domingo, 22 de diciembre de 2024

 

JUAN DE RIBERA EL PINTOR DE LA ERMITA DE SAN JORGE (CÁCERES)

 

A pesar de ser escasas las noticias que tenemos sobre la vida del pintor Juan de Ribera, tuvo un largo período de actividad en la provincia de Cáceres, sobre todo en la diócesis de Coria-Cáceres (1565-1585): ermita de San Jorge (Cáceres), Portaje, Mata de Alcántara, Villa del Rey, Torrejoncillo, Garrovillas de Alconétar y Portezuelo. Hemos de tener en cuenta que muchas obras están ocultas tras retablos barrocos en los ábsides, como ocurrió con las pinturas de Torrejoncillo y Garrovillas de Alconétar.

 

Si bien carecemos de documentación sobre su obra, sabemos algo sobre su vida, solamente nos aporta algún dato Tomás Pulido, pues Hurtado se limita a citarle así:  Hacia 1560 teníamos en Cáceres un pintor llamado Juan de Ribera, que ignoro qué obras produjo”.

 

Sabemos que Juan de Ribera estaba casado con María Escobar, y eran vecinos de la ciudad de Cáceres, pues el 30 de diciembre de 1561, ante Benito González, venden a Diego Álvarez, vecino de la misma villa, 2.000 maravedíes de renta de censo por la casa en la que vivían en la calle Parras, lindera con la casa de Diego González, criado de Juan de Figueroa y por la otra parte con la casa de la Gutierra. Era feligrés de la iglesia de San Juan. No aparece referencia alguna en los diferentes vecindarios realizados en Cáceres durante el siglo XVI, sabemos que su mujer era hija de Diego Carrillo y de Francisca de Godoy, que tenía parentesco con Francisco de Godoy, el indiano cacereño.

 

Por los documentos encontrados en el Archivo Diocesano de Cáceres el 26 de julio de 1579, Juan de Ribera, pintor, bautiza a su hijo Nicolás (correspondía al primer matrimonio del pintor. En la lista de padrinos aparece varias veces Juan de Ribera, pintor, que se casa dos veces).

Sabemos que Nicolás muere el  6 de noviembre de 1597  e hizo testamento, siendo testamentarios Juan Hernández Mostaza y Ana Rodríguez, su mujer.

 

En tiempos del pintor Juan de Ribera, la ciudad de Cáceres experimentó un crecimiento importante, la mayoría de la población nació en las calles colindantes pertenecientes a la feligresía de San Juan, según un censo de vecinos que está en el Archivo General de Simancas. A finales del siglo XVI se produce un descenso demográfico motivado por la peste que arrasó a la ciudad. Las obras artísticas eran encargadas por mecenas pertenecientes a la nobleza que  controlaban la actividad económica (el mercado y eran grandes latifundistas). La provincia de Cáceres por esta época se halla dominada completamente por tierras de Realengo, Señoríos y territorios controlados por la Orden de Alcántara. Ejemplo de este poder económico son las numerosas ermitas en dehesas particulares, algunas de ellas, ornamentadas con pinturas murales.

 

A pesar de ello los pintores murales gozarán de una importante demanda de obras en nuestro entorno, gracias al aumento de decoraciones en iglesias, capillas y palacios.

                                                                      

El mayor repertorio de pintura mural de Juan de Ribera le encontramos en la ermita de San Jorge. Está situada en la dehesa "Los Mogollones", a 12 km. de la capital cacereña. Se la conoce como ermita de San Jorge, patrón de Cáceres. Ha adquirido un gran protagonismo en los últimos años. Voces amantes del arte claman por su inminente restauración.

 

El primer documento que avala la celebración de la fiesta del Patrono tiene fecha de 16 de abril de 1548, “porque el 23 de abril, día de San Jorge, se ganó esta dicha villa a los moros, y se pobló de cristianos...” (Archivo de Santa María la Mayor de Cáceres. Libro de Actas de la Cofradía de San Jorge).

 

El primer autor que la cita como tal fue Tomás Martín Gil, hemos de aclarar que se trata de una ermita particular erigida por los Mogollones, podría perfectamente denominarse con el nombre del patrón de Cáceres y no tener absolutamente nada que ver con la Cofradía erigida en la capital. En el acta de fundación del Mayorazgo de Rodrigo de Ovando, en 1520, figura una de sus propiedades en los Mogollones, lindero con posesiones de Alonso de Torres.

 

La ermita de culto privado es de reducidas dimensiones, cuatro grandes arcos apoyados en fuertes muros, empotrados éstos en el terreno, dan a esta ermita el aspecto raro de estar construida aprovechando una hondonada cubierta de agua, para techarla se utilizaron grandes piedras graníticas apoyadas sobre arcos transversales.  

 

Antes de la capilla se encuentra la única entrada a la ermita, se observa cómo se trataba de una puerta con arco de medio punto, hoy destruido. En esta zona se conservan restos de pintura mural formada por angelotes que, se adaptándose al arco, posiblemente cubrieron todas sus dovelas. Entrando en la sala, los paramentos no conservan restos pictóricos. Esta zona anterior a la entrada a la capilla estuvo cubierta por bóveda de arista y decorada con los cuatro evangelistas, ya que el único resto conservado representa a San Lucas acompañado de su símbolo parlante, el buey, y de las palabras con que comienza su obra escrita sobre su libro que sirve de la ilustración al tema: “MISSUS /EST/ ANGELUS/GABRIEL”. A la izquierda del Evangelista se observa un león, símbolo de San Marcos.

 

La capilla, formada por una celda con bóveda de arista totalmente decorada al fresco. La iconografía de este conjunto muestra un recorri­do iniciático, en parte perdido, que recuerda la idea medie­val de la Eclesia. Se inicia en el coro con escenas bíblicas, acompaña­das de inscripciones góticas en tres renglones, que contie­nen los versículos de: aparición de Yaveh a Abraham en el encinar de Mambré, la Bendición de Isaac a Jacob, preco­nizando la llegada del Mesías.  Destacan varias inscripciones latinas pertenecientes al Génesis (17,3-4). Corresponde a la conversación que Isaac mantiene con su hijo Esaú  al que, como primogénito, se disponía a bendecir para transmitir sus bienes y poderes, pero Rebeca, mujer de Isaac, que goza a la predilección de Jacob, hijo menor, suplantará a Esaú por Jacob cuando el primero, obedeciendo a su padre, va a cazar al campo. Próxima a ella está la inscripción y la escena de la bendición de Isaac a Jacob. Los versículos que discurren sobre el tema corresponden al Génesis (17, 28-29) “Dios te dé el rocío del cielo. Sirvante pueblos, y te adoren naciones, se señor de tus hermanos”.

Un tercer  epígrafe recorre la parte superior de toda la mitad izquierda del coro, a la que corresponden dos escenas que relatan lo sucedido a  Abraham en Mambré. La leyenda correspondiente a Génesis (18, 3-4): Señor, si he hallado gracia a tus ojos no pases de largo junto a tu siervo. Que traigan un poco de agua y lavaos los pies y tendeos bajo el árbol (...) tres vio y uno adoró”.   

 

En la primera se nos ofrece la llegada de los tres caballeros a los que Abraham, rodillas en tierra y juntas las manos, parece haber reconocido como emisarios divinos y los adora. Después en otra escena nos ofrece la hospitalidad de Abraham hacia sus huéspedes a los que agasaja con comidas.

 

El recorrido continúa en la antecapilla, en donde cabe destacar la complejidad de la decoración, dividida por el autor en fases: Escenas de la vida de Cristo, de las que sólo quedan dos, en parte, la Anunciación de la Virgen y Cristo en el Huerto de los Olivos, en un sincretismo que señala Vida-Muerte.

 

En los muros inferiores destacan figuras de santos mártires femeninas, como Santa Lucía y Santa Bárbara, y masculinas como Santiago (aparece como peregrino, no matamoros) y San Lucas. El arranque de la bóveda que permanece, visión que estaba decorada por los Cuatro Evangelistas, de los cuales queda solo San Juan. En la última fase del recorrido nos aproximamos al lugar más sagrado iconográficamente hablando; en el oratorio el artista ha representado las dos escenas subli­mes del Evangelio, el Bautismo y la Piedad, escenas se completan con el Padre Eterno en la bóveda y la Estigmatización de San Francisco de Asís.  Dios padre ocupa el centro de la bóveda de la capilla y las cuatro pechinas que la circundan están decoradas por cuatro figuras que representan a los cuatro Padres  de la Iglesia Latina.

 

La fecha de la ejecución de todas estas pinturas viene determinada por la firma del autor y fecha: sobre una columna pequeña y tosca que separa la antecapilla del coro se encuentra escrito en letras góticas: “JUAN DE RRIBERA PINTO MDLXV (1565)”.

 

Los modelos de representación han sido tomados de los Evangelios Apócrifos (como es el caso de Santiago Peregrino), de modelos flamencos del siglo XV (La Piedad) e incluso modelos de influencia bizantina como es el caso del Bautismo de Cristo, que nos recuerda a las concepciones abstractas del espacio en los mosaicos. La facilidad pictórica del artista para concebir escenas y desarrollarlas en un planteamiento iconográfico de fuerte sentido místico, nos lleva a pensar en un buen conocimiento de la temática religiosa en temas bíblicos, o en su caso Ribera podría haber seguido un programa preestablecido por algún personaje religioso de la obra Franciscana.

 

Una de las escenas más impresionantes es la del Descendimiento. Se trata de una composición claramente renacentista, simétrica, inscrita en un semicírculo teniendo a la Virgen como eje central de la obra y el cuerpo ensangrentado de Cristo,  en los extremos, José de Arimatea, que sostiene en sus brazos el cuerpo muerto de Cristo y San Juan, que limpia sus lágrimas con un pañuelo en la mano. La Virgen, con las manos entrecruzadas en el pecho con rostro de dolor ante el cadáver de su Hijo. Esta composición está ubicada sobre un altar pequeño que existe en la capilla. Las figuras resaltan la ternura y el dolor.

 

                   










 

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