sábado, 26 de abril de 2025

 

ÁLVARO GÓMEZ BECERRA

  

El absolutismo monárquico europeo, que pretende abrirse camino en los albores de la Edad Moderna y que triunfa en el siglo XVIII, es suplantado por el Estado liberal y constitucionalen la centuria siguiente. El naciente Estado, como persona jurídica y elemento fundamental del Poder, configura la nueva forma política de acuerdo con lo que establece la Constitución, vaciando de funciones a la figura regiadel Antiguo Régimen, como persona natural. La penetración material del constitucionalismo en España, con la pretensión de cristalizarse en una realidad política, se produce durante el período invasor de los Bonaparte. Las Cortes generales y extraordinarias reunidas en la ciudad de Cádiz decretan y sancionan la Constitución de 1812, influenciada por el iusnaturalismo racionalista ilustrado y por el proceso constitucional francés,que había propulsado un Estado liberal de Derecho en los últimos años del Dieciocho.

 

A este fenómeno alterador de la realidad política ha de sumarse, de forma encadenada y simultánea,el drama que supuso el estallido de la guerra de independencia nacional cuya finalidad era la expulsión de los francesesinvasores. En este escenario bélico patriótico y, a la vez, liberal y constitucional es en donde hemos de situar las primeras acciones del cacereño Álvaro Gómez Becerra (1771-1855).

 

Nació en Cáceres el 26 de diciembre del año 1771, era hijo de Pedro Joaquín Gómez, procurador de número de la villa de Cáceres y de la Audiencia de Extremadura, y de Teresa de Jesús Becerra Figueredo. Su familia estuvo muy ligada a la familia Ulloa y Vasconcelos. Sus abuelos paternos fueron Vicente Gómez de Solís y Ana Flores de Solís; y los abuelos maternos, Juan Becerra y María Teresa Ruiz Figueredo.

 

Fue bautizado en la iglesia de San Juan de los Ovejeros el 1 de enero de 1772. Después de una tierna infancia en Cáceres y después de haber recibido y terminado la instrucción correspondiente a su clase entre su familia, atendiendo a sus recomendables méritos siguió la trayectoria profesional de sus familiares, Álvaro Gómez Becerra llegó a Salamanca en 1789 a estudiar leyes, a ese emporio de las letras españolas cuando la Universidad se encontraba en pleno auge, con insaciable aspiración por conocer las materias jurídicas.

 

Tras su formación jurídica en la Universidad de Salamanca a finales del siglo XVIII, Gómez Becerra vuelve a su Cáceres natal para practicar la abogacía junto a una naciente y revulsiva Real Audiencia de Extremadura. Con la invasión francesa,manifiesta una actitud patriótica múltiple, que le lleva al cargo de Corregidor de Cáceres en 1809, como autoridad delegadadel gobierno central en la demarcacióndel corregimiento y presidente local de la ciudad cacereña. Con la extinción de los corregimientos, de origen bajomedieval, la Regencia española nombra Jefe Político de la provincia única de Extremadura a Álvaro Gómez Becerra en 1813; este nuevo órgano constitucional se conformacomo delegación política territorial del Gobierno central del Estado.

 

Junto a este órgano, las Cortes de Cádiz crean las denominadas Diputaciones provinciales, presididas por losmismosJefes Políticos; la Diputación de Extremadura se había constituido ya en octubre de 1812, aunque las Cortes la disuelven por encontrar vicios de nulidad, instituyéndose finalmente al año siguiente bajo la presidencia de Gómez Becerra.Las recientes Diputaciones ejercerán el control y vigilancia política y económica de las corporaciones locales, además de potenciar el desarrollo del territorio. El Jefe Político será el vínculo entre el Gobierno y la Diputación, configurándose una estructura jurídico-pública centralista y uniformista, propia del Estado liberal.

 

El regreso al absolutismo, reconduce a Gómez Becerra a la abogacía, ya en Madrid, desde donde alimenta su proyección política progresista con otros compañeros adeptos. El Trienio Liberalle devuelve brevemente su cargo de Jefe Político de Extremadura y, consecuentemente, también de Presidente de la Diputación extremeña, antes de pasar a la Jefatura Política de Toledo. El regreso al liberalismo estuvo plagado de continuas dificultades a sortear. La reacción de los realistas frente a la política transformadora constitucional dificultó enormemente la aplicación de la restaurada legislación de Cádiz.En estos momentos de exaltación revolucionaria, Becerra es elegido en 1822 diputado a Cortes por Extremadura e incluso presidente del órgano legislativo. La caída del Trienio le arrastra al exilio en Malta y finalmente en Francia; en estos años fijará por escrito la historia de las Cortes de 1822 1823 o temas relativos a su pensamiento político y el sistema constitucional.

 

La muerte de Fernando VII le permite acogerse a la amnistía posterior y regresar a España. En 1835, ya encontramos a Gómez Becerra encumbrado al complejo ministerio de Gracia y Justicia con el gobierno progresista de Juan Álvarez Mendizábal, habiendo de participar en espinosas decisiones como la desamortización eclesiástica o la expulsión de los jesuitas. Se mantendrá hasta la caída de Mendizábal, volviendo a ocupar durante un año esta misma cartera en 1840 con el gobierno progresista de Baldomero Espartero.Incluso, ante la llamada del regente del Reino, volverá al ministerio de Gracia y Justicia en 1843 con el añadido de la presidencia del Consejo de Ministros, que conservará hastala caída del general Espartero meses más tarde, trasel derrumbamiento progresista por los moderados de Narváez.

 

Gómez Becerra alterna su frenética actividad política con la actividad judicial, al acceder a magistrado del Tribunal Supremo en 1836, que reforzará en 1847. Durante el período progresista, es elegido diputado por Cáceres en diferentes ocasiones (la antigua provincia de Extremadura se había desdoblado en 1822 en las provincias actuales); también accede a presidente de la Cámara Baja.Igualmente, lo encontramos como senador electivo por Badajoz y más tarde por Toledo, llegando a presidir el Senado en dos ocasiones. Ya en la Década Moderada, en 1847, el gran defensor del sistema constitucional, ya longevo, es reconocido por la reina con el nombramiento de senador vitalicio; pero esto no impedirá que, al año siguiente, Narváez le confine en Cuenca durante unos meses por conspirador progresista. En los años siguientes, Gómez Becerra vivirá apartado de la política, cerrándose con él uno de los períodos más arriesgados, pero relevantes, de la historia española.

 

El cacereño Álvaro Gómez Becerra fue uno de los personajes más importantes de la vida pública nacional durante la primera mitad del siglo XIX. Uno de los más destacados juristas y políticos de la historia de Extremadura, alcanzando los principales cargos públicos de la época: Regente de la Audiencia de Aragón en 1833, Ministro de Gracia y Justicia en 1835, diputado en Cortés por Cáceres, magistrado del Tribunal Supremo, Presidente de las Cortes Constituyentes en 1836, Presidente del Senado en 1842, Presidente del Consejo de Ministros en 1843.

 

Es, por tanto, el cacereño más activo en la vida política de España, ocupando en la primera mitad del siglo XIX los principales puestos políticos y judiciales de la época. En Cáceres los franceses estuvieron a punto de fusilarlo el 22 de marzo de 1810. Ocupó a lo largo de su vida la jefatura de los tres principales poderes del estado: ejecutivo, legislativo y judicial.

 




La trascendencia de Álvaro Gómez Becerra no es sólo política; es también intelectual. Destacamos su actividad como escritor, compaginándola con la vida pública o política con dedicaciones intelectuales, literarias o sociales. Aunque no se sintió muy satisfecho con su obra escrita, tal y como manifiesta en varias ocasiones a la escritora romántica Carolina Coronado.

 

Fue el principal responsable de la publicación de un periódico que editó en el seno de la Asociación de Cáceres y que comenzó el número 1 el día 11 de enero de 1813 con una alocución suya dirigida a los subalternos de su Juzgado de primera instancia de Cáceres, expresándoles sus obligaciones. Fue un gran humanista y un buen conocedor de la historia: Memorias, ensayos políticos y jurídicos. Entre ellas destacamos las siguientes:

Apuntes para la historia de las Cortes en 1822 y 1823, La Cemogia o Constitución de un pueblo, que es un alegato en favor del sistema constitucional escrito en Marsella.

La anti-cemogia, obrano terminada, porque al capítulo tercero salió de Marsella, donde estaba exiliado y abandonó la idea de terminarla. Programas del Ministerio López, que son ensayos de jurisprudencia, con un fuerte compromiso político, utilizó argumentos históricos para justificar sus posturas en los conflictos jurídicos; obra precedida por un proyecto de constitución del estado, en el que se percibe la idea ilustrada de progreso, en el que intenta allanar el camino del progreso, liberando al colectivo popular de prejuicios. Fueron publicados en Reus, por un sobrino suyo.

 

Mi destierro a Cuenca, memorias íntimas de sus experiencias durante el destierro, uno de los episodios más dramáticos de la vida de Gómez Becerra, por encontrarse lejos de su tierra natal, como si estuviera privado de libertad, el tiempo fue diluyendo ese doloroso recuerdo, transmitiéndono su estado de angustia; aún así, nos muestra que su estancia en Cuenca fue fructífera desde el punto de vista formativo.

 

En su hogar madrileño y contando con el aprecio general, Gómez Becerra, el político que había prestado con infatible celo servicios a su patria, murió el día 23 de enero del año 1855, en el nº 11 de la calle de los Señores de Luzón, en el conocido barrio de Palacio de Madrid. Tenía 84 años de edad. No quería que fuera excesiva la pompa en su entierro. Con una emotiva ceremonia fue enterrado en el desaparecido cementerio de la Patriarcal, situado entre las calles de Joaquín María López, Donoso Cortés y Magallanes. Este cementerio había sido construido en 1849 y será clausurado en 1884.




martes, 22 de abril de 2025

 

LA PLAZA DE TOROS DE CÁCERES. PLAZA DE CULTO

 

Esta ermita se encuentra en el Paseo Alto, en la propia capital cacereña, próxima a la Plaza de Toros que recibió el nombre de la propia ermita, Plaza de Toros de los Mártires.

La Plaza de Toros se construye entre los años 1844 y 1846, según las trazas del ingeniero Secundino Pelilla, encargándose de las obras de construcción Tejada. Tiene una extensión de 4073 m cuadrados y 45 m de diámetro, con un aforo de 7000 espectadores. La primera corrida se celebró el 6 de agosto de 1846 con los diestros José Redondo, “Chiclanero” y Gaspar Dias, con toros de Gaspar Muñoz. En esa misma fecha, Pascual Madoz la define como “la mejor plaza de España”.

 

El edificio se configura con el exterior en tres pisos: el primero con arcos ciegos, de sillería, en cada uno de los cuales se abren ventanas o puertas adinteladas rematadas con ventanas y hornacinas de medio punto, a modo de medias lunas. El segundo cuerpo se corresponde con los palcos del primer piso, definiéndose sucesivos tramos encuadrados por cornisas de cantería y pilastras adosadas, de sillería falsa, abriéndose ventanas pareadas, de medio punto, en cada uno de estos tramos. El último piso coincide con el segundo nivel de palcos, con las mismas características que el anterior, si bien aquí las ventanas son de menor altura. Todo ello se corona por otra cornisa y se remata con el tejado anular vertiendo a dos aguas. En el interior presenta un tendido con doce gradas de cantería labrada, a las cuales se accede por los vomitorios abiertos en la primera de las gradas, con su angosta adosada al callejón; también se accede desde la parte superior a través de las escaleras principales.

La ermita fue construida en el año 1860 en sustitución de la vieja ermita de los Mártires, que había  sido demolida para  poder construir en  su  lugar  la Plaza de Toros. De la antigua ermita tenemos constancia documental de que fue ejecutada en la primera mitad del siglo XVI por el cantero trujillano Sancho de Cabrera, también tenemos constancia documental que ante el Arcediano de Plasencia don Francisco de Carvajal, acordaron Andrés Alonso y Diego de Roa “acabar la capilla de los Mártires en fin del mes de mayo primero que verná del año treynta e ocho (1538)”. Se le daría toda la piedra que estaba en el contorno de dicha iglesia, así de cantería como de otra cualquiera y la cal, arena y madera que estaba dentro de la dicha iglesia y el Arcediano les habría de pagar 35 maravedíes. Se entiende claramente que la iglesia o ermita de los Santos Mártires ya estaba construida y que los canteros Andrés Alonso y Diego de Roa lo que construyeron fue una capilla en el interior de la ermita. El cantero Gaspar Catalán ejecutó hacia el año 1574 el portal de la ermita, ya desaparecido, que se apoyaba sobre la entrada y los laterales de la fachada de las capillas de la ermita, consistían en cinco portales separados por columnas de base y capitel toscanos, con arcos abovedados rebajados[1], la obra fue rematada en la segunda mitad del siglo XVI por Juan Mateos y otros maestros alarifes que fueron sus fiadores como Juan Michel y Gonzalo Martín.

 

La nueva ermita se ubicó próxima al coso taurino pero emplazado en un lugar más elevado. Es un edificio de mampostería enjalbegada. Se accede al interior con arco de medio punto en la fachada de los pies, sobre la que se eleva una sencilla espadaña con vano de medio punto. En su interior presenta una nave cubierta con bóveda de cañón, cabecera semicircular cubierta con bóveda de cuarto de esfera y dos sacristías simétricas, cuadradas, a los lados de la capilla mayor.

 

En su interior se conserva un óleo sobre lienzo del martirio de San Sebastián, del siglo XVII. También una escultura de la Virgen del Rosario con el Niño Jesús, de vestir, obra popular del siglo XVIII. Y se conservan dos imágenes que representan a los Santos Mártires San Fabián y San Sebastián, de escaso valor artístico, ya que las imágenes originarias han desaparecido.

 

1.- Portales de la ermita de los Santos Mártires

 

Es condición que el oficial que se encargare de hazer el portal de la yglesia de los mártires será obligado a hazer quatro colunas de cantería con su basa y capitel y salmeres de cantería y lo demás de las bueltas an de ser de ladrillo entiendese que an de ser los arcos de la delantera del portal de un ladrillo de grueso y otro de alto y esto an de ser cinco arcos como se muestra en la traça.

Más a de aver dos arcos a los lados de ladrillo con sus salmeres de cantería y las frentes del pie derecho a de ser de cantería y entiendese que a la parte donde an de salmerar en la pared de la yglesia no a de aver pié derecho de cantería más del salmer donde naça la huella del arco ansi de la una parte de lado ques hazia el camyno del Casar como hazia lalberca.

Yten es condición q. las esquinas que an de servir destribos de estos arcos que an de ser de cantería hasta el tejado y por la parte de la delantera de los arcos an de tener quatro pies destribo y el pié derecho con su salmere de cantería y por los lados onde rresponden a de tener el estribo cinco pies y entiendese que estos pies derechos de los lados an de ser de ladrillo y medio de grueso y an de ser de cantería los pies derechos y salmeres como arriba esta dho y la buelta del arco de ladrillo y medio de alto el grueso y el punto lo que convenga.

Y quel oficial será obligado a desazer los tejados y los sillares de agora están hechos y antepecho, poyos y las gradas que fuere menester hazer para hazer la dha obra y ansi mismo bolver a hazer los dhos antepecho y poyos como agora están y el tejado maderillo y escañallo y echalle un solo de cal y una ala de ladrillo encima a costa del oficial a se le dar al oficial cal y arena y madera y clavazón y ladrillo y caña y alguna piedra de manpuesto si fuere menester y teja si faltare y entiendese que las pagas se darán en quatro partes la una en obligandose y la otra en trayendo la cantería que fuere menester al pie de la obra y la otra parte en estando asentada la cantería y la otra parte acabada la obra entiendese que an de dar fianças  a contento del mayordomo y a deponer mayordomo un oficial de su parte y el oficial que hiziere la obra y otro para que estos dos oficiales la vean y tasen con juramento si está conforme a la traça y condiciones de la obra y toda esta obra ha de ser encalada y cintada por dentro y por de fuera de cantería falsa y el oficial en que se rrematare la obra a de dar un ducado al oficial que hizo la traça y condiciones.

Mas el oficial en quien se rrematare la dha obra ha de ser obligado a enlosar el altar questá en el dho portal, entiendese que a de ser a la rredonda del dho altar losado que cada losa tenga media vara de ancho a lo menos un pie de estas losas an de bolver por la parte de afuera que haga una coxada. Gaspar Catalán. El contrato que otorgó el rematante Juan Mateos con sus fiadores Juan Michel y Gonzalo Martín fue ante Alonso de Figueroa, 9 mayo de 1574. 

 

 





 

 

 

 



[1] Escritura correspondiente en el registro notarial de Alonso de Figueroa, 9 de mayo de 1574. Cit. Pulido y Pulido, 1980, 116.

sábado, 19 de abril de 2025

 

Día de la Luz en Arroyo de la Luz (Cáceres)

 

La Semana Santa en Arroyo de la Luz es una celebración de profunda devoción y tradición que culmina en el emblemático "Día de la Luz". Durante esta semana, las calles del municipio se llenan de fervor religioso y actividades culturales que reflejan la identidad de la comunidad.

A lo largo de la Semana Santa, se llevan a cabo diversas procesiones que recorren las principales calles de Arroyo de la Luz. Estas procesiones destacan por la solemnidad y el recogimiento de los participantes, así como por la belleza de los pasos e imágenes que se exhiben. El programa típico incluye Vía Crucis nocturno, Santa Misa vespertina seguida de una procesión el Jueves Santo y, posteriormente, la Hora Santa. El Viernes Santo, la celebración de los Santos Oficios y procesión del Santo Entierro.

Estas actividades permiten a los fieles conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, manteniendo vivas las tradiciones religiosas del municipio.

El "Día de la Luz" es la festividad más emblemática de Arroyo de la Luz, celebrada cada Lunes de Pascua en honor a la patrona, la Virgen de la Luz, celebración combina elementos religiosos y festivos. Según la tradición, en 1229, durante una batalla entre cristianos y musulmanes, una luz divina apareció sobre una encina, guiando a los cristianos hacia la victoria. En agradecimiento, se erigió una ermita en la Dehesa de la Luz.

Aunque ya son cientos de años los que venimos celebrando con inusitado interés nuestro día más grande, no siempre, como todo el mundo podrá entender, el Día de la Luz se ha celebrado como ahora lo hacemos, ni mucho menos. Bien es cierto que siempre la fiesta fue espectacular en cuanto a la vistosidad de sus carreras de caballos, al menos en los últimos cien años de nuestra historia, pero el resto de la conmemoración de esta jornada siempre estuvo mucho más ligada a nuestra Virgen de la Lucena- de la Luz, la dehesa (ambos aspectos durante las primeras horas de la mañana), la comida familiar del mediodía ya en el pueblo, los espectáculos taurinos y los bailes de la noche en los distintos establecimientos, diversión última donde todos los arroyanos lucían sus mejores galas y donde el jolgorio y la diversión era común a todos los grupos sociales. Con el paso de los años este Día de la Luz quedó casi como una fiesta mayoritariamente lúdica y ajena, por consiguiente, a la devoción religiosa, de ahí que desde el año 1930, los arroyanos institucionalizaron una jornada exclusiva de homenaje y acompañamiento a la Virgen en su ermita y en su dehesa, lo que todos conocemos como el Día de la Romería.

 

Por consiguiente, el conocido como Día de la Luz comenzó a celebrarse como fiesta anual y religiosa prácticamente desde el mismo instante en que los arroyanos fijaron como residencia habitual el espacio que ahora ocupamos. Una vez abandonado el anterior emplazamiento de la dehesa, y dejando allí la ermita y la imagen de la Virgen, los arroyanos marchaban año tras año durante la Pascua Florida en devota procesión para honrar a su “Virgen de centeno y azahar”. Constancia escrita en los archivos parroquiales de esos momentos piadosos lo tenemos desde mediados del siglo XVI, cuando, por ejemplo, un visitador del obispo de Coria nos describió nuestro gran día con las siguientes frases: “aviendo visitado el dicho señor Visitador la dicha hermita de la Luz y aviendose hallado en ella el segundo día de Pascua de Flores que es el día questa Villa tiene devoción de ir en procesión a ella, hallo que tenía gran necesidad de abrirse una puerta a la parte del mediodía a donde al presente tiene un altar en que solían decir misa en dicha día fuera de dicha hermita”.

 

Por tanto, esta festividad tenía en origen un carácter eminentemente religioso, todos los arroyanos en masa y en piadosa procesión acudían desde el pueblo y bien de mañana hasta la ermita. La multitud concentrada en los alrededores de la misma era tan elevada que resultaba casi imposible decir el oficio en el interior del templo. En estas circunstancias, resultaba necesario realizar una misa de campaña. Concluido el oficio a media mañana, y una vez conocido quién iba a ocupar la mayordomía de la Virgen de la Luz durante ese año, una información que se desvelaba a los feligreses ese mismo día, se producía el regreso de todos los arroyanos a sus respectivos hogares. Con el paso de los años, los más pudientes dejaron de acudir a la ermita a pie, sino que llevaban sus mejores corceles y acudiendo con sus mejores galas. De ahí que poco a poco, el regreso de esos caballos con sus jinetes que partían desde la dehesa cuando entendían que el “pueblo” ya había vuelto, se convirtió en un acontecimiento espectacular en la calle principal de la localidad, la Corredera, que se llenaba de “curiosos” para admirar la llegada y el lucimiento de esos jinetes.

Esa entrada en el pueblo se realizaba por la ermita de los Santos Mártires (San Sebastián), al principio el paseo era con un trotar pausado y ostentoso que muy pronto fue transformándose en carreras mucho menos juiciosas y a galope tendido que acababan en la plaza principal del pueblo y próximo a la Iglesia de la Asunción. Varios son los poetas arroyanos que han descrito estas carreras de manera sublime. Entre ellos Pedro Caba, Vicente Criado Valcárcel, Juan Ramos Aparicio o Eladio Sanjuán. No obstante, particularmente me quedo con las líneas que nos legó otro “maestro” en esto de componer versos, Juan Luis Cordero Gómez. Efectivamente este poeta publicó en 1944 su famosa “La Romería de la Luz” describiendo en un fragmento del poema “La Encina”, las populares carreras de caballos cuando Romería y Día de la Luz eran todavía la misma festividad. O lo que es lo mismo, una descripción de la fiesta de antes de 1930:

“Desde el Santo hasta la plaza

hormiguean las aceras

y en ventanas y balcones

gentes curiosas se aprietan

por presenciar el desfile

y comentar peripecias;

que ya regresan al pueblo

los que al santuario fueran.

Con estruendo y brío

la vanguardia llega

en un galope que arranca

chispas de lumbre a las piedras.

Son los que la tradición

antañona representan

gente moza un poco loca,

los héroes de la carrera.

Mozos de fibra y de empuje

y casados que mocean

con caballos corredores

o con mulas de las que pegan.

Ímpetu que se desbordan

en exaltación frenética

un atavismo de raza

que surge con inconsciencia”.

 

En estas circunstancias, la parte religiosa que comenzaba en la ermita a las 10 de la mañana se celebraba con una rapidez extraordinaria porque a las 12 ya estaban preparados los caballos en la explanada de San Sebastián, y todo el mundo deseaba verlos, incluidas, por supuesto, las autoridades locales. En alguna ocasión el párroco de la villa se quedaba casi solo en la ermita y con la palabra en la boca, “(…) Termina al fin el bellísimo discurso y continúa la misa. Pero ya los romeros impacientes requieren sus cabalgaduras y vehículos para regresar al pueblo”, dirán algunos documentos periodísticos de la época. Todo el mundo retornaba apresuradamente y, por consiguiente, la Romería de la Virgen de la Luz, se convirtió, de facto, en el día de las carreras de caballos[1].

Debido a ello, la mayordomía de Lorenzo Martínez Marín (1927-1931), pensó que se debía dedicar un día exclusivo de homenaje a la Patrona casi dos semanas más tarde (y no tres días, como afirma sin pudor alguno en una fuente oficial vista el 25 de marzo de 2018, y desde hacía varios meses). Con ello se logró que todo el pueblo acompañase a su Virgen en la dehesa durante toda la jornada de domingo, y sin prisa alguna para regresar al pueblo, y siempre previo novenario que se celebraba en su honor. De esta forma, el primer día de Romería siguiendo estos nuevos parámetros tuvo lugar el 4 de mayo de 1930.

También es cierto que además de los caballos del Día de la Luz, y antes de la procesión de comitiva oficial y con el clero a la cabeza, también pasaban por la Corredera numerosos carros y algunos camiones que regresaban de la dehesa, otros con burros y otras “cabalgaduras más heterogéneas, jacarandosa y más pinturera”, que diría nuestro poeta Cordero Gómez. Un espectáculo visual que no eran otra cosa que el antecedente más próximo a los que desde la década de los sesenta del siglo pasado y hasta la actualidad, conforman las espectaculares carrozas del Día de la Luz, otro de los atractivos esenciales de nuestra gran fiesta local.

 

Muy pronto estas carrozas tuvieron una vistosidad plástica que fueron muy bien recibidas por los más jóvenes de la población. Raro será el arroyano, e incluso los forasteros, que a lo largo de su vida no haya participado en alguna ocasión de la fiesta subido a un remolque. Ya la elaboración de las carrozas en la semana anterior y en cualquiera de los “tinaos” de la localidad, se convertía en una auténtica fiesta previa de amigos. Bien fuese en carroza típica (la almazara, la siega, la pela, la herrería, la vendimia, y tantas otras) o en artística (un, dos, tres, responda otra vez, Curro Jiménez, el planeta de los simios, España, el cuento y el tebeo, etc.), la participación de los arroyanos en su festividad más añorada fue siempre, y será, intensa.

Por consiguiente, la celebración del Día de la Luz, se ha convertido en una atracción donde lo religioso y lo profano-lúdico continúan entremezclándose en perfecta simbiosis. Una festividad que ojalá algún día pueda también rebasar lo puramente regional y sea catalogada como fiesta de interés turístico nacional

La romería actual es una celebración multitudinaria donde se dan cita casetas, bailes, músicos, vendedores ambulantes y romeros que acuden a la dehesa en un singular ambiente festivo.  La romería antigua era una fiesta íntima, sólo de los vecinos de Arroyo de la Luz, el paisaje y la gente sigue haciendo armonía. El carro de mulas, el caballo, los boriquillos, diseñaban el entorno familiar, concentrados alrededor de la ermita.

Los vecinos del municipio y van en procesión hasta la ermita de su patrona y posteriormente en carros en carretas. Ese día la misa se decía al aire libre, de campaña, en un altar que estaba situado en uno de los lados de la ermita.

Al finalizar la ceremonia religiosa tiene lugar la carrera, que fue una consecuencia de la fiesta. Al volver los hombres de la romería con sus caballos enjaezados y sus mujeres agrupa. La gente del polo sale a la calle principal, La Corredera, a disfrutar del espectáculo y del colorido de los jinetes tan vistosos y engalanados.

En la actualidad, la fiesta se inicia con la procesión festiva, cívico y religiosa, que sale de la parroquia de la Asunción a la suma de la mañana, encabezada por la Cruz parroquial con todas las banderas y estandartes de las cofradías. Sigue el clero y detrás todas las autoridades locales, acompañados por una banda de música. Los vecinos salen a la calle principal, La Corredera, que son el itinerario de esta profesión, que llega hasta la plaza de San Sebastián, de donde sale la procesión con la Virgen de la Luzen medio de la emoción. Ya en la ermita de Nuestro Señor de la luz, hay una misa solemne con salmón y una vez terminada la celebración religiosa se retorna al municipio.

Los caballos se concentran en la plazuela de San Sebastián, ofreciendo una imagen plástica única, partir de las 12, lanzados calle abajo en carrera frenética desafiando la muerte entre el público asistente. Las carreras se suceden con vertiginosa rapidez. Los índices también participan en la profesión que tiene lugar hacia el templo parroquial, en un cuadro lleno de belleza y colorido. La fiesta continuará hasta muy entrada la tarde. Durante todo el día las casas están abiertas y a los vecinos y visitantes se les obsequia con vino de la tierra. Los caballos bajan una y otra vez desde la plaza de San Sebastián a la Plaza Mayor. Posteriormente, a los tres días, se traslada la imagen de la Virgen al pueblo para el Novenario y, al final, la romería en la dehesa de la Luz. Esta fiesta está considerada como Fiesta de Interés Turístico Regional desde 1992.     

La bajada de la Virgen y romería

Se celebra el jueves siguiente al Lunes de Pascua. La Virgen sale de la Ermita de la Luz en procesión hasta la Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción, acompañada por los arroyanos y arroyanas con sus trajes típicos y trajes de mantillas, y portando ramos de flores que se entregan en ofrenda a la Virgen.

El segundo domingo de Pascua Ntra. Sra. Virgen de la Luz regresa al santuario en medio del fervor popular, y en la Dehesa de la Luz todo el pueblo disfruta de un día de campo.

 

















[1] Ya, el Interrogatorio de la Real Audiencia de 1791 refiere la celebración de la romería: “No hay mercado ni feria y solamente el segundo día de pasqua de resureccion hay romeria en el Santuario de Nuestra Señora de la Luz en la dehesa de esta villa, donde se vende turrón, limas y naranjas, concurriendo algunos buhoneros”.

sábado, 12 de abril de 2025

 

LA LLEGADA DE AGUA POTABLE A TRUJILLO EN EL SIGLO XIX

El Alcalde de la ciudad, ante la necesidad de llevar a cabo el proyecto de abastecimiento de agua, designó una comisión encargada de gestionar y supervisar el tema. El proyecto de abastecimiento de agua a la ciudad desde la garganta de Santa Lucía, ubicada a 1559 metros sobre el nivel del mar entre las localidades de Guadalupe y Navezuelas, contemplaba una canalización de 78,5 kilómetros de longitud. Este ambicioso proyecto estaba aún pendiente de la evaluación y aprobación por parte del Consejo de Estado. Sin embargo, pese a la falta de informe oficial, la administración municipal, siguiendo el consejo de la mencionada comisión, optó por hacer público su interés en contratar la ejecución de las obras a través de una empresa privada. Para ello, la administración decidió anunciar su deseo en La Gaceta, que en ese momento era el periódico con mayor difusión nacional, con el fin de atraer propuestas y posibles interesados.

La primera propuesta formal para la ejecución del proyecto llegó en 1891 de parte del ingeniero francés Don Gastón Bertier, quien en ese momento residía en Plasencia y representaba a una empresa francesa que ya había llevado a cabo proyectos de abastecimiento de agua en ciudades europeas, entre ellas París. Esta empresa había logrado éxitos notables en el abastecimiento de agua a gran escala en diversas ciudades europeas, lo que otorgaba credibilidad y confianza a su propuesta.

Sin embargo, a pesar de la relevancia de la propuesta y de la experiencia de la empresa francesa, los elevados costos derivados de las empresas urbanísticas y arquitectónicas que se habían realizado en la década de 1880-90, así como los recursos limitados con los que contaba la administración local, imposibilitaron la contratación de las obras. La magnitud de la inversión requerida para llevar a cabo el proyecto, sumada a las dificultades económicas de la época, hicieron que el proyecto se viera obstaculizado y, por lo tanto, no se pudieran ejecutar las obras en el periodo inmediato.

En 1896, comienza a surgir un paro generalizado en la ciudad por la escasísima cosecha recolectada. Ante tal situación se emprenden nuevas gestiones encaminadas a proporcionar definitivamente a la ciudad de servicios de agua potable con el fin de dar ocupación a los jornaleros en paro.  Para ello, una comisión municipal  se traslada a Madrid con el objeto de hallar fondos que invertir en los trabajos.  Las gestiones de la comisión fueron positivas y en los últimos meses del año la corporación se ocupa de las últimas formalidades y trámites para el inicio de las obras, al mismo tiempo que solicitaba del gobierno permiso para proceder a la venta de algunos bienes propios para cubrir parte del presupuesto[1].

 

En 1896, el ingeniero don Luis Canalejas Méndez presentó al consejo municipal un nuevo proyecto para la conducción de aguas desde la misma fuente propuesta en 1874 por don Manuel Pardo (Archivo Municipal de Trujillo, Expediente General para Solicitar del Gobierno la Autorización para Invertir Parte del Capital Municipal en Obras de Abastecimiento de Agua para la Ciudad, 1896, Legajo 1542, Carpeta 2). Este proyecto se sometió a una serie de estudios técnicos y su implementación fue dirigida por el ingeniero don Rafael Fernández Shaw. Entre los desafíos más relevantes que enfrentaron las obras se encontraba la superación de barreras orográficas significativas, como el baluarte de los Zahurdones (Cabañas del Castillo), cuya cima fue salvada mediante la construcción de un túnel de 380 metros de longitud.

En 1897, se publicó la subasta de las obras, iniciándose simultáneamente la construcción de un depósito de agua con una capacidad de 2.600 metros cúbicos. Este depósito, aunque fundamental para la infraestructura de abastecimiento, fue ubicado en la Villa, frente a la iglesia tardorrománica de Santa María, lo que suscitó críticas por la falta de coherencia estética en el emplazamiento, dado que la zona estaba considerada un espacio patrimonial. Para corregir esta anomalía, en 1898 se expropiaron algunos edificios con el propósito de crear una plaza que armonizara con las obras en curso. El fin era corregir la rasante de la plaza y construir un muro de contención para adecuar la zona a la infraestructura del depósito de agua.

En cuanto a la Memoria sobre la Distribución de Aguas en la ciudad de Trujillo y el Arrabal de Ánimas, fue redactada en octubre de 1898 por don Agustín Solís y don Prudencio Fernández de la Pelilla. Pocos meses después de la publicación de la subasta de las obras, estas fueron adjudicadas a don Facundo Guerrica por un monto de 1.619.536,24 pesetas, cifra que fue posible gracias al subsidio de 926.000 pesetas otorgado por el Gobierno.

El Alcalde de la ciudad en ese momento, don Modesto Crespo, facilitó la adjudicación de las obras tras haberse realizado un exhaustivo estudio y verificación de los cálculos iniciales del proyecto, realizados por don Manuel Pardo. La comisión técnica, integrada por destacados ingenieros como don Pineda (Ingeniero Militar y Profesor del Colegio Preparatorio Militar de la ciudad), don Berthier (Ingeniero de la Academia de París), Soubiron (Ayudante del Cuerpo de Caminos), y don Civantos (Ingeniero Agrónomo), confirmó que los cálculos eran correctos y que la propuesta garantizaba el abastecimiento de agua necesario para la población. Los cálculos previos indicaban que la cantidad de agua necesaria para el consumo de la población sería de 25 litros por segundo, lo que aseguraba un suministro de 180 litros diarios por habitante, y se añadió que el incremento en el caudal debido a una variante en la conducción aumentaría la cantidad de agua disponible, elevando el suministro a 25 litros por segundo.

Este incremento de caudal permitió reducir a casi la mitad el costo económico previsto en el proyecto original, beneficiando a la administración local y asegurando una fuente de agua adecuada para una población estimada de 12.000 habitantes, lo que dejaba un margen suficiente para el crecimiento futuro.

A pesar de las dificultades financieras y los grandes desembolsos realizados por el Ayuntamiento en proyectos previos, como el Colegio Preparatorio Militar, el Depósito de Sementales, y el Mercado Municipal, el proyecto de abastecimiento de agua se viabilizó gracias a los fondos disponibles, incluyendo el 3,5% de las Láminas del Estado y más de 250.000 pesetas de la Caja General de Depósitos. Las expropiaciones de terrenos para la construcción de la conducción de aguas fueron una parte esencial del proceso, destacándose entre los propietarios que cedieron terrenos sin compensación económica la Marquesa de Santa Marta, en su finca Tagarnillar de Abajo, y don Manuel y doña Manuela Artaloytia, en su parte de la dehesa de Los Caballos. No obstante, algunos propietarios exigieron pagos por la cesión de sus terrenos, lo que retrasó y aumentó los costos de la obra.

En mayo de 1899, el Ayuntamiento aprobó la concesión de aguas al Arrabal de Huertas de Magdalena, ampliando el acceso a los recursos hídricos a una mayor parte de la población, como parte del proceso de modernización y abastecimiento integral de la ciudad.

Principio del formulario

A finales del mes de mayo de 1899, el suministro de agua alcanzó finalmente el campo de San Juan y el arrabal de Huertas de Ánimas. Las obras fueron oficialmente inauguradas el 1 de junio de 1899, bajo la alcaldía de don Emilio Martínez, quien, habiendo sido concejal anteriormente, contribuyó significativamente a que las obras recibieran un notable impulso durante su mandato. Esta inauguración marcó un hito en la historia de Trujillo, ya que tanto la ciudad como los pueblos del arrabal comenzaron a disfrutar de un gran caudal de agua potable, lo que representaba una mejora sustancial en las condiciones de vida de la población.

En el arrabal de Huertas de Ánimas se instalaron ocho fuentes públicas, y se habilitó un abrevadero continuo para el ganado, en este arrabal y en Trujillo, específicamente en el campo de San Juan. Estos abastecimientos no solo proporcionaban agua para el consumo humano, sino que también favorecían las actividades agropecuarias de la zona.

Las obras de infraestructura más relevantes incluyeron la construcción del mencionado túnel de 380 metros, necesario para salvar el collado de los Zahurdones, cerca del pueblo de Cabañas. Además, se realizaron fuentes sifónicas en las localidades de Berzocana y Garciaz, las cuales permitieron una distribución eficiente del agua en la región. La conducción del agua fue una obra de ingeniería destacada, compuesta por fábrica y tuberías de hierro, complementada con la construcción de puentes de cantería para el paso de los ríos Garciaz y Berzocana, y la perforación de tres túneles adicionales, de 381, 110 y 74 metros de longitud.

El proyecto culminó con la construcción de un doble depósito de agua en la Plaza de Santa María, con capacidad para almacenar 2.487 metros cúbicos de agua, lo que garantizaba un suministro constante a la población.

Los ingenieros don Rafael Fernández Shaw y don Eugenio Mancy fueron los responsables de levantar el plano de distribución de la población, en el cual se señalaron las cinco grandes arterias por donde se distribuiría el agua: las calles Tiendas, García de Paredes, Sillería, Hernando Pizarro y Afuera. También se determinó el emplazamiento de las fuentes públicas, para que el vecindario se beneficiara del acceso al agua potable de manera equitativa.

Este proyecto no solo mejoró la calidad de vida de los habitantes de Trujillo y sus alrededores, sino que también representó un importante avance en la modernización de la infraestructura urbana de la ciudad, convirtiéndose en un hito en la historia del abastecimiento de agua en la región.

En el contexto de la modernización de la infraestructura urbana de Trujillo, una de las obras más significativas y de mayor impacto fue la instalación del alcantarillado en las calles, que permitió una mejora sustancial en la gestión de aguas residuales y pluviales. El sistema de alcantarillado consistía en un tendido de tuberías por donde se conducían las letrinas y aguas residuales de la ciudad, las cuales se reunían en un solo colector central ubicado en el campo de San Juan. Desde este punto, el agua fluía por un sistema de vertiente abierta hasta desembocar en la charca de la Albuera. Además, para la evacuación de las aguas pluviales, se instalaron pequeños colectores o sumideros en las calles, lo que permitía una mejor gestión de las lluvias y evitaba inundaciones en el casco urbano.

En paralelo a la construcción del alcantarillado, se erigieron fuentes de ornato como parte de las mejoras urbanísticas. En el año 1900, se construyeron dos fuentes destacadas: una situada en el centro de la plaza, que era una pieza artística con diecinueve caños dispuestos en forma circular. El agua fluía de manera ornamental a través de sus caños, convirtiéndola en un elemento decorativo y funcional al mismo tiempo. Sin embargo, en 1963, este pilar monumental fue desmontado y trasladado al campo de San Juan, y aunque en los años 80 se intentó reinstalarlo en su ubicación original, se había perdido gran parte de su monumentalidad y encanto artístico.

La segunda fuente de ornato fue colocada en el centro del Paseo de Ruiz de Mendoza, pero, al igual que la primera, ha desaparecido con el tiempo.

El costo total de las obras de conducción de agua y alcantarillado para el Ayuntamiento de Trujillo fue de 1.600.000 pesetas, una inversión significativa que reflejaba el compromiso del gobierno local con la mejora de la calidad de vida de los habitantes de la ciudad, garantizando un acceso adecuado al agua potable y un sistema eficiente de evacuación de aguas residuales. Estas obras también marcaron un paso importante en la modernización de la infraestructura sanitaria urbana, contribuyendo al bienestar de la población y al ordenamiento del espacio urbano.

 



[1] Archivo Municipal de Trujillo. Acuerdos de 28 de octubre, f. 53 v. y s.