lunes, 25 de agosto de 2025

 

EL ÓRGANO DE CUACOS DE YUSTE

 

 Órgano de finales del siglo XVIII con reformas posteriores. Caja de tres calles, la central remata con el escudo de la orden jeronima. Este órgano procede del extinto monasterio de Yuste, de donde se trasladó a la parroquia en el año 1840.

Hay una inscripción en la consola: “Nicolás de Bernardi que hijos/ organeros italianos/ se reformó este órgano siendo cura/ ecónomo don Isidoro morales /Choro/ febrero 1895”.

Restaurado por los organismos José Antonio Azpiazu Gómez e hijos, siendo párroco Julio Acosta Pavón. Promoviendo la obra Román Gómez Guillén, canónigo precepto de música y Antonio Hornero Poblador por la junta parroquial. Subvencionaron esta obra la Institución Cultural “El Brocense”, de la Diputación Provincial y donativos de numerosos fieles en el año 1987.

Composición actual

M. I.                                                                                     M. D

Lleno                                                                                   Lleno

Pifano                                                                                 Cimbala

Veintidocena                                                                  Veintidocena

Quincena                                                                          Quincena

Docena                                                                                              Docena

Trompeta real                                                                 Corneta nasara

Octava                                                                                Flautado 13

Flautado 13                                                                      Trompeta real

Bajoncillo                                                                          Clarín

Dulzaina                                                                            Chirimia

El teclado  tiene 45 teclas, 10 contras.



martes, 19 de agosto de 2025

 

 

EL CONVENTO DE LOS FRAILES DEL CAPUCHO DE LA FINCA DE LOS ARCABUCES EN TRUJILLO

 

 

En este trabajo de investigación doy a conocer un convento situado a cuatro kilómetros por la carretera de Badajoz, en el término de Trujillo, del cual no existe ninguna referencia escrita ni por parte de historiadores, divulgadores ni científicos. Dicho convento se encuentra en la finca de los Arcabuces según el catastro de rústica. Es una zona agreste, en la bifurcación de dos cañadas y el convento está muy próximo a un riachuelo y a un poblado prehistórico (calcolítico).

 

         Por la investigación llevada a cabo, considero que los principales frailes franciscanos extremeños fray Juan de Guadalupe y fray Pedro de Melgar y Bobadilla, que fueron los promotores de la Reforma, fundaron de este convento franciscano del Capucho de la finca de los Arcaduces, así como el convento de Ntra. Sra. de la Luz, en el berrocal trujillano.

 

 

LOS ORIGENES DE LA DESCALCEZ FRANCISCANA EXTREMEÑA

 

Entre los frailes extremeños más importantes que llevaron a cabo la Reforma, el mas representativo de todos es sin duda fray Juan de Guadalupe (nació en Guadalupe en 1450), que profesó en el Real Monasterio de Guadalupe como religioso jerónimo y a los pocos años pasó a la Orden Franciscana, donde se distinguió como reformador, lo que le llevó a Roma para proponer al Papa una profunda transformación de su orden ([1]). El no quería estar sujeto al Provincial de Castilla. Tal dependencia,  a su modo de ver, los llevaba fatalmente de la mano al más absoluto anquilosamiento. Mientras permanezca sometidos a un Provincial, todo les será supervisado y fácilmente con criterios opuestos, cualquier Superior  poco amigo de novedades puede impedirles  aquellos rigores y estrecheces  y, los Conventos de Castilla a los frailes reformistas, mezclándolos con los otros y deshaciendo de un golpe la naciente obra.

Desde el convento de Ntra. Sra. de los Ángeles en Robledillo de Gata emprendió camino a Roma. El 25 de Septiembre de 1496, se presentó ante el Santo Padre. Mediante  la Bula Sacrosanctae Militantis Ecclesiae ([2]), por la que Alejandro VI accedía a casi todas sus peticiones, podía  edificar una casa en absoluta pobreza, vivir en ella con seis compañeros, y admitir novicios con tal que prometieran observar la Regla de San Francisco en su mayor rigor y aspereza, pudiendo usar hábito vil y despreciable, con capucho acuminado, tal  como lo llevo el Serafín de la Verna. Y sobre todo –esto era lo más importantes – quedaban exentos de los Prelados de la Orden, tanto Conventuales como Observantes, sujetos tan solo al Ministro General de Roma.

El 27 de Febrero de 1497 consiguen los Prelados de la Orden un decreto del Pontífice ([3]), prohibiendo bajo pena de excomunión a los frailes de la Observancia al paso al movimiento secesionista del religioso extremeño. Equivalía esto a cegar de un golpe el manantial de donde iba a brotar la corriente mas abundante de frailes  con que nutrir la reforma. Pero, no se paró fray Juan de Guadalupe y conseguido el permiso pontificio se trasladó al reino de Granada, donde fundaría varios eremitorios regulados por una regla estricta que le enfrentaría con los frailes observantes de su propia orden. En 1497, el Arzobispo de Granada, fray Hernando de Talavera, también franciscano, viendo en peligro la unidad interna de la orden, prohibió a fray Juan de Guadalupe fundar más conventos, por lo que éste se marcharía a Guadalupe para seguir su obra reformadora con nuevas fundaciones franciscanas.

Pero, no se paró ahí, tras muchos esfuerzos y tentativas, logra por su mediación la Bula Super familiam domus ([4]), fechada en Roma  a 25 de Julio de 1499, en virtud de la cual queda facultado para recibir, no ya seis, sino cuantos religiosos  precise -tanto de la Conventualidad como  de la Observancia – los cuales deben pedir  licencia  a sus Superiores  en señal  de respeto, pero podrán  pasarse a los Guadalupenses  aunque les negaran dicho permiso (petita licentia, licet  non obtenta ). Se le concede , además, el título de Custodio  a Fray Juan de Guadalupe, confirmándolo en la sola sujeción al Ministro General, y quedando la reforma  perpetuamente garantizada por el derecho que se otorga a sus frailes  de elegir sucesor, con idénticos privilegios, al fallecimiento de aquel.

Aquel  era, sin duda, el más importante documento dado por el Papa en muchos años a  la Orden Franciscana. En la Bula no se menciona  ningún lugar determinado al que deba adscribirse la fundación, sino que deja  libertad para escoger sitio y ocasión  propicios.

Fray Juan de Guadalupe deseoso de abrir conventos en Extremadura, se pone en contacto con el prelado diocesano en Plasencia, este le informa que otro franciscano natural de Valencia de Alcántara –llamado fray Pedro de Melgar y Bobadilla- quiere fundar un convento en Trujillo, y fray Juan de Guadalupe se pone en contacto con él ([5]).

Fray Pedro de Melgar estuvo primero algún tiempo en la Provincia  franciscana de Santiago, pero añorando su  patria chica, marcho a  Plasencia  donde  contaba  con buenos amigos  que le ayudaría  a realizar  su intento. En efecto,  Don  Gómez  Fernández  de Solís,  Don   Juan  de Chaves  y Don Álvaro de Hinojosa, sus  valedores , se dirigen   en Febrero  de 1498 al Romano  Pontífice  suplicando  facultad  para edificar  un convento  franciscano  en las proximidades de Trujillo, que se deseaba   poner en manos  de religiosos  dispuestos a vivir  la Regla  de San Francisco  con toda  su pureza , sin usar  de privilegios  y mitigaciones ([6]).

Conseguida  la licencia de Roma  pusieron  mano a la obra  y en poco menos de un año quedaba  rematada la edificación. Pero, surge  un  problema  espinoso y molesto. El Concejo  trujillano  estaba  resentido  con los nobles placentinos  por no haberle  dado cuenta  de nada, además los frailes  de la Provincia  de Santiago  trataran  de impedir  que  Fray  Pedro  de Melgar  y se  pusiera al habla con  las autoridades  de Trujillo, el caso  es que  éstas acuden  al Romano  Pontífice  con una  súplica: pretenden  que el Santo  Padre  autorice  la creación  de un Convento  de franciscanos  Observantes  en la villa, y faculte  al Obispo  de Plasencia  para que,  mientras  se construye , proporcione  a dichos  frailes  alguna  casa con  iglesia , cementerio, claustro, dormitorios, refectorio y huerta, que  pueda haber  deshabitada  en el recinto o en sus contornos . La  jugada  era magnifica: el nuevo  Convento estaba  ciertamente  sin habitar  como recién  terminado, pero  no se hace ninguna mención  de él; conseguido el permiso, el Concejo, Gobernador  y el pueblo en pleno  pedirían  que fuesen  Observantes los frailes  que llegaran , y  de este modo  la tentativa  de los nobles placentinos  y de Fray  Pedro  quedaría sin efecto.

La Provincia, sin embargo, los  protege, pendiente  el asunto de Roma, es cuando llega  Fray Juan de Guadalupe a Trujillo y se instala con  la reducida comunidad en dicho Convento el día 24 de Marzo  de 1500, festividad de la Anunciación y le dieron por titulo el de Nuestra  Señora  de la Luz ([7]). Los primeros religiosos que acuden son Fray Juan Pascal, el celebre  predicador  Fray Ángel de Valladolid , Fray  Sebastián  de Paris , Fray Miguel  de Córdoba  y Fray  Francisco  de Fregenal, de los primeros  como columnas  fundamentales  de la Descalcez. Fray Juan  Pascual será  el hábil  diplomático, valedor de San  Pedro de Alcántara.

De momento no creen  oportuno  redactar  unas Constituciones  minuciosas. En todos  alientan  una misma  idea  y es su  espíritu el que  conviene  vivir , condicionado a experiencias  subsiguientes  la redacción  definitiva  de  Estatutos . Eso  si ,  por unaminidad  se comprometen  a guardar  la regla  franciscana  en su mas  estricta  interpretación . Vestirán , como autentico  pobres , un simple  saco  con remiendos  por todo  habito , Irán  totalmente  descalzos , y  resucitaran  el capucho  angulado  que llevo San Francisco  y que abandono  la Orden  en tiempos  ya de  San  Buenaventura([8]).

Y así nacieron en la Alta  Extremadura  estos frailes del Capucho  a quienes  podemos admirar  como propulsores  de las cuatro  grandes  reformas  en que se  asienta  el Renacimiento  franciscano  del siglo XVI.

El 24 de Marzo  de 1500 quedó  instalada la Comunidad  en el Convento  de Nuestra  Señora  de la  Luz  junto a  Trujillo, autoridades  y pueblo  habían  acudido  al Romano  Pontífice  con una  petición  engañosa  para atentar  contra ellos,  movidos  sin duda  por la fuerte presión  de la Provincia  de Observantes  de Santiago. La Bula  “Piis fidelium votis” ([9]), fechada  en Roma  a 31 de Octubre  del mismo año, accedía  generosamente  a las peticiones  cursadas  y , aunque  el Papa  estaba bien  ajeno  de que  con ella  pudiera  perjudicar  a la naciente  reforma , lo cierto es  que los Observantes  de Santiago  tomaran  pie  de la misma  para  gestionar  la expulsión  de los frailes  del Capucho  y adueñarse del Convento.

Se inicia un duro enfrentamiento  entre ambas partes, Fray Juan de Guadalupe  y los suyos  disponen  resistir en el  Convento  trujillano  cuanto sea posible , pero  es  preciso  ver la manera  de erigir  otros Conventos  para  el caso  de que fuesen  arrojados  de la casa madre([10]), tales como los conventos de Villanueva  del Fresno, al que llamó  Convento  del Santo  Evangelio , otro  en Salvaleon; el de  Nuestra Señora de la Luz  de Moncarche  junto  a Alconchel , y el de Arroyo de Mérida  con titulo  de la Madre de Dios .

El propio fray Francisco Jiménez de Cisneros, confesor entonces de la reina católica, y la misma Isabel de Castilla vieron con desconfianza la división entre los franciscanos provocada por el frailes extremeño, escribiendo al Cardenal de Santa Cruz, el también extremeño natural de Plasencia Bernardino de Carvajal, para que instara al Papa que revocara los permisos de fundación y reforma de la Orden de Fray Juan, que llegó a ser procesado por Cisneros en el año 1505 por su contumacia. En septiembre de dicho año moría en Roma cuando esperaba obtener de nuevo el beneplácito papal([11]).

 

 

EL CONVENTO FRANCISCANO DE LA DESCALCEZ EN LA FINCA DE LOS ARCABUCES

 

 

         La descalcez franciscana se inició en Extremadura en 1500. Pretendía –tal y como hemos estudiado- el retorno al espíritu y la letra de la Regla de la Orden tal como la escribió el Seráfico padre San Francisco y mandó observarla en su Testamento, sin dispensas pontificias. La orden franciscana, desde su aparición en Extremadura hasta el siglo XVI, dependía de la Provincia de Santiago de Compostela. Sólo a finales del siglo XV se empiezan a levantar algunos conventos de la Custodia de los Ángeles, fundada en 1489 y elevada a provincia en 1517, en tierras extremeñas que dan su obediencia al provincial de Castilla y después al ministro de la Provincia de los Ángeles.

         Los franciscanos proyectaran las dos tendencias de concebir la espiritualidad que marcarían en la Orden: la conventualidad y la observancia, que en 1517, por disposición del papa León X, solicitada por la Orden, quedaron admitidas como dos órdenes distintas: de los frailes menores conventuales y Orden de los frailes menores de la observancia de San Francisco.

         Dentro de la Observancia surge la reforma más importante de la orden: la descalcez franciscana promovida por fray Juan de Guadalupe en 1500 y que será continuada por San Pedro de Alcántara en 1557. Surgiendo eremitorios en los descampados (viene de eremus, desierto). Extremadura será el centro de la descalcez, siendo sus principales conventos el de Ntra. Sra. de la Luz en Trujillo, Ntra. Sra. de la Luz en Moncarche –Alconchel- y Montesión en Salvaleón. Considero que el convento que vamos a describir situado en la finca de los  Arcaduces de Trujillo es un convento franciscano descalzo por sus características arquitectónicas, elementos constructivos, ubicación, período de construcción y porque su estructura cumple con las disposiciones de las ordenanzas provinciales para los descalzos ([12]). Además, un dato importante, en los mojanos cercanos se conservan restos de molduras con el típico cordón franciscano.

 

         Los frailes edifican el conventito en la misma tierra de Trujillo a escasos kilómetros del de Ntra. Sra. de la Luz, en la finca pública de los Arcabuces, próximo a un riachuelo y en la encrucijada de dos cañadas. He estudiado las investigaciones llevadas a cabo por Juan Bautista Moles, fraile que nació en Nápoles en 1542 y vino a España en 1557, llegó a Coria con la familia del Duque de Alba, que fue su gran valedor. En los conventos de San Miguel de Plasencia, Coria y Belvis, tuvo acceso a la documentación franciscana de los siglos XV y XVI, dejándonos su Memorial de la Provincia de San Gabriel que editó en 1592 ([13]).

         En Trujillo se había fundado el convento de descalzos en 1500 aprovechando una ermita existente como capilla conventual bajo la advocación de Nuestra Señora de la Luz (en la iglesia de San Francisco se conserva la talla románica de la Virgen con el Niño), cuando la provincia de San Gabriel era solo la custodia del Santo Evangelio. Pero este convento fue destruido por los padres de la familia de la Observancia durante las luchas contra los Descalzos y no se había intentado reedificar después ([14]). Los descalzos sí intentarían hacer una nueva fundación dentro del casco urbano. Para conseguir más fácilmente la autorización se intentaba disfrazar la fundación de simple traslado del convento cercano de San Juan Bautista de la Viciosa a Trujillo, pero tropezó con la negativa del Ayuntamiento, según las Actas Capitulares ([15]), hecho que no se consiguió hasta 1603. Cuando doce principales de la ciudad de Trujillo se dirigieron al padre General provincial reunidos en Capítulo Provincial de Las Brozas, ofreciéndoles su apoyo y con beneplácito del obispo de Plasencia D. Pedro González de Acevedo, que les cedió la ermita de Santa María Magdalena, extramuros, pero junto a al ciudad para la fundación del convento. El día 26 de enero de 1603 tomaban los frailes posesión de la dicha ermita de manos del obispo y en nombre de la Provincia Fr. Andrés de Plasencia, antiguo Provincial y actual Definidor, los moradores de esta casa fueron los frailes del convento de la Viciosa que vinieron, clausurándose entonces el otro convento([16]). Pero, qué lugar ocupa el convento de nuestro estudio situado en la finca de los Arcabuces. Si en 1506 abandonan el convento de la Luz. En el capítulo 2, pp. 16 vº nos refiere lo siguiente tras la visita que realizó fray Pedro de Melgar a Roma ante el Papa para solicitarle licencia para construir conventos: “El Papa concibió en su ánimo deseo de favorecerlos, teniendolos como verdaderos hijos del glorioso padre nuestro san Francisco, de quiera era devotisimo, y asi mismo de toda la orden, les dio nuevas letras y Breve para que de nuevo edificasen casas y fuese custodia como de antes, haciendo della prelado al religioso varon fray Pedro de Melgar, autorizando todo lo que el ministro general avia hecho y confirmando en custodio al sobredicho. El qual contentisimo se volvio con sus compañeros a España y llegados a sus casas (conventos) hallaron que los padres observantes les avian derribado las casas de junto a Truxillo, Villanueva y Salvaleon. Por lo qual se recogieron en nuestra Señora de la Luz, y la de Trujillo no osaron reedificarla por aver en la dicha ciudad convento de la orden (se refiere al de la Luz)”.

         Este dato es crucial, dado que el convento de la Luz se funda en 1500 y se destruye en 1506, que el convento de la Magdalena no se funda hasta 1603 –tal y como hemos estudiado-. ¿Dónde habían vivido fray Juan de Guadalupe y fray Pedro de Melgar con los otros frailes descalzos en los años finales del siglo XV y principios del siguiente?

         El único convento franciscano descalzo que existía masculino en Trujillo podría haber sido el de la finca de los Arcabuces, y sería el que encontró fray Pedro de Melgar destruido por los Observantes cuando llegó a Trujillo y tuvo que refugiarse en el de la Luz, que había sido fundado en 1500-, tal y como nos refiere Juan Bautista Moles. Hemos de tener en cuenta que son los frailes Observantes y no los Descalzos los que vivían en el Hospital de la Caridad y se trasladaron al convento de San Francisco en Trujillo en el solar de la mezquita extramuros, según la Crónica de la Provincia de San Miguel de la Orden Franciscana escrita por fray José de Santa Cruz en 1671 y según las provisiones reales en los primeros años del siglo XVI y Facultad de Fernando el Católico para que el Concejo de Trujillo pueda dar al guardián del convento de San Francisco 50.000 marvedíes para comprar el solar de la Iglesia y Huerta de dicho convento. En Segovia a 21 de agosto de 1505([17]).

         El convento está situado en la vertiente de un pequeño cerro que rebaja en su descenso hacia un riachuelo, lugar agreste. El convento no tiene grandes dimensiones, está construido con gruesas paredes de mampostería, utilizando escasamente la piedra sillar en los dinteles y jambas de las puertas de acceso al mismo y a la huerta, las columnas del claustro y las escasas ventanas y rosetón que aún se conservan.

 

         Se accedía por una puerta en el lado Sur que aún conserva el hueco de la tranca, se encontraba en el interior la portería, seguidamente en el lado Oeste estaban las celdas que aún conservan las ventanas pequeñas, estrechas hacia el exterior –son en forma de aspillera, sin rejas ni puertas y su estrechamiento servía para evitar que penetraran las distintas alimañas del campo- , y al otro lado, el de profundis y el refectorio. De frente al pasillo de la entrada principal (porque existió otra entrada Norte) estaba el claustro formando un cuadrado que tenía –a disposición de las basas que aún se conservan como testigos- tres columnas por cada lado, los arcos debían ser de medio punto. Próxima al claustro en dirección Oeste estaba la sacristía pequeña y la capilla, conservando aún un sencillo rosetón, de magnífica factura. En dirección Este al claustro estaba la cocina –existe un pozo cegado- y otras dependencias. En el huerto existen dos piezas de granito que pudieran haber sido fregaderos primitivos con su desagüe. Frente al convento se encontraba el huerto del convento, que aún conserva su magnífica entrada. Todo con la máxima sencillez y materiales pobres para que “en nuestros edificios resplandezca toda pobreza, aspereza y vileza” ([18]). En estos conventos franciscanos el arte grandioso brilla por su ausencia, la grandiosidad hay que buscarla en la sencillez. La legislación de Villacreces y de los Descalzos era clara a ese respecto “ninguna pared de las casas, aunque sean fuertes, sean de cantería labradas, y toda madera de la casa sea tosca y no labrada a cepillo” ([19]). Otras de las ordenanzas hacían referencia a las medidas que debían tener las dependencias, que en este convento trujillano se cumplen totalmente, recogemos de fray Martín de San José las siguientes ordenanzas para los descalzos del siglo XVI: “Ordenamos que las casas que de aquí en adelante se tomasen, sean pobres y pequeñas, queremos que las iglesias sean pequeñas, que no tengan de ancho más de ocho pies y de largo tres tantos, y no se tenga respecto a los que puedan venir a ellas para que por eso se hagan mayores, salvo si sus moradores tuviesen cerca nuestras casas y no tuvieran iglesia… El cuarto a donde ha de estar el refectorio y los demás de la casa, tenga ocho pies a lo menos de ancho y nueve a lo más. Y en ellos se reparta la sacristía, portería y una enfermería…Los tránsitos de toda la casa, bajos y altos de las celdas, tengan tres pies y medio de ancho. ..En los altos de estos cuartos se hagan celdas y sean de siete palmos de vara y las camas de siete pies…, los atajos y tabiques sean de ladrillo o adobes (aún se conservan entre las piezas de mampostería múltiples ladrillos). Tengan todas las piezas alacenas con puertas (en los muros existen los vanos de las alacenas, concretamente en la dependencia que hemos considerado como cocina y en las celdas).. Ninguna casa tenga más de ocho celdas y las puertas tengan dos pies de hueco y seis de alto y los cuartos desde el suelo hasta el maderamen pies y medio, y siete a lo más. La iglesia tenga de alto lo mismo que la casa, porque sea toda cuadrada y de un alto” ([20])

 



[1] Hipólito Amez Prieto: Los Descalzos de San Francisco en Extremadura desde fray Juan de Guadalupe a San Pedro de Alcántara, en “San Pedro de Alcántara, hombre universal”. Congreso de Guadalupe, 1997, pp. 113-222.

[2] Bullarium Fratrum Ordinis Minorum Sancti Francisci strictioris Observantiae Discalceatorum (Madrid, 1744), tomo I, part. I, pág. 13-15.

[3] Op. Cit., p. 15-18.

[4] Ibidem, tomo I, part. I, págs. 20-25.

[5] Fr. Juan Baptista Moles: Memorial de la Provincia de San Gabriel (Madrid, 1592), cap. X, fol. 42 v.

[6] Waddingo: Annales Minorum. Tomo XV, año 1498, pá. 167.

[7] Fundado en 1500 y destruido en 1503. Ramos Rubio, José A.:: "Aportaciones documentales del convento de Ntra. Sra. de la Luz de Trujillo" . XXI Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo entre los días 22 al 27 de septiembre de 1992.

Ramos Rubio, José A..: "Ntra. Sra. de la Luz en Trujillo. Orígenes y proyección del franciscanismo en Extremadura". GUADALUPE, año 1991, núm. 709, pp. 24-27.

 

[8] Zacharias Boverio: Annales Fratrum Minorum Capuccinorum (Lugduni, 1632), tomo I, p. 34. Waddingo, op. Cit, tomo I, pág. 47 y tomo VII, pág. 95.

[9] Bullarium Discalceatorum. Op. Cit., tomo I, part. I, pp. 26 ss.

[10] Fray Juan de Santa María en su Chronica de la Provincia de San Joseph (Madrid, 1615) y a Fray Juan de San Bernardo: Chronica de la vida admirable del s. Padre Pedro de Alcántara (Nápoles, 1667).

[11] Gonzaga: Crónica General Latina. Part. I. pág. 62. y Waddingo, op. cit., tomo V, pág. 257.

[12] Véase Francisco de Madrid: Bullarium Fratrum Minorum Sancti Francisci strictioris Observantiae Discalceatorum. Madrid, 1744, t. I, p. 7. Juan de Trinidad: Crónica de la provincia de San Gabriel de frailes descalzos de la apostólica orden de los menores y Regular Observancia, de nuestro Seráfico padre San Francisco. Sevilla, 1652, cap. XLIX, lib. 2, p. 450. Angel Uribe: “Espiritualidad de la descalcez franciscana”, en ARCHIVO IBEROAMERICANO, 85-86, 1962, p. 148. Martín de San José: Primera parte de la historia de los padres descalzos franciscanos, Arévalo, 1644, libr. I, cap. 6, pp. 36-39.

[13] Juan Bautista Moles: Memorial de la Provincia de San Gabriel, 1592. Reproducción facsimilar por Publicaciones de Archivo Ibero-Americano, colección Crónicas Franciscanas de España. Madrid, editorial Cisneros, 1984.

[14] Trinidad, en su Crónica de la Provincia de San Gabriel, op. cit., I. c. 735.

[15] Barrado Manzano, A: Algunas Actas Capitulares, A.I.A., 79 (1960), pp. 350-354.

[16] J. Trinidad, op. cit.,tomo I, c. 737

[17] Archivo Municipal de Trujillo. 1-2-70-1.

[18] Uribe, Angel: “Espiritualidad de la descalcez..”, op. cit., p. 148.

[19] Uribe, op. cit., p. 148. Juan de Santa María: Crónica de la provincia de San José. I parte, libr. I, cap. VIII, fol. 45.

[20] Martín de San José: Primera parte de la Historia de los padres descalzos franciscanos. Arévalo, 1644, libro I, cap. 6, pp. 36-39.



 

El asentamiento tardoantiguo de la Dehesa de Casillas

   

A 39º 23’ 51,11’’ norte y a 5º 57’ 43,05’’ oeste y a una altura de 470 m, en un pequeño cerro, se encuentra la dehesa de Casillas, a que se puede acceder por la Ex -381.

 








En esta dehesa se han localizado restos arqueológicos del siglo IV a. C.,  lugar de asentamiento de pastores celtas. Estos pueblos eran tribus seminómadas dedicadas fundamentalmente al pastoreo que estaban en curso de transformar su régimen económico en sedentario y agrícola. En el año 218 a. C. en el transcurso de la II Guerra Púnica los romanos desembarcaron por primera vez en la Península Ibérica en Ampurias, al mando de Cneo Cornelio Escipión y durante dos siglos de conquista se enfrentaron a los distintos pueblos existentes en la zona. El dominio romano perduró hasta el siglo V d. C, habiéndose localizado abundantes restos en la finca de Casilla, donde se encuentra una lápida ornamentada en la cabecera con una flor cuadripétala: “D(is) M(anibus) s(acrum). Q(uinto) CAEC(i)l(i)o Celi(i) f(ilio)”.

 

Otro epígrafe en el que aparece como dedicante de un ara un norbano (desaparecida): “L(ucius) Nor(ba)/nus Ruf/us Iovi/(a)ram”.  

De hecho, por aquí pasaba una de las calzadas romanas más antiguas de Extremadura, concretamente por la finca de la Roda que está en el margen derecha del río Gibranzos, y Casillas en el margen izquierdo, aprovechando en parte el trazado de un camino natural. Todos los indicios apuntan a que haría su salida de Metellinum a través de su puente romano sobre el Guadiana. Desde este punto su recorrido con una dirección S‑N se identifica con el Camino de la Plata, que después de atravesar los términos municipales de Medellín y Santa Amalia se dirigen a Miajadas en cuyo espacio atraviesa la dehesa de Los Canchales, en la que se han localizado importantes restos romanos. Desde aquí continúa hasta los términos municipales de Montánchez y Valdemorales, pasando antes por las fincas Las Mezquitas, Corchuelo y Vallehondo, rodeando la ladera Norte de la sierra del Saltillo y continua por las dehesas de La Tocona, Casajato, Los Palos, La Dehesa y Quebrada. Salva la Sierra de Montánchez por el puerto del Jabalí y se dirige hacia el pueblo de Torre de Santa María, Vadefuentes y la finca La Torrecilla, para después salvar el Salor por el denominado “Puente Nuevo” y continuar por el espacio de Torremocha por la finca El Castellar y volver a cruzar el río por las inmediaciones y al sur del casco urbano. Existe una desviación de este camino hacia Trujillo, desde Montánchez, para conectar después con Salvatierra de Santiago. Desde aquí de prolonga, durante otro trayecto, penetrando en Ruanes, cuyo casco urbano atraviesa, dejando constancia de ello en su calle principal que significativamente se denomina “Calle de la Roa” o también coloquialmente “Calle Empedrada”.

Después del término municipal de Ruanes, penetra esporádicamente en pertenencias de Trujillo por la dehesa de Piedra Hitilla y se adentra en el espacio de La Cumbre entre las fincas de El Campillejo y dehesa de Roa o Roda, sirve de límite a los pueblos de Santa Ana y La Cumbre, y penetra definitivamente en Trujillo con las dehesas de La Magascona y Solanilla (No hemos de desechar las menciones de Turcalion y Rodacis que se hacen en el Anónimo de Rávena (312, 14‑15).  Conocido también popularmente como Ravennate, es un texto compilado por un cosmógrafo cristiano, hecho en el siglo VII (aproximadamente sobre el año 670), manejando documentación de siglos anteriores (siglo III o siglo IV).

En un amplio perímetro donde localizamos interesantes yacimientos arqueológicos que abarcan desde el Calcolítico hasta la Edad del Hierro.

En un lateral de la casa, muy remozada en los últimos años, encontramos cuatro tumbas excavadas en la roca, que fechamos en el siglo VII d. C., con las siguientes características.

Tumba 1: El largo de este sepulcro es de 1,82 m, su ancho oscila entre 0,42 – 0,45 m y la profundidad máxima es de 0,40 m en la parte S. Hacia el N hay un rebaje paulatino de la profundidad de apariencia más tosca. Posee una cabecera bastante centrada y algo asimétrica en el lado S cuyo largo es 0,09 m, el ancho 0,30 m y 0,25 m de profundidad; presenta un parcial alisado superior; la altura externa de este monumento es de 1,44 – 1,33 m.

 

Tumba 2: Su orientación es de 20º N – 200º S. El hueco interior de este monumento mide de largo 1,74 m, su ancho oscila entre 0,50 y 0,42 m y su profundidad es de 0,37 m. Tiene la cabecera orientada al N y situada en el ancho mayor, es de forma cuadrangular. La roca que sirve de soporte posee algunos retoques tendentes a ser redondeada. La roca está elevada de la actual superficie en torno a 1,30 m.

Tumba 3: Situada junto a las otras tumbas o sepulcros formando una necrópolis. Actualmente se encuentra elevada sobre una gran roca. Tiene una orientación de 70º NE – 250º SW; su longitud de 1,76 m; el ancho es de 0,51 m y la profundidad es de 0,34 m.

 

Tumba 4: Fue tallada en un gran cancho. Tiene una orientación próxima a 20º NE – 200º SW; se realizó con una cabecera, bien trazada; su longitud es de 1,80 m y el ancho oscila entre 0,58 y 0,62 m y la profundidad ronda los 0,30 m. No presenta moldura superior aunque si un pequeño alisamiento. Aún conserva restos de lajas de pizarra y trozos de piedra que la cubrían.

Considerando que se trata de tumbas características del medievalismo y la consideración de incluirlas en los periodos post-romano y altomedieval con respecto a las épocas romana y feudal. Hemos de destacar que a partir del siglo IV es frecuente la alternancia de ritos que conducen a cambios estructurales, a modificar el rito de la inhumación. El hecho de encontrarnos en la zona con restos visibles de villas romanas (especialmente sillares bien escuadrados y cerámicas de construcción y comunes en superficie) y se aprecia la existencia de ciertas estructuras soterradas que parecen corresponder a un hábitat altomedieval, tumbas como las existentes cerca de La Costera o las de Casillas, nos hacen suponer que dichas tumbas excavadas en la roca corresponderían a la época tardorromana, que puede definirse en términos generales como una preponderancia de las estructuras asociadas a las comunidades rurales, en una zona llana, sobre una colina de baja altura, asociado a terrenos de dedicación agrícola y esencialmente ganadera.

Nuestra opinión es que el hábitat tardoantiguo y altomedieval en esta zona estaba vertebrado en torno a núcleos relativamente pequeños, compuestos de distintos focos de hábitat, aunque interconectados entre sí, con una disposición laxa y flexible. Otra cosa muy distinta es su vinculación con un proceso de abandono de las áreas centrales en época romana en beneficio de las periféricas, a causa de la crisis vilicaria. Aunque no podemos aquí profundizar sobre ese asunto, por la ausencia de datos arqueológicos, además las tumbas han aparecido vacías, posiblemente como consecuencia de algún tipo de violación o el paso del tiempo (inclemencias al estar expuestas al deterioro exterior), impidiéndonos encontrar restos en el interior de las mismas.

Es interesante advertir que estamos ante uno de los ejemplos de transformación de una antigua estructura romana en un centro de culto, un cambio que reflejaría además las alteraciones en el sistema social y en la articulación del estatus. Las tumbas sirvieron directamente como depósito del cadáver, son exactamente ataúdes excavados directamente en la roca.

La enorme profusión y variedad de estructuras talladas en roca que aquí se encuentran, proporcionan un conjunto inmejorable para facilitar la comprensión de estos asuntos. Aunque estas afirmaciones parecen confirmar la idea de que las primeras fases de la utilización de las tumbas excavadas en la roca, deben situarse en los siglos tardoantiguos, la asociación de las necrópolis con tales centros de hábitat romanos es, detodos modos, compleja. Las razones estriban en que no se ha constatado de manera fehaciente que exista una conexión sincrónica entre los yacimientos, que pueden corresponder a momentos distintos de ocupación, y en el hecho de que no es segura la adscripción vilicaria de los núcleos señalados. La ausencia de ajuares y la inexistencia de dataciones absolutas lastran cualquier precisión cronológica.

Como hipótesis, puede plantearse que estos lugares sufrieron una remodelación en época tardoantigua, transformada en una zona de hábitat con construcciones de materiales perecederos o en espacios funerarios, produciéndose entonces la eclosión del cementerio. Aunque siempre como hipótesis, la reiteración de los datos en este sentido permite aventurar un origen tardoantiguo de las necrópolis de tumbas excavadas en la roca. De todos modos, los siglos VIII al X marcaron posiblemente el apogeo de esta forma de enterramiento, pudiendo afirmar que el momento de finalización del uso de estas necrópolis debe situarse en la consolidación del poblamiento aldeano y de la parroquia como centro de culto y eje de la articulación rural.

 

La investigación sobre las necrópolis de tumbas excavadas en la roca se ha preocupado muy poco por profundizar en las relaciones que éstas tenían con la organización del territorio y del poblamiento. En nuestro caso, vinculamos estas tumbas con un hábitat disperso que habría surgido tras la época romana, como probaría su emplazamiento en esta zona. Esta distribución de sepulturas aisladas sería un vestigio de necrópolis más extensas. Es como trasladarse a un lugar del pasado en el que el ser humano concedió una importancia tal, que plasmó en el paisaje una impronta que refleja como en muy pocos otros lugares su más profunda e íntima personalidad, encontrándonos ante un paisaje que se eleva con respecto a la zona circundante formando una pequeña llanura, condicionado por el clima que lo circunda, por la humedad que procede de los arroyos que allí nacen.

 

Estas tumbas aparecen en los lugares más dispares, aunque en una geografía precisa, en diferentes disposiciones y orientaciones y con distintas formas. La orientación de los sepulcros excavados en los lanchares y bolos graníticos está condicionada por la disponibilidad de superficie apta, distribuyéndose anárquicamente. Algunas responden a un tipo de enterramiento en el que la fosa era excavada directamente en la roca, solían ser de formas ovaladas y fusiformes (de bañera), y en ocasiones de forma antropomórfica (reproduciendo la silueta del muerto) algunas incluso con la forma de los hombros y rebaje para la cabeza. Estas tumbas antropomórficas se conocen con el nombre de "olerdolanas" por haberse documentado por primera vez en el yacimiento de Olérdola, provincia de Barcelona. El rito de inhumación estaba relacionado con las costumbres cristianas autóctonas, se lavaba y ungía el cadáver, envolviéndolo después en una sábana de lino para luego depositarlo dentro de la fosa directamente y sobre el cadáver se echaba arena y finalmente se sellaba la tumba con lajas de piedra. También destacamos las de tipo bañera o “fusiformes”, y antropomorfas. Podemos interpretar, incluso,  que algunas de las primeras comunidades cristianas quedaron aisladas y dispersas por la zona, en tiempos de plena dominación romana de toda la Península, y permanecieron aisladas durante épocas posteriores, al menos hasta la etapa visigoda.

 

También hay quienes defienden -muy respetablemente- la procedencia visigoda o medieval, exclusivamente, de este tipo de yacimientos. Podemos certificar la existencia de un núcleo cultural, reconociendo un lugar sagrado común para la práctica de ritos de inhumación. Esto explicaría en parte la diversidad de tipos coincidiendo en un mismo espacio. Una teoría interesante, porque hay que considerar que no estarían compartiendo exclusivamente la “necrópolis”, sino el territorio en el que ésta, que sería un centro ritual.

Las grandes villas tardorromanas y altomedievales (siglos IV-XI) de los latifundios extremeños poseían todas las instalaciones necesarias para el mantenimiento y la subsistencia del asentamiento, entre ellas la prensa de aceite y el lagar del mosto, el horno, la herrería, la basílica, la necrópolis, los talleres, etc.

En los suelos arenosos de la extensa tierra cacereña, desarrollados a partir de la meteorización de los batolitos graníticos, se encuentran diseminadas gran cantidad de villas rústicas tardorromanas, hispanovisigodas y mozárabes, en las que podemos encontrar plataformas de prensado de aceitunas, y junto a ellas, cilindros contrapesos, molas olearias, pilas para recoger el aceite, amén de un sin número de sarcófagos antropomorfos, excavadas todas in situ sobre las mismas rocas graníticas o bien, algunas pocas, en las duras areniscas pizarrosas.

La mayoría de estos asentamientos fueron abandonados durante la invasión musulmana, pero posteriormente serían ocupados y cristianizados por los nuevos colonos procedentes de los reinos castellano y leonés, quienes reutilizaron sus viejas piedras y levantaron ermitas.