los gustos.

            En la Plaza se alza majestuoso el palacio de los marqueses de la Conquista, ordenado construir por Hernando Pizarro y su esposa Francisca Pizarro Yupanqui, hermano e hija de Francisco Pizarro, conquistador del Perú. Siendo la casa de sus nietos y sucesores. Este magnífico palacio no recibió el nombre de "La Conquista", como se le conoce, hasta el año 1622, momento en que fue reclamado el título de Marqués de la Conquista, concedido a Francisco Pizarro por Carlos I, por su biznieto a cambio de renunciar a los bienes del Perú. Hasta entonces, en los Libros de Acuerdos se le conocía como "la Casa del Escudo", el cual campea bajo las ménsulas de la cornisa. Escudo acrecentado que Carlos I por Real Cédula de 22 de diciembre de 1537 concedió a Francisco Pizarro. Este blasón está minuciosamente tallado en la fachada granítica del Palacio. Debajo hay un magnífico balcón esquinado en donde se centra la exuberante decoración del palacio. El hueco del vano se abre en un recerco cuadrado, enmarcado con filas de recuadros o casetoncillos tan característicos del arte trujillano. En los intercolumnios, a ambos lados del balcón, están los bustos de Francisco Pizarro e Inés Yupanqui, y los de Hernando Pizarro y Francisca Pizarro. Estamos ante uno de los primeros monumentos erigidos para conmemorar la fusión de dos razas, la mezcla de la sangre española con la incaica, y el enlace de la princesa mestiza con el primogénito de uno de los más ilustres linajes trujillanos: los Pizarro.

            Formando ángulo con este palacio, resalta en el extremo de la Plaza el bello balcón de esquina del palacio de los Duques de San Carlos, decorado con angelotes y con el escudo de la familia Carvajal-Vargas, sustentado por un águila bicéfala, privilegio que les concedió Carlos V, porque un miembro de dicha familia intervino eficazmente en su nombramiento como Emperador.

            Circundan el Parador de Turismo diferentes calles de una gran belleza que rezuman historia.  La luz juega, entre sombras y claros, en perfecta armonía de irregular configuración  geométrica. En esta zona urbana existen varias viviendas de sillería con puertas, ventanas, escudos y otros elementos decorativos góticos y renacentistas. Entre todas ellas destaca el palacio de Quiroga, del que es preciso destacar su balcón de esquina no por su riqueza artística sino por constituir dadas las fechas en que se construye el edificio el primer ejemplo de este tipo de balcones en Trujillo. Se trata de una sencilla ventana enmarcada por el arrabá bajo cuyo antepecho se aloja el escudo de los Cárdenas. El inmueble ha sufrido recientemente una intensa reconstrucción.

Frente al convento de San Miguel, nos encontramos con el balcón esquinado del Palacio de Sofraga, obra del siglo XVII, casa natal de Cervantes de Gaete, Inquisidor en Sevilla, Arzobispo de Mesina en Sicilia y en Tarragona, y miembro activo del Concilio de Trento. Es uno de los balcones de mayor mérito arquitectónico de Trujillo, de fina y bella traza, de líneas clasicistas, se alza sobre una cornisa apoyada en ménsulas barrocas, flanqueado por columnas pareadas corintias sobre pedestales y rematadas por pináculos con bolas herrerianas como acróteras, entre las que se explaya el escudo de la familia.

En la calle San Miguel se halla la casa de los Sanabria Bejarano.  Data del siglo XVI y ostenta una fachada de mampostería con sillares en la portada.  Sobre la puerta, de arco de medio punto,  se dispone el escudo de los Sanabria y sobre la ventana de arco conopial situada en el eje de la misma puerta, el escudo con las armas de Castilla, Toledo, Sanabria y Berajano en águila real explayada. Hemos de destacar su artístico balcón en ángulo enmarcado por dos pares de columnas corintias y fuste estriado, sobre cuyo entablamento se disponen dos pináculos piramidales rematados con bolas.  Remata el conjunto el escudo de la familia que aparece orlado por una rica hojarasca.

            Continuando nuestro recorrido por la calle de la Guía y rebasando la plazuela y calle de San Francisco, nos encontramos ante el palacio Pizarro de Aragón, constituye una obra del siglo XVII que ha experimentado notables reformas al servir de teatro y casino durante los dos últimos siglos. Su fachada a la plazuela de Aragón es de una gran sobriedad, destacando el escudo y la orla que aparece sobre el balcón situado en el eje de la puerta, continuando la tradición arquitectónica trujillana de los balcones esquinados. En la fachada al paseo dispone de una logia adintelada sobre zapatas. Próximo a este palacio se encuentra el actual edificio consistorial, resultado de la adaptación de la antigua Casa de Comedias a edificio concejil en el siglo pasado. Tanto una como otra se levantan sobre el solar y muros de la Alhóndiga del siglo XVI, resto de la cual es el paramento de la planta baja y las estancias con bóveda de cañón de la misma. La Alhóndiga o Casa de Comedias. Con anterioridad a su conversión en casa consistorial en el siglo XIX, la alhóndiga trujillana constituía una construcción de planta rectangular, dos pisos y un patio de idéntico trazado en el centro.

Podemos ascender hacia la Plaza, por la calle típica de Romanos y de los Parra, no sin antes encontramos aquí con el solar del palacio del Obispo, sede del Vicario foráneo, aún con vestigios góticos y torreón almenado.

 

 





 

 

LA RUTA DE LOS CONVENTOS

 

 

Desde la Plaza Mayor, bajando por la calle de Domingo de Ramos, llegamos al Convento de San Pedro y Santa Isabel. Fue fundado por María de Sotomayor y Juana Mexías, descendientes de los Chaves de Trujillo. Es un cenobio de clausura, pero se puede visitar su iglesia, que es uno de los escasos ejemplos de modelo de arquitectura de los años finales del siglo XV. Destaca en el altar mayor una imagen del Crucificado, obra del siglo XVII. En el sotocoro destacamos una talla policromada del siglo XVI, que representa a San Francisco de Asís recibiendo los estigmas. Los viajeros que lo deseen pueden adquirir bellas piezas de bordados que las monjas con primor realizan tales como manteles, juegos de cama o tapices. En el locutorio del convento podemos citar un óleo sobre lienzo, del siglo XVIII, con la representación de San Pedro Mártir, semiarrodillado y con báculo en el suelo. Un óleo sobre lienzo, de Santa Filomena, del siglo XVIII, con delicado tratamiento de los pliegues del manto, así como la minuciosidad en los detalles del adorno del vestido. Siendo la obra más destacable una Santa Faz, atribuible a Zurbarán.

            Si ascendemos por la plazuela de San Judas hacia el antiguo arrabal de San Clemente, pasearemos por algunas de las calles más bellas y evocadoras de antaña leyenda, deleitándonos con casas góticas que aún conservan en sus elementos constructivos el encanto del siglo XV. Llegamos al convento de Santa Clara, hoy reconstruido y habilitado como Parador Nacional de Turismo. Es un edificio señero del siglo XVI, que vino a sustituir al templo gótico de San Clemente. En el interior del Parador de Turismo pueden apreciarse en su estado original la iglesia primitiva del convento de Santa Clara y el claustro. La primera constituye una excelente fábrica de mampostería y sillería con cabecera poligonal que se cubre con bóveda de crucería. Al exterior y a los pies presenta una artística espadaña del siglo XVII. El claustro dispone de dos niveles; el primero es una arquería de medio punto sobre pilares y el segundo una galería adintelada sobre columnas. Entre los muros de este antiguo convento vivieron las religiosas Concepcionistas de la Orden fue fundada por Santa Beatriz de

Silva Meneses, amiga íntima de la Reina Isabel la Católica, desde 1533 hasta la apertura del Parador en 1984. Tal es la antigüedad del edificio, que hoy alberga el Parador de Turismo, que llegó a ser codiciado por reyes y nobles, donde habrían de firmarse privilegios, sentencias y donaciones. El mobiliario perteneciente al convento -tras la construcción del Parador de Turismo- fue trasladado al edificio cercano que edificaron las religiosas concepcionistas franciscanas. Entre las obras de arte dignas de destacar podemos citar un crucificado de marfil del siglo XVI; una talla del Crucificado del siglo XVIII; así como un óleo dieciochesco de la Virgen de Guadalupe.

Descendiendo por la Plazuela de Quiroga, calles Domingo de Ramos y Sofraga, llegamos al Convento de San Miguel. Se iniciaron las obras de este convento hacia 1502 con el patrocinio de la reina Isabel "la Católica", en cuyo honor  recibió el nombre de San Miguel y Santa Isabel. Al ser convento de clausura, se puede visitar la iglesia. En el altar mayor, podemos citar a ambos lados dos óleo sobre lienzo de finales del siglo XVI que representan a Santa Catalina y a Santa Cecilia, obras inéditas de José de Mera. Presiden el altar una  talla  de la Virgen Dolorosa en madera policromada y un Crucificado, obras del siglo XVIII..Las piezas de mayor calidad artística de la iglesia es un Cristo gótico y la imagen de Santo Domingo Guzmán, arrodillado y flagelándose con la mano derecha mientras se sostiene un crucifijo con la izquierda.   En el basamento escenas pictóricas referidas a milagros del Santo.  Es una obra de buena factura del siglo XVII.

Continuando nuestro recorrido por la Calle San Antonio, llegamos al convento de Antonio, del cual solamente se puede apreciar su austera fachada de sillería con arco de medio punto sobre el que se aloja un relieve de San Antonio bajo un frontón  coronado por bolas herrerianas. Este convento fue fundado por religiosas procedentes de la Casa Madre de las Descalzas Reales de Madrid el 6 de septiembre de 1574. Ingresó en dicho convento la religiosa Sor Maríana de Jesús, monja tudesca -pues Alemania fue su patria- que había sido dama de la Corte de Ana de Austria, esposa de Felipe II, con quien vino a España. Fue una monja célebre poetisa y escritora cuyos libros corren por los conventos y son de lectura obligatoria en las comunidades franciscanas. Este      Convento abrió sus puertas para dejar entrar en él al rey Felipe III y su esposa, cuando estuvieron en Trujillo en su viaje a Portugal a la jura del príncipe.

Próximo a este edificio, en la calle de la Merced edificaron los mercedarios en el siglo XVII el convento de la Merced, hoy día sus dependencias están cerradas al público. Entre los mercedarios ilustres que vivieron en este cenobio destacamos al escritor Fray Gabriel Téllez, conocido en los ambientes literarios como "Tirso de Molina", que aquí fue Comendador entre los años 1626 a 1629, escribiendo su "La Huerta de Juan Fernández" y, posteriormente, la "Trilogía de los Pizarro", glorificando a la familia que tanta fama diera a Trujillo. De su exterior sobresale la portada principal del templo, en canterías, con puertas de medio punto adornadas con motivos barrocos, sobre ella el escudo de la Orden mercedaria con el real, que se repite en el acceso conventual añadiendo al blasón un capelo, así como varios balcones adintelados.

            Continuando nuestro recorrido por la amplia calle de la Encarnación, llegamos al convento de los dominicos, hoy transformadas sus dependencias en colegio de Enseñanza Secundaria, conservándose la fábrica eclesial en toda su grandeza. El altar mayor es obra del famoso artista Félix Granda, coronado por un cuadro del francés Carlos Baruteau. Aquí se enterró en 1492 el principal caballero de Trujillo en la Baja Edad Media, Luis de Chaves “El Viejo”, en cuyo palacio residieron los Reyes Católicos en sus frecuentes visitas a Trujillo.

            Próximo al convento se encuentra el Hospital y convento de la Caridad, cuyas obras comenzaron  en 1578 bajo el patrocinio de la cofradía que da nombre al hospital, como testifica la imagen de la Virgen de la Caridad que se aloja en la hornacina de la fachada. Del edificio tan sólo se conserva el templo, pues el hospital sufriría graves deterioros en el siglo XIX. El retablo con todas las imágenes que albergaba serían trasladados en 1923 a la iglesia de San Francisco.   

Por la calle de Pardos, llegamos a la iglesia de San Francisco, en cuyo solar existió una mezquita árabe, sustituida tras la ocupación cristiana del siglo XIII. En 1502 los Reyes Católicos autorizan a la comunidad de frailes franciscanos de la Orden Tercera de Trujillo a proceder a la ampliación de su convento, las obras concluyeron en el año 1585. Es una magnífica construcción de considerable altura y planta cruciforme. En su interior se pueden contemplar obras de calidad artística como un crucificado del siglo XIV; una imagen protogótica de finales del siglo XIII de la Virgen de la Luz destaca un óleo sobre lienzo del siglo XVII, con representación de la Virgen de Guadalupe, Patrona de Extremadura. El retablo mayor es obra de mediados del siglo XVIII con un cuerpo y remate que se articulan en tres calles; el remate es un cascarón con casetones, todo con abundante decoración vegetal carnosa. En él figuran diversas imágenes en madera policromada, de la misma época:  San Bernardino de Siena; San Buenaventura, con mitra y báculo; en el centro, una excelente representación de La Piedad sobre rica peana, según el tipo de Alejandro Carnicero. A ambos lados del retablo mayor, resaltan dos pequeños retablos barrocos, en uno se aloja una imagen de la Inmaculada, de principios del siglo XVII, en madera policromada; es una pieza de notable calidad, del escultor salmantino Paz; y al otro lado, un Cristo atado a la Columna, del siglo XVIII, siguiendo el modelo de Gregorio Fernández.

            El claustro es de líneas clasicistas, estructurado en dos niveles; el primero es una estilizada arquería de medio punto sobre sencillos pilares con pilastras toscanas en sus frentes; sobre la cornisa que sustentan éstas, se levantan los pedestales de las columnas en las que descansa el arquitrabe de la galería de segundo nivel. Las obras del edificio concluyeron a finales de siglo XVI; data también de entonces el claustro, pero no así la cúpula y la linterna del crucero, que se realizaron durante el siglo XVIII.

En el ábside de la iglesia, se abre una pequeña capilla para venerar la escultura granítica de Nª Señora de la Guía, obra de la segunda mitad del siglo XV, copia de la imagen que Francisco Pizarro llevara en sus conquistas americanas y que el 26 de julio de 1529 regalara a la reina doña Juana, madre de Carlos V. Esta imagen fue colocada en el altar mayor de la iglesia de San Antolín de la villa de Tordesillas, desde entonces se la venera como celestial Patrona.

 

 




 

LA MANO ARTESANA

 

                   Trujillo es tierra vieja, amplia y habitada desde antiguo. Los hombres que han vivido este gran solar han sabido crear, enseñar y mantener viva la sabiduría artesanal con métodos sencillos y arcaicos. Los materiales son los mismos que usaron nuestros antepasados: fibras, hueso, madera y metal. El producto: telas, bordados, encajes, muebles y joyas. Todo ello dentro del más puro ancestro cual de esta vasta tierra. Desde el pastor que en las horas luminadas o al calor del fuego en las frías noches invernales talla el tosco cuerno de vaca con una simple navaja, hasta el orive preciso y perfeccionista que trueca el hilo de oro en filigrana barroca de riquísimo aderezo. Trujillo tiene artistas del telar, del cobre, la madera, el barro o el cuero.

                  Cuando el hombre del Neolítico moldeó torpemente en barro su primer cuenco para almacenar o cocinar sus alimentos, comenzó el más útil de los oficios artesanos. Los alfareros trujillanos eran ya conocidos en los mercados españoles y en Iberoamérica en el siglo XVI.

      Estos artesanos ofrecen junto a la alfarería en "basto", porosa, roja y áspera, cántaros, lebrillos, ollas, ánforas, cantarillas y otros objetos en "jino", bruñidos y decorados con guijarros que en manos del artista se convierten en delicado pincel.

                  De la época musulmana se heredó el vidriado o "alvedriao" usando para el color, el brillo verde del cobre, antimonio, plomo, óxidos, manganeso y silicio. El artesano a veces, cubre toda la superficie y el interior; otras, deja que el líquido se deslice a su antojo, y la sencillez del objeto se revaloriza con el trabajo manual en el manejable barro y obligarlo a ser lo que él desea.

        La Orfebrería es una rama más de la artesanía trujillana que entra en Extremadura después de la invasión de los árabes. Fueron los árabes los primeros en presentar la filigrana en España y Portugal, pero los orfebres extremeños tardaron varios años para introducir nuevas ideas a sus trabajos, hasta conseguir valiosas piezas.

     En nuestra ciudad por los siglos XIV y XV algunos orfebres lanzaban ya a la calle un nuevo modelo único en esa fecha denominado ADEREZO compuesto por collar, gargantilla, pendiente y el colgante llamado ROSICLER o galápago, le venía este nombre porque en el centro posee una barriga o semejanza del caparazón de dicho animal.

    Posteriormente, aparece otro adorno o colgante, su nombre cruz de penderique o tembladera los dos nombres son válidos hoy.

    En la actualidad se siguen fabricando estas piezas y se fabrican aquí en Trujillo, donde el uso del  ADEREZO en Pascuas de Resurrección, que es  indispensable en la mujer trujillana ataviada con el traje de pastora.

      El telar es la primera "máquina" del arte mobiliar. Unos 4000 años tiene de antigüedad. Aún hoy se fabrican en Trujillo mantas multicolores en los telares -destacando por su antigüedad el existente en un telar de la Plaza Mayor-. De estos telares proceden los refajos y poyeras del traje regional trujillano; también los jubones, faltriqueras y mandiles con recamados de lentejuelas, azabache, abalorios y encajes.   En algunas casas particulares se siguen practicando los bolillos, que bailan danzas geométricas entre los rápidos dedos y el ganchillo como varita mágica de recamada malla.

      La piel también está representada en el sector artesanal. El repujado ha elevado a inspiración artística la habilidad y la creación del artesano. Se complementa con la policromía y el pan de oro. La herencia musulmana de la marroquinería está presente en Trujillo. No puede olvidarse en esta tierra de abundante caza el curtido de pieles y la taxidermia, en el arrabal trujillano de Huertas de Animas.

      Magníficos muebles artesanales se trabajan en Trujillo. De brezo, nogal, encina y raíz de olivo son las tallas de nuestros artesanos: Cachimbas, arquetas, tazas y esculturas. De castaño, se fabrican los toneles que conservan el vino de las bodegas de Trujillo.

 

 

           

FIESTAS DE TRUJILLO

 

 

      Son muchas de las fiestas que a lo largo de la historia se han celebrado en Trujillo. Algunas hoy perviven y han adquirido mayor dinamismo.       La fiesta que verdaderamente ha alcanzado su mayor esplendor es la Semana Santa. Numerosas cofradías de hermanos, encargadas de imágenes distintas no escatiman en derroche de flores, luches en la orna de los pasos, riqueza en las túnicas, etc; para sacar engalanadas las esculturas de La Piedad, Cristo atado a la columna o el Yacente.

      La celebración de la Semana Santa en Trujillo viene de tiempo inmemorial. Partiendo de que la celebración de la misa es la rememoración del punto culminante del sacrificio, podemos partir de la primera mitad del siglo VII, el recuerdo y la contemplación de los Misterios de la Pasión en la basílica visigoda de Trujillo, tras muros de la Puerta romana de Coria.

            La reconquista definitiva de Trujillo se produce en el año 1233. La Cofradía más antigua existente en Trujillo, del tipo de las militares era la de los caballeros de la Orden Truxillense, en la que aparecen reguladas reuniones anuales en la iglesia de San Andrés para adorar a Dios.                    

Los "oficios", íntimamente ligados a la vida municipal trujillana, renacen el día en que los Concejos arraigan en el suelo español. Por el Fuero conocemos que una de las atribuciones primitivas del Concejo era la política de la industria y el comercio, lo que prueba que los menestrales y mercaderes formaban los "oficios", ya constituidos y que se agrupaban en las calles colindantes a la Plaza y que irán adquiriendo un fuerte protagonismo en la vida social de nuestra ciudad. Serán estos numerosos "oficios" o Cofradía gremial, existentes en Trujillo, acogidos cada uno a la advocación de una imagen procesional, los que llenen las calles de "pasos" (del latín "passus", sufrimiento).

            Tras el Concilio de Trento (1546-1563) se multiplican en nuestra localidad estas conmemoraciones multitudinarias, con la formación de hermandades y cofradías, que se encargarán del ornato y culto de una imagen o "paso" en concreto. Del siglo XVI data la Cofradía de la Caridad de Trujillo que comenzó a edificar en 1578 un hospital e iglesia en la Plazuela de la Encarnación bajo la advocación de San Lorenzo, siendo favorecidos por el Ayuntamiento que colaboró en la edificación de la obra. En esta iglesia se conservaron las imágenes de la Semana Santa, todas adscritas a la dicha cofradía. En 1674, la iglesia de San Lorenzo cambia su nombre por iglesia de Jesús de Nazaret.

             En la segunda mitad del siglo XVII, los gremios trujillanos acogidos a la Cofradía de la Santa Caridad y Cofradía de Jesús de Nazaret organizan la Semana Santa. Con la invasión francesa, en 1809, desapareció la Cofradía de la Caridad con la destrucción del hospital. La iglesia no corrió la misma suerte, quedó abierta al culto y continuó en ella la Cofradía de Ntro. Padre Jesús que celebraba los cultos de Semana Santa. En 1923 cesó el culto en esta iglesia. Su retablo fue depositado en la parroquia de San Francisco. En 1924, la Cofradía de Ntro. Padre Jesús fue reorganizada bajo el título de Cofradía de Jesús del Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de la Soledad, que hasta el año 1992 se ha encargado del culto de dichos "pasos" en la Semana Santa. En la actualidad es la Unión de Cofradías y Hermandades Penitenciales de Trujillo la que tiene encomendada la tarea de su organización. Las cofradías y hermandades han llevado a cabo la loable labor de restaurar sus imágenes e influyen decisivamente en la brillantez de los desfiles procesionales.

           

      Culminando la Semana con el Domingo de Pascua, conocido a nivel nacional. Las mujeres visten el traje típico de pastora y los hombres el traje de pastor o el típico pañuelo rojo, bailan y entonan en la Plaza las tradicionales canciones compuestas por el poeta trujillano "Goro", con música del grupo "Claveles", canciones como el famoso "Chiviri".

      Esta ancestral fiesta también conocida como la de "La Pascua", es la tradicional

celebración de la Pascua de Resurrección, que en tantas poblaciones extremeñas era prólogo del Lunes de Pascua.                  La fiesta de mayor tradición que se celebra en Trujillo es la Asunción de María, el 15 de Agosto. El centro festivo se localiza en torno a la parroquia de Santa María la Mayor.

      Para conocer la enorme trascendencia de esta festividad, hemos de remontarnos al 25 de Enero de 1233, fecha de la reconquista de Trujillo, cuando todo el ejército cristiano aclamó a la Virgen con el título de "la Victoria" por Patrona y especial abogada de la reconquista.

      La mezquita árabe principal se purificó, alzándose sobre su solar el majestuoso templo de Santa María, en donde se daba culto a una imagen románica de Ntra. Sra con el Niño, de las llamadas "fernandinas" que acompañaban al ejército cristiano en los enfrentamientos bélicos.

      Fue la Patrona de Trujillo, hasta que el 21 de Abril de 1531 el Concejo acordó

construir en el castillo una ermita para dar culto a una imagen de granito que representará a Ntra. Sra. de la Victoria. Ambas fiestas se unieron pues tras la celebración de la misa partía una procesión al castillo donde se veneraba a la Virgen. Pero, fue perdiendo con el tiempo importancia la imagen de la Asunción, como Patrona de la ciudad, otorgando mayor importancia a la Virgen del castillo. Esta imagen de la Asunción desapareció en 1809 con la entrada de las tropas francesas en Trujillo. Perdiéndose durante algunos años las fiestas de la Asunción, recuperándose con todo su esplendor en los años 50 del presente siglo. Y, a su vez, se celebran las fiestas patronales en honor a Santa María de la Victoria en la segunda quincena del mes de agosto.

 

 

 

 

GASTRONOMIA

 

                  La  gastronomía de una población es un claro y decidido exponente de sus medios naturales, de su historia y de su cultura. La ciudad de Trujillo es noble y sencilla, cargada de historia, con tradiciones entremezcladas que han confirmado su propio y actual ser, y todo ello se pone de manifiesto en su comida, cuya característica fundamental son los sanos  productos que su tierra les proporciona  y poco complicadas elaboraciones, como si existiese  un deseo en que en ninguno de sus platos se pierda la  preponderancia de los productos naturales que lo integran.

                  Si tuviéramos que destacar el plato que más identifica a Trujillo señalaríamos la matanza del cerdo. Quede aclarado que no se trata de un plato, sino de todo un jolgorio de profundas raíces que gira alrededor de lo que ha de constituir uno de los elementos fundamentales de cada familia durante los meses del año. Toda matanza del cerdo que se precia comienza con una migas que pueden tener su origen en las ensopadas islámicas llamadas "Toría". Ello es interesante por dos razones, en primer lugar porque denuncia la influencia árabe que todavía puede encontrarse en muchos de los condumios trujillanos; de otra, cómo la cristianización transformó esta cocina aportando, de manera muy ostentosa, los productos del cerdo que antes estaban vedados.

                  El "noble bellotero" que el cerdo ha gozado, después de que los árabes abandonaron estas tierras, es de especial predilección por parte de sus habitantes y no digamos quienes nos visitan. En las Ordenanzas de Trujillo del año 1434 se otorgaba prioridad a los cochinos permitiéndoles que anduvieran por los rastrojos diez días "e después de los diez días complidos que entre a los comer los otros ganados que los quisieran comer syn  pena alguna". Con esta disposición, con otras y con la paciencia y arte de los trujillanos, se ha podido obtener ese producto que es el jamón, algo que no sienta mal a nadie, que se sepa, y que proporciona placer y salud a todos.

                  Prestigiosos gastrónomos aseguran que los productos por antonomasia de nuestra cocina regional son el ajo, el laurel y el cerdo, señalando que es una "cocina de aromas, intensa y sólida; es para las gentes del campo, para antes o después del trabajo duro, de sol a sol". La cocina trujillana es seria y austera, sus grandes platos pastoriles, camperos, venatorios son: la caldereta de cordero, las criadillas de tierra, las lentejas "al estilo Trujillo" y finalmente el cocido. La Mesta nos aporta  la cocina del cordero y del cabrito, con platos tan conocidos como la chanfaina o la caldereta, gozando de merecido prestigio las aves del corral y el  pavo, compañero del cerdo en los encinares. En este amplio apartado, merece destacar como platos más dados en Trujillo el Carnero Verde, la  Gallina Trufada  y las  Perdices, que en esta ciudad adquieren un gran abanico de guisos y peculiaridades.

                  La cocina de Trujillo hinca sus raíces en la tradición secular culinaria de nuestros antepasados y no se puede negar que desde esta tierra se aportó un enorme bagaje gastronómico -el que se había ido transmitiendo de generación en generación- en el Encuentro con el Nuevo Mundo.

     También, es habitual encontrarnos en las cartas de menú apetitosas ensaladas y verduras, si bien las más típicas y tradicionales de la gastronomía trujillana podrían ser las acelgas y los preciados productos de la tierra, tales como los espárragos trigueros cuya producción es especialmente ingente en la zona- , los cardillos y la afamada criadilla de tierra, también llamada trufa blanca. Estos productos constituyen un completo abanico gastronómico de guisos por sí mismos, o bien como complementos que proporcionan una gran prestancia a una buena carne o pescado.

                  Trujillo posee una lista inconmensurable de postres de todo tipo, aunque predominan fundamentalmente los dulces elaborados en casa y en monasterios como el de Santa Clara, en donde se pueden degustar las perrunillas de miel, las paciencias o los huevos rellenos en dulce, especialmente típicos en Trujillo junto a su Crema Tostada.                

      Por lo que respecta a los caldos, la comarca de Trujillo siempre ha tenido vinos recios, escasos en humedad, elaborados artesanalmente y encerrados en las pitarras que buena fama dan a Trujillo. Son vinos fuertes, con sabor amplio, textura exquisita y subidos de grados, con un fuerte aroma a serranía, que dan categoría y prestancia a una buena carne.

               Son apreciados los vinos procedentes de toda la comarca, si bien la mayor producción se centra principalmente en la zona denominada Sierra de los Lagares, gozando de gran prestigio el vino de pitarra elaborado en las bodegas de las Granadas, siendo especialmente codiciado el Cabernet Sauvignon, por su calidad y aroma singulares.

                  Cada pueblo tiene su fiesta gastronómica. En la Feria Internacional del Queso que se celebra en Trujillo relucen la conocida torta del Casar, la torta de queso de oveja de la Serena y los quesos de Castuera, Cabeza de Buey, Campanario y el "de los Ibores",  también los quesos de Sierra de Gata y Hurdes cuyos animales proporcionan leche de gran calidad. El mes de Mayo reune en la Plaza a más de trescientas variedades de quesos procedentes de toda la geografía nacional y de algunos países europeos e iberoamericanos. Son famosas las Jornadas Gastronómicas en torno al Queso y sus Catas-Concursos de quesos de oveja y cabra. Está considerado en el Salón Monográfico el más importante de cuantos se celebran en España.

 

 

 

 


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