Dos obras inéditas con la
representación de San Juanito
El cordero, u
oveja, tiene siempre, en todas las pinturas de catacumbas y en sarcófagos del
siglo IV, un significado asociado con la condición del difunto después de
muerto. Pero en la nueva era iniciada por Constantino el Grande, el cordero
aparece en el arte de las basílicas con un significado totalmente nuevo. El
esquema general de la decoración absidal con mosaico en las basílicas que se
construyen por todas partes tras la conversión de Constantino, se asemeja en lo
fundamental a lo descrito por San Paulino en el existente en la Basílica de San
Felix de Nola. "La Trinidad resplandece en su misterio pleno", el
santo nos dice: "Cristo es representado mediante la figura de un cordero;
la voz del Padre truena desde el cielo; y el Espíritu Santo es derramado a
través de la paloma. La Cruz está rodeada por un círculo de luz como por una
corona. La corona de esta corona son los mismos apóstoles, que son
representados por un coro de palomas. La Divina unidad de la Trinidad es
resumida en Cristo. La Trinidad tiene al mismo tiempo sus propias
representaciones; Dios es representado por la voz paternal, y por el Espíritu;
la Cruz y el Cordero significan la Víctima Santa. El fondo de púrpura y las
palmas significan la realeza y el triunfo. Sobre la roca está de pie aquel que
es la Roca de la Iglesia, de la que fluyen las cuatro fuentes murmurantes, los
Evangelistas, ríos vivos de Cristo" (San Paulino, Ep. XXXII, ad
Severum,
sect. 10, P. L. LXI, 336). El Divino Cordero
era normalmente representado en los mosaicos absidales de pie sobre el monte
místico desde donde fluyen los cuatro arroyos del Paraíso simbolizando a los
Evangelistas; doce ovejas, seis a cada lado, eran además representadas,
viniendo desde las ciudades de Jerusalén y Belén (indicadas por pequeñas casas
en los extremos de la escena) y marchando hacia el cordero.
El San
Juanito motivo de nuestro estudio porta una cruz con una filacteria en la que
reza “Ecce Agnus Dei” (“Este es el Cordero de Dios”). En
el texto de los ritos romano y ambrosiano: “Agnus Dei, Filius Patris, qui
tollis peccata mundi, miserere nobis; qui tollis peccata mundi, suscipe
deprecationem nostram; qui sedes ad dexteram Patris, miserere nobis (Cordero
de Dios, Hijo del Padre, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de
nosotros; que quitas los pecados del mundo, recibe nuestra súplica; que estás
sentado a la diestra del Padre, ten piedad de nosotros, Nuevo Testamento)”, que
contienen todas las palabras de la fórmula original del Agnus Dei, podemos
encontrar la fuente inmediata de su texto. Su fórmula más remota es la
declaración del Bautista: “Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit peccatum mundi” (“He
aquí al Cordero de Dios, he aquí al que quita el pecado del mundo”, Jn 1, 29). El desarrollo de la
idea de asociar la Cruz con el cordero aparece por primera vez en un mosaico
del siglo VI de la Basílica Vaticana.
Fue Isaías
quien comparó a Nuestro Salvador con un cordero, el Bautista fue el primero que
aplicó ese nombre a Nuestro Señor- “He aquí al Cordero de Dios”- y sin duda lo
hizo siguiendo un cierto sentido derivado de algún antiguo modelo y profecía.
De todas las representaciones figurativas, el cordero ha sido el que ha
subsistido con más fuerza en el arte. Por sus cualidades de dulzura, inocencia
y pureza. Ha sido considerado en muchas culturas como el animal de sacrificio
por excelencia.
Durante
el siglo XVII menudearon las representaciones de San Juan Bautista como niño.
Era una forma de manifestar la ternura de la piedad religiosa de esa época. San
Juan había estado retirado en el desierto, por eso se nos muestra vestido con
piel de camello. Lleva en su mano derecha la vara o cruz que le identifica. La
escena aparece representada en un paisaje en los que el artista plasma suaves y
delicados efectos atmosféricos, que sirven para definir la naturaleza y
destacar la figura en primer plano.
Es obra de la segunda mitad del
siglo XVII.
En el otro
cuadro, está presente la dulzura de la infancia de San Juan, que se cubre con
un manto rojo, dejando gran parte del cuerpo desnudo, emergiendo del fondo de
sombra, con preponderancia de la disciplina gestual y el equilibrio de los
volúmenes, predominando las distendidas posturas de la figura infantil, con una
cierta sofisticación y blandura de modelado barroco. San Juan niño se encuentra
suspendido en medio de áureos resplandores celestiales sobre una peana de nubes
rodeada de una nutrida corte angélica de aspecto infantil, en posición
simétrica, sus cabelleras deben mucho a la influencia flamenca en la pintura
granadina del momento. El artista ha querido plasmar un juego de emociones y
sentimientos figurados en San Juan niño, mediante bellas e idealizadas formas
y, como fondo, un espacio arquitectónico sencillo, enmarcando la figura en un
arco. Su técnica fluida y precisa, revela el contacto del autor anónimo con
pintores venecianos, posiblemente de la colección real.
En forma
genérica y en virtud de las características conceptuales y formales, puede
adscribirse a un pintor perteneciente a la amplia nómina de los que se formaron
en la escuela andaluza en la segunda mitad del siglo XVII (de hacia 1665-1670).
No hay comentarios:
Publicar un comentario