miércoles, 30 de julio de 2025

 

La ermita de la Virgen de la Piedad de Trujillo: referencias históricas y artísticas

 

 La primitiva ermita de la Piedad se ubicaba cerca de la fuente de la Nora y lindera a la Plaza de Toros[1].

Una de las procesiones de mayor interés en la ciudad era la de Nuestra Señora de la Piedad. Se realizaba por cualquier necesidad del pueblo. En el Archivo General de Simancas se conserva el documento en el que consta la ejecución de obras de la ermita donde se veneraba la imagen de la Virgen de la Piedad, próxima a la actual Plaza de Toros, en el lugar del Campillo. Se trata de la provisión que otorga el rey para que se concedan tres mil maravedíes a la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad para finalizar la construcción de su ermita en el año 1528. Los mayores mecenas que tuvo la ermita fueron los Chaves-Sotomayor, de hecho en la portada campeaban las armas de Juan Antonio de Chaves y Sotomayor y de su esposa Catalina de Mendoza.

Existen referencias a la ermita de La Piedad desde la primera mitad del siglo XVI. “Concejo, Justicia, regidores, cavalleros, escuderos, oficiales e omes buenos de la cibdad de Trugillo. Por la presente el mayordomo, cofrades de la hermita de santa maria de la piedad de la ciudad me ha sido echa, relaçion que la dicha ermita se començo a hazer y edificar con limosnas y que está por acabar e tejar mucha parte della e que por no thener ninguna renta no tienen posibilidad para lo acabar y que para que se pudiese fazer pidieron que de los propios de la cibdad les hiziesedes alguna limosna y les respondieles quedando yo licencia para ellos quedando contentos de ayudarles con tres mil maravedíes, segund paresçio por un testimonio signado de dinero público que ante mi presentaron y me suplicaron e pidieron por demanda se dar como la manera fuese yo acatando losuso dicho e por ser para la obra pia tuve lo por bien. Et por la presente vos doy liçencia y facultad para que si quisiere ser podays dar de los propios de la cibdad para la obra de la dicha hermita los dichos tres mil maravedíes los qualesdandolos e pagandolos e mostrando recabdo bastante dello mando que sean avidos por bien gastados y que seos reciban e pasen encuenta en las cuentas que pasaren de los dichos propios fecha en Toledo a veinte dias del mes de nobienbre de mil e quinientos veinte e ocho años yo el rey refrendada de Cobos, señalada de Polanco[2].

Según la profesora Sánchez Rubio, al finalizar el mes de julio del año 1686[3], una nueva ermita de Nuestra Señora de la Piedad ocupaba el lugar de la destruida por un incendio ocurrido un año antes. Por lo tanto, la primitiva ermita fue destruida por un incendio en el año 1685. Según las investigaciones de doña Ángeles Sánchez Rubio, los caballeros regidores en quienes la ciudad había delegado todo lo concerniente a su reconstrucción terminaban los preparativos de las fiestas, procesión y sermón que pocos días más tarde celebrarían la bendición del nuevo templo. Una pequeña imagen de la Virgen, salvada de las llamas, sustituiría a la reducida a cenizas. Juan Antonio de Oviedo Monroy y Fernando José de Orellana Pizarro, los regidores comisarios, solicitaban de sus compañeros en el ayuntamiento que señalasen la fecha para la celebración, al tiempo que preguntaban "qué adorno y vestidos se an de poner a la sancta imagen y Nuestra Señora que en la dicha iglesia se preservó del fuego y está colocada en la iglesia de señor San Martín". 

El domingo 18 de agosto fue la fecha elegida por el ayuntamiento para celebrar los actos de colocación de la nueva imagen en la nueva ermita. Deberían asistir "los cavildos de curas y benefiçiados y las comunidades de religiosos, procurando que el adorno de Nuestra Señora sea el más deçente y del mejor luçimiento". La señora Cecilia de Chaves y Orellana, viuda de Pedro de Chaves y Mesía, ofreció una imagen de la Virgen de su propiedad. Imagen que fue aceptada por los regidores[4].

El lunes después de Quasimodo (el primer domingo después de Pascua de Resurrección) el Cabildo organizaba una procesión por los buenos temporales, un año a la ermita de la Virgen de la Piedad - próxima a donde hoy está la Plaza de Toros-, y otro año a la ermita de San Juan de los Prados[5], siempre saliendo las procesiones de la iglesia Mayor de Santa María.

 

La Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad fue muy beneficiada con rentas y donativos, tal y como reflejan sus libros capitulares (conservados celosamente en el Archivo parroquial de Santa María de Trujillo). Además, hemos de añadir que la Cofradía fue la propietaria de la Plaza de Toros de Trujillo hasta el año 1846, año que se reedificó la misma pues había sido demolida por la invasión francesa, formalizándose expediente de venta. La sociedad de vecinos abrió una suscripción de acciones, pasando la Plaza de Toros a ser propiedad del Marqués de la Conquista don Jacinto Orellana. De la construcción de la nueva plaza se hizo cargo el arquitecto don Calixto de la Muela que recibió la cantidad de un millón de reales. Los descendientes del Marqués citado la vendieron al Excmo. Ayuntamiento en el año 1902 en veintidós mil quinientas pesetas.

 

Desde la destrucción de la ermita de la Piedad con motivo de la invasión francesa de 1809[6], la imagen se veneró en la iglesia de Jesús[7]. En el año 1848, se agrega la Cofradía de la Piedad a la de Jesús, iglesia a la que se trasladó la imagen de la Virgen de la Piedad, cuando los franceses destruyeron la ermita en 1809. Desde entonces, la divisa de la Piedad iniciará el desfile procesional del Miércoles Santo junto con el estandarte de la Cofradía de Jesús. Atendiendo a los beneficios que producían los miembros de la Cofradía de la Piedad a la de Jesús Nazareno, se acordó que en obsequio y culto a la Virgen se haga una fiesta el domingo siguiente al día de la Asunción de Ntra. Sra. el 15 de agosto[8].Según Madoz,  “en las afueras hubo muchas ermitas, pero hoy solo existe la de San Lazaro, de la que es patrono el conde de Canilleros, situado al Sur de la ciudad, a 400 pasos de ella las de San Juan, los Martires, la Piedad, Oreto y Santa Ana, situada alrededor de la poblacion, han sido arruinadas durante las guerras de este siglo (…)”[9].

 

La imagen de la Virgen de la Piedad, al igual que otras imágenes que procesionaban en Semana Santa y que recibían culto en la iglesia de Jesús o de San Lorenzo, fueron trasladadas a la de San Francisco. Actualmente, la Virgen de la Piedad se encuentra en la iglesia de San Martín, lugar al que fue trasladada en el año 2012. Este tipo de esculturas se las conoce como imagen de vestir. Tiene el tronco apenas detallado (se prolonga hasta  la cintura o las caderas); brazos articulados, sin forma anatómica, que terminan en manos de talla y un bastidor troncocónico que forma la parte inferior de la imagen, al que se le llama caballete o candelero. Es obra de madera, yeso y está policromía. La cara, el cuello y las manos están realizados en madera tallada, con una base de estuco (masa de yeso blanco y agua de cola) y policromía. Bellísima imagen que representa a una joven María de rostro sereno y mirada ensimismada, presentando una policromía con delicioso brillo a pulimento, y el complemento de ojos de cristal y los cabellos pintados.  Presenta características estilísticas muy parecidas a la Virgen de la Paz del Convento de San Pedro de Trujillo.  Lleva en su mano izquierda al Niño Jesús. Ha sido restaurada recientemente por la empresa de Restauraciones Artísticas ATRIUM, bajo el patrocinio de don José María Pérez de Herrasti.

 

Esta es la imagen que donó doña Cecilia de Chaves y Orellana a finales del siglo XVII, según testimonia el siguiente documento: “(….) comisarios nombrados por esta çiudad para el reconocimiento de la sancta imagen de Nuestra Señora que dio a esta dicha çiudad doña Çeçilia de Chaves, que están al presente enfermos y no an podido asistir en este ayuntamiento, dixo que en cumplimiento de lo acordado por él el día seis de este presente mes pasaron a esta sala donde se puso la dicha santa imagen, la qual haviéndola visto y considerado atentamente, les pareçió podía colocarse en la iglesia y templo de Nuestra Señora de la Piedad en lugar de la que consumió el fuego, por ser de estatura correspondiente a ella y estar con toda perfección y adorno, quedando la ymagen de Nuestra Señora de la Piedad de cuerpo más pequeño, que está al presente en la iglesia de señor San Martín,  para las proçesiones que la cofradía sita en dicha yglesia tiene entre año, como se ha hecho asta aquí, mediante lo qualpareçió a dichos señores comisarios podía esta çiudad dedicarla desde luego a dicha cofradía para el efecto referido, o disponer lo que fuere más del agrado desta dicha çiudad. Lo qual visto por ella, acordó que la dicha santa ymagen que al presente está en esta sala se dé de limosna y haga de ella graçia y merçed a la dicha cofradía de Nuestra Señora de la Piedad para que la ponga y coloque en su altar en lugar de la que el fuego consumió, por ser mayor que la que tiene en la dicha iglesia de San Martín y más semejante y pareçida a la referida y hallarse con los adornos deçentes para su colocaçión y la dicha cofradía la pase a la iglesia de San Martín desde donde se a de llevar en proçesión a la dicha iglesia de la Piedad el domingo diez y ocho desde mes como está acordado”[10].

La imagen de menor tamaño de la Virgen de la Piedad que a finales del siglo XVII se veneraba en la iglesia de San Martín, ha desaparecido. En la actualidad, la Virgen que es venerada en la ermita, es moderna, recibió culto en una capillita que se encontraba donde actualmente está la Cafetería "Anticuario", en la Avda. de Madrid, número 27. En el año 2015 fue restaurada la imagen de finales del siglo XIX. Estaba muy deteriorada. Tenía numerosas grietas y estaba estallada. También faltaban algunas piezas de cuando la Virgen estuvo abandonada durante un tiempo. Se han eliminado cuatro capas de repintes del manto de la Virgen que ocultaban las decoraciones incisas y troqueladas de la cenefa dorada. También se realizó una readaptación de los añadidos de escayola sobredimensionados, así como del pie derecho del Niño. También se  intervino en los pliegues del manto de la madre. Estos trabajos se completaron con la recuperación de la policromía original de las carnaciones, nube y trajes. Tras la eliminación de los repintes se puede apreciar la riqueza de la decoración original de trajes realizados con la técnica de estofado, el del la Virgen sobre pan de plata y el del Niño, sobre pan de oro. Estos trabajos de restauración fueron realizados por María Teresa Pui y Virginia Chacón entre los meses de enero y abril de 2015.

La Cofradía se vuelve a constituir en 1989 y es la encargada de construir la nueva ermita en la que actualmente recibe culto la Virgen de la Piedad.

Es de justicia hacer algunas reflexiones sobre la Plaza de Toros de Trujillo, lindera a la antigua ermita de la Virgen de la Piedad, ya que ésta era propietaria del coso taurino. La afición a los toros forma parte de la historia de Trujillo. Su Plaza Mayor ha sido testigo de algunos de estos espectáculos, como el celebrado en el año 1648 en la llegada del rey Felipe III la ciudad.  Era el Ayuntamiento el que ateniéndose a un riguroso protocolo, se encargaba de organizar la construcción y subasta de tablados y colocación de alguaciles en lugares estratégicos. Los asientos eran por derecho propio, por cédula real o por haber abonado su localidad –como diríamos ahora- en los cuartos suelos y entresuelos. Pero también había algunos que presenciaban la fiesta desde ventanales y balcones de sus casas y palacios que rodean la Plaza.

 

Con estos antecedentes es lógico que Trujillo tuviera una Plaza de Toros fija. Existen documentos que acreditan que existió una plaza de toros en la antigüedad, lindera a la ermita de Nuestra Señora de la Piedad. La Cofradía de la Piedad era la propietaria de dicha plaza, estaba en el área que hoy ocupa la actual Plaza de Toros.

 

Una de las procesiones que despertaba mayor interés en la ciudad de Trujillo era la de Nuestra Señora de la Piedad por cualquier necesidad del pueblo. El día 19 de marzo del año 1809 los franceses entraron en Trujillo y destrozaron la ermita y su plaza de toros. En el año 1819, aún ejercía la Cofradía de la Piedad el derecho dominical sobre la mencionada plaza, porque, como digo de la peste colérica, se intentó poner en ella un Lazareto y a este fin el Ayuntamiento solicitó autorización del Alcalde de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad para ello.

 

En el año 1846 se formó una sociedad para reedificar la Plaza de Toros de Trujillo, según reza su pequeño libro de acuerdos que se conserva en el Archivo Municipal. Los dos primeros acuerdos del acta primera, fecha 18 agosto, dicen literalmente:

 

“1º.- Se nombra una Comisión compuesta por el señor Marqués de la Conquista, don Vicente Hernández, don Santiago Martínez, don Hermenegildo Moreno por el carácter doble de depositario de los fondos de esta sociedad.

2º.- El objeto de esta Comisión era averiguar a quién pertenece en propiedad la plaza que se trata de reedificar”.

 

Diez días después, la Comisión se dirigía al Ayuntamiento en solicitud de compraventa de esta ruinosa fábrica. El Concejo comisionó al regidor don Pedro Pedraza y al síndico don Guillermo Martínez para averiguar la propiedad de aquellas ruinas y si se podían vender sin perjuicio de tercero. Estos señores informaban, el 3 octubre del mismo año 1846, que no había perjuicio de tercero en la venta con tal de que se ponga la condición de que los compradores no sean dueños de la cosa vendida en el ínterin que la plaza de toros no se haga. Conforme a este acuerdo, se formalizó el expediente de venta. La Sociedad de Vecinos abrió una suscripción de acciones, valorando la unidad en mil reales, que sumase el capital necesario para su proyecto. Se conservan las listas nominales de vecinos con expresión de calles en que habitaban y acciones suscritas. El mayor accionista fue don Jacinto Orellana, Marqués de la Conquista, que suscribió cincuenta acciones. Los suscriptores gozaban de ciertos privilegios.

 

El 14 de septiembre del año 1847, el Ayuntamiento vendía el terreno y materiales aprovechables de las ruinas mencionadas a la sociedad de vecinos en precio de quinientos reales. De la construcción de la nueva Plaza de Toros se hizo cargo el arquitecto don Calixto de la Muela, siendo el valor de las obras 236000 reales. Este precio fue la inicial, pues su totalidad ascendió al millón de reales. El diámetro del anillo mide 35 m, siendo por consiguiente su superficie de 962 m². La extensión de los corrales 362 m²; ocupan palcos, gradas y demás, 3338 m², que en total forman 4660 m²; tiene esta plaza transporta centrada, dos toriles divididos en tres compartimentos, que comunican con los corrales. Por el Poniente linda con casa de corral que fue de don Miguel Luengo y que hoy posee doña Petra Delgado Álvarez.

 

Andando el tiempo, el dueño absoluto en forma legal de esta Plaza de Toros fue el mayor accionista, el Marqués de la Conquista. Según deducimos de los documentos consultados no se cubrió el número de acciones suficientes para la obra, haciéndose cargo de ella don Jacinto Orellana, quien al morir el día 27 de julio del año 1899, la lega en herencia a quienes la vendieron el 14 septiembre de 1902, al Ayuntamiento de la Ciudad, por escritura pública otorgada ante don Manuel Eladio Ferrer y Pérez, en precio de 22.500 pesetas pagaderas en tres plazos de 7500 pesetas cada uno. Los vendedores de la plaza fueron don Antonio Orellana Pérez-Aloe, por su propio derecho; doña María Pérez-Aloe, representada por don José Gil calzaba. Y, don Jacinto Orellana Avecia, don Carlos, don Jacinto, don Diego y doña Jacinta Cabrera Orellana, representados por don Agustín Solís Fernández, John Agustín y doña Lucía Orellana Pérez-Aloe, por don Vicente Álvarez Mateos.

 

A partir de esa fecha hay constancia de diversos espectáculos celebrados como digo de las ferias y fiestas del mes de junio. En el año 1909, a partir del 8 mayo comienzan apareciendo noticias en la prensa sobre las corridas de toros que se celebrarán unto ese día el Noticiero Extremeño dice: “Ha sido cedida la plaza de toros a don Miguel Vázquez, quien se propone dar en la feria de junio dos corridas con toros de Olea y del señor Conde de Trespalacios, y en la que actuarán de matadores Vicente Pastor y Gaona. El Ayuntamiento las subvenciona con 6000 pesetas”.

 

Al día siguiente aparecen estas noticias que por su relación con la Plaza de Toros se transcriben: “El resultado de la tienta de reses bravas de la ganadería del señor Conde de Trespalacios no pudo ser más satisfactorio, pues algunos de los becerros recibieron 17 puyazos, quedando el ejido para simiente el que atiende por el nombre de “Calvito” y que es un precioso ejemplar de la raza astada. Acudió numeroso público de Trujillo y arrabales. Efecto del largo camino hubo tres automóviles, ocho coches, cuatro carros y veinticinco caballos, pues el tentadero dista tres leguas”.

 

El Noticiero Extremeño del día 20 de mayo del año 1909, publica: “Feria de Trujillo – en los días 3,4 y 5 junio tendrá lugar la feria y fiestas siguientes: Tracas y fuegos artificiales, sesiones cinematográficas al aire libre, teatro, circo de gallos, juegos de agua, conciertos y dianas a cargo de la brillante banda de música del regimiento de infantería de Castilla, de guarnición en Badajoz y otros espectáculos- dos magníficas corridas en los días tres y 4 junio, lidiándose en cada tarde seis escogidos toros de las acreditadas ganaderías de los señores don Eduardo Olea y conde de Trespalacios con las cuadrillas de los afamados matadores de toros Vicente Pastor y Rodolfo Gaona. Una comisión formada por el primer teniente de alcalde don Luis Pérez Aloe, don José Montalvo y don Juan C. de la Peña, dirigirá todo lo relativo a estas fiestas de toros”.

 

 

 

 

 

 



[1] Escritura de venta de una cerca entre la fuente de la Ñora y la ermita de Nuestra Señora de la Piedad que a favor de la ciudad de Trujillo otorgó Gonzalo de la Amarilla, clérigo, vecino de Trujillo, en nombre del Cabildo de la Catedral de Plasencia, en precio de 50 ducados. En Trujillo, a 4 de octubre de 1564, ante Alonso Rodríguez. Toma de posesión de la cerca por la ciudad el 13 de abril de 1565, ante Alonso Rodríguez, escribano. Archivo Municipal de Trujillo, legajo 36, carpeta 11 y legajo 4, carpeta 4, fols. 196vº-197vº.

[2] Archivo General de Simancas. Folio 248. CC. Libro de Cédulas, 76. Año 1528. Cédula de Carlos V al Concejo de Trujillo, Toledo a 20 de noviembre de 1528, refrendada de Francisco de los Cobos, legajo 4, carpeta 4, fol. 129r.

[3] En el estudio de doña Ángeles Sánchez Rubio: “Datos antiguos sobre la ermita de la Piedad”, 30 de septiembre de 2014.

[4]Archivo Municipal de Trujillo, leg. 85.3, fols. 70v-71r.

[5]La ermita se construye el año 1572, que es la primera referencia que encontramos en las actas del Concejo. El 18 abril de 1572, el Concejo mandó librar veinticuatro ducados para la obra de la ermita de San Juan, y el 27 junio de 1575, el propio Concejo entregaba diez mil maravedíes para tejar la iglesia, finalizando las obras el 27 junio de 1578.

[6]Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 7 de enero de 1848, fol. 20 vº. Archivo Parroquial de Santa María de Trujillo.

[7]La auténtica imagen de la Virgen de la Piedad se trasladó a la iglesia de San Francisco. En la actual ermita, construida por los fieles devotos y vecinos del Campillo, preside una imagen moderna que es a la que actualmente rinden culto y veneración los fieles devotos en la última semana del mes de julio y primera de agosto.

 

[8]Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 14 de febrero de 1876, fol. 99.

[9] MADOZ, Diccionario, 1845-1850.

[10]Archivo Municipal de Trujillo, leg. 85.3, fols. 70v-71r. Documento dado a conocer por la investigadora doña Ángeles Sánchez Rubio.

 

Los Autos Sacramentales de Calderón de la Barca conservados en Trujillo: Patrimonio Teológico y Artístico del Siglo XVII

En el corazón histórico de la ciudad de Trujillo, en la iglesia de San Martín, se conservan dos valiosísimos manuscritos de Autos Sacramentales atribuidos al dramaturgo Pedro Calderón de la Barca (1600–1681), figura capital del Siglo de Oro español. Datados hacia mediados del siglo XVII, estos textos teatrales no solo constituyen una cumbre del arte escénico barroco, sino también un testimonio denso y elocuente del pensamiento teológico, estético y político de su época.

Ambos manuscritos contienen un corpus considerable de obras, cuidadosamente transcritas en folios manuscritos, preservados hasta nuestros días en condiciones que merecen urgente atención archivística y patrimonial.

El primero de estos manuscritos agrupa diez Autos Sacramentales distribuidos en 339 folios. Los títulos, transcritos literalmente, son los siguientes:

  • Psiquis y Cupido
  • La Segunda Esposa
  • El Segundo David
  • Psiquis y Cupido (reiterado, posiblemente por una variante dramática o duplicación)
  • Llamados y Escojidos
  • No ay más fortuna que Dios
  • El Cubo de la Almudena
  • La Torre de Babilonia
  • La Lepra de Constantino
  • El Arca de Dios Cautiva

Por su parte, el segundo manuscrito contiene nueve Autos Sacramentales, repartidos en 322 folios, con los siguientes títulos:

  • El Demonio mudo
  • A Dios por razón de Estado
  • La Cruz donde murió Christo
  • Las dos Estrellas de françia
  • Las Espigas de Ruth
  • El Año Santo en Roma
  • La Prudente Abigail
  • La piel de Gedeón
  • El Cordero de Ysaías

Cada uno de estos títulos representa una síntesis simbólica y alegórica en torno al dogma eucarístico y la moral cristiana, bajo la pluma de Calderón, quien monopolizó el género desde la década de 1640 hasta su muerte.

La composición de estos textos tiene lugar durante un período de intensos conflictos sociopolíticos y religiosos: la Europa del siglo XVII fue escenario de la devastadora Guerra de los Treinta Años (1618–1648), una conflagración que reconfiguró el mapa político europeo y puso en cuestión las bases de la soberanía y el orden internacional. Al mismo tiempo, la Monarquía Hispánica comenzaba a mostrar signos de agotamiento, tanto a nivel institucional como cultural.

En ese contexto, Calderón escribe desde una posición privilegiada dentro del aparato ideológico del poder, pero también con una notable densidad filosófica. Sus Autos Sacramentales, lejos de ser meras formas de adoctrinamiento litúrgico, contienen elaboradas estructuras dramatúrgicas que interrogan la libertad humana, la salvación, la redención y la justicia divina. En muchos casos, el tratamiento de la fe aparece teñido de una ética que trasciende lo meramente confesional.

Ortega y Gasset, al analizar esta etapa en su célebre obra La rebelión de las masas, hablará del proceso de “tibetanización” de España, es decir, su creciente aislamiento respecto a los movimientos modernizadores del resto de Europa. No obstante, ese repliegue cultural no impidió la eclosión de una de las más ricas tradiciones artísticas del continente, de la cual Calderón de la Barca es figura clave.

Según los registros documentales, algunos de estos Autos Sacramentales fueron representados en el atrio de la iglesia de San Martín, lo que sugiere un uso comunitario y ceremonial del drama sacro, especialmente en el marco del Corpus Christi, festividad central del calendario católico contrarreformista. Las representaciones, organizadas con gran aparato escenográfico, incluían carros teatrales móviles, tramoyas, efectos visuales espectaculares y un uso sofisticado de la música, la danza y los símbolos alegóricos.

La función de estos dramas era doble: por un lado, instruir doctrinalmente a un pueblo muchas veces iletrado; por otro, fascinar a la nobleza eclesiástica y civil con un despliegue visual y filosófico que convertía la fe en espectáculo sublime. En la Plaza Mayor de Trujillo, estos dramas eran contemplados por las élites locales como acontecimientos teatrales de primer orden, que reunían a la comunidad bajo un lenguaje simbólico compartido.

La riqueza alegórica de los personajes —representaciones de Virtudes, Pecados, el Alma, el Entendimiento, el Demonio, la Gracia, entre otros— convierte estos Autos en verdaderos tratados visuales de teología moral. Pero esa misma densidad simbólica, a veces ambigua y provocadora, no libró a Calderón de ser objeto de censura o sospecha. Si bien respaldado por la ortodoxia dominante, el autor también debió moverse con cautela entre las tensiones ideológicas del momento, en una España cada vez más cerrada al disenso teológico y artístico.

Los manuscritos de la iglesia de San Martín de Trujillo constituyen no solo una joya de la literatura barroca, sino también un testimonio insustituible del patrimonio escénico, religioso y cultural de España. Su estudio detallado —filológico, codicológico y escenográfico— permitiría arrojar nueva luz sobre la evolución del Auto Sacramental como género y sobre las dinámicas culturales de la Castilla barroca.

Su preservación, digitalización y edición crítica deberían ser tareas prioritarias para instituciones académicas y patrimoniales, en la medida en que estos textos contienen una visión totalizadora del arte y la espiritualidad del Barroco español, en la que convergen el teatro, la pintura, la música, la teología y la filosofía moral.

 


domingo, 27 de julio de 2025


LOS QUINTOS DE BOBADILLA

En la dehesa de los Quintos de Bobadilla a 5,500 km de Trujillo, hubo una ermita dedicada a San Pedro. La dehesa y la ermita eran propiedad de la iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo. Según consta en un libro que se custodia en el Archivo Municipal de Trujillo: “(…visitando dicha iglesia en quince de junio del año de mil quinientos cuarenta y ocho, el Ilustrisimo Señor Don Gutierre de Carvajal, Obispo de esta diócesis, halló que en ella había un Beneficio Curado, tres Beneficios simples enteros y dos medios Beneficios, y asimismo seis Préstamos; y declarando sus bienes y rentas dice así: Tienen el Beneficio Curado y los tres simples enteros y los dos medios Beneficios que se hicieron de uno entero las posesiones y heredades siguientes: la dehesa de la Bobadilla mayor e menor que por otro nombre se dice la alta e baja, la cual dejó a los dichos beneficiados Fernán Sánchez de Almaraz, la cual dicha dehesa, los cuatro quintos están arrendados al presente a pasto y labor, y el otro a pasto en sesenta y cinco mil maravedíes en dineros y en cuatrocientas sesenta y cinco fanegas de trigo y de treinta cuartillas de lino y treinta pares de pollos en cada año. El amojonamiento de la dicha dehesa se hizo en 13 de abril de 1548 por el Bachiller Alonso Ortiz, Teniente de Corregidor y a instancia del Beneficiado Hernando Alonso de Villarejo, siendo Corregidor Don Antonio de Silva. Las lindes son Mordazo, Río Magasca, Solanilla y otros linderos” .

En el Testamento que otorgó Leonor Jiménez, viuda de García Hernández, el 2 de diciembre del año 1570 volvemos a tener constancia documental de la ermita de San Pedro de Bobadilla. Ante el escribano Juan de Barrionuevo, nombra testamentarios y albaceas al bachiller Gonzalo Pizarro y a Francisco de Loaisa y del que fueron testigos Francisco Sánchez de San Juan, clérigo, Juan de Orellana, Juan Pizarro, Álvaro Solano y Miguel Velasco. Manda que la entierren en la iglesia de San Francisco en la sepultura de su marido García Hernández. Dejó mandos piadosos, tales como una limosna para las ermitas de Trujillo: la Coronada, la Magdalena, San Pedro de Bobadilla .
Esta ermita tenía su ermitaño y actualmente hemos localizado basas de columna y abundantes sillares de granito empotrados en las paredes de las viviendas actuales o esparcidos por el suelo.
En esta ermita fue venerada una imagen del Cristo de Bobadilla, un Crucificado cuyo paradero desconocemos. La ermita estaba arruinada a finales del siglo XVIII. En el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura, se lee: “Hay dentro y a la ynmediacion de esta ciudad y en sus tres barrios las dos hermitas de los Hospitales del Espiritu Santo y Caridad, la Sangre, San Judas, San Pablo, el Oreto (ermita del Oreto), la Magdalena, San Juan, San Lázaro, los Mártires, Santa Ana, la Piedad, Velen, Animas y a la distancia de legua y media la de Coronada, a quatro leguas las de Fuente Santa y la de Portera, a tres la de Santa Maria Lajara y a cinco la del Salbador, y aunque antiguamente hubo la de San Pedro Bobadilla a distancia de legua y media hoy esta arruinada “ .
La finca, propiedad de los beneficiados de la iglesia de Santa María, se vendió el 23 de junio del año 1800 al vecino de Cáceres el Conde de Torres Arias y Marqués de Santa Marta, en 930.000 reales .
A principios de los años 60 del siglo XX, el Instituto Nacional de Colonización parceló la dehesa de los Quintos de Bobadilla, donde aún quedaban restos de la ermita. En el lugar se encontró el siguiente epígrafe romano: "Lulius / Latna/stus / an(norum) CI / RVSFE / S SEVI".
Tenemos referencias de la existencia de otras ermitas de las que ya no quedan restos. En el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura tenemos constancia de varias, concretamente, en el Pago de San Clemente, “(…..) situado a 2 leguas SE. de esta ciudad en diferentes colinas, se compone de las casas hay en las viñas, llamadas lagares, y como caserios de haciendas rurales estan en dispersion: el terreno poblado de vides, olivos y frutales, es delicioso y pintoresco, aunque es de lamentar la escasez de aguas: hay 1 ermita arruinada, advocacion de San Gregorio, por cuyo mal estado se hace uso de un oratorio que hay en uno de los lagares, para decir misa a los que alli residen. Produccion: pueden en 10 a 11.000 arrobas de vino, 4 a 5.000 de aceite, y las muchas y buenas frutas de verano y otoño: habitan de ordinario unas 35 familias que todos son vecinos de Trujillo, o criados lagareros de los mismos" .
Dos ermitas correspondientes a los “hospitales titulados de Santa Maria y Santa Lucia, cuias hermitas se hallan arruinadas y sus rentas perdidas, se persuaden fuesen para recoger” , así como las ermitas anexas a los hospitales del Espíritu Santo y la Caridad: “Hay dentro y a la ynmediacion de esta ciudad y en sus tres barrios las dos hermitas de los Hospitales del Espiritu Santo y Caridad, la Sangre, San Judas, San Pablo, el Orato(?), la Magdalena, San Juan, San Lazaro, los Martires, Santa Ana, la Piedad, Velen, Animas y a la distancia de legua y media la de Coronada, a quatro leguas las de Fuente Santa y la de Portera, a tres la de Santa Maria Lajara y a cinco la del Salbador, y aunque antiguamente hubo la de San Pedro Bobadilla a distancia de legua y media hoy esta arruinada” .
Tenemos constancia de la existencia de otras ermitas como la del Hocino. La dehesa del Hocino se encuentra en la cañada de la Puente Mocha a 39º 38,3' norte y 5º 59,23' oeste. Concretamente, desde la dehesa Mamaleche, cruzamos los arroyos Gallego y Pajares y el río Tozo por el Puente de La Lavadera. Seguimos en dirección suroeste camino de Casilla de Piedra Hincada, Mamalechilla, cruzando el camino del Molino de la Buitrera y el arroyo de Mamalechilla, seguimos en dirección suroeste por las Dehesas Piedra Hincada, Reina y Reinilla, atravesando el camino del Hocino hasta llegar a la dehesa del Hocino, próxima al arroyo de Doña Catalina y camino de La Aldea del Obispo.
Tal y como hemos explicado al tratar la ermita de Santa María Magdalena, el nombre de ermita del Cristo de Hocino, le venía del nombre de la finca en la que estuvo ubicada y dio nombre al Crucificado que expuesto en el altar de la capilla de los Escobares. La imagen llegó a Trujillo en 1550 y fue muy venerado en la ermita hasta su traslado a principios del siglo XVIII al convento de Santa María Magdalena.
A principios del siglo XVIII cesó el culto en la ermita del Cristo del Hocino. Doña Isabel de Escobar trasladó la imagen a la casa que tenía en la ciudad de Trujillo y al morir en el año 1703 se lo dejó a la criada que vio que no podían mantener devoción las gentes de la ciudad. Entonces entregó al Marqués de Santa Cruz como tutor, que era, de su sobrino de don Antonio Ramiro la imagen del Crucificado. El guardián le escribió al señor marqués pidiendo la imagen, bien como propietario o bien como tutor de su sobrino. El Marqués le contesta que él es el propietario y con mucho gusto se la cedió en depósito al convento. El día 17 de septiembre de 1703 se colocó la imagen del Cristo del Hocino en el altar mayor.

 

El legado global de Trujillo: Una ciudad extremeña con huellas en América

En el corazón de Extremadura, entre encinas y piedras centenarias, se alza la ciudad de Trujillo, un núcleo histórico que ha dejado una huella profunda en la historia de España y de América Latina. Aunque hoy cuenta con apenas unos miles de habitantes, su influencia trasciende continentes: al menos 22 lugares en el mundo llevan su nombre, testimonio del papel trascendental que jugó esta tierra en la era de los descubrimientos y la expansión imperial española.

En Trujillo nacieron personajes clave en la conquista de América, como Francisco Pizarro, conquistador del Perú, Francisco de Orellana o Diego García de Paredes. Esta tierra forjó a hombres que partieron hacia el Nuevo Mundo en busca de gloria, fortuna y evangelización, llevando consigo no sólo su lengua, sino también su identidad y toponimia. Los trujillanos dejaron su huella más allá de las espadas y las fundaciones: bautizaron tierras como recuerdo de su origen, perpetuando el nombre de su ciudad natal en múltiples rincones del continente americano.

México cuenta con tres localidades llamadas Trujillo. Aunque de menor tamaño, son prueba de la dispersión del nombre a lo largo del virreinato de Nueva España, muchas veces asociados a rutas coloniales o encomiendas otorgadas a descendientes de extremeños.

En Cuba y la República Dominicana, dos lugares costeros llevan el nombre de Punta Trujillo, probablemente asignado por navegantes españoles que cartografiaron estas zonas en los siglos XVI y XVII. Es en estas islas donde el recuerdo del primer contacto con América resuena con fuerza.

Puerto Rico, joya estratégica del Caribe, cuenta con Trujillo Bajo y Trujillo Alto, municipios aledaños a San Juan. Fundados en el siglo XIX, sus nombres evocan una conexión persistente con la tradición hispánica y con los apellidos ilustres de la nobleza trujillana.

En Perú, país conquistado por Pizarro, no podía faltar el tributo. Allí encontramos la Isla de Trujillo, aunque el homenaje más notorio es la ciudad de Trujillo, capital del departamento de La Libertad, fundada en 1534 por el propio conquistador y considerada una de las urbes más importantes del virreinato.

Chile suma al legado la Bahía de Trujillo, mientras que en Venezuela también existe una ciudad con el mismo nombre, fundada en 1557 por conquistadores españoles, muchos de los cuales provenían de Extremadura.

En Colombia, Trujillo se sitúa en el departamento del Valle del Cauca. En El Salvador, otro Trujillo aparece en el mapa, y en Honduras, encontramos una tríada significativa: Punta Trujillo, la ciudad de Trujillo y su bahía homónima, lugar donde Cristóbal Colón desembarcó durante su cuarto viaje a América.

Trujillo, más que un nombre, un símbolo de herencia, porque estos 22 topónimos no sólo marcan una geografía común, sino que son puentes culturales entre España y América. Son testigos silenciosos del flujo de personas, lenguas, religiones y costumbres que tejieron la historia compartida de ambos mundos.

Hoy, Trujillo de Extremadura es un referente del turismo histórico, especialmente por su arquitectura renacentista, sus palacios señoriales y su imponente Plaza Mayor. Pero su mayor tesoro es intangible: su capacidad de haber trascendido fronteras, moldeando identidades a miles de kilómetros.

Ante este panorama, ha surgido la propuesta de crear una red internacional de ciudades Trujillo, que permita intercambios culturales, económicos y turísticos entre estos territorios. Así como las rutas de los conquistadores han sido redescubiertas por historiadores y viajeros, esta red podría revitalizar los vínculos históricos con una mirada contemporánea, apostando por la cooperación y el entendimiento.

Trujillo no es sólo un nombre. Es memoria, historia, legado y puente. Un pequeño rincón extremeño que conquistó el mundo sin perder su esencia.