ATRAPADO BAJO RECUERDOS
Nací un 19 de noviembre de 1963, año glorioso
para muchas generaciones, fue entonces cuando se comenzaban a escuchar aquellas
inolvidables baladas de Bob Dylan, los Rolling Stones o los Beatles. Era
elegido nuevo Papa Pablo VI tras la muerte de Juan XXIII, John F. Kennedy era
asesinado en Dallas. Todo esto coincide con la generación literaria Beat en los Estados Unidos. Las
adolescentes chillaban al ritmo de las canciones de Elvis, que de alguna forma fue
un triunfador salido de la nada, con su peculiar contoneo de caderas, y cuyas sugestivas letras pisaban a fondo el pedal
de una generación.
Los sesenta traen nuevos mensajes. En Liverpool,
cuatro jóvenes bajo el nombre de Beatles
comenzaron con sus letras a hacer comentario social. Sus baladas sentimentales
dieron lugar a sentimientos complejos. Críticos de la época no dudaron al decir
que “She´s leaving home” era comparable a cualquier canción de Beethoven y que
“Strawberry Fields Forever” era una canción entre la esperanza y la
desesperación. Los Beatles fueron los
primeros poetas de la era tecnológica. Había llegado una nueva forma de arte vital
para los jóvenes.
Yo fui uno de tantos jóvenes herederos de
aquella generación, que comenzábamos a realizar nuestros primeros pasos, nos
sentimos un tanto influidos por aquel ambiente y por aquella música desenfadada
y claridad desnuda. Y sin querer perturbar el sonido del silencio, en la década
siguiente quisimos rememorar a muchos trujillanos, paisanos nuestros que años
atrás habían deleitado al público expectante en los bailes de la Playa “Maja”,
el Machaquito o en El Casino; y, así, surgió aquel espontáneo grupo musical del que formé parte y que años más tarde y con
otras miras distintas a las que dieron lugar a la creación del grupo
músico-vocal, terminó por llamarse Mermadón
y, año después, Trial.
Todos vivimos encerrados, de alguna manera,
en las celdas de una prisión. Pero algunos de nosotros hemos sido
afortunados. Nuestras celdas tienen
ventanas abiertas al futuro como miles y miles de ventanas abiertas a la
humanidad durante la pandemia actual.
Lo que sí sé seguro, es que sólo en ese
espíritu, sólo desde la profunda exploración interior del escritor,
desentrañando la oscuridad, sólo cuando el poeta o el escritor sea justamente
ese ser inspirado, poseído, enigmático e íntimo, la encarnación del nexo de
unión entre el Misterio y la esencia divina del alma humana, será entonces cuando
las palabras broten al pulsar las teclas de un ordenador o las cuerdas de una
guitarra. El resultado será el mismo. Hemos de recordar que los momentos en que
más me gusta estar son aquéllos en los que no intento probar nada. Y es verdad.
Son los demás quienes tienen todo por demostrar. A veces lo más sencillo es lo
más difícil.
Quién iba a decir que iba a llegar el momento
en el que tendríamos que estar recluidos en casa. Quién iba a decir que el
tiempo no estaba de nuestro lado. Maldición a aquellos que creen odiar a madres y padres, que niegan el más
importante de los Diez Mandamientos.
Recuerdo los años 70, cuando cada
fin de semana, se ponían en marcha las tropas de amigos camino de Santa Ana o
en busca de las tranquilas aguas del Magasca. Por la noche, los adolescentes,
tras ver una emocionante película en el Cine "Rugall", se trasladaban
a las casas de los amigos o a los bares, buscando emociones cosmopolitas,
aromas bohemios, la épica de la noche, dilemas de afirmación individual. Los
nativos mirábamos en la Plaza con condescendencia esas matrículas foráneas y nos
burlábamos tibiamente de los invasores. Muchos fueron los visitantes que en los
años 70 pasaron por nuestra Plaza. biografías que se pierden en autopistas, esperanza de una
tierra prometida al final de la noche.
Muchos
de nosotros sentíamos nostalgia por conocer el mundo, por viajar con aquellos
turistas foráneos. Quisimos imitar a aquellos actores de cine en mil aventuras
teniendo como marco el paisaje agreste del Espolón o nos refugiábamos con una
guitarra en los sótanos de una vieja casa para componer canciones y plagiar los
sonidos de los conjuntos músico-vocales de moda.
Pero,
con el paso del tiempo, estos textos oficiaron de guía turística de artistas
para viajeros curiosos, en libros de historia. Fueron voluntariosos intentos de
configurar una nueva mitología con la que sortear las afrentas diarias de una
forma más digna. Hubo momentos que ya
están en el baúl de los olvidos y que el silencio selló nuestra boca
desapareciendo luego para custodiar otros retiros. Nubarrones que pasaban por
muchos de nosotros cada mañana cuando
nos disponíamos a acudir a un colegio de frailes. La mayoría de los
profesores que en él impartían clases daban mucho que desear. Y, aunque parezca
un lejano recuerdo, aún quedan en la memoria de muchos adolescentes de entonces
el silbato de un señor rechoncho que llamaba al respetable a formar filas en un
patio con suelo de granito, como si se tratara de un servicio militar
adelantado, posiblemente estaba influido por los "fantasmas" del
otrora colegio militar. Después, la odiosa clase de matracas con un profe
repleto de complejos cuyos problemas internos pretendía desahogar entre los
inocentes alumnos a golpes de bastón o vara, siguiendo su lema: "La
letra con sangre entra".
Sin
embargo, nosotros tuvimos la fuerza suficiente para taladrar el espacio, para
abrir un nuevo agujero azul que permanece ahí, dispuesto a tragarse al
afortunado desprevenido que se acerque. A pesar de todo, los tiempos ya han
cambiado. Esta dichosa pandemia nos ha venido a aclarar muchas dudas, a
convertirnos en mejores personas, a saber lo que es justo y necesario y aquello
que es superfluo. De nada nos serviría recordar anécdotas tristes, sirve,
prevenir al mundo de que una dura lluvia cayó durante unos meses en personas de
todas las edades. Ya está cayendo. La mayoría de los amigos hemos vivido inmersos
en un largo poema. Todo escritor es fruto de su época. Sólo podemos imaginar lo
que nuestros ojos creen poder llegar a ver. En aquellas décadas pasadas en la
niñez y adolescencia creímos ver un futuro insinuado en la lejanía, pero fue
sólo el fruto de una época, nuestra época. Fuimos el reflejo de un momento histórico que desembocó en
un mayo francés y que después se evaporó y nunca se
convertiría en realidad. Somos
nosotros. Atrapados bajo recuerdos.
José Antonio Ramos
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