PEÑAFIEL, centinela de piedra en la Raya de
los reinos
Se encuentra próximo a Alcántara en el lado
noroeste de la provincia de Cáceres, es una población fronteriza dominada por
la silueta del castillo de Peñafiel, fortificación que se encuentra a 3 km de
la población de Zarza la Mayor, en las márgenes del río Erjas, marcando la
línea fronteriza con Portugal[1].
Hemos de hacer la salvedad de la existencia
en el término de Zarza la Mayor de varios baluartes castrenses construidos por
los árabes: Benavente, Bernardo, Peña de fray Domingo y Racha Rachel (Peñafiel,
cristiano)[2].
Concretamente, el castillo de Benavente fue reconquistado por Alfonso IX,
concediendo su propiedad a los caballeros calatravos en 1199. Los árabes
volverán a apoderarse de la fortaleza. Reconquistada defintivamente por el
mismo rey Alfonso cuando bajaba de Coria a la reconquista de Alcántara en 1213,
entregando el castillo y la aldea a los templarios, junto con el de Bernardo[3]. Sus
términos lindaban con la villa de Milana, anteriormente entregada a la Orden
del Temple por Fernando II.
Estos castillos ubicados en el territorio de Zarza la Mayor, fueron muy
útiles durante la Baja Edad Media para la defensa del reino portugués y para
evitar un nuevo ataque musulmán.
Los orígenes del castillo de Peñafiel hemos de buscarlos en el siglo IX
cuando fue construido por los musulmanes. En 1166 el rey Fernando II de León
desde Ciudad Rodrigo llevó a cabo una importante ofensiva sobre Alcántara,
apoderándose de distintos baluartes fortificados como el de Racha Rachel, nombre árabe con el que se
conocía al castillo de Zarza la Mayor, en alusión a la roca sobre la que se
asienta[4].
Con motivo de esta conquista los cristianos reforzaron las defensas del
castillo[5].
Esta fortificación castrense fue construida por los musulmanes a finales
del siglo IX y pasó a manos cristianas en el año 1212[6],
cuando el rey Alfonso IX conquistó Alcántara, para ser entregada a la Orden
Militar de Calatrava, a la que no pertenecerá durante mucho tiempo, ya que en
1218 formará parte de las posesiones de la Orden Militar del Pereiro (1219,
Orden de Alcántara). Las posesiones de las Ordenes Militares en Extremadura se
habían convertido en grandes latifundios ganaderos, que generaban enormes
ganancias. Las extensas dehesas alimentaban incontables rebaños trashumantes,
al tiempo que eran lugar de paso de importantes vías de comunicación norte-sur
y este-oeste, creadas a partir de las calzadas romanas. La administración de
estos recursos creaba constantes disputas entre los Concejos ciudadanos y las
Ordenes, y entre éstas mismas.
Este castillo de Peñafiel fue testigo de los enfrentamientos armados
entre las órdenes militares, que tuvieron como escenario las tierras del
antiguo reino de León, en la tierra de Coria. La situación fronteriza ocasiona
conflictos armados frecuentes a lo largo de la Edad Media, teniendo que
refugiarse en numerosas ocasiones los vecinos de Zarza la Mayor buscando la
protección del Castillo de Peñafiel[7].
Ya en 1243, tras el descalabro sufrido por los alcantarinos en Ronda,
intentaron aquellos impedir el cobro del «portazgo» templario mediante saqueos,
en lugares próximos al castillo y puente de Alconétar: Cañaveral, Garrovillas y
otros. Los daños fueron mínimos y la cosa no pasó a mayores[8].
Sin embargo, en 1257 la competencia entre las Órdenes de Alcántara y el Temple
rompió el frágil equilibrio que había mantenido durante años. La causa fueron
dos impuestos relacionados con los ganados y mercancías. La encomienda
templaría de Alconétar cobraba por el tránsito de ganados y mercancías: el
«portazgo», por atravesar sus puentes, usar sus barcas y sus caminos
particulares, a razón de un tanto por cabeza de ganado y vehículo.
Los demás hacían lo propio, pero parece ser que los caminos más
transitados habían quedado en manos del Temple. Además, la Orden restauró entre
1230 y 1257 el puente romano de Alconétar sobre el Tajo, imprescindible en la
Vía de la Plata, con lo cual los peregrinos, ganaderos y mercaderes preferían
pagarles por cruzar cómodamente el río antes que hacerlo en las lentas barcas
transbordadoras de los de Alcántara. Ello, junto con la feria-mercado del
pueblo de Alconétar y los peregrinos que acudían a la capilla del castillo,
para venerar la milagrosa y mágica reliquia del Mantel de la última Cena,
hicieron que la presión se hiciese insoportable para la Orden de Alcántara.
Escarmentados por los sucesos de Ronda, los alcantarinos se prepararon a
conciencia, decididos a mermar el poderío de sus competidores y, sin duda,
deseando vengarse de la derrota toledana. El golpe estuvo bien planeado y se
hizo de forma sincronizada. A finales del verano de 1257 atacaron tres lugares
fortificados diferentes para impedir que las respectivas guarniciones pudiesen
auxiliarse entre sí. Las víctimas fueron la aldea de Peñas Rubias y su castillo
Bernardo; el pueblo de Peña Sequeros y su castillo de Nuestra Señora de
Sequeros; y la villa de Benavente, con su castillo de Benavente de La Zarza. En
estos tres lugares localizados entre los ríos Arrago y Erjas, que hacen
frontera natural con Portugal, el ataque fue idéntico: asalto por sorpresa,
sitiando a la guarnición en los castillos, para saquear a placer las aldeas y
las granjas. Los de Alcántara actuaron con gran crueldad, dieron muerte a
numerosos colonos templarios, incendiaron viviendas y edificios de labor,
mataron los animales que no podían trasladar, talaron las dehesas y saquearon
los graneros.
Cuando la guarnición templaría de Alconétar contraatacó, tras haberse
reforzado con los mercenarios «turcopies», arrasaron las posesiones
alcantarinas, matando también numerosos peones y algunos caballeros. Además, la
tropa templaría que custodiaba el puente fortificado de Alcántara cortó el paso
por dichas vías para incomunicar a sus enemigos y, de paso, perjudicar su
comercio.
Aunque en octubre el rey Alfonso X convocó a
las partes ante un tribunal para dirimir el pleito y depurar responsabilidades,
los ánimos se calmaron tan sólo en apariencia. En 1266 los de Alcántara
volvieron a la carga. Estos habían recibido el pueblo de Zarza la Mayor, pero
quisieron obtener una rentabilidad inmediata de su nueva posesión e impusieron
a los pobladores numerosos y elevados impuestos. La respuesta de los habitantes
de Zarza no se hizo esperar: tomaron sus enseres y animales y se trasladaron en
masa al vecino pueblo de Peñafiel. Allí se ofrecieron a los templarios como
colonos, a cambio de protección y pagando sus cargas, que por supuesto eran
mucho más bajas[9]. Velo y Nieto
expuso este acontecimiento. Según él, el cronista Torres y Tapia, dejó
constancia de las rivalidades existentes, a mediados del siglo XIII, entre los
freiles alcantarinos y los templarios. Llegaron a encontrarse de tal manera que
los alcantarinos asediaron la aldea y la fortaleza de Benavente. El rey Alfonso
X tuvo que formar tribunal extraordinario en Coria ante el que hubieron de
comparecer los freiles alcantarinos y los templarios para responder de sus
actos[10].
Cuando la desairada Orden de Alcántara acudió a cobrar se encontró el
pueblo abandonado. Sabido el destino de los desertores, el Maestre aparejó una
hueste guerrera contra la aldea de Peñafiel[11].
A pesar de que la aldea resultó saqueada e incendiada, los colonos consiguieron
salvar sus vidas. El primer comendador de Peñafiel nos lo sitúa Torres y Tapia
en 1316[12].
En 1369 tras la muerte del rey don Pedro I,
este castillo, que tomara partido por don Enrique ha causa de haberse refugiado
en él varios caballeros partidarios de los Trastamaras, será sitiado y rendido
por el maestre don Melén Suárez que apoyaba las pretensiones del monarca
portugués al trono castellano. Posteriormente, tanto la aldea como el castillo
intervinieron activamente en las luchas intestinas que se produjeron en la
Orden a raíz de la muerte del maestre don Gómez de Cáceres y Solís, entre los
aspirantes a su sucesión estaba el sobrino del difunto, don Francisco de Solís,
el hijo de los condes de Plasencia don Juan de Zúñiga y el clavero de la Orden
don Alonso Monroy. Peñafiel apoyaba la candidatura de este último por cuya
causa fue excomulgado su comendador, los soldados y los vecinos de la aldea, ya
que el Papa protegía al aspirante de los Zúñigas; esta circunstancia, junto con
la rivalidad existente entre sus habitantes, influyó en su pronta decadencia[13].
Hasta
1410 su entorno estuvo muy poblado, pero a partir de entonces las gentes de
Peñafiel y de los castillos cercanos comenzaron a trasladarse a La Zarza (la
actual Zarza La Mayor)[14],
iniciándose el abandono de esas fortalezas. En 1640, con motivo de la Guerra de
la Independencia de Portugal, el castillo quedó en ruina una gran parte, aunque
nunca perdería su altivo porte destacado en el territorio con un imponente
Torre del Homenaje[15]. Con la
desamortización, la dehesa de Benavente -donde está el castillo- pasará a manos
privadas, quedando por entonces el castillo en lamentable estado de
conservación.
El conjunto defensivo está construido a base
de sillares y mampostería, estaba formado por una muralla de planta poligonal,
que se adaptaba al terreno y aprovechaba las defensas naturales geográficas.
Aún se conservan las bases de algunas torres rectangulares sobre el nivel de
muralla, un camino de ronda circundaba y comunicaba los diversos espacios. El
castillo estaba protegido por una barbacana, que defendía los lienzos situados
en los lados del levante y meridional. Esta barbacana que circunda parte del
castillo, es obra de mampostería gruesa y sillería en los ángulos, datada a mediados
del siglo XVI, ejecutada por el maestro Gaspar López, siguiendo las trazas de
Pedro de Ybarra[16]. Conocemos un
croquis de la fortaleza realizado a finales del siglo XV por Duarte Darmas, en
su obra manuscrita Libro das fortalezas
situadas na raia de Espanha[17].
La Torre del Homenaje se encuentra
prácticamente en el centro del baluarte defensivo. Es de planta cuadrada y
almenada. En su interior cuenta con diversas plantas para alojamiento, con
cerramiento en bóveda de crucería, precisamente en una de las claves lucen las
armas del comendador fray Diego Chamizo, que nos permite datarla hacia
1475. Esta torre fue reparada en el
siglo XVI, así como algunos lienzos de la muralla y el aljibe[18]. Tiene
tres niveles de altura, al piso inferior se accede por una puerta de arco
apuntado, dividiéndose el espacio en dos estancias: una atahona y un calabozo,
al que posiblemente se accedía por una oquedad desde el primer piso. El primer
piso tiene su entrada desde el exterior por una puerta opuesta al anterior y
elevada del suelo a la que se llegaba por unas escaleras de cantería que han
desaparecido. Al segundo piso se llegaba a través de unas escaleras de cantería
que partía desde el interior del primer piso alto. La techumbre que separaba el
primer piso del segundo era de madera[19]. Los
elementos arquitectónicos más importantes de la torre son la ventana gótica
bigeminada y un pequeño vano oculado y trilobulado, así como la bóveda de
cruceria con nervios y elementos de sillería granitica.
Destacamos la plaza de armas y, en su
entorno, una serie de estancias como caballerizas, aposentos y un aljibe
cubierto con una bóveda de sillería de medio cañón[20].
Su
estructura es similar a la de los castillos y fortalezas de los alrededores,
una simple torre que servía de atalaya y defensora del paso de la rivera Erjas,
y una muralla o barbacana que la rodeaba. La muralla es de mampostería y cal,
está provista de almenas y unida a la puerta principal del recinto interior por
un camino de piedra. Sobresale la portada de entrada al recinto en arco de
medio punto sobre impostas acanaladas, flanqueada por cubos y protegida por una
ronda de murallas, es obra del maestro mayor de la Orden, Pedro de Ybarra,
construida a mediados del siglo XVI (año 1565)[21]. En el
último tercio del siglo XVI, Sebastián Aguirre (fallece en 1575), como Maestro Mayor de la Orden de Alcántara, llevará a cabo
nuevas obras en el castillo de Peñafiel, concretamente en los encasamentos y
refuerzos en varias puertas de la fortaleza, así como unos reparos en la Torre
del Homenaje y en la muralla[22].
El cuerpo septentrional del recinto interior lo constituye un albacar, lugar
para el ganado y cultivo. Y, el cuerpo meridional, era el emplazamiento de los
casamentos o dependencias domésticas y residencial.
Zarza
la Mayor fue cabeza de encomienda de la Orden de Alcántara, en 1251 aparece
mencionada en un documento la aldea[23]. La
encomienda comprendía un amplio
territorio donde se incluían el castillo de Peñafiel, la actual villa de Zarza
la Mayor y distintas fincas y posesiones rurales. El centro administrativo de
la misma se alternó entre el castillo y la propia villa, compartiéndose en
ocasiones la denominación o titularidad de la encomienda[24]. La
primera información que disponemos del edificio de la encomienda data de 1563,
con motivo de la visita y descripción que realiza Diego de Cáceres, alguacil,
era una casa que se distribuía en dos plantas; el acceso a la planta alta se
efectuaba desde el patio[25].
En
1565, el Maestro mayor de la Orden de Alcántara, Pedro de Ybarra, dirigirá las
obras que acometerá el maestro Manuel Galavís, según una inscripción: ·IZO/SE
ESTA/ OBRA SIEND/ MAESTRO DLLA/ MANUEL GALAVIS", dando lugar a una
edificación de dos plantas, con puerta de entrada en arco de medio punto,
flanqueada en su piso alto por dos balcones adintelado, entre los cuales lucen
tres escudos, destacando el central, perteneciente a Felipe III. Un cuerpo
inferior constituido por sillería donde se abren tres vanos y una puerta. La
parte superior presenta en la actualidad
tres balcones intercalados con tres vanos estrechos y verticales, a modo de
saeteras.
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(red. 1968).
Velo y Nieto, G: Escaramuzas
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Portugal. Edición de los Ayuntamientos
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Villar García, L. M: La extremadura castellano-leonesa: guerreros,
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Castilla y León, 1986.
VIU, J: Antigüedades
de Extremadura. Madrid, 1852.
[1] Fernández López, 1995, 275.
[2] Citados por Velo y Nieto, 1956, 9.
[3] Hurtado, 1927. "(....) al monarca Alfonso IX en el camino
que traía de Coria se le rindieron los castillos de Benavente y Bernardo". Torres y Tapia, 1763, tomo I, 144.
[4] Moreno Aragoneses, 2014, 222.
[5] Solar y Taboada, 1891, 88.
[6] Caro del Corral, 1999, 222.
[7] Navareño Mateos, 1985.
[8] Los
templarios en Extremadura. Datos de J. F. Romero.
[9] Castillo
de la Zarza, J. F. Romero.
[10] Velo y Nieto, 1968, 658.
[11]
A fnales del siglo XIII había una aldea poblada, ello vino motivado porque el maestre
García Fernández había impuesto a los vecinos de La Zarza el pecho de la
Martiniega, lo que contribuyó a su despoblamiento. En 1322, los vecinos que aún vivían, motivado
por las incursiones portugesas y la carencia de defensa, solicitaron al maestre
Suero Pérez la conveniencia de fundar otro pueblo en lugar seguro, junto al
castillo de Peñafiel, siendo aceptado el 18 de febero de 1323. Solar y Taboada,
1928, 21.
[12]
Torres y Tapia, tomo I, 1763, 504.
[13] Moreno Aragoneses, 2014, 222.
[14] Bullarium, 169. Vid. Navareño Mateos,
1984, 80.
[15] Velo y Nieto, 1952, 108; Madoz, 1849.
[16]
Navareño, 1987, 203; Caro, 1999,
226.
[17]
Manuscrito publicado en Lisboa en 1692.
[18] Navareño, 1984, 128; Cano-Cortés,
1992, 68.
[19] Arroyo, 1996, 53.
[20] Navareño, 1985, 138; Floriano, 1953,
18.
[21] Archivo Histórico Nacional, Sec.
Orden Militar de Alcántara. Plet. número 28.331. La
barrera fue levantada por el Maestro Mayor de la Orden Pedro de Ybarra entre
1549 y 1550. Vid. Navareño, 1985, 126.
[22] Archivo Histórico Nacional, Sec.
Orden Militar de Alcántara. Plet. número 28.099. Vid. Navareño, 1994, 144.
[23] Ortega y Cotes, 1759, 321; Velo y
Nieto, 1957, 434.
[24] Navareño Mateos, 1984, 79.
[25]
Archivo
Histórico Nacional. Sección Ordenes Militares, Archivo Judicial, pleito n.0
28.099, fols. 44 a 49 v. Según Navareño,
1984, 81.