Los Autos Sacramentales de Calderón de la Barca
conservados en Trujillo: Patrimonio Teológico y Artístico del Siglo XVII
En el corazón histórico de la ciudad de Trujillo, en
la iglesia de San Martín, se conservan dos valiosísimos manuscritos de Autos
Sacramentales atribuidos al dramaturgo Pedro Calderón de la Barca
(1600–1681), figura capital del Siglo de Oro español. Datados hacia mediados
del siglo XVII, estos textos teatrales no solo constituyen una cumbre del arte
escénico barroco, sino también un testimonio denso y elocuente del pensamiento
teológico, estético y político de su época.
Ambos manuscritos contienen un corpus considerable de
obras, cuidadosamente transcritas en folios manuscritos, preservados hasta
nuestros días en condiciones que merecen urgente atención archivística y
patrimonial.
El primero de estos manuscritos agrupa diez Autos Sacramentales distribuidos
en 339 folios. Los títulos,
transcritos literalmente, son los siguientes:
- Psiquis
y Cupido
- La
Segunda Esposa
- El
Segundo David
- Psiquis
y Cupido
(reiterado, posiblemente por una variante dramática o duplicación)
- Llamados
y Escojidos
- No ay
más fortuna que Dios
- El Cubo
de la Almudena
- La
Torre de Babilonia
- La
Lepra de Constantino
- El Arca
de Dios Cautiva
Por su parte, el segundo manuscrito contiene nueve Autos Sacramentales, repartidos
en 322 folios, con los
siguientes títulos:
- El
Demonio mudo
- A Dios
por razón de Estado
- La Cruz
donde murió Christo
- Las dos
Estrellas de françia
- Las
Espigas de Ruth
- El Año
Santo en Roma
- La
Prudente Abigail
- La piel
de Gedeón
- El
Cordero de Ysaías
Cada uno de estos títulos representa una síntesis
simbólica y alegórica en torno al dogma eucarístico y la moral cristiana, bajo
la pluma de Calderón, quien monopolizó el género desde la década de 1640 hasta
su muerte.
La composición de estos textos tiene lugar durante un
período de intensos conflictos sociopolíticos y religiosos: la Europa del siglo
XVII fue escenario de la devastadora Guerra
de los Treinta Años (1618–1648), una conflagración que reconfiguró el
mapa político europeo y puso en cuestión las bases de la soberanía y el orden
internacional. Al mismo tiempo, la Monarquía
Hispánica comenzaba a mostrar signos de agotamiento, tanto a nivel
institucional como cultural.
En ese contexto, Calderón escribe desde una posición
privilegiada dentro del aparato ideológico del poder, pero también con una
notable densidad filosófica. Sus Autos Sacramentales, lejos de ser meras
formas de adoctrinamiento litúrgico, contienen elaboradas estructuras
dramatúrgicas que interrogan la libertad humana, la salvación, la redención y
la justicia divina. En muchos casos, el tratamiento de la fe aparece teñido de
una ética que trasciende lo meramente confesional.
Ortega y Gasset, al analizar esta etapa en su célebre
obra La rebelión de las masas, hablará del proceso de “tibetanización”
de España, es decir, su creciente aislamiento respecto a los movimientos
modernizadores del resto de Europa. No obstante, ese repliegue cultural no
impidió la eclosión de una de las más ricas tradiciones artísticas del
continente, de la cual Calderón de la Barca es figura clave.
Según los registros documentales, algunos de estos Autos
Sacramentales fueron representados en el atrio de la iglesia de San Martín,
lo que sugiere un uso comunitario y ceremonial del drama sacro, especialmente
en el marco del Corpus Christi,
festividad central del calendario católico contrarreformista. Las
representaciones, organizadas con gran aparato escenográfico, incluían carros teatrales móviles, tramoyas,
efectos visuales espectaculares y un uso sofisticado de la música, la danza y
los símbolos alegóricos.
La función de estos dramas era doble: por un lado,
instruir doctrinalmente a un pueblo muchas veces iletrado; por otro, fascinar a
la nobleza eclesiástica y civil con un despliegue visual y filosófico que
convertía la fe en espectáculo sublime. En la Plaza Mayor de Trujillo, estos dramas eran contemplados por las
élites locales como acontecimientos teatrales de primer orden, que reunían a la
comunidad bajo un lenguaje simbólico compartido.
La riqueza alegórica de los personajes
—representaciones de Virtudes, Pecados, el Alma, el Entendimiento, el Demonio,
la Gracia, entre otros— convierte estos Autos en verdaderos tratados
visuales de teología moral. Pero esa misma densidad simbólica, a veces ambigua
y provocadora, no libró a Calderón de ser objeto de censura o sospecha. Si bien
respaldado por la ortodoxia dominante, el autor también debió moverse con
cautela entre las tensiones ideológicas del momento, en una España cada vez más
cerrada al disenso teológico y artístico.
Los manuscritos de la iglesia de San Martín de
Trujillo constituyen no solo una joya de la literatura barroca, sino también un
testimonio insustituible del patrimonio
escénico, religioso y cultural de España. Su estudio detallado
—filológico, codicológico y escenográfico— permitiría arrojar nueva luz sobre
la evolución del Auto Sacramental como género y sobre las dinámicas
culturales de la Castilla barroca.
Su preservación, digitalización y edición crítica
deberían ser tareas prioritarias para instituciones académicas y patrimoniales,
en la medida en que estos textos contienen una visión totalizadora del arte y
la espiritualidad del Barroco español, en la que convergen el teatro, la
pintura, la música, la teología y la filosofía moral.
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