domingo, 27 de julio de 2025


LOS QUINTOS DE BOBADILLA

En la dehesa de los Quintos de Bobadilla a 5,500 km de Trujillo, hubo una ermita dedicada a San Pedro. La dehesa y la ermita eran propiedad de la iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo. Según consta en un libro que se custodia en el Archivo Municipal de Trujillo: “(…visitando dicha iglesia en quince de junio del año de mil quinientos cuarenta y ocho, el Ilustrisimo Señor Don Gutierre de Carvajal, Obispo de esta diócesis, halló que en ella había un Beneficio Curado, tres Beneficios simples enteros y dos medios Beneficios, y asimismo seis Préstamos; y declarando sus bienes y rentas dice así: Tienen el Beneficio Curado y los tres simples enteros y los dos medios Beneficios que se hicieron de uno entero las posesiones y heredades siguientes: la dehesa de la Bobadilla mayor e menor que por otro nombre se dice la alta e baja, la cual dejó a los dichos beneficiados Fernán Sánchez de Almaraz, la cual dicha dehesa, los cuatro quintos están arrendados al presente a pasto y labor, y el otro a pasto en sesenta y cinco mil maravedíes en dineros y en cuatrocientas sesenta y cinco fanegas de trigo y de treinta cuartillas de lino y treinta pares de pollos en cada año. El amojonamiento de la dicha dehesa se hizo en 13 de abril de 1548 por el Bachiller Alonso Ortiz, Teniente de Corregidor y a instancia del Beneficiado Hernando Alonso de Villarejo, siendo Corregidor Don Antonio de Silva. Las lindes son Mordazo, Río Magasca, Solanilla y otros linderos” .

En el Testamento que otorgó Leonor Jiménez, viuda de García Hernández, el 2 de diciembre del año 1570 volvemos a tener constancia documental de la ermita de San Pedro de Bobadilla. Ante el escribano Juan de Barrionuevo, nombra testamentarios y albaceas al bachiller Gonzalo Pizarro y a Francisco de Loaisa y del que fueron testigos Francisco Sánchez de San Juan, clérigo, Juan de Orellana, Juan Pizarro, Álvaro Solano y Miguel Velasco. Manda que la entierren en la iglesia de San Francisco en la sepultura de su marido García Hernández. Dejó mandos piadosos, tales como una limosna para las ermitas de Trujillo: la Coronada, la Magdalena, San Pedro de Bobadilla .
Esta ermita tenía su ermitaño y actualmente hemos localizado basas de columna y abundantes sillares de granito empotrados en las paredes de las viviendas actuales o esparcidos por el suelo.
En esta ermita fue venerada una imagen del Cristo de Bobadilla, un Crucificado cuyo paradero desconocemos. La ermita estaba arruinada a finales del siglo XVIII. En el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura, se lee: “Hay dentro y a la ynmediacion de esta ciudad y en sus tres barrios las dos hermitas de los Hospitales del Espiritu Santo y Caridad, la Sangre, San Judas, San Pablo, el Oreto (ermita del Oreto), la Magdalena, San Juan, San Lázaro, los Mártires, Santa Ana, la Piedad, Velen, Animas y a la distancia de legua y media la de Coronada, a quatro leguas las de Fuente Santa y la de Portera, a tres la de Santa Maria Lajara y a cinco la del Salbador, y aunque antiguamente hubo la de San Pedro Bobadilla a distancia de legua y media hoy esta arruinada “ .
La finca, propiedad de los beneficiados de la iglesia de Santa María, se vendió el 23 de junio del año 1800 al vecino de Cáceres el Conde de Torres Arias y Marqués de Santa Marta, en 930.000 reales .
A principios de los años 60 del siglo XX, el Instituto Nacional de Colonización parceló la dehesa de los Quintos de Bobadilla, donde aún quedaban restos de la ermita. En el lugar se encontró el siguiente epígrafe romano: "Lulius / Latna/stus / an(norum) CI / RVSFE / S SEVI".
Tenemos referencias de la existencia de otras ermitas de las que ya no quedan restos. En el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura tenemos constancia de varias, concretamente, en el Pago de San Clemente, “(…..) situado a 2 leguas SE. de esta ciudad en diferentes colinas, se compone de las casas hay en las viñas, llamadas lagares, y como caserios de haciendas rurales estan en dispersion: el terreno poblado de vides, olivos y frutales, es delicioso y pintoresco, aunque es de lamentar la escasez de aguas: hay 1 ermita arruinada, advocacion de San Gregorio, por cuyo mal estado se hace uso de un oratorio que hay en uno de los lagares, para decir misa a los que alli residen. Produccion: pueden en 10 a 11.000 arrobas de vino, 4 a 5.000 de aceite, y las muchas y buenas frutas de verano y otoño: habitan de ordinario unas 35 familias que todos son vecinos de Trujillo, o criados lagareros de los mismos" .
Dos ermitas correspondientes a los “hospitales titulados de Santa Maria y Santa Lucia, cuias hermitas se hallan arruinadas y sus rentas perdidas, se persuaden fuesen para recoger” , así como las ermitas anexas a los hospitales del Espíritu Santo y la Caridad: “Hay dentro y a la ynmediacion de esta ciudad y en sus tres barrios las dos hermitas de los Hospitales del Espiritu Santo y Caridad, la Sangre, San Judas, San Pablo, el Orato(?), la Magdalena, San Juan, San Lazaro, los Martires, Santa Ana, la Piedad, Velen, Animas y a la distancia de legua y media la de Coronada, a quatro leguas las de Fuente Santa y la de Portera, a tres la de Santa Maria Lajara y a cinco la del Salbador, y aunque antiguamente hubo la de San Pedro Bobadilla a distancia de legua y media hoy esta arruinada” .
Tenemos constancia de la existencia de otras ermitas como la del Hocino. La dehesa del Hocino se encuentra en la cañada de la Puente Mocha a 39º 38,3' norte y 5º 59,23' oeste. Concretamente, desde la dehesa Mamaleche, cruzamos los arroyos Gallego y Pajares y el río Tozo por el Puente de La Lavadera. Seguimos en dirección suroeste camino de Casilla de Piedra Hincada, Mamalechilla, cruzando el camino del Molino de la Buitrera y el arroyo de Mamalechilla, seguimos en dirección suroeste por las Dehesas Piedra Hincada, Reina y Reinilla, atravesando el camino del Hocino hasta llegar a la dehesa del Hocino, próxima al arroyo de Doña Catalina y camino de La Aldea del Obispo.
Tal y como hemos explicado al tratar la ermita de Santa María Magdalena, el nombre de ermita del Cristo de Hocino, le venía del nombre de la finca en la que estuvo ubicada y dio nombre al Crucificado que expuesto en el altar de la capilla de los Escobares. La imagen llegó a Trujillo en 1550 y fue muy venerado en la ermita hasta su traslado a principios del siglo XVIII al convento de Santa María Magdalena.
A principios del siglo XVIII cesó el culto en la ermita del Cristo del Hocino. Doña Isabel de Escobar trasladó la imagen a la casa que tenía en la ciudad de Trujillo y al morir en el año 1703 se lo dejó a la criada que vio que no podían mantener devoción las gentes de la ciudad. Entonces entregó al Marqués de Santa Cruz como tutor, que era, de su sobrino de don Antonio Ramiro la imagen del Crucificado. El guardián le escribió al señor marqués pidiendo la imagen, bien como propietario o bien como tutor de su sobrino. El Marqués le contesta que él es el propietario y con mucho gusto se la cedió en depósito al convento. El día 17 de septiembre de 1703 se colocó la imagen del Cristo del Hocino en el altar mayor.

 

El legado global de Trujillo: Una ciudad extremeña con huellas en América

En el corazón de Extremadura, entre encinas y piedras centenarias, se alza la ciudad de Trujillo, un núcleo histórico que ha dejado una huella profunda en la historia de España y de América Latina. Aunque hoy cuenta con apenas unos miles de habitantes, su influencia trasciende continentes: al menos 22 lugares en el mundo llevan su nombre, testimonio del papel trascendental que jugó esta tierra en la era de los descubrimientos y la expansión imperial española.

En Trujillo nacieron personajes clave en la conquista de América, como Francisco Pizarro, conquistador del Perú, Francisco de Orellana o Diego García de Paredes. Esta tierra forjó a hombres que partieron hacia el Nuevo Mundo en busca de gloria, fortuna y evangelización, llevando consigo no sólo su lengua, sino también su identidad y toponimia. Los trujillanos dejaron su huella más allá de las espadas y las fundaciones: bautizaron tierras como recuerdo de su origen, perpetuando el nombre de su ciudad natal en múltiples rincones del continente americano.

México cuenta con tres localidades llamadas Trujillo. Aunque de menor tamaño, son prueba de la dispersión del nombre a lo largo del virreinato de Nueva España, muchas veces asociados a rutas coloniales o encomiendas otorgadas a descendientes de extremeños.

En Cuba y la República Dominicana, dos lugares costeros llevan el nombre de Punta Trujillo, probablemente asignado por navegantes españoles que cartografiaron estas zonas en los siglos XVI y XVII. Es en estas islas donde el recuerdo del primer contacto con América resuena con fuerza.

Puerto Rico, joya estratégica del Caribe, cuenta con Trujillo Bajo y Trujillo Alto, municipios aledaños a San Juan. Fundados en el siglo XIX, sus nombres evocan una conexión persistente con la tradición hispánica y con los apellidos ilustres de la nobleza trujillana.

En Perú, país conquistado por Pizarro, no podía faltar el tributo. Allí encontramos la Isla de Trujillo, aunque el homenaje más notorio es la ciudad de Trujillo, capital del departamento de La Libertad, fundada en 1534 por el propio conquistador y considerada una de las urbes más importantes del virreinato.

Chile suma al legado la Bahía de Trujillo, mientras que en Venezuela también existe una ciudad con el mismo nombre, fundada en 1557 por conquistadores españoles, muchos de los cuales provenían de Extremadura.

En Colombia, Trujillo se sitúa en el departamento del Valle del Cauca. En El Salvador, otro Trujillo aparece en el mapa, y en Honduras, encontramos una tríada significativa: Punta Trujillo, la ciudad de Trujillo y su bahía homónima, lugar donde Cristóbal Colón desembarcó durante su cuarto viaje a América.

Trujillo, más que un nombre, un símbolo de herencia, porque estos 22 topónimos no sólo marcan una geografía común, sino que son puentes culturales entre España y América. Son testigos silenciosos del flujo de personas, lenguas, religiones y costumbres que tejieron la historia compartida de ambos mundos.

Hoy, Trujillo de Extremadura es un referente del turismo histórico, especialmente por su arquitectura renacentista, sus palacios señoriales y su imponente Plaza Mayor. Pero su mayor tesoro es intangible: su capacidad de haber trascendido fronteras, moldeando identidades a miles de kilómetros.

Ante este panorama, ha surgido la propuesta de crear una red internacional de ciudades Trujillo, que permita intercambios culturales, económicos y turísticos entre estos territorios. Así como las rutas de los conquistadores han sido redescubiertas por historiadores y viajeros, esta red podría revitalizar los vínculos históricos con una mirada contemporánea, apostando por la cooperación y el entendimiento.

Trujillo no es sólo un nombre. Es memoria, historia, legado y puente. Un pequeño rincón extremeño que conquistó el mundo sin perder su esencia.