viernes, 15 de diciembre de 2023

 

DIEGO FRANCISCO MUÑOZ TORRERO: Cura liberal y padre de la Constitución Española de 1812



 

Diego Francisco Muñoz Torrero fue protagonista esencial del sentimiento de comunidad nacional que se configuró en la España de finales del siglo XVIII y los primeros años del siglo XIX.

 

Diego Francisco Muñoz Torrero y Ramírez Moyano nació en la villa extremeña de Cabeza del Buey,  el día 21 de enero del año 1761. Nació en el seno de una familia acomodada por vía paterna, mientras que su madre, María Francisca Ramírez Moyano, procedía de una familia humilde. Su padre, Diego Antonio Muñoz Torrero, era farmacéutico (licenciado por la Universidad de Salamanca), poseía tierras y era profesor de Latín, natural de Cabeza del Buey. Fue el primer vástago del matrimonio contraído el 16 de febrero de 1760. Su padrino fue su tío paterno Juan Muñoz Torrero, escribano de número de la villa y de la Real Encomienda, de familia honrada y reconocida en Cabeza del Buey, se los conocía con el sobrenombre de “los regidores”, por haber venido desempeñando cargos municipales años atrás.

Fue un destacado diputado doceañista que a sus cuarenta y nueve años se enfrentó a la Inquisición, un esforzado defensor de la idea liberal y uno de los máximos defensores de la libertad de imprenta, de la abolición del Honrado Concejo de la Mesta y los gremios, los señoríos jurisdiccionales y el mayorazgo.

Fue un hombre de esclarecido talento, de alma generosa y de brillantes cualidades. Cuando tenía doce años de edad, se matriculó en la Universidad de Salamanca, donde residió quince años, concretamente entre los años 1776 y 1790, viéndose impregnado por el ambiente estudiantil de la época, sobre todo, por el reformismo del reinado de Carlos III. El siglo XVIII ha pasado a la Historia como el “Siglo de las Luces”. Allí orientó su formación académica hacia los estudios teológicos y filosóficos, la base de su futura actividad profesional orientada a la carrera eclesiástica.

 

Muñoz Torrero, que había sido rector de la universidad salmantina, cesó en su cargo y decidió dedicarse a la vida religiosa, abandonando la facultad y Salamanca, para trasladarse a Madrid.

 

El XII marqués de Villafranca del Bierzo, Francisco de Borja Álvarez de Toledo y Gonzaga, le ofreció una canonjía en su colegiata, donde permanece hasta 1810 desempeñando el cargo de Chantre de Coro en la Colegiata, aunque viajará continuamente a Madrid acudiendo a los ambientes liberales de la capital, siendo miembro asiduo en las frecuentes tertulias que Manuel José Quintana organizaba en su casa. Una vez que fuera nombrado chantre de la colegiata de Villafranca, allí permaneció hasta que fue elegido representante a Cortes por la provincia de Badajoz, en una sesión que tuvo lugar en la ciudad pacense.          

En el año 1810, la Regencia promulgó un decreto ordenando que se realizasen las elecciones de diputados y que en el mes de agosto se reunieran los nombrados en la isla de León, donde se daría principio a las sesiones. Las ciudades con voto en Cortes y provincias enviaron a sus diputados entre los que se encontraba Muñoz Torrero por Badajoz. Permanecieron abiertas las Cortes generales y extraordinarias entre  septiembre de 1810 y el mismo mes de 1813, donde Muñoz Torrero ejerció un papel muy activo en los trabajos de diez comisiones (Alhajas de las Iglesias, Comisiones del Congreso, Reglamento de las Cortes, Constitución, Honor, Libertad de imprenta, Lista de Empleados, Mensajes, Consejo de la Inquisición y Traslación de las Cortes), siendo la de mayor relevancia su actuación como Presidente, llegando a contabilizar nada menos que 227 intervenciones suyas en las Cortes Generales y Extraordinarias, destacando como un excelente orador.

 

Precisamente, fue quien inauguró con un discurso todos los principios que sirvieron después de base para redactar la Constitución de 1812. Muñoz Torrero se ganó muy pronto una gran fama como orador en las Cortes. Esa intensa labor parlamentaria se completó con sus artículos en la prensa.  Lo que hizo ese día Muñoz Torrero fue una clara declaración revolucionaria, cuando manifestó que los representantes de la nación son los diputados y que en las Cortes formada por estos reside la soberanía; que sin consentimiento expreso de la Nación no hay monarca ni sucesión en el trono; que se debe proceder a la separación de poderes. Un clarísimo ideario revolucionario.

 

A la vuelta de Fernando VII y el golpe de Estado que significaba su Decreto de 4 de mayo de 1814, declarando “nulos y de ningún valor ni efecto” la Constitución y los decretos de las Cortes, Muñoz Torrero fue arrestado en la noche del 10 de mayo, declarado reo e incautándole todas sus pertenencias, entre las que se encontraban interesantes documentos y, en consecuencia, incurso en pena de muerte. A los liberales se los consideraron enemigos, no solo de la soberanía, sino de la sagrada persona del Rey, como refractarios, de nuestra santa religión, como destructores del gobierno monárquico.

El sacerdote de Cabeza del Buey fue trasladado desde la cárcel de la Corona hasta el Convento de franciscanos en Erbón (municipio de Padrón, La Coruña), adonde llegó en los primeros días de enero de 1816, provisto sólo de sus hábitos y algunos libros, condenado a seis años de reclusión allí se dedicó a la oración y a la lectura. Allí permanecería por espacio de casi un lustro (1816-1820).

Tras el levantamiento de Rafael de Riego en 1820 sería nombrado diputado del Trienio Liberal por Badajoz (1820-1823), pero en abril de 1823 entraron en territorio español los Cien Mil Hijos de San Luis, por lo que, probablemente en los primeros días de la segunda quincena de junio, el ex rector de Salamanca salía de Madrid con dirección a Badajoz, donde, protegido por sus amigos y correligionarios políticos, permaneció durante algún tiempo. A comienzos del otoño de 1823, ante el peligro que corría tras la reinstauración del orden absolutista en España, se marchó a Portugal, concretamente a Campo Maior, donde permaneció casi cinco años. Se recrudeció la persecución contra los liberales. Muñoz Torrero decidió huir a Francia. Cuando se disponía a embarcarse desde Lisboa, en el mes de noviembre de 1828, fue arrestado por los miguelistas y encarcelado en la torre de San Julián de la Barra (Lisboa). Muñoz Torrero sobrevivió los cuatro últimos meses de su vida, hacinado entre una celda subterránea que se inundaba con la subida de la marea y sometido a trabajos forzados y vejaciones bajo la dirección del brigadier José María Téllez-Jordán. Falleció a los sesenta y ocho años de edad en San Julián de la Barra (Portugal) el día 16 de marzo de 1829, este buen sacerdote, catedrático y primer presidente del primer Congreso Parlamentario español.

 

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