domingo, 8 de diciembre de 2024

 

Fundación de la Orden del Temple

Tras la conquista de Jerusalén por los componentes de la I cruzada, en Palestina se estableció un reino independiente cuyo primer titular fue Godofredo de Bouillon, duque de Lorena, que adoptó el título de advocatus Sancti Sepulchri, a su muerte en 1100 fue sucedido, ya con el título de rey, por su hermano Balduino I, que extendió las fronteras del reino, conquistando los puertos de Acre (1104), Beirut (1110) y Sidón (1111), sometiendo al mismo tiempo a su soberanía a otros Estados cruzados: el condado de Edesa (fundado por él), el principado de Antioquía, y más tarde, el condado de Trípoli. Todo su reinado se vio envuelto en guerras continuas con los musulmanes[1].

 

A partir de la conquista de Jerusalén, la peregrinaciones a los Santos Lugares tuvieron un fuerte incremento. El origen de la Orden del Temple se debe al francés Hugo de Payns y a otros ocho caballeros. Con el permiso del rey Balduino II de Jerusalén se aprobó el nacimiento de esta Orden y su instalación en el antiguo Templo de Salomón, según el Arzobispo Guillermo de Tiro, con el propósito de velar por la seguridad de los caminos, cuidando de la protección de los peregrinos que iban a la Ciudad Santa[2]: "En este mismo año [en 1118], ciertos hombres nobles, hombres de caballería de fila, hombres religiosos, devotos a Dios y temerosos, limitándose al servicio de Cristo en manos del señor Patriarca, prometieron vivir en perpetuidad como canónigos regulares, sin posesiones, bajo votos de castidad y obediencia. Sus primeros líderes fueron el venerable Hugo de Payns y Geoffrey de Saint-Omer[3].

 

Puesto que no tenían ninguna iglesia ni ningún domicilio fijo, el rey les dio por un tiempo un lugar como vivienda en el ala del sur del palacio, cerca del Templo del Señor. Los canónigos del Templo del Señor les dieron, con ciertas condiciones, un cuadrado cercano en el palacio que los canónigos poseían. Esto, los caballeros lo usaron como campo de entrenamiento. El señor rey y sus nobles hombres y también el señor Patriarca y los prelados de la iglesia les dieron los beneficios de sus dominios, algunos por un tiempo limitado y algunos en perpetuidad. Éstos debían proveer el alimento y la ropa de los caballeros. Su deber primario, uno que fue impuesto sobre ellos por el señor Patriarca y los otros obispos para la remisión de pecados, era proteger los caminos y las rutas contra los ataques de ladrones y de brigadas. Esto para salvaguardar especialmente a los peregrinos".

 

Aunque también se mostró receloso de la Orden, criticando en 1170 su comportamiento: “Aunque mantuvieron su establecimiento honorable durante mucho tiempo y satisficieron su vocación con suficiente prudencia; más adelante, debido a la negligencia de la humildad (que se conoce como el guardián de todas las virtudes y que, puesto que se sienta en el lugar más bajo, no puede detener la caída), desdeñaron al patriarca de Jerusalén, por quién su orden fue fundada y de quién recibieron sus

primeros beneficios y a quien él negó la obediencia que sus precursores rindieron. También han quitado títulos y las primeras frutas de las iglesias de Dios, han subvertido sus posesiones, y se han hecho excesivamente molestos[4].

 

Guillermo de Tiro, preceptor del rey Balduino IV hasta el año 1165 y obispo de Tiro desde el año 1175, es uno de los principales cronistas a los que debemos acudir para conocer los inicios de la Orden del Temple, aunque bien es cierto que no conoció los inicios de la misma, ya que nació en el año 1130. Su recopilación de manuscritos es conocida por el nombre de Historia rerum in partibus transmarinis gestarum, una valiosísima crónica compuesta por ocho manuscritos (entre los que se encuentra la Histoire des Croisades)[5], indispensable para conocer la historia de las Cruzadas, y que abarca el periodo de 1065 hasta 1184.

 

La existencia de esta orden está marcada desde su inicio por el servicio, por la prestación de un trabajo superior y dignificante, o sea, está dotada con la principal característica propia de una sociedad de órdenes: la funcionalidad e interdependencia de las partes. La palabra que mejor define esta mentalidad medieval es concordia[6]. Según Guillermo de Tiro, la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y el Templo de Salomón se fundó en 1118[7]. Este arzobispo de Tiro e historiador de las Cruzadas y de la Edad Media escribió su obra Historia rerum in partibus transmarinis gestarum, que, a pesar de la brevedad de la referencia a la creación de la Orden, es en la que se basan directa o indirectamente la mayoría de los investigadores y autores que han estudiado la creación del Temple. En esta obra, el libro duodécimo trata de la "historia de los hechos acaecidos en las regiones de ultramar, desde los tiempos de los sucesores de Mahoma hasta el año del Señor de 1184", y en él, el capítulo VII está dedicado a la fundación de la "orden militar del Temple Jerosolimitano" el cual, es importante por su indudable valor documental y por cuanto supone en los inicios de la historia de la Orden en Tierra Santa[8]. La Orden fue creada tras la primera cruzada por Hugo de Payns y los caballeros franceses: Godofredo de Saint-Omer, Godofredo de Bisol, Payen de Montdidier, André de Montbard, Arcimbaldo de Saint-Amand, Hugo Rigaud, Gondemaro y Rolando[9]. No obstante, un documento podría confirmar que La Orden del Temple se encontraba ya activa al menos desde el año 1109, también tenemos el testimonio epistolar de la carta que Ivo, obispo de Chartres, escribió en 1114 a Hugo de Champaña reprendiéndole por haber abandonado a su esposa y encuadrarse en lo que llama "milicias de Cristo"[10]. En 1101 el patriarca de Jerusalén contrató, entre los cruzados que residían en Jerusalén, a treinta caballeros a sueldo para la defensa del Santo Sepulcro, de la misma manera que "había caballeros al servicio de San Pedro en Roma"[11] y en la órbita del Santo Sepulcro se hallaba gente armada, que constituía una especie de cofradía de laicos, o de orden tercera, asociada a los canónigos, y el cometido de estos caballeros era la salvaguarda de la iglesia homónima y de los edificios y terrenos anejos. No se trataba de una orden y los caballeros estaban bajo la tutela de los canónigos y del prior de los mismos y es probable que entre ellos se reclutaran a los primeros templarios[12].

 

La primera información histórica sobre los templarios la proporciona el historiador franco Guillermo de Tiro, que escribió entre 1175 y 1185. Fue en el apogeo de las cruzadas, cuando los ejércitos occidentales ya habían conquistado Tierra Santa y fundado el reino de Jerusalén o, como decían los propios templarios, "Outremer", la tierra más allá del mar. Pero cuando Guillermo de Tiro empezó a escribir,  los templarios ya existían. Por consiguiente, Guillermo escribía sobre acontecimientos anteriores a su tiempo, acontecimientos que él no había presenciado o experimentado personalmente, sino que conocía de segunda o incluso de tercera mano[13].

 

En un documento recogido por Louis-Georges de Bréquigny, miembro de la Academia des Inscriptions et Belles-lettres, Guillermo, conde de Forcalquier, donaba su cuerpo y su alma a la casa de la Milicia del Temple, con la condición de que pudiera ingresar en esta religión cuando él lo desease, concediéndoles además cien sueldos anuales en reconocimiento, y cien marcos de plata después de su muerte[14]. Sin embargo, este diploma debemos cogerlo, al menos, con algo de cautela, ya que el mismo autor, Louis-Georges de Bréquigny, volvía a repetir este mismo documento en el tomo IV de su obra, aunque variando esta vez el año de su firma: Charta quâ Willelmus, comes Forcalcariensis, animam suam et corpus suum dant domui Militiae Templi; fratres vero Templi ipsum in donatum et confratrem recipiunt. Anno Domini Icarn. MCCIX, mense Decembri[15]. Interesante resulta también el relato del obispo de Havelburg, quien en sus Diálogos nos habla sobre la creación de la orden templaria[16].

 

La orden fue reconocida por el patriarca latino de Jerusalén Garmond de Picquigny, que le impuso como regla la de los canónigos agustinos del Santo Sepulcro. Esta regla, dentro del contexto templario, es conocida como Regla latina.

 

Esta orden militar cristiana nació bajo el nombre de Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón. No hay que olvidar que su fundador fue francés y que en dicho idioma “temple” significa “templo”, haciendo una alusión directa a su nacimiento en el Templo de Salomón[17]. En 1128 nos llega un nuevo testimonio sobre los templarios, cuya  fama se extendió por toda Europa. Las autoridades eclesiásticas les dedicaron grandes elogios y ensalzaron su cristiana empresa. Ese año, San Bernardo, abad de Clairvaux y principal portavoz de la cristiandad en aquel tiempo los alabó. El opúsculo de Bernardo lleva por título En alabanza de la nueva orden de caballería, y declara que los templarios son el epítome y la apoteosis de los valores cristianos[18]. El nombre de la Orden del Temple no le fue dado hasta el año de 1128 con ocasión del Concilio de Troyes, que codificó su organización. En Troyes, Hugo participó en el Concilio de los prelados de Champaña y Borgoña (1128). El Prólogo de la Regla del Temple expone la lista de los participantes.24 En verdad, la Regla del Temple, redactada en Oriente y corroborada en el Concilio de Troyes, es el documento más antiguo que tenemos que se refiere a los ideales –en especial, cotidianos25 y espirituales– que fueron la guía de conducta del Temple durante su existencia y que forjaron la imagen de los caballeros ante el Occidente[19].

 

En 1130, San Bernardo escribió su De laude novae militiae ad Milites Templi a fin de garantizar la propaganda. Muy pronto las donaciones se revelaron cuantiosas, el reclutamiento fue en aumento y cuando el primer Gran Maestre, Hugues de Payns, murió en 1136, reemplazado por Robert de Craon, la Orden del Temple estaba perfectamente establecida[20].

 

El reino de Jerusalén fue un Estado católico latino que se fundó el 15 de julio de 1099 tras la conquista de Jerusalén, su capital, en la Primera Cruzada, cuya vigencia finalizó doscientos años después, el 18 de mayo de 1291 con la conquista de la fortaleza de San Juan de Acre por los mamelucos musulmanes. Godofredo de Bouillon, como ya se reseñó, dirigió la Cruzada hacia el destino no previsto de Jerusalén, conquistó la ciudad en 1099 y creó en ella la cofradía secreta del Priorato de Sión. Y, en paralelo, el

embrión de una estructurada armada, que sería la Orden del Temple, dirigida a proteger y profundizar en los saberes secretos heredados y en los que la indagación pudiera deparar[21].

 

El reino ocupó parte de las actuales Israel, Líbano, Palestina y Jordania. En efecto, la orden templaria surgió como una consecuencia más de la primera cruzada, uno de cuyos objetivos principales fue la toma de Jerusalén en 1099.

 

Todo comenzó en el 1071, año en que Romano IV Diógenes, emperador de Bizancio, caía frente a las huestes selyúcidas turcas comandadas por Alp Arslan en la batalla de Manzikert.

 

Este hecho desestabilizaba enormemente el poder tanto político como militar de Constantinopla, lo cual desencadenó en la conquista de Jerusalén por parte de Atsiz ibn Abaq[22].

 

Y, aunque en principio los vencedores turcos parecía que no prestaban mucha atención ni animosidad hacia los cristianos que viajaban hasta Jerusalén, sí es cierto que la enorme inestabilidad política de la zona y la gran cantidad de salteadores y bandidos que poblaban los caminos hacia Jerusalén, hicieron que el imperio cristiano de Oriente pidiera ayuda a sus hermanos de Occidente, denunciando las vejaciones, robos, asaltos y muertes que los peregrinos cristianos sufrían al intentar llegar a Jerusalén.

 

Apenas creado el reino de Jerusalén y elegido Balduino I como su segundo rey, tras la muerte de su hermano Godofredo de Bouillón, algunos de los caballeros que participaron en la Primera cruzada decidieron quedarse a defender los Santos Lugares y a los peregrinos cristianos que viajaban a ellos. Balduino I necesitaba organizar el reino y no podía dedicar muchos recursos a la protección de los caminos, ya que no contaba con efectivos suficientes para hacerlo. Esto, y el hecho de que Hugo de Payens fuese pariente del conde de Champaña (y, probablemente, pariente lejano del mismo Balduino), llevó al rey a conceder a aquellos caballeros un lugar donde reposar y mantener sus equipos, así como a otorgarles derechos y privilegios, entre los que figuraba un alojamiento en su propio palacio, que no era sino la mezquita de Al-Aqsa, ubicada a la sazón en el interior de lo que en su día había sido el recinto del Templo de Salomón.14​ Y, cuando Balduino abandonó la mezquita y sus alrededores como palacio para fijar el trono en la Torre de David, todas las instalaciones pasaron, de hecho, a los templarios, que de esta manera adquirieron no solo su cuartel general, sino su nombre[23].

 

En la segunda quincena del mes de enero del año 1120, durante la celebración del concilio de Nablus[24], Hugo de Payns, Godofredo de Saint-Omer, y ciertos caballeros temerosos de Dios, prometieron los votos de castidad, pobreza y obediencia ante Gormondo de Picquigny, patriarca de Jerusalén, y ante el rey Balduino II, añadiendo un cuarto voto que les haría protagonistas para siempre de la Historia, la defensa de los peregrinos y de los Santos Lugares. Sería nueve años después, en el Concilio de Troyes de 1129, en donde se apruebe la orden. Representó la gran ocasión para ofrecer a la cristiandad la nueva opción religiosa defendida por unos monjes que combinaban por primera vez en la historia de la Iglesia su ascetismo monacal con las armas. Es muy probable que sin la defensa de San Bernardo a favor de los templarios los conciliares hubiesen rechazado la original propuesta monástica.

 

Aprobada oficialmente por la Iglesia católica en 1129, durante el Concilio de Troyes (celebrado en la catedral de la misma ciudad), la Orden del Temple creció rápidamente en tamaño y poder como una militia Christi[25], cuyo objetivo principal era proteger a los peregrinos que cruzaban Europa con la intención de visitar los lugares santos donde vivió y murió Jesús.

 

En el concilio estuvieron presentes: el cardenal Mateo de Albano (representante del Papa); los arzobispos de Reims y de Sens; otros diez obispos; ocho abades cistercienses de las abadías de VézelayCîteauxClairvaux, PontignyTroisfontaines y Molesmes; y algunos personajes laicos entre los que dstacan Teobaldo II de ChampañaAndré de Baudemont, el senescal de Champaña, el conde de Nevers y unos cuantos clérigos cistercienses, que impulsaron las ideas reformistas y sin su presencia, que fue altamente positiva, igual no se hubiera podido aprobar su Regla de vida. Esos "pobres caballeros de Cristo" fueron Hugo de Payns como maestre y los demás eran considerados "los hermanos" de la orden[26].

 

Hemos de buscar los orígenes del propósito fundamental de esta orden, cuando la autoridad religiosa había logrado introducir en el  Medievo la idea de la paz de Dios o la tregua de Dios, que dirigían el ideal de caballería hacia la defensa de los débiles. La tregua de Dios se extiende en Francia, donde el clérigo francés Adalberón de Laon elabora su esquema tridimensional de la sociedad: los que rezan, los que combaten y los que trabajan[27], reconociendo el lugar del caballero en la obra de Dios[28]. No obstante, no rechazaba el uso de la fuerza para defender a la Iglesia.

 

El teólogo e historiador francés Jacques de Vitry[29] describe en el siglo XII el origen de la Orden del Temple: "Ciertos caballeros, amados por Dios y consagrados a su servicio, renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes pronunciados ante el Patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra los grupos de bandoleros, a proteger los caminos y servir como caballería al soberano rey. Observaron la pobreza, la castidad y la obediencia según la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principio no había más que nueve que tomasen tan santa decisión, y durante nueve años sirvieron en hábitos seculares y se vistieron con las limosnas que les daban los fieles"[30].

 

Concretando, en la segunda década del siglo XII, un grupo de caballeros laicos que estaban al servicio del Santo Sepulcro y del Hospital de San Juan crearon una institución bajo militia en la que los caballeros, además de sus deberes militares, estuvieran sujetos a los tres votos monásticos clásicos: pobreza, obediencia y castidad. Los caballeros aceptan y hacia 1120 constituyen una militia Christi de carácter estable y permanente.

 

A finales del siglo XI empiezan a ser controladas las invasiones musulmanas y vikingas, bien por vía militar, bien por asentamiento. Comienza en la Europa occidental una etapa expansiva. Aumentó la producción agraria y en consecuencia el crecimiento de la población. Asimismo, el comercio experimentó un nuevo renacer, al igual que las ciudades, desarrollándose los medios de comunicación terrestres y marítimos. Si a esto le sumamos un arraigado y exacerbado sentimiento religioso que se manifestaba en las peregrinaciones a lugares santos. Para los cristianos del siglo XI, Jerusalén era el centro del mundo, la ciudad santa que albergaba la Tumba de Cristo y el recuerdo de grandes momentos de su vida[31]. El sentimiento religioso, unido a la esperanza de aventuras y fabulosas riquezas en Oriente, sedujo a muchos peregrinos[32]. Las peregrinaciones se habían desarrollado allí desde el año 1000, pero se vieron cada vez más amenazadas cuando los turcos selyúcidas, recientemente convertidos al Islam, invadieron Asia Menor.

 

A partir de 1049 dominaron Irán, Irak, Siria y Armenia. En 1071, aplastaron al ejército bizantino. El camino a Jerusalén escapó entonces del control cristiano de Bizancio. En 1095, en el Concilio de Clermont, el Papa Urbano II apeló a los caballeros de Occidente para liberar Jerusalén[33]. El papa había convocado un concilio en Piacenza, donde se trató sobre el conflicto conocido como “Querella de las Investiduras”, y que enfrentaba al papado con el emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico[34]. El resurgimiento de una gran religiosidad fue motivada por el impulso que generó el movimiento monástico en Europa gracias a la iniciativa del Papa Urbano II. Los monasterios y abadías recibieron un contingente importante de laicos o legos religiosos que se ponían bajo la regla de una orden pero que al no ser clérigos eran considerados inferiores[35]. Pero, además, llevo parejo el desarrollo de las órdenes militares que se convirtieron en algo habitual en el siglo XI en Europa occidental y estaban formadas por guerreros de cierto estatus social, lo suficientemente ricos como para poder pagarse un caballo y todo el equipamiento militar completo. Añade la misma autora que los caballeros se juntaban en grupos, llamados hermandades o  confraternidades, cuyos objetivos era la consecución de un fin común que podía ser militar o religioso indistintamente[36].

 

En el año 1139 el papa Inocencio II —ex monje cisterciense en Clairvaux y protegido de San Bernardo— promulgó una bula según la cual los templarios no debían lealtad a ningún poder secular o eclesiástico salvo al propio Papa. Durante los dos decenios que siguieron al concilio de Troyes la orden se expandió con una rapidez y a una escala extraordinarias. El Temple en Europa fue haciéndose cada vez más rico, poderoso y satisfecho de sí mismo. Los templarios gozaban de un verdadero monopolio sobre la tecnología mejor y más avanzada de su tiempo, la mejor que podían producir los armeros, curtidores, albañiles, arquitectos militares e ingenieros. Contribuyeron al desarrollo de la agrimensura, de la cartografía, de la construcción de caminos y de la navegación. Poseían sus propios puertos de mar, astilleros y flota, una flota tanto comercial como militar, que fue de las primeras en utilizar la brújula magnética[37].

A su regreso al viejo continente, los caballeros templarios contaron, obviamente, con el apoyo de aquellos que habían impulsado la constitución del Priorato de Sión y diseñado la creación de la propia Orden exterior como organización paralela. De su mano, transmitieron sus saberes acumulados a un reducido círculo de iniciados, entre los que destacó el muy prestigioso Bernardo de Claraval, el futuro san Bernardo, sobrino de Andrés de Montbart, uno de los nueve primeros caballeros templarios, que jugó un papel crucial en el nacimiento oficial y posterior expansión del Temple[38], adquiriendo numerosas propiedades y donaciones. Una de las primeras que recibió la Orden en Europa fue en Marsella, en 1120, la iglesia donada por Guillermo de Marsella a omnium militum Templi Salomonis[39], y la creación de encomiendas en Francia.

 

Bernardo de Claraval fue uno de los principales defensores de la orden templaria. En  su obra Elogio de la nueva caballería templaria, escrita en 1130, se puede leer: “Es nueva esta milicia. Jamás se conoció a otra igual, porque lucha sin descanso combatiendo a la vez en un doble frente; contra los hombres de carne y hueso, y contra las fuerzas espirituales del mal[40].

 

La primera incursión templaria en la Península Ibérica se produjo mucho antes de llevarse a cabo la regularización de la orden en Troyes, concretamente en Barcelona, en 1064 y en Tortosa, en 1148. En Portugal, la primera participación de los templarios en una acción militar tuvo lugar en 1144, aunque previamente Hugo de Rigaud, quien había ingresado en la Orden tras la llegada de Hugo de Payns a Europa en 1127, fue el caballero templario encargado de llevar la noticia de la fundación de la Orden del Temple a los reinos cristianos de la Península Ibérica, un espacio especialmente sensible porque en ese tiempo los reinos de León y Castilla, Aragón y Navarra y el condado de Barcelona tenían fronteras con el Islam andalusí, unificado en torno al Imperio Almorávide, aunque ya comenzaba a mostrar patentes signos de debilidad. Durante varios meses del año 1128 Hugo de Rigaud recorrió los reinos cristianos hispanos[41].  En 1145 la Orden recibió el castillo de Longroiva y el arzobispo de Braga les donó el hospital de dicha ciudad. En 1147 tuvieron una efectiva participación en la toma de Santarem a los moros, por lo que recibieron varias iglesias en dicha ciudad y el castillo de Cera, cerca de Tomar[42].

En la Península Ibérica cumplieron con los fines de defender las fronteras contra los musulmanes y proteger los caminos de peregrinación a Santiago de Compostela. Siendo esencial su apoyo a los monarcas leoneses y castellanos en la reconquista de las tierras al sur de la Sierra de Gata (Transierra), germen de Extremadura.

Fue durante el reinado del monarca leonés Fernando II cuando aparece por primera vez documentada la presencia de los templarios en Extremadura, en aquellos tiempos conocida como Transierra. Esta Orden había ido consolidándose en el reino de León. En el norte, entre 1168 y 1178 tenía constituida la encomienda de Ponferrada y de Ceinos[43]. Todo comienza a raíz de la campaña llevada por este rey entre los años 1166 y 1169, en la que los templarios tendrán gran protagonismo. Fernando II de León  es quien realmente realiza y consolida el paso hacia el sur en las tierras salmantinas, tarea que concluye Alfonso IX. Su reinado está sujeto a los avatares de las luchas contra portugueses, por el oeste, castellanos, por el este, y musulmanes por el sur. Fernando II intentará implicar al Temple en la defensa fronteriza de la Transierra Leonesa, que sólo empezaría a desarrollar su poblamiento en los últimos años de su reinado y en el comienzo del de su hijo y sucesor Alfonso IX. En este contexto, se produce la donación de Coria a los templarios en 1168 compensando a la Catedral de Santiago, que la había recibido años antes. Fernando II concede a la Catedral de Santiago Caldas de Cuntis con su realengo y con las seis iglesias[44].

Uno de sus objetivos principales de Fernando II fue afianzar el paso al sur del Sistema Central, había dos caminos de acceso principales que coincidían con las vías romanas: la Dalmacia que iba en dirección a Coria desde Ciudad Rodrigo y la de la Plata que iba de Salamanca a Cáparra.

 

Es precisamente en la Península Ibérica donde tendrán lugar los más frecuentes enfrentamientos con el musulmán, durante la Reconquista[45]. La Península Ibérica había sido ocupada por los árabes del norte de África en el 711, la batalla de Covadonga del año  718, en un paraje próximo a Cangas de Onís (Asturias), fue el primer enfrentamiento armado entre los cristianos y los musulmanes, llevándose a cabo la reconquista del territorio por parte de los reyes cristianos. En la época de la fundación de la Orden los mahometanos sólo ocupaban en el Sur y en Levante una fracción de lo que habían sido sus posesiones. En el resto se asentaban los reinos de Castilla, León, Aragón y Navarra y los condados de Galicia y Portugal.

 

El hábito de los templarios era un manto blanco con cruz roja concedida por el Papa Eugenio III. Uno de los símbolos templarios es un sello donde están tallados dos caballeros montados en un mismo caballo. Se interpreta este símbolo como alusión a uno de sus votos: la pobreza y la humildad. Los tres votos que los templarios tenían la obligación de cumplir eran la pobreza, la castidad y la obediencia. Otro símbolo ligado a los templarios es la cruz patada o paté. Fácilmente identificable por sus cuatro brazos iguales, ensanchada en sus extremos y coloreada en rojo. Es una de las señales más relacionadas con los templarios y se asocia también al hábito que portaban los caballeros.

 

La reina Teresa de Portugal había donado a los caballeros el castillo de Soure y todas sus rentas para su protección frente a los musulmanes[46]. En España la Orden del Temple tuvo una gran importancia, llegaron motivados por la defensa de los cristianos frente a los musulmanes, los reyes cristianos peninsulares les implicaron en el proceso reconquistador. Su legado aún sigue vivo en castillos, iglesias y ermitas. Se establecieron principalmente en 1128 en Aragón[47], manteniendo desde entonces una estrecha relación con el conde Ramón Bereguer III, que colaboró con numerosas donaciones y privilegios para la Orden, ingresando él mismo en la orden en 1130. Su expansión en España les llevó a controlar y a poseer importantes castillos como el de Peñíscola, San Servando (Toledo), Ponferrada, Monzón (Aragón) o el de Jerez de los Caballeros, uno de los más asombrosos de España y donde establecen la capital del bailiato que administraba la comarca de Jerez[48], cuando el rey Alfonso IX consiguió vencer a los musulmanes y reconquistar esta zona de Extremadura. Aunque la encomienda de Capilla tuvo tanta importancia económica militar como la de Jerez, desde su menor extensión se compensaba con las importantes rentas con que contaba. Pero su aislamiento geográfico limitó su importancia[49]. De tal manera que cada villa, aldea o caserío perteneciente a un Comendador, tenía un castillo, o cuando menos una casa fuerte.

 

En 1147 les dona las iglesias de Santarèn y como protesta el obispo de Lisboa, Alfonso Enriques, hace una concordia en febrero de 1159: "...entre el Obispo de Lisboa, y, los Freyles Cavalleros del Templo de Jerusalem, doy, y, concedo à Dios, y à los Cavalleros del Templo aquel, Castillo llamado Cera, por las iglesias de Santarèn que les había dado antes...".

El rey de Portugal Alfonso Enrique hace donación "a favor del Conde Rodrigo Alvarez de Soria, Cavallero del Orden de Santiago, y a el primer Maestre de ella Don Pedro Fernández, y a su Religion, de los terminos de la villa, y el Castillo de Abrahantes, en el que se señalan varios linderos, y entre ellos bienes de la Orden del Templo, ibi: Et ultra Tagum per lombam desuper vinea dos freyres do Templo. Y la data dice: Facta scriptura Terminorum apud Colimbriam mense Septiembro, Era MCCXI" (1174)[50].

En 1175 el Papa Alexandro III extiende una bula de confirmación al Maestre de Santiago don Pedro Fernández señalándoles regla y norma de vida, mutuo auxilio y unión con la Orden del Temple y del Hospital. Tres años después estas tres órdenes hacen juramento y contrato de alianza: "In nomine Sanctae, individuae Trinitari, unica deitatis. Amen. Congregatis in unum apud Salmanticam fratibus Hospitalis, fratibus que militae Templi, fratibus S. Jacobi, Era MCCXVI mense Setembrio, quando Rex Fernandus habuit Curiam suam in Salamantica, cum episcopis, Baronibus Regni sui, institutiones terrae suae per decreta sua firmiter ordinavit, placuit divina inspirante gratie predictis fratibus pacem, veram concordiam unanimiter inter se habituram de madato Magistrorum suorum, videlicèt Domini Petri de Areis in Hispanijs Prioris, Domini Guidoni de Garda, Magistri Militiae Templi, Domini Petri Fernadi, Magistri Militiae S. Jacobi, qui hanc Constitutionem in Capitulis suis in virtute obedientiae firmiter teneri praeceperunt statuere..."[51].

Con la construcción de la Catedral Compostelana, iniciada su obra al comienzo de 1070, pronto comenzó la afluencia de peregrinos. A partir del hallazgo de la tumba del Apóstol, la ruta jacobea empezó a imponerse como ruta peregrina, su pujanza fue tal  que tuvo prioridad con respecto a las que iban a Jerusalén o Roma. 

Cuatro fueron los grandes Caminos que se crearon, no siendo los únicos, pero sí los de mayor afluencia, sobresaliendo entre todos el Camino Francés, que recogía gentes de toda Europa, y que  partiendo de Brujas, Colonia,Clermont o Estraburgo, entraba por Roncesvalle o Somport, y llegaba a Santiago. Los peregrinos de día, seguían el camino del sol hacia poniente, mientras que por la noche seguían el reguero de estrellas de la Via Láctea.

Aquí intervinieron los caballeros templarios vigilando y protegiendo las fronteras castellano-leonesas de los musulmanes, una ruta que se adaptó a la perfección a sus ideales en la Península Ibérica, buscando proporcionar asilo, albergues, hospederías y hospitales a los que por voto particular o colectivo acudían a Santiago de Compostela, y contribuían a la defensa de los lugares e ideas de la Cristiandad hasta que finalizó el proceso de reconquista[52]. Nos interesa la Vía de la Plata o antigua vía romana que desde Sevilla subía hasta Padrón y Santiago. Aunque era ruta peregrina menos importante  tampoco dejan de verse vestigios templarios en su recorrido, construcciones defensivas en las tierras de Cáceres, Plasencia.

La Orden del Temple fue la más famosa y poderosa de Extremadura. Su presencia  se hace más intensa durante los reinados de Fernando II y Alfonso IX cuando los templarios, firmes aliados de los leoneses en los espacios de frontera, comienzan a articular sus dominios fundando las primeras encomiendas. Sus tres encomiendas extremeñas llegaron a tener una extensión más grande que la actual Rioja o Cantabria, por poner dos ejemplos comparativos. Obviar esto sería mutilar nuestra propia historia y la de aquellos monjes-guerreros que salpicaron con su legado un inmenso territorio de nuestra actual comunidad[53]. No obstante, Alfonso IX va a desplegar una política poco favorable al Temple, apropiándose de muchas de sus posesiones. La Orden parece plegarse a ese deseo de modo involuntario y con alguna compensación. Es muy descriptivo el acuerdo de la Orden con Alfonso IX en 1211, cuya actuación tiene como clara finalidad favorecer a la Orden de Alcántara: en él se precisa que la apropiación real de muchas propiedades templarias situadas en León, Galicia y Transierra, la donación de diversos bienes que suponen redondear y dar consistencia al dominio templario, que se asienta de modo preferente en Galicia y León. En compensación, el Temple renuncia a Portezuelo y San Juan de Mascoras, que se entregan a los alcantarinos[54].

Surgirán enfrentamientos entre los alcantarinos y los templarios, decantánsose a favor de la Orden alcantarina que fue adquiriendo por privilegio real los castillos que en su día pertenecieron a los templarios. Este proceso se cerrará en 1220 con el traspaso de los castillos a favor de los alcantarinos, objeto del litigio, Portezuelo, Santibáñez el Alto y Milana. En 1236 el conflicto rebrotaba a causa de la reclamación que hicieron los alcantarinos del lugar de Cabeza de Esparragal, cercano a Santiago de Alcántara, a cambio del cual el Temple recibía Almorchón[55].

En el año 1230 el rey Alfonso IX de León llevó a cabo una ofensiva para conseguir el dominio del río Guadiana, tras la conquista de Mérida y Badajoz, el rey leonés reconquistó Jerez de los Caballeros, Fregenal, Burguillos del Cerro y Alconchel, que donaría a la orden templaria, poniendo en duda el proceso bélico[56]. En esas conquistas militares de Cáceres, Trujillo y las villas del Guadiana, Mérida y Badajoz en 1230 y el consiguiente avance de las fronteras hacia la Baja Extremadura, seguirán enfrentadas ambas órdenes. En la provincia pacense destacó la encomienda de Puebla de Alcocer -1236, cuando el rey Fernando III encarga al maestre Esteban de Belmonte la conquista de la comarca- y la de Jerez de los Caballeros, concesión de Alfonso IX de León[57].

Aquellos templarios que se habían asentado en Castilla, para auxiliar a los peregrinos y controlar los caminos de la ruta jacobea, así como participar en la guerra contra los musulmanes con la corona castellano-leonesa, habían recibido en benefició fortalezas fronterizas como las de Uceda, Buitrago, Brihuega, Sigüezan, Molina, Medina, Ayllón Caracena y Cifuentes[58]. En Extremadura surgirán los mecanismos repobladores que se ponen en marcha tras el alejamiento de la frontera. Así, la pronta pérdida de fortificaciones en la Alta Extremadura debió incidir en el escaso o nulo poblamiento que las fuentes muestran con cierta claridad. De hecho, la bailía menos poblada será la de Alconétar a pesar de la extensión de sus primigenios límites. A este castillo no se le pueden inscribir núcleos aldeanos dignos de consideración ya que su funcionalidad puramente rentista basada en el control del puente y de las barcas existentes en el Tajo está definida tempranamente[59]. La mayoría de los territorios dominados por los templarios en la Transierra Leonesa contaron con escasa población aldeana y fueron, en su mayoría, tierras destinadas a labores agroganaderas[60], no ocurrirá lo mismo con las importantes encomiendas surgidas en el sur de Extremadura, con un mayor crecimiento demográfico[61].

Apenas 200 años después de la creación de la orden, el Papa Clemente V, cediendo a las presiones del rey Felipe IV de Francia, ordenaría su disolución. La pérdida de Tierra Santa derivó en la desaparición de los apoyos a la orden. El último gran maestre, Jacques de Molay[62], se negó a aceptar el proyecto de fusión de las órdenes militares bajo un único rey soltero o viudo (Proyecto Rex Bellator, impulsado por el gran sabio Ramon Llull), a pesar de las presiones papales. El 6 de junio de 1306 fue llamado a Poitiers por el Papa Clemente V para un último intento, tras cuyo fracaso, el destino de la orden quedó sellado. Felipe IV de Francia convenció a Clemente V, fuertemente ligado a Francia, para que iniciase un proceso contra los templarios[63], que ha sido calificado por algunos autores como el juicio más conocido de la Edad Media y uno de los más famosos y escandalosos de la historia de la Humanidad[64].

 

El 13 de octubre de 1307 marcará un acontecimiento esencial, la disolución de la Orden del Temple. El artífice fue el rey de Francia Fernando IV El Hermoso, ansioso por hacerse con todas las posesiones de los templarios, y ayudado por Clemente V. Entre los dos imputaron a los templarios una serie de delitos falsos como blasfemias y herejías. Un gran número de templarios fueron apresados, inducidos a confesar bajo tortura por las supuestas prácticas o ceremonias de iniciación y fueron quemados en la hoguera[65]. La Orden del Temple no fue condenada, sino suprimida el 22 de marzo de 1312 en el Concilio de Viena (departamento de Isère), por Clemente V, que atribuyó todos los bienes de los Caballeros Templarios a la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Hubo dos excepciones. En el Reino de Valencia, la nueva Orden de Montesa recuperó los bienes tanto de los Caballeros Templarios como de los Hospitalarios y en Portugal, donde el Rey Dionisio I (1279-1325) obtuvo del Papa en 1319 que la Orden del Temple, con sus hombres y bienes, se convirtiera en la Orden de Cristo que él había creado y puesto bajo su protección.

El 13 de marzo de 1314, el Gran Maestre Jacques de Molay y el Comandante de Normandía Geoffroy de Charnay fueron quemados en París, reclamando la inocencia de la Orden del Temple. Mientras que en Castilla, a pesar de ser declarados inocentes en los interrogatorios de Medina del Campo y Salamanca, el rey Fernando IV dispondrá de todos los bienes templarios extremeños incluso antes de que se declare disuelta la Orden en el Concilio Ecuménico de Vienne el 22 de marzo de 1312.


 

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[1] Nicholson, 2006, 34; Domínguez Alarcón, 2015, 7.

[2] Guillermo de Tiro es el historiador más importante de las cruzadas. Escribió setenta años después de los acontecimientos. Se basó en la obra de Alberto de Aix, Liber christianae expeditionis pro ereptione emundatione et restitutione sanctae hierosolymitanae ecclesiae, para los detalles anteriores a la entrada de la hueste cruzada en Jerusalén. Escribió Historia o Gesta orientalium principum, que trataba sobre la historia de Tierra Santa desde la época de Mahoma hasta 1184. Huygens, 1962, 813; Huygens, 1986.

[3] Folio 132r. El nacimiento de la Orden del Temple según Guillerno de Tiro. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b10506571b/.

[4] Tiro, 2015. .

[5] Histoire des Croisades. Bibliothèque nationale de France, Département des manuscrits. MS. Français 9081. Ca. 1201-1300.

[6] Duby, 1982, 89; Da Costa, 1998.

[7] Addison, 1842: Albón, 1975; Allegro, 1960.

[8] Para mayor información sobre Guillermo de Tiro ver Peter W Edbury, William of Tyre: Historian of the Latin East, Press Syndicate of the University of Cambridge, Cambridge, 1990. Vid. Domínguez Alarcón, 2015, 19.

[9] Barber, 2001, 19; Barceló, 1998, 9. Durante nueve años, nos cuenta Guillermo de Tiro, los nueve caballeros no permitieron que nadie más entrase en la orden. Se suponía que seguían viviendo en la pobreza, una pobreza tan grande que en los sellos oficiales aparecen dos caballeros a lomos de un solo caballo, lo que da a entender, no sólo fraternidad, sino también una penuria que les impedía tener monturas para todos. A menudo este estilo de sello se considera como una de las divisas más famosas y distintivas de los templarios, y tiene su origen en los primeros días de la orden. Sin embargo, en realidad data de un siglo después, momento en que los templarios no eran precisamente pobres, es decir suponiendo que lo fueran alguna vez. Baigent, 1982, 53.

[10] Laiou y Mottahedeh, 2001, 35; Rolker, 2009.

[11] En la Crónica de Ernoul, se deduce claramente que los que fundaron la Militia Templi salieron de las filas de los milites Sancti Sepulcri, reiterándose en la misma obra que los tales caballeros obedecían a los priores del Sepulcro. Mas Latrie, 1871, 8.

[12] Demurguer, 1988, 40.

[13] Baigent, 1982, 52.

[14] Charta quâ Willelmus, comes Forcalcariensis, corpus suum et animam donat domui militiae Templi, eâ lege ut si ad religionem venire voluerit, ad religionem Templi veniat; concessis centum solidis annuis in recognitionem, et centum marcis argenti, cum rebus aliis post obitum suum huic domui praestandis. Аnnо Dominicae Incarn[ationis]. MCIX, mense Decembri. Louis-Georges de Bréquigny Таble Сhronolоgiqе des Diplомеs, Сhаrtтеs. Тitres et Асtеs Imprimés, Соnсernаnt L’Histоrire de France. Tomo II. Pag 402, año 1775.  Según Soler Seguí, 2020, 32.

[15] Bréquigny, 1836, 463.

[16] Domínguez, 2005. 

[17] Mestre, 1999, 13; Théry, 2009, 12.

[18] Addison, 1842, 19.

[19] Da Costa, 1998; Bordonave, 1975.

[20] Lamy, 1999, 12.

[21] Carrillo y Martínez, 2012, 12.

[22] Runciman, 1951. 

[23] Barber, 2001, 24-25.

[24] Asamblea de religiosos y nobles del Reino de Jerusalén que se inauguró en Nablus el 16 de enero de 1120.

[25] Demurger, 1987, 25. En el otoño de 1127Hugo de Payens (1070-1136) buscaba el reconocimiento da la orden que había fundado, que atravesaba una crisis de crecimiento, deseando favorecer su extensión en el Occidente cristiano. Partió para Roma con cinco compañeros (entre ellos Godofredo de Saint-Omer) a fin de solicitar del papa Honorio II el reconocimiento oficial. El Papa acepta convocar un concilio en Troyes para debatir el asunto.  Demurger, 2005. Véase Il Concilio di Troyes, de Filippo  Grammauta Quaderno 14/2015 Soluzioni IT Quaderni 2015.

[26] Demurger, 1987, 61.

[27] Carozzi, 1979; Heinrich Fichtenau, 1991.

[28] Demurger, 1987, 31.

[29] Desde 1211 hasta 1213 predicó la Cruzada Albigense por Francia y Alemania acompañado de Guillermo, Archidiácono de París, y consiguió reclutar para su causa a muchos cruzados. Es una de las principales fuentes para entender los acontecimientos de la Quinta Cruzada. Daunou, 1835.

[30] Historia orientalis, ed. Bongars, Gesta Dei per Francos, I, 1047-1145.  Barroux, 1885. Vid. Jacobo Vitriaco, Historia Orientales seu Hierosolymitana, Ex Officina Typographica Balthazario

Belleri, 1597, cap. 65,115.

[31] De la Croix, 2005, 8.

[32] Bordonave, 1975, 11.

[33] Walker, 1973. Parlamento de Urbano II en el Concilio de Clermont (según actas).Reportaje a la Historia, Trad. de R. Ballester, Selección de M. de Riquer, Planeta, 1968, Barcelona,vol. 1, 184. 

[34] Será en Clermont era el lugar perfecto para lanzar el discurso papal que daría lugar a la primera cruzada.  Poco después del verano del año 1096, las tropas cruzadas iniciaban la marcha hacia Oriente, llegando en su totalidad a  Constantinopla entre finales de ese año y principios del siguiente.  El 6 de mayo del año 1097 el ejército cruzado se plantaba junto a las murallas de Nicea, la cual no resistió el asedio y se rindió el 19 de junio. Tras Nicea, las victorias cruzadas se sucedían una tras otra. Soler Seguí, 2020, 12 y 13.

[35] Cerrini, 2008, 86.

[36] Nicholson, 2006, 38.

[37] Baigent, 1982, 59.

[38] Carrillo y Martínez, 2012, 12.

[39] André d’Albon, Cartulaire Général de l’Ordre du Temple, 1.1913.

[40] Castaño, 1998.

[41] Martínez Díez, 2001. Será a partir de 1144 cuando se desencadena un verdadero aluvión de

donaciones al Temple en todos los reinos cristianos peninsulares. En el de León, Alfonso VII le concede numerosos villas y castillos con todas sus rentas. En la Corona de Aragón, el conde Ramón Berenguer IV le otorga numerosos feudos y propiedades en la zona de frontera con el Islam, por una parte para resarcir el incumplimiento del testamento de Alfonso I y por otra para agradecer los servicios prestados por los templarios en las conquistas de Lérida, Fraga

y Tortosa. Vid. Corral Lafuente, 2015, 50.

[42] Nicholson, 2006, 133;   Domínguez Alarcón, 2015, 45.

[43] Martínez Díez, 1993, 37; Estepa, 2000, 702.

[44] "(....) pro Cauria civitate, quam ego ipse vobis, archiepiscope domine Petre et ecclesie beati Iacobi jure hereditatis donaveram… attendens et considerans fidelitatem vestram et obsequium quod mihi a puericia semper exhibuistis. Hac autem urbem ego ob remedium anime mee militibus Templi Christi donavi”. López Ferreiro, 1991 (A.C. Santiago, Tumbo A, fol. 48v).

[45] Peralta y Sosa, 1992, 255.

[46] Fuguet y Plaza, 2006.

[47] Forey, 1973. El Fuero del Baylío, en su origen fue una Carta Puebla o conjunto de normas fijadas por el rey, señor o propietario de un lugar, en las que se determinaban las condiciones, principalmente económicas, a las que habrían de quedar sujetos quienes poblaran o vinieran a poblar tierras que le pertenecían. El origen de los Fueros y las Cartas Pueblas está en el intento de atraer, durante la Reconquista, a zonas despobladas o fronterizas a personas que sólo accederían a ello si se les concedieran determinados privilegios.

Los orígenes del Fuero del Baylío, que ha estado en vigor desde el siglo XIII, son desconocidos, se sabe que fue ratificado por Alfonso Téllez a Alburquerque y por el Gran Maestre de la Orden del Temple a Jerez de los Caballeros y otros pueblos de la zona.

[48] Martínez Martínez, 2003; Martínez Díez, 1993; Atienza, 1987; González Conejo, 1972.

[49] Durán Castellano, 2000, 101.

[50] Rodríguez de Campomanes, 1747.

[51] Rodríguez de Campomanes, 1747.

[52] Apuntes y notas sobre la Orden Militar del Temple y la Orden de San Juan de Jerusalén. ES.37274.CDMH//Archivo Histórico Nacional,1441,22.

[53] López Rodríguez, en Diario Hoy, 13 de julio de 2009.

[54] Clemente Ramos, 1989, 257; González, 1944, 274;

[55] Ortega y Cotes, 1759, 23; Clemente y Conchiña, 2006.

[56] Terrón, 1991; Rodríguez Camponanes, 1767, 229.

[57] Véase Antiguedades y principado de la ilustrissima ciudad de Sevilla ; y Chorographia de su convento iuridico, o antigua Chancilleria,de Rodrigo Caro, 1634.

[58] Peralta y Sosa, 1992, 256; Alarcón, 1988. Archivo General de Simancas, PTR,leg. 58,10.

[59] Vid. Clemente Ramos y de la Montaña, 2006.

[60] Gaibrois, 1922-1928, vol. III, doc. 420.

[61] Guerra Guerra, 1975, 293; Clemente y Montaña, 2006; Benavides, 1860, II, doc. 473.

[62] Jacques Bernard de Molay (Borgoña, 1244-18 de marzo de 1314) fue un noble francés y el último Gran maestre de la Orden del Temple. Además, algunos eruditos en temas nobiliarios incluyen a Molay en la genealogía de Lonvy, al ser Molay una población del Señorío de Rahon, propiedad del padre de Jacques de Molay. Ledesma Rubio, 1982; González Corchado, 2016.

[63] Schaff, 2002, vol. VI, 32.

[64] Barquero, 2009, 295; Michelet, 1861, 4.

[65] Robinson, 1944; Corral, 2006.  Se les acusó de obligar a los nuevos reclutas a escupir en la cruz, de obligarles a dar besos “obscenos”, de incitarles a la homosexualidad y de adorar a un ídolo. La ola de arrestos se extiende a todos los reinos de Europa pero sólo es seguida por confesiones donde se aplica la tortura. Gobry, 1995.

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