EL PARAJE NATURAL DE LOS BARRUECOS
La localidad de Malpartida de Cáceres es rica en vestigios arqueológicos
diseminados por sus pintorescos parajes, que no dejan indiferentes a los
viajeros que recorren sus campos en busca de naturaleza y lugares repletos de
Historia. No pretendemos hacer aquí un estudio exhaustivo de los yacimientos
arqueológicos localizados en su término municipal. Que nadie espere encontrar
en estas líneas un recorrido por el impresionante yacimiento de Los Barruecos
ni por aquellos otros lugares que ya han sido objeto de análisis por otros investigadores.Nuestro
viaje se centra principalmente en los restos arqueológicos inéditos que hemos
tenido ocasión de visitary estudiar haciendo un recorrido por el norte de la localidad, en la
zona de La Zafrilla de los Estantes y alrededores, en el triángulo formadoentre la estación de
Arroyo-Malpartida, Los Arenales y la propia localidad de Malpartida de Cáceres.
En un área de unos 5 km, hemos podidodocumentarnumerosos e interesantes vestigiosdel
pasado.
Se trata de unpaisaje típico de la penillanura con suaves ondulaciones,dominado
por amplias zonas de pastizal temprano y fino con un bosque residual de encinas
y alcornoques a intervalos irregulares. Los omnipresentes bolos
de granito rompen aquí y allá la monotonía de la llanura, configurando a veces sugerentes
y caprichosas formas que la acción de los agentes meteorológicos han ido
tallando con el paso del tiempo.
Nos situamos en un cruce importante de caminosque comunica
Cáceres, Arroyo de la Luz y Malpartida, por donde discurren las rutas que de Norte-Sur
y Este-Oeste atraviesan la región. Ensu
entorno, surcado por varios arroyos y la existencia de numerosos pozos que
aseguran el acceso al agua incluso en las épocas más secas, proliferan los
asentamientos humanos desde fechas muy tempranas. Sus vestigios pueden verse
hoy día dispersos por una amplia zona, algunos de los cuales detallamos a
continuación.
EL ALTAR RUPESTRE DE CUATRO HERMANAS
Nos dirigimos desde el centro de la localidad en dirección Norte. Nada más salir del casco urbano, en su
polígono industrial, nos encontramos con un exuberante paraje rocoso del que
destacan cuatro grandes bolos de granito que se conoce como “Cuatro Hermanas”.
Uno de estos bolos sirvió en tiempos remotos como altar de sacrificios (fig. 1).
La gran roca ceremonial alcanza los 5 m de altura por 10 de ancho,
presenta formas redondeadas y amesetada en la parte superior, donde se aprecia
una gran pila con desagüe de grandes dimensiones (220 x 94 x 50 cm) (fig. 2) yal
lado una cubeta cuadrada de 20 x 20cm. Se accede a la parte superior por una
escalinata de 14 peldañostallados en la roca, algunos de ellos apenas
insinuados o desgastados por la erosión,a intervalos de 40 o 50 cm de distancia
(fig. 3). Con una orientación Norte-Sur,tiene en la cara norestecuatro
concavidades casi circulares con un diámetro aproximado de 15 cm. El bolo está
repleto de petroglifos y cazoletas, así como profundos surcos paralelos cuyo
significado no acertamos a comprender (fig. 4).
La disposición de la pila con sus canales y
desagüe hace pensar en una especie de recipiente en la parte inferior para recoger la sangre de las
víctimas, hipótesis que no consideramos descabellada, si tenemos en cuenta las
referencias clásicas de Estrabón o Silio Itálico que mencionan sacrificios como
práctica corriente entre los pueblos del noroeste y la Lusitania[1].
No muy lejos de aquí se han documentado otros altares de
sacrificio de similares características, como el de Los Barruecos o el de La
Zafrilla, que seguidamente veremos. No es frecuente la aparición de varios de
estos espacios sagrados en un espacio tan reducido. Su proliferación en
Malpartida de Cáceres tiene que venir motivada necesariamente por razones
relacionadas con la pervivencia del hábitat a lo largo de las sucesivas etapas
protohistóricas. Siguiendo al profesor
Almagro-Gorbea, el culto a las peñas se documenta ya desde el Campaniforme en
Peñatú y en Fraga da Pena, en el Bronce Final en Axtroki y en la Edad del
Hierro en Ulaca y Peñalba de Villastar, siempre asociado al culto solar[2]. Estas manifestaciones
religiosas las relaciona Almagro con un sustrato muy arcaico “protocéltico” que
coinciden con otros rituales como los depósitos de armas en cuevas y peñas que
aparecen ya desde los primeros momentos
del Bronce Atlántico y continúan hasta el Bronce Final con la costumbre de
arrojar armas a las aguas[3].
El ritual del sacrificio debió de ser muy
similar en los pueblos de la Hispania Céltica. El sacrificio se efectuaba en la
parte superior del santuario y las piletas estaban destinadas a contener la
sangre de las víctimas y a la cremación de las entrañas de las mismas. La
coincidencia de la orientación del altar con la cumbre alta podría no ser
casual y estar intencionadamente buscada en asociación con algún fenómeno
celeste.
LAS TRESCIENTAS Y LA PEÑA DEL CULO
En las coordenadas
39°25'10.44"N, 6°29'11.88"O, próxima a los restos de un poblado de
finales de la Edad del Bronce cuyos restos se encuentran esparcidos en
superficie y las piedras aprovechadas en la construcción de paredes de las
cercas colindantes, encontramos una interesante peña sacra (publicada por
Almagro-Gorbea y Jiménez Ávila)[4],
en pleno complejo natural de los Barruecos. Se trata de un gran bolo granítico
de 2,73 m. de altura que presenta dieciséis entalladuras ovales que permiten
acceder a tres oquedades ovales . En rocas cercanas hay grabados varios
antropomorfos esquemáticos y tres cruces cristianas[5].
En el marco de este mismo paisaje, a escasos 200
metros damos a conocer una peña sacra inédita que hemos bautizado como "La
Peña del Culo" por su parecido a esa zona anatómica de nuestro cuerpo. Se
trata de un gran bolo granítico que se alza a una altura de 6,2 m con 21 m de
dimensión, al que se accede mediante unas entalladuras. En la parte superior, de superficie
algo sinuosa, se aprecia una cavidad natural de forma ovalada junto al borde O
de la peña, con 62 cm x 35 cm de dimensión y 8 cm de profundidad, en la que se
abrió artificialmente un amplio canal de desagüe, con 80 cm de largo, y 6 de
profundidad, orientado hacia el O, admitiendo claramente el uso ritual de esta
estructura rupestre.
EL COMPLEJO
ARQUEOLÓGICO DE LA ZAFRILLA
A unos 3 km de Cuatro Hermanas por el camino que lleva
al Casar de Cáceres, en la Dehesa de los Estantes, proliferan los vestigios de
la presencia humana en aquellas tierras. Constituye el lugar a un complejo arqueológico
formado por lagaretos, peñas con cazoletas y tumbas antropomorfas,
así como un nuevo altar rupestre situado sobre una roca aislada.
El
lugar es bastante húmedo y en las cercanías se pueden ver todavía norias, construidas aprovechando las fuentes y
manantíos naturales que brotan en superficie. En sus proximidades hemos
localizado en superficie tégulas y
sillares romanos, cerámica común correspondientes a grandes dolias destinadas al almacenamiento
de productos diversos y otras cerámicas con paredes más finas perteneciente a
recipientes del ajuar cotidiano. Restos todos ellos que completan una secuencia de ocupación difícil
de valorar.
El espacio ritual de La Zafrilla. Se localiza
en una pequeña elevación del terreno, dominando una amplia zona salpicada aquí
y allá por otros bolos de granito.Uno de estos bolos fue utilizado como altar
de sacrificios (fig. 5). Tiene forma trapezoidal,más ancho en la parte superior
y estrecho en la inferior. Con una orientación Este-Oeste, mide 242 cm de alto
por 140cm de ancho y tiene unperímetro de 10 m. El ara se ubica en la parte
superior y consta de una superficie cóncava de unos 41 x 29 cm. Se accede a éla través de una escalinata formada por cuatro
peldaños irregulares y de dimensiones variables que oscilan entre 28 y 51 cm de
ancho. Al comienzo de la escalinata se ha grabado una cruzy al lado de los
primeros peldaños se aprecia un vaciado rectangular de 28 por 24 cm.
Muy próximo al altar encontramos un afloramiento granítico también
con una orientación Este-Oeste (fig. 6). El bloque se ha ido desgastando por
efecto de la erosión y se ha partido, desprendiéndose de él variosfragmentos
que se encuentran en la actualidad soterrados al lado del bloque principal.
Esta roca en tiene una altura de 180 cmy una anchura total de 130 cm. Presenta
una escalinata de cuatro peldaños tallados en la rocamuy irregulares con
medidas que oscilan entre 28 y 60 cm de
anchura.
En las proximidades se encuentran otras peñas con unas formas
características que posiblemente tuvieron relación con algún tipo de ritual
sagrado (figs. 7, 8 y 9). Concretamente, una gran roca volteada por efectos
atmosféricos de 1 m de alto por 2,55 cmde ancho; y dos lagaretos (fig. 10), el
más cercano está muy próximo a la peña y mide 84 x 62 cm y el más alejado se
encuentra a una distancia de unos 20 m y tiene unas dimensiones de 90 x 60 cm.
No resulta fácil con la información de que
disponemos asignar una cronología al altar de La Zafrilla. No se han realizado
excavaciones arqueológicas en el entorno de este espacio sagradoni se
distinguen sobre el terreno elementos que nos ayuden a fecharlo. Como
anteriormente hemosexpuesto, la pervivencia en el tiempo de estos altares de
sacrificios, dificultan enormemente precisar una fecha aproximada.
Sabemos, sin embargo, de la aparición a finales del
siglo XIX de dos exvotos de bronce en forma de cabritas de dicadas a la diosa
Ataecina[6] que al parecer pueden
proceder de este complejo arqueológico (fig. 11). Si esto es así, se podría
poner en relación los citados exvotos de la diosa celta[7]con nuestro altar de
sacrificio y, por tanto,sería Ataecina la divinidad invocada en dicho
santuario. Esta divinidad prerromana mantuvo su
culto profundamente arraigado en época romana y, a tenor de la presencia
de los exvotos fechados entre los siglos I y II de nuestra Era, el santuario
siguiómanteniendo su vigencia al menos durante el Alto Imperio,cuando aparece
asimilada ya a la romana Proserpina. La cruz que presenta en el arranque de la
escalinata delata la cristianización posterior de este lugar de culto pagano.
Los sacrificios de cabras
a Ataecina, unido a la ablución purificadora con el agua de la fuente
milagrosa, eran un rito en el que el animal se convertía en victima expiatoria
del mal del oferente. Los exvotos broncíneos de cabras se convertirían en
ofrendas permanentes ante la divinidad por parte de quien las
realizaba. En este contexto debemos mencionar la existencia en la zona de
un manantial de aguas mineromedicinales que seguramente habría que poner
también en relación con el culto a Ataecina.
Tumbas
excavadas en la roca de La Zafrilla. Dispersas
en las cercanías del complejo ritual de
La Zafrilla se encuentran un pequeño grupo de tumbas excavadas en la roca aprovechando
las afloraciones graníticas que abundan en la zona (fig. 12). Hemos documentado
un total de ocho enterramientos con una variada tipología. Tres de ellos tienen
una forma rectangular simple que pueden llevar curvatura en los y la cabecera;
tres más presentan forma ovoide; y dos con estructura antropomorfa. Las medidas oscilanentre los 218 cm de la tumba
con mayor longitud y los 172 cm la de menor;la anchura de la cabecera suele
estar en torno a los 55 cm y el ancho de
los pies 30 cm. Casi todas están en un lamentable
estado de conservación, aunque las tres tumbas con forma ovoide están menos
deterioradas.Todas ellas han sido vaciadas y carecen de la típica tapadera que
las cubría. No parecen formar necrópolis, pues se encuentran dispersas, aunque
en un área no muy extensa, en los alrededores del santuario rupestre.
Siguiendo el camino de El Casar de Cáceres, a unos
4 km de distancia del complejo ritual de La Zafrilla(en las coordenadas 6º 27' 57.8" Long.W–39º
29' 23.67" Lat.N), llegamos al sitio conocido como “La
Marrada del Muro”; un paraje muy similar al descrito anteriormente, aunque
quizás algo más sinuoso. Allí, en una abrupta zona de enormes lanchares
graníticos planos que deben provocar una considerable escorrentía pluvial, sin
formar necrópolis, hemos localizado un total de 8 tumbas excavadas en la roca
(fig. 13). Los alrededores están plagados de restos de la acción antrópica.
Al Este restos de un pequeño chozo de horma y una zahúrda, con cochineras
perfectamente levantadas y cubiertas por aproximación de hiladas. Se trata de
una zona eminentemente agropecuaria con abundante agua que aún conserva un
antiguo manantial cubierto de zarzas, situado a unos 100 m de la zahúrda.
Tres de las tumbas tienen forma
trapezoidal, con la cabecera más ancha que los pies. Como en La Zafrilla,
predominan las que tienen cabeceras y pie curvos, pero no faltan las simples
cajas rectangulares y algunas con forma antropomorfa. Las medidas oscilan entre
179 y 167 cm de longitud, 57 cm y 49 cm de anchura.
Hemos
observado que la excavación de los “sepulcros”
en lanchares y bolos graníticos no viene determinada por la disponibilidad del
espacio rocoso útil. Hay grandes lanchares que podrían acoger un número
considerable de ellos, pero que solamente contienen una tumba aislada; existen
también bolos aislados que se hanaprovechadopara tallar el sarcófago que
permanece exento y elevado sobre el terreno circundante; y otros, en fin, excavados
directamente en el suelo rocoso.
Las tumbas de “La Marrada del Muro”
presentan, pues,cierta distancia unas de otras, todas están excavadas
en afloramientos graníticos sirviendo directamente como depósito del cadáver.
Tanto
el número de las tumbas excavadas en la roca como su tipología diversa
certifican la necesidad de un estudio detallado de las mismas[8]. Además de haber sido en
algún momento utilizadas con fines de enterramiento, también cabe la
posibilidad de su utilización como lugares ceremoniales de exposición previos a
una inhumación en otro lugar; sin embargo, no nos parece que esté tan claro que
todos los elementos correspondan a la misma época ni hayan sido todos objetos
del mismo uso.
En la zona conocida como
“Los Arenales”, a unos 9 km de Cáceres y a unos 4 km del anterior conjunto
funerario, hemos localizado una auténtica necrópolis con un total de 11 tumbas
(fig. 14), siguiendo las coordenadas: 6º 26' 13.25" O / 39º 27'
53.52" N. El paraje está situado al sur del
antiguo y transitado camino que conducía a Arroyo de la Luz.
Las
tumbas de “Los Arenales” se ubican en una suave pendiente salpicada aquí y allá
de afloramientos graníticos. Sirvieron como depósito del cadáver y son
exactamente ataúdes excavados directamente en la roca. El lugar no está exento
de ese ambiente de serenidad que rezuman nuestros cementerios actuales. La
pequeña meseta donde se ubican las tumbas se eleva sobre el entorno en un
intento de acercar el alma de los muertos a su última morada. Y estas
sensaciones se plasman en el paisaje que imprime en el ánimo del visitante la
firme convicción de hallarse en un lugar con profunda significación mágica que
evoca reminiscencias del pasado.
Estas
tumbas aparecen casi todas unidas en un perímetro de 180 m llegando a formar una
necrópolis. Existen dos tumbas dobles, presumiblemente pertenecientes a dos
matrimonios y el resto responden a una tipología rectangular, en su mayoría, y
dos tienen formas fusiformes (de bañera).
Las medidas oscilan entre los 190 y los 176 cm de longitud, 55y 48 cm de ancho,
en clara disminución la mayoría en la zona de los pies.
La
orientación de los sepulcros excavados en los lanchares y bolos graníticos de
la zona está condicionada por la propia características de los afloramientos, distribuyéndose
anárquicamente. Tipológicamente presentan gran variedad. La orientación
predominante es O–E con la cabecera al Oeste y los pies al Este, mirando por
tanto, hacia Tierra Santa, como ocurre en la mayoría de los casos de las tumbas
excavadas en la roca de cronología altomedieval. Este hecho nos estaría
indicando el carácter cristiano de los individuos que se enterraron en estas
tumbas, y con ello, la cronología aproximada de las mismas. Otro tipo de
orientación, que también se advierte en otras tumbas, podría estar en íntima
relación con la natural disposición de los afloramientos rocosos localizados en
las cercanías de la iglesia y/o el poblado correspondiente; de tal manera que,
en determinados casos, las fosas deben adaptarse a esa topografía natural, sin
olvidar tampoco otro aspecto esencial como puede ser la propia dureza de la
roca. Todas las tumbas pertenecen a individuos adultos.
Lo
cierto es que a pesar de la disparidad de lugares, la variedad de formas y las
diferentes orientaciones, cuando uno se acerca por primera vez a estos
enterramientos, le envuelve la sensación de haber estado allí antes; como si
hubiera una misteriosa conexión que atrapa al visitante y le transporta a
parajes ya conocidos. Cabe preguntarse, y no son pocos quienes lo han hecho, si
es prudente considerar uno y el mismo fenómeno algo que se presenta en tan
variadas manifestaciones[9].
A 1,4 kmal noroeste del altar de La Zafrilla, por el camino
que lleva a Arroyo de la Luz, se encuentra la Dehesa de San Miguel. Aquí
también predomina el terreno con suaves ondulaciones salpicado de afloraciones
graníticas, que en ocasiones han servido como lugar de enterramiento.
En
la Dehesa de San Miguel hemos localizado 19 tumbas excavadas en la rocaquecorresponden a una
tipología trapezoidal en la mayoría de los casos, seis rectangulares y cuatro ovoide. Las medidas oscilan entre
192 cm y 178 cm de longitud los 62y
45 cm de ancho. Algunas se conservan en muy mal estado, habiendo desaparecido parte
de la caja. Ninguna conserva tapa, aunque hemos localizado numerosas lajas ytégulas
en las proximidades de las tumbas que muy bien pudieron servir para tal uso. Estas tumbas aparecen todas en un
perímetro de 400 m y no forman necrópolis (fig. 15). Tampoco coinciden en su
orientación, pues tomando como referencia la cabecera de las mismas, el 35 % de
las tumbas tienen una orientación W y N y el resto tienen una orientación E y
W. No se aprecia, por tanto, un sentido ritual en la orientación de las mismas,
simplemente se hanlimitado a adaptarse a la disposición de los granitos.
Estas
tumbas antropomorfas se conocen con el nombre de "olerdolanas" por
haberse documentado por primera vez en el yacimiento de Olérdola, provincia de
Barcelona[10].
El rito de inhumación estaba relacionado con las costumbres cristianas
autóctonas: se lavaba y ungía el cadáver, envolviéndolo después en una sábana
de lino para luego depositarlo dentro de la fosa directamente y sobre el
cadáver se echaba arena y finalmente se sellaba la tumba con lajas de piedra o
pizarra.
Es importante señalar que ninguna de ellas ha
conservado restos humanos, carecen de ajuares y se hallan arqueológicamente
descontextualizadas, por lo que no es fácil establecer un marco cronológico
definido. Tradicionalmente se han venido considerando como tumbas medievales,
pero afortunadamente son cada vez más numerosos los estudios en los que se han
podido constatar elementos contextualizados que han permitido hablar de fechas[11].
En la zona de “Los Arenales” se aprecian restos visibles de una posible ocupación
anterior, presumiblemente romana (especialmente sillares bien escuadrados y
tégulas). También se observan ciertas estructuras soterradas que parecen
corresponder a un hábitat altomedieval, que igualmente se documentan en la
Marrada del Muro, incluidas las pequeñas atalayas al borde del camino y las
circulares que bordean lo que parece una muralleta.
El hábitat en esta zona de la Tierra de Cáceres
estaba vertebrado en torno a núcleos rurales relativamente pequeños, compuestos
de distintos focos de hábitat, aunque interconectados entre sí, con una
disposición laxa y flexible. Este proceso de ruralización está vinculado al
abandono de las áreas centrales en beneficio de las periféricas a causa de la
crisis vilicaria que conecta el mundo tardoantiguo con el altomedieval.
Estamos ante uno de los ejemplos de
transformación de una antigua estructura romana en un centro de culto, un
cambio que reflejaría además las alteraciones en el sistema social y en la
articulación del estatus. Estas tumbas excavadas en la roca deben conectarse
con en el proceso de invasión musulmana y el asentamiento de la población
mozárabe en zonas rurales dispersas[12]. La mayoría de las
necrópolis con tumbas excavadas en la roca ofrecen una cronología centrada,
básicamente entre la segunda mitad del siglo VIII hasta el XI, centurias en las
que podrían encajar nuestras tres áreas de tumbas. En ningún caso queda
argumentada la cronología prerromana propuesta por algunos autores que han
estudiado este tipo de tumbas en otras regiones y que deben situarse en época
altomedieval[13].
La ocupación visigoda de las tierras cacereñas y las luchas
familiares entre Leovigildo y su hijo Hermenegildo, traerían consigo el declive
de Norba como colonia romana, que
después, con la invasión de los árabes, recobraría cierta importancia
estratégica.
Desde los primeros momentos de la dominación musulmana en el 713
toda la zona quedó bajo el dominio de los nuevos invasores tal y como citan las
fuentes[14]. La comarca se caracterizaba, en cualquier
caso, por su aislamiento, un marcado carácter rural y una profunda
berberización. Sin embargo, no debemos olvidar que, además de estos nuevos
pobladores, la zona contaba con los habitantes autóctonos herederos de aquellos
hispano–visigodos que residían en Cáceres[15]. Los
mozárabes tenían en la sociedad árabe cacereña el estatus legal de dimmíes—que compartían con los judíos—,
como "no creyentes" en el Islam. A efectos prácticos su cultura,
organización política y práctica religiosa eran toleradas y contaban con cierta
cobertura legal. Sin embargo, se veían obligados a tributar –impuestos de los
que los musulmanes estaban eximidos– además de contar con otro tipo de
restricciones, pues, aunque no se destruían las iglesias ya edificadas, no se
permitía construir otras ni arreglar las ya existentes. A medida que la cultura
islámico-oriental arraigó en los territorios peninsulares dominados por los
musulmanes, los mozárabes se fueron arabizando y muchos de ellos, por diversos
motivos, se convirtieron al Islam. Los motivos eran tanto religiosos como
fiscales, dejando de ser mozárabes y pasando a ser designados muladíes. La
legislación islámica protegía a los grupos "ajenos", pero favorecía
su integración en el Islam con medidas de orden muy diverso.
No
todos los grupos de mozárabes eran pacíficos, losmás intransigentes promovieron
revueltas militares contra los invasores musulmanes y en su mayoría emigraron a
zonas rurales cercanas a Cáceres fundamentalmente.Hasta el siglo XIII la
comunidad mozárabe vivió un periodo de intranquilidad que se vio acrecentada
con la llegada de los Almorávides primero y de los Almohades después, la
tolerancia fue disminuyendo y acabaron por ser masacrados, esclavizados y
expulsados por estos últimos. La actividad mozárabe en sus contactos con los
reinos cristianos, y más aún con su definitiva deportación, contribuyó a la
difusión de los conocimientos científicos y artísticos orientales por los
territorios.
Como hipótesis, puede plantearse que
estos lugares sufrieron una remodelación en época tardoantigua, transformada en
una zona de hábitat con construcciones de materiales perecederos o en espacios
funerarios. Los siglos VIII al XI marcaron posiblemente el apogeo de esta forma
de enterramiento con la instalación de una comunidad de mozárabes en ambas
zonas, pudiendo afirmar que el momento de finalización del uso de estas
necrópolis debe situarse en la consolidación del poblamiento aldeano y de la
parroquia como centro de culto y eje de la articulación rural[16].No cabe duda de que la
orientación O–E predominante en las tumbas sugiere, una adscripción cultural
concreta, ya que estaríamos hablando de cristianos.
La investigación sobre las necrópolis de tumbas
excavadas en la roca se ha preocupado muy poco de profundizar en las relaciones
que éstas tenían con la organización del territorio y del poblamiento. Mientras
que en Los Arenales las inhumaciones aparecen en grupos concentrados, en La
Marrada del Muro y La Zafrilla, por el contrario, se extienden por un terreno amplio tal y como
ya hemos señalado. Esta distribución de sepulturas aisladas sería un vestigio
de necrópolis más extensas, lo que nos ha llevado a identificarlos como
yacimientos diferenciados, pero podría tratarse de una misma área extensa de
inhumación, dada la cercanía entre ambos conjuntos. Además, podría darse el
caso de que un mismo poblado tuviera en torno a sí al menos tres focos de
inhumaciones.
Otra circunstancia a tener en cuenta es la cercanía
de estas necrópolis a determinadas vías locales, conservadas en forma de
carreteras o de caminos que unen a determinadas aldeas. La Zafrilla y la
Marrada del Muro–como ya hemos indicado- se encuentra en el antiguo camino de
Arroyo de la Luz a Cáceres, y en la bifurcación del camino de Malpartida al
Casar de Cáceres, y al Sur del camino está el yacimiento funerario de Los
Arenales. E igualmente es interesante comprobar el emplazamiento de las tumbas
en relación con los cursos de agua, en especial con determinados arroyos tales
como Los Arenales que es tributario del Tallón y éste del Casillas, afluente del Salor.
Podemos
interpretar que algunas de las primeras comunidades cristianas quedaron
aisladas y dispersas por la zona, en tiempos de plena dominación musulmana y
así permanecieron durante algún tiempo, al menos hasta la reconquista de Cáceres
en el año 1229[17].
[2] M. ALMAGRO GORBEA,
«Nuevas fechas para la Prehistoria y la Arqueología de la Península Ibérica», Trabajos de Prehistoria 33, 1976, pp.
307-317.
[3] M. ALMAGRO GORBEA, «Sacre Places and Cults of the Late Bronce Age
tradition in Celtic Hispania», en R. Habelt (ed.), Archäologische Foschungenzum Kult-geschehen in der Jüngeren Bronzezeit
und Frühen Eisenzeit Alteuropas, U. Regensburg, Bon 1996, pp. 43-79.
[4] Almagro-Gorbea,
M y Jiménez Ávila, op. cit., 2000, p. 427; JOAO DELGADO, 2015, p. 142.
[5] Dados a conocer por María
Isabel Sauceda, conservadora del Paraje "Los Barruecos". SAUCEDA
PIZARRO, M. I: Pinturas y grabados rupestres esquemáticos del
Monumento
Natural
de Los Barruecos, Malpartida de Cáceres, Memorias
2, Publicaciones del Museo de Cáceres, Mérida, 2001,
pp. 105-106.
[6]La primera las cabritas se
encuentra en el Museo Arqueológico Nacional y fue dada a conocer por F. FITA,
“Inscripciones romanas inéditas de Cáceres, Brandomil, Naranco y Lérida”, Boletín de la Real
Academia de la Historia6, 1885, pp. 430 ss; la otra fue cedida en
1918 por María del Carmen Jalónal Museo Víctor
Balaguer de Villanueva y Geltrú (Barcelona), donde actualmente se encuentra. Esta
segunda cabrita fue publicada también por el mismo autor, “Inscripciones romanas inéditas de Cáceres, Úbeda y Alcalá
de Henares”, Boletín de la Real Academia
de la Historia 7, 1885, pp. 45 ss.
[7]J. M. ABASCAL PALAZÓN, "Las
inscripciones latinas de Santa Lucía del Trampal (Alcuéscar, Cáceres) y el
culto de Ataecina en Hispania", Archivo Español de Arquología68,
1995 [1996], pp. 31-105; ÍDEM,
"De nuevo sobre Ataecina y Turobriga. Exploraciones del año 1900 en Las
Torrecillas(Alcuéscar, Cáceres)", Archivo Español de Arqueología, número 69,
1996, pp. 275-280.
[8]Existen escasos estudios relacionados con otras zonas de la
Provincia de Cáceres que hacen referencia directa o indirecta a tumbas
excavadas en la roca; J.SANGUINO MICHEL “Antigüedades de las Torrecillas,
Alcuéscar”,Boletín de la Real Academia de
la Historia LIX, Madrid 1911, p. 349;A. GONZÁLEZ CORDERO, “Las tumbas
excavadas en la roca de la Provincia de Cáceres”,Alcántara, Revista del
Seminario de Estudios Extremeños, número 17, mayo-agosto, Cáceres 1989,
pp. 133-144;J. A.RAMOS RUBIO, "Tumbas altomedievales en
Trujillo",El Periódico Extremadura,
lunes 23 de octubre de 1995, p. 4;ÍDEM,
"Tumbas altomedievales en Trujillo", Revista La Piedad, 1988, pp. 69-71;ÍDEM,“Tumbas antropomorfas en Trujillo”. Alcántara,
Revista del Seminario de Estudios Extremeños, núm. 57, septiembre-diciembre,
2002, pp. 47-53;A.PAULE RUBIO, "Tumbas antropomorfas y santuario de Aceituna”,Actas de los XXXII Coloquios
Históricos de Extremadura. Badajoz, 2004;M. RUBIO ANDRADA y F. J.RUBIO
MUÑOZ, “Las sepulturas antropomorfas del berrocal trujillano”,Actas de los XXXIII Coloquios Históricos de
Extremadura. Badajoz 2005; S.MOLANO CABALLERO, Apuntes sobre la historia de Garrovillas de
Alconétar.1ª parte. “El Garrote, Túrmulus y Alconétar, Cáceres 1984;E. JIMÉNEZ
NAVARROy J.RAMÓN Y FERNÁNDEZ OXEA, “Excursión arqueológica a la Aliseda y
Arroyo de la Luz”,Boletín de la Sociedad Española de
Excursiones LIII, 1-11, 1949, pp. 169-179;E.LÓPEZ JIMÉNEZ, “La desconocida
riqueza arqueológica de San Vicente de Alcántara”,Revista de Estudios Extremeños, XXXIX, I, 1983, pp.155-162;V.PAREDES
GUILLÉN, “Repoblación de la villa de Garrovillas”,Revista de Extremadura, número I, 1899, pp. 289-303;P.BUENO RAMÍREZ,
“La necrópolis de Santiago de Alcántara (Cáceres). Una hipótesis de
interpretación para los sepulcros de pequeño tamaño del megalitismo occidental”, BSEAA LX, 1994, pp. 25-104;R. DONOSO
GUERRERO, Necrópolis visigoda de Zarza de Granadilla, Trabajos de Prehistoria 27, 1970, pp. 327-335; A. GONZÁLEZ
CORDERO, “Los sepulcros excavados en la roca en la provincia de Cáceres”,Jornadas Internacionales los visigodos y su
mundo, Madrid 1997, pp. 273-284.
[9]Algunos
autores consideran que este tipo de tumbas corresponden a la época tardorromana
(entre los siglos V y VII) como J. F. FABIÁN y M. SANTOJA, “Los poblados
hispano-visigodos de Cañán (Pelayos, Salamanca)”, Estudios Arqueológicos I, Salamanca 1986, pp. 187-202; y otros a
una cronología que abarca desde finales del imperio romano hasta el siglo XI,
según las características de los sepulcros, considerando un mayor número de
sepulcros correspondientes a necrópolis hispano-visigodas. I. MARTÍN VISO,
“Elementos para el análisis de las necrópolis de tumbas excavadas en la roca:
el caso de Riba Coa”, CuPAUAM31-32, 2005-2006, pp. 83-102.
[10]El profesor Del Castillo
fue uno de los primeros que analizó la cronología al estudiar las tumbas que él
llamaba “olerdolanas” debido a su especial abundancia en Olérdola (Alto
Penedés) y en función de su evolución tipológica determino unas fechas de los
siglos X–XI (A.DEL CASTILLO, “Cronología de las tumbas llamadas olerdolanas”,Actas del IX Congreso Nacional de
Arqeuología, Zaragoza, 1970, pp. 835–845). En otros estudios, de tipo
general, se aporta una cronología similar como ha propuesto, por ejemplo, el
Dr. Riu en varias ocasiones (M. DE BOÜARD y M.RIU, Manual de arqueología medieval. De la prospección a la historia,
Barcelona 1977, pp. 451–454). Incluso ha llegado a diferenciar en las
agrupaciones de tumbasdel tipo familiar, que la tumba de varón sería la
antropomorfa, la de la mujer la ovoide o de tipo bañera, mientras que las de
los niños, situados entre ambos o a su alrededor, por lo común ovoides, aunque
bastantes alargadas o antropomorfas, indistintamente (p. 455).
[11]S.MOLANO CABALLERO, 1984;
E. JIMÉNEZ NAVARRO y J.RAMÓN Y FERNÁNDEZ OXEA, 1949, pp. 169-180; E.LÓPEZ JIMÉNEZ,
1983, pp. 155-162; V.PAREDES GUILLÉN, 1899, pp. 138-146; P.BUENO RAMÍREZ,
1994, pp. 25-104; R.DONOSO GUERRERO,
1970, pp. 327-335.
[12]Hemos podido catalogar en el afloramiento granítico que rodea la ciudad de Cáceres una
buen número de necrópolis o conjuntos de tumbas, desde Trujillo a Torrequemada,
desde el heredamiento de Las Seguras hasta Los Barruecos, pasando por la finca
de las Breñas, desde Arroyo de la Luz hasta Garrovillas, pasando por la finca
de Casa de Hurtado en el Casar de Cáceres y la ermita de la Virgen del Prado,
en el paraje de La Jara de Arriba. Como ocurre en Las Breñas, se han localizado
junto a las tumbas numerosos restos de edificaciones, lo que demuestra que se enterrarían cerca de sus viviendas. Constituyen, sin duda, una
prueba de la existencia de pequeñas comunidades aisladas con un marcado
carácter ganadero y un componente nómada estacional que refleja de forma
paradigmática uno de los rasgos más típicos de esta zona, la dispersión.
[13]Algunos investigadores han
planteado propuestas distintas consideran que los inicios de las necrópolis de
tumbas excavadas en la roca, incluyendo las antropomorfas, deben situarse a
finales del siglo VII, aunque serían entre los siglos VIII al X cuando se
produjo su momento de máximo uso. Tal es el caso de J. LÓPEZ QUIROGA y M.
RODRÍGUEZ LOVELLE, “L’habitat dispersé de la Galice et du Nord du Portugal
entre le Ve et le Xe siècle. Essaid’intepretation à partir del’analyse macro et
microrégionale”, en B. CURSENTE(ed.),L´habitat dispersé
dansl’Europemédiévale et moderne,
Toulouse 1999, pp. 97-119. Véase también: S. CARMONA BERENGUER, “Mundo funerario
rural en la Andalucía tardoantigua y de época visigoda. La necrópolis de El ruedo (Almedinilla, Córdoba), Córdoba 1988, pp.
166–167; D. VAQUERIZO et alii,Arqueología
cordobesa. El valle alto del Guadiato (Fuenteobejuna, Córdoba), Córdoba
1994, p. 227; D. VAQUERIZO GIL
et alii: “Arqueología de Conquista”, Los
Pueblos de Córdoba, 2, Córdoba 1992, p. 482.
[14] Las fuentes árabes consideran
Cáceres unas veces como medina y otros
como hisn, su entidad funcional no
está bien definida. YAQUT: Muýam al buldan, ed. WUSTENFELD: Jacut´sgeographischesWunterbuch,Leipzig
1866-1873, p. 184. J.
A.PACHECO PANIAGUA, 1991, p. 63; Mª A. PÉREZ ÁLVAREZ,Fuentes árabes de Extremadura,
Cáceres 1992, p. 63; AL-UMARI: KitabMasalik
al-absar, trad. del francés de E. FAGNAN, ExtraitsinéditsrelatifsauMaghreb,Alger 1924, p. 92.
[15]C.MAZZOLI-GUINTARD, Ciudades de al-Andalus. España y Portugal en
la época Musulmana (siglos VIII-XV),Granada 2000, pp. 27-33.
[16]El trabajo de BARROCA
sobre el mundo funerario medieval en el norte de Portugal (M.J. BARROCA,Necrópoles
e sepulturas medievais de Entre-Douro-e-Minho (séculos V a XV), Oporto 1987) da por buena la
diferenciación entre tumbas antropomorfas y no antropomorfas es correcta, a
pesar de las numerosas variantes formales en cada grupo, y acepta que las
antropomorfas serían posteriores y surgirían en el siglo IX.
[17][Bajo el dominio musulmán estuvo la villa
cacereña hasta el 23 de abril de 1229, año en que la conquista definitivamente
Alfonso IX de León, obteniendo la preciada condición de Villa libre de
realengo, otorgándose el Fuero Latino y un amplio territorio dependiente del
Concejo. M. MURO CASTILLO; B. AGUILERA BARCHET; Mª D. GARCIA OLIVA; A.
MURO CASTILLO y B.CLEMENTE CAMPOS, El Fuero
de Cáceres,ed. facsímil y estudio crítico,Madrid 1998.
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