sábado, 19 de abril de 2025

 

Día de la Luz en Arroyo de la Luz (Cáceres)

 

La Semana Santa en Arroyo de la Luz es una celebración de profunda devoción y tradición que culmina en el emblemático "Día de la Luz". Durante esta semana, las calles del municipio se llenan de fervor religioso y actividades culturales que reflejan la identidad de la comunidad.

A lo largo de la Semana Santa, se llevan a cabo diversas procesiones que recorren las principales calles de Arroyo de la Luz. Estas procesiones destacan por la solemnidad y el recogimiento de los participantes, así como por la belleza de los pasos e imágenes que se exhiben. El programa típico incluye Vía Crucis nocturno, Santa Misa vespertina seguida de una procesión el Jueves Santo y, posteriormente, la Hora Santa. El Viernes Santo, la celebración de los Santos Oficios y procesión del Santo Entierro.

Estas actividades permiten a los fieles conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, manteniendo vivas las tradiciones religiosas del municipio.

El "Día de la Luz" es la festividad más emblemática de Arroyo de la Luz, celebrada cada Lunes de Pascua en honor a la patrona, la Virgen de la Luz, celebración combina elementos religiosos y festivos. Según la tradición, en 1229, durante una batalla entre cristianos y musulmanes, una luz divina apareció sobre una encina, guiando a los cristianos hacia la victoria. En agradecimiento, se erigió una ermita en la Dehesa de la Luz.

Aunque ya son cientos de años los que venimos celebrando con inusitado interés nuestro día más grande, no siempre, como todo el mundo podrá entender, el Día de la Luz se ha celebrado como ahora lo hacemos, ni mucho menos. Bien es cierto que siempre la fiesta fue espectacular en cuanto a la vistosidad de sus carreras de caballos, al menos en los últimos cien años de nuestra historia, pero el resto de la conmemoración de esta jornada siempre estuvo mucho más ligada a nuestra Virgen de la Lucena- de la Luz, la dehesa (ambos aspectos durante las primeras horas de la mañana), la comida familiar del mediodía ya en el pueblo, los espectáculos taurinos y los bailes de la noche en los distintos establecimientos, diversión última donde todos los arroyanos lucían sus mejores galas y donde el jolgorio y la diversión era común a todos los grupos sociales. Con el paso de los años este Día de la Luz quedó casi como una fiesta mayoritariamente lúdica y ajena, por consiguiente, a la devoción religiosa, de ahí que desde el año 1930, los arroyanos institucionalizaron una jornada exclusiva de homenaje y acompañamiento a la Virgen en su ermita y en su dehesa, lo que todos conocemos como el Día de la Romería.

 

Por consiguiente, el conocido como Día de la Luz comenzó a celebrarse como fiesta anual y religiosa prácticamente desde el mismo instante en que los arroyanos fijaron como residencia habitual el espacio que ahora ocupamos. Una vez abandonado el anterior emplazamiento de la dehesa, y dejando allí la ermita y la imagen de la Virgen, los arroyanos marchaban año tras año durante la Pascua Florida en devota procesión para honrar a su “Virgen de centeno y azahar”. Constancia escrita en los archivos parroquiales de esos momentos piadosos lo tenemos desde mediados del siglo XVI, cuando, por ejemplo, un visitador del obispo de Coria nos describió nuestro gran día con las siguientes frases: “aviendo visitado el dicho señor Visitador la dicha hermita de la Luz y aviendose hallado en ella el segundo día de Pascua de Flores que es el día questa Villa tiene devoción de ir en procesión a ella, hallo que tenía gran necesidad de abrirse una puerta a la parte del mediodía a donde al presente tiene un altar en que solían decir misa en dicha día fuera de dicha hermita”.

 

Por tanto, esta festividad tenía en origen un carácter eminentemente religioso, todos los arroyanos en masa y en piadosa procesión acudían desde el pueblo y bien de mañana hasta la ermita. La multitud concentrada en los alrededores de la misma era tan elevada que resultaba casi imposible decir el oficio en el interior del templo. En estas circunstancias, resultaba necesario realizar una misa de campaña. Concluido el oficio a media mañana, y una vez conocido quién iba a ocupar la mayordomía de la Virgen de la Luz durante ese año, una información que se desvelaba a los feligreses ese mismo día, se producía el regreso de todos los arroyanos a sus respectivos hogares. Con el paso de los años, los más pudientes dejaron de acudir a la ermita a pie, sino que llevaban sus mejores corceles y acudiendo con sus mejores galas. De ahí que poco a poco, el regreso de esos caballos con sus jinetes que partían desde la dehesa cuando entendían que el “pueblo” ya había vuelto, se convirtió en un acontecimiento espectacular en la calle principal de la localidad, la Corredera, que se llenaba de “curiosos” para admirar la llegada y el lucimiento de esos jinetes.

Esa entrada en el pueblo se realizaba por la ermita de los Santos Mártires (San Sebastián), al principio el paseo era con un trotar pausado y ostentoso que muy pronto fue transformándose en carreras mucho menos juiciosas y a galope tendido que acababan en la plaza principal del pueblo y próximo a la Iglesia de la Asunción. Varios son los poetas arroyanos que han descrito estas carreras de manera sublime. Entre ellos Pedro Caba, Vicente Criado Valcárcel, Juan Ramos Aparicio o Eladio Sanjuán. No obstante, particularmente me quedo con las líneas que nos legó otro “maestro” en esto de componer versos, Juan Luis Cordero Gómez. Efectivamente este poeta publicó en 1944 su famosa “La Romería de la Luz” describiendo en un fragmento del poema “La Encina”, las populares carreras de caballos cuando Romería y Día de la Luz eran todavía la misma festividad. O lo que es lo mismo, una descripción de la fiesta de antes de 1930:

“Desde el Santo hasta la plaza

hormiguean las aceras

y en ventanas y balcones

gentes curiosas se aprietan

por presenciar el desfile

y comentar peripecias;

que ya regresan al pueblo

los que al santuario fueran.

Con estruendo y brío

la vanguardia llega

en un galope que arranca

chispas de lumbre a las piedras.

Son los que la tradición

antañona representan

gente moza un poco loca,

los héroes de la carrera.

Mozos de fibra y de empuje

y casados que mocean

con caballos corredores

o con mulas de las que pegan.

Ímpetu que se desbordan

en exaltación frenética

un atavismo de raza

que surge con inconsciencia”.

 

En estas circunstancias, la parte religiosa que comenzaba en la ermita a las 10 de la mañana se celebraba con una rapidez extraordinaria porque a las 12 ya estaban preparados los caballos en la explanada de San Sebastián, y todo el mundo deseaba verlos, incluidas, por supuesto, las autoridades locales. En alguna ocasión el párroco de la villa se quedaba casi solo en la ermita y con la palabra en la boca, “(…) Termina al fin el bellísimo discurso y continúa la misa. Pero ya los romeros impacientes requieren sus cabalgaduras y vehículos para regresar al pueblo”, dirán algunos documentos periodísticos de la época. Todo el mundo retornaba apresuradamente y, por consiguiente, la Romería de la Virgen de la Luz, se convirtió, de facto, en el día de las carreras de caballos[1].

Debido a ello, la mayordomía de Lorenzo Martínez Marín (1927-1931), pensó que se debía dedicar un día exclusivo de homenaje a la Patrona casi dos semanas más tarde (y no tres días, como afirma sin pudor alguno en una fuente oficial vista el 25 de marzo de 2018, y desde hacía varios meses). Con ello se logró que todo el pueblo acompañase a su Virgen en la dehesa durante toda la jornada de domingo, y sin prisa alguna para regresar al pueblo, y siempre previo novenario que se celebraba en su honor. De esta forma, el primer día de Romería siguiendo estos nuevos parámetros tuvo lugar el 4 de mayo de 1930.

También es cierto que además de los caballos del Día de la Luz, y antes de la procesión de comitiva oficial y con el clero a la cabeza, también pasaban por la Corredera numerosos carros y algunos camiones que regresaban de la dehesa, otros con burros y otras “cabalgaduras más heterogéneas, jacarandosa y más pinturera”, que diría nuestro poeta Cordero Gómez. Un espectáculo visual que no eran otra cosa que el antecedente más próximo a los que desde la década de los sesenta del siglo pasado y hasta la actualidad, conforman las espectaculares carrozas del Día de la Luz, otro de los atractivos esenciales de nuestra gran fiesta local.

 

Muy pronto estas carrozas tuvieron una vistosidad plástica que fueron muy bien recibidas por los más jóvenes de la población. Raro será el arroyano, e incluso los forasteros, que a lo largo de su vida no haya participado en alguna ocasión de la fiesta subido a un remolque. Ya la elaboración de las carrozas en la semana anterior y en cualquiera de los “tinaos” de la localidad, se convertía en una auténtica fiesta previa de amigos. Bien fuese en carroza típica (la almazara, la siega, la pela, la herrería, la vendimia, y tantas otras) o en artística (un, dos, tres, responda otra vez, Curro Jiménez, el planeta de los simios, España, el cuento y el tebeo, etc.), la participación de los arroyanos en su festividad más añorada fue siempre, y será, intensa.

Por consiguiente, la celebración del Día de la Luz, se ha convertido en una atracción donde lo religioso y lo profano-lúdico continúan entremezclándose en perfecta simbiosis. Una festividad que ojalá algún día pueda también rebasar lo puramente regional y sea catalogada como fiesta de interés turístico nacional

La romería actual es una celebración multitudinaria donde se dan cita casetas, bailes, músicos, vendedores ambulantes y romeros que acuden a la dehesa en un singular ambiente festivo.  La romería antigua era una fiesta íntima, sólo de los vecinos de Arroyo de la Luz, el paisaje y la gente sigue haciendo armonía. El carro de mulas, el caballo, los boriquillos, diseñaban el entorno familiar, concentrados alrededor de la ermita.

Los vecinos del municipio y van en procesión hasta la ermita de su patrona y posteriormente en carros en carretas. Ese día la misa se decía al aire libre, de campaña, en un altar que estaba situado en uno de los lados de la ermita.

Al finalizar la ceremonia religiosa tiene lugar la carrera, que fue una consecuencia de la fiesta. Al volver los hombres de la romería con sus caballos enjaezados y sus mujeres agrupa. La gente del polo sale a la calle principal, La Corredera, a disfrutar del espectáculo y del colorido de los jinetes tan vistosos y engalanados.

En la actualidad, la fiesta se inicia con la procesión festiva, cívico y religiosa, que sale de la parroquia de la Asunción a la suma de la mañana, encabezada por la Cruz parroquial con todas las banderas y estandartes de las cofradías. Sigue el clero y detrás todas las autoridades locales, acompañados por una banda de música. Los vecinos salen a la calle principal, La Corredera, que son el itinerario de esta profesión, que llega hasta la plaza de San Sebastián, de donde sale la procesión con la Virgen de la Luzen medio de la emoción. Ya en la ermita de Nuestro Señor de la luz, hay una misa solemne con salmón y una vez terminada la celebración religiosa se retorna al municipio.

Los caballos se concentran en la plazuela de San Sebastián, ofreciendo una imagen plástica única, partir de las 12, lanzados calle abajo en carrera frenética desafiando la muerte entre el público asistente. Las carreras se suceden con vertiginosa rapidez. Los índices también participan en la profesión que tiene lugar hacia el templo parroquial, en un cuadro lleno de belleza y colorido. La fiesta continuará hasta muy entrada la tarde. Durante todo el día las casas están abiertas y a los vecinos y visitantes se les obsequia con vino de la tierra. Los caballos bajan una y otra vez desde la plaza de San Sebastián a la Plaza Mayor. Posteriormente, a los tres días, se traslada la imagen de la Virgen al pueblo para el Novenario y, al final, la romería en la dehesa de la Luz. Esta fiesta está considerada como Fiesta de Interés Turístico Regional desde 1992.     

La bajada de la Virgen y romería

Se celebra el jueves siguiente al Lunes de Pascua. La Virgen sale de la Ermita de la Luz en procesión hasta la Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción, acompañada por los arroyanos y arroyanas con sus trajes típicos y trajes de mantillas, y portando ramos de flores que se entregan en ofrenda a la Virgen.

El segundo domingo de Pascua Ntra. Sra. Virgen de la Luz regresa al santuario en medio del fervor popular, y en la Dehesa de la Luz todo el pueblo disfruta de un día de campo.

 

















[1] Ya, el Interrogatorio de la Real Audiencia de 1791 refiere la celebración de la romería: “No hay mercado ni feria y solamente el segundo día de pasqua de resureccion hay romeria en el Santuario de Nuestra Señora de la Luz en la dehesa de esta villa, donde se vende turrón, limas y naranjas, concurriendo algunos buhoneros”.

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