TRUJILLO, SOLAR DE CONQUISTADORES, CUNA DE FRANCISCO PIZARRO
Ancha es Castilla, y las
que fueron sus tierras en otras épocas son el empuje vital de sus ánimos. En la
profunda y dura Extremadura es el berrocal la excelencia de su configuración
topográfica, sus encinares son la esencia de sus ansias por la aventura, por
escribir páginas históricas.
En torno a Trujillo, el
Peñascal y el Berrueco son la forma peculiar de su suelo por naturaleza, así es
que el hombre nacido sobre esta cantería habría de ser duro. Por eso aquí lo
pensado fue ejecutado sin dilación, lo soñado fue vivido con decisión. Los
sueños al socaire de lo sencillo no suelen conducir a grandes empresas, mas lo
soñado sobre el berrocal o al cobijo de la áspera encina tiene que ser amplio y
heroico. Por eso lo fueron las empresas llevadas al nuevo mundo desde aquí, por
eso la inmensidad del esfuerzo realizado y lo inconmensurablemente de su
acción.
El fuero extremeño fue
llevado hasta la otra orilla o sean a desde Trujillo por la figura señera, la
tenaz osadía de Francisco Pizarro. El empuje de este extremeño audaz hizo
solidario del al gran solar hispano. Y por tal arrojo, en ese soñar y realizar
tan grande está presente lo estará siempre Extremadura.
Trujillo en una plaza mayor
con todo lo que debe tener una plaza histórica, sus porches provincianos con
sabor de siglos, su antigua casa consistorial de arquitectura señorial, sus
palacios nobles para aureolar la aristocracia de la plaza, su iglesia de San
Martín con su reloj para contar el tiempo histórico de la ciudad, y en medio su
pilar y su sol veraniego extremado y extremo.
Pero sobre todo esto, en la
plaza mayor de Trujillo está la figura ecuestre de Pizarro, modelado en bronce
tan duro como él, con su casco plumeado, su coraza y su caballo que trotar para
alcanzar el centro de la plaza, pues lo dejaron al borde de ella. Esta es la
plaza mayor de Trujillo, palenque para la figura de los conquistadores y
palestra para su fama. Es, pues, plaza de armas para torneos y, además, para
profesiones y para festivales.
Francisco Pizarro nació en
Trujillo, era hijo natural del famoso capitán don Gonzalo Pizarro, destacado
Guerrero. Al gran capitán. Francisco Pizarro fundó la ciudad de Lima y fue
émulo de Hernán Cortés y de Núñez de Balboa. Jamás le abatieron las fatigas de
la guerra, demostrando una robustez a toda prueba. Sin medios, al principio,
para ejecutar sus proyectos, se asoció con Diego de Almagro y Fernando de
Luque, jurándose mutua colaboración en el reparto de sus conquistas y botines
de guerra. Primeramente se dirigió a la expedición de las costas del sur,
disponiendo tan sólo de una nave con la que se lanzó hacia el Ecuador en
peligrosas singladuras, pero el hambre, la fatiga y los indígenas le hicieron
desistir.
El gobernador le envió un
barco para obligarle a regresar, y esto fue lo bastante para confiar su ánimo,
haciéndole sacar todas osadía y valor. Y trazando el suelo una raya con su
espada, pronunció estas palabras que han pasado a la historia: “ el que quiera
seguir la senda de los peligros y de la fortuna, salve esta raya y quédese
conmigo, los demás pueden volverse a Panamá”.
Crece sólo se quedaron con
él, marchando la expedición a la isla de Gorgona, uno de los peores terrenos de
América, poblados por salvajes que pasaban desde el continente. Allí les vino a
socorrer un barco enviado por sus compañeros, con el cual descubrió las costas
del Perú y tomó tierra en Tumbez, más disponiendo de pocas fuerzas se trasladó
al Itsmo para adquirir refuerzos. No encontró en Panamá lo que deseaba, por lo
que regresó a España, pidió protección al gobierno y volvió nuevamente América,
donde, a pesar de ir provisto de títulos oficiales y de ser ayudado por Luque y
Almagro, apenas pudo armar tres navíos dotados con 180 hombres, 80 caballos y
dos piezas de artillería.
Con tan escasas fuerzas se
atrevió a atacar a una nación extensa como Perú, ya bastante civilizada, con su
gobierno, su religión, su agricultura y sus artes: en una palabra, una nación
regularmente constituida y organizada. Después de un considerable número de
encuentros, escaramuzas y combates, consiguió rodar el golpe de gracia los
incas en la batalla de Cajamarca, en la que destrozó a los enemigos que,
aturdidos ante los caballos de su tropa, animal allí desconocido entonces
todavía, huyeron aterrados abandonando a Atahualpa, que fue prisionero. Esta
jornada decidió la suerte del Perú. Atahualpa fue juzgado y decapitado, y los
españoles se vieron dueños de aquella vasta región, en la que los indígenas,
dispersos y divididos, se rindieron sin condiciones con los caciques Cuzco y Quito a la cabeza. Almagro adelantó sus
descubrimientos hasta Chile. Pizarro pensó en colonizar para España aquel vasto
territorio que había ocupado, y este fin repartió entre sus gentes los terrenos
conquistados y echó los cimientos de la ciudad de Lima, en el año 1535.
Lima que habría de servir
de capital del nuevo imperio, se convirtió poco tiempo en una respetable
población, estratégicamente construida. Pizarro, halagado con sus triunfos y
con la tranquilidad que rodeaba su colonia, en un hombre dichoso, su corazón y
su gran simpatía le hacían acreedor al cariño de las gentes. Almagro había
vuelto también triunfante de Chile y no quería reconocer a nadie superior a él
unto y Pizarro, por igual razón, tampoco se avenía a ocupar un puesto
secundario. Y vino la guerra entre ellos. Aquellos dos jefes que al principio
se habían jurado mutuo husillo protección, y que al comienzo de la conquista
marcharon de común acuerdo, querían ambos ocupar la jefatura de la colonia
peruana, y esto, repercutido en sus compañeros y subordinados, fue aprovechado
por los naturales del país para crear sublevaciones.
Estos enfrentamientos
acabaron en sangre, declarándose la guerra entre los partidarios de uno y otro,
y después de varias vicisitudes, Almagro fue vencido con los suyos o las tropas
de Pizarro, siendo aquel jefe hecho prisionero. Almagro había perdonado a
Gonzalo y a Hernando Pizarro, parientes del conquistador del Perú, cuando
estuvieron prisioneros del primero, pero Hernando, cuando tuvo en sus manos la
suerte de Almagro, se manchó con la ingratitud, haciendo matar a su rival en la
ciudad de Lima en el año 1538. Todo quedó en tranquilidad con la muerte de
Almagro, pero habiendo dejado este un hijo de espíritu guerrero, a quien
Pizarro cedió una parte de las conquistas de su padre, se unió a sus
partidarios eran numerosos y después de un acto de conspiración y rebeldía
atravesaron la plaza sin que nadie les opusiera resistencia y entraron en el
palacio de Francisco Pizarro. Éste se defendió heroicamente, mas a pesar de
ello fue vencido y asesinado su propio dormitorio. El conquistador del Perú y
fundador de Lima acabó allí su vida el día 26 junio de 1541, quedando la
colonia entregada a una guerra civil que por muchos años de sólo su suelo. Poco
antes de su muerte, el emperador Carlos I le había concedido los títulos de
marqués de Abatillos y de marqués de las Charcas, por cuyos nombres apenas se
le nombra en la historia.
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