sábado, 27 de mayo de 2023

 

LAS PEÑAS ABURACAS DE LA PROVINCIA DE CACERES

 

 

 

 

A 1km. de la localidad cacereña de Piedras Albas, en la frontera portuguesa y en plena dehesa, en una finca particular y en el lugar más elevado, en un altozano, a los 39º 47´43,9” de latitud Norte y los 6º 55´59, 5” de longitud W, se encuentra un bolo granítico muy peculiar, conocido como Peña Buraca. Consiste es un gran bloque de piedra donde se mantienen tres grandes oquedades en sus caras de lo que un día pudiera haber sido la parte trasera de una gran vivienda, considerando que las dos oquedades más profundas pudieran haber sido utilizadas como viviendas y la menos profunda como una alacena en la Alta Edad Media (eremitorio). Aún podemos ver las regatas de lo que conformo en su tiempo el tejado a doble vertiente, y por debajo varios mechinales para encajar las vigas.

 

Algunos autores consideran que el origen del asentamiento en torno a la Peña Buracá se puede situar en el bajo imperio, a tenor de ciertos hallazgos numismáticos[1]. Otros autores lo definen como “ídolos búho” de la Prehistoria[2].

 

También, estas oquedades en la roca y los huecos circulares existentes pudieran tener otro significado, pensamos que se usaban como calendario para establecer las fechas de siembra o similar, y en los dos huecos más grandes se colocarían ídolos. La Peña se convertiría así en un gran ídolo oculado. La presencia de materiales calcolíticos podría reforzar la imagen de la Peña Buraca vinculada a un gran ídolo oculado. En este periodo son habituales las representaciones oculadas en pinturas esquemáticas, cerámicas y tallas, tanto en piedra como en hueso.

 

Pero no es el único vestigio que queda por los alrededores de que lo que debió ser un gran poblado. A unos 50 m. hacia el Oeste y en un lateral del camino que conduce a Piedras Albas hay otra gran roca que también tiene piqueteado el vierte aguas para el tejado, un encaje para sustentar una viga en el centro y a media altura otra regata horizontal, aunque aquí no hay oquedades.

Entre estos dos grandes bolos encontramos unas tumbas excavadas en la roca de tipología rectangular, trapezoidal y antropomorfa.  Algunas tienen canales a su alrededor para evitar que el agua de la lluvia entrara en su interior. Las tumbas  no se sitúan siguiendo la orientación convencional este-oeste propia de las fosas altomedievales, en su mayoría se disponen alineadas con la Peña Buraca, como si este fuera el elemento pétreo que ordena este asentamiento.

Existen otras analogías de  este tipo de “Peñas Buracá” en Medinilla, en La Coba, Piedrahita (Ávila). De hecho en el Cantar de los Cantares se nos indica en el versículo 14: “Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz”[3]. Los agujeros de la peña denotan la cruz (subjetiva y experimental), si ella se esconde en los agujeros de la peña  y en lo escondido de escarpados parajes, verdaderamente vivirá en el espíritu, aquí tenemos el por qué los eremitas reutilizaban este tipo de peñas con agujeros para aislarse a orar en estos parajes. El fenómeno del eremitismo cristiano tiene lugar en la Península Ibérica desde fechas muy tempranas, aunque haya ejemplos anteriores, aparece plenamente establecido desde el siglo V. A fines del período visigodo (inicios del siglo VIII) alcanzó un gran desarrollo de la mano de importantes personajes que con el tiempo fueron santificados, entre ellos Millán, Valerio, Saturnino y Fructuoso.

Próximos a las tumbas hay tres lagares para la elaboración del mosto con sus dos elementos característicos: plataforma de prensado/pisado y cubeta de recogida. Se han llegado a localizar hasta dieciséis lagares rupestres en torno a Piedras Albas[4]. Además, hemos localizado en superficie numerosos restos cerámicos de amplia cronología y escombros pertenecientes a viviendas, está claro que debió de tratarse de una gran villa tardorromana o altomedieval (siglos VI-XI), También es reconocible un altar de sacrificios a 7 m. de la Peña.

Damos a conocer otras Peñas Buracás como las existentes en La Dehesilla de Trujillo; en Navaconcejo (Peña ídolo Vallenato[5]), Zafrilla, (próxima al Altar estudiado en el capítulo dedicado a Altares), en un completo arqueológico donde hemos localizado interesantes restos (tumbas excavadas en la roca, un trono, restos de hábitat) o las peñas buracás de “El Barrial” y el cercano a la “casita de la Peña”, espacios sacro protohistóricos que encuadramos en el complejo mundo de los santuarios rupestres y la continuidad en el tiempo de los espacios sacros en una periodización que abarca desde la Prehistoria hasta la Alta Edad Media.

 

Un aspecto esencial es el énfasis a la integración de las sepulturas en el paisaje, del que formarían parte como hitos referenciales, asociados a la creación de una memoria social. Se propone una estrategia para el estudio de las tumbas, que permita entenderlas dentro del paisaje sacro junto con otros elementos pétreos como el ídolo oculado.

 

En concreto, el yacimiento arqueológico conocido como “El Barrial”, se encuentra a escasos kilómetros de Navas del Madroño[6], se localiza en las coordenadas ETRS89, a los 39º 69’ de latitud norte y a los -6º 64’ de longitud oeste, un pueblo característico por sus  monumentales chimeneas, generalmente de forma alargada, aunque también cuadradas y circulares. Usan los mismos materiales constructivos que en el resto de la edificación, es decir piedra y ladrillo con el que realizan entramados para permitir la salida del humo; la parte superior se suele cubrir con teja a dos aguas, o lajas de pizarras, para evitar la entrada del agua. A veces se decoran primorosamente con motivos vegetales o geométricos esgrafiados, o bien con molduras de ladrillo y piedra, o simplemente enjalbegadas. De hecho, Navas del Madroño, es uno de los “Pueblos de la ruta de las Chimeneas”, que aún conserva en el caserío algunas casas blasonadas, abunda la arquitectura popular del llano, así como la iglesia de Ntra. Sra. de la O, magnífico templo barroco construido en granito y mampostería; y cuyo Altar Mayor lo preside la Virgen de la 0, patrona de Navas del Madroño, cuya imagen, poco común en la imaginería religiosa, posee la originalidad de presentar al Niño en el vientre de su madre, que puede verse a través de un cristal ovalado, un caso único en Extremadura.

 

La comarca natural de Navas del Madroño cuenta con importantes yacimientos arqueológicos  como “El Barrial”, el yacimiento arqueológico “Poblado Cabeza de Araya”, el yacimiento arqueológico “Dehesa del Manzano”, yacimiento arqueológico “Poblado Pasto Común” y el “Cerro de Mariperales”.

 

“El Barrial” es un entorno paisajístico digno de visitar, muy próximo al pueblo, situado a 518 m sobre el nivel del mar. Su nombre que procede de una transformación lingüística del árabe, ya que "bar"-"ber" significa pozo y "rial" se podría traducir por real. Geológicamente, el término se encuentra dentro del Macizo Hespérico o Hercínico. La totalidad de su superficie está ocupada por materiales graníticos y arenosos. La orogénesis se corresponde con la orogenia hercínica o varisca, salpicada como se aprecia en el plano  geológico de dos pequeñas excepciones, al Norte una pequeña se caracteriza por la existencia de amplios afloramientos de una serie detrítica comprendida entre el Rífeense superior y el Vendiese, conocida como Complejo Esquisto-Grawvaquico (CEG) o serie Alcudiense, y al sur algunas áreas de rocas posthercínicas como Diabasas y Gabros.

 

El relieve resulta ondulado debido al encajonamiento de la red fluvial en el sustrato. Los materiales predominantes son las pizarras y los granitos que en ocasiones se aparecen en grandes masas. Por eso, todos los restos localizados tienen un denominador común, su materia prima, el granito, porque por una parte ha condicionado, por su dureza, el acabado final de cada conjunto y, por otra, ha permitido que, por su dureza también, haya llegado hasta nosotros sin demasiadas alteraciones. Además, todos los elementos forman conjuntos unitarios: peñas sacras, asientos pétreos, piedras esféricas y demás elementos que iremos estudiando. Nunca aparecen aislados sino distribuidos juntos  en un ámbito espacial no muy amplio, percibiéndose claramente una delimitación determinada o intencionada. Hemos establecido dos áreas arqueológicas que distan 900 m, una al norte conocida como “El Barrial”, y otra al sur donde hemos localizado una peña sacra encajada en una ermita o viceversa y una sauna iniciática.

La vegetación está dominada por el tipo mediterráneo, con abundancia de encina y alcornoque. En algunas zonas se da el matorral, con presencia del espino albar o majuelo, el tomillo y la escoba, e incluso del arrayán.

 

En el espacio campestre conocido como “El Barrial”, hemos localizado restos que abarcan desde el Neolítico hasta la Alta Edad Media. Encontramos restos de poblamiento en una zona amesetada de pendientes no muy abruptas pero con empinadas laderas. Toda la superficie está cubierta de afloramientos graníticos con algunos rellanos libres donde aún pueden verse material cerámico en superficie: cerámica a mano, de tonos negruzcos, algunas con las superficies bruñidas del Bronce Final.

De la Prehistoria hemos localizado en superficie un bifaz y un hendedor achelense tallado en piedra, pero no hemos hallado material metálico en superficie, que sería el que mejor información cronológica nos hubiera aportado.

En las laderas hay dos prensas olearias. Son muy frecuentes por la extensa tierra cacereña, en el "ager" de la romana Colonia de Norba Caesarina, están diseminadas gran cantidad de villas rústicas tardorromanas y visigodas en las que podemos encontrar estas plataformas de prensado de aceitunas, junto a ellas se encuentran los cilindros contrapesos y las molas olearias, pilas para recoger el aceite, etc. Las grandes villas tardorromanas y altomedievales (siglos IV-XI) de los latifundios extremeños poseían todas las instalaciones necesarias para el mantenimiento y la subsistencia del asentamiento, entre ellas la prensa de aceite y el lagar del mosto, el horno, la herrería, la basílica, la necrópolis, las termas, los talleres, etc.


Entre los vestigios de las rústicas almazaras podemos encontrar hoy todos sus elementos: las grandes plataformas de prensado, los cilindros contrapesos, las molas olearias y las pilas de decantación, utilizados para triturar, comprimir y recoger el aceite, así como un gran número de sarcófagos antropomorfos excavados en la superficie del duro berrocal circundante.

 
No cabe duda de la utilidad práctica de estas rocas graníticas excavadas en su parte superior, como las localizadas en “El Barrial”, formando cuadrados, círculos o elipses, donde se aprecia un resalte circular en relieve, de unos 50 cm. de diámetro y ligeramente excéntrico, además un canal de desagüe por donde vertía el aceite extraído del prensado de las aceitunas, previamente molidas y extendidas sobre una serie de capachos redondos de esparto, que caía hasta una pileta de decantación. También, hemos localizado contrapesos o pieza granítica exenta, de forma cilíndrica y muy pesada debido a su enorme tamaño. Es fijo, su única función es la de impedir el desprendimiento del torno de madera que va sujeto a unas hendiduras con forma de T invertida o de "cola de milano".

 

La relativa abundancia de lagaretas, prensas y pilas rupestres diseminadas por los campos extremeños, atestigua la gran extensión que tuvieron los viñedos y los olivares en esta región lusitana, incluso en aquellas zonas donde actualmente han desaparecido por completo ocupadas por el encinar de las dehesas y los pastizales.

Salpicados en el terreno hay abundantes restos claramente de época prerromana: restos de cerámica hecha a torno, con sus pastas marrones y rojizas; así como abundantes sillares.

Como hemos indicado, en “El Barrial” hay dieciséis tumbas antropomorfas excavadas en peñas graníticas próximas a un pozo denominado Pozo Rodrigo, y que el vulgo popular relaciona con alguna parada del rey godo don Rodrigo en su huida hacia el norte para atravesar el río Tajo por un vado distinto del que atraviesa la conocida Ruta de la Plata. Las tumbas excavadas en la roca constituyen uno de los vestigios arqueológicos más abundantes en la tierra de Cáceres[7] y el estudio de los enterramientos en época altomedieval goza de una larga tradición y ha sido objeto de numerosos análisis[8].

Situamos estas tumbas en una periodización comprendida entre los siglos VIII al X cuando se produjo su momento de máximo uso. Su presencia se vincularía a ciertos cambios sociales, generándose un poblamiento en áreas hasta entonces marginales, pues la ausencia de un marco interpretativo coherente y sólido ha determinado que una parte relevante de los trabajos arqueológicos sobre las manifestaciones funerarias altomedievales haya tenido por objeto casi exclusivo la elaboración de cronotipologías a partir de la diversidad estructural de las arquitectura sepulcrales. Una de las tumbas de “El Barrial” presenta en el centro de su cabecera – dato inusual, cuando siempre aparecen en el lateral derecho de la cabecera- una oquedad u hornacina labrada que servía para depositar ofrendas.

 

Pues, aunque por el contexto general de las tumbas halladas en diversos puntos de la provincia cacereña y que hemos relacionado con los mozárabes, hemos de indicar que las tumbas excavadas en la roca no son exclusivas de la Península Ibérica. Se conocen igualmente en otros países como en Italia, principalmente en la Toscana, con dataciones entre los siglos VI-VIII, en Francia (Herault o Picardía), con una cronología similar, siglos VII-VIII y las más antiguas en Tipasa (Argelia), entre los siglos IV y VI e incluso de época púnica o romana, ya que apenas hay diferencia en los ajuares desde el siglo II a.C. hasta el III d.C.

 

Próxima a estas tumbas, llaman la atención algunas peñas similares a Peña Buraca (Piedras Albas) o a una peña inédita situada cerca de la finca "Casa del Cancho" al norte del término de Alcántara, así como restos de piedras labradas a una distancia considerable; ello se puede entender como un antiguo amurallamiento. Llama la atención el canchal con una gran oquedad u óculo, ubicado sobre un pequeño altozano, y que podemos relacionar con un santuario protohistórico considerando que esta roca fuese un ídolo oculado. Sin embargo, esta asociación la realizamos sin fundamentación científica, carece de base arqueológica pues allí, aún, no se ha realizado excavación alguna capaz de confirmar esta posibilidad. Posteriormente, en la Alta Edad Media podría haber tenido la función de hábitat rupestre, al haber sido ocupado por algún eremita que buscaba en la soledad la perfección espiritual, concretamente en Peña Buraca aún se conservan los huecos de encastre de vigas y cubiertas del pequeño oratorio. Estas grandes  peñas que aparecen en el paisaje han llamado siempre la atención del hombre por sus formas espectaculares, consideramos que en determinados casos han sido objeto de culto, y, con posterioridad, han sido reutilizadas por otras culturas, tal es el caso de los eremitas, aprovechando la roca para construir una sencilla edificación utilizando la madera. La dificultad de diferenciar los datos científicos de las intuiciones personales, nos llevan a veces a situaciones difíciles de demostrar. Una peña sacra es la que, por los ritos y mitos asociados, ofrece propiedades o características que están más allá del plano físico y de nuestra forma de entender racional.

Lo que sí está claro es que el yacimiento de “El Barrial” fue ocupado desde la Prehistoria. Claramente, un espacio sacro que debió de estar habitado hasta la época tardorromana o altomedieval (siglos VI-XI), lugar idóneo elegido por eremitas, silencioso y solitario lugar donde nos acompaña el sonido del viento, acrecentando más si cabe su misteriosa historia.

Como hipótesis, puede plantearse que estos lugares sufrieron una remodelación en época tardoantigua, transformada en una zona de hábitat con construcciones de materiales perecederos o en espacios funerarios, produciéndose entonces la eclosión del cementerio. Aunque siempre como hipótesis, la reiteración de los datos en este sentido permite aventurar un origen tardoantiguo de las necrópolis de tumbas excavadas en la roca. De todos modos, los siglos VIII al X marcaron posiblemente el apogeo de esta forma de enterramiento, pudiendo afirmar que el momento de finalización del uso de estas necrópolis debe situarse en la consolidación del poblamiento aldeano y de la parroquia como centro de culto y eje de la articulación rural.

 

La investigación sobre las necrópolis de tumbas excavadas en la roca se ha preocupado muy poco por profundizar en las relaciones que éstas tenían con la organización del territorio y del poblamiento. En nuestro caso, vinculamos estas tumbas con un hábitat disperso que habría surgido tras la época romana, como probaría su emplazamiento en esta zona.

 

A escasos 1,6 km de “El Barrial” hemos hallado un espacio sacro Protohistórico inédito hasta el presente estudio en el paraje conocido como “Casita de la Peña”, se localiza a ETRS89, 39º 43’ de latitud norte y a los 6º 37’ 16’’ de longitud oeste. En un paisaje característico de bosque de encinas y matorral compuesto por jara, romero y tomillo, así como cursos de agua de escasa importancia, por el clina mediterráneo subtropical, sobresaliendo los arroyos, dando lugar a un relieve ondulado por el encajamiento de la red fluvial en el sustrato, predominando las pizarras y los granitos. Un momento clave es la cristianización de estos lugares. En los textos cristianos de la antigüedad tardía aparecen frecuentemente menciones a fuentes, piedras y árboles como lugares de culto paganos[9].

 

 




 

BIBLIOGRAFIA

 

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[1] Montano 1986; Fernández Corrales 1988.

[2] Ángel L. Mayoral y Ana Olivera Poll deducen que se les pudo atribuir a estos ídolos-búho un halo misterioso,  como piedras de vigilancia, al estilo de un Argos Panoptes, como los calificó Ángel L. Mayoral o como una especie de "alerta permanente, como icono protector", tal y como afirmó Ana Olivera Poll. https://iberiamagica.blogspot.com/2018/10/pena-buraca-o-el-canchal-de-los-dos.html

 

[3] Cantar de los Cantares, “El llamado a tomar la cruz” (2: 14).

[4] Gil Montes 1985, 79.

[5] Dado a conocer como un ídolo por Sayans Castaño 1957, 36. Hoy la palabra “ vallenato" se usa en las tierras bajas de nuestro país para designar a los que viven en determinados pueblos de ellas, tales los de Navaconcejo en el valle del Jerte y los de Baños de Montemayor en las Granadillas.

[6] Municipio ubicado a 37 Km. de Cáceres, capital provincial. Situado entre las localidades de Arroyo de la Luz (17 Km.), Brozas (10 Km.) y Garrovillas de Alconétar (13 Km.). Actualmente pertenece a la Mancomunidad de Municipios Tajo-Salor, al Grupo de Acción Local Tagus, y está dentro de los límites de la Comarca de Alcántara.

[7] Existen escasos  estudios relacionados con otras zonas de la Provincia de Cáceres que hacen referencia directa o indirecta a tumbas excavadas en la roca. Sanguino Michel 1911, 349. González Cordero, 1989, 133-144; Ramos Rubio 1995, 4; Ramos  Rubio 1988, 69-71; Ramos Rubio 2002, 57;  Rubio Andrada 2005; Molano Caballero 1984; Jiménez Navarro y Ramón Fernández Oxea 1949; Bueno Ramírez 1994; Donoso Guerrero 1970, 327-335. González Cordero 1997, 273-284.

 

[8] Véase al respecto, Azkárate Garai-Olaun 2002, 115-140; Barroca 1987; Bolos i Masclans y Pages 1982, 59-103;  Castillo 1970, 835-845; Gutiérrez Dohijo, 1982, 115-123; López Quiroga y Rodríguez Lovelle, 1992, 139-155.

 

[9] Por ejemplo, Cesareo de Arles (470-542), Sermon, 54.6; Martín de Dumio (510/5-579/80), de correctione rustico­rum, 16; II Concilio de Tours, 18 Nov 567, 23. Véase el análisis Dowden, Ken, 2000, 76.

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