domingo, 26 de abril de 2020


ATRAPADO BAJO RECUERDOS


Nací un 19 de noviembre de 1963, año glorioso para muchas generaciones, fue entonces cuando se comenzaban a escuchar aquellas inolvidables baladas de Bob Dylan, los Rolling Stones o los Beatles. Era elegido nuevo Papa Pablo VI tras la muerte de Juan XXIII, John F. Kennedy era asesinado en Dallas. Todo esto coincide con la generación literaria Beat en los Estados Unidos. Las adolescentes chillaban al ritmo de las canciones de Elvis, que de alguna forma fue un triunfador salido de la nada, con su peculiar contoneo de caderas,  y cuyas sugestivas letras pisaban a fondo el pedal de una generación.

Los sesenta traen nuevos mensajes. En Liverpool, cuatro jóvenes bajo el nombre de Beatles comenzaron con sus letras a hacer comentario social. Sus baladas sentimentales dieron lugar a sentimientos complejos. Críticos de la época no dudaron al decir que “She´s leaving home” era comparable a cualquier canción de Beethoven y que “Strawberry Fields Forever” era una canción entre la esperanza y la desesperación.  Los Beatles fueron los primeros poetas de la era tecnológica. Había llegado una nueva forma de arte vital para los jóvenes.

Yo fui uno de tantos jóvenes herederos de aquella generación, que comenzábamos a realizar nuestros primeros pasos, nos sentimos un tanto influidos por aquel ambiente y por aquella música desenfadada y claridad desnuda. Y sin querer perturbar el sonido del silencio, en la década siguiente quisimos rememorar a muchos trujillanos, paisanos nuestros que años atrás habían deleitado al público expectante en los bailes de la Playa “Maja”, el Machaquito o en El Casino; y, así, surgió aquel espontáneo grupo musical del que formé parte y que años más tarde y con otras miras distintas a las que dieron lugar a la creación del grupo músico-vocal, terminó por llamarse Mermadón y, año después, Trial.

Todos vivimos encerrados, de alguna manera, en las celdas de una prisión. Pero algunos de nosotros hemos sido afortunados.  Nuestras celdas tienen ventanas abiertas al futuro como miles y miles de ventanas abiertas a la humanidad durante la pandemia actual.

Lo que sí sé seguro, es que sólo en ese espíritu, sólo desde la profunda exploración interior del escritor, desentrañando la oscuridad, sólo cuando el poeta o el escritor sea justamente ese ser inspirado, poseído, enigmático e íntimo, la encarnación del nexo de unión entre el Misterio y la esencia divina del alma humana, será entonces cuando las palabras broten al pulsar las teclas de un ordenador o las cuerdas de una guitarra. El resultado será el mismo. Hemos de recordar que los momentos en que más me gusta estar son aquéllos en los que no intento probar nada. Y es verdad. Son los demás quienes tienen todo por demostrar. A veces lo más sencillo es lo más difícil.

Quién iba a decir que iba a llegar el momento en el que tendríamos que estar recluidos en casa. Quién iba a decir que el tiempo no estaba de nuestro lado. Maldición a aquellos que creen  odiar a madres y padres, que niegan el más importante de los Diez Mandamientos.

Recuerdo los años 70, cuando cada fin de semana, se ponían en marcha las tropas de amigos camino de Santa Ana o en busca de las tranquilas aguas del Magasca. Por la noche, los adolescentes, tras ver una emocionante película en el Cine "Rugall", se trasladaban a las casas de los amigos o a los bares, buscando emociones cosmopolitas, aromas bohemios, la épica de la noche, dilemas de afirmación individual. Los nativos mirábamos en la Plaza con condescendencia esas matrículas foráneas y nos burlábamos tibiamente de los invasores. Muchos fueron los visitantes que en los años 70 pasaron por nuestra Plaza. biografías que se pierden en autopistas, esperanza de una tierra prometida al final de la noche.

Muchos de nosotros sentíamos nostalgia por conocer el mundo, por viajar con aquellos turistas foráneos. Quisimos imitar a aquellos actores de cine en mil aventuras teniendo como marco el paisaje agreste del Espolón o nos refugiábamos con una guitarra en los sótanos de una vieja casa para componer canciones y plagiar los sonidos de los conjuntos músico-vocales de moda.

Pero, con el paso del tiempo, estos textos oficiaron de guía turística de artistas para viajeros curiosos, en libros de historia. Fueron voluntariosos intentos de configurar una nueva mitología con la que sortear las afrentas diarias de una forma más digna.   Hubo momentos que ya están en el baúl de los olvidos y que el silencio selló nuestra boca desapareciendo luego para custodiar otros retiros. Nubarrones que pasaban por muchos de nosotros cada mañana cuando nos disponíamos a acudir a un colegio de frailes. La mayoría de los profesores que en él impartían clases daban mucho que desear. Y, aunque parezca un lejano recuerdo, aún quedan en la memoria de muchos adolescentes de entonces el silbato de un señor rechoncho que llamaba al respetable a formar filas en un patio con suelo de granito, como si se tratara de un servicio militar adelantado, posiblemente estaba influido por los "fantasmas" del otrora colegio militar. Después, la odiosa clase de matracas con un profe repleto de complejos cuyos problemas internos pretendía desahogar entre los inocentes alumnos a golpes de bastón o vara, siguiendo su lema: "La letra con sangre entra".

Sin embargo, nosotros tuvimos la fuerza suficiente para taladrar el espacio, para abrir un nuevo agujero azul que permanece ahí, dispuesto a tragarse al afortunado desprevenido que se acerque. A pesar de todo, los tiempos ya han cambiado. Esta dichosa pandemia nos ha venido a aclarar muchas dudas, a convertirnos en mejores personas, a saber lo que es justo y necesario y aquello que es superfluo. De nada nos serviría recordar anécdotas tristes, sirve, prevenir al mundo de que una dura lluvia cayó durante unos meses en personas de todas las edades. Ya está cayendo. La mayoría de los amigos hemos vivido inmersos en un largo poema. Todo escritor es fruto de su época. Sólo podemos imaginar lo que nuestros ojos creen poder llegar a ver. En aquellas décadas pasadas en la niñez y adolescencia creímos ver un futuro insinuado en la lejanía, pero fue sólo el fruto de una época, nuestra época. Fuimos el reflejo de un momento histórico que desembocó en un mayo francés y que después se evaporó y  nunca se convertiría en realidad. Somos nosotros. Atrapados bajo recuerdos.


José Antonio Ramos

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